En el mundo

de la oración

Nociones breves sobre el Servicio Divino Ortodoxo

Protopresbítero Miguel Pomazansky

Traducido por Xenia Sergejew

Adaptación Pedagógica; Dr. Carlos Etchevarne, Bach. Teol.

 

Contenido:

La oración a solas y con la Iglesia. En el templo. El coro. Terminología de los oficios y canticos religiosos. El contenido de la oración. El núcleo básico de los oficios de la Iglesia. La participación del pueblo en el servicio Divino. "¡Estemos respetuosamente!" "Desde la guardia matinal hasta la noche " — tiempo de servicio Divino. "Al llegar a la puesta del sol." Las Vísperas. "Y concédenos, Soberano, a los que nos preparamos al sueño..." Los post-vespertinos. El oficio de medianoche. "A la medianoche me levanté a confesarte " Los Matutinos. "Mi espíritu te busca de madrugada." La vigilia pernocturna. "Y por la noche le canto" Las horas. "Siete veces al día te he alabado, por los juicios de Tu verdad." La Santa Liturgia. La Liturgia de los Santos Dones Presantificados. La Gran Cuaresma. La Semana Santa. La Pascua de Resurrección.

 

 

 

La oración a solas y con la Iglesia.

Dios está con nosotros en todas partes. En todo lugar se encuentra Su Señorío. Por Él nosotros vivimos, nos movemos y existimos. "Cercano estás Tú, Señor" (Salmo 119:151). Si no fuéramos desatentos, tendríamos permanentemente, donde quiera que nos encontremos, la conciencia de la omnipresencia de Dios.

Estar siempre con Dios, significa estar siempre en oración. Así nos fue mandado. Nos dice el evangelista sobre las enseñanzas del Señor a sus discípulos: "Les dijo la parábola, que corresponde orar siempre y no desesperanzarse." El apóstol San Pablo nos ordena: "Orad permanentemente." Los santos ascetas vivían, y tal vez lo hacen hasta hoy día algunos pocos hombres de Dios, en oración casi permanente (a veces interrumpida sólo por las necesidades) y en elevación hacia Dios. En la antigüedad existían los, así llamados, monasterios vigilantes, en los cuales los monjes y monjas oficiaban por turnos para que no sea interrumpido ni por una hora el servicio.

Las preocupaciones diarias nos dispersan. El amplio mundo vive con su propia vida inquieta, ajetreada, colmada de intereses terrenales y ella nos absorbe también a nosotros. Las ataduras mundanas y el indispensable trabajo absorben la atención de la mayoría. Debemos liberarnos del mundo y del ajetreo diario, aunque más no sea por un corto tiempo, para concentrar nuestros pensamientos en Dios y elevarnos hacia Él con la mente y el corazón en oración. En el lenguaje de la Iglesia, esto se llama "entrar en propia celda" en la celda de nuestra alma, según las palabras del Salvador: "Mas tu, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto."

A cada uno de nosotros nos es indispensable la oración personal, privada, en el hogar. Así pueden ser, y generalmente lo son, las oraciones de la mañana y de la noche: la de la mañana, es oración de agradecimiento, de alabanza, de impetración; y la de la noche es oración de arrepentimiento, y nos lleva al sueño. Pero, además de la personal, el hombre ansía aquella oración realizada en común con otras personas, ansía la participación en el servicio en comunidad. "Allí donde dos o tres se reúnan en Mi nombre, allí estaré Yo en medio de ellos" dijo el Señor. Él rezó a Su Padre: "Haz que sean uno, así como Nosotros somos uno." Nuestra unidad se logra a través de la glorificación de Dios con una sola boca y un solo corazón. "Te confesar en grande congregación,...De ti será mi alabanza en la gran congregación" rezaba el salmista del Antiguo Testamento (Salmo 35:18, 22:25), la Iglesia cristiana reproduce sus palabras.

Nosotros, los cristianos, conformamos el cuerpo unificado de la Iglesia, la única casa de Dios. "Cristo como hijo sobre Su casa, la cual casa somos nosotros" (Heb. 3:6). Ese es un mundo diferente, distinto del mundo del ajetreo, de las tentaciones y preocupaciones mundanas. Ese es un mundo santo, patrimonio Divino. Ese mundo es la Iglesia de Cristo.

Nosotros encontramos en el templo ese mundo diferente, la casa de Dios en la tierra, el mundo de la oración, de la unidad con Dios. El templo cristiano ortodoxo es el atrio del templo celestial en la tierra, descrito por el Santo Apóstol Juan el Teólogo en la Revelación. "Estando en el templo de Tu gloria, nos imaginamos que estamos en el cielo" escuchamos en la oración de la Gran Cuaresma. Cuando en el templo se ofrece el Sacrificio incruento, "Las fuerzas celestiales invisiblemente celebran con nosotros," y se funden en uno el templo celestial y el terrenal. Nosotros, entonces, debemos unirnos con la Iglesia celestial-terrenal en el servicio dentro del templo con toda nuestra alma, todo nuestro cuerpo y todo nuestro corazón.

Pero para lograrlo, es muy importante e indispensable que ahondemos en el contenido del servicio Divino, que profundicemos en él. El servicio Divino tiene una gran fuerza mística que eleva. Si es recibido conscientemente y con amor, entonces limpia los corazones, fortalece la voluntad en el bien, perfecciona, colma el alma de fe y de amor a Dios, y nos une con el cielo en una única alabanza a Dios.

 

El templo.

Cаda confesión cristiana tiene sus templos o lugares para las reuniones de oración, cuya distribución misma expresa el entendimiento de la idea de Iglesia que tienen dichas confesiones. Los templos ortodoxos manifiestan la concepción ortodoxa universal de esa idea. Ello se encuentra con claridad en las palabras del apóstol San Pablo: "Os habéis acercado al monte de Sión, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles, a la congregación de los primogénitos que están escritos en los cielos" (Heb. 12:22-23). He aquí, nuestra comunión estrecha, viva y permanente con la Iglesia celestial.

Prestemos atención a la división interna del templo. El altar está separado de la nave por el iconostasio. En el altar se realiza la Santa Liturgia, como la habitación de la Mística Cena. Dios es glorificado en cada lugar del templo, pero el altar es donde se glorifica de manera especial la Santísima Trinidad. La celebración y la exaltación de los "santos" ocurre en la parte central del templo. De ello se desprende claramente la diferenciación de la glorificación, es decir, la gloria de Dios y nuestra glorificación de los santos. "Únicamente a Ti te corresponde la gloria, el honor y el poder" — esta idea, expresada de diversas maneras, se exclama permanentemente en el templo. Con palabras similares terminan casi todas las oraciones, alabanzas y letanías.

Al glorificar a Dios, exaltamos también a la Santísima Madre de Dios, alabamos la memoria de los santos de Dios. Esa es una gloria reflejada. Vemos en su santidad la manifestación de la fuerza de Dios y el reflejo de Su santidad. La Palabra de Dios nos manda glorificar a los santos: "Alabad a Dios en Sus santos," nos insta el salmista, "Esta gloria sea para todos Sus beatos." Y también: "se van a alabar los beatos en gloria." El Salvador lo testimonia en Su oración a Dios Padre : "Las palabras que me diste, les he dado; y ellos las recibieron," "Están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su Templo" (Apoc. 7:15). Al glorificar a los santos, la Iglesia al mismo tiempo alaba a Dios que en los santos reposa. "Porque eres Santo y en los santos reposas, te elevamos gloria Padre, Hijo y Espíritu Santo" exclama la Iglesia. "Por las oraciones de todos Tus santos y de la Madre de Dios, Señor Jesucristo, Dios nuestro, ten piedad de nosotros."

Podemos expresar la plenitud de la glorificación de Dios en el servicio Divino ortodoxo con las palabras del salmista: "Bendice, alma mía, al Señor, y bendiga todo mi ser (interior) Su santo nombre." La expresión "ser interior", significa las capacidades del alma. Todas las mejores y más nobles fuerzas del alma están llamadas a participar de la alabanza al Señor. De allí deviene la glorificación a Dios en el templo por medio de la lectura, el canto, las representaciones artísticas y todo lo que otorgue esplendor al servicio y al aspecto del templo. La existencia de santos iconos e imágenes en los templos se fundamenta en la necesidad psicológica de alabar a Dios de diversas maneras. Ese modo de glorificación es plenamente legítimo, ello se demuestra por su antigüedad y los milagros ocurridos.

Nos preguntarán: si ello es así, ¿por qué no tienen en sus templos estatuas ni utilizan música? Existen razones por las cuales la Iglesia Oriental nunca los permitió. Si es bien interpretada, la música instrumental puede doblegar demasiado la voluntad, puede cautivar. El canto coral convierte al hombre en participante activo del servicio Divino, en tanto que la música produce el efecto contrario, lo hace pasivo. En lo que respecta a las estatuas, ellas por su aspecto exterior y corporalidad, sirven poco para expresar la vida del espíritu. Ello se puede comprobar ya del simple hecho que una escultura no tiene expresión en los ojos, y sabemos que el alma y el espíritu se reflejan de mayor manera en los ojos.

 

El coro.

Sobre el atril del coro están preparados los libros para el servicio que está por comenzar. En primer lugar, se encuentra el Horologion o Libro de las Horas, libro indispensable que contiene el material permanente de cada servicio Divino, es decir, todo lo que se lee y canta a diario. Gran parte de este libro está compuesto por salmos. En el Libro de las Horas encontraremos el orden habitual de las vísperas, de los post-vespertinos, del oficio de medianoche, de los matutinos, de las horas, al igual que otros cánticos complementarios que el lector también debe tener al alcance.

Gran parte del año también está en el coro uno de los dos grandes tomos del Octoecos (o el que lo reemplaza — tono del "Gran Compendio"). La palabra griega Octoecos significa "Libro de los ocho tonos." Éste contiene las partes del servicio eclesial de cada día de la semana y del domingo. Cada día de la semana tiene sus recordatorios sagrados: el lunes, es el día de las Fuerzas Celestiales Incorpóreas; el martes — el día de San Juan Bautista; el miércoles y el viernes se recuerda la alevosa traición del Salvador y Su muerte en la cruz; el jueves es el día de los Santos Apóstoles y de San Nicolás; el sábado, el día de todos los Santos y del recordatorio de los difuntos. El domingo se festeja la Resurrección de Cristo. Todo el material del Octoecos está dividido en ocho partes, de acuerdo con los ocho tonos o melodías que se utilizan en la iglesia. Por ello, los cánticos semanales del Octoecos se repiten cada ocho semanas.

¿Qué son los tonos? Son melodías determinadas, que hemos heredado desde la antigüedad de la Iglesia. El canto según los ocho tonos lo hemos recibido de Bizancio cristiano, pero, en la práctica, hay muchas melodías más. Ello ocurre porque para un mismo tono cantamos el Troparion de un modo determinado, mientras que las estiquerias se cantan de manera diferente. También existen desde la antigüedad las melodías de los tonos: griega, búlgara, serbia, de las ciudades de Novgorod, Kiev y Moscú. La Rusia de Moscú compuso sus propias melodías o matices, mientras que la región de Kiev — compuso sus propios. Como resultado se creó una variedad de melodías que nuestra Iglesia utiliza hasta hoy día. Debemos agregar también la cantidad aún mayor de cánticos que tienen sus melodías propias (samoglasniy, es decir, de melodía propia). Finalmente, existen melodías que la Iglesia ha aceptado y que pertenecen a un grupo estrictamente determinado de cánticos "podobniy," (es decir, a semejanza de, de melodía semejante). No hacemos referencia aquí a las obras musicales de los compositores eclesiásticos de la época moderna.

El Octoecos en su contenido musical principal pertenece al beato Juan Damasceno.

El tercero de los libros principales que encontramos en el coro es la Minea (del griego "min" que significa, mes), más exactamente el libro de la Menea Mensual del mes en curso (o su versión abreviada, la Menea Festiva). Ella contiene los cánticos que corresponden a cada día del año calendario, es decir, al acontecimiento evangélico o eclesial, o al santo que se recuerda cada día en particular.

Durante la Gran Cuaresma, el Octoecos se reemplaza por el libro de la Triodion de Cuaresma (triodion significa "tres cánticos," por algunos cánticos de este período que se denominan así). Desde el día de Pascua hasta el domingo posterior a la celebración de la Santísima Trinidad inclusive, el Octoecos se reemplaza por Pentekostarion.

De todo lo anterior resultan tres ciclos de oficios Divinos: a) el diario, o fijo, que se toma principalmente del Libro de las Horas; b) el semanal, cuyas lecturas y cánticos se encuentran en el Octoecos y en el libro de la triodion de Cuaresma o la Pentekostarion; c) el anual, que completa y diferencia los oficios diarios y semanales, su material se encuentra en los doce tomos de la Minea.

Los oficios también deben concordar con el día de la celebración de la Pascua. Existen ciclos periódicos amplios de 28 y de 532 años, según los cuales se establece el día de la celebración de la Pascua para cada año. Esta "pascalia" hace concordar el ciclo anual con el pascual y los períodos del desplazamiento primaveral de los servicios Divinos, que ocupa unos cuatro meses al año.

En el cliros también están los libros de Epístolas, el Salterio y otros. Para los servicios particulares existe el libro Eucologio, o libro de servicios. Éste contiene el orden de los oficios de los sacramentos del bautismo, de la unción con óleos, la confesión, la bendición de los óleos, el matrimonio; el funeral, la bendición de un templo, y otros objetos que se utilizan para los oficios divinos; y otros oficios.

La compleja regla de concordancia de los tres ciclos de servicios divinos, tomando en consideración la pascalia, se encuentra en un libro especial llamado Tipicón. El Tipicón, también llamado el Reglamento (estatuto, modelo) de la Iglesia, armoniza el material de los tres ciclos de acuerdo con la importancia del santo o los acontecimientos recordados un día determinado.

El libro principal para los servicios Divinos es el Evangelio. Este libro no se encuentra en el coro, por ser un libro especialmente sagrado, se encuentra sobre la mesa del Altar. Cuando se lee, el mismo celebrante lo toma de la mesa del Altar.

El libro que utiliza el sacerdote para rezar y seguir el orden de actos sagrados, se denomina Oficionario.

 

Terminología de los oficios y cánticos religiosos.

En orden alfabético explicaremos los nombres utilizados con mayor frecuencia de los cantos y momentos de los servicios divinos.

Akhatistos: en eslavo significa "sin sentarse," pues mientras es leído o cantado corresponde permanecer de pie. El Akhatistos es un himno de alabanza compuesto por 24 cantos, según el número de las letras del alfabeto griego. En un Akhatistos se alternan cantos más breves, los kondakios, con cantos más extensos llamados ikos. Cada ikos contiene entre 6 y 12 versos de alabanza que generalmente empiezan la palabra "regocíjate" como invocación a la Madre de Dios o al Santo a quien se oficia.

Antífonas: composiciones poéticas que se cantan de manera alternada por los dos coros. Las antífonas se cantan en los matutinos del día domingo o en los matutinos festivos (por ejemplo, "Desde mi juventud," aquí se denominan "anabáticas," escalones), y también a veces en la Liturgia.

Canon (del griego — regla, modelo): composición musical compuesta por 9 partes o cantos. Algunos cánones están compuestos por un número incompleto de cantos: ocho, cuatro, tres o dos. Cada canto consta de un irmos, que se canta, y una serie de troparios que se leen. Cada canon está consagrado a un objeto de adoración o de oración: la glorificación de la Santísima Trinidad, de un acontecimiento evangélico, una súplica a la Madre de Dios, la exaltación (megalinario) del santo. Los cánones se componen según un esquema determinado: el modelo para cada canto es un canto del Antiguo Testamento que tenga un significado prefigurativo para el Nuevo Testamento.

El Irmos del primer canto recuerda el milagroso paso por el Mar Rojo (Éxodo 15:1-19). El Irmos del segundo se canta sólo durante la Gran Cuaresma. Está compuesto sobre la base de la canción acusadora de Moisés en el desierto (Deut. 32:1-44). El Irmos del tercero se basa sobre la canción de agradecimiento a Dios de Ana, la madre del profeta Samuel, por haberle concedido un hijo (1 Rey. 2:1-10). El Irmos del cuarto, explica desde un punto de vista cristiano la visión del profeta Habacuc, en la cual fue digno de ver al Señor Dios en el resplandor de rayos de la luz solar (Hab. 3:2-19). El Irmos del quinto se basa sobre la visión que tuvo Isaías de la venida luminosa del Salvador, resucitando a los muertos (Isaías 26:9-21). El Irmos del sexto toma como modelo la historia del profeta Jonás, que nos recuerda que estamos inmersos en el abismo del pecado. El Irmos de los cantos séptimo y octavo se basan sobre el canto de los tres jóvenes arrojados al horno en Babilonia, como preimagen de los mártires cristianos. El Irmos del noveno canto sigue inmediatamente al canto a la Madre de Dios "Engrandece, mi alma, al Señor" y contiene la glorificación de la Madre de Dios y la celebración del nacimiento sin simiente del Hijo de Dios por intermedio de Ella.

En los primeros tiempos de la Iglesia, los cantos del Antiguo Testamento se interpretaban completos. Los Cánones fueron compuestos posteriormente y se ubicaban entre los cantos del Antiguo Testamento, como se hace actualmente en los Matutinos de la primer semana de la Gran Cuaresma. De a poco los cánones reemplazaron los cantos del Antiguo Testamento, conservando sólo su contenido en los Irmos.

Dogmático: teotoquio del octoico, ubicado al final de las estiqueras, que se cantan con "Señor, a Ti imploro" en el oficio dominical de las vísperas menores o mayores, y a veces para otras festividades. Se denominan Dogmáticos porque contienen una enseñanza dogmática sobre la Persona de nuestro Señor Jesucristo, junto con una alabanza a la Madre de Dios.

Estiqueras: cánticos (generalmente varios) en honor al acontecimiento que se celebra o al santo que se recuerda. Se denominan así porque en la mayoría de los casos se ubican entre los versos finales de los salmos, o están precedidas por versos de las Sagradas Escrituras. De este modo, el grupo que se canta con el salmo "Señor, a Ti he clamado" se denominan "estiqueras sobre "Señor, a Ti imploro." El grupo que se canta con el salmo "Alabad al Señor desde los Cielos" se denominan "estiqueras de las alabanzas."

Katavasia: así se denominan los irmos, que se cantan al final de cada canto del canon. Según la regla, corresponde que los coristas de los dos coros se junten en el centro del templo para cantar la katavasia. En griego katavasia significa "reunión."

Kathisma: son las divisiones del Salterio. Todos los 150 salmos del Salterio componen 20 kathismas. Esta palabra significa "asiento," ya que durante su lectura en los Matutinos se permite estar sentado.

Kondakio e Ikos.

Kondakio: es una alabanza breve a un santo o a una festividad. El Kondakio se reza en los Matutinos, luego del 6-to canto del canon. Ya que el kondakio expresa la esencia del acontecimiento que se recuerda, se reza en casi todos los oficios de ese día: en los matutinos, las horas, en la Liturgia, en la Typica, en los post-vespertinos. El kondakio del canon de toda festividad, por lo general tiene a continuación un Ikos.

Ikos: es un cántico un poco más extenso que el kondakio. También contiene alabanzas, pero al mismo tiempo se agregan los fundamentos de la adoración: históricos, cotidianos u otros. El ikos es un complemento del kondakio y no se lee por separado en ningún oficio Divino.

Letanía — en griego significa "petición." Es una plegaria pronunciada por el sacerdote o el diácono compuesta por una serie de ruegos. A cada ruego el pueblo o el coro responden: "Señor, ten piedad" o "Concédelo, Señor." Las letanías suelen ser de los siguientes tipos:

а) Gran letanía: "En paz roguemos al Señor,"

b) Letanía ferviente, donde se canta "Señor, ten piedad" tres o más veces,

c) Letanía menor, que es corta y comienza con las palabras "Una y otra vez roguemos en paz al Señor,"

d) Letanía solicitante, cuando se canta "Concédelo, Señor."

Litia (suplica): orden de oraciones, que es parte de la Vigilia Pernocturna de las grandes fiestas al final de las Vísperas. Está compuesta por el canto de estiquerias, letanías con el canto repetido de "Señor, ten piedad," y una oración especial. Los celebrantes la ofician en el atrio del templo. La litia también se oficia fuera del templo durante las procesiones. Existe también la litia por los difuntos, que es un breve orden de oración por el descanso de los difuntos.

Paraklisis: canon a la Madre de Dios, se canta en caso de cualquier pena espiritual, también llamado "consolador" (el más utilizado es el que comienza con el Irmos "Cuando atravesaron el agua como por tierra seca" y el tropario "Afligido por infinidad de tentaciones").

Parastasis (estar de pie): oficio por los difuntos, compuesto tomando los Matutinos como modelo.

Paremias (parábolas, alegorías): lecturas de las Sagradas Escrituras, primordialmente del Antiguo Testamento, tienen carácter de imágenes o profético, a veces meramente edificante.

Podoben: permanentemente encontramos esta inscripción delante de ciertos cánticos en la minea, triodion y otros libros. Significa, que ese cántico fue compuesto, con relación a versificación, cantidad de versos y contenido, a semejanza de otro cántico base, que es mencionado allí mismo. La melodía también sigue al modelo. Los cánticos que tienen su estructura independiente propia y su melodía especial, a veces se denominan "samoglasnie" — de melodía propia." Se denominan "Samopodobniy — semejantes a sí mismo" dos o tres cánticos de los libros de los oficios eslavos, que son casi iguales entre sí, y que a menudo tienen el mismo principio y final.

Polielei: en eslavo significa "mucha misericordia" (¡Cuán misericordioso es el Señor!). Es una parte solemne de los Matutinos, que se oficia con la puerta real abierta y con lucerna y candelabros encendidos, y durante la cual se cantan los salmos 134 "Alabad el nombre del Señor" y el 135 "Confesad al Señor," o algunos versos de estos salmos.

Prokimen (puesto en adelante) — pasaje de las Sagradas Escrituras (generalmente del Salterio) que se acompaña con uno o varios versículos. Es pronunciado por el lector y luego es repetido por el coro antes de la lectura de la Epístola, el Evangelio, la paremía. El sentido del prokimen concuerda con la lectura que le sigue. La Iglesia nos llama a prestar atención con la exclamación: "¡Sabiduría, estemos atentos!"

Sin mancilla (inmaculados, castos) se denomina así la kathisma 17 del Salterio (salmo 119), por las palabras iniciales de ese salmo: "Bienaventurados los perfectos de camino."

Teotoquios — cantos en honor a la Madre de Dios. Los cánticos que representan el llanto de la Madre de Dios ante la cruz se denominan teotoquios de la cruz: ellos se encuentran en los oficios del miércoles y del viernes. Con Teotoquio se finalizan grupos de troparios, estiqueras y sedalion (sentados). Todo el oficio está embebido de alabanzas a la Madre de Dios y de invocaciones para su intercesión. Con expresiones de esperanza en el amparo de la Madre de Dios, finalizan tanto cada parte interna de los servicios Divinos, incluso las letanías, como todo oficio por separado. Los teotoquios a menudo están precedidos por la alabacion a la Santísima Trinidad: "Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén."

Typica (representativos, figurativos) — servicio corto que comienza con los salmos: 102 "Bendice, alma mía, al Señor" y 145 "Alaba, alma mía, al Señor." Se oficia cuando no está estipulado oficiar la Liturgia antes de las Vísperas. A partir del nombre de este servicio divino, los dos salmos mencionados que se cantan al principio de la Liturgia, también se llaman "salmos típicos." Algunas veces, por alguna necesidad, se reemplaza la Liturgia por el oficio de Típicas. En esos casos generalmente se llama "oficio de mediodía."

Troparion: significa "invocación," también puede ser "corona." Así se denomina el cántico fundamental que expresa la esencia de la festividad. Contiene la glorificación del acontecimiento o santo, su coronación con alabanzas. Ese tropario, más exactamente se denomina "tropario de despedida." En otros casos existen grupos enteros de troparios de alabanza. Los cantos de los cánones están compuestos por un irmos seguido de troparios. En el canon Pascual esos troparios se cantan, en los demás cánones se leen.

Verso de la Comunión — verso que se canta en la Liturgia después de "El Único Santo, el Único Señor Jesucristo," mientras el clero comulga en el altar.

Zadostoinik — oración que se canta durante la Liturgia en lugar de "Verdaderamente es digno bendecirte," luego de la transubstanciación de los Santos Dones. En las fiestas, este cántico se sustituye por el irmos de la novena oda del canon de los matutinos correspondiente al día con su verso propio.

El contenido de la oración.

El material de los servicios divinos de la Iglesia Ortodoxa es muy rico. Se utilizan miles de himnos sagrados, sin contar los muchos que ya se han dejado de usar. ¿Cuál es el contenido de este rico material?

La oración es una conversación con Dios y con Sus santos, en esencia semejante a una conversación con los hombres. Expresamos nuestros pensamientos y sentimientos, pedimos perdón, agradecemos, alabamos, pedimos ayuda. La misma plática ocurre en la Casa de Dios, y los elementos básicos de su contenido son:

  1. La adoración, la glorificación a Dios, la exaltación de la Madre de Dios, la alabanza a los santos;
  2. El agradecimiento a Dios;
  3. El arrepentimiento, la aflicción por la caída, por los pecados;
  4. En un sentido acotado, oración significa pedir ayuda, pedir la liberación de la debilidades espirituales y físicas, la liberación de los peligros, rezar por la salvación, rezar los unos por los otros, por la Iglesia, por el pueblo, por todo el mundo. Un apartado especial de la oración por el prójimo lo compone la oración por nuestros difuntos padres, hermanos y hermanas, la oración por su descanso eterno;
  5. El elemento más importante del servicio divino es la recepción piadosa de los sacramentos llenos de gracia, las palabras y oraciones sagradas que acompañan el momento en que recibimos las fuerzas vivificadoras de la gracia celestial;
  6. El dirigirnos a nuestra propia alma, la enseñanza de uno mismo y de otros, la exhortación a estar vigilantes, a ser firmes, pacientes, esperanzados, a arrepentirnos de nuestros pecados;
  7. El recuerdo sagrado de los acontecimientos del Antiguo y Nuevo Testamento, de los esfuerzos de los apóstoles, los mártires y de todos los santos;

En casi todos los momentos de oración vemos la conjunción de diversos elementos de la misma, es decir nuestros pedidos a Dios, unidos con arrepentimiento o agradecimiento o glorificación, u otros.

El núcleo básico de los servicios de la Iglesia.

Del mismo modo que toda construcción tiene su centro, que toda planta tiene raíz, que el tallo tiene su núcleo y el fruto tiene semilla, del mismo modo el orden del servicio Divino tiene su núcleo, su corazón. Una semilla no pierde su fuerza a pesar de que por su pequeño tamaño puede pasar inadvertida en una planta ya crecida. De igual manera, en un servicio Divino siempre podemos notar el núcleo básico de esa impetración que se trasluce a través de la diversidad de su contenido. El núcleo de los ritos eclesiales es la oración-glorificación a la Santísima Trinidad. En el grado sucesivo la penúltima parte es la parte central por su significado. Ese centro de oración está compuesto por un conjunto de breves invocaciones a la Santísima Trinidad: el trisagio, es decir, "Santo Dios" repetido tres veces; la glorificación "Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo" repetida dos veces y la oración "¡Oh, Santísima Trinidad!"; a continuación, luego de repetir "Señor, ten piedad" tres veces, la oración del Señor "Padre nuestro" que culmina también con la glorificación de la Santísima Trinidad: "Porque Tuyo es el reino." Todo este conjunto de oraciones se denomina de manera abreviada: "Trisagio — hasta Padre nuestro." Aquí se repite la suma glorificación, que se expresa por medio de las palabras de los ángeles "Santo, Santo, Santo," otrora escuchada por el profeta Isaías. En estas oraciones comprimidas se pide también fervientemente la misericordia de Dios por medio de las palabras "ten piedad" repetida siete veces, "purifica," visítanos," "cúranos." Y la misma oración del "Padre nuestro," que a pesar de ser breve, transmite, se puede decir, el contenido de todas nuestras oraciones eclesiales, en ella rogamos por todo el mundo y por nosotros mismos.

En los oficios diarios más simples, es más fácil encontrar la presencia de este núcleo. Pero esto no es tan evidente en los Matutinos y en las Liturgias festivas. En los Matutinos festivos su lugar lo ocupa la "gran doxología," que también es una glorificación a la Santísima Trinidad, y unido al Trisagio y a "Gloria al Padre..." En la Santa Liturgia escuchamos el canto del Trisagio cerca del comienzo, y "Padre nuestro" hacia el final, y todo el oficio es una glorificación casi ininterrumpida de la Santísima Trinidad

La citada cadena de oraciones: "Santo Dios" — "Padre nuestro," también se denomina "oraciones iniciales." Con ellas comenzamos nuestras oraciones matinales y vespertinas en el hogar. Con ellas comienza cada grupo de servicios Divinos en la iglesia. La glorificación de la Santísima Trinidad también se expresa en la frecuencia en que cierta combinación de oraciones se repite tres veces. En todo los oficios Divinos escuchamos al principio "Venid, inclinémonos" tres veces, tres salmos, tres veces se repite "Aleluya," al igual que "Señor, ten piedad." Esta triple repetición de oraciones se encuentra también en el medio y el final de los servicios.

¿Cuál es el plan básico de la estructura de los servicios Divinos? Tomemos los más simples: las horas o los post-vespertinos o el oficio de medianoche. En cada uno de ellos el comienzo está compuesto por salmos, seguidos por troparios o estiquerias con teotoquios, e inmediatamente antes o a continuación, se encuentra el núcleo de los servicios "Santo Dios hasta Padre nuestro," y como conclusión se incluye una o dos oraciones. Se puede observar este esquema también en los oficios más complejos. Es importante tener en cuenta el significado central de esta breve glorificación a la Santísima Trinidad, para comprender el orden sublime de nuestro servicio Divino y observar la existencia en él de escalones superiores e inferiores.

El Evangelio en el servicio Divino.

Las Sagradas Escrituras constituyen la fuente principal del servicio Divino, y de ellas — el Evangelio, en el Nuevo Testamento y el Salterio, — en el Antiguo Testamento. Además de las lecturas especiales del Evangelio desde el ambón, el Evangelio está presente en el mismo contenido de los servicios Divinos con tanta riqueza que, se puede decir, ni uno de sus renglones ha sido omitido. Escuchamos en los oficios diarios muchas citas evangélicas que han entrado en ellos casi sin modificación.

"Regocíjate, llena de gracia, el Señor es contigo, bendita Tú eres entre las mujeres": de la salutación del Arcángel Gabriel a la Virgen María. Estas palabras entran en la oración "Regocíjate, Virgen María."

"Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, conforme con Tu palabra..." es toda la oración de San Simeón, quien recibió a Dios.

"Engrandece mi alma al Señor..." es la oración de la Madre de Dios cuando se encontró con la justa Elizabet. Esta oración se canta durante los Matutinos.

"Bienaventurados los pobres en espíritu" — mandamientos de Bienaventuranza del Sermón de la Montaña. Ellas se cantan en la Liturgia o se leen en algunos otros oficios.

"Padre nuestro," es la oración del Señor, que se incluye en todo orden de oraciones, y en algunos oficios se lee dos o más veces. En los Grandes Post-vespertinos se repite cinco veces.

"Señor, ten piedad de mí, pecador" — es la oración del publicano.

"Acuérdate de mí, Señor, cuando vengas en Tu Reino" — son las palabras del buen ladrón en la cruz.

"Señor, sálvame" son las palabras pronunciadas por el apóstol Pedro cuando se ahogaba.

"Bendito el que viene en nombre del Señor" y "Hosanna en las alturas" fue la salutación del pueblo a la llegada del Señor a Jerusalén.

"Gloria a Dios en las alturas, en la tierra paz..." es el canto de los ángeles al momento del nacimiento del Salvador.

"Tomad, comed. Este es mi Cuerpo... Bebed de ella todos, porque esta es mi Sangre..." son las palabras pronunciadas por el Señor al instituir el sacramento de la Comunión en la Misteriosa Cena.

"En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo" son las palabras del Señor al dar el mandamiento del Bautismo: "bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo."

Y finalmente, con gran frecuencia escuchamos en el templo las palabras de la mujer cananea, del ciego, de los leprosos, y de otras personas a nuestro Señor Jesucristo: "Señor, ten piedad... Jesucristo, ten piedad." Del mismo modo que ellos incesantemente pedían misericordia al Señor y fueron escuchados a causa de su fe, igualmente nosotros repetidas veces rezamos al Señor con las simples palabras de aquellas personas. La oración que el sacerdote pronuncia, indicándonos sobre qué hay que rezar, se denomina letanía, es decir, oración ferviente, asidua. Cuando escuchamos estos llamados: "Una y otra vez, roguemos en paz al Señor," o "Hablemos todos, con toda el alma y con toda nuestra mente, hablemos," entonces hay que reforzar nuestra atención y el espíritu de oración y rezar de pie.

Además, constantemente se nos brindan imágenes del Evangelio, especialmente de carácter penitente: el publicano, el hijo pródigo, el buen ladrón, las sabias vírgenes, Zaqueo el publicano.... Los sucesos evangélicos más importantes y muchas parábolas constituyen el tema de los cantos diarios y hasta semanales, en honor a las festividades del Señor o de la Madre de Dios, tales como el domingo en que se recuerda el Juicio Universal, a Tomás, al Paralítico, a la Samaritana, al Ciego. El servicio también está colmado de pensamientos, imágenes y expresiones de las epístolas apostólicas. En él están incluidos versículos completos, por ejemplo, la bendición del apóstol Pablo: "La Gracia Divina..." o del apóstol Pedro: "A Él sea la gloria y el imperio..." (I Ped. 5:11). De la Revelación del apóstol Juan el Teólogo se utiliza: "Santo, Santo, Santo es el Señor Dios Todopoderoso (Sabaot)" y "Tú eres digno, Señor, de recibir la gloria, el honor y el poder" (Apoc. 4:8,11).

El Salterio en el servicio Divino.

De las Escrituras del Antiguo Testamento, el Salterio ocupa el primer lugar. Es el fiel compañero de viajes del cristiano y de la oración común en el templo. San Atanasio de Alejandría escribe, que "El Libo de los Salmos, como un jardín, contiene en sí mismo aquello que ya fue plantado en todos los demás libros, y tiene elementos que le pertenecen sólo a él. Lo que, por ejemplo, se describe en el primer capítulo del Génesis, el Salterio lo alaba en el salmo 18 y otros. Además, tiene esa sorprendente característica, que en él se describen y representan los movimientos de cada alma, sus cambios y medios de corrección, de manera tal que todo aquel que lo desee puede utilizarlo como una imagen, para comprender y aprender. Quien lee otros libros, no pronuncia lo escrito como palabras propias, sino como palabras de los santos varones o de aquellos sobre quienes se habla. Pero, quien lee el Salterio, pronuncia todos los salmos (salvo los salmos proféticos sobre el Salvador y los paganos) como si fueran palabras propias, las canta como si hubieran sido escritas sobre él, por él y en nombre propio. Cada cual, que analiza sus propios movimientos y disposiciones espirituales, si lo desea, encuentra en los salmos cura y corrección para cada uno de sus movimientos."

San Basilio el Grande dice: "El Libro de los Salmos, contiene en sí mismo todo lo útil que hay en los demás libros. Profetiza sobre el futuro, trae a la memoria acontecimientos del pasado, da leyes de vida, ofrece reglas para actuar... Los versos de los salmos son cantados en los hogares y pronunciados en las plazas. El Salmo es la tranquilidad del alma, restablece la paz, apaga los pensamientos agitados y rebeldes... El Salmo es arma contra los pavores nocturnos y calma de los esfuerzos diarios. El Salmo puebla desiertos y purifica las plazas. Es la voz de la Iglesia. Ilumina las festividades... Es una teología perfecta."

Citaremos también un pensamiento de San Gregorio de Nisa. "¡Qué agradable compañero de viaje es para las personas el profeta David, a quien encontramos en todos los caminos de la vida! ¡Qué bien se adapta a toda edad espiritual y cómo comparte toda clase de actividad! Se alegra con los niños de Dios, trabaja con los hombres, enseña a los jóvenes, fortalece a los ancianos, es todo para todos: arma para los soldados, enseñanza de los luchadores espirituales, corona de los vencedores, alegría de las fiestas, consuelo en los funerales. No hay minuto en nuestra vida que esté privada de sus agradables bienes. ¿Existe alguna oración que no esté fortalecida por David? ¿Existe fiesta que no esté iluminada por este profeta?"

¿No diría acaso lo mismo sobre el Salterio un cristiano actual? En los Salmos encuentra la resonancia de todos los movimientos de su alma, de sus tristezas que buscan consuelo, sus esperanzas que esperan fortalecimiento, y sus alegrías que lo llaman al agradecimiento y a la glorificación. Y al mismo tiempo, encuentra una guía en los avatares de la vida social y estatal, y en los trastornos mundiales. El Salterio incesantemente llama al arrepentimiento, al temor de Dios, al cumplimiento de los mandamientos, a la misericordia y la verdad en relación con el prójimo.

En la Iglesia cristiana muchos conceptos y términos del Antiguo Testamento se comprenden en un sentido nuevo, más perfecto. Es por ello que los Santos Padres expresan sus pensamientos sobre la lucha contra los enemigos de nuestra salvación, contra las pasiones, contra los pecados, contra los espíritus malignos, utilizando palabras de los salmos en las que se habla de la defensa de los enemigos. Por ello no sorprende que los salmos ocupen un gran lugar en el servicio religioso. Cada grado consecutivo comienza con salmos. Además, el Salterio completo se lee en las Kathismas en el transcurso de una semana, y durante la Gran Cuaresma dos veces cada semana. Una gran cantidad de versos separados del Salterio está diseminada por todos los ciclos de oficios religiosos.

De los demás libros del Antiguo Testamento se eligen lecturas, en mayor medida para las paremias. Durante la Gran Cuaresma en la paremia se leen en partes determinadas el Génesis, los Proverbios y citas del profeta Isaías. Durante la Semana Santa se leen extractos de los libros del Éxodo, de Job y también de los profetas Isaías, Jeremías, Ezequiel. En el transcurso del año en las fiestas escuchamos las lecturas de los profetas, de los libros de los Reyes, de los Proverbios, de la Sabiduría de Salomón, y otros. Además, de los libros del Antiguo Testamento se extraen en breve los recuerdos de diversos acontecimientos, las imágenes de personas y fenómenos de carácter instructivo. Por ejemplo, el canon de San Andrés de Creta está colmado de imágenes del Antiguo Testamento. Ese canon se lee durante la primera y la quinta semanas de la Gran Cuaresma.

Los creadores de los cánticos eclesiales.

El servicio Divino cristiano se desarrolló paulatinamente, en él hay partes más antiguas y algunas más tardías. Además del material bíblico y del Evangelio, en él se conservan oraciones y alabanzas de los santos hombres de la Iglesia, que recibimos de los primeros siglos del cristianismo. En las Vísperas, por ejemplo, "Luz apacible" la que cita el santo mártir Athinogeno del siglo II y San Basilio el Grande, su versión actual es atribuida a Isofonías, patriarca de Jerusalén del siglo VII. En el oficio de Matutinos, San Atanasio el Grande y las Resoluciones Apostólicas (siglos II—V) indican la antigüedad de "Gloria a Dios en las alturas." "Gloria... ahora y siempre," confesión de la igualdad del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, tiene su origen en tiempos antiguos en contrapeso al arrianismo. La parte eucarística fundamental de la Liturgia viene desde la antigüedad: "Estemos buenamente... Hacia lo alto elevemos los corazones... Agradecemos al Señor... Es digno y justo... Santo, Santo, Santo," acompañando la oración eucarística del sacerdote durante la bendición de los Santos Dones. La oración eucarística se ha diversificado en expresiones, permaneciendo inalterable en esencia. Igualmente antiguas y lejanas son las oraciones previas a la comunión de los Santos Dones. El rito de la Liturgia, a rasgos generales, es transmitido por San Justino mártir, en las Resoluciones Apostólicas y se ve con mayor claridad en la Liturgia del primer obispo de Jerusalén, Santiago, hermano del Señor.

Durante el transcurso del primer milenio, fueron compuestos muchos cánticos y oraciones, que se mantienen en los servicios hasta hoy día. El florecimiento de esta actividad creativa corresponde a los siglos VII—IX, cuando vivieron San Juan Damasceno, San Cosme y San Román, el dulce cantor. Desde el principio de la vida de la Iglesia se componían versos de alabanza en glorificación del Salvador, en honor a los mártires y otros. Tomando aquellos como modelo, se componían luego otros. Surgió luego una forma nueva de composición. Aún en muchos libros eclesiales actuales todavía quedan los nombres de sus compositores. Citemos a algunas de los escritores eclesiales. Anatolio, patriarca de Constantinopla (siglo V), San Efrén el Sirio (siglo IV), San Andrés de Creta (siglo VII), Cosme Maiumskiy, San Juan Damasceno, Esteban Sabaita, Simeón Metafrasto, Teodoro el Studita, Teófano el Trazado, y muchos otros...

De los creadores de muchas oraciones, se debe colocar a San Basilio el Grande entre los primeros. Sus oraciones entraron a formar parte de los Post-Vespertinos, el oficio de medianoche, al igual que las oraciones de San Ioaniquio, San Macario, San Gregorio de Sinaí y otros. La Iglesia rusa hizo su aporte a la creación de los servicios Divinos. Guardando celosamente la preciada herencia, al mismo tiempo creó muchos oficios nuevos. Tales son los oficios de las festividades del Manto Protector de la Santísima Madre de Dios, el oficio a San Nicolás el 9 de mayo, y más adelante, los servicios en honor a los nuevos santos rusos, en honor a la glorificación de los iconos milagrosos de la Madre de Dios, para la celebración de la renovación de templos. Se compusieron también cánones, akathistos, oraciones. En el siglo XV Pakhomio el serbio, fue un compositor famoso. A causa de la glorificación en el siglo XVI de una gran cantidad de santos rusos, fueron compuestos hasta 40 servicios. La actividad creadora de la composición de servicios se prolonga hasta nuestros días.

El lenguaje del servicio Divino.

La Iglesia es un mundo especial. Viviendo en medio de la sociedad mundana y de los intereses terrenales, y siendo al mismo tiempo miembros de la Iglesia de Cristo, vivimos como en dos esferas. La esfera de la Iglesia nos da emociones espirituales, conceptos e imágenes, que no existen en la esfera mundana. Sus alocuciones contienen conceptos poco accesibles a la persona alejada de la Iglesia: misericordia, salvación, redención, Reino de Dios, pecados, transgresiones, justificaciones, arrepentimiento, compunción, gracia, paz, humildad con sabiduría y otros. Se debe entrar con el alma en este ámbito espiritual, aprender el lenguaje espiritual de la Iglesia y al mismo tiempo su simple significado literal, es decir, profundizar en el contenido de los conceptos que se nos presentan. El Reino de la Iglesia tiene derecho a utilizar su lenguaje propio, al igual que toda Estado tiene su lengua nacional.

La lengua eslava-eclesial puede parecer un obstáculo para las personas que no han asimilado dentro de sí un estado religioso del corazón. Sí, es verdad que en la lengua eslava-eclesial existen palabras y expresiones que se han alejado de nuestra lengua coloquial viva. Tiene su gramática propia, expresiones que son poco comunes. Los cánticos tienen palabras difíciles y poco comprensibles y ellas están distribuidas de manera especial. Se podrían simplificar un poco esos fragmentos sin transgredir las leyes del idioma eslavo. Empero, la lengua eslava-eclesial es una lengua antigua, valiosa, sagrada y altamente artística, y no puede ser reemplazada por una prosaica lengua mundana. Para comprenderla no nos debemos negar a esforzarnos en aprenderla. Aprendemos lenguas extranjeras, ¿cómo no aprender entonces la lengua propia de la Iglesia? Pero, además, si aseveramos que es incomprensible cometemos una serie de equivocaciones.

En primer lugar, en las mismas Sagradas Escrituras hay algunos fragmentos que por su naturaleza requieren cierto esfuerzo para ser comprendidos. Hay salmos de difícil interpretación o ciertos versos poco claros aún en sus originales hebreos o griegos. Las Epístolas Apostólicas requieren de una gran concentración en ciertos capítulos. Se debe tener en cuenta que la traducción a los idiomas contemporáneos, con frecuencia simplifica el texto de las epístolas, divide las construcciones sintácticas complejas en oraciones más cortas; pero, la lengua eslava-eclesial se atiene literalmente al texto griego. Los oyentes pueden encontrar mucho de incomprensible a causa de su ignorancia de las Sagradas Escrituras y de su escaso conocimiento de los dogmas. Lo mismo ocurre con las creaciones del pensamiento secular. Grandes creaciones de la palabra artística resultan aburridas para los profanos. Hay diversos escalones de la cultura espiritual también en el ámbito eclesial. El Santo Apóstol Pablo escribió a los corintios: "Yo los alimenté con leche y no con alimento duro, ya que ustedes todavía no tenían fuerzas, y aún ahora no las tienen." Y en la epístola a los hebreos ofrece otra cosa: "por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección." Del mismo modo en nuestros servicios divinos eclesiales hay partes accesibles a todos, pero hay partes profundas, complejas a la comprensión. Ello se revela para las personas más cercanas al templo.

Los Padres bienaventurados de Dios tomaban su creatividad de sus almas llenas de gracia, pero sus pensamientos y sentimientos no nos llegan en su plenitud a causa de nuestra pobreza. Si escuchamos un canto por primera vez, aún si es en nuestra lengua materna, su contenido se nos escapa en gran medida. Si lo repiten, se hace más claro. El templo es nuestra escuela: escuela de devoción y escuela del idioma de la Iglesia. Si prestamos atención cuando visitamos el templo, y ponemos esfuerzo, tendremos la posibilidad de elevarnos de fuerza en fuerza no sólo en sentido moral, sino en la cultura general eclesial. Las quejas sobre la imposibilidad de comprender se hacían sentir también en la Iglesia antigua. ¿Qué se debe hacer para que la lengua del servicio Divino sea más accesible?

Para ello es necesario:

Por parte de los que la pronuncian: que lean y canten con la mayor claridad posible, correctamente, sin apuro y con expresión.

Por parte de los miembros de la Iglesia: que estén en el templo con la mayor frecuencia posible, y de ser posible, participar de la lectura y el canto. Valoremos mucho la lengua de la Iglesia y aprendámosla. Ese es el camino de nuestra entrada a la Iglesia, al igual que el aprender el idioma de un estado es el camino imprescindible para la nacionalización de sus ciudadanos.

El libro de los servicios Divinos nos brinda un medio hermoso para lograrlo, nos brinda la posibilidad de conocer directamente el oficio Divino. Se hará escuela y maestro de la lengua eslava-eclesial y si profundizamos, lo que no entendemos se hará comprensible. Y lo que es más importante, guiará nuestros pensamientos hacia lo más grande, hacia Dios, hacia la vida eterna y hacia nuestra salvación. Que la biblioteca de nuestro hogar no esté privada de una sección eslava-eclesial.

La participación del pueblo en el servicio Divino.

El estatuto y la compleja composición de los servicios Divinos, su orden estricto, la exigencia de esplendor, la necesidad de dominar la lectura del eslavo-eclesial y conocer las melodías, todo ello hace necesaria la presencia de lectores y cantantes especiales en el templo y la existencia del coro. Pero, la presencia del coro no excluye la posibilidad de que el pueblo participe en el servicio Divino. Desde tiempos apostólicos, la Iglesia ortodoxa entera participa, oficiando en los servicios, bajo la dirección de los sacerdotes como superiores. En las Disposiciones Apostólicas se dice: a cada invocación del diácono, el pueblo contesta "Señor, ten piedad." San Justino (siglo II) escribe: "Cuando el oficiante superior complete el agradecimiento y la oración, todo el pueblo exclama: Amén." San Juan Crisóstomo asevera, que en las oraciones el pueblo colabora mucho. Al celebrar los sacramentos, el sacerdote reza por el pueblo, y el pueblo por el sacerdote lo que se demuestra en las palabras: Y con tu espíritu. Las oraciones de la eucaristía también están redactadas en plural, ya que no sólo el sacerdote ofrece el agradecimiento, sino todo el pueblo. Más adelante, San Juan Crisóstomo dice, que somos todos un mismo cuerpo, y no debemos dejar todo a los sacerdotes solamente, sino debemos ocuparnos todos por toda la Iglesia, como por nuestro cuerpo en común.

San Basilio el Grande habla sobre la costumbre del canto anabático en la vigilia pernocturna, cuando el coro se divide en dos y canta alternadamente. El canto anabático existía aún en la Iglesia del Antiguo Testamento, San Ignacio el Teófano fue quien lo introdujo en la Iglesia cristiana. Otro tipo de canto es aquel en el cual un cantor empieza y el pueblo lo continua o finaliza. Finalmente, el canto más utilizado es cuando cantan todos. La exigencia fundamental es que la lectura y el canto sean armoniosos, correctos, con reverencia, con temor de Dios. El sexto Concilio Ecuménico determinó: que los que acuden al templo para cantar no utilizaban vociferaciones escandalosas, gritos forzados, y que no introduzcan nada impropio a la Iglesia, sino que salmodien con atención y ternura a Dios, Quien ve lo recóndito (regla 75).

Según el mandamiento de los Padres de la Iglesia, no es la voz del que canta la que debe ser agradable, sino las palabras pronunciadas. Ellos no mencionan en ningún momento la música instrumental, entretanto que el canto eclesial es mencionado varias veces por los padres y en las disposiciones conciliares. La participación del pueblo en el canto y, dentro de las posibilidades, en la lectura, es un medio poderoso para levantar el pulso de la vida en la Iglesia, para elevar el nivel religioso-moral del rebaño ortodoxo. Esa es una de las manifestaciones de la conciliaridad de la Iglesia.

 

"¡Estemos respetuosamente!"

Los cristianos ortodoxos no permanecen sentados durante los oficios, sino que están de pie. Los profetas inspirados por Dios — Isaías, Miqueas, Daniel y Juan el Teólogo vieron en la Iglesia Celestial a los santos de pie alrededor del Trono de Dios. La Iglesia del Antiguo Testamento también ordenaba permanecer de pie durante la oración. El Señor dijo: "Y cuando estéis (parados) orando..." (Marc. 11:25). Tertuliano escribió a fines del siglo II: "es particularmente incorrecto rezar sentado, al tiempo que una multitud de ángeles permanece de pie delante de Dios, con temor y estremecimiento: ello demuestra, que al parecer, rezamos con desgano, en una posición cansada." Esta es la enseñanza de San Agustín: "Movido por amor paternal, aconsejo a las piernas cansadas y doloridas, que no tienen fuerza para estar de pie, que escuchen lo que se lee con atención, permaneciendo sentadas en silencio. Empero algunos sanos piensan, que eso se permite siempre, aunque sería bueno que no se distraigan con conversaciones ajetreadas. Ellos mismos no escuchan, y molestan a los demás. Por ello les pido, hijas respetables, las persuado con preocupación paternal, que ni una de ustedes se siente durante el tiempo de lectura e instrucción, salvo que le sobrevenga una debilidad corporal severa."

"Levantence. ¡Bendice, Señor!" exclama la Iglesia por boca del diácono al comenzar la vigilia pernocturna. Cumplamos con el llamado de la Iglesia. El permanecer corporalmente de pie es una manifestación de la vigilia espiritual, de la permanencia en guardia vigilante y en la fe, según palabras del apóstol: "Velad, estád firmes en la fe" (I Cor. 16:13). También es signo de humildad ante Dios. Si para estar de pie se requiere de cierto esfuerzo, este es justificado con las palabras del Apóstol: "presentad vuestros cuerpos como ofrenda viva, santa y agradable a Dios." Por otra parte, aún en la Iglesia antigua se les permitía sentarse a los ancianos y débiles, por ejemplo, durante la lectura de largos textos instructivos y las kathismas en los matutinos, de donde los versos entre ellas se denominan "sedalion" (del eslavo sideti, es decir, estar sentado). Si durante las kathismas se produce incensario, el reglamento no permite quedar sentados.

De lo antedicho queda claro, cómo se transgrede el espíritu del servicio Divino ortodoxo si todos permanecen sentados, especialmente durante la Santa Liturgia. La costumbre de otras confesiones no es ejemplo para nosotros. Sus reuniones de oración tienen como fin el escuchar la palabra de Dios, como lo denominan los católicos romanos, al tiempo que el oficio ortodoxo, casi en su totalidad, es una oración en común. El templo ortodoxo es ajeno a la instalación de asientos, los asistentes sentados en ellos parecen más espectadores que orantes. No debemos introducir en nuestros templos una costumbre antieclesial semejante.

 

“Desde la guardia matinal hasta la noche ”

— tiempo de servicio Divino.

"Orad incesantemente," es el mandamiento dado a los cristianos, cada momento de nuestra existencia puede ser iluminado por la oración. Según la costumbre de la Iglesia, el orden de los momentos de oración comienza al atardecer:

Vísperas. Post-vespertinos. Oficio de medianoche. Matutinos. Primera hora, tercera, sexta. Liturgia. Novena hora. En los monasterios, luego de cada una de las cuatro series se ofician las "entre horas."

En la práctica eclesial, por necesidades de la vida los oficios citados están unidos en tres grupos: vespertinas, matinales y diurnas. "Tarde, mañana y al mediodía cantaré y anunciaré y Él oirá mi voz," dice el salmista. El esquema más frecuente de unión de estos oficios es el siguiente: 1) novena hora, vísperas, post-vespertinos; 2) oficio de medianoche, matutinos, primera hora; 3) tercera y sexta hora, Liturgia. Los días anteriores de grandes fiestas y de los domingos las vísperas y los matutinos se unen en la Vigilia Pernocturna. Durante la Gran Cuaresma la distribución es un poco diferente. A veces las condiciones locales obligan a introducir modificaciones propias en el orden de sucesión de los oficios.

En las parroquias, se hace necesario omitir o abreviar algunos oficios, indicados en el tipikon. En los monasterios se cumple con mayor plenitud la rúbrica eclesial, las divergencias se producen en el tiempo de los oficios a causa de las obediencias de trabajo. Para vivir en oración un ciclo completo de oficios diarios, lo mejor es visitar un monasterio y colmarse de alimento espiritual.

 

“Llegando al oeste del sol.”

Las Vísperas.

Las vísperas comienzan con la lectura de la novena hora. Según el reglamento antiguo, corresponde oficiarla en el atrio. De esta manera, con las primeras oraciones del ciclo diario se bendecían el atrio y la misma entrada al templo. En nuestros templos, los atrios no tienen la función anterior y a veces no existen, por ello, la hora novena se lee en el coro. El piadoso deseo de permanecer en el templo está expresado en los versos iniciales del primer salmo de esta hora: "Oh Señor de los ejércitos cuan amables son tus moradas..." La novena hora une dos ciclos diarios, con ella finalizan los oficios y los recuerdos del día que pasó y con las Vísperas, propiamente dichas, comienza el recuerdo de los acontecimientos y los santos del día por venir.

El orden de las Vísperas diarias es el siguiente: el comienzo habitual (¡Oh, Rey de los Cielos hasta Padre nuestro); el salmo 103, la gran letanía, las kathismas, la pequeña letanía, el salmo "Señor, a Ti he clamado" y otros con sus respectivos versos y teotoquios, "Luz apacible," el prokimenon, "Concede, Señor," la letanía impetratoria, las estiquerias con los versículos, "Ahora despides, Señor, a tu siervo en paz," "Santo Dios — Padre nuestro," el Troparion con el teotoquio, la letanía ferviente, la despedida.

Las variaciones de las Vísperas festivas son las siguientes: en lugar de la kathisma entera, con frecuencia se cantan versos de la primera kathisma "Bienaventurado el varón"; durante la oración "Luz apacible" se realiza la entrada al altar con el incensario a través de las Puertas Reales; luego del prokimen, con frecuencia se leen las paremias, y una letanía ferviente. Más adelante "Concede, Señor," la letanía impetratoria, las estiquerias con versículos, "Ahora despides, Señor, a tu siervo en paz," "Santo Dios — Padre nuestro," el Troparion con el teotoquio, la letanía ferviente, la despedida o el paso a los Matutinos, si se oficia la Vigilia Pernocturna. Para las grandes fiestas, entre la letanía impetratoria y las estiquerias con versículos, se oficia la Litia y la bendición de los panes.

Este es el orden de las vísperas. ¿Cuál es el contenido, los pensamientos, el ánimo, las oraciones de este orden? El día ha culminado. Bajo la luz del sol, se despliega toda la hermosura de la creación de Dios ante nuestros ojos, se avecinda la noche y el mundo estelar fija nuestra vista. Es tiempo de glorificar los actos de Creador. Esta glorificación encuentra su expresión en el salmo 103: "Bendice, alma mía, al Señor..." El alma pasa a la súplica devota de la gran letanía. Esta es la primera oración fervorosa del ciclo diario. Como oración, no es muy verborrágica: Señor, ten piedad. El Salvador nos mandó no usar vanas repeticiones, orando (Mat. 6:7). El sacerdote sólo nos recuerda lo qué vamos a rezar: por la paz del mundo, por la Iglesia, por el bienestar general, por los que necesitan ayuda, por nosotros mismos. Respondemos con un "Señor, ten piedad" humilde y penitente, como alguna vez lo hizo la mujer cananea. El diácono sale a exclamar delante de las Puertas Reales y con ello nos brinda un ejemplo de oración. Sostiene con su mano en alto el extremo del orario y se persigna.

Mientras se canta "Señor, a Ti he clamado" se inciensa el templo. ¿Qué significa esto? La respuesta está en las palabras: "Que mi oración se eleve como el incienso ante Ti." Cuando el celebrante inciensa en nuestra dirección, inclinamos la cabeza, expresando el deseo de que nuestra glorificación al Señor, también se eleve como el incienso, y en signo de que la Iglesia respeta en nosotros nuestra dignidad cristiana. "Señor, a Ti he clamado" es el fundamento que brinda el salterio a dicho orden de oración. Corresponde cantar cuatro salmos, pero la parte media a veces se omite y escuchamos sólo los versos de los dos salmos finales. En las estiquerias de "Señor, a Ti he clamado" se recuerdan los acontecimientos o el santo de ese día. Por ello, las estiquerias varían cada día. Son un elemento móvil del servicio Divino. Si escuchamos las estiquerias podemos deducir qué acontecimiento se recuerda ese día en particular.

Mientras se cantan las estiquerias, el templo está cubierto de incienso. Los días de fiesta, se abre la puerta real y se realiza la entrada al altar con el incensario. "¡Sabiduría, estemos de pie!" — es el llamado a la devoción y la atención. El incensario se acerca a la mesa del altar , sobre el cual el día siguiente se ofrecerá la Ofrenda incruenta y donde reposa el Santo Viático. En ese momento el sacerdote reza: "A la tarde, a la mañana y al mediodía te alabamos...," el coro canta "Luz apacible...." Ese cántico proviene de la antigüedad cristiana, como reflejo del templo celestial, descrito por Juan el Teólogo, vidente de misterios: "Y 24 ancianos" (Apoc. 5:8, 11-12). La exclamación "¡Sabiduría, estemos atentos!" llama al pueblo a escuchar el prokimen del día, "El Señor se ha entronizado, de hermosura se ha vestido" (prokimen en vísperas del domingo). El lunes se canta el prokimen "He aquí, bendecid al Señor, vosotros todos los siervos del Señor," el martes: "El Señor oirá, cuando yo a Él clamare" y así para cada día de la semana...

La palabra prokimen significa "precedente," es decir, que precede la lectura de las Sagradas Escrituras del Antiguo o Nuevo Testamento que corresponden en las vísperas de los días de grandes fiestas. La mayoría de las lecturas escogidas tiene el significado de preimagen. Los cánticos y las lecturas de las vísperas nos llaman a la glorificación, mientras que las letanías son un ruego en el sentido estricto de la palabra. Si las vísperas corresponden a un día de fiesta, la Iglesia nos insta a rezar con una letanía ferviente, en la que rezamos no sólo por los vivos, sino también por los difuntos: "por todos nuestros padres y hermanos ortodoxos ya fallecidos, que yacen aquí y en cualquier parte del mundo." A cada invocación repetimos "Señor, ten piedad" tres veces. En los post-vespertinos y en los matutinos, escuchamos una corta oración "Concede, Señor, guardarnos esta noche sin pecado," que es una de las oraciones preferidas.

Inmediatamente después sigue una letanía impetratoria. En ella, a cada invocación del sacerdote (salvo las dos primeras) respondemos: "¡Concédelo, Señor!" ¿Por qué en lugar del "ten piedad" que expresa más arrepentimiento, acá decimos con más arrojo "concédelo"? Encontraremos la respuesta si profundizamos en las peticiones. Antes rezábamos por el bienestar, la paz, la salud externa. Ahora rezamos por el progreso de nuestra vida cristiana: para terminar el día sin pecado, por nuestro ángel guardián, por el perdón de nuestros pecados, porque se nos otorgue lo bueno para nuestras almas, por una vida futura en paz y arrepentimiento, por un final cristiano y por una buena respuesta en el Temible Juicio de Cristo. Estas peticiones son superiores a las primeras en contenido, son peticiones santas y reciben la dignidad de ruegos directos al Señor.

Luego de la exclamación final de esta letanía, la Iglesia nos llama a inclinar las cabezas: "Inclinad vuestras cabezas ante el Señor." En ese momento el sacerdote reza por aquellos quienes inclinaron sus cabezas ante el Señor, y que no esperan ayuda de los hombres sino la misericordia de Dios, y pide que los guarde de todo enemigo, de las tentaciones diabólicas y de los pensamientos impropios, y si en algo pecaron, que los perdone. Inclinemos nuestras cabezas, para que esa oración se eleve también por nosotros.

"Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz..." Está cerca el final de las vísperas. Se santifica con la glorificación de San Simeón, pronunciadas cuando recibió al niño Dios en sus brazos. Las vísperas comenzaron con el recuerdo de la creación del mundo, la primera página de la historia del Antiguo Testamento, y finaliza con el recuerdo de su fin. "Ahora despides" es lo que pronuncia el alma de cada fiel, ya que está cerca el fin del día de oración y de trabajo, y tal vez esté cerca el fin de la vida de alguno de nosotros, es decir, al retirarnos al sueño recordamos el descanso eterno. Este recuerdo no debe turbar al cristiano, sino calmarlo, ya que sabemos de la salvación, preparada por la venida del Hijo de Dios a la tierra.

Luego sigue la glorificación de la Santísima Trinidad (Santo Dios), Padre nuestro y el Troparion de despedida. Si se oficia la vigilia pernocturna se realiza el paso directo a los matutinos.

 

Y concédenos, Soberano, a los que nos preparamos al sueño..."

Los post-vespertinos.

  1. Los pequeños post-vespertinos.
  2. Este es un calmo oficio de arrepentimiento. Las personas piadosas lo realizan en sus hogares uniéndolos a sus oraciones de la noche, a ejemplo de lo que ocurre en las celdas de monasterios con frecuencia. El contenido de los pequeños post-vespertinos no es complicado. Tres salmos; Gloria a Dios en las alturas; Concede, Señor, guardar esta noche sin pecado; el Símbolo de la fe; Verdaderamente es digno; Santo Dios — Padre nuestro, los Troparios, las oraciones de despedida. Luego del Símbolo de la fe se incluye uno de los cánones, generalmente, el de la Madre de Dios. Este oficio, salvo los irmos del canon, se lee en su totalidad con la cortina de la puerta real cerrada. A pesar de lo corto del oficio, los pequeños post-vespertinos son plenos en oración. En primer lugar está el salmo penitencial (51), que expresa arrepentimiento y al mismo tiempo, la conciencia de que sólo nos purifica la gracia de Dios y en ella ciframos todas nuestras esperanzas. En los siguientes dos salmos pedimos que nuestras oraciones sean recibidas. También hay una glorificación a la Santísima Trinidad en la lectura de "Gloria a Dios en las alturas." Más adelante escuchamos el Símbolo de la fe, nuestra confesión de la ortodoxia. Luego una ferviente oración a la Madre de Dios por su intercesión (en el canon).

    El octoechos contiene los cánones a la Madre de Dios para cada día de la semana, para cada uno de los ocho tonos, son 50 en total. Su contenido es en mayor parte penitencial junto con el pedido de intercesión y ayuda. En algunos de ellos hay ruegos por la protección de los turcos, de los iconoclastas, de los musulmanes... Este espíritu de los cánones es cercano a nuestra época, en especial allí donde se persigue la fe y el cristianismo. En los troparios de los post-vespertinos se recuerda brevemente toda la Iglesia celestial: los santos del templo y del día, los apóstoles, los mártires, la Madre de Dios con todos los santos, y también se ofrece una oración por los difuntos. Luego de la oración final "Tú que en todo tiempo y a toda hora..." se agregan dos oraciones más. Una a la Madre de Dios, pidiendo su intercesión ante su Hijo: "Doncella inmaculada, incólume..." En la segunda pedimos que nos libre por la noche de diversas tentaciones. Quien encabeza los post-vespertinos pide perdón a sus hermanos, y ellos a él, y los unos a los otros. Los post-vespertinos finalizan con el llamado en forma de letanía a rezar por todos. La hermandad responde "Señor, ten piedad" repetidas veces.

  3. Los grandes post-vespertinos

Se ofician durante la Gran Cuaresma (salvo los sábados y domingos) y también en vísperas de las fiestas de la Natividad de nuestro Señor Jesucristo y de Teofanía. Su contenido puede parecer complejo, pero es simple en realidad. Es como tres series de oraciones, parecidas a los pequeños post-vespertinos y unidas en un todo. El canon de los post-vespertinos se incluye en la primera o en la tercera de estas series. En cada parte escuchamos tres salmos, troparios, el trisagio — Padre nuestro, una oración de despedida. Y además, cada una de estas partes tiene sus oraciones complementarias.

En la primera parte: 1) la cantidad de salmos es doble, seis en vez de tres, 2) se cantan o leen los versos del profeta Isaías: "Dios está con nosotros," 3) el símbolo de la fe, 4) unos llamamientos de oración breves a la Madre de Dios y a los santos, que van acompañados con inclinaciones: "Santísima Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores" y otras.

En la segunda parte, en lugar del tercer salmo se lee una oración de arrepentimiento de Manases, rey de Judea.

En la tercera parte se leen sólo dos salmos y luego, "Gloria a Dios en las alturas."

Después de "Concede, Señor" se canta el canon. Pero durante la primer semana de la Gran Cuaresma, el canon se transfiere a la primera parte de los post-vespertinos: ése es el canon de San Andrés de Creta con los irmos "Ayuda y Protector." Entonces el canon es precedido por el salmo "Dios, en mi ayuda, escúchame....," que también se transfiere de la tercera parte.

Los post-vespertinos finalizan con la oración "Tú que en todo tiempo y a toda hora..." Luego de la despedida se leen las mismas dos oraciones que al final de los pequeños post-vespertinos, al igual que el final.

Detengamos nuestra atención en el canon de San Andrés de Creta. Casi todo este canon es una conversación con nuestra propia alma, un llamado a levantarnos de la impureza moral, a despertarnos espiritualmente y comenzar una vida renovada, limpia. "Alma mía, alma mía, levántate, ¡¿por qué duermes?!" Delante de nosotros pasa todo el Antiguo Testamento, se nos muestran las caídas y ejemplos de profundo arrepentimiento. Estas imágenes se sustituyen por ejemplos y enseñanzas del Nuevo Testamento.

En los salmos de la primera parte de los grandes post-vespertinos se manifiesta la firme esperanza en la ayuda de Dios. Después de ellos sigue la solemne alabanza "Dios está con nosotros..." que se repite entre los versos del profeta Isaías. Estos versos contienen las profecías sobre Cristo. Durante la Gran Cuaresma, todas las oraciones a la Madre de Dios y los llamamientos a los ángeles y a los santos se acompañan de postraciones.

La segunda parte es de aflicción y arrepentimiento. En ella se lee el salmo 51, la oración de profundo arrepentimiento de Manases, los troparios "Ten piedad de nosotros, Señor, ten piedad de nosotros."

La tercera parte es impetratoria. Es parecida a la de los pequeños post-vespertinos. Su particularidad la compone el Troparion: "Señor de las fuerzas, acompáñanos, que se repite muchas veces con los versos del salmo 151 de alabanza; los troparios a los santos y por la intercesión de la Madre de Dios.

El espíritu general de los post-vespertinos es penitencial. En la Gran Cuaresma, van acompañados por una gran cantidad de postraciones y genuflexiones; en ellos se reza la oración de San Efrén el Sirio "Señor y Soberano de mi vida..." Pero antes de la Natividad de nuestro Señor y de Teofanía, los grandes post-vespertinos se hacen solemnes y se incluyen en la Vigilia Pernocturna en lugar de las vísperas, que el día anterior a la fiesta se oficia junto con la Liturgia. Cuando comienzan los post-vespertinos se inciensa todo el templo. Además de "Dios está con nosotros" se cantan el Troparion y el Kondakion de la fiesta, generalmente con la puerta real abierta. En lugar del canon en la tercera parte se oficia la Litia con la bendición de los panes.

 

El oficio de medianoche.

A la medianoche me levanté a confesarte "

Aún antes del amanecer (en el monte Athos, exactamente a la medianoche) la pequeña campana convoca a los fieles al oficio de medianoche. Este oficio se lee con la cortina de las Puertas Reales cerrada, y ante la tenue luz de un par de lamparillas. El calmo oficio nocturno es la oración de las personas pías que sobrepasan al cansancio y al sueño y ello se manifiesta en los salmos. Después del salmo 50 se lee la kathisma 17 "Bienaventurados los que caminan en la ley del Señor..." Luego sigue el Símbolo de la fe y la parte central general "Trisagio — Padre nuestro." Los troparios: "Alma, el Novio Evangélico viene a medianoche...," y termina con el teotoquio. Luego se repite "Señor, ten piedad" 40 veces y se reza la oración "Tú que en todo tiempo y a toda hora" y la oración final.

La parte fundamental está terminada. La parte complementaria recuerda en su contenido a la "entre hora." Se leen dos salmos que hablan del Ojo de Dios que no duerme: "Elevé mis ojos a lo alto..." y "Bendecid ahora al Señor, todos los siervos del Señor," una vez más la parte central del Trisagio — Padre nuestro, luego los troparios por los difuntos con sus teotoquios y la oración final, también por los difuntos.

En el oficio de medianoche del sábado la kathisma 17 cambia por la 9.

El dominical — es breve. En lugar de la kathisma se canta el canon a la Santísima Trinidad. Existen ocho de estos cánones, correspondientes a los tonos del octoechos.

Luego del oficio de medianoche diario o dominical, todos piden mutuamente perdón y se pronuncia una letanía por todos, los que están cerca y los que están lejos.

El Maitines.

“Te busco de madrugada.”

Según el reglamento corresponde oficiar los matutinos al amanecer. También corresponde comenzar el día con un orden especial, la "primera hora." En la práctica, los matutinos se trasladan hacia más tarde en la mañana o hacia atrás, hacia la víspera del día. Para el principio de los maitines se abre la cortina de la puerta real, ello es signo de su contenido de alabanza. En los maitines festivos, la puerta real también se abre en algunos momentos. Si los maitines se ofician separados de la Vigilia Pernocturna, son precedidos por un rito breve, una oración particular "por el zar" con dos salmos, que se aplica a cada cristiano, ya que Cristo hizo a los que creen en Él "reyes y sacerdotes para su Dios" (Apoc. 1:6). Pero, esta oración puede también ser tomada como un ruego por el restablecimiento del poder cristiano ortodoxo, por el testamento del apóstol (I Tim. 2:1-2).

Veamos el orden de los maitines diarios, ya que son más simples.

Comienzan con la exclamación del sacerdote, mientras eleva el incensario en forma de cruz delante de la mesa del altar: "Gloria a la Santa, Consubstancial, Vivificadora e Indivisible Trinidad..."

"Gloria a Dios en las alturas, en la tierra paz..." escuchamos de boca del lector la triple glorificación que fue cantada por los ángeles antes del amanecer al nacer el Hijo de Dios.

Hexasalmio, que es una salmodia doble: en lugar de tres, son seis los salmos. Ellos reflejan la lucha de la luz contra las tinieblas en el alma y finalizan con la alabanza: "Bendice, alma mía al Señor..." Después de la gran letanía, vuelve a sonar una glorificación en el canto de "Dios, el Señor, se nos ha aparecido, bendito el que viene en nombre del Señor" con sus versículos y el Troparion del día. Estas palabras sirvieron de saludo popular al Señor cuando entró triunfalmente en Jerusalén y fueron tomadas del salmo 118, al igual que los versículos. Luego siguen las kathismas, para que los fieles profundicen en sus vidas, sus actos, reconozcan sus pecados y refuercen el arrepentimiento ante Dios. En los maitines diarios después de las kathismas sigue el salmo 51 de arrepentimiento, y el canto y la lectura de los cánones.

Corresponde leer dos o tres cánones, juntados en uno. Uno en glorificación al Padre Celestial o en honor a la Madre de Dios, los otros en memoria de los santos del día. En ellos se cantan los irmos del canon. Los irmos expresan una hermosa combinación de pensamientos: el tema del primer irmos es el paso a través del mar Rojo; el del tercero es la "afirmación" de Ana, la madre del profeta Samuel: "Se afirmó mi corazón en el Señor..." Las palabras del profeta Habacuc son el tema de la cuarta canción "Gloria a Tu poder, Señor" y otras combinaciones. "Madrugamos, la noche ha pasado, ha aparecido la luz..." según la visión de Isaías es el tema de la quinta. El "abismo," las imágenes de un mar atormentado, la ciénaga del pecado, el que se ahoga y su salvación, el sexta cantico — la historia del profeta Jonás. El "horno ardiente" y los jóvenes ilesos en él, componen el tema de los irmos séptimo y octavo, que era la canción preferida de los antiguos cristianos durante las persecuciones. El que hayan sido conservados ilesos del fuego, transporta el pensamiento a la concepción inmaculada por Santísima Virgen María y despues pasa a la invocación: "A la Madre de Dios y de la Luz, con cánticos magnifiquemos." En respuesta se entona Su canción "Engrandece, mi alma, al Señor" y a cada verso la Iglesia agrega: "Tú eres más honorable que los querubines... te glorificamos." El irmos noveno presenta en sí mismo la glorificación de la Madre de Dios. Luego se alaba nuevamente al Señor, con los salmos de alabanza: Alabad a Dios en Sus santos..., todo lo que tiene aliento alabe al Señor.

El sol ya ha salido, y el sacerdote exclama, transportándose con el pensamiento a la Luz espiritual: "Gloria a Ti, que nos has dado la luz." Y el lector lee la oración: "Gloria a Dios en las alturas..." luego "Concede, Señor, pasar este día..." La letanía impetratoria. Las estiqueras. El final conmovedor para las oraciones de la noche y de la mañana: "Es bueno confesarte a Ti, Señor..." Durante la Gran Cuaresma estas palabras se repiten dos veces. El Trisagio — Padre nuestro, una letanía ferviente y la exclamación final del sacerdote culminan los maitines.

Inmediatamente después de los maitines generalmente se lee la primera hora.

Los maitines festivos se diferencian de los diarios por sus agregados solemnes. Entre ellos se cuentan: a) el polielei, es decir, cuando se canta "Alabad el nombre del Señor" y la celebracion; b) el canto de las las antífonas anabáticas (cantos cortos tomados de los salmos 120-134); de ellos los que se cantan con mayor frecuencia son "Desde mi juventud..."; c) la lectura del Evangelio; d) el agregado de la katavasia al canon, es decir, de irmos complementarios que culminan cada canto; e) el canto y no la lectura de la Gran Doxologia, y finalmente f) una pequeña variación en la ubicación de las letanías y estiquerias finales.

Todos los matutinos dominicales están embebidos con la alegría de la resurrección de Jesucristo. Ya el Troparion que sigue a "Dios, el Señor" anuncia que el objeto de alabanza será la resurrección de Cristo. La primera mención de la resurrección se oye después de las kathismas en los troparios que hablan sobre las miróforas que fueron al sepulcro del Salvador y quienes recibieron la noticia del ángel: "El concilio angelical se asombró" y los troparios siguientes. Luego de una pequeña letanía escuchamos el "ipakoi" (oído, rumor): en él se relata el anuncio de la noticia de la resurrección del Señor a los apóstoles, para quienes era el primer rumor regocijante que oían. El prokimen también habla de la resurrección con palabras de los salmos. Después de él — sigue una de las once lecturas del Evangelio sobre la resurrección de Cristo. Ahora en la plenitud del regocijo, la Iglesia canta: "Habiendo visto la Resurrección de Cristo..." Siguen el canon y las estiquerias resurreccionales.

Aún más solemnidad presenta la Maitines Pascual, donde en todo, salvo las letanías, se oye el regocijo por la victoria sobre la muerte.

A imagen de los maitines diarios están construidos algunos otros ritos. Ellos incluyen el "parastas" (permanecer de pie), que es un oficio funeral de maitines, un breve oficio en memoria de los difuntos. Cercanas a los maitines están también las entonaciones del "moleben" que con frecuencia se resumen en: "Santísima Madre de Dios, sálvanos" o al santo: "ruega a Dios por nosotros." Se permite abreviar de este modo para lograr la viva participación en el moleben de la mayor cantidad posible de fieles.

La vigilia pernocturna.

“Y por la noche le canto”

Se denomina vigilia pernocturna a la unión de las vísperas y los maitines en un único servicio divino prolongado. Se oficia para grandes fiestas y generalmente, los domingos. En su versión completa puede durar toda la noche, como ocurre en los monasterios del monte Athos. Al comenzar este servicio se inciensa el altar con la puerta real abierta, luego sigue la solemne exclamación: "Gloria a la Santa..." y se inciensa todo el templo. La primera parte no se distingue de las vísperas festivas, sólo en la segunda mitad de las grandes fiestas se realiza la salida para la litia y la bendición de los panes. La litia se oficia en el atrio, que en la antigüedad estaba predestinado para las personas que no tenían aún derecho a entrar a la nave del templo. La litia está compuesta de estiqueras, letanías con el canto de "Señor, ten piedad" repetido muchas veces y ciertas oraciones. La bendición de los panes se realiza en el medio del templo y nos recuerda cuando el Señor alimentó milagrosamente cinco mil personas con cinco panes. Ello quedó en el rito de la vigilia desde aquellos tiempos en los cuales la Iglesia consideraba necesario reforzar un poco a los fieles para que sigan participando del servicio Divino. Al mismo tiempo, esta ingestión expresa la unión de los fieles.

Luego siguen los maitines, que contienen el polielei y otras particularidades de los maitines festivos y dominicales. Según la rúbrica eclesial, antes de la vigilia pernocturna y separada de ella (como en los monasterios) se ofician las pequeñas vísperas, que están precedidas por la hora novena y culminan con los pequeños post-vespertinos.

Las horas.

"Siete veces al día te he alabado por los destinos de Tu verdad."

El comienzo del día se santifica con los maitines y el final con las vísperas y los post-vespertinos. Las doce horas del día se acompañan con las "horas": primera, tercera, sexta y novena, que en nuestros tiempos se ofician a las seis y nueve de la mañana, a las doce del mediodía y a las tres de la tarde. Tenemos así, siete servicios Divinos que se agrupan en torno de la Santa Liturgia, que no entra en este número, sino que se eleva por encima de ellos.

En la práctica eclesial, la lectura de las horas no se relaciona estrictamente a las secciones mencionadas del día. La primera hora se une a los maitines, la tercera y la sexta se leen inmediatamente antes de la Liturgia, y la novena se oficia antes del comienzo de las vísperas.

La estructura de todas las horas es igual: luego de la parte inicial, siguen tres salmos, el Troparion con los teotoquios y versículos, el Trisagio — Padre nuestro, el Kondakion, la oración final general "En todo tiempo y a toda hora..." y la oración final particular de cada hora. Pero, según el contenido de los salmos y otras partes, cada hora tiene su carácter determinado.

La primera hora es matinal. Ello se escucha también en los salmos. "De mañana oye mi voz, de mañana me presentaré delante de Ti y me verás..." y otros. Las ideas principales de esta hora son el pedido de la bendición antes de comenzar el día. "¡Oh, Señor! Instrúyeme con tu verdad... Encamina mis pasos... rectifica mis pasos para que cumpla Tus mandamientos..."

La tercera hora es la hora en que el Salvador fue entregado para las numerosas vejaciones y que le coloquen la corona de espinas. Ello esta reflejado en los salmos: "En cuanto a las obras humanas, por la palabra de tus labios yo me he guardado de las sendas de los violentos. Afirma mis pasos en tus caminos, para que mis pies no resbalen” (Salmo 17:4-5). Con la tercera hora se relaciona el recuerdo del descenso del Espíritu Santo sobre los apóstoles, lo que está expresado en los Troparion: "Señor, que en la tercera hora has enviado Tu Santísimo Espíritu..." Los salmos de esta hora contienen el ruego por la ayuda, la defensa en la lucha interna y externa contra el mal, al igual que el profundo arrepentimiento del salmo 51.

La sexta hora corresponde con el momento (nuestro mediodía) en el cual el Salvador fue llevado a la crucifixión y fue clavado en la cruz, y se oscureció todo desde la hora sexta hasta la novena. En los salmos escuchamos: "Los extraños se han levantado contra mí..." "Y tú, hombre de un corazón conmigo... mi conocido..." palabras que nos recuerdan la traición de Judas. La hora sexta manifiesta nuestro pesar al ver el mal beligerante que nos rodea, pero al mismo tiempo, la esperanza en Dios en el salmo 91 "El que habita al amparo del Altísimo..."

La hora novena es la hora en la que, estando en la cruz, el Salvador le otorgó el paraíso al ladrón, exclamó: "Tengo sed" y entregó su alma al Padre con las palabras: "se ha cumplido," luego descendió con su alma al infierno, destruyó sus ataduras y con Su muerte venció la fuerza de la muerte (ello se corresponde con nuestras tres de la tarde). En los salmos de esa hora ya se oye el agradecimiento al Salvador por la salvación del mundo. "Has perdonado la iniquidad de Tu pueblo... la verdad desde el cielo ha liberado mi alma del profundo infierno." Los mismo pensamientos se manifiestan en los Troparion y en la oración final. El primer salmo expresa la ferviente unión con el templo de Dios: "Cuán amadas son tus moradas." El segundo contiene el ruego por la salvación de la patria y la vuelta de sus hijos dispersados en la diáspora: "regrésanos, ¡oh, Dios!" En el tercero rogamos por la misericordia para con él que ora: "Inclina Tu oído..." Aunque la hora novena linda con las vísperas, es el rito que cierra el recuerdo de cada día determinado.

Existen días en el año, cuando las horas se juntan en un único servicio común, que se oficia separado y que culmina con las "Typicas" (figurativo). En esas ocasiones se denominan "Horas Reales." Ellas se ofician el Viernes Santo, las vísperas de la Natividad de nuestro Señor y de Teofanía. Las Horas Reales incluyen, además de la estructura básica, un prokimen, paremia, la lectura de las epístolas y del Evangelio y Tropariones especiales. Su contenido se corresponde con el acontecimiento que se recuerda.

Además de las "horas" los libros eclesiales contienen las "entre horas," que se leen durante los ayunos. Ellas son cuatro y tienen la misma estructura que las horas, aunque son más comprimidas y sus salmos son más cortos.

 

La Santa Liturgia.

“Lo santo para los santos.”

La Santa Liturgia es el gran sacramento de la Iglesia: la ofrenda incruenta y la comunión de los fieles con el Cuerpo y Sangre de Cristo. Es el centro de las oraciones, la culminación de todos los ruegos y la invitación a la Mesa del Señor.

El rito de la Liturgia que se oficia la mayor parte del año pertenece a San Juan Crisóstomo. La Liturgia de San Basilio el Grande se oficia 10 veces al año: los cinco domingos de la Gran Cuaresma, el jueves Santo y el sábado Santo y el día de conmemoración de San Basilio, el 1 de enero. (N. de T. Más los días anteriores a la Natividad y Teofanía). La Liturgia de los Dones Presantificados se oficia durante la Gran Cuaresma todos los miércoles y viernes, el jueves de la 5-ta semana y los tres primeros días de la Semana Santa. Las dos primeras Liturgias son iguales en su estructura básica, pero en la de San Basilio hay una mayor abundancia de oraciones eucarísticas secretas. Los que deseen entender con más profundidad y detalle todos los momentos de la Liturgia deben recurrir a "Reflexiones sobre la Santa Liturgia" de N.V. Gogol, pero en la presente reseña general sólo presentaremos brevemente su curso y el significado de las partes principales.

La palabra "Liturgia" significa servicio comunitario. Es el misterio de la estrechísima unión de los fieles en Cristo, la expresión de la unidad del cuerpo de la Iglesia con su Cabeza. Otros oficios pueden realizarse de manera privada, aun sin un sacerdote, siempre que se cumpla el orden establecido en la Rúbrica. La Liturgia sólo puede ser oficiada por un obispo o sacerdote debidamente ordenado, sobre la mesa del altar del templo, santificado o, por lo menos, sobre un antimins especialmente santificado, es decir, un paño litúrgico. La Liturgia exige una preparación especial en oraciones. Está compuesta por tres partes: la proskomidia, la liturgia de los catecúmenos y la liturgia de los fieles.

La proskomidia es un servicio Divino de "preparación." La participación de los fieles en esta parte se manifiesta sólo en la ofrenda de prósforas (panes para la proskomidia). Se prepara el Santo Cordero sobre la patena y el vino en el cáliz para su futura transubstanciación. Alrededor del pan, el Santo Cordero, se colocan otras pequeñas partículas, más exactamente: en honor a la Madre de Dios, en memoria de todos los santos y en recuerdo propiciatorio por todos los cristianos ortodoxos vivos y difuntos. Al final de la Liturgia, luego de la comunión de los fieles, estas partículas se sumergen en el cáliz.

La segunda parte de la Liturgia es pública, para los fieles cristianos ortodoxos. El sacerdote exclama: "Bendito es el Reino, del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo." Esta exclamación eleva nuestras mentes y corazones hacia el Reino de la Santísima Trinidad, indicando que la Liturgia es un sacramento de unión con Dios, de propiciación al Padre Celestial por Su Hijo por los pecados de los hombres; es testimonio del amor del Padre Celestial por el género humano; sacramento del Espíritu Santo quien transubstancia los dones en Cuerpo y Sangre de Cristo.

Inmediatamente después, la Iglesia ruega con una súplica ferviente en la gran letanía por todo el mundo, por la Iglesia y por todos los fieles. Los salmos "Bendice, alma mía, al Señor" y "Alaba, alma mía, al Señor" son la reunión en un todo de la Iglesia terrenal y celestial para el servicio Divino. "Hijo Unigénito" contiene una confesión breve pero completa de la fe y los dogmas por parte de los miembros terrenales de la Iglesia. Los dogmas principales sobre la Persona de Jesucristo son:

Él es Hijo Unigénito de Dios,

es Verbo de Dios,

es Eterno e inmortal,

Él se dignó encarnarse para nuestra salvación,

Su Madre, María, es Madre de Dios y siempre Virgen,

Él se unió con el hombre sin sufrir cambio alguno, para siempre,

Él, siendo Dios, permitió ser crucificado,

Él venció la muerte con la muerte,

Él es Uno de la Santa Trinidad,

que Él es glorificado en igual medida que el Padre y el Espíritu Santo.

Luego se cantan las alabanzas evangélicas: "Bienaventurados los pobres en espíritu..." Según la rúbrica, entre las líneas de las Bienaventuranzas corresponde cantar los Troparion y Kondakion del santo o acontecimiento que se recuerda. De esta manera, aquí los santos son convocados a alabar con nosotros, y durante la "pequeña entrada" el sacerdote llama para la alabanza general a los ángeles en la oración secreta: "Soberano, Señor Dios nuestro... haz que nuestra entrada sea con la de los santos ángeles..." De este modo, los hombres, los santos y los ángeles se preparan para recibir al Señor, que viene para Su servicio terrenal, simbolizado por la entrada con el Evangelio. Los fieles alegremente exclaman: "Venid, inclinémonos y postrémonos ante Cristo." El servicio posterior es la glorificación de la Santísima Trinidad, que comienza con el canto del Trisagio. El sacerdote reza: "¡Oh, Dios Santo! Tú que reposas en los Santos, que con el Trisagio eres alabado por los Serafines... Tú mismo ¡oh, Soberano! acepta de nuestros labios pecadores el Trisagio."

Luego sigue el llamado a una atención esmerada: ¡Sabiduría, estemos atentos! El lector exclama el prokimen que corresponde al día, es decir, un verso de las escrituras del Antiguo Testamento y lee la epístola en el medio del templo. Después de repetir aleluya tres veces somos llamados a escuchar el Evangelio. Escuchamos las palabras del mismo Señor. Se prosigue con la letanía ferviente donde, a cada invocación se repite tres veces "Señor, ten piedad" y la letanía por los catecúmenos (los que se preparan para el bautismo). Allí se pasa a la parte más importante, la Liturgia de los fieles.

Pueden presenciar la Liturgia de los fieles sólo los verdaderos miembros de la Iglesia. Por ello, los catecúmenos todavía no bautizados, salen del templo. Una y otra vez se suceden letanías y "Señor, ten piedad." Ellas dan tiempo al sacerdote para prepararse con tres oraciones especiales.

Cuando se canta "Nosotros, que representamos a los querubines" se realiza la "gran entrada" con las ofrendas preparadas. Esta entrada consiste en el traslado de los Dones del ofertorio a la mesa del altar, a través de las puertas reales. Ese traslado eleva nuestra mente a la procesión del mismo Señor de los poderes, y los fieles que están en el templo son convocados a cumplir el servicio de los ángeles, lo que queda expresado en el canto de los querubines: "que representamos místicamente a los querubines... para recibir al Rey de todos, invisiblemente llevado sobre las lanzas (dori, del griego lanza)" El traslado de los Dones preparados para la santificación, simboliza el momento en el que el Salvador fue puesto en el sepulcro. Al entrar con los dones y poner la patena y el cáliz sobre el trono, el sacerdote reza con el canto de la Semana Santa: "El venerable José...."

La puerta real y la cortina se cierran para que nada disturbe la oración atenta, al prepararnos para el momento más importante de la eucaristía. La Iglesia nos prepara a todos con la oración-letanía por los Dones ofrecidos y por nosotros mismos, nos llama a la paz, al mutuo amor y la unidad de pensamiento: "la paz a todos, amémonos los unos a los otros..." Entretanto los sacerdotes besan los santos Dones cubiertos, el trono y los unos a los otros con las palabras: "¡Cristo está entre nosotros!" "Está y estará." La Iglesia nos prepara para el sacramento por medio de la confesión de la fe en el canto del credo. Antes del credo se exclama: "¡Las puertas, las puertas, atendamos con sabiduría!" Es decir, guardemos la entrada al templo de cualquier cosa impropia, y nuestras almas de pensamientos ajenos a este sagrado momento. Desde la antigüedad, la Iglesia estableció, que todos los fieles sepan el símbolo de la fe de memoria. Sigue otro llamamiento a la atención: "Estemos atentos..." Los fieles reciben la bendición con las palabras del apóstol Pablo: "La bendición de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios Padre, la comunión del Espíritu Santo sea con todos vosotros." "En alto tengamos los corazones." Con el repique de las campanas, la Iglesia anuncia la consumación del acto sagrado, para que los fieles que no se encuentran en el templo agradezcan al Señor en ese momento. Ese toque de misa se denomina "para Dignamente."

Es sacerdote reza una larga oración eucarística mientras se canta: "Es digno y justo.... santo, santo, santo es el Señor Sabaoth... Te cantamos...." Mientras se canta "Te cantamos..." los Santos Dones se transubstancian en Cuerpo y Sangre de Cristo. La eucaristía es la ofrenda a Dios Padre, por ello las oraciones de esta parte de la Liturgia hasta el final están dirigidas a Dios Padre. Se ofrece agradecimiento (Eucaristía significa agradecimiento), alabanza, mentalmente se recuerda la creación del mundo, la venida del Hijo de Dios, Su vida en la tierra, la Misteriosa Cena, la muerte en la cruz, la Resurrección y se eleva una oración para el descenso del Espíritu Santo sobre los Dones ofrecidos. Inmediatamente después se realiza el recuerdo en agradecimiento de toda la Iglesia celestial y terrenal: Principalmente (más allá de toda comparación) por la Madre de Dios, toda la multitud de santos, el recuerdo por la salud y salvación de todo nuestro prójimo vivo y el descanso de los difuntos.

El sacrificio ha sido ofrecido. La Iglesia nuevamente glorifica a la Santísima Trinidad: "Y concédenos que con una sola boca y un solo corazón..." Luego la letanía suplicante en la que se canta "Concédelo, Señor." Conscientes de nuestra filiación de gracia con el Padre Celestial: "Y concédenos, Soberano," cantamos "Padre nuestro." Sigue una oración secreta de agradecimiento del sacerdote y luego la exclamación: "Atendamos, lo santo para los santos." El pueblo contesta por boca del coro: "El Único Santo..." Con las cortinas cerradas se realiza la comunión de los oficiantes en el altar y la preparación del cáliz para la comunión de los fieles.

Del mismo modo que después de la Resurrección de Cristo la piedra del sepulcro fue desprendida y el Señor apareció ante las miróforas y los discípulos, asimismo se descorre la cortina y se abre la puerta real, y aparece para el pueblo Cristo resucitado, nuestra Pascua. "Con temor de Dios y fe, acercaos." Los fieles exclaman: "Bendito el que viene en nombre del Señor..." Una vez finalizada la comunión se pronuncia el cántico pascual en el altar: "Habiendo visto la Resurrección de Cristo..." "¡Resplandece, resplandece!.." "¡Оh! Pascua magna..."

Se realiza la comunión de los fieles. La Iglesia invita a todos los creyentes a comulgar de los Santos Sacramentos. Debemos ocuparnos, para que nuestra comunión sea lo más digna posible, es necesario prepararse espiritualmente: por medio del arrepentimiento, estando en paz con todos, con la lectura de los cánones antes de la comunión al Salvador, a la Madre de Dios y a nuestro Ángel guardián y el canon antes de la comunión con las oraciones que lo acompañan.

Después de Su resurrección, a los 40 días el Señor se apareció a Sus discípulos por última vez, los bendijo y ellos se inclinaron ante Él. Ahora la Iglesia invoca la bendición de Dios sobre el rebaño de Cristo con las palabras: "Salva, Señor, a Tu pueblo y bendice Tu patrimonio" y los fieles responden con agradecimiento: "Hemos visto la luz verdadera..." Los Santos Dones se trasladan de la mesa del altar al ofertorio con las palabras del sacerdote: "Ascendiste a los cielos, ¡oh, Dios! y tu gloria se extienda por toda la tierra." La Iglesia canta en agradecimiento por la comunión de los Santos Sacramentos: "Que nuestra boca se llene con Tu alabanza, Señor." Sigue la letanía de agradecimiento y la Iglesia nos bendice a salir del templo con las palabras: "Salgamos en paz" y con la oración fuera del ambón. Luego de repetir tres veces "Bendito sea el nombre del Señor..." en las Liturgias festivas generalmente se pronuncia una enseñanza. Los días comunes se lee el salmo 34 para instrucción de los fieles "Bendigo al Señor en todo tiempo." El sacerdote pronuncia: "La bendición del Señor sea sobre vosotros" y la despedida de la Liturgia. Se leen las oraciones de agradecimiento, que escuchan con atención todos los comulgantes.

La Liturgia de los Dones santificados previamente.

La Liturgia de los Santos Dones presantificados se oficia sólo durante el Gran Cuaresma, los miércoles y viernes, el día en que se recuerdan los 40 mártires de Sebastia (si esta fiesta ocurre durante el Ayuno, pero no, si cae en sábado o domingo), el jueves de la quinta semana y finalmente, el lunes, martes y miércoles de la Semana Santa.

¿Cómo se explica esta instalacion? Los días de la semana durante la Gran Cuaresma, son días de arrepentimiento por nuestros pecados. Por ello esos días no se oficia la Santa Liturgia en su forma completa, ya que es un servicio Divino de agradecimiento que no contiene ningún elemento penitencial. El mismo nombre de — Liturgia de los Dones santificados antes — indica que en ella falta el momento más importante: la santificación de los Santos Dones. En esta Liturgia, los fieles comulgan de los Dones santificados en la Liturgia anterior más cercana, de San Basilio o San Juan Crisóstomo. En la Liturgia de los Santos Dones presantificados sólo se transportan los Santos Dones a la mesa del altar, se procede a la preparación para la comunión de los fieles y luego la comunión misma.

La Liturgia de los Dones presantificados está compuesta de dos partes. La primera parte consta específicamente de las vísperas para el siguiente día, aunque no se oficia hasta el final, termina con el canto de "Luz apacible" y la lectura de las paremias. La segunda parte corresponde a la parte media y final de la Liturgia completa, sin la sección que sigue al Himno de los Querubines hasta la letanía suplicante antes del "Padre nuestro," que ya entran en la Liturgia de los Santos Dones presantificados. Más adelante, es un completo paralelo con la Liturgia completa, con algunas particularidades. En especial es un servicio de reverencia y conmoción. Su orden es el siguiente:

Comienza con la exclamación, al igual que la Liturgia completa "Bendito sea el Reino...." Luego, según el orden de las vísperas, sigue la lectura del salmo 104, la gran letanía y se lee la kathisma 18 (a veces otra), dividida en tres secciones con una pequeña letanía luego de cada una de ellas. La puerta real permanece cerrada y en el altar se preparan los Santos Dones para ser colocados en el ofertorio, donde generalmente se oficia la proskomidia. Para ellos, el sacerdote abre la pequeña arca que se encuentra en la mesa del altar, y donde se guarda el Santo Corderito, preparado durante la Liturgia anterior, lo coloca sobre la patena y luego de incensarlo y postrarse lo transporta al ofertorio. Prepara el Cáliz y lo cubre junto con la patena con los velos. Al transportar los Santos Dones, la cortina está cerrada y los fieles realizan una postración. Más adelante, como en las vísperas habituales, se canta "Señor a Ti he clamado" con las estiqueras y teotoquios y se inciensa el templo. Se realiza la entrada al altar con el incensario mientras el coro canta "Luz apacible." Se leen dos paremias, precedidas por un prokimen (una del libro del Génesis y otra del Libro de los Proverbios; y durante la Semana Santa, una del Éxodo y otra de Job; si es una fiesta, a las kathismas de la Liturgia de los Dones presantificados se suman las kathismas de la fiesta).

Aquí nos acercamos a la parte característica de Liturgia de los Dones presantificados: entre las dos paremias citadas se abre la puerta real y el sacerdote exclama: "¡Sabiduría, estemos de pie!" el sacerdote se para a la puerta real de frente a los fieles, sosteniendo el incensario y una vela y exclama: "La luz de Cristo ilumina a todos." En ese momento, los fieles se inclinan hasta el suelo. Ello nos recuerda, que no estamos presentes en las vísperas comunes, sino que es como si estuviéramos en la misma Misteriosa Cena del Señor. Ante nosotros está la Luz del mundo, es decir, Cristo en los misterios de Su Cuerpo y Sangre. El libro de los Proverbios habla mucho acerca de la Sabiduría Divina, algunos pasajes son tan elevados, que la Iglesia los aplica a la segunda Hipóstasis de la Santa Trinidad, al Hijo de Dios. Aquí se habla de la Sabiduría: "El Señor me poseía en el principio, ya de antiguo, antes de Sus obras. Eternamente tuve el principado, desde el principio, antes de la tierra" (Proverb. 8:22-30); "La Sabiduría edificó su casa" (Proverb. 9:1-5).

Después de las paremias, el lector canta en el centro del templo 4 versos del salmo 141: "Que mi oración se eleve..." "Señor, a Ti he clamado..." "Señor, guarda mis labios..." y nuevamente "Que mi oración se eleve...." En estos versos se asimilan al "gran prokimen," que se canta en vísperas de las grandes fiestas. Mientras se cantan estos versos, nosotros nos arrodillamos e inclinamos las cabezas hasta el suelo, y el sacerdote reza de pie delante de la mesa del altar, incensándolo. Con todo esto la Iglesia nos predispone a una oración ferviente con devoción ante la entrada del Rey de gloria a Sus Santos Misterios.

Más adelante, después de la oración "Señor y Soberano de mi vida" con las postraciones correspondientes, siguen una serie de letanías: una ferviente, una por los catecúmenos y dos letanías menores. A partir del miércoles que marca la mitad de la Cuaresma, aquí se agrega una letanía por los que se preparan para ser iluminados, es decir, que recibirán el bautismo el sábado anterior al domingo de Ramos o el Sábado Santo.

La parte central de la Liturgia de los Dones presantificados la ocupa el traslado de los Santos Dones de Cristo del ofertorio a la mesa del altar. El sacerdote sale con los Santos Dones por la puerta septentrional hacia el ambón y entra a través de la puerta real, en ese momento los fieles realizan una postración. Este traslado se realiza en la pausa que se hace en el canto de: "Ahora las fuerzas celestiales invisiblemente concelebran con nosotros: está entrando el Rey de gloria..."

Nuevamente se pronuncia la oración de Efrén el Sirio con sus postraciones. La cortina se cierra hasta la mitad para indicar a los que oran, que los Santos Dones se encuentran en la mesa del altar. Sigue una letanía impetratoria y "Padre nuestro." Después de la exclamación: "Lo Santo presantificado para los Santos" y de contestar el coro: "El Único Santo..." se realiza la comunión de los celebrantes en el altar, y luego la comunión de los fieles. A la invocación: "Acercaos con temor de Dios y con fe," el coro responde: "Bendeciré al Señor en todo tiempo, Su gloria está en mis labios." Y después de la exclamación: "Salva, ¡oh, Dios! a Tu pueblo..." el coro prosigue: "Probad y ved el pan celestial y el cáliz de la vida, ya que es bueno el Señor. Aleluya."

La oración que se reza al bajar del ambón contiene un ruego para que el Señor nos otorgue pasar con buena hazaña espiritual el transcurso de la cuaresma, fortalecernos en la virtud, conservar la fe y purificar el alma, y alcanzar la santa resurrección sin condenación. De este modo, la resurrección de Cristo es el centro de la vida de los servicios Divinos ortodoxos.

 

La Gran Cuaresma.

"Ábreme las puertas del arrepentimiento. "

El servicio Divino adquiere un matiz especial durante la Gran Cuaresma. Su espíritu es estrictamente penitente. Aun los domingos se agregan oraciones de arrepentimiento. Los días de semana toda oración dentro del templo es una conmovida aflicción por los pecados. A poco tiempo de la apódosis (despedida) de la fiesta del Bautismo del Señor, comienzan las semanas de preparación para la Gran Cuaresma. La Iglesia utiliza ejemplos convincentes y explica en qué consiste el verdadero ayuno y su importancia para nosotros.

Lo primero que nos infunde la Iglesia es el evitar la forma de ayunar del fariseo, y así, la primera semana de preparación es la "semana del fariseo y el publicano." Esa parábola evangélica se lee ese domingo. Con ella la Iglesia enseña a las personas a verse sin embelesamiento, a reconocer su profunda indignidad delante de Dios y, a ejemplo del publicano, sólo rezar: "¡Oh, Dios! ten piedad de mí, pecador." "Huyamos de las palabras grandilocuentes del fariseo, y aprendamos del publicano la altura de las palabras humildes, clamando con arrepentimiento: Salvador del mundo, purifica a Tus siervos."

Ese domingo se cantan por primera vez en los matutinos, después del Evangelio, los troparios "Ábreme las puertas del arrepentimiento, ¡oh, Vivificador!" "Dirígeme por la senda de la salvación, ¡oh, Madre de Dios!" "Tiemblo al pensar en la multitud de maldades que he cometido." Estos troparios se cantan todos los domingos hasta la quinta semana de la Gran Cuaresma. En la semana siguiente a la del "publicano y el fariseo" no hay ayuno el miércoles y el viernes, y se la denomina continua. La Iglesia nos libera del ayuno, para evitar la posibilidad de que repitamos con el fariseo: ayuno dos veces por semana.

El domingo siguiente es la "semana del hijo pródigo," y se lee esa parábola. Los cánticos de ese día corresponden con el Evangelio. En ellos se nos infunde la conciencia de lo misericordioso que es nuestro Padre Celestial. Como el padre del hijo pródigo, Él extiende sus brazos Paternales hacia todo pecador, sin considerar la profundidad del pecado, sólo si la persona se acerca con arrepentimiento profundo y sincero. El sedalion de esa semana (es decir, la oración que sigue al tercer canto del canon): "Ábreme los brazos Paternales, ya que he malgastado mi vida" (es de notar, que esta oración es el cántico principal en el orden de la tonsura monacal). El tema del hijo pródigo se repite en los cánticos durante toda la cuaresma. En los maitines de ese domingo y en los dos siguientes antes de la cuaresma, después de las kathismas se canta el salmo: "Junto a los ríos de Babilonia." Este cántico les habla a los cristianos acerca de la pérdida por parte de la humanidad de su patria espiritual — el paraíso: el camino de vuelta nos fue abierto por Cristo, pero conduce a través del arrepentimiento.

Luego sigue la "semana sin carne," después del domingo no se permite ingerir alimentos que contengan carne. También se la llama "semana del Juicio Final," de acuerdo con la lectura del Evangelio y los cánticos. El sábado anterior a esta semana está dedicado a la conmemoración de los difuntos. Ya que la idea del juicio no nos concierne sólo a nosotros, entonces pensamos también en el destino de nuestros parientes y rezamos por su perdón y descanso. En ese día, la Iglesia reza especialmente por aquellos, quienes por alguna razón no han recibido cristiana sepultura. El domingo de la "semana carnestolende" y los días subsiguientes, la Iglesia dirige nuestra atención hacia las hazañas de amor humanitario: "Habiendo comprendido los mandamientos del Señor, vivamos de acuerdo con ellos: alimentemos a los hambrientos, demos de beber a los sedientos, vistamos a los desnudos..." Esta última semana antes de la Gran Cuaresma se denomina semana de los lácteos, o carnaval. En su transcurso se permite ingerir alimentos lácteos aun el miércoles y el viernes. Aunque nos libera del ayuno, la rúbrica eclesiástica indica realizar en esos dos días postraciones y rezar la oración de San Efrén el Sirio: "Señor y Soberano de mi vida..." La Iglesia demuestra que el fin de la cuaresma no está en el ayuno en sí mismo, sino, en nuestra purificación espiritual. El miércoles y el viernes de la semana de los lácteos no corresponde oficiar ninguna Liturgia.

El último día antes de la cuaresma, el sábado de la semana de los lácteos, la Iglesia culmina nuestra preparación para la Gran Cuaresma, recordando la multitud de santos, que resplandecieron en el ayuno. En el oficio de ese día se recuerdan por su nombre cerca de 190 santos del primer milenio. El domingo de carnaval — es el ultimo día de productos lácteos antes de la Gran Cuaresma. En los cánticos se recuerda cuando Adán y Eva fueron expulsados del paraíso. Siguiendo el mandamiento del Salvador, la Iglesia nos exige paz para con nuestro prójimo: "mas, si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestros ofensas" (Mat. 6:15). Por ello pedimos perdón los unos a los otros y el mismo domingo se llama "Domingo del Perdón."

Desde el lunes comienza la proeza espiritual de la Gran Cuaresma. El domingo por la tarde la estiquera nos llama a comenzarlo con las siguientes palabras: "Comencemos con claridad el tiempo del ayuno, predisponiéndonos para proezas espirituales..." Con el "lunes de purificación" comienza la Santa Cuaresma, es decir, el ayuno de cuarenta días a ejemplo del mismo Señor Jesucristo, Quien se alejó al desierto inmediatamente después de ser bautizado por San Juan. Todo el orden de los servicios Divinos y el aspecto exterior del templo les infunden a los fieles, que este es un período de profunda humildad y lamentación por los pecados. Los días de la semana se aparta toda festividad y solemnidad. Las Liturgias se ofician sólo los sábados y domingos. Los miércoles y viernes y el jueves de la quinta semana está establecido oficiar la Liturgia de los Santos Dones presantificados. En los servicios impera la lectura. El Evangelio y las epístolas se leen sólo los sábados, domingos y días festivos. El contenido principal de los oficios lo compone el Salterio, que se llega a leer en su totalidad dos veces por semana. Se ofrecen lecturas del Antiguo Testamento: el libro del Génesis, del profeta Isaías. Con frecuencia se repiten las palabras del arrepentido David: "ten piedad de mí, ¡oh, Dios! ten piedad de mí," la invocación del buen ladrón: "Acuérdate de mí, cuando llegues a Tu Reino." Cada oficio y hora contiene la oración de San Efrén el Sirio. Todos los servicios se realizan en tono bajo, lentamente, las vestimentas son oscuras, la luz está restringida, la puerta real se abre poco, el repique de las campanas es poco y lento. Los fieles en el templo son llamados con frecuencia a postrarse.

Los oficios terminan relativamente tarde, para que la ingestión de alimentos sea cercana al anochecer. Los alimentos deben ser simples y en cantidades moderadas. El pescado sólo se permite para la fiesta de la Anunciación y el domingo de Ramos. El sentido espiritual del ayuno se revela en los cánticos:

"Ha llegado el ayuno, madre de castidad, acusador de pecados" (lunes de la primera semana)

"Cumplamos con el ayuno agradable" (lunes de la primera semana)

"Al ayunar corporalmente, hermanos, ayunemos también con el espíritu" (miércoles de la primera semana)

"Venid, purifiquémonos con las misericordias y generosidades de los pobres" (segunda semana).

Los primeros cuatro días de la primera semana de la Gran Cuaresma, en los grandes post-vespertinos se lee el canon de San Andrés de Creta, dividido en 4 partes. "¿Dónde empezaré a llorar por los actos de mi vida condenada?..." Este canon se denomina grande por su contenido y forma: contiene 250 troparios, al tiempo que los cánones usuales tienen sólo 30. El Gran Canon se lee también en el maitines del jueves de la quinta semana de la cuaresma (el miércoles por la tarde), unido con el canon de Santa María de Egipto. Los días domingos de la cuaresma, la Iglesia los acompaña con recuerdos especiales.

El primer domingo es la semana de la Ortodoxia, y se estableció recordar la victoria sobre la herejía iconoclasta del siglo IX. La veneración de iconos es una expresión evidente de nuestra fe ortodoxa. Todo el camino de la Iglesia pasa al lado de las enseñanzas anticristianas y heréticas que se levantan contra ella, pero la verdad cristiana pura permanecerá incólume hasta el fin de los tiempos.

El segundo domingo está dedicado a la memoria de San Gregorio Palamas. Él y sus compañeros del monte Athos enseñaron y con su vida de hazañas demostraron, que el hombre puede alcanzar la iluminación desde lo alto por medio de la constante purificación del alma, el silencio de los pensamientos, la oración y pensamientos en Dios. San Gregorio fue el acusador de un tal Barlaam, quien enseñaba que la verdad sobre Dios se revela sólo a partir de los principios del razonamiento y de juicios filosóficos.

La tercera semana, la Iglesia ofrece la santa Cruz, para fortalecimiento espiritual de los fieles. La Cruz es colocada solemnemente en el centro del templo en el maitines y permanece allí durante toda la semana para ser venerada, como imagen de amor y hazaña espiritual del propio Salvador nuestro.

El cuarto domingo se recuerda a San Juan Clímaco, gran santo del Sinaí del siglo VI, compositor de la "Escalera." San Juan muestra en los 30 escalones de su "Escalera" el camino práctico de elevación espiritual. El miércoles de la siguiente semana se lee el Gran canon, y en el maitines del sábado (viernes por la tarde) se realiza el Elogio a la Madre de Dios con la lectura del akathistos.

El quinto domingo, parte de los cánticos están dedicados a las hazañas de María de Egipto, quien mostró la posibilidad que tiene el hombre de elevarse desde la profundidad de su caída hasta la altura de la pureza espiritual. La lectura del Evangelio acerca del rico y Lázaro, nos enseña a huir la falta de misericordia del rico, e imitar la paciencia del magnánimo Lázaro.

El viernes de la sexta semana terminan los días de la Santa Cuaresma. "Habiendo cumplido la cuaresma para provecho espiritual... pedimos ver también la semana de Tu pasión..." A partir del sábado comienza el recuerdo de los acontecimientos evangélicos antes de la entrega del Salvador. El sábado se recuerda la resurrección de Lázaro, y el domingo es la fiesta de la Entrada de nuestro Señor en Jerusalén, o domingo de Ramos (ramas de palmera o de olivo).

La Semana Santa.

"Gloria a Tus pasiones, Señor"

El ayuno purificador de cuarenta días ha concluido. El llanto por nuestros pecados hace lugar a otra pena — el llanto por los sufrimientos redentores por nuestros pecados del Dios-Hombre. Ahora, con una mente y corazón purificados, la Iglesia nos llama a observar píamente y a experimentar espiritualmente Su sufrimiento y la muerte en la cruz, y sufrir junto con Su Santa Madre. La Iglesia nos guía por los pasos del Señor desde Betania (lugar de la resurrección de Lázaro), a Jerusalén, hacia el monte Eleón, a la habitación de Sión, a Getsemaní, al patio del sumo sacerdote, al Pretorio de Pilatos, al Gólgota y, finalmente, al sepulcro, cavado en una peña, de José de Arimatea.

Durante los tres primeros días, transcurren los actos del Salvador, Sus pláticas, parábolas, las acusaciones a los judíos, las enseñanzas a los discípulos, que tuvieron lugar desde la entrada del Señor en Jerusalén hasta la Misteriosa Cena. Durante las horas de esta semana se leen los cuatro Evangelios completos, que revelan la encarnación de Dios y el servicio del Salvador al género humano. Del Antiguo Testamento se eligen lecturas que contengan preimágenes y profecías de los sufrimientos del Señor. La Iglesia desea ablandar nuestros corazones, para que sintamos la grandeza del misterio de nuestra redención por medio de los sufrimientos de Cristo y su efecto salvador para nosotros. Los cánticos de esos días reproducen las últimas parábolas del Salvador. La parábola de las diez vírgenes es el fundamento del Troparion: "He aquí el Novio viene a medianoche..." Sobre la parábola de la fiesta de la boda se basa el contenido del exapostilarion del maitines: "Veo Tu morada adornada, Salvador mío, y no tengo vestiduras dignas ..."

El lunes, martes y miércoles se oficia la Liturgia de los Santos Dones presantificados.

El lunes santo se recuerda como nuestro Señor Jesucristo hizo secár la higuera que no daba frutos, con lo que se previene a toda alma que no esta dando frutos de arrepentimiento. También se lee la parábola de los inicuos viticultores. Prediciendo Su entrega a la muerte, el Salvador nos da el ejemplo de los malos obreros del viñedo, quienes primero mataron a los siervos del dueño, y luego a su hijo. En la Liturgia oímos la profecía del Salvador acerca de las desgracias que se avecindan sobre Jerusalén y sobre los signos del fin del mundo, y la segunda venida de Cristo. Estos recuerdos están destinados a infundirnos paciencia, estar en vela espiritual y oración. En las palabras de Cristo también encontramos consuelo: "Esos días serán acortados a causa de los escogidos."

El martes santo se leen las parábolas de las diez vírgenes y de los talentos, y la imagen del Juicio Final. Todos estos recuerdos nos llaman a estar vigilantes y fervientes en el bien.

El miércoles santo — el contenido de los cánticos conmemora tres acontecimientos: el consejo de los sumos sacerdotes, la decisión loca de Judas y unción con mirra por parte de la pecadora. "Cuando la pecadora traía el miro, entonces el discípulo confabulaba con los inicuos," "El maligno consejo realmente se convocó con furia..."

Jueves santo, día de la Misteriosa Cena del Salvador con los discípulos y de las últimas horas antes de Su aprensión. "Se reúne el resto de asamblea judía, para entregar al Creador y Hacedor de todo a Pilatos. ¡Oh, inicuos! ¡Oh, infieles!.."

Los cánticos del jueves santo infunden admiración a la humildad del Salvador al lavar los pies de los apóstoles, veneración ante el misterio del Cuerpo y Sangre de Cristo, la glorificación de la infinita abnegación de Cristo, la aflicción por Sus sufrimientos, la ternura por Su longanimidad, indignación contra los judíos y la traición de Judas. Ese día se oficia la Liturgia de San Basilio, precedida por las vísperas.

Ese día fue instituido el mismo sacramento de la comunión, cuando el Salvador comulgó de Sus manos a Sus discípulos. "A Tu Misteriosa Cena, ¡oh, Hijo de Dios! Recíbeme como participante..." esta oración se canta durante la Liturgia en lugar del Himno de los Querubines, del versículo de la comunión, durante la comunión de los fieles, y en lugar de "Que se llenen nuestros labios..."

Mientras se realizaba la Misteriosa Cena, los sumos sacerdotes ya se habían puesto de acuerdo con Judas. "Cuando los gloriosos apóstoles, se habían iluminado para el lavado durante la cena, entonces el impío Judas, fue atacado por el amor al dinero" (Troparion del jueves santo). Inmediatamente después de la Misteriosa Cena ocurre la plática de despedida de Cristo con los apóstoles, Su oración como sumo sacerdote en el jardín de Getsemaní, y luego el beso de Judas, el apresamiento por parte de los soldados, los interrogatorios, el escupir en Su cara, fustigaciones, bofetones, la cruz y la muerte. En concordancia con estas conmemoraciones la Iglesia realiza el oficio de las Pasiónes de Cristo.

El servicio de las Pasiónes del viernes Santo se realiza en los maitines del jueves por la tarde. En ese servicio la lectura de los doce Evangelios en el centro del templo ocupa el lugar más importante. Entre las primeras seis lecturas se cantan antífonas, cuyo contenido está colmado de amarga indignación por la traición de Judas y la iniquidad de los judíos, y de llanto por la falta de agradecimiento y ceguera de la gente. "¿Qué razón, Judas, te transformó en traidor?" "El Señor dice: Gente mía, ¿qué les he hecho?" Después del sexto Evangelio oímos la lectura de las "bienaventuranzas" y troparios, más adelante tres cantos del canon sobre la permanencia del Salvador con los apóstoles, la abdicación de Pedro y los sufrimientos del Señor y entonces se canta tres veces el exapostilarion: "El buen ladrón..." En las estiqueras, tanto para las alabanzas como en la de los versículos, se recuerda el momento en que el Salvador estaba en la cruz, los signos que acompañaron la muerte del Salvador y los padecimientos del alma de la Madre de Dios ante la cruz de Su Hijo. En las lecturas Evangélicas propiamente dichas transcurre el relato de los cuatro evangelistas: desde la plática de despedida hasta que el Señor fue puesto en el sepulcro, cuando fue asignada la guardia y sellada la piedra. "sellaron el sepulcro y pusieron la piedra con la guardia." Mientras se leen los Evangelios todos los fieles permanecen de pie sosteniendo velas, y luego de la última lectura, según una antigua costumbre, las velas no se apagan y se trata de llevar el fuego hasta los hogares.

El viernes santo, en símbolo de nuestro pesar, no hay Liturgia. Por la mañana se ofician las Horas Reales. En cada una de ellas, uno de los salmos es el habitual y los dos restantes son proféticos sobre los padecimientos de Cristo, el Mesías. Los troparios repiten el mismo tema, junto con la epístola y el Evangelio. Las horas finalizan con el canto de la Typica. Durante el día se ofician las vísperas con un rito especial, que nos transmite la muerte en la cruz y el entierro del Salvador.

"Toda la creación se transfiguró de temor, al verte colgado en la cruz, ¡oh, Cristo!: el sol se oscureció..." Las lecturas de las paremias del Antiguo Testamento, la epístola y el Evangelio. "Hermanos, la palabra de la cruz es locura para los perdidos, mas para los que se estan salvando, es fuerza Divina...," nos enseña el Apóstol. La lectura del Evangelio unifica los relatos de San Mateo, San Lucas y San Juan, y recuerda el juicio de Pilatos y el Gólgota y finaliza con el momento en que José de Arimatea y Nicodemo pidieron el cuerpo de Jesús a Pilatos y lo sepultaron en un sepulcro cavado en una peña nueva de José. María Magdalena y la otra María "permanecieron sentadas frente al sepulcro." Al final de las vísperas se traslada el Santo Sudario hacia el centro del templo, mientras se canta el Troparion del viernes santo: "El venerable José..." También se canta otro Troparion que nos acerca a la idea de la inminente resurrección: "Un Ángel apareció a las mujeres miróforas que estaban junto al sepulcro y les anunció..." En los post-vespertinos se lee en canon denominado "El lamento de la Santísima Madre de Dios." Se suspende el repique de las campanas para mantener un silencio piadoso, mientras el Cuerpo del Salvador descansa en el sepulcro. La Iglesia indica para este día una abstinencia total de alimentos o, al menos, hasta que se coloca el Santo Sudario en el centro del templo.

El maitines del sábado santo está totalmente dedicado a la conmemoración del entierro de Jesucristo, el descanso de Su Cuerpo en el sepulcro y Su descenso con el alma al infierno, la liberación del hades de los justos del Antiguo Testamento y la permanencia en el trono con el Padre y el Espíritu Santo. En los maitines ya oímos que se acerca el regocijo de la resurrección de Cristo, su comienzo tiene un espíritu más festivo, luego de la gran letanía se canta "Dios, el Señor, se nos ha aparecido," al tiempo que los días anteriores se cantaba "aleluya." Después se cantan con tonos fúnebres la kathisma 17 (el salmo 119 con 176 versículos), a cada versículo le sigue una "alabanza" al Señor sepultado. Y luego aparece nuevamente un elemento resurreccional: los troparios "El concilio angelical se asombró" y otros troparios usuales de los maitines resurreccionales. El canon del sábado santo: "Con las olas del mar" es una de las creaciones más perfectas de la poesía eclesial-cristiana. "No llores por Mí, Madre, al verme en el sepulcro...," así finaliza el canto ante el sepulcro el irmos noveno del canon. Después de la gran doxología se realiza una procesión con el Santo Sudario alrededor del templo. Seguidamente se leen las paremias, la epístola y el Evangelio en el centro del templo, cerca del Santo Sudario. El breve Evangelio relato sólo el momento en que fue sellado el sepulcro del Salvador y asignada la guardia. En las paremias ya se profetiza la resurrección: ella contiene la visión del profeta Ezequiel de los huesos secos que revivieron en medio del campo.

La Liturgia de San Basilio el Grande es precedida por las vísperas. Esta unión demuestra, que este oficio está relacionado ya con el día siguiente. Y el día siguiente ya es el día de Pascua. La Liturgia del sábado santo también une dos santísimos acontecimientos, aunque diferentes en espíritu. Por un lado, es la culminación de los servicios pasionales, y por otro, el prefacio del luminoso festejo de la Pascua. Estas características están expresadas en el transcurso del servicio Divino. En medio de la lectura de las 15 paremias de las vísperas, oímos el canto triunfante, primero de: "¡Dignamente se glorificó!" y luego: "Cantad al Señor y alabadlo por todos los siglos." En la antigüedad, el sábado santo se bautizaba a los catecúmenos, por ello se canta en vez del Trisagio: "Vosotros que en Cristo os bautizasteis..." Después de la lectura del libro Apostólico viene el momento del cambio crucial. El Altar se cierra y todas las vestimentas oscuras se cambian por otras blancas. "Resucita, ¡oh, Dios! juzga a la tierra, ya que Tú eres el dueño de todas las naciones," canta el coro en ese momento repetidas veces. Y después de esto, por primera vez se relata la resurrección del sepulcro del Salvador en el Evangelio. Empero, todavía se debe guardar la calma en el oficio ya que la noche de la resurrección todavía no ha llegado: "Que enmudezca todo cuerpo humano..." se canta en lugar del Himno de los Querubines. Así culminan los días y horas de la semana de la pasión.

La Pascua de Jesucristo.

"¡Cristo resucitó!"

Lа Pascua es la fiesta de las fiestas. Tal como el sol cubre el brillo de las estrellas, del mismo modo, la Pascua de Cristo brilla entre las demás fiestas.

Se dice que el Cuerpo del Señor permaneció tres días en el sepulcro, esto se debe entender así: el anochecer del jueves y el viernes (como miden los días los judíos) es un día, luego la noche y todo el sábado es el segundo día, y la noche del sábado para el domingo (una parte se considera como el todo) es el tercer día.

Es la noche del sábado santo: en el templo arden suavemente las velas, se oye la lectura de los "Hechos de los Apóstoles" ante el Santo Sepulcro. Se congrega la gente, el sacerdote sigue confesando. Media hora antes de medianoche comienza el canto del oficio de medianoche con el canon "Con la ola del mar," a cuyo final el Santo Sepulcro se transporta al altar. Comienzan a repicar las campanas para el maitines Pascual. Desde el altar se escucha como se canta, primero muy suave y luego con mayor fuerza: "Tu Resurrección, ¡oh, Cristo Salvador!" se abre la puerta real y con el sonido de las campanas se realiza la salida para la procesión alrededor del templo. Los fieles cantan: "Los ángeles en el cielo cantan Tu Resurrección, ¡oh, Cristo Salvador! otórganos glorificarte también en la tierra con corazón puro." La procesión se realiza para que, como las miróforas, podamos pararnos junto a la piedra que cubría el sepulcro y exclamar con un corazón tembloroso: "¡Cristo resucitó!" Habiendo rodeado el templo, la procesión se detiene delante de su entrada principal. El sacerdote superior inciensa la entrada sosteniendo en la otra mano la cruz y el candelabro pascual de tres velas, luego exclama a gran voz el comienzo del servicio Pascual: "Gloria a la Santa..." Después del amén, sigue "Cristo resucitó de entre los muertos," el Troparion con sus versículos. Se abren las puertas del templo y éste se colma del canto regocijante de "Cristo resucitó de entre los muertos" y con el saludo al pueblo: "¡Cristo resucitó!" y la respuesta: "¡En verdad resucitó!" Comenzaron los maitines. El templo está lleno de luz y alegría.

Los maitines Pascuales son simples. De ellos fueron extraídas las lecturas. Inmediatamente después de la letanía, comienza el canon Pascual, que es cantado en su totalidad. A cada una de sus canciones se inciensa todo el templo y se saluda a los fieles, y se cierra con una pequeña letanía y el canto de "Cristo resucitó" repetido tres veces. El canon "El día de la resurrección" es una composición perfecta del teólogo y escritor de cánticos, San Juan Damasceno. La vista inspirada del autor, observa con regocijo la majestuosa imagen de la alegría general en el cielo y en la tierra. "¡Que los Cielos se regocijen dignamente, que la tierra también se alegre!" Después del canon y del breve exapostialarion: "Al quedar dormido corporalmente...," sigue el canto de las estiqueras de Pascua: "Que resucite Dios... La Pascua sagrada se nos ha presentado hoy," una letanía ferviente y luego una despedida Pascual especial, en la cual desde antaño es costumbre leer la homilía de San Juan Crisóstomo: "El que es piadoso..." Esta famosa enseñanza fue tomada como parte del servicio por su fuerza, la altura de sus pensamientos y formas artísticas. Al finalizar se canta el Troparion a San Juan Crisóstomo.

Las horas Pascuales tienen sus características particulares, todas ellas son iguales. El orden es el siguiente: se repite "Cristo resucitó" y la estiquera "Habiendo visto la resurrección de Cristo" tres veces, luego sigue el ipakoi "Adelantándose al alba," el Kondakion "Aunque descendiste al sepulcro," los Troparion: "Corporalmente en el sepulcro," "Se manifestó como Portador de vida" y el teotoquio "¡Oh! Bendita y divina Morada del Altísimo" 40 veces "Señor, ten piedad" y la despedida.

La Liturgia Pascual de San Juan Crisóstomo comienza con el solemne canto de "Cristo resucitó" con sus versos, mientras se inciensa todo el templo. Luego sigue el canto de "Vosotros que en Cristo os bautizasteis" (en lugar de Santo Dios). "El Ángel clamó," "Resplandece, resplandece" (en lugar de Verdaderamente es digno, luego de la transubstanciación de los Santos Dones). Durante la comunión de los fieles se canta "Cristo resucitó" y otros cánticos y se finaliza con una despedida Pascual especial.

Las puertas reales permanecen abiertas toda la semana, tanto durante los servicios como fuera de ellos, simbolizando, que la resurrección de Cristo abrió las puertas del paraíso para todos.

Delante de la imagen del Salvador que está a la derecha de la puerta real se coloca el artos, es decir, el pan santificado que nos recuerda que Cristo se hizo para nosotros el Pan de vida. Históricamente el artos se explica de la siguiente manera: los Apóstoles, quienes comían y bebían con Él después de Su resurrección de entre los muertos (Hech. 10:41), después de Su Ascensión dejaban el primer lugar libre, y colocaban allí, como si fuera para Él, una parte del pan, que luego elevaban mientras pronunciaban: "Cristo resucitó." Este ejemplo fue seguido por los discípulos de los apóstoles, y luego se estableció el rito especial de la elevación del artos. (Del mismo modo se estableció el rito especial de la elevación de la prósfora de la Madre de Dios de la proskomidia, durante la comida en los monasterios para las fiestas de la Madre de Dios).

Al finalizar la Liturgia Pascual se bendice la comida para hacer pascua después de la cuaresma. A la tarde del primer día de Pascua se ofician vísperas solemnes. En ellas, después del gran prokimen: "Quién es el Dios grande como nuestro Dios," se lee el Evangelio sobre la aparición del Señor a los apóstoles. Al principio de las vísperas de cantan las estiqueras "Que resucite Dios" y su Kondakion. Toda la semana radiante entera, es como un solo día festivo, el orden del oficio Divino es igual al del primer día de Pascua. Los tonos de las estiqueras cambian cada día, uno tras otro hasta el domingo siguiente, — la semana del apóstol Tomás o de "antipascua." El período Pascual se prolonga 40 días hasta la Ascensión del Señor. Durante todo este período en el templo se escuchan los cánticos pascuales, que decrecen en cantidad a partir de la mitad del tiempo hasta la Ascensión. Dicho período culmina con la "apódosis de la Pascua," el miércoles de la sexta semana, las vísperas de la Ascensión. Cesa el canto de "Cristo resucitó," pero la alegría de la Resurrección no se termina, y cada domingo del año se festeja la solemnidad de la resurrección de Cristo de entre los muertos, la victoria sobre la muerte y el otorgamiento de la vida eterna a los fieles.

 

 

 

Folleto Misionero # S 77i

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Editor: Obispo Alejandro (Mileant)

 

(temple_m_pomazansky_s.doc, 03-11-2005).

 

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C. M.

10/29/03

   
   

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