Padres de la Iglesia.

Parte I.

La Edad de Oro de los Padres (Siglos IV-VI).

Para Usos Internos y Didácticos Solamente

Adaptacion Pedagógica: Dr. Carlos Etchevarne, Bach. Teol.

 

Contenido:

San Atanasio.

I. La Trinidad. Unidad de naturaleza en el Padre y el Hijo. La eterna generación del Hijo. La eternidad del Padre implica la filiación eterna. Los errores de Arrio. En qué sentido es exaltado el Verbo, y nosotros con él. Nuestras relaciones con Dios, el Hijo y el Espiritu. II. Cristo redentor. III. Los sacramentos. Vida de San Antonio Abad . La unidad de la Santa Trinidad (Carta I a Serapión, 28-30). La condescendencia divina (La Encarnación del Verbo). Carta de Nuestro Santo Padre Atanasio, Arzobispo, a Marcelino Sobre la Interpretación de los Salmos.

San Hilario de Poitiers.

Homilía de San Hilario de Poitiers Sobre el Salmo 130. Las armas del apóstol (Comentario al Evangelio de San Mateo 10:1-5).

San Zenón de Verona.

Virtudes-teologales.

San Efrén de Siria.

Madre Admirable. La Anunciacion de la Virgen. Eva y Maria. La canción de cuna de María. Himno en Contra de Bar-Daisan. Epístola de San Efren de Siria a Un Discípulo.

San Basilio el Grande.

La acción del Espíritu Santo. Recogimiento-interior (Epístola 11:2-4). El deber de trabajar (Reglas más amplias 37:1-2). Ayuno. Breve Reseña de la Vida y Escritos de San Basilio. Los Iracundos. La Envidia. La Embriaguez. Atiende a Ti Mismo. En Honor de San Barlaam, Mártir. Homilía a los Ricos. El Tesoro Espiritual de San Basilio el Grande.

San Cirilo de Jerusalén († 386).

Catequesis de San Cirilo de Jerusalén.

San Gregorio Nacianceno.

Tres luces que son una Luz (Poemas dogmáticos, 1, 2, 3). Dios y Hombre verdadero (Discurso 29, 19-20). Virtudes cristianas (Discurso 14, 2-5). Reconocer los dones de Dios (Discurso 14, 23-25). Homilías Sobre la Natividad (1).

San Gregorio de Nisa.

El hombre, señor de la creación (La creación del hombre, Il-IV). ¿Qué significa ser cristiano? (Epístola a Armonium, 4-11). La Meta Divina y la Vida Conforme a la Verdad (1).

 

 

Con el nombre de Edad de Oro de los Padres se designa el largo período que se abre con el Concilio de Nicea (año 325) y se concluye con el Concilio de Calcedonia (año 451). Es la época de esplendor en el desarrollo de la liturgia, que cristalizará en los diversos ritos que conocemos; la época de las grandes controversias teológicas, que obligan a un profundo estudio de la Revelación y permiten formular dogmáticamente la fe; la época, en fin, de un gigantesco esfuerzo por la completa evangelización del mundo antiguo. La fecha de clausura de este período, caracterizado por una gran unidad entre los dos pulmones de la Iglesia, Oriente y Occidente, es sólo simbólica, ya que el tránsito al siguiente período, con el progresivo alejamiento entre el cristianismo oriental y el occidental, se lleva a cabo poco a poco. La caída del Imperio Romano de Occidente (año 476) a causa de las invasiones bárbaras acentúa aún más este divorcio.

Con la llegada del siglo IV, nuevos panoramas se abren a la vida de la Iglesia. Después de casi tres siglos de persecuciones (la última, la más cruel, bajo el emperador Diocleciano, tuvo lugar a caballo entre los siglos III y IV, comienza un largo período de paz que facilitó extraordinariamente la expansión y desarrollo del Cristianismo. La fecha clave de este cambio se sitúa en el año 313, cuando el emperador Constantino, agradecido al Dios de los cristianos por la victoria militar alcanzada en el Puente Milvio, que le aseguró el dominio del Imperio, promulgó el Edicto de Milán, con el que quedaron revocadas las leyes contrarias a la Iglesia. A partir de entonces, el Cristianismo quedaba reconocido como religión y se permitía a sus adeptos trabajar en las estructuras del Estado. Más tarde, en tiempos del emperador Teodosio (año 380), que prohibió el culto pagano, el Cristianismo sería declarado religión oficial del Imperio.

Con la llegada de la paz religiosa, los cristianos pudieron edificar sus propias iglesias. Con la munificencia de Constantino se levantaron grandes basílicas en Roma (San Juan de Letrán, San Pedro, San Pablo) y en Palestina (Natividad en Belén, Santo Sepulcro y Monte de los Olivos, en Jerusalén). Al mismo tiempo, se emprendió la evangelización progresiva de la gente del campo. El nombre de paganos, con el que aún hoy se designa a quienes no están bautizados, proviene precisamente de los habitantes de las zonas rurales (pagi, en latín), que seguían casi en su totalidad la antigua religión. En esta obra de evangelización destacaron los monjes, que — viviendo como eremitas o en comunidad — dieron un testimonio elocuente de los ideales cristianos. Se distinguieron, en Oriente, San Antonio Abad considerado como el fundador del monaquismo, y San Basilio de Cesárea en Occidente, San Martín de Tours y San Benito.

También fuera de los territorios sometidos al Imperio Romano se propagó con fuerza el Cristianismo. Pero la onda evangelizadora estuvo condicionada por las divergencias doctrinales surgidas en este período en torno a los dos misterios centrales de la fe: el de la Santísima Trinidad y el de la Encarnación. Gracias al trabajo de los Padres de la Iglesia, y a los Concilios ecuménicos en los que los obispos se reunieron para dilucidar tan graves cuestiones teológicas, la fe salió indenne y robustecida; pero la expansión de la Iglesia sufrió retrasos. En efecto, mientras los francos (a finales del siglo IV) y los irlandeses (en la segunda mitad del siglo V) pasaron directamente del paganismo a la fe católica, otros pueblos o bien llegaron al Cristianismo en su forma arriana, o bien se separaron de la unidad católica a consecuencia de algunas controversias. En el primer caso se cuentan los diversos pueblos godos; en el segundo, los persas, los armenios y los abisinios. Sólo los visigodos se incorporarían más tarde a la plena comunión católica (conversión de Recaredo, año 589); los demás permanecieron arrianos hasta su extinción (ostrogodos, longobardos) o siguieron el camino del nestorianismo o del monofisismo.

Como ya se ha dicho, el desarrollo teológico de este período se centra en torno a los dos grandes misterios de la fe. El siglo IV y la primera década del siguiente se hallan dominados por las discusiones sobre el misterio de la Santísima Trinidad; a partir de la segunda década del siglo V va en auge la controversia cristológica. La primera etapa se halla idealmente delimitada por los dos primeros Concilios ecuménicos: el de Nicea (año 325) y el de Constantinopla I (año 381); la segunda, más reducida en cuanto a su duración, pero de consecuencias mayores para la posteridad, tiene como fechas clave los Concilios de Éfeso (año 431) y Calcedonia (año 451). En este marco se produce una floración impresionante de grandes Padres de la Iglesia, que, junto al cuidado pastoral de los fieles que tenían encomendados, asumen el papel de defensores y expositores de la genuina fe de la Iglesia, recibida de generación en generación desde los tiempos apostólicos.

El arrianismo (llamado así por el nombre de su fundador, Arrio) fue un intento equivocado de armonizar la fe en la unidad y trinidad de Dios. La Iglesia confesaba universalmente la existencia de un único Dios, al tiempo que afirmaba que ese único Dios subsiste en tres Personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Existía una difusa tendencia a subordinar el Hijo al Padre, y el Espíritu al Padre y al Hijo, aunque sin negar su divinidad. Las explicaciones eran confusas, porque en los siglos anteriores no se había determinado con precisión y autoridad el modo en que se compagina la trinidad con la unidad en Dios. Arrio, presbítero de Alejandría, llevó esta situación al extremo, enseñando públicamente que la segunda Persona de la Trinidad, el Verbo o Hijo, era inferior al Padre: no tendría una existencia eterna, sino que sería la primera criatura del Padre, mucho más perfecta que las demás, pero criatura al fin y al cabo. El mismo razonamiento lo aplicaría otro hereje, llamado Macedonio, al Espíritu Santo.

La doctrina de Arrio se difundió mucho en Oriente (donde se hallaban las comunidades cristianas más numerosas) por medio de homilías, cartas y canciones para uso del pueblo. El Verbo divino quedaba así reducido a la categoría de un héroe o un semidiós. Quizá contribuyó al éxito de esta doctrina el hecho de que, de este modo, el cristianismo — todavía minoritario —, colocándose en la línea de los mitos y creencias paganas, facilitaba de algún modo la entrada en la Iglesia de grandes multitudes. Pero este posible éxito llevaba consigo un gran peligro: desnaturalizar la fe cristiana en su más profunda y genuina raíz.

La voz de alarma la dio el obispo Alejandro de Alejandría, pero el arrianismo no se detuvo. Por fin, a impulsos de Constantino, los obispos se reunieron en Nicea (año 325), dando origen al primer Concilio ecuménico de la historia de la Iglesia, que sancionó la eternidad del Verbo y su igualdad de naturaleza respecto al Padre: el Verbo es "Dios de Dios, Luz de Luz, engendrado, no hecho, de la misma naturaleza del Padre," como rezamos en el Credo de la Misa. Sin embargo, no desapareció la herejía arriana, que perduró en formas más matizadas (semiarrianismo), pero siempre erróneas, con la decisiva ayuda de algunos obispos y de algunos emperadores. Gracias al ímprobo trabajo de los Padres de la Iglesia, movidos por el Espíritu Santo, fue madurando una mayor comprensión del misterio de Dios, que encontró su expresión en el Concilio I de Constantinopla (año 381), donde se reafirmó y se desarrolló la fe de Nicea. El arrianismo y sus derivados quedaron vencidos, aunque persistió en grupos reducidos y sobre todo en los pueblos germánicos. Un papel de primer plano en esta victoria la tuvieron, con su predicación y sus escritos, San Atanasio, San Basilio, San Gregorio Nacianceno y San Gregorio de Nisa, en Oriente; San Hilario y San Ambrosio, en Occidente.

La segunda gran controversia, ya en pleno siglo V, versó sobre el misterio de la Encarnación. Al interrogarse sobre la humanidad y la divinidad de Cristo, confesada siempre por la Iglesia, hubo algunos que minusvaloraron la divinidad, de modo que hacían de Jesucristo un hombre perfectísimo, habitado por la divinidad, lleno de todas las cualidades, pero sólo hombre. Ésta fue la actitud de Nestorio, Patriarca de Constantinopla, que al negar a la Virgen María el título de Madre de Dios, provocó la reacción de San Cirilo, Patriarca de Alejandría. El tercer Concilio ecuménico, reunido en Éfeso (año 431), definió la verdadera divinidad de Jesucristo y la maternidad divina de María. El nestorianismo sobrevivió fuera de las fronteras del Imperio Romano y se propagó por Oriente, hacia Persia, la India y China.

En el ardor de la polémica antinestoriana, algunos alejandrinos pusieron en duda la plena humanidad del Señor. Surgió así, casi inmediatamente, la herejía monofisita, que afirmaba que tras la unión del Verbo con la carne, la naturaleza humana de Cristo había sido "absorbida" por el Verbo o, al menos, disminuida. Este error, de talante espiritualista, se difundió mucho por Oriente, sobre todo en círculos monásticos, y puso en gravísimo peligro la genuina fe católica. De nuevo los Padres de la Iglesia tomaron la antorcha de la fe y, con la ayuda del Espíritu Santo, reunidos en el Concilio de Calcedonia (año 451), propusieron el dogma de la unión hipostática de las dos naturalezas de Cristo (divina y humana) en la única Persona del Verbo: "sin confusión, sin mutación, sin división, sin separación." Particular importancia reviste en estos momentos la figura del Papa San León Magno. Sin embargo, la historia del monofisismo no terminó en Calcedonia. Bajo formas más suaves siguió siendo objeto de debate y de cismas, y continuó vivo en Armenia, Mesopotamia, Egipto y Abisinia, dando origen a diversas Iglesias nacionales que permanecen en nuestros días.

Como se ve, casi todas las grandes controversias teológicas se originaron en el Oriente cristiano, y allí en efecto se resolvieron por obra de los cuatro primeros Concilios ecuménicos. No fue pequeña, sin embargo, la aportación de Occidente en la resolución de las dificultades, tanto por medio de los obispos como mediante la celebración de Sínodos provinciales y la doctrina de los grandes Padres de la Iglesia latina; además de los ya recordados anteriormente, es justo citar a San Jerónimo y a San Agustín.

La única gran discusión teológica desarrollada en Occidente fue promovida por Pelagio, un monje bretón que se ganó fama en Roma por su rigorismo moral. En el año 410, con ocasión del saqueo de la ciudad por los bárbaros, se refugió en el norte de África, donde — secundado por su discípulo Celestio — predicó abiertamente que la libertad decide el último destino del hombre. El pecado original no sería otra cosa que un "mal ejemplo" de nuestros primeros padres, no un verdadero "estado de pecado" que se transmite a todos con la generación; los niños no serían bautizados para la remisión de los pecados (que no existirían en ellos); cada hombre vendría al mundo en las mismas condiciones en que fue creado Adán; la muerte sería consecuencia de la naturaleza, no la pena del pecado... Con estas premisas, quedaba anulada la obra de la Redención realizada por Jesucristo.

En Africa, Pelagio fue condenado por un Concilio provincial y además encontró un hombre especialmente preparado para rebatirle: el obispo Agustín de Hipona, que con su humildad y su ciencia sentó las bases de la doctrina católica sobre la salvación, que armoniza la gracia divina con las obras humanas. A consecuencia de la actividad de San Agustín, que escribió libros muy importantes sobre esta cuestión, en el año 418 se reunió un Concilio plenario en Cartago, que desenmascaró las doctrinas pelagianas. El Papa Zósimo, que en un primer momento había sido engañado por las falsas disculpas de Pelagio y Celestio, escribió entonces una carta circular (Epistola tractoria), dirigida a las mayores sedes episcopales de Oriente y Occidente, exponiendo la recta doctrina católica.

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San Atanasio.

Atanasio representa, en muchos aspectos, como la consolidación de las principales líneas del pensamiento teológico, todavía fluctuante durante los siglos anteriores. Atanasio no fue tal vez un gran genio especulativo, que abriera nuevas perspectivas a la teología: fue más bien el hombre que en un momento crítico crucial — el de la marea arriana — supo captar certeramente cuáles eran las más radicales exigencias de la revelación cristiana y, sobre todo, supo luchar con un denuedo increíble para lograr que tales exigencias fuesen reconocidas y aceptadas en un encarecido ambiente en el que la confusión ideológica y las intrigas políticas parecían hacer imposible tal reconocimiento.

Toda la teología de Atanasio casi puede reducirse a un esfuerzo por defender la verdadera divinidad del Verbo, no menos que su verdadera función salvadora. Por lo menos ya desde Justino, el intento de explicar la revelación en términos del pensamiento helénico iba llevando a concepciones de tipo subordinacionista, en las que, aunque se quería mantener la naturaleza divina del Verbo, éste aparecía con un carácter mediador que tendía a hacer de él más bien un ser intermediario en alguna manera subordinado o inferior al Dios supremo. Arrio representa el desarrollo extremo de esta linea de pensamiento cuando afirma claramente la inferioridad del Verbo como criatura, aunque se ponga su creación "antes de los tiempos." Atanasio defenderá ardorosamente que la mediación reveladora y salvadora del Verbo no implica distinción sustancial con respecto al Padre, sino que el Verbo es de la misma esencia y sustancia del Padre y constituye con él una misma y única divinidad, aunque como Verbo engendrado se distinga de él verdaderamente. Esta doctrina es defendida por Atanasio por fidelidad a la revelación, sin que intente propiamente una explicación o justificación del cómo o el porqué del misterio trinitario. La teología del Espíritu Santo, aunque todavía poco desarrollada de una manera explícita, es concebida por Atanasio de manera paralela a la teología del Verbo.

La temática trinitaria lleva a Atanasio a ocuparse también de la soteriología: en este punto, sin olvidar el aspecto de satisfacción vicaria, Atanasio desarrolla sobre todo una sateriología de "asunción>>, por la que la eficacia salvífica de la encarnación del Verbo está primordialmente en el mismo hecho de que éste, al asumir la carne humana, la diviniza, liberándola así de la sujeción al pecado, a la muerte y a la corrupción.

La vida de Atanasio es una verdadera odisea de sufrimientos en defensa de la fe trinitaria. Nacido en Alejandría en 295, aparece como diácono del obispo alejandrino en el concilio de Nicea, en 325. Poco después pasa a ocupar la sede de Alejandría, por muerte de su obispo, de la que había de ser desterrado cinco veces, para volver otras tantas, según soplaban los vientos del poder de sus enemigos arrianizantes o del favor y desfavor de los emperadores en los que aquellos buscaban apoyo. Murió lleno de gloria y en plena posesión de su sede el año 373.

Josep Vives

Los Padres Apostólicos

Herder. Barcelona 1981

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Es la gran figura de la Iglesia en el siglo IV, junto con San Basilio el Grande, San Gregorio Nacianceno y San Gregorio de Nisa, en Oriente, San Hilario y San Ambrosio en Occidente. Por su incansable defensa del símbolo de fe promulgado en el Concilio de Nicea, se le denomina Padre de la ortodoxia y columna de la fe.

Nacido en Alejandría de Egipto, en el año 295, en esa ciudad recibió su formación filosófica y teológica. Fue ordenado diácono a los 24 años, y acompañó al obispo Alejandro, Patriarca de Alejandría, al Concilio de Nicea (año 325) en calidad de secretario. En ese Concilio, el primero de los ecuménicos, la Iglesia condenó la herejía de Arrio, que negaba la consustancialidad del Padre y del Hijo, afirmando por el contrario que el Verbo — aunque superior a las criaturas — es inferior al Padre. A pesar de esta condena, los secuaces de Arrio, amparados muchas veces por la autoridad imperial, siguieron difundiendo sus doctrinas, sobre todo en Oriente.

Es entonces cuando cobra enorme importancia San Atanasio, que — elegido para sustituir a Alejandro en la sede de Alejandría — es consagrado obispo en el año 328. Desde ese momento, se convierte en el gran adalid del Credo de Nicea, el brillante escritor que expone teológicamente y defiende contra las diversas herejías — apoyado en el estudio de la Escritura y en la Tradición — la fe verdadera en la Santísima Trinidad. Esta defensa le costó seis destierros, pero de todos ellos regresó invicto a Alejandría, donde el clero y el pueblo le acogían triunfalmente. Sus últimos años transcurrieron en paz. Falleció en el 373, ocho años antes de que el Concilio I de Constantinopla, segundo ecuménico, reafirmara solemnemente la fe de Nicea y diera término a la herejía arriana.

La producción literaria de San Atanasio es amplísima. La mayor parte está relacionada con la defensa de la divinidad del Verbo, proclamada en Nicea; es el caso de los escritos apologéticos y dogmáticos contra los paganos y contra los arrianos, así como el libro La Encarnación del Verbo. También elaboró escritos exegéticos y ascéticos (es famosa su Vida de San Antonio, el primer eremita), varias cartas dogmáticas enviadas a diversos Obispos, y las Cartas Festales, dirigidas a sus fieles con ocasión de la fiesta de la Pascua. Una de ellas, la correspondiente al año 367, es particularmente interesante porque contiene la primera lista completa de los 27 libros del Nuevo Testamento considerados como canónicos (es decir, inspirados por el Espíritu Santo).

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I. La Trinidad.

Existe, pues, una Trinidad santa y completa, de la que se afirma que es Dios, en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. En ella no se encuentra ningún elemento extraño o externo; no se compone de uno que crea y de otro que es creado, sino que toda ella es creadora, consistente e indivisible por naturaleza, siendo su actividad única. El Padre hace todas las cosas por el Verbo en el Espíritu Santo: de esta manera se salva la unidad de la santa Trinidad. Así en la Iglesia se predica un solo Dios "que está sobre todos, por todos y en todos" (cf. Ef 4:6): "sobre todos," en cuanto Padre, principio y fuente; "por todos," por el Verbo; "en todos," en el Espíritu Santo. Es una verdadera Trinidad no sólo de nombre y por pura ficción verbal, sino en verdad y realidad. Así como el Padre es el que es, así también su Verbo es el que es y Dios soberano. El Espíritu Santo no está privado de existencia real, sino que existe con verdadera realidad... 1

Unidad y distinción entre el Padre y el Hijo.

"Yo en el Padre, y el Padre en mí" (Jn 14:10). El Hijo está en el Padre, en cuanto podemos comprenderlo, porque todo el ser del Hijo es cosa propia de la naturaleza del Padre, como el resplandor lo es de la luz, y el arroyo de la fuente. Así el que ve al Hijo ve lo que es propio del Padre, y entiende que el ser del Hijo, proviniendo del Padre, está en el Padre. Asimismo el Padre está en el Hijo, porque el Hijo es lo que es propio del Padre, a la manera como el sol está en su resplandor, la mente está en la palabra, y la fuente en el arroyo. De esta suerte, el que contempla al Hijo contempla lo que es propio de la naturaleza del Padre, y piensa que el Padre está en el Hijo. Porque la forma y la divinidad del Padre es el ser del Hijo, y, por tanto, el Hijo está en el Padre, y el Padre en el Hijo. Por esto con razón habiendo dicho primero "Yo y el Padre somos uno" (Jn 10:30), añadió: "Yo en el Padre y el Padre en mí" (Jn 14:10): así manifestó la identidad de la divinidad y la unidad de su naturaleza.

Sin embargo, son uno pero no a la manera con que una cosa se divide luego en dos, que no son en realidad más que una; ni tampoco como una cosa que tiene dos nombres, como si la misma realidad en un momento fuera Padre y en otro momento Hijo. Esto es lo que pensaba Sabelio, y fue condenado como hereje. Se trata de dos realidades, de suerte que el Padre es Padre, y no es Hijo; y el Hijo es Hijo, y no es Padre. Pero su naturaleza es una, pues el engendrado no es desemejante con respecto al que engendra, ya que es su imagen, y todo lo que es del Padre es del Hijo. Por esto el Hijo no es otro dios, pues no es pensado fuera (del Padre): de lo contrario, si la divinidad se concibiera fuera del Padre, habría sin duda muchos dioses. El Hijo es "otro" en cuanto es engendrado, pero es del mismo" en cuanto es Dios. El Hijo y el Padre son una sola cosa en cuanto tienen una misma naturaleza propia y peculiar, por la identidad de la divinidad única. También el resplandor es luz, y no es algo posterior al so! ni una luz distinta, ni una participación de él, sino simplemente algo engendrado de él: ahora bien, una realidad así engendrada es necesariamente una única luz con el sol, y nadie dirá que se trata de dos luces, aunque el sol y su resplandor sean dos realidades: una es la luz del sol, que brilla por todas partes en su propio resplandor. Así también, la divinidad del Hijo es la del Padre, y por esto es indivisible de ella. Por esto Dios es uno, y no hay otro fuera de él. Y siendo los dos uno, y única su divinidad, se dice del Hijo lo mismo que se dice del Padre, excepto el ser Padre 2.

El Verbo no fue hecho como medio para crear.

El Verbo de Dios no fue hecho a causa de nosotros, sino más bien nosotros fuimos hechos a causa de él, y en él fueron creadas todas las cosas (Col 1:16). No fue hecho a causa de nuestra debilidad — siendo él fuerte — por el Padre, que existía hasta entonces solo, a fin de servirse de él como de instrumento para crearnos. En manera alguna podría ser así. Porque aunque Dios se hubiese complacido en no hacer creatura alguna, sin embargo el Verbo no por ello hubiera dejado de estar en Dios, y el Padre de estar en él. Con todo no era posible que las cosas creadas se hicieran sin el Verbo, y así es obvio que se hicieran por él. Pues ya que el Hijo es el Verbo propio de la naturaleza sustancial de Dios, y procede de él y está en él... era imposible que la creación se hiciera sin él. Es como la luz que ilumina con su resplandor todas las cosas, de suerte que nada puede iluminarse si no es por el resplandor. De la misma manera el Padre creó con su Verbo, como si fuera su mano, todas las cosas, y sin él nada hace. Como nos recuerda Moisés, dijo Dios: "Hágase la luz," "Congréguense las aguas" (Gén 1:3 y 9)..., y habló, no a la manera humana, como si hubiera allí un obrero para oír, el cual enterándose de la voluntad del que hablaba fuera a ejecutarla. Esto sería propio del orden creado, pero indigno de que se atribuya al Verbo. Porque el Verbo de Dios es activo y creador, siendo él mismo la voluntad del Padre. Por eso no dice la sagrada Escritura que hubiera quien oyera y contestara cómo y con qué propiedades quería que se hiciera lo que se tenía que hacer, sino que Dios dijo únicamente "Hágase," y al punto se añade "Y así fue hecho." Lo que quería con su voluntad, al punto fue hecho y terminado por el Verbo... Basta el querer, y la cosa está hecha. Así la palabra "dijo" es para nosotros el indicador de la divina voluntad, mientras que la palabra "y así fue hecho" indica la obra realizada por su Verbo y su sabiduría, en la cual se halla también incluida la voluntad del Padre... 3

Unidad de naturaleza en el Padre y el Hijo.

Ya que él es el Verbo de Dios y su propia sabiduría, y, siendo su resplandor, está siempre con el Padre, es imposible que si el Padre comunica gracia no se la comunique a su Hijo, puesto que el Hijo es en el Padre como el resplandor de la luz. Porque no por necesidad, sino como un Padre, en virtud de su propia sabiduría fundó Dios la tierra e hizo todas las cosas por medio del Verbo que de él procede, y establece por el Hijo el santo lavatorio del bautismo. Porque donde está el Padre está el Hijo, de la misma manera que donde está la luz allí está su resplandor. Y así como lo que obra el Padre lo realiza por el Hijo. y el mismo Señor dice: "Lo que veo obrar al Padre lo hago también yo," así también cuando se confiere el bautismo, a aquel a quien bautiza el Padre lo bautiza también el Hijo, y el que es bautizado por el Hijo es perfeccionado en el Espíritu Santo. Además, así como cuando alumbra el sol se puede decir también que es su resplandor el que ilumina, ya que la luz es única y no puede dividirse ni partirse, así también, donde está o se nombra al Padre allí está también indudablemente el Hijo; y puesto que en el bautismo se nombra al Padre, hay que nombrar igualmente con él al Hijo 4.

La eterna generación del Hijo.

Es exacto decir que el Hijo es vástago eterno del Padre. Porque la naturaleza del Padre no fue en momento alguno imperfecta, de suerte que pudiera sobrevenirle luego lo que es propio de ella. El Hijo no fue engendrado como se engendra un hombre de otro hombre, de forma que la existencia del padre es anterior a la del hijo. El hijo es vástago de Dios, y siendo Hijo del Dios que existe eternamente, él mismo es eterno. Es propio del hombre, a causa de la imperfección de su naturaleza, engendrar en el tiempo: pero Dios engendra eternamente, porque su naturaleza es perfecta desde siempre... Lo que es engendrado del Padre es su Verbo, su sabiduría y su resplandor, y hay que decir que los que afirman que había un tiempo en que no existía el Hijo son como ladrones que roban a Dios su propio Verbo, y se declaran contrarios a él diciendo que durante un tiempo no tuvo ni Verbo ni sabiduría, y que la luz hubo tiempo en que no tuvo resplandor, y la fuente hubo tiempo en que era estéril y seca. En realidad simulan evitar la palabra "tiempo" a causa de los que se lo reprochan, y dicen que el Verbo existía "antes de los tiempos." Sin embargo, determinan un cierto "periodo" en el cual imaginan que el Verbo no existía, con lo cual introducen igualmente la noción de tiempo: y así, al admitir un Dios sin Logos o Verbo, muestran su extraordinaria impiedad 5.

La eternidad del Padre implica la filiación eterna.

Dios existe desde la eternidad: y si el Padre existe desde la eternidad, también existe desde la eternidad lo que es su resplandor, es decir, su Verbo. Además, Dios, "el que es," tiene de sí mismo el que es su Verbo: el Verbo no es algo que antes no existía y luego vino a la existencia, ni hubo un tiempo en que el Padre estuviera sin Logos (alogos). La audacia dirigida contra el Hijo llega a tocar con su blasfemia al mismo Padre, ya que lo concibe sin Sabiduría, sin Logos, sin Hijo... Es como si uno, viendo el sol, preguntara acerca de su resplandor: ¿Lo que existe primero hace lo que no existe o lo que ya existe? El que pensara así seria tenido por insensato, pues sería locura pensar que lo que procede totalmente de la luz es algo extrínseco a ella, y pregunta cuándo, dónde y cómo fue dicho. Lo mismo ocurre con el que pregunta tales cosas acerca del Hijo y del Padre. Al hacer tales preguntas muestra una locura todavía mayor, pues supone que el Logos del Padre es algo externo a él, e imagina como en sombras que lo que es generación de la naturaleza divina es una cosa creada, afirmando que "no existía antes de ser engendrado." Oigan, pues, la respuesta a su pregunta: El Padre, que existe (eternamente), hizo al Hijo con la misma existencia... Mas, decidnos vosotros, los arrianos...: ¿El que es, tuvo necesidad del que no era para crear todas las cosas, o necesitó de él cuando ya era? Porque está en vuestros dichos que el Padre se hizo para sí al Hijo de la nada, como instrumento para crear con él todas las cosas. Ahora bien, ¿quien es superior, el que tiene necesidad de algo o el que viene a colmar esta necesidad? ¿O es que ambos satisfacen mutuamente sus respectivas necesidades? Si decís esto, mostráis la debilidad de aquel que hubo de buscarse un instrumento por no poder por si mismo hacer todas las cosas... Este es el colmo de la impiedad... 6.

Los errores de Arrio.

Las lindezas aborrecibles y llenas de impiedad que resuenan en la Talia, de Arrio, son de este jaez: Dios no fue Padre desde siempre, sino que hubo un tiempo en que Dios estaba solo y todavía no era Padre; más adelante llegó a ser Padre. El Hijo no existía desde siempre, pues todas las cosas han sido hechas de la nada, y todo ha sido creado y hecho: el mismo Verbo de Dios ha sido hecho de la nada y había un tiempo en que no existía. No existía antes de que fuera hecho, y él mismo tuvo comienzo en su creación. Porque, según Arrio, sólo existía Dios, y no existían todavía ni el Verbo ni la Sabiduría. Luego, cuando quiso crearnos a nosotros, hizo entonces a alguien a quien llamó Verbo, Sabiduría e Hijo, a fin de crearnos a nosotros por medio de él. Y dice que existen dos sabidurías: una la cualidad propia de Dios, y la otra el Hijo, que fue hecha por aquella sabiduría, y que sólo en cuanto que participa de ella se llama Sabiduría y Verbo. Según él, la Sabiduría existe por la sabiduría, por voluntad del Dios sabio. Asimismo dice que en Dios se da otro Logos fuera del Hijo, y que por participar de él el Hijo se llama él mismo Verbo e Hijo por gracia. Es opción particular de esta herejía, manifestada en otros de sus escritos, que existen muchas virtudes, de las cuales una es por naturaleza propia de Dios y eterna; pero Cristo no es la verdadera virtud de Dios, sino que él es también una de las llamadas virtudes — entre las que se cuentan la langosta y la oruga —, aunque no es una simple virtud, sino que se la llama grande. Pero hay otras muchas semejantes al Hijo, y David se refirió a ellas en el salmo llamándole "Señor de las virtudes" (Sal 23:10). El mismo Verbo es por naturaleza, como todas las cosas, mudable, y por su propia voluntad permanece bueno mientras quiere: pero cuando quiere, puede mudar su elección. lo mismo que nosotros, pues es de naturaleza mudable. Precisamente por eso, según Arrio, previendo Dios que iba a permanecer en el bien, le dio de antemano aquella gloria que luego había de conseguir siendo hombre por su virtud. De esta suerte Dios hizo al Verbo en un momento dado tal como correspondía a sus obras, que Dios había previsto de antemano. Asimismo se atrevió a decir que el Verbo no es Dios verdadero, pues aunque se le llame Dios, no lo es en sentido propio, sino por participación, como todos los demás... Todas las cosas son extrañas y desemejantes a Dios por naturaleza, y así también el Verbo es extraño y desemejante en todo con respecto a la esencia y a las propiedades del Padre, pues pertenece a las cosas engendradas, siendo una de ellas... 7.

En qué sentido es exaltado el Verbo, y nosotros con él.

El Apóstol escribe a los filipenses: "Sentid entre vosotros lo mismo que Jesucristo, el cual siendo Dios por su propia condición... y toda lengua proclame que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre>> (Flp 2:5-11). ¿Qué podia decirse más claro y más explícito? Cristo no pasó de ser menos a ser más, sino al contrario, siendo Dios, tomó la forma de esclavo, y al tomarla no mejoró su condición, sino que se abajo. ¿Dónde se encuentra aquí la supuesta recompensa de su virtud? ¿Qué progreso o qué elevación hay en este abajarse? Si siendo Dios se hizo hombre, y si al bajar de la altura se dice que es exaltado, ¿adónde será exaltado siendo ya Dios? Siendo Dios el Altísimo, es evidente que su Verbo es también necesariamente altísimo. ¿Qué mayor exaltación pudo recibir el que ya está en el Padre y es en todo semejante al Padre? No tiene necesidad de ningún incremento, ni es tal como lo imaginan los arrianos. Está escrito que el Verbo tuvo antes que abajarse para poder ser exaltado. ¿Qué necesidad tenía de abajarse para conseguir así lo que ya tenía antes? ¿Qué don tenía que recibir el que es dador de todo don?.. Esto no es enigma, sino misterio de Dios: "En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios" (Jn 1:1). Pero luego, este Verbo se hizo carne por nuestra causa. Y cuando allí se dice "fue exaltado," se indica no una exaltación de la naturaleza del Verbo, puesto que ésta era y es eternamente idéntica con Dios, sino una exaltación de la humanidad. Estas palabras se refieren al Verbo ya hecho carne, y con ello está claro que ambas expresiones "se humilló" y "fue exaltado" se refieren al Verbo humanado. En el aspecto bajo el que fue humillado, en el mismo podrá ser exaltado, Y si está escrito que "se humilló" con referencia a la encarnación, es evidente que "fue exaltado" también con referencia a la misma. Como hombre tenía necesidad de esta exaltación, a causa de la bajeza de la carne y de la muerte. Siendo imagen del Padre y su Verbo inmortal, tomó la forma de esclavo, y como hombre soportó en su propia carne la muerte, para ofrecerse así a sí mismo como ofrenda al Padre en favor nuestro. Y así también, como hombre, está escrito que fue exaltado por nosotros en Cristo, así también todos nosotros en Cristo somos exaltados, y resucitados de entre los muertos y elevados a los cielos "en los que penetró Jesús como precursor nuestro" (Heb 6:20) 8.

Nuestras relaciones con Dios, el Hijo y el Espíritu.

¿Cómo podemos nosotros estar en Dios, y Dios en nosotros? ¿Cómo nosotros formamos una cosa con él? ¿Cómo se distingue el Hijo en cuanto a su naturaleza de nosotros?.. Escribe, pues, Juan lo siguiente: "En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros, en que nos ha dado de su Espíritu" (1 Jn 4:13). Así pues, por el don del Espíritu que se nos ha dado estamos nosotros en él y él en nosotros. Puesto que el Espíritu es de Dios, cuando él viene a nosotros con razón pensamos que al poseer el Espíritu estamos en Dios. Así está Dios en nosotros: no a la manera como el Hijo está en el Padre estamos también nosotros en el Padre, porque el Hijo no participa del Espíritu ni está en el Padre, por medio del Espíritu; ni recibe tampoco el Espíritu: al contrario, más bien lo distribuye a todos. Ni tampoco el Espíritu junta al Verbo con el Padre, sino que al contrario, el Espíritu es receptivo con respecto al Verbo. El Hijo está en el Padre como su propio Verbo y como su propio resplandor: nosotros, en cambio, si no fuera por el Espíritu, somos extraños y estamos alejados de Dios, mientras que por la participación del Espíritu nos relegamos a la divinidad. Así pues, el que nosotros estemos en el Padre no es cosa nuestra, sino del Espíritu que está en nosotros y permanece en nosotros todo el tiempo en que por la confesión (de fe) lo guardamos en nosotros, como dice también Juan: Si uno confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios" (I Jn 4:15). ¿,En qué, pues, nos asemejamos o nos igualamos al Hijo?.. Una es la manera como el Hijo está en el Padre, y otra la manera como nosotros estamos en el Padre. Nosotros no seremos jamás como el Hijo, ni el Verbo será como nosotros, a no ser que se atrevan a decir... que el Hijo está en el Padre por participación del Espíritu y por merecimiento de sus obras, cosa cuyo solo pensamiento muestra impiedad extrema. Como hemos dicho, es el Verbo el que se comunica al Espíritu, y todo lo que el Espíritu tiene, lo tiene del Verbo... 9.

II. Cristo redentor.

El Verbo "se hizo hombre," no "vino a un hombre."

(El Verbo) se hizo hombre, no vino a un hombre. Esto es preciso saberlo, no sea que los herejes se agarren a esto y engañen a algunos, llegando a creer que así como en los tiempos antiguos el Verbo venia a los diversos santos, así también ahora ha puesto su morada en un hombre y lo ha santificado, apareciéndose como en el caso de aquellos. Si así fuera, es decir si sólo se manifestara en un puro hombre, no habría nada paradójico para que los que le veían se extrañaran y dijeran: "¿De dónde es éste?" (MC 4:41) y: "Porque, siendo hombre, te haces Dios" (Jn 10:33). Porque ya estaban acostumbrados a oír: El Verbo de Dios vino a tal o cual profeta. Pero ahora, el Verbo de Dios, por el que hizo todas las cosas, consintió en hacerse Hijo del hombre, y se humilló, tomando forma de esclavo. Por esto la cruz de Cristo es escándalo para los judíos, mientras que para nosotros Cristo es la fuerza de Dios y la sabiduría de Dios. Porque, como dijo Juan: "El Verbo se hizo carne..." (Jn 1:14), y la Escritura acostumbra a llamar "carne" al "hombre" ...Antiguamente el Verbo venía a los diversos santos, y santificaba a los que le recibían como convenía. Sin embargo, no se decía al nacer aquellos que el Verbo se hiciera hombre, ni que padeciera cuando ellos padecieron. Pero cuando al fin de los tiempos vino de manera singular, nacido de María, para la destrucción del pecado... entonces se dice que tomando carne se hizo hombre, y que en su carne padeció por nosotros (cf. I Pe 4:1). Así se manifestaba, de suerte que todos lo creyésemos, que el que era Dios desde toda la eternidad y santificaba a aquellos a quienes visitaba, ordenando según la voluntad del Padre todas las cosas, más adelante se hizo hombre por nosotros; y, como dice el Apóstol, hizo que la divinidad habitase en la carne de manera corporal (cf. Col 2:9); lo cual equivale a decir que, siendo Dios, tuvo un cuerpo propio que utilizaba como instrumento suyo, haciéndose así hombre por nosotros. Por esto se dice de él lo que es propio de la carne, puesto que existía en ella, como, por ejemplo, que padecía hambre, sed, dolor, cansancio, etc., que son afecciones de la carne. Por otra parte, las obras propias del Verbo, como el resucitar a los muertos, dar vista a los ciegos, curar a la hemorragias, las hacia él mismo por medio de su propio cuerpo. El Verbo soportaba las debilidades de la carne como propias, puesto que suya era la carne; la carne, en cambio, cooperaba a las obras de la divinidad, pues se hacían en la carne... De esta suerte, cuando padecía la carne, no estaba el Verbo fuera de ella, y por eso se dice que el Verbo padecía. Y cuando hacia las obras del Padre a la manera de Dios, no estaba la carne ausente, sino que el Señor hacia aquellas cosas asimismo en su propio cuerpo. Y por esto, hecho hombre, decia: "Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mi, creed a mis obras y reconoced que el Padre está en mi y yo en el Padre" (Jn 10:37-8). Cuando fue necesario curar de su fiebre a la suegra de Pedro, extendió la mano como hombre, pero curó la dolencia como Dios. De manera semejante, cuando curó al ciego de nacimiento, echó la saliva humana de su carne, pero en cuanto Dios le abrió los ojos con el lodo... Así hacía Él las cosas, mostrando con ello que tenía un cuerpo, no aparente, sino real. Convenia que el Señor, al revestirse de carne humana, se revistiese con ella tan totalmente que tomase todas las afecciones que le eran propias, de suerte que así como decimos que tenia su propio cuerpo, así también se pudiera decir que eran suyas propias las afecciones de su cuerpo, aunque no las alcanzase su divinidad. Si el cuerpo hubiese sido de otro, sus afecciones serien también de aquel otro. Pero si la carne era del Verbo, pues "el Verbo se hizo carne" (Jn 1:14), necesariamente hay que atribuirle también las afecciones de la carne, pues suya es la carne. Y al mismo a quien se le atribuyen los padecimientos — como el ser condenado, azotado, tener sed, ser crucificado y morir —, a él se atribuye también la restauración y la gracia. Por esto se afirma de una manera lógica y coherente que tales sufrimientos son del Señor y no de otro, para que también la gracia sea de él, y no nos convirtamos en adoradores de otro, sino del verdadero Dios. No invocamos a creatura alguna, ni a hombre común alguno, sino al hijo verdadero y natural de Dios hecho hambre, el cual no por ello es menos Señor, Dios y Salvador 10.

La unión de la humanidad y la divinidad en Cristo.

Nosotros no adoramos a una criatura. Lejos de nosotros tal pensamiento, que es un error más bien propio de paganos y de arrianos. Lo que nosotros adoramos es el Señor de la creación hecho hombre, el Verbo de Dios. Porque aunque en si misma la carne sea una parte de la creación, se ha convertido en el cuerpo de Dios. Nosotros no separamos el cuerpo como tal del Verbo, adorándolo por separado, ni tampoco al adorar al Verbo lo separamos de la carne, sino que sabiendo que "el Verbo se hizo carne," le reconocemos como Dios aun cuando está en la carne 11.

El Verbo, al tomar nuestra carne, se constituye en pontifico de nuestra fe.

"Hermanos santos, partícipes de una vocación celestial, considerad el apóstol y pontífice de vuestra religión, Jesús, que fue fiel al que le había hecho" (Heb 3:1-2). ¿Cuándo fue enviado como apóstol, sino es cuando se vistió de nuestra carne? ¿Cuándo fue constituido pontificó de nuestra religión, si no es cuando habiéndose ofrecido por nosotros resucitó de entre los muertos en su cuerpo, y ahora a los que se le acercan con la fe los lleva y los presenta al Padre, redimiéndolos a todos y haciendo propiciación por todos delante de Dios? No se refería el Apóstol a la naturaleza del Verbo ni a su nacimiento del Padre por naturaleza cuando decía "que fue fiel al que le había hecho." De ninguna manera. El Verbo es el que hace, no el que es hecho. Se refería a su venida entre los hombres y al pontificado que fue entonces creado. Esto se puede ver claramente a partir de la historia de Aarón en la ley. Aarón no había nacido pontífice, sino simple hombre. Con el tiempo, cuando quiso Dios, se hizo pontífice... poniéndose sobre sus vestidos comunes el efod, el pectoral y la túnica, que las mujeres habían elaborado por mandato de Dios. Con estos ornamentos entraba en el lugar sagrado y ofrecía el sacrificio en favor del pueblo... De la misma manera, el Señor "en el principio era el Verbo, y el Verbo estaba en Dios y el Verbo era Dios" (Jn 1:1). Pero cuando quiso el Padre que se ofreciera rescate por todos y que se hiciera gracia a todos, entonces, de la misma manera que Aarón tomó la túnica, tomó el Verbo la carne de la tierra, y tuvo a María como madre a la manera de tierra virgen, a fin de que como pontífice se ofreciera a sí mismo al Padre, purificándonos a todos con su sangre de nuestros pecados y resucitándonos de entre los muertos. Lo antiguo era una sombra de esto. De lo que hizo el Salvador en su venida, Aarón había ya trazado una sombra en la ley. Y así como Aarón permaneció el mismo y no cambió cuando se puso los vestidos sacerdotales... así también el Señor... no cambió al tomar carne, sino que siguió siendo el mismo, aunque oculto bajo la carne. Cuando se dice, pues. que "fue hecho," no hay que entenderlo del Verbo en cuanto tal... El Verbo es creador, pero luego es hecho pontífice al revestirse de un cuerpo hecho y creado, que pudiera ofrecer por nosotros: en este sentido se dice que "fue hecho"... 12

El designio de Dios creador sobre el hombre.

...Dice el utilísimo libro del Pastor (de Hermas): "Ante todo has de creer que uno es Dios, el que creó y dispuso todas las cosas, y las hizo del no ser para que fueran" (Mand. 1). Dios es bueno: mejor dicho, es la misma fuente de la bondad. Ahora bien, siendo bueno, no puede escatimar nada a nadie. Por esto no escatimó la existencia de nada, sino que a todas las cosas las hizo de la nada por medio de su propia Palabra, nuestro Señor Jesucristo. Y entre todas ellas tuvo en primer lugar particular benevolencia para con el linaje humano, y viendo que según su propia condición natural los hombres no podían permanecer indefinidamente, les dio además un don particular: no los creó simplemente como a los demás animales irracionales de la tierra, sino que los hizo según su propia imagen, haciéndoles participar de la fuerza de su propia Palabra (Logos); y así, una vez hechos participes de la Palabra (logikoi), podían tener una existencia duradera y feliz, viviendo la vida verdadera y real de los santos en el paraíso.

Pero Dios sabia también que el hombre tenía una voluntad de elección en un sentido o en otro, y tuvo providencia de que se asegurara el don que les había dado poniéndoles bajo determinadas condiciones en determinado lugar. Efectivamente, los introdujo en su propio paraíso, y les puso la condición de que si guardaban el don que tenían y permanecían buenos tendrían aquella vida propia del paraíso, sin penas, dolores ni cuidados, y además la promesa de la inmortalidad en el cielo. Por el contrario, si transgredía la condición y se pervertían haciéndose malvados, conocerían que por naturaleza estaban sujetos a la corrupción de la muerte, y ya no podrían vivir en el paraíso, sino que expulsados de él acabarían muriendo y permanecerían en la muerte y en la corrupción... 13.

El pecado original, transmitido por la generación sexual.

"He aquí que he sido concebido en la iniquidad, y mi madre me concibió entre pecados" (Sal 50:7). El primer plan de Dios no era que nosotros viniéramos a la existencia a través del matrimonio y de la corrupción. Fue la transgresión del precepto lo que introdujo el matrimonio, a causa de la iniquidad de Adán, es decir, de su repudio de la ley que Dios le había dado. Así pues, los que nacen de Adán son concebidos en la iniquidad e incurren en la condena del primer padre. La expresión: "Mi madre me concibió entre pecados" significa que Eva, madre de todos nosotros, fue la primera que concibió al pecado estando como llena de placer. Por eso nosotros, cayendo en la misma condena de nuestra madre, decimos que somos concebidos entre pecados. Así se muestra cómo la naturaleza humana desde un principio, a causa de la transgresión de Eva, cayó bajo el pecado, y el nacimiento tiene lugar bajo una maldición. La explicación se remonta hasta los comienzos, a fin de que quede patente la grandeza del don de Dios... 14.

El Verbo, haciéndose hombre, diviniza a la humanidad.

"Le dio un nombre que está sobre todo nombre" (Flp 2:9). Esto no está escrito con referencia al Verbo en cuanto tal, pues aun antes de que se hiciera hombre, el Verbo era adorado de los ángeles y de toda la creación a causa de lo que tenía corno herencia del Padre. En cambio sí está escrito por nosotros y en favor nuestro: Cristo, de la misma manera que en cuanto hombre murió por nosotros, así también fue exaltado. De esta suerte está escrito que recibe en cuanto hombre lo que tiene desde la eternidad en cuanto Dios, a fin de que nos alcance a nosotros este don que le es otorgado. Porque el Verbo no sufrió disminución alguna al tomar carne, de suerte que tuviera que buscar cómo adquirir algún don sino que al contrario, divinizó la naturaleza en la cual se sumergía, haciendo con ello un mayor regalo al género humano. Y de la misma manera que en cuanto Verbo y en cuanto que existía en la forma de Dios era adorado desde siempre, así también, al hacerse hombre permaneciendo el mismo y llamándose Jesús, no tiene en menor medida a toda la creación debajo de sus pies. A este nombre se doblan para él todas las rodillas y confiesan que el hecho de que el Verbo se haya hecho carne y esté sometido a la muerte de la carne no implica nada indigno de su divinidad, sino que todo es para gloria del Padre. Porque gloria del Padre es que pueda ser recobrado el hombre que él había hecho y había perdido, y que el que estaba muerto resucite y se convierta en templo de Dios. Las mismas potestades de los cielos, los ángeles y los arcángeles, que le rendían adoración desde siempre, le adoran ahora en el nombre de Jesús, el Señor: y esto es para nosotros una gracia y una exaltación, porque el Hijo de Dios es ahora adorado en cuanto que se ha hecho hombre, y las potestades de los cielos no se extrañan de que todos nosotros penetremos en lo que es su región propia, viendo que tenemos un cuerpo semejante al de aquél. Esto no hubiera sucedido si aquel que existía en forma de Dios no hubiera tomado la forma de esclavo y se hubiera humillado hasta permitir que la muerte se apoderara de su cuerpo. He aquí como lo que humanamente era tenido como una locura de Dios en la cruz, se convirtió en realidad en una cosa más gloriosa para todos: porque en esto está nuestra resurrección... 15.

La redención del hombre.

Nuestra culpa fue la causa de que bajara el Verbo y nuestra transgresión daba voces llamando a su bondad, hasta que logró hacerlo venir a nosotros y que el Señor se manifestara entre los hombres.

Nosotros fuimos la ocasión de su encarnación y por nuestra salvación amó a los hombres hasta tal punto que nació y se manifestó en un cuerpo humano.

Así pues, de esta forma hizo Dios al hombre y quiso que perseverara en la inmortalidad. Pero los hombres, despreciando y apartándose de la contemplación de Dios, discurrieron y planearon para sí mismo el mal... y recibieron la condenación de muerte con que habían sido amenazados de antemano. En adelante ya no tenían una existencia duradera tal como habían sido hechos, sino que, de acuerdo con lo que habían planeado, quedaron sujetos a corrupción, y la muerte reinaba y tenía poder sobre ellos. Porque la transgresión del precepto los volvió a colocar en su situación natural, de suerte que así como fueron hechos del no ser, de la misma manera quedaran sujetos a la corrupción y al no ser con el decurso del tiempo.

Porque, si su naturaleza originaria era el no ser y fueron llamados al ser por la presencia y la benignidad del Verbo, se sigue que así que los hombres perdieron el conocimiento de Dios y se volvieron hacia el no ser — porque el mal es el no ser, y el bien es el ser que procede del ser de Dios —, perdieron la capacidad de ser para siempre, es decir, que se disuelven en la muerte y la corrupción permaneciendo en ellas. Porque, por naturaleza, el hombre es mortal, ya que ha sido hecho del no ser. Mas a causa de su semejanza con "el que es," que el hombre podía conservar mediante la contemplación de él, quedaba desvirtuada su tendencia natural a la corrupción y permanecía incorruptible, como dice la Sabiduría: "La observancia de la ley es vigor de incorrupción" (Sab 6:18). Y puesto que era incorruptible, podía vivir en adelante a la manera de Dios, como lo insinúa en cierto lugar la Escritura: "Yo dije: sois dioses, y todos sois hijos del Altísimo. Pero vosotros, todos morís como hombres, y caéis como un jefe cualquiera" (Sal 81:6-7).

Porque Dios no sólo nos hizo de la nada, sino que con el don de su Palabra nos dio el poder vivir como Dios. Pero los hombres se apartaron de las cosas eternas, y por insinuación del diablo se volvieron hacia las cosas corruptibles: y así, por su culpa le vino la corrupción de la muerte, pues, como dijimos, por naturaleza eran corruptibles, y sólo por la participación del Verbo podían escapar a su condición natural, si permanecían en el bien. Porque, en efecto, la corrupción no podía acercarse a los hombres a causa de que tenían con ellos al Verbo, como dice la Sabiduría: "Dios creó al hombre para la incorrupción y para ser imagen de su propia eternidad: pero por la envidia del diablo entró la muerte en el mundo" (Sab 2:23-24). Entonces fue cuando los hombres empezaron a morir, y desde entonces la corrupción los dominó y tuvo un poder contra todo el linaje humano superior al que le correspondía por naturaleza, puesto que por la transgresión del precepto tenía en favor suyo la amenaza de Dios al hombre. Más aún, en sus pecados los hombres no se mantuvieron dentro de límites determinados, sino que avanzando poco a poco llegaron a rebasar toda medida. Primero descubrieron el mal y se atrajeron sobre sí la muerte y la corrupción. Luego se entregaron a la injusticia y sobrepasaron toda iniquidad, y no pararon en una especie de mal, sino que discurrieron nuevas maneras de perpetrar toda suerte de nuevos males, de suerte que se hicieron insaciables en sus pecados. Por todas partes había adulterios, y robos, y toda la tierra estaba llena de homicidios y de rapacidades. No había ley capaz de cohibir la corrupción y la iniquidad. Todos cometían toda suerte de maldades en privado y en común: las ciudades hacían la guerra a las ciudades, y los pueblos se levantaban contra los pueblos; todo el mundo estaba dividido en luchas y disensiones y todos se emulaban en el mal...

Todo esto no hacia sino aumentar el poder de la muerte, y la corrupción seguía amenazando al hombre, y el género humano iba pereciendo. El hombre hecho según el Verbo y a imagen (de Dios) estaba para desaparecer, y la obra de Dios iba a quedar destruida. La muerte... tenia poder contra nosotros en virtud de una ley, y no era posible escapar a esta ley, habiendo sido puesta por Dios a causa de la transgresión. La situación era absurda y verdaderamente inaceptable. Era absurdo que Dios, una vez que había hablado, nos hubiera engañado, y que habiendo establecido la ley de que si el hombre traspasaba su precepto moriría, en realidad no muriese después de la transgresión, desvirtuándose así su palabra... Por otra parte era inaceptable que lo que una vez había sido hecho según el Verbo y lo que participaba del Verbo quedara destruido y volviera a la nada a través de la corrupción. Porque era indigno de la bondad de Dios que lo que era obra suya pereciera a causa del engaño del diablo en que el hombre había caído. Sobre todo, era particularmente inaceptable que la obra de Dios en el hombre desapareciera, ya por negligencia de ellos ya por el engaño del diablo... ¿Qué necesidad había de crear ya desde el principio tales seres? Mejor era no crearlos, que abandonarlos y dejarlos perecer una vez creados... Si no los hubiese creado, nadie habría pensado en atribuirlo a impotencia. Pero una vez que los hizo y los creó para que existieran, era de lo más absurdo que tales obras perecieran a la vista misma del que las había hecho... 16.

Por el Verbo se restaura en el hombre la imagen de Dios.

Si ha llegado a desaparecer la figura de un retrato sobre tabla a causa de la suciedad que se le ha acumulado, será necesario que se presente de nuevo la persona de quien es el retrato, a fin de que se pueda restaurar su misma imagen en la misma madera. La madera no se arroja, pues tenía pintada en ella aquella imagen: lo que se hace es restaurarla. De manera semejante, el Hijo santísimo del Padre, que es imagen del Padre, vino a nuestra tierra a fin de restaurar al hombre que había sido hecho a su imagen. Por esto dijo a los judíos: "Si uno no renaciere..." (Jn 3:5): no se refería al nacimiento de mujer, como imaginaban aquellos, sino al alma que había de renacer y ser restaurada en su imagen. Una vez que la locura idolátrica y la impiedad habían ocupado toda la tierra, y una vez que había desaparecido el conocimiento de Dios, ¿quién podía enseñar al mundo el conocimiento del Padre?.. Para ello se necesitaba el mismo Verbo de Dios, que ve la mente y el corazón del hombre, que mueve todas las cosas de la creación y que por medio de ellas da a conocer al Padre. ¿Y cómo podía hacerse esto? Dirá tal vez alguno que ello podía hacerse por medio de las mismas cosas creadas, mostrando de nuevo a partir de las obras de la creación la realidad del Padre. Pero esto no era seguro, pues los hombres ya lo habían descuidado una vez, y ya no tenían los ojos levantados hacia arriba, sino dirigidos hacia abajo. Consiguientemente, cuando quiso ayudar a los hombres, se presentó como hombre y tomó para sí un cuerpo semejante al de ellos. Así les enseña a partir de las cosas de abajo, es decir, de las obras del cuerpo, de suerte que los que no querían conocerle a partir de su providencia del universo y de su soberanía, por las obras de su cuerpo conocerán al Verbo de Dios encarnado, y por medio de él al Padre. Así, como un buen maestro que se cuida de sus discípulos, a los que no podían aprovecharse de las cosas mayores, les enseña con cosas más sencillas poniéndose a su nivel... 17.

Cristo ofrece su cuerpo en sacrificio vicario por todos.

Vio el Verbo que no podía ser destruida la corrupción del hombre sino pasando absolutamente por la muerte; por otra parte, era imposible que el Verbo muriera, siendo inmortal e Hijo del Padre. Por esto tomó un cuerpo que fuera capaz de morir, a fin de que éste, hecho partícipe del Verbo que está sobre todas las cosas, fuera capaz de morir en lugar de todos y al mismo tiempo permaneciera inmortal a causa del Verbo que en él moraba. Así se imponía fin para adelante a la corrupción por la gracia de la resurrección. Así, él mismo tomó para si un cuerpo y lo ofreció a la muerte como hostia y víctima libre de toda mancha, y al punto, con esta ofrenda ofrecida por los otros, hizo desaparecer la muerte de todos aquellos que eran semejantes a él. Porque el Verbo de Dios estaba sobre todos, y era natural que al ofrecer su propio templo y el instrumento de su cuerpo por la vida de todos, pagó plenamente la deuda de la muerte. Y así, el Hijo incorruptible de Dios, al compartir la suerte común mediante un cuerpo semejante al de todos, les impuso a todos la inmortalidad con la promesa de la resurrección. La corrupción de la muerte ya no tiene lugar en los hombres, pues el Verbo habita en ellos a través del cuerpo de uno. Es como si el emperador fuera a una gran ciudad y se hospedara en una de sus casas: absolutamente toda la ciudad se sentiría grandemente honrada, y no habría enemigo o ladrón que la asaltara para vejarla, sino que se tendría toda ella como digna de particular protección por el hecho de que el emperador habitaba en una de sus casas. Algo así sucede con respecto al que es emperador de todo el universo. Al venir a nuestra tierra y morar en un cuerpo semejante al nuestro, hizo que en adelante cesaran todos los ataques de los enemigos contra los hombres, y que desapareciera la corrupción de la muerte que antes tenía gran fuerza contra ellos... 18.

Estando todos nosotros bajo el castigo de la corrupción y de la muerte, él tomó un cuerpo de igual naturaleza que los nuestros, y lo entregó a la muerte en lugar de todos, ofreciéndolo en sacrificio al Padre. Esto lo hizo por pura benignidad, en primer lugar a fin de que muriendo todos en él quedara abrogada la ley que condenaba a los hombres a la corrupción, ya que su fuerza quedaba totalmente agotada en el cuerpo del Señor y no le quedaba ya asidero en los hombres; y en segundo lugar para que, al haberse los hombres entregado a la corrupción, pudiera él restablecerlos en la incorrupción y resucitarlos de la muerte por la apropiación de su cuerpo y por la gracia de la resurrección, desterrando de ellos la muerte, como del fuego la paja 19.

La encarnación, principio de divinización del hambre.

Si las obras del Verbo divino no se hubieran hecho por medio del cuerpo, el hombre no hubiera sido divinizado; y, por el contrario, si las obras propias del cuerpo no se atribuyesen al Verbo, no se hubiera librado perfectamente de ellas el hombre. Pero una vez que el Verbo se hizo hombre y se apropió todo lo de la carne, las cosas de la carne ya no se adhieren al cuerpo pues éste ha recibido al Verbo y éste ha consumido lo carnal. En adelante, ya no permanecen en los hombres sus propias afecciones de muertos y de pecadores, sino que resucitan por la fuerza del Verbo y permanecen inmortales e incorruptibles. Por esto aunque lo que nació de María, la Madre de Dios, es la carne, se dice que es él quien nació de ella, pues él es quien da a los demás el nacimiento para que sigan en la existencia. Así nuestro nacimiento queda transformado en el suyo, y ya no somos solamente tierra que ha de volver a la tierra, sino que habiéndonos adherido al Verbo que viene del cielo podremos ser elevados a los cielos con él. Así pues, no sin razón se impuso sobre si las afecciones todas propias del cuerpo, pues así nosotros podíamos participar de la vida divina, no siendo ya hombres, sino cosa propia del mismo Verbo. Porque ya no morimos por la ley de nuestro primer nacimiento en Adán, sino que en adelante transferimos al Verbo nuestro nacimiento y toda nuestra debilidad corporal, y somos levantados de la tierra, quedando destruida la maldición del pecado que había en nosotros, pues él se ha hecho maldición por nosotros. Esto está muy en su punto: porque así como en nuestra condición terrena morimos todos en Adán, así cuando nacemos de nuevo a partir del agua y del Espíritu, todos somos vivificados en Cristo, y ya no tenemos una carne terrena, sino una carne que se ha hecho Verbo, por el hecho de que el Verbo de Dios se hizo carne por nosotros 20.

El Verbo encarnado, vivificador de todo el universo.

El Verbo no estaba encerrado en su propio cuerpo. No estaba presente en su cuerpo y ausente de todo lo demás. No movía su cuerpo de suerte que hubiera dejado privado de su energía y de su providencia al resto del universo. Lo más admirable es que, siendo Verbo, no podía ser contenido por nada, sino que más bien él contiene todas las cosas. Y estando presente en toda la creación, él está por su naturaleza fuera de todas las cosas, ordenándolas todas y extendiendo a todas y sobre todas su providencia, y vivificando a la vez todas y cada una de las cosas, conteniéndolas a todas sin ser contenido de ellas. Sólo en su propio Padre está él enteramente y bajo todos respectos. De esta suerte, aunque estaba en un cuerpo humano y le daba vida, igualmente daba vida al universo. Estaba en todas las cosas, y sin embargo estaba fuera de todas las cosas. Y aunque era conocido por las obras que hacia en su cuerpo, no era desconocido por la energía que comunicaba al universo... esto era lo admirable que en él había: que como hombre vivía una vida ordinaria; como Verbo daba la vida al universo; como Hijo estaba en la compañía del Padre... 21.

III. Los sacramentos.

El bautismo.

Los arrianos corren el peligro de perder la plenitud del sacramento del bautismo. En efecto, la iniciación se confiere en nombre del Padre y del Hijo; pero ellos no expresan al verdadero Padre, ya que niegan al que procede de él y es semejante a él en sustancia; y niegan también al verdadero Hijo, pues mencionan a otro creado de la nada, que ellos se han inventado. El rito que ellos administran ha de ser totalmente vacio y estéril, y aunque mantenga la apariencia es en realidad inútil desde el punto de vista religioso. Porque ellos no bautizan realmente en el Padre y en el Hijo, sino en el Creador y en la criatura, en el Hacedor y en su obra. Pero, siendo la criatura otra cosa distinta del Hijo, el bautismo que ellos pretenden administrar es distinto del bautismo verdadero, por más que profesen nombrar al Padre y al Hijo de acuerdo con la Escritura. No basta para conferir el bautismo decir: "¡Oh Señor!" sino que hay que tener al mismo tiempo la recta fe. Y ésta fue la razón por la que nuestro Salvador no mandó simplemente bautizar, sino que dijo primero: "Enseñad." y sólo luego: "Bautizad en el nombre del Padre y del Hijo y del Espiritu Santo." Porque de la instrucción nace la recta fe, y una vez se da la fe puede realizarse la iniciación del bautismo... 22.

La celebración pascual de la eucaristía.

Hermanos, después que el enemigo que tenía tiranizado al universo ha sido destruido, ya no celebramos una fiesta temporal, sino eterna y celestial; ya no anunciamos aquel hecho con figuras, sino que en realidad lo vivimos. Antes celebraban los judíos esta fiesta comiendo la carne de un cordero sin mancha y untando con su sangre sus jambas para ahuyentar al exterminador. Pero ahora comemos la Palabra del Padre y señalamos los labios de nuestro corazón con la sangre del Nuevo Testamento, reconociendo la gracia que nos ha hecho el Salvador diciendo: "Os he dado poder de andar sobre las serpientes y las víboras y sobre todo poder de enemigo" (Lc 10:19)... Por lo demás, amadisimos mios, es sabido que los que celebramos esta fiesta no hemos de llevar vestidos sucios sobre nuestras conciencias, sino que nos hemos de adornar con vestidos abolutamente limpios para este día de nuestro Señor Jesús, a fin de poder realmente estar en la fiesta con él. Nos vestimos así cuando amamos la virtud y aborrecemos el vicio; cuando guardamos la castidad y evitamos la lujuria; cuando preferimos la justicia a la iniquidad; cuando nos contentamos con las cosas necesarias y nos entregamos más bien a fortalecer nuestra alma; cuando no nos olvidamos de los pobres, sino que estamos determinados a que nuestras puertas estén abiertas para cualquiera; cuando nos esforzamos por humillar nuestro ánimo y detestar la soberbia...23.

La eucaristía, alimento espiritual.

En el Evangelio de Juan he observado lo que sigue. Cuando habla de que su cuerpo será comido, y ve que a causa de esto muchos se escandalizan, dice el Señor: "¿Esto os escandaliza? ¿Qué sería si vieseis al Hijo del hombre bajando de allí donde estaba al principio? El Espíritu es lo que vivifica: la carne no aprovecha para nada. Las palabras que yo os he hablado son espíritu y vida>> (Jn 6:62-64). En esta ocasión dice acerca de sí mismo ambas cosas: que es espíritu y que es carne; y distingue al espíritu de lo que es según la carne, para que creyendo no sólo lo visible, sino lo invisible que había en él, aprendan que lo que él dice no es carnal, sino espiritual. ¿Para alimentar a cuántos hombres seria su cuerpo suficiente? Pero tenía que ser alimento para todo este mundo. Por esto les menciona la ascensión al cielo del Hijo del hombre, a fin de sacarlos de su mentalidad corporal y hacerles aprender en adelante que la carne que él llama comida viene de arriba, del cielo, y que el alimento que les va a dar es espiritual. Les dice: "Lo que os he hablado es espiritu y vida" (Jn 6:64), que es lo mismo que decir: lo que aparece y lo que es entregado para salvación del mundo es la carne que yo tengo, pero esta misma carne con su sangre, yo os la daré a vosotros como alimento de una manera espiritual. O sea que es de una manera espiritual como esta carne se da a cada uno, y se hace así para cada uno prenda de la resurrección de la vida eterna... 24.

El misterio de la eucaristía.

Verás a los ministros que llevan pan y una copa de vino, y lo ponen sobre la mesa; y mientras no se han hecho las invocaciones y súplicas, no hay más que puro pan y bebida. Pero cuando se han acabado aquellas extraordinarias y maravillosas oraciones, entonces el pan se convierte en el cuerpo y el cáliz en la sangre de nuestro Señor Jesucristo... Consideremos el momento culminante de estos misterios: este pan y este cáliz, mientras no se han hecho las oraciones y súplicas, son puro pan y bebida; pero así que se han proferido aquellas extraordinarias plegarias y aquellas santas súplicas, el mismo Verbo baja hasta el pan y el cáliz, que se convierten en su cuerpo 25.

La práctica de la penitencia.

De la misma manera que un hombre al ser bautizado por un sacerdote es iluminado con la gracia del Espíritu Santo, así también el que hace confesión arrepentido recibe mediante el sacerdote el perdón por gracia de Cristo 26.

Los que han blasfemado contra el Espiritu Santo o contra la divinidad de Cristo diciendo: "Por Beelzebub, príncipe de los demonios, expulsa los demonios" (Lc 11:15) no alcanzan perdón ni en este mundo ni en el futuro. Pero hay que hacer notar que no dijo Cristo que el que hubiera blasfemado y se hubiese arrepentido no habría de alcanzar perdón, sino el que estuviera en blasfemia, es decir, permaneciera en la blasfemia. Porque la condigna penitencia borra todos los pecados... La blasfemia contra el Espiritu es la falta de fe (apistía), y no hay otra manera para perdonarla si no es la vuelta a la fe: el pecado de ateísmo y de falta de fe no alcanzará perdón ni en este mundo ni en el futuro 27.

 

1. ATANASIO, Ad Serapionem, I, 28.

2. ATANASIO, Orationes contra Ar. III, 3-4.

3. Ibid. II, 31.

4. Ibid. II, 41-45.

5. Ibid, I, 14.

6. Ibid. I, 25-26.

7. Ibid. I, 5-6.

8. Ibid. I, 41.

9. Ibid. III, 24.

10. Ibid. III, 30-32

11. ATANASIO, Epistula ad Adelphium, 3.

12. Contra Ar. Il, 7-8.

13. ATANASIO, De lncarnatione, 3.

14. ATANASIO, In Ps. 50.

15. Contra `Ar. I, 42.

16. De Incarn. 4-6.

17. Ibid. 14-15.

18. Ibid. 9

19. Ibid. 8.

20. Contra Ar. III, 33.

21. De Incarn. 17.

22. Contra Ar. II, 42-43.

23. ATANASIO, Epistula festalis, IV, 3.

24. Ad Serap. IV, 19.

25. Fragm. de un sermón a los bautizados.

26. Fragm. contra Novat,

27. Fragm. in Mt.

 

Abad.

Por San Atanasio de Alejandría

Atanasio, Obispo, a los Hermanos en el Extranjero.

Excelente es la rivalidad en la que ustedes han entrado con los monjes de Egipto, decididos como están a igualarlos o incluso a sobrepasarlo en su práctica de la vida ascética. De hecho ya hay celdas monacales en su tierra y el nombre de monje se ha establecido por sí mismo. Este propósito de ustedes es, en verdad, digno de alabanza, ¡y logren sus oraciones que Dios lo cumpla!

Ustedes me pidieron un relato sobre la vida de san Antonio: quisieran saber como llegó a la vida ascética, que fue antes de ello, como fue su muerte, y si lo que se dice de él es verdad. Piensan modelar su vida según el celo de su vida. Me alegro mucho de aceptar su petición, pues también saco yo provecho y ayuda del solo del solo recuerdo de Antonio, y presiento que también ustedes, después de haber oído su historia, no sólo van a admirar al hombre, sino que querrán emular su resolución en cuanto les sea posible. Realmente, para los monjes la vida de Antonio es modelo ideal de vida ascética.

Así, no desconfíen de los relatos que han recibido de otros de él, sino que estén seguros de que, al contrario, han oído muy poco todavía. En verdad, poco les han contado, cuando hay tanto que decir. Incluso yo mismo, con todo lo que les cuente por carta, les voy a transmitir sólo algunos de los recuerdos que tengo de él. Ustedes, por su parte, no dejen de preguntar a todos los viajeros que lleguen desde acá. Así, tal vez, con lo que cada uno cuente de lo que sepa, se tendrá un relato que aproximadamente le haga justicia.

Bien, cuando recibí su carta quise mandar a buscar a algunos monjes, en especial los que estuvieron unidos con él más estrechamente. Así yo habría aprendido detalles adicionales y podría haber enviado un relato completo. Por el tiempo de navegación ya pasó y el hombre del correo se está poniendo impaciente. Por eso me apresuro a escribir lo que yo mismo ya sé –porque lo vi con frecuencia–, y lo que pude aprender del que fue su compañero por un largo período y vertía agua de sus manos. Del comienzo al fin he considerado escrupulosamente la verdad: no quiero que nadie rehuse creer porque lo que haya oído le parezca excesivo, ni que mire en menos a hombre tan santo porque lo que haya sabido no le parezca suficiente.

Nacimiento y Juventud de Antonio.

Antonio fue egipcio de nacimiento. Sus padres eran de buen linaje y acomodados. Como eran cristianos, también el mismo creció. Como niño vivió con sus padres, no conociendo sino su familia y su casa; cuando creció y se hizo muchacho y avanzó en edad, no quiso ir a la escuela, deseando evitar la compañía de otros niños, su único deseo era, como dice la Escritura acerca de Jacob (Gn 25:27), llevar una simple vida de hogar. Por su puesto iba a la iglesia con sus padres, y ahí no mostraba el desinterés de un niño ni el desprecio de los jóvenes por tales cosas. Al contrario, obedeciendo a sus padres, ponía atención a las lecturas y guardaba cuidadosamente en su corazón el provecho que extraía de ellas. Además, sin abusar de las fáciles condiciones en que vivía como niño, nunca importunó a sus padres pidiendo una comida rica o caprichosa, ni tenía placer alguno en cosas semejantes. Estaba satisfecho con lo que se le ponía delante y no pedía más.

La Vocación de Antonio y Sus Primeros Pasos en la Vida Monástica.

Después de la muerte de sus padres quedó solo con una única hermana, mucho mas joven. Tenía entonces unos dieciocho o veinte años, y tomó cuidado de la casa y de su hermana. Menos de seis meses después de la muerte de sus padres, iba, como de costumbre, de camino hacia la iglesia. Mientras caminaba, iba meditando y reflexionaba como los apóstoles lo dejaron todo y siguieron al Salvador (Mt 4:20; 19:27); cómo, según se refiere en los Hechos (4:35-37), la gente vendía lo que tenía y lo ponía a los pies de los apóstoles para su distribución entre los necesitados; y que grande es la esperanza prometida en los cielos a los que obran así (Ef 1:18; Col 1:5). Pensando estas cosas, entró a la iglesia. Sucedió que en ese momento se estaba leyendo el pasaje, y se escuchó el pasaje en el que el Señor dice al joven rico: Si quieres ser perfecto, vende lo que tienes y d selo a los pobres; luego ven, sígueme, y tendrás un tesoro en el cielo (Mt 19:21). Como si Dios le hubiese puesto el recuerdo de los santos y como si la lectura hubiera sido dirigida especialmente a él, Antonio salió inmediatamente de la iglesia y dio la propiedad que tenía de sus antepasados: 80 hectáreas, tierra muy fértil y muy hermosa. No quiso que ni él ni su hermana tuvieran ya nada que ver con ella. Vendió todo lo demás, los bienes muebles que poseía, y entregó a los pobres la considerable suma recibida, dejando sólo un poco para su hermana.

Pero de nuevo, entró en la iglesia, escuchó aquella palabra del Señor en el Evangelio: No se preocupen por el mañana (Mt 6:34). No pudo soportar mayor espera, sino que fue y distribuyó a los pobres también esto último. Colocó a su hermana donde vírgenes conocidas y de confianza, entregándosela para que fuese educada. Entonces él mismo dedico todo su tiempo a la vida ascética, atento a sí mismo, cerca de su propia casa. No existían aún tantas celdas monacales en Egipto, y ningún monje conocía siquiera el lejano desierto. Todo el que quería enfrentarse consigo mismo sirviendo a Cristo, practicaba la vida ascética solo, no lejos de su aldea. Por aquel tiempo había en la aldea vecina un anciano que desde su juventud llevaba la vida ascética en la soledad. Cuando Antonio lo vio, "tuvo celo por el bien" (Gl 4:18), y se estableció inmediatamente en la vecindad de la ciudad. Desde entonces, cuando oía que en alguna parte había un alma que se esforzaba, se iba, como sabia abeja, a buscarla y no volvía sin haberla visto; sólo después de haberla recibido, por decirlo así, provisiones para su jornada de virtud, regresaba.

Ahí, pues, pasó el tiempo de su iniciación y afirmó su determinación de no volver mas a la casa de sus padres ni de pensar en sus parientes, sino de dedicar todas sus inclinaciones y energías a la práctica continua de la vida ascética. Hacía trabajo manual, pues había oído que "el que no quiera trabajar, que tampoco tiene derecho a comer" (2 Ts 3:10). De sus entradas guardaba algo para su manutención y el resto lo daba a los pobres. Oraba constantemente, habiendo aprendido que debemos orar en privado (Mt 6:6) sin cesar (Lc 18:1; 21:36; 1 Ts 5:17). Además estaba tan atento a la lectura de la Escritura, que nada se le escapaba: retenía todo, y así su memoria le serví en lugar de libros.

Así vivía Antonio y era amado por todos. El, a su vez, se sometía con toda sinceridad a los hombres piadosos que visitaba, y se esforzaba en aprender aquello en que cada uno lo aventajaba en celo y práctica ascética. Observaba la bondad de uno, la seriedad de otro en la oración; estudiaba la apacible quietud de uno y la afabilidad de otro; fijaba su atención en las vigilias observadas por uno y en los estudios de otros; admiraba a uno por su paciencia, y a otro por ayunar y dormir en el suelo; miraba la humildad de uno y la abstinencia paciente de otro; y en unos y otros notaba especialmente la devoción a Cristo y el amor que se tenían mutuamente.

Habiéndose así saciado, volvía a su propio lugar de vida ascética. Entonces hacía suyo lo obtenido de cada uno y dedicaba todas sus energías a realizar en sí mismo las virtudes de todos. No tenía disputas con nadie de su edad, pero tampoco quería ser inferior a ellos en lo mejor; y aún esto lo hacía de tal modo que nadie se sentía ofendido, sino que todos se alegraban por él. Y así todos los aldeanos y los monjes con quienes estaba unido, vieron que clase de hombre era y lo llamaban "el amigo de Dios" amándolo como hijo o hermano.

Primeros Combates con los Demonios.

Pero el demonio que odia y envidia lo bueno, no podía ver tal resolución en un hombre joven, sino que se puso a emplear sus viejas tácticas contra él. Primero trató de hacerlo desertar de la vida ascética recordándole su propiedad, el cuidado de su hermana, los apegos de su parentela, el amor al dinero, el amor a la gloria, los innumerables placeres de la mesa y de todas las cosas agradables de la vida. Finalmente le hizo presente la austeridad de todo lo que va junto con esta virtud, despertó en su mente toda una nube de argumentos, tratando de hacerlo abandonar su firme propósito.

El enemigo vio, sin embargo, que era impotente ante la determinación de Antonio, y que más bien era él que estaba siendo vencido por la firmeza del hombre, derrotado por su sólida fe y su constante oración. Puso entonces toda su confianza en las armas que están "en los músculos de su vientre" (Job 40:16). Jactándose de ellas, pues son su artimaña preferida contra los jóvenes, atacó al joven molestándolo de noche y hostigándolo de día, de tal modo que hasta los que lo veían a Antonio podían darse cuenta de la lucha que se libraba entre los dos. El enemigo quería sugerirle pensamientos sucios, pero el los disipaba con sus oraciones; trataba de incitarlo al placer, pero Antonio, sintiendo vergüenza, ceñía su cuerpo con su fe, con sus oraciones y su ayuno. El perverso demonio entonces se atrevió a disfrazarse de mujer y hacerse pasar por ella en todas sus formas posibles durante la noche, sólo para engañar a Antonio. Pero él llenó sus pensamientos de Cristo, reflexionó sobre la nobleza del alma creada por El, y sobre la espiritualidad, y así apagó el carbón ardiente de la tentación. Y cuando de nuevo el enemigo le sugirió el encanto seductor del placer, Antonio, enfadado, con razón, y apesadumbrado, mantuvo sus propósitos con la amenaza del fuego y del tormento de los gusanos (Js 16:21; Sir 7:19; Is 66:24; Mc 9:48). Sosteniendo esto en alto como escudo, pasó a través de todo sin ser doblegado.

Toda esa experiencia hizo avergonzarse al enemigo. En verdad, él, que había pensado ser como Dios, hizo el loco ante la resistencia de un hombre. El, que en su engreimiento desdeñaba carne y sangre, fue ahora derrotado por un hombre de carne en su carne. Verdaderamente el Señor trabajaba con este hombre, El que por nosotros tomó carne y dio a su cuerpo la victoria sobre el demonio. Así, todos los que combaten seriamente pueden decir: No yo, sino la gracia de Dios conmigo (1 Co 15:10).

Finalmente, cuando el dragón no pudo conquistar a Antonio tampoco por estos últimos medios sino que se vio arrojado de su corazón, rechinando sus dientes, como dice la Escritura (Mc 9:17), cambio su persona, por decirlo así. Tal como es en su corazón, así se le apreció: como un muchacho negro; y como inclinándose ante él, ya no lo acosó más con pensamientos –pues el impostor había sido echado fuera–, sino que usando voz humana dijo: "A muchos he engañado y a muchos he vencido; pero ahora que te he atacado a ti y a tus esfuerzos como lo hice con tantos otros, me he demostrado demasiado débil."

¿Quién eres tú que me hablas así? preguntó Antonio.

El otro se apresuró a replicar con voz gimiente: Soy el amante de la fornicación. Mi misión es acechar a la juventud y seducirla; me llaman el espíritu de la fornicación. ¡A cuantos no he engañado, que estaban decididos a cuidar de sus sentidos! ¡A cuántas personas castas no he seducido con mis lisonjas! Yo soy aquel por cuya causa el profeta reprocha a los caídos: Ustedes fueron engañados por el espíritu de la fornicación (Os 4:12). Sí, yo fui quien los hice caer. Yo soy el que tanto te molesté y que tan a menudo fui vencido por C,],LD." Antonio dio gracias al Señor y armándose de valor contra él, dijo: Entonces eres enteramente despreciable; eres negro en tu alma y tan débil como un niño. En adelante ya no me causas ninguna preocupación, porque el señor esta conmigo y me auxilia, ver la derrota de mis adversarios (Sal 117:7).

Oyendo esto, el negro desapareció inmediatamente, inclinándose a tales palabras y temiendo acercarse al hombre.

Antonio Aumenta Su Austeridad.

Esta fue la primera victoria de Antonio sobre el demonio; más bien, digamos que este singular éxito de Antonio fue el del Salvador, que condenó el pecado en la carne, a fin de que la justificación de la ley se cumpliera en nosotros, que vivimos no según la carne sino según el espíritu (Rm 8:3-4). Pero Antonio no se descuidó ni se creyó garantido por sí mismo por el hecho de que el demonio hubiera sido echado a sus pies; tampoco el enemigo, aunque vencido en el combate, dejó de estar al acecho de él. Andaba dando vueltas alrededor, como un león (1 P 5:8), buscando una ocasión en su contra. Pero Antonio habiendo aprendido en las Escrituras que los engaños del maligno son diversos (Ef 6:11), practicó seriamente la vida ascética, teniendo en cuenta que aun si no se podía seducir su corazón con el placer del cuerpo, trataría ciertamente de engañarlo por algún otro método, porque el amor del demonio es el pecado. Resolvió por eso, acostumbrarse a un modo mas austero de vida. Mortificó su cuerpo más y más, y lo puso bajo la sujeción, no fuera que habiendo vencido en una ocasión, perdiera en otra (1 Co 9:27). Muchos se maravillaron de sus austeridades, pero él mismo las soportaba con facilidad. El celo que había penetrado en su alma por tanto tiempo, se transformó por la costumbre segunda naturaleza, de modo que aun la menor inspiración recibida de otros lo hacía responder con gran entusiasmo. Por ejemplo, observaba las vigilias nocturnas con tal determinación que a menudo pasaba toda la noche sin dormir, y eso no sólo una sino muchas veces, para admiración de todos. Así también comía una sola vez al día, después de la caída del sol; a veces cada dos días, y con frecuencia tomaba su alimento cada dos días. Su alimentación consistía en pan y sal; como bebida tomaba solo agua. No necesitamos mencionar carne o vino, porque tales cosas tampoco se encuentran entre los demás ascetas. Se contentaba con dormir sobre una estera, aunque lo hacía regularmente sobre el suelo desnudo.

Despreciaba el uso de ungüentos para el cutis, diciendo que los jóvenes debían practicar la vida ascética con seriedad y no andar buscando cosas que ablandan el cuerpo; debían mas bien acostumbrarse a trabajar duro, tomando en cuenta las palabras del apóstol: Cuando mas débil soy, mas fuerte me siento (2 Co 12:10). Decía que las energías del alma aumentan cuanto más débiles son los deseos del cuerpo.

Estaba además absolutamente convencido de lo siguiente: pensaba que apreciaría su progreso en la virtud y su consecuente apartamiento del mundo no por el tiempo pasado en ello sino por su apego y dedicación. Conforme a esto, no se preocupaba del paso del tiempo sino que cada día a día, como si recién estuviera comenzando la vida ascética, hacía los mayores esfuerzos hacia la perfección. Gustaba repetirse a si mismo las palabras de san Pablo: Olvidarme de lo que queda atrás y esforzarme por lo que está delante (Flp 3:13), recordando también la voz del profeta Elías: Vive el Señor, en cuya presencia estoy este día (1 Re 17:1; 18:15). Observaba que al decir este día, no estaba contando el tiempo que había pasado, sino que, como comenzando de nuevo, trabajando duro cada día para hacer de sí mismo alguien que pudiera aparecer delante de Dios: puro de corazón y dispuesto a seguir Su voluntad. Y acostumbraba a decir que la vida llevada por el gran profeta Elías debía ser para el asceta como un gran espejo en el cual poder mirar siempre la propia vida.

Antonio Se Recluye en los Sepulcros: Las Luchas con los Demonios.

Así Antonio se dominó a sí mismo. Entonces decidió mudarse a los sepulcros que se hallan a cierta distancia de la aldea. Pidió a uno de sus familiares que le llevaran pan a largos intervalos. Entró entonces en una de las tumbas, el mencionado hombre cerró la puerta tras él, y así quedó dentro solo. Esto era más de lo que el enemigo podía soportar, pues en verdad temía que ahora fuera a llenar también el desierto con la vida ascética. Así llegó una noche con un gran número de demonios y lo azotó tan implacablemente que quedó tirado en el suelo, sin habla por el dolor. Afirmaba que el dolor era tan fuerte que los golpes no podían haber sido infligidos por ningún hombre como para causar semejante tormento. Por la providencia de Dios, porque el Señor no abandona a los que esperan en El, su pariente llegó al día siguiente trayéndole pan. Cuando abrió la puerta y lo vio tirado en el suelo como muerto, lo levantó y lo llevó hasta la Iglesia y lo depositó sobre el suelo. Muchos de sus parientes y de la gente de la aldea se sentaron en torno a Antonio como para velar su cadáver. Pero hacia la medianoche Antonio recobró el conocimiento y despertó. Cuando vio que todos estaban dormidos y sólo su amigo estaba despierto, le hizo señas para que se acercara y le pidió que lo levantara y lo llevara de nuevo a los sepulcros, sin despertar a nadie.

El hombre lo llevó de vuelta, la puerta fue trancada como antes y de nuevo que solo dentro. Por los golpes recibidos estaba demasiado débil como para mantenerse en pie; entonces oraba tendido en el suelo. Terminada su oración, gritó: "Aquí estoy yo, Antonio, que no me he acobardado con tus golpes, y aunque mas me des, nada me separar del amor a Cristo" (Rm 8:35). Entonces comenzó a cantar: "Si un ejército acampa contra mí, mi corazón no tiembla" (Sal.26:3).

Tales eran los pensamientos y las palabras del asceta, pero el que odia el bien, el enemigo, asombrado de que después de todos los golpes todavía tuviera valor de volver, llamó a sus perros, y arrebatado de rabia dijo: "Ustedes ven que no hemos podido detener a este tipo con el espíritu de fornicación ni con los golpes; al contrario llega a desafiarnos. Vamos a proceder con él de otro modo."

La función del malhechor no es difícil para el demonio. Esa noche, por eso, hicieron tal estrépito que el lugar parecía sacudido por un terremoto. Era como si los demonios se abrieran paso por las cuatro paredes del recinto, reventando a través de ellas en forma de bestia y reptiles. De repente todo el lugar se llenó de imágenes fantasmagóricas de leones, osos, leopardos, toros, serpientes, áspides, escorpiones y lobos; cada uno se movía según el ejemplar que había asumido. El león rugía, listo para saltar sobre él; el toro ya casi lo atravesaba con sus cuernos; la serpiente se retorcía sin alcanzarlo completamente; el lobo lo acometía de frente; y el griterío armado simultáneamente por todas estas apariciones era espantoso, y la furia que mostraba era feroz.

Antonio, remecido y punzado por ellos, sentía aumentar el dolor en su cuerpo; sin embargo yacía sin miedo y con su espíritu vigilante. Gemía es verdad, por el dolor que atormentaba su cuerpo, pero su mente era dueña de la situación, y, como para burlarse de ellos, decía: si tuvieran poder sobre mí, hubiera bastado que viniera uno solo de ustedes; pero el Señor les quitó su fuerza, y por eso están tratando de hacerme perder el juicio con su número; es señal de su debilidad que tengan que imitar a las bestias." De nuevo tuvo la valentía de decirles: "Si es que pueden, seis que han recibido el poder sobre mí, no se demoren, ¡vengan al ataque! Y si nada pueden, ¿para qué forzarse tanto sin ningún fin? Por que la fe en nuestro Señor es sello para nosotros y muro de salvación." Así, después de haber intentado muchas argucias, rechinaron su dientes contra él, porque eran ellos los que se estaban volviendo locos y no él.

De nuevo el Señor no se olvidó de Antonio en su lucha, sino que vino a ayudarlo. Pues cuando miró hacia arriba, vio como si el techo se abriera y un rayo de luz bajara hacia él. Los demonios se habían ido de repente, el dolor de su cuerpo cesó y el edificio estaba restaurado como antes. Antonio, habiendo notado que la ayuda había llegado, respiró más libremente y se sintió aliviado en sus dolores. Y preguntó a la visión: "¿Dónde estaba tú? ¿Por qué no apareciste al comienzo para detener mis dolores?"

Y una voz le habló: "Antonio, yo estaba aquí, pero esperaba verte en acción. Y ahora que haz aguantado sin rendirte, seré siempre tu ayuda y te haré famoso en todas partes."

Oyendo esto, se levantó y oró; y fue tan fortalecido que sintió su cuerpo más vigoroso que antes. Tenía por aquel tiempo unos treinta y cinco años edad.

Antonio Busca el Desierto y Habita en Pispir.

Al día siguiente se fue, inspirado por un celo aún mayor por el servicio de Dios. Fue al encuentro del anciano ya antes mencionado (3-5) y le rogó que se fuera a vivir con él en el desierto. El otro declinó la invitación a causa de su edad y porque tal modo de vivir no era todavía costumbre. Entonces se fue solo a vivir a la montaña. ¡Pero ahí estaba de nuevo el enemigo! Viendo su seriedad y queriendo frustarla, proyectó la imagen ilusoria de un disco de plata sobre el camino. Pero Antonio, penetrando en el ardid del que odia el bien, se detuvo y, desenmascaró al demonio en él, diciendo: " ¿Un disco en el desierto? ¿De dónde sale esto? Esta no es una carretera frecuentada, y no hay huellas de que haya pasado gente por este camino. Es de gran tamaño y no puede haberse caído inadvertidamente. En verdad, aunque se hubiera perdido, el dueño habría vuelto y lo habría buscado, y seguramente lo habría encontrado porque es una región desierta. Esto es engaño del demonio. ¡No vas a frustrar mi resolución con estas cosas, demonio! ¡Tu dinero perezca junto contigo!" (Hch 8:20). Y al decir esto Antonio, el disco desapareció como humo.

Luego, mientras caminaba, vio de nuevo, no ya otra ilusión, sino oro verdadero, desparramado a lo largo del camino. Pues bien, ya sea que al mismo enemigo le llamó la atención, o si fue un buen espíritu el que atrajo al luchador y le demostró al demonio de que no se preocupabas ni siquiera de las riquezas auténticas, él mismo no lo indicó, y por eso no sabemos nada sino que era realmente oro lo que allí había. En cuanto a Antonio, quedó sorprendido por la cantidad que había, pero atravesó por él, como si hubiera sido fuego y siguió su camino sin volverse atrás. Al contrario, se puso a correr tan rápido que al poco rato perdió de vista el lugar y quedó oculto de él.

Así, afirmándose más y más en su propósito, se apresuro hacia la montaña. En la parte distante del río encontró un fortín desierto que con el correr del tiempo estaba plagado de reptiles. Allí se estableció para vivir. Los reptiles como si alguien los hubiera echado, se fueron de repente. Bloqueó la entrada, después de enterrar pan para seis meses –así lo hacen los tebanos y a menudo los panes se mantienen frescos por todo un año–, y teniendo agua a mano, desapareció como en un santuario. Quedó allí solo, no saliendo nunca y no viendo pasar a nadie. Por mucho tiempo perseveró en esta práctica ascética; solo dos veces al año recibía pan, que lo dejaba caer por el techo.

Sus amigos que venían a verlo, pasaban a menudo días y noches fuera, puesto que no quería dejarlos entrar. Oían que sonaba como una multitud frenética, haciendo ruidos, armando tumulto, gimiendo lastimeramente y chillando: "¡Ándate de nuestro dominio! ¿Que tienes que hacer en el desierto? Tú no puedes soportar nuestra persecución." Al principio los que estaban afuera creían que había hombres peleando con él y que habrían entrado por medio de escaleras, pero cuando atisbaron por un hoyo y no vieron a nadie, se dieron cuenta que eran los demonios los que estaban en el asunto, y, llenos de miedo, llamaron a Antonio. El estaba más inquieto por ellos que por los demonios. Acercándose a la puerta les aconsejó que se fueran y no tuvieran miedo. Les dijo: "Sólo contra los miedosos los demonios conjuran fantasmas. Ustedes ahora hagan la señal de la cruz y vuélvanse a su casa sin temor, y déjenlos que se enloquezcan ellos mismos."

Entonces se fueron, fortalecidos con la señal de la cruz, mientras él se quedaba sin sufrir ningún daño de los demonios. Pero tampoco se fastidiaba de la contienda, porque la ayuda que recibía de lo alto por medio de visiones y la debilidad de sus enemigos, le daban gran alivio en sus penalidades y ánimo para un mayor entusiasmo. Sus amigos venían una y otra vez esperando, por supuesto, encontrarlo muerto, pero lo escuchaban cantar: "Se levanta Dios y se dispersan sus enemigos, huyen de su presencia los que lo odian. Como el humo se disipa, se disipan ellos; como se derrite las cera ante el fuego, así perecen los impíos ante Dios" (Sal 67:2). Y también: "Todos los pueblos me rodeaban, en el nombre del Señor los rechacé" (Sal 117:10).

Antonio Abandona Su Soledad y Se Convierte en Padre Espiritual.

Así pasó casi veinte años practicando solo la vida ascética, no saliendo nunca y siendo raramente visto por otros. Después de esto, como había muchos que ansiaban y aspiraban imitar su santa vida, y algunos de sus amigos vinieron y forzaron la puerta echándolas abajo, Antonio salió como de un santuario, como un iniciado en los sagrados misterios y lleno del Espíritu de Dios. Fue la primera vez que se mostró fuera del fortín a los que vinieron hacia él. Cuando lo vieron, estaban asombrados al comprobar que su cuerpo guardaba su antigua apariencia: no estaba ni obeso por falta de ejercicio ni macilento por sus ayunos y luchas con los demonios: era el mismo hombre que habían conocido antes de su retiro.

El estado de su alma era puro, pues no estaba ni encogido por la aflicción, ni disipado por la alegría, ni penetrado por la diversión o el desaliento. No se desconcertó cuando vio la multitud ni se enorgulleció al ver a tantos que lo recibían. Se tenía completamente bajo control, como hombre guiado por la razón y con gran equilibrio de carácter.

Por él sanó a muchos de los presentes que tenían enfermedades corporales y liberó a otros de espíritus impuros. Concedió también a Antonio el encanto en el hablar; y así confortó a muchos en sus penas y reconcilió a otros que se peleaban. Exhortó a todos a no preferir nada en este mundo al amor de Cristo. Y cuando en su discurso los exhortó a recordar los bienes venideros y la bondad mostrada a nosotros por Dios, "que no perdonó a su Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros (Rm 8:32), indujo a muchos a abrazar la vida monástica. Y así aparecieron celdas monacales en la montaña y el desierto se pobló de monjes que abandonaban a los suyos y se inscribían para ser ciudadanos del cielo (Hb 3:20; 12:23).

Una vez tuvo necesidad de cruzar el canal de Arsinoé –la ocasión fue para una visita a los hermanos–; el canal estaba lleno de cocodrilos. Simplemente oró, se metió con todo sus compañeros, y pasó al otro lado sin ser tocado. De vuelta a su celda, se aplicó con todo celo a sus santos y vigorosos ejercicios. Por medio de constantes conferencias encendía el ardor de los que ya eran monjes e incitaba a muchos otros al amor de la vida ascética; y pronto, en la medida en que su mensaje arrastraba a hombres a través de él, el número de celdas monacales se multiplicaba y para todos era como un padre y guía.

Conferencia de Antonio a los Monjes Sobre el Discernimiento de Espíritus y Exhortación a la Virtud (16-43).

Un día en que él salió, vinieron todos los monjes y le pidieron una conferencia. El les habló en lengua copta como sigue:

"Las Escrituras bastan realmente para nuestra instrucción. Sin embargo, es bueno para nosotros alentarnos unos a otros en la fe y usar de la palabra para estimularnos. Sean, por eso, como niños y tráiganle a su padre lo que sepan y díganselo, tal como yo, siendo el mas antiguo, comparto con ustedes mi conocimiento y mi experiencia.

Para comenzar, tengamos todos el mismo celo, para no renunciar a lo que hemos comenzado, para no perder el ánimo, para no decir: "Hemos pasado demasiado tiempo en esta vida ascética." No, comenzando de nuevo cada día, aumentemos nuestro celo. Toda la vida del hombre es muy breve comparada con el tiempo que a de venir, de modo que todo nuestro tiempo es nada comparada con la vida eterna. En el mundo, todo se vende; y cada cosa se comercia según su valor por algo equivalente; pero la promesa de la vida eterna puede comprarse con muy poco. La Escritura dice: "Aunque uno viva setenta años y el más robusto hasta ochenta, la mayor parte son fatiga inútil" (Sal 89:10). Si, pues, todos vivimos ochenta años o incluso cien, en la práctica de la vida ascética, no vamos a reinar el mismo período de cien años, sino que en vez de los cien reinaremos para siempre. Y aunque nuestro esfuerzo es en la tierra, no recibiremos nuestra herencia en la tierra sino lo que se nos ha prometido en el cielo. Más, aún, vamos a abandonar nuestro cuerpo corruptible y a recibirlo incorruptible (1 Co 15:42).

Así, hijitos, no nos cansemos ni pensemos que estamos afanándonos mucho tiempo o que estamos haciendo algo grande. Pues los sufrimientos de la vida presente no pueden compararse con la gloria separada que nos ser revelada (Rm 8:18). No miremos hacia a través, hacia el mundo, que hemos renunciado a grandes cosas. Pues incluso todo el mundo, y no creamos que es muy trivial comparado con el cielo. Aunque fuéramos dueños de toda la tierra y renunciaremos a toda la tierra, nada sería comparado con el reino de los cielos. Tal como una persona despreciaría una moneda de cobre para ganar cien monedas de oro, así es que el dueño de la tierra y renuncia a ella, da realmente poco y recibe cien veces más (Mt 19:29). Pues, ni siquiera, toda la tierra equivale el valor del cielo, ciertamente el que entrega una poca tierra no debe jactarse ni apenarse; lo que abandona es prácticamente nada, aunque sea un hogar o una suma considerable de dinero de lo que se separa.

"Debemos además tener en cuenta que si no dejamos estas cosas por el amor a la virtud, después tendremos que abandonarlas de todos modos y a menudo también, como nos recuerda el Eclesiastés" (2:18; 4:8; 6:2), a personas a las que no hubiéramos querido dejarlas. Entonces, ¿por qué no hacer de la necesidad virtud y entregarlas de modo que podamos heredar un reino por añadidura? Por eso, ninguno de nosotros tenga ni siquiera el deseo de poseer riquezas. ¿De qué nos sirve poseer lo que no podemos llevar con nosotros? ¿Por qué no poseer mas bien aquellas cosas que podamos llevar con nosotros: prudencia, justicia, templanza, fortaleza, entendimiento, caridad, amor a los pobres, fe en Cristo, humildad, hospitalidad? Una vez que las poseamos, hallaremos que ellas van delante de nosotros, preparándonos la bienvenida en la tierra de los mansos. (Lc 16:9; Mt 5:4)

Perseverancia y Vigilancia.

"Con estos pensamientos cada uno debe convencerse que no hay que descuidarse sino considerar que se es servidor del Señor y atado al servicio de su Maestro. Pero un sirviente no se va atrever a decir: "Ya que trabajé ayer, no voy a trabajar hoy." Tampoco se va a poner a calcular el tiempo que se ya ha servido y a descansar durante los día que le quedan por delante; no, día tras día, como está escrito en el Evangelio (Lc 12:35-38; 17:7-10; Mt 24:45), muestra la misma buena voluntad para que pueda agradar a su patrón y no causar ninguna molestia. Perseveremos, pues, en la práctica diaria de la vida ascética, sabiendo de que si somos negligentes un solo día, El no nos va a perdonar en consideración al tiempo anterior, sino que se va a enojar con nosotros por nuestro descuido. Así lo hemos escuchado en Ezequiel (Ez 18:24-26; 33:12ss); lo mismo Judas, que en una sola noche destruyó el trabajo de todo su pasado.

Por eso, hijos, perseveremos en la práctica del ascetismo y no nos desalentemos. También tenemos en esto al Señor que nos ayuda, según la Escritura: "Dios coopera para el bien" (Rm 8:28) con todo el que elige el bien. Y en cuanto a que no debemos descuidarnos, es bueno meditar lo que dice el apóstol: "muero cada día" (1 Co 15:31). Realmente si nosotros también viviéramos como si en cada nuevo día fuéramos a morir, no pecaríamos. En cuanto a la cita, su sentido es este: Cuando nos despertamos cada día, deberíamos pensar que no vamos a vivir hasta la tarde; y de nuevo, cuando nos vamos a dormir, deberíamos pensar que no vamos a despertar. Nuestra vida es insegura por naturaleza y nos es medida diariamente por Providencia. Si con esta disposición vivimos nuestra vida diaria, no cometeremos pecado, no codiciaremos nada, no tendremos inquina a nadie, no acumularemos tesoros en la tierra; sino que como quien cada día espera morirse, seremos pobres y perdonaremos todo a todos. Desear mujeres u otros placeres sucios, tampoco tendremos semejantes deseos sino que le volveremos las espaldas como a algo transitorio combatiendo siempre y teniendo ante nuestros ojos el día del juicio. El mayor temor a juicio y el desasosiego por los tormentos, disipan invariablemente la fascinación del placer y fortalecen el ánimo vacilante.

Objeto de la Virtud.

"Ahora que hemos hecho un comienzo y estamos en la senda de la virtud, alarguemos nuestros pasos aún más para alcanzar lo que tenemos delante (Flp 3:13). No miremos atrás, como hizo la mujer de Lot (Gn 19:26), porque sobretodo el Señor ha dicho: "Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás, es apto para el reino de los cielos" (Lc 9:62). Y este mirar hacia atrás no es otra cosa sino arrepentirse de lo comenzado y acordarse de nuevo de lo mundano.

Cuando oigan hablar de la virtud, no se asusten ni la traten como palabra extraña. Realmente no está lejos de nosotros ni su lugar está fuera de nosotros; no, ella está dentro de nosotros, y su cumplimiento es fácil camino y cruzan el mar para estudiar las letras; pero nosotros no tenemos necesidad de ponernos en camino por el reino de los cielos ni de cruzar el mar para alcanzar la virtud. El Señor nos lo dijo de antemano: "El reino de los cielos está dentro de nosotros y brota de nosotros." La virtud existe cuando el alma se mantiene en su estado natural. Es mantenida en su estado natural cuando queda cuando vino al ser. Y vino al ser limpia y perfectamente íntegra (Ecl 7:30). Por eso Josué, el hijo de Nun, exhortó al pueblo con estas palabras: "Mantengan íntegro sus corazones ante el Señor, el Dios de Israel" (Jos 24:26); y Juan: "Enderecen sus caminos" (Mt 3:3). El alma es derecha cuando la mente se mantiene en el estado en que fue creada. Pero cuando se desvía y se pervierte de su condición natural, eso se llama vicio del alma.

La tarea no es difícil: si quedamos como fuimos creados, estamos en estado de virtud, pero si entregamos nuestra mente a cosas bajas, somos considerados perversos. Si este trabajo tuviese que ser realizado desde fuera, sería en verdad difícil; pero dado que está dentro de nosotros, cuidémonos de pensamientos sucios. Y habiendo recibido el alma como algo confiado a nosotros, guardémosla para el Señor, para que el pueda reconocer su obra como la misma que hizo.

"Luchemos, pues, para que la ira no sea nuestro dueño ni la concupiscencia nos esclavice. Pues está escrito ‘que la ira del hombre no hace lo que agrada a Dios’(St 1:20). Y la concupiscencia ‘ cuando ha concebido, da a luz el pecado; y de este pecado, cuando esta desarrollado, nace la muerte (St 1:15). Viviendo esta vida, mantengámonos cuidadosamente en guardia y, como está escrito, guardemos nuestro corazón con toda vigilancia (Pr 4:23). Tenemos enemigos poderosos y fuertes: son los demonios malvados; y contra ellos ‘es nuestra lucha’, como dice el apóstol, ‘no contra gente de carne y hueso, sino contra las fuerzas espirituales de maldad en las regiones celestiales, es decir, los que tienen mando, autoridad y dominio en este mundo oscuro’ (Ef 6:12). Grande es su número en el aire a nuestro alrededor, y no están lejos de nosotros. Pero la diferencia entre ellos es considerable. Nos llevaría mucho tiempo dar una explicación de su naturaleza y distinciones, tal disquisición es para otros más competentes que yo; lo único urgente y necesario para nosotros ahora es conocer sólo sus villanías contra nosotros.

Artificios de los Demonios.

En primer lugar, démonos cuenta de esto: los demonios no fueron creados como demonios, tal como entendemos este término, porque Dios no hizo nada malo. También ellos fueron creados limpios, pero se desviaron de la sabiduría celestial. Desde entonces andan vagando por la tierra. Por una parte, engañaron a los griegos con vanas fantasías, y, envidiosos de nosotros los cristianos, no han omitido nada para impedirnos entrar en cielo: no quieren que subamos al lugar de donde ellos cayeron. Por eso se necesita mucha oración y disciplina ascética para que uno pueda recibir del Espíritu Santo el don del discernimiento de espíritus y ser capaz de conocerlos: cuál de ellos es menos malo, cuál de ellos más; que interés especial persigue cada uno y cómo han de ser rechazados y echados fuera. Pues sus astucias y maquinaciones numerosas. Bien sabían el santo apóstol y sus discípulos cuando decían: conocemos muy bien su mañas (2 Co 2:11). Y nosotros, enseñados por nuestras experiencias, deberíamos guiar a otros a apartarse de ellos. Por eso yo, habiendo hecho en parte esta experiencia, les hablo a ustedes como a mis hijos.

"Cuando ellos ven que los cristianos en general, pero en particular los monjes, trabajan con cuidado y hacen progresos, primero los asaltan y los tientan colocándoles continuamente obstáculos en el camino (Sal 139:6). Estos obstáculos son los malos pensamientos. Pero no debemos asustarnos de sus asechanzas, pues se las desbarata pronto con la oración, el ayuno y la confianza en el Señor. Sin embargo, aunque desbaratados, no cesan sino que vuelven ataque con toda maldad y astucia. Cuando no pueden engañar el corazón con placeres abiertamente impuros, cambian su táctica y van de nuevo al ataque. Entonces urden y fingen apariciones para espantar el corazón, transformándose e imitando mujeres, bestias, reptiles, cuerpos de gran tamaño y hordas de guerreros. Pero ni aún así deben aplastarnos el miedo a semejantes fantasmas, ya que no son nada sino pura vanidad, especialmente si uno se fortalece con la señal de la cruz.

En verdad, son atrevidos y extraordinariamente desvergonzados. Si en este punto también se los derrota, avanzan una vez más con nueva estrategia. Pretender profetizar y predecir futuros acontecimientos. Aparecen mas altos que el techo, fornidos y corpulentos. Su propósito es, si es posible, arrebatar con tales apariciones a los que no han podido engañar con pensamientos. Y si hallan que aún el alma permanece fuerte en su fe y sostenida por la esperanza hacen intervenir a su jefe.

Este aparece a menudo de esta manera como, por ejemplo, se lo reveló el Señor a Job: "Sus ojos son como los párpados del alba. De su boca salen antorchas encendidas, chispas de fuego saltan fuera. De sus narices sale humo, como de olla o caldero que hierve. Su aliento enciende los carbones y de su boca sale llama" (Jb 41:18-21). Cuando el jefe de los demonios aparece de esta manera, el bribón trata de aterrorizarnos, como dije antes, con su hablar bravucón, tal como fue desenmascarado por el Señor cuando dijo a Job: ‘Tiene toda arma por hojarasca, y del blandir de la jabalina se burla; hace hervir como una olla el mar profundo, y lo revuelve como una olla de ungüento (Jb 41:29-31); también dice el profeta: ‘Dijo el enemigo: los perseguiré y alcanzaré’ (Ex 15:9); y en otra parte:’ Y halló mi mano como nido las riquezas de los pueblos, y como se recogen los huevos abandonados, así me apoderé yo de toda la tierra’ (Is 10:14)

Esta es, en resumen, la jactancia de la que alardean, estas son las peroratas que hacen para engañar al que teme a Dios. Con toda confianza no necesitamos temer sus apariciones ni poner atención a sus palabras. Es sólo un embustero y no hay verdad en nada en lo que dice. Cuando habla semejantes tonterías y lo hace con tanta jactancia, no se da cuenta de como es arrastrado con un garfio como dragón por el Salvador (Jb 41:1-2), con un cabestro como animal de carga, con sus narices con anillo como esclavo fugitivo, y con sus labios atravesados por una abrazadera de hierro. Ha sido, pues, atrapado como gorrión para nuestra diversión. Tal él como sus compañeros fueron tratados así para ser pisoteados como escorpiones y culebras (Lc 10:19) por nosotros los cristianos; y prueba de ello es el hecho de que seguimos existiendo a pesar de él. En verdad, noten que él, que prometió que iba a secar el mar y apoderarse de todo el mundo, no puede impedir nuestras practicas ascéticas ni que yo hable contra él. Por eso, no demos atención a lo que pueda decir, porque es un mentiroso redomado, ni temamos sus apariciones, porque también son mentiras. Ciertamente no es verdadera luz la que aparece en ellos, más bien es mero comienzo y parecido del fuego preparados para ellos mismos; y con lo mismo que serán quemados tratan aterrorizar a los hombres. Aparecen, es verdad, pero desaparecen de nuevo en el momento, sin dañar a ningún creyente, mientras se llevan consigo esa apariencia del fuego que los espera. Por eso, no hay ninguna razón para tenerles miedo, pues por la gracia de Cristo todas sus tácticas terminan en nada.

"Pero son traicioneros y están preparados para soportar cualquier cambio o transformación. A menudo, por ejemplo, pretenden cantar salmos, sin aparecer, y citan textos de la Escrituras. También algunas veces, cuando estamos leyendo, repiten como eco lo que hemos leído. Cuando vamos a dormir, nos despiertan para orar, y esto lo hacen continuamente, dejándonos dormir apenas. Otra veces se disfrazan de monjes y simulan piadosas conversaciones, teniendo como meta engañar con su apariencia y arrastran entonces a sus víctimas adonde quieren. Pero no debemos prestarle atención, aunque nos despierten para orar, aunque nos aconsejen no comer del todo, aunque pretendan acusarnos de cosas que antes aprobaban. Hacen esto no por amor a la piedad o a la verdad, sino para inducir al inocente a la desesperación, presentar la vida ascética como sin valor y hacer que los hombres tomen fastidio por la vida solitaria como algo tosco y demasiado pesado, y hacer caer a los que llevan tal vida.

Por eso profeta enviado por el Señor a tales infelices con estos términos: ¡Ay del que da de beber a prójimo un mal trago! (Hab 2:15). Tales argumentos son desastrosos par el camino que conduce a la virtud. Nuestro Señor mismo, aunque incluso los demonios hablaban la verdad –pues decían verdaderamente: Tú eres el Hijo de Dios (Lc 4:41)–, sin embargo los hizo callar y les prohibió hablar. No quiso que desparramaran su propia maldad junto con la verdad, y tampoco deseaba que nosotros les hiciéramos caso aunque aparentemente hablaban la verdad. Por eso, pues, es inconveniente que nosotros, que poseemos las Escrituras y la libertad del Salvador, seamos enseñados por el demonio, por él, que no quedó en su puesto (Judas 6), sino que constantemente ha cambiado de parecer. Por eso también les prohibe usar citas de la Escritura al decir: Dios dice al pecador ¿Por qué recitas mis preceptos y tienes siempre en tu boca mi Alianza? (Sal 49:19). Ciertamente ellos hacen de todo: hablan, gritan, engañan, confunden, y todo para engañar al simple. Arman también tremendos estrépitos, lanzan risas tontas y silbidos. Si nadie les hace caso, lloran y se lamentan como derrotados.

"El Señor, por eso, porque es Dios, hizo callar a los demonios. En cuanto a nosotros, hemos aprendido nuestras lecciones de los santos, hacemos como ellos hicieron e imitamos su valor. Pues cuando ellos veían tales cosas, acostumbraban a decir: Cuando el pecador se levantó contra mí, guardé silencio resignado, no hablé con ligereza (Sal 38:2); y en otra parte: Pero yo como un sordo no oigo, como un mudo no abro la boca; soy como uno que no oye (Sal 37:14). Así también nosotros no los escuchemos, mirándolos como extraño, no prestándole atención, aunque nos despierten para la oración o nos hablen de ayunos. Sigamos atentos más bien a la práctica de la vida ascética como es nuestro propósito, y no nos dejemos engañar por los que practican la traición en todo lo que hacen. No debemos tenerles miedo aunque aparezcan para atacarnos y amenazarnos con la muerte. En realidad, son débiles y no pueden hacer más que amenazar.

Impotencia de los Demonios.

Bien, hasta ahora he hablado de este tema sólo al pasar. Pero ahora no debo dejarlo de tratar con mayores detalles; recordarles esto puede redundar sólo en su mayor seguridad.

Desde que el Señor habitó con nosotros, el enemigo cayó y sus poderes declinaron. Por eso no puede nada; Sin embargo, aunque han caído, no puede quedarse quieto sino que como tirano que no puede hacer otra cosa, se va en amenazas, aunque ellas sean puras palabras. Cada uno acuérdese de esto y podrá despreciar a los demonios. Se estuvieran confiados a cuerpos como los nuestros, deberíamos decir entonces: A la gente que se esconde, no la vamos a encontrar; pero si los encontramos, los vamos a dañar. Y en este caso podríamos escapar de ellos escondiéndonos y trancando las puertas. Pero éste no es el caso, y pueden entrar a pesar de estar trancadas la puertas; vemos que están presentes en todas partes en el aire, ellos y su jefe, el demonio, y sabemos que su voluntad es mala y que están inclinados a dañar, y que como dice el Salvador, el demonio ha sido homicida desde el principio (Jn 8:44); entonces si a pesar de todo vivimos, y vivimos nuestra vidas desafiándolo, es claro que no tiene ningún poder. Como ustedes ven, el lugar no les impide su conspiración; tampoco nos ven amables hacia ellos como para que nos perdonen, ni son tampoco amantes del bien como para cambiar sus caminos. No, al contrario, ellos son malos y nada hay que deseen más ansiosamente que hacer daño a los amantes de la virtud y a los adoradores de Dios. Por la simple razón de que son impotentes para hacer algo, nada hacen excepto amenazar. Si pudieran, estén ustedes seguros de que no esperarían sino que realizarían sus fuertes deseos: el mal, y eso contra nosotros. Noten, por ejemplo, como ahora estamos reunidos aquí hablando contra ellos, y ellos saben además que en la medida en que hacemos progresos, ellos se debilitan. En verdad, si estuviera en su poder, no dejarían vivo a ningún cristiano, porque el servicio de Dios es abominación para el pecador (Sir 1:25). Puesto que no pueden nada, se hacen daño a sí mismos, ya que no pueden llevar a cabo sus amenazas.

Además, esto otro debería ser tomado en cuenta para acabar con el miedo a ellos: si tuvieran algún poder, no vendrían en manada, ni recurrirían a apariciones, ni usarían el artificio de transformarse. Bastaría que viniera uno solo e hiciera lo que fuera capaz de hacer o a lo que tuviera inclinación. Lo más importante de todo es que el que tiene realmente poder no se esfuerza en matar con fantasmas ni trata de aterrorizar con hordas sino que sin más trámites usa su poder como quiere. Pero actualmente los demonios, impotentes como son, hacen piruetas como si estuvieran sobre un escenario, cambiando sus formas en espantajos infantiles, con manadas ilusorias y muecas, con todo lo cual su debilidad se hace todavía más despreciable. Estemos seguros: El ángel verdadero enviado por el Señor contra los asirios no tuvo necesidad de múltiples, ni de ilusiones visibles, ni de soplidos resonantes, ni de sonajeras; no, él ejerció su poder tranquilamente y de una vez mató a ciento ochenta y cinco mil de ellos (2 R 19:35). Pero los demonios impotentes criaturas como son, tratan de aterrorizar, ¡y eso con mero fantasmas!

Si alguien al examinar la vida de Job, dijera: ¿Por qué, entonces, siguió el demonio haciendo cosas contra él? Lo despojó de sus posesiones, mató a sus hijos y lo hirió con graves úlceras (Job 1:13ss; 2:7), que esa persona se dé cuenta de que no se trata de que el demonio tuviera poder para hacer eso, sino que Dios el entregó a Job para que lo tentara (Job 1:12). Por su puesto no tenía poder para hacerlo; lo pidió y actuó sólo después de haberlo recibido. Aquí tenemos otra razón para despreciar al enemigo, pues aunque tal era su deseo, no fue capaz de vencer a un hombre justo. Si el poder hubiera sido suyo, no hubiera necesitado pedirlo, y el hecho de que lo pidiera no una sino dos, muestra su debilidad y incapacidad. No es extraño de que no tuviera poder contra Job, cuando le fue imposible destruir ni siquiera sus ganados a menos que Dios accediera a ello. Pero no tiene poder ni siquiera contra los cerdos, como está escrito en el Evangelio: Y los espíritus malos rogaron al Señor: déjanos entrar en esos cerdos, mucho menos sobre los hombres hechos a imagen de Dios.

Por eso, se debe temer sólo a Dios y despreciar esos seres, sin tenerles miedo en absoluto. Y cuanto mas se dediquen a tales cosas, tanto más dediquémonos nosotros a la vida ascética para contraatacarlos, pues una vida recta y la fe en Dios son una gran arma contra ellos. Temen a los ascetas por su ayuno, sus vigilias, sus oraciones, su mansedumbre, tranquilidad, desprecio del dinero, falta de presunción, humildad, amor a los pobres, limosnas, ausencias de ira, y, más que todo para que nadie los pisotee, su lealtad a Cristo. Esta el la razón por lo que hacen todo para que nadie los pisotee. Conocen la gracia dada por el Salvador a los creyentes cuando dice: "Miren: yo les he dado poder para pisotear serpientes y escorpiones y todo poder del enemigo (Lc 10:19).

Falsas Predicciones del Futuro.

"Asimismo, si pretenden predecir el futuro, no les hagan caso. A veces, por ejemplo, nos comunican días antes la visita de hermanos, y efectivamente llegan. Pero no es que se preocupen de sus oyentes que hacen esto, sino para inducirlos a colocar su confianza en ellos, y así, cuando los tienen bien a mano poder destruirlos. No los escuchemos sino que echémoslo fuera, pues no lo necesitamos. ¿Qué de prodigioso hay en ellos, que tienen cuerpos mas sutiles que los hombres, viendo que alguien se pone de camino, se le adelanten y anuncien su llegada? Una persona de a caballo podría también adelantarse a uno a pie y dar la misma información. Así, pues, tampoco en esto hay que asombrarse de ellos. No tienen ningún conocimiento previo de lo que todavía no ha sucedido, sino que sólo Dios conoce todas las cosas antes de que sean (Dn 13:42). En este punto son como ladrones que corren delante y anuncian lo que vieron. En este mismo momento, ¡a cuántos ya les habrán comunicado lo que estamos haciendo, como estamos aquí discutiendo sobre ellos, antes de que ninguno de nosotros pueda levantarse e informar de lo mismo! Pero hasta un niño veloz haría correr lo mismo, adelantándose a una persona más lenta. Les voy a aclarar con un ejemplo lo que quiero decir. Si alguien quiere ponerse en viaje desde la Tebaida o de cualquier otro lugar, antes de que efectivamente parta no saben si van a salir o no; pero en cuanto lo ven caminar, se adelantan y anuncian su llegada de antemano. Y así sucede que después de algunos días, llega. Pero a veces, sin embargo, el viajero se vuelve, y el informe es falso.

También a veces hablan tonterías con respecto al agua del Río. Por ejemplo, viendo lluvias en las regiones de Etiopía y sabiendo que las avenidas del Río tienen su origen, se adelantan y lo anunciantes de que el agua alcance Egipto. Los hombres también podrían hacerlo, si pudieran correr tan rápido como ellos. Y tal como el atalaya de David (2 S 18:24), subiéndose a una altura, logró un vistazo del que llegaba antes del que estaba debajo, y echando a correr le informó antes que los demás, no lo que aún no había pasado, sino lo que estaba por suceder en el acto, así también los demonios se apresuran a anunciar cosas a otros con el solo fin de engañarlos. En verdad, si entre tanto la Providencia tuviera una disposición especial en cuanto al agua o a los viajeros, y esto es perfectamente posible, entonces se vería que el informe de los demonios es mentira, y quedarían engañados los que pusieron su confianza en ellos.

Así surgieron los oráculos griegos y así fue descarriado el pueblo de la antigüedad por los demonios. Con esto hay que decir también cuanto engaño fue preparado para el futuro, pero el Señor vino para suprimir los demonios y su villanía. No conocen nada fuera de sí mismos, pero ven otros tienen conocimientos y entonces, como ladrones, se apoderan de él y lo desfiguran. Practican más la conjetura que la profecía. Por eso, aunque a veces parezcan estar en la verdad, nadie debería maravillarse. En realidad, también los médicos, cuya experiencia en enfermedades les viene de haber observado la misma dolencia en diferentes personas, hacen a menudo conjeturas sobre la base de su práctica y predicen lo que va a pasar. También los pilotos y campesinos, observando las condiciones del tiempo, por su experiencia pronostican si va a ver temporal o buen tiempo. A nadie se le ocurriría decir que profetizan por inspiración divina, sino por la experiencia que da la práctica. En consecuencia, si también los demonios adivinan algunas de estas mismas cosas y las dicen, no por eso ustedes tienen que asombrarse ni hacerles caso en absoluto. ¿De que les sirve a los oyentes saber días antes los que va a pasar? ¿O qué afán en saber tales cosas, aún suponiendo que tal conocimiento resulte verdad? Seguro que no es ése el elemento fundamental de la virtud ni tampoco prueba de nuestro progreso. Pues nadie es juzgado por lo que no sabe, y nadie es llamado bienaventurado por lo que ha aprendido y sabe; y el juicio que nos espera a cada uno es si hemos guardado la fe y observado fielmente los mandamientos.

"De ahí de que no sea propio nuestro darle importancia a estas cosas ni afanarnos en la vida ascética con el fin de saber el futuro, sino para agradar a Dios viviendo bien. Deberíamos orar, no para saber el futuro, ni deberíamos pedir esto como recompensa por la práctica ascética, sino que el fin de nuestra oración ha de ser lo que el Señor sea nuestro compañero para lograr la victoria sobre el demonio. Pero si algún día llegamos a conocer el futuro, mantengamos pura nuestra mente. Tengo la absoluta confianza de que si el alma es pura íntegramente y está en su estado natural, alcanza la claridad de visión y ve más y más lejos que los demonios. A ellos el Señor les revela las cosas. Tal era el alma de Elíseo que vio lo que pasó que Giezi (2 R 5:26), y contempló los ejércitos que estaban cerca (2 R 6:17).

Discernimiento de los Espíritus.

"Ahora, pues, cuando se les aparezcan de noche y quieran contarles el futuro o les digan: Somos los ángeles, ignórenlo porque están mintiendo. Si alaban su práctica de la vida ascética o los llaman santos, no los escuchen ni tengan nada que ver ellos. Hagan mas bien la señal de la Cruz sobre ustedes, sobre su morada y oración, y los verán desaparecer. Son cobardes y le tienen terror mortal a la señal de la Cruz de nuestro Señor, desde que en la Cruz el Señor los despojó e hizo escarmiento con ellos (Col 2:15). Pero si insisten con mas desvergüenza todavía, bailando en torno y cambiando su apariencia, no les teman ni se acobarden ni les presten atención como si fueran buenos; es totalmente posible distinguir entre el bien y el mal cuando Dios lo garantiza. Una visión de los santos no es turbulenta, pues no contendrá ni gritar, y nadie oirá su voz por las calles (Mt 12:19; Is 42:2). Tal visión llega tan tranquila y suave que de inmediato hay alegría, gozo y valor en el alma. Con ellos está nuestro Señor, que es nuestra alegría, y el poder de Dios Padre. Y los pensamientos del alma permanecen sin molestia ni oleaje, de modo que en su propia brillante transparencia posible contemplar la aparición. Un anhelo de las cosas divinas y de la vida futura se posesiona del alma, y su deseo es unirse totalmente a ellos y poder partir con ellos. Pero si algunos, por ser humanos, tienen miedo ante la visión de los buenos, entonces los que aparecen expulsan el temor por el amor, como lo hizo Gabriel con Zacarías (Lc 1:13), y el ángel que apreció a las mujeres en el santo sepulcro (Mt 28:5), y el ángel que habló a los pastores: No teman (Lc 2:10). Temor en estos casos, no es cobardía del alma sino conciencia de la presencia de seres superiores. Tal es, pues, la visión de los santos.

Por otra parte, el ataque y la aparición de los malos están llenos de confusión, acompañados de ruidos, bramidos y alaridos; bien podría ser el tumulto de muchachos groseros o salteadores. Esto al comienzo ocasiona terror en el alma, disturbios y confusión de pensamientos, desaliento, odio de la vida ascética, tedio, tristeza, recuerdo de los parientes, miedo de la muerte; luego viene el deseo del mal, el desprecio de la virtud y un completo cambio de carácter. Por eso, si ustedes tienen una visión y sienten miedo, pero si el miedo se lo quitan inmediatamente y en su lugar les viene una inefable alegría y contento, valor, recuperación de la fuerza y de la calma de pensamiento y de todo lo demás que he mencionado, y valentía de corazón y amor de Dios, entonces alégrense y oren; su gozo y la tranquilidad de su alma dan prueba de la santidad de Aquel que está presente. Así Abraham, viendo al Señor, se alegró (Jn 8:56), y Juan, oyendo la voz de María, la Madre de Dios, saltó de gozo (Lc 1:41). Pero si tienen visiones que los sorprenden y confunden y al tumulto por doquier y apariciones terrenas y amenazas de muerte y todo lo demás que mencioné, entonces sepan que la visita es del malo.

"Tengan también esta otra señal: si el alma sigue con miedo, el enemigo está presente. Los demonios no quitan el miedo que producen, como lo hizo el gran arcángel Gabriel con María y Zacarías, y el se le apareció a las mujeres en el sepulcro. Los demonios, al contrario, cuando ven que los hombres tienen miedo, aumentan sus fantasmagorías, para aterrorizarlos aún más, luego bajan y los engañan diciéndoles: Póstrense y adórennos (Mt 4:9). Así engañaron a los griegos, pues entre ellos los había, tomados falsamente por dioses. Pero nuestro Señor no permitió que fuéramos engañados por el demonio, cuando una vez le reprochó que intentara utilizar sus alucinaciones con El: Apártate, Satanás, porque está escrito: Al Señor, tu Dios, adorarás y al el sólo lo servirás (Mt 4:10). Por eso, despreciemos más y más al autor del mal, pues lo que dijo nuestro Señor fue por nosotros: cuando los demonios oyen tales palabras, son expulsados por el Señor que con estas palabras los reprendió.

"No debemos jactarnos de echar fuera a los demonios ni darnos aires por curaciones realizadas; no debemos honrar sólo al que expulsa demonios y despreciar al que no lo hace. Que cada uno observe atentamente la vida ascética de otro, entonces que la imite y emule, o que la corrija. Pues hacer milagros no es asunto nuestro. Eso está reservado sólo para nuestro Salvador. El, por otra parte, dijo a los discípulos: Alégrense, no porque los demonios se les sometan, sino porque sus nombres están escritos en el cielo (Lc 10:20). Y el hecho de que nuestros nombres estén escrito en el cielo es testimonio para nuestra virtud, pero en cuanto a expulsar demonios, eso es don del Salvador que él concede. Por eso, a los que se jactaban no de su virtud sino de sus milagros y decían: ¿Señor, no hemos expulsado demonios en tu nombre y no hemos obrado milagros también en tu nombre? (Mt 7:22). El respondió: En verdad, les digo que no los conozco (Mt 7:23), pues el Señor no conoce el camino de los impíos (Sal 1:6). En resumen, se debe orar, como he dicho, por el don de discernimiento de espíritus, a fin de que, como esta escrito, no creamos a cada espíritu.

Antonio Narra Sus Experiencias con los Demonios.

En realidad, ahora querría detenerme y no decir nada más que viniera de mí mismo, ya que basta con lo que se ha dicho. Pero para que ustedes no piensen que simplemente digo estas cosas por hablar, sino para que puedan convencerse de que lo hago por verdadera experiencia, por eso quiero contarles lo que he visto en cuanto a las prácticas de los demonios. Tal vez me llamen tonto, pero el Señor que está escuchando sabe que mi conciencia es limpia y que no es por mí mismo sino por ustedes para alentarlos que digo todo esto.

¡Cuántas veces me llamaron bendito, mientras yo los maldecía en el nombre del Señor! ¡Cuántas veces hacían predicciones acerca del agua del Río! Y yo les decía: ¿Y qué tienen que ver ustedes con esto? Una vez llegaron con amenazas y me rodearon como soldados armados hasta los dientes. En otra ocasión llenaron la casa con caballos y bestias y reptiles, pero yo canté el salmo: "Unos confían en sus carros, otros en su caballería, pero nosotros confiamos en el nombre del Señor Dios nuestro" (Sal 19:8), y a esta oración fueron rechazados por el Señor. Otra vez, en la obscuridad llegaron con una luz fatua diciendo: ‘Hemos venido a traerte luz, Antonio’. Pero cerré mis ojos, oré, y de un golpe se apago la luz de los impíos. Pocos meses después llegaron cantando salmos y citando las Escrituras. ‘Pero yo fui como un sordo que no oye’ (Sal 37:14). Una vez sacudieron la celda de un lado para otro, pero yo oré, permaneciendo inconmovible en mi mente. Entonces volvieron haciendo un ruido continuo, dando golpes, silbando y haciendo cabriolas. Pero yo me puse a orar y a cantar salmos, y entonces comenzaron a gritar y a lamentarse como si estuvieran completamente agotados, y yo alabé al Señor que redujo a nada su descaro e insensatez y les dio una lección.

Una vez se me apareció en visión un demonio realmente enorme, que tuvo la desfachatez de decir: ‘Soy el Poder de Dios’, y ‘Soy la Providencia’. ‘ ¿Por favor qué deseas que te otorgue?’. Entonces yo le soplé mi aliento, invocando el nombre de Cristo, e hice empeño por golpearlo. Parece que tuve éxito, porque al instante, grande como era, desapareció él, y todos sus compañeros junto con él, al nombre de Cristo. Otra vez que yo estaba ayunando, se llegó a mí el taimado acarreando panes ilusorios. Se puso a darme consejos: "¡Come y déjate de tus privaciones! También tú eres hombre y estás punto de enfermarte." Pero yo, notando su superchería, me levanté a orar y no pudo aguantarlo. Desapareció como humo a través de la puerta.

¡Cuántas veces me mostró en el desierto una visión de oro que yo podía tocar y buscar! Pero me le opuse cantando un salmo y se disolvió. Me golpeó a menudo, y yo decía: "Nada podrá separarme del amor de Cristo" (Rm 8:35), y entonces ¡ellos se golpeaban unos a otros! Pero no fui yo quien detuvo y paralizó sus esfuerzos, sino el Señor que dijo: "Vi a Satanás cayendo del cielo como un relámpago" (Lc 10:18).

Hijitos míos acuérdense de lo que dijo el apóstol: "Me apliqué esto a mí mismo" (1 Co 4:6), y aprenderán a no descorazonarse en su vida ascética y a no temer las ilusiones del demonio y sus compañeros.

"Ya que me ha hecho loco entrando en todas sus cosas, escuchen también lo que sigue, para que pueda servirles para su seguridad; créanme, no miento. Una vez escuché un golpe en la puerta de mi celda, salí afuera y vi una figura enormemente y alta. Cuando le pregunté: ¿Quién eres? me contestó: Soy Satanás. ¿Qué estás haciendo aquí? El respondió: ¿Qué falta me encuentran los monjes y los demás cristianos sin ninguna razón? ¿Por qué me echan a cada rato? Bien, ¿por qué los molestas? le dije.

El contestó: No soy yo quien los molesta, sino que sus molestias tienen su origen en ellos mismos, porque yo me he debilitado. ¿No han leído acaso; El enemigo ha sido desarmado, arrasaste sus ciudades? (Sal 9:7). Ahora no tengo lugar, armas, ni ciudad. En todas partes hay cristianos y hasta el desierto está lleno de monjes. Que se dediquen a sus propios asuntos y no me maldigan sin causa.

Entonces me maravillé ante la gracia del Señor y le dije: Aunque eres siempre mentiroso y nunca hablas la verdad, sin embargo esta vez has dicho la verdad, por más que te desagrade hacerlo. Ves tú, Cristo con su venida te hizo impotente, te derribó, te despojó. El oyendo el nombre del Salvador e incapaz de soportar el calor que esto causaba, se desvaneció.

Por eso, si incluso el mismo demonio confiesa que no tienen poder, deberíamos despreciarlo totalmente. El malo y sus sabuesos tienen, es verdad, todo un acopio de bellaquerías, pero nosotros, sabiendo su debilidad, podemos despreciarlos. No nos entreguemos, pues, ni desalentemos, ni dejemos que haya cobardía en nuestra alma ni causemos miedo a nosotros mismos pensando: ¡Ojalá que no venga el demonio y me haga caer! ¡Ojalá que no venga y me lleve para arriba o para abajo, o aparezca de repente y me saque de mis casillas! No deberíamos tener en absoluto semejantes pensamientos ni afligirnos como si fuéramos a perecer. Mas bien tengamos valor y alegrémonos siempre como hombres que están siendo salvados. Pensemos que el Señor está con nosotros, El que ahuyentó los malos espíritus y les quitó su poder.

Meditemos siempre sobre esto y recordemos que mientras el Señor esté con nosotros, nuestros enemigos no nos harán daño. Pues cuando vienen, actúan tal como nos encuentran, y en el estado del alma en que nos encuentren, de ese modo presentan sus ilusiones. Si nos ven llenos de miedo y de pánico, inmediatamente toman posesión como bandoleros que encuentran la plaza desguarnecida; todo lo que pensemos de nosotros mismos, lo aprovecharán con interés redoblado. Si nos ven con temerosos y acobardados, van a aumentar nuestro miedo lo más que puedan en forma de imaginaciones y amenazas, y así la pobre alma es atormentada para el futuro. Pero si nos encuentran alegrándonos con el Señor, meditando en los bienes que han de venir y contemplando las cosa que son del Señor; considerando que todo está en sus manos y que el demonio no tiene poder sobre un cristiano; que, de hecho, no tiene poder sobre nadie absolutamente, entonces, viendo al alma salvaguardada con tales pensamientos, se avergüenzan y se vuelven. Así, cuando el enemigo vio a Job fortificado, se retiró de él, mientras que encontrando a Judas desprovisto de toda defensa, lo tomó prisionero.

Por eso, si queremos despreciar al enemigo, mantengamos siempre nuestro pensamiento en las cosas del Señor y que nuestra alma se goce con la esperanza (Rm 12:12). Veremos entonces cómo los engaños del demonio se desvanecen como humo, y los veremos huir en lugar de perseguirnos. Ellos son, como dije, abyectos, cobardes, siempre recelosos del fuego preparados para ellos (Mt 25:41).

"Observen también esto con respecto a la intrepidez que deben tener en su presencia. Cada vez que venga una aparición, no se derrumben inmediatamente llenos de cobarde miedo, sino que, sea lo que sea, pregunten primero con corazón resuelto: ¿Quién eres tú y de dónde vienes? Si es una visión buena, los va a tranquilizar y a cambiar su miedo en alegría. Sin embargo, si tiene que ver con el demonio, va a desvanecerse al instante viendo el decidido ánimo de ustedes, ya que la simple pregunta, ¿quién eres y de dónde vienes? es la señal de tranquilidad. Así lo aprendió el hijo de Nun (Jos 5:13s), y el enemigo no se libró de ser descubierto cuando Daniel lo interrogó (Dn 13-59).

Virtud Monástica.

Mientras Antonio discurría sobre estos asuntos con ellos, todos se regocijaban. Aumentaba en algunos la virtud, en otros desaparecía la negligencia, y en otros la vanagloria era reprimida. Todos prestaban consejos sobre los ardides del enemigo, y se admiraban de la gracia dada a Antonio por el Señor para discernir los espíritus.

Así sus solitarias celdas en las colinas eran como las tiendas llenas de coros divinos, cantando salmos, estudiando, ayunando, orando, gozando con la esperanza de la vida futura, trabajando para dar limosnas y preservando el amor y la armonía entre sí. Y en realidad, era como ver un país aparte, una tierra de piedad y justicia. No había malhechores ni víctimas del mal ni acusaciones del recaudador de impuestos, sino una multitud de ascetas, todos con un solo propósito: la virtud. Así, al ver estas celdas solitarias y la admirable alineación de los monjes, no se podía menos que elevar la voz y decir: "¡Qué hermosas son las tiendas, oh Jacob! ¡Tus habitaciones, oh Israel! Como arroyos están extendidas, como huertos junto al río, como tiendas plantadas por el Señor, como cedros junto a las aguas" (Num 24:5).

Antonio volvió como de costumbre a su propia celda e intensificó sus prácticas ascéticas. Día tras día suspiraba en la meditación de las moradas celestiales (Jn 14:12), con todo anhelo por ellas, viendo la breve existencia del hombre. Al pensamiento de la naturaleza espiritual del alma, se avergonzaba cuando debía aprestarse a comer o dormir o a ejecutar las otras necesidades corporales. A menudo, cuando iba a compartir su alimento con otros monjes, le sobrevenía el pensamiento del alimento espiritual y rogando que le perdonaran, se alejaba de ellos, como si le diera vergüenza de que otros lo vieran comiendo. Comía, por su puesto, porque su cuerpo lo necesitaba, y frecuentemente lo hacía también con los hermanos, turbado a causa de ellos, pero hablándoles por la ayuda que sus palabras significaban para ellos. Acostumbraba a decir que se debía dar todo su tiempo al alma más bien que al cuerpo. Ciertamente, puesto que la necesidad lo exige, algo de tiempo tiene que darse al cuerpo, pero en general deberíamos dar nuestra primera atención al alma y buscar su progreso. Ella no debería ser arrastrada hacia abajo por los placeres del cuerpo, sino que el cuerpo debe ser puesto bajo sujeción del alma. Esto, decía, es lo que el Salvador expresó: "No se preocupen por la vida, por lo que van a comer o beber, ni estén inquietos ansiosamente; la gente del mundo busca todas esas cosas. Pero su Padre sabe que ustedes necesitan todo esto. Busquen primero su Reino y todo esto se les dar dado por añadidura" (Lc 12:22-31; Mt 6:31-33)

Antonio Va Alejandría Bajo la Persecución del Emperador Maximino (311).

Después de esto, la persecución de Maximino, que irrumpió en esa época, se abatió sobre la Iglesia. Cuando los santos mártires fueron llevados a Alejandría, él también dejó su celda y los siguió, diciendo: "vayamos también nosotros a tomar parte en el combate si somos llamados, o a ver a los combatientes." Tenía el gran deseo de sufrir el martirio, pero como no quería entregarse a sí mismo, servía a los confesores de la fe en las minas y en las prisiones. Se afanaba en el tribunal, estimulando el celo de los mártires cuando los llamaban, y recibiéndolos y escoltándolos cuando iban a su martirio, quedando junto a ellos hasta que expiraban. Por eso el juez, viendo su intrepidez y la de sus compañeros y su celo en estas cosas, dio orden de que ningún monje apareciera en el tribunal o estuviera en la ciudad. Todos los demás pensaron conveniente esconderse ese día, pero Antonio se preocupó tan poco de ello que lavó sus ropas y al día siguiente se colocó al frente de todos, en un lugar prominente, a vista y presencia del prefecto. Mientras todos se admiraban y el prefecto mismo lo veía al acercarse con todos los funcionarios, el estaba ahí de pie, sin miedo, mostrando el espíritu anhelante característico de nosotros los cristianos. Como lo expresé antes, oraba para que también él pudiera ser martirizado, y por eso se apenaba por no haberlo sido.

Pero el Señor cuidaba de él para nuestro bien y para el bien de otros, a fin de que pudiera se maestro de la vida ascética que él mismo había aprendido en las Escrituras. De hecho, muchos, sólo con ver su actitud, se convirtieron en celosos seguidores de su modo de vida. De nuevo, por eso, continuó con su costumbre, de ir al servicio de los confesores de la fe y, como si estuviera encadenado con ellos (Hb 13:3), se agotó en su afán por ellos.

El Diario Martirio de la Vida Monacal.

Cuando finalmente la persecución cesó y el obispo Pedro, de santa memoria, hubo sufrido el martirio, se fue y volvió a su celda solitaria, y ahí fue mártir cotidiano en su conciencia, luchando siempre las batallas de la fe. Practicó una vida ascética llena de celo y más intensa. Ayunaba continuamente, su vestidura era de pelo la interior y de cuero la exterior, y la conservó hasta el día de su muerte. Nunca bañó su cuerpo para lavarse, ni tampoco lavó sus pies ni se permitió meterlos en el agua sin necesidad. Nadie vio su cuerpo desnudo hasta que murió y fue sepultado.

Vuelto a la soledad, determinó un período de tiempo durante el cual no saldría ni recibiría a nadie. Entonces un oficial militar, un cierto Martiniano, llegó a importunar a Antonio: tenía una hija a la molestaba el demonio. Como persistía ante él, golpeado a la puerta y rogando que saliera y orara a Dios por su hija, Antonio no quiso salir sino que, usando una mirilla le dijo: "Hombre ¿por qué haces todo ese ruido conmigo? Soy un hombre tal como tú. Si crees en Cristo a quien yo sirvo, ándate y como eres creyente, ora a Dios y se te concederá." Ese hombre se fue y creyendo e invocando a Cristo, y su hija fue librada del demonio. Muchas otras cosas hizo también el Señor a través de él, según la palabra: "Pidan y se les dará" (Lc 11:9). Muchísima gente que sufría, dormía simplemente fuera de su celda, ya que él no quería abrirle la puerta, y eran sanados por su fe y su sincera oración.

Huida a la Montaña Interior.

Cuando se vio acosado por muchos e impedido de retirarse como eran su propósito y su deseo, e inquieto por lo que el Señor estaba obrando a través de él, pues podía transformarse en presunción, o alguien podía estimarlos más de lo que convenía, reflexionó y se fue hacia la Alta Tebaida, a un pueblo en el que era desconocido. Recibió pan de los hermanos y se sentó a la orilla del río, esperando ver un barco que pasara en el que pudiera embarcarse y partir. Mientras estaba así aguardando, se oyó una voz desde arriba: "Antonio, ¿a dónde vas y porque?"

No se desorientó sino que, habiendo escuchado a menudo tales llamadas, contestó: "Ya que las multitudes no me permiten estar solo, quiero irme a la Alta Tebaida, porque son muchas las molestias a las que estoy sujeto aquí, y sobre todo porque me piden cosas más allá de mi poder." "Si subes a la Tebaida," dijo la voz, "o si, como también pensaste, bajas a la Bucólica, tendrás más, sí, el doble más de molestias que soportar. Pero si realmente quieres estar contigo mismo, entonces vete al desierto interior."

Pero, dijo Antonio, ¿quién me mostrará el camino? Yo no lo conozco. De repente le llamaron la atención unos sarracenos que estaban por tomar aquella ruta. Acercándose, Antonio les pidió ir con ellos al desierto. Ellos le dieron la bienvenida como por orden de la Providencia. Y viajó con ellos tres días y tres noches y llegó a una montaña muy alta. Al pie de la montaña había agua, clara como el cristal, dulce y muy fresca. Extendiéndose desde allí había una llanura y unos cuantos datileros.

Antonio, como inspirado por Dios, quedó encantado por el lugar, porque esto fue lo que quiso decir Quien habló con el a la orilla del Río. Comenzó por conseguir algunos panes de sus compañeros de viaje y se quedo sólo en la montaña, sin ninguna compañía. En adelante, miró este lugar como si hubiera encontrado su propio hogar. En cuanto a los sarracenos, notando el entusiasmo de Antonio, hicieron del lugar un punto de sus travesías, y estaban contentos de llevarle pan. También los datileros le daban un pequeño y frugal cambio de dieta. M s tarde, los hermanos, se las ingeniaron para mandarle pan. Antonio, sin embargo, viendo que el pan les causaba molestias porque tenían que aumentar el trabajo que ya soportaban, y queriendo mostrar consideración a los monjes en esto, reflexionó sobre el asunto y pidió a algunos de sus visitantes que les trajeran un azadón y un hacha y algo de grano.

Cuando se lo trajeron, se fue al terreno cerca de la montaña, y encontrando un pedazo adecuado, con abundante provisión de agua de la vertiente, lo cultivo y sembró. Así lo hizo cada año y les suministraba su pan. Estaba feliz de que con eso no tenía que molestar a nadie, y con todo trataba de no ser carga para otros. Pero más tarde, viendo que de nuevo llegaba gente a verlo, comenzó también a cultivar algunas hortalizas, a fin de que sus visitantes tuvieran algo más para restaurar sus fuerzas después del viaje tan cansado y pesado.

Al comienzo, los animales del desierto que venían a beber agua le dañaban los sembrados de la huerta. Entonces atrapó a uno de los animales, lo retuvo suavemente y les dijo a todos: " ¿Por qué me hacen perjuicio si yo no les haga nada a ninguno de ustedes? ¡Váyanse, y en el nombre del Señor no se acerquen otra vez a estas cosas!" Y desde ese entonces, como atemorizados por sus órdenes, no se acercaron al lugar.

De Nuevo los Demonios.

Así estuvo sólo en la Montaña Interior, dando su tiempo a la oración y a la práctica de la vida ascética. Pero los hermanos que fueron en su busca, le rogaron que les permitiera llegar cada mes y llevarle aceitunas, legumbres y aceite, puesto que ya ahora era anciano.

De sus visitantes hemos sabido cuantos combates tuvo que soportar mientras vivió ahí, "no contra carne y sangre," como está escrito (Ef 6:12), sino en lucha con los demonios. Pues también allí oyeron tumultos y muchas voces y clamor como de armas. De noche vieron la montaña llenarse de vida con bestia salvajes. Lo vieron también peleando como también con enemigos visibles, y orando contra ellos. A uno que lo visitó, le habló palabras de aliento mientras el mismo se mantenía firme en la contienda, de rodillas y orando al Señor. Era realmente notable que, sólo como estaba en ese despoblado, nunca desmayase frente a los ataques de los demonios, ni tampoco con todos los animales y reptiles que había, tuviese miedo de su ferocidad. Como está en la escritura, él realmente "confiaba en el Señor como el monte Sión (Sal 124:l), con ánimo inquebrantable e intrépido. Así los demonios más bien huían de él, y los animales salvajes hicieron la paz con él, como está escrito (Job 5:23)

El malo puso estrecha guardia sobre Antonio y rechinó sus dientes contra él, como dice David en el salmo (Sal 34:16), pero Antonio fue animado por el Salvador, quedando sin ser dañado por esa villanía y sutil estrategia. Le envió bestias salvajes mientras estaba en sus vigilias nocturnas, y en plena noches todas las hienas del desierto salieron de sus guaridas y lo rodearon. Teniéndolo en medio, abrían sus fauces y amenazaban morderlo. Pero él, conociendo bien las mañas del enemigo, les dijo: "Si han recibido poder para hacer esto contra mí, estoy dispuesto a ser devorado; pero si han sido enviadas por los demonios, váyanse inmediatamente porque soy servidor de Cristo." En cuanto Antonio dijo esto, huyeron como azotados por el látigo de esa palabra.

Pocos días después, mientras estaba trabajando –porque el trabajo formaba parte de su propósito–, alguien llegó a la puerta y tiró la cuerda con que trabajaba (estaba haciendo canastos, que daba a sus visitantes en cambio por lo que le traían). Se levantó y vio a un monstruo que parecía hombre hasta los muslos, pero con piernas y pies de asno. Antonio hizo simplemente la señal de la cruz y dijo: "Soy servidor de Cristo. Si has sido enviado contra mí aquí estoy." Pero el monstruo con sus demonios huyó tan rápido, que su misma rapidez lo hizo caer y murió. La muerte del monstruo vino a significar el fracaso de los demonios: hicieron cuanto pudieron porque se fuera del desierto y no pudieron.

Antonio Visita a los Hermanos a lo Largo del Nilo.

Una vez los monjes le pidieron que regresara donde ellos y pasara algún tiempo visitándolos a ellos y sus establecimientos. Hizo el viaje con los monjes que vinieron a su encuentro. Un camello había cargado con pan y agua, ya que en todo ese desierto no hay agua, y la única agua potable estaba en la montaña de donde habían salido y en donde estaba su celda. Yendo de camino se acabó el agua, y estaban todos en peligro cuando el calor es mas intenso. Anduvieron buscando y volvieron sin encontrar agua. Ahora estaban demasiado débiles para poder caminar siquiera. Se echaron al suelo y dejaron que el camello se fuera, entregándose a la desesperación.

Entonces el anciano, viendo el peligro en que todos estaban, se llenó de aflicción. Suspirando profundamente, se apartó un poco de ellos. Entonces se arrodilló, extendió sus manos y oró. Y de repente el Señor hizo brotar una fuente donde estaba orando, de modo que todos pudieron beber y refrescarse. Llenaron sus odres y se pusieron a buscar el camello hasta que lo encontraron, sucedió que el cordel se había enredado en una piedra y había quedado sujeto. Lo llevaron a abrevar y, cargándolo con los odres, concluyeron su viaje sin más deterioros ni accidentes.

Cuando llegó a las celdas exteriores, todos le dieron una cordial bienvenida, mirándolo como a un padre. El, por su parte, como trayéndoles provisiones de su montaña, los entretenía con su narraciones y les comunicaba su experiencia práctica. Y de nuevo hubo alegría en las montañas y anhelos de progreso, y el consuelo que viene de una fe común (Rm 1:12). También se alegró de contemplar el celo de los monjes y al ver a su hermana que había envejecido en su vida de virginidad, siendo ella misma guía espiritual de otras vírgenes.

Los Hermanos Visitan a Antonio.

Después de algunos días volvió a su montaña. Desde entonces muchos fueron a visitarlo, entre ellos muchos llenos de aflicción, que arriesgaban el viaje hasta él. Para todos los monjes que llegaban donde él, tenía siempre el mismo consejo: poner su confianza el Señor y amarlo, guardarse a sí mismo de los malos pensamientos y de los placeres de la carne, y no ser seducido por el estómago lleno, como está escrito en los Proverbios (Prov 24:15). Debían huir de la vanagloria y orar continuamente; cantar salmos antes y después del sueño; guardar en el corazón los mandamientos impuestos en las Escrituras y recordar los hechos de los santos, de modo que el alma, al recordar los mandamientos, pueda inflamarse ante el ejemplo de su celo. Les aconsejaba sobre todo recordar siempre la palabra del apóstol: "Que el sol no se ponga sobre tu ira" (Ef 4:26), y a considerar estas palabras como dichas de todos los mandamientos: el sol no debe ponerse no sólo sobre la ira sino sobre ningún otro pecado.

Es enteramente necesario que el sol no condene por ningún pecado de día, ni la luna por ninguna falta o incluso pensamiento nocturno. Para asegurarnos de esto, es bueno escuchar y guardar lo que dice el apóstol: "Júzguense y pruébense ustedes mismos" (2 Co 13:5). Por eso cada uno debe hacer diariamente un examen de lo que ha hecho de día y de noche; si ha pecado, deje de pecar; si no ha pecado, no se jacte por ello. Persevere mas bien en la practica de lo bueno y no deje de estar en guardia. No juzgue a su prójimo ni se declare justo él mismo, como dice el santo apóstol Pablo, "Hasta que venga el Señor y saque a luz lo que está escondido" (1 Co 4:5; Rm 2:16). A menudo no tenemos conciencia de lo que hacemos; nosotros no lo sabemos, pero el Señor conoce todo. Por eso dejémosle el juicio a El, compadezcámonos mutuamente y "llevemos los unos las cargas de los otros" (Ga 6:2). Juzguémonos a nosotros mismo y, si vemos que hemos disminuido, esforcémonos con toda seriedad para reparar nuestra deficiencia. Que esta observación sea nuestra salvaguardia con el pecado: anotemos nuestras acciones e impulsos del alma como si tuviéramos que dar un informe a otro; pueden estar seguros que de pura vergüenza de que esto se sepa, dejaremos de pecar y de seguir teniendo pensamientos pecaminosos. ¿A quién le gusta que lo vean pecando? ¿Quién habiendo pecado, no preferiría mentir, esperando escapar así a que lo descubran? Tal como no quisiéramos abandonarnos al placer a vista de otros, así también si tuviéramos que escribir nuestros pensamientos para decírselos a otro, nos guardaríamos muchos de los malos pensamientos, de vergüenza de que alguien los supiera. Que ese informe escrito sea, pues, como los ojos de nuestros hermanos ascetas, de modo que al avergonzarnos al escribir como si nos estuvieran viendo, jamás nos demos al mal. Moldeándonos de esta manera, seremos capaces de llevar a nuestro cuerpo a obedecernos (1 Co 9:27), para agradar al Señor y pisotear las maquinaciones del enemigo.

Milagros en el Desierto.

Estos eran los consejos a los visitantes. Con los que sufrían se unía en simpatía y oración, y a menudo y en muchos y variados casos, el Señor escuchó su oración. Pero nunca se jactó cuando fue escuchado, ni se quejó cuando no lo fue. Siempre dio gracias al Señor, y animaba a los sufrientes a tener paciencia y a darse cuenta de que la curación no era prerrogativa suya ni de nadie, sino sólo de Dios, que la obra cuando quiere y a quienes El quiere. Los que sufrían se satisfacían con recibir las palabras del anciano como curación, pues aprendían a tener paciencia y a soporta el sufrimiento. Y los que eran sanados, aprendían a dar gracias no a Antonio sino sólo a Dios.

Había, por ejemplo, un hombre llamado Frontón, oriundo de Palatium. Tenía una horrible enfermedad: Se mordía continuamente la lengua y su vista se le iba acortando. Llegó hasta la montaña y le pidió a Antonio que rogara por él. Oró y luego Antonio le dijo a Frontón " Vete, vas a ser sanado." Pero el insistió y se quedó durante días, mientras Antonio seguía diciéndole: "No te vas a sanar mientras te quedes aquí y cuando llegues a Egipto verás en ti el milagro." El hombre se convenció por fin y se fue, al llegar a la vista de Egipto desapareció su enfermedad. Sanó según las instrucciones que Antonio había recibido del Señor mientras oraba.

Una niña de Busiris en Trípoli padecía de una enfermedad terrible y repugnante: una supuración de ojos, nariz y oídos se transformaba en gusanos cuando caía al suelo. Además su cuerpo estaba paralizado y sus ojos eran defectuosos. Sus padres supieron de Antonio por algunos monjes que iban a verlo, y teniendo fe en el Señor que sanó a la mujer que padecía hemorragia (Mt 9:20), les pidieron que pudieran ir con su hija. Ellos consintieron. Los padres y la niña quedaron al pie de la montaña con Pafnucio, el confesor y monje. Los demás subieron, y cuando se disponían a hablarle de la niña, el se les adelantó y les dijo todo sobre el sufrimiento de la niña y de como había hecho el viaje con ellos. Entonces cuando le preguntaron si esa gente podía subir, no se los permitió y sino que dijo: "Vayan y, si no ha muerto, la encontrar n sana. No es ciertamente mérito mío que ella halla querido venir donde un infeliz como yo; no, en verdad; su curación es obra del Salvador que muestra su misericordia en todo lugar a los que lo invocan. En este caso el Señor ha escuchado su oración, y su amor por los hombres me ha revelado que curar la enfermedad de la niña donde ella está." En todo caso el milagro se realizó: cuando bajaron, encontraron a los padres felices y a la niña en perfecta salud.

Sucedió que cuando los hermanos estaban en viaje hacia él, se les acabó el agua durante el viaje; uno murió y el otro estaba a punto de morir. Ya no tenía fuerzas para andar, sino que yacía en el suelo esperando también la muerte. Antonio, sentado en la montaña, llamó a dos monjes que estaban casualmente sentados allí, y los apremió a apresurarse: "Tomen un jarro de agua y corran abajo por el camino a Egipto; venían dos, uno acaba de morir y el otro también morir a menos que ustedes se apuren. Recién me fue revelado esto en la oración." Los monjes fueron y hallaron a uno muerto y lo enterraron. Al otro lo hicieron revivir con agua y lo llevaron hasta el anciano. La distancia era de un día de viaje. Ahora si alguien pregunta porque no habló antes de que muriera el otro, su pregunta es injustificada. El decreto de muerte no pasó por Antonio sino por Dios, que la determinó para uno, mientras que revelaba la condición del otro. En cuanto a Antonio, lo único admirable es que, mientras estaba en la montaña con su corazón tranquilo, el Señor les mostró cosas remotas.

En otra ocasión en que estaba sentado en la montaña y mirando hacia arriba, vio en el aire a alguien llevado hacia lo alto entre gran regocijo entre otros que le salían al encuentro. Admirándose de tan gran multitud y pensando que felices eran, oró para saber que era eso. De repente una voz se dirigió a él diciéndole que era el alma de un monje Ammón de Nitria, que vivió la vida ascética hasta edad avanzada. Ahora bien, la distancia entre Nitria a la montaña donde estaba Antonio, era de trece días de viaje. Los que estaban con Antonio, viendo al anciano tan extasiado, le preguntaron que significaba y el les contó que Ammón acababa de morir.

Este era bien conocido, pues venía ahí a menudo y muchos milagros fueron logrados por su intermedio. El que sigue es un ejemplo: "Una vez tenía que atravesar el río Licus en la estación de las crecidas; le pidió a Teodor que se le adelantara para que no se vieran desnudos uno a otro mientras cruzaban el río a nado. Entonces cuando Teodor se fue, el se sentía todavía avergonzado por tener que verse desnudo él mismo. Mientras estaba así desconcertado y reflexionando, fue de repente transportado a la otra orilla. Teodoro, también un hombre piadoso, salió del agua, y al ver al otro lado al que había llegado antes que él y sin haberse mojado se aferró a sus pies, insistiendo que no lo iba a soltar hasta que se lo dijera. Notando la determinación de Teodoro, especialmente, después de lo que le dijo, él insistió a su vez para que no se lo dijera a nadie hasta su muerte, y así le reveló que fue llevado y depositado en la orilla, que no había caminado sobre el agua, ya que sólo esto es posible al Señor y a quienes El se lo permite, como lo hizo en el caso del apóstol Pedro (Mt 14:29). Teodoro relató esto después de la muerte de Ammón.

Los monjes a los que Antonio les habló sobre la muerte de Ammón, se anotaron el día, y cuando, un mes después, los hermanos volvieron desde Nitria, preguntaron y supieron que Ammón se había dormido en el mismo día y hora en que Antonio vio su alma llevada hacia lo alto. Y tanto ellos como los otros quedaron asombrados ante la pureza del alma de Antonio, que podía saber de inmediato lo que había pasado trece días antes y que era capaz de ver el alma llevada hacia lo alto.

En otra ocasión, el conde Arquelao lo encontró en la montaña Exterior y le pidió solamente que rezara por Policracia, la admirable virgen de Laodicea, portadora de Cristo. Sufría mucho del estómago y del costado a causa de su excesiva austeridad, y su cuerpo estaba reducido a gran debilidad. Antonio oró y el conde anotó el día en que hizo oración. Cuando volvió a Laodicea, encontró sana a la virgen. Preguntando cuando se vio libre de su debilidad, sacó el papel donde había anotado la hora de la oración. Cuando le contestaron, inmediatamente mostró su anotación en el papel, y todos se asombraron al reconocer que el Señor la había sanado de su dolencia en el mismo momento en que Antonio estaba orando e invocando la bondad del Salvador en su ayuda.

En cuanto a sus visitantes, con frecuencia predecía su venida, días y a veces un mes antes, indicando la razón de su visita. Algunos venían sólo a verlo, otros a causa de sus enfermedades, y otros, atormentados por los demonios. Y nadie consideraba el viaje demasiado molesto o que fuera tiempo perdido; cada uno volvía sintiendo que había recibido ayuda. Aunque Antonio tenía estos poderes de palabra y visión, sin embargo suplicaba que nadie lo admirara por esta razón, sino mas bien admirara al Señor, porque El nos escucha a nosotros, que sólo somos hombres, a fin de conocerlo lo mejor que podamos.

En otra ocasión había bajado de nuevo para visitar las celdas exteriores. Cuando fue invitado a subir a un barco y orar con los monjes, sólo él percibió un olor horrible y sumamente penetrante. La tribulación dijo que había pescado y alimento salado a bordo y que el olor venía de eso, pero él insistió que el olor era diferente. Mientras estaba hablando, un joven que tenía un demonio y había subido a bordo poco antes como polizón, de repente soltó un chillido. Reprendido en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, el demonio se fue y el hombre volvió a la normalidad; todos entonces se dieron cuenta de que el hedor venía del demonio.

Otra vez un hombre de rango fue donde él, poseído de un demonio. En este caso el demonio era tan terrible que el poseso no estaba consciente de que iba hacia Antonio. Incluso llegaba a devorar sus propios excrementos. El hombre que lo llevó donde Antonio le rogó que orara por él. Sintiendo compasión por el joven, Antonio oró y pasó con él toda la noche. Hacia el amanecer el joven de repente se lanzó sobre Antonio y le dio un empujón. Sus compañeros se enojaron ante eso, pero Antonio dijo: "No se enojen con el joven, porque no es él el responsable sino el demonio que está en él. Al ser increpado y mandado irse a lugares desiertos, se volvió furioso e hizo esto. Den gracias al Señor, porque el atacarme de este modo es una señal de la partida del demonio." Y en cuanto Antonio dijo esto, el joven volvió a la normalidad. Vuelto en sí se dio cuenta donde estaba, abrazó al anciano y dio gracias a Dios.

Visiones.

Son numerosas las historias, por lo demás todas concordes, que los monjes han trasmitido sobre muchas otras cosas semejantes que él obró. Y ellas, sin embargo, no parecen tan maravillosas como otras aún más maravillosas. Un a vez, por ejemplo, a la hora nona, cuando se puso de pie para orar antes de comer, se sintió transportado en espíritu y, extraño es decirlo, se vio a sí mismo y se hallara fuera de sí mismo y como si otros seres lo llevaran en los aires. Entonces vio también otros seres terribles y abominables en el aire, que le impedían el paso. Como sus guías ofrecieron resistencia, los otros preguntaron con qué pretexto quería evadir su responsabilidad ante ellos. Y cuando comenzaron ellos mismos a tomarles cuentas desde su nacimiento, intervinieron los guías de Antonio: "Todo lo que date desde su nacimiento, el Señor lo borró; pueden pedirle cuentas desde cuando comenzó a ser monje y se consagró a Dios. Entonces comenzaron a presentar acusaciones falsas y como no pudieron probarlas, tuvieron que dejarle libre el paso. Inmediatamente se vio así mismo acercándose — a lo menos, así le pareció– y juntándose consigo mismo, y así volvió Antonio a la realidad.

Entonces, olvidándose de comer, pasó todo el resto del día y toda la noche suspirando y orando. Estaba asombrado de ver contra cuantos enemigos debemos luchar y qué trabajos tiene uno para poder abrirse paso por los aires. Recordó que esto es lo que dice el apóstol: "De acuerdo al príncipe de las potencias del aire" (Ef 2:2). Ahí está precisamente el poder del enemigo, que pelea y trata de detener a los que intentan pasar. Por eso el mismo apóstol da también su especial advertencia: "Tomen la armadura de Dios que los haga capases de resistir en el día malo" (Ef 6:13), y "no teniendo nada malo que decir de nosotros el enemigo, pueda ser dejado en vergüenza" (Tt 2:8). Y los que hemos aprendido esto, recordemos lo que el mismo apóstol dice: "No sé si fue llevado con cuerpo o sin él, Dios lo sabe" (2 Co 2:12). Pero Pablo fue llevado al tercer cielo y escuchó "palabras inefables" (2 Co 12:2-4), y volvió, mientras que Antonio se vio a sí mismo entrando en los aires y luchando hasta que quedó libre.

En otra ocasión tuvo este favor de Dios. Cuando solo en la montaña y reflexionando, no podía encontrar alguna solución, la Providencia se la revelaba en respuesta a su oración; el santo varón era, con palabras de la Escritura, "Enseñado por Dios" (Is 54:13; Jn 6:45; 1 Ts 4:9). Así favorecido, tuvo una vez una discusión con unos visitantes sobre la vida del alma y qué lugar tendría después de la vida. A la noche siguiente le llegó un llamado desde lo alto: "¡Antonio, sal fuera y mira!" El salió, pues distinguía los llamados que debía escuchar, y mirando hacia lo alto vio una enorme figura, espantosa y repugnante, de pie, que alcanzaba las nubes, y además vio ciertos seres que subían como con alas. La primera figura extendía sus manos, y algunos de los seres eran detenidos por ella, mientras otros volaban sobre ella y, habiéndola sobrepasado, seguían ascendiendo sin mayor molestia. Contra ella el monstruo hacía rechinar sus dientes, pero se alegraba por los otros que habían caído. En ese momento una voz se dirigió a Antonio: "¡Comprende la visión!" (Dn 9:23). Se abrió su entendimiento (Lc 24:45) y se dio cuenta que ese era el paso de las almas y de que el monstruo que allí estaba era el enemigo, en envidioso de los creyentes. Sujetaba a los que le correspondían y no los dejaba pasar, pero a los que no había podido dominar, tenía que dejarlo pasar fuera de su alcance.

Habiéndolo visto esto y tomándolo como advertencia, luchó aún más para adelantar cada día lo que le esperaba.

No tenía ninguna inclinación a hablar a cerca de estas cosas a la gente. Pero cuando había pasado largo tiempo en oración y estado absorto en toda esa maravilla, y sus compañeros insistían y lo importunaban para que hablara, estaba forzado a hacerlo. Como padre no podía guardar un secreto ante sus hijos. Sentía que su propia conciencia era limpia y que contarles esto podría servirles de ayuda. Conocerían el buen fruto de la vida ascética, y que a menudo las visiones son concedidas como compensación por las privaciones.

Devoción de Antonio a los Ministros de la Iglesia Ecuanimidad de Su Carácter.

Era paciente por disposición y humilde de corazón. Siendo hombre de tanta fama, mostraba, sin embargo, el más profundo respeto a los ministros de la Iglesia, y exigía que a todo clérigo se le diera más honor que a él. No se avergonzaba de inclinar su cabeza ante obispos y sacerdotes. Incluso si algún di cono llegaba donde él a pedirle ayuda, conversaba con él lo que fuera provechoso, pero cuando llegaba la oración le pedía que presidiera, no teniendo vergüenza de aprender. De hecho, a menudo planteó cuestiones inquiriendo los puntos de vista de sus compañeros, y si sacaba provecho de lo que el otro decía, se lo agradecía.

Su rostro tenía un encanto grande e indescriptible. Y el Salvador le había dado este don por añadidura: si se hallaba presente en una reunión de monjes y alguno a quien no conocía deseaba verlo, ese tal en cuanto llegaba pasaba por alto a los demás, como atraído por sus ojos. No era ni su estatura ni su figura las que lo hacían destacar sobre los demás, sino su carácter sosegado y la pureza de su alma. Ella era imperturbable y así su apariencia externa era tranquila. El gozo de su alma se transparentaba en la alegría de su rostro, y por la forma de expresión de su cuerpo se sabía y se conocía la estabilidad de su alma, como lo dice la Escritura: "Un corazón contento alegra el rostro, uno triste deprime el espíritu" (Pr 15:13). También Jacob observó que Labán estaba tramando algo contra él y dijo a sus mujeres: "Veo que el padre de ustedes no me mira con buenos ojos" (Gn 31:5). También Samuel reconoció a David porque tenía los ojos que irradiaban alegría y dientes blancos como la leche (1 S 16:12; Gn 49:12). Así también era reconocido Antonio: nunca estaba agitado, pues su alma estaba en paz, nunca estaba triste, porque había alegría en su alma.

Por Lealtad a la Fe, Antonio Interviene en la Lucha Antiarriana.

En asuntos de fe, su devoción era sumamente admirable. Por ejemplo, nunca tuvo nada que hacer con los cismáticos melecianos, sabedor desde el comienzo de su maldad y apostasía. Tampoco tuvo ningún trato amistoso con los maniqueos ni con otros herejes, a excepción únicamente de las amonestaciones que les hacía para que volvieran a la verdadera fe. Pensaba y enseñaba que amistad y asociación con ellos perjudicaban y arruinaban su alma. También detestaba la herejía de los arrianos, y exhortaba a todos a no acercárseles ni a compartir su perversa creencia. Una vez, cuando uno de esos impíos arrianos llegaron donde él, los interrogó detalladamente; y al darse cuenta de su impía fe, los echó de la montaña, diciendo que sus palabras era peores que veneno de serpientes.

Cuando en una ocasión los arrianos esparcieron la mentira de que compartía sus mismas opiniones, demostró que estaba enojado e irritado contra ellos. Respondiendo al llamado de los obispos y de todos los hermanos, bajó de la montaña y entrando en Alejandría denunció a los arrianos. Decía que su herejías era la peor de todas y precursora del anticristo. Enseñaba al pueblo que el Hijo de Dios no es una creatura ni vino al ser "de la no existencia," sino que "El es la eterna Palabra y Sabiduría de la substancia del Padre. Por eso es impío decir: hubo un tiempo en que no existía’, pues la Palabra fue siempre coexistente con el Padre. Por eso, no se metan para nada con estos arrianos sumamente impíos; simplemente, ‘no hay comunidad entre luz y tinieblas’ (2 Co 6:14). Ustedes deben recordar que son cristianos temerosos de Dios, pero ellos, al decir que el Hijo y la Palabra de Dios Padre es una creatura, no se diferencian de los paganos ‘que adoran la creatura en lugar del Dios creador’ (Rm 1:25). Estén seguros de que toda la creación está irritada contra ellos, porque cuentan entre las cosas creadas al Creador y Señor de todo, por quien todas las cosas fueron creadas" (Col 1:16).

Todo el pueblo se alegraba al escuchar a semejante hombre anatemizar la herejía que luchaba contra Cristo. Toda la ciudad corría para ver a Antonio. También los paganos e incluso los mal llamados sacerdotes, iban a la Iglesia diciéndose: "Vamos a ver al varón de Dios," pues así lo llamaban todos. Además, también allí el Señor obró por su intermedio expulsiones de demonios y curaciones de enfermedades mentales. Muchos paganos querían tocar al anciano, confiando en que serían auxiliados, y en verdad hubo tantas conversiones en eso pocos días como no se las había visto en todo un año. Algunos pensaron que la multitud lo molestaba y por eso trataron de alejar a todos de él, pero él, sin incomodarse, dijo: "Toda esta gente no es más numerosa que los demonios contra los que tenemos que luchar en la montaña."

Cuando se iba y lo estábamos despidiendo, al llegar a la puerta una mujer detrás de nosotros le gritaba: "¡Espera varón de Dios mi hija está siendo atormentada terriblemente por un demonio! ¡Espera, por favor, o me voy a morir corriendo!" El anciano la escuchó, le rogamos que se detuviera y el accedió con gusto. Cuando la mujer se acercó, su hija era arrojada al suelo. Antonio oró, e invocó sobre ella el nombre de Cristo; la muchacha se levantó sana y el espíritu impuro la dejó. La madre alabó a Dios y todos dieron gracias. y él también contento partió a la Montaña, a su propio hogar.

La Verdadera Sabiduría.

Tenía también un grado muy alto de sabiduría práctica. Lo admirable era que, aunque no tuvo educación formal, poseía ingenio y comprensión despiertos. Un ejemplo: Una vez llegaron donde él dos filósofos griegos, pensando que podían divertirse con Antonio. Cuando él, que por ese entonces vivía en la Montaña Exterior, catalogó a los hombres por su apariencia, salió donde ellos y les dijo por medio de un intérprete: " ¿Por qué filósofos, se dieron tanta molestia en venir donde un hombre loco? Cuando ellos le contestaron que no era loco sino muy sabio, él les dijo: "Si ustedes vinieron donde un loco, su molestia no tiene sentido; pero si piensan que soy sabio, entonces háganse lo que yo soy, porque hay que imitar lo bueno. En verdad, si yo hubiera ido donde ustedes, los habría imitado; a la inversa, ahora que ustedes vinieron donde mí, conviértanse en lo que soy: yo soy cristiano." Ellos se fueron, admirados de él, vieron que los demonios temían a Antonio.

También otros de la misma clase fueron a su encuentro en la Montaña Exterior y pensaron que podían burlarse de él porque no tenía educación. Antonio les dijo: "Bien, que dicen ustedes: ¿qué es primero, el sentido o la letra? ¿Y cuál es el origen de cuál?: ¿El sentido de la letra o la letra del sentido? Cuando ellos expresaron que el sentido es primero y origen de la letra, Antonio dijo: "Por eso quien tiene una mente sana no necesita las letras. Esto asombró a ellos y a los circunstantes. Se fueron admirados de ver tal sabiduría en un hombre iletrado. Porque no tenía las maneras groseras de quien a vivido y envejecido en la montaña, sino que era un hombre de gracia y cortesía. Su hablar estaba sosegado con la sabiduría divina (Col 4:6), de modo que nadie le tenía mala voluntad, sino que todos se alegraban de haber ido en su busca.

Y por cierto, después de éstos vinieron otros todavía. Eran de aquellos que de entre los paganos tienen reputación de sabios. Le pidieron que planteara una controversia sobre nuestra fe en Cristo. Cuando trataban de argüir con sofismas a partir de la predicación de la divina Cruz con el fin de burlarse, Antonio guardó silencio por un momento y, compadeciéndose primero de su ignorancia, dijo luego a través de un intérprete que hacía una excelente traducción de sus palabras: "Qué es mejor: ¿confesar la Cruz o atribuir adulterio o pederastias a sus mal llamados dioses? Pues mantener lo que mantenemos es signo de espíritu viril y denota desprecio de la muerte, mientras que lo que ustedes pretenden habla sólo de sus pasiones desenfrenadas. Otra vez, qué es mejor: ¿decir que la Palabra de Dios inmutable quedó la misma al tomar el cuerpo humano para la salvación y bien de la humanidad, de modo que al compartir el nacimiento humano pudo hacer a los hombres partícipes de la naturaleza divina y espiritual (2 P 1:4), o colocar lo divino en un mismo nivel que los seres insensibles y adorar por eso a bestias y reptiles e imágenes de hombres? Precisamente eso son los objetos adorados por sus hombres sabios. ¿Con qué derecho vienen a rebajarnos porque afirmamos que Cristo pereció como hombre, siendo que ustedes hacen provenir el alma del cielo, diciendo que se extravió y cayó desde la bóveda del cielo al cuerpo? ¡Y ojal que fuera sólo el cuerpo humano, y que no se cambiara o migrara en el de bestia y serpientes! Nuestra fe declara que Cristo vino para la salvación de las almas, pero ustedes erróneamente teorizan acerca de un alma increada. Creemos en el poder de la Providencia y en su amor por los hombres y que esa venida por tanto no era imposible para Dios; pero ustedes llamando al alma imagen de la Inteligencia, le impulsan caídas y fabrican mitos sobre su posibilidad de cambios. Como consecuencia, hacen a la inteligencia misma mutable a causa del alma. Porque en cuanto era imagen debe ser aquello a cuya imagen es. Pero si ustedes piensan semejantes cosas acerca de la Inteligencia, recuerden que blasfeman del Padre de la Inteligencia.

"Y referente a la Cruz, qué dicen ustedes que es mejor: ¿soportar la cruz, cuando hombres malvados echan mano de la traición, y no vacilar ante la muerte de ninguna manera o forma, o fabricar fábulas sobre las andanzas de Isis u Osiris, las conspiraciones de Tifón, la expulsión de Cronos, con sus hijos devorados y parricidios? Sí, ¡aquí tenemos su sabiduría!

¿Y por qué mientras se ríen de la Cruz, no se maravillan de la Resurrección? Porque los mismos que nos trasmitieron un suceso, escribieron también sobre el otro. ¿O por qué mientras se acuerdan de la Cruz, no tiene nada que decir sobre los muertos devueltos a la vida, los ciegos que recuperaron la vista, los paralíticos que fueron sanados y los leprosos que fueron limpiados, el caminar sobre el mar, y los demás signos y milagros que muestran a Cristo no como hombre sino como Dios? En todo caso me parece que ustedes se engañan así mismos y que no tienen ninguna familiaridad real con nuestras Escrituras. Pero léanlas y vean que cuanto Cristo hizo prueba que era Dios que habitaba con nosotros para la salvación de los hombres.

Pero háblennos también ustedes sobre sus propias enseñanzas. Aunque ¿que pueden decir de las cosas insensibles sino insensateces y barbaridades? Pero si, como oigo, quieren decir que entre ustedes tales cosas se hablan en sentido figurado, y así convierten el rapto de Coré en alegoría de la tierra; la cojera de Hefestos, del sol; a Hera, del aire; a Apolo, del sol; a Artemisa, de la luna; y a Poseidón, del mar: aún así no adoran ustedes a Dios mismo, sino que sirven a la creatura en lugar del Dios que creó todo. Pues si ustedes han compuesto tales historias porque la creación es hermosa, no debían haber ido mas allá de admirarla, y no hacer dioses de las creaturas para no dar a las cosas hechas el honor del Hacedor. En ese caso, ya sería tiempo que dieran el honor al debido arquitecto, a la casa construidas por él, o el honor debido al general, a los soldados. Ahora, ¿qué tienen que decir a todo esto? Así sabremos si la Cruz tiene algo que sirva para burlase de ella."

Ellos estaban desconcertados y le daban vueltas al asunto de una y otra forma. Antonio sonrió y dijo, de nuevo a través de un intérprete: "Sólo con ver las cosas ya se tiene la prueba de todo lo que he dicho. Pero dado que ustedes, por supuesto, confían absolutamente en las demostraciones, y es éste un arte en que ustedes son maestros, y ya que nos exigen no adorar a Dios sin argumentos demostrativos, díganme esto primero. ¿Cómo se origina el conocimiento preciso de las cosas, en especial el conociendo de Dios? ¿Es por una demostración verbal o por un acto de fe? Y qué viene primero: ¿el acto de fe o la demostración verbal?" Cuando replicaron que el acto de fe precede y que esto constituye un conocimiento exacto, Antonio, dijo: "¡Bien respondido! La fe surge de la disposición del alma, mientras la dialéctica vine de la habilidad de los que la idean. De acuerdo a esto, los que poseen una fe activa no necesitan argumentos de palabras, y probablemente los encuentran incluso superfluos. Pues lo que aprendemos por la fe, tratan ustedes de construirlo con argumentaciones, y a menudo ni siquiera pueden expresar lo que nosotros percibimos. La conclusión es que una fe activa es mejor y más fuerte que sus argumentos sofistas.

"Los cristianos, por eso, poseemos el misterio, no basándonos en la razón de la sabiduría griega (1 Co 1:17), sino fundado en el poder de una fe que Dios nos ha garantido por medio de Jesucristo. Por lo que hace a la verdad de la explicación dada, noten como nosotros, iletrados, creemos en Dios, reconociendo su Providencia a partir de sus obras. Y en cuanto a que nuestra fe es algo efectivo, noten que nos apoyamos en nuestra fe en Cristo, mientras que ustedes lo hacen basados en disputas o palabras sofísticas; sus ídolos fantasmas están pasando de moda, pero nuestra fe se difunde en todas partes. Ustedes con todos sus silogismos y sofisma no convierten a nadie del cristianismo al paganismo, pero nosotros, enseñando la fe en Cristo, estamos despojando a sus dioses del miedo que inspiraban, de modo que todos reconocen a Cristo como Dios e Hijo de Dios. Ustedes en toda su elegante retórica, no impiden la enseñanza de Cristo, pero nosotros, con sólo mencionar el nombre de Cristo crucificado, expulsamos a los demonios que ustedes veneran como dioses. Donde aparece el signo de la Cruz, allí la magia y la hechicería son impotentes y sin efecto.

"En verdad, dígannos, ¿dónde quedaron sus oráculos? ¿Dónde los encantamientos de los egipcios? ¿Dónde sus ilusiones y fantasmas de los magos? ¿Cuándo terminaron estas cosas y perdieron su significado? ¿No fue acaso cuando llegó la Cruz de Cristo? Por eso, es ella la que merece desprecio y no mas bien lo que ella ha echado abajo, demostrando su impotencia? También es notable el echo de que la religión de ustedes jamás fue perseguida; al contrario en todas partes goza de honor entre los hombres. Pero los seguidores de Cristo son perseguidos, y sin embargo es nuestra causa la que florece y prevalece, no la suya. Su religión, con toda la tranquilidad y protección que goza, está muriéndose, mientras la fe y enseñanza de Cristo, despreciadas por ustedes a menudo perseguidas por los gobernantes, han llenado el mundo. ¿En qué tiempo resplandeció tan brillantemente el conocimiento de Dios? ¿O en qué tiempo aparecieron la continencia y la virtud de la virginidad? ¿O cuándo fue despreciada la muerte como cuando llegó la Cruz de Cristo? Y nadie duda de esto al ver a los mártires que desprecian la muerte por causa de Cristo, o al ver a las vírgenes de la Iglesia que por causa de Cristo guardan sus cuerpos puros y sin mancilla.

"Estas pruebas bastan para demostrar que la fe en Cristo es la única religión verdadera. Pero aquí están ustedes, los que buscan conclusiones basadas en el razonamiento, ustedes que no tienen fe. Nosotros no buscamos pruebas, tal como dice nuestro maestro, con palabras persuasivas de sabiduría humana (1 Co 2:4), sino que persuadimos a los hombres por la fe, fe que precede tangiblemente todo razonamiento basado en argumentos. Vean, aquí hay algunos que son atormentados por los demonios." Estos eran gente que habían venido a verlo y que sufrían a causa de los demonios; haciéndolos adelantarse, dijo: "O bien, sánenlos con sus silogismos, o cualquier magia que deseen, invocando a sus ídolos; o bien, si no pueden, dejen de luchar contra nosotros y vean el poder de la Cruz de Cristo." Después de decir esto, invocó a Cristo e hizo sobre los enfermos la señal de la Cruz, repitiendo la acción por segunda y tercera vez. De inmediato las personas se levantaron completamente sanas, vueltas a su mente y dando gracias al Señor. Los mal llamados filósofos estaban asombrados y realmente atónitos por la sagacidad del hombre y por el milagro realizado. Pero Antonio les dijo: " ¿Por qué se maravillan de esto? No somos nosotros sino Cristo quien hace esto a través de los que creen en El. Crean ustedes también y verán que no es palabrería la que tenemos, sino fe que por la caridad obrada por Cristo (Ga 5:6); si ustedes también hacen suyo esto, no necesitarán ya andar buscando argumentos de la razón, sino que hallarán que la fe en Cristo es suficiente." Así habló Antonio. Cuando partieron, lo admiraron, lo abrazaron y reconocieron que los había ayudado.

Los Emperadores Escriben a Antonio.

La fama de Antonio llegó hasta los emperadores. Cuando Constantino Augusto y sus hijos Constancio Augusto y Constante Augusto, oyeron están cosas, le escribían como a un padre, rogándole que les contestara. El, sin embargo, no dio mucha importancia a los documentos ni se alegró por las cartas; siguió siendo el mismo que antes de que le escribiera el emperador. Cuando le llevaron los documentos, llamó a los monjes y dijo: "No deben sorprenderse si un emperador nos escribe, porque es hombre; deberían sorprenderse de que Dios haya escrito la ley para la humanidad y nos haya hablado por medio de su propio Hijo." En verdad, ni quería recibir cartas, diciendo que no sabía qué contestar. Pero los monjes le persuadieron haciéndole presente que los emperadores eran cristianos y que se ofenderían al ser ignorados; entonces accedió a que se las leyeran. Y contestó, recomendándoles que dieran culto a Cristo y dándoles el saludable consejo de no apreciar demasiado las cosas de este mundo sino más bien recordar el juicio venidero, y saber que sólo Cristo es el Rey verdadero y eterno. Les rogaba que fueran humanos y que hicieran caso de la justicia y de los pobres. Y ellos estuvieron felices de recibir la respuesta. Por eso era amado por todos, y todos deseaban tenerlo como padre.

Antonio Predice los Estragos de la Herejía Arriana.

Dando tal razón de sí mismo y contestando así a los que lo buscaban, volvió a la Montaña Interior. Continuó observando sus antiguas prácticas ascéticas, y a menudo, cuando estaba sentado o caminando con visitantes, se quedaba mudo, como está escrito en el libro de Daniel (Dn 4:16 LXX). Después de un tiempo, retomaba lo que había estado diciendo a los hermanos que estaban con él, y los presentes se daban cuenta de que había tenido una visión. Pues a menudo cuando estaba en la montaña veía cosas que sucedían en Egipto, como se las confesó al obispo Serapión, cuando este se encontraba en la Montaña Interior y vio a Antonio en trance de visión.

En una ocasión, por ejemplo, mientras estaba sentado trabajando, tomó la apariencia de alguien que está en éxtasis, y se lamentaba continuamente por lo que veía. Después de algún tiempo volvió en sí, lamentándose y temblando, y se puso a orar postrado, quedando largo tiempo en esa posición. Y cuando se incorporó, el anciano estaba llorando. Entonces los que estaban con él se agitaron y alarmaron muchísimo, y lee preguntaron que pasaba; lo urgieron por tanto tiempo que lo obligaron a hablar. Suspirando profundamente, dijo: "Oh, hijos míos, sería mejor morir antes de que sucedieran estas cosas de la visión." Cuando ellos le hicieron más preguntas, dijo entre l grimas: "La ira de Dios está a punto de golpear a la Iglesia, y ella está a punto de ser entregada a hombres que son como bestias insensibles. Pues vi la mesa de la casa del Señor y había mulas en torno rodeándolas por todas partes y dando coces con sus cascos a todo lo que había dentro, tal como el coceo de una manada briosa que galopaba desenfrenada. Ustedes oyeron cómo me lamentaba; es que escuché una voz que decía: "Mi altar será profanado."

Así habló el anciano. Y dos años después llegó el asalto de los arrianos y el saqueo de las Iglesias, cuando se apoderaron a la fuerza de los vasos y los hicieron llevar por los paganos; cuando también forzaron a los paganos de sus tiendas para ir a sus reuniones y en su presencia hicieron lo que se les antojó sobre la sagrada mesa. Entonces todos nos dimos cuenta de que el coceo de mulas predicho por Antonio era lo que los arrianos están haciendo como bestias brutas.

Cuando tuvo esta visión, consoló a sus compañeros: "No se descorazonen, hijos míos, aunque el Señor ha estado enojado, nos restablecer después. Y la Iglesia se recobrar rápidamente la belleza que le es propia y resplandecer con su esplendor acostumbrado. Verán a los perseguidos restablecido y a la irreligión retirándose de nuevo a sus propias guaridas, y a la verdadera fe afirmándose en todas partes con completa libertad. Pero tengan cuidado de no dejarse manchar con los arrianos. Toda su enseñanza no es de los Apóstoles sino de los demonios y de su padre, el diablo. Es estéril e irracional, y le falta inteligencia, tal como les falta el entendimiento a las mulas.

Antonio, Taumaturgo de Dios y Médico de Almas.

Tal es la historia de Antonio. No deberíamos ser escépticos porque sea a través de un hombre que han sucedido estos grandes milagros. Pues es la promesa del Salvador: "Si tienen fe aunque sea como un grano de mostaza, le dirán a ese monte: ¡Muévete de aquí! y se mover; nada les ser imposible" (Mt 17:20). Y también: "En verdad, les digo: Todo lo que le pidan al Padre en mi nombre, El se los dar ... Pidan y recibirán" (Jn 16:23 ss.). El es quien dice a sus discípulos y a todos los que creen en El: "Sanen a los enfermos..., echen fuera a los demonios; gratis lo recibieron, gratis tienen que darlo" (Mt 8:10).

Antonio, pues, sanaba no dando órdenes sino orando e invocando el nombre de Cristo, de modo de que para todo era claro que no era él quien actuaba sino el Señor quien mostraba su amor por los hombres sanando a los que sufrían, por intermedio de Antonio. Antonio se ocupaba sólo de la oración y de la práctica de la ascesis, por esta razón llevaba su vida montañesa, feliz en la contemplación de las cosas divinas, y apenado de que tantos lo perturbaban y lo forzaban a salir a la Montaña Exterior.

Los jueces, por ejemplo, le rogaban que bajara de la montaña, ya que para ellos era imposible ir para allá a causa del séquito de gente envueltas en pleito. Le pidieron que fuera a ellos para que pudieran verlo. El trató de librarse del viaje y les rogó que lo excusaran de hacerlo. Ellos insistieron, sin embargo, incluso le mandaron procesados con escoltas de soldados, para que en consideración a ellos se decidiera a bajar. Bajo tal presión, y viéndolos lamentarse, fue a la Montaña Exterior. De nuevo la molestia que se tomó no fue en vano, pues ayudo a muchos y su llegada fue verdadero beneficio. Ayudó a los jueces aconsejándoles que dieran a la justicia precedencia a todo lo demás, que temieran a Dios y que recordaran que "serían juzgados con la medida con que juzgaran" (Mt 7:12). Pero amaba su vida montañesa por encima de todo.

Una vez importunado por personas que necesitaban su ayuda y solicitado por el comandante militar que envió mensajeros a pedirle que bajara, fue y habló algunas palabras acerca de la salvación y a favor de los que lo necesitaban, y luego se dio prisa para irse. Cuando el duque, como lo llaman, le rogó que se quedara, le contestó que no podía pasar más tiempo con ellos, y los satisfizo con esta hermosa comparación: "Tal como un pez muere cuando está un tiempo en tierra seca, así también los monjes se pierden cuando holgazanean y pasan mucho tiempo entre ustedes. Por eso tenemos que volver a la montaña, como el pez al agua. De otro modo, si nos entretenemos podemos perder de vista la vida interior. El comandante al escucharle esto y muchas otras cosas más, dijo admirado que era verdaderamente siervo de Dios, pues, ¿de dónde podía un hombre ordinario tener una inteligencia tan extraordinaria si no fuera amado por Dios?

Había una vez un comandante –Balacio era su nombre–, que era como los partidario de los execrables arrianos perseguía duramente a los cristianos. En su barbarie llegaba a azotar a las vírgenes y desnudar y azotar a los monjes. Entonces Antonio le envió una carta diciéndole lo siguiente: "Veo que el juicio de Dios se te acerca; deja, pues, de perseguir a los cristianos para que no te sorprenda el juicio; ahora está a punto de caer sobre ti." Pero Balacio se echó a reír, tiró la carta al suelo y la escupió, maltrató a los mensajeros y les ordenó que llevaran este mensaje a Antonio: "Veo que estás muy preocupados por los monjes, vendré también por ti." No habían pasado cinco días cuando el juicio de Dios cayó sobre él. Balacio y Nestorio, prefecto de Egipto, habían salido a la primera estación fuera de Alejandría, llamada Chereu; ambos iban a caballo. Los caballos pertenecían a Balacio y eran los más mansos que tenía. No habían llegado todavía al lugar, cuando los caballos, como acostumbraban a hacerlo, comenzaron a retozar uno contra otro, y de repente el más manso de los dos, que cabalgaba Nestorio, mordió a Balacio, lo echó abajo y lo atacó. Le rasgó el muslo tan malamente con sus dientes, que tuvieron que llevarlo de vuelta a la ciudad, donde murió después de tres días. Todos se admiraron de que lo dicho por Antonio se cumpliera tan rápidamente.

Así dio escarmiento a los duros. Pero en cuanto a los demás que acudían a él, sus íntimas y cordiales conversaciones con ellos lo hacían olvidar sus litigios y hacían considerar felices a los que abandonaban la vida del mundo. De tal modo luchaba por la causa de los agraviados que se podía pensar qué el mismo y no los otros era la parte agraviada. Además tenía tal don para ayudar a todos, que muchos militares y hombres de gran influjo abandonaban su vida agravosa y se hacían monjes. Era como si Dios hubiera dado un médico a Egipto. ¿Quién acudió a él con dolor sin volver con alegría? ¿Quién llegó llorando por sus muertos y no echó fuera inmediatamente su duelo? ¿Hubo alguno que llegara con ira y no la transformara en amistad? ¿Que pobre o arruinado fue donde él, y al verlo y oírlo no despreció la riqueza y se sintió consolado en su pobreza? ¿Qué monje negligente no ganó nuevo fervor al visitarlo? ¿Qué joven, llegando a la montaña y viendo a Antonio, no renunció tempranamente al placer y comenzó a amar la castidad? ¿Quién se le acercó atormentado por un demonio y no fue librado? ¿Quién llegó con un alma torturada y no encontró la paz del corazón?

Era algo único en la práctica ascética de Antonio que tuviera, como establecí antes, el don de discernimientos de espíritus. Reconocía sus movimientos y sabía muy bien en que dirección llevaba cada uno de ellos su esfuerzo y ataque. No sólo que él mismo fue no fue engañado por ellos, sino que, alentando a otros que eran hostigados en sus pensamientos, les enseñó como resguardarse de sus designios, describiendo la debilidad y ardides de espíritus que practicaban la posesión. Así cada uno se marchaba como ungido por él y lleno de confianza para la lucha contra los designios del diablo y sus demonios.

¡Y cuántas jóvenes que tenían pretendientes pero vieron a Antonio sólo de lejos, quedaron vírgenes por Cristo! La gente llegaba donde él también de tierras extrañas, y también ellos recibían ayuda como los demás, retornando como enviados en un camino por un padre. Y en verdad, y ahora que ya partió, todos, como huérfanos que han perdido a su padre, se consuelan y conforman sólo con su recuerdo, guardando al mismo tiempo con cariño sus palabras de admonición y consejo.

Muerte de Antonio.

Este es el lugar para que les cuente y ustedes oigan, ya que están deseosos de ello, como fue el fin de su vida, pues en esto fue modelo digno de imitar.

Según su costumbre, visitaba a los monjes en la Montaña Exterior. Recibiendo una premonición de su muerte de parte de la Providencia, habló a los hermanos: "Esta es la última visita que les hago y me admiraría si nos volvemos a ver en esta vida. Ya es tiempo de que muera, pues tengo casi ciento cinco años." Al oír esto, se pusieron a llorar, abrasando y besando al anciano. Pero él, como si estuviera por partir de una ciudad extranjera a la suya propia, charlaba gozosamente. Los exhortaba a "no relajarse en sus esfuerzos ni a desalentarse en las práctica de la vida ascética, sino a vivir, como si tuvieran que morir cada día, y, como dije antes, a trabajar duro para guardar el alma limpia de pensamientos impuros, y a imitar a los pensamientos santos. No se acerquen a los cismáticos melecianos, pues ya conocen su enseñanza perversa e impía. No se metan para nada con los arrianos, pues su irreligión es clara para todos. Y si ven que los jueces los apoyan, no se dejen confundir: esto se acabar, es un fenómeno que es mortal y destinado a su fin en corto tiempo. Por eso, manténganse limpios de todo esto y observen la tradición de los Padres, y sobre todo, la fe ortodoxa en nuestro Señor Jesucristo, como lo aprendieron de las Escrituras y yo tan a menudo se los recordé."

Cuando los hermanos lo instaron a quedarse con ellos y morir allí, se rehusó a ello por muchas razones, según dijo, aunque sin indicar ninguna. Pero especialmente era por esto: los egipcios tienen la costumbre de honrar con ritos funerarios y envolver con sudarios de lino los cuerpos de los santos y particularmente el de los santo mártires; pero no los entierran sino que los colocan sobre divanes y los guardan en sus casas, pensando honrar al difunto de esta manera. Antonio a menudo pidió a los obispos que dieran instrucciones al pueblo sobre este asunto. Asimismo avergonzó a los laicos y reprobó a las mujeres, diciendo que "eso no era correcto ni reverente en absoluto. Los cuerpos de los patriarcas y los profetas se guardan en las tumbas hasta estos días; y el cuerpo del Señor fue depositado en una tumba y pusieron una piedra sobre él (Mt 27:60), hasta que resucitó al tercer día." Al plantear así las cosas, demostraba que cometía error el que no daba sepultura a los cuerpos de los difuntos, por santos que fueran. Y en verdad, ¿qué hay más grande o más santo que el cuerpo del Señor? Como resultado, muchos que lo escucharon comenzaron desde entonces a sepultar a sus muertos, dieron gracias al Señor por la buena enseñanza recibida.

Sabiendo esto, Antonio tuvo miedo de que pudieran hacer lo mismo con su propio cuerpo. Por eso, despidiéndose de los monjes de la Montaña Exterior, se apresuró hacia la Montaña Interior, donde acostumbraba a vivir. Después de pocos meses cayó enfermo. Llamó ó a los que lo acompañaban –había dos que llevaban la vida ascética desde hacía quince años y se preocupaban de él a causa de su avanzada edad–, y les dijo: "Me voy por el camino de mis padres, como dice la Escritura (1 R 2:2; Js 23:14), pues me veo llamado por el Señor. En cuanto a ustedes estén en guardia y no hagan tabla rasa de la vida ascética que han practicado tanto tiempo. Esfuércense para mantener su entusiasmo como si estuvieran recién comenzando. Ya conocen a los demonios y sus designios, conocen también su furia y también su incapacidad. Así, pues, no los teman; dejen mas bien que Cristo sea el aliento de su vida y pongan su confianza en El. Vivan como si cada día tuvieran que morir, poniendo su atención en ustedes mismos y recordando todo lo que me han escuchado. No tengan ninguna comunión con los cismáticos y absolutamente nada con los herejes arrianos. Saben como yo mismo me cuidé de ellos a causa de su pertinaz herejía en contra de Cristo. Muestren ansia de mostrar su lealtad primero al Señor y luego a sus santos, para que después de su muerte los reciban en las moradas eternas (Lc 16:9), como a mis amigos familiares. Grábense este pensamiento, téngalo como propósito. Si ustedes tienen realmente preocupación por mí y me consideran su padre, no permitan que nadie lleve mi cuerpo a Egipto, no sea que me vayan a guardar en sus casas. Esta fue mi razón para venir acá, a la montaña. Saben como siempre avergoncé a los que hacen eso y los intimé a dejar tal costumbre. Por eso, háganme ustedes mismos los funerales y sepulten mi cuerpo en tierra, y respeten de tal modo lo que les he dicho, que nadie sino sólo ustedes sepa el lugar. En la resurrección de los muertos, el Salvador me lo devolver incorruptible. Distribuyan mi ropa. Al obispo Atanasio denle la túnica y el manto donde yazgo, que él mismo me lo dio pero que se ha gastado en mi poder; al obispo Serapión denle la otra túnica, y ustedes pueden quedarse con la camisa de pelo. Y ahora, hijos míos, Dios los bendiga. Antonio se va, y no esta más con ustedes."

Después de decir esto y de que ellos lo hubieron besado, estiró sus pies; su rostro estaba transfigurado de alegría y sus ojos brillaban de regocijo como si viera a amigos que vinieran a su encuentro, y así falleció y fue a reunirse con sus padres. Ellos entonces, siguiendo las órdenes que les había dado, prepararon y envolvieron el cuerpo y lo enterraron ahí en la tierra. Y hasta el día de hoy, nadie, salvo esos dos, sabe donde está sepultado. En cuanto a los que recibieran las túnicas y el manto usado por el bienaventurado Antonio, cada uno guarda su regalo como un gran tesoro. Mirarlos es ver a Antonio y ponérselos es como revestirse de sus exhortaciones con alegría.

Este fue el fin de la vida de Antonio en el cuerpo, como antes tuvimos el comienzo de la vida ascética. Y aunque este sea un pobre relato comparado con la virtud del hombre, recíbanlo, sin embargo, y reflexionen en que caso de hombre fue Antonio, el varón de Dios. Desde su juventud hasta una edad avanzada conservó una devoción inalterable a la vida ascética. Nunca tomó la ancianidad como excusa para ceder al deseo de la alimentación abundante, ni cambió su forma de vestir por la debilidad de su cuerpo, ni tampoco lavó sus pies con agua. Y, sin embargo, su salud se mantuvo totalmente sin perjuicio. Por ejemplo, incluso sus ojos eran perfectamente normales, de modo que su vista era excelente; no había perdido un solo diente; sólo se le habían gastado las encías por la gran edad del anciano. Mantuvo las manos y los pies sanos, y en total aparecía con mejores colores y más fuerte que los que usan una dieta diversificada, baños y variedad de vestidos.

El hecho de que llegó a ser famoso en todas partes, de que encontró admiración universal y de que su pérdida fue sentida aún por gente que nunca lo vio, subraya su virtud y el amor que Dios le tenía. Antonio ganó renombre no por sus escritos ni por sabiduría de palabras ni por ninguna otra cosa, sino sólo por su servicio a Dios.

Y nadie puede negar que esto es don de Dios. ¿Cómo explicar, en efecto, que este hombre, que vivió escondido en la montaña, fuera conocido en España y Galia, en Roma y Africa, sino por Dios, que en todas partes hace conocidos a los suyos, que, más aún, había dicho esto en los comienzos? Pues aunque hagan sus obras en secreto y deseen permanecer en la oscuridad, el Señor los muestra públicamente como lámparas a todo los hombres (Mt 5:16), y así, los que oyen hablar de ellos, pueden darse cuenta de que los mandamientos llevan a la perfección, y entonces cobran valor por la senda que conduce a la virtud.

Epílogo.

Ahora, pues, lean a los demás hermanos, para que también ellos aprendan cómo debe ser la vida de los monjes, y se convenzan de que nuestro Señor y Salvador Jesucristo glorifica a los que lo glorifican. El no sólo conduce al Reino de los Cielos a quienes lo sirven hasta el fin, sino que, aunque se escondan y hagan lo posible por vivir fuera del mundo, hace que en todas partes se lo conozca y se hable de ellos, por su propia santidad y por la ayuda que dan a otros. Si la ocasión se les presenta, léanlo también a los paganos, para que al menos de este modo puedan aprender que nuestro Señor Jesucristo es Dios e Hijo de Dios, y que los cristianos que lo sirven fielmente y mantienen su fe ortodoxa en El, demuestran que los demonios, considerados dioses por los paganos, no son tales, sino que, más aún, los pisotean y ahuyentan por lo que son: engañadores y corruptores de hombres.

Por nuestro Señor Jesucristo, a quien la gloria por los siglos. Amén

La unidad de la Santa Trinidad (Carta I a Serapión, 28-30).

Es cosa muy útil investigar la antigua tradición, la doctrina y la fe de la Iglesia Católica, aquella que el Señor nos ha enseñado, la que los Apóstoles han predicado y los Padres han conservado. En ella, en efecto, tiene su fundamento la Iglesia; y si alguno se aleja de esa doctrina, de ninguna manera podrá ser ni llamarse cristiano.

Nuestra fe es ésta: la Trinidad santa y perfecta, que se distingue en el Padre y en el Hijo y en el Espíritu Santo, no tiene nada extraño a sí misma ni añadido de fuera, ni está constituida por el Creador y las criaturas, sino que es toda Ella potencia creadora y fuerza operativa. Una sola es su naturaleza, idéntica a sí misma; uno solo el principio activo, una sola la operación. En efecto, el Padre realiza todas las cosas por el Verbo en el Espíritu Santo; de este modo se conserva intacta la unidad de la santa Trinidad. Por eso en la Iglesia se predica un solo Dios que está por encima de todas las cosas, que actúa por medio de todo y está en todas las cosas (cfr. Ef 4:6). Está por encima de todas las cosas ciertamente como Padre, principio y origen. Actúa a través de todo, sin duda por medio del Verbo. Obra, en fin, en todas las cosas en el Espíritu Santo. El Apóstol Pablo, cuando escribe a los corintios sobre las realidades espirituales, reconduce todas las cosas a un solo Dios Padre como al Principio, diciendo: hay diversidad de carismas, pero un solo Espíritu; hay diversidad de ministerios; pero un solo Señor; hay diversidad de operaciones, pero uno solo es Dios que obra en todos (1 Cor 12:4-6). En efecto, aquellas cosas que el Espíritu distribuye a cada uno proviene del Padre por medio del Verbo, pues verdaderamente todo lo que es del Padre es también del Hijo. De ahí que todas las cosas que el Hijo concede en el Espíritu son verdaderos dones del Padre. Igualmente, cuando el Espíritu está en nosotros, también en nosotros está el Verbo de quien lo recibimos, y en el Verbo está también el Padre; de este modo se realiza lo que está dicho: vendremos (Yo y el Padre) y pondremos en él nuestra morada (Jn 14:23). Porque donde está la luz, allí se encuentra el esplendor; y donde está el esplendor, allí está también su eficacia y su espléndida gracia.

Lo mismo enseña San Pablo en la segunda epístola a los Corintios, con estas palabras: la gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunicación del Espíritu Santo estén con todos vosotros (2 Cor 13:13). La gracia, en efecto, que es don de la Trinidad, es concedida por el Padre, por medio del Hijo, así no podemos participar nosotros del don sino en el Espíritu Santo. Y entonces, hechos partícipes de Él, tenemos en nosotros el amor del Padre, la gracia del Hijo y la comunión del mismo Espíritu.

La condescendencia divina (La Encarnación del Verbo).

La creación del mundo y la formación del universo ha sido entendida por muchos de manera diferente y cada cual la ha definido según su propio parecer. En efecto, unos dicen que el universo llegó al ser espontáneamente y por azar, como los Epicúreos, quienes cuentan en sus teorías que no existe providencia en el mundo y hablan en contra de los fenómenos evidentes de la experiencia. Pues si, como ellos dicen, todo se originó espontáneamente y sin providencia, sería necesario que todo hubiera nacido simple, semejante y no diferente. Como en un solo cuerpo sería necesario que todo fuera sol y luna, y en los hombres sería necesario que todo fuera mano, ojo, o pie. Pero ahora no es así: vemos por un lado el sol, por otro la luna, por otro la tierra; y por lo que se refiere al cuerpo humano, una cosa es el pie, otra la mano, otra la cabeza. Tal orden nos indica que ellos no surgieron espontáneamente, sino que nos señala que una causa precedió a su creación, a partir de la cual es posible pensar que fue Dios quien ordenó y creó el universo.

Otros, entre los que se encuentra el que es tan grande entre los griegos, Platón, pretenden que Dios creó el mundo a partir de una materia preexistente e increada; Dios no habría podido crear nada si esta materia no hubiera preexistido, de la misma manera que la madera debe existir antes que el carpintero, para que éste pueda trabajar. Los que hablan así no saben que atribuyen a Dios la impotencia. Pues si Él mismo no es causante de la materia, sino que simplemente hace las cosas a partir de una materia preexistente, se revela impotente, puesto que sin esta materia no pude producir ninguno de los seres creados; del mismo modo, sin duda, que es una impotencia para el carpintero no poder fabricar sin madera ninguno de los objetos necesarios. Y, ¿cómo se podría decir que es el Creador y el Hacedor, si toma de otra cosa, quiero decir de la materia, la posibilidad de crear? Si fuera así, Dios sería, según ellos, solamente un artesano y no el creador que da el ser, si trabaja la materia preexistente, sin ser Él mismo causante de esta materia. En una palabra, no se puede decir que es Creador, si no crea la materia de la cual vienen las criaturas. Los herejes imaginan un creador del universo distinto del Padre de nuestro Señor Jesucristo y, al decir esto, dan prueba de una extrema ceguera. Pues cuando el Señor dice a los judíos: ¿No habéis leído que el Creador desde el principio los hizo varón y hembra? añade: por esto el hombre abandonará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne; lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre, (Mt 19:4-6), ¿cómo suponer una creación extraña al Padre? si, según Juan, que encierra todo en una sola palabra: todo ha sido hecho por Él y sin Él nada ha sido hecho (Jn 1:3), ¿cómo podría existir un creador distinto del Padre de Cristo?

He aquí sus fábulas; pero la enseñanza inspirada por Dios y la fe en Cristo rechazan como impiedad sus vanos discursos. Los seres no han nacido espontáneamente, a causa de la falta de providencia, ni a partir de una materia preexistente, a causa de la impotencia de Dios, sino que Dios, mediante su Verbo, a partir de la nada ha creado y traído al ser todo el universo, que antes no existía en absoluto. En un principio creó Dios el cielo y la tierra (Gn 1:1) (...). Es lo que Pablo indica cuando dice: Por la fe conocemos que los mundos han sido formados por la palabra de Dios, de suerte que lo que vemos no ha sido hecho a partir de cosas visibles (Heb 11:3). Pues Dios es bueno, o mejor aún, es la fuente de toda bondad, y lo que es bueno no sabría tener envidia por nada; por tanto, no envidiando la existencia de ninguna cosa, creó todos los seres de la nada mediante Nuestro Señor Jesucristo, su propio Verbo. Entre estos seres, de todos los que existían sobre la tierra, tuvo especial piedad del género humano, y viéndolo incapaz, según la ley de su propia naturaleza, de subsistir siempre, le concedió una gracia añadida: no se contentó con crear a los hombres, como había hecho con todos los animales irracionales que hay sobre la tierra, sino que los creó a su imagen, haciéndolos participes del poder de su propio Verbo. Así, como si tuvieran una sombra del Verbo, y convertidos ellos mismos en racionales, los hombres podrían permanecer en la felicidad, viviendo en el paraíso la verdadera vida, que es realmente la de los santos. Sabiendo además que la voluntad libre del hombre podría inclinarse en uno u otro sentido, les tomó la delantera y fortaleció la gracia que les había dado, con la imposición de una ley y un lugar determinado. Los introdujo, en efecto, en el paraíso y les dio una ley, de modo que si ellos guardaban la gracia y permanecían en la virtud, tendrían en el paraíso una vida sin tristeza, dolor ni preocupación, además de la promesa de inmortalidad en los cielos. Pero si transgredían esta ley y, dándole la espalda, se convertían a la maldad, que supieran que les esperaba la corrupción de la muerte, según su naturaleza, y que no vivirían ya en el paraíso, sino que en el futuro morirían fuera de él y permanecerían en la muerte y en la corrupción. Es lo que la divina Escritura pronostica, hablando por boca de Dios: comerás de todo árbol que hay en el paraíso, pero no comáis del árbol del conocimiento del bien y del mal; el día que comáis de él, moriréis de muerte (Gn 2:16-17). Éste "moriréis de muerte" no quiere decir solamente moriréis, sino permaneceréis en la corrupción de la muerte (...). Por esta razón el incorpóreo e incorruptible e inmaterial Verbo de Dios aparece en nuestra tierra. No es que antes hubiera estado alejado, pues ninguna parte de la creación estaba vacía de Él, sino que Él llena todos los seres operando en todos en unión con su Padre. Pero en su benevolencia hacia nosotros condescendió en venir y hacerse manifiesto. Pues vio al género racional destruido y que la muerte reinaba entre ellos con su corrupción; y vio también que la amenaza de la transgresión hacía prevalecer la corrupción sobre nosotros y que era absurdo abrogar la ley antes de cumplirla; y vio también qué impropio era lo que había ocurrido, porque lo que Él mismo había creado, era lo que pereció; y vio también la excesiva maldad de los hombres, porque ellos poco a poco la habían acrecentado contra sí hasta hacerla intolerable. Vio también la dependencia de todos los hombres ante la muerte, se compadeció de nuestra raza y lamentó nuestra debilidad y, sometiéndose a nuestra corrupción, no toleró el dominio de la muerte, sino que, para que lo creado no se destruyera, ni la obra del Padre entre los hombres resultara en vano, tomó para sí un cuerpo y éste no diferente del nuestro. Pues no quiso simplemente estar en un cuerpo, ni quiso solamente aparecer, pues si hubiese querido solamente aparecer, habría podido realizar su divina manifestación por medio de algún otro ser más poderoso. Pero tomó nuestro cuerpo, y no simplemente esto, sino de una virgen pura e inmaculada, que no conocía varón, un cuerpo puro y verdaderamente no contaminado por la relación con los hombres.

En efecto, aunque era poderoso y el Creador del universo, prepara en la Virgen para Sí el cuerpo como un templo y lo hace apropiado como un instrumento en el que sea conocido y habite. Y así, tomando un cuerpo semejante a los nuestros, puesto que todos estamos sujetos a la corrupción de la muerte, lo entregó por todos a la muerte, lo ofreció al Padre, y lo hizo de una manera benevolente, para que muriendo todos con Él se aboliera la ley humana que hace referencia a la corrupción(porque se centraría su poder en el cuerpo del Señor y ya no tendría lugar en el cuerpo semejante de los hombres), para que, como los hombres habían vuelto de nuevo a la corrupción, Él los retomara a la incorruptibilidad y pudiera darles vida en vez de muerte, por la apropiación de su cuerpo, haciendo desaparecer la muerte de ellos, como una caña en el fuego, por la gracia de la resurrección.

Unidad y distinción entre el Padre y el hijo.

"Yo en el Padre, y el Padre en mí" (Jn 14:10). El Hijo está en el Padre, en cuanto podemos comprenderlo, porque todo el ser del Hijo es cosa propia de la naturaleza del Padre, como el resplandor lo es de la luz, y el arroyo de la fuente. Así el que ve, al Hijo ve lo que es propio del Padre, y entiende que el ser del Hijo, proviniendo del Padre, está en el Padre. Asimismo el Padre está en el Hijo, porque el Hijo es lo que es propio del Padre, a la manera como el sol está en su resplandor, la mente está en la palabra, y la fuente en el arroyo. De esta suerte, el que contempla al Hijo contempla lo que es propio de la naturaleza del Padre, y piensa que el Padre está en el Hijo. Porque la forma y la divinidad del Padre es el ser del Hijo, y, por tanto, el Hijo está en el Padre, y el Padre en el Hijo. Por esto con razón habiendo dicho primero "Yo y el Padre somos uno" (Jn 14:10), añadió: "Yo en el Padre y el Padre en mí" (Jn 13:10): así manifestó la identidad de la divinidad y la unidad de su naturaleza.

Sin embargo, son uno pero no a la manera con que una cosa se divide luego en dos, que no son en realidad más que una; ni tampoco como una cosa que tiene dos nombres, como si la misma realidad en un momento fuera Padre y en otro momento Hijo. Esto es lo que pensaba Sabelio, y fue condenado como hereje. Se trata de dos realidades, de suerte que el Padre es Padre, y no es Hijo; y el Hijo es Hijo, y no es Padre. Pero su naturaleza es una; pues el engendrado no es semejante con respecto al que engendra, ya que es su imagen, y todo lo que es del Padre es del Hijo. Por esto el Hijo no es otro dios, pues no es pensado fuera (del Padre): de lo contrario, si la divinidad se concibiera fuera del Padre, habría sin duda muchos dioses. El Hijo es "otro" en cuanto es engendrado, pero es "el mismo" en cuanto es Dios. El Hijo y el Padre son una sola cosa en cuanto que tienen una misma naturaleza propia y peculiar, por la identidad de la divinidad única. También el resplandor es luz, y no es algo posterior al sol, ni una luz distinta, ni una participación de él, sino simplemente algo engendrado de él: ahora bien, una realidad así engendrada es necesariamente una única luz con el sol, y nadie dirá que se trata de dos luces, aunque el sol y su resplandor sean dos realidades: una es la luz del sol, que brilla por todas partes en su propio resplandor. Así también, la divinidad del Hijo es la del Padre, y por esto es indivisible de ella. Por esto Dios es uno, y no hay otro fuera de él. Y siendo los dos uno, y única su divinidad, se dice del Hijo lo mismo que se dice del Padre, excepto el ser Padre.

Carta de Nuestro Santo Padre Atanasio, Arzobispo, a Marcelino Sobre la Interpretación de los Salmos.

Querido Marcelino, admiro tu fervor cristiano. Sobrellevas perfectamente tu actual situación, y, aunque mucho te haga sufrir, no descuidas en absoluto la ascesis. Pregunté al portador de tu carta por el género de vida que llevas ahora que estás enfermo; me ha informado que si bien dedicas tu tiempo a toda la Escritura santa, tienes, sin embargo, con mayor frecuencia el libro de los Salmos entre las manos, tratando de comprender el sentido que cada uno esconde. Te felicito, pues tengo idéntica pasión por los Salmos, como la tengo por la Escritura entera. Hallándome en una ocasión (invadido) por semejantes sentimientos, tuve un encuentro con un anciano estudioso y quiero transcribirte la conversación que sobre los Salmos, — ¡Salterio en mano! — sostuvo conmigo. Lo que aquel viejo maestro me transmitió es agradable y, al mismo tiempo instructivo. He aquí lo que me dijo:

Toda nuestra Escritura hijo mío, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, está, tal como está escrito, inspirada por Dios y es útil para enseñar (2 Tm.3:16). Pero el libro de los Salmos, si se reflexiona atentamente, posee algo que merece una especial atención.

Cada uno de los libros, en efecto, nos ofrece y nos entrega su propia enseñanza: El Pentateuco, por ejemplo, relata el comienzo del mundo y la vida de los Patriarcas, la salida de Israel de Egipto como también la entrega de la legislación. El Triteuco relata la distribución de la tierra, las hazañas de los jueces, como también la genealogía de David. Los libros de los Reyes y de las Crónicas relatan los hechos de los reyes. Esdras describe la liberación del cautiverio, el retorno del pueblo, la reconstrucción del templo y de la ciudad. Los (libros de los) profetas predicen la venida del Salvador, recuerdan los mandamientos, advierten y exhortan a los pecadores, como también profetizan acerca de las naciones. El libro de los Salmos, es como un jardín en el que no sólo crecen todas estas plantas, — ¡y además melodiosamente cantadas! —, sino que nos muestra lo que le es privativo, ya que al cantar (salmos) añade lo suyo propio.

Canta los acontecimientos del Génesis en el salmo 18: Los cielos pregonan la gloria de Dios, y el firmamento proclama la obra de sus manos (Sal 18:1), y en el salmo 23: La tierra y todo lo que contiene es del Señor; el mundo y todo lo que lo habita Él lo fundó sobre los mares (Sal 23:1-2). Los temas del Éxodo, Números y Deuteronomio los canta hermosamente en los salmos 77 y 113: Cuando Israel salió de Egipto, la casa de Jacob, de un pueblo bárbaro, Judá fue su santuario e Israel su dominio (Sal 113:1-2). Similares temas canta en el salmo 104: Envió a Moisés su siervo, y a Aarón, su elegido. Les confió sus palabras y sus maravillas en la tierra de Cam. Envió la oscuridad y oscureció; pero se rebelaron contra sus palabras. Transformó sus aguas en sangre, y dio muerte a sus peces. Su tierra produjo ranas, hasta en las habitaciones del rey. Habló y se llenó de tábanos y de mosquitos todo su territorio (Sal 104:26-31). Es fácil descubrir que todo este salmo como también el 105 fueron escritos en referencia a todos estos acontecimientos. Las cuestiones que se refieren al sacerdocio y al tabernáculo las proclama en aquello del salmo 28: al salir del tabernáculo, diciendo: Ofrezcan al Señor, hijos de Dios, ofrézcanle gloria y honor (Sal 28:1).

Los hechos concernientes a Josué y a los jueces los refiere brevemente el salmo 106 con las palabras: Fundaron ciudades para habitar en ellas, sembraron campos y plantaron viñas (Sal 106:36-37). Pues fue bajo Josué que se les entregó la tierra prometida. Al repetir reiteradamente en el mismo salmo, Entonces gritaron al Señor en su tribulación, y él los libró de todas sus angustias (Sal 106:6), se está indicando el libro de los Jueces. Ya que cuando ellos gritaban les suscitaba jueces a su debido tiempo para librar a su pueblo de aquellos que lo afligían. Lo referente a los reyes se canta en el salmo 19 al decir: Algunos se glorían en carros, otros en caballos, pero nosotros en el nombre del Señor nuestro Dios. Ellos fueron detenidos y cayeron; pero nosotros nos levantamos y mantenemos en pie. ¡Señor, salva al Rey y escúchanos cuando te invocamos! (Sal 19:8-10). Y lo que se refiere a Esdras lo canta en el salmo 125 (uno de los salmos graduales): Cuando el Señor cambió la cautividad de Sión, quedamos consolados (Sal 125:1); y nuevamente en el 121: Me alegré cuando me dijeron, vayamos a la casa del Señor. Nuestros pies recorrieron tus palacios, Jerusalén; Jerusalén está edificada cual ciudad completamente poblada. Pues allí suben las tribus, las tribus del Señor, como testimonio para Israel (Sal 121:1-4).

Prácticamente cada salmo remite a los profetas. Sobre la venida del Salvador, y de que aquel que debía venir, sería Dios, así se expresa el salmo 49: El Señor nuestro Dios vendrá manifiestamente, y no se callará (Sal 49:2-3); y el salmo 117: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! Nosotros los hemos bendecido desde la casa del Señor; el Señor (es) Dios y él se nos manifestó (Sal 117:26-27). Él es el Verbo del Padre, como lo canta el 106: Él envió su Verbo y los curó, los salvó de sus corrupciones (Sal 106:20). El Dios que viene es él mismo el Verbo enviado. Sabiendo que este Verbo es el Hijo de Dios, hace decir al Padre en el salmo 44: Mi corazón ha proferido un Verbo bueno (Sal 44:1), y también en el salmo 109: De mí seno antes de la aurora yo te he engendrado (Sal 109:3). ¿Quién puede decirse engendrado por el Padre, sino su Verbo y su Sabiduría? Sabiendo que es a él al que el Padre decía: Que sea la luz, y el firmamento y todas las cosas, el libro de los Salmos también contiene palabras similares: El Verbo del Señor afianzó los cielos y por el Espíritu de su boca toda su potencia (Sal 32:6).

(El salmista) no ignoraba que el que debía venir fuese también el Ungido, ya que propiamente de él habla (como sujeto principal) el salmo 44: Tu trono, oh Dios, permanece por los siglos de los siglos; es cetro de rectitud el cetro de tu Reino. Has amado la justicia y odiado la iniquidad: por eso Dios, tu Dios, te ha ungido con el óleo de la alegría en preferencia a tus compañeros (Sal 44:7-8). Para que nadie se imagine que él viene sólo en apariencia, aclara que es este mismo el que se hará hombre y que es por él por quien todo fue creado, y por ello afirma en el salmo 86: La madre Sión dirá: un hombre, un hombre fue engendrado en ella, el Altísimo en persona la ha fundado (Sal 86:5). Lo que equivale a afirmar: El Verbo era Dios, todo fue hecho por El, y, El Verbo se hizo carne. Conociendo, igualmente, el nacimiento virginal, el Salmista no se calló, sino que lo expresó claramente en el salmo 44, al decir: Escucha, hija mía, y mira, inclina tu oído, olvida tu pueblo y la casa de tu padre, porque el rey está prendado de tu belleza (Sal 44:11-12). Nuevamente, esto equivale a lo dicho por Gabriel, ¡Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo! (Lc 1:28). Después de haber afirmado que él es el Ungido, muestra a renglón seguido su nacimiento humano de la Virgen, al decir: Escucha, hija mía. Gabriel la llama por su nombre, María, porque es un extraño, — en cuanto a parentesco se refiere — pero David, el salmista, ya que ella es de su familia, la llama con toda razón su hija.

Habiendo afirmado que se haría hombre, los salmos muestran lógicamente que él es pasible según la carne. El salmo 2 prevé la conjura de los judíos: ¿Por qué se rebelaron los paganos? ¿Por qué concibieron vanos proyectos? Los reyes de la tierra se prepararon, los jefes se conjuraron contra el Señor y contra su Ungido (Sal 2:1-2). En el salmo 21 el Salvador mismo da a conocer su género de muerte: ...me aprisionas en el polvo de la muerte, me rodea un tropel de mastines; la asamblea de los perversos me circunda. Taladraron mis manos y mis pies. Han contado todos mis huesos. Ellos me miraron vigilantes, se dividieron mi ropa y echaron a suerte mí túnica (Sal 21:17-19). Taladrar sus manos y sus pies, ¿qué otra cosa es, sino indicar su crucifixión? Después de enseñar todo esto, añade que el Señor padeció por causa nuestra, y no, por la suya. Y, con sus propios labios, afirma nuevamente en el salmo 87: Pesadamente reposa sobre mí tu ira (Sal 87:17), y en el salmo 68: He devuelto lo que no había arrebatado (Sal 68:5). Pues si bien no debía pagar las cuentas de crimen alguno, él murió, — pero sufriendo por causa nuestra, tomando sobre si la cólera que nos estaba destinada, por nuestros pecados, como lo dice en Isaías, Él cargó nuestras flaquezas; lo que se hace evidente cuando afirmamos en el salmo 137: El Señor los recompensará por mi causa, y el Espíritu dice en el salmo 71, que él salvará a los hijos del pobre, y quebrantará a los que acusan en falso... pues él rescatará al pobre del opresor, y redimirá al indigente que no tiene protector (Sal 71:4-12).

Por eso predice también su ascensión a los cielos, diciendo en el salmo 23: Príncipes, levanten sus portones y abran sus puertas eternas y entrará el rey de la gloria (Sal 23:7-9). En el 46: Dios asciende entre aclamaciones, el Señor al sonido de trompeta(s) (Sal 46:6). También su sentarse (a la derecha de Dios) lo anuncia en el salmo 109: Dijo el Señor a mi Señor, siéntate a mi derecha hasta que ponga a tus enemigos como tarima para tus pies (Sal 109:1). Hasta la destrucción del diablo se anuncia a voces en el salmo 9: Te sientas en tu trono cual juez que juzga justamente. Reprendiste a los pueblos y pereció el impío (Sal 9:5-6). Tampoco calló que recibiría plena potestad de juzgar, de parte del Padre, y que vendría con autoridad sobre todo, al afirmar en el 71: ¡Oh Dios, concede tu juicio al rey, y tu justicia al hijo del rey, para que juzgue a tu pueblo con justicia, y a tus pobres con rectitud (Sal 71:1-2). Y en el salmo 49 dice: Convocará al cielo en lo alto, y a la tierra, para juzgar a su pueblo...Y los cielos proclamarán su justicia, pues Dios es juez (Sal 49:4-6). Y en el 81 leemos: Dios está en pie en la asamblea de los dioses, y rodeado de dioses, (los) juzga (Sal 81:1). Sobre la vocación de los paganos mucho se habla en nuestro libro, pero sobre todo en el salmo 46: Pueblos todos, aplaudan, aclamen a Dios con voces jubilosas (Sal 46:2). De manera similar en el 71: Delante suyo se postran los etíopes, y sus enemigos lamerán el polvo; los reyes de Tarsis, y las islas, ofrecen sus dones. Los reyes de Arabia y de Sabá le ofrecerán regalos. Y lo adorarán todos los reyes de la tierra; todos los pueblos le servirán (Sal 71:9-11). Todo esto lo cantan los Salmos y se anuncia en cada uno de los otros Libros.

No siendo un ignorante, (el anciano) agregaba: en cada libro de la Escritura se significan realidades idénticas, sobre todo en relación con el Salvador, pues todos están íntimamente relacionados y sinfónicamente concordes en el Espíritu. Por eso, del mismo modo que es posible descubrir en el Salterio el contenido de los otros Libros, también se encuentra con frecuencia el contenido del primero en los restantes. Así, por ejemplo, Moisés compuso un himno e Isaías canta y Habacuc suplica con un cántico. Más aún, en todos los libros es posible hallar profecías, leyes y relatos. El mismo Espíritu lo abarca todo, y de acuerdo al don asignado a cada cual, proclama la gracia peculiar, repartiéndola en plenitud, sea como capacidad de profetizar, o de legislar, o de relatar lo sucedido, o el don de los Salmos. Si bien el Espíritu es uno e indivisible, de él provienen todos los dones particulares y en cada don está totalmente presente, aunque cada uno lo percibe según las revelaciones y dones recibidos y en la medida y forma de las necesidades, de modo que en la medida en que cada uno se deja guiar por el Espíritu se hace servidor del Verbo. Es por eso, como lo dije más arriba, que cuando Moisés está legislando, algunas veces también profetiza y otras canta; y los Profetas al profetizar algunas veces proclaman mandatos, como aquel: Lávense, purifíquense. Limpia tu corazón de toda inmundicia, Oh Jerusalén (Is 1:16; Jr 4:14), y otras veces relatan historias como lo hace Daniel con los acontecimientos concernientes a Susana, o Isaías cuando relata lo de Rabsaces y Senaquerib. El rasgo característico del libro de los Salmos, como ya dijimos, es el del canto, y por ello modula melodiosamente lo que en otros libros se narra con detalle. Pero algunas veces hasta legisla: Abandona la ira y deja la cólera (Sal 36:8), y Apártate del mal, obra el bien; anhela la paz y corre tras ella (Sal 33:15). Y otras veces relata el camino de Israel y profetiza acerca del Salvador, como lo dijimos más arriba.

La gracia del Espíritu es común (a todos los libros), estando la misma acorde a la tarea encomendada y según el Espíritu la concede. Los más y los menos no provocan distinción alguna siempre que cada cual efectúe y lleve a cabo su propia misión. Pero aun siendo así, el libro de los Salmos tiene, en este mismo terreno, un don y gracia peculiares, una propiedad de particular relieve. Pues junto a las cualidades, que le son comunes y similares con los restantes Libros, tiene además una maravillosa peculiaridad: contiene exactamente descritos y representados todos los movimientos del alma, sus cambios y mudanzas. De modo que una persona sin experiencia, al irlos estudiando y ponderando puede irse modelando a su imagen. Pues los otros libros sólo exponen la ley y cómo ella estipula lo que se deba, o no, cumplir. Escuchando las profecías sólo se sabe de la venida del Salvador. Prestando atención a las descripciones históricas sólo se llega a averiguar los hechos de los reyes y de los santos. El libro de los Salmos, además de dichas enseñanzas, permite reconocer al lector las mociones de su propia alma y se las enseña, por el modo como algo lo afecta o lo turba; de acuerdo a este libro puede uno tener una idea aproximada de lo que debe decir. Por eso no se contenta con escuchar simplemente, sino que sabe cómo hablar y cómo actuar para curar su mal. Es cierto que también los otros libros tienen palabras que prohiben el mal, pero este también describe cómo apartarse de él. Por ejemplo, hacer penitencia es un precepto, hacer penitencia significa dejar de pecar; aquí se indica no sólo cómo hacer penitencia y lo que es necesario decir para arrepentirse. Así mismo Pablo dijo: La tribulación produce en el alma la constancia, la constancia la virtud probada, la virtud probada la esperanza, y la esperanza no queda defraudada (Rm.5:3-5). Los Salmos describen y muestran, además, cómo soportar las tribulaciones, lo que debe hacer el afligido, lo que debe decir una vez pasada la tribulación, cómo cada uno es puesto a prueba, cuales son los pensamientos del que espera en el Señor. Lo de dar gracias en toda circunstancia es también un precepto. Los Salmos indican lo que debe decir aquel que da gracias. Sabiendo, por otra parte, que los que pretenden vivir piadosamente serán perseguidos, aprendemos de los Salmos cómo clamar cuando huimos en medio de la persecución, y qué palabras dirigir a Dios una vez escapados de ella. Somos invitados a bendecir al Señor, encontramos las expresiones adecuadas para manifestarle nuestra confesión. Los Salmos expresan cómo debemos alabar al Señor, qué palabras le rinden homenaje de modo adecuado. Para toda ocasión y sobre todo argumento encontraremos entonces poemas divinos adecuados a nuestras emociones y sensibilidad.

1. Todavía esto de asombroso y maravilloso tienen los Salmos: al leer los demás libros, aquello que dicen los santos y el objeto de sus discursos, los lectores lo relacionan con el argumento del libro, los oyentes se sienten extraños al relato, de modo que las acciones recordadas suscitan mera admiración o el simple deseo de emularlas. El que en cambio abre el libro de los Salmos recorre, con la admiración y el asombro acostumbrados, las profecías sobre el Salvador contenidas ya en los restantes libros, pero lee los salmos como si fueran personales. El auditor, igual que el autor, entran en clima de compunción, apropiándose las palabras de los cánticos como si fueran suyas. Para ser más claro, no vacilaría, al igual que el bienaventurado Apóstol, en retomar lo dicho. Los discursos pronunciados en nombre de los patriarcas, son numerosos; Moisés hablaba y Dios respondía; Elías y Elíseo, establecidos sobre la montaña del Carmelo, invocaban sin cesar al Señor, diciendo: ¡Vive el Señor, en cuya presencia estoy hoy! (1 Re 17:1; 2 Re 3:4). Las palabras de los restantes santos profetas tienen por objeto al Salvador, y un cierto número se refieren a los paganos y a Israel. Sin embargo, ninguna persona pronunciaría las palabras de los patriarcas como si fueran suyas, ni osaría imitar y pronunciar las mismas palabras que Moisés, ni las de Abrahán acerca de su esclava e Ismael o las referentes al gran Isaac; por necesario o útil que fuera, nadie se animaría a decirlas como propias. Aunque uno se compadeciera de los que sufren y deseara lo mejor, jamás diría con Moisés: ¡Muéstrate a mí! (Ex 33:13), o tampoco: Si les perdonas su pecado, perdónaselo; si no se lo perdonas, bórrame del libro que tú has escrito (Ex 33:12). Aun en el caso de los profetas, nadie emplearía personalmente sus oráculos para alabar o reprender a aquellos que se asemejan por sus acciones a los que ellos reprendían o alababan; nadie diría: ¡Vive el Señor, en cuya presencia estoy hoy! Quien toma en sus manos esos libros, ve claramente que dichas palabras deben leerse no como personales, sino como pertenecientes a los santos y a los objetos de los cuales hablan. Los Salmos, ¡cosa extraña! salvo lo que concierne al Salvador y las profecías sobre los paganos, son para el lector palabras personales, cada uno las canta como escritas para él y no las toma ni las recorre como escritas por otro ni tampoco referentes a otro. Sus disposiciones (de ánimo) son las de alguien que habla de sí mismo. Lo que dicen, el orante lo eleva hacia Dios como si fuera él quien hablara y actuara. No experimenta temor alguno ante estas palabras, como ante las de los patriarcas, de Moisés o de los otros profetas, sino que más bien, considerándolas como personales y escritas referidas a él, encuentra el coraje para proferirlas y cantarlas. Sea que uno cumpla o quebrante los mandamientos, los Salmos se aplican a ambos. Es necesario, en cualquier caso, sea como transgresor, sea como cumplidor, verse como obligado a pronunciar las palabras escritas sobre cada cual.

2. [Las palabras de los Salmos] me parece que son para quien las canta, como un espejo en el que se reflejan las emociones de su alma para que así, bajo su efecto, pueda recitarlos. Hasta quien sólo los escucha, percibe el canto como referido a él: o bien, convencido por su conciencia y compungido se arrepiente; o bien, oyendo hablar de la esperanza en Dios y del auxilio concedido a los creyentes, se alegra de que le haya sido otorgado y prorrumpir en acciones de gracias a Dios. Así, por ejemplo, ¿canta alguno el salmo tercero? Reflexionando sobre sus propias tribulaciones, se apropiará de las palabras del salmo. Así mismo, leerá al 11SS y al 16SS de acuerdo a su confianza y oración; el recitado del 50SS será expresión de su propia penitencia; el 53SS, 55SS, 100SS y el 41SS expresan sus sentimientos sobre la persecución de la que él es objeto; son sus palabras las que le cantan al Señor. Así pues, cada salmo sin entrar en mayores detalles, podemos decir que está compuesto y es proferido por el Espíritu, de modo que en esas mismas palabras, como ya lo dije antes, podamos captar los movimientos de nuestra alma y nos las hace decir como provenientes de nosotros, como palabras nuestras, para que trayendo a la memoria nuestras emociones pasadas, reformemos nuestra vida espiritual. Lo que los salmos dicen puede servirnos de ejemplo y de patrón de medida.

3. Esto también es don del Salvador: hecho hombre por nosotros, ofreció por nosotros su cuerpo a la muerte, para librarnos a todos de la muerte. Queriendo mostrarnos su manera celestial y perfecta de vivir la plasmó en sí mismo para que no seamos ya fácilmente engañados por el enemigo, ya que tenemos una prenda segura en la victoria que en favor nuestro obtuvo sobre el diablo. Es por esta razón que no sólo enseñó, sino que practicó su enseñanza, de modo que cada uno lo escuche cuando habla y mirándolo, como se observa un modelo, acepte de él el ejemplo, como cuando dice: Aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón (Mt 11:29). No podrá hallarse enseñanza más perfecta de la virtud que la realizada por el Salvador en su propia persona: paciencia, amor a la humanidad, bondad, fortaleza, misericordia, justicia, todo lo encontraremos en él y nada tienes ya que esperar, en cuanto a virtudes, al mirar detenidamente su vida. Pablo lo decía claramente: Sean imitadores míos, como yo lo soy de Cristo (1 Co 11:1). Los legisladores, entre los griegos, tienen gracia únicamente para legislar; el Señor, cual verdadero Señor del universo, preocupado por su obra, no solamente legisla, sino que se da como modelo para que aquellos que lo desean, sepan cómo actuar. Aun antes de su venida entre nosotros, lo puso de manifiesto en los Salmos, de manera que al igual que nos proveyó de la imagen acabada del hombre terrenal y del celestial en su propia persona, también en los Salmos, aquel que lo desea, puede aprender y conocer las disposiciones del alma, encontrando como curarlas y rectificarlas.

4. Hablando con mayor precisión, puntualicemos entonces que si bien toda la Escritura divina es maestra de virtud y de fe auténtica, el libro de los Salmos ofrece, además un perfecto modelo de vida espiritual. Al igual que quien se presenta ante un rey asume las correctas actitudes corporales y verbales, no sea que apenas abra la boca, sea arrojado fuera por su falta de compostura, también a aquel que corre hacia la meta de las virtudes y desea conocer la conducta del Salvador durante su vida mortal, el sagrado Libro lo conduce primero, a través de la lectura, a la consideración de los movimientos del alma, y a partir de allí va representando sucesivamente el resto, enseñando a los lectores gracias a dichas expresiones. En este libro llama la atención que algunos salmos contengan narraciones históricas, otros admoniciones morales, otros profecías, otros súplicas y otros, todavía, confesión.

En forma de narración tenemos los siguientes: 18; 43; 48; 49; 72; 76; 88; 89; 106; 113; 126 y 136.

En forma de oración tenemos el: 16; 67; 89; 101; 131 y 141.

Los proferidos como súplica, y petición instante son el: 5; 6; 7; 11; 12; 15; 24; 27; 30; 34; 37; 42; 53; 54; 55; 56; 58; 59; 60; 63; 82; 85; 87; 137; 139 y 142.

En forma de súplica junto con acción de gracias tenemos el 138.

Entre los que sólo suplican tenemos: 3; 25; 68; 69; 70; 73; 78; 79; 1O8; 122; 129 y 130.

Los salmos 9; 74; 91; 104; 105; 106; 107; 110; 117; 135 y 137 tienen forma de confesión.

Aquellos que entretejen narración con confesión son: 9; 74; 105; 106; 117; 135 y 137.

Un salmo que combina confesión con narración y acción de gracias es el 110.

El salmo 36 tiene forma de admonición.

Los que contienen profecía son: 20; 21; 44; 46 y 75.

En el 109 tenemos anuncio junto con profecía.

Los salmos que exhortan y prescriben y como que ordenan son: el 28; 32; 80; 94; 95; 96; 97; 102; 103 y 113.

El salmo 149 combina la exhortación con la alabanza.

Describen la vida hornada por la virtud los: 104; 11; 118; 124 y 132. Aquellos que expresan alabanza son: 90; 112; 116; 134; 144; 145; 146; 148 y 150.

Son acción de gracias: 8; 9; 17; 33; 45; 62; 76; 84; 114; 115; 120; 121; 123; 125; 128 y 143.

Aquellos que anuncian una promesa de bienaventuranza son: 1; 31; 40; 118 y 127.

Demostrativo de alegre prontitud con (ribetes) de cántico el 107.

Otro hay que exhorta a la fortaleza, el 80.

Tenemos los que reprochan a impíos e inicuos, como el 2; 13; 35; 51 y 52.

El salmo 4 es una invocación.

Están aquellos salmos que hablan [del cumplimiento] de votos, como el 19 y el 63.

Tienen palabras de glorificación al Señor: 22; 26; 38; 39; 41; 61; 75; 83; 96; 98 y 151.

Acusaciones escritas para provocar vergüenza son: 57 y 81.

Se encuentran acentos hímnicos en 47 y 64.

El 65 es un canto de júbilo y se refiere a la resurrección.

Otro, el 99, es únicamente canto de júbilo.

5. Estando, entonces, los salmos dispuestos y ordenados de esta manera, les es posible a los lectores, — como ya lo dije antes —, descubrir en cada uno de ellos los movimientos y la constitución de su alma, del mismo modo que descubren el género y la enseñanza que cada uno les transmiten. Igualmente se puede aprender de ellos las palabras a decir para agradar al Señor, o con cuáles palabras expresar el deseo de corregirse y arrepentirse o de darle gracias. Todo esto impide, al que recita literalmente estas expresiones, caer en la impiedad. Ya que no sólo tendremos que dar razón de nuestras obras al Juez (supremo), sino hasta de toda palabra inútil (Mt 12:36). Si quieres bendecir a alguno, aprendes cómo hacerlo y en nombre de quién, en los salmos 1; 31; 40; 11; 118 y 127. Si deseas censurar las conjuras de los judíos contra el Salvador, ahí tienes al segundo de nuestros poemas. Si los tuyos te persiguen, y muchos se levantan contra ti, recita el tercero. Si estando afligido invocaste al Señor, y porque te escuchó quieres darle gracias, entona el cuarto, o el 74, o el 114. Si atisbas que los malhechores te preparan trampas y quieres que muy de mañana tu oración llegue a sus oídos, recita el quinto. Si la amenaza de castigo del Señor te intranquiliza, puedes recitar el 6 o el 37. Si algunos se reúnen para tramar algo contra ti, como lo hizo Ajitófel contra David, y llega a tus oídos, canta el salmo 7 y confía en el Señor, él te defenderá.

6. Si, observando la extensión universal de la gracia del Salvador y la salvación del género humano, quieres conversar con Dios, canta el salmo 8. ¿Quieres entonar el cántico de la vendimia, para dar gracias al Señor? Tienes nuevamente a tu disposición el 8 y también el 83. En honor a la victoria sobre los enemigos y la liberación de la criatura, sin gloriarte tú, sino reconociendo que estos hechos magníficos son obra del Hijo de Dios, recita el ya mencionado salmo 9. Si alguien quiere confundirte o asustarte, ten confianza en el Señor y repite el salmo 10. Al observar la soberbia de tantos y como el mal crece, al punto que ya no hay acciones santas entre los hombres, busca refugio en el Señor y dí el salmo 11. ¿Prolongan los enemigos sus ataques? No desesperes como si Dios te olvidara, sino invócalo cantando el salmo 12. No te asocies en modo alguno con los que blasfeman impíamente contra la Providencia, más bien suplica al Señor recitando los salmos 13 y 52. El que quiera aprender quién es el ciudadano del reino de los cielos debe decir el salmo 14.

7. Necesitas orar porque tus adversarios asedian tu alma, canta los salmos 16; 85; 87 y 140. Si quieres saber cómo rezaba Moisés, ahí tienes el salmo 89. ¿Fuiste liberado de tus enemigos y perseguidores? Canta el salmo 17. ¿Te maravillan el orden de la creación y la providente gracia que en ella resplandece, como también los preceptos santos de la Ley? Canta entonces el 18 y el 23. Viendo sufrir a los atribulados, consuélalos orando y recitándoles las palabras del salmo 19. Ves que el Señor te conduce y pastorea, guiándote por el camino recto, ¡alégrate de ello y salmodia el 22! ¿Te sumergen los enemigos? Eleva tu alma hasta Dios salmodiando el 24 y verás que los inicuos quedan malogrados . ¿Te asechan los enemigos, teniendo sus manos totalmente manchadas de sangre, y no buscan más que perderte y confundirte? Entonces, no confíes tu justicia a un hombre, — ¡toda justicia humana es sospechosa! -, pídele al Señor que te haga justicia, ya que él es el único Juez, recitando el 25; 34 o 42. Cuando te asaltan violentamente los enemigos y se congregan como un ejército y te desprecian como si aún no estuvieras ungido, y por eso te hacen la guerra, no tiembles, canta más bien el salmo 26. La naturaleza humana es débil, y si [a pesar de ello] los perseguidores se hacen tan desvergonzados e insisten, no les hagas caso, suplica en cambio al Señor con el salmo 27. Si quieres aprender cómo ofrecer sacrificios al Señor con acción de gracias, recita entonces con inteligencia espiritual el salmo 28. Si dedicas y consagras tu casa, esto es, tu alma que hospeda al Señor, como también la casa corpórea en la que moras físicamente, recita con acción de gracias el 29 y entre los salmos graduales el 126.

8. Si ves que eres despreciado y perseguido por amigos y conocidos a causa de la verdad, no pierdas el ánimo por eso, ni temas a los que se te oponen, sino apártate de ellos y contemplando el futuro, salmodia el trigésimo. Si al ver a los bautizados y rescatados de su vida corruptible, ponderas y admiras la misericordia de Dios, canta en favor suyo tus alabanzas con el salmo 31. Si deseas salmodiar en compañía de muchos, reúne a los hombres justos y probos, y recita el 32. Si caíste víctima de tus enemigos y sagazmente pudiste evitar sus asechanzas, reúne a los hombres mansos y recita en su presencia el salmo 33. Si ves el celo para cometer el mal que impera entre los transgresores a la Ley, no pienses que la maldad es algo natural en ellos, como lo afirman los herejes, sino recita el 35 y te convencerás de que a ellos les corresponde la responsabilidad por el pecado. Si ves a los malvados cometer muchas iniquidades, y envalentonarse contra los humildes, y quieres exhortar a alguien que ni se junte con los inicuos ni les tenga envidia, pues su porvenir quedará truncado, entonces di para ti mismo y para los otros el 36.

9. Si, por otra parte, queriendo prestar atención a tu propia persona, y viendo que el enemigo se dispone a atacarte, — pues le agrada provocar a este tipo de personas -, quisieras fortalecerte contra él, canta el salmo 38. Si teniendo que soportar ataques de los perseguidores quieres aprender las ventajas de la paciencia, recita entonces el 39. Cuando viendo multitud de pobres y mendigos, quieres mostrarte misericordioso con ellos, serás capaz de serlo gracias a la recitación del salmo 40, ya que con él alabarás a los que ya actuaron compasivamente, y exhortarás a los demás a que obren de igual manera. Si ansiando buscar a Dios, escuchas las burlas de los adversarios, no te turbes, sino que considerando la recompensa eterna de tal nostalgia, consuela tu alma con la esperanza en Dios, y, superados los pesares que te acongojan en esta vida, entona el salmo 41. Si no quieres dejar de recordar los innumerables beneficios que el Señor otorgó a tus padres, como el éxodo de Egipto y la estancia en el desierto, y qué bueno es Dios y cuán ingratos los hombres, tienes al 43; 77; 88; 104; 105; 106 y 113. Si habiéndote refugiado en Dios, poderoso defensor en el peligro, quieres darle gracias y narrar sus misericordias para contigo, tienes el 45.

10. ¡Pecaste, sientes vergüenza, buscas hacer penitencia y alcanzar misericordia! Encontrarás palabras de arrepentimiento y confesión en el salmo 50. Aun si debes soportar calumnias por parte de un rey inicuo, y ves cómo se envalentona el calumniador, aléjate de allí y usa las expresiones que encuentras en el 51. Si te atacan, te acosan y quieren traicionarte, entregándote a la justicia, como lo hicieron zifeos y filisteos con David, no pierdas el valor, ten ánimo, confía en el Señor y alábalo con las palabras de los salmos 53 y 55. La persecución te sobreviene, cae sobre ti y sin saberlo penetra inesperadamente en la cueva en la que te escondías, ni entonces temas, pues aun en ese aprieto encontrarás palabras de consuelo y de memorial indeleble en los salmos 56 y 141. Si quien te persigue da la orden de vigilar tu casa, y tú, a pesar de todo, logras escapar, da gracias a Dios, e inscribe el agradecimiento en tu corazón, como sobre una estela indeleble, en memorial de que no pereciste y entona el salmo 58. Si los enemigos que te afligen profieren insultos, y los que aparentaban ser amigos lanzan acusaciones en contra tuya, y esto perturba tu oración por un breve tiempo, reconfórtate alabando a Dios y recitando las palabras del 54. Contra los hipócritas y los que se glorían desfachatadamente, recita, — para vergüenza suya -, el salmo 57. Contra los que arremeten salvajemente contra ti y quieren arrebatarte el alma, contrapón tu confianza y adhesión al Señor; cuanto más se envalentonen ellos, tanto más descansa en él, recitando el 61. Si perseguido, huyes al desierto, nada temas por estar allí solo, pues tienes a Dios junto a ti, a quien, muy de madrugada, puedes cantarle el 62. Si te aterran los enemigos y no cesan en su conjura contra ti, buscándote sin descanso, aunque sean muchos no te aflijas, ya que sus ataques serán como heridas causadas por flechas arrojadas por niños, entona, entonces (confiado), los salmos 63; 64; 69 y 70.

11. Si deseas alabar a Dios recita el 64, y cuando quieras catequizar a alguno acerca de la resurrección, entona el 65. ¡Imploras la misericordia del Señor! alábalo salmodiando el 66. Si ves que los malvados prosperan gozando de paz y los justos, en cambio, viven en aflicción, para no tropezar ni escandalizarte recita también tú el 72. Cuando la ira de Dios se inflama contra el pueblo, tienes palabras sabias para su consuelo en el 73. Si andas necesitado de confesión, salmodia el 9; 74; 91; 104; 105; 106; 107; 110; 117; 125 y 137. Quieres confundir y avergonzar a paganos y herejes, demostrando que ni uno solo de ellos posee el conocimiento de Dios, sino únicamente la Iglesia católica, puedes, si así lo piensas, cantar y recitar inteligentemente las palabras del 75. Si tus enemigos te persiguen y te cortan toda posibilidad de huida, aunque estés muy afligido y grandemente confundido, no desesperes, sino clama, y si tu grito es escuchado, da gracias a Dios recitando el 76. Pero si los enemigos persisten e invaden y profanan el templo de Dios, matando a los santos y arrojando sus cadáveres a las aves del cielo, no te dejes intimidar ni temas su crueldad, sino compadece con los que padecen y ora a Dios con el salmo 78.

12. Si deseas alabar al Señor en día de fiesta, convoca los siervos de Dios y recita los salmos 80 y 94. Y si nuevamente los enemigos todos, se reúnen, asaltándote por todas partes, profiriendo amenazas hacia la casa de Dios y aliándose contra la piedad, no te amilane su multitud o su poder, ya que tienes un ancla de esperanza en las palabras del salmo 82. Si viendo la casa del Señor y sus tabernáculos eternos, sientes nostalgia por ellos como la tenía el Apóstol, recita el salmo 83. Cuando habiendo cesado la ira y terminada la cautividad, quisieras dar gracias a Dios, tienes al 84 y al 125. Si quieres saber la diferencia que media entre la Iglesia católica y los cismáticos, y avergonzar a estos últimos, puedes pronunciar las palabras del 86. Si quieres exhortarte a ti y a otros, a rendir culto verdadero a Dios, demostrando que la esperanza en Dios no queda confundida, sino que, todo lo contrario, el alma queda fortalecida, alaba a Dios recitando el 90. ¿Deseas salmodiar el Sábado? Tienes el 91.

13. ¿Quieres dar gracias en el día del Señor? Tienes el 23; o, ¿deseas hacerlo en el segundo día de la semana?: recita el 47. ¿Quieres glorificar a Dios en el día de preparación?: tienes la alabanza del 92. Porque entonces, cuando ocurrió la crucifixión, fue edificada la casa aunque los enemigos trataron de rodearla, es conveniente cantar como cántico triunfal lo que se enuncia en el 92. Si te sobrevino la cautividad, y la casa fue derribada y vuelta a edificar, canta lo que se contiene en el 95. La tierra se ha librado de los guerreros y ha aparecido la paz: reina el Señor y tú quieres hacerlo objeto de tus alabanzas, ahí tienes el 96. ¿Quieres salmodiar el cuarto día de la semana? Hazlo con el 93; pues en un día como ese fue el Señor entregado y comenzó a asumir y ejecutar el juicio contrario a la muerte, triunfando confiadamente sobre ella. Si lees el Evangelio, verás que en el cuarto día de la semana los judíos se reunieron en Consejo contra el Señor, y también verás que con todo valor comenzó a procurarnos justicia contra el diablo: salmodia, respecto a todo esto, con las palabras del 93. Si, además, observas la providencia y el poder universal del Señor, y quieres instruir a algunos en la obediencia y en la fe, exhórtalos ante todo a confesar laudativamente: salmodia el 99. Si has reconocido el poder de su juicio, es decir que Dios juzga atemperando la justicia con su misericordia, y quieres acercártele, tienes para este propósito las palabras del centésimo entre los salmos.

14. Nuestra naturaleza es débil, si las angustias de la vida te han asimilado a un mendigo, y sintiéndote exhausto buscas consuelo, entona el 101. Es conveniente que siempre y en todo lugar demos gracias a Dios; si deseas bendecirlo, espuela tu alma recitando el 102 y el 103. ¿Quieres alabar a Dios y saber, cómo, por qué motivos, y con qué palabras hacerlo? Tienes el 104; 106; 134; 145; 146; 147; 148 y 150. ¿Prestas fe a lo que ha dicho el Señor y tienes fe en las palabras que tú mismo dices cuando rezas? Profiere el 115. ¿Sientes que vas progresando gradualmente en tus obras, de modo que puedes hacer tuyas las palabras: olvidando lo que queda detrás mío, me lanzo hacia lo que est delante (Flp 3:13)?: puedes entonces entonar para cada uno de los peldaños de tu adelanto uno de los quince salmos graduales.

15. ¿Has sido conducido al cautiverio por pensamientos extraños y te hallas nostálgicamente tironeado por ellos? ¿Te embarga el arrepentimiento, deseas no caer en el futuro y, sin embargo, sigues cautivo de ellos? ¡Siéntate, llora, y, como lo hizo antaño el pueblo, pronuncia las palabras del 136! ¿Eres tentado y así sondeado y probado? Si superada la tentación quieres dar gracias, utiliza el salmo 138. ¿Te hallas nuevamente acosado por los enemigos y quieres ser liberado? Pronuncia las palabras del 139. ¿Deseas suplicar y orar? Salmodia el 5 y el 142. Si se ha alzado el tiránico enemigo contra el pueblo y contra ti, al modo de Goliat contra David, no tiembles, ten fe, y como David, salmodia el 143,. Si maravillado por los beneficios que Dios otorgó a todos y también a ti, quieres bendecirlo, repite las palabras que David dijo en el 144. ¿Quieres cantar y alabar al Señor? Lo que debas entonar est en los salmos 92 y 97. ¿Aun siendo pequeño, has sido preferido a tus hermanos y colocado sobre ellos? No te gloríes ni te envalentones contra ellos, sino que atribuyendo la gloria a Dios que te eligió, salmodia el 151, que es un poema genuinamente davídico. Supongamos que deseas entonar los salmos en los que resuena la alabanza a Dios, es decir que van encabezados por el Aleluya, puedes usar: el 104; 105; 106; 111; 112; 113; 114; 115; 116; 117; 118; 134; 135; 145; 146; 147; 148; 149 y el 150.

16. Si al salmodiar quieres destacar lo que se refiere al Salvador, encontrarás referencias prácticamente en cada salmo: así, por ejemplo, tienes el 44 y el 100, que proclaman tanto su generación eterna del Padre como su venida en la carne; el 21 y el 68 que preanuncian la cruz divina, como también todos los padecimientos y persecuciones que soportó por nosotros; el 2 y el 108 que pregonan la maldad y las persecuciones de los judíos y la traición de Judas Iscariote; el 20, 49 y 71 proclaman su reinado y su potestad de juzgar, como también su manifestación a nosotros en la carne y la vocación de los paganos. El 15 anuncia su resurrección de entre los muertos; el 23 y 46 anuncian su ascensión a los cielos. Al leer el 92, 95, 97 o 98, caes en la cuenta y contemplas los beneficios que el Salvador nos otorgó gracias a sus padecimientos.

17. Esta es la característica que posee el libro de los salmos, para utilidad de los hombres: una parte de los salmos han sido escritos para purificación de los movimientos del alma; otra parte para anunciarnos proféticamente la venida en la carne de nuestro Señor Jesucristo, como arriba dijimos. Pero en modo alguno debemos pasar por alto la razón por la que los salmos se modulan armoniosamente y con canto. Algunos simplotes entre nosotros, si bien creen en la inspiración divina de las palabras, sostienen que los salmos se cantan por lo agradable de los sonidos y para placer del oído. Esto no es exacto. La Escritura para nada buscó el encanto o la seducción, sino la utilidad del alma; esta forma fue elegida sobre todo por dos razones. En primer lugar, convenía que la Escritura no alabara a Dios únicamente en una secuencia de palabras rápida y continua, sino también con voz lenta y pausada. En secuencia ininterrumpida se leen la Ley, los Profetas, los libros históricos y el Nuevo Testamento; la voz pausada es empleada para los Salmos, odas y cánticos. Así se obtiene que los hombres expresen su amor a Dios con todas sus fuerzas y con todas sus posibilidades. La segunda razón estriba en que, al igual que una buena flauta unifica y armoniza perfectamente todos los sonidos, del mismo modo requiere la razón que los diversos movimientos del alma, como pensamiento, deseo, cólera, sean el origen de los distintas actividades del cuerpo, de modo que el obrar del hombre no sea desarmonico, conflictuado consigo mismo, pensando muy bien y obrando muy mal. Por ejemplo, Pilato que dijo: ningún delito encuentro yo en él para condenarlo a muerte (Jn 18:38), pero obró según el querer de los judíos; o, que deseando obrar mal, estén imposibilitados de realizarlo, como los ancianos con Susana; o que aun absteniéndose de adulterar sea ladrón, o, sin ser ladrón sea homicida, o, sin ser asesino sea blasfemo.

18. Para impedir que surja esa desarmonía interior, la razón requiere que el alma, que posee el pensamiento de Cristo (1 Co 2:16), como dice el Apóstol, haga que éste le sirva de director, que domine en él sus pasiones, ordenando los miembros del cuerpo para que obedezcan la razón. Como plectro para la armonía, en ese salterio que es el hombre, el Espíritu debe ser fielmente obedecido, los miembros y sus movimientos deben ser dóciles obedeciendo la voluntad de Dios. Esta tranquilidad perfecta, esta calma interior, tienen su imagen y modelo en la lectura modulada de los Salmos. Nosotros damos a conocer los movimientos del alma a través de nuestras palabras; por eso el Señor, deseando que la melodía de las palabras fuera el símbolo de la armonía espiritual en el alma, ha hecho cantar los Salmos melodiosa, modulada y musicalmente. Precisamente este es el anhelo del alma, vibrar en armonía, como está escrito: alguno de ustedes es feliz, ¡que cante! (St 5:13). Así, salmodiando, se aplaca lo que en ella haya de confuso, áspero o desordenado y el canto cura hasta la tristeza: ¿por qué estás triste alma mía, por qué te me turbas? (Sal 41:6-12 y 42:5); reconocer su error confesando: casi resbalaron mis pisadas (Sal 72:2); y en el temor fortalecer la esperanza: el Señor está conmigo: no temo; ¿qué podrá hacerme el hombre? (Sal 117:6).

19. Los que no leen de esta manera los cánticos divinos, no salmodian sabiamente, sino que buscando su deleite, merecen reproche, ya que la alabanza no es hermosa en boca del pecador (Si 15:9). Pero cuando se cantan de la manera que arriba mencionamos, de modo que las palabras se vayan profiriendo al ritmo del alma y en armonía con el Espíritu, entonces cantan al unísono la boca y la mente; al cantar así son útiles a sí mismos y a los oyentes bien dispuestos. El bienaventurado David, por ejemplo, cantando para Saúl, complacía a Dios y alejaba de Saúl la turbación y la locura, devolviéndole tranquilidad a su alma. De idéntica manera los sacerdotes al salmodiar, aportaban la calma al alma de las multitudes, induciéndolas a cantar unánimes con los coros celestiales. El hecho de que los Salmos se reciten melodiosamente, no es en absoluto indicio de buscar sonidos placenteros, sino reflejo de la armoniosa composición del alma. La lectura mesurada es símbolo de la índole ordenada y tranquila del espíritu. Alabar a Dios con platillos sonoros, con la cítara y el salterio de diez cuerdas, es, a su vez, símbolo e indicación de que los miembros del cuerpo están armoniosamente unidos al modo que lo están las cuerdas; de que los pensamientos del alma actúan cual címbalos, recibiendo todo el conjunto movimiento y vida a impulsos del espíritu, ya que vivirán, como está escrito, si con el Espíritu hacen morir las obras del cuerpo (Rm 8:13). Quien salmodia de esta manera armoniza su alma llevándola del desacuerdo al acorde, de modo que hallándose en natural acuerdo nada la turbe, al contrario con la imaginación pacificada desea ardientemente los bienes futuros. Bien dispuesta por la armonía de las palabras, olvida sus pasiones, para centrada gozosa y armoniosamente en Cristo concebir los mejores pensamientos.

20. Es por tanto necesario, hijo mío, que todo el que lee este libro lo haga con pureza de corazón, aceptando que se debe a la divina inspiración, y, beneficiándose por eso mismo de él, como de los frutos del jardín del paraíso, empleándolos según las circunstancias y la utilidad de cada uno de ellos. Estimo, en efecto, que en las palabras de este libro se contienen y describen todas las disposiciones, todos los afectos y todos los pensamientos de la vida humana y que fuera de estos no hay otros. ¿Hay necesidad de arrepentimiento o confesión; les han sorprendido la aflicción o la tentación; se es perseguido o se ha escapado a emboscadas; está uno triste, en dificultades o tiene alguno de los sentimientos arriba mencionados; o vive prósperamente, habiendo triunfado sobre tus enemigos, deseando alabar, dar gracias o bendecir al Señor? Para cualquiera de estas circunstancias hallará la enseñanza adecuada en los Salmos divinos. Que elija aquellos relacionados con cada uno de esos argumentos, recitándolos como si él los profiriera, y adecuando los propios sentimientos a los en ellos expresados.

21. En modo alguno se busque adornarlos con palabras seductoras, modificar sus expresiones o cambiarlas totalmente; lea y cántese lo que está escrito, sin artificios, para que los santos varones que nos los legaron, reconozcan el tesoro de su propiedad, recen con nosotros, o más bien, lo haga el Espíritu Santo que habló a través de ellos, y al constatar que nuestros discursos son eco perfecto del suyo, venga en nuestra ayuda. Pues en tanto en cuanto la vida de los santos es mejor que la del resto, por tanto mejores y más poderosas se tendrán, con toda verdad, sus palabras que las que agreguemos nosotros. Pues con esas palabras agradaron a Dios y al proferirlas ellos lograron, como lo dice el Apóstol, conquistar reinos, hicieron justicia, alcanzaron las promesas, cerraron la boca a los leones; apagaron la violencia del fuego, escaparon del filo de la espada, curaron de sus enfermedades, fueron valientes en la guerra, rechazaron ejércitos extranjeros, las mujeres recobraron resucitados a sus muertos (Hb 11:33-35).

22. Todo el que ahora lee esas mismas palabras [de los Salmos], tenga confianza, que por ellas Dios vendrá instantáneamente en nuestra ayuda. Si está afligido, su lectura procurará un gran consuelo; si es tentado o perseguido, al cantarlas saldrá fortalecido y como más protegido por el Señor, que ya había protegido antes al autor, y hará que huyan el diablo y sus demonios. Si ha pecado volverá en sí y dejará de hacerlo; si no ha pecado, se estimará dichoso al saber que corre en procura de los verdaderos bienes; en la lucha, los Salmos darán las fuerzas para no apartarse jamás de la verdad; al contrario, convencerá a los impostores que trataban de inducirle al error. No es un mero hombre la garantía de todo esto, sino la misma Escritura divina. Dios ordenó a Moisés escribir el gran Cántico enseñándoselo al pueblo; al que él constituyera como jefe le ordenó trancribir el Deuteronomio, guardándolo entre sus manos y meditando continuamente sus palabras, pues sus discursos son suficientes para traer a la memoria el recuerdo de la virtud y aportar ayuda a los que los meditan sinceramente. Cuando Josué, hijo de Nuná penetró en la tierra prometida, viendo los campamentos enemigos y a los reyes amorreos reunidos todos en son de guerra, en lugar de armas o espadas, empuñó el libro del Deuteronomio, lo leyó ante todo el pueblo, recordando las palabras de la Ley, y habiendo armado al pueblo salió vencedor sobre los enemigos. El rey Josías, después del descubrimiento del libro y su lectura pública, no albergaba ya temor alguno de sus enemigos. Cuando el pueblo salía a la guerra, el arca conteniendo las tablas de la Ley iba delante del ejército, siendo protección más que suficiente, siempre que no hubiera entre los portadores o en el seno del pueblo prevalencia de pecado o hipocresía. Pues se necesita que la fe vaya acompañada por la sinceridad para que la Ley dé respuesta a la oración.

23. Al menos yo, dijo el anciano, escuché de boca de hombres sabios, que antiguamente, en tiempos de Israel, bastaba con la lectura de la Escritura para poner en fuga los demonios y destruir las trampas tendidas por ellos a los hombres. Por eso, me decía [mi interlocutor], son del todo condenables aquellos que abandonando estos libros componen otros con expresiones elegantes, haciéndose llamar exorcistas, ¡como les ocurrió a los hijos del judío Esceva, cuando intentaron exorcisara de esa manera! Los demonios se divierten y burlan cuando los escuchan; por el contrario tiemblan ante las palabras de los santos y ni oírlas pueden. Pues en las palabras de la Escritura está el Señor y al no poder soportarlo gritan: ¡Te ruego que no me atormentes antes de tiempo! (Lc 8:28). Con sola la presencia del Señor se consumían. Del mismo modo Pablo daba órdenes a los espíritus impuros y los demonios se sometían a los discípulos. Y la mano del Señor cayó sobre Eliseo el profeta, de modo que profetizó a los tres reyes acerca del agua, cuando por orden suya el salmista cantaba al son del salterio. Incluso ahora, si uno está preocupado por los que sufren, lea los Salmos y les ayudará muchísimo, demostrando igualmente que su fe es firme y veraz; al verla Dios conceder la completa salud a los necesitados. Sabiéndolo el santo dijo en el salmo 118: meditaré sobre tus decretos, no olvidaré tus palabras; y también: tus decretos eran mis cantos, en el lugar de mi peregrinación. En ellas encontraron salvación al decir: si tu ley no fuese mi meditación, ya habría perecido en mi humillación. También Pablo buscaba confirmar a su discípulo, al decir: medita estas cosas; vive entregado a ellas para que tu aprovechamiento sea manifiesto a todos (1 Tm 4:15). Practícalo igualmente tú, lee con sabiduría los Salmos y podrás, bajo la guía del Espíritu, comprender el significado de cada uno. Imitarás la vida que llevaron los varones santos, quienes entusiasmados por el Espíritu de Dios esto dijeron.

 

San Hilario de Poitiers.

Perteneciente a una noble familia pagana, nació en Poliers en torno al 315. Las noticias relativas a su vida, inciertas y fragmentarias, no permiten establecer la fecha de su conversión al cristianismo. Es probable que recibiera el Bautismo siendo adulto.

Elegido Obispo de Poitiers alrededor del 350, combatió con todas sus fuerzas la herejía arriana. El emperador Constancio lo desterró a Frigia, en Asia Menor. Durante los cuatro años de exilio, Hilario reveló dotes de pensamiento y de acción que le merecieron el titulo de Atanasio de Occidente. En el 360, por insistencia de los arrianos, que juzgaban inoportuna su presencia en Oriente, se le permitió regresar a la Galia. Un año después, convocó un Concilio en París que supuso un golpe decisivo para el arrianismo en Occidente. Murió en Poitiers, probablemente en el 367.

La lucha de San Hilario contra el arrianismo se manifestó también en su abundante producción literaria, constituida por tres tipos de obras: dogmáticas, histórico-polémicas y exegéticas. El Comentario al Evangelio de San Mateo, perteneciente a este último tipo de escritos, fue compuesto durante los primeros años de su episcopado para los sacerdotes de su diócesis. La obra se presenta bajo la forma de un comentario continuo, en el que se examinan con amplitud los episodios más significativos del primer Evangelio. El método exegético seguido por San Hilario parte del principio de que toda expresión de la Escritura presenta, junto al significado literal inmediato, otro alegórico, que se revela sólo a un atento examen del texto. Conjugando los dos significados, salvaguarda la historicidad de los hechos evangélicos y procura descubrir el alcance profético de las palabras y acciones de Cristo.

Loarte

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San Hilario (315-367 d.C. aprox.), obispo de Poitiers, en las Galias (actual Francia), fue el más grande defensor de la fe católica expresada en el Concilio de Nicea (325 d.C.), ante el avance de la herejía arriana, lo que le valió el apelativo de "Atanasio del occidente." Su obra más importante es su tratado sobre la Trinidad (De Trinitate), el cual escribió durante el tiempo que estuvo exiliado en el Asia Menor, entre los años 356 y 360. Dentro de sus obras exegéticas se cuenta un comentario al Evangelio de Mateo y exégesis de algunos pasajes del Antiguo Testamento entre los que encontramos algunos salmos. Debe notarse, como se ve en el comentario al salmo 130, que San Hilario hace uso del texto griego del Antiguo Testamento — conocido como "Septuaginta" —, y no del texto hebreo que se impuso luego a partir de San Jerónimo (s. V).

Homilía de San Hilario de Poitiers Sobre el Salmo 130.

"¡Oh Señor! no se ha engreído mi corazón, ni se han ensoberbecido mis ojos."

1. Este breve Salmo, que exige un tratamiento analítico más que un tratamiento homilético. Nos enseña la lección de la humildad y la mansedumbre. Ahora, dado que hemos hablado muchas veces acerca de la humildad, no hay necesidad de repetir las mismas cosas aquí. Por supuesto que estamos obligados a tener en cuenta la gran necesidad que tenemos de que nuestra fe permanezca en humildad cuando escuchamos al Profeta que la entiende como equivalente al desempeño de los trabajos más altos: ¡Oh Señor! mi corazón no está exaltado. Pues un corazón contrito es el más noble sacrificio a los ojos de Dios. El corazón, por lo tanto, no debe inflarse por la prosperidad, sino que debe guardarse humildemente en los límites de la mansedumbre, mediante el temor de Dios.

2. "Ni se han ensoberbecido mis ojos." El sentido estricto del griego aquí transmite un significado diferente. Oude emetewrisqhsan oi ofqalmoi; esto es, que no han sido elevados de un objeto para mirar a otro. Pero los ojos deben elevarse en obediencia a las palabras del profeta: "Eleva tus ojos y mira quién ha desplegado todas estas cosas"[1]. Y el Señor dice en el Evangelio: "Eleva tus ojos, y mira los campos, que están blancos hasta la cosecha"[2]. Los ojos están, entonces, para ser elevados. No para poner su mirada en cualquier parte, sino para permanecer fijos de manera definitiva sobre todo aquello para lo que han sido elevados.

3. Y continua así: "No he andado entre grandezas, ni en cosas maravillosas que me sobrepasan." Es muy peligroso andar entre cosas malas, y no quedarse entre las cosas maravillosas. Las obras de Dios son grandes; Él, en Sí mismo, es maravilloso en todo lo alto: ¿cómo puede entonces enorgullecerse el salmista como si fuera una obra buena no andar entre grandezas y maravillas? La adición de las palabras, "que me sobrepasan," nos muestra de que se está hablando de caminar entre cosas distintas a las que los hombres comúnmente consideran como grandes y maravillosas. Pues David, que fue profeta y rey, también fue humilde y despreciado e indigno de sentarse a la mesa de su padre; pero encontró el favor de Dios, fue ungido rey, e inspirado para profetizar. Su reino no lo hizo altivo, no lo motivaban malas intenciones: amó a quienes lo persiguieron, rindió honores a sus enemigos muertos, perdonó a sus hijos incestuosos y asesinos. Fue despreciado en su soberanía; como padre, fue herido; como profeta, fue afligido; y aun así no reclamó venganza como podría hacerlo un profeta, ni infligió castigo como lo haría un padre, ni correspondió a los insultos como lo haría un soberano. De este modo no anduvo entre grandezas y maravillas que le sobrepasaban.

4. Veamos lo que sigue: "Si no humillaba mis pensamientos y en cambio he elevado mi alma." ¡Qué inconsecuencia de parte del Profeta! No eleva su corazón: pero sí eleva su alma. No camina entre grandezas y maravillas que le sobrepasan; pero sus pensamientos no son bajos. Su inteligencia se exalta, pero su corazón se apoca. Es humilde en su proceder: pero no es humilde en su pensamiento. Su alma se eleva a las alturas porque su pensamiento aspira alcanzar el cielo. Pero su corazón, "del que proceden — según el Evangelio — pensamientos perversos, asesinatos, adulterios, fornicaciones, robos, falsos testimonios, insultos"[3], es humilde, apremiado bajo el suave yugo de la mansedumbre. Nosotros debemos definir el justo medio, entonces, entre la humildad y la exaltación, para que podamos ser humildes de corazón pero elevados de alma y pensamiento.

Después continúa: "Como el niño destetado en los brazos de su madre, así recompensarás mi alma." Nos es dicho que cuando Isaac fue destetado, Abraham celebró una fiesta, porque ahora que era destetado, cruzaba el umbral de la niñez y pasaba más allá del alimento de leche. El Apóstol alimenta a todos los que son imperfectos en la fe, inclusive a niños en las cosas de Dios, con la leche del conocimiento. De este modo dejar de necesitar leche marca el mayor avance posible. Abraham proclamó mediante una alegre fiesta que su hijo pasaba a la edad de comer carne, y el Apóstol rehusa el pan a los de mentalidad carnal y a aquellos que son niños en Cristo. Y así, el Profeta pide a Dios que, ya que no ha ensoberbecido su corazón, ni ha caminado en medio de grandezas y maravillas que le sobrepasan; ya que no ha humillado sus pensamientos sino que ha elevado su alma, que premie a su alma recostándose como un niño destetado sobre su madre: es decir, que sea considerado digno de la recompensa del Pan perfecto, celestial y vivo, basado en que por razón de sus reconocidos trabajos ahora ya ha terminado la etapa de lactancia.

6. Pero él no pide este Pan vivo del cielo sólo para sí mismo. Él alienta a toda la humanidad a expectar este Pan, proclamando: "Que Israel espere en el Señor, desde ahora y por siglos." Él no pone límite temporal a nuestra esperanza, sino que nos invita a proyectarnos hasta el infinito en nuestra fiel expectación. Nosotros debemos esperar por siempre, ganando la esperanza de la vida futura mediante la esperanza de nuestra vida presente, que la tenemos en Cristo Jesús nuestro Señor, que es bendito por los siglos de los siglos. Amén

1 Is 11:26.

2 Jn 55:35. 3 Mt 15:19.

Las armas del apóstol (Comentario al Evangelio de San Mateo 10:1-5).

Al ver a las multitudes se llenó de compasión, porque estaban maltratadas y abatidas... (Mt 9:36).

Es necesario escudriñar el significado de las palabras no menos que el de los hechos, pues, como habíamos dicho, la clave para comprender el significado reside tanto en las palabras como en las obras. El Señor siente compasión de las multitudes maltratadas y abatidas, como ovejas dispersas sin pastor. Y dice que la mies es mucha, pero los obreros pocos, y que es preciso rogar al dueño de la mies para que envíe muchos obreros a su mies (cfr. Mt 9:37-38). Y, llamando a los discípulos, les dio poder para arrojar a los espíritus inmundos y para curar toda enfermedad y dolencia (cfr. Mt 10:1). Aunque estos hechos se refieren al presente, es necesario considerar lo que significan para el futuro.

Ningún agresor había asaltado a las multitudes y, sin embargo, estaban postradas sin que ninguna adversidad o desventura las hubiese golpeado. ¿Por qué siente compasión, viéndolas maltratadas y abatidas? Evidentemente, el Señor se apiada de una muchedumbre atormentada por la violencia del espíritu inmundo, que la tiene bajo su dominio, y enferma bajo el peso de la Ley, porque aún no tenía un pastor que le restituyese la protección del Espíritu Santo (cfr. 1 Pe 2:25). A pesar de que el fruto de este don era abundante, ninguno lo había recogido. Su abundancia supera el número de los que lo alcanzan, pues, aunque todos tomen cuanto quieran, permanece siempre sobreabundante para ser dispensado con generosidad. Y puesto que es necesario que muchos lo distribuyan, exhorta a rogar al dueño de la mies, para que mande muchos obreros a su mies, es decir, muchos segadores, para recoger el don del Espíritu Santo que había preparado, un don que Dios distribuye por medio de la oración y de la súplica. Y para mostrar que esta mies y la multitud de los segadores debían propagarse a partir de los doce Apóstoles, los llamó a Sí y les dio el poder de arrojar los demonios y de curar toda enfermedad. Con este poder recibido como don, podían expulsar al fautor del mal y curar la enfermedad.

Mt10:05-10: Conviene ahora recoger el significado de estos preceptos, considerándolos uno por uno. Los exhorta a mantenerse alejados de las sendas de los paganos (cfr. Mt 10:5), no porque no los haya enviado también a salvar a los paganos, sino para que se abstengan de las obras y del modo de vivir de la ignorancia pagana. Igualmente les prohíbe entrar en la ciudad de los samaritanos (cfr. Ibid.). Pero ¿no ha curado Él mismo a una samaritana? En realidad, les exhorta a no entrar en las asambleas de los herejes, pues la perversión no difiere en nada de la ignorancia. Los envía a las ovejas perdidas de la casa de Israel (cfr. Mt 10:6); y, sin embargo, ellas se han encarnizado contra Él con lenguas de víbora y fauces de lobo. Como la Ley debería recibir el Evangelio en primer lugar, Israel iba a tener menos disculpas por su crimen, en cuanto que habría experimentado una solicitud mayor en la exhortación.

El poder de la virtud del Señor se transmite enteramente a los Apóstoles. Los que habían sido formados en Adán a imagen y semejanza de Dios, reciben ahora de modo perfecto la imagen y la semejanza de Cristo (cfr. 1 Cor 15:49). Su poder no difiere en nada del poder del Señor, y los que antes habían sido hechos de la tierra, se convierten ahora en celestes (cfr. 1 Cor 15:48). Deben predicar que el Reino de los cielos está próximo (cfr. Mt 10:7), es decir, que se recibe ahora la imagen y semejanza de Dios a través de la comunión en la verdad, que permite a todos los santos, designados con el nombre de los cielos, reinar con el Señor (cfr. 1 Cor 4:8). Deben curar enfermos, resucitar muertos, sanar leprosos, arrojar demonios (cfr. Mt 10:8). Todos los males causados en el cuerpo de Adán por instigación de Satanás, los debían a su vez sanar mediante la participación en el poder del Señor. Y para conseguir de modo completo, según la profecía del Génesis (cfr. Gn 1:26), la semejanza con Dios, reciben la orden de dar gratuitamente lo que gratuitamente recibieron (cfr. Mt 10:8). Deben ofrecer de balde el servicio de un don que han recibido gratis.

Les prohíbe guardar en la faja oro, plata, dinero; llevar alforja para el camino, coger dos túnicas, sandalias y un bastón en la mano, porque el obrero tiene derecho a su salario (cfr. Mt 10:10). No hay nada de malo, pienso, en guardar un tesoro en la faja. ¿Qué significa la prohibición de poseer oro, plata o moneda de cobre en la propia faja? La faja es una prenda de servicio, y se ciñe para realizar un trabajo. Se nos exhorta, por tanto, a que no haya venalidad en nuestro servicio, a evitar que el premio de nuestro apostolado sea la posesión del oro, de la plata o del cobre.

Ni alforja para el camino (Mt 10:10). Es decir, hay que dejar a un lado la preocupación por los bienes presentes, ya que todo tesoro terreno es perjudicial, desde el momento en que nuestro corazón está allí donde guardamos nuestro tesoro. Ni dos túnicas (Mt 10:10). En efecto, basta con que nos revistamos de Cristo una vez (cfr. Gal 3:27), sin revestirnos seguidamente de otro traje, como la herejía o la Ley mosaica, a causa de una perversión de nuestra inteligencia. Ni sandalias (cfr. Mt 10:10). ¿Tal vez los débiles pies de los hombres pueden soportar la desnudez? En realidad, donde debemos permanecer con pies desnudos es sobre la tierra santa, no cubierta por las espinas y los aguijones del pecado, como fue dicho a Moisés (cfr. Ex 3:5), y se nos exhorta a no tener otro calzado para entrar, que el recibido de Cristo. Ni bastón en la mano (Mt 10:10), es decir, las leyes de un poder extranjero, pues tenemos el bastón de la raíz de Jesé (cfr. Is 11:1). Todo poder, que no sea ése, no procede de Cristo.

Según el discurso precedente, hemos sido convenientemente provistos de gracia, viático, vestido, sandalias, poder, para recorrer hasta el final los caminos de la tierra. Trabajando en estas condiciones seremos dignos de nuestra paga (cfr. Mt 10:10). Es decir, gracias al cumplimiento de estas prescripciones, recibiremos la recompensa de la esperanza celestial.

 

San Zenón de Verona.

Nacido en Mauritania, pasó casi toda su vida en el Norte de Italia. Fue obispo de Verona, ciudad que hoy le venera corno Patrono, y se distinguió por la lucha llevada a cabo contra el ya decadente paganismo, contra la herejía arriana y contra ciertos abusos que se habían infiltrado entre los cristianos.

Dedicó todas sus energías al cuidado de sus fieles. Así lo atestiguan sus vibrantes sermones — recopilados después de su muerte, acaecida hacia el año 371 —, en los que expone las verdades centrales de la fe y exhorta a la práctica de las virtudes cristianas. Muchos están dirigidos a los catecúmenos, como preparación inmediata al Bautismo. En estas homilías se revela gran orador, con un conocimiento profundo de las letras cristianas y paganas.

Entre los sermones breves — o tractatus — merece particular atención el dedicado a las tres virtudes teologales. Es una de las primeras obras sistemáticas de la literatura eclesiástica sobre la fe, la esperanza y la caridad. San Zenón enseña de manera clara y escueta que las virtudes teologales se hallan en la base de la vida cristiana y que no han de separarse unas de otras, pues constituyen la trama de nuestra unión con Dios.

Loarte

Virtudes-teologales.

(Tratado sobre la fe, la esperanza y la caridad, I-IV)

Tres cosas son fundamentales para la perfección del cristiano: la fe, la esperanza y la caridad; y de tal modo se enlazan estas virtudes entre sí, que cada una de ellas es necesaria a las otras. Si la esperanza no va por delante, ¿a quién aprovechará la fe? Si la fe no existe, ¿cómo nacerá la esperanza? Y si a la fe y a la esperanza les quitas la caridad, una y otra quedarán inútiles, pues ni la fe obra sin la caridad, ni la esperanza sin la fe. Por consiguiente, el cristiano que desee ser perfecto ha de fundamentarse en las tres: si le falta alguna, no alcanzará la perfección de su obra.

En primer lugar se nos propone la esperanza de las cosas futuras, sin la que las mismas cosas presentes no pueden mantenerse en pie. Es más: quita la esperanza, y se paralizará la humanidad entera; quita la esperanza, y cesarán todas las artes y todas las virtudes; quita la esperanza, y todo quedará destruido. ¿Qué hace el niño junto al maestro, si no espera fruto de esas letras? ¿En qué barca se aventurará el navegante entre las olas del mar, si no espera una ganancia ni confía en llegar al puerto deseado? ¿Qué soldado menospreciará, no ya las injurias del cruel invierno o del tórrido verano, sino a sí mismo, si no abriga la esperanza de una gloria futura? ¿Qué agricultor esparcerá la semilla, si no piensa que recogerá la cosecha como premio de su sudor? ¿Qué cristiano se adherirá por la fe a Cristo, si no cree que ha de llegar el tiempo de la felicidad eterna que se le ha prometido? (...).

Por tanto, hermanos, abracemos con tenacidad la esperanza; custodiémosla entre todas las virtudes, dediquémonos a cultivarla constantemente. La esperanza es el fundamento inconmovible de nuestra vida, baluarte invicto y dardo contra los asaltos del demonio, coraza impenetrable de nuestra alma, ventajosa y verdadera ciencia de la ley, terror de los demonios, fortaleza de los mártires, esplendor y muralla de la Iglesia. La esperanza es sierva de Dios, amiga de Cristo, convidada del Espíritu Santo. El presente y el futuro le están sometidos: el presente, porque lo desprecia; el futuro, porque sabe de antemano que es suyo. No teme que no venga, pues siempre lo lleva consigo en el ámbito de su poder. Por esto, Abraham, esperando contra toda esperanza confió en Dios, que le haría padre de muchas gentes (Rm 4:18). Contra toda esperanza, es decir, porque parece imposible y no es objeto de visión; pero se hace posible por esta esperanza cuando se confía en la palabra de Dios sin ninguna duda y con firmeza pues dice el Señor: todo es posible para el que cree (Mc 9:22). Por eso Abraham creyó en Dios, y le fue reputado para justicia (Gn 15:6). Es justo por haber sido fiel, pues el justo vive de la fe (Gal 3:6); y es fiel por haber creído en Dios: si no hubiera tenido fe, no habría podido ser justo ni padre de los pueblos. Por esta razón es evidente que una e inseparable es la naturaleza de la esperanza y de la fe: si cualquiera de ellas falta en el hombre, mueren las dos.

La fe es lo más propiamente nuestro, pues dice el Señor: tu fe te ha salvado (Mc 10:52). Por tanto, si es nuestra, conservémosla como nuestra, para que con motivo podamos esperar las cosas que aún no poseemos. Nadie recuenta los haberes de un dilapidador, ni honra al desertor con las recompensas del triunfo, más aún estando escrito: al que tiene se le dará y tendrá en abundancia; pero al que no tiene, ano eso que posee le será quitado (Mt 13:12).

Por la fe, hermanos, Henoch mereció que Dios le trasladase de lugar con su cuerpo, contra la ley de la naturaleza. Por la fe, salvándose, Noé no halló a nadie con quien hablar que había habido un diluvio. Por la fe llegó Abraham a la amistad con Dios, Isaac se distinguió más que los restantes (cfr. Heb 11:5-20), y José sometió a Egipto bajo su autoridad (cfr. Gn 32:41). Esta fe le hizo a Moisés un muro de cristal en el Mar Rojo (cfr. Ex 14:22); puso sus frenos al sol y a la luna para que, abandonando su curso acostumbrado, se sometieran al deseo de Josué (Jos 10:13); ofreció al inerme David el triunfo sobre el armado Goliat (cfr. I Sam 17) y no desmayó en Job, asaltado de frecuentes y graves males (Job 1 y 2). Ella fue medicina en la ceguera de Tobías (cfr. Tob 11); en Daniel, ató las fauces a los leones (cfr. Dan 6); y convirtió para Jonás la ballena en barca (cfr. Jon 2). Ella sola venció en el ejército de los hermanos Macabeos (cfr. 2 Mac 7) e hizo agradables los fuegos a los tres jóvenes (cfr. Dan 3). Esta fe hizo que Pedro se atreviera a caminar sobre el mar (cfr. Mt 24:29), y fue la causa de que los Apóstoles curaran a muchos de sus contagiosas úlceras y enfermedades, cambiando la lepra deforme en limpia piel. Por esta fe, añadiré, mandaron ver a los ciegos, oír a los sordos, hablar a los mudos, correr a los cojos, fortalecer a los paralíticos, huir de los posesos a los demonios y, con frecuencia, volver de los sepulcros en sus propios funerales a los mismos muertos, para que todos vieran convertirse en lágrimas de alegría las que hasta entonces lo habían sido de tristeza.

Pero es largo, hermanos, ir detallando los hechos de la fe; sobre todo, porque la caridad presenta unos hechos aún más portentosos. Y es lógico que sea así, pues de tal modo se eleva la caridad por encima de todas las virtudes, que por derecho propio es la reina de todas ellas.

Aunque triunfe la fe con todo género de hechos prodigiosos, y la esperanza proponga muchas y grandes cosas, ni una ni otra podrán sostenerse sin la caridad: ni la fe, si no se ama a sí misma; ni la esperanza, si no es amada. Además, la fe aprovecha sólo a uno mismo; la caridad a todos. La fe no lucha gratis; la caridad, en cambio, se suele dar incluso a los ingratos. La fe no pasa a otro; la caridad, poco es decir que alcanza a otro, pues beneficia al pueblo. La fe es de unos pocos, la caridad de todos.

Añade a todo esto que la esperanza y la fe tienen un tiempo, mientras que la caridad no conoce fin (cfr. 1 Cor 13), crece en cada momento, y cuanto más es practicada por los que se aman mutuamente, tanto más es debida entre ellos. La caridad no hace distinción de personas, porque no sabe adular; no busca conseguir honores, porque no es ambiciosa; no se fija en el sexo, porque para ella los dos son uno; no se ejercita según el tiempo, porque no es caprichosa; no tiene envidia, porque desconoce qué es la envidia; no se hincha, porque cultiva la humildad; no piensa mal, porque es sencilla; no se deja llevar por la ira, porque también abraza gustosamente las injurias; no engaña, porque es la guardiana de la fe; de nada se muestra indigente, porque — fuera de lo que es — no experimenta ninguna necesidad.

La caridad conserva los campos, las ciudades y pueblos, y los tratados de paz. Hace seguras las espadas en torno a los flancos de los reyes. Suprime las guerras, borra las riñas, vacía los privilegios, evita los tribunales, erradica los odios, apaga las iras. La caridad traspasa el mar, circunda el orbe, suministra lo necesario a las naciones por medio del mutuo intercambio. Proclamaré, hermanos, su poder con brevedad. Lo que la naturaleza ha negado a unos lugares, la caridad lo otorga. La caridad del afecto conyugal une en una sola carne a dos personas con un venerable sacramento. Ella da a la humanidad que exista lo que nace. Por la caridad es amada la propia mujer, los hijos se muestran orgullosos de su origen, y los padres son verdaderos padres. A ella se debe que los demás sean para nosotros prójimos y amigos, tan cercanos o más que nosotros mismos. A la caridad se debe que amemos a los siervos como a hijos, y que ellos nos sirvan gustosamente como a señores. La caridad hace que amemos, no sólo a los conocidos o amigos, sino incluso a los que nunca hemos visto. A la caridad se debe, en fin, que reconozcamos las virtudes de los antiguos por los libros, o a los libros por sus virtudes.

 

San Efrén de Siria.

San Efrén, diácono de la Iglesia en Siria, nació hacia el año 306 en Nisibis, ciudad de Mesopotamia. Convertido al Cristianismo cuando tenía dieciocho años, se entregó enteramente al servicio de Dios, dedicando su vida a la oración y al estudio. Según algunos hagiógrafos, en el 325 acompañó a Santiago — obispo de Nisibis — al Concilio de Nicea.

Durante los años 338 a 350, en que la ciudad se vio repetidas veces amenazada por Sapor II, rey de Persia, San Efrén desplegó una actividad infatigable para alentar y aconsejar a sus habitantes. En el 363, el emperador Joviniano firmó un tratado de paz con los persas y les entregó Nisibis; San Efrén, con la mayor parte de los cristianos de esta ciudad, emigró a tierras del Imperio Romano. Se retiró a Edesa, donde murió diez años más tarde, tras haber dedicado todo ese tiempo a la penitencia y a la contemplación.

San Efrén ocupa un lugar privilegiado entre los Santos Padres tanto por la abundancia de sus escritos como por la autoridad de su doctrina. Prueba de ello es que muchos de sus himnos forman parte de diversas liturgias orientales desde el siglo v. Gracias a esto se ha conservado gran parte de su ingente obra, tanto en su idioma original, el sirio, como en traducciones griegas, que empezaron a proliferar ya en los últimos años de su vida: Sozomeno, que pudo leer directamente los escritos de San Efrén, afirma que compuso unos tres millones de versos; otras fuentes apuntan que compuso más de mil sermones. Nos han llegado también versiones en arameo y copto cuyo texto primitivo se desconoce.

Sobre su autoridad, basta citar el testimonio de un hombre tan parco en palabras y poco inclinado a los elogios como fue San Jerónimo. En su De viris illustribus escribe: "Su fama se ha divulgado tanto entre los griegos que, en algunas iglesias, leen sus escritos en público después de recitar la Sagrada Escritura. Yo mismo he leído la traducción de un libro suyo sobre el Espíritu Santo y he podido comprobar que es una obra maestra."

Poeta de delicadísimos sentimientos hacia Jesucristo y su Santísima Madre, escribió centenares de himnos para uso litúrgico y para uso popular. En unos y otros se aprecia su vivísimo ingenio, la solidez de su doctrina y un profundo conocimiento de la Sagrada Escritura. Supo exponer de manera inimitable los principales misterios del Cristianismo: la Santísima Trinidad, la Encarnación del Verbo, las prerrogativas de Santa María... Los cantos populares -en los que destaca su gracioso ingenio y la solidez de su doctrina- son especialmente interesantes porque estaban destinados a que los cantase todo el pueblo, que no entendía de enrevesadas controversias teológicas: así se difundía de modo fácil, rápido y agradable la verdadera fe.

También en Occidente se difundieron mucho sus escritos, siendo reconocido sobre todo como cantor de las prerrogativas de la Santísima Virgen. El 5 de mayo de 1920, Benedicto XV lo declaró Doctor de la Iglesia.

Loarte

Madre Admirable.

(Himno a la Virgen María)

La Virgen me invita a cantar el misterio que yo contemplo con admiración. Hijo de Dios, dame tu don admirable, haz que temple mi lira, y que consiga detallar la imagen completamente bella de la Madre bien amada.

La Virgen María da al mundo a su Hijo quedando virgen, amamanta al que alimenta a las naciones, y en su casto regazo sostiene al que mantiene el universo. Ella es Virgen y es Madre, ¿qué no es?

Santa de cuerpo, completamente hermosa de alma, pura de espíritu, sincera de inteligencia, perfecta de sentimientos, casta, fiel, pura de corazón, leal, posee todas las virtudes.

Que en María se alegre toda la estirpe de las vírgenes, pues una de entre ellas ha alumbrado al que sostiene toda la creación, al que ha liberado al género humano que gemía en la esclavitud.

Que en María se alegre el anciano Adán, herido por la serpiente. María da a Adán una descendencia que le permite aplastar a la serpiente maldita, y le sana de su herida mortal.

Que los sacerdotes se alegren en la Virgen bendita. Ella ha dado al mundo el Sacerdote Eterno que es al mismo tiempo Víctima. Él ha puesto fin a los antiguos sacrificios, habiéndose hecho la Víctima que apacigua al Padre.

Que en Mana se alegren todos los profetas. En Ella se han cumplido sus visiones, se han realizado sus profecías, se han confirmado sus oráculos.

Que en María se gocen todos los patriarcas. Así como Ella ha recibido la bendición que les fue prometida, así Ella les ha hecho perfectos en su Hijo. Por Él los profetas, justos y sacerdotes, se han encontrado purificados.

En lugar del fruto amargo cogido por Eva del árbol fatal, María ha dado a los hombres un fruto lleno de dulzura. Y he aquí que el mundo entero se deleita por el fruto de María.

El árbol de la vida, oculto en medio del Paraíso, ha surgido en María y ha extendido su sombra sobre el universo, ha esparcido sus frutos, tanto sobre los pueblos más lejanos como sobre los más próximos.

María ha tejido un vestido de gloria y lo ha dado a nuestro primer padre. Él había escondido su desnudez entre los árboles, y es ahora investido de pudor, de virtud y de belleza. Al que su esposa había derribado, su Hija le alza; sostenido por Ella, se endereza como un héroe.

Eva y la serpiente habían cavado una trampa, y Adán había caído en ella; María y su real Hijo se han inclinado y le han sacado del abismo.

La vid virginal ha dado un racimo, cuyo suave jugo devuelve la alegría a los afligidos. Eva y Adán en su angustia han gustado el vino de la vida, y han hallado completo consuelo.

La Anunciación de la Virgen.

(Himno por el Nacimiento de Cristo)

Volved la mirada a María. Cuando Gabriel entró en su aposento y comenzó a hablarle, Ella preguntó: ¿cómo se hará esto? (Lc 1:34). El siervo del Espíritu Santo le respondió diciendo: para Dios nada es imposible (Lc 1:37). Y Ella, creyendo firmemente en aquello que había oído, dijo: he aquí la esclava del Señor (Lc 1:38). Y al instante descendió el Verbo sobre Ella, entró en Ella y en Ella hizo morada, sin que nada advirtiese. Lo concibió sin detrimento de su virginidad, y en su seno se hizo niño, mientras el mundo entero estaba lleno de Él(...). Cuando oigas hablar del nacimiento de Dios, guarda silencio: que el anuncio de Gabriel quede impreso en tu espíritu. Nada es difícil para esa excelsa Majestad que, por nosotros, se ha abajado a nacer entre nosotros y de nosotros.

Hoy María es para nosotros un cielo, porque nos trae a Dios. El Altísimo se ha anonadado y en Ella ha hecho mansión, se ha hecho pequeño en la Virgen para hacernos grandes (...). En María se han cumplido las sentencias de los profetas y de los justos. De Ella ha surgido para nosotros la luz y han desaparecido las tinieblas del paganismo.

María tiene muchos nombres, y es para mi un grande gozo llamarla con ellos. Es la fortaleza donde habita el poderoso Rey de reyes, mas no salió de allí igual que entró: en Ella se revistió de carne, y así salió. Es también un nuevo cielo, porque allí vive el Rey de reyes; allí entró y luego salió vestido a semejanza del mundo exterior (...). Es la fuente de la que brota el agua viva para los sedientos; quienes han gustado esta bebida llevan fruto al ciento por uno.

Este día no es, pues, como la primera jornada de la creación. En aquel día las criaturas fueron llamadas al ser; en éste, la tierra ha sido renovada y bendecida respecto a Adán, por quien había sido maldecida. Adán y Eva, con el pecado, trajeron la muerte al mundo; pero el Señor del mundo nos ha dado en María una nueva vida. El Maligno, por obra de la serpiente, vertió el veneno en el oído de Eva; el Benigno, en cambio, se abajó en su misericordia y, a través del oído, penetró en María. Por la misma puerta por donde entró la muerte, ha entrado también la Vida que ha matado a la muerte. Y los brazos de María han llevado a Aquél a quien sostienen los querubines; ese Dios a quien el universo no puede abarcar, ha sido abrazado por María. El Rey ante quien tiemblan los ángeles, criaturas espirituales, yace en el regazo de la Virgen, que lo acaricia como a un niño. El cielo es el trono de su majestad, y Él se sienta en las rodillas de María. La tierra es el escabel de sus pies y Él brinca sobre ella infantilmente. Su mano extendida señala la medida del polvo, y sobre el polvo juguetea como un chiquillo.

Feliz Adán, que en el nacimiento de Cristo has encontrado la gloria que habías perdido. ¿Se ha visto alguna vez que el barro sirva de vestido al alfarero? ¿Quién ha visto al fuego envuelto en pañales? A todo eso se ha rebajado Dios por amor del hombre. Así se ha humillado el Señor por amor de su siervo, que se había ensalzado neciamente y, por consejo del Maligno homicida, había pisoteado el mandamiento divino. El Autor del mandamiento se humilló para levantarnos.

Demos gracias a la divina misericordia, que se ha abajado sobre los habitantes de la tierra a fin de que el mundo enfermo fuera curado por el Médico divino. La alabanza para Él y al Padre que lo ha enviado; y alabanza al Espíritu Santo, por todos los siglos sin fin.

Eva y María.

(Carmen 18, 1)

Oh cítara mía, inventa nuevos motivos de alabanza a María Virgen. Levanta tu voz y canta la maternidad enteramente maravillosa de esta virgen, hija de David, que llevó la vida al mundo.

Quien la ama, la admira. El curioso se llena de vergüenza y calla. No se atreve a preguntarse cómo una madre da a luz y conserva su virginidad. Y aunque es muy difícil de explicar, los incrédulos no osarán indagar sobre su Hijo.

Su Hijo aplastó la serpiente maldita y destrozó su cabeza. Curó a Eva del veneno que el dragón homicida, por medio del engaño, le había inyectado, arrastrándola a la muerte.

Como el monte Sinaí, María te ha acogido, pero no la has calcinado con tu fuego incombustible, porque has obrado de modo que tu hoguera no la abrasase, ni le quemara la llama que ni siquiera los serafines pueden mirar.

Aquél que es eterno fue llamado el nuevo Adán, porque habitó en las entrañas de la hija de David y en Ella, sin semilla y sin dolor, se hizo hombre. ¡Bendito sea por siempre su nombre!

El árbol de la vida, que creció en medio del Paraíso, no dio al hombre un fruto que lo vivificase. El árbol nacido del seno de María se dio a sí mismo en favor del hombre y le donó la vida.

El Verbo del Señor descendió de su trono; se llegó a una joven y habitó en ella. Ella lo concibió y lo dio a la luz. Es grande el misterio de la Virgen Purísima: supera toda alabanza.

Eva en el Edén se convirtió en rea del pecado. La serpiente malvada escribió, firmó y selló la sentencia por la cual sus descendientes, al nacer, venían heridos por la muerte.

Y a causa de su engaño, el antiguo dragón vio multiplicado el pecado de Eva. Fue una mujer quien creyó la mentira de su seductor, obedeció al demonio y abajó al hombre de su dignidad.

Eva llegó a ser rea del pecado, pero el débito pasó a María, para que la hija pagase las deudas de la madre y borrase la sentencia que habían transmitido sus gemidos a todas las generaciones.

María llevó el fuego entre sus manos y ciñó entre sus brazos a la llama: acercó sus pechos a la hoguera y amamantó a Aquél que nutre todas las cosas. ¿Quién podrá hablar de Ella?

Los hombres terrenales multiplicaron las maldiciones y las espinas que ahogaban la tierra. Introdujeron la muerte. El Hijo de María llenó el orbe de vida y paz.

Los hombres terrenales sumergieron el mundo de enfermedades y dolores. Abrieron la puerta para que la muerte entrase y pasease por el orbe. El Hijo de María tomó sobre su persona los dolores del mundo, para salvarlo.

María es manantial límpido, sin aguas turbias. Ella acoge en su seno el río de la vida, que con su agua irrigó el mundo y vivificó a los muertos.

Eres santuario inmaculado en el que moró el Dios rey de los siglos. En ti por un gran prodigio se obró el misterio por el cual Dios se hizo hombre y un hombre fue llamado Hijo por el Padre.

María es la vid de la estirpe bendita de David. Sus sarmientos dieron el grano de uva lleno de la sangre de la vida. Adán bebió de aquel vino y resucitado pudo volver al Edén.

Dos madres engendraron dos hijos diversos: una, un hombre que la maldijo; María, Dios, que llenó al mundo de bendición.

¡Bendita, tú, María, hija de David, y bendito el fruto que nos has dado! ¡Bendito el Padre que nos envió a su Hijo para nuestra salvación, y bendito el Espíritu Paráclito que nos manifestó su misterio! Sea bendito su nombre.

La canción de cuna de María.

(Himno, 18: 1-23)

He mirado asombrado a María que amamanta a Aquél que nutre a todos los pueblos, pero que se ha hecho niño. Habitó en el seno de una muchacha, Aquél que llena de sí el mundo (...).

Un gran sol se ha recogido y escondido en una nube espléndida. Una adolescente ha llegado a ser la Madre de Aquél que ha creado al hombre y al mundo.

Ella llevaba un niño, lo acariciaba, lo abrazaba, lo mimaba con las más hermosas palabras y lo adoraba diciéndole: Maestro mío, dime que te abrace.

Ya que eres mi Hijo, te acunaré con mis cantinelas; soy tu Madre, pero te honraré. Hijo mío, te he engendrado, pero Tú eres más antiguo que yo; Señor mío, te he llevado en el seno, pero Tú me sostienes en pie.

Mi mente está turbada por el temor, concédeme la fuerza para alabarte. No sé explicar cómo estás callado, cuando sé que en Ti retumban los truenos.

Has nacido de mí como un pequeño, pero eres fuerte como un gigante; eres el Admirable, como te llamó Isaías cuando profetizó sobre Ti.

He aquí que todo Tú estás conmigo, y sin embargo estás enteramente escondido en tu Padre. Las alturas del cielo están llenas de tu majestad, y no obstante mi seno no ha sido demasiado pequeño para Ti.

Tu Casa está en mí y en los cielos. Te alabaré con los cielos. Las criaturas celestes me miran con admiración y me llaman Bendita.

Que me sostenga el cielo con su abrazo, porque yo he sido más honrada que él. El cielo, en efecto, no ha sido tu madre; pero lo hiciste tu trono.

¡Cuánto más venerada es la Madre del Rey que su trono! Te bendeciré, Señor, porque has querido que fuese tu Madre; te celebraré con hermosas canciones.

Oh gigante que sostienes la tierra y has querido que ella te sostenga, Bendito seas. Gloria a Ti, oh Rico, que te has hecho Hijo de una pobre.

Mi magnificat sea para Ti, que eres más antiguo que todos, y sin embargo, hecho niño, descendiste a mí. Siéntate sobre mis rodillas; a pesar de que sobre Ti está suspendido el mundo, las más altas cumbres y los abismos más profundos (...).

Tú estás conmigo, y todos los coros angélicos te adoran. Mientras te estrecho entre mis brazos, eres llevado por los querubines.

Los cielos están llenos de tu gloria, y sin embargo las entrañas de una hija de la tierra te aguantan por entero. Vives en el fuego entre las criaturas celestes, y no quemas a las terrestres.

Los serafines te proclaman tres veces Santo: ¿qué más podré decirte, Señor? Los querubines te bendicen temblando, ¿cómo puedes ser honrado por mis canciones?

Escúcheme ahora y venga a mí la antigua Eva, nuestra antigua madre; levante su cabeza, la cabeza que fue humillada por la vergüenza del huerto.

Descubra su rostro y se alegre contigo, porque has arrojado fuera su vergüenza; oiga la palabra llena de paz, porque una hija suya ha pagado su deuda.

La serpiente, que la sedujo, ha sido aplastada por Ti, brote que has nacido de mi seno. El querubín y su espada por Ti han sido quitados, para que Adán pueda regresar al paraíso, del cual había sido expulsado.

Eva y Adán recurran a Ti y cojan de mí el fruto de la vida; por ti recobrará la dulzura aquella boca suya, que el fruto prohibido había vuelto amarga.

Los siervos expulsados vuelvan a través de Ti, para que puedan obtener los bienes de los cuales habían sido despojados. Serás para ellos un traje de gloria, para cubrir su desnudez.

Himno en Contra de Bar-Daisan.

San Efrén de Siria (306-373 d.C. aprox.), conocido como "La Lira del Espíritu Santo," por la belleza y profundidad de sus poesías, se preocupó por refutar los errores que poco más de un siglo antes el doceta Bar Daisan (154-222 d.C. aprox.) había propagado por medio de sus difundidos himnos, tratando de unir sus conocimientos de ocultismo con el cristianismo, y que sus seguidores, en tiempos de Efrén, continuaban exponiendo.

Hay Un Ser, que se conoce a Sí mismo

y se ve a Sí mismo.

Él habita en Sí mismo,

y desde Sí mismo se despliega.

Gloria a su Nombre.

Este es un Ser que por su propia voluntad

está en todo lugar,

que es invisible y visible,

manifiesto y escondido.

Él está encima y debajo.

Familiar y condescendiente por su gracia entre los pequeños;

más sublime y más exaltado,

como conviene a su gloria, que los elevados.

El veloz no puede exceder su presteza,

ni el tardo ir más allá que su paciencia.

Él está antes de todo y después de todo,

y en medio de todo.

Él es como el mar,

y toda la creación se mueve en Él.

Como las aguas envuelven a los peces en todos sus movimientos,

así el Creador está vestido con todo lo creado,

con lo grande y lo pequeño.

Y como los peces están escondidos en el agua,

así están escondidos en Dios la altura y la profundidad,

lo lejano y lo cercano,

y sus habitantes.

Y como el agua se encuentra con los peces adonde quiera que vaya,

así Dios se encuentra con todo el que camina.

Y como el agua toca al pez en cada giro que hace,

así Dios acompaña y mira a cada hombre en todos sus actos.

Los hombres no pueden mover la tierra, que es su carro,

así tampoco nadie se aleja del Único Justo, que es su socio.

El Único Bueno está unido al cuerpo,

y es la luz de los ojos.

Un hombre no es capaz de escapar de su alma,

pues ella está con él.

Ni tampoco hay hombre escondido del Bueno,

pues Él lo envuelve.

Como el agua envuelve al pez y éste lo siente,

así también todas las naturalezas sienten a Dios.

Él se difunde en el aire,

y con tu aliento ingresa en lo más íntimo de ti

Él está unido a la luz,

e ingresa, cuando tú ves, en tus ojos.

Él está unido a tu espíritu,

y te examina desde dentro, para saber quién eres.

Él habita en tu espíritu,

y nada que está en tu corazón le es oculto.

Como la mente precede al cuerpo en todo lugar,

así Él examina tu alma antes que tú la examines.

Y como el pensamiento precede en mucho al acto,

así su pensamiento conoce de antemano lo que tú planearás.

Comparado con su impalpabilidad,

tu alma es cuerpo y tu espíritu carne.

Él, que te creó,

es alma de tu alma,

espíritu de tu espíritu,

distinto de todo,

y está unido a todo,

y manifiesto en todo,

un gran prodigio y una escondida maravilla insondable.

Él es el Ser cuya esencia ningún hombre es capaz de explicar.

Éste es el Poder cuya profundidad es inexpresable.

Entre las cosas vistas y entre las cosas escondidas

no hay nada que se compare a Él.

Éste es Aquél que creó y formó de la nada

todo lo que es.

Dios dijo:

¡Qué se haga la luz!

Una cosa creada.

Él hizo la oscuridad y se hizo de noche.

Observa: una cosa creada.

Fuego en las piedras,

agua en las rocas:

El Ser los creó.

Hay un Poder que los sacó de la nada.

Contempla,

también hoy, el fuego no está en un almacén en la tierra.

¡Mira! Es continuamente creado

por medio de pedernales.

Es el Ser quien ordena su existencia

por medio de Él mismo, que la sostiene.

Cuando Él quiere la enciende,

cuando Él quiere la apaga

a manera de llamar la atención al obstinado.

En la gran alameda se enciende un fuego

por la fricción de un madero.

La llama devora,

se vuelve fuerte,

y al final sucumbe.

Si fuego y agua son seres y no creaturas,

entonces antes que la tierra fuera,

¿Dónde estaban ocultas sus raíces?

Quienquiera que va a destruir su vida,

abre su boca para hablar de todo.

Quienquiera que se odia a sí mismo

y no se circunscribe a Dios

piensa que es una gran impiedad que alguien se crea un erudito.

Y si piensa que ha dicho la última palabra

ha alcanzado el paganismo,

¡Oh Bar Daisan,

hijo del Río Daisa,

cuya mente es líquida como su nombre!

Epístola de San Efren de Siria a Un Discípulo.

San Efrén de Siria (306-373 d.C. aprox.), Padre de la Iglesia, expone en esta epístola una serie de cuestiones espirituales relativas a la vida monacal. Entre ellas son de gran valía sus consejos sobre la humildad, sobre la vivencia de la caridad, y su exhortación a que el cristiano sea siempre fiel a la Fe de la Iglesia Católica que ha recibido.

Epístola de San Efrén de Siria a un discípulo

Mi bienamado en el Señor, cuando te aprestes a dar alguna respuesta, has de poner en tu boca, antes que cualquier otra cosa, la humildad, pues bien sabes que por ella todo el poder del enemigo se reduce a nada. Tú conoces la bondad de tu Maestro, a Quien blasfemaron, y cómo Él se hizo humilde y obediente incluso hasta la muerte. Hijo mío, trabaja por ti mismo para establecer la humildad en tu boca, en tu corazón, y en tu cuello, pues hay un mandamiento que la inculca. Recuerda a David, que se jactaba por su humildad y dijo "porque me humillo a mí mismo el Señor me ha liberado, y Él me ha bendecido"[1]. Hijo mío, arráigate en la humildad y harás que las virtudes de Dios te acompañen. Y si es que permaneces en un estado de humildad, ninguna pasión, cualquiera que sea, tendrá poder para acercarse a ti.

No hay medida para la belleza del hombre que es humilde. No hay pasión, cualquiera que sea, capaz de acercársele al hombre que es humilde, y no hay medida para su belleza. El hombre humilde es un sacrificio de Dios. El corazón de Dios y de sus ángeles descansan en aquel que es humilde. Más aún, cuando los ángeles lo glorifiquen, hay una razón para él que le ha logrado todas las virtudes, pero para aquel que se ha revestido de la humildad no será necesaria ninguna razón, aparte de que se ha hecho humilde.

Hijo mío, éstas son las virtudes de la humildad. Hijo mío, conserva la paz, porque está escrito, "Aquél que es sabio, en ese momento conservará la paz"[2]. Mantén la paz hasta que te hagan alguna pregunta. Y cuando te pregunten, habla, y usa palabras humildes, y compórtate de manera humilde. No seas puro lamento. Si la pregunta es muy grande para ti, siéntate. Nunca hables mientras que otros hablan palabras de desprecio; contente, y no olvides que tus pensamientos deben ser: "No los he escuchado." A todas las palabras valiosas, préstales tu más ferviente atención. Porque está escrito "Si tú eres uno que actúa la palabra y no uno que la escucha, te engañas a ti mismo, hijo mío, en el Señor"[3]. Te doy mandamientos desde el principio, guárdalos desde tu juventud. Mira lo que dijo Pablo. Dijo, "Además, desde el tiempo en que eras un niño conocías la Santa Escritura, que tiene el poder para salvarte."

Aprende la regla entera de los preceptos de la profesión del monje, y hazte querido en todos tus trabajos. Si tú, que eres joven, vas al desierto a tomar un lugar, y te estableces en uno que es muy grande para ti, y Dios está allí, no dejes el lugar en tu descontento para irte a otro. Deja que el desierto en que te has establecido te sea suficiente, no vayas a hacer que Él se moleste. Porque está escrito "No es una pequeña cosa en contra tuya el provocar a los hombres a la ira."

En el desierto en el que estás mantén esta manera de actuar, y no huyas de un lugar a otro. No vayas a llorar a la morada de nadie por causa de lo que crees, ni tampoco por los deseos de tu estómago. No estés en compañía del hombre agitado y problemático, y asegúrate de continuar con tu vida silenciosa, y no estés en la boca de los hermanos. Te suplico, mi amado en el Señor, que dejes que tu meta principal sea aprender; escuchar con atención (u obedecer) te dará la paz. Porque está escrito: "El provecho de la instrucción no es la plata." Cuídate del hábito de no escuchar (o de desobedecer). Que la palabra de Saúl no se realice en ti y en su generación, porque Dios es más fácilmente persuadido por la obediencia que por el sacrificio[4].

Éstas son, entonces, las reglas del oficio del monje. Debes comer con los hermanos. No levantes la cabeza hasta que no hayas terminado de comer. Come con la vestimenta con que te dejas ver en público. Si ocurre que eres el último en ser servido no digas: "Tráelo aquí, donde está sentado uno más grande que tú." Cuando desees tomar de la botella de agua, no dejes que tu garganta haga bulla como la de un hombre común. Cuando estás sentado en medio de los hermanos y tengas flema, no la escupas en medio de ellos, apártate a cierta distancia y escúpela allí.

Cuando estés durmiendo en cualquier lugar con los hermanos, no permitas que persona alguna se les acerque a menos de un codo de distancia. Si el trabajo es de carácter tranquilo no te duermas sobre una estera, más bien dóblala, porque eres un hombre joven. No duermas estirado, ni tampoco sobre tu espalda, para que no te molesten los sueños.

Cuando estés caminando con los hermanos, manténte siempre a alguna distancia de ellos, pues cuando caminas con un hermano haces que tu corazón esté ocioso. Si estás usando sandalias en tus pies, y el que camina contigo no tiene, quítatelas y camina como él, porque está escrito, "Sufre."

Haz el trabajo del predicador. Hazlo diligentemente mientras estás en tu habitación. No comas cuando el sol está resplandeciendo. No enciendas una fogata para ti solo o te volverás un ostentoso. Cuando sea necesario calentarte, llama a algún hombre pobre y miserable que esté en el desierto contigo, mándalo en tu lugar, y serás alabado, al decir, "No pude comer mi pan solo."

Si estás en una montaña, o en un lugar donde haya un hermano enfermo, visítalo dos veces al día: en la mañana, antes de que comiences a trabajar con tus manos y en la tarde. Porque está escrito, amado mío en el Señor, "Estuve enfermo y vosotros me visitasteis"[5]. Cuando un hermano muera en la montaña en donde estás, no te sientes en la celda en la que escuches la noticia, sino anda y siéntate con él y llora sobre él. Porque está escrito, "Llora al hombre fallecido, y camina con él hasta que haya sido enterrado," porque éste es el último servicio que uno puede realizar por su hermano. Saluda su cuerpo con compasión, diciendo, "Acuérdate de mí ante el Señor."

Hijo mío, haz todo lo posible por observar las cosas que he escrito para ti, pues ellas son las reglas del oficio del monje. Deja que la muerte se acerque a ti de día y de noche, porque tú sabes que ése que tú conoces es el que te hablará, diciéndote, "Yo nunca lo he puesto en mi corazón. Mis pies están en el umbral, viviré hasta que haya cruzado el umbral de la puerta." Hijo mío, pon toda tu mente ante Dios en todo momento y no dejes que todos estos inestables pensamientos te saquen del camino. Ten siempre a la vista los castigos que vendrán. Mientras estés en tu habitación hazte a ti mismo parecido a Dios.

Si un hermano viene a ti, regocíjate con él. Salúdalo. Prepara agua para sus pies. No olvides esto. Que él rece. Tú, siéntate. Saluda sus manos y sus pies. No lo molestes con preguntas como, "¿De dónde vienes?" porque está escrito, "De esta manera, algunos han recibido ángeles en su morada sin saberlo"[6]. Créele a aquél que ha venido a ti inclusive como le creerías a Dios. Si él es un hombre más virtuoso que tú, le dirás a menudo, "Que tu favor esté sobre mí," esto es decir: "Te considero mi maestro." Guarda tu comida y come con él. Y si estás bajo compromiso de ayuno, quiébralo, porque está escrito, "Hijo mío, siempre me he mostrado gozoso de acompañar al hombre que quería caminar." Debes regocijarte con él, y estar contento. Haz lo más que puedas para que te bendiga tres veces, para que la bendición del ángel que entró con él caiga sobre ti.

Y como exige la misma Fe de la Iglesia Católica, no te permitas retroceder en ella, ni te pongas por ti mismo fuera de ella. Creemos en un solo Dios, el Padre Todopoderoso, y su Hijo Único, Jesucristo, nuestro Señor, por quien se hizo el universo, y en el Espíritu Santo, es decir, en la Santísima Trinidad, que es la Divinidad completa. Él es Dios, Él estaba en Dios, Él es la Luz que viene de la Luz, Él es el Señor que viene del Señor. Él fue engendrado, no creado. Fue engendrado como hombre. Él no es una cosa creada, es Dios. Fue engendrado por la Santísima Virgen María, la mujer que llevó a Dios en su seno. Él tomó la carne del hombre por nuestro bien, (Él bajó) a la tierra, y desde ella se elevó. Se escogió predicadores, a los Santos Apóstoles, cuyas voces, de acuerdo a lo que está escrito, han sido escuchadas en toda la tierra (Sal 18 (19), 4). Fue crucificado. Fue atravesado con una lanza. De allí vino nuestra salvación, Agua y Sangre, es decir, el bautismo y la gloriosa Sangre, pues aquel que no ha recibido la Sangre no ha sido bautizado.

Haz esto hijo mío, mantén esta fe, y el Dios de la paz estará contigo, y te salvará, y te librará, y estarás en paz el resto de tus días. La salvación está en el Señor, hijo querido, en el Señor. Recuérdame mi bienamado en el Señor, por Jesús, el Cristo, Nuestro Señor, a quien le pertenecen la gloria y el poder, por los siglos de los siglos! Amén.

[1] Sal 29 (30), 8-12.

[2] Am 5:13.

[3] 2 Tim 3:15.

[4] cf. 1 Sam 15:22.

[5] Mt 25:36. 43.

[6] Heb 12:2.

 

San Basilio el Grande.

San Basilio nació en una familia profundamente cristiana. Su abuelo materno había sufrido el martirio. Su padre, junto a una verdadera piedad, transmitió a los diez hijos una sólida formación doctrinal, y de aquel hogar salieron cuatro santos: el propio Basilio y sus hermanos Gregorio de Nisa y Pedro de Sebaste, obispos como él, y su hermana Macrina.

Basilio dedicó varios años al estudio de la Retórica y la Filosofía en Constantinopla y Atenas. Más tarde, cuando contaba unos veinticinco años, regresó a su ciudad natal, Cesarea de Capadocia, donde emprendió la profesión docente. Al poco tiempo, dejó la enseñanza y se retiró al desierto para dedicarse a la contemplación; así se convirtió en uno de los pioneros de la vida monástica. En el 364 fue ordenado sacerdote, y seis años más tarde sucedió a Eusebio como Obispo de Cesarea, metropolitano de Capadocia, y exarca de la diócesis del Ponto. Falleció en el año 379.

Dedicó sus mayores energías a defender la doctrina católica sobre la consustancialidad del Verbo, definida solemnemente en el Concilio de Nicea (año 325). Por esta razón sufrió muchas contradicciones por parte de los herejes arrianos, y tuvo que hacer frente a los abusos de la autoridad imperial, que pretendía imponer con violencia la doctrina de Arrio. Con San Gregorio Nacianceno y San Gregorio de Nisa contribuyó de manera decisiva a precisar el significado de los términos con que la Iglesia expone el dogma trinitario, preparando de esta manera el Concilio I de Constantinopla (año 381), que enunció de forma definitiva la doctrina de fe sobre la Santísima Trinidad. Basilio no pudo asistir a este Concilio pues falleció en el año 379.

Por sus servicios a la fe, San Basilio es llamado el Grande, y es contado entre los ocho mayores Padres y Doctores de la Iglesia universal. Su producción literaria comprende trabajos dogmáticos, ascéticos, pedagógicos y litúrgicos. A él se debe la fijación definitiva de una de las más conocidas liturgias orientales, que lleva su nombre. Y, junto con San Gregorio Nacianceno, escribió dos Reglas que tuvieron un influjo decisivo en la vida monástica del Oriente cristiano. Muy extenso es también su epistolario.

Loarte

La acción del Espíritu Santo.

(El Espíritu Santo, IX, 22-23)

Quien haya escuchado los nombres que se dan al Espíritu Santo, ¿no elevará en su interior el pensamiento a la suprema naturaleza? Pues al Espíritu de Dios se le llama también Espíritu de verdad, que procede del Padre; Espíritu recto, Espíritu principal. Pero Espíritu Santo es su nombre propio y peculiar, porque ciertamente es el nombre que expresa, mejor que ningún otro, lo incorpóreo, lo limpio de toda materia e indiviso. Por eso el Señor, enseñando que lo incorpóreo no puede comprehenderse, dijo a aquella mujer que pensaba que Dios es adorado en un lugar: Dios es Espíritu (Jn 4:24).

Por tanto, al oír Espíritu, no es lícito moldear en el entendimiento la idea de una naturaleza circunscrita a un lugar, sujeta a cambios y alteraciones, en todo semejante a una criatura; sino que escudriñando con el pensamiento hacia lo más elevado que hay dentro de nosotros, se debe pensar forzosamente en una sustancia inteligente, infinita en cuanto a su poder, no situada en un lugar por su magnitud, no sujeta a la medida de los tiempos ni de los siglos, que da generosamente las cosas buenas que posee.

Hacia el Espíritu Santo converge todo lo que necesita de santificación. Es apetecido por todo lo que tiene vida, ya que con su soplo refresca y socorre a todos los seres para que alcancen su fin propio y natural. Es el que perfecciona todas las cosas, pero sin faltarle nada; no vive por renovación, sino que mantiene la vida; no aumenta con añadidos, sino que constantemente está lleno, firme en sí mismo, se encuentra en todas partes.

El Espíritu Santo es origen de la santificación, luz inteligible que a toda potencia racional confiere cierta iluminación para buscar la verdad. Inaccesible por naturaleza, pero alcanzable por benignidad. Todo lo llena con su poder, pero sólo es participable por los que son dignos. No todos participan de Él en la misma medida, sino que reparte su fuerza en proporción a la fe. Simple en esencia, múltiple en potencia. Está presente por entero en cada cosa, y todo en todas partes. Se divide sin sufrir daño, y de Él participan todos permaneciendo íntegro. Así como el rayo de sol alumbra la tierra y el mar y se mezcla con el aire, pero se entrega al que lo disfruta como si fuera para él solo; así también el Espiritu Santo infunde la gracia suficiente e íntegra en todos los que son aptos para recibirle, ya sean muchos o uno solo; y los que de Él participan, le gozan en la medida que les es permitido por su naturaleza, no en cuanto a Él le es posible.

La unión del Espíritu Santo con el alma no se realiza por cercanía de lugar (¿cómo podrías acceder corporalmente a lo incorpóreo?), sino por el apartarse de las pasiones, que, añadidas más tarde al alma por su amistad con la carne, se hicieron extrañas a la intimidad con Dios.

Solamente si el hombre se purifica de la maldad que había contraído con el pecado, si retorna a la natural belleza y, como imagen de un rey, vuelve por la pureza a la primitiva forma, sólo entonces podrá acercarse al Paráclito. Y El, como el sol, alcanzando al ojo que está limpio, te mostrará en sí mismo la imagen del que no se puede ver. En la bienaventurada contemplación de su imagen verás la inefable hermosura del arquetipo.

Por El los corazones se levantan hacia lo alto, los enfermos son llevados de la mano y se perfeccionan los que están progresando. Dando su luz a los que están limpios de toda mancha, les vuelve espirituales gracias a la comunión que con El tienen. Y del mismo modo que los cuerpos nítidos y brillantes, cuando les toca un rayo de sol, se tornan ellos mismos brillantes y desprenden de sí otro fulgor, así las almas que llevan el Espíritu son iluminadas por el Espíritu Santo y se hacen también ellas espirituales y envían la gracia a otras. De ahí viene entonces la presciencia de las cosas futuras, la comprensión de las secretas, la percepción de las ocultas, la distribución de los dones, la ciudadanía del cielo, las danzas con los ángeles; de ahí surge la alegría sin fin, la perseverancia en Dios, la semejanza con Dios y lo más sublime que se puede pedir: el endiosamiento.

Configurarse con Cristo.

(El Espíritu Santo, XV; 35-36)

La economía de nuestro Dios y Salvador acerca de los hombres consiste en volver a llamarnos después de la caída y en reconducirnos a su amistad después de la separación producida por la desobediencia. Por esto, la venida de Cristo en la carne, su predicación evangélica, sus sufrimientos, la cruz, la sepultura, la resurrección, ha hecho posible que el hombre, salvado por la imitación de Cristo, recupere su primitiva filiación adoptiva.

Para el perfeccionamiento de tal vida es, pues, necesario imitar a Cristo no sólo en los ejemplos de benignidad, humildad y paciencia que nos mostró con su vida; sino también en el de su propia muerte, como dijo Pablo, el imitador de Cristo: asemejándome a su muerte, de modo que al cabo pueda arribar a la resurrección de los muertos (Flp 3:10-11).

¿Cómo nos haremos imitadores de su muerte? Sepultándonos con El en el Bautismo (cfr. Rm 6:4-5). ¿De qué modo es la sepultura y qué fruto se deriva de tal imitación? Primero es necesario cortar radicalmente con la vida pasada. Y esto sólo es posible mediante una nueva generación, según las palabras del Señor (cfr. Jn 3:3): la misma palabra regeneración significa el principio de una segunda vida, de modo que, antes de alcanzarla, es necesario dar fin a la anterior. Pues así como los que han llegado al final del estadio, antes de dar la vuelta, se paran y descansan un momento, así también parecía necesario que mediara la muerte en el cambio de las vidas, de manera que acabe primero una y comience después la siguiente.

¿Cómo realizamos el descenso a los infiernos? Imitando por el Bautismo la sepultura de Cristo, pues los cuerpos de los que se bautizan son sepultados en el agua. Y es que el Bautismo manifiesta simbólicamente la deposición de las obras de la carne, según dice el Apóstol: vosotros también habéis sido circuncidados con circuncisión no hecha por mano que cercena la carne, sino con la circuncisión de Cristo, al ser sepultados con Él por el Bautismo (Col 2:11-12). En cierto modo sucede que, por el Bautismo, el alma se limpia de la suciedad procedente de los sentidos carnales, según lo que está escrito (Sal 50:9): me lavarás y quedaré más blanco que la nieve.

De ahí que somos limpiados de todas y cada una de las manchas, no según la costumbre judía sino por el único Bautismo salvador que conocemos, puesto que una sola es la muerte en beneficio del mundo y una sola la resurrección de entre los muertos, y el Bautismo es figura de las dos. Para este fin, el Señor, que se preocupa de nuestra vida, estableció para nosotros la alianza del Bautismo, figura de la muerte y tipo de la vida: imagen de la muerte porque el agua cubre completamente, y prenda de la vida porque está contenido el Espíritu Santo.

Y así se nos hace evidente lo que nos preguntábamos: por qué el agua fue unida al Espíritu Santo. Porque, encontrándose dos fines en el Bautismo — que el cuerpo quede libre del pecado para que no produzca más frutos de muerte, y que viva por el Espíritu Santo y dé fruto de santificación —, el agua manifiesta la imagen de la muerte, acogiendo al cuerpo como en un sepulcro, y el Espíritu Santo envía la fuerza vivificadora, devolviendo nuestras almas de la muerte a la primitiva vida.

Esto es nacer de nuevo del agua y del Espíritu (cfr. Jn 3:5), porque la muerte se completa en el agua y nuestra vida se fortalece por el Espíritu. Por ello, el gran misterio del Bautismo se realiza con tres inmersiones y otras tantas invocaciones, para dar a entender la figura de la muerte y para que las almas de los bautizados sean iluminadas mediante la entrega de la ciencia divina. Por tanto, si hay gracia en el agua, no procede de su naturaleza, sino de la presencia del Espíritu Santo, pues el Bautismo no es la eliminación de la suciedad corporal, sino la promesa de la buena conciencia para con Dios (cfr. 1 Pe 3:21).

El Señor, para prepararnos a esta vida que surge de la resurrección propone toda la predicación evangélica y prescribe la serenidad, la resignación, el amor puro libre de los deleites de la carne, el desapego del dinero, a fin de que todo cuanto el mundo posee según la naturaleza, nosotros, al recibirlo, lo pongamos en su sitio con nuestra elección. Por esto, si alguno dice que el Evangelio es figura de la vida que surge de la resurrección, a mi parecer, no se equivocaría.

Por el Espíritu Santo se nos da la recuperación del paraíso, el ascenso al Reino de los Cielos, la vuelta a la adopción de hijos, la confianza de llamar Padre al mismo Dios, el hacernos consortes de la gracia de Cristo, el ser llamado hijo de la luz, el participar de la gloria del Cielo; en un palabra, el encontrarnos en la total plenitud de bendición tanto en este mundo como en el venidero, pues al contemplar como en un espejo la gracia de las cosas buenas que se nos han asegurado en las promesas, las disfrutamos por la fe como si ya estuvieran presentes. Si la prenda es así, ¿de qué modo será el estado final? Y si tan grande es el inicio, ¿cómo será la consumación de todo?

Recogimiento-interior (Epístola 11:2-4).

Si alguien quiere venir en pos de mí, dice el Señor, niéguese a si mismo, tome su cruz y sígame (Mt 16:24). Para eso hay que procurar que el pensamiento se aquiete. No es posible que los ojos, si se mueven continuamente de un lado para otro, arriba y abajo, vean con claridad los objetos. Sólo cuando se fija la mirada la visión es clara. Del mismo modo, es imposible que la mente de un hombre que se deje llevar por las infinitas preocupaciones de este mundo, contemple clara y establemente la verdad. Quien no está sujeto por los lazos del matrimonio se ve turbado por ambiciones, impulsos desenfrenados y amores locos; a quien ya tiene sobre sí el vínculo conyugal, no le faltan un tumulto de inquietudes: si no tiene hijos, el anhelo de tenerlos; si los tiene, la preocupación de educarlos, el cuidado de su mujer y de la casa, el gobierno de sus criados, la tensión que los negocios traen consigo, las riñas con los vecinos, los pleitos en los tribunales, los riesgos del comercio, las fatigas de la agricultura. Cada día que alborea trae consigo particulares cuidados para el alma; y cada noche, heredera de las preocupaciones del día, inquieta el ánimo con los mismos pensamientos.

Hay un solo camino para liberarse de estos afanes: aislarse. Pero esta separación no consiste en estar físicamente fuera del mundo, sino en aliviar el ánimo de sus lazos con las cosas corporales, estando desprendido de la patria, de la casa, de las propiedades, de los amigos, de las posesiones, de la vida, de los negocios, de las relaciones sociales, del conocimiento de las ciencias humanas; y preparándose para recibir en el corazón las huellas de la enseñanza divina. Esta preparación se alcanza despojando el corazón de lo que, a causa de un hábito malo y muy enraizado, lo monopoliza. No es posible escribir sobre la cera si no se borran los caracteres precedentes; tampoco se pueden imprimir en el alma las enseñanzas divinas, si antes no desaparecen las costumbres que estaban.

El recogimiento procura grandes ventajas. Adormece nuestras pasiones, y otorga a la razón la posibilidad de desarraigarlas completamente. ¿Cómo se puede vencer a las fieras, sino con la doma? Así la ambición, la ira, el miedo y la ansiedad, pasiones nocivas del alma, cuando se aplacan con la paz privándolas de continuos estímulos, pueden ser derrotadas más fácilmente.

(...) El ejercicio de la piedad nutre el alma con pensamientos divinos. ¿Qué cosa más estupenda que imitar en la tierra al coro de los ángeles? Disponerse para la oración con las primeras luces del día, y glorificar al Creador con himnos y alabanzas. Más tarde, cuando el sol luce en lo alto, lleno de esplendor y de luz, acudir al trabajo, mientras la oración nos acompaña a todas partes, condimentando las obras — por decirlo de algún modo — con la sal de las jaculatorias. Así tenemos el ánimo dispuesto para la alegría y la serenidad. La paz es el principio de la purificación del alma, porque ni la lengua parlotea palabras humanas, ni los ojos se detienen morosamente a contemplar los bellos colores y la armonía de los cuerpos, ni el oído distrae la atención del alma en escuchar los cantos compuestos para el placer o palabras de hombres, que es lo que más suele disipar al alma. La mente no se dispersa hacia el mundo exterior. Si no es llevada por los sentidos a derramarse sobre el mundo, se retira dentro de sí misma, y de allí asciende hasta poner el pensamiento en Dios (...). Entonces, libre de preocupaciones terrenas, pone toda su energía en la adquisición de los bienes eternos. ¿Cómo podrían alcanzarse la sabiduría y la fortaleza, la justicia, la prudencia y todas las demás virtudes que señalan al hombre de buena voluntad el modo más conveniente de cumplir cada acto de la vida?

La vía maestra para descubrir nuestro camino es la lectura frecuente de las Escrituras inspiradas por Dios. Allí, en efecto, se hallan todas las normas de conducta. Además, la narración de la vida de los hombres justos, transmitida como imagen viva del modo de cumplir la voluntad de Dios, se nos pone ante los ojos para que imitemos sus buenas acciones. Y así cada uno, considerando aquel aspecto de su carácter que más necesita de mejora, encuentra la medicina capaz de sanar su enfermedad, como en un hospital abierto a todos.

El que desea la continencia, medita largamente la historia de José y aprende de él a vivir la templanza, pues se da cuenta de que José no sólo fue continente, sino que estuvo dispuesto a ejercitar la virtud en todo, gracias a un hábito bien radicado. Se aprende la valentía de Job, cuando las circunstancias de su vida cambiaron radicalmente, y de un solo golpe dejó de ser rico para convertirse en pobre, y siendo padre de una familia feliz, se encontró de repente sin hijos. Entonces, no sólo permaneció constante manteniendo siempre el sentido sobrenatural, sino que ni siquiera se enfadó contra los amigos que, pretendiendo consolarle, le insultaban, haciendo más intenso su dolor.

Cuando alguien desea ser manso y magnánimo al mismo tiempo, y así manifestar intransigencia contra los errores y comprensión con los hombres, encontrará que David era valeroso en las nobles empresas de la guerra, pero dulce y manso en el trato con los enemigos. Así era también Moisés, cuando se encolerizaba grandemente con las ofensas de los que pecaban contra Dios, y soportaba serenamente las calumnias dirigidas a él mismo.

(...) Las oraciones, en fin, además de la lectura, hacen el ánimo más joven y más maduro, ya que le mueven al deseo de poseer a Dios. Es bonita la oración que hace más presente a Dios en el alma. Precisamente en esto consiste la presencia de Dios: en tener a Dios dentro de sí mismo, reforzado por la memoria. De este modo nos convertimos en templo de Dios: cuando la continuidad del recuerdo no se ve interrumpida por preocupaciones terrenas, cuando la mente no es turbada por sentimientos fugaces, cuando el que ama al Señor está desprendido de todo y se refugia sólo en Dios, cuando rechaza todo lo que incita al mal y gasta su vida en el cumplimiento de obras virtuosas.

El deber de trabajar (Reglas más amplias 37:1-2).

Dice Nuestro Señor Jesucristo que quien trabaja merece su sustento (Mt 10:10); [el alimento], por tanto, no es simplemente un derecho debido a todos sin distinción, sino de justicia para quien trabaja. El Apóstol también nos manda trabajar con nuestras propias manos para tener con qué ayudar a los necesitados (cfr. Ef 4:28). Es claro, por tanto, que hay que trabajar, y hacerlo con diligencia. No podemos convertir nuestra vida de piedad en un pretexto para la pereza o para huir de la obligación. Todo lo contrario. Es un motivo de mayor empeño en la actividad y de mayor paciencia ante las tribulaciones, para que podamos repetir: con trabajos y fatigas, en frecuentes vigilias, con hambre y sed (2 Cor 11:27). Este tenor de vida no sólo nos sirve para mortificar el cuerpo, sino también para demostrar nuestro amor al prójimo, y que, mediante nuestras manos, Dios conceda lo necesario a los hermanos más débiles según el ejemplo del Apóstol, que dice en los Hechos: os he enseñado en todo que trabajando así es como debemos socorrer a los necesitados (Hech 20:35); y también: para que tengáis con qué ayudar al necesitado (Ef 4:28). De esta manera, un día seremos dignos de escuchar estas palabras: venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo: porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber (Mt 25:34-35).

¿Hace falta insistir en que el ocio es malo, si el mismo Apóstol dice abiertamente que el que no trabaja no ha de comer? Igual que el alimento diario es necesario, también lo es el trabajo cotidiano. No en vano, Salomón ha escrito esta alabanza [de la mujer laboriosa]: el pan que come no es fruto de pereza (Prv 31:27). El Apóstol dice de sí mismo: ni comimos gratis el pan de nadie, sino trabajando día y noche con cansancio y fatiga (2 Tes 3:8) a pesar de que, como predicador del Evangelio, tenía derecho a vivir de su predicación. El Señor unió la malicia a la pereza cuando dijo: siervo malo y perezoso (Mt 25:26). Y también el sabio Salomón, no sólo alaba a quien trabaja, sino que condena al vago enviándolo junto al animal más pequeño: ¡vete donde la hormiga, perezoso! le dice (Prv 6:6). Por tanto, hemos de temer que estas palabras nos sean dirigidas en el día del juicio, porque quien nos ha dado energías para trabajar exigirá que nuestras obras sean proporcionales a esas fuerzas. A quien mucho se le ha dado, mucho le será exigido (Lc 12:48) (...).

Mientras movemos nuestras manos en el trabajo, debemos dirigirnos a Dios con la lengua — si es posible o útil para edificar nuestra fe —, o al menos con el corazón, mediante salmos, himnos y cantos espirituales, y así rezar también durante nuestra ocupación, dando gracias a quien pone en nuestras manos la fuerza para trabajar, da a nuestra mente la capacidad de conocer y nos proporciona la materia, tanto de los instrumentos como de los objetos que fabricamos. Y todo esto, suplicando que nuestras obras sean del agrado de Dios.

Ayuno.

A) El ayuno Escogemos los pensamientos fundamentales de dos homilías del santo Doctor (cf. Ad Populum variis argumentis homiliae XIX. Homiliae I et II de ieiunio Divi Basilii Magni... omnia quae in hunc diem latino sermone donata sunt opera. Apud Philippum Nuntium Antuerpiae, MDLXVIII, p. 128).

a) Exhortación Entonad un canto, tocad los címbalos, la dulce citara y el arpa; haced resonar en este mes las trompetas, en el plenilunio, en nuestra fiesta (Ps. 80:3-4). Nuestra pascua se acerca también y hemos de resonar las trompetas de la Escritura, que nos invitan al ayuno (uf. Hom. 1 initio). Sube a un alto monte y anuncia a Sión la buena nueva (Is. 40:9). El militar arenga a sus soldados y los inflama, de tal modo que desafían a la muerte; el entrenador pone delante de sus atletas la corona del premio, y al oírle no se arredran ya por ningún esfuerzo. Dejadme a mí que os dirija la palabra para alentaros a esta batalla del ayuno, preparatorio de la gran fiesta. ¡Animo, soldados de Cristo, vamos a luchar contra las potestades invisibles! Los soldados y atletas robustecen su cuerpo para pelear. Nosotros, por el contrario, lo enflaquecemos para vencer. Lo que los masajes de aceite son para los músculos es la mortificación para el alma. El ayuno es útil en todo tiempo e impide siempre los ataques del demonio. Pero, sobre todo, se promulga por él en el orbe entero el edicto penitente. Soldados y caminantes, maridos y mercaderes, lo reciben con gozo. Nadie, pues, se excluya del censo que los ángeles van formando por las cíudades, viendo quién ayuna. ¿Eres rico? No creas al ayuno indigno de tu mesa. ¿Pobre? No digas que es el campanero eterno de la tuya. ¿Niño? ¿Qué mejor escuela? (Hom. 2). Alegrad, pues, vuestros rostros. Los histriones representan el papel de los hipócritas asumiendo el tipo de personajes que no son. No lo hagas tú; ayuna, y ayuna con alegría (Hom. 1).

b) Ejemplos de Ayuno "Todo lo que se distingue por su antigüedad es venerable." Nada más antiguo que el ayuno. En el paraíso, el pequeño precepto impuesto por Dios no consistió sino en una muestra de abstinencia (Gen. 3:3). "Por no ayunar fuimos expulsados del edén; ayunemos, pues, para que se vuelvan a abrir sus puertas." Elegid entre Eva y Lázaro (Lc. 16:21); la una se perdió por gula y el otro se salvó por sus privaciones. Moisés, antes de subir al monte, se preparó con un largo ayuno (Ex. 24:18), y allí, mientras continuaba privado de todo alimento, Dios le fue escribiendo con su dedo los mandamientos en dos tablas. ¿Qué ocurrió entre tanto al pie del monte? Que el pueblo se sentó para comer y se levantó para jugar, y de la comida y el juego vino a caer en la idolatría. Esaú perdió la primogenitura por su ansiedad de comida (Gen. 25:29-34). Samuel nació en premio de la oración y del ayuno de su madre (1 Reg. 1:10). El ayuno convirtió en inexpugnable a Sansón (Jc 13:24-25). Los profetas eran grandes ayunadores, como Eliseo, cuyo escaso y sencillo alimento en casa de la Sunamítide nos describe la Escritura (4 Reg. 4:8-10). Los jóvenes del horno y Daniel, vencedores del fuego y de los leones, dieron asimismo ejemplo de la abstinencia. El ayuno apagó las llamas y cerró las fauces del león Dn. 3:19 ss; 6:16-23). San Juan, el mayor entre todos los nacidos; San Pablo, que enumera el ayuno entre todos las demás sufrimientos de que se gloría... Pero ¿a qué seguir, si tenemos ahí a nuestra cabeza y Señor, que, para darnos ejemplo, ayunó cuarenta días? (Ser 1 y 2).

c) El Ayuno, Util Para el Cuerpo y Para el Ama No busques pretextos para excusarte, porque estás hablando con Dios, que lo sabe todo. ¿Que no puedes ayunar y, en cambio, te regalas con grandes comilonas? Más perjudican éstas a la salud que el ayuno. El cuerpo que se embota a diario con demasiada comida, es como un buque cargado en exceso, y en peligro de hundirse al menor soplo de las olas. A juzgar por la vida de muchos, no parece sino que es más cómodo correr que descansar, luchar que vivir tranquilo, pues prefieren las enfermedades a una parquedad saludable Y si venimos al orden espiritual, "el ayuno es quien da alas a la oración para que pueda subir al cielo; es la firmeza de la familia, la salud de la madre y el maestro de los hijos." Después de ponderar la sana alegría de una comida decorosa, tras la práctica del ayuno, porque el sol brilla más claro al cesar la tormenta, y las continuas delicias vuelven insípido al mismo placer, continua San Basilio: "Añade a todo esto que el ayuno no sólo te libra de la condenación futura; sino que te preserva de muchos males y sujeta tu carne, de otro modo indómita... Ten cuidado, no sea que, por despreciar ahora el agua, tengas después que mendigar una gota desde el infierno." Vivís en la crápula y os olvidáis de alimentar el alma con los dogmas y la doctrina, "como si no supierais que vivimos en batalla perpetua y que quien abastece a una de las partes influye en la derrota de su contraria, y, por lo tanto, el que sirve a la carne aniquila al espíritu, mientras que quien le ayuda reduce a servidumbre al cuerpo... Si quieres robustecer al alma, habrás de domar la carne con el ayuno, conforme a la sentencia del Apóstol, el cual nos enseñaba que cuanto más se corrompe el hombre exterior, más se renueva el interior... (Ef 4:22-24). ¿Quién es el que ha conseguido participar de la mesa eterna, repleta de dones espirituales, viviendo aquí en espléndida abundancia? Moisés para recibir la ley necesitó del ayuno, y ni no hubieran recurrido a él los ninivitas (Jn. 3:10), habrían perecido,. ¿Quiénes dejaron sus huesos en el desierto, sino los que recordaban ansiosos las carnes de Egipto?" El ayuno es el pan de los ángeles y nuestra armadura contra los espíritus inmundos, que no son arrojados sino por él (Mt. 17:20) y por la oración (Hom. 1). ¿Cuándo habéis visto que el ayuno engendre la lujuria? ¿No veis cómo en nuestra ciudad cesan las canciones meretrices y los bailes impúdicos en cuanto nos dedicamos a ayunar? El ayuno nos asemeja a los ángeles (Hom. 2). Pero tened cuidado de no mezclar otros vicios con vuestra abstinencia. Extiéndese aquí largamente San Basilio sobre los que ayunan, pero beben inmoderadamente, y añade: Perdonad al prójimo y componed los pleitos, no sea que ayunéis de carne y devoréis a vuestros hermanos.

B) La tentación.

Interrogatorio 75: "¿Podemos atribuir al demonio todos los pecados, tanto de pensamiento como de palabra y de obra?"

Respuesta: "En general opino que Satanás no puede obligar a nadie a pecar, sino que, utilizando las inclinaciones de cada uno y los deseos prohibidos, consigue arrastrar a los que viven descuidados hacia las vicios que les son propios. Sírvese como de ayuda de las tendencias naturales, tal y como ocurrió con Cristo, cuando, al verlo hambriento, se le acercó para decirle: Si eres Hijo de Dios... En el caso de Judas se sirvió de los deseos perniciosos, pues al percibir su inclinación a la avaricia, le empujó a vender al Señor por treinta dineros"... "Pero es evidente también que el mal nace muchas veces de nosotros mismos, y lo atestigua Cristo cuando dijo que los pensamientos malos salen del corazón" (Mt. 15:19). "El alma es como una viña, la cual, descuidada por la pereza, no produce sino abrojos" (cf. Regulae breviores, o.c., p.442).

C) La ambición y la humildad.

Entre las obras de San Basilio figuran veintitrés discursos "a Simone magistro ac sacri palatii quaestore, ex eius scriptis olim in unum congestae." En realidad, son una selección de pensamientos, copiados literalmente y unidos por materias que forman distintos sermones. Usamos los discursos 17 y 20 e indicamos los lugares de las obras del santo Doctor de donde han sido elegidos los párrafos correspondientes. Los textos seleccionados se relacionan con las tentaciones de soberbia y ambición.

"Es muy difícil que quien no se resigna nunca a ocupar el último puesto ni a ser el menor de todos, pueda resistir los ataques de la ira o sufrir con paciencia los contratiempos. En cambio, el humilde, que, cuando se ve menospreciado, confiesa ser todavía inferior, difícilmente se turbará, y si un día le llaman pobre, sabe muy bien que lo es, porque lo necesita todo, y porque no puede vivir sin la ayuda diaria de Dios." Si le echan en cara su humilde origen, se acuerda del barro. "Lo mismo de difícil es no aplanarse en la desgracia como no ensoberbecerse en la prosperidad, porque los hombres fatuos, si se ven honrados y observados, se engríen más todavía" (cf. Hom. 7, ex comm. in Ps. 61). "Dícese ambicioso aquel que habla u obra movido por ese miserable y vacío honor de este mundo, dando, por ejemplo, limosnas para ser alabado. Como quiera que este tal busca su propia utilidad, no podemos decir de él ni que es misericordioso ni que hace el bien a sus semejantes." Tal fue el delito de Ananías, al que no se le dió tiempo siquiera para arrepentirse (Act. 5:1-10). "El Señor, que resiste a los soberbios y exalta a los humildes, ha dado su palabra de que derribará por tierra la virtud de los fatuamente hinchados. Por lo tanto, todo el que se dedica a confundir la soberbia de estos tales, en realidad los libra y borra la semejanza que tenían con el demonio, padre de todo fasto y soberbia, persuadiéndoles a que sean verdaderos discípulos del que se nos propuso como modelo de mansedumbre y humildad" (ibid., Ex comm. in Eph.). "Y si alguna vez observas que tu hermano ha incurrido en algún delito, no detengas en eso tu pensamiento; examina despacio todo lo bueno que ha hecho y hace, y a buen seguro comprobarás que es mejor que tú. Las personas deben juzgarse no por un detalle, sino por el conjunto, como hace el mismo Dios." Así juzgó al rey Josafat, a quien perdonó un grave delito por otras buenas obras (2 Par. 17:1-6). No te juzgues nunca superior a nadie, no sea que, absuelto por tu propia sentencia, vengas a ser castigado por otra muy justa del cielo. Si crees haber hecho algo bueno, da gracias a Dios, pero no te creas superior a nadie..., no te ocurra lo que al demonio, que quiso subir por encima del hombre, y Dios lo derribó de tal forma que ahora lo podemos pisotear’ (cf. Hom. 17, Ex cont. de humilitate).

D) el gobierno y el poder.

Es necesario que gobiernen los más dignos, aunque muchas veces la necedad de los hombres procure lo contrario. Deben los jefes sobresalir en toda clase de virtudes, pues como sean ellos, así, por lo general, serán los ciudadanos. Si muchos pintores copian el mismo rostro, todos reproducirán idénticos rasgos. "La verdadera y perfecta obediencia de los súbditos a sus superiores consiste no sólo en evitar el mal que se prohibe, sino en no llevar a cabo ni aun lo que es laudable, fuera de su dirección..." "El príncipe y todo el que gobierna ha de procurar no dejarse ensoberbecer por su cargo, para no perder el premio que merece la humildad. Y el que sirva al rey, tampoco se engría pensando si ocupa tales o cuales puestos... Bástenos la gran dignidad de podernos llamar siervos de tan gran Señor. Del mismo modo que no hemos de tributar culto más que a Dios, tampoco debemos colocar nuestra esperanza sino en el Señor de todas las cosas. El que espera de los hombres o se ufana de cualquier negocio temporal, como el poder, la riqueza o alguna nadería de las que tanto estima el vulgo, ya no puede decir: Yavé, mi Dios, a ti me acojo (Ps. 7:2), pues se nos ha avisado que no coloquemos nuestra esperanza en los príncipes (Ps. 145:3)..." (cf. Hom. 20, Ex ascetico).

Breve Reseña de la Vida y Escritos de San Basilio.

Familiares de San Basilio

Nació Basilio el año 329, de una noble y rica familia del Ponto, ilustre no menos por la erudición, que por los cargos, obtenidos en la administración pública y, por la constancia en la fe cristiana.

Su abuelo había dado una prueba eximia de fe, en la persecución de Diocleciano, que le valió la confiscación de los bienes, y una vida errante en las desmesuradas montañas de su provincia.

El padre de nuestro Basilio, llamado también él Basilio, ejercía la profesión de abogado en Cesarea de Capadocia, capital de la vasta provincia del Ponto. Al mismo tiempo tenía a su cargo una escuela de retórica. Al referir esta circunstancia, San Gregorio Nazianzeno, no deja de reprender a aquellos que entre los cristianos despreciaban la literatura.

Más tarde Basilio abandonó Cesarea y se trasladó a Neocesarea del Ponto con el fin de estar más cerca de las vastas posesiones de su familia y poder atender con mayor comodidad y dedicación a la educación de sus hijos. El primero de éstos, Basilio, había nacido en el año 329, cuando aún estaban en Cesarea.

Basilio aprendió gramática en la escuela de su padre. Las conversaciones con la abuela, S. Macrina, hicieron germinar en su alma de niño la piedad, la fe y la admiración por los campeones de Cristo, que sellaban su fe con la propia sangre. A no pocos de éstos, Macrina los había conocido personalmente.

Para estudiar retórica y filosofía, fue primeramente a Cesarea de Capadocia. Pasó luego a Constantinopla y de allí a Atenas, donde se detuvo cuatro o cinco años, perfeccionándose en la retórica griega y en la filosofía, de la que aún florecían en aquella ciudad, varias escuelas. Allí, en compañía de unos pocos amigos igualmente enamorados de la virtud, de la religión y del saber, llevó una vida muy retirada, no conociendo otro camino sino el que conducía a la iglesia y el que llevaba a la escuela.

Al terminar sus cursos y después de visitar a sus padres, Basilio se trasladó a Cesarea, donde enseñó Retórica con grandes aplausos, del que no se mostró insensible.

El monje fundador

Las amonestaciones de Macrina, su hermana, que heredó el nombre de su abuela, le hicieron reflexionar sobre las vanidades del mundo. De ahí que concibió el designio de seguir los consejos evangélicos. Recibió ante todo el bautismo. Visitó después los monasterios de Egipto, de Palestina, de Celesiria y de Mesopotamia, para estudiar las prácticas de la vida monástica. Instruido de esta manera, se retiró a un pequeño valle que formaba parte de los bienes paternos, no lejos del lugar, donde hacía ya un tiempo se habían retirado su hermana y su madre con muchas mujeres de servicio, llegando a ser las esclavas, compañeras y hermanas.

Pronto creció la comunidad de Basilio y el amigo Gregorio, después Obispo de Nazianzo, no tardó en condividir con él la soledad, el estudio sagrado y el trabajo de la tierra.

Haciendo tesoro de lo que durante los viajes había observado, aprendido y sentido, y de su propia experiencia, dictó sus reglas, de las que hizo dos ediciones, una más resumida (Regulae brevius tractatae) y otra más extensa (Regulae fusius tractatae).

Basilio prefirió la vida cenobítica a la anacorética, pero quiso también que los monasterios no fuesen demasiado numerosos, a fin de que el superior pueda consagrarse mejor a sus súbditos.

La ocupación del monje, es la divina alabanza, la lectura espiritual y el trabajo manual, de tal manera, sin embargo, que no ocasione disturbio a la vida en comunidad y a las normas de las reglas.

Ya desde el comienzo admitía Basilio en sus monasterios a jovencitos confiados por sus padres para que fuesen educados e instruidos en las disciplinas profanas y sagradas, inaugurando así un ramo proficuo de la acción de las órdenes religiosas: el colegio.

El fustigador de la herejía y el consejero del Obispo

Cuál fuese la estima de que ya desde entonces gozaba Basilio, nos la demuestra el hecho de Dianeo, Obispo de Cesarea. Este, más por debilidad de carácter que por malignidad, a las tantas rendiciones llevadas a cabo por los arrianos, había añadido también la de suscribir la fórmula de fe compuesta por los arrianos en Nice (Tracia) y sancionada en Rimini (359). Entonces Basilio, si bien era sólo lector en la jerarquía eclesiástica, se separó de la comunión eclesiástica del primado del Ponto. El Obispo, habiendo caído enfermo y presintiendo la muerte, llamó a Basilio y le confesó a él mismo su debilidad, profesando no haber tenido jamás intención de apartarse de la fe de Nicea. De ahí que no es de maravillar que el sucesor de Dianeo, Eusebio, lo admitiese a formar parte entre los sacerdotes de su ciudad. Sin embargo, la fama popular de que gozaba Basilio, turbó la buena armonía entre él y el Obispo. Por esta razón, el Santo, para precaver y cortar una situación escabrosa, volvió a su amada soledad. Pero muy pronto, las insistencias del Obispo, y más aún las de Gregorio, Obispo de Nazianzo, padre del amigo de Basilio, lo indujeron a volver a Cesarea, que había llegado a ser lugar de combate. Valente, Emperador de Oriente, estaba del todo entregado a las manos de los arrianos extremistas, llamados anomeos. Su secta debía triunfar, y con este fin envió a disposición de ellos toda la fuerza de su Gobierno. Basilio fue entonces el fiel consejero del Obispo; se debió a su vigilancia, a su doctrina, a su prudencia el haberse evitado hechos inconsiderados y el haber logrado que la misma presencia de Valente no pudiese apartar a la población de la adhesión a la verdadera fe.

Al mismo tiempo, secundando la autoridad del Obispo, reformó la liturgia, sea abreviándola, sea introduciendo en ella nuevos elementos tomados de la liturgia antioquena. En una palabra, el verdadero Obispo de Cesarea era Basilio.

El sucesor en el Episcopado

Muerto, pues, Eusebio (370), no podía caber duda sobre quién le debía suceder. No faltaba, sin embargo, una fuerte oposición, especialmente de parte de los Obispos de la Capadocia, que temían un primado del temple de Basilio.

Tampoco los magistrados civiles no disimulaban su aversión para aquel que había sido el alma de la defensa de la fe ortodoxa contra el Emperador.

Nuevamente el Obispo de Nazianzo fue quien, no obstante la vejez agravada por la enfermedad, se hizo llevar a Cesarea y obtuvo que se eligiese a Basilio, a quien él mismo confirió la consagración episcopal.

Celo y virtudes del Obispo

En el nuevo cargo, tocaba a Basilio la ardua tarea de resistir a la prepotencia del Emperador Valente que en todo el imperio Oriental pretendía hacer triunfar el arrianismo.

En ocasión del viaje de este Emperador a través de la Capadocia, tanto el Prefecto del Pretorio, Domicio Modesto, como el mismo príncipe, experimentaron la constancia adamantina del Santo, quien logró tanta estima con la doctrina y la firmeza, que en Capadocia el Emperador, avisado también de la muerte de su hijo, ahorraba a los católicos las persecuciones con que había vejado la Tracia y que seguidamente debía infligir a la Siria y a la Mesopotamia.

Con cuánto empeño vigilase Basilio sobre la disciplina del Clero y del pueblo, no sólo en su propia diócesis, sino en toda la vasta provincia eclesiástica a él confiada, aún hoy día lo vemos por su epistolario.

Mas no se preocupaba menos de las varias necesidades temporales de ciudades enteras o clases de personas o también de algunos particulares. Debemos mencionar sobre todo los institutos de caridad surgidos por obra suya en varios puntos de la diócesis, y aquel gran complejo de obras piadosas erigido por él fuera de la ciudad de Cesarea en medio del cual quiso también estuviese la residencia del Obispo. Tal complejo de instituciones en las que Basilio puso de manifiesto su saber práctico y su talento de organizador, formaba como una ciudad y el pueblo la llamaba Basiliade. La ciudad que hoy día se llama Kaisarí, se encuentra situada no en el lugar de la antigua Cesarea, sino más bien en el lugar de Basiliade.

Su inquebrantable adhesión a la Sede de Pedro

No debemos olvidar su inquebrantable adhesión a la Sede de S. Pedro y, en general, a toda la Iglesia de Occidente, de la que esperaba y pedía su estimable ayuda para la extinción de la herejía de Oriente, mientras que los arrianos eran precisamente los primeros que habían manifestado aversión contra los occidentales en general. Sobre todo hubiera querido que los occidentales indujesen al Emperador Valentiniano I a tutelar ante su hermano a los católicos de Oriente. Pero las cosas fueron lentamente y la repentina muerte de Valentiniano (375) impidió que su rescripto en favor de los católicos de Oriente fuese puesto en vigor. Más aún, entonces recrudeció por el contrario la persecución, transportada también a Capadocia. Pero Basilio tuvo también el consuelo de ver el fin definitivo de la persecución arriana, que cesó con la muerte de Valente (378).

Poco después, en enero del año 379, expiró a la edad de 49 años.

Sus escritos

Los escritos de Basilio son, o de índole dogmático-polémica (Adversus Eúñómium. De Spiritu Santo, Adversus Maniqueos), o son homilías entre las que comprendemos también sus trabajos exegéticos (In Hexaémeron, in Psalmos, etc.), de las demás homilías las primeras 24 están reconocidas como pertenecientes al Santo, mientras las otras están sujetas a duda. De la regla de San Basilio ya hemos hablado. De las 365 cartas que se conservan y que constituyen una preciosa fuente para la Historia Eclesiástica de la época, las tres que se denominan canónicas, escritas a Anfiloquio, Obispo de Iconio, tuvieron en la Iglesia griega autoridad de ley general.

Con sus homilías San Basilio inaugura dignamente la ilustre corona de los oradores sagrados de la Iglesia Oriental.

El despertar de la vida intelectual y literaria verificado bajo Constantino fue para provecho del cristianismo mismo.

En las homilías de San Basilio encontramos reunidas, verdad de la sustancia y belleza de la forma, requisitos de toda producción artística. Además la belleza de la forma, no se sobrepone exteriormente a la sustancia, sino que es como un esplendor que emana naturalmente de la verdad. No hay en ellas nada de rebuscado.

Por otra parte, sin embargo y esto debe decirse un poco de todos los oradores sagrados del cuarto y quinto siglo, sus discursos, destinados para un público compuesto de personas pertenecientes a la clase media y a la inferior, suponen en éste un grado de cultura, o al menos de intereses intelectuales no comunes. Esto se explica. Toda cultura, cuando ha supuesto el apogeo de profundidad busca ganar en extensión y descender a las masas. El mismo cristianismo había contribuido de la manera más poderosa a estimular aun la inteligencia de los humildes y sin letras a fin de que también ellos se ocupasen de los problemas más sublimes de la inteligencia humana.

Finalmente, las controversias suscitadas por el arrianismo, y que tanto apasionaban los ánimos, habían creado una atmósfera de reflexión, que permitía aún a aquellos que no habían hecho estudios profundos, seguir con interés y con inteligencia un raciocinio especulativo, siempre que procediese con claridad y orden. Y estas son las dotes de Basilio. En sus homilías, además, insiste Basilio principalmente sobre los deberes de la vida cristiana. Más aún, la mayor parte de éstas, tiene un móvil concreto que la provocaron y esta circunstancia da a las mismas un precio del todo especial. Nos revelan al Pastor solícito por el bien de sus ovejas en las contingencias reales de la vida

Los Iracundos.

Introducción: torpe bestialidad del iracundo

Cuando las prescripciones de los médicos son oportunas y están conformes con lo que aconseja el arte, su utilidad se manifiesta sobre todo después que se experimenta. Así, en las exhortaciones espirituales, cuando los consejos están confirmados por el éxito, es entonces cuando aparece lo sabia y últimamente que fueron dados para la enmienda de la vida y para la perfección de aquellos que los llevan a cabo. Pues cuando oímos las sentencias de los Proverbios que nos enseñan que "la ira pierde aun a los prudentes" 1, cuando oímos la amonestación del Apóstol: "Toda ira, indignación y alboroto con toda maldad, esté lejos de vosotros" 2, y al Señor que dice que quien irrita temerariamente a su hermano es reo de juicio 3; si hemos experimentado esta pasión que no nace en nosotros, sino que se precipita desde fuera sobre nosotros como una inesperada tempestad, entonces, sobre todo, conoceremos bien lo admirable de las divinas amonestaciones. Y si a veces nosotros mismos hemos dado cabida a la ira, como abriendo paso a un río impetuoso, y hemos experimentado la vergonzosa tribulación de los poseídos por esta pasión, habremos llegado a conocer entonces, la verdad de aquella sentencia: "El hombre iracundo no es honesto" 4. Porque una vez que este vicio hace perder la razón usurpa después el dominio del alma. Embrutece por completo al hombre no permitiéndole ser hombre, pues ya no cuenta con el auxilio de la razón.

Lo que el veneno causa a los envenenados, eso mismo hace la ira en los que se exasperan, rabian como perros, atacan como escorpiones, muerden como serpientes. La Sagrada Escritura suele llamar con frecuencia a los dominados por este vicio, fieras, a las que se asemejan en su maldad. Otras veces los llama perros que no ladran 5; otras, serpientes, raza de víboras 6.

Y en efecto, los que están dispuestos a destrozarse mutuamente y a hacer daño a sus semejantes, son con razón, contados entre las fieras y animales venenosos que por naturaleza tienen odio implacable al hombre y le atacan.

La ira desenfrena la lengua y no hay guarda en la boca. Las manos sin sosiego, las afrentas, los insultos, las maldiciones, las heridas y otras cosas que quedan sin enumerar, son vicios engendrados por la ira y el furor.

También la espada, se afila por la ira, y la muerte del hombre se lleva a cabo por manos humanas. Por ella los hermanos llegan a desconocerse entre sí. Los padres y los hijos reniegan de su naturaleza. Pues los iracundos se olvidan en primer lugar de sí mismos; después, de todos sus parientes. Y así como los torrentes que van a morir en alguna concavidad, arrastran consigo cuanto se les presenta delante, del mismo modo, los violentos e irresistibles ímpetus de los iracundos, atropellan a todos por igual. No respetan las canas, ni la santidad de vida, ni el parentesco, ni los beneficios recibidos, ni dignidad alguna. Es la ira una locura pasajera.

En el afán de vengarse, los iracundos aun a sí mismo se precipitan muchas veces en una desgracia evidente, despreciando su propio bienestar. Picados como con un aguijón por el recuerdo de los que le han ofendido, hirviendo y saltando de enojo, no paran hasta que hacen algún daño a quien les ha irritado. Sin embargo, suele acontecer que son ellos los que lo reciben. Muchas veces sucede que las cosas que violentamente se quiebran, padecen más de lo que dañan, por cuanto se estrellan contra otras que las resisten.

Descripción del iracundo

¿Quién podrá explicar este mal? Los inclinados a la ira que se enciende por cualquier cosa, gritan y se enfurecen, acometen más indecorosamente que cualquier animal venenoso. No desisten hasta que en ellos revienta como burbuja la ira, y hasta que se deshace la hinchazón que constituye su grave e incurable mal. Ni el filo de la espada, ni el fuego, ni cualquier otra cosa terrible es capaz de contener a un ánimo encendido en ira. Se parecen a los posesos del demonio, de los cuales nada se diferencian los iracundos ni en su aspecto ni en el estado de su mal. Pues a los que están sedientos de venganza les hierve la sangre alrededor del corazón, como agitada e inflamada por la fuerza del fuego. Saliendo al exterior presenta al airado en otra forma, mudándole la acostumbrada y a todos conocida, como si se pusiese una careta en la escena. Se desconocen en ellos los ojos propios y ordinarios. Su aspecto es fiero y su mirada despide fuego y hasta aguza sus dientes como un jabalí. Su rostro está lívido y enrojecido. La mole de su cuerpo se entumece. Sus venas se hinchan por la tempestad que ruge en su fatigoso alentar. Su voz áspera y muy levantada. Sus inarticuladas palabras se precipitan temerariamente, sin proceder con lentitud, ni con orden, ni con significación. Después que la causa de su exasperación ha llegado al colmo y después que su ira se enciende más y más como la llama con la abundancia de combustible, entonces es, cuando se ven espectáculos que ni la lengua puede decir, ni de hecho se pueden tolerar. Levanta las manos contra el amigo, y descarga con ellas golpes en todas partes de su cuerpo. Más aún; da puntapiés, sin compasión, sobre los más delicados miembros. Todo lo que se le pone delante sirve de arma a la ira. Y si la parte contraria se encuentra con el mismo mal que le resiste, a saber, con otra rabia y locura semejante, entonces cayendo el uno sobre el otro, hacen y sufren mutuamente cuanto es justo que sufran los que luchan bajo semejante espíritu. Las mutilaciones de los miembros, y muchas veces también la muerte, lo cuentan los que luchan como premio de la ira. Comenzó el uno a levantar sus manos sin razón, el otro lo rechaza; repitió el otro el golpe, el segundo no cede. Y el cuerpo queda lastimado por las heridas. Pero la ira hace que no se sienta el dolor. Pues ni tiempo tienen para sentir lo que sufren, mientras tienen ocupada la mente en vengarse del que les hiere.

Es necesario saber vencer con la mansedumbre

Premio reservado a los mansos

No curéis un mal con otro mal 7, ni porfiéis por vengaros unos a otros en hacer daño. En las luchas malas, es más digno de compasión el que vence, porque se retira con mayor pecado.

No te hagas deudor de un premio malo, ni pagues peor una deuda mala.

¿Te insulta el iracundo? Detén con tu silencio el daño. Recibiendo en tu corazón como a un torrente la ira del otro, imitas a los vientos que rechazan con su soplo lo que se les arroja. No tengas a tu enemigo por maestro. Ni imites lo que odias. No te hagas como un espejo del que se irrita mostrando en ti mismo su figura.

— Pero se enciende el otro . . .

— Y tú, ¿acaso no estás también encendido?

— Sus ojos arrojan sangre ...

Pero, dime, ¿los tuyos miran con serenidad?

— Su voz es áspera ...

Pero, ¿la tuya es suave?

En los desiertos, el eco devuelve la voz al que la emitió. Así también los insultos vuelven al que los profirió. Mejor dicho, el eco vuelve el mismo, mas el insulto viene aumentado. Porque, ¿qué es lo que suelen echarse en cara el uno al otro los iracundos? El uno dice al otro: ¡plebeyo, descendiente del linaje oscuro! El otro, en cambio, responde: ¡esclavo, e hijo de esclavos! Este: ¡pobre! Aquél: ¡mendigo! Este: ¡Ignorante! Aquél: ¡mentecato! Y así hasta que se les acaban los insultos como agudas flechas. Después que han arrojado de su boca como de una aljaba toda clase de improperios, pasan a la venganza por medio de los hechos. Porque la ira excita la riña; la riña engendra los insultos; los insultos, los golpes. ¡Y no pocas veces a los golpes siguen las heridas y la muerte!

Consejos para dominar al iracundo

Alejemos el mal en su comienzo, arrojando de nuestras almas con todo empeño, la ira. Porque de esta manera arrancaremos con este vicio, como con raíz y fundamento, muchísimos males.

¿Te ha maldecido tu enemigo? Bendícele tú.

¿Te ha herido? Súfrelo.

¿Te desprecia y te tiene por nada? Piensa que "eres de tierra y en tierra te has de convertir" 8. Quien medita este pensamiento, toda deshonra encuentra menor que la verdad. Si te muestras invulnerable ante las injurias, quitarás al enemigo toda posibilidad de venganza. Además, ganas de esta manera para ti, gran corona de paciencia, sirviéndote de la locura del otro como de ocasión para tu propia virtud. Y si me crees, aún añadirás tú mismo otros oprobios a los que el otro te dice.

¿Te llama plebeyo y hombre sin honor y sin ningún valor? Llámate a ti mismo tierra y polvo: que no eres más noble que nuestro padre Abraham, y eso se llamaba a sí mismo 9.

¿Te llama ignorante, pobre e indigno de todo? Tú, llámate gusano y di que tu origen es el estiércol, usando del lenguaje de David 10. Y a esto añade la hazaña de Moisés: Injuriado por Aarón y María, no pidió a Dios que les castigase, sino que rogó por ellos.

¿De quién quieres ser discípulo? ¿De los hombres amigos de Dios y justos, o de los que están llenos del espíritu de maldad?

Cuando se levante en ti la tentación de injuriar, piensa que estás en esta alternativa: o de acercarte a Dios por la paciencia, o de acogerte por la ira al enemigo. Da tiempo a tus pensamientos para que elijan el partido ventajoso. Porque, o aprovechas algo a tu adversario con el ejemplo de la mansedumbre, o le irritas más ferozmente con tu desprecio. Porque, ¿qué cosa hay más acerba para un enemigo que el ver que su adversario le supera en las injurias?

No rebajes tu ánimo; ni consientas ponerte al alcance de tus injuriadores. Deja que te ladre en vano; que se despedace a sí mismo. Que así como el que azota a uno que no siente, se hace mal a sí mismo (porque ni se venga del enemigo ni apacigua la ira), así el que ultraja a uno a quien no alteran los oprobios, no puede encontrar descanso para su sufrimiento. Por el contrario, se despedaza, como dije. Y ¿qué es lo que cada uno de vosotros gana con los que están presentes? A él le llaman mezquino, a ti magnánimo; a él iracundo y cruel, a ti sufrido y manso. El se arrepentirá de las cosas que dijo: tú nunca te arrepentirás de tu virtud.

Cómo comportarse con los iracundos

¿A qué decir más? A él, su maledicencia le cerrará el reino de los cielos; porque los iracundos no alcanzarán el reino de Dios 11; mientras que a ti te abrirá el reino tu silencio. Porque el que haya sufrido hasta el fin, ese se salvará 12. Pero si te vengas y te levantas igualmente contra el que te injuria, ¿qué excusas vas a tener? ¿Que él te provocó primero? Y, ¿de qué perdón es esto digno?

Tampoco el libertino que imputa el pecado de su cómplice porque le incitó, deja por eso de ser digno de condenación. Ni hay corona sin enemigos, ni caídas sin luchadores. Oye a David que dice: "Mientras el pecador se puso en contra de mí, ni me exasperé, ni me vengué, sino que enmudecí y me humillé y no dije nada de los bienes" 13.

Tú te exacerbas con el ultraje como con un mal, y sin embargo le imitas como si fuera un bien. Porque, mira, haces lo que reprendes.

¿Examinas con cuidado el mal ajeno, y tienes en nada tu propia vergüenza? ¿Es un mal la ira? Guárdate de imitarla. Que no basta para excusarse el que haya comenzado el otro. Más justo es, a mi parecer, volver contra ti la queja. El otro no tuvo ejemplo para su enmienda. Tú, empero, viendo que el iracundo se porta indecorosamente, le imitas y le indignas. Te enfureces y te irritas. Y así tu pasión sirve de excusa al que comenzó. Con las mismas cosas que haces le libras a aquél de culpa y te condenas a ti mismo. Pues si la ira es un mal, ¿por qué no evitaste el daño? Y si merece perdón, ¿por qué te irritas contra el iracundo?

De ahí que aunque fueres el segundo en la ofensa, nada te aprovecha esto. Porque en las luchas por una corona no es coronado el que las comienza, sino el que vence. Pues de igual manera no sólo es condenado el que comenzó el mal, sino también el que le siguió como a capitán hasta el pecado.

Si te llamó pobre, y lo eres, confiesa la verdad. Y si miente, ¿qué te importa a ti de lo que diga?

Benignidad de Jesucristo

Cuando te dicen alabanzas que traspasan la raya de la verdad, no te enfureces. Pues tampoco te exasperes con los ultrajes falsos y mentirosos. ¿No ves cómo las saetas suelen penetrar en lo duro y resistente, y en las cosas blandas que fácilmente ceden se estrella su ímpetu? Pues piensa que algo semejante pasa con las injurias. El que les sale al encuentro, las recibe en sí; pero el que se porta con blandura y cede, con la mansedumbre de su trato vuelve el mal dirigido contra él.

Pero, ¿por qué te turba el nombre de pobre? Acuérdate de tu naturaleza. Entraste desnudo en el mundo, y desnudo saldrás de él 14. Y, ¿qué cosa más pobre que un desnudo? Por lo tanto, nada grave te han dicho; sólo que te has apropiado a ti sólo lo que has oído. Nadie ha sido llevado a la cárcel por ser pobre. No es deshonroso el ser pobre, sino el no sufrir con buen ánimo la pobreza. Acuérdate del Señor que "siendo rico se hizo pobre por nosotros" 15.

Si te llaman necio e ignorante, acuérdate de las injurias con que los judíos ultrajaron a la verdadera sabiduría: "Eres samaritano y tienes en ti al demonio" 16. Y si te enfureces, confirmas los ultrajes. Porque ¿hay cosa más irracional que la ira? Pero si permaneces sin airarte, avergüenzas al que se enfurece mostrando con la obra tu virtud.

¿Has sido abofeteado? También el Señor lo fue 17.

¿Has sido escupido? También Nuestro Señor. Porque "no retiró su rostro de la deshonra de la saliva" 18.

¿Has sido calumniado? También el eterno Juez.

¿Rasgaron tu túnica? A mi Señor se la desnudaron y "repartieron entre sí sus vestidos" 19.

Aún no has sido condenado, aún no has sido sacrificado. Mucho te falta para que llegues a su imitación.

Ejemplos de mansedumbre

Grábese cada una de estas cosas en tu mente y atemperarás la hinchazón. En efecto: estos pensamientos y estos afectos contienen los saltos y trepidaciones de nuestro corazón, y llevan al alma a la fortaleza y tranquilidad; esto era, sin duda, lo que decía David: "Preparado estoy y no estoy turbado" 20.

Conviene, pues, reprimir este necio y vergonzoso movimiento del ánimo con el recuerdo de los ejemplos de los varones justos. El gran David sufrió con mansedumbre la petulancia de Semei. No daba tiempo que la ira le moviese, sino que levantaba su mente a Dios y decía: "El Señor dijo a Semei que maldiga a David" 21. Y oyéndose llamar sanguinario e inicuo, no se encendió de ira sino que se humillaba como si fuese digno de ser insultado de aquella manera.

Aleja de ti estas dos cosas: el tenerte por digno de grandes cosas, y el tener a hombre alguno por muy inferior a ti en dignidad. De esta manera, la ira jamás se levantará contra ti por las injurias que recibas.

Grave sería que uno a quien has colmado de singulares gracias y beneficios, a su ingratitud añadiese el ser el primero en injuriarte y deshonrarte. Grave sería a la verdad. Sin embargo, mayor mal es para el que lo hace que para el que lo sufre. Que injurie él: tú no le injuries. Sus palabras sean para ti ejercicio de virtud. Si no te sientes impresionado, estás sin herida. Si tu ánimo sufre algo, contén el ímpetu en ti mismo. Porque "en mí, dice, ha sido turbado mi corazón" 22. Es decir, no dejó salir afuera la pasión, sino que, como a una ola que se deshace dentro de los litorales, la ahogó. Contén el corazón que ladra y se enfurece. Teman las pasiones la presencia de la razón, de lamanera que los niños temen cuando hacen alguna travesura, la presencia de algún varón respetable.

Ventajas de la ira cuando es dócil a la razón

¿Y cómo evitaremos los funestos daños que trae consigo el irritarse?

Procurando persuadir a la ira que no se adelante a la razón. De esta manera, la tendremos sujeta a nosotros como a un caballo. Obedecerá a la razón como a un freno. No saldrá jamás de su propio puesto. Se dejará guiar a donde quiera le conduzca la razón. Porque la irritación de nuestro espíritu es útil para muchas obras de virtud, siempre y cuando sea aliada de la razón contra el pecado. Entonces, viene a ser como el soldado que rindiendo sus armas al general, acude prontamente a prestar auxilio a donde le mandan. De igual manera, la ira cuando está al servicio de la razón.

La ira es el nervio del alma. Le da energías para emprender buenas obras. Si alguna vez la encuentra debilitada por el placer, la fortalece como un baño de hierro. La convierte de blanda y muelle, en austera y varonil.

Ciertamente que si no te irritas contra el diablo, no te será posible odiarle como merece. Así, pues, conviene a mi parecer, amar la virtud con el mismo entusiasmo con que se debe odiar el pecado. Para esto es muy útil la ira, siempre que se mantenga dócil a la razón y la siga, como al pastor el perro. En efecto, muéstrase el perro, apacible y bueno ante el amo que le acaricia y le obedece a la menor indicación. Sin embargo, ladra y se enfurece al llamado de voz extraña, aunque parezca que la voz trae agasajos. Ante el grito del amigo o del amo, por el contrario, se atemoriza y se calla. Este es el mejor y más apto auxilio que a la parte razonable del alma, proporciona la ira. Porque el que así procede, no se aplacará ni hará alianzas con los que ponen asechanzas. Nunca admitirá la amistad con cosa alguna dañosa, sino que siempre ladrará y despedazará como un lobo al placer engañador.

Exhortación para no torcer en daño nuestro lo que Dios nos concedió para nuestro bien

Esta es la utilidad que se obtiene de la ira para los que saben valerse de ella. Según el modo como se use de esta y otras energías, resulta un mal o un bien para el que las tiene.

Por ejemplo; el que abusa de la parte concupiscible del alma para gozar de la carne y de los deleites impuros, es abominable y lascivo; pero el que la vuelve hacia Dios y hacia el deseo de los goces eternos, es digno de imitación, y dichoso.

De igual manera, quien dirige bien la parte racional, es prudente y sabio: pero el que aguza el entendimiento para daño del prójimo, es taimado y malhechor.

No convirtamos, pues, para nosotros, en ocasión de pecado, lo que el Creador nos dio para nuestro bien.

La ira excitada cuando conviene y como conviene, produce la fortaleza, la paciencia y la continencia. Sin embargo, si obra alejada de la recta razón, se convierte en locura. Por eso nos amonesta el Salmo: "Irritaos y no pequéis" 23. Y el Señor amenaza con su juicio al que se enoja sin causa 24; pero no prohibe que usemos de la ira como una medicina. Porque aquellas palabras: "Pondré enemistad entre ti y la serpiente" 25, son propias de quien enseña que se ha de usar la ira como un arma. Por eso Moisés, el más manso de todos los hombres 26, para castigar la idolatría armó las manos de los levitas con intención de que diesen muerte a sus hermanos: "Ponga, dijo, cada uno la espada a su cintura, y pasad de puerta en puerta y volved por los campamentos, y mate cada uno a su hermano, cada uno a su vecino, cada uno a su allegado" 28. Y poco después, dice: "Y dijo Moisés: Llenasteis hoy vuestras manos para el Señor 29, cada uno en vuestro hijo y en vuestro hermano, para que sobre vosotros venga bendición" 30.

¿Qué fue lo que santificó a Finés? ¿No fue su justa ira contra los lascivos? En efecto, siendo sumamente manso y apacible, después que vio el pecado de Zambro y la Madianita, cometido desvergonzadamente y a la vista de todos sin que ocultasen el infame espectáculo de su torpeza, no pudiéndolo tolerar, usó oportunamente la ira, atravesando a los dos con una lanza 31.

Y Samuel, ¿no mató con justa ira, sacándole del medio, a Agag, rey de Amalec, salvado por Saúl contra el mandato de Dios? 32.

Por lo tanto, la ira es, muchas veces, medio para las buenas obras. El celoso Elías dio muerte, para bien de todo Israel, con ira sabia y prudente, a 450 varones, sacerdotes de la confusión 33 y a 400 sacerdotes de los bosques 34, que comían a la mesa de Jezabel 35.

Tú, empero, te irritas sin razón contra tu hermano. Porque ¿cómo no ha de ser sin razón cuando siendo uno el que provoca, tú te irritas contra otro? Haces como los perros, que muerden las piedras cuando no alcanzan al que las arroja. El que es provocado es digno de compasión; pero el que provoca, de odio.

Desfoga tu ira contra el enemigo de los hombres, contra el padre de la mentira, contra el autor del pecado. Mas compadécete de tu hermano, quien si aún así permaneciere en el pecado, será entregado a fuego eterno con el diablo.

Así como son distintos los nombres de indignación e ira, así también debe distinguirse lo que estos nombres significan. La indignación es como un incendio y repentina inflamación del afecto. La ira es un dolor constante y una continua ansia de pagar con la misma moneda a los que nos injurian, como si el alma tuviera sed de venganza. Es necesario saber, pues, que por ambas partes pecan los hombres: o excitándose furiosa y temerariamente contra los que les irritan, o persiguiendo con engaños y asechanzas a los que les ofenden. Y de ambas cosas debemos guardarnos.

Cómo frenar la ira

Y ¿qué se deberá hacer a fin de que esta pasión no ultrapase los límites?

Para ello aprende primero la humildad, la cual el Señor aconsejó con sus palabras y mostró con sus obras. Porque unas veces dice: "El que quiera ser el primero entre vosotros, sea el último de todos" 36; otras, tolera manso y sin inmutarse al que le hiere 37.

El Hacedor y Señor del cielo y de la tierra, el que es adorado por todas las criaturas tanto racionales como irracionales, "el que todo lo sostiene con la palabra de su poder" 38, no arrojó vivo al infierno al que le hirió, haciendo que abriese la tierra para que tragase al impío; sino que le amonesta y le enseña: "Si he hablado mal, da testimonio de ello; pero si bien, ¿por qué me hieres?" 39.

Si conforme al precepto del Señor, acostumbras a considerarte como el último de todos, ¿cuándo te enfurecerás como si ultrajasen tu dignidad? Cuando te injuria un niño pequeño te causan risa sus ultrajes. Cuando un loco te dice palabras afrentosas, por más digno le tienes de compasión que de odio. No son, pues, las palabras las que suelen excitar los disgustos, sino la soberbia que se levanta contra el que nos injurió, y la estima que cada uno tiene de sí mismo. Por lo tanto, si arrojas estas dos cosas de tu alma, las injurias que vengan serán estrépitos que meten ruido en vano.

"Deja la ira y arroja la indignación" 40, para que así evites el peligro de este vicio, "que se descubre desde los cielos, sobre toda impiedad e injusticia de los hombres" 41.

Si con prudente determinación logras arrancar la amarga raíz de la ira, extirparás con tal comienzo muchos vicios. Porque los engaños, las sospechas, la infidelidad, la malicia, las asechanzas, la audacia, y todo el enjambre de semejantes males, son frutos de este vicio.

Procuremos, pues, no atraernos un mal tan grande: enfermedad del alma, obscuridad de la razón, alejamiento de Dios, ignorancia de la amistad, principio de la guerra, colmo de calamidades, demonio malo que se engendra en vuestras mismas almas, y se apodera como desvergonzado huésped de nuestro interior, y cierra las puertas al Espíritu Santo. Porque donde hay enemistades, litigios, riñas, contiendas, disputas, que producen en el alma horribles desasosiegos, allí no descansa jamás el espíritu de mansedumbre.

Obedeciendo, pues, el consejo del apóstol San Pablo, destiérrese de nosotros toda ira, indignación y gritería con toda maldad 42. Seamos afables y misericordiosos unos con otros, esperando el cumplimiento de la dichosa esperanza prometida a los mansos: "Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra" 43 en nuestro Señor Jesucristo, a quien sea la gloria y el poder por todos los siglos. Amén.

Notas

1. Prov., XV, 1.

2. Efes., IV, 51.

3. Mt., V, 23.

4. Prov., XI, 25.

5. Isaías, LVI, 10.

6. Mt., XXIII, 33.

7. Rom., XII, 17.

8. Gén., III, 19.

9. Gén., XXVIII, 27.

10. Salmo XXI, 7.

11. Mt., X, 22.

12. Salmo XXXVIII, 2 y 3.

13. Job, I, 21.

14. Job, I, 21.

15. II Cor., VIII, 9.

16. Jn., VIII.

17. Jn., XVIII.

18. Mc., XV, 19; Is., L, 6.

19. Mt., XI, 7.

20. Salmo CXVIR, 60

21. II Reyes, XVI, 10.

22. Salmo CXLII, 4.

23. Salmo IV, 56.

24. Mt., V, 22.

25. Gén., III, 15.

26. Núm., XXV, 17.

27. Núm., XII, 3.

28. Exod., XXXII, 27.

29 Es decir: "Habéis consagrado hoy vuestras manos al Señor." Porque aunque en hebreo se lea llenar, bien puede traducirse por "iniciar" o "consagrado"; pues como expone Pagnino, a ninguno era lícito ejercer el cargo de sacrificar sin que llenase antes sus manos con partes de los sacrificios.

30. Exod., XXII, 29.

31. Núm., XXV, 2.

32. I Reyes, XV, 33.

33. O "sacerdotes de Baal," como se lee en hebreo y en la Vulgata.

34. "Los sacerdotes de los bosques," o de otros dioses a quienes se ofrecían sacrificios en las selvas y bosques, como comenta el P. Comelio a Lapide. Calmet dice que eran los sacerdotes de la diosa de los bosques, es decir, de Astartés, a los cuales favorecía especialmente Jezabel.

35. III Reyes, XVIII, 22-40.

36. Mc., IX, 34.

37. Jn., XVIII, 22, 24.

38. Hebr., L, 3.

39. Jn., XVIII, 23.

40. Salmo XXXVI, 8.

41. Rom., I, 18.

42. Efes., IV, 31.

43. Mi., V, 4.

La Envidia.

Descripción de la envidia

Bueno es Dios. Comunica El sus bienes a quienes los merecen. Malo es el diablo, autor de todas las maldades. Y así como el bueno sigue siempre el amor hacia el prójimo, de la misma manera el demonio acompaña siempre la envidia. Estemos prevenidos, pues, hermanos, contra el vicio de la envidia. No participemos de las obras del adversario, no sea que nos encontremos condenados con él a la misma pena. Pues si el soberbio cae en la pena del demonio, ¿cómo escapará el envidioso del castigo del diablo?

En las almas ningún vicio se arraiga más funesto que la envidia, el cual sin hacer lo más mínimo a los de afuera, es principal y propio mal para quien lo posee. Pues va consumiendo el alma como el orín al hierro. Así como, según cuentan, las víboras horadan al nacer el vientre de la madre que las engendró, así la envidia suele devorar el corazón que la ha criado.

Es la envidia un pesar de la prosperidad del prójimo. De ahí que las tristezas ni las congojas abandonan jamás al envidioso. ¿Es fértil el campo del vecino? ¿Abunda en su casa todo lo necesario para vivir? Todo esto, es alimento para esta enfermedad y aumenta el dolor en el envidioso. De suerte que en nada se diferencia de un hombre desnudo a quien todas las cosas le lastiman. ¿Es alguno valiente? ¿Es de buen parecer? Todo hiere al envidioso.

¿Es otro más elegante en su forma? Otra llaga más para el envidioso.

¿Sobresale uno, entre muchos, por las dotes de su alma? ¿Es admirado y emulado por su cordura y elocuencia? ¿Es otro rico y espléndidamente dadivoso en sus limosnas y en su trato con los necesitados, y es muy alabado por aquellos a quien hace beneficios? Pues bien, todas estas cosas son llagas y heridas que le hieren en medio del corazón. Y lo más terrible de la enfermedad, es, que ni siquiera se descubre. El envidioso anda con la vista baja y está melancólico y se inquieta; y se irrita poco a poco y perece bajo este mal. Si se le pregunta sobre su pasión, se avergüenza de declarar su desgracia y de decir: soy envidioso y cruel; me afligen los bienes del amigo y lamento la alegría de mi hermano; y no tolero la presencia de los bienes ajenos, sino que tengo por calamidad la dicha de mi prójimo. Así debía expresarse si quisiera decir la verdad. Mas prefiriendo no descubrir nada, tiene apresada en su pecho la enfermedad que abraza y roe ocultamente sus entrañas.

El envidioso goza con la desgracia de los demás

No halla el envidioso médico para su mal, ni puede encontrar alguna medicina, que calme la pasión, siendo que la Sagrada Escritura está llena de tales remedios. Quédale un remedio para su mal; la ruina de alguno de los que envidia.

Este es el límite del odio; ver caer de la felicidad al que envidiaba; observar la desgracia de aquel que era tenido por dichoso. Entonces hace las paces y se hace su amigo: cuando le ve llorando, cuando le contempla arrasado en lágrimas. No se goza con el que es feliz, y sí se alegra con el que llora. Se compadece de aquella mudanza de vida, lamenta las desgracias en que ha caído desde la altura de la felicidad, y alaba la dicha pasada; no por misericordia y compasión, sino para hacerle sentir más hondamente su desgracia. Alaba al hijo pequeño después de muerto y le llena de lisonjas: ¡cuán, hermoso era! cuán despierto! ¡cuán apto para todo!; y mientras vivía, ni una palabra se había dignado proferir en su alabanza. Pero si ve que su alabanza es de todos aprobada, mudando nuevamente, siente envidia del muerto. Admira la riqueza después de perdida. Alaba y aprueba la hermosura del cuerpo, la fuerza y el buen parecer, cuando las ves dañadas por las enfermedades. En una palabra, es enemigo de los bienes presentes, y finge ser amigo de los que se han perdido.

Ejemplos: Satanás y Caín

¿Qué cosa hay, pues, más terrible que esta enfermedad? La envidia es destrucción de la vida, peste de la naturaleza, enemiga de los bienes que Dios nos comunica, contraria del mismo Dios.

¿Qué es lo que impulsó al príncipe del mal, al diablo, a hacer la guerra a los hombres? ¿No fue acaso la envidia? Por ella declaró abiertamente la guerra a Dios; se enemistó con El, por la munificencia con que trataba a los hombres. Y se venga en el hombre, ya que no puede hacerlo en Dios.

Y esto es asimismo lo que hizo Caín. El fue el primer discípulo del demonio, pues de él aprendió la envidia y el homicidio, pasiones hermanas a las que San Pablo pone juntas cuando dice: "Llenos de envidia y de homicidio" 2.

¿Qué hizo, pues? Vio la honra que su hermano recibía de Dios y sintió emulación. Mató al que recibía el honor para herir al que le honraba. Sintióse débil para luchar contra Dios. Cayó sobre su hermano y le mató.

Huyamos, hermanos, de esta enfermedad que nos induce hacer la guerra a Dios; Madre es este mal de los homicidios, deshonra de la naturaleza, desconocedora de la amistad, la más irracional desgracia. ¿Porqué te afliges, hombre, sin haber padecido nada? ¿Porqués haces la guerra al que posee algún bien sin que disminuya en nada los tuyos? ¿Y si gozando tú de algunos bienes, te indignas contra el otro, no envidias abiertamente tu misma comodidad?

Saúl

Así era Saúl; de los grandes beneficios que de David recibía, tomaba ocasión para hacerle la guerra. Pues, en primer lugar, libre de la locura por medio de aquella música melodiosa y divina, intentó traspasar con su lanza al bienhechor. Después, salvado con todo su ejército de las manos de sus enemigos, libertado de los vergonzosos insultos que Goliat profería; como quiera que las vírgenes que danzaban atribuían a David una parte diez veces mayor de las hazañas, cantando: "Hirió Saúl a mil y David a diez mil" 3, únicamente por este cántico y por el testimonio de la verdad misma, intentó primero matarle con sus mismas manos y quitarle de en medio valiéndose de asechanzas. Cuando huía David, no por eso, depuso su enemistad, sino que al fin empleando contra él un ejército de tres mil hombres escogidos, le buscaba afanosamente 4. Si entonces se le hubiera preguntado, cuál era la causa de la guerra, hablaría, lamentándose de los beneficios que aquel hombre recibía. Y sorprendido cuando dormía, por aquel mismo tiempo de la persecución, en una buena oportunidad para haber perecido a manos de su enemigo; salvado otra vez por el justo que se guardaba de poner en él sus manos; no por eso se doblegó ante tan grande beneficio; sino que reúne otro ejército, le persigue nuevamente, hasta que, sorprendido por él mismo en una cueva 5 hizo que resplandeciese más la virtud de David y quedase más patente su propia maldad.

Es la envidia un género de odio y el más fiero, porque los beneficios doblegan a los que por otra causa son enemigos nuestros, pero el bien que se hace al envidioso le irrita más; y cuando más recibe, tanto más se indigna, se entristece y se exacerba. Porque la desrazón que tiene por el poder del bienhechor es mayor que el agradecimiento por los bienes que de él recibe.

¿A qué fiera no superan en la brutalidad de sus costumbres? ¿A qué irracional no vencen en la crueldad? Los perros se hacen mansos, si se les da de comer; si se cuida a los leones, se domestican; pero los envidiosos acrecientan su mal con los beneficios.

Los hermanos de José

¿Que fue lo que hizo esclavo al generoso José sino la envidia de sus hermanos? 6. Es digno de considerar aquí la sin razón de este mal. Porque temiendo que se realizaran sus sueños, entregan a su hermano, sin saber que con el tiempo deberían postrarse ante un esclavo. Pero si son verdaderas las cosas que soñó, ¿qué artificio podrá impedir que se efectúen las predicciones? Y si es falso lo que vio en sueños, ¿porqué envidiáis a uno que se engaña? Más, por disposición de Dios, su determinación se volvió contra ellos mismos. Pues por los mismos medios con que creyeron impedir el vaticinio, por esos mismos prepararon el camino para que se llevasen a cabo. Si José no hubiera sido vendido, no hubiera venido a Egipto; su pureza no sería motivo de las asechanzas de una mujer lasciva, no hubiera sido aherrojado en la cárcel, no se hubiera familiarizado con los criados del Faraón, ni hubiera declarado los sueños, por lo cual recibió el mando de Egipto y fue reverenciado por aquellos sus hermanos, cuando acudieron a él debido a la carestía de trigo.

Los enemigos de Jesucristo

Pasemos ahora con nuestra consideración a aquella envidia, la mayor de todas, que se ensañó en las cosas más grandes: la que se levantó contra el Salvador por la locura de los judíos. ¿Por qué era envidiado? Por los milagros. Y, ¿qué milagros eran éstos? La salud de quienes la suplicaban. Alimentaba a los pobres, y el que les daba alimento era perseguido. Ahuyentaba los demonios, y el que los arrojaba era injuriado. Quedaban limpios los leprosos, los rengos andaban, oían los sordos y los ciegos veían; y el que hacía estos, beneficios era arrojado fuera con despecho. Y por fin entregaron a la muerte al autor de la vida y azotaron al Libertador de los hombres, y condenaron al Juez del universo.

Y con esta sola arma, comenzando desde la formación del mundo, hasta la consumación de los siglos, el destructor de nuestra vida, vale decir, el demonio, que se goza con nuestra perdición y que cayó por la envidia, nos persigue y derriba también a nosotros, queriendo llevarnos con él al precipicio, por medio de un mal semejante.

La envidia se dirige preferentemente contra quienes están más unidos a nosotros

Sabio era a la verdad el que ni siquiera permitía que se comiese con un hombre envidioso 7, queriendo significar con la reunión en la comida, toda otra sociedad de la vida. Porque, así como tenemos cuidado de alejar el fuego todo lo posible de la materia que fácilmente puede quemarse, así conviene alejarse en cuanto sea posible de la conversación y amistad de los envidiosos, poniéndonos fuera del alcance de los dardos de la envidia. No suele acontecer que caigamos en las redes de la envidia, sino es acercándonos a ella por la familiaridad. Porque según el dicho de Salomón: "Al hombre le viene la envidia de su compañero" 8. Y así es, en efecto. No envidia el escita al egipcio, sino cada uno al de su nación. Y entre los de su nación, no envidia a los que no conoce, sino a aquellos a quienes más trata. Y entre los que trata, a los vecinos y a los que tienen el mismo oficio; y a los que de alguna manera le están más allegados. Y aún entre otros, a los de la misma edad, a los parientes, a los hermanos. En una palabra, así como el gorgojo es enfermedad propia del trigo, así la envidia es debilidad de la amistad.

Sólo una cosa podría alguno alabar en este mal, el que cuanto más vehementemente se excita, tanto más daño hace al que le posee. Porque así como las saetas arrojadas con fuerza, si vienen a dar contra una cosa dura y resistente, vuelven contra el que las arrojó; así los movimientos de la envidia, sin hacer ningún daño al envidiado, terminan por ser llagas para el envidioso. Porque, ¿quién, al acongojarse de los bienes del prójimo, consiguió que se disminuyesen? Ciertamente que solo a sí mismo se atormenta y se consume por las tristezas. No obstante a los enfermos de envidia se los considera más perjudiciales que los mismos animales venenosos. Porque estos inyectan el veneno por la herida que hacen y poco a poco es devorada por la pobre la parte mordida; pero de los envidiosos creen algunos que inyectan el daño con sola su mirada; de tal manera que los cuerpos bien dispuestos y florecientes en plena juventud, por el vigor de la edad, quedan macilentos, dominados por ellos, y cae por tierra toda la lozanía, como socavada por el pernicioso río que saliendo de los ojos del envidioso todo lo destruye y lo corrompe. Yo, sin embargo, rechazo este dicho popular inventado por las viejecitas en las reuniones de mujeres. Pero lo que digo es, que los demonios, que aborrecen lo bueno, una vez que encuentran voluntades amigas suyas, las manejan en todos los sentidos para sus intentos. Se valen hasta de los ojos de los envidiosos para que sirvan a su propio arbitrio. ¿Y no te horrorizas en hacerte compañero del malvado demonio? ¿Cómo es que das cabida en ti a un mal por el que te haces enemigo de quienes no te han hecho injuria alguna? ¿No te horrorizas en hacerte enemigo de Dios, que es bueno y está libre de toda envidia?

Semblanza del envidioso

¡Huyamos de un tal insoportable vicio! Es mordedura de serpiente, invención de los demonios, cosecha del enemigo, señal de perdición, obstáculo para la piedad, camino para el infierno, privación del reino celestial. ¡Cómo se conoce manifiestamente por su mismo rostro, a los envidiosos! Su mirada lánguida y obscura, rostro triste, entrecejo arrugado, perturbado su ánimo por la pasión, privado de recto criterio en la verdad de las cosas. No tienen paz. Para ellos no es laudable ninguna obra de virtud, ni la elocuencia, aunque esté adornada con la gravedad y la gracia, ni cosa alguna de las que se alaban y se admiran. Como los buitres, dejando atrás en su vuelo prados deliciosos y paisajes de suavísimas fragancias, se lanzan sobre los sitios donde hay mal olor. Así como las moscas dejan lo sano y se arrojan sobre las heridas, así los envidiosos ni siquiera ven lo bueno de la vida y la grandeza de las buenas obras; se fijan en las debilidades. Y si en algo hay un desliz, y por cierto son muchos los de los hombres, lo publican, y quieren que de él se enteren los hombres. Justamente como hacen los malos pintores 9, quienes o de una nariz torcida o de una cicatriz u otra mutilación corporal, o de cualquier otro defecto que uno tiene por naturaleza o por un accidente que le ha sobrevenido, deforman las facciones de la persona que pintan. Los envidiosos son pues, astutos en despreciar lo que merece alabanza, echándolo a mala parte; y en imputar a la virtud lo que es propio del vicio contrario a ella. Llaman temerario al valiente, necio al prudente, cruel al justo, falaz al sabio. Al que es magnánimo le tienen por hombre que hace gastos inútiles. Al liberal le tienen por derrochador y al económico por parco. En una palabra, todo género de virtud tiene para ellos cambiado su nombre en el del vicio contrario .

Remedio contra la envidia: no hay que estimar las cosas terrenas más de lo que valen

Pero, ¿qué? ¿Voy a emplear todo mi discurso en reprender este vicio? Esto es tan sólo la mitad de la cura. El mostrar al enfermo la gravedad de la enfermedad, para que tenga el debido cuidado de arrojarla de sí, no es inútil. Pero dejarle en este estado sin llevarle de la mano a la salud, no es otra cosa que abandonar al desesperado en manos de la enfermedad. Pues bien; ¿cómo hemos de precavernos para no contraer la enfermedad? ¿Cómo la sanaremos si una vez por desdicha, la contraemos? Primeramente, si ninguna cosa de este mundo tenemos por grande, ni por magnífica: ni las humanas riquezas, ni la gloria pasajera, ni la hermosura del cuerpo. Nuestro bien no está limitado a estas cosas caducas y perecederas. Somos llamados a participar de los bienes eternos y verdaderos. Y por esto no hay que envidiar al rico por sus riquezas; ni al poderoso por la grandeza de su dignidad y autoridad; ni al valiente, por la fuerza de su cuerpo; ni al sabio, por su facilidad en el hablar. Pues todas estas cosas son medios de virtud para los que usan bien de ellas, pero no contienen en sí la felicidad. Por lo tanto, el que usa mal de ellas, es digno de compasión; como lo sería el que tomando una espada para vengarse de sus enemigos, se matase voluntariamente con ella a sí mismo. Pero si usa bien y según la recta razón de las cosas que posee, y es administrador de los bienes que de Dios ha recibido, y no los amontona por su propia comodidad, es digno de alabanza y de amor por la caridad que tiene con sus hermanos y por la generosidad de su carácter.

¿Sobresale alguno por su prudencia, y ha recibido el don de poder hablar de Dios, y es expositor de las Sagradas Escrituras? No le envidies, ni desees que calle el intérprete de las Sagradas Letras sólo porque la gracia que ha recibido del Espíritu Santo, es acompañada de aprobación y alabanza de sus oyentes. Es bien tuyo, y es bien que ha sido enviado para ti (el don de enseñar de tu hermano), si es que quieres recibirle. Nadie obstruye la fuente que mana en abundancia. Cuando resplandece el sol, nadie se cubre los ojos, ni envidia a los que gozan de su luz, ni desea tan sólo para sí este placer. Pues bien, brotando en la Iglesia el manantial de la divina palabra, y difundiéndose en los corazones piadosos por los dones del Espíritu Santo, ¿no escuchas con gozo? ¿No recibes con agradecimiento este favor? Pero te hieren los aplausos de los oyentes, y querrías que no hubiese quien sacase fruto y quien alabase.

¿Qué excusa va a tener esto delante del juez de nuestras conciencias?

Estímese, pues, como hermoso por naturaleza el bien del alma. Y al que florece por sus riquezas y al que goza de poder y buena disposición corporal y usa bien de lo que tiene, es justo también que se le estime y respete, por cuanto posee los medios comunes para vivir, y distribuye estas cosas con rectitud. Por su generosidad en repartirlas es liberal con los pobres, da socorro corporal a los enfermos. Todo lo demás que le queda cree ser tanto suyo como de cualquiera que lo necesitase. Quien no procede así, más que digno de envidia lo es de compasión, pues tiene mayores ocasiones para ser malo. Porque esto es perderse con mayores riquezas y mercancías. Por lo tanto, si la riqueza es apoyo de la injusticia, digno de compasión es el rico. Si es medio para la virtud, no tiene lugar la envidia; pues su utilidad común se pone al alcance de todos; a no ser que haya alguno tan perverso que envidie sus mismos bienes.

En una palabra; si elevas tus pensamientos sobre las cosas humanas, y pones tu vista en la hermosura y gloria verdadera, muy lejos estarás de tener por dignas de apetecerse y ser envidiadas las cosas perecederas y terrenas. El que está en esta disposición y no admira las cosas mundanas como grandes, jamás será poseído por la envidia.

Si a todo trance ansías la gloria y quieres sobresalir entre todos y por eso no sufres ser el segundo (porque también esto es ocasión de envidia), dirige esa tu pasión cual si fuera un torrente, hacia la adquisición de la virtud. No quieras enriquecerte y buscar la gloria en las cosas de este mundo. No está esto en tus manos. Mas sí debes ser justo, sobrio, prudente, valeroso y sufrido en los padecimientos y trabajos por causa de la virtud. De esta manera te salvarás a ti mismo y por mejores bienes, adquirirás más gloria. Porque la virtud está en nuestra mano, y puede adquirirla todo aquel que sea amante del trabajo. La abundancia de riquezas y la hermosura del cuerpo y la honra de las dignidades, no están a nuestro alcance. Por lo tanto, si la virtud es un bien mejor y más duradero, y que sin controversias goza ante todos del primer puesto, a ella debemos aspirar. Pero es muy difícil que la virtud se posesione de un alma, si ésta no está limpia de todo vicio y, sobre todo, libre de la envidia.

¿No ves tú que gran mal es la hipocresía? Pues también es fruto de la envidia. Porque la doble cara del carácter, nace en los hombres, principalmente de la envidia, puesto que teniendo el odio escondido dentro del corazón, muestran exteriormente una falsa capa de caridad. Son semejantes a los escollos del mar, que cubiertos con poca agua son un mal imprevisto para los incautos navegantes.

Por consiguiente, siendo verdad, que mana para nosotros de este vicio, como de una fuente, la muerte, la pérdida de los bienes, el alejamiento de Dios, la transgresión de los mandamientos y la ruina total de todos los bienes naturales, obedezcamos al Apóstol y "no nos hagamos ambiciosos de la gloria vana provocándonos unos a otros, envidiándonos mutuamente" 11, sino seamos más bien "benignos, misericordiosos, perdonándonos los unos a los otros, como también Dios nos perdonó en Cristo" 12 Jesús, Señor Nuestro, por Quien sea la gloria al Padre y al Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Así sea.

2. Rom.,1:29.

3. I Reyes, XVIII, 7

4. I Reyes, XXIV, 3.

5. 1 Reyes, XXVI, 7.

6. Gén., XXXVII, 28.

7. Prov., XXIII, 6.

8. Eccli., IV, 4.

9. Con esto quiero hacer alusión a las caricaturistas, para quienes un defecto puesto a la vista, constituye mérito, mientras que un pintor serio, como fue Apelle, hubiera velado todo defecto, como lo hizo con el ojo de Alejandro. Es célebre su respuesta a quien preguntaba: "¿Y dónde está el ojo ciego?" "Dónde está más bien vuestro juicio," le dijo.

10. En los ejemplos aducidos no se trata de vicios opuestos a las virtudes, sino de vicios que son la exageración viciosa de la respectiva virtud.

11. Gal., V, 26.

12. Efes., IV, 32.

La Embriaguez.

Disgusto y desaliento del santo por los excesos cometidos

Los espectáculos que ayer por la tarde tuvieron lugar1 me inducen por una parte a dirigiros la palabra. Pero por otra, reprime mi deseo y apaga todo mi entusiasmo la inutilidad de mis exhortaciones anteriores 2. Desmaya el labrador si no crece la primera semilla que siembra, mostrándose tardo y desalentado para sembrar de nuevo sobre la misma tierra. Ahora bien, ¿con qué esperanza voy a hablaros hoy, si después de tantas exhortaciones, como las que días pasados os hicimos incesantemente, y después de haber estado día y noche, durante estas siete semanas de los ayunos, anunciandoos sin parar la buena nueva de la gracia del Señor, ningún fruto, ninguna utilidad se ha conseguido? ¡Oh! ¡cuántas noches habéis velado en vano! ¡Cuántos días os habéis congregado en vano! ¡Si es que es vano! Porque quien comienza una vez el camino de las buenas obras y vuelve después a sus antiguas costumbres, no sólo pierde el fruto de sus desvelos, sino que se hace digno de un mayor castigo. Habiendo gustado la suavidad de la palabra de Dios, habiendo sido digno de conocer los misterios de nuestra fe, todo lo perdió, seducido por un pasajero deleite.

"El humilde, dice el sabio, es digno de perdón y de misericordia, pero el poderosa, poderosamente será atormentado" 3. Con una sola tarde, con un solo ataque del enemigo se arruina y se destruye todo aquel trabajo. ¿Qué ánimo puedo tener yo para volver a hablaros? Hubiera callado, creedme, si no me hiciese temblar el ejemplo de Jeremías a quien por no querer hablar a un pueblo perverso, le sobrevino el castigo que él mismo nos cuenta: un fuego devorador se apoderó de sus entrañas y le consumía por todas partes, y no podía soportarlo 4.

Descripción de los excesos cometidos

Unas mujeres lascivas, olvidadas del temor de Dios, despreciando el fuego eterno del infierno, en aquel mismo día en que debían haber estado quietas en sus casas en memoria de la resurrección, recordando el día en que se abran los cielos y aparezca el Juez de los hombres, día en el que, al sonido de la trompeta divina, resucitarán los muertos, compareciendo el justo Juez que juzgará a cada uno según sus obras: estas mujeres, digo, en lugar de estar pensando en estas cosas y de purgar sus almas de los malos pensamientos, borrando con lágrimas sus pecados anteriores y preparándose para recibir a Cristo en el día grande de su aparición, sacudieron el yugo de su divino servicio 5. Arrojaron de sus sienes el velo de la honestidad, despreciaron a Dios y a sus ángeles. Se portaron indecorosamente ante toda mirada de los hombres, agitando sus cabellos, y sus túnicas. Durante el baile, con sus ojos lascivos, con risas desenfrenadas, impulsadas como por la locura, provocaban en sí mismas toda la liviandad de los jóvenes. E hicieron el baile nada menos que en la basílica de los mártires, fuera de los muros de la ciudad, convirtiendo los lugares sagrados en lugares de corrupción. Corrompieron la atmósfera con sus cantares livianos. Mancharon la tierra, al bailar sobre ella con sus inmundos pies. Desvergonzadas, locas, no omitieron ningún género de manía. Hiciéronse a sí mismas, espectáculo, delante de una turba de jóvenes.

¿Cómo callar esto? ¿Cómo lo lamentaré como merece?

El vino es el que ha causado tantos estragos en estas almas. El vino, don de Dios, dado para alivio de la debilidad del cuerpo, y para usarlo con sobriedad, se ha convertido en aliciente para lascivia, por usarlo sin templanza.

Efectos de la embriaguez. el santo no tiene confianza de ser escuchado

La embriaguez, ese demonio voluntario 6 que penetra en el alma por medio del placer; la embriaguez madre de la maldad, enemiga de la virtud, al hombre fuerte le hace débil, al casto lascivo; no conoce la justicia y, rebasa los límites de la prudencia. De la misma manera que el agua es contraria al fuego, así el vino, usado en demasía, extingue la razón. Por eso me resistía yo a hablar contra la embriaguez: no porque se tratase de un mal poco considerable, sino porque nada habían de aprovechar mis palabras.

Porque si el ebrio ha perdido el juicio, y no sabe donde está, en vano habla quien le reprocha, pues él no le escucha. ¿A quién pues hablaré? Ciertamente que los que tienen necesidad de amonestaciones no oyen lo que se les dice. Los prudentes y los sobrios no tienen necesidad de mis palabras, pues están libres de este vicio. ¿Qué partido he de tomar en la presente condición de cosas si ni mis palabras han de ser útiles, ni mi silencio seguro? ¿Abandonaremos la cura? Pero es peligrosa la negligencia.

¿Hablaré contra los ebrios? Pero es tronar en oídos sordos. Pero quizás, así como cuando aparece una peste, los médicos aplican remedios aptos para prevenir el mal en los sanos, mas no osan tocar a los que ya están infestados, así también en nuestro caso, la palabra tiene una mediana utilidad; la de tutelar y precaver a los fieles todavía sanos, pero no servirá para curar a los que están ya atacados por la enfermedad.

La embriaguez, fuente de daños físicos

¿En qué te diferencias, oh hombre, de los animales irracionales? ¿No es en el don de la razón, don que recibiste del Creador, don por el cual eres constituido príncipe y señor de todas las criaturas? Pues quien se priva a sí mismo de la razón y del juicio por la embriaguez, "se hace semejante a las bestias irracionales y pónese a la par de ellas" 7. Más aún: yo diría que los que están embriagados son más irracionales que los mismos brutos, puesto que todos los cuadrúpedos, todas las bestias tienen en cierta manera ordenada su concupiscencia; pero los entregados al vino, tienen sus cuerpos animados por un ardor que supera al querido por la naturaleza. A todas horas y constantemente son impelidos a los deleites impuros y torpes. Y esto no sólo los embrutece y los atonta, sino que la privación de sus sentidos hace al embriagado el más abominable de todos. Porque ¿qué animal pierde el sentido de la vista y del oído, como lo pierde el que se embriaga? Pero los ebrios lo pierden, porque no conocen a sus parientes, y tratan muchas veces con desconocidos creyendo que son sus amigos, allegados. ¿No pasan muchas veces saltando por las sombras, creyendo que atraviesan arroyos y valles? Sus oídos están continuamente percibiendo ruidos y estrépitos, como furor de mar tempestuoso. Les parece que la tierra se levanta hacia arriba, y que los montes giran a su alrededor. Unas veces ríen sin cesar. Otras, se lamentan y lloran sin consuelo. Ora se muestran intrépidos y audaces, ora tímidos y temblorosos. El sueño les es pesado, difícil de sacudir, sofocante y parecido a la muerte. En las vigilias permanecen más estúpidos que en los mismos sueños. Su vida es una especie de sueño continuado. No teniendo quizás ni con qué vestirse, ni qué comer para mañana, se imaginan ser reyes, capitanean ejércitos, edifican ciudades, y reparten dinero. Es el vino el que llena sus cabezas de semejantes locuras y visiones.

En otros, en cambio, produce efectos contrarios. Pierden el coraje, están tristes, doloridos, llorosos, tímidos y consternados. Un mismo vino, según la distinta constitución produce distintos y diferentes efectos en los ánimos. A los ardorosos y llenos de sangre, les pone alegres y gozosos. A los que ya han gastado las fuerzas con su peso, y les ha corrompido la sangre, les excita a los efectos contrarios 8. ¿Qué necesidad hay de enumerar la turba de los demás trastornos? La pesadez de su carácter, el irritarse con facilidad, el ser quejumbrosos, el ser de ánimo mudable, los gritos, los tumultos, el ser inclinados a las acciones criminales, el ser incapaces de refrenar y disimular la ira.

La embriaguez, fuente de impureza

Además, la incontinencia en los goces y placeres, tiene su origen en el vino como en su fuente. A una con el vino, brota la enfermedad de la impureza, que es menor en los brutos que en los embriagados. Las bestias conocen los términos de la naturaleza. Pero los ebrios pierden todo el control de su persona. Van hasta contra la naturaleza. Mas no es fácil decir y ponderar con palabras todos los males que se encierran en la embriaguez. Los daños que trae la peste, afligen de tiempo en tiempo a los hombres. El aire inyecta poco a poco su misma corrupción en los cuerpos. Pero los daños que trae el vino lo invaden todo a un mismo tiempo. Porque pierden el alma con todo género de vicios. Corrompen al propio cuerpo con los inmoderados placeres, a que son arrastrados por una especie de furor. Más aún; los mismos vapores del vino hinchan de tal manera el cuerpo qué le hace perder su vigor vital con tales excesos. Tienen los ojos, lívidos, pálido el semblante, embotado el espíritu, atada la lengua. Sus gritos son confusos, sus pies titubeantes como los del niño, espontáneos sus vómitos de lo superfluo que allá tienen, como si saliesen de las bocas de unas bestias.

Son desgraciados por sus lascivias, más desgraciados aún que los que en el mar son agitados por una tempestad. A éstos las olas, sucediéndose unas a otras, no les permiten salir a flote. De modo semejante, las almas de aquéllos quedan ahogadas y sumergidas en el vino. Por eso, así como a la nave muy llena de mercancías, cuando es agitada por la tempestad, es necesario que le alivien el peso, arrojando parte de su carga al mar, así a éstos es necesario aliviarles de lo que les hacen tan pesados. Y aún apenas con el vómito quedan libres de sus cargas.

Son tanto más desgraciados que los navegantes; cuanto que aquéllos son acometidos por los vientos, por el mar, y por fuerzas exteriores que no pueden impedir. Pero éstos levantan voluntariamente en sí mismos la tempestad de la embriaguez.

El que es atacado por el demonio es digno de lástima. Pero el ebrio ni siquiera es digno de compasión, pues lucha con un enemigo voluntario. Llegan al colmo de componer ciertas medicinas, cuyo efecto no es atajar el mal que produce el vino, sino hacer que la embriaguez, sea constante y continua.

Y por lo que hace al tiempo de la bebida, les parece pequeño el día; breve la noche, y corto el invierno.

El ansia de beber

No tiene fin este mal. Porque el mismo vino les abre el deseo de beber más. No alivia la necesidad, sino que una bebida induce a la necesidad de otra bebida, abrasando a los embriagados, y despertando siempre el deseo de beber más. Cuando piensan que van a saciar su sed insaciable, les sucede lo contrario. Porque con el continuo uso de este placer, se embotan y languidecen sus sentidos. Y así como la excesiva luz daña a la vista, y así como pierden sus sentidos los oídos que son heridos con golpes y estrépitos muy grandes de manera que después ya no oyen nada; así éstos, dejándose arrastrar imprudente e incautamente por la afición de este placer, llegan a perderle completamente. El vino más puro dicen que es insípido, y parece agua. El frío les parece caliente, y aunque esté helado, aunque esté como la nieve, no pueden apagar la hoguera que en tu pecho ha encendido el inmoderado uso del vino.

¡Ay de los ebrios!

"¿Para qué son los ayes? ¿Para quién los alborotos? ¿Para quién los tribunales? ¿Para quién los disgustos y las riñas? ¿Para quién las heridas inútiles? ¿Quién trae los ojos encendidos? ¿No son éstos los dados al vino, y los que andan explorando dónde hay bebidas?" 9.

¡Ay! es palabra de lamentación, y de lamentación son dignos los que se embriagan, porque no han de alcanzar el reino de Dios 10.

Vienen después los alborotos, porque el vino turba sus mentes. Los disgustos y las riñas se deben al amargo placer que el beber les ha acarreado.

Quedan atados sus pies, atadas sus manos, por los vapores del vino, que se extienden por todo su cuerpo. Y aún antes de todos estos padecimientos, en el mismo tiempo en que están bebiendo, se apodera de ellos el furor de los frenéticos. Porque después que el vino se les sube a la cabeza, sienten en ella dolores insufribles. No pudiendo mantenerla recta sobre sus hombros, la dejan caer a un lado y otro balanceándola sobre las vértebras. Llaman entretenimiento al inmoderado y disputador hablar en los convites. Finalmente, los ebrios reciben heridas sin causa alguna. Por la embriaguez no pueden tenerse en pie. Caen hacia diversos lados. Necesariamente y sin causa se han de llenar de heridas sus cuerpos.

Es inútil amonestar a los ebrios acerca de los daños de la embriaguez. Tendrán la maldición de Caín

Pero ¿quién va a decir esto a los que están llenos de vino? Pesada como tienen la cabeza por los vapores, dormitan, bostezan, ven nieblas delante de sus ojos, sienten náuseas. No oyen a sus maestros que les están clamando por todas partes: "No os llenéis de vino, porque en él está la lujuria" 11. Y en otra parte: "El vino es lujurioso y contumeliosa la embriaguez" 12.

Y al mismo tiempo que hacen oídos sordos, están mostrando el fruto de su embriaguez. Su cuerpo está pesado por la hinchazón, sus ojos humedecidos, su boca seca y hecha una llama. Y así como las concavidades, donde desembocan los torrentes, mientras éstos se despeñan en ellas, parecen estar llenas de agua, pero tan pronto como la corriente cesa, quedan secas y áridas; así, mientras en la boca del ebrio, está cayendo el vino, parece estar húmeda y llena; pero apenas cesa, queda seca y árida. Y viciado como está, por el uso inmoderado del vino, aún la fuerza vital llega a perder. Porque, ¿quién habrá tan fuerte que pueda resistir a los males de la embriaguez? ¿Qué arte podrá evitar el que un cuerpo que siempre se abrasa, que está siempre anegado en vino, no se haga enfermizo, desgastado y flojo?

De aquí los temblores y las debilidades. Por el inmoderado vino se les corta la respiración, pierden los nervios su fortaleza, y todo el cuerpo, queda tembloroso por la falta de fuerza.

¿Por qué atraes sobre ti la maldición de Caín, que toda su vida anduvo tembloroso y vagabundo?

El cuerpo que pierde su natural base es inevitable que vacile y tiemble.

El exceso en el beber hace olvidar las grandezas del Creador. Todo es discordia y vanidad

¿Hasta dónde arrastra el vino? ¿hasta dónde la embriaguez? El peligro está en que te conviertas en cieno y lodo en lugar de hombre. Por las embriagueces cotidianas tan mezclado estás con el vino, tan acabado estás por él, que sólo hueles a vino. Como vaso corrompido no sirves para nada. A éstos llora Isaías: "¡Ay de aquellos que se levantan por la mañana, y se lanzan a la sidra, y esperan la tarde porque el vino les abrasa. Beben vino al son de la cítara y del pandero 13 y no miran las obras del Señor, ni consideran las obras del Señor!" 14.

Tienen los ebrios costumbre de llamar sidra a toda bebida que pueda embriagar. Pues a los que, apenas comienza el día, andan en busca de los sitios donde se dan bebidas; a los que frecuentan las bodegas y las tabernas, a los que reúnen para beber, a los que agotan todos los cuidados de su alma en tales ocupaciones, a esos llora el profeta. Porque ningún tiempo les queda para considerar las maravillas de Dios. No tienen tiempo para levantar los ojos al cielo, y embelesarse con su hermosura y ponderar el orden de todo lo creado, para conocer por este orden al Creador. Apenas comienza el día, adornan con variados tapices y con floridas alfombras el lugar del convite. Todo su empeño y cuidado está en preparar las copas y los vasos para refrescar el vino. Sacan las copas adornadas con piedras preciosas y las de oro, como para un público y pomposo banquete, a fin de que su variedad les entretenga el fastidio, y para que mientras alternan unas y otras puedan beber durante más largo tiempo.

Discordia y vanidad

Y aún están presentes maestros para el convite, y otros que sirven la copa, y architriclinos. Se simula orden en medio de la confusión, y armonía en medio del alboroto. Así como a los magistrados seculares les dan autoridad sus satélites, así también haciéndose acompañar de sirvientes, la embriaguez, cual una reina, pretende ocultar lo mejor que puede, su deshonra.

Además, las coronas, las flores, embotan más y más a los dados a la perdición.

En el transcurso del convite nacen por el vino las disputas, los encuentros, los litigios, mientras que luchan por aventajarse mutuamente en la embriaguez. El que preside estas luchas es el diablo, y como premio de la victoria el pecado. Quien se echa más vino, ese obtiene la victoria: "Su gloria consiste en su propia deshonra" 15. Luchan entre sí, dañándose a sí mismos.

¿Qué palabras podrán declarar las torpezas de las cosas que allí se hacen? Todas están llenas de necedad, todas de confusión. Los vencidos están ebrios, ebrios los vencedores. Los sirvientes se mofan de ellos. Vacila la mano, la boca no recibe más alimento. El vientre se agita y el mal no se amansa. El miserable cuerpo, despojado de natural vigor, se inclina a una y otra parte, sin poder dominar la violencia que ejerce el excesivo vino.

Espectáculo lamentable

¡Oh espectáculo lamentable para los ojos de un cristiano! Un hombre que está en la flor de la edad, de complexión robusta, que sobresale entre los guerreros, tiene que ser llevado a su casa, porque no puede levantarse ni andar con sus propios pies. Un hombre que debía ser el terror de los enemigos, es en la plaza objeto de diversión para cualquier muchacho. Es derribado sin armas, y matado sin enemigos. Hábil en las armas; cuando está en la flor de su edad es consumido por el vino; dispuesto a que los enemigos hagan de él lo que quieran.

La embriaguez embota el entendimiento, destruye el vigor, trae una vejez prematura y prepara para la muerte en poco tiempo.

¿Qué son los ebrios sino los ídolos de los gentiles? Tienen ojos y no ven, tienen oídos y no oyen 16. Sus manos están desmadejadas, sus pies muertos. ¿Quién ha puesto tales acechanzas? ¿Quién ha causado este mal? ¿Quién nos mezcló este veneno de la locura?

Mirad, oh hombre, hiciste del convite un campo de batalla. De él salen los jóvenes conducidos por manos ajenas, como heridos en el combate. Mataste con el vino a la flor de la juventud. Le invitas a un convite como a amigo, y le despides muerto, apagada su vida con el vino.

Cuando creían que estaban ya hastiados de vino, comienzan a beber, y beben a la manera de los animales, como de una fuente que mana, ofreciendo a los convidados sendas corrientes. Porque cuando están a la mitad del banquete entra un joven de lucidos hombros que aún no está ebrio. Presenta en medio una gran vasija de vino fresco. Despide al copero, y de pie va repartiendo a los convidados unos tubos oblicuos, por los que se comunica la embriaguez a todos. Peregrina invención en tal desorden, para que recibiendo todos en igual proporción aquel deleite, ninguno pueda vencer al otro en la bebida. Distribuidos los tubos, y tomando cada uno el suyo, beben todos a la vez como los bueyes en los lagos, apresurándose por traer a sus gargantas cuanto les viene de la vasija refrigerante, por los plateados caños.

Mira tu miserable vientre. Fíjate en la grandeza del vaso que llenas, que apenas cabe en él una cótila. No mires a la vasija para agotarla, sino a tu vientre que ya está lleno. Por eso, ¡ay de los que se levantan por la mañana y se arrojan a la sidra! ¡ay de los que esperan la tarde 17, y pasan todo el día en la embriaguez. ¡Ningún tiempo les queda para mirar las obras del Señor y considerar sus maravillas!

El vino les abrasa 18, porque el calor del vino, comunicándose a las carnes, se convierte en ascua para las encendidas saetas del enemigo.

El vino sumerge en tinieblas a la razón y al entendimiento. Excita las pasiones y las lascivia como a un enjambre de abejas.

¿Qué carroza es arrastrada por un tronco sin auriga tan temerariamente? ¿Qué nave sin piloto no es agitada por las olas con más seguridad que el embriagado?

Contraste entre la embriaguez y la severidad cristiana. el juicio de Dios

Por estos males, hombres mezclados con mujeres, entregando sus almas al espíritu de la embriaguez, formando todos juntos una danza, se hirieron mutuamente con el aguijón de las pasiones. Las risas de una y otra parte, los cantares livianos, los gestos lascivos, todo era un llamado a la impureza.

¿Te ríes? Dime, ¿y te gozas, con gozo impuro, cuando te era mejor estar llorando y gimiendo los pecados pasados?

¿Entonas cantos de meretriz, olvidándote de los himnos y salmos que aprendiste?

¿Mueves los pies y saltas como los locos y bailas, cuando debieras hincar tus rodillas para adorar? ¿A quién lloraré? ¿A las doncellas aún no casadas o a las que están ya sujetas al yugo del matrimonio? Aquéllas volvieron sin la virginidad, éstas sin la fidelidad a sus maridos. Qué si algunas evitaron por ventura el pecado en sus cuerpos, recibieron por completo el mal en sus almas.

Lo mismo digo de los hombres. Si miró con malicia, malicia tiene. El que mira a una mujer para desearla, ha fornicado 19. Si tienen tanto peligro los que de paso e inadvertidamente miran a una mujer, ¿qué peligros no han de tener los que de propósito asisten a tales espectáculos para ver a unas mujeres que por la embriaguez se portan indecorosamente; que componen sus gestos para provocar la lascivia; que canten canciones muelles, que sólo con ser oídas pueden excitar la pasión de la carne en los lascivos? ¿Qué van a decir, qué excusa van a presentar quienes de tales espectáculos volvieron cargados de un enjambre de tantos males? ¿No se ven obligados a confesar que miraron para excitar su concupiscencia? Por lo tanto, son reos de adulterio, según el inevitable juicio de Dios.

¿Cómo os va a recibir el Espíritu Santo el día de Pentecostés, habiéndole tratado con tal desprecio el día de la Pascua?

La venida de este Espíritu fue clara y manifiesta a todos, pero tú has preferido hacerte habitación del espíritu contrario, y te has convertido en templo de ídolos 20, siendo así que deberías ser templo de Dios, donde habitase el Espíritu Santo. Has traído sobre ti la maldición del Profeta, que dice en nombre de Dios: Convertiré sus solemnidades en luto 21.

¿Cómo vais a mandar a vuestros siervos, cuando vosotros sois esclavos de vuestros brutales apetitos y de vuestra liviandad?

¿Cómo vais a aconsejar a vuestros hijos, si vosotros lleváis una vida escandalosa y desarreglada?

Remedios contra el exceso de la bebida. Exhortaciones

¿Pues qué? ¿Os abandonaré? Temo que el díscolo, tome de aquí ocasión para hacerse más desvergonzado 22; y que el compungido quede anegado en mayor tristeza.

La medicina, dice la Escritura, remediará grandes pecados 23. Cúrese con el ayuno, la embriaguez; con los Salmos, los cantares obscenos. Sean las lágrimas remedio de la risa. En vez de la danza, dóblese la rodilla. Al aplauso de las manos, sucedan los golpes de pecho. En lugar de la elegancia en el vestir, muéstrese la humildad.

Sobre todo, redímate del pecado la limosna 24. Porque el precio de la redención del hombre, son sus riquezas 25. Haz que muchos de los que yacen en la desgracia, sean tus compañeros en la oración, a no ser que todavía estés determinado a darte al mal.

Cuando el pueblo se sentó para comer y beber, y se levantaron para jugar (y su juego era la idolatría 26), los levitas, armados contra sus hermanos, consagraron sus manos al sacerdocio.

Así, que a todos los que teméis al Señor, a todos los que os habéis lamentado de la vileza de estos hechos execrables, os mandamos que os compadezcáis como de vuestros miembros enfermos, de los que se arrepientan de la locura de sus acciones. Pero si algunos se mantienen obstinados, y se burlan de vuestra tristeza por su causa salid de entre ellos y separaos, y no toquéis lo inmundo 27, para que avergonzados conozcan su maldad, y vosotros recibáis el premio del cielo de Finés 28, en el justo juicio de Nuestro Dios y Salvador Jesucristo, a quien sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.

Notas

1. El Sábado Santo.

2. Alúdese a las exhortaciones con que el Santo había querido disponer a los fieles a festejar santamente la Pascua.

3. Sab., VI, 7.

4. Jerm., XX, 9.

5. Isaías, III, 16.

6. Demonio voluntario es aquel que el hombre se elige por sí mismo, a quien voluntariamente abre las puertas siendo atormentado por su propio querer.

7. Salmo LXVIIT, 13.

8. El Santo, sigue, en estas explicaciones fisiológicas, el estado de la ciencia de su tiempo.

9. Prov., XXIII, 29.

10. I Cor., VI, 10.

11. Efes., V, 18.

12. Prov., XX, 1.

13. En la actualidad diríamos que beben al son de la guitarra y del acordeón.

14. Isaías, V, 11.

15. Filip., III, 19.

16. Salmo CXIII, 5.

17. Isaías, V, 11.

18. Ibíd.

19. Mt., V, 28.

20. Rom., VIII, 11.

21. Amos, VIII, 10.

22. II Cor., XI, 7.

23. Eccles., X, 4.

24. Dan.m IV, 24.

25. Prov., XIII, 8.

26. Exod., XXXII, 6.

27. Cor., VI, 17.

28. Núm., XXV, 11.

Atiende a Ti Mismo.

"Atiende a ti mismo, no sea que alguna vez una palabra oculta, se haga iniquidad en tu corazón" (Deut. 15:9)2.

Introducción

Dios Nuestro Creador, nos ha dado el uso de la palabra para que descubramos a los demás los designios del corazón; ya que somos de una misma naturaleza, quiere Dios que, comunique cada uno con su prójimo, sacando como de unas alacenas, las intenciones de los escondrijos del corazón. Si contásemos únicamente de alma, pronto nos entenderíamos con los demás por medio de lo que pensamos. Pero como nuestra alma elabora los pensamientos revestida con el traje de la carne, tiene necesidad de palabras y nombres para publicar lo que dentro tiene. Y así, luego que nuestro pensamiento toma una voz significativa llevado por la palabra como en una barca, cruzando el espacio, pasa del que habla al que oye. Si encuentra profunda calina y silencio, entra como en puertos tranquilos e imperturbados en los oídos de los que escuchan. Pero si como enfurecida tempestad, sopla contra el alboroto de los oyentes, naufragará disolviéndose en medio del espacio. Haced, pues calina a la palabra con el silencio. Porque tal vez aparezca conteniendo algo útil que podáis llevar con vosotros.

La palabra de la verdad es difícil de comprender; puede fácilmente escapárseles a los que no estén con atención. Por eso, dispuso el Espíritu Santo que fuese concisa y breve, para que significase con pocas palabras muchas cosas, y pudiese por la brevedad retenerse fácilmente en la memoria. Porque virtud natural de la palabra es el no ocultar con oscuridad las cosas que significan, no estar ociosa y vacía andando ligeramente alrededor de las cosas.

El porqué de la sentencia

Tal es la sentencia que poco ha nos leyeron de los libros de Moisés, de la cual os acordaréis muy bien los diligentes; a no ser que por su brevedad haya pasado ligeramente por vuestros oídos. Dice, pues, así: Atiende a ti mismo, no sea que alguna vez una palabra oculta se haga iniquidad en tu corazón 3.

Somos los hombres inclinados a los pecados del pensamiento. Por eso el que formó uno por uno nuestros corazones, sabiendo que la principal parte del pecado se comete con el apetito de la voluntad, ordenó en nosotros la pureza como la primera en la parte más noble. El sitio donde más fácilmente resbalamos al pecado lo ha favorecido con mayor esmero y vigilancia.

Y así como los médicos más previsores, defienden muy de antemano con medicinas preservativas las partes más débiles de los cuerpos; de la misma manera, el común curandero y verdadero médico de las almas, previno con más poderosos auxilios lo que conoció estar en nosotros más inclinado al pecado. Las acciones del cuerpo necesitan tiempo, oportunidad, trabajos, ayudantes, y los demás gastos. No así los movimientos de la mente, pues se ejecutan instantáneamente, se acaban sin cansancio, se detienen sin hacer nada; todo tiempo es apto para ellos.

Suele ocurrir que algún arrogante y vanaglorioso de su castidad, revestido por afuera con máscaras de pudor, sentándose muchas veces en medio de los que le llaman dichoso por su virtud, acude con su mente, por el oculto movimiento del corazón, al lugar del pecado. Ve con la imaginación lo que desea. Finge compañías indecorosas. Píntase claramente el placer en la escondida oficina de su corazón. Comete el pecado allá dentro sin testigos; desconocido por todos hasta que venga el que ha de descubrir los escondrijos de las tinieblas, y manifestar los deseos de los corazones 4.

Atiende, pues, no sea que alguna vez algún pensamiento oculto se haga iniquidad en tu corazón. Porque el que mire a una mujer para codiciarla, ya ha cometido adulterio en su corazón 5. Las acciones corporales las interrumpen muchos, mas el que peca con el deseo, ha cometido él pecado con la velocidad de los pensamientos. Por lo cual, contra esto tan resbaladizo, se nos dio pronto precaución. Así lo atestiguan las palabras: No sea que alguna vez una palabra oculta se haga delito en tu corazón.

Atiende a ti mismo para que puedas discernir lo dañoso de lo saludable

Pero volvamos al comienzo de la sentencia. Atiende a ti mismo. Todos los animales tienen por concesión de Dios, quien todo lo creó, movimientos para mirar por su propia naturaleza. Y encontrarás, si observas diligentemente, que la mayor parte de los brutos, sin que nadie les enseñe tienen odio a los que les dañan. Son atraídos por el contrario, por cierta inclinación natural, a gozar de lo que les es útil. Por eso mismo Dios, nuestro maestro, nos dio este gran precepto para que lo que ellos hacen por naturaleza, eso lo hagamos nosotros con el auxilio de la razón. Lo que ellos hacen inconsiderablemente, quiere Dios que lo hagamos nosotros con atención y con la continua dirección de los pensamientos. Quiere que seamos guardas diligentes de los movimientos que El nos da, huyendo del pecado como huyen los brutos de las comidas venenosas y siguiendo la justicia como siguen ellos las nutritivas hierbas.

Atiende por lo tanto a ti mismo, para que puedas discernir lo dañoso de lo saludable.

Dos maneras de atender a sí mismo

Dos maneras hay de atender: una, contemplando con los ojos corporales las cosas visibles; otra, elevando la facultad espiritual del alma a la contemplación de las cosas incorpóreas. Si dijésemos que este precepto sólo se refiere a la acción de los ojos, mostraremos de inmediato la imposibilidad de esto. Porque ¿cómo uno se abarcaría a sí todo con el ojo? Pues, ni el ojo usa de su mirada para verse a sí mismo, ni puede ver la parte superior de la cabeza, ni las espaldas, ni el rostro, ni la interior disposición de las entrañas. Por otra parte, sería una impiedad decir que no pueden guardarse los mandamientos del Espíritu Santo.

Resta, pues, que entendamos el precepto en cuanto se refiere a la acción del entendimiento.

Atiende a ti mismo, es decir: examínate a ti mismo por todas partes. Ten despiertos los ojos del alma para vigilarte a ti mismo.

Atraviesas por medio de lazos 6. Yacen ocultas por todas partes, trampas puestas por el enemigo. Examina, pues, todo lo que está a tu alrededor, para que te libres como el gamo de los lazos, y como el ave de la trampa 7. Porque al gamo no se le puede agarrar con lazos por la agudeza de su vista, por donde se lo llama así por la perspicacia de sus ojos. Y el pájaro, cuando está atento, con sus ligeras alas se remonta sobre las celadas de los cazadores.

Pues mira. No te muestres más perezoso que los irracionales en vigilarte a ti mismo. Está, atento, no sea que alguna vez, enredado en los lazos, seas presa del diablo, cazado por él en vida para ser su juguete.

Atiende únicamente a ti mismo, a tu alma

Atiende, pues, a ti mismo; a saber, no a tus cosas, ni a lo que te rodea, sino atiende únicamente a ti mismo. Porque una cosa somos nosotros mismos, y otra nuestras cosas; y otra, todo lo que nos rodea. Nosotros somos el alma y la mente en cuanto que hemos sido hechos a imagen del Creador. Cosa nuestra es el cuerpo y sus sentidos. Lo que nos rodea son las riquezas, artes y lo demás concerniente a la vida.

¿Qué dice, pues, la sentencia? No atiendas a la carne ni busques en manera alguna su bien; la salud, la hermosura, el goce de los placeres, la larga vida. No admires las riquezas, la honra y el poder. No tengas por cosa grande cuanto satisface las necesidades de la vida temporal, no sea que desprecies, por la afición a estas cosas, la vida más excelente que tienes. Atiende a ti mismo; es decir a tu alma. Adórnala, cuídala, hasta que desaparezca, por tu diligencia, toda suciedad que se la haya pegado del mal. Procura borrar toda la deshonra que le haya venido del pecado. Adórnala y embellécela con galas de virtud.

Examínate a ti mismo quien eres. Conoce tu naturaleza: que es mortal tu cuerpo, e inmortal el alma. Conoce que tenemos una vida doble: una, perteneciente a la carne, que pasa velozmente; otra, perteneciente al alma, que no tiene límite.

Reflexiona diligentemente sobre ti mismo para dar a cada uno lo conveniente

Atiende, pues, a ti mismo. No te pegues a las cosas perecederas como si fueran eternas. No desprecies las eternas como si fueran pasajeras. Desprecia la carne, porque pasa; cuida del alma, que es inmortal. Reflexiona con toda diligencia sobre ti mismo, para que aprendas a dar a cada uno lo conveniente: a la carne los alimentos y los vestidos, y al alma las enseñanzas de la piedad, el comportamiento honesto, el ejercicio de la virtud, el dominio de las pasiones. Atiende a ti mismo para que no engordes excesivamente al cuerpo, ni andes solícito por la abundancia de la carne. Porque la carne desea contra el espíritu, y el espíritu contra la carne y mutuamente se contrarían ambos 8. Atiende a ti mismo, no sea que, condescendiendo con la carne, des mayor poder al que menos vale. Porque así como en los fieles de las balanzas, si cargas mucho un platillo haces necesariamente al que está enfrente, en el lado contrario, más ligero, así también en el cuerpo y en el alma la superioridad del uno comporta necesariamente la debilidad del otro. Y es así, que gozando de bienestar el cuerpo, y pesado por su obesidad, necesariamente el entendimiento está débil y flojo para sus operaciones propias, mientras que, por el contrario, estando bien el alma y levantada a su propia grandeza, por medio de ejercicio del bien, síguese el que la debilite esta complexión del cuerpo.

Precepto útil para todos

Y este mismo precepto es útil para los débiles, y en sumo grado consciente para los fuertes. También los médicos de las enfermedades aconsejan a los pacientes a que atiendan a sí mismos, y nada descuiden de lo perteneciente a su salud. Pues de una manera semejante, la sentencia, el médico de nuestras almas, sana con este pequeño remedio al alma enferma por el pecado. Atiende por lo tanto a ti mismo, para que conforme lo exige tu delito, recibas el remedio de la salud.

¿Es grande y horrible tu pecado? Pues necesitas mucho la confesión, lágrimas amargas, continuadas vigilias, ayunos no interrumpidos.

¿Es ligera y tolerable tu falta? Sea igual también la penitencia. Unicamente atiende a ti mismo, para que conozcas la salud y la enfermedad del alma. Porque muchos teniendo grandes e incurables enfermedades, ni se dan cuenta siquiera, por su excesiva inconsideración, que están enfermos.

Grande es también la utilidad que se sigue de esta sentencia para los robustos en sus obras. Una misma sentencia, sana a los enfermos y perfecciona a los sanos. Cada uno de nosotros, que somos discípulos de esta sentencia, es administrador de algún oficio de los que prescribe el Evangelio 9. Porque en esta gran casa de la Iglesia, no sólo hay ajuares de todas clases, de oro y de plata, de madera y de barro, sino que hay también toda clase de artes. Tiene la casa de Dios, que es la Iglesia del Dios Vivo lo, cazadores, atletas, soldados. A todos éstos se adapta esta breve sentencia. Comunica a cada uno diligencia en el trabajo, y entusiasmo en la voluntad. Eres cazador enviado por el Señor, que dijo:

He aquí que yo envío muchos cazadores y los cazarán por todos los bosques 11.

Atiende, pues, con diligencia, no se te escape la presa, para que cazando con la palabra de la verdad a los que se han convertido en fieras, por sus servicios, los traigas al Salvador. Eres caminante como lo era aquel que oraba así: Dirige mis pasos 12.

Atiende a ti mismo. No tuerzas el camino, no te separes a la derecha o a la izquierda 13. Vete por el camino real. El arquitecto eche sobre la mente el cimiento de la fe, que es Cristo Jesús 14. El albañil mire como edifica, no con madera, ni heno, ni paja, sino con oro, plata y piedras preciosas. Tú, pastor, atiende, no te pase por alto alguna de las cosas que requiere el oficio pastoril. Y ¿qué cosas son éstas? Encamina al perdido, venda al golpeado, cura al enfermo.

Tú labrador, cava alrededor de la higuera infructuosa y arroja allí lo que ayude para la fecundidad.

Tú que eres soldado, colabora al Evangelio pelea valiente, combate 15 contra todos los espíritus del mal, contra las pasiones de la carne; toma toda la armadura de Dios: no te compliques en los negocios de la vida para que agrades al que te eligió para su milicia.

Tú atleta, atiende a ti mismo. No faltes a las leyes atléticas; porque ninguno es coronado si no luchó legalmente 16. Imita a San Pedro que corría y peleaba y era luchador; y así tú, como un buen combatiente, ten firme la mirada de tu alma. Cubre las partes más peligrosas con el impedimento de tus manos; ten fijos los ojos en el adversario. En tus carreras tiende tu vista a lo que te queda por delante 17. Corre de suerte que ganes el premio 18. Oponte en la lucha a los enemigos invisibles.

Tal quiere la sentencia que seas durante la vida; no cobarde ni perezoso, sino cauto y vigilante gobernador de ti mismo.

No me bastaría el día entero si hubiera de continuar exponiendo, sea las obligaciones de los que coadyuvaban al Evangelio de Cristo, sea la eficacia del precepto y cuán bien se acomoda a todos.

Atiende a ti mismo, previniéndote contra las vanas ilusiones

Atiende a ti mismo. Se sobrio, aconsejado, observador de las cosas presentes, previsor de lo futuro. No pierdas lo ya presente, por tu pereza, ni te prometas el goce de lo que ni es, ni tal vez será, como si estuviese ya en tus manos.

Y ¿no está por naturaleza esta enfermedad en los jóvenes que por la ligereza de su entendimiento creen poseer ya lo que esperan? Porque cuando alguna vez están en reposo, o en el descanso de la noche, se fraguan ellos mismos imágenes que no existen, son arrastrados por la insensibilidad de su mente a todas las cosas. Prométense el esplendor de la vida, brillante boda, feliz descendencia, larga vejez y honores de parte de todos. Después, no pudiendo detener sus esperanzas en ninguna cosa, son arrebatados a las mayores cosas humanas. Poseen casas hermosas y grandes. Las llenan de toda clase de cosas preciosas. Ponen a su alrededor cuanto la vanidad de sus pensamientos les señala de terreno en el mundo. Las riquezas que de allí resultan, las encierran en los cofres de la vanidad.

A todo esto, añaden rebaños, innumerables multitud de domésticos, puestos políticos, dignidades militares, guerras, trofeos, el mismo reino.

Todas estas cosas consideradas en las ficciones vacías de su mente, debido a su excesiva locura, les parece como que ya las gozaran de presente. Parece como que tuvieron ante sus pies lo que tan solo esperan. Tener sueños estando despierto, es una enfermedad propia de un alma débil y perezosa.

Pues bien, la Escritura, para estrujar esta vana soberbia de la inteligencia, y esta vanagloria de nuestros pensamientos, y para reprimir como con un freno de inconstancia de la mente, nos anuncia este grande y sabio precepto: "Atiende a ti mismo, sin prometerte lo que no existe, y dirige las cosas presentes a tu utilidad."

Atiende a ti mismo y no quieras averiguar los males de otros

Creo que el legislador usó también esta amonestación para hacer desaparecer asimismo este vicio de la sociedad. El indagar curiosamente los males ajenos, nos es más fácil a todos, que el indagar diligentemente lo propio. A fin de que esto no suceda, (el legislador nos) dice: "Cesa de averiguar los males ajenos. No entregues a la ociosidad tus pensamientos para que se ocupen de la vida de los demás. Atiende a ti mismo, a saber, vuelve los ojos de tu alma para averiguar tus propias cosas." Pues muchos, como dice el Señor, ven una pajuela en el ojo de su hermano, y no ven la viga que llevan en el suyo 18.

Por lo tanto, no ceses de examinarte a ti mismo. Examina tu vida, si marcha conforme al precepto. No te preocupes de lo que hay por de fuera a tu alrededor. No te ocupes de observar y ver si acaso puedes encontrar en alguna parte ocasión de reprender a alguno. No seas como aquel soberbio y arrogante fariseo que estaba de pie llamándose a sí mismo justo, y despreciando al mismo tiempo al publicano. Tú, por el contrario, no ceses de pedirte cuenta a ti mismo. Examínate si has pecado con tu pensamiento, si tu lengua se ha deslizado en algo, adelantándote a la razón, si en las obras de tus ruanos has hecho algo temerario. Y si en tu vida encontrares muchos pecados (y seguramente que siendo hombre los encontrarás), di con él publicano: Oh Dios mío, compadeceos de mí, que soy un pecador 20.

Sentencia útil para todas las circunstancias de la vida

Atiende, pues, a ti mismo. Esta sentencia aun cuando tu vida se deslice prósperamente y goces de espléndida felicidad, será útil como un buen consejero que trae a la memoria las cosas humanas. Y si eres atribulado por las adversidades, irá también a su tiempo junto a tu corazón; de modo que ni la soberbia te levantará a jactancia, ni tampoco caerás por la desesperación en una deshonrosa tristeza.

¿Estás orgulloso por tus riquezas y te jactas de la gloria de tus antepasados? ¿Te engríes de la patria y de la belleza del cuerpo y de los honores que de todos recibes? Atiende a ti mismo que eres mortal, que eres tierra y en tierra te has de convertir 21. Vuelve la vista hacia los que antes de ti estuvieron en semejantes honras. ¿Dónde están los que fueron admirados por su poder político? ¿Dónde los oradores invencibles? ¿Dónde los que reunían públicas, asambleas; los que alimentaban briosos corceles, los generales, los sátrapas, los tiranos? ¿No es todo polvo? ¿No fue todo fábula? ¿No se conserva en unos pocos huesos la memoria de su vida? Revuelve las sepulturas, a ver si puedes distinguir cuál fue el siervo y cuál el señor, quién el pobre y quién el rico. Separa, si puedes, al vasallo del rey, al valiente del cobarde, al hermoso del feo.

Por consiguiente, si te acuerdas de tu naturaleza, jamás te ensoberbecerás. Y te acordarás de ti, si atiendes a ti mismo.

¿Eres de nacimiento humilde y desconocido, pobre nacido de pobres, sin casa, sin ciudad, débil, necesitado del alimento de cada día? ¿Temes a los poderosos y te abajas por lo humilde de tu vida? El pobre, dicen los Proverbios, no sufre la amenaza 22. Pero no te desalientes. Si en la actualidad no tienes nada digno de ser emulado, no depongas por eso tu esperanza. Levanta tu ánimo a los bienes que ya te ha comunicado Dios, y a los que te esperan después por su promesa.

Porque, mira, en primer lugar, eres hombre. Eres el único entre los animales formado por Dios 23,. ¿Por ventura al que bien lo piensa no basta esto para consuelo grande? ¿No le basta para su consuelo el haber sido formado por las mismas críanos de Dios que todo lo creó? Por otra parte; ¿no te basta que hecho e imagen de tu Creador, puedas subir, por la práctica de la virtud, a una honra semejante a la de los ángeles? Tienes un alma dotada de inteligencia con la que puedes conocer a Dios. Al averiguar, por medio de la razón, la naturaleza de las cosas, adquieres el sabrosísimo fruto de la sabiduría. Además, todos los animales de la tierra, tanto los domésticos como los de los bosques, los que se crían en las aguas como los volátiles, te sirven a ti y están bajo tu dominio.

¿No fue el hombre quien inventó las artes y edificó las ciudades? ¿No fue él, quien descubrió las cosas necesarias y las placenteras? ¿Los mares, no le han abierto el camino, gracias a su entendimiento? Y el aire y el cielo y los coros de las estrellas, ¿no le muestran su orden? ¿Por qué entonces te desanimas por no tener un caballo de plateadas bridas? En cambio, tienes al Sol que con más contante curso, durante todo el día, está sirviéndote de antorcha.

No tienes el resplandor del oro y de la plata. Pero tienes a la luna que te alumbra con su resplandor.

No te paseas en carrozas recamadas de oro. Pero tienes pies, vehículo propio y hecho para ti. ¿Por qué entonces considerar dichosos a los que tienen los bolsillos llenos mientras necesitan de pies ajenos para andar?

No duermes en cama de marfil. Pero tienes la tierra, que vale mucho más que todos los marfiles. Sobre ella es dulce el descanso, y veloz el sueño, libre de cuidados.

No habitas bajo techo dorado. Pero tienes el cielo radiante, con la majestuosa belleza de los astros.

Pero eso es humano. Tienes cosas mejores aún. Dios mismo habitó por ti en medio de los hombres. Tienes la comunicación del Espíritu Santo. Tienes la destrucción de la muerte y la esperanza de la resurrección. En tu poder están los preceptos divinos que perfeccionan tu vida. En tu poder está el acercarte a Dios por medio de los mandamientos. El reino de los cielos está dispuesto para ti. Coronas de justicias, están preparadas para quien no huye de los trabajos de la virtud.

En todas las ocasiones ten presente este precepto: "Atiende a ti mismo"

Si atiendes a ti mismo, esto y mucho más, encontrarás a tu alrededor. Gozarás de los bienes presentes y no te desanimarás por los que te faltan.

Si en todas las ocasiones tienes presente este precepto, te prestará siempre un auxilio muy grande.

Por ejemplo: ¿Acaso tu ira predomina a la razón y te impulsa a proferir palabras poco decorosas, y a poner por obra acciones crueles y fieras? Pues si atiendes a ti mismo refrenarás la ira como a un potro indómito y brioso, maltratándola, con los golpes de la razón, como con un látigo. Además reprimirás tu lengua y no levantarás tu mano contra quien te irrita.

¿Acaso malos deseos aguijonean tu alma y la arrastran a movimientos lascivos y voluptuosos? Pues si atiendes a ti mismo y recuerdas que ese placer presente te conducirá a un amargo fin, y que ese mismo goce que ahora resulta en nuestro cuerpo por el placer, engendrará el venenoso gusano que para siempre nos atormentará en el infierno, y que el ardor de la carne ha de ser la causa del fuego eterno: entonces, seguramente que pronto se alejarán ahuyentados los placeres y surgirá dentro de tu alma una admirable tranquilidad y paz. Ocurrirá como en el alboroto de las criadas disolutas, que cesa de inmediato con la presencia de la prudente ama de casa.

Atiende, pues, a ti mismo. Y conoce que tu alma, por una parte es racional y capaz de discurrir, y por otra, está inclinada a las pasiones y a la irracionalidad. En cuanto a lo primero, en cuanto racional, le toca, por naturaleza, mandar. A las pasiones corresponde, sujetarse y obedecer a la razón.

No permitas, pues, que la razón se rinda a las pasiones y se haga esclava de ellas. No permitas que éstas se levanten contra la razón y se adueñen del imperio del alma.

El diligente examen de sí mismo conduce al conocimiento de Dios

Por último, el diligente examen de ti mismo, te conducirá, como por la mano, al conocimiento de Dios. Pues, si atiendes a ti mismo, nada te costará investigar mediante la disposición de las cosas creadas, al Hacedor. En ti mismo, como en un "microcosmos" advertirás la gran sabiduría del Criador. Por el alma inmortal que en ti habita, entenderás que Dios es incorpóreo. Entenderás que no está limitado a ningún lugar alguno, sino que ocupa lugar por la unión que tiene con el cuerpo. Creerás que Dios es invisible, al reflexionar sobre tu alma, porque tampoco a ésta se le puede ver con los ojos del cuerpo. Pues ni tiene color, ni figura, ni le conviene ninguna cualidad del cuerpo, sino que tan sólo por sus operaciones se la conoce. Por lo tanto, no pretendas conocer a Dios por tus ojos, sino que trayendo la fe a tu mente, has de tener de El un conocimiento espiritual.

Admira cómo el artífice ha unido la energía de tu alma con el cuerpo; de manera que extendiéndose hasta sus extremidades, hace conspirar hacia un mismo fin a miembros tan distantes entre sí.

Admira la fuerza que el alma comunica al cuerpo. Admira cómo la carne obedece al alma. Admira cómo el cuerpo recibe la vida del alma y ésta recibe en cambio sinsabores del cuerpo. Admira el bagaje de enseñanzas que tiene el alma; cómo al conocimiento de las cosas aprendidas anteriormente no estorban los nuevos conocimientos que adquieres, sino que los recuerdos se conservan distintamente y sin confusión, esculpidos, como en una lámina de bronce, en la parte más noble del alma. Admira finalmente, como, purificada de la torpeza del vicio, se hace, por la virtud, semejante al Criador.

Atiende a ti mismo para que atiendas a Dios

Después de contemplar al alma, observa también, si te parece, la estructura del cuerpo. Admira cómo el mejor artífice le ha fabricado para que sea idónea morada del alma racional.

Además, observa cómo Dios únicamente al hombre, entre todos los animales, le formó derecho, a fin de que sepas, por tu misma postura, que tienes origen divino. Pues todos los cuadrúpedos miran a la tierra y se inclinan hacia su vientre. Pero en el hombre, la mirada está dispuesta de tal manera que vea el cielo, a fin de que no complazca a su vientre ni a los bajos apetitos; sino para que tenga puesta toda su intención en el camino hacia el cielo. Además, colocada, la cabeza en la parte superior, puso en ellas los sentidos. Allí está la vista, el oído, el gusto, el olfato, colocados todos, unos cerca de otros. Y sin embargo sujetos como están a un lugar tan pequeño, cada uno no estorba en nada, la acción del otro. Los ojos ocupan la más alta atalaya, a fin de que ninguna parte del cuerpo les haga sombra, sino que, colocados bajo la defensa de las cejas, extiendan su mirada, derechamente, desde lo más alto y levantado. El oído no está abierto en línea recta, sino que los sonidos que se producen en la atmósfera, los percibe por una tortuosa abertura. Esto está hecho con gran sabiduría. Porque de esta manera se da libre paso a la voz, y cuando entra por las concavidades resuenan sin que dañe al sentido lo que se desliza por defuera.

Observa la naturaleza de la lengua. Mira cuán delicada y flexible es, y sin embargo, suficiente para usar toda clase de palabras, gracias a la variedad de sus movimientos. Los dientes, son medios para la voz, prestando grande ayuda a la lengua; son a la vez los que coadyuvan de las funciones digestivas.

Y de esta manera podrás recorrer y raciocinar convenientemente acerca de todas las cosas. Podrás admirar la respiración del aire por el pulmón, la respiración del calor en el corazón, los órganos de la digestión, los canales de la sangre. Y por medio de todas estas cosas, podrás conocer la investigable sabiduría del Criador. El mismo te lo dice por el profeta: -Admirable se ha hecho tu sabiduría en mi 24.

Atiende, pues, a ti mismo, para que atiendas a Dios, a Quien sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.

Notas

2. Este es el texto tal como lo tradujeron los Setenta. La Vulgata traduce: "Cave ne forte subrepar tibi impia cogitatio et dicas in corde tuo...."

3. Deut., XV, 9.

4. 1 Cor., IV, 5.

5. Mt, V, 28.

6. Eclesiástico, IX, 20.

7. Prov., VI, 5.

8. Galat., V, 17.

9. II Tim., III, 20.

10. I Tim., III, 15.

11. Jer., XVI, 16.

12. Salmo CXVIII, 133.

13. Deut., V, 32.

14. 1 Cor.,111, 2.

15. 1 Tim., IRr 15.

16. II Tim., II, 5.

17. Hip.,111, 13.

18. 1 Cor., IX, 24:

19. Mt., VII, 3

20. Lc., XVIR,13.

21. Gén., III, 10.

22: Pro,, XIII, 8>

23. Gén., II, 7.

24. Salmo CXXXVIII, 6.

En Honor de San Barlaam, Mártir.

Advertencia preliminar

El día, 19 de noviembre, anuncia el martirologio la fiesta de este santo, de la siguiente manera: "Cesarea de Capadocia, San Barlaam, mártir, que, aunque rústico, y sin letras, fortalecido por la sabiduría de Cristo, venció con su constancia en la fe al tirano y al mismo fuego: en su fiesta predicó San Basilio un elocuente panegírico."

Panegírico. La muerte de los santos se festeja con júbilo

Antes se celebraba la fiesta de los santos con lágrimas y gemidos. José lloró amargamente la muerte de Jacob 1. Los judíos lloraron mucho la muerte de Moisés 2. Lloraron también con abundantes lágrimas a Samuel 3.

Pero ahora nos alegramos con la muerte de los justos. Porque la naturaleza del dolor ha cambiado después de la Cruz.

Ya no acompañamos con lágrimas la muerte de los santos. Danzamos, por el contrario, con coros divinos alrededor de sus sepulcros. Porque para los justos la muerte es sueño, o mejor dicho, es un viaje a mejor vida. He aquí porqué se alegran los mártires al ser degollados. El deseo de una vida más dichosa, amortece el dolor de las heridas. El mártir no mira los peligros, sino las coronas. No le horrorizan las heridas, sino que cuenta los premios. No se fija acá abajo en los verdugos que le golpean. Contempla con los ojos del alma a los ángeles que se congratulan desde el cielo. El mártir no considera lo momentáneo de los sufrimientos, sino lo eterno de los premios. También entre nosotros recogen el fruto magnífico de los honores. Son aclamados por todos con divinas alabanzas; arrastrando a miles de pueblos alrededor de sus sepulcros.

San Barlaam: insuperable maestro de piedad

Esto ha sucedido hoy al valiente Barlaam. Sonó la trompeta guerrera del mártir, y convocó como veis, a los soldados de la piedad. El constituido atleta de Cristo, fue anunciado con pregón. Y a toda esta asamblea de la Iglesia, dio alas para volar.

Dijo el señor de los fieles:

El que cree en mí, vivirá aunque haya muerto 4.

Pues bien; murió el esforzado Barlaam y convoca públicas asambleas. Está consumido en el sepulcro, e invita a un banquete.

Ahora sí que podemos exclamar:

¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el letrado? ¿Dónde el escudriñador de este siglo? 5.

Hoy, un hombre de campo es para nosotros insuperable maestro de piedad.

El tirano creía que se trataba de una presa que fácilmente se dejaría atrapar. Pero se dio cuenta, por experiencia, que se trataba de un guerrero invencible. Se reía de él, porque hablaba rústicamente, pero le aterró su angelical y juvenil vigor. Pues su ánimo no era bárbaro como lo era el órgano de la lengua. Su inteligencia no claudicaba a una con las sílabas. Era un segundo Pablo que con Pablo decía:

Dado que yo sea tosco en hablar; no lo soy sin embargo en la ciencia

Alegría y valor de San Barlaam en los tormentos

Los verdugos, atormentándole, quedaron sin fuerzas. Mientras tanto, el mártir, encontrábase más vigorizado. Las manos de los. que le maltrataban, se enervaban. Pero el ánimo del maltratado no se doblegaba. Los látigos separaban las junturas de los nervios, pero el vigor de la fe se robustecía con más tenacidad. Mientras los costados machucados se consumían, florecía la santidad del corazón.

Habían acabado con la mayor parte de su carne. No obstante, se encontraba vigoroso, cual si aún no hubiese comenzado el combate. Porque cuando la piedad se apodera del alma es entonces despreciable todo género de luchas. Debido al bien que el alma ama, los que la atormentan, más la deleitan antes bien y no la disgustan. De ello da testimonio aquel amor de los apóstoles que, en otro tiempo, les hacía agradables los azotes que recibían de los judíos. Porque se retiraban del consejo, gozosos de haber sido estimados dignos de ser atormentados por el nombre de Jesús 7.

Tal es también el guerrero a quien hoy honramos. Llevaba con alegría los tormentos, pensando que con los azotes le rodeaban de rosas. Mientras tanto, huía de los males de la impiedad, como de dardos. Consideraba la ira del juez cual sombra de humo. Reíase de los fieros escuadrones de satélites. Como si fuesen coronas, regocijábase de los peligros. Gozábase en las heridas como en los honores. Como si fuesen los más brillantes trofeos, saltaba de placer con los más agudos tormentos. Despreciaba las espadas desenvainadas. Sufría las manos de los verdugos, cual si fuesen más blandas que la cera. Besaba el leño del suplicio, como si fuese su salvación. Cual si estuviese en prados, se regocijaba. en los calabozos de la cárcel. Como con variedad de flores, se deleitaba en las invenciones de tormentos.

La mano de San Barlaam y su victoria sobre el fuego

Tuvo la mano derecha más firme que el fuego, último tormento que tuvo que soportar de parte de sus enemigos.

En efecto. Sus enemigos habían puesto fuego sobre el ara para ofrecer un sacrificio a los demonios. Ante ella llevan al mártir. Colócanse todos a su alrededor y le ordenan que ponga la diestra, extendida sobre el altar. Quieren que sirva como ara de bronce. Al encender el incienso colocado maliciosamente sobre la mano, esperaban que vencida por la fuerza del fuego, dejaría necesariamente caer en seguida el incienso sobre el ara.

¡Oh falaces astucias de los impíos!

— "Ya que no hemos doblegado — dicen — su ánimo con miles de heridas, doblemos al menos en la llama la mano del importuno luchador. Ya que con diversas máquinas no hemos abierto brecha en su ánimo, abrámosla al menos en su derecha introduciéndola en el fuego."

Pero los infelices ni siquiera de esta esperanza sacaron algo de provecho. Pues el fuego perforaba la mano, pero la mano estaba quieta, tolerando el fuego como si fuese ceniza. Nuestro héroe no dio la espada al enemigo fuego como los fugitivos. Su mano permaneció quieta, mostrándose valiente contra la llama. El fuego dio ocasión al mártir de exclamar con el profeta:

Bendito sea el Señor Dios mío, que adiestra mis manos para la pelea y mis dedos para manejar las armas 8.

El fuego peleaba contra la mano, pero fue derrotado. Tratábase la lucha entre la llama y la derecha del mártir. Y he aquí que la derecha del mártir obtuvo una victoria nueva en los combates. Porque al pasar la llama por medio de la mano, esta aún estaba extendida, preparada para el combate.

Alabanzas a la gloriosa mano del Santo

¡Oh mano más pertinaz que el fuego! ¡Oh mano que no has aprendido a doblegare al fuego! ¡Oh fuego que has aprendido a dejarte vencer por la mano!

El hierro, reblandecido por la tiranía del fuego, cede. El bronce, obedece asimismo a su poder. Hasta la dureza de las piedras suele dejarse vencer por el fuego. Pero su violencia que todo lo doma, al quemar la mano extendida del mártir, no pudo doblegarla.

Con cuánta razón podía decir el santo, al Señor:

Tú me asiste de la mano derecha, y guiásteme según tu voluntad, y me acogiste con gloria 9.

¡Gloria y honor, al invicto campeón de Cristo!

¿Cómo te llamaré, oh esforzado campeón de Cristo? ¿Te llamaré estatua? Disminuirá grandemente tu constancia. Porque el fuego deshace una estatua si la arrojan, mas a tu diestra ni siquiera la pudo obligar a que pareciese que se movía.

¿Te llamaré hierro? También esta semejanza es inferior a tu valentía. Porque tú eres el único que persuadiste al fuego de que no doblegaba tu mano. Tú, el único que tuviste tu diestra en lugar de ara. Tú, el único que al arder tu mano abofeteaste en el rostro a los demonios. Tú, el único que al hacerse carbón tu mano, deshiciste en aquel momento las cabezas de los demonios. Y después, convertida tu mano en cenizas, encegueces sus ejércitos y les pisoteas.

Mas, a qué empequeñecer al vencedor con pueriles y balbuceantes palabras? Cedamos las alabanzas del mártir a lenguas más espléndidas y magníficas. Invitemos a tomar parte en estas alabanzas a las trompetas más sonoras de los maestros.

Levantaos, brillantes pintores de hazañas atléticas. Engrandeced con vuestras artes la mutilada imagen de este General. Con los colores de vuestro arte, rodead de fulgores al coronado atleta que yo he pintado con tanta obscuridad. Deseo que me venzáis haciendo vosotros una hermosa pintura del mártir. Que yo me goce hoy de vuestra victoria, al ser vencido por vuestra habilidad. Vea yo mejor expresada por vosotros, la lucha entre la mano y el fuego. Que en vuestros cuadros, pueda ver yo, pintado con mayor esplendidez, al invicto luchador. Lloren los demonios, derrotados también ahora por las victorias del mártir renovadas por vosotros. Mostradles de nuevo, la mano ardiendo y victoriosa. Píntese asimismo en el cuadro, al árbitro del combate, Cristo, a Quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Notas

1. Gén., L, 1.

2. Deut., XXXIV, 8.

3. 1 Reyes, XV, 1.

4. Jn. XI, 25.

5. 1 Cor., I, 20.

6. 11 Cor., XI, 6.

7. Hech., V, 41.

8. Salmo CXLIII, 1.

9. Salmo LXXH, 24.

Homilía a los Ricos.

Advertencia

Por el comienzo y desarrollo de esta homilía, parece que acababan de leer el hecho que trae S. Mateo en los vers. 16-26 del capítulo XIX de su Evangelio y que traducimos a continuación para que más se aprecie el valor de esta verdadera joya oratoria:

16. Y he aquí que acercándose uno (a Jesús) le dijo: Maestro bueno, ¿qué bien haré para alcanzar la vida eterna?

17. Y él le dijo: ¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno solo es el bueno, Dios. Pues si quieres alcanzar la vida, guarda los mandamientos.

18. Dícele: ¿Cuáles? Y Jesús dijo: Aquello de: "no matarás, no cometerás adulterio, no hurtarás, no levantarás falso testimonio" 1.

19. "Honra al padre y a la madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo" 2.

20. Dícele el mancebo: Todo esto lo he guardado desde mi mocedad; ¿qué me falta aún?

21. Díjole Jesús: Si quieres ser perfecto, ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres., y tendrás un tesoro en el cielo; y ven, y sígueme.

22. Así que hubo oído el joven estas palabras, se marchó contristado, porque tenía muchos bienes.

23. Y Jesús dijo a sus discípulos: En verdad os digo que un rico difícilmente entrará en el reino de los cielos.

24. Y os vuelvo a decir: Más fácil es que un camello pase por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el reino de los cielos.

25. Y cuando oyeron esto los discípulos se quedaron en gran manera pasmados, diciendo: ¿Pues quién puede salvarse?

26. Más mirándoles Jesús les dijo: Para los hombres esto es imposible, pero todo es posible para Dios.

El joven rico

No hace mucho que se nos habló de este joven 1, y el que escuchó con atención se acordará bien de lo que entonces se dijo. Y lo primero, que no es el mismo que aquel perito en la ley de quien hace mención San Lucas 2. Aquel era un tentador, que hacía preguntas fingidas; mas este preguntaba con recta intención, aunque no escuchó con docilidad. Porque si hubiese preguntado por desprecio, no hubiese marchado triste con la respuesta del Señor. Por eso su carácter se nos presentaba como una mezcla, pues la escritura nos la muestra laudable en parte, y en parte desgraciadísimo y completamente desahuciado. Porque el conocer al que de veras es maestro y el dar este nombre al único y verdadero, despreciando la soberbia de los fariseos, la opinión de los jurisconsultos y la turba de los escribas, esto era lo que se alababa. Y se aprobó también el que manifestase aquella solicitud por saber cómo alcanzaría la vida eterna. Pero el no haber grabado en su corazón los saludables consejos que escuchó de labios del verdadero maestro, el no haberlos puesto por obra, sino el que cegado por la pasión de la avaricia huyese triste; nos descubre toda su voluntad, no deseosa de seguir lo más provechoso, sino lo que a todos es más agradable. Esto prueba la inconstancia de su carácter y lo inconsecuente que era consigo mismo. ¿Le llamas maestro, y no haces lo que debe hacer un discípulo? ¿Confiesas que es bueno, y rechazas lo que te da? Porque el que es bueno, es a la vez comunicador de bienes. Le preguntas sobre la vida eterna, y muestras estar dado enteramente a los deleites de la vida presente. Mas, ¿qué consejo impracticable o pesado, o intolerable te propuso el Maestro? "Vende lo que tienes y dáselo a los pobres"1. Si te hubiera propuesto los trabajos de la agricultura, o los peligros del comercio, o cualquier otra molestia de las que acompañan a los que andan tras el dinero, se comprende que, llevando a mal el consejo, te retirases triste: pero si por un camino tan fácil, que no te había de costar trabajo o sudor alguno, promete hacerte heredero de la vida eterna, ¿por qué no te alegras de la facilidad de alcanzar tu salvación? ¿Por qué se apena tu corazón y te retiras triste, y te haces inútiles los trabajos que ya habías llevado a cabo? Porque si, como dices, ni has matado, ni has cometido adulterio, ni has hurtado, ni has levantado falso testimonio a nadie, haces infructuosa la diligencia que has puesto en observar esto, pues no quieres también cumplir lo demás, sólo con lo cual podrás entrar en el reino de Dios. Si el médico prometiese restituirte aquellos miembros que o por la naturaleza, o por alguna enfermedad tenías mutilados; no oirías esto con tristeza: y porque el gran médico de las almas quiere perfeccionarte a ti despojado de los principales bienes, no recibes el beneficio sino que lloras y te pones triste.

No lo has guardado todo

Manifiestamente, lejos estás de aquel precepto que manda amar a tu prójimo como a ti mismo 2 y falsamente atestiguas haberla guardado. Porque, mira, este mandamiento del Señor prueba que tú eres completamente ajeno a la verdadera caridad. Porque si era verdad lo que afirmaste, que habías cumplido desde tu juventud con el precepto de la caridad, y que habías dado a los demás lo que a ti mismo ¿de dónde, dime, te ha venido esta abundancia de riquezas? Pues el cuidado de los necesitados gasta las riquezas; pues cada uno ha de recibir un poco según su necesidad; y todos han de repartir igualmente sus bienes y gastarlos entre los pobres.

Por eso el que ama al prójimo como a sí mismo, no posee más que su prójimo. Pero tú te presentas con muchas riquezas. ¿De dónde pues, te han venido sino de que has pospuesto a tus comodidades, el bienestar de muchos? De manera que cuanto más abundas en riquezas, tanto menor es tu caridad. Que si hubieses amado a tu prójimo, sin duda hubieras repartido con él tu dinero. Mas ahora tienes pegadas a ti las riquezas más estrechamente que los miembros del cuerpo, y cuando se separan de ti te duele lo mismo que si te cortasen la parte más principal de él. Si hubieras vestido al desnudo, si hubieras dado tu pan al hambriento, si hubieras abierto tus puertas al peregrino, si te hubieras hecho padre de los huérfanos, si te hubieras compadecido del enfermo, ¿qué riquezas, dime, te costaría dejar? ¿Cómo habías de llevar a mal, dejar lo que te quedaba, si ya antes habías procurado distribuirlo a los necesitados? Además, a ninguno le cuesta dar su dinero en las ferias cuando por él se provee de otras cosas necesarias; y cuando por poco dinero se hace con alguna cosa de mucha estima, se alegra porque ha negociado con felicidad; y ¿tú te entristeces porque das oro y plata y riquezas; es decir, piedra y polvo, para poseer la vida eterna?

¿En qué emplearás las riquezas?

Mas ¿en qué emplearás la riqueza? ¿Te vestirás con precioso traje? Bástate una túnica de dos codos, y un solo manto puede satisfacer la necesidad de vestidos. ¿Gastarás tus riquezas en comidas? Un solo pan basta para saciar el vientre. Pues ¿por qué te entristeces? ¿Qué es lo que pierdes? ¿La gloria que nace de las riquezas? Si no buscases la gloria terrena, encontrarías la verdadera y resplandeciente gloria que te condujera al reino de los cielos. Pero el mismo poseer las riquezas es cosa deleitosa, aunque ningún provecho resulte de ella. Mas todos sabéis que el deseo de las cosas inútiles es irracional. Te parecerá increíble lo que voy a decir, y es más cierto que cualquier otra cosa. La riqueza, repartida de la manera que el Señor manda, suele durar; retenida, pasa a manos de otro. Si la guardas, no la poseerás; si la repartes, no la perderás. Porque, "La distribuyó, se la dio a los pobres; su justicia permanecerá para siempre" 4. Pero la mayor parte de los hombres apetecen la riqueza, no por los vestidos o alimentos, sino que ha discurrido el diablo el artificio de sugerir a los ricos mil ocasiones de gastar su dinero, hasta el punto de procurarse como necesario lo superfluo y lo inútil, y de no bastarle nada para los gastos que tienen premeditados. Dividen su riqueza para la necesidad presente y para la que vendrá; y separan una parte para ellos, y otra para sus hijos. Después dividenla también para diversas ocasiones que tengan de gastar. Escucha las cosas a que las destinan: Este dinero, dicen, usémoslo; este otro quede escondido. Lo destinado a nuestros usos, traspase los límites de la necesidad: esto gástese en la opulencia doméstica, aquello sirva para el fausto exterior; esto suministre gastos en abundancia al que tenga que hacer un viaje, aquello proporcione al que quede en casa una vida opípara y fastuosa; de suerte que me admiro de los gastos inútiles en que se piensa. Poseen innumerables carrozas: unas conducen los equipajes; otras, cubiertas de bronce y plata, les conducen a ellos mismos. Numerosos caballos, cuya raza se aprecia por la nobleza de los padres, como se hace entre los hombres. Unos llevan a estos voluptuosos a través de la ciudad, otros prestan sus servicios en la casa, otros en los viajes. Los frenos, los correajes, los collares: todo de plata, todo adornado con oro. Mantos de púrpura adornan a los caballos como a unos esposos; muchedumbre de mulos de distinto color: sus aurigas se suceden unos a otros, caminando unos delante, otros detrás. El número de los demás sirvientes es infinito y suficiente para toda clase de ostentación: mayordomos, despenseros, agricultores, peritos en todas las artes, tanto en las necesarias como en las deleitables y voluptuosas; cocineros, panaderos, coperos, cazadores, escultores, pintores, operarios de toda clase de placer. Manadas de camellos, unos para llevar cargas, otros para que anden por las selvas; multitud de caballos y de bueyes, rebaños de ovejas y de puercos; sus respectivos pastores; campos que no sólo basten para alimentar a todos estos, sino que aumenten aún con sus cosechas las riquezas; balneario en la ciudad; balneario en el campo; casas que brillan con mármoles de toda clase: unos de piedra frigias, otros de incrustaciones lacónicas o tesálicas; y de estas casas, unas calientan en invierno, otras refrescan en el verano. El pavimento adornado con variedad de piedrecitas; el oro reviste la techumbre. Los trozos de pared en que no hay incrustaciones, están adornados con flores pintadas.

Y, cuando distribuidas las riquezas en mil usos, sobran todavía: entonces las entierran y las guardan en sitios escondidos. — No sabemos lo que ha de suceder; a lo mejor nos sobrevienen necesidades inesperadas-. Tampoco sabes si has de necesitar el oro enterrado: lo que sabes como cierto es el castigo que merecen las costumbres inhumanas. Después que no puedes gastar el oro en un sin número de invenciones, lo ocultas debajo de la tierra. Locura increíble: cavar la tierra cuando el oro estaba en las minas; y volverlo a esconder en la tierra después de haberlo descubierto. Seas quien fueres el que entierras las riquezas; con ellas entierras tu corazón. Porque "donde está tu tesoro, dice la Escritura, allí está también tu corazón" 5. Por eso los mandamientos entristecen su corazón, porque les parece intolerable la vida, si no la emplean en gastos inútiles. Y lo que le sucede a este joven, sucede a los que le imitan; me parece semejante a lo que sucedería a un viajero que, arrastrado por el deseo de ver una ciudad, se dirigiese a ella apresuradamente; pero que, deteniéndose en las primeras hosterías de junto a la muralla, se abstuviese por la pereza de moverse un poco más, e hiciese inútil el trabajo que se había impuesto, privándose de ver las bellezas de la ciudad. Tales son los que quieren cumplir los demás mandamientos sin desprenderse de sus riquezas. A no pocos he conocido yo que ayunaban, que oraban, que gemían, que ejercitaban toda clase de piedad que no exige gasto alguno; pero que ni un óbolo daban a los pobres. ¿Qué les aprovecha a estos el ejercicio de las demás virtudes? Porque no les ha de recibir el reino de los cielos: pues "más fácil es, dice, que un camello entre por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el reino de los cielos" 6. Tan terminante es la sentencia, infalible el que la dice, pero raros los que la practican. -Más, ¿cómo viviremos, me decís, si lo dejamos todo?- ¿Qué especie de vida habrá, si todos venden lo que tienen y se quedan sin más?- No me preguntéis cómo se entienden las órdenes establecidas. Sabe el legislador harmonizar lo imposible con la Ley. Tu corazón se pesa como en una balanza, para ver si se inclina a la verdadera vida o a las delicias presentes.

Sed ricos, pero generosos con los pobres

Conviene que ponderen los prudentes que el uso de las riquezas se les ha concedido para que sean los repartidores de ellas, no para gozar: deben alegrarse cuando se desprenden de ellas, como el que deja lo ajeno, y no llevarlo a mal como si perdiesen una cosa suya. ¿Por qué te afliges? ¿Por qué se exacerba tu corazón cuando oyes: "Vende lo que tienes?" Si hubieran de acompañarte tus bienes a la vida futura, ni aún así los habías de desear con tanto afán; pues los obscurecerán aquellos premios de allí; pero habiéndoles de dejar necesariamente aquí, ¿por qué no sacamos de ellos la ganancia que se nos promete si los vendemos? Mas tú cuando das oro y compras un caballo, no te entristeces; ¿y cuando se trata de dar estas cosas perecederas para recibir por ellas el reino de los cielos, derramas lágrimas, rechazas al que te las pide y rehusas darlas inventando mil causas para tus gastos?

¿Qué vas a responder al juez, tú que vistes a las paredes, y no vistes al hombre; que adornas a los caballos, y desprecias a tu hermano cubierto de harapos; que dejas que se pudra el trigo, y no alimentas a los hambrientos; que entierras el oro, y abandonas al oprimido? Y si te acompaña una esposa que también sea amante de las riquezas, la enfermedad se duplica: porque da más pábulo a las comodidades, aumenta el ansia de placeres y excita el aguijón de los caprichos vanos, pensando en hacerse con piedras preciosas, margaritas, esmeraldas y jacintos; forjando y entretejiendo oro; y aumentando la enfermedad con toda clase de vanidades.

Y no se cuidan de esto alguna que otra vez, sino que de día y de noche están pensando en lo mismo. Y son innumerables los aduladores que van en pos, al servicio de sus apetitos: llaman a tintoreros, a cinceladores en oro, a perfumistas, a tejedores, a bordadores. Y no le dejan a uno ni tiempo para respirar, por los continuos encargos que le dan. No hay riquezas que puedan satisfacer los caprichos de una mujer, ni aun cuando corriesen por los ríos: pues compran el ungüento que viene del extranjero lo mismo que si fuese aceite de la plaza. Añádanse a esto las flores marítimas, la púrpura, las plumas de ave, y la lana más abundante que la de las ovejas. El oro ensartando piedras de inmenso precio adorna sus frentes y sus cuellos, está incrustado en sus cinturones, y ata sus manos y sus pies; porque las mujeres avaras de oro, se gozan de atarse con esposas, con tal que sea de oro lo que las ata. Pues ¿cuando cuidará de su alma el que está al cuidado de los caprichos de una mujer? Así como los turbiones y las tempestades hunden los navíos que están podridos, así también las perversas inclinaciones de las mujeres, sumergen las almas débiles de sus esposos. Pues distribuyéndose entre el marido y la mujer las riquezas en tantos usos, venciéndose mutuamente en la invención de nuevas vanidades, no es extraño que ninguna oportunidad tengan de mirar por los extraños. Si oyes: "Vende lo que tienes, y dalo a los pobres" para que tengas provisión durante el viaje a la felicidad eterna, te marchas tristes; pero si oyes: da dinero a las mujeres derrochadoras, dáselo a los cinceladores, a los escultores, a los que trabajan en piedras, a los pintores; entonces te alegras como si con tu dinero alcanzaras cosa más preciosa. ¿No ves estas murallas derruidas por la acción del tiempo, cuyos restos se levantan como escollos alrededor de toda la ciudad? ¡Cuántos pobres había en la ciudad cuando se construyeron, quienes por trabajar en ellas eran despreciados por los ricos de entonces! Y ¿dónde está el espléndido aparato de las obras? ¿Dónde, aquél tan alabado por la magnificencia de estas cosas? (*). ¿No han desaparecido y venido los muros a tierra lo mismo que los que hacen los niños con arena: mientras que está en el infierno aquel a quien ahora le pesará del empeño que puso en cosas vanas? Ensancha tu corazón: los muros grandes o pequeños cubren la misma necesidad. Cuando entro en la casa de un hombre vanidoso y que hasta el fin de su vida no acaba de enriquecerse, y veo su morada brillar con toda clase de adornos; veo que para él no hay cosa más estimable que lo visible, pues hermosea las cosas inanimadas y tiene sin adornar su alma. Dime, ¿qué utilidad mayor te proporcionan los lechos de plata, las mesas de plata, los asientos y sillas de marfil, si por usar tales cosas no llegan las riquezas a los pobres que se agolpan a tus puertas, lanzando toda clase de gemidos dignos de toda compasión? Y tú les niegas la limosna y dices que no puedes socorrer a los pordioseros. Juras con tu lengua que no puedes, pero tu mano te contradice; porque aunque ella calle, pregona tu mentira el anillo que brilla a vista de todos. ¿A cuántos puedes sacar de sus deudas con un solo de tus anillos? ¿Cuántas casas puedes levantar que están en ruinas? Una sola arca de aquellas en que guardas tus vestidos, basta para vestir a todo el pueblo, que está aterido de frío; y, sin embargo, sufres que el pobre se vaya sin nada, sin temer el justo castigo del juez. No te compadeciste, no se te compadecerá; no abriste tu casa, se te cerrará el reino de los cielos; no diste pan, no recibirás la vida eterna.

La sed de riquezas es insaciable

Pero te llamas pobre a ti mismo; convengo contigo en ello, porque pobre es el que necesita muchas cosas. Mas a vosotros os hace necesitar muchas cosas vuestra insaciable avaricia. Te esfuerzas por amontonar diez talentos encima de otros diez: reunidos veinte, apeteces otros tantos, y lo que vas amontonando no satisfacen tu avaricia, sino que la enciende. Como para los ebrios el tener junto a sí vino es ocasión para beber, así los que acaban de hacerse ricos después de adquirir muchas cosas desean aún más, alimentando su enfermedad a la vez que amontonan y produciéndoles sus ansias un efecto contrario al que ellos buscan. Porque no les alegran tanto los bienes presentes, con ser tan abundantes, cuanto les entristecen los que les faltan, o mejor dicho, los que ellos creen que les faltan; de suerte que siempre está su ánimo preocupado, luchando por adquirir más. Cuando habían de alegrarse y estar en paz por ser más ricos que muchos, se amargan y se entristecen de que haya alguno que otro más rico que les supere. Cuando alcanzan a uno de estos ricos enseguida se esfuerzan por igualar a otro que lo es más; y cuando alcanzan también a este pasan su emulación a otro. Como los que suben una escalera tienen siempre un pie levantado para ponerle sobre el banzo que sigue y no se detienen hasta que llegan al último; así estos no cesan de apetecer el poder hasta que, subidos a lo alto, se estrellan desde lo más alto de la desgracia. Al ave seléucida (*) la hizo el Criador del universo insaciable para bien de los hombres; pero tú haces insaciable tu corazón para mal de muchos. Cuanto ve la vista, tanto apetece el avaro. "No se saciará el ojo viendo" 7, ni se saciará el avaro recibido. "El infierno nunca dijo basta" 8 ni el avaro dijo jamás basta. ¿Cuándo vas a usar de las cosas presentes? ¿Cuándo gozarás de ellas, si siempre te detiene el trabajo de adquirir más? "¡Ay de los que añaden a una casa otra casa, y juntan un campo con otro campo para quitar algo a su prójimo!" 9 ¿Qué es lo que tú haces? ¿No das mil excusas para despojar a tu prójimo? Me hace sombra la casa del vecino, es un alborotador, alberga a los vagabundos; y trayendo otros pretextos, exagerándolos y pregonándolos, revolviéndolos siempre y molestando, no para hasta obligarle a irse a otro sitio. ¿Qué fue lo que mató al israelita Nabután? ¿No fue la avaricia de Acab que apetecía su viña? 10. El avaro es mal vecino en la ciudad, mal vecino en el campo. Conoce el mar sus términos; respeta la noche los límites que tanto tiempo ha le fueron señalados; pero el avaro no respeta el tiempo, no conoce el término, no cede al orden de sucesión, imita la violencia del fuego; todo lo invade, todo lo devora. Y como los ríos nacidos de un pequeño principio crecen de una manera increíble con los afluentes que poco a poco se les juntan, y arrastran en su violenta corriente todo lo que encuentran a su paso; así también los avaros cuando suben a gran poder, después que han recibido mayor fuerza para hacer injusticias de aquellos a quienes ya han dominado, reducen a la esclavitud a los demás, viniendo a aumentar el número de los antes injuriados; y el aumento de poder es para ellos ocasión de mayor maldad. Porque los primeros que recibieron el daño ayudándoles contra su voluntad, infieren también a otros, perjuicios y agravios. Porque ¿a qué vecino, a qué doméstico, a quién que tenga trato con ellos no atraen? Nada resiste a la fuerza de las riquezas; todo cede ante la tiranía; ante el poder todo se estremece: pues cada uno de los que han sido injuriados, más cuenta tiene con que no le venga algo peor, que de vengarse de lo que ha padecido. Conduce las yuntas de bueyes, ara, siembra, recoge la cosecha que no le pertenece. Si te opones, vienen las heridas; si te quejas, eres reo, porque injuriaste; serás contado entre los esclavos, habitará la cárcel: preparados están los calumniadores para poner en peligro tu vida. Te tendrás por bien librado si, dando algo más, te ves libre de estas molestias.

Quisiera que respirases un poco de la injusticia de estas obras y se aquietasen tus pensamientos, para que ponderaras a donde va a parar el deseo de estas cosas. Tienes tantas yugadas de tierra arable: otras tantas de tierra para plantar árboles: montes, campos, selvas, ríos, prados. Y después de esto ¿qué? ¿No te esperan sólo tres codos de tierra? ¿No bastará para guardar tu cuerpo miserable, el peso de unas pocas piedras? ¿Para qué trabajas? ¿Por qué obras perversamente? ¿Por qué recoges con tus manos cosas infructuosas? Y ojalá fueran infructuosas, y no materia para el fuego eterno. ¿No despertarás de esta embriaguez? ¿No recobras tus sentidos? ¿No vuelves en ti? ¿No pondrás delante de tus ojos el juicio de Cristo?

¿Qué responderás el día del juicio?

¿Qué excusa vas a traer cuando aquellos a quienes has injuriado te rodeen y griten contra ti delante del juez eterno? ¿Qué harás? ¿qué abogados llevarás? ¿Qué testigos sacarás? ¿Cómo sobornarás al juez a quien con ningún artificio se le puede engañar? No hay allí oradores, no hay allí palabras persuasivas que puedan echar por tierra la verdad del juez. No te acompañan los aduladores, ni las riquezas, ni el fausto de la dignidad; abandonado de los amigos, abandonado de los protectores, sin patrocinio, sin defensa, te encontrarás cubierto de vergüenza, triste, cabizbajo, solo, sin libertad y sin confianza para hablar. A donde quiera que vuelvas los ojos, encontrarás argumentos claros y patentes de tus crímenes: por un lado las lágrimas del huérfano, por otro los gemidos de la viuda, de otra parte los mendigos abofeteados por tu misma mano, los esclavos que mataste, los vecinos a quienes provocaste a ira: todo se levantará contra ti: te rodeará la multitud perversa de tus malas obras. Porque, como sigue la sombra al cuerpo, acompañan a las almas los pecados, reflejando claramente las obras.

Por eso allí no vale negar: cerrará su boca aún el más desvergonzado. Las mismas obras de cada uno, sin hablar, pero apareciendo tales cuales nosotros las hicimos, harán de testigos. ¿Cómo podré poner delante de tus ojos aquellas cosas terribles? Si es que por ventura oyes, si te conmueves, acuérdate de aquel día en el cual "se revelará la ira de Dios desde el cielo" 11; acuérdate de la gloriosa venida de Cristo, cuando "los que hayan obrado bien se levantarán a la resurrección de la vida, y los que mal, a la resurrección del juicio" 12. Entonces será la vergüenza eterna para los pecadores "y la emulación del fuego que ha de devorar a los enemigos" 13. Cáusete esto tristeza; no te moleste el precepto. ¿Cómo te lloraré? ¿Qué diré? ¿No deseas el reino de los cielos? ¿No temes el infierno? ¿Dónde encontraré la salud para tu alma? Porque si no te horrorizan los tormentos, si no te estimula el premio, estoy hablando a un corazón de piedra.

Inutilidad de las riquezas

Mira, hombre, la naturaleza de las riquezas. ¿Por qué admiras tanto el oro? Piedra es el oro, piedra la plata, piedra la margarita, piedra cada una de las piedras: el crisólito, el berilo, el ágata, el jacinto, la amatista, el jaspe. Y estas son la flor de las riquezas; de las cuales tú, unas las guardas y escondes, ocultando en la obscuridad del resplandor de las piedras, y otras las llevas contigo gloriándote del brillo de estas cosas preciosas. Dime, ¿de qué te sirve ceñir tu mano con piedras resplandecientes? ¿No te avergüenzas de desear las piedras, como las mujeres embarazadas? Porque estas las devoran, y tú hasta tal punto apeteces la preciosidad de las piedras, que anhelas con ansia las de sardonio, las de jaspe y las amatistas. ¿Cuál de estas que más adornan los vestidos te pudo añadir un día más de vida? ¿A quien perdonó la muerte, porque fuese rico? ¿De quién huyó la enfermedad, por sus riquezas? ¿Hasta cuándo va a estar siendo el oro lazo de las almas, anzuelo de la muerte, astucia del pecado? ¿Hasta cuándo van a ser las riquezas causa de la guerra; por la cual se templan las armas y se aguzan las espadas?

Daños que traen las riquezas

Por las riquezas desconocen los parientes la naturaleza; los hermanos se miran con ojos criminales; por la riqueza alimentan los desiertos a los homicidas, el mar a los piratas, las ciudades a los sicofantas. ¿Quién es el padre de la mentira? ¿Quién el urdidor de falsas acusaciones? ¿Quién engendra el perjuro? ¿No es la riqueza? ¿No es la pasión por el oro? ¿Qué es lo que hacéis, hombre? ¿Quién ha convertido en lazos contra vosotros lo que es vuestro? Es auxilio para vivir. Que no han sido dadas las riquezas como incentivos para el mal. Son redención del alma: no ocasión de perdición. -Pero es necesaria la riqueza por los hijos-. Este es un especioso pretexto de la avaricia; porque os escudáis con vuestros hijos, y entretanto satisfacéis vuestro corazón. No pongáis por excusa a un inocente: tiene señor propio, y propio conservador: de otro recibió la vida; de ese mismo espera los auxilios de la vida. ¿Acaso los Evangelios no se han escrito para los casados? "Si quieres ser perfecto, vende lo que tienes y dáselo a los pobres" 14. Cuando pediste al Señor una prole numerosa, cuando le rogaste que te hiciese padre de muchos hijos; ¿añadiste por ventura: "Dame hijos para violar los mandamientos; dame descendencia para no entrar en el reino de los cielos"? Además, ¿quién será responsable de la voluntad del hijo, de que ha de usar convenientemente de lo que le entreguen? Porque la riqueza es para muchos medio para la deshonestidad. ¿No has oído al Eclesiastés que dice: "Vi una grave enfermedad: las riquezas que para él guardaban, para su mal?" 15. Y en otra parte: "Lo dejo a mi sucesor, y ¿quién sabe si será sabio o necio?" 16. Mira, pues, no sea que habiendo amontonado con tantos sudores la riqueza, dispongas para otros materia de pecado y después seas atormentado con doble pena por las iniquidades que tú hiciste, y por las que hizo el otro ayudado por ti. ¿No es más pariente tuya tu alma que todos tus hijos? ¿No está unida a ti más estrechamente que todo lo demás? Pues es la primera, dala la principal parte de tu herencia, proporciónala socorro abundante para que viva, y reparte después la herencia entre los hijos. Muchas veces, hijos que nada recibieron de sus padres, se hicieron con casa: mas si una vez desprecias tu alma, ¿quién tendrá compasión de ella?

Esto lo he dicho para los padres. Los que no tienen hijos ¿qué buena excusa nos traen de su tacañería? -No vendo lo que tengo no se lo doy a los pobres, por los necesarios usos de la vida-. Luego el Señor no es tu maestro, ni rige tu vida el Evangelio: sino que tú te das la ley a ti mismo. Mira el peligro a que te expones, si así raciocinas. Porque si el Señor nos mandó esto como cosa necesaria, y tú lo rechazas como imposible, ninguna otra cosa haces sino decir que eres más prudente que el legislador. Pero dices: después que haya gozado de las riquezas durante toda mi vida, haré herederos de ellas a los pobres, y en las tablas públicas y en mi testamento, les declararé señores de ellas. Cuando no estarás entre los hombres, ¿entonces te harás humanitario? Cuando te vea muerto, ¿te llamaré amante de tu hermano? Se deberán muchas gracias a tu munificencia, porque estando tendido en el sepulcro y convertido en tierra, fuiste por fin liberal y magnánimo en tus gastos.

Si no lo haces ahora no lo harás cuando mueras

Dime, ¿de qué tiempo vas a pedir premio, del que viviste, o del que siguió a la muerte? Mas el tiempo que viviste lo pasaste dado a los deleites de la vida, y no tolerabas la vista de un pobre. Y después de muerto ¿qué hiciste? ¿a qué obras se debe el premio? Muestra tus obras y pide la recompensa. Ninguno hace negocio acabadas ya las ferias; ni es coronado el que se acerca después de la lucha; ni se adquiere la fama de valiente después de terminada la guerra. Pues tampoco después de la vida hay ocasión de ejercitar la caridad. Prometes ser bienhechor con la tinta, y con las tablas. ¿Quién te anunciará la hora de tu partida? ¿Quién te responderá de la manera que has de morir? ¡Cuántos han sido arrebatados por una repentina desgracia, sin que ni siquiera pudiesen pronunciar una palabra? ¡A cuántos les ha faltado el sentido por la fiebre! ¿A qué aguardas, pues; a esa hora en la que probablemente no serás dueño de ti? Cuanto todo será obscura noche, en la pesadez de la enfermedad y el desamparo de todos; y preparado el que acecha tu hacienda; ordenándolo todo a favor suyo y haciendo mudas tus determinaciones. Entonces, volviendo a una y otra parte los ojos y viendo la soledad que te rodea, conocerás por fin tu locura. Llorarás entonces tu necedad en haber diferido el cumplimiento del precepto para aquel instante, cuando tu lengua atada y tu mano trémula por el estertor no pueden revelar tus deseos ni por palabras ni por escrito. Y aunque todo estuviese escrito con claridad y tu voz lo pregonase a todo el mundo, una sola letra interpuesta, puede trastocar tu determinación: un sello falso, dos o tres perversos testigos, pondrán tu hacienda en manos de otros.

Pues ¿por qué te engañas a ti mismo usando ahora tus riquezas para los goces de la carne, y prometiendo para más adelante lo que no estará en tu poder? Depravada determinación, como queda, aclarado por lo dicho. Vivo, gozaré de las delicias; muerto, cumpliré con el precepto-. Te dirá Abraham: "Recibiste tus bienes en tu vida" 17. No cabe por el camino angosto y estrecho, si no dejas la mole de las riquezas. Saliste cargado con ellas, pues no las arrojaste como se te ordenó. Mientras viviste, te preferiste al precepto; muerto y podrido, antepusiste el precepto a los enemigos. Porque para que no reciba nada fulano, dices, que lo reciba el Señor. Y esto ¿cómo lo llamaremos? ¿venganza de tus enemigos o amor al prójimo? Lee tu testamento. -Quisiera aún vivir y gozar de mis bienes-. Gracias, pues, a la muerte, no a ti. Porque si fueses inmortal, no te habrías acordado de los mandamientos.

De Dios nadie se burla

"No os equivoquéis; de Dios nadie se burla" 18. No se presenta al altar cosa muerta: trae una víctima viva: No se admite al que ofrece de lo que le sobra. Y tú ofreces al bienhechor que te lo dio, lo que te ha sobrado de toda tu vida. Si no te atreves a dar las sobras de tu mesa a unos huéspedes ilustres y nobles, ¿cómo quieres que Dios se aplaque con las sobras de tu vida? Ved, ricos, el fin a donde lleva la avaricia, y dejad de amar las riquezas. Cuanto más ames las riquezas, menos debes dejar de lo que posees. Tórnalo todo para ti, llévalo todo, no dejes tus riquezas a los extraños. Tal vez ni te enterrarán tus domésticos con ornato fúnebre; sino que te negarán las exequias, deseosos de agradar a tus herederos. Tal vez se volverán entonces sus lenguas contra ti. -Es una necedad, dirán, adornar a un muerto y enterrar con mucho gasto a uno que ya nada siente-. ¿No es mejor que los que quedamos nos adornemos con sus magníficos y espléndidos vestidos y no dejarlos que se pudran a la vez con el cadáver?

¿Qué sacamos con levantar un suntuoso monumento y hacer una elegante sepultura y un gasto inútil? Mejor será emplear todo esto en los usos de la vida. -Esto dirán, y se vengarán de tu severidad; y entregarán tus bienes a tus sucesores-.Hazte por lo tanto a ti mismo las honras fúnebres. Hermosa sepultura es la piedad. Marcha vestido con todas tus cosas; haz de tus riquezas un adorno propio; tenlas contigo. Cree al buen consejero que te ama, Cristo, que se hizo pobre por nosotros, para que nos enriqueciésemos con su pobreza 19; que se entregó a sí mismo por precio de nuestra redención 20. Obedezcámosle como a sabio y conocedor de lo que nos conviene, sufrámosle como a amador nuestro, seámosle agradecidos como a bienhechor. Sigamos sin vacilar lo que se nos ha mandado, para que seamos herederos de la eterna vida, que está en Jesucristo, al cual sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.

Notas

1. Mat. XIX, 16.

2. Matth. XIX, 21.

3. Matth. XIX, 19-20.

4. Psal. CXI, 9.

5. Mat. VI, 21.

6. Luc. XVIII, 25.

(*) Parece referirse aquí San Basilio a Tiberio; quien, en el año 18, convirtió la Capadocia en provincia romana e hizo de Cesárea su capital.

7. Eccl. I, 8.

8. Prov. XXVII, 20.

9. Isa. V, 8.

10. III. Reg. XXI.(*) Es una especie de tordo de gran tamaño, que se mantiene de langostas y otros insectos: llámase en algunas regiones zorzal.

11. Roman. I, 18.

12. Joan., V, 29.

13. Hebr. X, 27.

14. Math. XIX, 21.

15. Eccl. V, 12.

16. Eccl. II, 18 y 19.

17. Luc. XVI, 25.

18. Gal. VI, 7.

19. II Cor. VIII, 9.

20. 1 Tim. lI, 6.

El Tesoro Espiritual de San Basilio el Grande.

Contenido:

— La perfección cristiana

El amor perfecto al prójimo.

El mandamiento del amor a Dios.

El amor a Dios se profundiza en la meditación de las verdades de la fe.

La oración nos une con Dios.

La comunión del cuerpo y la sangre de Cristo da la vida eterna.

El mandamiento del amor al prójimo.

El amor al prójimo mejor se evidencia en la vida comunitaria.

La vida común corresponde mejor a la naturaleza humana.

La vida común facilita el cumplimiento de los mandamientos de Cristo.

Vida común — signo de la unidad de la Iglesia.

En la Vida común se aprovechan los carisma de los otros.

La vida común — Imitación de los primeros cristianos.

Vida común — cumplir las obligaciones en común.

Vida común — Servir a Cristo.

El camino de la santidad de los monjes

— Consejos evangélicos y las virtudes.

La pobreza evangélica.

La virginidad evangélica.

La obediencia evangélica.

La virtud de la humildad.

La virtud de la paciencia.

La virtud de la templanza.

Trabajo con sacrificio.

Proclamar la Palabra de Dios.

Ser ejemplo para el prójimo.

La luz de la fe.

La paz espiritual.

La seguridad del premio eterno.

La perfección cristiana. el amor perfecto al prójimo.

El Mayor Mandamiento, promulgado en las leyes de Dios, es: Amar a Dios con todo el corazón; el segundo: Amar al prójimo como a si mismo. El mismo Dios puso orden en las leyes, ordenando, que el primer y el mas grande mandamiento es el amor a Dios, en el segundo se encuentra el mandamiento parecido al primero, el mandamiento de amor al prójimo.

El mandamiento del amor a Dios

Amar a Dios no necesita maestro. Así como sin algún aprendizaje nos alegramos de la luz, y deseamos el bien. La misma naturaleza enseña a amar a los padres, aquellos que nos educaron y nos alimentaron. Así lo mismo, en una manera muy superior y no de alguien, aprendemos a amar a Dios. Desde el nacimiento hay en nosotros como una semilla, una fuerza espiritual, una inclinación, una capacidad para el amor. En la escuela de los mandamientos de Dios esta fuerza del alma se desarrolla, se alimenta y, por gracia de Dios, llega a la perfección... Pues es necesario saber que el amor a Dios es una virtud, pero ella con su fuerza abraza y cumple todos los mandamientos: "Jesús les respondió: El que me ama será fiel a mi palabra y mi padre lo amara, iremos a El y habitaremos en El" (Jn.14:23). Otra vez repite: "De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas" (Mt. 22:40). Así pues por la naturaleza humana, los hombres aspiran a cosas hermosas y buenas, y no hay algo mejor, mas hermoso, que el bien: Dios es el mismo bien. Por eso el que desea el bien, desea a Dios. Aunque nosotros no conoceremos como El es bueno, pero ya el saber que El nos creo es suficiente, para que lo amemos por sobre todo y continuamente estemos unidos a El, como los hijos están unidos a su madre. Si tenemos una natural unión y amor a nuestros bienhechores y tratamos de agradecerles, entonces que decir de los dones espirituales? Ellos son tan importantes, que es imposible valorizarlos y cada uno de ellos es suficiente para obligarnos a un total agradecimiento hacia el Dador.

El nos redimió de la maldición, siendo El, por nosotros, maldición (Ga. 3:13). El asumió sobre si la peor muerte, para devolvernos la vida gloriosa. Y no siendo suficiente para El dar la vida por nosotros, El nos dio todavía la gloria de su naturaleza y nos preparo la vida en la eternidad, donde la felicidad supera todo humano entendimiento.

El amor a Dios se profundiza en la meditación de las verdades de la fe.

Pues es Necesario y útil, que cada uno aprenda la Divina Escritura, para saber como permanecer en la piedad y no acomodarse a las filosofías humanas, porque es imposible comenzar algo con ligereza y querer inmediatamente obtenerlo sin meditación, sin un continuo y atento ejercicio. Conocemos a Dios mediante la iluminación del Espíritu Santo, que es como el sol, ilumina las cosas de Dios, abriendo el ojo puro (el conocimiento) a la imagen de Dios invisible. Con su gracia el Espíritu Santo eleva también nuestro corazón hacia Dios; a los débiles El los sostiene, como una poderosa mano; y a aquellos que caminan por el camino de la santidad, El aun mejor los perfecciona. El Espíritu Santo, purificando con su gracia a los limpios de la mancha del pecado, los espiritualiza. Como el claro rayo del sol, refleja así a los corazones limpios; iluminados por el Espíritu Santo, ellos se transforman en espirituales y también, a los demás, les participan de esa espiritualidad. Un corazón espiritualizado llega al don del entendimiento de los misterios de Dios, al conocimiento de los misterios secretos, con el recibimiento de los dones espirituales, la ciudadanía celestial, la participación a los coros angélicos, a la felicidad eterna, a la unión con Dios y finalmente nuestra semejanza con El; es decir, nuestra civilización, que es el cumplimiento de la ascética cristiana.

Que mas milagroso que la belleza de Dios? Que mas dulce que meditar sobre la grandeza de Dios? Puede existir en el corazón algo mas fuerte y mas profundo sentimiento que el que Dios infunde en un alma purificada de todo pecado, para que el alma sienta todo lo que surge de estas palabras? "Yo con amor exijo" (Ct. 2:5). En verdad es imposible narrar o describir el rayo de la belleza de Dios.

Para los ojos humanos esta belleza es inaccesible, solamente el conocimiento y el alma pueden alcanzarla. Cuando esta belleza iluminaba a los santos, entonces, dejaba en el alma de ellos una insaciable sed. Aquellos a los cuales el amor de Dios toco y colmo no pudieron contener su ímpetu amoroso. Llenos del deseo de contemplación de la belleza de Dios, ellos rogaban que su contemplación divina se prolongara por toda la eternidad. Con atenta y profunda meditación sobre la grandeza de la gloria de Dios, con profundidad de pensamiento, sin interrumpir la memoria sobre la bondad de Dios y con profundidad e intensidad, continuando el deseo de asemejarse a Dios, nuestra alma se hace capaz de cumplir estas palabras: "Y tu amaras al Señor, tu Dios, con toda tu alma y con todo tu corazón, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas" (Mc. 12:30). He aquí con que intención hay que servir a Dios.

La oración nos une con Dios

Saben, que nuestra gloria es la comunidad monacal de hombres y mujeres, que con su espíritu permanecen ya en el cielo. Ellos crucificaron su cuerpo junto con sus pasiones y tentaciones. Ellos ya no se preocupan de aquello que van a comer o vestir, sino de aquella oración por la que, sin perder el tiempo, día y noche, están unidos a Dios, aun cuando trabajan con sus manos.

Después de la lectura siguen las oraciones. Las almas, en las cuales el amor a Dios se origino, cumplen con mas rapidez y perseverancia. La oración que eleva la mente a Dios es buena. Justamente, en esto esta la vida de Dios en nosotros, cuando recordamos, que el señor vive en nosotros. De esta forma somos templos de Dios, procurando que esta unión no se interrumpa a causa de las preocupaciones terrenales, las inquietudes, y cuando las pasiones turban el intelecto. Quien, pues, ama a Dios y huye de todo esto, se orienta a Dios, alejando de su corazón las pasiones que lo conducen al pecado y permanece en la lucha que lo lleva a las virtudes.

La fuerza de la oración se encuentra en el sentimiento del alma y las obras virtuosas de toda nuestra vida. San Pablo habla: "En resumen, sea que ustedes coman, sea que beban, o cualquier cosa que hagan, háganlo todo para la gloria de Dios" (1 Co. 10:31). Entonces cuando te sientas a la mesa, reza, cuando tomas el pan, agradece al Dador. Cuando refuerzas tu débil cuerpo con vino, entonces piensa en Aquel, que te concede estos dones para alegrarte y reforzarte en las debilidades. Y a pesar de tu poco tiempo para alimento, siempre recuerda al Bienhechor, jamas te olvides. Cuando te vistes agradece a Aquel que te dio el vestido. Si paso el día, agradece al Señor que nos dio el Sol para trabajar; y en la noche ala luna para iluminar. La noche también tiene su motivo de oración. Cuando contemplas el cielo y admiras su hermosura, entonces ora al Señor de todo el mundo visible; reza al gran Creador de todo el mundo visible; reza al gran Creador de todo el mundo. Por todo ser viviente que descansa en la noche, nuevamente reza a Aquel que interrumpe nuestra actividad con el sueño y luego de un breve descanso, nos permite recuperar todas nuestras fuerzas. La noche pues no será solo para dormir. No permitas que la mitad de tu vida pase en sueño inútil, sino distribuye la noche entre el sueño y la oración. Mayor tiempo, aun que el del sueño, tiene que ser para la perfección espiritual... Entonces así podrás rezar sin interrupción, sin limitarla a la oraciones de meras palabras y todo tu comportamiento estará siempre unido a Dios; así toda tu vida será una oración continua y sin interrupción.

Y que puede dar mas suerte, sino en la tierra, imitar los coros de los ángeles! Cuando a cada ocupación precede la oración, cuando con cantos, como sal condimentamos las ocupaciones, los cantos hermosos y espirituales dan al alma alegría y esperanzada tranquilidad. Ir a la madrugada a la oración, con cantos e himnos, alabando al Creador y luego, cuando el Sol mas claramente, volver al trabajo. Los salmos son tranquilidad para el alma, principio de paz, que tranquiliza los atormentados e inquietos pensamientos, que no solamente dominan la turbulenta ira, la despertada cólera espiritual, sino que la conduce a la misericordia. Los salmos fortifican a los consagrados, reconcilian a los ofendidos, y entre amigos, inducen al amor. Quien entonces puede tener por enemigo a aquel, con el cual juntos elevan salmos a Dios. Y el conato de salmos une con aquel Bien mas grande que es el amor. Este canto es como si encontrara algún porvenir, una esperanza, una predisposición a una actitud conciliadora; el pueblo como un coro, se une en una melodiosa sinfonía. Los demonios huyen de los himnos y viene la protección de los ángeles. Los salmos son un arma buena contra los temores nocturnos y para descanso en los trabajos cotidianos. Los salmos son la seguridad para los niños, belleza para los jóvenes, alegría para los ancianos y el mejor armamento para las mujeres. Los salmos, para los principiantes son comienzo; crecimiento para los perfectos; son la voz de la Iglesia, alegría para los días festivos, que despeja la tristeza para la salvación en Dios. Los salmos hacen brotar lagrimas del corazón de piedra. Los salmos son cuerpo de los ángeles, estadía celestial, espiritual incienso.

La comunión del Cuerpo y la Sangre de Cristo da la vida eterna.

El distintivo de los cristianos es esto: tener limpio de toda mancha el cuerpo y el espíritu con la Sangre de Cristo y practicar la santidad en el temor de Dios y en el amor de Cristo; y no tener defectos ni algo semejante, sino ser santos e inmaculados y entonces comer e Cuerpo de Cristo tomar su Sangre.

Cuando alguien comulga, no comprendiendo el significado por el cual se recibe la comunión del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, no tiene ningún beneficio; y quien indignamente comulga esta juzgado. Por lo tanto quien comiera el pan o bebiera el cáliz del Señor indignamente, será culpable del cuerpo y de la Sangre del Señor, cada no se examine y luego coma este pan y beba este cáliz, porque aquel que come y bebe no distinguiendo el Cuerpo del Señor, será condenado (1 Co. 11:27-29).

Comulgar cotidianamente es obra buena y muy útil. Porque Cristo claramente dijo: "Porque mi Carne es la verdadera comida y mi sangre la verdadera bebida" (Jn. 6:55). Quien entonces podrá dudar que tener sin interrupción la participación a la vida, no quiere decir: vivir saciadamente de la riqueza de la Vida?

El mandamiento del amor al prójimo

Quien no sabe que el hombre fue creado para la comunidad y no para ser un salvaje o solitario? No existe cosa que mejor pueda corresponder a nuestra naturaleza, que la vida en común, y nuestra ayuda y amor a la gente.

Cuando Dios primero nos dio la semilla, entonces juntamente deseo que diera los frutos, diciendo: "Un nuevo mandamiento les doy, que ustedes e amen unos a los otros" (Jn. 13:35). Deseando exortarnos al cumplimiento de este mandamiento, como testimonio de sus discípulos, no pidió milagros o señales extraordinarias (aunque y para esto el Espíritu Santo nos da la fuerza), sino la que nos dice: "En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: el amor que se tengan los unos a los otros" (Jn. 13:35). Y así todos los renglones de estos mandamientos resumió en aquel que las buenas obras hechas al prójimo, se comunican sobre el mismo, y finalmente agrega: "Les aseguro que cada vez que lo hicieran con el mas pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo" (Mt 25:46). Así pues con el primer mandamiento se puede observar el segundo, y por el segundo volver al primero. Con el amor al Señor, amar al prójimo: "El que ama será fiel a mi Palabra, y mi Padre lo amara: iremos a El y habitaremos en El" (Jn. 14:23) y otra vez dice el Señor: "Este es mi mandamiento, ámense los unos a los otros, como yo los he amado" (Jn. 15:12). Entonces quien ama al prójimo, cumple con el amor a Dios, cuando El acepta ese amor para si.

El amor al prójimo mejor se evidencia en la vida comunitaria

La mas perfecta comunidad, pienso yo, es aquella en la cual se renuncia a la propiedad privada, y se olvida cualquier desorden de pensamiento; en la cual no existen malentendidos o desacuerdos, pero todo es en común: alma, pensamiento, cuerpo; Dios es comunidad, juntos para obtener las virtudes, juntos para la salvación, juntos en la lucha. Iguales dificultades, iguales premios, donde todos son uno solo, y uno solo no es solo sino es todos.

Con que se puede igualar esta forma de vida? Quien es mas afortunado? Que mejor vida que la comprensión y unidad? Que mas hermoso que aquella buena armonía de costumbres y almas? Personas que provienen de distintos pueblos y regiones se acomodan a esta perfecta forma comunitaria, que es como si fuera un alma en muchos cuerpos; se manifiesta que en muchos cuerpos hay una conformidad de pensamiento. Cuando alguien esta enfermo en su cuerpo, tiene a muchos que con su alma comparten sus dolores. Cuando el esta enfermo o desanimado, tiene a muchos que lo curan y lo sostienen. Mutuamente ellos entre si son siervos, entre si, señores. Es la fuerza de la libertad, la cual no hace nacer la posibilidad de la esclavitud, que a los esclavos trae la infelicidad. Por su libertad personal voluntariamente, ellos se sujetaron a ella. El amor hizo que, libres de si mismos, se hicieran esclavos y la buena voluntad los mantiene en libertad. Como tales, Dios nos quiso tener desde siempre.. Para esto Dios nos creo.

Donde hay un padre que imita al Padre celestial, habrá muchos hijos que, cada uno, se preocupe de superar al otro en amor hacia su superior, donde los hijos tienen entre si un único deseo, respetar a su padre virtuosamente. A ellos no los une la naturaleza, sino que tienen un motivo mayor que la naturaleza: a ellos los une y los protege el Espíritu Santo. Que imagen visible puede ser motivo de la forma invisible de una vida? En el mundo no existe tal imagen. Es necesario buscarla en el cielo; el Padre por sobre las pasiones, con la palabra y con la enseñanza, a todos nos une. Celestiales, hijos del Padre celestial, también por virtud nos eligió por hijos. El amor ata todo en el cielo. El amor aquí nos tiene unidos.

La vida común corresponde mejor a la naturaleza humana

En primer lugar ninguno de nosotros puede ser suficiente para si mismo, tanto en las cosas materiales como en las corporales. Nosotros dependemos uno del otro en todas las cosas que necesitamos. Dios, nuestro Creados, ya así había establecido, que unos necesitasen de otros para que mutuamente se ayudaran, y fuéramos entre nosotros unidos, como esta escrito: "Todo lo que vive ama a su semejante, y cada hombre, a su prójimo, cada cuerpo a su naturaleza se une, y el hombre se acomoda a su semejante."

La vida común facilita el cumplimiento de los mandamientos de Cristo

Cuando varias personas viven juntas, entonces para ellas es mas fácil cumplir la mayoría de los consejos de Cristo... Y a quien en cambio, vive en la completa soledad no le es fácil conocer sus defectos, porque no tiene quien los advierta; para con amor y mansedumbre correjirlos ... Entonces a menudo se cumple la palabra de la Sagrada Escritura: "Escucha, hijo mío, recibe mis palabras y los años de tu vida se multiplicaran" (Pr. 4:10). Así entonces no se puede abandonar el mas importante mandamiento que esta orientado directamente a la salvación, cuando no se da de comer al hambriento o no se da el vestido al desnudo. En esta forma de vida, además de esto, falta el ejercicio de las virtudes, porque la persona no conoce sus defectos ni su comportamiento, prácticamente, esta alejada de cualquier posibilidad de observar los mandamientos. Como podrá aquella persona demostrar su humildad, cuando no tiene la posibilidad de humillarse ante otro? A quien demostrara su misericordia, cuando ella rompió toda relación con las personas? Como podrá ejercitar la paciencia, cuando nadie le contradice a causa de los defectos?

Vida común — signo de la unidad de la Iglesia Siendo llamados a una sola Esperanza, nosotros todos formamos un solo cuerpo, del cual Cristo es la cabeza y todos nosotros somos entre si miembros. Entonces si no estamos ligados por el amor en una comunidad en el Espíritu Santo, entonces, cada uno de nosotros elige su forma de vida, pero no la que es deseada por Dios, es decir: el servicio a todos los necesitados en común.

En cambio si cada uno atendiera sus propios intereses, su amor propio, como entonces se podría conservar una comunidad, el amor y la mutua colaboración? Como entonces podremos demostrar la obediencia a la Cabeza-Cristo, cuando entre nosotros existe la división y la desunión? Como entonces se puede alegrar con los exaltados, sentir con los que sufren, cuando cada uno está solo... y no tiene la posibilidad, como corresponde, de conocer las necesidades del prójimo?

En la vida común se aprovechan los carisma de los otros.

Uno solo no puede tener todos los carisma espirituales, sino que a cada uno fue dado alguno según el don del Espíritu Santo, en la medida de la fe (Rm. 12:6). En la vida común, pues, los dones particulares son para todos: "El Espíritu da a uno la sabiduría para hablar; a otro la fe, también en el mismo Espíritu, de hacer milagros; a uno, el don de la profecía, a otro, el don de juzgar sobre el valor de los dones del Espíritu; a este el don de las lenguas; a aquel el don de interpretarlas" (1 Co. 12:8-10). Cada uno de estos dones, recibe el hombre no para si, sino para los demás.

La fuerza del Espíritu Santo esta en que cada uno comunique la cantidad para todos. En la vida común dada uno tiene la posibilidad de servirse de su don, compartiendo con los demás. Así entonces cada uno recoge el fruto de los ajenos dones, como si fueran suyos.

La vida común — Imitación de los primeros cristianos. La vida común refleja aquella virtud de los Santos de los cuales narran los Hechos de los Apóstoles: "Todos los creyentes se mantenían unidos y ponían lo suyo en común" (Hch. 2:44).

De esto resulta pues, que entre ellos (los primeros cristianos) no existía la misma separación y nadie de ellos vivía por su propia voluntad. A todos unía una misma preocupación, y no había división de voluntad y ciertamente, hablando con lenguaje humano, en todos había mas de un impedimento para la unión.

Vida común — cumplir las obligaciones en común. Aquellos que viven en vida común, tienen que estar unidos en el amor de Jesucristo, como muchos miembros en un solo cuerpo. El Apóstol dice: "pero todos debe hacerse con decoro y ordenadamente" (1 Co. 14:40). Pues por ese yo pienso que solamente esta forma de vida puede llamarse "mas hermosa y digna" cuando en ella se conserva aquel orden, como existe entre los miembros del cuerpo; uno cumple el servicio del ojo... el otro tiene la función de la oreja o de las manos y así sucesivamente. Para eso, es necesario recordar esto: cuando algún miembro no cumple su obligación y no sirve a otro, entonces a todos los miembros amenaza el peligro... así lo mismo cada negligencia del superior o del súbdito trae dificultades...esto es lo mismo que cuando la mano o el pie no quieren servir a las ordenes del ojo.

Vida común — Servir a Cristo Todos los que cumplen cualquier servicio al hermano, tendrán que hacerlo con todo fervor por todos, como si lo hicieran no a las personas, sino al mismo Cristo, que con gran misericordia recibe para si todo lo que hacemos a las personas ofrecidas a El. Por esto El prometio el Reino celestial: Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: vengan benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reina que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber; estaba de paso, me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo y me visitaron; preso, y me vinieron a ver. Los justos le responderán: Señor, cuando te vimos hambriento, y te dimos de comer; desnudo, y te vestimos? Cuando te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte? Y El les responderá: "Les aseguro que cuando lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos mas pequeños, conmigo lo hicisteis" (Mt. 25:34-40). Pues entonces reciben el premio por su celo aquellos que responsablemente cumplen sus obligaciones; y así el juicio eterno exigirá mas a los indiferentes o a aquellos que con poca diligencia y actividad han cumplido el servicio para ser dignos del nombre de hermano de Cristo, según las palabras: "Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que esta en el Cielo ese es mi hermano, mi hermana y mi madre" (Mt. 12:50). Con que disponibilidad tenemos que servir a nuestro hermano? Tenemos que servirle de tal manera como si sirviéramos al mismo Dios, que dijo: "Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el mas pequeño de mis hermanos lo hicieron conmigo" (Mt. 25:40).

El camino de la santidad. Consejos evangélicos y sus virtudes.

Renuncia

Quien ama a Dios, huye de todo lo terrenal; se dirige a Dios con todo su corazón y se aleja de las concupiscencias que lo tientan a la inmoderación: el persevera en el ejercicio que conduce a las virtudes.

Una tal renuncia comienza con el abandono de las cosas externa: propiedad, gloria falsa, costumbres humanas y apego a todas las cosas necesarias... Quien sinceramente desea ir detrás de Cristo, no puede preocuparse por las cosas que son necesarias para esta vida. No puede pensar en el amor de sus padres y parientes, cuando ellos son impedimentos al amor de Dios... Cristo muy claramente hablo sobre esto que no deja espacio a cualquier justificación o duda...

Además, es imposible, para quien quiere cumplir como corresponde sus obligaciones, cuando su pensamiento esta ocupado con toda las preocupaciones, como dijo Cristo: "Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amara al otro, o bien, se interesara por el primero y menospreciara al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero" (Mt. 6:24).

Nosotros tenemos que elegir solo una cosa: el tesoro celestial, sobre el cual nosotros ponemos todo nuestro corazón, porque: "Allí donde este tu tesoro, estará también tu corazón" (Mt. 6:21). Por eso quien de nosotros se preocupa por la posesión personal de alguna riqueza temporal, allí nuestro entendimiento sin querer se entierra en eso, como en un pozo; y nuestra alma no puede elevarse a la vida divina. Tal alma permanece insensible a las aspiraciones de la riqueza eterna y al prometido premio en el cielo. Y a estas riquezas es imposible abandonarlas de otra manera, sino con el continuo e insistente deseo de abandonarlas, y de liberarnos de todas las preocupaciones. Entonces la renuncia es cortar todas las ataduras de la persona con cosas materiales y su actual forma de vida, es liberación de todas las obligaciones familiares. Eso nos permite mas fácilmente caminar por ese camino que lleva a Dios y sin condición, obligación para obtener la riquisima esposa (Sal. 18:11) En una palabra, la renuncia al mundo es la transformación del corazón humano en la forma de vida celestial, según las palabras del Apóstol: "En cambio, nosotros somos ciudadanos del cielo, y esperamos ardientemente que venga de allí como Salvador el Señor Jesucristo" (Flp. 3:20). Lo mas importante, es el comienzo de la imitación y semejanza a Cristo, que: "Ya conocen la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, que siendo rico, se hizo pobre por nosotros, a fin de enriquecernos con su pobreza" (2 Co. 8:9). Sin una tal renuncia, es imposible para nosotros llegar a aquella forma de vida, que se conformaría al Evangelio de Cristo. Porque entre riquezas y preocupaciones humanas, entre ataduras al mundo y costumbres humanas no se puede conseguir un corazón compungido, humilde, libre de iras, de tristezas, de preocupaciones y en general de todos los peligros y agitaciones del alma.

La pobreza evangélica

Según las palabras del Señor, no es conveniente ser rico, sino pobre: no juntar riquezas en la tierra sino en el cielo. Indiferente y sana actitud hacia la riqueza es servirse de ella conforme a los mandamientos: esto para nosotros es útil en muchos casos, ante todo para purificar el alma de los pecados.

Nuestra mayor suerte ni es pues, la abundancia en cosas temporales, sino que nosotros somos llamados a coparticipar en los verdaderos y eternos bienes.

Los ascetas primeramente acumulan los bienes del reino prometido, porque con todas sus virtudes, con su forma de vida y su unión, ellos representan fielmente el reflejo de la forma de vida en el cielo, ellos viven sin nada propio, no tienen nada propio, todo es en común.

Por cosa propia no se tenga en consideración: ni vestido, ni cosas de la cocina, ni alguna otra necesaria para la vida. Sean pues todas estas cosas al servicio de la necesidad. Tener algo como propietario, contradice a las afirmaciones de los Hechos de los Apóstoles, conde esta escrito: "La multitud de los creyentes tenia un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo era común entre ellos" (Hch. 4:32). Pues, cuando llama a algo suyo, se aleja de la Iglesia de Dios y del amor de Cristo quien nos enseño con la palabra y con el ejemplo dar su vida por sus amigos (Jn. 15:13). Pues, cuando la vida hay que dar por los demás, entonces, cuanto mas los cosas presentes.

La virginidad evangélica

Quien desea sinceramente caminar detrás de Cristo, no puede desear algo que pertenece a la vida terrenal, no puede amar a los padres, a sus parientes, cuando hay oposición al amor de Dios; porque justamente para esto están las palabras "Cuando alguien viene a mi y no amara menos a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas y también su vida, aquel no puede ser mi discípulo."

Grandes son estas cosas — la virginidad, y permanecer sin casarse — ello nos pone a la par de los ángeles, en los cuales la naturaleza es indistinta; porque no me atrevo a decir "con Cristo," porque, El habiendo deseado nacer por nosotros, igual a los nacidos, nació de una Virgen. Con esto El nos demostró la virginidad como un estado que separa del mundo y lo lleva al cielo; y con ello la persona renuncia a un mundo presente, por otro futuro. A la preocupación por las cosas de Dios, el Apóstol, hace ver que las preocupaciones de la vida matrimonial, si bien el matrimonio esta permitido y tiene su bendición, pero, conforme con el Apóstol, entre estas dos cosas es imposible coordinar: "Yo quiero que ustedes vivan sin inquietud. El que no tiene mujer se preocupa de las cosas del Señor. En cambio, el que tiene mujeres preocupa de las cosas de este mundo, buscando como agradar a su mujer" (1 Co. 32-33). Entonces quien desea servir a Dios, tiene que liberarse de toda atadura de este mundo.

Elige para ti una vida sin carne, sin pueblo, sin propiedad. Se libre y libérate de toda preocupación de la vida. Pues que no te ate el deseo de la mujer, ni la preocupación por los hijos; esto es imposible en la lucha al servicio de Dios, porque el arma de nuestra lucha no es corporal, sino la fuerza en Dios (2 Co. 10:4). Pues que el cuerpo no te mine no te ate contra tu voluntad, pues el te deje libre y no te convierta en esclavo. No te preocupes por la generación sobre la tierra, sino pro los hijos espirituales, para que tu puedas llevarlos al cielo.

No te ates con el matrimonio corporal, al contrario aspira a atarte a las cosas espirituales: dirección de almas y paternidad espiritual. Imita al esposo celestial. El don espiritual de la virginidad no es en la continencia del matrimonio y de la generación de hijos, sino toda la vida: su forma y costumbre tendrá que distinguirse con una tal hermosa virginidad, para que en todo momento se manifiesta la virtud del no casado.

La obediencia evangélica.

La verdadera y perfecta obediencia de los súbditos hacia el superior, se manifiesta en que, detrás del consejo del superior, no solamente se huye de todo mal, sino que sin su aprobación no se hace aquello que puede ser deseable. Mortificación y abstinencia al cuerpo es útil, pero quien va detrás de sus propias inclinaciones, hace lo que le parece y no escucha el consejo del superior, para el es antes una transgresión que un mérito, porque: "En consecuencia, el que resiste a la autoridad se opone al orden establecido por Dios, atrayendo sobre si la consideración" (Rm. 13:2). Por eso la virtud de la obediencia tiene mas mérito la continencia.

El orden y la armonía en cada comunidad permanece tanto tiempo, cuanto mas permanece la obediencia de los miembros a su superior, y cada desorden y caos en el gobierno de la comunidad origina anarquía por la incapacidad del que manda. Entre la gente hay diferentes actitudes, porque no todos piensan de la misma manera lo que es necesario. Por eso para que no haya desorden y discordia, para que cada uno no viva por su propia voluntad, hace falta que aquel que manda supere por sabiduría, respeto y santidad de vida para ser moderador y superior de los demás... Cuando uno es nombrado para superior, entonces allí reemplaza la propia voluntad por sobre los demás y todos se someterán a la elegida y mejor voluntad, según los consejos del Apóstol que enseña: "El que resiste a la autoridad se opone al orden establecido por Dios, atrayendo sobre si la condenación" (Rm. 13:12).

Ante todo es necesario, que aquel que se somete a esta forma de vida, tenga fuerte, perseverante e inamovible propósito y voluntad, que no se puede ser variable, debilitado por el espíritu maligno; el tiene que demostrar la firmeza de los mártires con la fuerza del espíritu hasta la muerte; el, con esta firmeza, tiene que permanecer fiel a los mandamientos de Dios y ser obediente a los superiores; esto es pues en esta vida la mas importante causa. Porque como Dios, siendo Padre de todos quiso que todos lo llamaran Padre, exige de sus siervos la mas perfecta obediencia, así, el padre espiritual entre la gente, cumpliendo sus ordenes, según el mandamiento de Dios obliga a una incondicional obediencia.

El mismo Hijo único de Dios, Señor nuestro, Jesucristo, por el cual todas la cosas existen dice: "Porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la de Aquel que me envío" (Jn. 6:28).

Es cosa admirable obedecer en todo cuando el Apóstol alaba a aquellos, que "ellos mismos primero e entregaron al Señor y luego a nosotros por voluntad de Dios."

La virtud de la humildad.

Quien desea en la gloria eterna mayor gloria, tiene que amar aquí todo lo que sea ultimo y lo peor: "Por lo tanto, el que se haga pequeño como este niño, será el mas grande en el Reino de los Cielos" (Mt 18:4) y en otro lugar: "No hagan nada por espíritu de discordia o de vanidad, y que la humildad los lleve a estimar a los otros como superiores a ustedes mismos" (Flp. 2:3).

Y cuando hace falta realizar un servicio ínfimo, entonces hay que recordar que el Salvador sirvió a los discípulos, que no se considero indigno de servir a los enfermos. Para el hombre es gran cosa imitar a Dios! Y de estas inferiores obras, elevarse a la imitación de lo alto. Quien puede considerar inferior algo que el mismo Señor obro con la mano? En todas nuestras obras, el alma eleva la causa al Señor en la convicción de que nadie hace absolutamente nada con su propia fuerza. Porque a menudo con esta convicción nace la humildad. La humildad es la caja de las virtudes. El conocimiento de la santidad es el conocimiento de la humildad y mansedumbre. El progreso del alma es progreso de la humildad, es imitación de Jesucristo. Al contrario, el orgullo hace nacer todos los errores y conduce hacia la deshonestidad. La humildad es imitación de Jesucristo, el orgullo, es desmesurado atrevimiento, sin vergüenza, es imitación del demonio. El Apóstol dice así: "El que se gloria, que se gloríe en el Señor" (1 Co. 1:31). Luego El explica así: Cristo es para nosotros sabiduría en Dios, justicia, santificación y redención: para que — como esta escrito — quien se alaba, se alabe en el Señor...Esto es justamente aquella perfecta y plena alabanza en Dios, cuando la persona no se eleva por su justicia, siempre se justifica mediante la fe en Cristo. El, pues, busca aquella justificación, que viene de Cristo, que proviene de Dios, mediante la fe. El fin de esta justificación es poseer el conocimiento de Cristo y la fuerza de su resurrección y participación de sus sufrimientos, semejarse a El en la muerte, para llegar a una resurrección de los muertos.

La virtud de la paciencia.

Toda la vida del justo esta llena de tribulaciones, porque estrecha es la puerta y angosto el camino que lleva al cielo (Mt 7:14), y "muchos son los designios del justo" (Sal 33:20). Por eso también el Apóstol dice: "Estamos atribulados por todas partes, pero no abatidos; perplejos pero no desesperados" (2 Co. 4:8) y otra vez se dice: "Confortaron a sus discípulos y los exhortaron a perseverar en la fe, recordándoles que es necesario pasar por muchas tribulaciones. Si pues, el sufrimiento forma la paciencia y la paciencia el conocimiento (Rm. 5:3-4), porque quien no da importancia al sufrimiento también desprecia el conocimiento. Al contrario, como a nadie coronan con la corona del triunfo sin el rival, así lo mismo a nadie llamaran probado sin el sufrimiento. Por eso estas palabras: "Dios me libera de toda miseria." No hay que entenderlas como si Dios nunca mas permitirá la tentación, sino que junto a la tentación, da ala posibilidad de soportarla. Sucede que por la tentación del maligno, Dios que ama al hombre, le envía alguien como un gran luchador y para luchar con el, y El humilla su orgullo con la grandisima paciencia que da a sus siervos, como leemos en la historia de Noé. También como ejemplo para aquellos, que no saben soportar con paciencia, Dios muestra a sus fieles que hasta la muerte saben soportar todos los sufrimientos, como por ejemplo Lázaro. El, cubierto de heridas, nunca se lamento de su condición de humilde, por eso recibió el descanso en el seno de Abraham que soporto los males de su vida (Lc. 16:25). Así también nosotros, aceptando los golpes de la mano de Dios, que con amor y sabiduría gobierna nuestra vida, ante todo pedimos conocer el motivo por el cual El nos da la cruz y entonces, para liberarnos de los sufrimientos y con la paciencia que junto con la prueba nos concede, la fuerza de soportar hasta el fin.

Yo deseo que ustedes tengan la misma convicción animándonos con la profunda esperanza a la alegría para poder en este tiempo, llevar las preocupaciones con paciencia; puede ser que con el sufrimiento, nosotros paguemos el débito de nuestros pecados. De tal manera nosotros, heridos, estaremos preservados de la airada mirada de Dios. Puede ser que Dios con tales pruebas quiera probar nuestra santidad. En tal caso el justo juez no permitirá el ser tentados por sobre nuestras fuerzas, sino nos dará — como premio de aceptar ya todos los sufrimientos — la corona de la paciencia y la esperanza. Cuando les sucede algo doloroso, no se dejen llevar por la alteración sino deben estar preparados para esta prueba.

Luego, es importante aliviar la difícil situación con la esperanza de las cosas futuras. Como aquellos que tiene la vista débil, y se alejan de toda cosa resplandeciente, ellos no bajaran del cielo, sino que fueron expulsados del mirar solamente a las cosas tristes, ni ocuparse de la miserias, sino elevar los ojos con la meditación sobre los verdaderos bienes. Siempre ten a Dios en la mente y así podrás siempre alegrarte. Alguien empano tu gloria? Entonces orienta la atención a la gloria que te espera en el cielo por tu paciencia. Te han causado disgusto? Contempla las riquezas celestiales y aquel tesoro que tu has preparado con tus buenas obras. Te han expulsado de tu patria? La celestial Jerusalén, para ti es patria.

La virtud de la templanza

Por templanza, nosotros entendemos, no renunciar completamente a los alimentos, porque seria usar violencia y arruinar la propia salud. La templanza es la renuncia de toda comodidad para dominar las pasiones y para obtener la santidad de la vida. Para nosotros que caminamos hacia la santidad, hace falta limitar todo con lo cual la gente mundana se debilita.

La practica de esta virtud es también una ayuda para el progreso espiritual. La templanza es liberación de los pecados, dominio de las pasiones, mortificación del cuerpo en el desorden se su naturaleza y tentaciones; es principio de la vida espiritual, camino para conseguir el eterno bien, moderación de todo deseo de abundancia. La abundancia es una gran tentación para el mal. Ella es motivo para que la gente cometa el pecado; ella tira el alma como un anzuelo a la muerte.

Bien hacen, cuando nos recuerdan esto como reglamento, para que nosotros conozcamos no solo la templanza sino sus frutos. Aquel fruto es poseer a Dios. Porque ser libre de la corrupción, es poseer a Dios, caer en la corrupción, es lo mismo que participar de la vida de este mundo. La templanza es dominio del cuerpo y confesar a Dios. Quiero aclarar, me parece que la templanza es el mismo Dios, que nada desea y todo tiene para si. Nada desea, no tiene ninguna ansia ni en los ojos, ni en las oreja, no le falta nada, es la felicidad plena. La avidez es la enfermedad del alma, la templanza es la salud. Es importante mirar en la templanza no solo de un lado; ella resguarda a aquello que el alma, descontenta por las cosas necesarias, con pasión aspira, y lo lleva a la envidia, que nace de deseo de tener oro y sin duda de otras necesidades que originan las pasiones. No embriagarse es también templanza, nos hace libres, ella sana y da la fuerza, no solamente nos ayuda a las virtudes sino que nos da mas. La templanza, es bendición de Dios... Cuando en nosotros hay un poco de templanza, nosotros estamos mas alto que todo el mundo. Y sobre los Angeles hemos llegado, porque cuando ellos perdieron la templanza, ellos no bajaron del cielo sino que fueron expulsados del mismo...Cuando nosotros tenemos un poco de templanza, nosotros no amamos este mundo, sino el otro, donde tenemos puesto nuestro corazón.

Utilidad y frutos de la vida comunitaria. Trabajo con sacrificio.

Quien camina en la perfección tendrá que trabajar día y noche para tener la posibilidad de dar a aquel que necesita. El trabajo y la vida comunitaria son necesarios para nosotros, no solamente para la mortificación del cuerpo, sino y también como manifestación del amor propio, para que Dios por medio nuestro, diera a los hermanos necesitados todo lo que para ellos es necesario. Siguiendo el ejemplo del Apóstol que dice: "De todas las maneras posibles les he mostrado que así, trabajando duramente, se debe ayudar a los débiles, y que es preciso recordar las palabras del Señor Jesús: "La felicidad esta mas en dar que en recibir" (Hch. 20:35). Es necesario saber que quien trabaja tendrá que cumplir no para servir a sus propias necesidades con los frutos del trabajo, sino en el cumplimiento del mandamiento de Dios. El ya dijo: "Porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo y me vistieron, enfermo y me visitaron; preso y me vinieron a ver" (Mt. 25:35-36).

Por eso, por principio esta prohibido preocuparse por si mismo: "Por eso les digo: No se inquieten por su vida, pensando que van a comer, ni por su cuerpo, pensando con que se van a vestir. No vale mas la vida que la comida y el cuerpo mas que el vestido?" (Mt. 6:32). Así entonces cada uno tendrá que tener por objetivo escuchar a los necesitados y no a las propias necesidades. De esta manera evita el amor propio obtendrá del Señor la Bendición del amor del prójimo, quien dijo: "Les aseguro que todo lo que hicieron con el mas pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo" (Mt. 25:40).

Proclamar la Palabra de Dios.

El signo del amor al Señor es: con gran amor, con toda atención y en todo preocuparse de aquello que El enseña: y si es necesario, perseverar hasta la muerte, publica y privadamente en la predicación... "Yo soy el buen pastor, el buen pastor da su vida por sus ovejas" (Jn. 10:11). La palabra la enseñanza no tendrá que ser utilizada para gloria personal, ni para su fama, ni para utilidad para complacer a los oyentes y poniendo atención a la satisfacción, sino tendría que ser la palabra como ante Dios, para su gloria. "Nosotros no somos como aquellos que comercian con la palabra de Dios, nosotros sinceramente, como de Dios hablamos, delante de Dios en Cristo" (2 Co. 2:17). El maestro de la enseñanza tendría que ser misericordioso y benigno sobre todo ante aquellos que están mal intencionados en el alma: Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, le dijo: "El que reciba a mi niño como a este en mi nombre, a mi me recibe" (Mc. 9:36-37).

Ser ejemplo para el prójimo.

El que alaba y ama a Dios es aquel que cumple su voluntad; pero quien no lo respeta, viola sus mandamientos: "Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste" (Jn. 17:4) "Tu que te glorias en la ley, deshonras a Dios violando la ley" (Rm. 2:23). Cada uno, según sus posibilidades tendría que ser para los demás ejemplo de buenas obras: "Vengan a mi todos los que están afligidos y yo los aliviaré" (Mt. 11:28). Nadie pues, sea orgulloso por su juventud, sino sea ejemplo para los fieles en la palabra y en la vida; y mas adelante: "ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, con que se volverá a salar? Ya no sirve para nada, sino para ser tirada y pisada por los hombres" (Mt 5:13).

Por eso cada uno tiene que preocuparse mucho mas en vivir en la tranquilidad y permanecer en si para ser el testimonio de la continuidad de sus costumbres; no encerrarse totalmente en su celda, sino con tranquilidad salir cuando sea necesario...para edificación del los hermanos, para dar ejemplo de luz de la buena palabra, cuando sin peligro puede con la palabra y obra ser ejemplo para aquellos con quienes va a encontrarse.

La luz de la fe.

Exhortamos a ustedes para que sobre todo recuerden sobre la fe de los Padres y no se dejen engañar por aquellos que se esfuerzan por llevarlos a la soledad. Además, pues, saben que, el que en si mismo no tiene vida de la luz de fe en Dios, no da utilidad ni verdadera confesión de la fe; sin vida ejemplar no puede recomendarnos a l Señor. Para ustedes, es necesario pues, unir las dos cosas para que el hombre, entregado a Dios, sea perfecto y la vida no tambalee por la falta de una de las dos. Porque la fe que nos salva — como dice el apóstol — es aquella que obra mediante el amor. Nosotros creemos en un solo Espíritu Santo. Consolador, del cual nosotros hemos recibido su sello en el día del Bautismo (Ef. 4:30); en el Espíritu de verdad, en el Espíritu de hijos, con el cual llamamos: "Abba Padre!" en el Espíritu Santo, que reparte a cada uno para utilidad, como quiere, y obra los dones de Dios en el espíritu; en el Espíritu Santo, que enseña y recuerda todo lo que oyó del Hijo; en el Espíritu Bueno que orienta a todos a la verdad, que confirma a todos los fieles en el seguro conocimiento; en la verdadera confesión, el servicio divino, y en espíritu adoramos a Dios. El Espíritu Santo que enseña inclinarse ante el verdadero Dios, Padre y a su único Hijo-Señor y Dios, nuestro Jesucristo y a si mismo.

La Paz Espiritual.

La unión con Dios no se identifica con las uniones corporales, sino que las perfecciona con el fiel cumplimiento de la voluntad de Dios. Quien acepta sacrificios por el premio de Dios, no tiene que buscar aquí consuelo sino prepararse par la recompensa del Reino de Dios. Pues tenga presente que por los sacrificios recibirá la paga y por el trabajo el premio del Dios que ama al hombre. Pienso que el intrépido luchador, que una vez que salió al campo de batalla de la santidad, tendrá que soportar virilmente los golpes del enemigo con la esperanza en la gloria de la corona. Porque: "La constancia, es la virtud probada; la virtud probada, da la esperanza. Y la esperanza no quedara defraudada porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado" (Rm. 5:4). Porque en otro lugar el mismo Apóstol dice: "Alégrense en la esperanza, sean pacientes en la tribulación y perseverantes en la oración" (Rm. 12:12). Nos recuerda el Apóstol que nosotros seamos pacientes en las tribulaciones y alegres en esperanza. Porque la esperanza origina lo que en las almas piadosas siempre causa la alegría.

En una palabra, el alma, una vez que derroto la melancolía, por su Creador; que se acostumbro a complacerse con la belleza, entonces ella por esta felicidad y encanto no cambiara con sentimientos visibles. Al contrario, lo que en otros es tristeza, en ella aumentara la felicidad.

La seguridad del premio eterno

Quien es generoso en el amor a Dios y espera firme el premio eterno, aquel no se conforma con aquel que hace, sino siempre busca y aspira a aumentar algo mas. Aunque le parezca que ya trabajo por encima de sus fuerzas, nunca esta seguro que cumplió con todas las obligaciones. El escucha las exhortaciones de Cristo: "El les respondió: El Reino de Dios no viene ostensiblemente" (Lc. 17:10). También el gran Apóstol para el cual el mundo estaba crucificado y el para el mundo (Ga. 6:14), enseña "Yo solo me gloriare en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo esta crucificado para mi, como yo estoy para el mundo" (Flp. 3:13-14).

Porque toda la vida presente es vida de tribulaciones y luchas, en cambio la futura vida, de coronas y premios. Escribe el gran Apóstol, entonces, cuando tenia que terminar la vida terrenal y pasar a la otra: "Y ya esta preparada para mi la corona de justicia, que el Señor, como justo Juez, me dará ese día y no solamente a mi sino a todos los que hayan aguardado con amor su manifestación" (2 Tm. 4:7).

Después de la muerte pasara a la vida eterna; de la humillación de la gente, a la gloria de Dios; de los dolores de este mundo, de los castigos, a la eterna felicidad con los ángeles en el Cielo. Para aquellos que observan los mandamientos, grande paga, premio inmenso, corona de justicia, corona de felicidad, sin termino, alegría inenarrable, continua permanencia con el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo, verdadero Dios; en la contemplación a Dios, cara a cara; alegría con los ángeles, con los Padres, Patriarcas, Profetas, Apóstoles, Mártires, Confesores y con aquellos que por siempre satisficieron a Dios. Busquemos que nosotros podamos con ellos llegar allá, por gracia del Señor nuestro, Jesucristo, con el cual están la gloria y la fuerza por los siglos de los siglos. Amen.

Libros consultados:

Cartas elegidas de san Basilio el Grande, (traducción S. Fedyniak) New York 1964.

J. P. Migne, Patrologieae cursus completus, series graeca (PG). Paris 1857-1866. San Basilius, tomus 29-32.

Obras asceticas de San Basilio (traduccion por A. Sheptyckyj) Lviv 1929.

J. Quasten, Patrologia 2 (B.A.C. n. 217). Madrid 1977, pags. 224-260.

 

 

San Cirilo de Jerusalén († 386).

A Cirilo de Jerusalén, lo mismo que a otros grandes obispos del siglo IV, le tocó vivir una de las épocas más difíciles de la historia de la Iglesia. Las controversias teológicas sobre la divinidad del Verbo, que exigían, ciertamente, una precisión suma en la formulación de los conceptos que se discutían, habían llegado a ser en aquellos días encarnizadas y poco edificantes. Cirilo, suave por temperamento, las aborrecía; quería permanecer neutral en la lucha, prefería estar alejado del campo de batalla, deseaba instruir más que polemizar, y por eso su figura adquiere el porte de un apóstol y de un obispo pacificador.

Nació en Jerusalén o en sus cercanías, hacia el 313 ó 315. Fue uno de aquellos jóvenes ascetas que, sin retirarse al desierto, hacía una vida de santidad y continencia perfecta. Tal vez fuese más verídico afirmar con un sinaxario griego, que desde joven se retiró a un monasterio, en donde pasó la juventud consagrado a la ciencia y al conocimiento de la Escritura. Su buena preparación le hacia un candidato seguro al sacerdocio, y por eso, alrededor de sus treinta años San Máximo de Jerusalén le ordenó de presbítero.

En 348 era ya obispo. Sobre su consagración episcopal se cierne una sombra un tanto obscura. San Jerónimo nos dice que Acacio de Cesarea, metropolita palestinense, en acción común con otros obispos arrianos, habrían ofrecido a Cirilo la sede episcopal jerosolimitana, a condición de que repudiase la ordenación sacerdotal que había recibido de San Máximo. Cirilo, prosigue el Solitario de Belén, habría aceptado y, después de permanecer algún tiempo como simple diácono y haber depuesto los obispos arrianos a Heraclio, nombrado por San Máximo para sucederle, habría recibido cual recompensa la sede de Jerusalén. Rufino de Aquileya parece insinuar lo mismo.

Observamos, sin embargo, que Jerónimo, al hablar de San Cirilo, transluce una información deficiente, que le lleva en muchos casos a afirmaciones erróneas; su testimonio, por tanto, es poco aceptable. Ofrece más garantía Teodoreto cuando dice que Cirilo, por su valiente defensa de la doctrina apostólica, mereció ser colocado al frente de la diócesis de Jerusalén a la muerte de San Máximo. Los Padres del concilio primero de Constantinopla (381), en carta al papa Dámaso, a más de afirmar que Cirilo fue obispo de Jerusalén y que había sido ordenado canónicamente por los obispos de la provincia eclesiástica, le presentan como un atleta, que había luchado en varias ocasiones contra los arrianos. Hilario de Poitiers fraternizó con él en Seleucia y San Atanasio le trataba como amigo.

Los primeros años de su episcopado los pasó Cirilo consagrado a una intensa actividad episcopal. La aparición de una luminosa cruz en el cielo de Jerusalén el 7 de mayo de 351 reforzó la actuación espiritual del obispo y fue un motivo poderoso de entusiasmo y fervor, tanto para él como para sus fieles. Cuando, en 357, Basilio el Grande visitó la iglesia de Jerusalén, nos asegura que estaba muy floreciente y nos informa también de que un gran número de santos le habían acogido y venerado.

De estos primeros años apacibles de su episcopado datan las principales obras de San Cirilo, En la Cuaresma del 348 predicó a los fieles de Jerusalén, de una manera sencilla, sus famosas "Catequesis." Dieciocho de ellas, dirigidas a los catecúmenos, las tuvo en la basílica de la Resurrección, erigida por Constantino en el emplazamiento del sepulcro del Señor. En ellas habla del pecado, de la penitencia, del bautismo y les comenta el Símbolo, artículo por artículo. Otras cinco, llamadas mistagógicas, las predicó a los neófitos, en la capilla particular del Santo Sepulcro, durante la semana de Pascua de aquel mismo año. Comenta el Santo, en un lenguaje íntimo y más cordial, las ceremonias del bautismo e instruye a los recién bautizados sobre la confirmación, la Eucaristía y la liturgia. Son verdaderas obras maestras en su género. Por ello le considera la Iglesia como el príncipe de los catequistas.

Después de diez años de paz e intenso apostolado se inicia una vía dolorosa para el santo obispo de Jerusalén. Por la interpretación del canon séptimo del concilio de Nicea, Cirilo se vio envuelto en una controversia, triste por los resultados, con el metropolita de Cesarea, Acacio. Este canon séptimo reconocía a la sede de Jerusalén un primado de honor que Cirilo justamente reclamaba y que Acacio, antiniceno por convicción, rechazaba de plano. Un conflicto de orden puramente jurisdiccional degeneró en polémica doctrinal. Cirilo veía en Acacio un obispo arriano y Acacio en Cirilo un defensor de las decisiones de Nicea. Durante la discusión el metropolita de Cesarea citó al obispo de Jerusalén a comparecer en su presencia. Cirilo, con sobrada razón, se negó a ello. Acacio reunió un sínodo en 357 ó 358 y lo depuso, según decía él, por contumaz. Cirilo, con pleno derecho, apeló a un concilio superior e imparcial, apelación que fue aceptada por el emperador Constancio, pero que antes de llevarse a cabo Cirilo tuvo que acceder a la fuerza y salir de su diócesis camino del destierro. Las intrigas de Acacio se habían impuesto a los principios de la legalidad.

El obispo de Jerusalén se dirigió a Antioquía, cuya sede estaba vacante por muerte del titular. Prosiguió entonces su viaje hacia Tarso, donde el obispo Silvano le acogió benévolamente y le permitió ejercer las funciones episcopales, singularmente la predicación. Como Silvano era partidario del grupo arriano de los homeousianos, le puso en relación con los gerifaltes de este partido. Junto a ellos aparece Cirilo en el concilio de Seleucia del 359 y gracias al apoyo de este grupo y sus enérgicas reclamaciones recobró su silla. Pero al año siguiente (360), Acacio se vengó de él en el sínodo de Constantinopla, teniendo que iniciar Cirilo otro destierro, sin que sepamos ni el lugar ni las circunstancias del mismo.

A finales del 362, Cirilo entró de nuevo en su diócesis. Por esta época Juliano el Apóstata había dado órdenes a los judíos de reconstruir el antiguo templo jerorolimitano. El santo obispo, en medio de su pena, predijo el fracaso de tan impía empresa, como así efectivamente aconteció.

Por los años 365-366 había quedado vacante la sede de Cesarea, por la muerte de Acacio. Cirilo nombró un sucesor en la persona de Filumeno. Desconocemos si por muerte o depuesto por los arrianos, el caso es que la diócesis de Cesarea volvió a quedar sin obispo. Eligió entonces Cirilo para esta sede metropolitana a su sobrino Gelasio, un sacerdote recomendado por su ciencia, por la pureza de la fe y también por su santidad. La elección no fue del agrado de los arrianos, que con sus intrigas le depusieron, y el mismo Cirilo tuvo que salir de su diócesis por tercera vez, camino del nuevo destierro, que duró once años (367-378) y del que nada sabemos.

Con la subida de Graciano al trono del Imperio, Cirilo pudo volver a su iglesia jerosolimitana, a finales del 378. Parece que durante su ausencia se habían dado la cita en Jerusalén, con permisión, naturalmente, de los obispos intrusos, todos los errores dogmáticos. El Santo encontró a sus fieles excitados y divididos. A esta división había seguido una relajación grande en las costumbres. En los ocho años que todavía permaneció al frente de su diócesis cumplió con la misión de un gran pastor para devolver a su iglesia el antiguo fervor. La historia nos dice que consiguió unir con la Iglesia católica los macedoníanos de Jerusalén y que obtuvo asimismo la sumisión de cuatrocientos monjes partidarios de Paulino de Antioquía. Murió en 386, a la edad de 70 ó 72 años, después de unos veintisiete de episcopado y dieciséis de destierro. En 1882 fue declarado Doctor de la Iglesia.

Los dolores físicos de San Cirilo, inherentes a un destierro de dieciséis años, se vieron todavía aumentados con sufrimientos morales. Ya en sus días se polemizó en torno a su ortodoxia. Por sus relaciones con el partido arriano de los homeousianos se le ha considerado arrianizante por lo menos. Por otra parte, San Cirilo, en sus escritos, no habla ni una sola vez de Arrio ni de los arrianos, no usa nunca la palabra omousios ni otros términos que se prestaban a discusión.

Estos hechos ciertos han sido maliciados por los adversarios del santo obispo. Lo que era en San Cirilo un acto de prudencia lo convirtieron sus enemigos en motivo de escándalo. Si bien es cierto que San Cirilo comunicó con los homeousianos, es todavía más seguro que nunca varió en su fe, que fue la de la Iglesia de Roma. Porque quiso desde un principio el obispo jerosolimitano observar la más estricta neutralidad entre los partidos, por eso evita toda palabra, frase, fórmula que pueda enturbiar la convivencia o acrecentar la división. Un temperamento suave como el suyo y un auditorio sencillo, como eran sus fieles, explica satisfactoriamente que no utilizase nunca la palabra omousios; una catequesis dada a quienes todavía no eran cristianos, no se prestaba ciertamente para altas discusiones teológicas. Ante aquel auditorio hubiesen resultado cuestiones bizantinas. San Cirilo, con gran espíritu sacerdotal, quería instruir y no polemizar. Ni dejemos de observar que si sostuvo a los homeousianos fue en lucha con los homeos, que representaban la facción intransigente de Arrio. También San Hilario de Poitiers les apoyó. Muchos de los homeousianos en el fondo eran completamente ortodoxos.

Es indiscutible que sus enseñanzas son de una ortodoxia incensurable y que, a pesar de que evita deliberadamente la palabra omousios, combate, sin embargo, con decisión la doctrina de Arrio. En las obras del obispo jerosolimitano la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía se halla más claramente que en todos los Padres anteriores a él. Hermosa es también la insinuación que hace a sus fieles de cómo han de acercarse a recibir la sagrada comunión. "Haced de vuestra izquierda — les dice — como un trono en que se apoye la mano derecha, que ha de recibir al rey. Santificad luego vuestros ojos con el contacto del cuerpo divino y comulgad. No perdáis la menor partícula. Decidme: si os entregasen pajuelas de oro, ¿no las guardaríais con el mayor cuidado? Pues más precioso que el oro y la pedrería son las especies sacramentales." No deja de ser un gran mérito de San Cirilo de Jerusalén haber expuesto unas enseñanzas tan claras, antes de que estuviesen en circulación las obras de los grandes escritores eclesiásticos.

San Cirilo no es un teólogo como otros escritores de su tiempo, es un catequista que enseña. No es original ni como pensador ni como escritor, pero es un testimonio acreditado de la fe tradicional. Sus "Catequesis" son eso: una exposición sencilla y popular de la fe cristiana. Su mejor elogio es el odio de los arrianos. Los arrianos le odiaban porque veían en él un enemigo temible. Por odio tuvo que salir tres veces desterrado de la ciudad santa y por mantener sus creencias se vio obligado a recorrer las ciudades del Asia Menor, cual peregrino errante que sufre por amor a Cristo. Pero al fin sus penas recogieron el triunfo. Pocos años antes de su muerte pudo asistir al concilio ecuménico de Constantinopla, que definía como verídicas las enseñanzas de San Cirilo y de otros muchos obispos que, como él, habían sostenido una violenta lucha contra el arrianismo. El sueño de San Cirilo de ver apaciguados los espíritus entraba en su fase inicial y así entregaba su alma a Cristo, por quien tanto había sufrido.

Ursicino Domínguez Del Val, O. S. A.

Catequesis de San Cirilo de Jerusalén.

Introducción.

Las catequesis de adultos en el gran siglo de la patrística.

El siglo de oro de la patrística es el período comprendido entre los concilios de Nicea y Calcedonia (325-451). Es, desde luego, el período en el que la actividad literaria de los Padres de la Iglesia alcanza los mayores niveles. En parte, esa notable actividad escritora responde a las discusiones teológicas y al interés en combatir lo que la Iglesia fue calificando como herejías. También en el siglo IV se celebran los dos primeros concilios ecuménicos, el de Nicea, en el año 325, y el I de Constantinopla, en el 381. El concilio de Nicea fijó en su Credo la identidad de naturaleza (hamoousia) del Hijo con el Padre: el Hijo es homoousios con el Padre, "de la misma naturaleza" que el Padre, con las características que además declara el Credo de Nicea. En la lucha contra el arrianismo se destaca sobre todo la figura de Atanasio, obispo de Alejandría. Arrio había sostenido una semejanza, pero no identidad de naturaleza entre el Hijo y el Padre. Por su parte, el Concilio I de Constantinopla (a. 381), aunque está en línea de continuidad con Nicea, desarrolla más el credo de éste, especialmente en lo referente al Espíritu Santo, la Iglesia, el bautismo, la resurrección de los muertos y la vida eterna. Por la continuidad y relación entre ambos concilios, el Credo o Símbolo que aprobó el Concilio I de Constantinopla suele ser llamado niceno-constantinopolitano y ha figurado desde entonces en la liturgia romana, la más extendida en toda la Iglesia.

Por otra parte, en el siglo IV continúa practicando la Iglesia el bautismo de adultos, aunque sea cada vez más frecuente el bautismo de niños hijos de padres cristianos. Aunque el siglo III es la época en que alcanzó su mayor auge el catecumenado de adultos, es en el siglo IV cuando se da mayor abundancia de testimonios literarios de este tipo clásico de catequización. En realidad, junto a una incipiente decadencia en la actividad pastoral, quizá porque ya no se está en los tiempos gloriosos y heroicos de las persecuciones, se ha progresado en el estudio y la exposición teológica del cristianismo. Los siglos IV y V serán también, tanto en Oriente como en Occidente, aunque con características diferentes, la época de las mayores disputas teológicas.

Nicea y Constantinopla elaboraron sus confesiones de fe, llamadas también símbolos. Pero junto a los símbolos de estos concilios se elaboraron también otros muchos1, antes o después de ellos. Estos credos eran como una "regla de fe," de tal manera que quienes los profesaban podrían ser considerados cristianos en el camino adecuado: profesaban un "recto parecer" u ortodoxia. Los credos han sido siempre señas de identidad de las comunidades cristianas.

Los credos tuvieron una extraordinaria importancia y por eso los ha conservado la Iglesia. Al tratarse de formulaciones muy ajustadas, expresaban con una precisión terminológica típicamente griega especialmente lo que se refiere a la ontologia de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. A estos se fueron añadiendo otras afirmaciones, que también formaban parte del depósito de la fe, sobre la Iglesia, el bautismo y la segunda venida de Cristo. De la importancia de las afirmaciones de los símbolos de la fe pueden darse algunas explicaciones breves. Si, por ejemplo — por mencionar lo fundamental de las afirmaciones de Nicea —, se afirmara que Cristo no es de la misma naturaleza o sustancia que el Padre (los latinos, con total exactitud, tradujeron en seguida "consustancial al Padre"), se admitiría un estado de subordinación y de dependencia como creatural del Hijo al Padre que haría que Jesucristo no fuera en realidad el Hijo de Dios, salvador y redentor del hombre, sino a lo sumo un instrumento que Dios utiliza o quizá como una especie de Dios de segunda categoría, todo lo cual llevaría al absurdo de destruir el cristianismo. Por otra parte, y por motivos semejantes, fue necesario añadir enseguida al Credo un tercer artículo sobre el Espíritu Santo.

Pero no se trata de explicar ahora todos los detalles. Sí es necesario decir que, en el conjunto del catecumenado y de las catequesis conducentes al bautismo, la praxis de la Iglesia llevó a ésta a hacer entrega, traditio, del Credo, traditio Symboli, a los que pedían el bautismo. En esta entrega del Credo se le confiaba al catecúmeno, cuando ya faltaba poco para el bautismo, el Símbolo (o contenido, que es lo que originariamente significa la palabra) de la fe. Esta entrega de la fe de la Iglesia se hacía durante la cuaresma y terminaba con la devolución, redditio Symboli que terminaba pocos días antes de la Pascua con la profesión pública de la fe cristiana. En la Pascua recibían el bautismo y la unción del Espíritu Santo (la confirmación) los catecúmenos que habían profesado su fe mediante el Símbolo.

Lógicamente en esa misma celebración se incorporaban plenamente a la Eucaristía, más allá de la escucha de la palabra de la Escritura proclamada (lo que posteriormente se llamó "Misa de los catecúmenos" y a la que antes del bautismo ya podían asistir éstos). Con el bautismo recibido en la Pascua se les abría a los recién bautizados, neófitos, la puerta para participar en toda la liturgia.

Todo el período enmarcado por la traditio y la redditio Symboli estaba ocupado por una intensa etapa de catequización. En las catequesis de san Cirilo de Jerusalén, la primera de ellas, Procatequesis, y las dieciocho siguientes, son catequesis sobre el Credo y van recorriendo cada uno de sus artículos. Se añaden después cinco catequesis mistogógicas, de las que luego se hablará, pronunciadas ante los recien bautizados en la semana de Pascua.

Cirilo de Jerusalén

Cirilo de Jerusalén, declarado doctor de la Iglesia en 1882, fue obispo de la ciudad durante un largo período. Nació hacia el año 314 en Jerusalén o en sus alrededores. Fue hombre de amplia cultura, como manifiesta el uso que hace del lenguaje, de la filosofía y de sus conocimientos — en los moldes de la época — de ciencias naturales. Debió estar muy bien dotado para la oratoria. La obra más conocida suya son precisamente estas Catequesis, pronunciadas en Jerusalén el año 347 o 348. Entre estas fechas y el año 351 debe colocarse su ordenación como obispo de Jerusalén, de modo que no se sabe con certeza si las catequesis las impartió siendo ya obispo o sólo presbítero.

Pero desde algún momento próximo al año 350 y hasta su muerte, el 18 de marzo del 387, ocupó la sede episcopal de Jerusalén. Sin embargo esos casi cuarenta años fueron con frecuencia agitados en la vida y el ministerio de Cirilo. Se dieron, en efecto, varias circunstancias complejas: recibió la ordenación episcopal del obispo arriano de Cesarea, Acucio, lo que a algunos les despertó la sospecha de arrianismo en su persona. El texto de las Catequesis, como podrá observarse, anula estas sospechas, pero hubo quienes se sintieron fuertes en ellas por cuanto Cirilo no menciona en las catequesis a Arrio ni utiliza el célebre adjetivo homoousios tan característico de Nicea. Los conflictos, por otra parte, se desataron entre el mencionado Acacio y Cirilo. Un sínodo de Jerusalén le depuso en el 357. Rehabilitado en el 359, fue desterrado una segunda vez, por obra de Acacio, en el 360. Un par de años después pudo regresar de nuevo a Jerusalén, donde reanudó sus tareas hasta que en el año 367 fue enviado por el emperador Valente al destierro por tercera vez. Sólo once años más tarde, en el 379, bajo el emperador Teodosio, pudo volver de nuevo a Jerusalén, donde ya desarrolló el ministerio hasta su muerte en el 387. El año 381 había participado en el concilio I de Constantinopla.

Las Catequesis.

No estamos ante un teólogo creativo, sino ante un catequista, un excelente expositor y un divulgador de la conciencia dogmática de la Iglesia en la época de las catequesis catecumenales. Se trata, en primer lugar, de catequesis sobre el Credo, utilizándose el que parece haber estado en uso en Jerusalén, que también se reproduce tras la catequesis V. Es, en general, el orden de las afirmaciones del Símbolo el que señala la temática de las catequesis. La Procatequesis y las catequesis I-III ponen a los oyentes ante la situación en que se encuentran, disponiéndose de manera ya muy próxima a la recepción del bautismo y como quienes tendrán que hacer antes profesión pública de su fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Una visión de conjunto de las creencias cristianas la da, por otra parte, la Catequesis IV, sobre los "diez dogmas." En ella la concepción virginal de Cristo, su resurrección, el juicio venidero, lo referente a cuerpo y alma y la resurrección de los muertos, además del valor de la Sagrada Escritura, completan lo que en las catequesis VI-XVII será la imagen cristiana del Dios en el que se cree. Dos catequesis, XVI y XVII, se dedican al Espíritu Santo. La XVIII expone la resurrección de los muertos y la vida eterna. Las Catequesis de Cirilo son un indicador muy preciso del desarrollo alcanzado a mediados del siglo IV por la conciencia dogmática eclesial. En esa época la Iglesia articula perfectamente, ya desde Nicea como igualmente lo hará con algo más de detalle en I Constantinopla, los enunciados de una fe que con el desarrollo de la teología se ha sabido objetivar a sí misma y ha sabido dar cuenta de por qué los acontecimientos de la salvación, a partir de la Escritura y de la predicación, han sido y son de una manera determinada. Por otra parte, las cinco últimas catequesis son mistagógicas, es decir, conducen a la comprensión de los "misterios" (sacramentos) que los recién nacidos a la nueva vida, "neófitos," acaban de vivir de modo efectivo al recibirlos en la celebración de la Pascua. Las cinco catequesis mistagógicas están dedicadas a Bautismo, Confirmación y Eucaristía, que configuran la iniciación cristiana. Constituyen estas catequesis un valiosísimo testimonio litúrgico.

En su conjunto, pues, esta obra de Cirilo constituye uno de los documentos catequéticos más importantes de la época patrística. Dada la importancia que tuvo el desarrollo de los distintos Credos, pero que fueron idénticos en lo esencial, es muy lógica la estructura general de las Catequesis que aquí se encontrarán. Por otra parte, es sorprendente el detalle con que se cita la Escritura. La excelente trabazón del desarrollo argumental, aunque a veces lleve a Cirilo a ciertas digresiones quizá no necesarias, permite percibir una extraordinaria agilidad en el manejo de la Escritura. Tal vez un lector que conozca a fondo la teología de Pablo y sus ejes centrales: el cristocentrismo, la antropología cristiana, el pecado y la gracia, fe y justificación, etc., eche de menos una mayor influencia del Apóstol en las exposiciones de Cirilo. Pero es que Cirilo es más bien un testigo de hasta dónde había llegado la conciencia dogmática de la Iglesia, en la cual había sido necesario consumir demasiadas energías en las disputas cristológicas y trinitarias.

Por último, algunas observaciones sobre la presente edición. No es necesario decir que los epígrafes no pertenecen al texto de las Catequesis. Por otra parte, se han introducido muchas notas explicativas, de desigual extensión pero en cualquier caso muy frecuentes. En algunas ocasiones tienen carácter filológico, pero más a menudo se refieren al contenido.

El trabajo de traducción se ha hecho sobre la versión latina, publicada junto con el original griego en el volumen 33 de la Patrología graeca de Migne, (a menudo se citará: PG 33, más la indicación de la correspondiente columna). Se ha procurado, sin embargo, tener presente el texto griego cuando la versión latina, por lo demás excelente, perdía algún matiz. Se han tenido también en cuenta las observaciones que con frecuencia se encuentran en el Migne sobre el estado de textos y códices. Conviene tener en cuenta que el original fue propiamente transmitido de modo oral. Los taquígrafos, como es frecuente en las piezas de oratoria clásica, copiaban lo mejor que podían lo que estaba pronunciándose en un estilo muy vivo, directo y, en ocasiones, en cierto modo coloquial.

En cuanto a las citas bíblicas, se ha procurado seguir el texto de la versión castellana de la Biblia de Jerusalén. Han sido también con frecuencia muy útiles, e incluso en ocasiones se han citado literalmente, las notas de esa misma Biblia. A veces, sin embargo, sobre todo en pasajes del Antiguo Testamento, el recurso de Cirilo a la versión griega de los LXX hacía inevitable traducir de acuerdo con esa versión. No obstante, en bastantes casos se han mantenido los textos traducidos por la Biblia de Jerusalén desde el original hebreo. Para las referencias de siglas, capítulos y versículos han sido utilísimos los datos, en general muy precisos, contenidos en la edición de la Patrología graeca.

1. Cf. S. SABUGAL, Credo. La fe de la Iglesia. El símbolo de la fe: Historia e interpretación. Zamora (Ediciones Monte Casino), 1986 J.N.D. KELLY, Primitivos credos cristianos, Salamanca, Secretariado Trinitario, 1980.

Procatequesis.

Procatequesis, o palabra previa a las catequesis, de nuestro santo Padre Cirilo, arzobispo de Jerusalén

1. Ya exhaláis, iluminandos1, el olor de la felicidad. Son ya flores de mayor calidad las que buscáis para tejer las coronas celestes. Ya despedís la fragancia del Espíritu Santo. Estáis ya en el vestíbulo del palacio real: Ojalá seáis también introducidos por el mismo Rey! Brotaron ya las flores de los árboles: esperemos que se dé también el fruto maduro.

Anteriormente habéis dado el nombre2, ahora se os llama a la milicia. Tened en las manos las lámparas para salir a buscar a la esposa: tenéis el deseo de la ciudad celeste, el buen propósito y la lógica esperanza. Pues es veraz el que dijo: "A los que aman a Dios todo les contribuye al bien"3. Pues Dios es generoso para hacer el bien y, por lo demás, espera la sincera voluntad de cada uno; por eso añade el Apóstol: "A aquellos que han sido llamados según su designio." Cuando existe un propósito sincero, hace que seas llamado; pero si sólo tienes dispuesto el cuerpo, pero estás ausente con la mente, perderás el tiempo.

No ir al bautismo sólo por curiosidad

2. Al bautismo se acercó también en cierta ocasión Simón Mago, pero no se sintió iluminado: y realmente bañó su cuerpo en el agua, pero no dejó que el Espíritu iluminase su corazón; el cuerpo bajó a la piscina; pero el alma no quedó sepultada con Cristo ni resucitó juntamente con él. Pongo este caso como ejemplo para que tú no caigas. Pues todo esto les sucedía a ellos en imagen4 y ha sido escrito para enseñanza de los que viven hasta el día de hoy. Que nadie de vosotros se vuelva intrigante con las cosas de la gracia para que no le turbe ningún germen de amargura. Que nadie de vosotros entre diciendo: veamos qué hacen los fieles; una vez dentro, veré lo que hacen. ¿Es que crees que verás sin que tú seas visto? ¿O es que piensas que te enterarás de lo que allí se hace, pero que Dios no escrutará tu corazón?

Entrar al banquete con el vestido apropiado

3. Se cuenta en los evangelios que alguien fue a curiosear en unas bodas, pero entró con un vestido inapropiado, se acomodó y comió. El esposo lo había permitido. Pero al ver las vestiduras blancas de todos, lo oportuno hubiera sido vestirse del mismo modo. Y realmente tomaba los mismos alimentos que los demás, pero se diferenciaba en el vestido y en la intención. Entonces el esposo, aunque magnánimo, era hombre de criterio. Y al dar una vuelta contemplando a cada uno de los comensales, ponía su atención no en el hecho de que comían sino en el modo de comportarse. Al ver a un extraño vestido con traje que no era de fiesta, le dijo: "Amigo, ¿cómo has entrado hasta aquí?"5 ¿Con qué vestido? ¿con qué conciencia? Pase que el portero no te lo haya prohibido por la liberalidad del dueño. Pásese también por alto que ignorabas con qué vestido era preciso entrar al banquete. Pero, una vez dentro, viste los vestidos resplandecientes de los comensales. ¿No debías haber aprendido de tus propias observaciones? ¿No debiste entrar del modo adecuado para poder salir también adecuadamente? Pero entraste de manera intempestiva y fuiste también intempestivamente expulsado. (El dueño) ordena a sus servidores: "Atadlo de pies," pues con ellos entró temerariamente; "atadlo de las manos," con las que no supo ponerse un vestido resplandeciente, y "arrojadlo a las tinieblas exteriores," pues es indigno del banquete nupcial. Ves lo que le sucedió a aquel hombre; mira, pues, con cautela por tus cosas.

Disponerse rectamente

4. De hecho nosotros somos ministros de Cristo y acogemos a cualquiera y, haciendo las veces de portero, franqueamos la entrada. Puede ser que entres con un alma de pecador manchada en fango. Entraste, fuiste admitido, tu nombre quedó inscrito ¿Te das cuenta del aspecto venerable de la Iglesia? ¿Ves el orden y la disciplina? ¿Ves la lectura de las Escrituras canónicas, el constante recuerdo de las personas señaladas en los catálogos eclesiásticos, el orden y la formalidad en la enseñanza. Deben instruirte tanto el respeto al lugar como la contemplación de lo que ves. Mejor si ahora sales oportunamente, para luego entrar en un momento mucho más oportuno. Si ahora entraste con el vestido interior de la avaricia, deberás volver a entrar con otro; despójate y no te cubras con el vestido que llevaste. Desvístete, te ruego, del libertinaje y la inmundicia y cúbrete con la estola resplandeciente del pudor. Yo te lo advierto antes de que entre el esposo de las almas, Jesús, y examine las vestiduras. Tienes tiempo a tu disposición: se te concede la penitencia de los cuarenta días; tienes una grandísima oportunidad de desvestirte y lavarte, y de vestirte de nuevo y entrar. Pero si te mantienes en el mal propósito de tu alma, la culpa no será de quien te está advirtiendo: no esperes recibir la gracia. Te recibirá el agua, pero no te acogerá el espíritu. Quien se haga consciente de su propia herida, recibirá un bálsamo; si alguno está caído, se levantará. Que nadie sea entre vosotros como el mencionado Simón, que no haya simulación alguna, ni interés en averiguaciones inoportunas.

La misma Iglesia purificará tu intención

5. Es posible que te guíe también otro pretexto. Alguna vez sucede que un hombre viene aquí para granjearse el amor de una mujer o algo semejante: y también puede decirse lo mismo a la inversa. Igualmente, tal vez es el siervo el que ha querido agradar a su amo, o un amigo a su amigo. Pero acepto la atracción de este cebo y te acojo, aunque vengas con una intención torcida, con la buena esperanza de que te salves. Acaso no sabías a dónde venías ni cuál era la red que te cogía. Caíste en las redes de la Iglesia: con vida serás cogido; no huyas; es Jesús quien te ha echado el anzuelo, y no para destinarte a la muerte, sino para, entregándote a ella, recobrarte vivo: pues es necesario que tú mueras y resucites, si es cierto lo dicho por el Apóstol: "Muertos al pecado, pero vivos para la justicia"7. Muere a los pecados y vive para la justicia; hazlo desde hoy.

6. Considera con qué dignidad te regala Jesús.

Te llamaban catecúmeno porque en ti resonaba el eco de una campana exterior: oías en esperanza, pero no veías8, oías los misterios, pero sin comprenderlos; oías las Escrituras, aunque sin entender su profundidad. Ya no es necesario hacer que nada resuene en tus oídos, pues sólo existe el sonido interior a ti: pues el Espíritu que habita en ti9 hace de tu corazón una morada divina.

Cuando oigas lo que está escrito de los misterios, entenderás lo que ignorabas. Y no creas que lo que recibirás es de escaso valor. Pues siendo tú un hombre miserable, será Dios quien te pondrá nombre. Escucha a Pablo cuando dice: "Fiel es Dios"10. Oye el otro pasaje de la Escritura: "Dios fiel y justo"11. Viendo esto anticipadamente, el salmista dijo de parte de Dios y previendo que los hombres recibirían de Dios un nombre: "Yo dije: dioses sois e hijos todos del Altísimo"12. Pero guárdate de llevar un nombre insigne con un propósito torcido. Has entrado en la lucha, soporta el esfuerzo de la carrera; no dispones de otra oportunidad semejante13. Si lo que se te propusiese fuese la fecha de la boda, ¿acaso no te ocuparías en la preparación del banquete dejando otras cosas? ¿Serás capaz de ocuparte de lo corporal, olvidándote de lo espiritual, justo cuando estás preparando tu alma para consagrarla al esposo celestial?

Sólo hay un bautismo

7. No es posible recibir el bautismo14 una segunda o tercera vez, pues si así fuese, se podría decir: lo que salió mal una vez, lo arreglaré en otra ocasión. Pues si una vez salió mal, la cosa no admite arreglo15, pues "uno es el Señor, una es la fe y único el bautismo"16. Sólo los herejes son bautizados de nuevo cuando en realidad no se hubiese dado este bautismo.

Buena disposición te ánimo

8. Pero Dios pide de nosotros otra cosa que una buena disposición de ánimo. No digas: ¿Cómo se me perdonarán los pecados? Te respondo: con que quieras y creas. ¿Qué hay que sea más sencillo que esto? Pero si tus labios expresan el deseo, pero no lo expresa tu corazón, sábete que el que puede juzgar es conocedor de los corazones. Abandona desde este día toda maldad; que no profieras palabras gruesas con tu lengua; que no peque más tu ojo ni vague tu pensamiento entre realidades vanas.

Perseverancia en las catequesis

9. Estén prontos tus pies para las catequesis. Recibe con buen ánimo los exorcismos: al ser insuflado o exorcizado, que ello te sirva para la salvación. Piensa que el oro es algo infecto y adulterado, mezclado con diversas materias como el cobre, el hierro y el plomo17. Lo que deseamos es oro solo, pero sin el fuego no puede ser expurgado de los elementos ajenos mezclados con él: así, el alma no puede ser purificada sin los exorcismos, que son de origen divino y deducidos de las Escrituras. Tu rostro fue cubierto con un velo para que tu mente pudiese estar más atenta y para que tu mirada dispersa no hiciese que también se distrajese tu corazón. Pero aunque los ojos estén velados, nada impide que los oídos reciban la ayuda de la salvación. Pues como los que expurgan el oro soplando al fuego con finos instrumentos funden el oro que está dentro del crisol, y al avivar la llama consiguen mejores resultados18, así los exorcizados expulsan su temor gracias al Espíritu divino y hacen revivir su alma alojada en su cuerpo como en un crisol. De ese modo huye el diablo hostil, pero se asienta la salvación y permanece la esperanza de una vida eterna. El alma, liberada del pecado, obtiene la salvación. Permanezcamos, pues, en la esperanza, hermanos; esforcémonos y esperemos para que el Dios de todas las cosas, viendo el propósito de nuestra mente, nos limpie de los pecados, nos permita esperar lo mejor de nuestras cosas y nos conceda una saludable penitencia. Dios es el que ha llamado y tú el que has sido llamado.

10. Persevera en las catequesis

Aunque nuestra oratoria posterior será más amplia, que tu ánimo no decaiga nunca. Pues recibirás armas contra los poderes enemigos; recibirás armas contra los herejes, los judíos, los samaritanos y los gentiles. Tienes múltiples enemigos: recibe dardos múltiples, pues contra muchos habrás de luchar; has de aprender cómo vencer al griego, cómo luchar contra el hereje, contra el judío y contra el samaritano19. Las armas están preparadas, y está plenamente dispuesta la espada del Espíritu20. Las manos deben luchar valerosamente para combatir la batalla del Señor, para vencer a las potestades que se oponen, para que permanezcas invicto de todas las asechanzas de los herejes.

La exposición será progresiva

11. Pero te doy un consejo. Aprende lo que se diga y guárdalo para siempre. No creas que éstas son las homilías acostumbradas: son de calidad y dignas de fe. Pero si en ellas hay en un día determinado algo que no se dice, lo aprenderemos al día siguiente. Pero la doctrina, ordenadamente expuesta, acerca del bautismo de la regeneración21, ¿cuándo se transmitirá otra vez si hoy se descuida? Piensa que es tiempo de plantar árboles; si no cavamos y penetramos hasta el fondo, ¿cuándo será posible plantar otra vez de modo correcto lo que ya en una ocasión se ha plantado mal? Piensa que la catequesis es un edificio; si no cavamos y ponemos los cimientos, y si no se traba ordenada y adecuadamente la estructura de la casa, de modo que nada quede suelto o cortado y el edificio se convierta en ruinas, todo el trabajo realizado será inútil. Conviene poner ordenadamente una piedra junto a otra y situar un ángulo frente a otro; al suprimir los salientes, surgirá un edificio proporcionado. Del mismo modo, te traemos hasta aquí como las piedras de la ciencia: habrá que oír lo que se refiere al Dios vivo; lo que se refiere al juicio; es necesario oír acerca de Cristo y acerca de la resurrección. Se dicen también ordenadamente otras muchas cosas que ahora22 se mencionan de modo disperso, pero que se expondrán en su lugar adecuado. Estas cosas debes entenderlas unitariamente, relacionando en la memoria afirmaciones anteriores y posteriores. En caso contrario, el arquitecto construirá bien, pero el edificio será frágil y a punto de caer.

Guardar el secreto de lo que se escucha

12. Cuando se dé una catequesis, si un catecúmeno te pregunta qué han dicho los doctores, no cuentas nada al exterior23. Es el misterio y la esperanza de la vida futura lo que te transmitimos. Guárdale el secreto a aquél que te da sus dones. Que nadie te diga nunca: ¿qué mal te causa esto si también yo lo habré de aprender? Porque también los enfermos suelen pedir vino; pero si se les da cuando no se debe, se les ocasiona un delirio, con lo que se origina un doble mal: muere el enfermo y se critica al médico. Lo mismo sucede al catecúmeno que oye de quien tiene fe en los misterios: el delirio lo padece el catecúmeno (pues al no conocer lo que ha oído, lo denigra haciéndolo objeto de burla), pero a la vez el fiel es condenado como traidor. Tú ya estás en la divisoria24; procura no hablar de modo temerario. No es que lo que se dice sea indigno de ser contado, sino que ciertas cosas no deben ser confiadas a algunos. También tú fuiste catecúmeno, y no te contaba lo que yo aquí decía; cuando conozcas por tu experiencia la sublimidad de lo que se enseña, entonces entenderás claramente que los catecúmenos no deben oír todavía todo eso.

Estar atentos a todos los detalles

13. Todos los que os habéis inscrito habéis sido engendrados como hijos e hijas de una misma madre25. Cuando entréis poco antes del momento de los exorcismos, hable cada uno de vosotros lo referente a la piedad. Y mirad si falta alguno de vosotros. Cuando se te invita a un banquete, ¿es que no esperarás a quien está invitado juntamente contigo? Y si tienes un hermano, ¿acaso no buscarás lo que es bueno para ese hermano? No indagues después lo que no te atañe, ni te intereses por lo que sucede en la ciudad o en el pueblo, ni por lo que hacen el emperador, el obispo o el presbítero. Mira hacia arriba: es lo que pide tu "kairós"25. ¡Basta ya; sabed que yo soy Dios!27. Si ves a algunos fieles ociosos y libres de preocupaciones, es porque se sienten seguros, son conscientes de lo que han recibido y tiene la gracia consigo. Tú estás todavía en la duda de si serás o no admitido; no imites a los despreocupados28, pues no debes abandonar el temor.

14. Cuando se haga el exorcismo, mientras se acercan los que han de recibirlo, estén juntos los hombres con los hombres y las mujeres con las mujeres. Hago referencia con esto al arca de Noé, en la cual estaban Noé y sus hijos, su mujer y las mujeres de sus hijos29. Y aunque una era el arca, con su puerta cerrada, todo se dispuso con decencia. Igualmente, aunque la iglesia esté cerrada y todos vosotros dentro, esté todo separado para que estén los hombres con los hombres y las mujeres con las mujeres, de modo que lo que quiere ser ayuda para la salvación no se convierta en ocasión de perdición. Pues aunque sea hermoso sentarse unos junto a otros, debe quedar lejos el peligro de turbación. Y entonces, sentados los hombres, tengan algún libro útil en las manos. Que uno lea y el otro escuche. Si no tienen libro, uno ore y el otro hable algo útil. Esté también agrupado el conjunto de las vírgenes, que deben salmodiar o leer, pero en silencio: deben hablar los labios, pero no debe llegar la voz a oídos ajenos. No tolero que la mujer hable en la asamblea30. y la casada actúe también de modo semejante: que ore y mueva sus labios, pero no se oiga su voz, imitando lo dicho por Samuel de que del alma estéril brote la salvación de Dios benévolos31, pues a eso es a lo que se refiere Samuel.

Mantener el interés

15. Veré el interés de cada hombre y la piedad de cada mujer. Inflámese la mente de piedad, puesto que cada alma será moldeada. Humíllese y macháquese la dureza de la infidelidad, despréndanse las escorias superfluas del hierro quedando sólo lo que es puro: que se pierda la herrumbre para que aparezca el material noble. Que Dios os muestre en alguna ocasión aquella noche y las tinieblas convertidas en luz de las que se dice: "Ni la misma tiniebla es tenebrosa para ti, y la noche es luminosa como el día"32. A cada uno de vosotros se le abrirá entonces la puerta del paraíso33. Entonces gozaréis de las aguas llenas de fragancia y que os traen a Cristo. Que percibáis entonces la llamada de Cristo y la fuerza de las realidades divinas34. Mirad ya ahora hacia arriba con los ojos abiertos de la mente: contemplad en vuestro ánimo los coros de los ángeles, al Padre señor de todas las cosas en su trono, al Hijo unigénito sentado con él a su derecha y al Espíritu presente junto a ellos, y a los tronos y dominaciones como siervos. E imaginad que cada uno de vosotros ya haya conseguido la salvación. Vuestros oídos lo habrán escuchado: desead oír aquella voz hermosa con que os aclamarán los ángeles al recibir vosotros la salvación: "¡Dichoso el que es perdonada su culpa, y le queda cubierto su pecado!35. Entraréis entonces como astros de la Iglesia resplandecientes en vuestro cuerpo y en vuestra alma.

Exhortación al proceso en el que se va a entrar

16. Y realmente es algo grande el bautismo de que hablamos: rescate de los cautivos, perdón de los pecados, muerte del pecado, nuevo nacimiento del alma, vestidura luminosa, santo sello imborrable36, vehículo al cielo, delicias del paraíso, medio para el reino, don de la adopción como hijos. Por lo demás, ten en cuenta que el dragón observa junto al camino a quienes pasan: procura que no te muerda por tu infidelidad; él ve a los muchos que se salvan y busca a quien devorar37. Te acercas al Padre de los espiritus38, pero es necesario pasar por aquel dragón. ¿Cómo le evitarás? Calza tus pies con el celo por el evangelio de la paz39, para que, aunque te clave el diente, no te hiera: ten la fe en tu interior y una esperanza firme. Cálzate bien para que entres hasta el Señor aunque el acceso esté ocupado por el enemigo40. Prepara tu corazón para recibir la enseñanza y para la participación en los santos misterios. Ora frecuentemente para que Dios te regale con los misterios celestes e inmortales, y no le dejes ni de día ni de noche. Y cuando el sueño se aparte de tus ojos, que tu mente se ocupe en la oración. Si ves que algún torpe pensamiento asalta tu alma, que te ayude la idea del juicio, que te recordará la salvación; ten ocupada tu mente en aprender para que olvide los pensamientos depravados. Si ves a alguien diciéndote: ¿Entrarás allí para bajar al agua? ¿Acaso no tiene baños la nueva ciudad?41, sábete que el dragón marino maquina estas cosas contra ti42; no atiendas a las voces de quienes te hablen, sino al Dios que actúa43. Guarda tu alma para que no puedas ser cogido por artimañas, de modo que, manteniéndote en la esperanza, llegues a ser heredero de la salvación eterna.

17. En verdad anunciamos y enseñamos estas cosas en cuanto hombres: no construyáis este edificio nuestro con heno, pajas y rastrojos, para evitar sufrir daño si llega a arder. Haced la obra con oro, plata y piedras preciosas44. Yo te lo digo, pero es a ti a quien toca poner manos a la obra, que es Dios quien debe rematarla. Afirmemos nuestra mente, pongamos en tensión nuestra alma, preparemos el corazón: nos va en ello la vida, pues esperamos las realidades eternas45. Pero poderoso es Dios (que ha escrutado vuestros corazones y ha percibido quién es veraz y quién es falso) como para proteger al sincero y hacer fiel al hipócrita y al simulador. Pues Dios puede hacer fiel al infiel con tal de mostrarle el corazón.

Que sea él quien borre el protocolo que existe contra vosotros46 y que se olvide de vuestros anteriores delitos, alistándoos en la Iglesia y haciéndoos soldados suyos mientras os ciñe las armas de la justicia: que os llene de las realidades celestiales de la nueva Alianza y os conceda eternamente el sello imborrables47 del Espíritu Santo: en Cristo Jesús nuestro Señor, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos48. Amén.

1. Se prefiere la traducción "iluminandos," los que han de ser iluminados, por responder al sentido de la ex- presión griega, ser traducción literal de la versión latina y referirse de hecho a quienes con el bautismo en la próxima Pascua habrían de recibir la máxima iluminación de su vida. La expresión es frecuente entre los Padres para designar a quienes recibirían en pocas semanas (por ejemplo, en la siguiente Pascua) el bautismo.

2. Referencia a la inscripción del nombre, requisito previo al comienzo de las catequesis cuaresmales sobre el credo.

3. Cf Rom 8:28.

4. 1 Cor 10:6.

5. Mt 8:28.

6. Mt 22:13.

7. Cl Rom 6:11,14, cf. 1 Pe 2:24.

8. El original griego es más expresivo, pero la traducción necesariamente ha de traicionar el sentido exacto. El griego "catecúmeno" viene del también griego "echos," eco. En realidad, semánticamente, catecúmeno es aquél en quien se hace resonar un eco. Catequesis, sustantivo abstracto, es la acción de que algo resuene en el interior del oyente. La resonancia es aquí la del anuncio del mensaje de la salvación en Jesucristo.

9. Cf. Rom 8:9-11; I Cor 1:9.

10. Cf I Cor 1:10.

11. Dt 32:4.

12. Sal 82:6.

13. Como "oportunidad" se traduce kairós; el tiempo oportuno de la salvación (Cf. 2 Cor 6:2). Con ello, el periodo catequético a que se va a dar comienzo es presentado como una extraordinaria posibilidad de salvación para el catecúmeno.

14. Bautismo, griego aquí loutrón, lavado.

15. Con todo esto la afirmación fundamental es que el bautismo no puede repetirse.

16. Ef 4:5

17. Cf. Ez 22:18.

18. Cf catequesis 16, n. 18; cf infra, núm. 15.

19. Las cuatro clases de enemigos representan maneras diferentes de oponerse religiosamente o ideológicamente a la verdad del Evangelio.

20. Cf Mt 26:41; Ef 6:17.

21. peri toû loutroû tês palingenesías, liter. "acerca del lavado de la regeneración" o, quizá incluso mejor, acerca del "nuevo nacimiento" o del "nuevo ser dado a luzc." Por primera vez en las catequesis se afirma que el bautismo es un lavatorio en el que el hombre nace de nuevo.

22. En las homilías de costumbre mencionadas más arriba.

23. Cf cat. 5,12 y cat. 6,29. Cirilo considera que es muy distinta la situación del catecúmeno y del iluminando. Se trata, de acuerdo con lo que se dijo en la introducción, de una etapa diferente, pues en el plazo que va desde el comienzo de la cuaresma hasta el tiempo pascual fueron pronunciadas estas catequesis, que intentan proporcionar una vivencia (y un conocimiento) de los misterios más íntimos de la fe. La imposición de no contar nada fuera no hace más que poner en práctica la disciplina del arcano. En el fondo se admite que incluso quien está comenzando a ser catequizado de cara a la iniciación cristiana, no es capaz de asimilar vitalmente en este momento lo que será el contenido de las catequesis de esta última cuaresma y del tiempo pascual.

26. Cf. más arriba, nota 13, Cf. además sobre el kairós los vocabularios y manuales de teología bíblica.

27. Sal 26:11 .

28. Cirilo es plenamente consciente de que el que dejará de ser catecúmeno y pasará al grupo de los que tienen fe es mucho lo que se está jugando. Una vez que uno es "fiel" (tiene fe), puede descansar en esa fe. Pero el que no ha recibido el bautismo no debe vivir en la despreocupación. La edición de Migne PG 33,354, nota 9, comenta: "No culpa Cirilo a los fieles porque estén sin preocupaciones. Dice solamente que, una vez recibido el bautismo, están ya libres de la preocupación que acerca de su futuro debe existir en el todavía no bautizado."

29. Cf Gén 7:9.

30. Cf 1 Tim 2:12; 1 Cor 14:34.

31. Referencia al episodio de la súplica de Ana, I Sam I, 10 ss.

32. Sal 139:12.

33. Vid., cat. 19, n. 9.

34. Vid. cat. 3, núms. 3 y 13.

35. Sal 32:1. Cf Sal 65:3b-4: "Hasta ti toda carne viene con sus obras culpables; nos vence el peso de nuestras rebeldías, que tú las borras."

36. Por "sello" se traduce la expresión griega sfragis, de donde los teólogos deducirán más tarde la doctrina del "carácter" sacramental, que expresa, aplicado al bautismo y con los matices propios de este sacramento, que quien se hace bautizar es propiedad de aquel que le ha sellado, Jesucristo. Con el "carácter" se expresa también una garantía de la salvación recibida en el bautismo. Cf al respecto, además de los tratados sobre los sacramentos del bautismo, confirmación y orden, también los diccionarios bíblicos: art. Sello, en X. Vocabulario de teología bíblica, Barcelona, ed. revisada, 1973, 841-842.

37. Cf. 1 Pe 5:8.

38. Hebr 12:9 contrapone, todo el versículo, la situación anterior al encuentro con Jesucristo, que supuso el co mienzo del catecumenado, y la nueva realidad en que se está a punto de entrar al culminar la iniciación cristiana: "Además, teníamos a nuestros padres según la carne, que nos corregían, y les respetábamos. ¿No nos someteríamos mejor al Padre de los espíritus para vivir?" Cf Núm 27:16; 2 Mac 3:24 habla de Dios como "el Soberano de los Espíritus y de toda Potestad."

39. Cf. Ef 6:15 (y su contexto).

40. Cf. cat. 1, núm. 5.

41. Se refiere a baños públicos construidos entonces recientemente en la ciudad de Jerusalén. En cualquier caso, la pregunta está pensada como una posible burla hacia el candidato al bautismo de parte de quienes pensaran que, no siendo el bautismo nada superior a los baños humanos, la ciudad tenia mejores instalaciones que las piscinas bautismales de las iglesias. La expresión supone el bautismo de inmersión.

42. Sin entrar ahora en mayores detalles, cf, sobre "el dragón marino," las alusiones de Is 27:1, Jb 3:8, Apoc 12:3 (donde el "gran Dragón rojo" es referencia a Satanás). Cf. también Gén 3:15: en el contexto del primer anuncio del Evangelio. Por eso la afirmación aquí de Cirilo lleva adjunto el anuncio de un Dios en definitiva victorioso frente al diablo como enemigo personal del hombre.

43. Cf. cat. 3, n. 3; cat., 17, n. 35.

44. Cf. 1 Cor 3 12-15.

45. Cf. cat. 1, n. 5.

46. Cf Col 2:14; "Canceló la nota de cargo que habia contra nosotros, la de las prescripciones con sus cláusulas desfavorables...."

47. Cf. lo dicho en nota 36.

48. La edición de las catequesis en PG 33 contiene un nota final "al lector," cuyo texto señala: "Estas catequesis a los que han de ser iluminados muéstralas a los que han de recibir el bautismo y a los que ya lo recibieron. Pero no se las entregues en modo alguno a los catecúmenos y a los que no sean cristianos, pues en caso contrario habrás de dar cuenta a Dios. Y si sacas copia de un ejemplar de las mismas, hazlo como en la presencia de Dios" (PG 33, 365-366).

 

I. Invitación al Bautismo.

Pronunciada en Jerusalén, contiene una introducción a los que se aproximan al bautismo. El punto de partida es Is 1:16: "Lavaos, purificaos, quitad de delante de mis ojos las fechorias de vuestras almas"1.

Dios os aguarda

Sois ya discípulos de la nueva Alianza y partícipes de los misterios de Cristo, ahora por vocación, pero dentro de poco también como un don: haceos un corazón nuevo y un espíritu nuevo2 para que se alegren los moradores del cielo. Pues si, como dice el evangelio, "habrá alegría por un solo pecador que se convierte"3, ¿cuánto más no moverá a la alegría a los habitantes del cielo la salvación de tantas almas? Habiendo entrado por un camino ancho y hermoso, recorred cautelosamente la senda de la piedad. Pues el unigénito Hijo de Dios está plenamente dispuesto para vuestra redención y señala: "Venid todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré"4. Los que lleváis el pernicioso vestido de vuestras ofensas5 y estáis oprimidos por las cadenas de vuestros pecados, escuchad la voz del profeta que dice: "Lavaos, purificaos, quitad de delante de mis ojos las maldades de vuestra alma"6, de modo que os aclame el coro de los ángeles: "Dichoso el que es perdonado de su culpa, y le queda cubierto su pecado"7. Los que habéis encendido hace poco por primera vez las lámparas de la fe8, sostenedlas en las manos sin que se apaguen, para que aquel que en otro tiempo abrió por la fe el paraíso al ladrón en este santísimo monte del Gólgota9 os conceda también a vosotros cantar el cántico nupcial.

Nuevo nacimiento desde el pecado al hombre nuevo

2. Si alguno es ahora esclavo del pecado, prepárese mediante la fe para la regeneración liberadora de la adopción filial. Y abandonada la funesta servidumbre de los pecados, una vez dedicado al dulce servicio del Señor será juzgado digno de disfrutar la herencia del reino celestial. Desvestíos por medio de la confesión del hombre viejo, que se corrompe por las concupiscencias del error, para revestiros del hombre nuevo, que se renueva por el conocimiento de aquel que le creó10. Recibid por la fe las arras del Espíritu11 para que podáis ser recibidos en las moradas eternas12. Acercaos (a recibir) el sello espiritual para que podáis ser reconocidos favorablemente por vuestro dueño13. Seréis contados en la santa y fiel grey de Cristo a fin de que, como en otro tiempo fuisteis separados a su derecha, ahora consigáis la vida eterna que se os ha preparado. Quienes sufren todavía la aspereza de su pecados (como la de una piel con vello), se quedarán en pie a la izquierda, puesto que todavía no han tenido acceso a la gracia de Dios, que se da por medio de Cristo en el lavatorio de la regeneración. Pero no me refiero a la regeneración de los cuerpos, sino al nuevo nacimiento del alma por el Espíritu. Pues los cuerpos son engendrados por padres visibles, pero las almas vuelven a nacer de nuevo por la fe; ya que "el Espíritu sopla donde quiere" (Jn 3:8)14. Si se te considera digno, te será licito oír: "Bien, siervo bueno y fiel" (Mt 25:21), lo que sucederá cuando tu conciencia no te pueda acusar en absoluto de simulación.

Aprestarse a escuchar a Dios

3. Si alguno de los que están aquí cree que podrá tentar a la gracia de Dios, se engaña a sí mismo e ignora la fuerza de las cosas. Ten, hombre, un ánimo sincero y libre de engaño por causa de aquel que escruta corazones y entrañas (cf. Sal 7:10; Jer 11:20). Quienes hacen alistamientos de soldados, examinan la edad 15 y los cuerpos; así, cuando Dios hace un alistamiento de las almas, examina las voluntades y, si alguien vive en la hipocresía, lo rechaza por inadecuado para una verdadera milicia. Pero si lo encuentra digno, le otorga su gracia de manera muy rápida16. No da lo santo a los perros (cf. Mt 7:6), sino que, cuando ve una conciencia honesta, le confiere el sello saludable y admirable17 temido por los demonios y que reconocen los ángeles; de manera que aquellos huyen expulsados, pero éstos lo abrazan como por un parentesco familiar. Por consiguiente, quienes reciben aquel sello espiritual y saludable, es necesario que se esfuercen también personalmente. Del mismo modo que quienes se sirven de una pluma para escribir o de una flecha también tienen que esforzarse, asimismo la gracia necesita del esfuerzo de los que creen.

Del catecumenado a los frutos de la fe

4. No recibes armas corruptibles sino espirituales. Serás introducido en un paraíso racional, recibiendo un nuevo nombre que antes no tenías (probable alusión a Apoc 2:7b,17c)18. Antes eras catecúmeno, ahora serás llamado fiel19. Eres trasplantado a buenos olivares, desde un olivo silvestre a un buen olivo (cf. Rom 11:24); de los pecados a la justicia, de la suciedad a la pureza. Eres hecho partícipe de una vid santa: si permaneces en la miel, crecerás como un sarmiento fructífero; pero si no permaneces, serás consumido por el fuego. Así pues, produzcamos fruto dignamente. Que no nos suceda lo mismo que a aquella vid infructuosa, no sea que, al venir Jesús, la maldiga por su esterilidad (cf. Mt 21:10). Que todos puedan, en cambio, pronunciar estas palabras. "Pero yo, como verde olivo en la casa de Dios, confio en el amor de Dios para siempre jamás" (Sal 52:10). No se trata de un olivo sensible, sino inteligible, portador de la luz. Lo propio de él es plantar y regar (cf. tal vez 1 Cor 3:6); pero a ti te corresponde aportar el fruto. Por ello, no desprecies la gracia de Dios: guárdala piadosamente cuando la recibas.

Reconocer los pecados para cambiar de vida

5. El tiempo presente es tiempo de confesión. Confiesa todo lo que hiciste, de palabra o de obra, tanto de noche como de día. Reconócelo en el tiempo aceptable, y recibe el tesoro celestial en el día de la salvación (cf. 2 Cor 6:12). Entra con interés en los exorcismos. Sé asiduo a las catequesis y graba en tu memoria lo que allí se diga. Pues no se hablará sólo para que lo oigas, sino para que selles mediante la fe20 lo escuchado. Suprime de tu pensamiento toda preocupación humana, pues se trata de una carrera con tu propia alma. Abandona completamente lo que es del mundo. Pues se trata de cosas pequeñas; en cambio, son grandes los dones del Señor. Abandona lo que tienes delante y ten fe en lo que ha de venir. Tantos años has vivido inútilmente en la órbita del mundo. ¿No te dedicarás durante cuarenta días a la oración por tu alma? "Rendíos y reconoced que yo soy Dios," dice la Escritura (Sal 46:11). Deja de hablar muchas cosas inútiles y deja de murmurar o de escuchar con agrado a quien murmura21. Manifiéstate más bien pronto y dispuesto a la súplica. Muestra, por la práctica de una vida más austera, la fortaleza y los nervios de tu alma. Limpia tu copa (cf. Mt 23:26) para que quepa en ella una gracia más abundante; pues el perdón de los pecados se da a todos por igual pero la comunión del Espíritu Santo se concede según la medida de la fe de cada uno (Rm 12:6). Si poco trabajas, recibirás poco; pero si haces mucho, mucha será tu paga. Corres para ti mismo, mira tu propia conveniencia.

Perdón de los demás y fidelidad en la asistencia a las asambleas

6. Si tienes algo contra alguien, perdónale. Vas a recibir el perdón de los pecados: es necesario que también tú perdones a quien pecó contra ti. De otro modo, ¿cómo te atreverías a decirle al Señor: Perdóname mis muchos pecados cuando tú ni siquiera unas pocas cosas perdonas a quien es consiervo tuyo (Mt 18:23-35)? Manifiesta interés en las sinaxis22, y no sólo ahora cuando los miembros del clero te exigen ese interés, sino también una vez que hayas recibido la gracia. Pues si ello es bueno y laudable antes de que la recibas, ¿dejará de ser bueno después de que se haya otorgado? Si antes de que estuvieses injertado había que regarte y cuidarte con esmero, ¿no era esto mucho mejor una vez plantado? Sostén el combate por tu propia alma, sobretodo en estos días. Alimenta tu alma con la lectura espiritual, pues un banquete espiritual te ha preparado el Señor. Di tú también con el salmista: "El Señor es mi pastor, nada me faltará: él me ha colocado en la tienda, en el aprisco. Hacia las aguas de reposo me conduce, y conforta mi alma" (Sal 23:1-3). Con ello se alegrarán a la vez los ángeles y el mismo Cristo, el gran sumo sacerdote, viendo confirmado el propósito de vuestra voluntad, ofreciéndoos él también a todos vosotros, dirá al Padre: "Henos aquí a mí y a los hijos que Dios me ha dado" (Is 8:18 y Hebr 2:13), y os custodiará a todos vosotros como agradables a él. A él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.

1. Por estas palabras introductorias y por el contenido mismo, se observa que la presente catequesis es una invitación al bautismo.

2. Ez 18:31b.

3. Lc 15:31.

4. Mt 11:28.

5. Cf. Procatequesis, n. 3; cat. 15: n, 25.

6. De nuevo Is 1:16.

7. Sal 32:1. Se trata de un característico salmo penitencial.

8. Procat., 1, ya señalaba: "Tened en las manos las lámparas para ir a buscar a la esposa." A ese mismo hecho hace alusión otra vez la presente catequesis; los catecúmenos que en breve habrían de recibir el bautismo llevaban lámparas encendidas.

9. Cf Lc 23:43.

10. Cf Ef 4:22-25; Col 3:10.

11. Cf 2. Cor 5:5.

12. C£ Lc 16:9.

13. Cf. Procatequesis, nota 36. Cf. cat. 15, núm. 25.

14. En las frecuentes alusiones concretas, ahora a Jn 3:8, pero constantemente con la mención del nuevo nacimiento, etc., se ve toda la influencia de Jn 3:1-21, conversación de Jesús con Nicodemo, en las catequesis de Cirilo. En el fondo se da a entender con ello la idea frecuentísima en la catequesis patrística de que por la fe y el bautismo el hombre es engendrado de nuevo: la iniciación cristiana como creación de una humanidad nueva.

15. También puede traducirse por "las medidas."

16. Vid. cat. 3, núm. 1.

17. En esta misma catequesis, núm. 2, se ha hecho, ya mención de este "sello espiritual...." También se ha hecho mención de la anterior nota 36 y de cat. 15, núm. 21. No se volverá a insistir más sombre esto, únicamente, recordar que la ed. de Migne, PG 33,373 vuelve a mencionar la semejanza entre el "sello" y el "carácter del bautismo" con las marcas impresas en los ganados para distinguir quiénes eran sus dueños, o también con las señales grabadas con hierro candente en los soldados. Una cierta tosquedad en la comparación permite hacer entender de modo bastante plástico que el bautizado será ahora siervo sólo de Cristo.

18. Se reproduce aquí íntegra la nota que inserta la mencionada edición de PG 33, col. 374; ""Serás introducido en un nuevo paraíso racional, recibiendo un nuevo nombre." No me resisto apenas a pensar que aquí se alude a dos pasajes del Apocalipsis, c, II, v. 7: "Al vencedor le daré a comer del leño de la vida, que está en el paraíso de mi Dios," y v. 17: "Al vencedor le daré una piedrecita blanca, y grabado en la piedrecita, un nombre nuevo." Pues aunque Cirilo no utiliza el libro del Apocalipsis como canonico, mencionó en sus catequesis algunas de sus afirmaciones. Afirma que al bautizado se le ha de abrir el paraíso, cat. 13,9, cuando, hechas las renuncias mirando desde el poniente y vuelto hacia el oriente, hace un pacto con Cristo. Pero es injertado en el verdadero olivo que es Cristo cuando es ungido antes del bautismo con el aceite exorcizado, cat. 20, n. 3. En Cristo somos, por último, injertados como en una viña cuando por el bautismo comulgamos (cat. 19, n. 7) con su muerte y su sepultura (por la que se ha plantado en la tierra la vid verdadera, cat. 14, n. 11)."

19. Cf Procat., n. 4; cat. 5, n. 1.

20. Cf en esta catequesis, núm. 6, procat., núm. 17.

21. Cf. Procat., núm. 16.

22. Asambleas o reuniones sagradas.

 

II. Invitación a la Conversión.

Pronunciada en Jerusalén, trata sobre la conversión y el perdón de los pecados, y acerca del enemigo. La lectura de base es de Ezequiel 18:20b-21: AI justo se le imputará su justicia y al malvado su maldad. En cuanto al malvado, si se aparta de todos los pecados que ha cometido, observa todos mis preceptos y práctica el derecho y la justicia, vivirá sin duda, no morirá."1

Realidad del pecado

1. Realidad temible es el pecado y gravísima enfermedad del alma es la iniquidad: le secciona los nervios y además la dispone al fuego eterno. La maldad se da cuando hay delectación libre, un germen que lleva voluntariamente al mal. Ya el profeta señala con claridad que el pecado se comete de modo espontáneo y libre: "Yo te había plantado de la cepa selecta, toda entera de simiente legítima. Pues ¿cómo te has mudado en sarmiento de vid bastarda?" (Jer 2:21). La plantación es buena, pero el fruto es malo, malo por la libre voluntad: el que plantó está libre de culpa, pero la viña será aniquilada por el fuego; plantada para el bien, produjo el mal por su propio deleite. Pues, según el Eclesiastés, "Dios hizo sencillo al hombre, pero él se complicó con muchas razones" (Ecl 7:29). Y el Apóstol dice: "Hechura suya somos, creados... en orden a las buenas obras" (Ef 2:10). Pues siendo bueno el creador, creó "en orden a las buenas obras," pero la creatura se volvió al mal por su propio arbitrio. Grave mal es, según esto, el pecado. Pero no es irremediable: es grave para quien permanece en él. Pero es fácil de sanar a aquel que lo rechaza en la conversión. Imagínate que alguien tiene fuego en sus manos. Sin duda se abrasará mientras retenga el carbón, pero si lo arroja fuera de sí, suprime la causa de su quemadura. Pero si alguien piensa que no se quema al pecar, a ese tal le dice la Escritura: "¿Puede uno meter fuego en su regazo sin que le ardan los vestidos?" (Prov 6:27). Así pues, el pecado abrasa los nervios del alma.

El origen del pecado en el interior del hombre

2. Pero dirá alguno ¿Qué es el pecado? ¿Es un animal, un ángel o un demonio? ¿Qué es lo que lo produce?2. Atiende bien: no es un enemigo que te invada desde fuera, sino algo que brota de ti mismo. "Miren de frente tus ojos" (Prov 4:25) y no experimentarás la pasión. Ten lo tuyo, no te apoderes de lo ajeno y no existirá en ti la rapiña. Acuérdate del juicio y no existirán en ti la fornicación ni el adulterio ni el homicidio ni nada que sea pecaminoso. Pero si te olvidas de Dios, comenzarás a pensar en el mal y a realizar lo ilícito.

El diablo y el pecado

3. Pero no sólo tú eres origen y autor de lo que haces: hay también un depravado instigador, el diablo3. El tienta a todos, pero no puede con los que no consienten. Por ello dice el Eclesiastés: "Si el espíritu del que tiene poder se abate sobre ti, no abandones tu puesto"4. Cierra tu puerta y hazlo huir lejos de ti para que no te cause daño. Pero si das entrada con indiferencia al pensamiento libidinoso, oponiéndose a tu ánimo, plantará en ti sus raíces, atará tu mente y te arrastrará hasta la cueva de los malvados. Y si acaso dices: Soy fiel, no podrán conmigo los malos deseos, aunque frecuentemente los tenga en mi ánimo. ¿Ignoras tal vez que la raíz que permanece tiempo ligada a la piedra acaba siempre rompiéndola? No aceptes siquiera el germen, porque hará añicos tu fe. Arranca de raíz el mal antes de que florezca, no sea que, actuando negligentemente desde un comienzo, tengas luego que pensar en el fuego (cf. Jer 23:29) y en el hacha (Mt3:10). Cúrate a tiempo la inflamación de ojos, para que no te quedes ciego y busques entonces médico.

4. Causante primero del pecado es el diablo, origen de la maldad. Esto no lo he dicho yo, sino el Señor: "Porque el diablo peca desde el principio"5. Antes que él nadie pecó. Pero no pecó por fuerza de la naturaleza6, como si hubiese estado obligado al pecado (en ese caso, habría incurrido en pecado quien le hubiese hecho tal), sino que, creado bueno, se convirtió en diablo tomando nombre de su actuación7. Pues, habiendo sido arcángel8, se le ha llamado posteriormente diablo (o calumniador, Satanás), habiéndosele considerado después así en virtud de la cosa misma. Satanás es, pues, lo mismo que adversario9. Las pruebas no las aporto yo, sino el profeta Ezequiel: "Eras el sello de una obra maestra y corona de hermosura, engendrado en el paraíso divino" (Ez 28:12 var.). Y poco más abajo: "Fuiste perfecto en tu conducta desde el día de tu creación, hasta el día en que se halló en ti iniquidad" (28:15)10. Esto no te vino de fuera, sino que tú mismo engendraste el mal. Poco más abajo señala la causa: "Tu corazón se ha pagado de tu belleza, has sido herido por la muchedumbre de tus pecados, sí, por tus pecados. Yo te he precipitado en tierra" (28:17 var.). Lo mismo dice el Señor en el Evangelio en el mismo sentido: "Veía a Satanás caer del cielo como un rayo" (Lc 10:18). Ya ves la consonancia entre ambos Testamentos. Al caer aquél, arrastró a muchos consigo. A quienes le siguen les sugiere malos deseos, de lo que se siguen el adulterio, la fornicación y cualquier clase de mal. Por causa suya fue expulsado nuestro primer padre Adán del paraíso y cambió éste, del que brotaban frutos admirables, por una tierra que le ofrecía espinas.

Esperanza para el pecador

5. Entonces, dirá alguno, ¿hemos perecido engañados? ¿no habrá salvación alguna? Caímos, ¿podremos levantarnos? (Jer 8:4). Hemos quedado ciegos ¿podremos recuperar la vista? Estamos cojeando, ¿no hay esperanza de que caminemos correctamente alguna vez? Diré en resumidas cuentas: ¿No podremos alzarnos después de haber caído? (cf.Sal 41:9) ¿Es que acaso quien resucitó a Lázaro, con hedor ya de cuatro días (Jn 11:39), no te resucitará vivo también a ti? Quien derramó su preciosa sangre por nosotros nos liberará del pecado para que no claudiquemos de nosotros mismos (cf. Ef 4:19)11, hermanos, cayendo en un estado de desesperación. Mala cosa es no creer en la esperanza de la conversión. Quien no espera la salvación acumula el mal sin medida; pero el que espera la curación, fácilmente es misericordioso consigo mismo. Igualmente el ladrón que no espera que se le haga gracia llega hasta la insolencia; pero, si espera el perdón, a menudo termina por hacer penitencia. Si incluso una serpiente puede mudar la piel, ¿no depondremos nosotros el pecado? También la tierra que produce espinas se vuelve feraz si se la cultiva con cuidado: ¿Acaso podremos obtener nosotros de nuevo la salvación? La naturaleza es, pues, capaz de recuperación, pero para ello es necesaria la aceptación voluntaria.

Misericordia y amor de Dios hacia el pecador

6. Dios ama a los hombres, y no en escasa medida. No digas tú entonces: He sido fornicario y adúltero, he cometido grandes crímenes, y ello no sólo una vez sino con muchísima frecuencia. ¿Me perdonará, o más bien se olvidará de mí? Escucha lo que dice el salmista: "¡Qué grande es tu bondad, Señor!" (Sal 31:20). Tus pecados acumulados no vencen a la multitud de las misericordias de Dios. Tus heridas no pueden más que la experiencia del médico supremo. Entrégate sencillamente a él con fe; indícale al médico tu enfermedad; di tú también con David: "Sí, mi culpa confieso, acongojado estoy por mi pecado" (Sal 38:19). Y se cumplirá en ti lo que también se dice: "Y tú has perdonado la malicia de mi corazón" (Sal 32:5)12.

7. ¿Quieres ver el amor de Dios al hombre tú, que hace poco que vienes a las catequesis? ¿Quieres contemplar la benignidad de Dios y la enormidad de su paciencia? Mira el caso de Adán. Es el primer hombre que Dios creó, y pecó: ¿no pudo advertirle de que a continuación moriría? Pero mira lo que hace el Dios que tanto ama a los hombres. Lo arroja del paraíso (pues por el pecado no era digno de vivir allí). Y lo coloca en cualquier lugar fuera de allí (cf. Gén 3:24), para que, al ver de dónde ha caído y a dónde ha sido arrojado, consiga luego la salvación mediante la conversión. Caín, primer hombre dado a la luz, se convirtió en fratricida; maquinador del mal, autor y causante de asesinatos, y primer envidioso, quitó después de en medio a su hermano. ¿A qué pena se le condena?: "Vagabundo y errante serás en la tierra" (Gén 4:12). Grande fue el pecado, pero leve el castigo.

8. Y ésta fue verdaderamente la clemencia de Dios, pero pequeña todavía con respecto a lo que siguió. Pues piensa en lo que sucedió en tiempo de Noé. Pecaron los gigantes y la maldad se extendió grandemente sobre la tierra (cf. Os 4:2)13. Por ella se provocó el diluvio: en el año quinientos profirió Dios su amenaza (cf. Gén 6:13)14. ¿No crees que la benignidad de Dios se extendió durante cien años cuando se podía haber infligido el castigo al momento? Todo lo alargó para dar lugar a la conversión. ¿Acaso no ves la bondad de Dios? Ni siquiera aquellos hombres, si hubiesen recobrado entonces el buen sentido, habrían notado que les faltaba la clemencia divina.

La bondad de Dios es mayor que el pecado

9. Hablemos ahora de aquellos que se han salvado a través de la conversión. Habrá entre las mujeres quien diga: soy una prostituta, he sido adúltera, manché mi cuerpo con toda clase de lujuria. ¿Qué posibilidad existe de salvación? Observa, mujer, el caso de Rahab, que también para ti hay salvación. Pues si la que se dedicaba a la prostitución abierta y públicamente obtuvo su salvación mediante la conversión, ¿acaso quien abusó de su cuerpo alguna vez antes de haber recibido la gracia no obtendrá la salvación por la penitencia y el ayuno? Date cuenta de cómo se salvó, pues simplemente dijo: "Yahveh, vuestro Dios, es Dios arriba en los cielos y abajo en la tierra" (Jc 2:11)15. No se atrevía por pudor a decir que era suyo. Pero si deseas recibir el testimonio recogido en las Escrituras acerca de su salvación, tienes escrito en los Salmos: "Cuento a Rahab y a Babilonia entre los que me conocen" (Sal 87:4). Grande es la benignidad de Dios, que en las Escrituras hace memoria incluso de las meretrices. Y no dice simplemente "cuento a Rahab y a Babilonia," sino que añadió lo de "entre los que me conocen." Así pues, los hombres y mujeres pueden obtener la salvación mediante la conversión.

10. Y aunque todo el pueblo hubiese pecado, ello no supera a la benignidad divina. El pueblo había fabricado un becerro, pero Dios no se arrepintió de su clemencia. Negaron los hombres a Dios, pero Dios no se negó a sí mismo (cf. 2 Tim 2:13). "Entonces ellos exclamaron: "Estos son tus dioses, Israel"" (Ex 32:4); y sin embargo, según su modo de actuar, el Dios de Israel los custodió. Tampoco fue el pueblo el único que pecó, pues también peco Aarón, el sumo sacerdote. Moisés, en efecto, dice: "También contra Aarón estaba Yahvé violentamente irritado... Intercedí también entonces en su favor y Dios le perdonó" (Dt 9:20). Ya Moisés, suplicando en favor del sumo sacerdote pecador, suavizó la ira de Dios. ¿Jesús, el Hijo único que ora por nosotros, no aplacará a Dios? No le impidió a Aarón, a pesar de su culpa, que llegase a ser sumo sacerdote. ¿Te obstaculizará a ti que, por provenir de los gentiles, entres en la salvación? Haz igualmente penitencia tú también, oh hombre: no se te negará la gracia. Adopta después una vida irreprensible: Dios ama verdaderamente a los hombres y nadie puede explicar su clemencia a causa de su dignidad personal: incluso aunque se juntasen todas las lenguas de los hombres, ni siquiera así podrían explicar una parte de su benignidad, es decir, ni siquiera una parte de lo que se ha escrito acerca de la benignidad de Dios para con los hombres. Pero tampoco sabemos además cuánto perdonó a los ángeles, pues también a ellos les perdona, pues realmente sólo existe uno que esté sin pecado, el que nos libra de éste, Jesús16. Pero ya se ha dicho suficiente acerca de los ángeles.

El ejemplo de la conversión de David

11. Pero si lo deseas, te presentaré también otros ejemplos que se refieren a nosotros: piensa en el bienaventurado David, claro ejemplo de conversión. Gravemente pecó cuando, después de acostarse, paseó en las horas de la tarde por la terraza mirando descuidadamente y cayendo en su debilidad humana (cf. 2 Sam 11:2). Cometió el pecado, pero, al confesarlo, no desapareció totalmente el brillo de su alma. Se presentó el profeta Natán, que le corrigió diligentemente y fue el médico de sus heridas (cf. 2 Sam 12:1-1 5a). "Se ha airado el Señor y has pecado"17. Esto se lo decia un particular al rey. Pero el rey, pese a la dignidad de la púrpura, no se indignó. Pues no tenía en cuenta a quien hablaba, sino al que le había enviada a éste. No le cegó la cohorte de soldados que le rodeaba, pues pensaba en el ejército de los ángeles del Señor y temblaba "como si viese al invisible." Y respondió al enviado, o más bien, al Dios que le enviaba: "He pecado contra el Señor" (2 Sam 12:13). Ya ves la sumisión y la confesión del rey: ¿Acaso alguien le había declarado convicto? ¿Había muchos que conociesen el delito? El hecho se había producido rápidamente, pero el profeta se había presentado pronto como acusador. Apenas producida la ofensa, se confiesa el pecado. Al ser reconocido con claridad y sencillez, fue sanado rapidísimamente. Pues el profeta Natán, que le había conminado, le dice al momento: "También Yahvé perdona tu pecado" (ibid). Observa cómo cambia muy rápidamente el Dios que ama a los hombres. Dice, no obstante: "Provocando (a Dios), has provocado a los enemigos del Señor" (2 Sam 12:14, según versiones). Tenias muchos enemigos a causa de la justicia, pero te protegía la castidad. Pero cuando has descuidado esta protección, tienes a tus enemigos en pie para alzarse contra ti. Esta fue la forma como le consoló el profeta.

12. Pero el bienaventurado David, a pesar de haber oído lo de que "Dios ha perdonado tu pecado," no descuidó hacer penitencia aunque fuese rey, sino que, en lugar de la púrpura, se vistió de saco, y se sentaba no en asientos de oro, sino sobre ceniza y en el suelo18. Pero no sólo se sentaba en la ceniza, sino que también se alimentaba de ella, como dice él mismo: "El pan que como es la ceniza" (Sal 102:10). Su ojo lujurioso lo colmó de lágrimas, según dice: "Baño mi lecho cada noche, inundo de lágrimas mi cama" (Sal 6:7). Cuando los príncipes le exhortaban a que probase el pan, no asintió y continuó su ayuno hasta el séptimo día (2 Sam 12:17-20). Si el rey se manifestaba así, ¿no harás lo mismo tú que eres un simple particular? Después de la rebelión de Absalón, al ofrecérsele (al rey) diversos caminos para la huida, eligió hacerlo a través del monte de los Olivos (2 Sam 15:23), como invocando en su mente al Libertador, que desde aquí había de ascender a los cielos19. Y como le hiriese Semeí con duras maldiciones, respondió: "Dejadlo"20, pues sabía que a quien perdona se le dará el perdón21.

Otros ejemplos de penitencia

13. Ves que es cosa buena el confesar. Y ves que es la salvación para los que se convierten. También Salomón había caído (I Re 11:4), pero, ¿cuál es la razón de decir: "Después hice penitencia"22? También Ajab, rey de Samaria era un malvado adorador de ídolos, de notoria maldad, asesino de profetas, impío, codicioso de campos y viñas ajenas (I Re 20-21). Pero cuando hizo perecer a Nabot por instigación de Jezabel, y una vez llegado el profeta Elías que quiso amenazarle, rasgó sus vestidos y se vistió de saco. ¿Qué dice entonces el Dios misericordioso a Elías?: "¿Has visto cómo Ajab se ha humillado en mi presencia?" (I Re 21:29), como queriendo calmar el genio del profeta inclinándolo hacia el penitente. Y dice: "No traeré el mal en vida suya" (ibid.; para todo el episodio, cf. 1 Re 21:17-29). Y aunque el rey, después del perdón, no habría de apartarse del pecado, Dios le perdona incondicionalmente, no porque desconociese el futuro, sino concediendo su misericordia en el momento en que está mostrando la conversión. Propio de un juez justo es dictar sentencia ajustada a cada uno de los hechos.

14. En otra ocasión estaba en pie Jeroboam ofreciendo sobre un altar sacrificios a los ídolos: su mano sufrió una parálisis por haber mandado apresar al profeta que le recriminaba. Pero al experimentar por sí mismo la potestad de aquel hombre, exclamó: "Aplaca, por favor, el rostro de Yahvé tu Dios" (1 Re 13:6; cf. 13:1ss). Y en virtud de esta palabra le fue restablecida totalmente la mano. Pero si un profeta curó a Jeroboam, ¿acaso no podrá Cristo liberarte sanándote de tus pecados? También Manasés cometió numerosos crímenes: fue el que hizo matar a Isaías, se contaminó con todo género de idolatrías y llenó a Jerusalén de muertes de inocentes (2 Re 21:16). Pero, conducido cautivo a Babilonia, por la experiencia de su propio mal utilizó la medicina de la conversión. Pues dice la Escritura que Manasés se humilló profundamente en presencia del Dios de sus padres y "oró a él y Dios accedió, oyó su oración y le concedió el retorno a Jerusalén, a su reino" (2 Crón 33:12:13). Si éste, que había hecho aserrar al profeta23, se salvó mediante la conversión, ¿no te salvarás también.tú, que no has cometido nada tan grave?

Confiar en la posibilidad de la conversión. Ezequías

15. No desconfíes sin motivo de la fuerza de la conversión. ¿Quieres saber realmente la fuerza que tiene la penitencia? ¿Quieres conocer a fondo esta fortísima espada de la salvación y aprender el valor que tiene la confesión?24. Por la conversión aniquiló Ezequías a ciento ochenta y cinco mil enemigos (2 Re 19:35). Y esto es realmente admirable, pero es poco en comparación con el hecho de haber cambiado mediante la conversión la sentencia divina que ya había sido pronunciada contra él. Pues Isaías le había dicho en su enfermedad "Da órdenes acerca de tu casa, porque vas a morir y no vivirás" (2 Re 20:1). Y no había, pues, expectativas, una vez que el profeta había dicho "vas a morir." Sin embargo, no revocó Ezequías su conversión, acordándose de lo que está escrito: "Por la conversión y calma seréis liberados" (Is 30:15)25. Se volvió a la pared y elevando desde el lecho su mente al cielo (el grosor de las paredes no podía impedir sus devotas preces), exclamó: "¡Señor, acuérdate de mí!" (cf. Is 38:3), como si dijera: "Para mi salud me basta que te acuerdes de mí, tú que no estás sometido al tiempo, sino que has creado las leyes de la vida. La razón de nuestra vida no está en el origen ni el tamaño de cada uno de los astros, como algunos sueñan, sino que eres tú quien rige la vida y su duración según los planes de tu voluntad." A causa del anuncio del profeta (cf. Is 38:1) había perdido (Ezequías) la esperanza de vivir, pero el tiempo de su vida le fue prorrogado en quince años, de lo que se le ofreció como signo el retroceso del sol (38:8). El sol volvió atrás por Ezequías. E igualmente llegó a faltar el sol a causa de Cristo, no retrocediendo sino apagándose26, mostrando así la diferencia entre Ezequías y Jesús. Pero si aquel pudo anular la sentencia de Dios, ¿no podrá Jesús conceder el perdón de los pecados? Apártate de ellos y llóralos en tu alma; cierra las puertas y ora para que te sean perdonados (cf. Mt 6:6), de modo que Dios sofoque las llamas ardientes que brotan de ti, pues la confesión27 puede extinguir el fuego y amansar a los leones.

Los tres jóvenes y Nabucodonosor

16. Pero si no crees, piensa en lo que les sucedió a Ananías y a sus compañeros. ¿Cuántos sextarios de agua28 se necesitaban para apagar una llama que se elevaba hasta los cuarenta y nueve codos (Dan 3:47)? Pero donde más alta era la llama, allí se derramó la fe como si fuese un río, y señalaban el remedio de los males: "Eres justo en todo lo que nos has hecho... Sí, pecamos, obramos inicuamente" (Dan 3:27,29). Y la penitencia disolvió las llamas. Pero si desconfias de que la conversión pueda apagar el fuego de la gehenna, aprende de lo que les sucedió a Ananías y a sus compañeros. Aunque algún oyente agudo podrá decir: "Dios los liberó entonces justamente." Puesto que no quisieron dar culto al ídolo, les concedió Dios la fuerza y el poder. Y como verdaderamente fue así, pasaré ahora a otro ejemplo de conversión.

17. ¿Qué opinión tienes acerca de Nabucodonosor? ¿No has oído por las Escrituras que fue sanguinario y fiero como un león? ¿No has oído que sacó los huesos de los reyes de sus sepulcros para arrojarlos al aire? (cf.Jer 8:1ss)? ¿No has oído que se llevó al pueblo al destierro y que cegó los ojos del rey tras hacerle contemplar la degollación de sus hijos? (2. Re 25:7) ¿Y que destrozó a los querubines? No me refiero a los querubines que sólo con la mente se contemplan. ¡Quita esta idea de tu cabeza! Me refiero a los querubines que estaban esculpidos, pero también al propiciatorio desde el cual Dios hablaba (cf. Ex 25:17-22). También profanó el velo del santuario. Tomando el incensario, lo llevó al templo de los ídolos29. Transformó todos los objetos de la ofrenda, arrasó el templo desde sus cimientos. Mereció innumerables castigos por los reyes muertos y por los santos a los que injurió. Y puesto que había reducido al pueblo a servidumbre y había colocado los vasos sagrados en los templos de los ídolos, ¿acaso no era digno de padecer mil muertes?

18. Has visto la magnitud de los crímenes. Vuélvete ahora a la clemencia de Dios. Era (Nabucodonosor) como una fiera: vivía de modo solitario y tenía que ser golpeado para ser domesticado. Tenía las garras de un león, con las cuales agarraba a los santos, y las crines de los leones. Era, en efecto, un león rápido y rugiente. Comía heno como el buey y era como un jumento que no sabía quien le había dado el reino30. Su cuerpo se cubrió de rocío, pero no creyó al ver el fuego apagado por ese mismo rocío. ¿Y que es lo que sucedió?: "Al cabo del tiempo fijado, yo, Nabucodonosor, levanté los ojos al cielo... y bendije al Altísimo, alabando y exaltando al que vive eternamente" (Dan 4:31). Cuando reconoció al Altísimo y dirigió a Dios estas palabras de su ánimo agradecido, se arrepintió de sus acciones confesando su propia debilidad. Dios le restituyó entonces el honor del reino.

Exhortación final

19. ¿Qué, pues? A Nabucodonosor, que tantos males había hecho, Dios le dio, al haber confesado, el perdón y el reino: y a ti, si te conviertes, ¿no te dará el perdón de los pecados y el reino de los cielos, si te conduces dignamente? Dios es clemente, pronto en perdonar y tardo para la venganza. Así pues, que nadie desespere de su propia salvación. Pedro, el príncipe de los apóstoles, negó tres veces al Señor ante una sierva cualquiera. Pero, tocado por el arrepentimiento, lloró amargamente: al llorar, manifiesta la conversión íntima del corazón; y por ello no sólo recibió el perdón por su negación, sino que también conservó la dignidad de Apóstol.

20. Hay, pues, hermanos, multitud de pecadores que se convirtieron y consiguieron la salvación, confesad también vosotros ardientemente al Señor para que recibáis el perdón de los pecados precedentes y, hechos dignos del don celestial, podáis heredar el reino de los cielos con todos los santos, en Cristo Jesús, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén31

1. El tema de la catequesis es la conversión que se requiere antes del bautismo. La catequesis exhorta a la penitencia que pide el artículo del Credo "un único bautismo de conversión para el perdón de los pecados." Cf. sobre este particular la cat. 18, núm. 22. Es necesario también señalar que en ciertos códices se dice "trata sobre la conversión y el perdón de los pecados," pero en la explicación frontal del tema no se añade "acerca del enemigo," es decir, el diablo. Realmente el examen de la catequésis aclara que el tema es esencialmente la conversión y el perdón de los pecados, no siendo el diablo aquí más que un tema secundario.

2. Cf cat. 4, núm. 21.

3. Cat. 4, núms. 21:24.

4. Ecl 10:4, que completa el consejo con las palabras: "que la flema libra de graves yerros." Es la versión de la Biblia de Jerusalén, y el versiculo parece ser de por si un consejo de prudencia ante los errores de la autoridad. La interpretación que hace el texto de la catequesis supone otro contexto diferente, el de la tentación, pero la intención es válida: mantenerse firme en las dificultades de la tentación.

5. En realidad la frase no es del Evangelio, sino de 1 Jn 3:8: "Quien comete el pecado es del Diablo, pues el diablo peca desde el principio. El Hijo de Dios se manifestó para deshacer las obras del diablo." Pero en una línea semejante sí existe en Jn 8:44, puesta en boca de Jesús, esta afirmación: "Este (el diablo) era homicida desde el principio, y no se mantuvo en la verdad, porque no hay verdad en él; cuando dice la mentira, dice lo que le sale de dentro, porque es mentiroso y padre de la mentira."

6. Probablemente, al negar la posibilidad de pecar "por fuerza (mejor, "por necesidad") de la naturaleza," como si el pecado fuese una exigencia ontológica del ser del diablo, está pensando Cirilo en la afirmación al respecto extendida entre gnósticos y maniqueos (cf. PG 33, 386, nota 8).

7. La palabra griega diábolos, significa "calumniador," "detractor," "acusador," funciones que realiza sobre y contra el hombre.

8. Esta idea del origen angélico del diablo se repite también en Cirilo, por ejemplo, en cat. 8, n. 4.

9. Variante también posible: "Satanás significa pues diablo" (o calumniador). De hecho, en las versiones griegas de la Biblia la expresión hebrea "Satán" se traduce a menudo por diábolos.

10. El oráculo profético se refiere propiamente a la caída del rey de Tiro. En realidad, el pasaje entero, Ez 28:1-19, es un poema-oráculo contra aquel. Una nota de la Biblia de Jerusalén a 28:11, donde comienza la predicción de la mencionada caída, señala: "Por una acomodación espontánea, la tradición cristiana ha aplicado a menudo este poema a la caída de Lucifer."

11. Esta versión de Ef 4:19, es más próximo a la traducción que hace la Vulgata del versículo, examinando el cual y su contexto se percibe la idea paulina de que, privado el hombre del contacto con Cristo, se termina por caer en una situación de desenfreno que perjudica al mismo ser humano como tal: Ef 4:17. Es una idea afin a Rom 1:18-32.

12. Todo el Salmo 32 es importante como expresión del perdón tras el reconocimiento del pecado. El versículo 5, completo, señala: "Mi pecado te reconocí, y no oculté mi culpa; dije: "Me confesaré a Yahveh de mis rebeldías." Y tu absolviste mi culpa, perdonaste mi pecado."

13. A la iniquidad extendida sobre Israel, según Oseas, hace aquí referencia la edición de PG 33,391, nota 62. Pero más bien habría que pensar en Gén. 6:1-4, pasaje sobre el que tiene un indudable valor sintético la nota general de la Biblia de Jerusalén.

14. La mención del año "quinientos" y "seiscientos" se refiere a años de la vida de Noé, si se toman al pie de la letra Gén 5:32 y 7:6.

15. La Biblia de Jerusalén comenta a este versículo: "Rajab se ha salvado por su fe, Hb 11,31, y justificado por sus obras, Sant 2:25. Esta extranjera, que con su fe y su caridad consigue la salvación de toda su casa, se ha convertido entre los Padres en imagen de la Iglesia."

16. Sobre la difícil afirmación de Cirilo acerca del pecado de los ángeles, cf. PG 33, 394-395.

17. Esas palabras no son propiamente de la Escritura. Según PG 33, 396, pueden ponerse en relación con Isaías 64:4: "He aquí que estuviste enojado, pero es que fuimos pecadores," en el contexto de una meditación-súplica a la vista de la historia de Israel.

18. Interpretación de 2 Sam 12:16.

19. Cirilo hace aquí alusión a Lc 24:50-51, la Ascensión, en combinación con Hech 1:12: "... se volvieron a Jerusalén desde el monte llamado de los Olivos."

20. Más exactamente: "Dejadle que maldiga, pues se lo ha mandado Yahvé" (2 Sam 16:11).

21. Cf. de hecho 2 Sam 16:12: "Acaso Yahvé mire mi aflicción (tal vez "mi falta") y me devuelva Yahvé bien por las maldiciones de este día."

22. La frase es traducción tanto del original griego como de la versión latina. Parece hacer referencia a Prov 24:32, pero aquí Cirilo, como observa PG 33,390, utiliza un débil y complicado argumento para hablar de la conversión de Salomón, interpretando como tal el contexto por Prov 24:30-34.

23. Es una traducción judía la que menciona esta forma de martirio de Isaías, aunque los datos no son plenamente seguros.

24. La "confesión" mencionada aquí es la confesión de fe. Debe tenerse en cuenta que tras la "entrega," traditio del Símbolo de la fe tiene que venir la "confesión" de fe en la "devolución" o redditio del Credo. Cirilo se refiere a la fuerza que tiene la confesión de la fe en el camino que conduce a la iniciación cristiana.

25. Por otra parte, la enfermedad, la curación y el subsiguiente cántico de acción de gracias de Ezequías aparece también en Is 38.

26. Sobre Ezequías cf. también Eclo 48:26. En el caso de Jesús, cf. el oscurecimiento del sol en Mc 15:33 par.

27. El tema al que se apunta sigue siendo la confesión de fe que se hará en la devolución del credo.

28. Sextario: medida de capacidad equivalente a poco más de medio litro en nuestro sistema de medidas.

29. Cf. una descripción general en Dan 1:2.

30. Es la afirmación de que el poder viene de Dios. Cf. cat. 8, n. 5. Sobre el tema, en el Nuevo Testamento, cf.Jn 19:11 y Rom 13:1-8.

31. Las ediciones de las catequesis de Cirilo de Jerusalén, presentan con frecuencia un segundo ejemplar de esta segunda catequesis, deducido de los códices existentes y en parte a base de conjeturas sobre los mismos (por ejemplo, PG 33,407-424). No se ha creído aquí necesario ofrecer ninguna de esas versiones, porque son variantes que probablemente se deben a que están transcritas en ocasiones diferentes en que se pudo pronunciar la misma catequesis sobre la conversión.

 

III. El Bautismo.

Pronunciada en Jerusalén, trata sobre el bautismo. Toma pie de la Carta a los Romanos 6:3-4: ¿0 es que ignoráis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte? Fuimos, pues, con él sepultados con el bautismo en la muerte, etc. (Ro 6:3-4).

Os encamináis hacia el bautismo

1. "¡Aclamad cielos, y exulta, tierra!" (Is 49:13) por aquellos a los que habrá que asperger con el hisopo y que serán purificados con el hisopo intelectual por la fuerza de aquel que en su pasión aceptó el hisopo y la caña (cf. Jn 19:29). Y alégrense las potencias de los cielos; prepárense las almas que habrán de ser desposadas por el divino esposo, pues está escrito "voz del que grita en el desierto: Preparad el camino del Señor" (Is 40:3; cf. Mt 3:3 par). No se trata de algo sin importancia, ni de la unión ordinaria y temerosa de los cuerpos, sino del Espíritu que todo lo escruta según la fe1 haciendo las delicias de cada cual. Pues los desposorios y los acuerdos humanos no siempre se hacen con el debido juicio, pues un esposo se inclina siempre con mayor rapidez hacia donde parece haber riquezas o prestancia de la figura. Aquí, por el contrario, no se mira a la hermosura de los cuerpos, sino a si existe una conciencia experta en apercibir al alma; no se atiende a las riquezas de la condenación sino a las que ha preparado la piedad.

Estar bien dispuestos

2. Por tanto, hijos de la justicia, dirigid vuestro modo de obrar a Juan, que exhorta diciendo: "Rectificad el camino del Señor" Un 1:23). Quitad todos los impedimentos y tropiezos para encaminaros derechos a la vida eterna. Por la fe sincera del alma preparaos unos vasos limpios para recibir al Espíritu Santo. Comenzad a lavar vuestros vestidos mediante la conversión para que, llamados al tálamo del esposo, seáis hallados limpios. Pues el esposo llama a todos sin distinción, ya que se trata de una gracia abundante2. Todos son reunidos por la llamada en voz alta de quienes hacen el anuncio3, pero él discierne después quiénes entran en esta boda que ya estaba prefigurada4. Que no suceda ahora que alguno de los que dieron el nombre oiga aquello de: "Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de boda?" (Mt 22:12). Ojalá se os conceda a todos vosotros oír: "¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, al frente de lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor!" (Mt 25:21). Pues hasta ahora os quedabais fuera de la puerta; que ahora podáis decir todos: "El Rey me ha introducido en sus mansiones" (Cant 1:3). "Exulta mi alma en mi Dios, porque me ha revestido de ropas de salvación y con la túnica de la alegría. Me ha puesto, como un esposo, una diadema, como la novia se adorna con sus aderezos" (Is 61:10) 5. Para que el alma de todos vosotros sea encontrada "sin que tenga mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada" (Ef 5:27). No me refiero a antes de que consigáis la gracia (pues habéis sido llamados precisamente a recibir el perdón de los pecados), sino a que, cuando la gracia se os conceda, no haya nada condenable en vuestra conciencia que se oponga al bautismo.

Estar preparados

3. Pues se trata de una gran cosa, hermanos, y a ella debéis acercaros con singular cuidado. Póngase cada uno de vosotros ante Dios en presencia de las miríadas de los muchos ejércitos de los ángeles. El Espíritu Santo sellará vuestras almas, pues habréis de ser seleccionados para la milicia del gran rey6. Preparaos, pues, y estad dispuestos, no revestidos de blanquísimos vestidos materiales, sino de un alma penetrada por la piedad7. No te acerques a este lavatorio como si fuera pura y simplemente agua, sino por atención a la gracia del Espíritu Santo, que se otorga conjuntamente con el agua. Pues los dones que se ofrecen en los altares de los gentiles, al no ser otra cosa que lo que son por naturaleza, quedan contaminados por la invocación de los ídolos. Pero, en nuestro caso, el agua, al invocarse sobre ella al Espíritu Santo, a Cristo y al Padre, adquiere la fuerza de la santidad8.

Renacer en el cuerpo y el alma por el agua y el Espíritu

4. Al estar el hombre compuesto de alma y cuerpo, la purificación es doble: incorpórea para la parte no corporal, corporal para el cuerpo. Pues a la vez que el agua limpia al cuerpo, así el Espíritu sella el alma, para que, asperjados, con el corazón a través del Espíritu y, lavados por el agua, también con el cuerpo tengamos acceso a Dios9. El descenderá al agua. Por eso no debes fijarte en la pobreza del elemento material, pues habrás de recibir con eficacia la salvación: sin ambas cosas no puedes recibir la salvación. No soy yo quien lo dice, sino el señor Jesucristo, que es quien tiene la potestad sobre este asunto, pues él dice: "El que no nazca de nuevo"10, añadiendo "de agua y de Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios" (Jn 3:5). Tampoco posee perfectamente la gracia quien es bautizado con agua, pero no recibe el Espíritu Santo. Incluso si alguien, estando instruido en las obras de las virtudes, no recibe el sello a través del agua, tampoco entrará en el reino de los cielos11. Esta afirmación parece atrevida, pero no es mía, pues es Jesús quien la ha pronunciado: la prueba para ella tómala tú de la Sagrada Escritura. Cornelio era hombre justo, tenido por digno de contemplar a los ángeles, que adecuadamente había hecho llegar hasta Dios sus súplicas y sus limosnas. Pedro vino hasta él y fue derramado el Espíritu sobre los que creían, hablaron en lenguas y profetizaron (Hech 10:34-44) y, sin embargo, después de esta gracia del Espíritu, dice la Escritura: "Y mandó (Pedro) que fueran bautizados en el nombre de Jesucristo" (10:48)12, para que, una vez regenerada ya el alma por la fe, también el cuerpo recibiese la gracia a través del agua.

La salvación a través del agua, en la historia de Israel

5. Pero si alguien desea saber por qué razón se da la gracia a través del agua, y no por algún otro elemento, lo averiguará examinando las Escrituras. Ciertamente es gran cosa el agua, el más hermoso de los cuatro elementos fundamentales del mundo13. Pues la morada de los ángeles es el cielo; pero los cielos se componen de agua, la tierra es la sede del hombre y también la tierra ha brotado de las aguas: formada antes de la constitución en seis días de todas las cosas creadas, "el espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas" (Gén 1:2). Principio del mundo es el agua y principio de los evangelios es el Jordán. La liberación del Faraón tuvo lugar para Israel a través del mar: la liberación de los pecados la obtiene el mundo por el lavatorio del agua en la palabra de Dios (cf. Ef 5:26). Donde quiera que se establece una alianza entre quienes sea, allí interviene el agua. Fue después de un diluvio cuando se sancionó la alianza con Noé (Gén 9:9). La alianza con Israel se abordó desde el monte Sinaí, pero con lana escarlata e hisopo (Hebr 9:19; cf. Ex 24:6-8)14. Elías fue tomado, pero no sin agua, pues primeramente se acerca al Jordán, pero después penetra en el cielo en un carro y transportado en un torbellino (2 Re 2:7-11). Primero se lava el sumo sacerdote, y después ofrece el incienso, pues Aarón fue lavado antes de ser hecho sumo sacerdote (cf. Lev 8:6). Pues, ¿cómo oraría por los demás el que antes no hubiese sido purificado por el agua? Símbolo del bautismo era también la pila colocada en el tabernáculo15 .

La figura de Juan el Bautista

6. El bautismo es el fin de la Antigua y el comienzo de la Nueva Alianza. Pues el primer personaje importante fue Juan, el mayor entre los nacidos de mujer (cf. Mt 11:11), que fue el último de los profetas: "Pues todos los profetas, lo mismo que la Ley, hasta Juan profetizaron" (Mt 11:13). Pero él mismo fue el comienzo de las realidades evangélicas. Dice, en efecto, "comienzo del Evangelio de Jesucristo,"(Mc 1:1), indicando que es entonces cuando "apareció Juan bautizando en el desierto" (1:4). Aunque recuerdes a Elías, el Tesbita, el que, tomado al cielo, tampoco él es mayor que Juan. También fue transportado Henoc, y tampoco es mayor que Juan. Moisés es mayor legislador y todos los profetas son admirables, pero no son mayores que Juan. No es mi intención hacer comparaciones entre profetas, pero tanto de aquellos como de nosotros dijo el Señor Jesús: "No ha surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan" (Mt 11:11), y no se refiere a nacidos de vírgenes, sino de mujeres. Y si la comparación se hace entre consiervos y el siervo mayor, mucho mayor es la superioridad y la gracia del hijo frente a los siervos. ¿Ves a qué gran hombre eligió Dios como dador de esta gracia? Fue alguien que nada poseía y era amante de la soledad, pero no aborrecía el trato con los hombres; comía langostas, pero dejaba volar su alma (cf. Is 40:30-31), saciaba su hambre con miel, mientras hablaba palabras sabias y más dulces que la miel. Iba vestido con pelo de camello, mientras daba en sí mismo ejemplo de vida ascética. Cuando era gestado en el seno de su madre, fue santificado por el Espíritu Santo (Lc 1:15). Del mismo modo fue santificado Jeremías (Jer 1:5), pero no fue profeta ya antes de salir del útero. Sólo Juan saltó de gozo en el interior del útero (Lc 1:44) y, al no ver con los ojos del cuerpo, reconoció en el Espíritu a su Señor. Puesto que era grande la gracia del bautismo, grande tenía que ser también su autor.

La predicación de Juan

7. Juan bautizaba en el Jordán y toda Jerusalén se acercaba hasta él gozando de las primicias de los bautismos16. Es en Jerusalén donde tienen su comienzo todos los bienes. Sabed vosotros, jerosolimitanos, cómo los que se acercaban se dejaban bautizar por él. "Confesando sus pecados," dice (Mt 3:6). Primeramente mostraban sus heridas, y después él aplicaba la medicina, confiriendo a los que creían el rescate del fuego eterno. Si quieres que se te demuestre que el bautismo de Juan libraba de la amenaza del fuego, óyele a él mismo: "Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la ira que os amenaza? (Mt 3:7). No seas, pues, víbora. Pero si has sido alguna vez raza de víbora, despójate — está queriendo decir — de tu primitiva condición pecadora. Pues si una serpiente, al sentir la angustia del envejecimiento, cambia su piel y, renovándose, se rejuvenece con un nuevo cuerpo, también tu debes entrar por la puerta estrecha (Mt 7:13-14) mediante el ayuno que te libra de la perdición. Despójate del hombre viejo con sus obras (Col 3:9b) y di aquello del Cantar de los Cantares: "Me he quitado mi túnica, ¿cómo ponérmela de nuevo?" Pero tal vez hay entre vosotros algún simulador al acecho del favor de los hombres, que simule piedad pero no crea de corazón, sino que más bien imita la hipocresía de Simón Mago. Ese no viene hasta aquí para recibir la gracia, sino para husmear qué se le va a dar. Escuche también éste a Juan: "Ya está puesta el hacha a la raíz de los árboles. Todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego" (Mt 3:10). Suprime la simulación, pues el juez es inexorable.

Dar frutos de conversión

8. ¿Qué es, pues, lo que hay que hacer? ¿Cuáles son los frutos de la penitencia? "El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene" (Lc 3:11)17 y "el que tenga para comer, que haga lo mismo." ¿Deseas disfrutar de la gracia del Espíritu Santo, y no te consideras digno de los que son pobres en alimentos sensibles? ¿Quieres las cosas grandes y no te comunicas en las pequeñas? Aunque hayas sido publicado y te hayas dado a la fornicación, ten esperanza en la salvación. "Los publicanos y las rameras llegan antes que vosotros al Reino de Dios" (Mt 21:31). De ello es testigo también Pablo cuando dice: "Ni los impuros, ni los idólatras, etc..., heredarán el Reino de Dios. Y tales fuisteis algunos de vosotros. Pero habéis sido lavados, habéis sido santificados" (I Cor 6:9-11). No dice: "Algunos habéis sido," sino "esto habéis sido." Se puede perdonar el pecado cometido por ignorancia, pero será condenando quien persevere en el mal.

Bautismo "en Espíritu Santo y fuego"

9. Para una mayor alabanza del bautismo tengo que referirme ya al mismo Hijo de Dios, pues de los hombres no puedo ya decir nada. Grande es realmente Juan, pero no si se le compara al Señor. Fuerte es su palabra, pero no en comparación con la palabra del Verbo. ¿Qué es un ilustre portavoz en comparación al rey? Bueno es quien bautiza en agua, pero ¿qué es en comparación con quien bautiza en Espíritu Santo y fuego? (Mt 3:11). En Espíritu Santo y fuego bautizó el Salvador a los apóstoles cuando "de repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo" (Hech 2:2-4).

El martirio puede ser bautismo

10. Si alguno no recibe el bautismo, no obtiene la salvación. Sólo se exceptúan los mártires que, incluso sin el agua, reciben el reino. Pero el que salvó al mundo mediante la cruz dejó brotar sangre y agua de su costado traspasado (Jn 19:34), para que unos, en tiempos de paz, fuesen bautizados con el agua, mientras otros, en épocas de persecución, fuesen bautizados con su propia sangre. Pues también el Salvador dio al martirio el nombre de bautismo al decir: "¿Podéis beber el cáliz que yo voy a beber, o ser bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado?" (Mc 10:38)18. Y realmente los mártires confiesan, convertidos en "espectáculo para el mundo, los ángeles y los hombres" (1 Cor 4:9); también poco después confesarás tú. Pero no es tiempo todavía de que oigas hablar de esto.

El bautismo de Jesús

11. Jesús santificó el bautismo cuando él fue bautizado. Si el Hijo de Dios se hizo bautizar, ¿quién podrá despreciar el bautismo sin faltar a la piedad? Pues no fue bautizado Jesús para recibir el perdón de los pecados (pues estaba libre del pecado), sino que, a pesar de ello, fue bautizado para otorgar la gracia y la dignidad Divina a quienes se bautizan. Pues "así como los hijos participan de la sangre y de la carne, participó él también de las mismas" (Hebr 2:14), para que, hechos partícipes de su presencia corporal, también tuviésemos parte en su gracia: para eso se hizo bautizar Jesús, para que por ello la consiguiésemos, por la comunión en la misma realidad, junto con el honor de la salvación. Según el libro de Job, había una bestia en las aguas capaz de engullir el Jordán con su boca (cf. Job 40:15-24). Al tener que ser machacadas las cabezas del dragón (Sal 74:14)19, descendiendo (Jesús) al agua, ató al fuerte (cf. Mt 12:29) para que recibiésemos el poder de pisar sobre serpientes y escorpiones (cf. Lc 10:19). Muy pequeña era la bestia, pero horrenda. Ningún barco de pesca podría llevar siquiera una escama de su cola; la perdición le precedía, infectando con su contagio a los que se encontraban con ella20. Apareció la vida para frenar a la muerte, y para que pudiésemos decir que hemos conseguido la salvación: "¿Dónde esta, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?" (1 Cor 15:55). Pues por el bautismo es destruido el aguijón de la muerte.

También tú descenderás al agua del bautismo

12. Desciendes al agua llevando los pecados, pero el alma queda sellada por la invocación de la gracia. Ello te libra de ser absorbido por la bestia salvaje. Has descendido muerto en tus pecados, pero asciendes vivificado en la justicia (Rm 6:11). Si has sido injertado en una muerte semejante a la del Salvador, también serás considerado digno de su resurrección (Rm 6:5). Pues Jesús murió tomando sobre sí todos los pecados del mundo para, tras aniquilar el pecado, resucitarte en la justicia. También tú, descendiendo al agua, y sepultado en cierto modo en ella como él estuvo en el sepulcro, eres resucitado caminando en novedad de vida.

El bautismo te dará la fuerza para la lucha

13. Después, cuando Dios te haya concedido aquella gracia, te hará posible luchar contra las potestades contrarias. Así como él, después del bautismo, fue tentado durante cuarenta días. Y no porque no pudiese salir antes vencedor, sino porque quería hacer todas las cosas ordenada y sucesivamente. También tú, antes del bautismo, temías encontrarte con tus adversarios. Pero después que has recibido la gracia, confiado en las armas de la justicia, lucha ahora y, si quieres, anuncia el Evangelio.

Jesús comienza tras el bautismo su tarea de evangelización

14. Jesucristo era Hijo de Dios. Sin embargo, no evangelizaba antes de recibir el bautismo. Si el mismo Señor administraba los momentos con un cierto orden, ¿acaso debemos nosotros, que somos siervos, atrevernos a algo fuera de ese orden? Jesús comenzó su predicación cuando "descendió sobre él el Espíritu Santo en forma corporal, como una paloma" (Lc 3:22). No quiere decir que Jesús fuese el primero en verlo (pues lo conocía antes de que apareciese en forma corporal). Lo importante era entonces que lo viese Juan. Pues dice: "Yo no le conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es..." (Jn 1:33)21. Y también sobre ti, si tienes una piedad sincera, descenderá el Espíritu Santo y la voz del Padre descenderá desde lo alto sobre ti; no, "Este es mi Hijo" (Mt 3:17), sino "Ese ha sido hecho ahora hijo mío"22. Sólo de él (Jesús) se ha dicho: "En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios" (Jn 1:1). Es adecuado el verbo es, puesto que el Hijo de Dios existe siempre. Pero lo adecuado para ti es "ha sido hecho ahora," puesto que, el ser hijo, no lo eres por naturaleza, sino que has conseguido por adopción el ser llamado hijo. El lo es desde toda la eternidad, pero tú adquieres esa gracia como un don.

Convertirse para hacerse bautizar y recibir el don del Espíritu Santo

15. Prepara, pues, el receptáculo de tu alma para que seas hecho hijo de Dios, y ciertamente heredero de Dios, coheredero de Cristo (Rm 8:17). Lo conseguirás si te preparas para lograrlo: acercándote por la fe para conseguir una firme convicción, dejando a un lado el hombre viejo. Pues se te perdonará todo el mal que hayas hecho, la fornicación, el adulterio o cualquier otra clase de maledicencia y pecado. ¿Qué mayor pecado que haber crucificado a Cristo? Pues también esto lo expía el bautismo. Pues al acercase aquellos tres mil que habían crucificado al Señor, les hablaba Pedro23 y, cuando preguntaron: "¿Que hemos de hacer, hermanos?" (Hech 2:37), nos advertiste, oh Pedro, de nuestra ruina, diciendo: "Matasteis al Jefe que lleva a la vida" (Hech 3:15). ¿Qué emplasto se colocará en la herida? ¿Cómo se limpiará tanta suciedad? ¿Cuál será la salvación para tanta perdición? Respondió él: "Convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo" (Hech 2:38). ¡Oh inenarrable clemencia de Dios! No esperan salvación alguna, pero se les agracia con el don del Espíritu Santo. Ya ves qué poder tiene el bautismo. Si alguno de vosotros crucificó a Cristo con palabras blasfemas, o si alguno por ignorancia lo negó ante los hombres o si, finalmente, alguno por sus malas acciones hizo que se maltratase la verdad, ese tal conviértase y tenga esperanza, pues la gracia permanece activa.

Confianza en la misericordia de Dios

16. "Confía, Jerusalén: el Señor suprimirá tus pecados" (Sof 3:14-15)24. "El Señor limpiará la inmundicia de sus hijos e hijas, con viento justiciero y viento abrasador" (Is 4:4). Derramará sobre vosotros agua pura y seréis purificados de todo vuestro pecado (cf. Ez 36:25). Llegarán hasta vosotros los coros angélicos y dirán: "¿Quién es ésta que sube del desierto, apoyada en su amado?" (Cant 8:5). El alma que antes era esclava cuenta ahora al Señor como su amado. Y éste, al recibirla, exclamará: ¡Qué bella eres, amada mía, qué bella eres!.. tus dientes, un rebaño de ovejas de esquileo" (Cant 4:1-2), ello como confesión que ha brotado del dictado de la conciencia. Y también se dice: "Todos los partos serán dobles" (Cant 4:2), porque se trata de una doble gracia: me refiero a que se consigue por el agua y el Espíritu, y se anuncia en la antigua y en la nueva Alianza. Haga Dios que todos vosotros, realizando este ayuno25 y teniendo bien en cuenta lo que se dice, "fructificando en toda obra buena" (Col 1:10), manteniéndonos en pie ante el Esposo con corazón irreprensible, consigáis el perdón de los pecados de parte de Dios, a quien sea la gloria con el Hijo y en el Espíritu Santo por los siglos. Amén.

1. Cirilo parece estar aludiendo al conocimiento que Cristo tiene de lo íntimo del hombre y, por consiguiente, el conocimiento que de sí mismo y de los demás tiene el que se acerca a Cristo de modo tan íntimo como puede serlo a través del bautismo. En esta linea es útil recordar I Cor 2, quizá especialmente 2,10-16: "Porque a nosotros nos lo ha revelado Dios por medio del Espiritu; y el Espiritu todo lo sondea, hasta las profundidades de Dios. En efecto, ¿qué hombre conoce lo íntimo del hombre sino el espíritu del hombre que está en él? Del mismo modo, nadie conoce lo íntimo de Dios, sino el Espiritu de Dios. Y nosotros no hemos recibido el espiritu del mundo, sino el Espiritu que viene de Dios, para conocer las gracias que Dios nos ha otorgado, de las cuales también hablamos, no con palabras aprendidas de sabiduría humana, sino aprendidas del Espíritu, expresando realidades espirituales en términos espirituales. El hombre naturalmente no capta las cosas del Espiritu de Dios; son necedad para él. Y no las puede conocer, pues sólo espiritualmente pueden ser juzgadas. En cambio, el hombre de espiritu lo juzga todo; y a él nadie puede juzgarle. Porque "¿quién conoció la mente del Señor para instruirle!" (Is 40:13). Pero nosotros tenemos la mente de Cristo."

2. El bautismo es considerado aquí como gracia (cháris) o don.

3. La expresión griega habla de "anunciadores" o, mejor, "pregoneros" (la versión latina habla de pracconum), refiriéndose expresamente a quienes anuncian el kerygma (megalofónon kerykon toné).

4. Vid. procat., núm. 3.

5. Se tiene en cuenta la versión de la Biblia deJerusalén, pero también el texto mismo de las catequesis.

6. Téngase en cuenta lo dicho ya varias veces sobre el "Carácter," referido al bautismo y a la confirmación (o ambos sacramentos a la vez). Para la comprensión de toda la frase debe incluirse también el hecho de que el "carácter" con el que se podía "sellar" en una tropa a los soldados era expresión del compromiso de un soldado con su señor. En la patrística latina, en la que Tertuliano pone definitivamente en circulación el término sacramentum, este término proviene originariamente, con un importante matiz religioso, del compromiso juridico-militar contraído por el soldado con su jefe.

7. Cf. cat. 4, núm. 18.

8. Probablemente se está refiriendo Cirilo a la bendición del agua previa a la administración propiamente dicha del bautismo. Puede referirse también simplemente al hecho central de la colación del bautismo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espiritu, pero es tal vez más probable lo anterior.

9. Cf Hebr 10:22; "... Acerquémonos con sincero corazón, en plenitud de fe, purificados los corazones de conciencia mala y lavados los cuerpos con agua pura."

10. Jn 3:3. Los editores del evangelio de Juan, de acuerdo con los códices, suelen preferir la versión "de lo alto." Sin embargo, entre los Padres es frecuentisima la idea del "nuevo nacimiento" (cf I Pe 1:3).

11. Cf el caso, sin embargo, del bautismo de los mártires en el núm. 10 de la presente catequesis.

12. El razonamiento de Pedro había sido previamente (10,47): "¿Acaso puede alguno negar el agua del bautismo a éstos que han recibido el Espiritu Santo como nosotros?" En esta acción de Pedro es también el sello del bautismo el que reafirma el buen camino en que se encuentra Cornelio, lo cual ya había quedado atestiguado por el descenso del Espiritu sobre él y su gente. Todo el episodio y sus consecuenias es el bautismo de los primeros cristianos procedentes de la gentilidad, en Hch 10:1-11,18. Un cierto parecido guarda el episodio más tardío de Hch 19:1 -7.

13. Mención de la concepción filosófica, muy extendida en la antiguedad y ya vulgarizada más que auténticamente defendida en la época de las catequesis de Cirilo, según la cual son cuatro los elementos del mundo (aire, agua, tierra y fuego). La cuestión es para el dogma cristiano prácticamente irrelevante mientras no lleve a la negación del elemento espiritual del hombre. Alusión a elementos fundamentales del mundo se encuentra en cat. 9, núm. 5. Evidentemente, en ésta y en otras afirmaciones la concepción cosmológica del mundo es antigua. Lo decisivo, no obstante, en las imágenes de Cirilo es el simbolismo del agua bautismal que se expone inmediatamente a continuación.

14. Alusión también, según el relato de Exodo, al rito de lo que seria la Eucaristía a partir de la última Cena.

15. Éx 40:7: "Pondrás la pila entre la Tienda del Encuentro y el altar, y echarás agua en ella." La pila no se encuentra propiamente dentro del tabernáculo, sino en el atrio del tabernáculo.

16. Se prefiere dejar el plural "de los bautismos" del original, pues ayuda a comprender la sustancial diferencia entre el "bautismo de conversión" deJuan (Lc 3:2), que se queda más bien en los límites de lo simbólico, y la novedad de la eficacia del bautismo de Jesús. Pero sería un error desconocer la importancia real del bautismo de Juan.

17. El mismo Cirilo hace aquí, como si se tratese de una nota, la siguiente observación: "Creíble era aquel maestro, puesto que era el primero en practicar lo que enseñaba y no hacia lo que le prohibía su conciencia."

18. Como recuerda la nota de la Biblia de Jerusalén a Mc 10:38, "según la fuerza original del término griego "bautizar," Jesús será "sumergido" en un bautismo dc sufrimientos." En realidad el cristiano sabe que, al hacerse bautizar, es sumergido en la muerte de Jesús. Cf. el conocido pasaje Rom 6:3-11.

19. Cf Ez 29:3: donde se menciona a "Faraón, rey de Egipto, gran cocodrilo, recostado en medio de sus Nilos" (la imagen se prolonga en los versículos siguientes; cf. Ez 32:1ss.). Los textos de Ezequiel evocan la victoria en el agua sobre Satanás. Desde ese punto "las cabezas machacadas del dragón" pueden interpretarse como la victoria sobre el diablo que se consigue a través del agua bautismal.

20. Cf. la descripción del Leviatán en Job 40:25-41,26.

21. Cirilo no transcribe completo Jn 1:33, que concluye: "... ése es el que bautiza con Espiritu Santo."

22. Vid. más abajo cat. 11l,9.

23. Los "tres mil" es mención de Hech 2:41. Pero la aseveración de que éstos "habían crucificado al Señor" supone las afirmaciones de Hch 2:23; "... Vosotros le matasteis clavándole en la cruz por mano de los impíos."

24. La versión que se da de Sof responde a la forma como Cirilo cita al profeta.

25. Se trata del ayuno de los cuarenta dias de la Cuaresma.

IV. Los Diez Dogmas.

Pronunciada en Jerusalén, trata de los "diez dogmas." Se parte de Col 2:8: Mirad nadie os esclavice mediante la vana falacia de una filosofía, fundada en tradiciones humanas, según los elementos del mundo y no según Cristo1 .

Finalidad: la catequesis sobre los dogmas es necesaria para evitar la desorientación

1. El vicio imita a la virtud y la cizaña pretende pasar por trigo, porque en el aspecto es ciertamente semejante al trigo, pero los entendidos la distinguen por el gusto. También el diablo se transforma en ángel de luz (2 Cor 11:14), no para volver a donde estuvo (pues su corazón es inflexible como un yunque, sin posibilidad de un nuevo arrepentimiento), sino para envolver en la niebla de la ceguera y en el pestilente estado de la incredulidad a quienes llevan una vida semejante a la de los ángeles. Muchos van como lobos vestidos de oveja, pero con uñas y dientes de otra clase: vestidos de piel suave, disfrazándose con tal aspecto ante los sencillos, arrojan por sus dientes el mortal veneno de la impiedad. Por eso nos es necesaria la gracia para observar con mirada vigilante y aguda, no sea que, comiendo cizaña en lugar de trigo, caigamos en el vicio por ignorancia o que, creyendo que es oveja quien es lobo, nos convirtamos en su presa. Como también podría ser que, tomándolo por un ángel bienhechor, cuando es en realidad el diablo artífice de la ruina, seamos devorados por él. Pues "está rondando como león rugiente, buscando a quien devorar," como dice la Escritura (I Pe 5:8). Por esto hace la Iglesia sus advertencias; por esto se imparte esta enseñanza; por este motivo se establecen estas lecturas.

Además de las buenas obras, se requieren creencias correctas

2. Pues la piedad consta de dos cosas, los sagrados dogmas y las buenas obras: ni es agradable a Dios la doctrina sin buenas acciones, ni Dios acepta las obras separadas de las creencias religiosas. ¿Qué utilidad tiene el recto sentir acerca de Dios si se fornica deshonestamente? Y, a la inversa, ¿de qué sirve obrar con pudor — lo que en sí es correcto si luego se blasfema impíamente? Por consiguiente, es de gran valor el conocimiento que se pueda tener de los dogmas. Para ello es necesario tener una mente vigilante, como quiera que hay quienes obtienen su botín por medio de la filosofía y vanas falacias (Col 2:8). Los gentiles seducen a diversas realidades mediante un hablar suave, pues "miel destilan los labios de la meretriz" (Prov 5:3). Y quienes provienen de la circuncisión engañan a quienes se les acercan con falsas interpretaciones de la sagrada Escritura (cf. Tit 1:10-11), comentándola desde su infancia hasta su vejez y envejeciendo en la ignorancia de la realidad (cf. 2 Tim 3:7). Los herejes, por su parte, engañan a los humildes mediante la blandura de su lenguaje y la suavidad en el decir (cf. Rom 16:18), entrelazando con el dulce nombre de Cristo los dardos envenenados de los decretos impíos. De todos ellos a la vez dice el Señor: "Mirad que nadie os lleve a engaño" (Mt 24:4). Por ello se entrega la doctrina de la fe y se hacen exposiciones de la misma2.

Se procederá ordenadamente

3. Pero antes de transmitiros aquello que pertenece a la fe, creo que haré bien enunciando en un breve compendio los temas fundamentales de las verdades necesarias, no sea que por las muchas cosas que hay que decir o por la misma duración de toda la santa Cuaresma pierdan la memoria del conjunto quienes entre vosotros tengan una mente más sencilla. Enumerando ahora por capítulos, no olvidaremos lo que después se ha de tratar más ampliamente. Llévenlo con paciencia los que tienen hábitos mentales más perfectos y unos sentidos más ejercitados en la distinción entre el bien y el mal, pues oirán un exordio muy simple y una introducción suave, para que a la vez obtengan provecho aquellos que necesitan de la catequesis y quienes ya tienen ciencia se alegren de recuperar en su memoria lo que ya sabían.

Acerca de Dios (dogma I)

4. A modo de fundamento, establézcase firmemente en vuestra alma la verdad acerca de Dios3. A saber, un Dios que es solamente uno, no engendrado4 por otro, y sin nadie que vaya a sucederle, que no tuvo principio ni tendrá nunca fin, y que es él mismo bueno y justo. Si alguna vez oyes a un hereje que diga que hay algún otro que sea bueno o justo5, dándote cuenta al punto de la herejía, reconoce el dardo envenenado. Algunos se atrevieron, mediante un discurso malévolo, a dividir al Dios único: y unos dijeron que el autor y dueño del alma es otro que el de los cuerpos, enseñándolo necia e impíamente. Pues, ¿cómo es posible que un único hombre sea siervo de dos señores si dice el Señor en el Evangelio: "Nadie puede servir a dos señores" (Mt 6:24)? Por consiguiente, sólo hay un Dios, autor a la vez de las almas y los cuerpos. Uno es el creador del cielo y de la tierra, hacedor de los ángeles y de los arcángeles, artífice de las múltiples realidades, Padre desde la eternidad de su único Hijo, Jesucristo, Señor nuestro, por quien hizo todo (cf. Jn 1:3) lo visible y lo invisible (Col 1:16).

5. El Padre de Nuestro Señor Jesucristo no está circunscrito a un lugar ni es menor que el cielo, pero los cielos son obra de sus dedos (cf. Sal 8:4) y toda la tierra se contiene en su puños. Está a la vez en el interior y fuera de todas las cosas. Y no creas que el sol le supera a él en luminosidad o es siquiera igual. Pues quien hizo el sol debe ser sin comparación mucho mayor y luminoso. Tiene conocimiento previo de las cosas futuras y es más potente que todas ellas, todo lo sabe y todo lo hace según su voluntad: no está sujeto a la sucesión de las cosas ni a lo que marcan los astros, al azar o a la necesidad del hado. Es perfecto en todas las cosas y posee por igual toda clase de virtud. Ni disminuye ni se agranda, sino que se mantiene siempre igual y del mismo modo. Ha preparado castigo a los pecadores y la corona a los justos.

6. Ahora bien, puesto que muchos se han apartado de modos diversos del único Dios: algunos hicieron Dios al sol para permanecer sin Dios durante la noche; otros a la luna para no tener Dios durante el día; otros hicieron Dios a otras partes del mundo; algunos a las artes y otros a los alimentos o a sus pasiones. Unos enfermaron por el amor de las mujeres, otros consagraron a Venus una imagen solemnemente colocada y, bajo esta apariencia visible, prestaron adoración a los vicios y afectos de su alma. Hubo quienes, atónitos ante el fulgor del oro, juzgaron que éste y otros materiales eran dioses7. Pero si alguno graba bien en su interior la doctrina de que Dios es el principio único y cree en él de corazón, impedirá el atropello y el ímpetu de los vicios de la idolatría y del error de los herejes8. Por tanto, pon por la fe este primer dogma9 en tu alma.

Acerca de Cristo (dogma II)

7. Cree también en el solo y único Hijo de Dios, nuestro Señor Jesucristo, Dios engendrado de Dios, engendrado como vida de la vida, como luz de luz, semejante en todo al Padre10, que no comenzó a existir en el tiempo, sino que fue engendrado desde la eternidad antes de todos los siglos y antes de todo lo que se pueda pensar. El es la sabiduría, el poder de Dios y la justicia en persona11, y está sentado a la derecha del Padre antes de todos los siglos. Pues no fue coronado por Dios, como algunos pensaron después de su pasión ni se sentó a su derecha como premio a su paciencia. En realidad tiene la dignidad regia desde el comienzo de su existencia (aunque ha sido engendrado desde toda la eternidad): siendo Dios, su sabiduría y su potestad, se sienta junto al Padre, como ya se ha dicho; reina juntamente con el Padre y lo gobierna todo con él. Nada absolutamente le falta de la dignidad divina12 y tiene un conocimiento perfecto de aquel por quien ha sido engendrado como él es a su vez conocido por quien le engendró (cf. Jn 10:15). Para decirlo en resumen, recuérdese lo escrito en los Evangelios: "Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo" (Mt 11:27).

8. Pero no separes al Hijo del Padre ni creas, al relacionarlos, en una "filio-paternidad" como mezcla de uno y otro. Cree, en cambio, en que es el Hijo unigénito de Dios, Dios-Palabra antes de todos los siglos13. Pero no es palabra que, una vez pronunciada, se perdió en el aire ni semejante a las palabras que carecen de consistencia sólida y propia: es la Palabra-Hijo, creador de quienes se sirven de la palabra y de la razón; es la Palabra que escucha al Padre y habla él mismo. Si Dios lo permite, hablaremos de estas cosas en su momentos, pues no nos olvidamos de nuestro plan, que es ahora enumerar sólo los temas de una necesaria introducción a la fe.

La Concepcion Virginal (dogma III)

9. Cree también que el unigénito Hijo de Dios descendió del cielo a la tierra por causa de nuestros pecados, asumiendo nuestra humanidad, sujeta a las mismas debilidades a las que nosotros estamos sometidos; que nació de una santa Virgen, y por obra del Espíritu Santo. Esta humanidad la asumió, no según una apariencia o mediante algún tipo de ficción, sino de modo verdadero. Ni a través de una virgen, como arrastrado a lo largo de un canal, sino habiéndose encarnado verdaderamente desde ella (y verdaderamente alimentado de ella con leche), comiendo y bebiendo además verdaderamente como nosotros. Porque si la asunción de la naturaleza humana fue un fantasma (y un engaño visual), también la salvación habría sido un engaño. (Doble era Cristo: hombre en lo que podía verse, y Dios en lo que quedaba oculto)15. En cuanto hombre, comía verdaderamente como nosotros, pues experimentaba estados corporales semejantes a los nuestros; pero, en cuanto Dios, alimentaba con cinco panes a cinco mil hombres (Mt 14:17-21). En cuanto hombre, murió verdaderamente, pero en cuanto Dios llamó a la vida a un muerto ya de cuatro días (Jn 11:39-44). Como Dios, caminó también tranquilamente sobre las aguas.

Acerca de la Cruz (dogma IV)

10. Fue verdaderamente crucificado por nuestros pecados16. Pero si quieres negarlo, te convencerá este conocido lugar, este dichoso Gólgota en el que estamos congregados por causa del que fue clavado en la cruz: todo el orbe está lleno de los pedazos en que ha sido cortado el leño de la cruz. Pero no fue crucificado por sus pecados, sino para que fuésemos liberados de los nuestros propios. Fue entonces despreciado por los hombres, golpeado como hombre con bofetadas (Mt 26:27). pero la creación lo reconoció como Dios, pues, al ver el sol a Dios sujeto a la ignominia, se ocultó temeroso no pudiendo soportar el espectáculo (Lc 23:45).

La sepultura

11. Se le colocó, como hombre, en un monumento en la roca (Mt 27:60), pero las piedras, al temblar, se resquebrajaron (Mt 27:51). Descendió al sheol, para rescatar allí a los justos17. ¿Querías acaso, te pregunto, que los vivos gozasen de la gracia de Dios sin ser muchos de ellos santos? ¿Que no consiguiesen la libertad quienes estaban prisioneros largo tiempo desde Adán? El profeta Isaías anunció con voz excelsa muchas cosas acerca de él. ¿No querías, pues, que el rey los liberase descendiendo con su anuncio? Allí estaban David, Samuel y todos los profetas. E incluso el mismo Juan, que decía por sus enviados: "¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?" (Mt 11:3). ¿No desearías que, descendiendo, liberase a esos hombres?

La Resurrección (dogma V)

12. Pero quien había descendido a los infiernos18, subió de nuevo. Y Jesús, que había sido sepultado, resucitó verdaderamente al tercer día. Si alguna vez te sientes vejado por los judíos, replícales recordándoles que Jonás salió de la ballena al cabo de tres días (Jon 2:1:11; Mt 12:40). Y si también un muerto recobró la vida al contacto con los huesos de Elíseo (2 Re 13:21), ¿no habrá de ser resucitado19 con mucha más facilidad el creador de los hombres? Por tanto, realmente resucitó y, vuelto a la vida, se dejó ver de nuevo por los discípulos, y los doce discípulos fueron testigos de la resurrección (Hech 2:32; 3:15; cf. 1 Cor 15:5), los cuales dieron testimonio de la resurrección no sólo con sus palabras, sino llegando hasta los suplicios y la muerte con la esperanza de una verdadera resurrección. Ciertamente "por declaración de dos o tres testigos será firme una causa," según la Escritura (Dt 19:15; cf. Mt 18:16). Y siendo doce los que testifican acerca de la resurrección de Cristo, ¿sigues todavía sin creer en ella?

La Ascensión20

13. Una vez que Jesús terminó el curso de sus sufrimientos y liberó a los hombres de sus pecados, ascendió en una nube (Hech 1:9) recogido de nuevo en los cielos; los ángeles estaban junto al que ascendía y los apóstoles contemplaban. Pero si alguien desconfía de lo que decimos, crea en virtud y por el poder de las cosas que ahora se ven. Pues cuando los reyes mueren, pierden con la vida su poder, pero Cristo crucificado es adorado por todo el orbe21. Anunciamos a un crucificado y tiemblan los demonios. Muchos han sido en las diversas épocas clavados a una cruz. Pero ¿acaso hizo huir al demonio la invocación de algún otro crucificado que no fuese él?

14. Por consiguiente, no nos avergoncemos de la cruz de Cristo y, si ves a alguien que la esconda, haz tú con ella la señal en tu frente para que los demonios, viendo el signo regio, huyan lejos aterrados22. Haz este signo al comer y al beber, cuando te sientes, te acuestes y te levantes, al hablar y cuando estés andando; en una palabra, en toda circunstancia. Pues aquel que aquí fue crucificado, está ahora arriba en los cielos23. Pues si, después de crucificado y sepultado, se hubiese quedado en el sepulcro, tal vez habría que ruborizarse; pero el que fue clavado en el Gólgota a la cruz, desde la tumba mirando al Oriente en el monte de los Olivos (Zac 14:4) ascendió en el monte al cielo (Lc 24:50-51; Hech 1:12: "Desde el monte llamado de los Olivos"). Descendiendo de la tierra a los infiernos24 y vuelto de allí hasta nosotros, retornó desde nosotros de nuevo al cielo, aclamándole el Padre y diciendo: "Siéntate a mi derecha hasta que ponga a tus enemigos por escabel de tus pies" (Sal 110:1).

El Juicio Venidero (dogma VI)

15. Este Jesucristo que ascendió vendrá de nuevo del cielo, no de la tierra. He dicho "no de la tierra," pues de la tierra sí han de venir en este tiempo muchos anticristos (cf. I Jn 2:18). De hecho, como veis, muchos han comenzado a decir25: "Yo soy el Cristo" (Mt 24:5), después de lo cual ha de venir la "abominación de la desolación" (Mt 24:15 par.; cf. Dn 9:27; 11:31; 12:11), usurpando para sí en falso el nombre de Cristo. Pero tú — hazme el favor — no esperes que el verdadero Cristo, Hijo unigénito de Dios, tenga que venir de la tierra, sino de los cielos, y habrá de ser visto por todos con el máximo fulgor y el máximo resplandor, rodeado de una escolta de ángeles, para juzgar a vivos y muertos. Así obtendrá el reino celeste, sempiterno y carente de todo fin. Ten certeza de todo esto y sé cauto cuando muchos digan que se acerca el final del reino de Cristo.

El Espiritu Santo (dogma VII)

16. Cree también en el Espíritu Santo y piensa de él lo que has aceptado del Padre y del Hijo, y no según los que enseñan cosas erróneas sobre él26. Aprende por tanto que este Espíritu Santo es uno y, además, indiviso y omnipotente. Al realizar muchas cosas, no obstante, no se divide. Conoce los misterios, todo lo escruta, hasta las profundidades de Dios; descendió sobre el Señor Jesucristo en forma de paloma (cf. Lc 3:22), había estado actuante en la ley y los profetas, pero también ahora sella tu alma con ocasión del bautismo27: de su santidad necesita ahora toda la naturaleza racional y, si alguien se atreviere a blasfemar contra él, no se le perdonará ni en este mundo ni en el venidero (Mc 3:29 par.). Juntamente con el Padre y el Hijo posee el honor y la gloria de la divinidad; también de él necesitan los tronos y las dominaciones, los principados y las potestades28. Pues sólo hay un Dios, Padre de Cristo; y hay un solo Señor Jesucristo, Hijo único de Dios; y un solo Espíritu Santo, que todo lo santifica y lo deifica, y que habló en la Ley y los Profetas, en la antigua y en la nueva Alianza.

17. Ten siempre esta señal en tu mente, pues a ella se le está anunciando todo esto de modo sumario; pero si Dios lo permite, todo lo explicaremos más ampliamente, según nuestras fuerzas, demostrándolo según las Escrituras. Pues, acerca de los divinos y santos misterios de la fe, no debe transmitirse nada sin las Sagradas Escrituras, ni deben aducirse de modo temerario cosas simplemente probables y apoyadas en argumentos construidos con palabras artificiosas. Y no creas, pues, que voy a proceder de este modo, sino probando por las Escrituras lo que te anuncio. Pues esta fe, a la cual debemos nuestra salvación, no recibe su fuerza de los comentarios y las disputas, sino de la demostración por medio de la Sagrada Escritura.

Sobre el Alma (dogma VIII)

18. Tras el conocimiento de esta venerable, gloriosa y santísima fe, debes conocerte también a ti mismo: ¿Quién eres tú?29. Como hombre, tú has sido hecho compuesto de alma y cuerpo y, según se ha dicho poco antes30, el mismo Dios es autor de tu alma y de tu cuerpo. Debes saber también que tienes un alma libre que es obra maestra de Dios, hecha a imagen de su creador: inmortal por causa de Dios que le confiere la inmortalidad; un ser vivo dotado de razón y libre de la corrupción por causa de quien le otorgó todo ello; con capacidad de hacer lo que desee.

Horóscopo/Astrólogo: Pues tú no pecas por la posición de los astros cuando naciste31 ni te ves enredado en la fornicación de modo fatal, ni tampoco, según deliran algunos, te fuerza la conjunción de los astros a caer en la lascivia contra tu voluntad. ¿Por qué, al no querer reconocer tus propios males, atribuyes tu culpa a los astros inocentes? Y no me hables, después de todo esto, de los astrólogos, pues dice de ellos la Escritura: "Que vengan ahora y que te salven los que hacen la carta del cielo," para añadir poco más abajo: "Helos ahí como briznas de paja, que serán consumidos por el fuego; no podrán escapar de los brazos de las llamas" (Is 47:13-4). 19. Pero aprende también esto: antes de que el alma viniese a este mundo, no cometió pecado. Pero habiendo venido inocentes, pecamos ahora voluntariamente32. No pienses que estoy interpretando mal aquello de: "Pero si hago lo que no quiero..." (Rm 7:16), sino recuerda aquello otro: "Si vosotros queréis, si sois dóciles, comeréis los bienes de la tierra; si no queréis y os rebeláis, seréis devorados por la espada" (Is 1:19-20) y, por otra parte: "Como ofrecisteis vuestros miembros al servicio de la impureza y de la iniquidad para la iniquidad, así ahora entregad vuestros miembros al servicio de la justicia para la santidad" (Ro 6:19). Acuérdate también de lo que dice la Escritura: "Como no tuvieron a bien guardar el verdadero conocimiento de Dios..." (Rm 1:28) y "lo que de Dios se puede conocer, está en ellos manifiesto" (Rm 1:19) y, por otra parte, "han cerrado sus ojos" (Mt 13:15, citando Is 6:9-10). Acuérdate de Dios cuando increpa y dice: "Yo te había plantado de la cepa selecta, toda entera de simiente legítima. Pues, ¿cómo te has mudado en sarmiento de vid bastarda?" Jer 2:21).

20. El alma es inmortal. Y son semejantes todas las almas: tanto de los hombres como de las mujeres. Sólo son diferentes los miembros de los cuerpos. No existe una clase de almas pecadoras por naturaleza y otras que actúen debidamente, pues todas actúan según su voluntad y el albedrío de cada una, mientras no hay diversidad en la sustancia de las almas y es semejante en todas ellas.

En fin, me doy cuenta de que he dicho muchas cosas y que se nos está pasando el tiempo. Pero, ¿qué deberá anteponerse a la salvación? ¿No serás capaz de esforzarte un poco para obtener fuerzas frente a los herejes? ¿Y no quieres conocer los desvíos del camino para no caer, por imprudencia, en el precipicio? Quienes estas cosas te enseñan, no piensan obtener la más mínima ganancia con que tú las aprendas. Y tú, que eres el que las aprendes, ¿no deberás acoger de buen grado la multitud de cosas que se dicen?

21. El alma es libre y dueña de sí misma. El diablo puede ciertamente sugerir, pero no puede forzarla a actuar privándola de la voluntad. Cuando viene a ti el pensamiento de la fornicación, si quieres, lo admites, pero no si lo rechazas. Pues si tuvieras necesariamente que fornicar, ¿por qué motivo habría preparado Dios la gehenna? Si por naturaleza hace lo recto, y no libremente, ¿con qué fin habría dispuesto Dios premios inefables? Mansa es la oveja, pero nunca ha sido coronada por su mansedumbre, puesto que esa mansedumbre no le viene por determinación de su voluntad, sino por su modo de ser.

Sobre el Cuerpo (dogma IX)

22. Ya has oído, querido, bastantes cosas acerca del alma; si puedes, escucha ahora también acerca del cuerpo. Y no pienses lo que algunos dicen de que el cuerpo no lo ha hecho Dios, y creen que el alma habita en él como en un recipiente que le es ajeno, inclinándose por tal motivo a la práctica de la fornicación33. ¿Qué es lo que ellos recriminan al cuerpo admirable? ¿Qué es lo que le falta de decencia y armonía? ¿Qué es lo que carece de estética en su estructura? ¿No deberán caer en la cuenta tanto de la espléndida configuración de los ojos como de la posición oblicua de los oídos, para poder oír sin dificultad, o del olfato capaz de distinguir olores o también los aromas suaves, o en la doble capacidad de la lengua para gustar de las cosas y para poder hablar, sin olvidar la capacidad pulmonar para respirar el aire sin cesar? ¿Quién dio al corazón su movimiento continuo? ¿Quién anudó los nervios a los huesos de modo tan sabio? ¿Quién asignó una parte del alimento a la reparación de las fuerzas de la naturaleza, destinando otra a la defecación, haciendo cubrir pudorosamente las partes menos nobles? ¿Quién es el que hizo que la débil naturaleza humana pudiese perpetuarse mediante una sencilla unión?

23. Y no me digas que el cuerpo es causa del pecado34. Pues si el cuerpo es la causa del pecado, ¿por qué no pecan los muertos? Coloca una espada a la derecha de un hombre que haya muerto hace poco, no matará a nadie. Ya pueden desfilar, ante un joven recientemente muerto toda clase de hermosuras; no experimentará ninguna lascivia. ¿Por qué? Porque el cuerpo no peca por sí mismo; es el alma quien peca por medio del cuerpo. El cuerpo es como el instrumento del alma, como si fuese vestido y su abrigo: se hace inmundo si es ella la que lo mueve a la fornicación; pero si se une a un alma santa, se convierte en templo del Espíritu Santo. Y no lo digo esto yo, sino el apóstol Pablo: "¿No sabéis que vuestro cuerpo es santuario del Espíritu Santo, que está en vosotros?" (I Cor 6:19). Respeta, por tanto, tu cuerpo como templo del Espíritu Santo. No manches tu carne con la fornicación; no ensucies este vestido tuyo hermosísimo. Pero si lo ensuciaste, lávalo ahora por la penitencia: hazlo mientras todavía hay tiempo.

24. En lo referente a la castidad, ponga atención sobre todo el orden de los monjes y de las vírgenes35, que viven en el mundo una vida semejante a la de los ángeles, pero escuche también todo el pueblo de la Iglesia. Grande es, hermanos, la corona que os está preparada y, para que no cambiéis tan gran dignidad por un placer mezquino, oíd al Apóstol cuando dice: "Que no haya ningún fornicario o impío como Esaú, que por una comida vendió su primogenitura" (Hebr 23:26). Y, escrito en los libros evangélicos tu nombre a causa del propósito de pureza, cuida de que después no se tenga que borrar a causa de la torpeza cometida.

25. Tampoco debes, si cumples perfectamente el deber de la castidad, engreírte frente a los que, unidos en matrimonio, siguen un inferior estado de vida. Como dice el Apóstol, "tened todos en gran honor el matrimonio, y el lecho conyugal sea inmaculado" (Hebr 13:4). Además, tú que vives íntegramente la castidad, ¿acaso no has nacido de padres casados? No porque poseas oro, desprecies la plata, sino que posean esperanza plena también los que viven legítimamente en matrimonio, puesto que no viven licenciosamente su unión en la pasión y el desenfreno, sino de acuerdo con lo que debe ser, concediéndose a veces tiempos para dedicarse a la oración (cf. I Cor 7:5); estos tales ofrecen sus cuerpos puros, juntamente con su vestimenta, en las asambleas de la Iglesia, pues contrajeron nupcias no por disfrutar de las pasiones, sino por la procreación de los hijos.

26. No hay que reprobar, defendiendo un matrimonio único, a quienes se deciden por segundas nupcias. Pues aunque la continencia es cosa hermosa y admirable tampoco hay que ignorar la debilidad de la carne, lo que se puede remediar con un segundo matrimonio. El Apóstol dice, en efecto: (A los débiles y a las viudas) "bien les está quedarse como yo. Pero si no pueden contenerse, que se casen; mejor es casarse que abrasarse" (I Cor 7:8-9). Y deséchese todo lo demás, la fornicación, el adulterio y toda clase de lascivia; pero consérvese el cuerpo puro para el Señor, para que también el Señor respete el cuerpo. Nútrasele (al cuerpo) con alimentos para vivir y dénsele los cuidados adecuados, pero no para que se entregue a los placeres.

Sobre los alimentos

27. Estas deben ser vuestras normas sobre los alimentos; de hecho hay muchos que tienen problemas con esa cuestión. Pues unos se manejan sin problemas con lo sacrificado a los ídolos, otros se abstienen, por razones de práctica de la vida ascética, de algunas de las cosas ofrecidas y condenan a quienes las comen36, y así se mancha de modos diversos el alma de algunos con respecto a los alimentos (I Cor 8:7), al ignorar las causas válidas para comer o abstenerse. Ayunamos de vino y nos abstenemos de carnes, no porque por motivos religiosos los aborrezcamos, sino en la expectativa de la gratuidad, de modo que, despreciando lo sensible, gocemos del banquete espiritual y verdadero. De modo también que, sembrando ahora en lágrimas, recojamos la cosecha de la alegría en el mundo venidero (cf. Sal 126:5-6). No despreciéis, por tanto, a los que comen, pues toman alimento por la debilidad de sus cuerpos; tampoco reprendas a los que toman un poco de vino por su estómago y sus frecuentes enfermedades37, ni los condenes como pecadores; tampoco odies las carnes, pues algunos tales había conocido el Apóstol cuando decía que "prohiben el matrimonio y el uso de alimentos que Dios creó para que fueran comidos con acción de gracias por los creyentes" (I Tim 4:3). Por consiguiente, si tú te abstienes de estas cosas, no lo hagas como si fuese abominable, pues si así fuese no obtendrías la gracia; más bien déjalas, aun siendo buenas, por lo más auténtico que se te propone, que es mucho mejor.

28. Evita totalmente comer lo que fue ofrecido a los ídolos, pues no se trata de que lo diga yo actualmente, sino que de tales alimentos se preocuparon los mismos Apóstoles y, en aquella época, incluso Santiago, obispo de esta Iglesia; pues los apóstoles y presbíteros escribieron una epístola a todos los gentiles con la finalidad de que se abstuviesen primera y principalmente de lo inmolado, pero también de la sangre y de lo ahogado (Hech 15:2029)38. Pues muchos hombres de fiera índole que viven como perros lamen la sangre como bestias salvajes y se hinchan de animales ahogados. Pero tú, que eres siervo de Cristo, observa esto cuando comas para hacerlo piadosa y religiosamente. Con esto basta acerca de los alimentos.

Sobre el vestido

29. Lleva un vestido sencillo, y no como ornato sino para cubrirte lo necesario; no para deleitarte con molicie, sino para calentarte en invierno y cubrir pudorosamente tu cuerpo; pero no caigas en la complicación innecesaria del vestido, con el pretexto de que te has de cubrir, o en cualquier otra necedad.

Sobre la Resurrección (dogma X)

30. De este cuerpo usa, por favor, moderadamente; sábete que habrás de ser resucitado de entre los muertos para ser juzgado precisamente con ese cuerpo39. Pero si te viniere cualquier pensamiento de desconfianza, como si ello no pudiese suceder, juzga por otras cosas tuyas que tampoco parecen reales. Pues tú mismo, dime, piensa dónde estabas hace cien años o más. Y, si partiste de ser una realidad tan pequeña y vil, ¿cómo es que has llegado a tal desarrollo con tal armonía de tu figura externa? El que hizo que existiera lo que no existía anteriormente, ¿acaso no podrá resucitar a lo que ya fue y murió? El que cada año, en favor nuestro, levante el trigo que, sembrado, perece y se pudre, ¿tendrá dificultad en resucitarnos a nosotros mismos por quienes él mismo resucitó? Ves cómo los árboles se mantienen ahora durante tantos meses sin fruto y sin hojas; pero todos ellos, pasado el invierno, recobran la vida tras haber estado como muertos. ¿No seremos nosotros, mucho más y mucho más fácilmente, llamados de nuevo a la vida? La vara de Moisés se transformó, por voluntad de Dios, en algo muy diferente de ella misma, en una serpiente. ¿No podrá, pues, el hombre caído en la muerte ser restituido a sí mismo?

31. No hagas caso de los que dicen que no resucita este cuerpo, pues resucitará. Testigo de ello es Isaías cuando dice: "Resucitarán los muertos, y se levantarán los que están en los sepulcros" (Is 26:19)40 y, según Daniel: "Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán, unos para la vida eterna, otros para el oprobio, para el horror eterno" (Dan 12:2).

Por lo demás, la resurrección es para todos los hombres, pero no será para todos igual. Pues todos recibiremos cuerpos eternos, pero no todos iguales. Los justos lo recibirán para unirse eternamente al coro de los ángeles, y los pecadores para sufrir eternamente las penas por sus pecados.

El bautismo

32. Por todo lo cual, el Señor, por su bondad para con los hombres, les concedió a éstos la conversión del bautismo, para que, arrojando la mayor parte del peso de los pecados, e incluso todo el lastre (cf. Hebr 12:1), por la obtención del sello por medio del Espíritu Santo lleguemos a ser herederos de la vida eterna. Pero, puesto que ya antes hablamos suficientemente acerca del bautismo, pasemos ahora a los temas de instrucción que quedan.

Las Sagradas Escrituras (dogma XI)

33. Todo esto nos lo enseñan las Escrituras de la antigua y de la nueva Alianza, inspiradas por Dios. Uno mismo es el Dios de ambas alianzas, que en la antigua preanunció que Cristo se manifestaría en la nueva y que nos condujo por la Ley y los Profetas como pedagogo hasta Cristo. "Antes de que llegara la fe, estábamos encerrados bajo la vigilancia de la Ley" (Gál 3:23), y "la Ley ha sido nuestro pedagogo hasta Cristo. Pero si alguna vez oyes a alguno de los herejes denigrando a la Ley o los profetas, replícale con aquella palabra saludable que dice: "No vino Jesús a abolir la Ley, sino a cumplirla"41. Aprende también de la Iglesia con afán cuáles son los libros del Antiguo Testamento y cuáles del Nuevo, y hazme el favor de no leer ninguno de los apócrifos42, Pues si no estás al tanto de lo que todo el mundo conoce y confiesa, ¿por qué pierdes lastimosamente el tiempo con cuestiones dudosas y controvertidas? Lee las Sagradas Escrituras, o sea, estos veintidós libros del Antiguo Testamento que tradujeron los setenta y dos intérpretes43.

34. Después que murió Alejandro, rey de los Macedonios, dividido su reino en cuatro principados, Babilonia, Macedonia, Asia y Egipto, uno de los que reinaron en Egipto, Ptolomeo Filadelto, príncipe estudiosísimo de las letras, hacía acopio de libros de cualesquiera lugares. Oyó hablar a su bibliotecario Demetrio Falereo sobre las Escrituras de la Ley y los Profetas. Pensaba rectamente que por la fuerza no se obtienen los libros, sino que uno se gana a sus poseedores más bien por los regalos y la amistad. Sabiendo que, al forzar violentamente, lo que se da contra la voluntad propia queda frecuentemente corrompido por el engaño, mientras que lo que se enseña de modo espontáneo se regala con toda sinceridad, envió al entonces sumo sacerdote Eleazar numerosos presentes para adornar el templo de Jerusalén, haciendo venir a él a seis hombres por cada una de las doce tribus de Israel. Después, con la finalidad de comprobar si los libros estabano o no inspirados por Dios, buscando que los intérpretes enviados no se pusiesen de acuerdo entre sí, los hizo colocar a cada uno de ellos en estancias propias en donde está el Faro de Alejandría44, ordenando a cada uno traducir toda la Escritura. Terminaron el trabajo en el lapso de setenta y dos días, y el rey reunió todas las versiones, elaboradas en lugares separados y sin contacto entre los autores, comprobando que coincidían completamente no sólo en cuanto al sentido, sino en los términos mismos. La obra, pues, no era una creación verbal ni artificio de humanos sofismas, sino una versión de las Sagradas Escrituras, dictadas por el Espíritu Santo y con la inspiración de ese mismo Espíritu.

35. Lee, pues, los veintidós libros, pero no quieras saber nada de los apócrifos. Medita y estudia sólo aquellos, que son los que en la Iglesia leemos con confianza cierta; mucho más prudentes y piadosos que tú eran los Apóstoles, así como los antiguos obispos de la Iglesia que nos los transmitieron; por tanto, tú, que eres hijo de la Iglesia, no conculques sus leyes. Medita en serio los veintidós libros del Antiguo Testamento, cuyos nombres esfuérzate en grabártelos de memoria tal como te los diré ahora. Los cinco primeros son los libros de la Ley, de Moisés: Génesis, Exodo, Levítico, Números, Deuteronomio. Después, cl libro de Josué y el de los Jueces, el séptimo y que se considera conjuntamente con Rut. De los restantes libros históricos, el primero y segundo de los Reinos se consideran uno entre los hebreos, y lo mismo sucede con el tercero y el cuarto45. De modo semejante sucede entre ellos con el primero y el segundo de los Paralipómenos, a los que consideran un único libro; también los dos libros de Esdras46 son contados como uno. El de Ester es el libro duodécimo. Estos son los históricos. Cinco están escritos en verso: Job, el libro de los Salmos, Proverbios, Eclesiastés y el Cantar de los cantares, que es el libro diecisiete. Siguen cinco proféticos: un libro de los Doce profetas47 y la Epistola48, más los libros de Ezequiel y Daniel, el vigésimo segundo del Antiguo Testamento.

36. Los Evangelios del Nuevo Testamento son sólo cuatro, pues los demás son apócrifos y perjudiciales. También los maniqueos escribieron un "Evangelio según Tomás" que, revestido del buen olor de la denominación de "Evangelio," corrompió las almas de la gente más sencilla. Acepta también los Hechos de los doce Apóstoles y, además, las siete epístolas católicas de Santiago, Pedro, Juan y Judas. Por fin, lo que sirve a todos de señal y es obra última de los discípulos: las catorce epístolas de Pablo. Todo lo demás déjese fuera, en un segundo plano. Todo aquello que no se lee en las Iglesias, tampoco lo leas privadamente, como ya oíste49. Pero de todo esto ya es suficiente.

37. Huye de toda maquinación diabólica y no creas al dragón caído, que por propia voluntad mudó en otra su naturaleza buena; es capaz de persuadir a quienes consientan en ello, pero no puede quitar a nadie su libertad. Tampoco hagas caso de las predicciones de los astrólogos ni a quienes observan las aves, como asimismo tampoco escuches a cualquiera ni a las imaginativas adivinaciones de los griegos. A los filtros mágicos, los encantamientos y las perniciosas evocaciones de los muertos ni siquiera les prestes oído. Apártate de toda clase de intemperancia, y no te des a la gula ni ames la voluptuosidad. Manténte por encima de toda avaricia y usura. No asistas a los espectáculos de los gentiles. No utilices nunca amuletos en caso de enfermedad. No frecuentes ninguna taberna puerca o sórdida. Tampoco practiques la religiosidad samaritana o judía, pues para algo superior te liberó Jesucristo. Manténte alejado de toda observancia del Sábado y no consideres puros o limpios a alimentos que de por sí son indiferentes. pero sobre todo odiarás todas las reuniones de los herejes infractores; pon todos los medios para favorecer tu alma con los ayunos, las limosnas y las lecturas de los oráculos divinos para que, por la temperancia y la guarda de los sagrados dogmas, goces, por el tiempo que te quede de vivir en la carne, de la única salvación, la cual se otorga por el bautismo. Y así, adscrito por Dios Padre al ejército celestial, merezcas también la corona del cielo: en Jesucristo nuestro Señor, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

1. El título de la catequesis expresa perfectamente su contenido, pues se trata de exponer nuclearmente diez "contenidos" de la fe, que pueden enunciarse así: Dios, Cristo, nacimiento virginal, la cruz, la resurrección, la segunda venida de Cristo, el Espíritu Santo, el alma, el cuerpo, la resurrección del hombre, las sagradas Escrituras. En esta enumeración, el tema de la Escritura sería el undécimo de los expuestos. Si se cuenta de este modo, estamos ante once, y no ante diez dogmas. Por eso algunos códices hablan de catequesis "de los once dogmas." La exposición de cada uno de los dogmas puede con frecuencia a su vez, de acuerdo con el contenido, subdividirse de modo diverso. Pero esto son cuestiones secundarias. Más importante es señalar la importancia que se da al "dogma" en estas catequesis de Jerusalén, elaboradas veinte años después del concilio de Nicea. Representan un importante testimonio del edificio dogmático que se desprende de aquel primer concilio ecuménico. Por ello y porque el conjunto de estas catequesis siempre respeta la estructura dogmática cronológicamente previa a ellas, pero posterior al Nuevo Testamento, las catequesis de Cirilo son no sólo un testimonio catequético importante, sino un reflejo de la fe dogmática y objetiva (lo que los teólogos han llamado fides quae) de la Iglesia de su época. Más observaciones concretas se harán en las notas que se añaden. Como observaciones generales son importantes las que se contienen en PG 33,449-454.

2. El original griego habla de la "enseñanza (didaskalia) de la fe" en lo cual se hace "exégesis." En último término, ésta y las siguientes catequesis se apoyan, en cuanto a sus contenidos, en el "Símbolo," el Credo en el que se agrupan las afirmaciones de la fe "objetiva."

3. Como "verdad" acerca de Dios se ha traducido aquí la palabra griega "dogma."

4. O "ingénito," sin origen en momento determinado alguno.

5. Quizá es útil recordar aquí Mt 23:8-10.

6. Vid, las poéticas expresiones de Is 40:12.

7. Por la descripción detallada y drástica del pecado, este pasaje recuerda la que Pablo hace en Rom 1:18-32.

8. Toda esta insistencia en que Dios es el único recuerda el credo bíblico contenido en el "Escucha, Israel" de Dt 6:4-9.

9. Se continúa utilizando la terminología adoptada al principio del punto 2.

10. "Semejante en todo," homoíon katá pánta. El término "homoíon’’ se encontró en el núcleo de la condena del arrianismo por el concilio de Nicea, no demasiados años antes de ser pronunciadas las presentes catequesis La precisión del credo niceno al respecto consiste en señalar que Jesucristo es de la misma naturaleza, "consustancial" (homoousion v no homoioousion con el Padre). Cirilo no parece hacerse aquí eco exacto -sin ponerla tampoco en duda- de la fórmula de Nicea. Sin embargo, que la doctrina de Cirilo es acorde con la enseñanza del concilio lo prueba el resto del punto 7.

11. En la persona de Jesús están porque son subsistentes en la unicidad de su persona la sabiduría, el poder, e incluso la justicia de Dios. Como "justicia" emplea Cirilo el conocido término paulino de dikaiosyne.

12. Es fórmula claramente antiarriana.

13. Cf. catequesis 11, n. 10.

14. En la catequesis 11.

15. Las palabras que se acaban de transcribir en el último paréntesis no se encuentran en todos los códices.

16. La insistencia en la realidad de la crucifixión está presente por todas partes en las catequesis de Cirilo. Esta insistencia es aún más comprensible en la ciudad en la que habían tenido lugar los acontecimientos de la Pasión.

17. El oyente de las catequesis está aquí ante la afirmación de lo que el credo y la dogmática llamarán el "descenso a los infiernos." En la afirmación del descenso a los infiernos debe distinguirse entre la expresión, como modo de hablar, de la materialidad de un "descenso" a las regiones inferiores de la tierra (con lo que se utiliza como imagen la del sheol judío) y lo que se quiere realmente expresar: la liberación de Cristo es eficaz para los hombres de cualquier época. Ello se expresa mediante la afirmación de que todos estuvieron "esperando" fisicamente. Pero el tema, pues, es la universalidad de la redención. En el Nuevo Testamento se expresa bellamente todo esto en /1P/03/18ss.

18. Téngase en cuenta que infierno viene de "inferior." En todo esto no se trata de una afirmación sobre el estado de condenación, sino sobre la universalidad del valor de la muerte de Cristo. Ver lo dicho en la nota 17.

19. La afirmación, en sentido pasivo, de resucitar no indica que Jesús no fuese agente activo de su propia resurrección, sino que ésta se produce en unión con el Padre. Por eso es exacta la afirmación de Hch 3:15 de que "Dios le resucitó (a Jesús) de entre los muertos." Se trata de una confirmación más de la unión de Jesús con el Abba, el Padre. Para una profundización de la unión de Jesús y el Padre, cf. los estudios publicados por J. Jeremías, especialmente Abba. El mensaje central del Nuevo Teslamento, Salamanca 1981.

20. El texto original y la versión latina del mismo emplean la palabra "Asunción," pero el contenido se refiere a lo que en la Iglesia de Occidente se llama "Ascensión," término que se utiliza por tanto en la presente traducción.

21. Cf. cat. 13, núms. 3:36, 39.

22. Cat. 13, núm. 16.

23. Cat. 13, núm. 4.

24. Vid. más arriba, nota 17.

25. Probablemente es una alusión al hecho de que, hasta la época de Cirilo de Jerusalén, la historia de las herejías ha tenido ya tiempo de escribir en el cristianismo algunas de sus páginas.

26. Con lo cual Cirilo afirma la identidad de naturaleza del Espíritu Santo con el Padre y el Hijo.

27. El momento del bautismo es presentado por el texto original como un kairós, es decir, como una oportunidad salvífica. Por otra parte, el empleo del verbo "sellar" (de nuevo, sfragidsein) remite a lo que anteriormente se señaló varias veces sobre la teología del "carácter," referido tanto al bautismo como al don del Espíritu y a la confirmación. Cf. Procatoquesis, nota 36.

28. Al aplicar al Espíritu Santo todo lo que se dice del Hijo, se le atribuye lógicamente también a aquél lo que se dice sobre el triunfo y la supremacía de Cristo en Col I,16 y Ef 1:2. También en esto se observa que, si bien Cirilo de Jerusalén no es, propiamente hablando, creativo en teología trinitaria, es al menos un buen testigo de la misma.

29. El tema ya se mencionó en la catequesis 3, núm. 4.

30. Ibid.

31. En este, como en otros momentos, las catequesis se manifiestan contra la astrología y la creencia en los horóscopos.

32. Vid. cat. 6, núms. 27, 28.

33. El autor quiere defender, con razón, la dignidad del cuerpo, procurando evitar que una justa valoración del alma, lo más específico y característico del hombre creado, redunde en detrimento de la realidad somática del hombre. La enseñanza posterior de la unidad sustancial de alma y cuerpo explicará todo esto con mayor claridad, además del mejor conocimiento que hoy día se tiene de la antropología neotestamentaria con sus conceptos de soma, psyché, etc., especialmente en las cartas de Pablo. Sobre todo esto puede consultarse con provecho el estudio de F.P. FIORENZA y J.-B. METZ, El hombre como unidad de cuerpo y alma, Mysterium Salutis II/2, Madrid 1970, 661-715. El interés del presente párrafo de la catequesis está centrado especialmente en defender que, puesto que el cuerpo es una realidad del hombre con dignidad plena, "no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo" (I Cor 6:13).

34. Probable alusión al maniqueísmo que, entendiendo mal la relación entre alma y cuerpo, colocó en éste, entendiéndolo peyorativamente como materia innoble, la causa o la ocasión exclusiva del pecado.

35. La institución de los "continentes," de los monjes y de las virgcnes es ya muy apreciada en la Iglesia de mucho tiempo antes de estas catequesis. Es posible que entre los oyentes se encontrasen quienes ya practicaran una vida monástica o viviesen en la virginidad. Debe tenerse en cuenta que la expresión "monje" en la Iglesia antigua se aplica con frecuencia a quienes viven en la continencia, pero no necesariamente haciendo vida común con otros de su mismo estado, sino en sus domicilios en las ciudades (mónachos, de monos: solo).

36. Explicando el problema (Rm 14:1-15,13; I Cor 8; 10:14-33), Pablo, aun teniendo el criterio de que no importa comer carne previamente sacrificada a los ídolos, quiere que se respeten por todos las opiniones de cada uno. Cf. p. ej., Rom 14:3: "El que come, no desprecie al que no come; y el que no come, tampoco juzgue al que come."

37. La frase está tomada del caso en realidad diferente de 1 Tm 5:23.

38. Cirilo parece considerar la importancia que para su época tienen todavía las prescripciones de la asamblea de Jerusalén. Ésta (Hech 15:5-35) se reunió para resolver si la adopción de la circuncisión y de la Ley judías eran un paso previo a la entrada de los gentiles en la Iglesia. Pero, en el fondo, el tema que se ventilaba era si era justa la predicación paulina (el "evangelio de Pablo"), según el cual la justificación del pecador no se conseguía por las obras (y, en ellas, las obras de la Ley), sino por la fe. El tema, capital en Pablo, se aborda con sumo detalle especialmente en sus cartas a Gál y Rom. El papel moderador de Pedro fue decisivo en la asamblea (Hech 15:7-12) a favor de que el hombre se justifica gratuitamente en Cristo. Sin negar esto, pero a causa de Santiago, cultural y religiosamente muy próximo a las observancias judías, se adoptó una solución de cierto compromiso, "no imponeros más cargas que estas indispensables: abstenerse de los ídolos, de la sangre, de los animales estrangulados y de la impureza" (Hech 15:28-29). Aparte de la cuestión de "la impureza," que con toda probabilidad se refiere a la fornicación y cuyo rechazo moral es normal, es lógico que las otras prescripciones cayeran muy pronto en desuso, especialmente en las Iglesias de Occidente, en las que muy poco después de los años centrales de la predicación de Pablo ya no se haría cuestión de que la ley judía había caducado en todos sus aspectos litúrgicos y jurídicos. Pero no parece extraño que en la Iglesia de Jerusalén, por una cierta memoria histórica que la catequesis de Cirilo parece reflejar, todavía se mantuviese cierto respeto a aquel circunstancial decreto jerosolimitano. Podría decirse, por otra parte, que en las presentes catequesis no está, todo lo presente que podría, el influjo de la antropología teológica paulina. Para algunos detalles sobre este pasaje de las catequesis, cf. PG 33,491-492, nota 1.

39. Vid. cat. 18, núm. 9.

40. Se respeta la versión de Cirilo, aunque otras versiones de la Biblia darían una traducción incluso más expresiva.

41. La frase, en labios de Jesús, es: "No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas" (Mt 5:17).

42. Libros bíblicos no auténticos, aunque la expresión se aplica especialmente a los llamados "evangelios apócrifos." Se trata de libros no aceptados en el canon bíblico.

43. Los "setenta y dos" intérpretes son comúnmente conocidos en números redondos, como "Los Setenta." Los datos, sobre ellos y su trabajo, son en gran parte legendarios en la forma como se explican en el párrafo 34 de la catequesis. No se puede precisar el número de traductores y se debe admitir que seguramente en la época en que se hizo la traducción en el reinado de Tolomeo II, rey de Egipto entre el 285 y el 247 a. C., ya existían al menos versiones griegas parciales del AT. Por lo demás, la versión de los LXX fue muy apreciada por los mismos autores del NT, que se sirven de ella con frecuencia. Fue utilísima en el judaísmo de la diáspora y, ya en el Cristianismo, ejerció un enorme influjo en la Patrística. A esta versión se refiere aquí en gran parte la catequesis de Cirilo. También hay que decir que el número de libros del AT depende de cómo éstos se cuenten. En nuestro cómputo son alrededor de cuarenta y cinco.

44. El célebre faro se construyó en la época de Tolomeo II.

45. En la clasificación griega y en la cristiana antigua, adaptada también por la versión de San Jerónimo, los libros de Samuel y de los Reyes reciben el nombre de "Libros de los Reinos."

46. Aquí, Esdras y Nehemías.

47. Los doce profetas menores.

48. La "Carta de Jeremías" se encuentra en Bar 6.

49. Libros bíblicos son los que "se leen" en las comunidades cristianas, es decir, la norma o el "canon" que se utiliza para saber que un libro forma parte de la Escritura es el hecho de que su utilización litúrgica y en la predicación es fructuosa y alimenta la fe. Este consenso de la Iglesia universal se fue formando propiamente durante siglos y no puede decirse que estuviese ya completamente cerrado en la época de Cirilo de Jerusalén. De ahí que no se mencionen libros del Antiguo o del Nuevo Testamento que sólo más tarde entrarían a formar parte definitivamente del canon bíblico. Los libros que se integraron en un segundo momento en el número de los canónicos reciben el nombre de "deuterocanónicos." Pero, en cualquier caso, sin descender a pormenores, toda esta valoración de los libros bíblicos debe entenderse desde la asistencia del Espíritu a la Iglesia.

 

V. La Fe.

Pronunciada en Jerusalén, sobre "la fe." El punto de partida es Hebr 11:1-2: "La fe es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven. Por ella fueron alabados nuestros mayores"1 .

El paso del orden de los catecúmenos al de los fieles

1. La grandeza de la dignidad que Dios os ha otorgado al haceros pasar del orden de los catecúmenos al de los fieles la expresa el apóstol Pablo al decir: "Fiel es Dios, por quien habéis sido llamados a la comunión con su hijo Jesucristo" (I Cor 1:9). Pero, si a Dios se le llama "fiel," también tú recibes este calificativo al haber crecido en dignidad. Pues así como a Dios se le llama bueno, justo, omnipotente (además de señor de todo) y creador de todas las cosas, también se le llama "fiel." Piensa, por tanto, a qué dignidad eres promovido, puesto que habrás de participar de este apelativo divino.

2. Aquí se busca si hay alguno entre vosotros que ya sea fiel en lo íntimo de su conciencia2. Pues, "un hombre fiel, ¿quién lo encontrará?" (Prov 20:6). No se trata de que me descubras tu conciencia, pues has de ser juzgado en circunstancias humanas, sino de que muestres la sinceridad de tu fe al Dios que escruta los riñones y los corazones (cf. Sal 7:10) y "conoce los pensamientos del hombre" (Sal 94:13). Gran cosa es ciertamente un hombre fiel, y es más rico que todos los ricos aunque se encuentre privado de todas las riquezas3, y todo ello precisamente por el hecho de despreciarlas. Pues los que son ricos en lo exterior, aunque posean muchas cosas, son torturados por su pobreza interior: cuantas más cosas reúnen, más les mortifica el deseo de poseer lo que les falta. Pero el hombre fiel -y esto es lo más admirable- es rico en su pobreza sabiendo que lo único necesario es vestirse y alimentarse y, contento con ello (I Tim 6:8), desprecia las riquezas.

La fe genera comunión y confianza y es expresión de ellas

3. Tampoco hay que pensar que el prestigio de la fe sólo se da entre quienes nos amparamos bajo el nombre de Cristo, sino que todo lo que se hace en el mundo, incluso por parte de quienes están lejos de la Iglesia, queda penetrado por la fe4. Por medio de una fe, dos personas extrañas se unen por las leyes nupciales; personas ajenas una a otra entran en la comunión de cuerpos y bienes mediante la fe que se hace presente en el contrato matrimonial. También en una cierta fe se apoya el trabajo agrícola, pues no comienza a trabajar quien no tenga esperanza de recibir frutos. Con fe recorren los hombres el mar cuando, confiando en un pequeño leño, cambian la solidez de la tierra por la agitación de las olas, entregándose a inciertas esperanzas y mostrando una confianza más segura que cualquier áncora. En la confianza, finalmente, se apoyan los negocios de los hombres, y esto no sólo sucede entre nosotros, sino también, como se ha dicho, entre quienes son ajenos a lo nuestro. Pues, aunque no aceptan las Escrituras, tienen doctrinas propias que aceptan con confianza5.

Fuerza de la fe en situaciones diversas

4. A la verdadera fe os llama también la lectura de hoy indicándoos el camino por el que podéis agradar a Dios, pues señala que "sin fe es imposible agradarle" (Hebr 11:6). Pero, ¿cómo se resolverá el hombre a servir a Dios si no cree en él como remunerador? ¿Cómo mantendrá una muchacha su propósito de virginidad o será casto un joven si no creen en la corona inmarcesible de la castidad? La fe es el ojo que ilumina toda la conciencia y favorece la intelección, pues dice el profeta: "Si no creéis, no entenderéis"6.La fe, según Daniel, cierra la boca de los leones (cf. Hebr 11:33), pues de él dice la Escritura: "Sacaron a Daniel del foso y no se le encontró herida alguna, porque había confiado en su Dios" (Dn 6:24).

¿Hay acaso algo más terrible que el diablo? Pues contra él no tenemos otra clase de armas que la fe (cf. 1 Pe 5:9): un escudo incorpóreo frente a un enemigo invisible, que lanza múltiples venablos y acribilla con saetas a quienes, en la noche oscura, no están vigilantes. Pero, aunque reine la oscuridad y el enemigo no esté a la vista, tenemos como armadura la fe, como dice el Apóstol: "embarazando siempre el escudo de la fe, para que podáis apagar con él todos los encendidos dardos del Maligno" (El 6:16). A menudo lanza el diablo el dardo encendido del deseo voluptuoso, pero la fe lo extingue iluminando nuestro juicio y aligerando nuestra mente7.

La fe en la historia de Abraham, Padre de las naciones

5. Muy ampliamente podría hablarse de la fe y nunca habría tiempo suficiente para terminar de hablar de ella. Pero, de las figuras de la antigua Ley, nos bastará con Abraham, puesto que hemos sido adoptados como hijos también por su fe (cf. Rom 4:11 b). El no fue justificado sólo por sus obras, sino también por su fe (Sant 2:24; cf. 2:14-26)8. Pues había hecho muchas cosas correctamente, pero nunca había sido llamado "amigo de Dios" hasta después de que creyó9, y toda su actuación alcanzó su consumación mediante la fe. Por la fe abandonó a sus parientes; por la fe dejó patria, región y casa (Hebr 11:8-10). Y, como él fue justificado, también tú serás justificado10. Su cuerpo estaba ya agotado, pero así habría de recibir posteriormente hijos: siendo él mismo anciano, tenía una esposa anciana, Sara, pero ya sin esperanza de hijos. Pues bien, es a este anciano a quien Dios promete una futura prole. Pero él "no vaciló en su fe al considerar su cuerpo ya sin vigor" (Rm 4:19), sino que atendió al poder del que se lo prometía, "pues tuvo como digno de fe al que se lo había asegurado" (Hebr 11:11). Por ello, como de unos cuerpos muertos y en contra de lo pensado, recibió un hijo (cf. Hebr 11:12; Rom 4:18-22). Después, al recibir la orden de ofrecer el hijo recibido (Gén 22), a pesar de que había oído aquello de "por Isaac llevará tu nombre una descendencia" (Gén 21:12b), ofreció a su hijo único a Dios, pues "pensaba que poderoso era Dios aun para resucitar de entre los muertos" (Hebr 11:19). Y después de haber atado a su hijo y colocarlo sobre la leña, lo sacrificó ciertamente en su voluntad, pero recobró vivo a su hijo por la bondad de Dios que en el mismo lugar puso un cordero que sustituyera a su hijo. Y así, teniendo verdaderamente fe, "recibió la señal de la circuncisión como sello de la justicia de la fe que poseía siendo incircunciso" (Rm 4:11, que utiliza Gén 17:11), una vez aceptada la promesa de que se convertiría en padre de muchas naciones (cf. Gén 12:2-3); 15:5,18; 17:5; Rom 4:11)11.

6. Veamos ahora cómo Abraham fue padre de muchas naciones. Claramente lo es de los judíos, según la descendencia de la carne. Pero si, al explicar la profecía, atendiéramos a la descendencia carnal, nos veríamos obligados a entender equivocadamente el oráculo; pues no es, según la carne, padre de todos nosotros. Sin embargo, el ejemplo de su fe nos hizo a todos hijos de Abraham (cf. Rom 4:12). ¿Por qué así? Entre los hombres es increíble que alguien resucite de entre los muertos, del mismo modo que es igualmente increíble que brote descendencia de un seno estéril. Pero cuando se anuncia que Cristo, que fue crucificado en el madero, resucitó de entre los muertos, lo creemos. Por la semejanza de la fe llegamos a ser hijos adoptivos de Abraham. Y entonces, después de la fe, recibimos el sello espiritual. Somos circuncidados en el lavatorio por medio del Espíritu Santo, pero no en el prepucio sino en el corazón, según lo que afirma Jeremías: "Circuncidaos para Yahvé y extirpad los prepucios de vuestros corazones" (Jer 4:4) o, según el Apóstol, de quien son estas expresiones: "Por la circuncisión en Cristo... Sepultados con él en el bautismo" (Col 2:11-12), etc.

De nuevo, la fuerza de la fe

7. Si guardamos esta fe, nos veremos libres de la condenación y adornados de todo género de virtudes. Pues la fe tiene poder para mantener a los hombres andando sobre las aguas. Pedro era un hombre semejante a nosotros, formado de carne y sangre y que se alimentaba con los mismos alimentos. Pero cuando Jesús le dijo: "Ven," por la fe "se puso a caminar sobre las aguas" (Mt 14:29-31), teniendo sobre ellas en la fe un cimiento más firme que cualquier otro; el peso del cuerpo era suprimido por la agilidad de la fe. Y mientras creyó, anduvo con paso firme sobre las aguas; pero cuando dudó, comenzó a hundirse (14:30). Al alejarse y disminuir poco a poco la fe, era arrastrado hacia el fondo. Cuando Jesús se dio cuenta de la dificultad, él, que es capaz de curar las aflicciones íntimas del alma, exclamó: "Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?" (14:31). Y con la fuerza de él, que le cogió la mano derecha, con lo que recobró la fe, llevado de esta mano por el Señor, continuó como antes andando sobre las aguas. Indirectamente habla de esto último el Evangelio cuando señala: "Subieron a la barca..." (14:32). No dice que Pedro subiera después de nadar, sino que nos insinúa que el espacio que recorrió hasta Jesús lo hizo andando y, tras recorrerlo de nuevo, subió a la barca.

8. La fe tiene tanta energía como para no sólo salvar a quien cree, sino para que se salven unos por la fe de otros. Pues no tenía fe aquel paralítico de la ciudad de Cafarnaún, pero sí tenían fe quienes lo transportaban o introdujeron a través del tejado. El alma del enfermo sufría juntamente con el cuerpo la enfermedad. No creas que temo que él me acuse, pues el mismo Evangelio dice: "Viendo Jesús," no la fe de él, sino "la fe de ellos, dice al paralítico: Levántate"12. Los que lo llevaban (al paralítico) eran quienes creían y la curación sobrevino al que estaba paralítico13.

Algunos se han salvado por la fe de otros

9. ¿Quieres conocer todavía con mayor seguridad que algunos se salvan por la fe de otros?: Murió Lázaro y habían pasado un día, un segundo día y un tercero; al muerto se le habían debilitado los nervios y la putrefacción ya hacía mella en el cuerpo. ¿Cómo podía creer un muerto de cuatro días y suplicar para sí un libertador? Pero lo que en vida le faltó al difunto, lo suplieron sus hermanas. Pues una de ellas, al llegar el Señor, se inclinó a sus pies y, cuando él dijo: "¿Dónde lo habéis puesto?" y ella respondió: "Ya hiede de cuatro días," él exclamó: "Si crees, verás la gloria de Dios" (Jn 11:17 ss). Es como si dijera: haz tú las veces del muerto en lo que respecta a la fe. Y tanto pudo la fe de las hermanas como para sacar al muerto de las fauces del hadeas. Así, pues, teniendo fe unos por otros, pudieron resucitar muertos. Y tú, teniendo fe para ti mismo, ¿no sacarás un provecho mucho mayor? Pero si no tienes ninguna fe, o la tienes escasa, clemente es el Señor para volverse propicio hacia ti cuando te conviertes. Con sencillez y de corazón, di simplemente: "Creo, Señor, ayuda a mi incredulidad" (Mc 9:23). Pero si crees que tienes fe, aunque todavía de modo imperfecto, es necesario que tú también digas con los Apóstoles: "Señor, auméntanos la fe" (cf. Lc 17:5). Pues ya tienes algo en ti, pero recibirás algo de lo mucho que en él se contiene.

La fe "objetiva" junto con la fe como actitud

10. Por su nombre la fe es única, pero es en realidad de dos clases. Hay una clase de fe que se refiere a los dogmas, que incluye la elevación y la aprobación del alma con respecto a algún asunto. Ello reporta utilidad para el alma, como dice el Señor: "El que escucha mi Palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna y no incurre en juicio" (Jn 5:24) y, además: "El que cree en él (en el Hijo), no es juzgado" (Jn 3:18), "sino que ha pasado de la muerte a la vida" (Jn 5:24)14. ¡Oh gran bondad de Dios para con los hombres! Los justos agradaron a Dios con el trabajo de muchos años. Pero lo que ellos consiguieron esforzándose en un servicio a Dios durante largo tiempo, esto te lo concede a ti Jesús en el estrecho margen de una sola hora. Si crees que Jesucristo es Señor (Cf. Rm 10:9; Flp 2:11) y que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo (Rm 10:9; cf. Rm 1:4 ss; cf. I Co 12:3) y serás llevado al paraíso por quien en él introdujo al buen ladrón (Lc 23:43). Y no desconfias de que esto pueda hacerse, pues el que salvó en este santo Gólgota al ladrón tras una fe de una sola hora, ese mismo te salvará a ti también con tal de que creas.

Los carismas que brotan de la fe

11. Pero hay otra clase de fe, que es dada por Cristo al conceder ciertos dones. "Porque a uno se le da por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro, fe, en el mismo Espíritu; a otro, carismas de curaciones..." (1 Cor 12:8:9). Esta fe, dada como una gracia por el Espíritu, no es sólo dogmática, sino que crea posibilidades que exceden las fuerzas humanas. Pero quien tenga esta fe, dirá "a este monte: "Desplázate de aquí allá," y se desplazará" (Mt 17:20). Y cuando alguno, al decir esto mismo, "crea que va a suceder lo que dice" "y no vacile en su corazón" (Mc 11:23), recibirá aquella gracia. De esta fe se dice: "Si tuviereis fe como un grano de mostaza" (Mt 17:20). Pues el grano de mostaza es de un volumen muy reducido, pero dotado de una fuerza como fuego y, sembrado en un espacio estrecho, hace crecer grandes ramas y se desarrolla, pudiendo albergar a las aves del cielo (cf. Mt 13:32). Del mismo modo, también la fe obra grandes cosas en el alma en rapidísimos instantes. Pues, una vez que se le ha infundido la luz de la fe, se hace una imagen acerca de Dios y piensa en cómo es en la medida en que puede entenderlo. Abarca los extremos de la tierra y, antes de la consumación de este mundo, ya ve el juicio y la concesión de los bienes prometidos. Ten, pues, esta fe que está en ti y a él se refiere, para que también de él recibas la que está en él y que actúa por encima de las fuerzas humanas15.

La confesión de la fe en el Símbolo

12. Al aprender y confesar la fe16, debes abrazar y guardar como tal sólo la que ahora te es entregada por la Iglesia con la valla de protección de toda la Escritura. Pero, puesto que no todos pueden leer las Escrituras — a unos se lo impide la impericia y a otros sus ocupaciones —, para que el alma no perezca por la ignorancia, compendiamos en pocos versículos todo el dogma de la fe. Quiero que todos vosotros lo recordéis con esas mismas palabras y que os lo recitéis en vuestro interior con todo interés, pero no escribiéndolo en tablillas, sino grabándolo de memoria en tu corazón17. Y cuando penséis en esto meditándolo, tened cuidado de que en ninguna parte nadie de los catecúmenos escuche lo que se os ha entregado.

Os encargo de que esta fe la recibáis como un viático para todo el tiempo de vuestra vida y que, fuera de ella, no recibáis ninguna otra: aunque nosotros mismos sufriésemos un cambio, y hablásemos cosas contrarias a lo que ahora enseñamos o aunque un ángel contrario, transformado en ángel de luz (cf. 2 Cor 11:14), quisiera inducirte a error. Pues "aun cuando nosotros mismos o un ángel del cielo os anunciara un evangelio distinto del que os hemos anunciado, ¡sea anatema!" (Gál 1:8)18.

La fe que ahora estáis oyendo con palabras sencillas, retenedla en vuestra memoria; considera cuando sea oportuno, a la luz de las Sagradas Escrituras, el contenido de cada una de sus afirmaciones. Esta suma de la fe no ha sido compuesta por los hombres arbitrariamente, sino que, seleccionadas de toda la Escritura las afirmaciones más importantes, componen y dan contenido a una única doctrina de la fe19. Y así como la semilla de mostaza desarrolla numerosos ramos de un grano minúsculo, también esta fe envuelve en pocas palabras, como en un seno, todo el conocimiento de la piedad contenido tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Así, pues, hermanos considerad y conservad las tradiciones que ahora recibís y grabadlas en la profundidad de vuestro corazón (cf. 2 Tes 2:15).

En este momento parece entregar Cirilo el Símbolo, pero se transcribe al terminar totalmente la catequesis y aparte. El Símbolo jerosolimitano no se encuentra directamente en el texto de las catequesis.

Guardar celosamente la fe que se entrega en el Símbolo

13. Vigilad piadosamente que en ninguna parte el enemigo asalte a ninguno por estar pasivo o perezoso; que ningún hereje corrompa nada de lo que os ha sido entregado. Porque la fe20 es como plata que os habíamos prestado y que se devuelve al prestamista. Pero Dios os pedirá razón del depósito. Os "conjuro," como dice el Apóstol, "en presencia de Dios, que da vida a todas las cosas, y de Jesucristo, que ante Poncio Pilato rindió tan solemne testimonio, a que conservéis sin mancha esta fe que os ha sido entregada hasta la Manifestación de nuestro Señor Jesucristo"21.

"Manifestación que a su debido tiempo hará ostensible el Bienaventurado y único Soberano, el Rey de los reyes y el Señor de los señores, el único que posee inmortalidad, que habita en una luz innacesible, a quien no ha visto ningún ser humano ni le puede ver. A él el honor y el poder por siempre. Amén." (1 Tim 6:15-16)

1. El tema de esta catequesis suele definirse como "sobre la fe y el símbolo," pero con frecuencia se le llama "Sobre la fe." Un símbolo en uso en la Iglesia de Jerusalén se transcribe tras la presente catequesis.

2. Cf. 1 Cor 4:2-4.

3. Prov 17:6, según la versión de los Setenta

4. Las líneas que siguen tienen como objetivo más directo explicar que también existe una fe humana, en los contratos, etc., que es utilizada aquí para dar una idea explicativa de lo que puede ser la fe en el ámbito cristiano. Todo el resto del párrafo 3 deja entrever, por otra parte, con bastante claridad la conciencia de distinción que existe entre el cristiano y los que viven fuera de la Iglesia.

5. Doctrinas filosóficas, religiones, sectas, etc.

6. Cf. Is 7:9: versión de los Setenta. Sobre la dificultad del versículo,, es muy útil, de modo resumido, la nota de la Biblia deJerusalén. A un teólogo la versión de los LXX, utilizada aquí por Cirilo, le recuerda inevitablemente el planteamiento del téologo medieval Anselmo de Canterbury sobre la fe como medio que posibilita la penetración en el misterio de Dios (Fides quaerens intellectum).

7. Vid. procat, n. 10, y cat. 16, n. 19.

8. Sobre el tema de la justificación por la fe es determinante, dentro del canon neotestamentario, la amplísima exposición de Pablo en Rom (el núcleo de la carta es tal vez 3:21-32) y Gál. La exposición de Sant 2:14-26 necesita una adecuada exégesis y es, en parte, una respuesta a las exageraciones de ciertos seguidores de Pablo para quienes serian innecesarias las obras de vida eterna, necesaria manifestación de la fe que en rigor, es la única realidad que justifica al hombre. Sobre el tema son muy interesantes los trabajos de O.H. Pesch y F. Mussner contenidos en la exposición de la dogmática Mysterium Salutis, t. IV/2, Madrid 2 1984

9. Gén 15:6: "Y creyó él en Yahvé, el cual se lo reputó por justicia."

10. Rom 4:23: "Y la Escritura no dice solamente por él que le fue reputado, sino también por nosotros, a quienes ha de ser imputada la fe...." Sobre los acontecimientos del AT como figura o "tipo" de las realidades cristianas, cf I Cor 10:1-13.

11. Toda la concepción de Pablo sobre la fe de Abraham tiene relación con el proceso de fe del cristiano. Si se atiende a Rom 4: se observa que como Abraham, el cristiano recibe, en el kerigma y en el proceso de catequización conducente al bautismo, una promesa a la que, como Abraham, responde con la fe. La circuncisión que Abraham recibe cuando en él ha quedado suficientemente probada la fe, es imagen es decir, también "sello" (el sfragis del N T y de las catequesis de Cirilo) del signo bautismal o del "carácter" sacramental del bautismo, del que ya tantas veces se ha hablado. En el fondo, el proceso de cristianización del hombre hasta que en él se hace activo el sello del bautismo, no es más rápido que el hábito maduro de la fe en Abraham.

12. Mt 9,2. En realidad, en el versículo mencionado las palabras de Jesús al paralítico son: "¡Animo, hijo, tus pecados te son perdonados!" Las palabras "Levántate, vete a tu camilla y vete a tu casa" aparecen en el v. 6, tras la controversia de Jesús con los circunstantes.

13. No todos los códices parecen atribuir el párrafo 8 al texto de las catequesis de Cirilo de Jerusalén, sino, al menos en parte del párrafo, a un comentario de Cirilo de Alejandría al cuarto evangelio. Pero aquí se transcribe el párrafo siguiendo el estado del texto tal como aparece en PG 33,515 (cf ibid, nota 1).

14. Cuando Cirilo ha indicado que "hay una clase de fe que se refiere a los dogmas," esa fe está concebida como el acto por el que quien cree se pone confiadamente en manos de Dios y acepta todo lo que él manifiesta, además de que le confía su existencia. Este segundo aspecto queda subrayado por las tres citas del evangelio de Juan que aparecen poco más abajo. En el párrafo 11 se entenderá por fe, aunque emparentado con la anterior, más bien el hecho de que Dios reparte gratuitamentc sus dones para bien de todos. Estos y otros aspectos brotan del tronco único de la fe.

15. El lenguaje de la catequesis parece como si diese a entender que los carismas, tal vez por lo que a menudo tienen de extraordinario, son como "más dificiles" y como si dependiesen de Dios en mayor medida que la "fe dogmática>. Naturalmente, esto necesitaría mayor precisión de lenguaje.

16. Aquí por "la fe" debe entenderse el Credo o símbolo de la fe que debe memorizarse para la redditio o devolución.

17. La prohibición de la escritura material del Credo, insistida con frecuencia en los primeros siglos del cristianismo, se hacia para evitar que cayese en manos paganas. El contenido del credo formaba parte también de la disciplina del arcano y tampoco debía mostrarse siquiera a los catecúmenos, considerados aquí como tales quienes no habían llegado a las catequesis sobre el Símbolo.

18. "Anatema," puede significar "diana de maldicióm." Cirilo añade "para vosotros" (:"... sea anatema para vosotros"). Pablo insiste machaconamente en la idea en 1,9.

19. Puede entenderse también "enseñanza de la fe," con lo que parece entenderse claramente que el credo y la dogmática son fuente de enseñanza, didaskalia, de la fe.

20. Puede entenderse tal vez "el Símbolo de fe" o el Credo, pero quizá más bien la proclamación del Credo como profesión de la fe que se ha llegado a tener.

21. Cita de sobre todo 1 Tm 6:13-14: pero el "conjuro" pertenece a 5:21 y el "conservéis," en plural, es una adaptación a la pluralidad de oyentes de la catequesis. La "Manifestación" (epifaneia) es un término para expresar la venida en gloria de Jesucristo al final de la historia, que Pablo y amplios círculos de la primera Iglesia creían tal vez cronológicamente próxima.

Símbolo Jerosolimitano.

La fe santa y apostólica, entregada a los que han de ser iluminados para que la confiesen1.

I. Creemos2 en un solo Dios3, Padre4 todopoderoso5, autor del cielo y de la tierra6, de todo lo visible y lo invisible7.

II. Y en un solo Señor Jesucristo, Hijo único de Dios8, nacido del Padre y Dios verdadero antes de todos los siglos, por quien todo fue hecho9

III. Que vino en cerne10 y se hizo hombre de una Virgen y por obra del Espíritu Santo11.

IV. Fue crucificado y sepultado12.

V. Resucitó al tercer día13.

VI. Y ascendió a los cielos y está sentado a la derecha del Padre14.

VII. Y ha de venir en gloria15 a juzgar a vivos y muertos16: su reino no tendrá fin17.

VIII. Y en el Espíritu Santo Paráclito18, que habló por los profetas19.

IX. Y en un bautismo de conversión20 para el perdón de los pecados.

X. Y en la Iglesia, una, santa, católica y apostólica21.

XI. Y en la resurrección de la carne22.

XII. Y en la vida eterna23.

1. Este Símbolo de la fe o Credo está deducido de distintos lugares de las catequesis de Cirilo. Es el resultado de la elaboración que se explica en Migne PG 33,533-535. Sobre los avatares redaccionales de la presente versión, cf ibid., 523-531. La denominación de "apostólica" manifiesta que los contenidos de la fe que aquí se expresan coinciden, aunque la formulación pueda parecer distinta, con los que los apóstoles predicaron. Se respetan también aquí las citas bíblicas añadidas en Migne, salvo algún retoque secundario.

2. Cf Jn 14:1.

3. Is 45:18; 1 Co 8:6.

4. Rom 8:15-16.

5. Por ej., Jer 32:19.

6. Cf. Sal 136. Gén 1:1-2:25 contiene los dos relatos clásicos de la creación.

7. Cf. Col I,16.

8. Jn 1:18; 3:16.

9. Especialmente ilustrativo es Jn 1:1-2;cf. I Jn 1:1.

10. 1 Jn 4:2.

11. Cf Lc 1:35.

12. Cf 1 Cor 15:3-4. Los expertos están en general de acuerdes en que muy probablemente I Cor 15:3-4 transcribe una confesión de fe anterior a la redacción de la carta. De ello se deduciría con claridad que data de los más antiguos tiempos de la Iglesia la costumbre de fijar o de reunir en los credos o símbolos de la fe ("símbolo" = concepto = reunión o compendio) las afirmaciones cristianas esenciales.

13. Aparte de los relatos evangélicos, cf. 1 Cor 15.

14. Mc 16:19. Cf Hech 1:9.

15. Mt 25:31.

16. Cf. 1 Ts 4:16-17.

17. Cf. Lc 1:32.

18. Jn 16:5-15.

19. 2 Pe 1:19-21.

20. El sentido de "un bautismo" es en estos credos antiguos el de "un único" o "un solo bautismo." La idea que con esta unicidad se expresa es que el bautismo no puede recibirse más que una vez, aunque se hubiere caído posteriormente en la herejía. Fue un grave problema de la Iglesia antigua, ante el que ésta decidió con claridad la unicidad del bautismo. "Bautismo de conversión" o de penitencia expresa que el bautismo significa y sella eficazmente la conversión del hombre.

21. Las llamadas "cuatro notas" o características de la Iglesia.

22. De nuevo, I Cor 15.

23. La expresión "vida eterna," aplicada a la vida del mundo futuro, aparece con frecuencia en el NT: por ejemplo, Mt 25:46; cf. Jn 5:29; I Cor 15.

 

Vl. El Señorío del Dios único.

Pronunciada en Jerusalén, "sobre la monarquía de Dios" (o el señorío del Dios único), basándose en el "Creo en un solo Dios," pero tratando también "acerca de las herejias." La lectura es de Is 45:16:17 (LXX): "Renovaos conmigo, ¡oh islas! Israel será salvado por Yahvé con salvación perpetua. No quedaréis abochornados ni afrentados nunca jamás."

Glorificación conjunta de Padre, Hijo y Espíritu Santo

1. Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo (2 Cor 1:3). Bendito también su Hijo Unigénito (Rm 9,5). Cada vez que se piensa en "Dios," se piensa en el "Padre," para celebrar de modo indiviso la glorificación del Padre y del Hijo juntamente con el Espíritu Santo. Pues no tiene una gloria el Padre y otra el Hijo, sino una única e idéntica (y juntamente con el Espíritu Santo). Y es que realmente se trata del Hijo unigénito del Padre de modo que, cuando es glorificado el Padre, comunica también al Hijo, juntamente con él, la gloria. Pues si la gloria del Hijo brota del honor del Padre1, a su vez, al ser glorificado el Hijo, se honra con el máximo honor al Padre de tanta bondad.

Alabanza al Dios único

2. Pero si la mente entiende las cosas muy rápidamente, la lengua procede laboriosamente con las palabras y con el enunciado de proposiciones intermedias. También el ojo abarca de un golpe un numeroso coro de astros, pero cuando alguien quiere explicar cuál es el lucero de la mañana, cuál el de la tarde o cuál cada uno de ellos, necesita de muchas palabras. Del mismo modo abarca el pensamiento, en un velocísimo instante, la tierra, el mar y todos los confines del mundo; pero lo que se expresa en un instante no se expresa más que con palabras muy amplias. Y todo esto que acabamos de exponer es un gran ejemplo, aunque todavía pobre y débil. Pues de Dios no decimos lo que se debe, sino lo que cada uno conoce, aunque es lo que la naturaleza humana percibe y cuanto puede soportar nuestra debilidad. Pues no decimos qué es Dios, sino que inocentemente confesamos que nos falta un detallado conocimiento acerca de él; pues en lo que respecta a Dios es gran ciencia confesar la ignorancias. Por tanto, "Cantad conmigo al Señor, cantemos juntos a su nombre" (Sal 34:4), todos juntos, pues no basta que cante uno solo. Incluso, aunque nos reunamos todos a la vez, tampoco basta para lo que hemos de hacer. Y no me refiero sólo a los que estáis aquí, pues incluso, aunque estuviesen juntos todos los miembros de la Iglesia universal presente y futura, no serían, sin embargo, suficientes para alabar al Pastor de acuerdo con su dignidad.

Alabanza a Dios desde la pequeñez del hombre

3. Grande y honorable era Abraham, pero grande para los hombres. Y cuando se acercó a Dios, dijo ingenuamente confesando la verdad: "Soy tierra y ceniza" (Gén 18:27)3. Y no dijo "tierra," callándose a continuación, para que no pareciese que se estaba refiriendo a algo grande, sino que añadió "y ceniza" para dar a entender algo con poca solidez y fácil de disolver. ¿Hay acaso algo más débil y endeble que la ceniza? Compara, por ejemplo, la ceniza con una casa, y la casa con una ciudad, la ciudad con una provincia, la provincia con el territorio de los romanos y el territorio de los romanos con el mundo entero y, por último, toda la tierra, con todos sus detalles, con el cielo que la envuelve en su regazo: en proporción al cielo, la tierra es como el centro de una rueda comparada con toda la extensión de ésta. Tal es la comparación entre la tierra y el cielo. Pero, además, el cielo que observamos es el primero, que tiene menos importancia que el segundo, y éste menos que el tercero. Estos son los que la Escritura denominó como cielos4, pero ello no quiere decir que ése sea su número exacto. Pero aunque con tu inteligencia percibieses todos los cielos, ni siquiera ellos bastarían para alabar a Dios como él es, y tampoco aunque resonasen con mayor fuerza que el trueno. Pero si toda la grandeza de los cielos no es capaz de celebrar a Dios cuanto éste se merece, ¿podrán acaso "la tierra y la ceniza," lo más pequeño y exiguo de todas las cosas, entonar a Dios un himno digno de él o hablar con dignidad del Dios que "está sentado sobre el orbe terrestre, cuyos habitantes son como saltamontes" (Is 40:22)?

4. Quien intente hablar de lo referente a Dios, exponga en primer lugar los límites de la tierra. Habitas la tierra, pero desconoces los límites de esta tierra que es tu domicilio: ¿cómo podrás entender a su autor debidamente en tu interior? Ves las estrellas, pero no a su autor. Enumera primeramente aquellas que puedes ver y entonces conocerás al invisible, al que "cuenta el número de las estrellas, y llama a cada una por su nombre" (Sal 147:4). El agua recientemente caída en unas fuertes lluvias nos puso perdidos; cuenta ahora las gotas caídas en esta ciudad. Pero no digo ya en esta ciudad: cuenta, si puedes, las que cayeron en tu tejado durante una hora. No, no puedes: reconoce tu impotencia. De ahí aprenderás el poder de Dios: "El atrae5 las gotas de agua" (Job 36:27), las que se derraman en todo el orbe y no sólo en este sino en todo tiempo. Obra de Dios es el sol, realmente algo grande, pero mínimo si se le compara con todo el cielo. Pues mira en primer lugar hacia el sol y busca después, con más curiosidad, al Señor. "No busques lo que es más profundo ni investigues lo que es más fuerte que tú: limítate a conocer lo que se te ha mandado" (Ecl 3:22 LXX).

El Hijo y el Espíritu Santo conocen al Padre y lo revelan

6. Alguno dirá: ¿Acaso no está escrito: "Los ángeles (de los niños) ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos" (cf. Mt 18:10). Pero los ángeles ven a Dios, no como él es, sino en cuanto pueden captarlo6. Pues el mismo Jesús es quien dice: "No que nadie haya visto al Padre, excepto el que ha venido de Dios; éste ve al Padre" (Jn 6:46). Lo ven los ángeles en cuanto son capaces y, en cuanto pueden, los arcángeles7 y, de un modo más excelente que los primeros, también los tronos y las dominaciones, a quienes son aquellos inferiores en dignidad. En realidad, sólo el Espíritu Santo puede, juntamente con el Hijo, ver a Dios como es. Pues "él lo escruta todo y lo conoce todo, hasta las profundidades de Dios" (I Cor 2:10); de manera que es cierto que incluso el Hijo unigénito, en cuanto conviene, también conoció al Padre a una con el Espíritu Santo, pues dice: "tampoco al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar" (Mt 11:27). Ve él a Dios, como es debido, y lo revela, con el Espíritu Santo y por el Espíritu Santo, a cada uno segun su capacidad. Por otra parte, de la divina eternidad participa también, juntamente con el Espíritu Santo, el Hijo, el cual "desde toda la eternidad" (2 Tim 1:9) fue engendrado sin esfuerzo y conoció al Padre, conociendo el engendrador al engendrado. Pero, en cuanto a los ángeles, siendo limitado su conocimiento — pues como dijimos, es el Unigénito el que según su capacidad les revela (a Dios) juntamente con y por medio del Espíritu Santo, que ningún hombre se avergüence de confesar su ignorancia. Ahora estoy yo hablando y cualquier otro lo hará en su momento, pero no podemos expresar con palabras cómo sucede todo esto: ¿cómo podría yo explicar a aquel que nos dio el poder hablar? Tengo yo un alma, pero no puedo aclarar sus características. A quien me concedió el alma, ¿cómo podré yo explicarlo?

Sólo hay Dios único, eterno e infinito. Propiedades de Dios

7. Para nuestra piedad nos basta una sola cosa, saber que tenemos a Dios: el Dios único, el Dios que existe desde la eternidad, sin variación alguna en sí mismo, ingénito, más fuerte que ningún otro y a quien nadie expulsa de su reino. Se le designa con múltiples nombres, todo lo puede y permanece invariable en su sustancia. Y no porque se le llame bueno, justo, omnipotente, "Dios de los ejércitos"9, es por ello variable y diverso, sino que, siendo uno y el mismo, realiza innumerables operaciones divinas. Y no tiene más de alguna parte y menos de otra, sino que en todas las cosas es semejante a sí mismo. No es grande sólo en la bondad, pero inferior en la sabiduría, sino que es semejante en sabiduría y bondad. Tampoco es que en parte vea y en parte esté privado de visión, sino que todo lo ve, todo lo oye y todo lo entiende. No es que, como nosotros, comprenda en parte las cosas y en parte las ignore: este modo de hablar es blasfemo e indigno de la personalidad divina. Conoce previamente lo que existe, es santo y ejerce su poder sobre todo; es mejor, mayor y más sabio que todas las cosas. No se le puede señalar principio ni forma ni figura. Pues "no habéis oído nunca su voz, ni habéis visto nunca su rostro," dice la Escritura (Jn 5:37). Por lo cual también Moisés dice a los israelitas: "Tened mucho cuidado de vosotros mismos: puesto que no visteis figura alguna" (Dt 4:15)9. Pues si la mente no puede imaginar algo que se le parezca10, ¿podrá acaso penetrar en lo propio de su persona?

Errores acerca de Dios

8. Muchos se imaginaron muchas cosas, pero todos erraron. Algunos pensaron que el fuego es Dios (cf. Sab 13:2), otros que Dios es como un hombre alado por aquello que está escrito: "Escóndeme a la sombra de tus alas" (Sal 17:8)11. Se han olvidado de nuestro Señor Jesucristo unigénito que, refiriéndose a sí mismo, clama de modo idéntico a Jerusalén: "¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como una gallina reúne a sus pollos bajo sus alas, y no has querido!" (Mt 23:37). Pues al indicar con el nombre de las alas el poder de alguien que protege, éstos, en un malentendido y cayendo en los hábitos humanos, valoraron al modo humano al que es inescrutable. Otros no dudaron en señalarle siete ojos, por aquello que está escrito: "Los siete ojos del Señor, mirando sobre toda la tierra" (Zac 4:10, LXX); pero si los siete ojos le estuviesen puestos alrededor de manera diferente, Dios vería las cosas en parte, pero no totalmente. Pero decir esto de él sería blasfemo e insultante. Pues se ha de creer que Dios es perfecto en todo, según aquella palabra del Salvador: "Vuestro padre celestial es perfecto" (Mt 5:48): perfecto en el ver, perfecto en su poder, perfecto en su grandeza, perfecto en su conocimiento previo, perfecto en la bondad, perfecto en la justicia, perfecto en la benignidad: no limitado a un lugar, sino autor de los lugares; existente en todos los lugares, pero no circunscrito a ninguno. "Los cielos son mi trono" -y el que destaca es aquel que está sentado- "y la tierra el estrado de mis pies" (Is 66:1; cf. Hech 7:49). Su poder llega, sin embargo, hasta las regiones inferiores de la tierra.

La grandeza de Dios, fuente y origen por medio de Cristo de toda la realidad

9. El es el único que está presente en todas partes, viendo todo, comprendiendo todo, construyéndolo todo por medio de Cristo. Pues "todo se hizo por él, y sin él nada se hizo de cuanto existe" (Jn 1:3; cf. Col 1:15 ss). El es la fuente máxima e indeficiente de todo bien, río de beneficios, luz eterna que brilla sin cesar, fuerza insuperable destinada a nuestras debilidades, de quien ni siquiera podemos oír su nombre. Dice Job: "¿Pretendes alcanzar las honduras de Dios, llegar hasta la perfección del Omnipotente?" (Job 11:7). Si ni sus obras grandes y pequeñas pueden abarcarse, ¿podrá acaso abarcarse al que todo lo hizo? "Lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó lo que Dios ha preparado para los que le aman" (Is 64:3, citado según I Cor 2:9). Si lo que Dios ha preparado supera la capacidad de nuestros pensamientos, ¿podremos acaso abarcar en nuestro ánimo a quien lo preparó? "¡Oh abismo de la riqueza, de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus designios e irrastreables sus caminos!" dice el Apóstol (Rm 11:33). Y si sus juicios y sus caminos no pueden comprenderse, ¿por ventura se le comprenderá a él mismo?

Diversos tipos de idolatría

10. Siendo Dios, por consiguiente, tan grande, e incluso más todavía12; siendo, pues, tan inmenso el Dios bueno y grande, no se arredra el hombre al decir a una piedra esculpida por él: "Tú eres mi dios" (Is 44:17)13. ¡Gran ceguera, que desde tanta majestad cayó en tan gran indignidad y vileza!" Arbol que Dios hizo, crecido con las lluvias y que luego, quemado por el fuego, se convierte en ceniza; y a esto, digo, le llaman dios, mientras se desprecia al Dios verdadero. Ha florecido la perversidad de la idolatría. Incluso el gato, el perro y el lobo han sido adorados como si fuesen Dios; y también el león, devorador de los hombres, ha sido adorado en lugar del Dios que tanto los ama. También han sido adorados la serpiente y el dragón, émulos de aquel que nos arrojó del paraíso, mientras el que creó el paraíso ha sido despreciado. Incluso — vergüenza da decirlo, pero lo diré — algunos han adorado a la cebolla. El vino ha sido dado para alegrar el corazón del hombre (cf. Sal 104:15). Pues bien, en lugar de Dios se adora a Baco14. El trigo lo hizo Dios diciendo: "Produzca la tierra vegetación: hierbas que den semillas y árboles frutales que den fruto, de su especie, con su semilla dentro, sobre la tierra" (Gén 1:11I)15, con la intención de que el pan fortaleciese el corazón del hombre. ¿Por qué, pues, se ha adorado a Ceres? También el fuego se enciende hasta hoy mediante el choque de dos piedras. ¿Por qué, pues, se considera a Vulcano creador del fuego?

Idolatría, politeísmo y errores sobre Dios

11. ¿Y de dónde viene el error de los griegos de admitir una pluralidad de dioses? Dios es incorpóreo. ¿De dónde, pues, se imputan estupros y adulterios a los que ellos llaman dioses?16. No menciono las transmutaciones de Júpiter en un cisne; y me ruborizo al referirme a las transformaciones en oro, pues los ungidos son indignos de Dios. Por convicto de adulterio se ha tenido al dios de los griegos, pero, si lo es, no se le llame Dios. Cuentan también, de aquellos a quienes llaman sus dioses, sus muertes, sus descalabros y sus fulminaciones. ¿Ves en qué ha ido a parar tanta majestad? ¿No fue real el motivo por el que descendió del cielo el Hijo de Dios para sanar tanta herida? ¿Fue acaso en vano la venida del Hijo para conocer al Padre? Sabes qué es lo que movió al Hijo único para descender desde la diestra del Padre. Se despreciaba al Padre y hubo que enmendar el error por medio del Hijo. Pues fue conveniente que él, por quien todo fue hecho, ofreciese todas las cosas al Señor de todo. Había que curar la herida. ¿Y qué podía ser más grave que esta enfermedad por la que se daba culto a una piedra como si fuese Dios?17

Dios nos libre del error

35. Pero Dios nos guarde de semejante error. Y os pague por vuestra enemistad con el dragón, para que, como ellos están al acecho de vuestro talón, también vosotros aplastéis su cabeza (cf. Gén 3:15). Acordaos de lo que se os dice. ¿Qué acuerdo puede haber de nuestras cosas con las suyas? ¿Cómo pueden compararse luz y tinieblas, o la seriedad y la santidad de la Iglesia con las execrables instituciones de los maniqueos? Aquí hay orden, disciplina, seriedad, castidad. Aquí es malo incluso mirar a una mujer para satisfacer la pasión. Aquí el matrimonio es algo muy santo; hay aceptación de la continencia (quiero decir la viudedad) y la dignidad de la virginidad compite con los ángeles; aquí se reciben los alimentos con acción de gracias; aquí existe un ánimo agradecido hacia el autor de todas las cosas. Aquí se adora al Padre de Cristo: se enseñan la reverencia y el temor a quien envía la lluvia. Al Dios que truena y brilla le tributaremos gloria y honor.

La Iglesia os mantendrá en la verdad

36. Estás agregado a las ovejas: huye de los lobos; no te apartes de la Iglesia. Odia también a quienes pusieron en duda todo esto y no te fíes incautamente de ellos si no es tras un larguísimo tiempo de penitencia18. Se te ha transmitido la verdad del señorío del Dios único. Distingue las explicaciones como se pueden distinguir las hierbas. "Sé un buen administrador19, quedándote con lo bueno y absteniéndote de todo género de mal" (cf. I Tes 5:21-22). Y si alguna vez has caído en todo esto, odia el error una vez reconocido. Pues te será un camino de salvación si expulsas el vómito: si lo aborreces en tu interior, si te apartas de estas cosas no sólo con los labios sino con el corazón; si adoras al Padre de Cristo, Dios de la Ley y los Profetas; si reconoces que es bueno y justo el Dios uno e idéntico. El cual os conserva a todos estables en la fe, protegiéndoos de toda caída y de toda ofensa: en nuestro Señor Jesucristo, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

1. Probable préstamo de Prov 17:6

2. Los términos en que se expresa aquí Cirilo no son excesivamente precisos, pero se mueve en el ámbito de lo que a veces se califica como "teología negativa," a la vista de que de Dios sabemos más lo que no es que lo que es. En cualquier caso, la afirmación fundamental quiere ser ahora esta: puesto que de Dios es infinitamente más lo que no sabemos que lo que podemos expresar, es bueno para el hombre confesar sus limites en el conocimiento de Dios, es decir, las mismas limitaciones del oficio teológico.

3. En el texto original griego, "tierra," más bien que polvo, que seria tal vez mejor versión bíblica. Pero "tierra" es más adecuado para la continuación del discurso de Cirilo.

4. El apóstol Pablo, refiriéndose a sus experiencias personales, relata en 2 Cor 12:2: "Sé de un hombre en Cristo, el cual hace catorce años... fue arrebatado hasta el tercer cielos. La Biblia de Jerusalén apostilla: "Es decir, hasta lo más alto de los cielos." De modo general, Pablo y Cirilo en nuestro texto, utilizan la cosmología antigua, en general geocéntrica, para la descripción de lo que les interesa. En la presente catequesis se utilizan estas divagaciones simplemente para explicar la pequeñez del ser humano (cf. Sal 8:4-5), para lo que el punto de partida fue la expresión de Abraham en Gén 18:27.

5. En el texto de Cirilo, "numera" o "cuenta" en vez de "atrae" lo que se adapta mejor a lo que se expone.

6. Al lector le podrían surgir aquí ciertas dudas de si Cirilo admite con seguridad, o en qué medida, lo que la fe de la Iglesia fue afirmando después con absoluta certeza acerca de la visión intuitiva de Dios (es decir, "como él es," sin intermediarios ni imágenes). Pero esta duda interpretativa no impide la comprensión general del presente párrafo 6.

7. Por supuesto, visión intuitiva o directa de Dios no significa que ninguna criatura, tampoco los ángeles, captan todo lo que Dios es.

8. "Dios de los ejércitos": se traduce así aquí la expresión "Sabaoth," transcrita del hebreo por Cirilo en el mismo texto griego, como en la liturgia latina se conservó, hasta la reforma litúrgica del Vat. II, la expresión "Dominus Deus Sabaoth" ("Señor Dios de los ejércitos"), pero que tiene su origen en la visión de Isaías en su vocación (Is 6:3).

9. Dt 4:15-16 señala: "Tened mucho cuidado de vosotros mismos: puesto que no visteis figura alguna el día en que Yahvé os habló en el Horeb de en medio del fuego, no vayáis a pervertiros y os hagáis alguna escultura de cualquier representación que sea: figura masculina o femenina." La prohibición pretende evitar la divinización de las obras humanas a modo de ídolos. En la catequesis de Cirilo aparece en el contexto de que Dios es infinitamente mayor que cualquier representación que pueda hacerse de él.

10. Cf cat. 9, núm. 1.

11. Mientras que la identificación de Dios con el fuego es una representación pagana (piénsese, por ejemplo, en la imagen de Vulcano), la súplica de Sal 17:8 no es más que la expresión poética de una súplica de protección a Dios.

12. Aquí, entre paréntesis, como en nota, apostilla Cirilo: "Pues no seria capaz de hablar cuanto exige la dignidad del asunto ni aun cuando transformara en lengua toda mi persona; e incluso ni aunque se reunieran todos los ángeles hablarían de acuerdo con esa dignidad."

13. Cf. toda la sátira contra la idolatría (Is 44:9-20) en el precioso marco de la elección y bendición de Israel por el Dios único, creador y señor de la historia (todo Is 44 en el "Libro de la consolación de Israel" o "Deuteroisaís").

14. Mitológico Dios del vino y de la embriaguez.

15. Aunque se prefiere, como de ordinario, la versión de la Biblia de Jerusalén, la que da Cirilo, por contener términos más próximos a los cereales y a la hierba, se adapta mejor a lo que quiere decir en general y a la mención de Ceres, diosa mitológica de las mieses.

16. La concepción frecuentemente antropomórfica de los dioses paganos lleva a menudo la consecuencia de que se les atribuyen acciones y pasiones que sólo son pensables en una concepción prácticamente materialista de la divinidad.

17. Entre los párrafos 12 y 33 de la catequesis, Cirilo expone bajo la denominación genérica de "herejías" toda una serie de concepciones aberrantes de la naturaleza del único Dios. Se centra, tal vez con excesiva prolijidad, en la descripción de las desviaciones religiosas del maniqueísmo, especialmente en la concepción dualista que éste tiene de la divinidad. El detalle de la exposición de Cirilo es perfectamente explicable en una sociedad en la que el maniqueísmo había tenido y tenía una gran influencia, pero puede resultar más difícilmente comprensible para el Iector actual. A modo de ejemplo, se transcriben aquí, en la nota, el párrafo 12, parte del 13 y el 34. Pero en el cuerpo del texto se pasa directamcnte a los párrafos 35 y 36, con los que la catequesis concluye.

12. Pero no sólo entre los gentiles logra el diablo estas victorias, sino que también muchos de los que engañosamente son llamados cristianos, mal llamados así con la fragancia del nombre de Cristo, se han atrevido a enajenar impiamente a Dios de sus criaturas (18). Me refiero a los herejes, de infausto nombre y hombres alejadísimos de Dios que, simulando amar a Cristo, en realidad le siguen sólo odiándolo. Pues quien profiere insultos contra el Padre de Cristo, es enemigo de Cristo. Se atrevieron a atribuirle dos divinidades, una buena y otra mala. ¡Qué gran ceguera! Pues si se trata de divinidad, es sin duda buena y, si no es buena, ¿por qué se le llama divinidad? Pues de Dios lo propio es la bondad. Una de las dos divinidades sobra, pues lo propio de Dios es la benignidad, la beneficencia, la omnipotencia. Si le llaman Dios, junto a la denominación añadan también lo que es propio de él y su modo de obrar; pero si le despojan de su modo de actuar, no le den entonces una calificación sin sentido.

13. No han temido los herejes hablar de dos dioses, fuentes respectivamente del bien y del mal, y ambos no engendrados (19). Pero si ambos son no engendrados, ambos son iguales e igualmente potentes: ¿Cómo, pues, puede la luz suprimir las tinieblas? ¿Son acaso alguna vez las dos cosas juntas, o por separado? Pero no pueden serlo a la vez. Pero, "¿qué unión hay entre la luz y las tinieblas?" dice el Apóstol. Y si están a mucha distancia entre sí, cada uno ocupa su lugar; pero si viven en lugares separados, es evidente que nosotros nos movemos en el territorio del Dios único. A ese único es al que nosotros adoramos. Puede, pues, concluirse, aunque les obedeciésemos, que sólo a un Dios hay que adorar. Pero veamos directamente en ellos qué dicen por ventura del Dios bueno. ¿Es poderoso o no lo es? Si lo es, ¿de dónde ha surgido el mal contra su voluntad? ¿Y cómo, si él no quiere, se introduce el mal? Pues si, sabiéndolo, no puede impedirlo, le acusan de impotencia; y si puede y no lo impide, lo acusan de traición. Pero mira su insensatez: algunas veces llaman malo a Dios como si nada tuviese en común con lo bueno al crear el mundo...

14. Esto lo denuncia la Iglesia y lo enseña, alcanzando incluso hasta el fango, para que tú no te enlodes con él: muestra las heridas para que tú no te lastimes. Debe bastarte con esto: guárdate de experimentarlo. Cuando Dios truena, todos temblamos, pero estos rompen con gritos blasfemos. Y si Dios lanza rayos, todos nos echamos al suelo. Pero ellos lanzan improperios contra el cielo. Jesús dice de su Padre que "hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos" (Mt 5:45). Ellos, en cambio, afirman que las tormentas se originan de las pasiones amatorias, atreviéndose a decir que hay en el cielo una virgen bella con un joven hermoso...

18. Se expresa así una desconfianza grande en la conversión de quienes han sido maniqueos, que con frecuencia envolvieron su conversión en una notable falta de sinceridad, en declaraciones ambiguas e incluso la mentira y el perjurio.

19. La primera parte de la cita acomodada de 1 Ts 5:21-22 no está en el Nuevo Testamento, y desde luego no en la cita que se haga de Pablo. Sin embargo, la invitación a ser un buen administrador, muy ulilizada por los Padres citándola como expresión neotestamentaria, podría ser muy bien un texto apócrifo e incluso haber figurado en códices originales que no se hayan conservado. En todo caso, el texto de 1 Ts es aquí utilizado para advertir del grave peligro que pudo suponer el maniqueísmo en tensos períodos de la Iglesia antigua.

VII. Dios Padre.

Pronunciada en Jerusalén, sobre la palabra "Padre" del Símbolo. La lectura de base es de la epístola a los Efesios: "Por eso doblo mis rodillas ante el Padre, de quien toma nombre toda paternidad en el cielo y en la tierra" (Ef 3:14-15).1

Transición al nuevo tema: Dios Padre

1. El día de ayer os hablamos suficientemente del señorío del único Dios2. Digo "suficientemente" y no lo que pedía la dignidad del tema, pues llegar hasta ahí es totalmente imposible a la naturaleza mortal; en cuanto nos fue concedido a nuestra debilidad, perseguimos, apoyados en la fe, las erróneas desviaciones de los herejes sin Dios. Una vez expulsada su basura, pernicioso veneno para las almas, y reteniendo sus hechos en la memoria, no nos sentimos como heridos sino que concebimos un mayor odio hacia ellos. Pero volvamos ahora a nosotros mismos y acojamos los dogmas saludables de la verdadera fe, uniendo a la dignidad del Dios único la prerrogativa paterna y creyendo en un único Dios Padre. No se debe creer simplemente en un Dios único: acojamos también piadosamente al Padre de su único Hijo nuestro SeñorJesucristo.

La afirmación de que Dios es Padre de Cristo, más allá de la imagen de Dios en los judíos

2. Y es por razón de los judíos por lo que hemos de sentir estas cosas más sublimes. Pues ellos admiten en sus enseñanzas que sólo hay un único Dios (a pesar de que a veces lo han negado mediante el culto a los ídolos). Pero no lo aceptan como Padre de nuestro Señor Jesucristo. Con lo cual son de sentir contrario a sus propios profetas, que afirman en la Sagrada Escritura: "Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy" (Sal 2:7)3. Viven agitados hasta el día de hoy y "conspiran aliados contra Dios y contra su Ungido" (Sal 2:2), creyendo poder conseguir el favor del Padre sin mostrar piedad hacia el Hijo. Con ello ignoran que nadie va al Padre sino por el Hijo (cf. Jn 14:6), que dice: "Yo soy la puerta" (Jn 10:9) y "Yo soy el camino" (Jn 14:6). Así, pues, quien rechaza el camino que conduce al Padre y niega la puerta, ¿cómo podrá tener con honor acceso hasta Dios? Contradicen lo que está escrito en el Salmo 89: "El me invocará: ¡Tú, mi Padre, mi Dios y roca de mi salvación! Y yo haré de él el primogénito, el Altísimo entre los reyes de la tierra"4. Si estas cosas se hubiesen dicho en referencia a David o a Salomón o a cualquier sucesor suyo, que muestren cómo "su trono" (Sal 89:30), que, en su opinión, es a lo que se refiere el profeta, es como los días del cielo, y "su trono será como el sol ante mí" y "por siempre se mantendrá como la luna" (vv. 37-38). ¿Cómo no sienten temor ante aquello que está escrito: "Desde el seno, antes de la aurora, te he engendrado" (Sal 110:3)5. Y aquello otro: "Durará tanto como el sol, como la luna de edad en edad" (Sal 72:5). Pero esto, referido al hombre, es expresión de máxima ingratitud.

Centrarse en que Dios es Padre de Cristo

3. Pero los judíos son a menudo víctimas, y ello voluntariamente, de la enfermedad de la incredulidad según los pasajes aducidos u otros de la Escritura. Acojamos nosotros, sin embargo, la piedad que la fe nos enseña, adorando al Dios único, Padre de Cristo, que concede a todos la fuerza de engendrar (cf. Ef 3:15) y a quien no se podría con buena conciencia suplantarlo en tal dignidad. Y creamos en un único Dios Padre ya antes de que pongamos en claro las cuestiones acerca de Cristo. La fe en el Hijo único debe quedar grabada en el alma de los que escuchan sin que se pueda separar lo más mínimo de lo que se diga acerca del Padre.

Un solo Dios, pero Dios Padre y Dios Hijo

4. Pues el nombre de Padre, por su misma denominación, fija en el ánimo a la vez el conocimiento del Hijo, del mismo modo que también quien pronunció el nombre del Hijo ha tenido inmediatamente también la idea del Padre: pues el Padre es Padre del Hijo, y el Hijo es Hijo del Padre. Por tanto, que nadie por el hecho de que decimos "en un solo Dios, Padre todopoderoso; creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible," y porque después añadimos: "y en un solo Señor Jesucristo," sospeche alevosamente que es posterior en lugar y orden al cielo y a la tierra. Por consiguiente, antes de llamar Dios a cada uno de ellos, hemos hablado del Padre, pero de modo que, a la vez que pensamos en el Padre, en el mismo acto pensemos en el Hijo. Y entre el Hijo y el Padre no existe ninguna otra realidad intermedia6.

Dios es por naturaleza Padre de Cristo desde toda la eternidad

5. De manera abusiva se considera padre de muchas cosas a Dios, pero por naturaleza y en verdad es Padre de su Hijo único nuestro Señor Jesucristo. Y no es que haya llegado a ser Padre en el transcurso del tiempo, sino que existe eternamente como Padre de su Hijo unigénito. Pues no ha sucedido que, no teniendo anteriormente descendencia, haya llegado después a ser Padre, sino que Dios tiene toda la dignidad paterna anteriormente a toda sustancia y a todo sentido, antes de los tiempos y de todos los siglos. Y la tiene en mayor medida que todos los demás títulos. No ha recibido la paternidad de un modo pasivo7 o por una mutación de sí mismo; no por un añadido o por ignorancia; tampoco porque haya fluido algo de sí ni porque se haya hecho más pequeño o haya sufrido alteración. Pues "toda dádiva buena y todo don perfecto viene de lo alto, desciende del Padre de las luces, en quien no hay cambio ni sombra de rotación" (Sant 1:17)8. El Padre, perfecto, engendró perfecto al Hijo entregándole todo a quien engendró: "Todo me ha sido entregado por mi Padre" (Mt 11:27), y el Padre es honrado por el Hijo único; pues "yo, dice el Hijo, honro a mi Padre" (Jn 8:49) y, además: "... como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor" (Jn 15:10). Decimos así, pues, a una con el Apóstol: "¡Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios de todo consuelo!" (2 Cor1:3), y aquello de "doblo mis rodillas ante el Padre, de quien toma nombre toda paternidad en el cielo y en la tierra" (Ef 3:14-15). Lo glorificamos juntamente con su único Hijo9, reconociendo a Cristo Jesús como Señor "para gloria de Dios Padre" (c. Flp 2:11).

El Dios vivo del Evangelio

6. Adoramos así, pues, al Padre de Cristo, hacedor del cielo y de la tierra, Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, en cuyo honor fue construido primeramente aquel templo y ahora este, situado en la parte opuesta10. No nos apoyaremos11 en los herejes que separan totalmente el Antiguo Testamento del Nuevo, sino que escucharemos a Cristo cuando dice en el templo: "¿No sabíais que yo debía estar en las cosas que miran al servicio de mi Padre?" (Lc 2:49) o lo de "Quitad esto de aquí. No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado." Con estas palabras declaró de modo muy evidente que aquel templo de Jerusalén era la casa de su Padre. Pero si alguien, ante los que no creen, desea ávidamente recibir más pruebas de que el Padre de Cristo es el mismo que el creador del mundo, oígale de nuevo a él diciendo: "¿No se venden dos pajarillos por un as? Pues bien, ni uno de ellos caerá en tierra sin el consentimiento de vuestro Padre, que está en el cielo" (Mt 10:29); y: "Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta" (Mt 6:26), o aquello otro: "Mi Padre trabaja hasta ahora, y yo también trabajo" (Jn 5:17).

Por su bondad nos ha hecho Dios hijos suyos como adoptivos

7. Pero para que nadie por simpleza o por astuta maldad atribuya a Cristo la misma dignidad que a otros hombres justos, por lo que él mismo dice: "Subo a mi Padre y vuestro Padre" (Jn 20:17), será bueno prevenirle de que un mismo nombre de "Padre" tiene distintos significados. Dándose cuenta de lo cual, dijo con cautela: "Voy a mi Padre y a vuestro Padre." Y no dijo "a nuestro Padre," sino que hizo la distinción anterior, señalando primeramente lo que es propio suyo, "a mi Padre," que lo era por naturaleza. Y entonces añadió "y vuestro Padre," que lo era por adopción12. Pues aunque nos concedió, especialmente en las súplicas, decir; "Padre nuestro, que estás en los cielos" (Mt 6:9 par.), le llamamos así por benignidad suya, pues no le llamamos Padre porque hayamos sido engendrados por él de modo natural en el cielo, sino que, trasladados de la esclavitud a la adopción, nos ha sido concedido con bondad inefable por gracia del Padre, por el Hijo y el Espíritu Santo.

8. Pero quien quiera llegar a saber por qué llamamos "Padre" a Dios oiga al gran pedagogo que es Moisés, que dice: "¿No es él tu padre, el que te creó, el que te hizo y te fundó?" (Dt 32:6)13; y al profeta Isaías: "Pues bien, Yahvé, tú eres nuestro Padre; nosotros la arcilla, y tú nuestro alfarero, la hechura de tus manos todos nosotros" (Is 64:7). El don del profeta explicó con toda claridad (o la gracia, hablando por el profeta) que, si le llamamos Padre, es por gracia y adopción de Dios.

9. Y para que sepas con más cuidado que no sólo se llama "padre" en las Escrituras al que lo es por naturaleza, escucha a Pablo: "Pues aunque hayáis tenido diez mil pedagogos en Cristo, no habéis tenido muchos padres. He sido yo quien, por el Evangelio, os engendré en Cristo Jesús" (I Cor 4:15). No porque les hubiese engendrado según la carne, sino porque los había instruido y los había regenerado por el Espíritu. Por eso era Pablo padre de los corintios. Oye también a Job cuando dice: "Era el padre de los pobres" (29:16), llamándose a sí mismo padre, no porque hubiese engendrado a todos, sino porque los había tomado a su cuidado. Que también el Hijo unigénito de Dios, cuando fue clavado en la cruz según la carne, viendo a María, madre de su propia carne, y a Juan, el predilecto de sus discípulos, le dijo a éste: "Ahí tienes a tu madre"; y a María: "Ahí tienes a tu hijo" (Jn 19:26-27), hacia el que ella en lo sucesivo había de mostrar su caridad. Con las cuales palabras se vio claro indirectamente lo dicho por Lucas: "Su padre y su madre estaban admirados" (Lc 2:33). De tales palabras se apoderan los herejes cuando enseñan que él nació de un hombre y una mujer. Igualmente María es llamada madre de Juan por la caridad14, no porque lo hubiese engendrado. Así también José es llamado padre de Cristo, y no por razón de generación (pues "no la conocía hasta que ella dio a luz un hijo" (Mt 1:25), sino por el cuidado puesto en alimentarlo y educarlo.

Más explicaciones de la paternidad de Dios hacia los hombres

10. Esto, por consiguiente, se os ha dicho a vosotros de paso como advertencia. Pero añadamos también otro testimonio para mostrar que Dios es llamado en sentido amplio padre de los hombres. Pues en Isaías se dice refiriéndose a Dios: "Porque tú eres nuestro Padre, que Abraham no nos conoce, ni Israel nos recuerda" (Is 63:15)15 ¿Puede aducirse todavía algo más? Cuando dice el salmo: "Padre de los huérfanos y tutor de las viudas es Dios en su santa morada" (68:60). ¿Acaso no es a todos manifiesto que, cuando a Dios se le llama padre de los huérfanos, si éstos perdieron poco antes a sus padres, no es porque Dios los haya engendrado, sino porque toma a su cargo el cuidado y la defensa de los mismos? De los hombres, por consiguiente, como queda dicho, es padre sólo en un sentido amplio. Pues Dios es, por naturaleza, sólo padre de los hombres, aunque de Cristo lo es antes de los tiempos, como él mismo dice: "Ahora, Padre, glorificame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado, antes que el mundo existiese" (Jn 17:5).

11. Creemos, pues en un solo Dios Padre, irrastreable e indescriptible. A él no lo ha visto hombre alguno; sólo "el Hijo único lo ha contado" (Jn 1:18), pues "aquel que ha venido de Dios, ése ha visto al Padre" (Jn 6:46). Los ángeles en el cielo ven continuamente su rostro (cf. Mt 18:10), cada uno según la medida de su propio orden y lugar. Pero la pura visión del esplendor del Padre está propiamente y de modo real reservada al Hijo juntamente con el Espíritu Santo.

12. Pero al llegar a este punto de nuestro discurso, estimulado por el recuerdo de lo que poco antes decía que a Dios se le llama Padre de los hombres, me sorprende en gran medida la ingratitud de los hombres, pues, en su inefable bondad, Dios ha querido ser llamado padre de los hombres: quien está en los cielos, padre de los que habitan en el mundo; el autor de los siglos, padre de los que viven en el tiempo; el que "abarcó con su palmo la dimensión de los cielos" (Is 40:12) es padre de los que habitan la tierra como saltamontes (cf. Is 40:22). Pero el hombre, abandonando a su padre del cielo, ha dicho al leño: "Tú eres mi padre," y a la piedra: "Tú me has engendrado." Y por lo tanto, según me parece, es a la naturaleza humana a la que habla el salmo: "Olvida a tu pueblo y la casa de tu padre" (Sal 45:11), el padre a quien elegiste y a quien hiciste llamar para tu perdición.

El diablo, padre de la mentira. La paternidad divina

13. Y no sólo a los leños y a las piedras, sino al mismo Satanás, que pierde a las almas, eligieron algunos como padre. A ellos decía el Señor increpándoles: "Vosotros hacéis las obras de vuestro padre" (Jn 8:41), es decir, del diablo, que no es padre de los hombres por naturaleza, sino a causa del engaño. Pues al modo como Pablo, a causa de la enseñanza piadosa que les había transmitido a los Corintios, es llamado padre de los mismos (1 Cor 4:15), así también el diablo es llamado padre de quienes se van con él (cf. Sal 50:18) por propia voluntad. No toleraremos, pues, a quienes torcidamente interpretan aquello de "en esto se reconocen los hijos de Dios y los hijos del Diablo" (I Jn 3:10), como si existiesen algunos entre los hombres que por naturaleza hubieran de salvarse o perderse16. Pues a la santa adopción que hemos mencionado no somos llevados por necesidad, sino por decisión libre de nuestra alma. Tampoco Judas fue traidor (cf. Lc 6:16b) por naturaleza, hijo del diablo y de la perdición (cf.Jn 17:12); pues, si no fuese así, no habría arrojado desde el principio a los demonios en el nombre de Cristo. Pues Satanás no expulsa a Satanás (cf. Mc 3:23-25), ni a su vez Pablo fue cambiado de perseguidor en anunciador, sino que se trató de una opción totalmente voluntaria, según dice Juan: "Pero a todos los que lo recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre" Un 1:12). Pues no antes de creer, sino por la fe fueron considerados dignos de llegar a ser hijos de Dios por su libre albedrío.

Confianza en Dios Padre

14. Conociendo pues, esto, caminemos según el espíritu, para llegar a ser dignos de la adopción divina. "Pues todos los que son guiados por el espíritu de Dios son hijos de Dios" (Rm 8:14). Pues de nada nos serviría haber conseguido el nombre de cristianos, si a ello no siguen las obras, no sea que tal vez se nos diga aquello: "Si sois hijos de Abraham, haced las obras de Abraham" (Jn 8:39). Pues si llamamos Padre a quien juzga sin acepción de personas según las obras de cada uno, pasemos el tiempo temiendo por nuestra vida, sin amar "al mundo ni lo que hay en el mundo. Si alguien ama al mundo, el amor del Padre no está en él" (1 Jn 2:15). Por consiguiente, queridos hijos, demos gloria por nuestras obras al Padre que está en los cielos, para que vean nuestras buenas obras y glorifiquen al Padre que está en los cielos (cf. Mt 5:16). Confiémosle todas nuestras preocupaciones (cf. I Pe 5:7), pues nuestro Padre sabe de qué tenemos necesidad (cf. Mt 6:8).

Amor a Dios y amor a los padres

15. Y honrando a nuestro Padre celestial, sigamos los pasos de "nuestros padres según la carne" (Hebr 12:9), como manifestó abiertamente el Señor en la Ley y los Profetas diciendo: "Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días sobre la tierra" (Ex 20:12). Y este mandamiento oíganlo sobre todo, de entre los presentes, quienes tienen padre y madre. "Hijos, obedeced a vuestros padres en el Señor, porque esto es justo. Pues no dijo el Señor: "El que ama a su padre o a su madre no es digno de mí," de modo que interpretases torcidamente, por ignorancia, lo que estaba bien escrito, sino que añadió: "más que a mí"." Pues cuando nuestros padres en la tierra pensasen lo contrario del Padre que está en los cielos, habría que seguir entonces lo dicho; pero si no nos presentan ningún impedimento para la piedad, nosotros, arrastrados por el furor de un ánimo ingrato, olvidándonos de los beneficios que de ellos hemos recibido, los despreciamos. Hay lugar entonces para aquella sentencia: "Quien maldiga a su padre o a su madre, morirá" (Éx 21:17).

El deber de piedad para con los padres

16. La primera virtud de los cristianos es la piedad, honrar a los padres, remunerar los trabajos de quienes nos dieron la vida y procurarles con el mayor afán lo que les sea de ayuda. Pues, por mucho que les demos, nunca podremos darles la vida como ellos nos la dieron a nosotros. De modo que, al disfrutar ellos de la alegría que les proporcionamos (cf. Ecclo 3:3 es), nos fortalezcan a su vez con las bendiciones que el suplantador Jacob obtuvo astutamente (cf. Gén 27:36). Y el Padre celestial, aceptando gratamente nuestra buena voluntad, nos haga dignos de que resplandezcamos como el sol en el Reino del Padre (cf. Mt 13:43), a quien sea la gloria con el Hijo único y protector nuestro Jesucristo, y con el Espíritu Santo vivificador, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

1. La expresión traducida por "paternidad" quizá es literalmente más bien "lo engendrado por un Padre," y en este sentido podría tal vez entenderse como "familia" o "descendencia."

2. De hecho el tema ha sido también algo así como lo que los dogmáticos llaman De Deo uno, es decir, el tratado dogmático sobre Dios en cuanto Dios único. Pero la anterior catequesis trató acerca de Dios con intención de rebatir todo lo referente al dualismo maniqueo, razón por la que se produjeron las abundantes digresiones mencionadas. Desde la presente catequesis hasta la XVII la exposición sigue más bien la articulación trinitaria del Credo.

3. Sal 2:7 debe verse en su contexto y en relación con otros pasajes de la Escritura. Puede decirse que todo el Salmo 2 es una descripción del drama del Mesías-Siervo contra el que arremeterán muchos de los que han sido interpelados por él. Sal 2:7-9 es prácticamente la respuesta de Dios a la agitación de las naciones, los pueblos, los reyes y los caudillos "contra Dios y contra su Ungido" (vv. 1-2). La interpretación mesiánica de Sal 2 es, pues, evidente, sobre todo relacionándolo con Sal 110 y con los poemas del Siervo de Yahvé en el Deuteroisaías.

4. Sal 89:27-28, versículos que también se interpretan en sentido cristológico.

5. La versión que se ofrece del versículo es la correspondiente al texto griego.

6. Estas explicaciones de Cirilo son un claro esfuerzo, características de la tradición patrística desde el concilio de Nicea (año 325) y Atanasio, por expresar simultáneamente la unidad de Dios, tal como se vio en la catequesis anterior, pero al mismo tiempo la pluralidad trinitaria, Padre, Hijo y Espiritu, en la unidad divina sustancial, en la que en el párrafo que acaba de terminar Padre e Hijo gozan de exactamente igual dignidad. Las catequesis de Cirilo se convierten así en una transmisión exacta de la fe objetiva de la Iglesia contenida en el Símbolo.

7. No "ha sido hecho" Padre, es decir, no ha recibido de nadie la paternidad ni tampoco ha llegado a ella a través de ninguna evolución.

8. El Padre es calificado así como Dios de los astros, pero en él no se dan las variaciones y las rotaciones que se dan en el firmamento.

9. De nuevo añade Cirilo entre paréntesis como si fuese una nota: "Pues "todo el que niega al Hijo tampoco posee al Padre") y, a su vez: ‘Quien confiesa al Hijo posee también al Padre’ (I Jn 2:23b)." Las afirmaciones de I Jn, en el contexto de lo que es el contenido de la carta, tienen un carácter más bien cristocéntrico que trinitario. En general puede decirse que el Nuevo Testamento parte siempre, a la hora de exponer el misterio de Dios, no de la perspectiva general de Dios ni de un concepto abstracto de la divinidad, sino del acontecimiento y de la realidad de Jesucristo, verdadero punto focal desde el que debe entenderse la relación del hombre con Dios y toda la Historia de la salvación. Es el mantenimiento del debido equilibrio de las relaciones internas en la unidad sustancial del Padre y el Hijo lo que llevó a la formulación de la dogmática trinitaria. Esto tuvo, sin embargo, la contrapartida tal vez inevitable de que los aspectos salvíficos de la confesión de fe cristiana quedaron en los Símbolos en un cierto segundo plano.

10. Alusión al lugar del templo en el que Cirilo está pronunciando la catequesis

11. Al exponer la cuestión de que aquí se trata.

12. Lo inaudito de la relación que en el cristianismo se establece entre el hombre y Dios reside en que el hombre puede llamar a Dios "Padre," pues, aunque no es hijo de Dios por naturaleza, sí lo es en Cristo por adopción. La expresión de Jesús, en Jn 20:17b: "Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios" se interpreta seguramentc de un modo más adecuado entendiendo que, precisamente por la resurrección de Jesús, los hombres han sido hechos hijos de Dios. Con la resurrección de Jesús, se les da también a los hombres el Espíritu, "que se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios" (Rm 8:16). Rom 8:15 expone también que por el Espíritu podemos llamar "Padre" a Dios: "Pues no recibisteis un espiritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, recibisteis un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre!" Cf. anteriormente, cat. 4, nota 19.

13. Conviene recordar que todo Dt 32 tiene un carácter épico. Como cántico hace memoria de la historia de salvación que Dios ha hecho con Israel. Está puesto en boca de Moisés (Dt 32:44), pero probablemente tuvo existencia independiente antes de ser introducido en el Deuteronomio. Es uno de los numerosos casos en que la confesión de fe se hace en medio de la historia concreta de salvación de Israel. Cf. también, por ejemplo, los salmos 78, 105 y 136. El acertado procedimiento de insertar la salvación en la historia se aplica también en el Nuevo Testamento, por ejemplo, en numerosos anuncios kerigmáticos del libro de los Hechos.

14. "Por la caridad" por la que se le ha encargado tener hacia Juan actitud de madre.

15. En la Biblia, el versículo añade además: "Tú, YaLvé, eres nuestro Padre, tu nombre es "EI que nos rescata desde siempre."

16. Cf. cat. 4, núm. 20.

17. Cf., para toda la frase, Mt 10:37: "El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mi," que se prolonga con el correlato siguiente: "el que ama a su hijo o a su hija más que a mi, no es digno de mi." Se trata de la expresión, en el terreno del amor entre padres e hijos, de la contundente prescripción de Dt 6:5: "Amarás a Yahvé tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza," que se hace presente en el Evangelio cuando a Jesús se le pregunta cuál es el primer mandamiento (Mc 12:38-34 par.).

VIII. Omnipotencia y Providencia de Dios.

Pronunciada en Jerusalén, sobre lo de "todopoderoso’’ (que todo lo tiene bajo su poder). La lectura es de Jeremías: "El Dios grande, el Fuerte, cuyo nombre es Yahvé Sebaot, grande en designios y rico en recursos... (32:18-19)1.

Tema fundamental: la omnipotencia de Dios, Padre providente

1. Por el hecho de que creemos en un solo Dios, rechazamos todo error acerca de una pluralidad de dioses, sirviéndonos de estas armas frente a los gentiles y frente a toda la resistencia de los herejes. Pero al añadir "un solo Dios Padre," luchamos contra los que provienen de la circuncisión, que niegan al Hijo Unigénito de Dios. Pues, como se dijo en el día de ayer, antes incluso de que expliquemos lo que se refiere a nuestro Señor Jesucristo, simplemente por haber dicho Padre, ya quisimos indicar que es Padre del Hijo. Así, del mismo modo que entendimos que existe Dios, pensemos también que tiene un Hijo. Pero a esto añadimos ahora que es todopoderoso (que todas las cosas las tiene bajo su poder). Esto lo afirmamos por causa de los gentiles, de los judíos y de los herejes.

Dios, presente y activo en todo

2. Pues algunos de los gentiles dijeron que Dios es el alma del mundo. Otros, por su parte, dijeron que sólo sobre los cielos tiene potestad, pero ésta no alcanza hasta la tierra. Algunos también, arrastrados por un error semejante, pervirtiendo el sentido de "Oh Yahvé, en los cielos tu amor, hasta las nubes tu verdad" (Sal 35:5)2, circunscribieron a las nubes y al cielo la providencia de Dios, pero enajenando de Dios lo que hay en la tierra. Se olvidaron del salmo: "Si hasta los cielos subo, allí estás tú, si en el sol me acuesto, allí te encuentras" (Sal 139:8). Pues si nada hay más allá del cielo, y puesto que el infierno está por debajo de la tierra, sin duda que el que gobierna lo de más abajo alcanza también la tierra.

Diversos aspectos del poder de Dios

3. Pero los herejes, por otra parte, como se ha dicho anteriormente, no conocieron a un Dios único omnipotente. Pues omnipotente es el que domina sobre todas las cosas y todo lo tiene sujeto a su poder. Y quienes dicen que (Dios) es señor del alma, pero no del cuerpo, afirman con ello que ninguna de las dos realidades es perfecta, pues cada una de las dos carece de la otra. Y si alguien tiene potestad sobre el alma, pero no sobre el cuerpo, ¿a título de qué sería omnipotente? ¿Y dónde estaría la omnipotencia del que dominara sobre los cuerpos, pero no sobre los espíritus? Sin embargo, es cierto que Dios declara convictos a aquellos de quienes dice: "Temed más bien a Aquel que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna" (Mt 10:28). Pues si no tiene potestad sobre ambos, ¿cómo pudo el Padre de nuestro Señor Jesucristo someter a uno y otro al suplicio? ¿Y cómo podrá, invadiendo un cuerpo ajeno a su potestad, entregarlo a la gehenna si antes no ata al fuerte para saquear su ajuar?3.

Dios ejerce su dominio aún permitiendo la acción del diablo

4. Pero la divina Escritura y los dogmas de la verdad han conocido a un Dios único, el cual tiene muchas cosas sometidas al imperio de su poder, pero muchas cosas las permite porque quiere4. Pues también ejerce su dominio sobre los adoradores de ídolos, pero los soporta por su paciencia; a los herejes que le rechazan también los tiene bajo su poder, pero los tolera con su longanimidad. También tiene sometido al diablo, pero lo acepta con su tolerancia. Y no sufre por impotencia como si se le venciese (a Dios). Pues, desde siempre, también (el diablo) estuvo entre las criaturas de Dios, que no fue quien le engañó -ello sería algo indigno- sino otros ángeles, que también son criaturas. Le permitió, sin embargo, vivir por dos razones: para que, al vencerlo, se sintiese afectado por una mayor vergüenza y para que los hombres recibiesen la corona5. ¡Oh providencia de Dios llena de sabiduría, que asumió aquella perversa voluntad para otorgar la salvación a quienes creyeran. Cuando se sirvió de la intención hostil de los hermanos de José para la realización de sus planes, permitiendo que vendiesen a su hermano por odio, de ello tomó ocasión para constituir en gobernador a quien él quería6. De modo semejante concedió luchar con el diablo para que fuesen coronados los vencedores; así, conseguida la victoria, el diablo, vencido por quienes son inferiores a él, se cubriría de mayor vergüenza. Los hombres, en cambio, quedarían ennoblecidos de modo insigne tras haber vencido a quien en otro tiempo había sido arcángel.

Dios reina también sobre el hombre pecador

5. Nada, pues, se encuentra sustraído al poder de Dios. De él dice la Escritura: "Toda cosa es sierva suya" (Sal 119:91). Toda la realidad es realmente su sierva, aunque en esta realidad no se cuentan su Hijo único ni su Espíritu Santo7. Y todas aquellas criaturas que sí son siervos sirven al Señor por el Hijo único en el Espíritu Santo8. Dios, pues, domina sobre todas ellas y soporta a los homicidas, a los ladrones, a los libertinos por su paciencia, de modo que, una vez determinado el tiempo en que dará a cada uno según sus méritos tras la tregua de un tiempo duradero, sin haber vuelto su corazón a la conversión, sean condenados con mayor gravedad. Reyes de los hombres son los que gobiernan en el mundo, aunque no sin haber recibido el poder de lo alto (cf. Jn 19:11). Esto lo experimentó en cierta ocasión Nabucodonosor cuando dijo "que su imperio es un imperio eterno y su poder dura de generación en generación" (Dan 4:31).

Recto uso del dinero

6. Las riquezas, el oro y la plata no son del diablo como algunos piensan9. "Del hombre fiel es todo el mundo de las riquezas, pero el que no lo es no tiene siquiera un óbolo"10. Pero nadie es más infiel que el diablo, como claramente lo dijo Dios por medio del profeta: ¡"Mía es la plata y mío el oro!" (Ag 2:8), "y se lo doy a quien quiero" (Lc 4:6). Lo único que debes hacer es usar bien de ello. No debes criticar más el dinero. Pero cuando tú utilizas mal algo que es bueno sin querer culpar a tu propia administración, diriges tu queja impíamente contra el creador. "Tuve hambre y me disteis de comer" (Mt 25:35): no hay duda de que fueron vuestras propias riquezas. "Estuve desnudo y me cubristeis" (Mt 25:36): en ello intervino vuestro dinero. ¿Quieres saber que las riquezas pueden ser la puerta del reino de los cielos?: "Vende lo que tienes, dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo" (Mt 19:21).

Lo que se posee es de por sí bueno 11

7. Estas cosas las he dicho a causa de los herejes, que condenan al anatema las propiedades, el dinero y los cuerpos. Pues ni deseo que seas esclavo de las riquezas ni, por otra parte, que las mires como enemigas, pues te han sido dadas por Dios como ayuda. Por consiguiente, no vayas diciendo de vez en cuando que el dinero es del diablo, pues aunque (éste) diga: "Todo esto te daré porque a mí me ha sido entregado" (Lc 4:6), alguno puede, sin embargo, refutar incluso esas palabras, puesto que no puede creerse a un mentiroso. Quizá, sin embargo, amilanado ante el poder de quien estaba presente, dijo la verdad, puesto que no afirma: "Todo esto te daré porque es mío," sino "porque a mí me ha sido entregado." No usurpó la propiedad, sino que declaró una encomienda y una simple administración a él confiada. Oportunamente se preguntan los intérpretes si mintió o dijo la verdad.

Conclusión: el poder del Señor Dios

8. Por tanto, sólo hay un único Dios Padre omnipotente, a quien muchos herejes se han atrevido a atacar con improperios: no han sentido temor de injuriar al Señor de los ejércitos que se sienta sobre los querubines12. Han osado infamar con blasfemias al Señor Adonai13, no se arredraron de afrentarle con ellas a aquel a quien las voces de los profetas celebran como Dios todopoderoso. Tú, en cambio, adora al único Dios todopoderoso, Padre de nuestro Señor Jesucristo14. Huye del error del politeísmo; escapa también de cualquier herejía y di, según lo del libro de Job: "Yo por mí a Dios recurriría, expondría a Dios mi causa. El es autor de obras grandiosas e insondables, de maravillas sin número" (Job 5:8-9), y aquello de "el honor proviene del Todopoderoso"15, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

1. Para la comprensión de esta catequesis conviene tener en cuenta el ambiente intelectual y religioso circundante: se hacen las distintas afirmaciones en contra de los maniqueos, que subrayan la maldad intrínseca al menos de una parte de la creación, y también en contra de los arrianos, que ponen en duda la igualdad, en cuanto a naturaleza y dignidad, del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Téngase en cuenta, además, que la afirmación que se hace de que Dios es "todopoderoso" tiene en el original griego el sentido semántico de aquel "que domina sobre todas las cosas" (pantocrátor), lo cual facilita a su vez la relación entre omnipotencia y providencia de Dios.

2. Cf. también Sal 57:11 y 108:5.

3. Vid. Mc 3:27 par.: "Pero nadie puede entrar en casa del fuerte y saquear su ajuar, si no ata primero al fuerte; entonces podrá saquear su casa." El texto evangélico, dificil de interpretar, debe entenderse desde su contexto: el diablo, aún armado de su propia fortaleza, puede ser vencido en el hombre por el poder de Dios, de modo que al fuerte -en esta caso, el diablo- se le arrebata la presa (cf. Is 49:24-25). Todo esto, sin embargo, parece quedar como forzado en el texto de Cirilo, que en cualquier caso aplica el pasaje a la realidad de la omnipotencia de Dios.

4. Con ello se distingue claramente entre lo que es voluntad de Dios y lo que éste simplemente permite. Lo que Dios permite sin ser objeto de su voluntad puede existir tanto en el campo de lo físicamente existente (incluyéndose aquí, por tanto, también el mal físico: enfermedad, etc.) como en el del mal moral (por ejemplo, cuando Dios permite el pecado individual o de unos hombres contra otros). En este caso, sin que Dios lo quiera, lo permite o tolera, conociendo él en el misterio de sus designios cómo podrá servirse para bien de los hombres del mal que él no ha querido. La bondad de Dios es por naturaleza incompatible con una supuesta voluntad suya del mal. Esta es originariamente la pregunta que da origen a la Teodicea.

5. La corona de la victoria a sus méritos.

6. Vid. toda la historia de José en Gn 39-48.

7. Esta afirmación de que Hijo y Espiritu Santo están colocados fuera del resto de la realidad sierva es tal vez intencionadamente antiarriana, pues con ella se trata de afirmar la igualdad en dignidad de Padre, Hijo y Espiritu Santo, sin que ninguno de estos dos esté sometido o subordinado al Padre.

8. Vid. más adelante cat. X, núm. 9.

9. Se condena aquí un rigorismo que considera malas las riquezas en sí mismas.

10. Moneda de un valor muy inferior a una peseta. La frase está tomada de Prov 17:6 LXX.

11. Al menos ésta es una de las cuestiones expuestas en este núm. 7. Aunque se relativizan las riquezas de modo total, no se las condena por sí mismas, con lo cual está Cirilo muy lejos de lo que en la historia de la Iglesia serán siempre los movimientos cátaros, etc.

12. Cf. Is 6:2-3 (mención de "serafines"); Sal 80:2.

13. La fórmula Adonai es sobre todo para dirigirse a Dios: "¡Señor mío!" (cf. Gén. 18:3).

14. La fórmula es de Rom 15:6: "...glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo."

15. La edición de PG 33,635 remite aquí a Job 36:22, que tanto en la biblia hebrea como en LXX reza: "Mira, Dios es sublime por su fucrza, ¿quién es maestro (o: poderoso) como él." Pero se prefiere en este caso dejar como está el texto de la catequesis.

IX. Dios Creador de Todas Las Cosas.

Pronunciada en Jerusalén sobre lo de "creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible." La lectura es de Job: "¿Quién es este que empaña mi proyecto, reteniendo las palabras en su corazón y creyendo esconderse de mi?" (Jb 38:2 LXX)1.

No se puede ver a Dios directamente en esta vida

1. No es posible ver a Dios con los ojos de la carne: pues lo que es incorpóreo no puede entrar con estos ojos. Esto lo testificó también el mismo Hijo unigénito de Dios al decir: "A Dios nadie lo ha visto jamás." Pues aunque alguien interpretase lo que está escrito en Ezequiel como si éste tuviese una visión directa, escuche lo que dice la Escritura: "Vio la semejanza de la gloria del Señor" (Ez 1:28), no al mismo Señor, sino a "la semejanza de la gloria," como tampoco directamente a la gloria como ella realmente es. Pero, habiendo contemplado sólo una semejanza de la gloria, pero no la gloria misma, cayó a tierra por el miedo (ibid.). Pero la contemplación de la semejanza de la gloria despertaba en los profetas el temor y la inquietud de que Dios les arrebataría la vida si alguien intentaba contemplarlo directamente, según aquello de que "no puede verme el hombre y seguir viviendo" (Ex 33:20)2 Por este motivo Dios, por su grandísima bondad, ha extendido los cielos como velo de su grandísima bondad para que no perezcamos. Esta palabra no es mía sino del profeta, que dice: "Ah, si rompieses los cielos y descendieses — ante tu faz los montes se derretirían" (Is 63:19). Y, ¿por qué te admiras si Daniel cayó al suelo tras haber contemplado la semejanza de la gloria? En cierta ocasión vio Daniel a Gabriel, siervo de Dios3, e inmediatamente se turbó en su ánimo y cayó sobre su rostro. No se abrevió el profeta a responder hasta que el ángel adoptó figura de hombre (cf. Dan 8:17 y 10:15-16). Y si la visión de Daniel suscitaba temor en los profetas, ¿acaso no hubiesen perecido todos si el mismo Dios se hubiese dejado ver como es?

Conocimiento a Dios a través de las criaturas

2. No se nos ha dado conocer la naturaleza divina con ojos corporales; pero por las obras de Dios podemos alcanzar una idea de su poder, según lo que dice Salomón: "Pues de la grandeza y hermosura de las criaturas se llega, por analogía, a contemplar a su Autor" (Sab 13:5)4. No dice simplemente que por las criaturas se deduzca al creador, sino que añadió: por analogías. Pues Dios parece tanto mayor a cada uno cuanto mayor sea la contemplación de las criaturas adquirida por el hombre. Y cuanto más ha sometido a su propio ánimo a la contemplación, mayores son el conocimiento y la imagen que tiene del mismo Dios.

No es posible comprender plenamente a Dios

3. ¿Quieres conocer que no es posible llegar a abarcar toda la naturaleza de Dios? Aquellos tres jóvenes que iban camino del fuego exclamaban celebrando a Dios con alabanzas: "Bendito tú, que sondeas los abismos, que te sientas sobre querubines" (Dan 3:55). Y ahora te pregunto: "Dime cuál es la naturaleza de los querubines y piensa entonces cómo es aquel que se sienta sobre ellos." Por su parte, el profeta Ezequiel, en cuanto era posible, hizo una descripción de los mismos diciendo: "Tenían cada uno cuatro caras" (Ez 1:6): el primero, de hombre; el segundo, de león; el tercero, de águila; el último, de toro (cf. Ez 1:10). También "cada uno tenía seis alas" (Is 6:2) y ojos por todas partes, y avanzaban como sobre una rueda en cuatro direcciones (cf. Ez 10:11-12). Sin embargo, incluso tras esta descripción del profeta, no podemos llegar por la lectura a comprenderlo todo. Pues si no podemos comprender siquiera el trono que ha descrito, ¿cómo podremos abarcar al Dios invisible e inefable que en él se sienta? Es ciertamente imposible escrutar de modo íntimo la naturaleza de Dios, pero sí se puede tributar gloria y honor al que conocemos por sus obras.

De nuevo, la verdadera relación entre Dios Padre y Dios Hijo

4. Estas cosas se os dicen a vosotros del modo consecutivo y ordenado de la fe6. Y puesto que decimos: "Creemos en un solo Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible," recordamos así que él es el Padre de nuestro señor Jesucristo y que es el mismo que hizo el cielo y la tierra. De este modo quedamos protegidos frente a las desviaciones de los herejes ajenos a Dios, que se han atrevido a injuriar al sapientísimo creador de todo este mundos: ven con los ojos de la carne, pero están privados de la comprensión de la mente.

Sabiduría previsora de Dios al crear

5. ¿Qué es lo que tienen que criticar en esta obra máxima de Dios? Se deberían haber sentido llenos de estupor al contemplar las curvaturas celestes, adorando así a quien puso el cielo como bóveda y de la naturaleza fluida de las aguas formó la sustancia del cielo. Pues dijo Dios: "Haya un firmamento en medio de las aguas" (Gén 1:6). Una sola vez lo dijo Dios y se mantiene sin caerse. El cielo es agua, pero son de fuego los seres clavados en él, el sol, la luna y las estrellas. Pero, ¿cómo se mueven en el agua estos seres ígneos?8 Si a alguno le vienen dudas a causa de las naturalezas contrarias del fuego y del agua, acuérdese del fuego que, en tiempo de Moisés, ardió en medio del granizo (cf. Ex 9:23) y considere la sapientísima disposición de Dios en la creación. Pues ya que las aguas eran necesarias para la marcha posterior de la tierra, preparó en lo más alto un cielo de agua para que, cuando las regiones celestes necesitaran de la irrigación por lluvias, el cielo se encontrase preparado y dispuesto para ello por su naturaleza.

El admirable orden del universo, de las estaciones y del mundo

6. Entonces, ¿qué? ¿No habrá que admirarse de la construcción del sol? Pues, apareciendo con la modestia de una vasija, contiene una enorme energía: apareciendo por el Oriente, emite luz hasta el Occidente. Decía el salmista describiendo sus salidas matutinas: "Y él, como un esposo que sale de su tálamo" (Sal 19:6). Con dulzura se describía así el modo a la vez esplendoroso y suave como comienza a derramar su luz sobre los hombres. Y cuando el sol se encuentra en pleno centro del día, a menudo huimos de él por el excesivo calor, pero en su salida ha alegrado a todos cuando hace su aparición como "el esposo." Considera la posición del sol, que es plenamente la adecuada, si bien no la ha establecido él mismo, sino el que con su mandato determinó su curso. En verano se encuentra en su máxima altura, los días se hacen más largos, dando oportunidad a los hombres para sus trabajos. En invierno, sin embargo, limita su carrera, de modo que la época del frío no se prolongue sino que las noches, haciéndose más largas, sirvan de ayuda a los hombres para su descanso y para que la tierra produzca sus frutos. Mira también cómo los días se suceden unos a otros en el orden adecuado: se alargan en verano y en invierno se acortan, pero en la primavera y el otoño se hacen agradables los días con una duración semejante; e igualmente hacen las noches. De todos ellos dice el salmista: "El día al día comunica el mensaje, y la noche a la noche transmite la noticia" (Sal 19:2). Es como si clamaran ante unos herejes que no quieren oír y, en medio de su orden admirable, dijeran que no hay otro Dios que el que creó y dispuso los confines del mundo poniéndolo todo en orden.

El sabio ritmo del día y de la noche

7. Que nadie haga mención de quienes dicen que uno es el creador de la luz y otro el de las tinieblas9. Recuerde las palabras de Isaías: "Yo (Yahvé) modelo la luz y creo la tiniebla" (Is 45:7). ¿Por qué, pues, te encolerizas con éstas? ¿Por qué soportas tan mal el tiempo que te ha sido dado como descanso? El siervo no conseguiría de sus señores descanso alguno de sus trabajos si las tinieblas de la noche no le trajesen la tregua. ¿Y cómo es que con tanta frecuencia, fatigados del trabajo del día, es por la noche como nos rehacemos? Y el que el día anterior se dio a sus trabajos, por la mañana aparece robusto y ágil por el descanso nocturno. ¿Y qué mejor que la noche para conducir a la sabiduría? Pues en ella meditamos muy a menudo en lo que se refiere a Dios; en ella nos dedicamos a la lectura y la contemplación de los divinos oráculos. ¿Cuándo se esfuerza nuestra mente con mayor tenacidad en entonar los salmos o en derramar nuestras súplicas?10. ¿No es acaso cuando es de noche? ¿Y cuándo, si no en la noche, recordamos con más frecuencia nuestros pecados? No admitamos por tanto, perversamente, que existe otro autor para las tinieblas, pues la experiencia demuestra que también ellas son buenas y muy útiles.

La luz de las estrellas, el sol y la luna

8. Convendría que éstos (los mencionados) se asombraran y admirasen no sólo de la grandeza del sol y de la luna, sino también de las ordenadas danzas y el libre movimiento de las estrellas, al que nada perturba mientras cada una de ellas aparece en el momento oportuno. Y cómo unas son signo del verano y otras del invierno: unas indican el comienzo de la siembra y otras el de la época de la navegación. Y es precisamente el navegante, que se mueve en las inmensidades de extensas olas, el que dirige su barco mediante la observación de las estrellas. De todo esto dice señaladamente la Escritura: "Haya luceros en el firmamento celeste, para apartar el día de la noche, y valgan de señales para solemnidades, días y años" (Gén 1:14), pero no para fábulas sobre astrología y genealogía11.

Advierte también de qué modo tan hermoso nos va dando Dios la luz del día poco a poco. Pues no vemos que el sol salga de modo repentino, sino que primeramente aparece una luz limitada para que, preparándose las pupilas, puedan captar la fuerza cada vez mayor de los rayos solares. Considera también cómo mitiga las tinieblas nocturnas con la suavidad del resplandor de la luna.

Dios, Señor de los elementos y fenómenos naturales

9. ¿Quién es el padre de la lluvia? ¿Quién hizo las gotas del rocío? ¿Quién concentró el vapor en las nubes ordenando que sostuviesen el agua de las tormentas? ¿Y acaso no hace acercarse desde el norte a nubes vestidas de un aéreo resplandor, mientras según los momentos va haciendo cambiar su aspecto y su forma en figuras distintas del mundo o de cualquier otro género? ¿Quién hay que pueda numerar con conocimiento de causa a las nubes? Sobre ello se dice en el libro de Job: "¿Quién tiene pericia para contar las nubes? ¿Quién inclina los odres de los cielos?" (Job 38:37). Y aquello otro: "El cuenta a las nubes con su sabiduría" (26:8 LXX) y las nubes no son "un velo opaco" para él (cf.Job 22:14). Gran cantidad de agua se contiene en las nubes, pero no se rompen, pues aquella cae a tierra en perfecto orden. ¿Quién es el que saca a los vientos de sus depósitos? (cf. Sal 135:7). ¿Quién es, como antes dijimos, el que produce las gotas de rocío? (cf. Job 38:28). ¿De qué útero sale el hielo? (38:29). Porque, aunque es una sustancia acuosa, tienen las propiedades de la piedra. A veces incluso el agua se convierte en "nieve como la lana," pero otras se somete a la voluntad de aquel que "esparce la escarcha cual ceniza" (Sal 147:16). Pero en ocasiones se convierte en sustancia pétrea. Y desde luego somete y gobierna al agua según su voluntad. La naturaleza del agua es única, pero está dotada de un poder y una eficacia múltiples. El agua en las vides es vino que alegra el corazón del hombre, es en los olivos aceite que da brillo al rostro del hombre y pan que fortalece el corazón del hombre (cf. Sal 104:15), como es también capaz de convertirse en toda clase de frutos.

Variedad de la creación

10. Ante esto, ¿qué habrá que hacer? ¿Habrá que proferir insultos contra el Hacedor del mundo o habrá más bien que adorarlo? Y no hablo de las cosas ocultas de su sabiduría. Quisiera más bien que contemplaras la primavera, reteniendo la variedad de sus flores que todas son iguales y a la vez distintas: el púrpura de la rosa y la excelsa blancura del lirio. Pues, aunque ambos proceden de la misma lluvia y del mismo suelo, ¿quién es el que las hace distintas y las construye? Quisiera también que consideraras qué habilidad del único artífice es la que hace que árboles de la misma clase sirvan a veces para dar sombra y a veces para desparramarse en frutos diversos. Una parte de la vid se destina a la quema, otra a convertirse en renuevos, otra en follaje, otra en horquillas y, por fin, una última en uvas. Asómbrate también, en una caña, de la amplitud del espacio que su autor puso entre sus nudos. En un mismo terreno salen serpientes, jumentos, árboles, alimentos, oro, plata, cobre, hierro, piedra. Una es la sustancia de las aguas, y salen de ellas las especies de los peces y de las aves, de manera que unos nadan en el agua mientras las aves vuelan en el aire.

La inmensidad del mar, dominada por el Creador

11. "Ahí está el mar, grande y de amplios brazos, y en él, el hervidero innumerable de animales, grandes y pequeños" (Sal 104:25). ¿Quién podrá exponer la hermosura de los peces que ahí viven? ¿Quién la magnitud de los cetáceos o la naturaleza de los animales anfibios que viven tanto en la tierra árida como en el agua? ¿Quién puede exponer la profundidad y la hondura del mar o el inmenso ímpetu de las olas? Se mantiene, sin embargo, dentro de los límites que le ha fijado quien le dijo: "Llegarás hasta aquí, no más allá..., aquí se romperá el orgullo de tus olas" (Job 38:11). Explica claramente el mandato que se le ha impuesto el hecho de que las olas, al retirarse, dejan una línea visible en las orillas. A los que la ven se les indica así que el mar no habrá de pasar de los límites establecidos.

El vuelo excelso de las aves

12. ¿Quién puede captar la naturaleza de las aves del cielo? ¿Cómo es que unas poseen una lengua experta en el canto, mientras otras poseen una gran variedad de colores en sus plumas y algunas, como las aves de presa, se mantienen, en medio del vuelo, inmóviles en el aire? Pues es por mandato de Dios por lo que "el halcón emprende el vuelo, despliega sus alas hacia el sur" (Job 9:26). ¿Qué hombre percibe cómo "se remonta el águila" a "las alturas" (39:27). Pues si con toda tu capacidad de pensar no puedes darte cuenta de cómo las aves se elevan a lo alto, ¿cómo podrás entonces abarcar con tu mente al autor de todas las cosas?

Diversidad y enseñanzas del mundo animal

13. ¿Quién ha llegado a saber simplemente los nombres de todas las fieras? ¿Y quién se ha dado cuenta de la naturaleza de cada una de ellas y de su fuerza? Pero si ni siquiera conocemos sus nombres, ¿cómo podremos abarcar a su autor? Uno fue el precepto de Dios, por el que dijo: "Produzca la tierra animales vivientes de cada especie: bestias, sierpes y alimañas terrestres de cada especie" (Gén 1:24). Por un único mandato brotaron, como de una única fuente, las diversas clases de animales: la mansísima oveja, el león carnicero. Por su parte, movimientos diversos de animales irracionales reflejan una variedad de inclinaciones humanas: la zorra, por ejemplo, expresa la perfidia humana; la serpiente, a los que hieren a sus amigos con dardos venenosos; el caballo que relincha, a jóvenes voluptuosos12. Sin embargo, la hormiga diligente sirve para estimular al negligente y al perezoso. Pues cuando alguien, en su juventud, vive en la desidia y el ocio, los mismos animales irracionales le estimulan según el mismo reproche que recoge la Escritura: "Vete donde la hormiga, perezoso, mira sus andanzas y te harás sabio" (Prov 6:6). Pues cuando veas que guarda alimentos para el tiempo oportuno, imítala y recoge para ti mismo como tesoros, para la vida futura, los frutos de las buenas obras. Por otra parte: "Ponte a la obra y aprende qué trabajadora es" (Prov 6:8 LXX)13. Observa cómo, recorriendo toda clase de flores, produce miel para tu servicio, para que también tú, haciendo el recorrido por las Sagradas Escrituras, consigas tu salvación eterna y, saciado por ellas, digas: "¡Cuán dulce al paladar me es tu promesa, más que miel a mi boca!" (Sal 119:103).

Cualidades diversas de animales salvajes

14. ¿Acaso, pues, no es el Creador digno de toda alabanza? ¿O es que, porque tú no conozcas la naturaleza de todas las cosas, han de ser por ello inútiles los seres creados? ¿Puedes, quizá, llegar a conocer las cualidades de todas las hierbas? ¿O eres capaz de aprender qué utilidad tiene lo que proviene de cualquier animal? Pues es cierto que incluso de las víboras venenosas proceden ciertos antídotos para la salud de los mortales. Pero me dirás: las serpientes son cosa horrenda. Teme al Señor y no podrá hacerte daño. El escorpión cobra fuerza al picar: teme al Señor y no te picará. El león está sediento de sangre: teme al Señor — como en cierta ocasión Daniel (Dan 6:23) — y (el león) permanecerá tranquilo junto a ti. Realmente son de admirar las fuerzas de los mismos animales: unos clavan con el aguijón, mientras la fuerza de otros reside en sus dientes; los hay que luchan con sus garras; la fuerza, por último, del basilisco reside en su mirada. Por las diversas cualidades de su obra puedes, pues, comprender la capacidad del Creador.

La misma maravilla del cuerpo humano

15. Pero hay otra cosa que desconoces: hay algo muy distinto entre ti mismo y los animales que están fuera de ti, porque tú puedes entrar dentro de ti mismo y conocer por tu propia naturaleza al Creador. Pues, ¿qué es lo que hay en tu cuerpo que sea digno de reprensión? Practica la continencia y nada en tus miembros será malo. En un principio Adán está desnudo en el paraíso juntamente con Eva. Por sus miembros, desde luego, no era digno del oprobio ni del rechazo. Por tanto, causa del pecado no son los miembros, sino aquellos que se sirven mal de ellos14. Sabio es, sin embargo, el que creó los miembros. ¿Quién es el que preparó el hueco del útero para la procreación de los hijos? ¿Quién dio vida en él al feto inanimado? ¿Quién realizó la conexión de los nervios y los huesos y los rodeó con la piel y la carne? ¿Quién ha hecho que, nada más nacer, el niño tome la leche de los pechos de su madre como de su fuente? ¿Cómo se convierte el infante en niño y el niño en joven, más tarde en hombre y, por último, ese mismo se vuelve anciano, sin que además nadie sea capaz de advertir que sea en momentos precisos cuando esos cambios se producen? ¿Cómo se convierte una parte del alimento en sangre, otra parte se integra en la propia carne y otra parte se desecha? ¿Quién es el que hace que el corazón se mueva con movimiento continuo? ¿Quién tan sabiamente protegió la suavidad de los ojos con el movimiento de los párpados? Pues ciertamente los grandes libros de los médicos apenas trataron suficientemente de la admirable estructura de los ojos. ¿Quién hizo la distribución de la respiración por todo el cuerpo? Ves ahí, oh hombre, la sabiduría del autor que todo lo hizo15.

Conclusión: Dios desde sus obras

16. Nuestras palabras ya han explicado todo esto con bastante amplitud, aunque pasando por alto muchas cosas y dejando también otras más, sobre todo de carácter incorpóreo e invisible, para que odies a quienes injurian al sabio y buen artífice. Y por lo que se ha dicho y leído, que tú mismo podrás recordar y meditar, entenderás de modo análogo, por la magnitud y belleza de las criaturas, al autor de las mismas (cf. de nuevo Sab 13:5). Doblando piadosamente tu rodilla ante el autor de todas las cosas, sensibles y racionales, visibles e invisibles, con expresión de agradecimiento, de recuerdo y de bendición, alabarás a Dios con los labios y el corazón diciendo: "¡Cuán numerosas tus obras, Yahvé! Todas las has hecho con sabiduría" (Sal 104:24). A ti el honor, la gloria y la magnificencia ahora y por lo siglos de los siglos. Amén.

1 Las palabras de Dios son una queja, desde la sabiduría del Creador, contra la petulancia del hombre.

2. Tampoco en esta ocasión tiene desperdicio la nota de la Biblia de Jerusalén a este versículo.

3. El ángel Gabriel.

4. Sab 13:1-9 es uno de los más conocidos pasajes bíblicos que exponen la posibilidad de llegar a Dios a través de las criaturas, fruto de la potencia divina. Conviene recordar que, aunque Pablo utiliza relativamente poco este modo de argumentar, son muy conocidas sus indicaciones al respecto en Rom 1:19-20, versículos seguramente inspirados en Sab 13:1. Sab 13:6 puede haber inspirado también la redacción de Hech 1 7:27.

5. Más literal: "análogamente" o "de modo análogo," con lo que, empleando Cirilo un término abstracto de corte filosófico, no se establece simple igualdad o identidad entre Dios y las criaturas, sino analogía, que la tradición filosófica cristiana tan bien ha sabido distinguir de la univocidad y de la equivocidad ontológica.

6. Se refiere al orden en que se encuentran las afirmaciones del Credo.

7. Al reafirmar la realidad de Dios como "Padre de nuestro Señor Jesucristo," insistiendo una vez más, al mismo tiempo, en que es creador de todo, se hace resaltar otra vez la enseñanza cristológica y trinitaria de Nicea.

8. Conviene señalar, a la hora de entender lo que la catequesis de Cirilo enseña sobre la creación, que una cosa es la afirmación fundamental contenida en los dos relatos de la creación del libro del Génesis (en 1,1-2,4a y 2:4b-25) de que el mundo no tiene su origen en si mismo, sino en Dios, y otra cuestión distinta es el modo como se hace la descripción del universo en esos mismos capítulos y, en general, en los autores antiguos, bíblicos o extrabíblicos, o en los mismos autores cristianos de la antigüedad. La exposición del universo, como es el caso también de Cirilo, pone en el centro a la tierra y no al sol. El sol, la luna y las estrellas, en este mismo cuadro, son poco más que meros adornos muy interesantes del "cosmos." Sin embargo, esto no invalida en absoluto la afirmación bíblica fundamental, que también lo es aquí de Cirilo como de toda la tradición cristiana: el universo debe su origen a algo más grande y distinto de él, a lo cual llamamos "Dios."

9. De nuevo, los maniqueos, y de nuevo alusión a su concepción de la lucha eterna entre los dos principios también eternos y antagónicos del bien y del mal.

10. Puede ser una simple alusión a la facilidad ambiental de dirigirse a Dios en la oración y en el silencio de la noche, pero es también muy probable que Cirilo tenga en su mente las vigilias de oración, frecuentes en las iglesias palestinas de su época (cf. PG 33,646, nota 7).

11. Tit 3:9 recomienda expresamente que se eviten las "discusiones necias, genealogías"; tal vez a cuestiones parecidas se refiere la advertencia de 2 Tim 3:7 frente a algunos "que siempre están aprendiendo y no son capaces de llegar al pleno conocimiento de la verdad." Las frecuentes alusiones de Pablo al ambiente pseudorreligioso especialmente en Col 2 — reflejan el medio en el que tuvo que desenvolverse la Iglesia del Nuevo Testamento, en el cual competian muy diferentes concepciones de lo divino y en el que era muy fácil verse simplemente en una atmósfera de extendido relativismo. Este ambiente todavía perdura en la antigüedad ya tardía de mediados del siglo IV, cuando se pronuncian las catequesis de Cirilo.

12. De manera algo lejana, podría haber aquí una alusión a Jr 5:8 y su contexto.

13. Refiriéndose a la comparación con la actividad de las abejas.

14. Tras la descripción de la caída, señala Gén 3:7 que "entonces se les abrieron a entrambos los ojos, y se dieron cuenta de que estaban desnudos; y cosiendo hojas de higuera se hicieron unos ceñidores." La intención evidente del texto sagrado es hacer presente que es precisamente por el pecado que está en el hombre por lo que éste se siente tentado a hacer mal uso de toda la realidad creada, incluyendo en ella su propio cuerpo. Pero ni su cuerpo ni sus miembros son de por si malos.

15. Desde casi el comienzo de este núm. 15 ("¿qué es lo que hay en tu cuerpo que sea digno de reprensión?.."), existe una variante del texto transmitido, contenida en el códice de una supuesta homilía de San Basilio. Por el interés de la variante, se traduce también en la presente nota de acuerdo con el texto ofrecido por PG 33,655-658: "¿ Qué es lo que se ha plasmado en tu cuerpo que sea reprensible? Sal a decirlo. Modera tu pensamiento nada malo saldrá de tus miembros. Cada uno de ellos ha sido hecho para nuestro uso. Guía tu reflexión hacia la piedad y sigue los mandatos divinos, pues ningún miembro peca cuando actúa o se somete en el ámbito de las cosas para las que ha sido hecho. Si no lo quieres, tu ojo no mira depravadamente ni el oído escucha lo que no le conviene; tampoco la mano se apodera de nada indebidamente ni los pies se encaminan a la injusticia; ni tomas afecto a lo ajeno ni fornicas ni deseas la mujer de tu prójimo. Suprime del corazón los pensamientos desviados. Date cuenta de cómo fuiste hecho por Dios y darás más gracias a quien te formó. De entrada, Adán estaba desnudo mientras se deleitaba en el paraíso, pero, al recibir el mandato y no guardarlo, extendió indebidamente su mano (no porque la voluntad estuviese en la mano, sino porque, con el deseo de su ánimo, alargó su mano hasta donde no debía). Así cayó en la desobediencia privándose de los bienes de que disfrutaba. Del mismo modo, los miembros no son causa de pecado para quienes se sirven de ellos sino que lo es el que el ánimo se sienta indebidamente inducido, según lo dicho por el Señor: "Porque del corazón salen las intenciones malas, asesinatos, adulterios, fornicaciones" (Mt 15:19) y otras cosas semejantes, para todo lo cual querrías servirte de tus miembros cuando habían sido admirablemente puestos al servicio del alma y colocados como siervos de la razón. Debes regirlosy gobernarlos por la acción de la piedad. Refrénalos con el temor de Dios. Somételos dóciles con el deseo de la templanza y del ayuno, y nunca se alzarán contra ti ejerciendo su tiranía: más bien te guardarán llevándote a una gran victoria contra el diablo, mientras esperas la inmarcesible y eterna corona de la victoria...." Esta variante, sin embargo, no parece anular el texto que continúa tras la nota 14.

 

X. Un Solo Señor Jesucristo.

Sobre aquello de "Y en un solo Señor Jesucristo." Se parte del pasaje de 1 Co 8:5-6: "Pues aun cuando se les dé el nombre de dioses, bien en el cielo bien en la tierra, de forma que hay multitud de dioses y de señores, para nosotros no hay más que un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas y para el cual somos; y un solo Señor, Jesucristo, por quien son todas las cosas y por el cual somos nosotros"1.

El Hijo, puerta para llegar al Padre

1. Aquellos a quienes se ha enseñado a creer en "un solo Dios, Padre todopoderoso," deben creer también en el Hijo unigénito. Pues "todo el que niega al Hijo tampoco posee al Padre" (I Jn 2:33). "Yo soy la puerta" (Jn 10:9), dice Jesús. "Nadie va al Padre sino por mí" (Jn 14:6) . Si niegas la puerta, te permanecerá cerrado el conocimiento que lleva al Padre. "Nadie conoce bien al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar" (Mt 11:27b). Pues si niegas a aquel que revela, permanecerás en la ignorancia. Dice una sentencia en los Evangelios: "El que cree en el Hijo tiene vida eterna; el que rehusa creer en el Hijo, no verá la vida, sino que la cólera de Dios permanece sobre él" (Jn 3:36). El Padre se indigna cuando el Hijo unigénito es privado de su honor. Un rey considera grave que alguien insulte a un simple soldado. Por tanto, si se trata indecorosamente a alguien de las personas más honorables, compañeros o amigos, más se enciende la propia cólera. Y si alguien injuria al Hijo único del Rey, ¿quién aplacará y suavizará al Padre del Hijo unigénito de tal modo conmovido?

Es en el Hijo en quien se cumplen los designios de Dios

2. Si alguien, por consiguiente, quiere ser piadoso para con Dios, adore al Hijo; de otro modo, el Padre no admitirá su culto. El Padre exclamó desde el cielo diciendo: "Este es mi Hijo amado, en quien me complazco" (Mt 3:17). En el Hijo se complugo el Padre. Si tú no encuentras también en él tu complacencia, no tendrás la vida. No te dejes arrastrar por los judíos, que mala y astutamente dicen, sí, que hay un solo Dios. Pero, junto a este reconocimiento de que sólo hay un Dios, reconoce a la vez que existe un Hijo único de Dios. No he sido yo el primero en decir esto, sino que acerca de la persona del Hijo dice el salmista: "Voy a anunciar el decreto de Yahvé: El me ha dicho: "Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy"" (Sal 2:7) 2. No atiendas, pues, a lo que dicen los judíos, sino a lo que hablan los profetas. ¿Te asombras de que desprecien las voces de los profetas cuando ellos mismos los lapidaron y entregaron a la muerte?

Diversas denominaciones de Cristo en la Escritura

3. Tú cree "en un solo Señor Jesucristo, Hijo unigénito de Dios." Decimos "un solo Señor Jesucristo," porque es una filiación única; decimos "único," para que su actividad múltiple, que se expresa mediante nombres diversos, no te lleve a hablar impíamente de hijos diversos. Se le llama "puerta" (Jn 10:7), pero no pienses, por esta denominación, que se trata de una puerta de madera, sino racional, viva y que se da cuenta de quiénes pasan. Se le llama "camino" (Jn 14:6), pero no porque sea pisado por los pies, sino porque conduce hasta el Padre. Se le llama "oveja," pero no desprovista de razón, sino que por su preciosa sangre limpia al mundo de sus pecados: es llevada ante el esquilador y sabe cuándo conviene guardar silencio (cf. Hech 8:32; vid. Is 53:7-8). Pero esta misma oveja cambia a la vez su nombre por el de pastor cuando dice: "Yo soy el buen pastor" (Jn10:11) 3. Es oveja por su humana naturaleza, pero es pastor por el amor a los hombres que muestra su divinidad. Pero, ¿quieres saber cómo nos referimos a ovejas racionales? Dice el Salvador a los apóstoles: "Mirad que yo os envío como ovejas en medio de lobos" (Mt 10:16). También se le llama "león" (cf. Gén 49:9)4, pero no porque sea devorador de hombres, sino que con tal denominación se muestra la dignidad regia de la propia naturaleza y su propio vigor en el que puede confiar. Se le llama también león en oposición al "adversario, el Diablo," que "ronda como león rugiente, buscando a quién devorar" (I Pe 5:8). Pues viene el Salvador, no mudando su mansedumbre natural, sino como el poderoso león de la tribu de Judá (cf. Apoc 5:5), trayendo la salvación a los que creen y aplastando al adversario. Se le llama "piedra," no inanimada ni tampoco extraída con manos humanas (cf. Dan 2:34), sino "piedra angular" (cf. Sal 118:225; cf. Mt 21:42 par), en la que quien crea no será confundido (cf. Is 28:16).

Más denominaciones de Cristo

4. Se le llama "Cristo"6, aunque no ha sido consagrado por manos humanas, sino ungido por el Padre para un sacerdocio eterno superior a las cosas de los hombres (cf. Hech 4:27). Se le cuenta entre los que han muerto, pero sin permanecer entre los muertos7, como todos los demás en el Hades (cf. Hech 2:31), sino el único libre entre los que murieron. Se le llama "Hijo del hombre" (Mt 16:13); no como cada uno de nosotros, que hemos tenido nuestro nacimiento en esta tierra, sino como quien ha de venir sobre las nubes a juzgar a los vivos y a los muertos (Mt 24:30)8. Se le llama "Señor," no de manera abusiva, como a los "señores" que hay entre los hombres, sino como quien tiene un poder natural y eterno9. Se le llama "Jesús" con nombre apropiado10, que hace referencia a su labor como médico11. Se le proclama "Hijo"12, que no ha llegado a serlo por adopción, sino que por naturaleza ha sido engendrado Son muchas realmente las denominaciones de nuestro Salvador. Pero que esta multitud de nombres no te haga pensar en una multitud de hijos. Y que no pienses, a causa de los errores de los herejes, que dicen que uno es el Cristo, pero otro es Jesús, y otra es la puerta, y así sucesivamente. Frente a todo ello te previene la recta fe: en un solo Señor Jesucristo. Aunque las distintas denominaciones sean muchas, bajo ellas es una única realidad lo que se entiende.

Jesucristo, Salvador y Señor

5. El actúa como Salvador diversamente según las circunstancias de cada uno. Para quienes necesitan de la alegría, él es la viña (cf.Jn 15:1). Para quienes tienen necesidad de entrar, él es la puerta (Jn 10:7). Para quienes tienen que presentar sus súplicas, ha sido constituido "único mediador" (1 Tim 2:5) y "Sumo Sacerdote" (Hebr 7:26). Pero, a su vez, se convierte en oveja en favor de los pecadores para ser sacrificado en su lugar (Is 53:6-7). Se hace todo para todos permaneciendo él lo que es según su naturaleza. Pues permaneciendo así y detentando una dignidad de hijo que no está sujeta a mutación alguna, desciende hasta nuestras debilidades como médico excelente y maestro bondadoso. Y esto siendo en verdad el Señor, que no ha adquirido el señorío para provecho propio, sino que posee por naturaleza la dignidad de ese señorío13. No es llamado abusivamente "Señor" nuestro, sino que verdaderamente lo es: cuando por voluntad del Padre domina sobre las propias criaturas. Nosotros ejercemos un derecho de dominio sobre hombres iguales a nosotros en honor y que están sujetos a las mismas debilidades: a menudo mandamos sobre quienes nos sobrepasan en edad y no es raro que un joven gobierne sobre criados más viejos. Pero en nuestro Señor Jesucristo no existe tal tipo de dominio. Pues en primer lugar es Hacedor y, después, Señor: en primer lugar ha hecho la voluntad del Padre, y es después cuando domina sobre las cosas que ha hecho.

Cristo, siempre en unión con el Padre

6. "Cristo Señor"14 es aquel que "nació en la ciudad de David"15. ¿Y quieres saber que Cristo el Señor está con el Padre ya antes de hacerse hombre16, de modo que lo que se dice no lo aceptes sólo por la fe, sino que tengas también una prueba desde el Antiguo Testamento? Busca el primero de los libros, el Génesis, donde dice Dios: "Hagamos al ser humano," no dice a mi imagen, sino "a nuestra imagen" (Gén 1:26). Y después de que Adán fue hecho, dice: "Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya" (1:27). No restringió, pues, la dignidad divina a sólo el Padre, sino que también se refirió conjuntamente al Hijo, declarando así que el hombre no es simplemente obra de Dios, sino también de nuestro Señor Jesucristo, que también es verdadero Dios. Este mismo es el Señor, que coopera con el Padre, como lo hizo también en el asunto de Sodoma, según lo dicho por la Escritura: "Entonces Yahvé hizo llover sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego de parte de Yahvé"17. Y en otra ocasión, se mostró a Moisés en cuanto éste fue capaz de verlo (cf. Ex 3:2-6; 33:18-20; 34:5-6). Pues el Señor es benigno y siempre desciende indulgentemente a nuestras debilidades.

Cristo, aparecido a Moisés

7. Y para que sepas que es él mismo el que se apareció a Moisés, acepta este testimonio de Pablo: "Pues bebían de la roca espiritual que les seguía; y la roca era Cristo" (I Cor 10:4) y, además (refiriéndose a Moisés): "Por la fe, salió de Egipto" (Hebr 11:27), poco después de haber dicho: "estimando como riqueza mayor que los tesoros de Egipto el oprobio de Cristo" (Hebr 11:26)18. Y Moisés le dice: "Déjame ver, por favor, tu gloria" (Ex 33:18). ¿Acaso no ves que también entonces los profetas veían a Cristo, aunque en la medida en que eran capaces de ello? "Déjame que te vea," clamaba Moisés. Pero Dios le dice: "No puede verme el hombre y seguir viviendo" (Ex 33:20). Por consiguiente, puesto que nadie podría ver el rostro de la divinidad, adoptó el rostro del hombre para que, viéndolo, viviésemos19. Pero cuando quiso mostrarlo con brillo, es decir, cuando su rostro "resplandeció como el sol," "los discípulos cayeron rostro a tierra llenos de miedo" (Mt 17:2-6). Por consiguiente, si al brillar el rostro de su cuerpo no lo hacía cuanto podía sino cuanto eran capaces de soportarlo los discípulos, ¿cómo podría nadie mirar a la majestad de la divinidad? "Grande es, Moisés, lo que deseas," dice el Señor. "Doy mi aprobación, sin embargo, a tu deseo no saciado. "Haré también esto que me acabas de pedir" (Ex 33:17), en la medida en que tú puedes captarlo." "Mira, hay un lugar junto a mí; tú te colocarás sobre la peña. Y al pasar mi gloria, te pondré en una hendidura de la peña y te cubriré con mi mano hasta que yo haya pasado. Luego apartaré mi mano, para que veas mis espaldas; pero mi rostro no se puede ver" (Ex 33:21-23) 20

La presencia de Cristo entre los israelitas, invocada por Moisés

8. Guarda con firmeza, a causa de los Judíos, todo lo que voy a decir. Pues era nuestro propósito mostraros que, junto al Padre, se encontraba el Señor Jesucristo. Porque dice el Señor a Moisés: "Yo haré pasar ante tu vista toda mi bondad y pronunciaré delante de ti el nombre de Yahvé" (Ex 33:19). El que es el Señor en persona, ¿a quién llama Señor?21. Ves cómo, aunque de modo oscuro enseñó la piadosa doctrina acerca del Padre y el Hijo. Y además, en las palabras que siguen se encuentra escrito22 "Descendió Yahvé en forma de nube y se puso allí junto a él. Moisés invocó el nombre de Yahvé. Yahvé pasó por delante de él y exclamó: "Yahvé, Yahvé, Dios misericordioso y clemente, tardo a la cólera y rico en amor y fidelidad, que mantiene su amor por millares, que perdona la iniquidad, la rebeldía y el pecado, pero no los deja impunes; que castiga la iniquidad de los padres en los hijos y en los hijos de los hijos hasta la tercera y cuarta generación"." Después, según lo que sigue, Moisés, cayendo en tierra de rodillas y adorando al Padre ante el Señor, a quien llamaba, dice: "Dígnese mi Señor venir de en medio de nosotros" (Ex 34:5-9, para todo en conjunto).

Cristo es, como el Padre, Señor de todo

9. Tienes así una primera demostración. Admite otra que es evidente. "Dijo el Señor a mi Señor: "Siéntate a mi derecha"" (Sal 110:1). El Señor dice estas cosas al Señor, no al siervo23. Pero se trata del Señor de todas las cosas, de su propio Hijo al que todo se lo sometió (cf. 1 Cor 15:27-28; Hebr 2:8). "Mas cuando dice que "todo está sometido," es evidente que se excluye a Aquel que ha sometido a él todas las cosas" (1 Cor 15:27)..., "para que Dios sea todo en todo" (15:28). Señor de todo es el Hijo unigénito: es Hijo del Padre, sumiso a él y que no ha usurpado su soberanía, sino que la ha recibido espontáneamente y de modo natural. Pues ni el Hijo se la robó al Padre ni éste ha sentido envidia del Hijo al entregarle el dominio. Es este mismo el que dice: "Todo me ha sido entregado por mi Padre" (Mt 11:27). Pero no me ha sido entregado como si anteriormente careciese de ello24, aunque las conservo cuidadosamente sin que se empobrezca su largueza.

Más sobre el señorío de Cristo

10. Por consiguiente, el Hijo de Dios es "Señor." Señor nacido en Belén de Judá, según las palabras del ángel a los pastores: "Os anuncio una gran alegría...: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor" (Lc 2:10-11). Del cual, en otro lugar, dice uno de los Apóstoles: "El ha enviado su Palabra a los hijos de Israel, anunciándoles la Buena Nueva de la paz por medio de Jesucristo que es el Señor de todo" (Hech 10:36). Y cuando dice "de todo," no sustraigas absolutamente nada a su soberanía, pues tanto los ángeles como los arcángeles, "los Principados, las Potestades" (Col 1:16) o cualquier otra de las realidades creadas nombradas por los apóstoles, todo ha sido sometido al señorío del Hijo. Es Señor de los ángeles, como tienes en los evangelios: "Entonces el diablo le deja. Y he aquí que se acercaron unos ángeles y le servían" (Mt 4:11). No dice "le ayudaban," sino "le servían," es decir, realizaban un oficio servil. Y cuando iba a nacer de la Virgen, le sirvió entonces Gabriel, que convirtió así su propia dignidad en servicio (cf. Lc 1:26 ss.). Cuando tenía que ir a Egipto para deshacer los ídolos de éste25, de nuevo un ángel se aparece en sueños a José (cf. Mt 2:13). Habiendo resucitado tras su crucifixión, un ángel lo anunció y, como un siervo diligente, dijo a las mujeres: "Ahora id enseguida a decir a los discípulos: "Ha resucitado de entre los muertos e irá delante de vosotros a Galilea; allí le veréis": Ya os lo he dicho" (Mt 28:7). Como si dijera: no he descuidado el encargo; testifico que os lo he dicho para que, si lo descuidáis, no sea mía la culpa sino de quienes han sido negligentes. Así, pues, aquel es el único Señor Jesucristo, acerca del cual la lectura que se proclamó26 contiene estas palabras: "Pues aun cuando se les dé el nombre de dioses, bien en el cielo bien en la tierra, de forma que hay multitud de dioses y de señores, para nosotros no hay más que un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas y para el cual somos; y un solo Señor, Jesucristo, por quien son todas las cosas y por el cual somos nosotros" (I Cor 8:5-6).

Aarón y Josué, figuras de Cristo sacerdote y salvador

11. Jesucristo es llamado así con un doble vocablo: Jesús, porque otorga la salvación; Cristo, porque posee el sacerdocio27. Dándose cuenta perfectamente de la situación, el divino profeta Moisés llamó con estos nombres a dos hombres escogidísimos: a Ausés, sucesor suyo en la jefatura, al que llamó Jesús cambiándole el nombren, y a su propio hermano Aarón, añadiéndole el nombre de Ungido29; de esta manera, por medio de estos dos hombres eximios, representaba la potestad regia y la potestad pontifical que habían de estar unidas en el Jesucristo único que habría de venir. Pues Cristo es sumo pontífice a semejanza de Aarón, si es verdad aquello de que "tampoco Cristo se apropió la gloria del Sumo Sacerdocio, sino que la tuvo de quien le dijo: ... Tú eres sacerdote para siempre, a semejanza de Melquisedec" (Hebr 5:5-6). Y en muchas cosas fue imagen de él, Josué, hijo de Nun30, pues la jefatura sobre el pueblo tuvo su comienzo en el Jordán31, donde también Cristo comenzó a evangelizar una vez recibido el bautismo (Mt 3:13). El hijo de Nun hizo doce partes de toda la herencia (Jos 14:1-5) yJ esús envió a doce apóstoles de la verdad como predicadores a todo el mundo (Mt 10). Como imagen (de Jesús), protegió él (Josué) a la prostituta que había creído (Jos 2:1 ss; 6:17 cf. Hebr 11:31). Pero el verdadero32 exclama: "En verdad os digo que los publicanos y las rameras llegan antes que vosotros al Reino de Dios" (Mt 21:31). Ante el clamor de la alegría, aunque aquello sólo era imagen, se derrumbaron las murallas de la ciudad de Jericó (Jos 6:20), y por la palabra de Jesús: "No quedará aquí piedra sobre piedra" (Mt 24:2), cayó lo que a nosotros se opone, el templo de los judíos. Y no porque la sentencia de Jesús fuese causa del derrumbe, sino que esta caída la provocó el pecado de los impíos.

Jesús, Salvador, llamado así por el ángel

12. Unico es el Señor Jesucristo, nombre admirable indirectamente anunciado por los profetas. Pues dice el profeta Isaías: "Mira que viene tu salvación; mira, su salario le acompaña" (Is 62:11)33. Pero Jesús, en hebreo, significa "salvador"; sin embargo, la gracia otorgada a los profetas, previendo el torcido sentimiento de los judíos hacia la destrucción del Señor, les ocultó la verdadera denominación para que no pudiesen, conociéndolo demasiado pronto, estar al acecho contra él de manera más insidiosa. Pero Jesús fue llamado claramente de ese modo, no por todos, sino por el ángel, que no vino por su iniciativa, sino por la autoridad de Dios, y dijo a José: "No temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombra Jesús" (Mt 1:20-21). Y al dar razón de este nombre, añadió de modo inmediato: "Porque él salvará a su pueblo de sus pecados" (1:21b). Pero has de entender cómo puede tener un pueblo quien todavía no ha nacido, y es que en realidad ya existía antes de nacer. Esto es lo que de su persona dice el profeta: "Yahvé desde el seno materno me llamó: desde las entrañas de mi madre recordó mi nombre" (Is 49:1)34. Por eso predijo el ángel que habría de ser llamado Jesús. Como también deben entenderse de las insidias de Herodes estas palabras: "En la sombra de su mano me escondió" (Is 49:2).

El Salvador que sana

13. Así pues, "Jesús" significa en hebreo "salvador," y en la lengua griega, "el que sana"35. En realidad él es médico de las almas y los cuerpos, y sanador de los espíritus: cura a los que están ciegos en sus ojos sensibles, pero lleva también la luz a las mentes: es médico de los que están visiblemente cojos, y dirige también los pies de los pecadores a la conversión cuando dice al paralítico: "No peques más" (Jn 5:14) y: "Toma tu camilla y anda" (5:8)36. Pues ya que a causa del pecado del alma había sido entregado el cuerpo a la parálisis, sanó primero el alma para llevar también después la medicina al cuerpo. Por tanto, si la mente de alguien está agarrotada por la enfermedad de los pecados, tiene ahí médico. Pero si alguien es de poca fe, dígale: "Ayuda a mi incredulidad" (Mc 9:23). Y si alguien está plagado de enfermedades corporales, no desconfíe, sino acérquese, que también recibirá remedio, y reconozca que Jesús es el Mesías.

Eternidad e inmutabilidad del sacerdocio de Cristo

14. Los judíos conceden que Jesús es algo más, pero niegan que sea el Mesías. Por ello dice el Apóstol: "¿Quién es el mentiroso sino el que niega que Jesús es el Cristo (1 Jn 2:22)?" Pero Cristo es el sumo sacerdote con un sacerdocio intransferible37. No comenzó en el tiempo a ser sacerdote ni tiene sucesor alguno en su pontificado, tal como nos oísteis hablando el domingo en la asamblea33 sobre aquello de "según el orden de Melquisedec" (Sal 110:4; cf. Hebr 5:6)39. No ha obtenido el pontificado por sucesión corporal ni ha sido ungido con óleo terreno40, sino que procede del Padre antes de los siglos; y es tanto más excelente que otros cuanto ha sido Sacerdote a través de un juramento: "Pues los otros fueron hechos sacerdotes sin juramento, mientras éste lo fue bajo juramento por Aquel que le dijo: "Juró el Señor y no se arrepentirá..."" (Hebr 7:20b-21a). Para la seguridad del asunto bastaba con la voluntad del Padre. Pero esta seguridad se ha duplicado al añadirse a la voluntad además un juramento: "Para que mediante dos cosas inmutables por las que es imposible que Dios mienta, nos veamos más poderosamente animados" (Hebr 6:18)41 quienes acogemos a Jesucristo Hijo de Dios.

Pese a los anuncios, Cristo fue rechazado

15. A este Cristo le rechazaron los judíos cuando llegó42, pero lo confesaron los demonios (cf. Lc 4:41). Tampoco lo ignoraba el patriarca David cuando decía: "Aprestaré una lámpara a mi ungido" (Sal 132,17). Algunos han entendido esta lámpara como el esplendor de la profecía; otros han entendido por esta lámpara la carne tomada de la Virgen, según aquello que dice el apóstol: "Llevamos este tesoro en vasos de barro" (2 Cor 4:7). No desconocía a Cristo el profeta al decir: "Anunciando a los hombres a su Cristo" (Am 4:13 LXX). También lo había conocido Moisés, lo había conocido Isaías y también Jeremías: ninguno de los profetas lo desconoció. Lo reconocieron incluso los mismos demonios. "Les conminaba," y, se añade, "porque sabían que él era el Cristo" (Lc 4:41). Los príncipes de los sacerdotes lo ignoraron, pero lo confesaron los demonios. Mientras los príncipes de los sacerdotes le desconocían, lo anunciaba la mujer samaritana diciendo: "Venid a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será el Cristo?" (Jn 4:29).

Universalidad del cristianismo

16. Este Jesucristo es el "Sumo Sacerdote de los bienes futuros" (Hebr 9:11), que por la largueza de su divinidad nos comunicó a todos su mismo nombre. Cuando alguien es rey, no comunica a los demás la denominación de su dignidad regia. Pero Jesús, el Cristo, Hijo de Dios, se dignó denominarnos con el nombre de cristianos. Verdaderamente, dirá alguno, se trata de algo nuevo. Este nombre de "cristianos" no se había oído anteriormente, y a veces se despierta oposición a las cosas nuevas simplemente por el hecho de ser nuevas. De esto trató el profeta al decir: "A sus siervos les dará un nombre nuevo tal que quien desee ser bendecido en la tierra deseará serlo en el Dios del Amén..." (Is 65:15-16)43. Preguntemos a los judíos: ¿servís a Dios o no? Mostradme, si acaso, vuestro nuevo nombre. Pues en tiempo de Moisés y de los demás profetas erais llamados judíos e israelitas, e igualmente después del retorno de Babilonia y hasta nuestros días. ¿Tenéis acaso un nuevo nombre? Pero nosotros, sirviendo al Señor, tenemos un nombre nuevo: y es realmente nuevo, nombre nuevo que "será bendecido sobre la tierra": este nombre ha arrebatado toda la tierra, como quiera que los judíos están limitados a los confines de una sola región, pero los cristianos están extendidos por todo el mundo. Lo que ellos anuncian es el nombre del Hijo unigénito de Dios.

Pablo, anunciador del Evangelio tras haber perseguido a los cristianos

17. ¿Quiéres saber que los apóstoles conocieron y anunciaron el nombre de Cristo, y que más bien tuvieron en sí mismos al mismo Cristo? Pablo dice a sus oyentes: "... ya que queréis una prueba de que habla en mí Cristo" (2 Cor 13:3). Pablo anuncia a Cristo diciendo: "No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor, y a nosotros como siervos vuestros por Jesús" (2 Cor 4:5). Pero, ¿quién es el que así habla? El que anteriormente era perseguidor. ¡Oh gran milagro! El que antes fue perseguidor anuncia ahora a Cristo. ¿Y por qué razón? ¿Ganado por el dinero? Pero no había nadie que lo persuadiese con tales artes. ¿O acaso lo había visto personalmente en la tierra y actuaba impulsado por reverencia y pudor? En realidad ya había marchado al cielo. El (Pablo) había partido como perseguidor y, luego de tres días en Damasco, el que se dedicaba a perseguir se convierte en su pregonero (Hech 9:1-25). ¿En virtud de qué? Algunos citan testigos de su casa para cosas familiares, pero yo te he traído como testigo a quien antes había sido enemigo. ¿Todavía tienes dudas? Grande es ciertamente el testimonio de Pedro y Juan, pero podría considerarse con cierta sospecha, pues eran familiares (de Cristo). Pero cuando quien antes era enemigo ahora afronta la muerte en favor del mismo asunto, no hay ya lugar para dudar acerca de la verdad.

Conversión de Pablo a Jesucristo. Fecundidad de su actividad escritora

18. Mientras se habla de estas cosas, sorprende gratamente el admirable designio del Espíritu Santo de que fuesen muy escasas en número las cartas de los demás, pero concedió a Pablo, que anteriormente había sido perseguidor, que escribiese catorce. Y no es que restringiese esa gracia en Pedro yJuan, como si fuesen menores. Nada de eso, sino que para afirmar la autoridad indudable de la doctrina, a quien antes había sido enemigo y perseguidor le concedió escribir ampliamente para que así tuviésemos todos una fe cierta. Ciertamente todos se asombraban de Pablo y decían: "¿No es éste el que en Jerusalén perseguía encarnizadamente a los que invocaban ese nombre, y no ha venido aquí con el objeto de llevárselos a todos a los sumos sacerdotes?" (Hech 9:21). "No os asombréis," dice Pablo, sé que para mí "es duro dar coces contra el aguijón" (Hech 26:14)44. Sé que "no soy digno de ser llamado apóstol, por haber perseguido a la Iglesia de Dios" (I Cor 15:9), pero "por ignorancia" (I Tim 1:13). Pues creía que la predicación de Cristo era la ruina de la Ley: no sabía que él había venido a cumplir la Ley, no a anularla (cf. Mt 5:17). "Y la gracia de nuestro Señor sobreabundó en mí" (I Tim 1:14).

Innumerables testimonios y testigos de Cristo

19. Queridos, hay muchos testimonios acerca de Cristo45. Desde el cielo testifica el Padre acerca del Hijo (cf. Mt 3:17; 17:5); testifica el Espíritu Santo descendiendo corporalmente bajo el aspecto de paloma (Lc 3:22); testifica el arcángel Gabriel anunciando el evangelio a María (Lc 1:26-38); testifica la Virgen madre de Dios (ibid.); testifica el lugar dichoso del pesebre (Lc 2:7). Es testigo Egipto, que acogió en cuerpo al Señor cuando era todavía un niño muy pequeño. Es testigo Simeón, que lo tomó en brazos y dijo: "Ahora, Señor, puedes según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz, porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos" (cf. Lc 2:28-31). Y Ana, la profetisa, continente (y viuda)46 piadosísima y que llevaba una vida ascética, testifica igualmente de él (Lc 2:36-38). Testifica Juan Bautista, el mayor de los profetas (Jn 1:15; 1:19 ss) y el primero del Nuevo Testamento, que en cierto modo conecta en sí ambas Alianzas, la antigua y la nueva47. Entre los ríos es testigo el Jordán, entre los mares, el de Tiberíades. Dan testimonio los ciegos, los cojos, los muertos llamados de nuevo a la vida. Los demonios dan testimonio diciendo: "¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret?.. Sé quién eres tú: el Santo de Dios" (Mc 1:24). Testifican los vientos refrenados por su poder (Mt 8:23-27); testifican los cinco panes repartidos entre cinco mil hombres (Mt 14:13-21). Lo testifica el santo leño de la cruz, que se contempla entre nosotros hasta el día de hoy y que ha llenado casi todo el mundo con los trozos que algunos, por su fe, han cogido de él. Testifica en el valle la palmera que proporcionó las palmas a los niños que en su momento acogieron con alabanzas a Cristo (Jn 12:13). Da testimonio Getsemaní como mostrando también todavía a Judas a quienes entienden lo sucedido (Mt 26:47 ss). Este santo monte, el Gólgota, destacando sobre los demás, también testifica al dejarse ver; también dan testimonio el santo sepulcro y la piedra junto a él colocada hasta el día de hoy (cf. Mt 27:60). El sol que está ahora luciendo es testigo por haber experimentado un eclipse en la pasión. Testigo fueron también las tinieblas que en aquella ocasión se extendieron desde la hora sexta hasta la hora nona (Lc 23:44). Testigo es la luz que iluminó desde la hora nona hasta la tarde. Testigo es el monte santo de los Olivos desde el cual ascendió al Padre (Hech 1:912). Testigos también las nubes de tormenta que acogieron al Señor48. Igualmente las puertas celestiales que acogieron al Señor, de las que dice el salmista: "¡Alzaos, puertas, alzad los dinteles, puertas eternas, para que entre el rey de la gloria!" (Sal 23:7). Testifican asimismo quienes con anterioridad habían sido enemigos, de los que ahora hay que recordar al bienaventurado Pablo, que por un cierto tiempo vivió en la enemistad, pero (después) ejerció su ministerio de modo duradero. Testifican los doce apóstoles, que no sólo con palabras predicaron sino también con sus propios tormentos y su muerte. Testifica la sombra de Pedro, que en nombre de Cristo sanaba a los enfermos (Hech 5:15); testifican los pañuelos y los mandiles, que a través de Pablo realizaban igualmente curaciones con el poder de Cristo. Son testigos los persas, los godos y todos los convertidos de los gentiles que no dudan en enfrentarse a la muerte por aquel49 a quien no vieron con los ojos de la carne. Testifican los demonios, exorcizados hasta el día de hoy por el servicio de los fieles.

Con tantos testigos la fe se hace evidente

20. Muchos, diversos y diferentes son los testigos. ¿Se rehusará, pues, la fe a un Mesías comprobado por tantos testimonios? Si alguien, por consiguiente, no ha creído ya antes, crea ahora; pero si ya creyó, reciba un mayor incremento de fe: creyendo en nuestro Señor Jesucristo, sepa de quién recibe la forma de llamarla. Has sido llamado cristiano: que no sea blasfemado por tu causa nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios, sino que tus buenas obras resplandezcan ante los hombres, para que los hombres que las vean glorifiquen en Cristo Jesús, Señor nuestro, al Padre que está en los cielos (Mt 5:16), a quien sea la gloria ahora y por lo siglos de los siglos. Amén.

1. Las catequesis dan ahora un importante giro hacia la persona de Jesucristo haciendo ver que es en él en quien se cumplen las mismas Escrituras de la Antigua Alianza, en una línea semejante, por ejemplo a lo que se expone en la célebre predicación kerigmática de Pablo en Antioquía de Pisidia: "También nosotros os anunciamos la Buena Nueva de que la Promesa hecha a los padres, Dios la ha cumplido en nosotros, los hijos, al resucitar a Jesús, como está escrito en los salmos: "Hijo mío eres tú; y yo te he engendrado hoy"" (Hech 13:33; cf. su contexto). La cita que hace aquí Hech es de Sal 2:7, pasaje al que hace referencia estricta, de carácter plenamente cristocéntrico, el núm. 2 de la presente catequesis.

2. Cf. sobre la interpretación cristológica de este salmo el final de la nota anterior. Pero es todo el salmo el que debe entenderse cristológicamente, especialmente por lo que se refiere al drama de la pasión y al señorío mesiánico. Eso es lo que explica su frecuentísima utilización en los escritos del Nuevo Testamento.

3. Para toda la alegoría del Buen Pastor cf Jo 10:1-21.

4 Con ello se admite la interpretación cristológica del "león de Judá": el Mesías tenía que ser, y Jesús lo es de hecho, de la tribu de Judá. Cf. el importante texto de Apoc 5:5: "No llores; mira, ha triunfado el León de la tribu de Judá, el Retoño de David; el podrá abrir el libro y sus siete sellos."

5. Mt 21:42 par, en la parábola de los viñadores homicidas, afirma expresamente que Cristo es la "piedra angular" rechazada al menos por una parte de quienes debían haberle acogido en primer lugar. Con ello también las palabras de Sal 118:22 se interpretan en clave cristológica. Casi más explícito todavía es Hech 4:11.

6. "Christós" es un adjetivo verbal griego, que significa "ungido" y traduce el hebreo "Mesías," del mismo significado. Cuando Mt 1:16 habla de "Jesús, llamado Cristo" está queriendo indicar que en Jesús se ha reconocido al Mesías aguardado desde toda la historia de salvación que Dios ha establecido desde los siglos con toda la humanidad, pero concretándose en la historia de Israel. En Cristo ha puesto Dios su Espíritu (cf. Is 42:1). Jesús de Nazaret es aquel a quien "Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder," según la versión que de Is 61:1 ofrece Hech 10:38. Según Lc 4:17-21, Jesús interpreta Is 61:1-2 viendo cumplidas en sí mismo las palabras de Isaías. Por todo ello es Jesús la personificación y presencia más explícitas y claras de Dios en el mundo. Jesús es, pues, de manera definitiva el "Cristo," "Mesías," "ungido" de Dios para la salvación del hombre.

7. Apoc 1:18; Jesús, al manifestarse, se presenta como "el que vive; estuve muerto, pero ahora estoy vivo por los siglos de los siglos."

8. Mt 24:30, sobre la venida definitiva del Hijo del hombre al fin de los tiempos: "Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo-del-hombre, y entonces se golpearán el pecho todas las razas de la tierra y verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria." La imagen del "Hijo del hombre" es de carácter apocalíptico, es decir, como descripción de contornos es borrosa; pero el término, empleado en Dn 7:13-14 sirve, precisamente en su imprecisión, para manifestar algo que va bastante más allá de su sentido literal. La excelente nota de la Biblia de Jerusalén a Dn 7:13 habla de un sentido de la expresión "Hijo del hombre" a la vez colectivo e individual (basándose en Dn 7:18-22) puesto que "el Hijo de hombre se identifica de algún modo con los santos del Altísimo: pero el sentido colectivo (igualmente mesiánico) prolonga el sentido personal, ya que el Hijo de hombre es a la vez la cabeza, el representante y el modelo del pueblo de los santos." Y añade la misma nota: "Por eso pensaba San Efrén que la profecía se refiere en primer lugar a los judíos (los Macabeos), luego, por encima de ellos, y de una manera perfecta, a Jesús." Por todos estos motivos puede quizá decirse que el titulo de Hijo de hombre o del hombre, aplicado a Jesús, es útil para indicar, en Jesucristo, la imagen definitiva del hombre, de su realidad y de su historia. A estas especulaciones bíblicas sobre antropología cristiana no son probablemente ajenas las afirmaciones de I Cor 15:47: "El primer hombre, salido de la tierra, es terreno, el segundo, viene del cielo."

9. Cf más abajo, núms. 5 y ss.

10. Cf. Mt 1:21: "... tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados."

11. Cf. más abajo, núms. 11 y 13.

12. El tema se expone en una gran parte de la cat. 11.

13. Vid. cat. 11, núm. 22.

14. Según lo dicho en la nota 6, la traducción podría ser "el Mesías Señor."

15. Lc 2:11; "Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador que es el Cristo Señor."

16. Es el tema de la preexistencia del Hijo y su misma igualdad de naturaleza divina con el Padre lo que ahora se aborda.

17. Gén 19:24. El hecho de mencionarse dos veces a Yahvé, el Señor, lo interpreta Cirilo como una referencia conjunta a Padre e Hijo.

18. Es realmente curioso, pero al tiempo extremadamente importante, que, por ejemplo, en el citado Hebr 11:26 pero también en otros textos anteriores o que seguirán, se ponen en relación con el acontecimiento Cristo numerosos textos del Antiguo Testamento. Esto contribuye a una auténtica unificación cristocéntrica de la Escritura.

19. Cf. toda la catequesis 12 sobre la encarnación de Cristo.

20. El texto de la catequesis ha parafraseado en algunos momentos las frases citadas del Exodo.

21. El razonamiento es semejante al de Mt 22:41-46 par. Cf. el párr. 9 de esta misma catequesis.

22. Según nuestro conocimiento actual de la situación redaccional se trata, de acuerdo con la cita que se aduce, de versículos anteriores del Éxodo.

23. Cf. cat. 7, núm. 2.

24. Se rechaza así la imagen subordinacionista del Hijo (un ser sometido al Padre como si no fuese de su misma naturaleza) y, sobre todo se excluye la idea adopcionista, la del Hijo como si Jesús hubiese llegado a ser adoptado como Hijo en algún momento de su historia (por ejemplo, en el bautismo en el Jordán). Una vez más se deja aquí sentir el influjo aclaratorio del concilio de Nicea acerca de la igualdad de naturaleza entre el Padre y el Hijo.

25. En ocasiones los Padres de la Iglesia han interpretado Is 19:1, donde en un oráculo contra Egipto se presenta a Yahvé en contra de los ídolos de este país, como afirmación acerca de Cristo, que con su viaje a Egipto en su infancia (cf. Mt 2:13 ss) habría destruido a los ídolos allí existentes. Cf. datos sobre estas afirmaciones patrísticas en PG 33,674, nota 5.

26. La nota de la que tomaba pie la catequesis.

27. El nombre de Jesús, salvador, es hebreo. Cristo, del griego christós, ungido. El griego es traducción del hebreo Messiáh, castellanizado "Mesías"). La función sacerdotal de Cristo es resaltada de modo especial en este párrafo 11.

28. "Ausés" es una transcripción probablemente errónea de "Nave," forma con que a veces se ha transcrito a su vez el nombre de Nun, el padre de Josué (cf. Jos 1:1: "Josué, hijo de Nun y ayudante de Moisés"). Teniendo en cuenta que en algunas versiones griegas de la Biblia se transcribe "Josué" como "Jesús," puede entenderse la referencia del nombre "Ausés’’ y por qué afirma el texto de la catequesis que los nombres de "Jesús," el "Cristo," ya se dan en el Antiguo T estamento.

29. Sobre la investidura sacerdotal de Aarón y sus hijos, cf Lev 8.

30. En el texto griego original se lee "Jesús de Nave" (cf. lo expuesto en nota 28), aunque con las variantes "hijo de Nave" o "Jesús, hijo de Nave."

31. El paso del Jordán por el pueblo es el primer episodio notable del liderazgo de Josué (cf Jos 3-4).

32. Aquel a quien la imagen se refiere, Jesús.

33. La versión de Cirilo, más apropiada a sus propósitos didácticos y apoyándose en los LXX, personifica la frase: "Mira que viene tu salvador. Pero, en cualquiera de las versiones, el oráculo de Isaías puede contener una referencia cristológica.

34. Is 49:1 contiene el comienzo del segundo de los cantos del Siervo de Yahvé, anteriormente mencionados. Cirilo aplica las frases transcritas a Jesús en el instante mismo de la encarnación, por el anuncio del ángel, en el seno de Maria.

35. Conforme la etimoligía hebrea es clara, la griega, es mucho más discutible, puesto que no existe relación entre el griego lesous, transc ripción del hebreo, y el también griego iatrós, médico, de origen diferente.

36. Cf. Cirilo de Jerusalen, Homilía in paralyticum iuxta piscinam iacentem, núms. 13, 17, 18 (PG 33,1 145-1.148:1.149-1.152).

37. Desde el sentido estricto de las palabras, el "sacerdocio" y la palabra "sacerdote" sólo se dicen de Cristo en el Nuevo Testamento. El sacerdocio de Cristo es único, como única es también la acción salvífica por la que Dios ha rescatado a los hombres de su situación "de una vez por todas," según la repetida y central insistencia de la carta a los Hebreos (cf. Hebr 7:27). Esta afirmación coincide también con la de que Cristo es el único mediador (I Tim 2:5). Para la designación de distintos grados del ministerio ordenado, el Nuevo Testamento utiliza más bien las expresiones de "episcopos," presbítero y diácono.

38. Probable alusión a alguna homilía de la que no hay transcripción o al menos no se conserva.

39. CL Hebr 5:5-6: "De igual modo, tampoco Cristo se apropió de la gloria del Sumo Sacerdocio, sino que la tuvo de quien le dijo: Hijo mio eres tú; yo te he engendrado hoy (cf Sal 2:7). Como también dice en otro lugar: Tú eres sacerdote para siempre, a semejanza de Melquisedec" (Sal 110:4). En un mismo párrafo se unen, pues, la generación y el sacerdocio eternos del Hijo.

40. Cf. cat. 11, núms 1 y 15

41. El párrafo, de razonamiento algo complejo, habla de la certeza de la salvación apoyada en el doble motivo de que Dios hizo una promesa al padre de la fe, Abraham (Gén. 12:1 ss). Pero también Abraham "recibió la señal de la circuncisión como sello" (Rm 4:11, cf Gn 17:11 ss). La promesa de Dios y el sello de la misma constituyen la doble seguridad que es para el cristiano 1) el proyecto de Dios en Cristo y 2) el sello bautismal.

42. Como una de las expresiones más compendiosas de esta afirmación, cf Jn 1:11, pero el rechazo deJesús está presente en todas las páginas del evangelio de Jn, en los sinópticos (cf. todo lo que es, en general Mt 20-23) o en la síntesis paulina sobre el puesto de Israel en la historia de la salvación, Rom 9-11.

43 Al transcribir la cita de Is, se ha preferido la versión de la Biblia de Jerusalén.

44. El "no os asombréis" no pertenece al texto de los Hechos, sino que es redaccional.

45. Cf. como testimonio acerca de la muerte y resurrección lo que se recoge en cat. 13, n. 38 s. y en cat. 14, no. 22-23.

46. "Continente" es el nombre dado en la antigüedad cristiana a los que practicaban en castidad la continencia por el Reino de los Cielos.

47. Juan Bautista pertenece todavía a la antigua Alianza, pero es precursor del Mesías, que desea ser bautizado por él (Mt 3:13) Lc 7:28 sitúa perfectamente a Juan en su puesto en la historia de la salvación: "Os digo (en boca de Jesús): Entre los nacidos de mujer no hay ninguno mayor que Juan; sin embargo, el más pequeño en el Reino de Dios es mayor que él."

48. Probable alusión algo literaria a Hech 1:9.

49. Cristo.

 

XI. El Hijo Unigénito de Dios.

Sobre las palabras (del Símbolo): "Hijo unigénito de Dios, nacido del Padre, Dios verdadero antes de todos los siglos, por quien todo fue hecho." Se parte de Hebr 1:1 ss: "Muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo..."1.

Cristo, superior a todos los demás ungidos como Hijo único y eterno de Dios Padre

1. Con lo que ayer os dijimos se explica suficientemente, por nuestra parte, que esperamos en Jesucristo. Pero no hay que creer en Jesucristo en un modo simple y vulgar, ni hay que aceptarlo como a uno cualquiera de los muchos que, de modo abusivo, han sido llamados "Cristos">. Ellos eran "cristos" como tipo e imagen, pero es éste el verdadero Cristo, que no fue escogido de entre los hombres y promovido al sacerdocio, sino que recibió del Padre eterno la dignidad sacerdotal. Por eso la fe nos advierte que no pensemos que se trata de uno cualquiera de los "cristos" (ungidos) corrientes: a la confesión de fe se añade que creemos "en un solo Señor Jesucristo, hijo único de Dios."

Hijo de Dios Padre por naturaleza

2. Cuando oyes hablar del Hijo, no pienses en la adopción, sino en un Hijo por naturaleza, Hijo Unigénito que no tiene ningún otro hermano. Por eso se le llama Unigénito, porque no tiene ningún hermano en la dignidad de la deidad y en la generación paterna. Pero no le llamamos Hijo de Dios por nuestro propio impulso, sino porque el Padre mismo le dio el nombre de Hijo, y es verdadero el nombre que los padres ponen a los hijos.

Pedro, en nombre de los apóstoles, reconoce a Jesús como Hijo de Dios

3. Nuestro Señor Jesucristo se revistió en aquel entonces de la naturaleza humana, pero esto era desconocido de muchos. Cuando él, sabiendo que se ignoraba, lo quería enseñar, reuniendo a los discípulos les preguntaba: "¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?" (Mt 16:13). No buscaba una gloria efimera,sino que deseaba decirles la verdad para que no sucediese que, estando ellos conviviendo con el Hijo unigénito de Dios, y Dios mismo, le despreciasen como a un simple hombre. Cuando ellos dicen: "... unos, que Elías; otros, que Jeremías" (16:14), es como si les respondiera: tienen excusa los que no lo saben pero vosotros, que sois apóstoles y curáis leprosos en mi nombre, expulsáis demonios y devolvéis a muertos a la vida, debéis saber quién es aquel por quien realizáis esas maravillas. Cuando todos se mostraban reticentes (pues esta realidad excedía las fuerzas humanas), Pedro no utilizó palabras propias ni razonamientos humanos, sino que, inundado de luz en su mente iluminada por el Padre, le dice: "Tú eres el Cristo" (Mt 16:16), añadiendo: "El Hijo de Dios vivo" (ibid.). E inmediatamente se añade una declaración de bienaventuranza, conformada con la afirmación de que era una revelación procedente del Padre. Pues dice el Salvador: "Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos (16:17). Así pues, quien reconoce a nuestro SeñorJesucristo como Hijo de Dios, es hecho partícipe de la bienaventuranza; pero quien niega al Hijo de Dios se hace infeliz y desgraciado3.

Hijo en todo semejante al Padre

4. Cuando se le llama Hijo, no pienses que se trata de una exageración, sino que es hijo verdaderamente, por naturaleza, sin un comienzo. No ha pasado de la servidumbre a la adopción, sino que es Hijo engendrado desde toda la eternidad, mediante un proceso de generación inescrutable e inabarcable. De un modo semejante, cuando oyes hablar de "primogénito" (cfr. Hebr 1:6), no lo entiendas al modo humano, pues los hombres tienen además otros hermanos, y en algún lugar está dicho: "Israel es mi hijo, mi primogénito" (Ex 4:22). Pero así como Rubén fue despojado de su honor de primogénito de Jacob por haberse introducido en el lecho de su padres, también Israel crucificó al Hijo arrojándolo de la viña de Dios Padre (Mt 21:39 ss)4. Y a otros la Escritura dice: "Hijos sois de Yahvé vuestro Dios" (Dt 14:1). Y, en otro lugar: "Yo había dicho: "¡Vosotros, dioses sois, todos vosotros, hijos del Altísimo!"" (Sal 82:6)6. Pone: "Dije," y no: "He engendrado." Pues ellos recibieron por la voz y la palabra de Dios la adopción que no tenían. Pero él (el Mesías) no pasó de ser una cosa a convertirse en otra, sino que desde un principio nació como Hijo del Padre existiendo antes de cualquier comienzo y antes de los siglos. Es Hijo del Padre en todo semejante a su progenitor; eterno del Padre eterno, engendrado como vida de la vida, luz de luz, verdad de la verdad, sabiduría de la sabiduría, Rey de Rey, Dios de Dios, potestad de potestad.

Generación eterna del Hijo

5. Cuando oigas el Evangelio que dice: "Libro de la generación de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham" (Mt 1:1), entiende esto en lo referente a la carne. Pues es realmente hijo de David para siempre, pero es Hijo de Dios antes de todos los siglos y sin un principio7. Y asumió realmente lo que no tenía8, pero lo que tiene lo tiene desde la eternidad como engendrado del Padre. Tiene dos padres: uno, David, según la carne; el otro, según la divinidad, Dios Padre. Aquello que tiene de David está sometido al tiempo, puede constatarse y es un linaje que se puede detallar, pero lo que procede de la divinidad no está sometido al tiempo ni al espacio, ni tiene una ascendencia de la que se pueda dar cuenta:"De su ascendencia, ¿quién se preocupa?"9. Dios es espíritu, y lo que es espíritu se engendra espiritualmente, de modo incorpóreo sin que pueda rastrearse linaje alguno. El mismo Hijo dice del Padre: "El me ha dicho: "Tú eres mi Hijo; yo te he engendrado hoy..."" (Sal 2:7). Ese "hoy" no expresa algo reciente, sino eterno. Es un "hoy" sin tiempo, antes de todos los siglos: "... Desde el seno antes de la aurora te he engendrado" (Sal 110:3, versión clásica griega).

Creer en el Hijo de Dios

6. Cree, por tanto, en Jesucristo Hijo de Dios vivo, Hijo unigénito, según el Evangelio, que dice: "Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna" (Jn 3:16). Y, a su vez: "El que cree en él (el Hijo) no es juzgado" (3:18), sino que ha "pasado de la muerte a la vida" (I Jn 3:14). Pero "el que rehúsa creer en el Hijo, no verá la vida, sino que la cólera de Dios permanece sobre él" (Jn 3:36), "porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios" (Jn 3:18). De él daba testimonio Juan diciendo: "Hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad" (Jn 1:14). Con temor ante él decían los demonios: "¿Qué tengo yo contigo, Jesús, Hijo de Dios Altísimo" (Mc 5:7; cf. Lc 4:34).

El Padre engendra al Hijo en la suma perfección 10

7. Por consiguiente, el Hijo de Dios lo es por naturaleza y no por adopción, engendrado por el Padre. Pero el que ama al que le engendró ama también a quien él ha engendrado. Pero quien desprecia al engendrado por él transmite su afrenta a su progenitor. Y cuando oigas hablar de que Dios engendra, no andes pensando en la generación corporal, ni pienses en una reproducción que entraña corrupción, no sea que vayas a caer en la impiedad. "Dios es espíritu" (Jn 4:24) y su generación es espiritual; pues los cuerpos, por su parte, engendran cuerpos y en la generación corporal debe haber un transcurso de tiempo.

Sin embargo, en la generación del Hijo desde el Padre no hay ningún intervalo temporal. Además, cuando se engendra algo, es engendrado como realidad imperfecta; sin embargo, el Hijo de Dios ha sido engendrado como perfecto: existiendo en la actualidad, existe desde el principio, nació sin un comienzo. De ese modo nacemos nosotros, pasando después de la ignorancia infantil al uso de razón: imperfecto es, oh hombre, tu nacimiento, aunque se produce un crecimiento mediante sucesivos añadidos. Pero en el caso que nos ocupa no pienses nada semejante ni te venga a la mente debilidad alguna del progenitor, (como si dijeses): engendró a alguien imperfecto que, pasando el tiempo, logró la perfección. Al progenitor lo acusas de debilidad al decir que lo que después fue concedido por el transcurso del tiempo no se había dado, según tu parecer, desde el principio.

8. No creas, por tanto, que se trata de una generación humana ni semejante a como Abraham engendró a Isaac. Pues Abraham no engendró a Isaac porque quisiese, sino porque alguien distinto a él se lo concedió. Cuando es Dios y Padre el que engendra, no hay en ello ignorancia ni tampoco deliberación. Y decir que no sabía lo que engendraba es una impiedad grandísima. Decir también que estaba sopesando las circunstancias y que luego comenzó a ser padre es también impiedad de la misma categoría: pues no es que Dios existiese primeramente sin hijos y que después, en un momento determinado, llegase a ser padre, sino que siempre ha tenido al Hijo. Lo engendró, no al modo como los hombres generan a los hombres, sino como lo conoció únicamente él, el que lo engendró antes de todos los siglos como Dios verdadero.

9. Al ser, pues, el verdadero Dios Padre, engendró un Hijo, Dios verdadero, semejante a él. Y no como los maestros tienen discípulos, es decir, tampoco al modo como Pablo dice a algunos: "He sido yo quien, por el Evangelio, os engendró en Cristo Jesús" (I Cor 4:15). Pues quien no era hijo por naturaleza ha llegado a serlo como discípulo. Pero en el caso que nos ocupa se trata de un hijo por naturaleza, de un verdadero hijo. Tampoco como vosotros, los que vais a ser iluminados, sois hechos ahora hijos de Dios; pues también vosotros sois hechos hijos, pero en adopción por gracia, según lo que está escrito: "A todos los que lo recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Ellos no nacieron de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de hombre, sino que nacieron de Dios" (Jn I, 12-13)11. Y nosotros nacemos ciertamente del agua y del Espíritu (cf. Jn 3:5), pero no es así como Cristo ha nacido del Padre. Recuérdese que en el momento del bautismo la voz dijo: "Este es mi hijo" (Mt 3:17; cf. 17:5), y no: "Este ha sido hecho ahora Hijo mío." Al decir "Este es mi Hijo," declaraba que ya era Hijo antes de realizarse el bautismo.

10. El Padre no engendró al Hijo como la mente genera en los hombres la palabra. Pues en nosotros la mente es algo subsistente, pero la palabra que se pronuncia se pierde en el aire. Nosotros hemos sabido, sin embargo, que Cristo nació no simplemente como una palabra que se pronuncia, sino como Palabra subsistente y viva, no proferida y difundida con los labios, sino engendrada desde el Padre eterno de modo inefable y con una sólida subsistencia12. "En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba con Dios y la Palabra era Dios" (Jn 1:1), sentado a la derecha (cf. Sal 110:1). Palabra que entiende la voluntad del Padre, Palabra que todo lo construye según su beneplácito, Palabra que baja y asciende (cf. Ef 4:10)13. Pero una palabra, cuando se profiere, no baja y sube al pronunciarla, sino que se expresa diciendo: "Yo hablo lo que he visto donde mi Padre" (Jn 8:38). Es una Palabra llena de autoridad y que ejerce su dominio sobre todas las cosas, pues el Padre ha entregado todo al Hijo (cf. Jn 13:3 y Mt 11:27)14.

11. Lo engendró el Padre, pero no como alguno lo entendió, sino como él solo sabe15. Pues no nos abrevemos a explicar cómo lo ha engendrado. Sólo podemos hablar de cómo no ha sido dicha generación. Es cierto que el Hijo procede del Padre, aunque también toda la naturaleza engendrada o creada. "Pregunta a la tierra y te lo dirá" (Job 12:8 hebr.). Aunque interrogues a todas la cosas que hay sobre la tierra, no te lo podrán decir. Y es que el globo terráqueo no puede explicar quién es su modelador ni su artífice. Y no sólo la tierra lo ignora, sino que también el sol lo desconoce. Pues el sol fue creado el cuarto día sin saber qué había sido creado en los tres días anteriores. Pero quien desconoció lo que se hizo en los tres días anteriores a él, no puede evidentemente decir quien fue el autor. Tampoco lo dirá el cielo, pues éste fue puesto por Cristo, por voluntad del Padre, como si fuese una humareda. Tampoco los cielos de los cielos ni las aguas que están sobre los cielos serán quienes lo cuenten. ¿Por qué, pues, te lamentas, oh hombre, de no saber lo que los mismos cielos ignoran? Y no son sólo los cielos los que ignoran esta generación, sino que incluso no lo saben las criaturas angélicas. Si alguien -suponiendo que fuese posible- subiese al primer cielo y, al observar el lugar de los ángeles que allí habitan16, acercándose, preguntase cómo Dios ha engendrado a su Hijo, tal vez le respondería: Más arriba los hay mayores y más altos que nosotros. Pregúntales a ellos. Sube hasta el segundo y tercer cielo: alcanza, si es que puedes, hasta los tronos y dominaciones, y también los principados y las potestades. Si alguien llegara hasta allí — es imposible —, renunciarían a describirlos, puesto que ni siquiera los habrían explorado.

12. Siempre me he asombrado de la curiosidad de algunos que, opinando temerariamente de cuestiones religiosas, caen en la impiedad. Piensan que los tronos y las dominaciones, creados por Cristo, y además los principados y las potestades17 están sin descubrir, y así intentan averiguar al Creador con mayor curiosidade18. Dime en primer lugar, tú que eres muy atrevido, qué diferencia hay eritre trono y dominación. Busca entonces las cosas que atañen a Cristo. Dime qué es un "principado" y una "potestad" o qué es un "poder" y un ángel. Indaga entonces con curiosidad al Creador, pues "todo se hizo por él" (cf. Jn 1:3). Pero no quieres interrogar a los tronos y dominaciones o quizá más bien es que no puedes. Y, ¿quién hay que conozca hasta la profundidades de Dios sino el Espíritu Santo (cf. 1 Cor 2:10-11), que es el que habló en las Escrituras? Pero ni siquiera el mismo Espíritu Santo habló en las Escrituras de (I modo de) la generación del Hijo por el Padre. ¿Por qué indagas afanosamente lo que ni el mismo Espíritu Santo describió en las Escrituras? Y si ignoras lo que ha quedado escrito, ¿podrás indagar las cosas que no se han escrito? Muchas son las cuestiones de que trata la Escritura: si lo escrito no podemos abarcarlo, ¿por qué fatigarnos nuestro ánimo con lo que no está escrito? Nos es suficiente con saber que Dios engendró a un único Hijo.

13. No te dé vergüenza confesar tu ignorancia cuando en ella tienes algo de común con los ángeles19. Sólo quien engendró conoce a quien engendró, y el que por él ha sido engendrado conoce a su progenitor. Y el que ha engendrado sabe lo que ha engendrado. Y el Santo Espíritu de Dios da testimonio en la Escritura de que el engendrado es Dios sin que haya habido un comienzo. "En efecto, ¿qué hombre conoce lo íntimo del hombre que está en él? Del mismo modo, nadie conoce lo íntimo de Dios, sino el Espíritu de Dios" (1 Cor 2:11). "Porque, como el Padre tiene vida en sí mismo, así también le ha dado al Hijo tener vida en sí mismo" (Jn 5:26). Y, además, "para que todos honren al Hijo como honran al Padre" (5:23). Y: "Como el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da la vida a los que quiere" (5:21). Y ni el que engendra queda disminuido en nada ni el engendrado carece de cosa alguna (sé que ya he hablado de estas cosas)20. Pero es por seguridad nuestra por lo que estas cosas se han repetido con frecuencia. Ni quien engendró tiene padre ni el engendrado tiene hermano. Ni el engendrador se convirtió de este modo en hijo ni el engendrado llegó a ser padre. De un solo Padre ha sido engendrado un Hijo único. No se trata de dos ingénitos ni de dos unigénitos. Sino que sólo hay un Padre ingénito (ingénito es el que no tiene Padre) y hay sólo un Hijo, engendrado eternamente por el Padre: no nacido en el tiempo, sino engendrado antes de los siglos: y que tampoco ha experimentado un crecimiento, sino que ha sido engendrado como actualmente es.

14. Creemos, por consiguiente, en el Hijo unigénito de Dios, nacido del Padre como Dios verdadero21. Pues un Dios verdadero no engendra un dios falso, como ya se ha dicho. Ni engendró tras haber deliberado consigo mismo, sino que lo hizo desde la eternidad de un modo mucho más rápido, como es lógico, que nuestras palabras y nuestro pensamiento. Pues nosotros, cuando hablamos en el tiempo, empleamos tiempo, pero, cuando se habla del poder divino, el acto de engendrar está fuera del tiempo. Y, como se ha dicho muy a menudo, no es que llevara al Hijo de la no existencia al ser, ni al que no era lo recibió en adopción; sino que el Padre, que existía desde la eternidad, engendró eterna e inenarrablemente a su Hijo único, que no tenía ningún otro hermano. Tampoco se trata de dos principios, sino que cabeza del Hijo es el Padre22, que es el principio único. Así pues, el Padre engendró al Hijo como Dios verdadero, llamado "Emmanuel," que, entendiéndolo bien, se traduce como "Dios con nosotros" (cf. Mt 1:23)23.

15. ¿Quieres darte cuenta de que es Dios el que ha nacido del Padre y que después se ha hecho hombre? Escucha al profeta: "Este es nuestro Dios, ningún otro es comparable a él. El descubrió el camino entero de la ciencia, y se lo enseñó a su siervo Jacob, y a Israel su amado. Después apareció ella en la tierra, y entre los hombres convivió" (Bar 3:36-38). ¿Crees que Dios, después de la Ley de Moisés no se ha hecho hombre? Acoge también otro testimonio de la divinidad de Cristo acabado de leer: "Tu trono, oh Dios, para siempre jamás" (Sal 45:7). Y para que a propósito de estos pasajes no se pensase que con su venida en carne llegó después, como desarrollándose, a la cima de la divinidad, dice abiertamente: "Por eso Dios, tu Dios, te ha ungido con óleo de alegría más que a tus compañeros." ¿No ves acaso que el Mesías Dios ha sido ungido por Dios Padre?

16. ¿Quieres que se te ofrezca también un tercer testimonio de la divinidad de Cristo? Oye a Isaías que dice: "Los productos de Egipto, el comercio de Kush... vendrán a ti y tuyos serán"; y poco después: "Ante ti se postrarán y te suplicarán: "Sólo en ti hay Dios, no hay ningún otro, no hay más dioses." De cierto que tú eres un Dios oculto, el Dios de Israel, salvador" (Is 45:14-15)24. Ves a Dios Hijo que tiene en sí mismo a Dios Padre. Sólo le falta decir lo que dijo en los Evangelios: "Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí" (Jn 14:11). No dice "yo soy el Padre," sino "yo estoy en el Padre y el Padre está en mí." Y, a su vez, no dijo: "Yo y el Padre soy uno," sino "Yo y el Padre somos uno" (Jn 10:30), para que ni los separemos a uno del otro, ni hagamos mezcla de Padre e Hijo. "Uno," porque es una la dignidad de la divinidad, puesto que es Dios quien engendró a Dios. "Uno" por la prerrogativa del Reino, pues no es que sobre unas cosas reine el Padre y sobre otras el Hijo, como si éste, a semejanza de Absalón25, se alzase contra el Padre. En realidad, el Hijo reina sobre las mismas cosas sobre las que reina el Padre. Son "uno" también porque no hay disonancia alguna o separación, pues no son unos los deseos del Padre y otros los del Hijo. "Uno" porque no son unas las obras de Cristo y otras las del Padre. El ordenamiento de todas las cosas es unitario, ya que el Padre ha actuado a través del Hijo: "Pues él habló y así fue; él ordenó y fueron creados" (Sal 148:5 LXX), dice el salmista. Pero el que dice, dice a quien oye; y quien manda, manda a quien está presente.

17. El Hijo es, por tanto, verdadero Dios, teniendo en sí mismo al Padre, pero no transformado en el Padre: pues tampoco se hizo hombre el Padre, sino el Hijo — digámoslo en verdad y libremente. No padeció por nosotros el Padre, sino que el Padre envió al que padeció por nosotros. Ni tampoco digamos nunca: "Había un tiempo en el cual no existía el Hijo"26. Tampoco admitamos una filio-paternidad, sino que avancemos por el camino regio sin desviarnos a la izquierda o a la derecha. Ni, creyendo honrar al Hijo, le llamemos a éste Padre ni, pensando en tributar honor al Padre, creamos que el Hijo es una de las cosas creadas. Más bien el Padre único sea adorado a través del Hijo único, sin que se "distribuya" la adoración. Predíquese un Hijo único, sentado a la derecha del Padre antes de los siglos, que no ha recibido en el tiempo esto de sentarse con el Padre tras el sufrimiento y como resultado de una evolución, sino que lo posee desde la eternidad.

18. "El que ve al Hijo, ve al Padre"27. Pues en todo es semejante el Hijo a quien lo engendró: vida que procede de vida, luz de luz, poder de poder, Dios de Dios. En nada son diferentes las características de la divinidad en el Hijo, y quien ha sido considerado digno de ver la divinidad del Hijo ha sido llevado con ello a gozar del Padre. Este modo de hablar no es mío, sino del Hijo unigénito: "¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí ha visto al Padre" (Jn 14:9)29. Y, para decirlo más compendiosamente, debemos evitar tanto separar como confundir: no digas nunca que el Hijo es ajeno al Padre ni aceptes a quienes dicen que el Padre es a veces Padre y a veces Hijo: son afirmaciones extrañas e impías, no testimonios de la Iglesia, pues el Padre permaneció tal aunque hubiese engendrado al Hijo sin sufrir él mismo transformación. Engendró a la Sabiduría (cf. I Cor 1:24), pero él no fue despojado de ella; engendró la fuerzan sin perder con ello su energía. Engendrando a Dios, no fue despojado de su divinidad ni nada perdió quedando disminuido o transformado, ni a su vez el engendrado carece de algo: perfecto es el que engendró y perfecto es el engendrado. Dios es quien engendró y Dios es el que ha sido engendrado, el cual es Dios de todas las cosas y llama Padre a su Dios, sin miedo de decir: "Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios" (Jn 20:17).

19. Pero para que no creas que se trata de una paternidad igual tanto para el Hijo como para las demás criaturas, en las frases que siguen hizo una distinción. Pues no dijo: "Subo a nuestro Padre," de modo que se dedujese una comunidad de las criaturas con el Unigénito; sino que dice: "mi Padre y vuestro Padre." De un modo, mío, por naturaleza; y de otro modo, vuestro, por adopción. Y, a su vez: "A mi Dios y a vuestro Dios." De una forma, Padre mío por vínculo natural y como Hijo unigénito; de otra forma, vuestro como criaturas. Por consiguiente, el Hijo de Dios es verdadero Dios, engendrado de modo inefable antes de todos los siglos. Os repito a menudo todo esto para que se os grabe bien en vuestra mente. Cree ciertamente que Dios tiene un Hijo, pero no tengas mayor curiosidad en el cómo, pues si lo indagas no encontrarás respuesta. No te ensalces a ti mismo, no sea que caigas.

Entrégate simplemente a la meditación de lo que se te confía. Dime quién es en realidad el que engendró y te darás cuenta entonces de qué engendró. Si con el pensamiento no puedes abarcar la naturaleza del que engendra, no escrutes con impaciencia quién es el engendrado.

20. Para la piedad te basta saber que dijimos que Dios tiene un Hijo único: un Hijo engendrado por naturaleza, que no comenzó a existir cuando nació en Belén, sino antes de todos los siglos. Escucha, en efecto, al profeta Miqueas, que dice: "Mas tú, Belén Efratá, aunque eres la menor entre las familias de Judá, de ti me ha de salir aquél que ha de dominar en Israel, y cuyos orígenes son de antigüedad, desde los días de antaño" (Miq 5:1). No pongas tu atención, por tanto, en aquél que entonces nació en Belén, sino adora al que desde la eternidad ha sido engendrado por el Padre. No toleres a quien diga que el Hijo comenzó a existir en algún momento del tiempo, sino que debes reconocer que el Padre es principio sin tiempo, un principio que nada tiene que ver con un Hijo temporal, inabarcable, él por su parte sin principio: en suma el Padre30, fuente del río de la justicia, del Unigénito, a quien engendró como el sólo sabe. ¿Quieres saber que nuestro Señor Jesucristo es también rey eterno? Escúchalo otra vez cuando dice: "Vuestro padre Abraham se regocijó pensando en ver mi Día; lo vio y se alegró" (Jn 8:56). Pero al endurecerse los judíos ante esto, les dijo algo todavía más duro: "Antes de que Abraham existiera, Yo Soy" (8:58). Y, a su vez, dice al Padre: "Ahora, Padre, glorifíicame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo fuese" (Jn 17:5). Claramente lo dijo: Antes que el mundo fuese, yo tenía gloria junto a ti. Y dice a su vez: "... me has amado antes de la creación del mundo" (17:24).

21. Creamos, por consiguiente, "en un solo Señor Jesucristo, Hijo único de Dios, que nació del Padre como Dios verdadero antes de todos los siglos, y por el cual "todo se hizo" (Jn 1:3)": "los Tronos, las Dominaciones, los Principados, las Potestades, todo fue creado por él" (Col 1:16), y ninguna de las cosas creadas está sustraída a su poder. Enmudezca toda herejía que hable de diversos agentes y autores del mundo; conténgase la lengua que azota con blasfemias a Cristo Hijo de Dios; callen quienes dicen que el sol es el Cristo, pues él no es este sol brillante, sino el artífice del sol; enmudezcan quienes dicen que el mundo es obra de los ángeles, pues pretenden invadir lo que es prerrogativa del Hijo único. Tanto las cosas visibles como invisibles, los tronos y dominaciones (cf. Col 1:16), y "todo cuanto tiene nombre," todo ha sido hecho por Cristo. El Hijo reina sobre las cosas que han sido hechas por él, y no cogiendo los despojos de otros sino ejerciendo su señorío sobre sus propias obras, como dijo el evangelista Juan: "Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe" (JUn 1:3). Todo ha sido hecho por él, actuando el Padre a través del Hijo.

22. Querría aducir un ejemplo de lo que se dice, aunque sé que es un ejemplo débil. Pues, ¿cuál de las cosas visibles puede ser un ejemplo idóneo de la invisible potestad divina? Adúzcase, sin embargo, como un ejemplo débil, puesto por un débil a los débiles. Es, pongamos por caso, como si un rey que tiene un hijo que también es rey juntamente con él, y deseando fundar una ciudad, pone ante él una maqueta de la ciudad que ha de construir. El hijo, con la maqueta, llevará a su término el proyecto. Del mismo modo, cuando el Padre quiso hacer todas las cosas, el Hijo fue quien lo realizó todo en obediencia al Padre, de modo que esa obediencia preserva incólume para el Padre la libertad de su poder supremo, pero el Hijo tiene el dominio sobre las cosas que ha hecho: de ese modo ni queda rebajado el dominio del Padre sobre las cosas que ha hecho ni el Hijo obtiene poder sobre cosas hechas por otro, sino sobre las que él mismo ha fundado. Pues no fueron los ángeles quienes fundaron el mundo -de ello ya se ha hablado31-, sino el Hijo unigénito engendrado, como dijimos, antes de todos los siglos. Por él todo fue hecho, sin excluir nada de su actividad creadora. Y todo sea dicho hasta aquí por nosotros por la gracia de Cristo.

23. Volviendo ahora a la confesión de fe, concluyamos ya estas palabras. Todo lo hizo Cristo, los ángeles, los arcángeles, las dominaciones y los tronos. No es que el Padre careciese del poder suficiente para crear por sí mismo, sino que quiso que el Hijo reinase sobre las cosas que había hecho, mostrándole el ordenamiento de las cosas que habían de ser creadas. Pues dice el Unigénito tributando honor a su Padre: "El Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre; lo que hace él, eso también lo hace igualmente el Hijo" (Jn 5:19). Y a su vez: "Mi Padre trabaja hasta ahora, y yo también trabajo" (Jn 5:17). No existe contradicción entre las actuaciones de ambos. "Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío" (Jn 17:10), dice el Señor en el Evangelio. Esto puede conocerse con claridad, tanto desde el Antiguo como desde el Nuevo Testamento. Pues el que dice: "Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza" (Gén 1:26), es que se estaba dirigiendo a alguien que estaba a todas luces presente. Pero quien más claramente habla (en este sentido) es el salmista, que dice: "El lo dijo, y existió; él lo mandó, y fueron creados"32, como si el Padre mandase y dijese, y el Hijo todo lo ejecutase según sus deseos. Esto lo dijo, en sentido místico, también Job: "El sólo desplegó los Cielos y holló la espalda de la Mar (Job 9:8), queriendo decir con ello a los inteligentes que quien, estando aquí, caminaba sobre el mar era el que anteriormente había hecho los cielos33. Y, por su parte, el Señor dice: "¿Fuiste tú34 quien tomó la tierra como barro e hiciste un ser viviente a quien, dotado de la facultad de hablar, lo pusiste sobre la tierra?" (Job 38:14 LXX). Y, un poco más abajo: "¿Se te han mostrado las puertas de la Muerte? ¿Has visto las puertas del país de la Sombra? (38:17). Con ello declara que el que, por su bondad, descendió a los infiernos es quien desde el principio hizo al hombre del barro.

24. Cristo es, por consiguiente, Hijo unigénito de Dios y autor del mundo. Pues "en el mundo estaba, y el mundo fue hecho por él" (Jn 1:10). Y "vino a su casa" (1:11), como nos enseña el Evangelio. Cristo no es autor, en unión con el Padre, sólo de las cosas que se ven, sino también de las que no se ven. Pues "en él, según el Apóstol, fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles, los Tronos, las Dominaciones, los Principados, las Potestades: todo fue creado por él y para él, él existe con anterioridad a todo, y todo tiene en él su consistencia" (Col 1:16-17). Incluso si te refieres a los siglos35, el autor de éstos, en obediencia al Padre, es también Jesucristo, pues "en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo a quien instituyó heredero de todo, por quien también hizo los mundos" (Hebr 1:2). Al cual sea la gloria, el honor y el poder, con el Padre y el Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.

1. Hasta Hebr 1:4 el texto reza: "... a quien constituyó heredero de todo, por quien también hizo los mundos; el cual siendo resplandor de su gloria e impronta de su sustancia, y el que sostiene todo con su palabra poderosa, después de llevar a cabo la purificación de los pecados, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas, con una superioridad sobre los ángeles tanto mayor cuanto más les supera en el nombre que ha heredado." De todo esto. que forma como el prólogo de la carta a los Hebreos, parece tomar pie la presente catequesis para hacer una exposición sobre la generación eterna, desde el Padre, del Logos, Palabra de Dios que se nos ha dirigido de un modo más definitivo que los Profetas. La identidad de naturaleza entre el Hijo y el Padre confiere también a esta catequesis una clarísima impronta antiarriana a base de una gran fidelidad al sentido del Símbolo de la fe.

2. Cf. cat. 16, núm. 13.

3. El evangelio de Mateo, que distribuye de un modo casi didáctico sus diversas secciones, coincide con Mc y Lc en que este episodio de la "profesión de fe" es como una piedra miliar en medio de la narración evangélica. Han disminuido los contactos de Jesús con las masas que le han estado siguiendo en el primer periodo de su actividad pública, pero Mt 16:13-17 (dejando aparte la cuestión del primado en 18-20) es la primera expresión inequívoca, de parte de los apóstoles, de la realidad de Jesús como Hijo. Quizá es interesante señalar que Jesús se dedicará a partir de ahora más intensamente a la formación del grupo de los apóstoles. Ello se echa de ver con bastante claridad en numerosos pasajes de los cáps. 18-20 de Mateo. Por otra parte, el reconocimiento de Jesús como Hijo de Dios va unido al "primer anuncio" de la Pasión (Mt 16:21: "Desde entonces...") y a la explicación de que quien es discípulo de Jesús sigue un camino semejante al suyo (16:24-26), aunque en la transfigurarión (17:1-8) se ofrece una prefiguración de la resurrección.

4. Cf. Gén. 49:4, que hace alusión al incesto mencionado en 35,22.

5. El paralelismo parece literariamente algo forzado. La comparación, sin embargo, parece establecerse entre Rubén, que ha actuado mal con su padre, e Israel, que según la parábola de los viñadores homicidas, ha rechazado al Hijo enviado por el Padre (cf Mt 21:33-46). Con raspecto al texto original de la catequesis debe decirse, sin embargo, que los códices son aquí algo confusos (cf. PG 33,695, nota 2).

6. Según la aplicación que de este texto hace Jn 10:34-35 ("Si llama dioses a aquellos a quienes se dirigió la Palabra de Dios — y no puede fallar la Escritura —, a aquél a quien el Padre ha santificado y enviado al mundo, ¿cómo le decís que blasfema por haber dicho: "Yo soy Hijo de Dios"?"), se utiliza más bien una parte de Sal 82,6 para resaltar el rechazo que los judíos hacen de Cristo. Gran parte de este párrafo y de la presente catequesis se mueven en el contexto del siempre posible rechazo de Jesús Mesías Hijo de Dios.

7. No es que comenzara a ser Hijo de Dios en un momento determinado, sino que lo es desde siempre.

8. La naturaleza humana y la debilidad humana de la carne en la "encarnación" (cf Jn 1:14, completándolo, por ejemplo, con 2 Cor 8:9b y Hebr 2:14-15).

9. La frase, adaptada de Is 53:8, responde bien al curso de las ideas de Cirilo, pero se adapta mal al texto hebreo profético, que más bien expresando el rechazo del Siervo, debe traducirse: "de sus contemporáneos, ¿quién se preocupa?" Cf. la nota correspondiente de la Biblia de Jerusalén.

10. La catequesis desarrolla de aquí al final, con una extraordinaria prolijidad, todo lo que puede decirse sobre la generación eterna del Hijo por el Padre. También se menciona, por ejemplo, la intervención del Hijo en la creación de los ángeles, los Tronos, Dominaciones, etc., y, en general de acuerdo con Col 1:15-20, su acción en la creación del universo, (cf. especialmente el núm. 12 y la nota 17). Estas ideas, ampliamente expuestas, abarcan hasta el final de la catequesis, razón por la que se suprimen los epígrafes. El hecho de que la exposición sea repetitiva es probabitmente la razón por la que en la edición de Fr. Albino Ortega sólo se recogen los cinco primeros párrafos. No obstante, tiene interés la reproducción completa, pues se trata de un excelente testimonio de la ortodoxia eclesiástica siguiendo las huellas del Concilio de Nicea. Permite así ver la identidad de naturaleza entre el Hijo y el Padre.

11. De Jn 1:13 se prefiere la posible lectura en plural del texto original ("Ellos... nacieron... nacieron..."), simplemente porque está más en consonancia con el decurso de las ideas.

12. Se traduce como subsistencia el griego "hypóstasis" (que equivaldría al término latino filosófico "suppositum"). Es algo así como "lo que sub-yace en el fondo" e indica una idea de consistencia propia, que es lo que ha permitido la distinción de tres hipóstasis o sub-sistencias en Dios y que en la tradición latina occidental han sido denominadas personas. Así se habla de tres personas distintas en Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo.

13. Ef 4:10 debe verse en el contexto de al menos 4:7-10 (o 7-13), como la acción de Cristo repartiendo sus dones al descender a la miseria humana y retornar a la gloria del Padre. Un examen atento de todo el texto permite relacionar la encarnación y la redención de los hombres con el enriquecimiento gratuito de éstos a través de los dones y carismas.

14. Jn 13:3: "... sabiendo que el Padre le había puesto todo en sus manos y que había salido de Dios y a Dios volvía." Se remachan con este texto las ideas de procedencia del Padre así como "salir" "volver" (o el "bajar" "subir" anteriores), todo ello como expresión muy intensa de la unión del Hijo con el Padre, Mt 11:27, formando parte de lo que los exegetas han calificado a veces de lógion joánico’" insiste en una idea semejante: "Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar."

15. Vid. la nota anterior.

16. Además de dar por válida la imagen del universo que considera real una pluralidad de cielos, se entiende aquí como un supuesto que los ángeles habitarían los distintos niveles de ese firmamento. Son formas de hablar en las que la afirmación válida es que no se conoce ni nadie sabe cómo se da exactamente la generación del Hijo por el Padre.

17. Cf. para esto (también en el anterior núm. 11) Col 1:16, en el contexto de lo que es la composición de 1:15-20. Los vv. 15-17 son especialmente importantes para señalar a Cristo en el acto de la creación:

"El es Imagen de Dios invisible,

Primogénito de toda la creación,

porque en él fueron creadas todas las cosas,

en los cielos y en la tierra,

las visibles y las invisibles,

los Tronos, las Dominaciones, los Principados, las Potestades:

todo fue creado por él y para él,

él existe con anterioridad a todo

y todo tiene en él su consistencia."

Vid. Ef 1:10: "volver a hacer que todo tenga a Cristo por cabeza" (anakefalaiósasthai, re-capitulari); 1 Cor 8:6b. Cf. la interesante nota de la Biblia deJerusalén (ed. revisada de 1988) a Col 1:15 ss. sobre la primacia de Cristo y su acción causativa en el orden de la creación y de la redención del universo.

18. Cirilo parece acusarles de oscuras especulaciones que no aclaran la sencillez del acto creador de Dios en Cristo.

19. Cf cat. 6, núm. 6.

20. Vid. más arriba el párr. 7, cat. 10, núm. 9.

21. Como Dios verdadero es una expresión claramente antiarriana para subrayar la identidad de naturaleza entre el Hijo y el Padre. Más detalles en PG, 33,708, nota 3.

22. Cf. I Cor 11:3: "... y la cabeza de Cristo es Dios."

23. Cf. Is 7:14.

24. De estos versículos se ha preferido una vez más la versión de la Biblia de Jerusalén.

25. Para la historia de Absalón, cf. 2 Sam 15-19.

26. Esta expresión es típicamente arriana. Se encuentra transmitida por Atanasio y expresaría el comienzo de la existencia del Hijo en el tiempo. Con ello se defendería una inferioridad del Hijo al Padre y, en último término, una subordinación a él. Una exposición de la complicada historia de la cristología, en P. SMULDERS, Desarrollo de la cristología en la historia de los dogmas y en el Magisterio eclesiástico, en Mysterium Salutis, t. III, Madrid 1980, esp. 344 ss.

27. Es tal vez una adaptación de Jn 14:9: "El que me ha visto a mi ha visto al Padre." Jn 14:9c-11, sobre todo, en todo su amplio contexto, es muy ilustrativo de la realidad y las relaciones Padre-Hijo.

28. Cf. la nota anterior. Vale la pena de nuevo tener en cuenta el contexto fuertemente cristocéntrico representado por Jn 14:6-12 dentro del "testamento" de Jesús.

29. Cf. ibid.: "... para los llamados, lo mismo judíos que griegos, un Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios." En 1 Cor 1:30, esbozando tal vez Pablo lo que será el programa de su posterior Carta a los Romanos, dirá: "De él os viene que estéis en Cristo Jesús, al cual hizo Dios para nosotros sabiduría de origen divino, justicia, santificación y redención."

30. En la tradición teológica y en el Magisterio eclesiástico, el Padre ha sido llamado "principio sin principio," mientras que el Hijo ha sido calificado como "principio de principio." Ver, por ejemplo, la Bula Cantate Domino, del concilio de Florencia, año 1442, párr. 2 (Denzinger-Schönmetzer, núm. 1.331).

31. Se ha hecho alusión a ello en el núm. 21.

32. El "hagamos" de Gén 1:26 se interpreta como del agente plural Padre e Hijo, y en la cita que aquí se hace se entiende "éI lo mandó" como que el Padre "mandó" al Hijo que crease. En cualquier caso se entienden ambos textos como una intervención directa del Hijo en la creación, que es lo que aquí interesa a Cirilo subrayar.

33. Posiblemente quiere decir Cirilo: el mismo Jesús que, en los evangelios, camina sobre el agua del mar (Mt 14:25 par) es el que había intervenido también en la creación de los cielos.

34. Dirigiéndose irónicamente al hombre.

35. La expresión puede traducirse por "los siglos," literalmente "eones," de acuerdo con el griego. Puede, por tanto, designar también las "edades" del mundo, las eras y las épocas.

XII. La Encarnación de Cristo.

Pronunciada en Jerusalén, sobre lo de "se encarnó y se hizo hombre." Se parte del pasaje de Isaías: "Volvió Yahvé a hablar a Ajaz diciendo: "Pide para ti una señal de Yahvé tu Dios..." (7:10-11), y: "He aquí que una doncella está encinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel" (7:14), etc.1

El Hijo de Dios se ha hecho hombre

1. Como alumnos de la pureza y discípulos de la prudencia, celebremos con labios castos al Dios nacido de la Virgen. Quienes nos consideramos dignos de alimentarnos del cordero racional2, comamos de él tanto la cabeza como las patas3, significando la divinidad mediante la cabeza y la humanidad mediante las patas. Los que escuchamos los Evangelios oigamos al teólogo Juan, que tras escribir: "En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios" (Jn I,1), añadió después: "Y la Palabra se hizo carne" (1:14). Tampoco se debe adorar a un simple hombre4 ni tampoco a sólo Dios sin hacer referencia a la humanidad. Pues si Cristo es Dios, como sucede en realidad, pero no asume la naturaleza humana, no tenemos la salvación. Adóresele, por consiguiente, como Dios, pero créase también que se ha revestido de la naturaleza humana. Tampoco es aceptable que se le llame hombre dejando aparte la divinidad ni lleva a la salvación separar la humanidad de la confesión de la divinidad. Reconozcamos la presencia del rey y del médico. Jesús es rey que aportará salvación ciñéndose con el lienzo de la humanidad y tras haber sanado lo que estaba enfermo. Como perfecto maestro de niños, se ha hecho niño con ellos "para enseñar a los simples la prudencia" (Prov 1:4). El pan del cielo ha descendido a la tierra para alimentar a los que tienen hambre.

No rechazar a aquél en quien se cumple la profecía de la encarnación

2. Pero los judíos, cuando rechazan a aquel que ha venido, esperan a aquel que ha de venir con dureza: ellos repudiaron a Cristo, pero acogerán, inducidos a error, al impostor que venga. Así se hará verdadera la palabra del Salvador: "Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viene en su propio nombre, a ése le recibiréis" (Jn 5:43). Sería estupendo hacer esta pregunta a los judíos: ¿dice verdad o mentira el profeta Isaías cuando señala que el Emmanuel nacerá de una virgen? (cf. Is 7:14). No es de extrañar que lo acusen de mentiroso, pues es costumbre para ellos no sólo acusar a los profetas de mentir, sino incluso lapidarlos. Ahora bien, si el profeta dijo la verdad, señalad quién es el Emmanuel. Más todavía: el que ha de venir, y al que esperáis, ¿ha de nacer de una virgen o no? Si no nace de una virgen argüís al profeta de falsedad. Y si esperabais que ello sucediera en el futuro, ¿por qué lo rechazáis cuando ya se ha cumplido?

Verdadera humanidad plena y concepción virginal de Cristo

3. De su error serán sacados los judíos cuando lo permitan5, y será glorificada la Iglesia de Dios, pues nosotros acogemos verdaderamente al Dios que es Palabra hecha hombre. Esto ha sucedido, no por la voluntad de hombre y de mujer, como dicen los herejes, sino que se ha hecho hombre de una virgen y por el Espíritu Santo, como dice el Evangelio. Y no en apariencia, sino en verdad. Y me gustaría que te dieras cuenta de que ahora es el tiempo de transmitir la doctrina de que él ha recibido la naturaleza humana de una virgen. Ahora recibirás las pruebas de esta realidad. El error de los herejes es múltiple, pues éstos negaron de modo total que él hubiera nacido de una virgen6; otros concedían la realidad de su nacimiento, pero no de una virgen, sino de la unión de un hombre y una mujer. Otros dicen que no es el Mesías Dios quien se ha hecho hombre, sino un hombre deificado7. Estos se atrevieron a decir que no una Palabra preexistente se hizo hombre, sino que fue coronado (como Dios) un hombre con méritos propios8.

Haremos frente a las objeciones

4. Pero tú acuérdate de las cosas que ayer se dijeron sobre la divinidad. Cree que el Hijo unigénito de Dios es el que a su vez ha nacido de la Virgen. Cree al evangelista Juan cuando dice: "La Palabra se hizo carne, y puso su morada entre nosotros. Es realmente Palabra eterna, engendrado del Padre antes de todos los siglos, aunque en el tiempo ha tomado carne por causa nuestra. Muchos están en contra de esto y dicen: ¿Qué es lo que ha pasado tan grave para que Dios descendiese hasta lo humano? A lo que puede decirse: "Después apareció ella9 en la tierra, y entre los hombres convivió" (Bar 3:38). O bien (se plantean): ¿es posible que una virgen dé a luz sin un hombre? Al encontrarnos, pues, que se nos contradice ampliamente y que se nos presenta batalla en diversos frentes, se hace preciso que aniquilemos todo ello mediante la gracia de Cristo y mediante los discursos que aquí ofrecemos.

El Hijo asumió la carne de la más excelente de las criaturas

5. Preguntémonos, en primer lugar, por qué vino Jesús. Y no repares en mis razonamientos, a los que quizá podría contradecirse mediante sofismas. Ahora bien, si no aceptas los testimonios de los profetas acerca de cada una de estas cosas, no creerás en lo que digamos. Si no aprendes por las Escrituras lo referente a la Virgen, al lugar, al tiempo y al modo, tampoco recibas testimonio de hombre alguno10. Pues sobre éste que ahora está aquí y os instruye puede recaer alguna sospecha, pero sobre el que pronunció las profecías, hace mil años e incluso más tiempo, ¿quién puede tener reticencias si está en su sano juicio? Por tanto, si buscas la causa de la venida de Cristo, acude simplemente al primer libro de la Escritura. En seis días hizo Dios el mundo. Pero éste existe para el hombre. Resplandezca el sol con sus fulgores espléndidos: fue hecho para que luzca en favor del hombre. Todos los animales fueron hechos para nuestro servicio; y las hierbas y los árboles fueron creados para que los utilizásemos. Son todas criaturas buenas11, pero ninguna de ellas es imagen de Dios excepto únicamente el hombre. Una simple orden hizo el sol, mientras que el hombre fue formado por las manos de Dios: "Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como nuestra semejanza" (Gén 1:26)12. Y si se tributa honor a la imagen de madera de un rey terreno, ¿cuánto más deberá hacerse con la imagen de Dios? Pero ésta, la más excelsa de las criaturas de Dios, que estaba feliz en el paraíso, fue expulsada de allí por la envidia del diablo (Gén 3:23-24; Sab 2:24). Feliz se encontraba el enemigo al ver postrado a aquel a quien había envidiado. ¿Querrás tú acaso ser como ese enemigo que se alegraba?

Este no se había atrevido a acercarse al hombre a causa de su tuerza, pero sí, por ser más débil, se dirigió a la mujer cuando ésta todavía era virgen. Fue después de su salida del paraíso cuando "conoció el hombre a Eva, su mujer" (Gén 4:1) .

El pecado se había extendido por la tierra

6. Sus sucesores en la progenie humana fueron Caín y Abel, y Caín fue el primer homicida. Más tarde tuvo lugar el diluvio a causa de la multiplicación de la maldad de los hombres13. Un fuego del cielo cayó sobre los habitantes de Sodoma a causa de su impiedad (cf. Gén 19). En épocas posteriores Dios eligió a Israel, pero también éste cayó en la perversión y el pueblo elegido quedó herido de muerte: Moisés se encontraba en el monte ante Dios, y el pueblo, en lugar de a Dios, adoró a un becerro (Ex 32:1-6). Mientras que en la ley de Moisés se decía: "No cometerás adulterio" (Ex 20:14), un hombre se atrevió a pecar entrando en un lugar de prostitución (cf. Núm 25:1-9). Posteriormente a Moisés, fueron enviados profetas que cuidasen de Israel. Pero cuando éstos traían la medicina, se lamentaban vencidos por la fuerza de la enfermedad, de tal manera que alguno de ellos clamaba: "¡Ay de mí, que ha desaparecido de la tierra el fiel, no queda un justo entre los hombres!" (Miq 7:2); o también: "Todos están descarriados, en masa pervertidos. No hay quien haga el bien, ni uno siquiera" (Sa 14:3). Y, a su vez: "Tiene pleito Yahvé con los habitantes de esta tierra, pues no hay fidelidad ni amor, ni conocimiento de Dios en esta tierra; sino perjurio y mentira, asesinato y robo, adulterio y violencia, sangre que sucede a sangre" (Os 4:1-2). Y: "Sacrificaban sus hijos y sus hijas a los demonios" (Sal 106:37). Se ocupaban con hechicerías sagradas y con la vanidad de sus vergüenzas. Así dice: "Sobre ropas empeñadas se acuestan junto a cualquier altar" (Am 2:8; cf. Dt 24:12-13).

Gravedad del pecado

7. Muy grande era la herida de la humanidad. Desde los pies hasta la cabeza nada había íntegro en ella. No había lugar ni para una gasa ni para aceite ni para unas vendas. Después, entre lamentos y fatigas, decían los profetas: "¿Quién traerá de Sión la salvación de Israel?" (Sal 14:7). Y, por otra parte: "Esté tu mano sobre el hombre de tu diestra, sobre el hijo de Adán que para ti fortaleciste, ya no volveremos a apartarnos de ti." (Sal 80:18-19a). Y otro profeta suplicaba diciendo: "¡Yahvé, inclina tus cielos y desciende!" (Sal 144:5). Las heridas de los hombres son más fuertes que nuestros remedios. "Han derribado tus altares y han pasado a espada a tus profetas" (1 Re 19:10). No es posible evitar el mal; para evitarlo, haces falta tú14.

Dios viene a los hombres, aunque no se le acoja

8. El Señor escuchó esta súplica de los profetas: el Padre no se desentendió de nuestra estirpe en camino hacia la destrucción y envió desde el cielo a su Hijo como Señor y como médico. Dice uno de los profetas: "Enseguida vendrá a su Templo — el lugar donde lo lapidasteis — el Señor a quien vosotros buscáis" (Mal 3:1)15. Después, oyendo esto otro de los profetas, le dice: "Si anuncias que Dios viene para la salvación, ¿hablas de modo oculto?": "Súbete a un alto monte, alegre mensajero para Sión; clama con voz poderosa, alegre mensajero para Jerusalén, clama sin miedo. Di a las ciudades de Judá: "Ahí está vuestro Dios. Ahí viene el Señor Yahvé con poder"" (Is 40:9-10). Pero, por otra parte, el Señor mismo dice: "He aquí que yo vengo a morar dentro de ti, oráculo de Yahvé. Muchas naciones se unirán a Yahvé aquel día" (Zac 2:14-15). Pero los israelitas rechazaron la salvación que les ofrecí: "Vengo a reunir a todas las naciones y lenguas" (Is 66:18), pero "vino a su casa, y los suyos no lo recibieron" (Jn 1:11). Y, cuando vienes, ¿qué es lo que les das a los gentiles: "Vengo a reunir a todas las naciones... Pondré en ellos señal" (Is 66:18-19). Pues, por mi combate en la cruz, a cada uno de mis soldados les daré una señal para tenerla en la frente16, y otro profeta dijo: "El inclinó los cielos y bajó, un espeso nublado debajo de sus pies" (Sal 18:10). Pero el que bajó de los cielos permaneció ignorado de los hombres.

Estaba previsto el nacimiento del Mesías

9. En otro momento, Salomón, oyendo a su padre David hablar de estas cosas, tras haber construido aquel templo admirable, y viendo de lejos al que tenía que venir a él, dice: "¿Es que verdaderamente habitará Dios con los hombres sobre la tierra?" (1 Re 8:27). La respuesta de David, en un salmo dedicado a Salomón, era afirmativa: "Caerá como rocío sobre el vellón" (Sal 72:6)17. Rocío, a causa de su origen celeste; sobre el vellón, por tratarse de la humanidad. Y el rocío cae sobre el vellón silenciosamente, de modo semejante a como los Magos, ignorantes del misterio de la Natividad, dijeron: "¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido?" (Mt 2:2), y un Herodes turbado por aquel que había nacido indagaba y se informaba "del lugar donde había de nacer el Cristo" (2:4).

Signos de humildad del Mesías victorioso

10. ¿Y quién es el que vino? Dice en lo que sigue18: "Durará tanto como el sol, como la luna de edad en edad" (Sal 72:5). Dice a su vez otro de los profetas: "¡Exulta sin freno, hija de Sión, grita de alegría, hija de Jerusalén! He aquí que viene a ti tu rey, justo él y victorioso" (Zac 9:9). Muchos son los reyes. ¿A quién te refieres, profeta? Danos una señal que no tengan los otros reyes. Si te refieres a un rey vestido de púrpura, ya hay otros que tienen este privilegio en el vestido. Si se trata de que está rodeado de una escolta de soldados o que va sentado en carros dorados, también estos distintivos los tienen otros. Danos un signo propio de este rey cuya venida anuncias. Responde el profeta diciendo: "He aquí que viene a ti tu rey: justo él y victorioso, humilde y montado en un asno, en un pollino, cría de asna" (ibid.), pero no en carros. Aquí está la señal única y singular del rey que llega19. Jesús es el único entre los reyes que, montando un asna que todavía no ha llevado ninguna carga, entra en Jerusalén entre aclamaciones como un rey. ¿Y qué hace este rey al llegar?: "Y tú en la sangre de la alianza sacaste a los prisioneros del lago que no tenía agua" (Zac 11:11).

En el mismo lugar donde se dan las catequesis fue crucificado el Mesías

11. Era, desde luego, verosímil que fuese sentado en un pollino. Pero darnos más bien un signo acerca de sobre qué se apoya este rey que ahora viene. No ofrezcas un signo que esté lejos de la ciudad, no sea que no nos demos cuenta. Muéstranos un signo muy visible a los ojos para que, incluso estando en la ciudad, lo veamos aquí mismo. A esto responde el profeta diciendo: "Se plantarán sus pies aquel día en el monte de los Olivos que está enfrente de Jerusalén, al oriente" (Zac 14:4). ¿Acaso hay alguien que no vea este lugar, aun estando dentro de la ciudad?20.

Los signos mesiánicos de los milagros y del juicio de los ancianos del pueblo

12. Tenemos dos signos, pero queremos ver un tercero. Di qué ha de hacer el Señor cuando venga. Dice otro profeta: "Mirad que vuestro Dios viene vengador, es la recompensa de Dios, él vendrá y os salvará. Entonces se despegarán los ojos de los ciegos, y los oídos de los sordos se abrirán. Entonces saltará el cojo como ciervo, y la lengua del mudo lanzará gritos de júbilo" (Is 35:4-6). Dígasenos también otro testimonio. Dices, profeta, que ha de venir el Señor realizando signos como nunca se habían hecho (cf.Jn 15:24a). ¿De qué otra forma dices que se ha manifestado?: "El Señor entra en el juicio de los ancianos de su pueblo y de sus jefes" (Is 3:14). Este es el signo principal: el Señor es juzgado y tiene que soportarlo, por sus siervos, los ancianos.

Alusión al miedo a ver a Dios directamente

13. Al leer esto los judíos, no se dan cuenta; los oídos de su corazón se han cerrado para no oír. Pero creamos nosotros en Jesucristo "que vino en la carne y se hizo hombre" y al que, de otro modo, no lo hubiéramos podido percibirá21. Al no poder nosotros ver a Dios como él es ni gozar de él, se hizo lo que nosotros somos para que tuviésemos así la capacidad de disfrutarlo. Pues si no tenemos capacidad para ver perfectamene el sol, que fue hecho el cuarto día, ¿podremos ver a Dios, su autor? El Señor descendió en el fuego sobre el monte Sinaí, pero el pueblo no soportaba verlo, sino que "dijeron a Moisés: Habla tú con nosotros, que podremos entenderte, pero que no hable Dios con nosotros, no sea que muramos" (Ex 20:19). Y, por otra parte: "¿Qué hombre ha oído como nosotros la voz del Dios vivo hablando de en medio del fuego, y ha sobrevivido? (Dt 5:2). Pues si oyes la voz de Dios, él está llamando a la muerte22 y, si te das cuenta de que es Dios mismo, ¿cómo no habrá de atraer él la muerte? ¿De qué te asombras "si el mismo Moisés dijo: "Espantado estoy y temblando"" (Hebr 12:31)23?

Dios se hace hombre para ser mejor entendido

14. ¿Qué querrías, pues? ¿Que aquel que vino para la salvación se convierta para nosotros en causa de muerte porque no podríamos soportar su presencia? ¿No será mejor que él adapte su gracia a nuestra capacidad? Daniel no soportaba la presencia del ángel, y tú, ¿soportarías la visión directa de los ángeles del Señor? Cuando se apareció Gabriel, cayó al suelo Daniel (cf. Dan 10:9). ¿Cómo era y cuál era el aspecto del que se aparecía?: "Su rostro era como el aspecto del relámpago, sus ojos como antorchas de fuego" (no dice "como horno de fuego"), "y el son de sus palabras como el ruido de una multitud" (10:6), pero no como el de "doce legiones de ángeles" (cf. Mt 26:53). Sin embargo, el profeta se postró en tierra y, acercándose el ángel, dijo: "No temas, Daniel," ponte en pie y levanta tu ánimo, que "fueron oídas tus palabras" (cf. Dan 10:12). Y dice Daniel: "Me levanté temeroso"24. Sin embargo, no le respondió hasta que una mano le tocó (cf. 10:10). Y después de que el que se aparecía se transformó en lo que se veía como un hombre, entonces comenzó Daniel a hablar. ¿Y qué es lo que dijo?: Señor, al verte a ti, se han revuelto mis entrañes. No habrá en mí fortaleza, pues tu hálito no se quedó en mí. Si la visión del ángel arrebató al profeta su voz y su fuerza, ¿permitiría un respiro la aparición del mismo Dios? Y, dice la Escritura, hasta que lo vio con aspecto de hombre, no tuvo lugar en Daniel una nueva creación. Por tanto, una vez demostrada por experiencia nuestra debilidad, el Señor asumió lo que era preciso en bien del hombre. En efecto, el hombre estaba deseoso de oír hablar a alguien semejante a él. De esa naturaleza de similares cualidades se revistó el Salvador para que así los hombres fuesen enseñados con mayor facilidad.

El Hijo se hace carne para salvar al hombre

15. Pero hay también otra razón. Cristo vino para ser bautizado y santificar así el bautismo. Vino para obrar milagros andando sobre las aguas del mar (cf. Mt 14:25). Pero, antes de su venida en carne, "lo vio el mar y huyó, retrocedió el Jordán," (Sal 114:3): el Señor asumió un cuerpo que se sostenía en el mar y al que el Jordán acogió con temor. Y esto es una razón. Pero hay otra más: por medio de la virgen Eva apareció la muerte. Era, pues, oportuno que por medio de una virgen, o más bien proviniendo de una virgen, brotase la vida, para que, como a aquella la engañó la serpiente, a ésta Gabriel le trajese la buena noticia. Los hombres, al abandonar a Dios, fabricaron imágenes de forma humana. Pero, puesto que se adoraba engañosamente como Dios a una ficción de apariencia humana, Dios se hizo verdaderamente hombre para deshacer el engaño. El diablo usaba contra nosotros del instrumento de la carne. Consciente de ello, Pablo dice: "Advierto otra ley en mis miembros que lucha contra la ley de mi razón y me esclaviza..." (Rm 7:23). Pero con las mismas armas con que el diablo nos combatía, con esas mismas hemos sido salvados. El Señor tomó de nosotros lo que es semejante a nosotros, para llevar la salvación a la naturaleza humana. Asumió nuestra semejanza para conceder una mayor gracia a lo que se encontraba en situación deficiente y para que la naturaleza humana pecadora se hiciese partícipe de Dios. "Donde abundó pecado, sobreabundó la gracia" (Ro 5:20). Convenía que el Señor padeciera por nosotros, y el diablo no se habría atrevido a acercarse a él si lo hubiese conocido: "pues de haberla conocido23, hubieran crucificado al Señor de la gloria" (I Cor 2:8). Por tanto, el cuerpo fue arrojado a la muerte para que, cuando el dragón creía que él lo devoraría, en realidad vomitaría incluso a los que ya había devorado26. "Consumirá a la muerte definitivamente. Enjugará el Señor Yahvé las lágrimas de todos los rostros..." (Is 25:8).

La encarnación es el cumplimiento de la Ley y los Profetas

16. Pero, ¿acaso Cristo se hizo hombre en vano? ¿Son nuestras enseñanzas fruto de la charlatanería y falacias del ingenio humano? ¿Es que no son las Sagradas Escrituras nuestra salvación? ¿Es que no lo son las predicciones de los profetas? Se me ha encomendado que este depósito27 lo guarde inmóvil y que nadie te mueva de él. Cree que Dios se ha hecho hombre. Y realmente se demostró que fue posible que él se hiciese hombre. Y si los judíos rechazan creer más allá de su propia fe, pongámonos de acuerdo con ellos en esto: ¿Qué anunciamos de nuevo cuando decimos que Dios se ha hecho hombre si vosotros mismos decís que Abraham dio hospedaje al Señor (cf. Gén 18:3). ¿Predicamos de modo insolente cuándo Jacob dice: "He visto a Dios cara a cara, y tengo la vida salva" (Gén 32:31). El mismo Señor que comió con Abraham (Gén 18:8) es el que comió con nosotros. ¿Qué decimos, pues, de inusual? Tenemos también dos testigos que en el monte Sinaí estuvieron junto al Señor: Moisés estuvo en la hendidura de la roca (Ex 33:21-23) y Elías también en la entrada de la cueva (I Re 19:9). Ambos estuvieron presentes cuando él se transfiguró en el monte Tabor y señalaban a los discípulos la partida que él habría de realizar en Jerusalén (Lc 9:30-31)28. La encarnación fue posible, como anteriormente se demostró. Sobran ahora más demostraciones, que pueden dejarse a la curiosidad de los estudiosos.

El Salvador vino durante la dominación romana en Palestina

17. Por lo demás, os habíamos prometido que en nuestras palabras daríamos cuenta del lugar y el tiempo de la venida del Salvador. Y no debemos terminar como reos de una falsa promesa, sino que deberemos despedirnos de vosotros dejándoos suficientemente protegidos como candidatos de la Iglesia. Indaguemos, por tanto, el tiempo en que vino el Salvador, puesto que su venida está aún reciente, aunque alguien lo niegue. Además, ayer como hoy, Jesucristo es el mismo, y lo será siempre" (Hebr 13:8). Moisés dice proféticamente: "Yo les suscitaré, de en medio de sus hermanos, un profeta semejante a ti" (Dt 18:18)29. Dejemos de momento el "como yo," que se explicará en su lugar. Pero, ¿cuándo llegó aquel profeta esperado? Acude, dice, a las cosas que yo he escrito. Investiga en la profecía de Jacob a Judá: "A ti, Judá, te alabarán tus hermanos" (Gén 49:8), y, un poco más abajo, por no recitarlo todo: "No se irá de Judá el báculo, el bastón de mando de entre tus piernas, hasta tanto que se le traiga el tributo y a quien rindan homenaje las naciones" (Gén 49:10)30. Un signo de la venida de Cristo fue que los judíos perdieron su independencia. Si no hubieran estado en esa época sometidos a los romanos, Cristo no habría venido. Si hubieran tenido un príncipe del linaje de Judá y de David, tampoco habría venido el esperado. Siento reparo incluso en mencionar sus propias instituciones, lo que se refiere a los patriarcas y a su linaje, temas que dejo gustosamente a quienes los conocen. Ahora bien, el que viene como deseado de las naciones, ¿qué señal trae consigo? Dice inmediatamente después: "ata a la vid su borriquillo." Te das cuenta de que es el pollino del que ya Zacarías (9:9) habló elocuentemente.

Todo sucederá en los días de un gran imperio

18. Pero buscas también otro testimonio acerca de la época. El (el Señor) me ha dicho: "Tú eres mi hijo; yo te he engendrado hoy" (Sal 2:7). Y, un poco más abajo: "Con cetro de hierro los quebrantarás"31. Dije ya en otra ocasión que se llama vara de hierro al imperio Romano32. En lo que queda de él podemos reflexionar a propósito de Daniel. Pues, describiendo e interpretando a Nabucodonosor la imagen de la estatua, le explica también toda la visión de la misma (Dn 2:27-45; cf. 46-49) y anuncia que la piedra, que se ha desprendido del monte "sin intervención de mano alguna" (3:34), dominará sobre todo el orbe. Habla también con toda claridad de este modo: "En tiempo de estos reyes, el Dios del cielo hará surgir un reino que jamás será destruido, y este reino no pasará a otro pueblo" (3:44)33.

Más detalles sobre la época de la venida del Mesías

19. Semanas-Años en Daniel: Pero buscamos una exposición todavía más clara de la época de su venida. De hecho, al hombre se le induce dificilmente a creer -no cree en lo que se le dice- si no logra abiertamente un cálculo exacto de años. ¿Cuáles son, pues, las circunstancias de la época y la época misma? Cuando ya no hay reyes oriundos de Judá, después reinará el extranjero Herodes. Dice, pues, el ángel que habla a Daniel (y anótame ahora lo que diga): "Entiende y comprende: Desde el instante en que salió la orden de volver a construir Jerusalén, hasta un Príncipe Mesías, siete semanas y sesenta y dos semanas" (Dan 9:25)34. Sesenta y nueve semanas de años son cuatrocientos ochenta y tres. Afirma, por consiguiente, que cuatrocientos ochenta y tres años después de la reconstrucción de Jerusalén, y cuando ya no haya jefes propios, vendrá entonces un rey extranjero en cuya época nacerá el Mesías. Darío el Medo edificó Jerusalén35 en el sexto año de su reinado (Esdr 6:15)36, en el primero de la olimpíada griega sexagésimo sexta. Entre los griegos se llama olimpíada a los juegos que suelen hacerse cada cuatro años. Ello era a causa del día que se consigue cada cuatro años sumando los restos de horas que cada año deja sobrantes el movimiento solar. Herodes era rey en la olimpíada ciento ochenta y seis, año cuarto. Por tanto, desde la olimpíada sesenta y seis hasta la ciento ochenta y seis con ciento veinte olimpíadas y un poco más. Y estas ciento veinte olimpíadas hacen un total de cuatrocientos ochenta años. Los otros tres años que faltan, necesarios para completar el número de semanas, caben en el intervalo que hay entre el primero y el cuarto año. Por consiguiente, ya tienes una demostración a partir de la Escritura, que dice, como ya se ha explicado, que el tiempo desde la orden de reconstrucción de Jerusalén hasta Cristo es de sesenta y nueve semanas (cf., ya antes, Dan 9:25). Aquí tienes esta demostración del momento, aunque no faltan otras interpretaciones de las profecías sobre las semanas de años en Daniel37.

Detalles sobre el lugar

20. Pero escucha ya el lugar de la promesa. Dice Miqueas: "Mas tú, Belén Efratá, aunque eres la menor entre las familias deJudá, de ti me ha de salir aquel que ha de dominar en Israel, y cuyos orígenes son de antigüedad, desde los días de antaño" (Miq 5:1) 38. Por lo que respecta a los lugares, siendo de Jerusalén como eres, ya sabes lo que está escrito en el salmo 132: "Mirad: hemos oído de ella que está en Efratá39, ¡la hemos encontrado en los Campos del Bosque!" (Sal 132:6). Pues hasta hace pocos años se trataba de un lugar poblado de bosque. Has oído, por otro lado, a Habacuc, que dice al Señor: "¡En medio de los años hazla revivir, en medio de los años dala a conocer!" (Hab 3:2). ¿Y cuál será, oh profeta, el signo de que el Señor viene?: "En medio de dos vidas lo conocerás." Con esto alude claramente al Señor: cuando vengas en la carne, vivirás y morirás; pero, al resucitar de entre los muertos, vivirás de nuevo. Pero, ¿de qué parte de la región de Jerusalén ha de venir? ¿del oriente o del ocaso, del aquilón o del sur? Dínoslo detalladamente. Responde con toda claridad y dice: "Viene Dios de Temán" — pero por Temán se entiende el Sur40 —, "el Santo del monte Farán, con sombras y nubes"41, lo cual lo dijo el salmista en idéntico sentido: "¡La hemos encontrado en los Campos del Bosque!" (Sal 132:6).

Nacimiento virginal

21. Después preguntamos de quién vendrá y cómo vendrá. Esto nos lo enseña Isaías: "He aquí que una virgen42 está encinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel" (Is 7:14). Los judíos, que desde antiguo suelen rechazar la verdad, argumentan contra esto y dicen que no está escrito virgen, sino muchacha. Pero, aunque yo conceda esto, encuentro que la verdad se encuentra preguntándose: si una virgen es violada y grita pidiendo auxilio, ¿lo hace después o antes de ser violada? Por consiguiente, si en algún lugar dice la Escritura: "La joven prometida acaso gritó sin que hubiera nadie que la socorriera" (Dt 32:27), ¿acaso no se dice esto de una muchacha que es virgen?43. Y para que conozcas con más claridad que las vírgenes en la Sagrada Escritura también son llamadas "muchachas," escucha el libro de los Reyes acerca de Abisag, la sunamita, que dice: "La joven era extraordinariamente bella" (I Re 1:4). Y se sabe que ésta es la virgen que fue elegido y llevada hasta David (1:3).

El signo ofrecido a Ajaz no se refiere a su hijo Ezequías, sino a una virgen, en el futuro

22. Pero los judíos replican: lo que se dijo a Ajaz se refería a Ezequías. Leamos la Escritura: "Pide para ti una señal de Yahvé tu Dios en lo profundo del sheol o en lo más alto" (Is 7:11). Pero debe tratarse de un signo que cause admiración y sea indiscutible. Un signo había sido el agua sacada de la roca (Ex 17:6), que el mar se abriese (14:21) o que retrocediese el sol (2 Re 20:11)44 y otras cosas semejantes.

Pero lo que he de decir es una evidencia mayor en contra de los judíos45. Isaías hablaba de todo esto cuando era rey Ajaz, que lo fue durante dieciséis años, período en el que tuvo lugar este oráculo profético. La contradicción de los judíos la refuta su sucesor, el rey Ezequías, hijo de Ajaz, que tenía veinticinco años al acceder al trono (2 Re 18:2). Pero puesto que la profecía fue hecha en el período de los dieciséis años46, es al menos nueve años antes de la profecía cuando nació Ezequías de Ajaz. No hay necesidad, por tanto, de que la profecía se refiera a aquel que ya había nacido incluso antes de que su padre Ajaz comenzase a reinar. Además Isaías no dice que una virgen "estuvo" encinta, sino — como predicción — que lo "estará."

El linaje de David es eterno

23. Ya hemos visto con claridad que Cristo nace de una virgen. Ahora habrá que explicar cómo es esta virginidad. "Juró Yahvé a David, y no se arrepentirá: "El fruto de tu seno asentaré en tu trono45" (Sal 132:11), y también: "Estableceré su estirpe para siempre, y su trono como los días de los cielos" (89,30). Y, además: "Una vez he jurado por mi santidad: ¡A David no he de mentir! "Su estirpe durará por siempre, y su trono como el sol ante mí, por siempre se mantendrá como la luna, testigo fiel en el cielo" (Sal 89:36-38). Ves que se habla de Cristo, no de Salomón, pues el trono de éste no permaneció como el sol. Pero si alguien estuviese en desacuerdo porque Cristo no se sentó en el trono de madera de David, recordémosle esta sentencia: "En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos" (Mt 23:2). No se refiere a una cátedra de madera, sino a la autoridad doctrinal. No busques tampoco el trono de David en uno de madera, sino en la potestad regia. Como testigos de esto acepta a los niños que aclamaban: "¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!" (Mt 21:9). También los ciegos dicen: "¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!" (Mt 9:27). Y Gabriel anuncia con claridad a María: "El Señor Dios le dará el trono de David, su padre" (Lc 1:32). Y Pablo: "Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, descendiente de David, según mi evangelio" (2 Tim 2:8). Y, al principio de la epístola a los Romanos, dice: "Nacido del linaje de David según la carne" (Rm 1:3). Acoge, por tanto, al que ha nacido de David, de acuerdo con la profecía: "Aquel día la raíz de Jesé47 que estará enhiesta para estandarte de pueblos, los gentiles la buscarán" (Is 11:10).

24. Pero los judíos se enfurecen fuertemente por estas cosas. Esto lo había previsto también Isaías al decir: "Serán para la quema, pasto del fuego. Porque una criatura nos ha nacido, un hijo se nos ha dado" (Is 9:4-5). Date cuenta de que primeramente era Hijo de Dios y que luego nos ha sido dado. Poco más abajo dice: "Su paz no tendrá fin" (9:6). Los romanos terminan con ellos mismos, pero el reino del Hijo de Dios no tiene un final. Tuvieron un final los persas y los medos. Pero no tiene un final el Hijo de Dios. Y luego sigue: "... sobre el trono de David y sobre su reino, para restaurarlo y consolidarlo" (ibid.). De David surgió, pues, la Virgen santa.

Se insiste en el nacimiento virginal

25. Convenía, pues, que aquel que es purísimo y maestro de la pureza surgiese de un tálamo puro. Pues si todo el que junto con Jesús tiene el sacerdocio se abstiene de mujeres, ¿cómo iba a nacer Jesús de un hombre y una mujer? "Sí, tú del vientre me sacaste — se dice en los Salmos —, me diste confianza a los pechos de mi madre" (Sal 22:10). Pon atención a "del vientre me sacaste": con ello se significa que él salió y nació del útero y de la carne de una virgen, pero sin obra de varón, de una manera distinta a la de aquellos que nacen según la ley nupcial.

Es la carne del hombre lo que Dios asume

26. No teme asumir la carne de unos miembros de los que él es el artífice. Pero, ¿quién es el que nos dice esto? El Señor dice a Jeremías: "Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes que nacieses te tenía consagrado" (Jer 1:5). Y quien, al hacer a los hombres, tocaba sus miembros sin avergonzarse de ello, ¿se avergonzará de crear, a causa de sí mismo, esta santa carne que es el manto de su divinidad? Es Dios quien en el útero, hasta el día de hoy, da forma a los fetos humanos, de acuerdo con lo escrito en Job: "¿No me vertiste como leche y me cuajaste como queso? De piel y de carne me vestiste y me tejiste de huesos y de nervios" (Job 10:1011). Nada hay abominable en la hechura del hombre mientras no la manche por el adulterio y la lascivia. El que hizo a Adán hizo también a Eva; con las manos divinas fueron hechos tanto el hombre como la mujer. Ninguno de los miembros del cuerpo fue hecho desde un principio abominable. Callen, pues, todos los herejes que acusan a los cuerpos y a quien los hizo49. Nosotros, en cambio, recordaremos la sentencia de Pablo: "¿No sabéis que vuestro cuerpo es santuario del Espíritu Santo, que está en vosotros"? (1 Cor 6:19). Además, el profeta predijo acerca de la persona de Jesús: "Mi carne es de ellos" (Os 9:12 LXX)50. Y, en otro lugar, está escrito: "Por eso él los abandonará hasta el tiempo en que dé a luz la que ha de dar a luz" (Miq 5:2)51. ¿Y cuál será el signo de ésta?: "Dará a luz y el resto de sus hermanos volverá a los hijos de Israel." ¿Y cuáles son las arras nupciales de la Virgen, la santa esposa?: "Te desposaré conmigo en fidelidad, y tú conocerás a Yahvé" (Os 2:22). E Isabel, hablando de lo mismo, dice algo semejante: "¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!" (Lc 1:45).

Contra las objeciones de los griegos

27. Pero nos perturban tanto los griegos como los judíos, diciendo que fue imposible que el Mesías naciese de una virgen. Tapemos, en primer lugar, la boca a los griegos por sus fábulas. Quiénes sostenéis que unas piedras que se arrojan pueden transformarse en hombres52, ¿cómo decís que es imposible que una virgen dé a luz? Quienes fabuláis que una hija nació de un cerebro53, ¿afirmáis que un hijo no puede salir del útero de una virgen? Quienes afirmáis, falsamente, que Baco salió del muslo de Júpiter, como si fuese un útero preñado, ¿cómo es que rechazáis nuestra verdad? Lo que digo es indigno del presente auditorio. Pero esto lo decimos para que rechaces a los griegos, que con sus fábulas se desmienten a sí mismos.

El parto de Sara y otros prodigios con Moisés y Aarón hacen comprender el milagro de la concepción virginal

28. A los que provienen de la circuncisión arguméntales así: ¿qué es más difícil, que una anciana estéril dé a luz o que lo haga una virgen que está en la flor de la edad? Sara era estéril y, ya sin la regla (Gén 11:30; 18:11), dio a luz fuera de su capacidad natural (cf. Gén 21:2). Por consiguiente, si es posible que una estéril engendre de un modo no natural, también, más allá de la naturaleza puede una virgen ser madre. Así pues, o bien rechazas ambas cosas o las admites las dos. Pues el mismo Dios es el que hizo aquello y esto. No te atreverás a decir que aquello es posible para Dios, pero esto es imposible. ¿Y qué hay, por ejemplo, de natural en que la mano de un hombre cambie de aspecto en el espacio de una hora, pero luego vuelva a recobrarlo? ¿Cómo es, pues, que la mano de Moisés se volvió blanca como la nieve, pero volvió de modo instantáneo a su estado anterior? (vid. Ex 4:6-7). Y dices: es Dios quien ha operado el cambio. Y si Dios puede esto, ¿no puede también lo otro? Y aquel signo iba destinado a los egipcios (Ex 4:8-9), pero éste ha sido dado al mundo entero.

¿Qué trabajo es más difícil, oh judíos, que una virgen dé a luz o que una vara se convierta en un ser vivo? Confesad que, en tiempos de Moisés, una vara rígida tomó aspecto de serpiente que causaba miedo al mismo Moisés. De modo que el que antes sostenía la vara huía después de ella como de un dragón, pues realmente lo era, pero en realidad huía, no por aquello que sostenía sino de pavor ante el que había provocado el cambio54. Si, pues, de la vara salían unos ojos que podían ver, ¿no puede nacer, si Dios quiere, un niño de un útero virginal?

Y no menciono ahora que la vara de Aarón produjo en una sola noche (cf. Núm 17:23) lo que otros árboles producen en el espacio de muchos años. Pues, ¿quién ignora que una vara desprovista de corteza, aunque se la plante en medio de un río, no germinará jamás? Pero Dios no está al servicio de los árboles, sino que es autor de la naturaleza. Y una vara sin frutos, seca y sin corteza floreció, germinó y dio nueces como fruto (cf. ibid.). Y aquel que concedió a la vara — ante un sacerdocio que sólo era tipo, es decir, figura de otro55 — fruto más allá de su capacidad, ¿no habría de conceder el parto a una virgen en razón del verdadero sumo sacerdote?

También es milagroso el nacimiento de Eva

29. Todos estos ejemplos son muy notables. Sin embargo, los judíos los discuten. Y no asienten a estos ejemplos de la vara si no se les convence mediante partos admirables del mismo género y no naturales. Pregúntales, pues, de ese modo: ¿de quién nació Eva al principio? ¿Qué madre la hizo si carecía de ella? Pero la Escritura dice que fue hecha de la costilla de Adán (Gén 2:22). Pero si Eva fue hecha de la costilla del hombre sin necesitar una madre, ¿no podría nacer un niño del vientre de una virgen sin concurso de varón? Las mujeres están sometidas al hombre para procrear56. Pues Eva había nacido de Adán, sin ser concebida por una madre, sino salida de un hombre como si él la hubiese dado a luz: la deuda de esta gracia la devolvió María cuando, por la fuerza de Dios, no por un hombre sino por sí sola, concibió intacta y por el poder del Espíritu Santo.

La misma creación del hombre es un milagro

30. Pero hay otro ejemplo mucho mejor. Aunque parezca asombroso que unos cuerpos se generan de otros, es, sin embargo, posible. Y más asombroso es que el hombre se haga del polvo de la tierra57. Y todavía es más admirable que de una masa de lodo aparezcan los párpados y la luz de los ojos, y que de un poco de barro nazcan la solidez de los huesos, la suavidad de los pulmones y las diversas clases de miembros. Todo eso es admirable. Y que un barro que ha cobrado vida recorra el mundo por cualquier lugar y edifique, y que enseñe y hable, realice trabajos fabriles o haga tareas de gobierno, todo ello es digno de admiración. Por tanto, judíos ignorantes, ¿de dónde ha salido Adán? ¿Acaso no ha moldeado Dios su figura admirable tomando polvo de la tierra? ¿Qué, pues? Si el lodo se transforma en ojo, ¿no engendrará una virgen a un hijo? Lo que al juicio humano parece más imposible se convierte, sin embargo, en realidad. ¿Y no habrá de realizarse lo que por sí mismo es posible?

Desposada sin haber roto su virginidad

31. Hagamos memoria, hermanos, de estas glorias y usémoslas como armas arrojadizas. No sigamos a los que enseñan heréticamente una venida de Cristo sólo en apariencia o discutible58. Rechacemos también a quienes dicen que el nacimiento del Salvador tuvo lugar de un hombre y una mujer, que se han atrevido a decir que ha sido engendrado de José y María, basándose en aquello que está escrito: "Tomó consigo a su mujer" (Mt 1:24). Recordemos a Jacob, que, antes de tomar a Raquel, dijo a Labán: "Dame a mi mujer" (Gén 29:21). Como aquélla antes de sancionar las nupcias ya era llamada esposa de Jacob simplemente por haber quedado prometida con él, así también María fue llamada esposa de José a causa del desposorio. Observa el modo cuidadoso de hablar del Evangelio al decir: "Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José" (Lc 1:26). Y, a su vez, cuando se habla del empadronamiento y de que José subió para empadronarse, ¿qué dice la Escritura?: "Subió también José desde Galilea... para empadronarse con María, su desposada mujer, que estaba encinta" (Lc 2:4-5). Y, aunque estaba embarazada, no dijo simplemente "su mujer," sino su "mujer desposada." "Dios envió a su Hijo," dice Pablo, no hecho de hombre y mujer, sino sólo "nacido de una mujer" (Gál 4:4), en este caso, de una virgen. Que a una virgen se le llame sin mas "mujer" es algo que ya antes mostramos. De una virgen nació quien hizo las almas vírgenes.

Los múltiples testigos frente a la herejía

32. Te asombras de lo que ha sucedido. Pero también estaba asombrada la misma que lo engendró. Pues a Gabriel le dice: "¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?" Y él responde: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios" (cf. Lc 1:34-35). Es una concepción pura e incontaminada. Pues donde sopla el Espíritu Santo, desaparece toda mancha. El nacimiento virginal del Unigénito en la carne está exento de impureza. Y si los herejes están en contra de esta verdad, los convencerá de ella el Espíritu Santo tras el enojo del poder del Altísimo que cubrió a la Virgen con su sombra (Lc 1:35): se enfrentará con ellos el día del juicio con el rostro vuelto hacia Gabriel. Será confusión para ellos el lugar del pesebre que acogió al Señor (cf. Lc 2:7). Aportarán su testimonio los pastores que recibieron entonces la fausta noticia (Lc 2:10 ss), y también el ejército de los ángeles que alababan, celebraban y decían: "Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace" (Lc 2:14). Asimismo el templo al que fue llevado a los cuarenta días (Lc 2:22) "también para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones" (2:24). Testificarán igualmente Simeón, que entonces "le tomó en brazos" (2:28) y la profetisa Ana, que allí estaba (2:36 ss).

Es verdadero hombre el que ha nacido de la Virgen.

Elogio de la castidad

33. Ante el testimonio de Dios, juntamente con el del Espíritu Santo y con las palabras de Cristo: "¿Por qué queréis matarme (Jn 7:19), a mí, que soy un hombre que os ha dicho la verdad (cf. 8:46b)?" enmudezcan los herejes que están en contra de su humanidad. Pues le contradicen al decir él: "Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos como veis que yo tengo" (Lc 24:39). Sea adorado el Señor nacido de la Virgen y conozcan las vírgenes el honor y la corona de su propia institución. También el orden de los monjes reconozca la gloria de la pureza. Pues no nos vemos privados los varones de la dignidad de la integridad. Cristo cumplió el tiempo de nueve meses en el vientre de la Virgen, pero el Señor fue hombre durante treinta y tres años, de modo que si una virgen se gloría por un tiempo de nueve meses, mucho más podemos gloriarnos nosotros por una multitud de años.

Dignidad de la castidad y de la virginidad

34. Corramos todos por la gracia de Dios la carrera de la castidad, "los jóvenes y las doncellas, los ancianos junto con los niños" (Sal 148:12), no siguiendo la lascivia, sino alabando el nombre de Cristo. No ignoremos la gloria de la pureza, pues se trata de una superioridad angélica y de una tarea que va más allá del hombre: respetemos los cuerpos, que en su momento lucirán como el sol. No manchemos con tan bajas pasiones un cuerpo tan digno. El pecado es algo pequeño y que sólo dura un tiempo limitado, pero su oprobio se prolonga por una eternidad de años. Los que siguen la pureza son ángeles que caminan por la tierra. Las vírgenes tienen parte con María Virgen. Elimínese todo adorno llamativo, toda mirada peligrosa y cualquier vestido y perfume que arrastren a las bajas pasiones. En cuanto a todos, el perfume sea la oración, el olor de las buenas obras y la santificación de los cuerpos, para que el Señor nacido de la Virgen, diga también de nosotros, hombres que han guardado su integridad y mujeres que han recibido la corona: "Estableceré mi morada en medio de vosotros... Me pasearé en medio de vosotros, y seré para vosotros Dios, y vosotros seréis para mí un pueblo" (Lev 26:11-12; cf. 2 Cor 6:16; Apoc 21:3; Ez 36:28; Jer 31:31-34). A quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

1. Se profundiza en la presente catequesis en la confesión de la divinidad y la humanidad de Cristo. Se ven asimismo cumplidas en Cristo las profecías de la antigua Alianza. La concepción virginal de Cristo, sobre la que se habla con mucha amplitud, da pie a Cirilo para alabar también la virginidad, el celibato y la vida monástica.

2. Esta extraña expresión se refiere a Cristo.

3. Alusión a la ingestión integra del cordero pascual, figura de Cristo, según Ex 13:9; "Nada de él comeréis crudo ni cocido, sino asado, con su cabeza, sus patas y sus entrañas."

4. En la persona de Jesús.

5. La concepción virginal de Cristo se abordó ya en la cat. 4, núm. 9.

6. La expresión "de modo total" parece referirse a que ni siquiera podría decirse que la humanidad de Cristo sea más que aparente. La opinión herética según la cual la humanidad de Jesús sería sólo una apariencia se ha calificado en la historia de la teología cristiana con el término técnico "docetismo" (de "dokein," parecer o aparecer). El docetismo, en sus diversas variantes, se manifestó entre gnósticos y valentinianos. No es ajena a él la teología de Apolinar de Laodicea, que niega el alma humana de Jesús y señala que las funciones intelectuales de éste radicarían sólo en su divinidad. Otras variantes del docetismo perviven en el monofisismo, que se mantuvo largo tiempo pese a ser condenado en Calcedonia (a. 451). De este modo, a la inversa de la negación, en el arrianismo, de que Jesús sea Dios como el Padre, en las concepciones docetas no se afirma una humanidad plena de Jesús. Fue el concilio de Constantinopla el que, en el año 381, siguiendo los pasos de Nicea, afirmó solemnemente la realidad humana plena de Jesucristo. En la presente catequesis, al ser el tema la encarnación de Cristo, Cirilo se mueve en la linea trazada posteriormente por el Concilio de Constantinopla. Por otra parte, la confesión de que la concepción de Cristo fue virginal fue tema especialmente del concilio de Efeso, en el año 431, aunque la Iglesia ya en épocas muy anteriores expresaba esa convicción. Sobre estos temas es importante recordar la historia de los concilios ecuménicos de la Edad Antigua. Pedagógicamente es bastante interesante el capitulo correspondiente de la cristología de J.l. González Faus, La humanidad nueva, cuya primera edición es de 1974, pero se ha reeditado numerosas veces.

7. Es decir, que el hombre Jesús habría llegado, en un momento determinado, a ser Hijo de Dios ---sin haberlo sido antes.

8. Esta especie de supuesta "evolución" del hombre Jesús hasta llegar a ser Hijo de Dios es contraria a los múltiples datos del Nuevo Testamento, especialmente SanJuan, acerca de que desde siempre el Hijo habia estado junto al Padre. Son en esta linea muy importantes las cartas y el evangelio de Juan. De este último, incluso por su mismo planteamiento literario, es decisivo el llamado "prólogo" (Jn 1:1-18). Además, toda la realidad del "Abba," ya mencionada, las parábolas sobre el Padre que envia el Hijo (cf., por ej., Mc 12:1-12 par.), o las explicaciones paulinas sobre el plan divino de salvación (Gál 4:4 ss; vid. Ef 1:3 ss).

9. Refiriéndose a la Sabiduría.

10. Pues el testimonio de la Escritura es más fuerte que el testimonial de hombre alguno. Quizá es útil tener en cuenta Jn 5:34, cf.8:13ss.

11. La afirmación de la bondad de lo creado, de modo general, en Gén 1:31a, pero la afirmación se había hecho repetidamente en los vv. 10- 25.

12. Es corriente, en la tradición cristiana, considerar la imagen y semejanza de Dios en el hombre en la espiritualidad de éste, es decir, en el carácter espiritual del alma humana. Cirilo lo ha descrito así expresamente en la cat. 4, núm. 18.

13. En general, en los capítulos 1-11 del libro del Génesis, antes del comienzo de la historia de Abraham, no se está ante relatos que tengan un valor histórico que deba tomarse al pie de la letra. Anteriormente ya se habló, por ejemplo, de la imagen del mundo que subyace a los relatos de la creación y que no hay inconveniente en rechazar como tal imagen cf. cat. IX, nota 8). Pero, como entonces se indicó, ello no impide señalar lo que de fondo se quiere afirmar: el mundo proviene de la acción creadora de Dios, que todo lo ha querido hacer bueno (cf la nota 11 de esta catequesis), aunque el hombre, y la creación entera, han sido desde el comienzo víctimas del pecado. Sobre esto es interesante recordar Rom 8:18-25.

14. Referido a Dios. Se expresa un sentimiento de impotencia ante el mal y el pecado. Cf., con respecto a este último, Rom 7:14-23.

15. Sobre intentos de lapidación de Jesús, cf.Jn 8:29; 10:31.

16. La cruz, como señal del combate cristiano.

17. El salmo 72, efectivametite dedicado a Salomón, traza los rasgos del rey ideal, justo, etc. En este sentido, también Salomón es figura del Mesías, de modo que la interpretación tradicional cristiana del salmo lo entiende como descripción de Cristo.

18. El mismo salmo 72, pero se trata en realidad del versículo anterior.

19. Más abajo, en el núm. 17, se insistirá en que este rey mesiánico llega sobre una humilde borrica. Para el cumplimiento de estas palabras, cf Mt 21:1-11.

20. Recuérdese una vez más que el lugar en que Cirilo está catequizando, el Calvario, está en su época incluido en el interior de la ciudad de Jerusalen. Cirilo pide en su catequesis un signo que pueda entenderse desde el lugar del Calvario en el que se encuentran él y sus oyentes.

21. Es decir, la encarnación ayuda a percibir mejor a Dios.

22. Reproduce aquí Cirilo lo que piensa que es la creencia espontánea de los hombres, semejante a la del israelita.

23. Posible referencia a Dt 9:19, que directamente se refiere al miedo que experimenta Moisés ante la ira de Dios porque Israel se ha construido un becerro de oro. Pero Cirilo se refiere más bien al miedo que la religiosidd primitiva y el antiguo Israel experimentan ante la presencia de la divinidad.

24. Estas palabras no parecen ser texto bíblico.

25. Si hubieran conocido la sabiduría de Dios, "una sabiduría de Dios, misteriosa, escondida, destinada por Dios desde antes de los siglos para gloria nuestra, desconocida de todos los príncipes de este mundo..." (1 Cor 2:7-8a).

26. "Los que ya había devorado, son, con toda probabilidd, los justos del Antiguo Testamento. No sólo Cristo no fue "devorado" por el diablo en la muerte, sino que tampoco lo fueron los justos del Antiguo Testamento. Cf. más abajo, cateq. 14, núms. 17 y 19.

27. El "depósito" de la fe, como algo que debe ser conservado es algo en lo que se insiste en las cartas pastorales. Cf. 1 Tm 6:20; 2 Tm 1:12,14. Tematizada en la tradición teológica por Vicente de Lerins en el s. V, la expresión "depósito de la fe" ha sido siempre utilizada por la Iglesia para expresar lo necesario de su fidelidad al mensaje cristiano.

28. La línea de argumentación de Cirilo es ésta; cuando el Señor se hizo presente en el Sinaí, Moisés y Elías estuvieron junto a él en el monte. Es normal que en el momento de la Transfiguración, una de las importantes manifestaciones del Padre y el Hijo en los evangelios, aparezcan también en el monte (en este caso, el Tabor). Pero al mismo tiempo, y éste es el núcleo de la argumentación de Cirilo, al aparecer en la Transfiguración, junto a Jesús, Moisés y Elías, se manifiesta así también que la Ley y los Profetas, los dos pilares esenciales del judaísmo, apuntan hacia Cristo y encuentran en él el cumplimiento de las promesas hechas a los padres.

29. Las palabras están puestas en boca de Dios. Hch 3:22 Iee: "El Señor Dios os suscitará...," y Hech 7:37 prefiere: "Dios os suscitará...."

30. "Rindan homenaje las naciones" los gentiles. El texto va a ser ufilizado por Cirilo, en un razonamiento algo complejo, para explicar que los gentiles recibieron lo que en buena parte los judíos no quisieron aceptar.

31. Una vez más, con la Biblia de Jerusalén, se prefiere la versión dura del texto hebreo.

32. Todavía existente, en la época de las catequesis de Cirilo, incluso en la rama de Occidente, aunque debilitado. El imperio romano occidental se mantendría, en decadencia constante, hasta el año 476.

33. Las palabras de Daniel se refieren propiamente a la caída del imperio de Nabucodonosor, pero, en un sentido semejante, la catequesis de Cirilo las aplica aquí a que el cristianismo se hace fuerte en la caída del imperio Romano.

34. El "Príncipe Mesías" se entiende aquí inequívocamente de Cristo. Para la interpretación del texto y del número de años de que se habla cf., además de los comentarios exegéticos a Dn, las citas de la Biblia de Jerusalén a 9:23-27.

35. Hizo terminar la reconstrucción.

36. Según el dato completo de Esd 6:15, la fecha de terminación de este templo fue el I de abril del año 515 a.C. Es el templo que, pese a sus transformaciones, estuvo en servicio hasta su destrucción definitiva por los romanos el año 70 de nuestra era.

37. El mismo Daniel habla de la oscuridad de su lenguaje, lo cual pone al lector en guardia contra cálculos excesivamente exactos de fechas.

38. En Mt 2:6: los expertos en la Ley citan este pasaje al rey Herodes para explicarle el lugar del nacimiento de Jesús. Cf.Jn 7:42.

39. "Ella" se refiere al arca de la alianza. El salmo, compuesto quizá para el aniversario del traslado del arca (cf. 2 Sam 6), tiene, especialmente al final, un fuerte contenido mesiánico.

40. Lo que parece que interesa al discurso de Cirilo es la ubicación al sur de Jerusalén, donde de hecho se encuentra Belén, el lugar de nacimIento de Jesús.

41. Hab 3:3. Este versículo y los siguientes contienen una teofanía de Yahvé que seguramente debe entenderse en sentido mesiánico. Es, desde luego, la interpretación de Cirilo en este pasaje.

42. Se prefiere dejar la traducción "virgen," que ha sido más usual en la Iglesia y la que ha entrado, partiendo de los LXX, en Mt 1:23. La dificultad de esta traducción sólo viene del hecho de que el hebreo almah significa una joven recién casada o una muchacha. No debe ignorarse la importancia del texto griego de los LXX, del texto de Mt 1:23 y de la traducción de la Iglesia referida a la concepción virginal de Cristo. Cirilo, menciona a continuación, rechazándolas, las objeciones a la traducción "virgen."

43. Cirilo se esfuerza en mostrar que expresiones como "muchacha," "joven prometida," etc., se aplican a los casos de mujeres vírgenes.

44. 2 Re 20:11 habla propiamente de "retroceder la sombra" como signo que pide a Dios Ezequías, a través de Isaías, como garantía de su curación. Cf 2 Re 20:1-11 e Is 38:1-8. Lo que Cirilo relata es que los judíos piensan que el signo de que se habla en Is 7:11, referido a Ajaz, será en realidad el signo pedido por su hijo Ezequías en 2 Re 20:8-9.

45. Cirilo añade aquí una vez más, entre paréntesis, como si fuera una nota: "Sé que me he extendido mucho y que se cansarán los oyente s. Pero quisiera que aceptes lo prolijo de mis palabras, pues estas cosas se dicen por Cristo y no deben ser despreciadas."

46. Es decir, la profecía fue hecha durante el reinado de Ajaz.

47. Padre de David.

48. Se presupone el celibato ministerial.

49. Entran aquí todos los movimientos heréticos influenciados por el maniqueísmo. Más tarde, en la Edad Media, cátaros, albigenses, etc. En el punto que nos ocupa, se caracterizan por considerar al cuerpo como la sede de las tendencias inferiores, esclavizantes o pecaminosas del hombre, mientras que el alma sería sede de sólo los deseos puros etc. Los conceptos bíblicos de "carne" y "espíritu" (especialmente, en el NT, en Pablo) se refieren más bien, respectivamente, al hombre como ser débil e inclinado al pecado, "carne" (pero es un concepto distinto de "cuerpo," con el que no se identifica la "carne"), o como "espíritu," todo lo que hay de noble en el hombre y que, a su vez, está llamado a ser vivificado por el Espíritu de Dios (cL Rom 8:16).

50. El texto bíblico es diferente. Leído así, sin embargo, frecuentemente por los Padres, que lo refieren a Cristo. Para detalles, cf PG 33, 719, nota 1.

51. Vid. la nota de la Biblia de Jerusalén a Miq 5:2(b): "Se trata de la madre del Mesías. Miqueas piensa tal vez en el célebre oráculo de la almah, Is 7:14 ss, pronunciado por Isaías unos treinta años antes." Cf. el núm. 22 de esta misma catequesis y sus notas. Por otra parte, la traducción de las líneas que siguen del presente núm. 26 se adaptará a la versión española del texto hebreo de Miq 5:2, que tiene un sentido más universalista "el resto de sus hermanos volverá a los hijos de Israel" que la versión de la que se sirve Cirilo.

52. Alusión a fábulas diversas de contenido mitológico.

53. La diosa Atenea, surgida totalmente armada de la cabeza de Zeus.

54. Cirilo ha dado rienda suelta a su imaginación acerca de la vara de Moisés, pero eso le es útil como término de comparación para ensalzar la concepción virginal de Cristo.

55. El sacerdocio definitivo deJesucristo, propio de la nueva Alianza.

56. En realidad es claro que el hombre y la mujer se necesitan mutuamente para la procreación. La manera de expresarse Cirilo, lógicamente no "cientifica," le es útil a él para expresar una vez más la iniciativa absoluta de Dios en la concepción virginal de Cristo.

57 Gén 2:7, en el contexto del segundo relato de la creación. Sobre el carácter "histórico" de estos relatos sin que esa dificultad afecte al valor de sus afirmaciones sobre la acción creadora de Dios ya se trató era cat. IX, nota 8.

58. Cf. más arriba, cat. IV, núm. 9.

 

XIII. Cristo Crucificado y Sepultado.

Pronunciada en Jerusalén, sobre lo de "crucificado y sepultados." La lectura es de Isaías: "¿Quién dio crédito a nuestra noticia? Y el brazo de Yahvé, ¿a quién se le reveló?" (Is 53:1). Y, en lo que sigue: "Como un cordero al degüello era llevado" (Is 53:7), etc. 1.

La cruz es la que liberó a todos los hombres

1. En cualquier acción de Cristo se gloría la Iglesia católica. Pero el colmo de estas glorias es la cruz. Pablo, con conocimiento del asunto, dice: "En cuanto a mí, ¡Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo! (Gál 6:14). Sin duda fue admirable que un ciego de nacimiento recuperase la visión en Siloé (cf. Jn 9). Pero, ¿en qué afectaba esto a todos los ciegos del mundo? Grande es, y más allá de toda naturaleza, que Lázaro, muerto de cuatro días, resucitara Jn 11:39-44). Pero ésta es una gracia que a él sólo le alcanzó. ¿Qué tenía esto que ver con todos los que en todo el mundo estaban muertos por sus pecados? (cf. Ef 2:1 ss; cf. Rom 3:23). Es admirable que cinco panes diesen alimento, como si manase de cinco fuentes, a cinco mil hombres (cf. Mt 14:21). Pero, ¿qué es esto en comparación con los que en todo el mundo se encontraban sometidos al hambre de la ignorancia? (cf. Am 8:11). Es admirable que una mujer fuese totalmente liberada tras haber estado atada por Satanás durante dieciocho años (cf. Lc 13:10-13). Pero míranos a todos, que estamos sujetos por las cadenas de nuestros pecados. En cambio, la corona — o incluso la gloria — de la cruz iluminó a los que estaban ciegos por la ignorancia, liberó a los que estaban sujetos por el pecado y rescató a todos los hombres.

Jesús ha rescatado a todos los hombres

2. No te asombre que haya sido redimido el orbe entero. Pues no era un simple hombre, sino el unigénito Hijo de Dios, el que moría por esta causa. Ciertamente, el pecado de un único hombre, Adán, pudo introducir la muerte en el mundo. Pero si por la caída de uno reinó la muerte en el mundo, ¿por qué no habrá de reinar mucho más por la justicia de uno sólo?2. Y si en aquel momento, a causa del leño del que (nuestros padres) comieron, fueron expulsados del paraíso (cf. Gén 3:22-24), ¿acaso los que crean no habrán de entrar ahora, por el leño de Jesús, mucho más fácilmente en el paraíso? Si el primer hombre, hecho de la tierra, trajo a todos la muerte, ¿acaso quien lo hizo de la tierra (Gén 2:7), siendo él mismo la vida (Jn 15:5 ss), no le dará vida eterna? Si Pinjás, inflamado de celo, matando al autor del delito, aplacó la ira de Dios (cf. Núm 25:7-11),Jesús, sin matar a nadie, sino entregándose a sí mismo como rescate (I Tim 2:6), ¿acaso no deshará la cólera contra los hombres (cf. Rom 1:18)?

En el absurdo de la cruz, y más siendo Jesús inocente, está la salvación

3. Que no nos dé vergüenza la cruz del Salvador, e incluso gloriémonos en ella. Pues la palabra de la cruz es escándalo para los judíos y necedad para los gentiles, pero para nosotros es salvación (cf. I Cor 1:18-25). "Es una necedad para los que se pierden; más para los que se salvan — para nosotros — es fuerza de Dios" (1:18). Pues, como se ha dicho3, no se trataba de un simple hombre que moría en favor nuestro, sino de Dios, el Hijo de Dios hecho hombre. Pero entonces el cordero muerto, según la enseñanza de Moisés, arrojaba lejos al Exterminador4. Ahora bien, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Jn 1:29), ¿acaso no liberará mucho más de los pecados? También la sangre de una oveja irracional mostraba la salud. ¿Y la sangre del Unigénito no traerá la salvación en una mayor medida? Si alguno no cree en la fuerza del crucificado, interrogue a los mismos demonios5. Y si alguien no cree en las palabras, dé crédito a las cosas claras. Son muchos los que han sido crucificados en todo el orbe, pero ante ninguno de ellos sienten pavor los demonios. Pero ante Cristo, crucificado por nosotros, se aterrorizan los demonios cuando simplemente ven el signo de la cruz, porque aquellos otros crucificados fueron muertos por sus propios pecados, pero él por los de los demás. El es "el que no cometió pecado, y en cuya boca no se halló engaño" (I Pe 2:22; cf. Is 53:9). No era Pedro quien decía esto, lo que podría despertar la sospecha de que quisiera ser grato al maestro, sino que quien lo había dicho era Isaías, que no había estado corporalmente presente (ante Jesús), pero en espíritu había previsto su venida en carne. Pero, ¿por qué aduzco sólo el testimonio del profeta? Cuenta entre los testigos al mismo Pilato, que sentenció sobre él diciendo: "No he hallado en este hombre ninguno de los delitos de que le acusáis" (Lc 23:14). Y cuando se lo entregó, lavando sus manos, dijo: "Inocente soy de la sangre de este justo" (Mt 27:24). Y hay también otro testigo de la inocencia de Jesús, el ladrón que fue primero al paraíso, que increpaba a su compañero y decía: "Nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio, éste nada malo ha hecho (Lc 23:41), pues tú y yo estuvimos en su juicio"7.

Realidad de la crucifixión

4. Así pues, Jesús padeció realmente por todos los hombres. La cruz no es ninguna ficción, pues en ese caso también la redención sería algo fingido. La muerte no fue algo aparente, sino una realidad indiscutible. Si no fuese así, la salvación sería una fábula sin más. Si la muerte hubiese sido sólo aparente, tendrían razón quienes decían: "Señor, recordamos que ese impostor dijo cuando aún vivía: "A los tres días resucitaré"" (Mt 27:63). La pasión fue, pues, real: fue verdaderamente crucificado, y no nos avergonzamos de ello; fue crucificado y no lo negamos. Más bien me glorío en ello cuando lo digo. Pues si ahora lo niego, argüirá en mi contra el Gólgota que tenemos aquí tan próximo8. Argüirá en contra mía el madero de la cruz, que a trozos pequeños ha sido distribuido desde ese lugar a todo el mundo. Confieso la cruz una vez que he conocido la resurrección. Pues si no hubiese ido más allá de la cruz, tal vez no lo habría confesado y la hubiese escondido juntamente con el maestro. Pero, puesto que la resurrección ha seguido a la cruz, no me da vergüenza proclamarla9 .

Condenado sin pecado alguno

5. Fue crucificado él, que, como todos, vivió en la carne, pero no con pecados semejantes. Pues no fue llevado a la muerte por la avidez de riquezas, pues era un maestro en la pobreza y en la renuncia a los bienes. No fue condenado por su pasión libidinosa, él que dijo claramente: "Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón" (Mt 5:28). A nadie golpeó o hirió con soberbia, sino que a quien le golpeaba le mostró la otra mejilla (5:39). Y no despreciaba la Ley, sino que la llevaba a su plenitud (5:17). No acusaba de falsedad a los profetas, pues él era el que había sido anunciado por ellos10. No defraudaba en los pagos, pues curaba sin cobrar y gratuitamente. No pecó en modo alguno ni de palabra ni de obra ni de pensamiento. "El que no cometió pecado, y en cuya boca no se halló engaño; el que, al ser insultado, no respondía con insultos; al padecer, no amenazaba..." (I Pe 2:22-23; cf. Is 53:9), que no vino a la pasión forzado, sino por su propia voluntad. Y a quien le dijo que tuviese compasión de sí mismo, le dijo aquello de: "Apártate de mí, Satanás" (Mt 16:23).

Voluntariamente fue a la pasión sin rehuirla

6. ¿Quieres persuadirte más de que vino por voluntad propia a la pasión? Todos los demás, que ignoran su destino, mueren de mala gana, pero él predijo de su propia pasión: "El Hijo del hombre va a ser entregado para ser crucificado" (Mt 26:2). ¿Sabes por qué él, que amaba a los hombres, no rehusó la muerte? Para que el mundo no se perdiese por sus pecados. "Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado y será crucificado" (vid. Mt 20:18-19). Y, por otra parte: "El se afirmó en su voluntad de ir a Jerusalén"11. ¿Deseas conocer claramente que la cruz de Jesús es gloriosa? No me oigas a mí, sino a quien así lo dice. Era Judas quien lo entregaba, lleno de ingratitud hacia quien los había invitado. Se marchó pronto de la mesa tras beber el cáliz de la bendición, pero pasó de esta bebida de la salvación a derramar la sangre del justo. "El que mi pan comía, levanta contra mí su calcañar" (Sal 41:10)12. Poco antes sus manos recibían las bendiciones (o los trozos del pan bendecido), e inmediatamente después tramaba su muerte por el dinero por el que había pactado la traición. Al ser cogido en ello y al oír lo de "Tú lo has dicho" (Mt 26:25), salió de nuevo. Después dijo Jesús: "Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre" (Jn 12:23). ¿Ves cómo sabía que su propia cruz era gloria para él?13. Si Isaías, al ser aserrado14, no cree que eso sea vergonzoso, Cristo, que muere por el mundo, ¿lo considerará un oprobio? "Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre" (Jn 12:23): no porque antes careciese de gloria. Pues había sido glorificado "con la gloria que tenía a tu lado (en frase de Jesús) antes que el mundo fuese" (Jn 17:5; cf. 17:24). Pero desde la eternidad era glorificado como Dios; ahora, sin embargo, era glorificado en la corona del sufrimiento. No perdió su vida sin que lo quisiese ni fue muerto desprovisto de su fuerza, sino voluntariamente. Escucha lo que dice: "Tengo poder para darla (la vida) y poder para recobrarla de nuevo" (Jn 10:18). Cedo ante los enemigos voluntariamente, pues, si no quisiera, no se realizaría. Llegó a la pasión por su voluntad libre, alegrándose de la obra eximia y más todavía por la corona que habría de recibir y por la salvación de los hombres. Al no avergonzarse ante la cruz, llevaba la salvación a todo el orbe. Y no era un hombre vil el que sufría, sino Dios hecho hombre luchando por el premio a su obediencia.

El Mesías sufriente, nueva enseña ante los gentiles

7. Pero los judíos están en contra, siempre preparados para la contradicción y tardos para creer. Por eso decía el profeta que se ha leído15: "Señor, ¿quién ha dado crédito a nuestra predicación?" (Is 53:1). Creen los persas, pero no creen los hebreos. "Los que ningún anuncio recibieron de él, le verán, y los que nada oyeron, comprenderán" (Rm 15:21, tomado de Is 52:15). Y los que reflexionan sobre ello, rechazarán aquello en lo que piensan. Nos replican y dice: ¿Es que acaso sufre Dios? ¿Y no hubo fuerzas humanas mayores que la misma fuerza del Señor? Leed las Lamentaciones: quejándose de vosotros Jeremías, escribió en ellas cosas verdaderamente dignas de lamentar. Vio vuestra perdición y contempló vuestra caída. Se lamentaba de la Jerusalén antigua, pues por la que ahora existe no habrá llantos16. Aquella crucificó al Mesías, pero la presente lo adora. En las Lamentaciones se dice: "Nuestro aliento vital, Cristo el Señor, quedó preso en nuestra corrupción"17. ¿Pero acaso estoy usando expresiones imaginarias? El texto habla de Cristo el Señor, hecho prisionero por los hombres. ¿Qué sucederá entonces? Dímelo, profeta. Y responde: "¡A su sombra viviremos entre las naciones!" (Lm 4:20b). Pero señala que la gracia de la vida ya no estará en Israel, sino entre los gentiles.

Escuchar y averiguar los testimonios de la Pasión en las Escrituras

8. Pero como ellos nos contradicen de múltiples maneras, vamos, aunque sea brevemente, a exponer, con la gracia del Señor, algunos testimonios de la pasión. Porque todo lo que atañe a Cristo ha quedado escrito: nada es ambiguo ni ha quedado nada sin consignar; todo ha quedado escrito en los testimonios de los profetas, y no en tablas de piedra, sino claramente descrito por el Espíritu Santo. Así pues, cuando oyeres el relato evangélico sobre las acciones de Judas, ¿acaso no debes prestar atención a este testimonio? Oíste que el costado de Cristo fue atravesado por una lanza. ¿No deberás examinar que también eso está escrito? (Jn 19:24-37). Oíste que fue crucificado en el huerto. ¿No deberás comprobar que eso ha quedado escrito? (Jn 19:41). Oíste que fue vendido en treinta monedas de plata. ¿No escucharás al profeta que habló de ello (cf. Mt 26:15 y Zac 11:12b). Oíste que le fue dado a beber vinagre. Aprende también dónde está esto escrito (cf.Jn 19:29 y Sal 69:22b). Oíste que el cuerpo fue sepultado dentro de una roca tapada con una piedra (Mt 27:60). ¿No aceptarás el testimonio del profeta sobre este asunto (cf. Is 53:9)? Oíste que fue crucificado entre ladrones (Mt 27:38). ¿No debes enterarte también de si eso estaba escrito18? Oíste que fue sepultado (Mt 27:59-60). ¿No deberás averiguar si en algún lugar se escribió acerca de su sepultura (Is 53:9)? Oíste que resucitó. ¿No deberás investigar si te engañamos con estas enseñanzas? Aunque "mi palabra y mi predicación no tuvieron nada de los persuasivos discursos de la sabiduría" (1 Cor 2:4). No se construyen aquí artificios sofistas19, sino que más bien se deshacen. No se trata de una guerra de palabras, que a veces se revelan inútiles, sino que "predicamos a un Cristo crucificado" (I Cor 1:23), la cual cosa había sido predicada anteriormente por los profetas. Y ahora tú, al acoger estos testimonios, séllalos en tu corazón. Pero, al ser muy numerosos y carecer ahora de más tiempo, séanos permitido en este momento que escuches algunas cosas que tienen mayor importancia. Entiende tú nuestra argumentación y tómate el trabajo de averiguar lo demás. Y que tu mano no esté tendida sólo para recibir, sino también para actuar (vid. tal vez Eclo 4:31). Dios todo lo gratifica. "Si alguno de vosotros está a falta de sabiduría, que la pida a Dios, que da a todos generosamente" (Sant 1:5), y la recibirá de él. El cual, movido por vuestras súplicas, nos conceda, a los que os hablamos, poderlo hacer y, a vosotros que escucháis, creer20.

Datos sobre la traición de Judas

9. Busquemos, por consiguiente, los testimonios acerca de la pasión de Cristo. Hemos decidido no hacer una exposición puramente contemplativa de las Escrituras, sino más bien convencernos, mediante datos ciertos, de aquellos que creemos. Antes recibiste los testimonios acerca de la venida de Jesús21. También está escrito que caminó sobre el mar (Sal 77:20: "¡Por el mar iba tu camino!"; Job 9:8b: "Holló la espalda de la Mar") y has recibido el testimonio de diversas curaciones. Comenzaré, pues, por el principio de la Pasión: Judas fue traidor, llegó como adversario y allí estuvo hablando de modo pacífico mientras maquinaba hostilidades. Dice de él el Salmista: "Mis amigos y compañeros se apartan de mi llaga, mis allegados a distancia se quedan" (Sal 38:12). Y también: "Sus palabras, más suaves que el aceite, son espadas desnudas" (Sal 55:22), o: "¡Salve, Rabbí!" (Mt 26:49). En ese momento entregó al Maestro a la muerte sin tener en cuenta la advertencia de quien decía: "¡Judas, con un beso entregas al Hijo del hombre!" (Lc 22:48). Es como si le reprendiera con esto: "Acuérdate de tu nombre," pues Judas significa "confesión." Hiciste un pacto, recibiste la plata. "¡Oh Dios de mi alabanza, no te quedes mudo!22. Boca de impío, boca de engaño, se abren contra mí. Me hablan con lengua de mentira, con palabras de odio me envuelven" (Sal 109:1-3a). Pero ya oíste23 que estaban allí incluso algunos de los principales sacerdotes y que fue maniatado ante las puertas de la ciudad. Ten en cuenta lo que dice el salmo acerca del tiempo y el lugar: "Regresan a la tarde, aullan como perros, rondan por la ciudad" (Sal 59:7-15).

10. Escucha, pues, también acerca de las treinta monedas de plata: "Yo les dije: "Si os parece bien, dadme mi jornal; si no, dejadlo" (Zac 11:12), y lo que sigue24. A mí me debéis25 la gracia de la curación de los ciegos y de los cojos. Y es otra la que recibo: en lugar de agradecimiento, ultraje; en lugar de adoración, injuria. Ves cómo la Escritura conoció con antelación el futuro: "Ellos pesaron mi jornal: treinta siclos de plata" (Zac 11:12). ¡Oh palabra profética de literal precisión! ¡Oh sabiduría inmensa y certera del Espíritu Santo! Pues no dijo diez ni veinte, sino expresa y exactamente "treinta," como en realidad fueron. Di también, profeta, a dónde fue a parar esta paga. El que la recibió, ¿la retendrá o la habrá de devolver? Y, después de devolverla, ¿adónde caerá él? Dice, en efecto, el profeta: "Tomé, pues, los treinta siclos de plata y los eché en la casa de Yahvé, en el horno" (Zac 11:13). Compara el Evangelio con la profecía: "Entonces Judas, ... acosado por el remordimiento, dice, ... tiró las monedas en el Santuario; después se retiró," etc. (Mt 27:3-5).

11. Pero intento suprimir aquí una aparente ambiguedad26. Pues quienes rechazan a los profetas argumentan que el profeta dice: "Los eché en la casa de Yahvé, en el horno" (Zac 11:13). Y el Evangelio, en cambio: "Las vieron por el Campo del Alfarero" (Mt 27:10). Pero atiende a cómo ambas cosas son verdad. Los judíos, es decir, aquellos que entonces eran príncipes de los sacerdotes, al ver que Judas se arrepentía y exclamaba: "Pequé entregando sangre inocente" (27:4), replican: "A nosotros, ¿qué? Tu verás" (ibid.). ¿Nada tiene que ver con vosotros, que lo crucificasteis? Que vea el que recibió y devolvió el dinero del crimen. ¿Y nada tendréis que ver quienes lo habéis hecho? Después dicen entre sí: "No es lícito echarlas en el tesoro de las ofrendas, porque son precio de sangre" (27:6). Vuestra boca os condena, puesto que el precio es abominable y abominable es también el crimen: si cumples la justicia crucificando a Cristo, ¿por qué no aceptas el precio? Pero nos preguntábamos: ¿Cómo es que no hay desacuerdo entre el evangelio que dice "Campo del Alfarero" y el profeta que menciona "el horno"? En realidad, no sólo disponen de horno quienes trabajan el oro ni sólo quienes trabajan con monedas, sino que también los alfareros tienen un horno para el barro. Separan la tierra más fina y la más espesa, colando la que se utilizará para separarla de los guijarros y escogiendo abundante material moldeable, lo amasan a continuación preparando así lo que se habrá de cocer. ¿De qué, pues, te asombras si el evangelio habla, con mayor claridad, del "Campo del Alfarero," al tiempo que el profeta pronunció su profecía de modo enigmático, siendo así que las profecías se contienen a menudo en enigmas?

El juicio y los escarnios de Jesús

12. "Entonces le prendieron, se lo llevaron y le hicieron entrar en casa del Sumo Sacerdote" (Lc 22:54). ¿Quieres saber y ver que también esto está escrito? Dice Isaías: "¡Ay de aquellos que deliberaron depravadamente entre sí diciendo: maniatemos al justo, porque nos resulta incómodo" (Is 3:9-10 LXX). Ciertamente: "¡Ay de aquellos!" Veamos esto. Isaías fue partido en dos, pero el pueblo recibió después la salud. Jeremías fue arrojado al lodo de la cisterna (38:6), pero así se curó la herida de los judíos, porque, al ser un pecado contra un hombre, era más leve. Pero los judíos no pecaron contra un hombre, sino contra Dios hecho hombre. "¡Ay de ellos!" Pero, "maniatemos al justo," decíamos. ¿No podrá desatarse a sí mismo, replicará alguno, el que libró a Lázaro de las ataduras de una muerte ya de cuatro días? (Jn 11:39-44) y el que dejó libre a Pedro de las cadenas de hierro de la prisión (Hech 12:7). Los ángeles se encontraban dispuestos diciendo: "Rompamos sus coyundas" (Sal 2:3)27, aunque se abstienen de la violencia porque Dios quiso sufrir esto. Fue conducido también a juicio entre los ancianos (Mt 26:57). De ello tenía ya un testimonio: "Yahvé demanda en juicio a los ancianos de su pueblo y a sus jefes" (Is 3:14).

13. Pero al interrogarle el Sumo Sacerdote, se indigna al oír la verdad (Mt 26:62-63) y uno de los peores de sus servidores le da una bofetada. Aquel rostro, que en otro momento había resplandecido como el sol (Mt 17:2), soportó que unas manos inicuas lo quebrasen, y otros se acercaban escupiendo al rostro de quien mediante la saliva había curado al ciego de nacimiento (Jn 9:6). "¿Así pagáis a Yahvé, pueblo insensato y necio?" (Dt 32:6). Y el profeta, asombrado, dice: "¿Quién dio crédito a nuestra noticia?" (Is 53:1)28. Es cosa realmente increíble que Dios, el Hijo de Dios y el brazo de Yahvé29 estén expuestos a estas cosas. Pero, para que los que se salvan no rehúsen creer en esto, el Espíritu Santo lo predice de la persona de Cristo cuando éste exclama (pues él era el que entonces hablaba y más tarde se hizo presente): "Ofrecí mis espaldas a los que me golpeaban" (Is 50:6)30. Y Pilato, una vez flagelado, lo entregó para ser crucificado (Mc 15:15): "Ofrecí... mis mejillas a los que mesaban mi barba. Mi rostro no hurté a los insultos y salivazos" (Is 50:6). Como si dijera: previendo que me habían de golpear, ni siquiera torcí la mejilla levemente. ¿Cómo fortalecería a los discípulos ante la muerte que debía arrostrar por la verdad si yo mismo me aterrorizaba por ella? Yo había dicho: "El que ama su vida, la pierde" (Jn 12:25). Si yo amase la vida, ¿cómo daría lecciones sin hacer lo que enseño? Por consiguiente, él, siendo Dios, soportó sufrir estas cosas de parte de los hombres para que nosotros los hombres no nos avergonzásemos luego de sufrir de los hombres cosas tales por su causa. Ves que estas cosas han sido ampliamente predichas por los profetas. Pero, como antes dije, muchos testimonios de la Escritura los pasamos por alto a causa del poco tiempo disponible. Pero si alguien lo investiga todo cuidadosamente, ninguna de las cosas referentes a Cristo quedará sin su correspondiente testimonio.

Ante Pilato y Herodes

14. Maniatado llegó de Caifás hasta Pilato. ¿Acaso no estaba también esto previamente escrito? "Y, atándolo, lo llevaron como presente al rey Jarim" (Os 10:7 LXX)31. Pero alguno de vosotros argüirá molesto: "Pilato no era rey (omitiendo además bastantes otros detalles). ¿Cómo, pues, "atándolo, lo llevaron como presente al rey Jarim"? Pero lee el Evangelio: "Al oír Pilato que él era de Galilea, ... le remitió a Herodes"32. Herodes era entonces rey y se encontraba en Jerusalén (cf. Lc 23:7). Y observa la aplicada diligencia del profeta, pues dice que fue enviado en lugar de regalos, porque "aquel día Herodes y Pilato se hicieron amigos, pues antes estaban enemistados" (Lc 23:12). Era oportuno que el que había de llevar la paz a la tierra y cielo pacificase, como primeros de todos, a quienes a él le condenaban. Pues era el mismo Señor, "que reconcilia los corazones de los príncipes de la tierra" (Job 12:24)33. Acepta las precisiones y el testimonio auténtico de los profetas.

Más sobre el juicio de Jesús

15. Admira al Señor a quien juzgan. Aceptó ser llevado por los soldados y que diesen vueltas a su alrededor mientras Pilato estaba "sentado en el tribunal" (Mt 27:19). El, que está sentado a la derecha del Padre, estaba en pie mientras era juzgado. El pueblo por él liberado de la tierra de Egipto, y tantas otras veces de otros lugares, vociferaba contra él: "¡Crucificalo,crucificalo!" (Jn 19:6). ¿Por qué así, oh judíos? Ante esto, el profeta exclama estupefacto: "¿Contra quién abrís la boca y sacáis la lengua?" (Is 57:4). El Señor mismo relata en los profetas: "Se ha portado conmigo mi heredad como un león en la selva: me acosaba con sus voces; por eso la aborrecí" (Jer 12:8). No la expulsé yo, sino que ellos me expulsaron a mí. Por eso digo consecuentemente: "He abandonado mi casa"34.

La actitud del Siervo durante el juicio

16. Juzgado, callaba, de modo que Pilato estaba padeciendo y decía: "¿No respondes nada? ¿Qué es lo que estos atestiguan contra ti?" (Mt 26:62). No porque conociera al que estaba siendo juzgado, sino porque temía qué significado tendría para él el sueño de su mujer (Mt 27:19). Y Jesús callaba. Dice el salmista: "Soy como hombre que no oye, ni tiene réplica en sus labios" (Sal 38:15). Y, además: "Mas yo como un sordo soy, no oigo, como un mudo que no abre la boca" (38:14; cf. Is 53:7). También esto lo has oído, si recuerdas.

17. Pero los soldados a su alrededor se burlan de él. El Señor es para ellos objeto de escarnio y de él se hace mofa. "Me ven y menean su cabeza" (Sal 109:25). Se vislumbra el reino en imagen: se burlan, pero doblan su rodilla (Mt 27:29); unos soldados lo clavan a la cruz, pero antes le colocan un manto de púrpura (27:28) y una corona sobre su cabeza. ¿De qué es, sino de espinas? (27:29). Es proclamado rey de todo por los soldados. También fue oportuno que Jesús fuese coronado en figura por los soldados, de manera que por eso dice la Escritura en el Cantar de los Cantares: "Salid a contemplar, hijas de Sión, a Salomón el rey, con la diadema con que le coronó su madre" (Cant 3:11). Aquella corona era un misterio, pues era la destrucción de los pecados y la absolución de la sentencia de condenación.

La maldición de la higuera

18. Adán recibió la condena: "Maldito sea el suelo por tu causa... Espinas y abrojos te producirá" (Gén 3:17-18). Por eso tomó sobre sí Jesús las espinas, para deshacer la maldición; y por eso fue sepultado en tierra, para que la tierra que había sido maldecida recibiese bendición en lugar de maldición. En el momento del primer pecado, se ciñeron unas hojas de higuera (Gén 3:7). Por eso Jesús puso fin a los signos con una higuera. Pues, cuando tenía que marchar a la pasión, hirió a la higuera con una maldición (cf. Mt 24:32 ss). No se refirió a toda higuera, sino a aquella sola diciendo en imagen: "¡Que nunca jamás coma nadie fruto de ti!" (Mc 11:14): quede deshecha la condena. Y en la época en que las higueras se revisten de hojas es precisamente cuando no hay alimentos. ¿Quién ignora que en tiempo de invierno la higuera no da frutos, sino que sólo tiene hojas? ¿Es que Jesús ignoraba lo que todos sabían? No, sabe de qué va y viene buscando, aunque sin desconocer que no encontrará nada, extendiendo su maldición sólo a las hojas35.

Jeremías, imagen de Jesús despreciado

19. Una vez que nos hemos acercado a las cosas del paraíso, admiro ciertamente la verdad de las figuras36. En el paraíso se produjo la caída, y en el huerto la salvación; del árbol vino el pecado, pero hasta el árbol37 llegó el pecado; a la tarde, cuando el Señor iba caminando, buscaron escondite (Gén 3:8), y es por la tarde cuando el ladrón es introducido por el Señor en el paraíso (Lc 23:43). Pero alguno me dirá: piensa, a ver si me puedes mostrar por los profetas el leño de la cruz, pues no asentiré si no me muestras un testimonio profético. Pues bien, escucha a Jeremías y convéncete: "Y yo que estaba como cordero manso llevado al matadero, sin saber..." (Jer 11:19). Lee, además, esta pregunta que, como dije, hace Jesús: "¿No sabéis que dentro de dos días es la Pascua; y el Hijo del hombre va a ser entregado para ser crucificado?" (Mt 26:2)38. ¿Era acaso él quien lo ignoraba? "Y yo que estaba como cordero manso llevado al matadero, sin saber..." (Jer ibid.). Pero, ¿cuál es la señal? Entiéndase a Juan Bautista cuando dice: "He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo" (Jn 1:29). ¿Acaso él, que conoce los pensamientos, ignoraba los acontecimientos? ¿Y qué es lo que dijeron?: "... contra mí tramaban maquinaciones: "Queremos poner madera en su pan"" (Jer 11:19b LXX)39. Si Dios te considera digno de ello, más tarde conocerás que su cuerpo mostraba, según el evangelio, la figura del pan. Así pues, "venid, queremos poner madera en su pan, borrémoslo de la tierra de los vivos, y su nombre no vuelva a mentarse"40. La vida no se destruye. ¿Por qué os fatigáis con un trabajo inútil? Vuestro proyecto es vano. ¡Sea su nombre bendito para siempre, que dure tanto como el sol! (Sal 72:17). Y que la vida estaba colgada en el madero, lo dice Moisés lamentándose: "tu vida estará ante ti como pendiente de un hilo, tendrás miedo de noche y de día, y ni de tu vida te sentirás seguro" (Dt 28:66). Y lo que se leyó hace poco: "¿Quién dio crédito a nuestra noticia?" (Is 53:1).

La salvación desde el leño de la cruz

20. Esta figura la ilustró Moisés crucificando a la serpiente, para que quien hubiera sido mordido por una serpiente viva, al mirar la serpiente de bronce, consiguiese, por creer, la salvación (Núm 21:4-9). Y si la serpiente de bronce crucificada concede la salvación, ¿no otorgará la salvación el Hijo de Dios clavado a la cruz? Por un leño viene siempre la salvación. En tiempos de Noé, por un arca de madera se conservó la vida (Gén 7:23). Y cuando Moisés extendió su vara sobre el mar, que se retiró por reverencia hacia el que lo tocaba (Ex 14:16-21). Y si Moisés tanto pudo con su cayado, ¿será ineficaz la cruz del Salvador? Dejo a un lado, en honor a la brevedad, otras muchas figuras. Sin embargo, volvió dulce el agua en su momento (Ex 15:25), y del costado de Cristo brotó el agua en el madero (Jn 19:34)41.

Más sobre el agua y la sangre del costado

21. El primero de los signos de Moisés es el agua y la sangre. Y este primero de todos fue el último de los signos de Jesús. En primer lugar, Moisés transformó el río en sangre (Ex 7:20) y Jesús, por último, hizo brotar desde el costado agua con sangre. Quizá a causa de las dos voces, de una parte la de quien le juzgaba, y de otra la de quienes cruelmente gritaban. O, quizá, por causa de los que creyeran o de los incrédulos. Pues mientras Pilato decía: "Soy inocente," otros vociferaban: "su sangre sobre nosotros..." (Mt 27:24-25). Ambas cosas brotaron de su costado: el agua, quizá en referencia al juez, y la sangre teniendo en cuenta a los que gritaban. Pero también puede entenderse así: la sangre para los judíos, el agua para los cristianos. Para aquellos, insidiosos, la condenación por la sangre derramada; para ti, que ahora crees, la salvación por el agua. Nada ha sucedido en vano. Nos han transmitido los intérpretes de la Escritura42, nuestros Padres, otra explicación del asunto: en los evangelios se habla de una doble fuerza del bautismo de salvación. Una, a través del agua, que se concede a los que son iluminados43, y otra que en tiempo de persecución se da a los mártires mediante su propia sangre. Brotaron del costado del Salvador sangre y agua que confirman la gracia de la confesión hecha por Cristo44 tanto en el bautismo como en épocas de martirio. Pero también hay otra causa de aquello del costado. Principio y cabeza del pecado fue la mujer, que fue formada de un costado. Pero una vez que vino Jesús, para otorgar el perdón a la vez a hombres y mujeres, el costado fue traspasado en las mujeres con el fin de deshacer el pecado.

Gloriarse en la cruz

22. Pero si alguien profundiza más, encontrará también otras causas, aunque baste lo dicho tanto por la escasez de tiempo como por no cansar vuestros oídos, aunque nunca se debe experimentar cansancio de oír los triunfos del Señor, sobre todo, en este Gólgota tres veces santo, pues algunos sólo oyen, pero nosotros también vemos y tocamos45. Que nadie se canse. Con la misma cruz toma las armas contra los adversarios. Haz de la fe en la cruz el estandarte contra los contradictores. Cuando tengas que discutir sobre la cruz contra los que no creen, haz antes con la mano la señal de la cruz y callará el enemigo. No te avergüences de confesar la cruz. Pues en ella se glorían los ángeles diciendo: "Sé que buscáis a Jesús, el Crucificado" (Mt 28:5). ¿Es que acaso no podías, oh ángel, decir: "Sé a quien buscáis, a mi Señor." Pero "yo, dice sin embargo con confianza, lo he conocido crucificado." La cruz es, pues, triunfo y no ignominia.

En el Crucificado está la salvación

23. Por lo demás volvamos a lo que queríamos mostrar por los profetas. El Señor fue crucificado y has recibido los testimonios. Ves el lugar del Gólgota...46. Aclamas asintiendo a lo que se dice: mira de no negarlo en alguna ocasión en época de persecución. Que la cruz no sea para ti alegría sólo en tiempo de paz: ten la misma fe en época de persecución, que no ocurra que seas amigo de Jesús en tiempo de paz y enemigo en tiempo de dificultades. Ahora recibes el perdón de tus pecados y las gracias generosas del regalo espiritual del Rey. Cuando estalle la guerra, combate esforzadamente por tu rey. Jesús, que nada había pecado, ha sido crucificado por ti. ¿Y no te dejarás tú crucificar por aquel que por ti fue clavado a la cruz? No eres tú quien da la gracia, pues primero la recibiste tú. Lo que haces es devolverla pagando la deuda al que en el Gólgota fue crucificado por ti. Pero Gólgota significa "Lugar de la Calavera" (cf. Jn 19:17). ¿Quiénes pusieron, proféticamente, a aquel lugar el nombre de Gólgota, en el que Cristo cabeza padeció la cruz? Como dice el Apóstol: "El es imagen de Dios invisible" (Col 1:15) y, un poco más abajo, "El es también la Cabeza del Cuerpo, de la Iglesia" (1:18) y, a su vez: "la cabeza de todo varón es Cristo" (I Cor 11:3) y también, "es la Cabeza de todo Principado y de toda Potestad" (Col 2:10). La Cabeza padeció en el "Lugar de la Calavera." ¡Oh nombre grande y lleno de sentido profético! Pues casi el nombre mismo te advierte como diciendo: no te fijes en el crucificado como un simple hombre. Pues es "Cabeza de todo Principado y toda Potestad." Es "Cabeza de toda Potestad" el que ha sido clavado a la cruz y que tiene al Padre por cabeza: pues "la cabeza del hombre es Cristo... y la cabeza de Cristo es Dios" (1 Cor 11:3).

Otros detalles de la Pasión predichos por los profetas

24. Cristo fue, pues, crucificado por nosotros. El juicio se celebró de noche y en un ambiente frío, motivo por el que encendieron unas brasas (Jn 18:18). Fue crucificado a la hora tercia (Mc 15:25). Desde la hora sexta hubo tinieblas hasta nona (Mt 27:45). Y de nuevo hubo luz desde la hora nona. ¿Acaso también estas cosas están escritas? Busquemos. Dice, pues, Zacarías: "Aquel día no habrá ya luz, sino frío y hielo (por aquello de que Pedro se calentaba). Un día único será, conocido sólo de Yahvé" (Zac 14:6-7). ¿Qué pasa? ¿No conoció acaso otros días? Pero "éste es el día que hizo Yahvé" (Sal 118:24), el de la paciencia del Señor, "conocido sólo de Yahvé; no habrá día y luego noche" (Zac 14:7). ¿Cuál es el enigma que narra el profeta? Aquel día no consta de día y noche. ¿Cómo lo llamaremos? El Evangelio lo interpreta con su narración. "No habrá día." Pues el sol no brilló, como acostumbra, de oriente a occidente, sino que desde la hora sexta hasta la hora nona hubo tinieblas a mitad del día. Hubo, pues, tinieblas de por medio. Pero Dios había llamado a las tinieblas "noche." Por tanto, no había distinción entre día y noche: ni la luz era total, de modo que se llamase "día," ni podía llamarse "noche" porque todo fuese tinieblas, sino que el sol brilló después de nona. Esto lo anuncia el profeta, pues después que dijo "no habrá día y luego noche" (14:7), añade: "a la hora de la tarde habrá luz" (ibid.). ¿Te das cuenta de lo acertado de la palabra de los profetas y de la verdad de las cosas predichas?

25. Pero, ¿quieres saber exactamente la hora en que el sol se oscureció, hora quinta, octava o décima? Díselo claramente, oh profeta, a los judíos incrédulos: ¿Cuándo se ocultó el sol? Dice, en efecto, el profeta Amós: "Sucederá aquel día — oráculo del Señor Yahvé — que yo haré ponerse el sol a medio-día" (se hicieron tinieblas desde la hora sexta), "y en plena luz del día cubriré la tierra de tinieblas" (Am 8:9). ¿Cuál es esta distribución del tiempo, oh profeta, y cuál es el día?: "Trocaré en duelo vuestra fiesta" (Am 8:10). De hecho, esto estaba sucediendo en los ácimos y en la fiesta de la Pascua (Mc 14:1). Y dice después: "Lo haré como duelo de hijo único y su final como día de amargura" (Am 8:10c). En el día, pues, de los Acimos y en la fiesta de las mujeres se lamentaban y lloraban (Lc 23:27), mientras los apóstoles, ocultos, estaban deshechos de dolor. Admirable es, pues, la profecía.

El manto y la túnica

26. Pero, dirá alguno, dame otro signo. ¿Qué otra nota hay característica de todo esto?Jesús fue crucificado. El se servía de una túnica y de un manto. Pero los soldados se repartieron el manto tras dividirlo en cuatro partes. Sin embargo, la túnica no la rasgaron porque, partida de ese modo, para nada hubiera servido, sino que los soldados se la echaron a suertes entre ellos (Jn 19:23-24). Se reparten el manto y echan a suertes la túnica. ¿No estaba también eso escrito? Pues bien, los afanosos salmistas de la Iglesia47, que imitan a los ejércitos angélicos, lo saben y celebran a Dios con alabanzas continuas. Quienes son considerados dignos de esto, salmodien en este santo Gólgota48 y digan: "Repártense entre sí mis vestiduras y se sortean mi túnica" (Sal 22:19). Aquel sorteo fue el sorteo de los soldados.

La capa púrpura

27. Cuando estaba siendo juzgado por Pilato, estaba vestido de rojo, lo cubrieron con un manto de púrpura (Mt 27:28). ¿También está escrito esto? Dice Isaías: "¿Quién es ése que viene de Edom, de Bosrá, con ropaje teñido de rojo?" (Is 63:1). Como queriendo decir: ¿quién es éste que es vestido de púrpura para avergonzarlo? Pues a eso suena Bosrá entre los hebreos49.

"Y, ¿por qué está de rojo tu vestido, y tu ropaje como el de un lagarero?" (63:2). Y responde diciendo: "Alargué mis manos todo el día hacia un pueblo rebelde que sigue un camino equivocado en pos de sus pensamientos" (Is 65:2).

La cruz de Cristo y su eficacia salvadora

28. Extendió sus manos en la cruz para abarcar los confines del mundo. Pues el lugar central de la tierra está aquí, en el Gólgota. Y no es palabra mía, sino del profeta que dice: "Autor de salvación en medio de la tierra" (Sal 74:12). Extendió sus manos humanas, con la sola ayuda de las cuales y con su mente tras ellas dio consistencia al cielo (cf. Sal 33:óa). Fueron fijadas con clavos para que, clavados al leño y aniquilados los pecados de los hombres que su humanidad llevaba cargados sobre sí, a la vez muriese el pecado y resucitásemos nosotros en la justicia50. Pues como por un hombre vino la muerte, también por un hombre vino la vida (cf. Rom 5:12-21): por un hombre, el Salvador, que padeció la muerte voluntariamente. Acuérdate de aquello: "Tengo poder para darla (la vida) y poder para recobrarla de nuevo" Jn 10:18).

El carisma profético de Israel, viña estéril, en la Iglesia

29. El soportó estas cosas al haber venido a salvar a todos. Pero el pueblo se lo pagó de mala manera. DiceJesús: "Tengo sed" (Jn 19:28), él, que de una áspera roca les dio agua (Ex 17:1-7) y exige los frutos de la viña que plantó (Jer 2:21; Is 5:2). Pero, ¿de qué viña? Por su naturaleza, sería la que existía desde los santos Patriarcas, pero es en realidad la que, por la tentación, proviene de Sodoma la que le alcanza al Señor sediento el vinagre mediante una esponja empapada y puesta en una caña (cf. Jn 19:29). Se cumple así aquello de: "Porque su viña es viña de Sodoma y de las plantaciones de Gomorra" (Dt 32:32a)51. Y también: "Veneno me han dado por comida52, en mi sed me han abrevado con vinagre" (Sal 69:22). Ves la perspicacia de la predicción profética. ¿Y cómo fue la hiel que pusieron en mi boca? "Le daban, dice, vino con mirra" (Mc15:23). Mirra, con sabor a hiel y un poco amarga53. "¿Así pagáis al Señor?" (Deut 32:6). ¿Es esto lo que ofreces, viña, al Señor? Ya se quejaba justamente de vosotros Isaías, diciendo: "Una viña tenía mi amigo en un fértil otero" (Is 5:1)54. Y, por abreviar: "Esperó, dice, que diese uvas" (5:2). Tuve sed y quise que diese vino, "pero dio espinas55. Ya ves la corona con la que he sido redimido. ¿Qué es lo que haré después? (ch. Is 5:5): "A las nubes prohibiré llover sobre ella" (5:6). Ya no tiene nubes, es decir, ya no tiene profetas, pues es en la Iglesia donde luego han estado los profetas, como dice Pablo: "En cuanto a los profetas, hablen dos o tres, y los demás juzguen" (1 Cor 14:29). Y además: "El mismo (Cristo) dio a uno el ser apóstoles; a otros, profetas" (Ef 4:11)56. Profeta era Agabo, que se ató de manos y pies (Hech 21:10-11).

Jesús, ultrajado en la cruz, entre los dos ladrones

Buen Ladrón: 30. Sobre los ladrones que fueron crucificados con él (cf. Lc 23:32) se ha dicho: "Con los rebeldes fue contado" (Is 53:12). Uno y otro57 fueron al principio inicuos, pero uno dejó de serlo. Pero el otro despreció las leyes hasta el final, sin humillarse para su salvación, pues estando clavado de manos, su lengua todavía blasfemaba. Los judíos movían sus cabezas injuriando al crucificado y cumpliendo lo que estaba escrito. "Me ven y menean su cabeza" (Sal 109:25; cf. Mt 27:39 ss; Lc 23:39-43). De él se hacía burla juntamente con los otros, pero uno de ellos increpaba al otro: para él coincidieron el fin de su vida y el comienzo de su enmienda. Entregó su alma y recibió, antes que otros, la salvación. Tras reprender a su compañero, dijo: "Jesús, acuérdate de mí" (Lc 23:42), mis palabras se dirigen a ti. Déjalo a él, pues están ciegos los ojos de su mente, pero "de mí, acuérdate." No digo que te acuerdes de mis obras, pues de ellas tengo miedo. Todo hombre suele unirse amablemente a quien es su compañero de camino. Soy compañero tuyo en el camino hacia la muerte: acuérdate de mí, que soy tu compañero. No digo: ahora "acuérdate de mí," sino "cuando vengas con tu Reino" (ibid.).

La misericordia para con el "buen ladrón"

31. ¿Qué energía, oh ladrón, te iluminó? ¿Quién te enseñó a adorar al que había sido ultrajado y crucificado contigo? ¡Oh luz eterna, que ilumina a los que yacen en tinieblas (vid. Lc 1:79)! Oyó, desde luego, justamente: "Confia"58. No porque tus obras deban ser la base de tu confianza, sino porque ahí hay un rey dispuesto a agraciarte. Era una petición de algo muy lejano, pero la gracia llegó muy rápidamente: "Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso" (Lc 23:43), puesto que hoy has oído mi voz y no has endurecido tu corazón (Sal 94:8). Con mucha prontitud pronuncié sentencia contra Adán. Y con mucha prontitud te perdono. A él se le dijo: "El día que comieres de él, morirás sin remedio" (Gén 2:17). Tú, en cambio, hoy has dado oídos a la fe, y hoy recibirás la salvación. Por un árbol cayó él, y tú eres introducido, por medio de un árbol, en el paraíso. No temas a la serpiente, pues no te expulsará: ella ya cayó del cielo (cf. Lc 10:18). Tampoco te digo: hoy partirás, sino "confía: hoy estarás conmigo en el paraíso," no serás rechazado. No temas a la espada de fuego (cf. Gén 3:24), pues ella es la que teme al Señor. ¡Oh gracia inmensa e inefable! No ha entrado todavía Abraham el creyente, y ya entra el ladrón. Todavía no han entrado Moisés y los profetas, pero sí entra el ladrón. Antes que tú, se admiró de esto Pablo diciendo: "Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia" (Rm 5:20). Los que han soportado el calor (cf. Mt 20:12) todavía no han entrado, pero sí ha entrado el que llegó a la hora undécima (20:6). Nadie murmure contra el dueño, que dice: "Amigo, no te hago ninguna injusticia... ¿Es que no puedo hacer con lo mío lo que quiero?" (20:13-15). Quiere el ladrón hacer obras justas, pero la muerte le tiene preocupado. No me fijo tanto en las obras, sino que acepto tu fe. Estoy recogiendo los lirios; ven, que te apaciente en los huertos (cf. Cant 6:2). He encontrado a la oveja perdida y la llevo sobre mis hombros (Lc 15:5). Realmente cree, puesto que ha dicho: "Me he descarriado como oveja perdida (Sal 119:176). Jesús, acuérdate de mi cuando vengas con tu Reino" (Lc 23:42).

El sacerdocio definitivo y eterno de Jesucristo

32. Acerca de este huerto conté ya a mi esposa en el Cantar de los Cantares59, diciéndole estas cosas: "Ya he entrado en mi huerto, hermana mía, novia" (Cant 5:1). De hecho, donde fue crucificado había un huerto (Jn 19:41). Y, ¿qué deduces de ahí? Que "he tomado mi mirra con mi bálsamo" (Cant 5:1), lo cual se cumple cuando bebe vino mirrado y vinagre (Jn 19:29 par.), y, después de tomarlos, dice: "Todo está cumplido" (Jn 19:30). El misterio ha llegado a su plenitud. Se ha cumplido lo que estaba escrito. Los pecados han sido disueltos, pues, "al llegar Cristo como Sumo Sacerdote de los bienes futuros, a través de una Tienda mayor y más perfecta, no fabricada por mano de hombre, es decir, no de este mundo. Y penetró en el santuario una vez para siempre, no con sangre de machos cabríos ni de novillos, sino con su propia sangre, consiguiendo una redención eterna. Pues si la sangre de machos cabríos y de toros y la ceniza de vaca santifica con su aspersión a los contaminados, en orden a la purificación de la carne, ¡cuanto más la sangre de Cristo...!" (Hebr 9:11-14). Y, por otra parte: "Teniendo, pues, hermanos, plena seguridad para entrar en el santuario60 en virtud de la sangre de Jesús, por este camino nuevo y vivo, inaugurado por él para nosotros, a través del velo, es decir de su propia carne..." (Hebr 10:19-20). Y ya que la carne, su propio velo, fue afectada por el deshonor, por eso el velo del templo, que era figura del futuro, se rasgó, según está escrito: "En esto, el velo del Santuario se rasgó en dos, de arriba abajo" (Mt 27:51). Y nada absolutamente quedó de él. Y puesto que el Señor dijo: "Se os va a dejar desierta vuestra casa" (Mt 23:38), la misma casa quedó destruida61.

Cristo se entrega al Padre

33. Estas cosas las soportó el Salvador, "pacificando, mediante la sangre de su cruz, lo que hay en la tierra y en los cielos" (Col 1:20). Pues éramos enemigos de Dios por el pecado, y Dios decidió que era oportuno que el pecador muriese. Era, pues, necesaria una de estas dos cosas: o bien que Dios, consecuentemente, hiciese perecer a todos, o bien que con su clemencia anulase la sentencia dictada. Observa, sin embargo, la sabiduría de Dios: guardó tanto la firmeza de la sentencia como la eficacia de la bondad. Cristo, "sobre el madero, llevó nuestros pecados en su cuerpo, a fin de que, muertos a nuestros pecados, viviéramos para la justicia" (I Pe 2:24; cf. Is 53:12; 2 Cor 5:21; Rom 6:11-18). No es que careciera de valor el que por nosotros moría: no era una oveja de las que se ven, ni tampoco era sólo un hombre, ni simplemente un ángel. Era Dios hecho hombre. No era tan grande la iniquidad de los pecadores como la justicia de aquel que por nosotros moría62. No pecamos tanto como sobresalió por su justicia aquel que por nosotros entregó su vida, que la entregó cuando quiso y la recobró de nuevo cuando quiso (Jn 10:18). ¿Quieres saber cómo no entregó su vida coaccionado o forzadamente, y que no entregó su espíritu contra su voluntad? Se dirigió al Padre diciendo: "Padre, en tus manos pongo mi espíritu" (Lc 23:46; cf. Sal 31:6), por decirlo yo ahora brevemente, "y, dicho esto, expiró," pero no se mantuvo así largo tiempo, pues rápidamente resucitó de entre los muertos.

Muerte y sepultura

34. Se eclipsó el sol (Lc 23:44) a causa del "sol de justicia" (Mal 3:20)63, "las rocas se hendieron" (Mt 27:51) a causa de la roca inteligibles, "se abrieron los sepulcros" (Mt 27:52) y los muertos resucitaron (52b) por causa de aquel que estaba libre entre los muertos, dejó libres a los "cautivos de la fosa en la que no hay agua" (Zac 9:11). No te avergüences, pues, del crucificado, sino di tú también con confianza: "¡Y con todo eran nuestras dolencias las que él llevaba y nuestros dolores los que soportaba!.. y con sus cardenales hemos sido curados" (Is 53:4-5). No seamos desagradecidos hacia el bienhechor. Y, además: "Por las rebeldías de su pueblo ha sido herido; y se puso su sepultura entre los malvados y con los ricos su tumba" (53:8-9). Por eso dice Pablo claramente: "Que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras, y fue sepultado, y resucitó al tercer día según las Escrituras" (1 Cor 15:3-4).

El sepulcro excavado en roca

35. Pero queremos conocer claramente dónde fue sepultado. ¿Se construyó acaso un sepulcro? ¿Destaca del suelo como las sepulturas regias? ¿Se ha hecho un monumento con piedras adosadas unas a otras? ¿Qué se le puso encima? Hacednos, profetas, la descripción del sepulcro y decidnos dónde fue colocado el cuerpo y dónde lo habremos de buscar. Y ellos responden: "Reparad en la peña de donde fuisteis tallados, y en la cavidad de pozo de donde fuisteis excavados" (Is 51:1). Tienes en los Evangelios: "En un sepulcro excavado en la roca" (Lc 23:53), "en un sepulcro que estaba excavado en roca" (Mc 15:46). ¿Y, además, qué? ¿Cuál es la puerta del monumento? Hay, por otra parte, otro profeta que dice: "Sofocaron mi vida en una fosa y echaron piedras sobre mí" (Lam. 3:53). Yo, la "piedra angular, elegida, preciosa" (1 Pe 2:6), estoy escondido entre la piedra por poco tiempo; "piedra de escándalo" para los judíos (1 Pe 2:8) y de salvación para los que creen. Así pues, el árbol de la vida está plantado en la tierra, para que ésta, que había estado maldita, consiguiese la bendición y fuesen liberados los muertos.

La fuerza de la señal de la cruz

36. Que no nos agarrote la vergüenza de confesar a un crucificado. En la frente, como gesto de confianza, hágase con los dedos la señal de la cruz, y eso para todo: cuando comemos pan o cuando bebemos, en las entradas y salidas, antes de acostarnos, al dormir y al levantarnos, cuando caminamos y cuando estamos quietos. Es una gran protección: gratuita, por los necesitados; no cuesta esfuerzo, por los débiles, y, como quiera que ha sido dada por Dios como gracia: señal de los fieles y temor de los demonios, a los que en ella "exhibió públicamente, incorporándolos a su cortejo triunfal" (Col 2:15). Pues cuando ven la cruz, les viene a la mente la imagen del crucificado. Temen al que machacó las cabezas del dragón (cf. Sal 74:14)65. Porque sea gratuito, no desprecies este signo: venera en él más bien a nuestro bienhechor.

La realidad histórica de la cruz de Cristo

37. Y si alguna vez intervienes en una discusión y te quedas sin argumentos, que tu fe permanezca en ti inconmovible. Porque con la enseñanza que has recibido puedes reducir al silencio a los judíos por medio de los profetas y a los griegos partiendo de sus propias fábulas. Pues estos últimos adoran a los que han muerto por un rayo. Pero al aparecer el rayo, no suele caer al azar. Y si ellos no sienten vergüenza de adorar a los que Dios ha rechazado, ¿te avergonzarás tú, que has sido amado de Dios y eres hijo suyo, de adorar al que ha sido crucificado por ti? Lo que no hago, por vergüenza, es divulgar los vicios de los que ellos llaman sus dioses, y además ahora tampoco hay tiempo. Expónganlos quienes los conocen, Tápese también la boca a todos los herejes. Apártese a quien dijere que la cruz es sólo una apariencia. Debes odiar a los que dicen que Cristo fue crucificado sólo de modo fingido. Pues si ha sido crucificado sólo en apariencia, y ya que de la cruz nos viene la salvación, esta salvación no sería sino una especie de juego. Y si la cruz fuese una fantasía, también lo sería la resurrección. Y si Cristo no resucitó estamos todavía en nuestros pecados (cf. I Cor 15:17). Si la cruz es sólo imaginación, también lo es la ascensión, pero si la ascensión tampoco es más que fantasía, también lo será la segunda venida. Pero en tal caso nada tiene consistencia.

Que nadie te acuse de haber rechazado la cruz

38. Así pues, acepta la cruz como un cimiento firme y construye sobre él el resto de la fe. No reniegues del crucificado. Pues si reniegas de él, son muchos los que te acusarán. El primero que argüirá contra ti será el traidor Judas. Pues el primero que lo entregó llegó a saber que había sido condenado a muerte por los príncipes de los sacerdotes y por los ancianos (cf. Mt 27:3). Lo atestiguan66 las treinta monedas de plata (Mt 26:15); lo atestigua Getsemaní, el lugar donde se realizó la traición (Mt 26:47 ss). No le llamo todavía "Monte de los Olivos" (Lc 22:39), en el cual oraban de noche los que estuvieron allí. Lo atestigua la luna que lucía de noche. Lo atestiguan el día y el sol que se eclipsó, pues no podía soportar el crimen de los traidores. Te acusará el fuego alrededor del cual se estaba calentando Pedro (Jn 18:18). Si niegas la cruz, te esperará un fuego eterno. Te hablo de duras realidades, para que no tengas más tarde que experimentar la dureza. Acuérdate de las espadas que caen sobre él en Getsemaní, para que no sufras tú la espada eterna. Te acusará la casa de Caifás, que, aun asolada, muestra hoy todavía el poder de quien en ella fue juzgado. El mismo Caifás se alzará contra ti el día del juicio; se levantará también el siervo que dio una bofetada a Jesús (Jn 18:22), y también los que le maniataron y le condujeron. Contra ti se alzarán a la vez Herodes y Pilatos hablando más o menos de este modo: ¿Por qué niegas a quien fue traído calumniosamente hasta nosotros y de quien honradamente no pudimos decir que hubiera pecado? (cf. Lc 23:14-15). Yo, Pilato, entonces me lavé las manos (Mt 27:24). Estarán en pie contra ti los mismos falsos testigos (cf. Mt 26:60) y los soldados que se pusieron su manto color púrpura y le colocaron la corona de espinas (Jn 19:2) y lo crucificaron en el Gólgota (19:16-18) sorteándose su túnica (19:24). Te acusará Simón de Cirene, que llevó la cruz de Jesús (Lc 23:26).

Objetos, lugares y personas que también son testigos

39. Desde los astros te acusará el sol que se eclipsó (Lc 23:44); de las cosas terrenas, el vino con mirra (Mc 15:23), la caña, el hisopo y la esponja (Mt 27:48) y, de entre los árboles, el leño de la cruz. Y también los soldados que, como dije, le clavaron los clavos y echaron a suertes su ropa (Mt 27:35); el soldado que abrió su costado con la lanza (Jn 19:34) y las mujeres que allí estuvieron (Mt 27:55). Igualmente, el velo del templo que entonces se rasgó (27:51); El Pretorio de Pilato (27:27)67, en virtud del cual en aquel entonces fue clavado a la cruz y que es actualmente un lugar solitario. También este Gólgota santo y elevado, que se ve desde aquí y que muestra hasta el día de hoy cómo a causa de Cristo se quebraron las piedras en aquel momento (Mt 27:51)68. Próximo está también el sepulcro en el que fue colocado, además de la piedra puesta a la entrada (27:60), que hasta el día de hoy está caída junto al sepulcro. Igualmente los ángeles que entonces allí estuvieron (Jn 20:12), las mujeres que le adoraron tras la resurrección (Mt 28:9). Pedro y Juan, que corrieron hasta el monumento (Jn 20:3-4), y Tomás, que introdujo la mano en su costado y puso sus dedos en las señales de los clavos (20:27). El (Tomás) hizo esto diligentemente por nosotros: lo que tú, que no estabas allí, habías de buscar, lo encontró él, que se encontraba allí por un más alto designio de Dios.

Poder salvador de la cruz frente a todos los poderes

40. Tienes como testigos de la cruz a los doce apóstoles, a toda la tierra y al mundo de los hombres que creen en el Crucificado. El hecho mismo de que tú estés aquí debe persuadirte del poder del Crucificado. Pues, ¿quién es el que te trajo a esta asamblea? ¿Qué soldados? ¿Con qué cadenas te trajeron? ¿Qué sentencia judicial te instó a ello? Es el triunfo salvador de Jesús, la cruz, la que atrajo a todos hasta aquí. Es esto lo que redujo a los persas a servidumbre y lo que amansó a los escitas. Es esto lo que dio a los egipcios el conocimiento de Dios en lugar de los ídolos en forma de perros y gatos y de otros múltiples errores. Es esto lo que hasta el día de hoy cura las enfermedades, pone en fuga a los demonios y deshace las imposturas de los filtros mágicos y los encantamientos.

La cruz, fuente de esperanza

41. La cruz aparecerá en su momento con Jesús en el cielo (Mt 24:30). Delante irá el trofeo del Rey, para que los judíos, viendo al que traspasaron (Jn 19:37; cf. Zac 12:10)69 y reconociendo por la cruz al que afrentaron con la ignominia, se deshagan en lamentos. Se alzarán unas tribus contra otras y se lamentarán, pero ya no tendrán tiempo para la penitencia. Nosotros, sin embargo, nos gloriaremos vitoreando a la cruz y regocijándonos en ella, adorando al Señor, que fue enviado y crucificado por nosotros, adorando también a Dios Padre, por quien fue enviado, juntamente con el Espíritu Santo. A él sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

1. El tema de la catequesis es, sobre todo la muerte de Jesús y su sentido. En cuanto a la estructura de la catequesis, puede tenderse en cuenta lo que se dice en la nota 20.

2. Cf. Rom 5:17: "En efecto, si por el delito de uno soló reino la muerte por un solo hombre, ¡con cuánta más razón los que reciben en abundancia la gracia y el don de la justicia, reinarán en la vida por uno solo, por Jesucristo!" El versículo forma parte de un amplio paralelismo que se establece literariamente, en Rom 5:12-21, entre Adám y Jesucristo. Para una interpretación de este pasaje, y para una interpretación adecuada del sentido del "primer hombre" (cf. I Cor 15:45), conviene tener en cuenta: a) el recurso a la figura de Adán en Rom 5:12-21, así como en I Cor 15:21-22,45-49, es un recurso literario para resaltar sobre todo el señorío del último Adán, Jesucristo, el auténtico prototipo de la humanidad en la creación (cf. Col 1:15-20) y en la resurrección (cf todo lo que es I Cor 15; cf. también Rom 8:29). b) Puesto que la reiterada mención literaria de Adán, tiene por objeto hacer resaltar la victoria de Jesucristo sobre el pecado y la muerte, es Cristo y su obra de rescate el objetivo de Rom 5:12-21, que entonces debe entenderse en el contexto de todo lo que es la carta a los Romanos, especialmente de 1:18 a 8:39. Sobre estas cuestiones me expresé con amplitud en La fuerza del Evangelio (sobre Rom), Madrid 1988.

3. En el anterior núm. 2.

4. Ex 12:23: "Yahvé pasará y herirá a los egipcios, pero al ver la sangre en el dintel y en las dos jambas, Yahvé pasará de largo, por aquella puerta y no permitirá que el Exterminador entre en vuestra casas para herir." En este momento de la catequesis, teniendo en cuenta la alusión que a continuación se hace a Jn 1:29 (donde a Jesús se le identifica con "el cordero que quita — o "lleva," que ambas traducciones sor posibles — el pecado del mundo") y también las expresiones acerca del Cordero llevado al matadero, en Is 53:7 pasaje en su contexto ya ampliamente citado, Cristo es identificado como el verdadero cordero, que en su muerte, y al ser comido en el banquete pascual de la Eucaristía, libera a todos cargando sobre sí con los pecados de los hombres para que estos no queden muertos por aquellos. La afirmación de que Cristo ha muerto en favor de los hombres se convierte así también en una muerte vicaria, en lugar de los hombres, para que éstos reciban la vida.

5. Que conocen bien a Dios aunque no lo acepten.

6. "Se lo entregó para que fuera crucificado" (Mt 27:26).

7. Esta frase tiene cierta lógica dentro de las afirmaciones del buen ladrón, pero no pertenece al texto de los evangelios.

8. PG 33,775, nota 1, dice exactamente (pero no se reproduce aquí totalmente, para más detalles, vid. el texto mismo de la nota en Migne): "Que tenemos aquí tan próximo. En algún otro lugar señala que pronunció la catequesis en el mismo monte Gólgota (cat. 4, núms. 10 y 14; cat. 16, núm. 4, etc.). De hecho, la iglesia de la Resurrección había sido edificada dentro del monte Gólgota, aunque la roca misma en la cual habia sido crucificado el Señor no estaba en el terreno propio de la Iglesia. Pero no se encontraba lejos, sino "a un tiro de piedra," como señala el autor del Itinerario jerosolimitano. Pues la iglesia había sido construida en el lugar del sepulcro." Sin duda, esta proximidad a los escenarios reales aumenta el grafismo de las descripciones de Cirilo y da una mayor fuerza de persuasión a su estilo tan marcadamente oratorio, a veces incluso coloquial.

9. Es una afirmación, en otras palabras, de que la cruz de Cristo -como la del cristiano, en el seguimiento de Cristo- no tiene sentido sin la resurrección. En este sentido, es fundamental I Cor 15:12 ss.

10. Según Jn 1:45, Felipe comenta a Natanael tras el primer encuentro con Jesús: "Ese del que escribió Moisés en la Ley, y también los profetas, lo hemos encontrado: Jesús el hijo de José, el de Nazaret." En general, el Nuevo Testamento, en todos sus estratos, centra en Jesús el cumplimiento escatológico de los anuncios proféticos.

11. Lc 9:51. Precisamente desde 9:51 a 18:14 presenta Lucas el camino de Jesús como un camino hacia Jerusalén, el lugar donde se han de cumplir, expresamente en la muerte y resurrección del Mesías, las promesas y las palabras de los profetas. La muerte de Jesús no es más que el cumplimiento de los designios divinos de salvación por medio de su Hijo.

12. Vid. Jn 13:18, donde Jesús aplica el versículo del salmo a Judas.

13. La cruz es la gloria de Jesús porque a través de ella entra Jesús en la gloria de la resurrección. Sobre el tema tiene interés H.U. von BALTHASAR, El misterio pascual, en: Mysterium Salutis lll, Madrid 2ª, 1980, 666-814. Sobre este trabajo, de lectura quizá algo difícil, se volverá en varios momentos en estas páginas.

14. De nuevo se menciona esta forma de martirio de Isaías transmitida por la tradición.

15. Como se dice al principio de la catequesis, ésta parte de la lectura de Is 53:1 ss, en el cuarto canto del Siervo de Yahvé.

16. El contexto evidencia que la Jerusalén "de ahora," la nueva Jerusalén (vid. Apoc 21:2, en el marco de los caps. 21-22), es la Iglesia, imagen a su vez de la futura y dcfinitiva Jerusalén del fin de los tiempos.

17. Lament. 4,20a. En la traducción de este versículo se respeta el texto original de Cirilo. La traducción directa del hebreo bíblico, en la versión de la Biblia de Jerusalén, daría: "Nuestro aliento vital ("el espíritu de nuestra personalidad," podría ser la traducción desde el original griego de Cirilo), el ungido de Yahvé." La expresión Ungido de Yahvé parece referirse, literalmente, al rey Sedecías, con quien terminó la monarquía del reino de Judá. Pero en un sentido más pleno, como hace Cirilo, puede aplicarse al ungido por excelencia, Cristo. El sentido literal del "quedar preso," que en Lam 4:20 se refiere a la detención de Sedecías (la traducción del hebreo sería "preso en sus fosas") se traslada ahora a la afirmación de que es "nuestra corrupción" la que ha apresado a Cristo.

18. Posible alusión a Is 53:12: "Entre los rebeldes fue contado."

19. En la época de Pablo, a la que Cirilo alude con la cita de I Cor 2:4, muy lejos ya de la época de mayor esplendor de la filosofa griega, continúa resonando la habilidad dialéctica de los sofistas, a menudo más interesados en convencer al interlocutor o al oyente de la verdad de sus afirmaciones, aunque con razonamientos a menudo inexactos. A ello se prestaba intensamente la tradición cultural helenista.

20. Han sido más bien numerosos, en el núm. 8, los datos aducidos de los Evangelios acerca de la muerte v sepultura de Cristo. Se ha procurado asimismo relacionarlos con las previsiones del Antiguo Testamento. Pero, a partir del núm. 9, se hará una enumeración muchísimo más detallada de esos mismos datos. Ello constituye prácticamente lo esential de la presente catequesis.

21. Vid. cat. 12, núms 15 y 16.

22. Esta cita sálmica parece explicarse como expresión de la queja del justo falsamente acusado o vilmente traicionado: en este sentido, imagen de la entrega de Jesús por Judas.

23. Probable alusión a alguna homilía (cf. PG 33, nota 22).

24. Las palabras de Zac 11:12 se refieren al salario recibido por Judas en pago a su traición. Zac 11:12, completo, reza: "Yo les dije: "Si os parece bien, dadme mi jornal; si no, dejadlo." Ellos pesaron mi jornal: treinta siclos de plata." Cf. también el v. 13 y Mt 27:3-10.

25. Estas frases, puestas ahora en boca de Jesús exprcsan su decepción ante la traición.

26. El problema que Cirilo se plantea se entiende desde el supuestp de que Zac 11:13 diga "los eché en la casa de Yahvé, en el horno." Pero hay que tener en cuenta que otros códices hablan de "el Tesoro" y que el texto hebreo menciona "al alfarero," con lo que se estaría en consonancia con el texto del evangelio.

27. En realidad, el sentido de Sal 2:3 parece ser el contrario: en el contexto del drama mesiánico, el peligro que acecha al justo de que sus enemigos se lancen sobre él.

28. El asombro que expresa Is 53:1, se comprende mejor, en el texto de la catequesis, ante la imagen del Siervo de Is 53: ya tantas veces aquí presentada.

29. El "brazo de Yahvé," también en Is 53:1 y expresión del poder de Dios, manifiesta su grandeza precisamente en la debilidad del Siervo. Es decir, y de modo paradójico, el poder de Dios se manifiesta en la debilidad del Crucificado.

30. Dentro del tercer canto del Siervo (Is 50:4-1 1).

31. El nombre del rey, quizá mejor "Yareb." Cf., en nuestras biblias, Os 10:6. En cuanto al sentido literal del texto citado por Cirilo cf. Os 5:13. Para otros detalles cf. PG 33,791, nota 1.

32. El texto evangélico citado responde así en parte a Lc 23:6, 7.

33. Aunque el texto griego citado por Cirilo no respnde bien al hebreo.

34. Cf. la mencionada homilía sobre el paralítico, núm. 12. PG 33.

35. Vid. la relación de los distintos elementos de este párrafo, las hojas de Gén 3:7, la dificil productividad de la tierra en Gén 3:17 s, y el episodio de la maldición de la higuera en Mc 1:12-14, con paralelo en Mt 21:18-19. Aparte del interés de la nota de la Biblia de Jerusalén a Mc 11:12, es importante señalar que el episodio de la maldición de la higuera, que pasa a ser higuera estéril, está en el contexto del rechazo deJesús (en Mc, entre la entrada mesiánica en Jerusalén y la expulsión de los mercaderes del templo, a lo que sigue la comprobación, en 11:20 ss, de que la higuera se ha secado). El episodio mismo, pero también su valor como imagen, son expresión del drama mesiánico: el rechazo, en el momento en que ha llegado, del Ungido de Yahvé esperado desde los comienzos de la historia de la salvación. Es este rechazo el que condena a Israel de momento a la esterilidad histórico-salvifica. Se puede remitir ahora nuevamente a Rom 9-11. Es el rechazo de Israel uno de los motivos explicativos de la muerte de Jesús.

36. En el sentido en que ya tantas veces se ha hablado del "typos," etc.

37. Respectivamente, el árbol del paraíso y el árbol de la cruz.

38. El texto exacto de Mt 26:2 no utiliza en realidad interrogación.

39. La nota de la Biblia de Jerusalén a Jr 11:l9 recuerda concisamente que "este versículo ha sido aplicado por la liturgia cristiana a la Pasión de Cristo." La interpretación patrística del versículo refiriéndolo a la Pasión la recuerda PG 795, nota 1. El textio hebreo no es menos explícito, pero es incluso de mayor elegancia literaria. Completo, dirá así: "Y yo que estaba como cordero manso llevado al matadero, sin saber que contra mi tramaban maquinaciones: "Destruyvamos el árbol en su vigor; borrémoslo de la tierra de los vivos, y su nombre no vuelva a mentarse"."

40. Combinación del texto griego y hebreo en Jr 11:19b.

41. En Jn 19:34b, "... al instante salió sangre y agua," la tradición cristiana ha visto, simbólicamente, la Eucaristía y el Bautismo como fuerzas creadoras de la Iglesia. Esta crece, a través de los sacramentos de la iniciación cristiana, del costado de Cristo atravesado por la lanza en la cruz. Cf. el siguiente núm. 21, donde Cirilo ofrece una explicación demasiado verbosa y compleja, que en último término equipara agua y sangre a bautismo y martirio respectivamente.

42. Cf. datos en PG 33,798, nota 4.

43. "iluminados": bautizados..

44. Se refiere a la confesión de la fe.

45. Nueva alusión a que se está en el escenario mismo de los acontecimientos.

46. En este momento, por el contexto y porque se sabe que era costumbre en ciertos momentos, los oyentes irrumpen en aplausos.

47. Los "afanosos (diligentes, etc.) salmistas de la Iglesia": la expresión es un testimonio más de la labor litúrgica de los salmistas, cuya tarea consistía en entonar salmos, bien como responsorio a las lecturas bíblicas proclamadas en las asambleas o en determinados momentos del día, con lo que se recitaba así lo que nosotros conocemos como Oficio divino. Muchas veces eran escogidos tanto entre los fieles como de los catecúmenos. Todo ello hace ver que se celebraban liturgias con todos sus elementos plenamente desarrollados. Más detalles en PC 33,803, nota 1.

48. En la iglesia donde se están impartiendo las catequesis.

49. La Biblia de Jerusalén recuerda que Is 63:1 se ha intentado a veces traducir, corrigiendo los términos "Edom" y "Bosrá" de manera que se favorezca más la interpretación mesiánica del versículo. La interpretación mesiánica de Is 63:1 es clara a la vista de Apoc 19:3.

50. Estas afirmaciones se cuentan tal vez entre las expresiones más rotundas de las catequesis sobre la eficacia salvadora de la muerte de Jesús en la cruz: Jesús, como Siervo (cf. una vez más Is 52:13-53:12), carga sobre si los pecados de los hombres para que el pecado no pueda contra ellos. Asi sucede que lo que muere es el pecado, pero el hombre tiene así la posibilidad de resucitar hecho justo. Cf. Rom 4:25 y, como realidad experimentada en el bautismo, Rom 6:3-11.

51. Cf. también los vérs. 32b-33.

52. Mt 27:34 afirma: "Le dieron a beber vino mezclado con hiel" (cf 27:48), lo que en realidad es un acto de compasión por producir un efecto algo sedante, pero siempre se ha entendido la proximidad de Mt 27:34 a Sal 69:22.

53. Cf. más abajo, núm. 32.

54. Toda la canción o parábola de la viña, en Is 5:1-7. El conjunto de la canción (cf. especialmente el v. 7) es una directa alusión a la actitud de Israel e incluso del reino de Judá. Ya se ha visto hasta ahora muy frecuentemente que las catequesis mencionan a menudo y con expresiiones fuertes el endurecimiento histórico-salvifico de Israel. El tema de la viña improductiva de Israel ha sido muy frecuente en el Antiguo Testamento, pero es retornado por Jesús en la parábola de los viñadores homicidas (Mt 21:33-46 par). Para más detalle cf. los textos bíblicos aducidos al margen de Is 5:1-2 por la Biblia de Jerusalén, así como la nota general a pie de página, ibid., a Is 5.

55. El texto de Is dice "agraces," "agrazones" o "uvas amargas." Se traduce aquí por espinas, respetando el texto de Cirilo, puesto que inmediatamente se hace alusión a la corona de espinas.

56. La afirmación de Cirilo se puede esquematizar diciendo simplemente: el carisma profético ha pasado a la Iglesia. Ef 2:20 señala que el conjunto de los cristianos están "edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas."

57. Ambos ladrones.

58. Interpreta así Cirilo la primera parte de la frase deJesús al buen ladrón en Lc 23:43.

59. Vid. más abajo, cat. 14, núms. 5 y 11.

60. La expresión alude a que en el Santo de los Santos sólo podía entrar, y una vez al año, el Sumo Sacerdote judío. Cristo, en cambio, ha allanado el acceso del creyente a Dios. El tema del sacerdocio único y definitivo de Cristo, que "de una vez por todas" o "de una vez para siempre" (Hebr 7:27) ha realizado su misión es fundamental en la carta a los Hebreos.

61. Al ser rechazado Dios en su Mesías, Dios abandona el templo, lo que se indica en primer lugar en el desgarro del velo. Pero años después. en el 70 p. C., el templo sería destruido tras el largo asedio de la ciudad por los romanos.

62. Recuérdese otra vez la clara afirmación de Rom 5:20: "Pero donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia."

63. El titulo "Sol de justicia" ha sido aplicado, litúrgicamente, a Cristo.

64. La edición de Migne remite aquí a I Cor 10:4 ("y la roca era Cristo").

65. En su contexto, el pasaje aludido de Sal 74:14 es seguramente una alusión al paso de los hebreos por el Mar Rojo al salir de Egipto.

66. Actuarían como testigos en contra de quien renegara del crucificado.

67. El Pretorio era la residencia de los pretores o gobernadores, en este caso Pilato. Este ocupaba, cuando estaba en Jerusalén, sobre todas en funciones de vigilancia, frecuentemente la Torre Antonia, en una esquina del templo. Es el lugar donde más frecuentemente ha situado la tradición la coronación de espinas y las burlas de la soldadesca. Vid. la nota de la Biblia de Jerusalén a Mt 27:2 7 .

68. Según explica PG 33,819, nota 1, diversos Padres y escritoras eclesiásticos hablan de esta hendidura, que se siguió mostrando durante siglos a los peregrinos.

69. Utilizando también Dan 7:13, además de Mt 24:30, pero moviéndose en una perspectiva que apunta al futuro, hay que mencionar Apoc 1:7: "Mirad, viene acompañado de nubes; todo ojo le verá, hasta los que le traspasaron, y por él harán duelo todas las razas de la tierra." Es patente aquí el sentido expreso de la escatología históricamente definitiva, asunto que se desarrollará en la catequesis XV.

XIV. Resurrección y Ascensión de Jesucristo.

Pronunciada en Jerusalén, sobre lo de "resucitó al tercer día y ascendió a los cielos, y está sentado a la derecha del Padre." El texto de partida es I Cor 15:1-4: "Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os prediqué... y que resucitó al tercer día según las Escrituras..."1.

La alegría de la resurrección

1. "Alégrate, Jerusalén y regocijaos con ella todos los que la amáis" (Is 66:10a) pues Jesús ha resucitado. "Llenaos de alegría por ella todos los que por ella hacíais duelo"2, al conocer los crímenes y delitos de los judíos. Pues el que fue deshonrado por ellos en estos parajes ha sido devuelto de nuevo a la vida. Y así como la conmemoración de la cruz aportó algo de tristeza, así la fausta noticia de la resurrección debe alegrar a los aquí presentes. "Has trocado mi lamento en una danza, me has quitado el sayal y me has ceñido de alegría" (Sal 30:12); "mi boca está repleta de tu alabanza y de tu gloria todo el día" (71:8), por causa del que, después de su resurrección, dijo; "Alegraos" (Mt 28:9). Sé que en los días pasados los que aman a Cristo estaban tristes cuando, al terminar nuestro discurso sobre la muerte y la sepultura, y sin hacer un anuncio de la resurrección, el ánimo estaba expectante para oír lo que deseaba. Pero aquél, después de muerto, resucitó "libre entre los muertos" y como libertador de los muertos. El que ignominiosamente fue coronado en su paciencia con corona de espinas, al resucitar se ciñó con la diadema de la victoria sobre la muerte.

El modo como se procederá

2. Y al modo como hemos expuesto los testimonios relativos a su cruz, ahora mostraremos con claridad la resurrección. Partimos de lo que el apóstol dice: "...que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras" (1 Cor 15:4). Así pues, puesto que el Apóstol nos remite a los testimonios de las Escrituras, lo mejor será examinar en qué se apoya la esperanza de nuestra salvación y comprobar, en primer lugar, si las Escrituras nos hablan con precisión del tiempo de su resurrección: si ha tenido lugar en verano o en otoño o después del invierno, o en qué lugar resucitó el Salvador, y cuál es el nombre que en los profetas, hombres admirables, se atribuye al lugar de la resurrección. O si las mujeres, que lo buscaban sin encontrarlo, de nuevo se alegraron al encontrarlo de nuevo. De este modo, al leer los evangelios, sus narraciones no se considerarán como fábulas ni como poemas épicos3.

La previsión bíblica de la sepultura y resurrección de Jesús

3. Que Jesús fue, pues, sepultado lo oísteis abiertamente en la catequesis anterior4. Dice Isaías; "Cuando ante la desgracia es arrebatado el justo, se va en paz" (Is 57:1-2)5. Pues su sepultura pacificó el cielo y la tierra6, acercando a los pecadores a Dios. Además: "Del rostro de la iniquidad es arrebatado el justo" (Is 57:1 LXX) y "se puso su sepultura entre los malvados" (Is 53:9). También está la profecía de Jacob,que dice en la Escritura: "Se recuesta, se echa cual león, o cual leona, ¿quién le hará alzarse? (Gén. 49:9b). Y es semejante este testimonio del libro de los Números: "Se agacha, se acuesta, como león, como leona, ¿quién le hará levantar?" (Núm 24:9)7. Y a menudo oísteis el salmo, que dice: "Tú me sumes en el polvo de la muerte" (22,16). Y también hemos mencionado "Reparad en la peña de donde fuisteis tallados" (Is 51:1) refiriéndonos al lugar8. Después relacionamos los testimonios de la misma resurrección.

La resurrección en Sal 16 (Hech. 2:25 as) y Sal 30

4. En primer lugar, pues, en el Salmo 12 dice: "por la opresión de los humildes, por el gemido de los pobres, ahora me alzo yo, dice Yahvé" (12:6). Pero este testimonio es para algunos todavía dudoso, pues a menudo se levanta airado para tomar venganza de los enemigos (cf. 7:7). Acércate entonces al Salmo 16, que claramente dice: "Guárdame, oh Dios, en ti está mi refugio" (16:1). Y, más abajo: "yo jamás derramaré sus libámenes de sangre, jamás tomaré sus nombres en mis labios" (16:4), puesto que, renegando de mí, hicieron del César su rey9. Y, más abajo: "Pongo a Yahvé ante mí sin cesar; porque él está a mi diestra, no vacilo" (16:8). Y, a continuación: "Por eso se me alegra el corazón, mis entrañas retozan." Y después: "Pues no has de abandonar mi alma al sheol, ni dejarás a tu amigo ver la fosa" (16:9a.10)19. No ha dicho "ni dejarás a tu amigo ver la muerte," pues en ese caso no habría muerto, sino "la corrupción"11, puesto que no permaneceré en la muerte. "Me enseñarás el camino de la vida" (16:11): claramente se anuncia la vida después de la muerte. Ven ahora al Salmo 30: "Yo te ensalzo, Yahvé, porque me has levantado; no dejaste reírse de mí a mis enemigos" (Sal 30:1). ¿Qué ha sucedido? ¿Has sido liberado de los enemigos o has sido soltado para que te golpeasen? Lo dice con toda claridad: "Tú has sacado, Yahvé, mi alma del sheol" (Sal 30:4). Decía proféticamente: "No dejarás..." (cf. 16:9-10). Pero aquí, hablando del futuro como cosa ya realizada, dice: "...has sacado mi alma... me has recobrado de entre los que bajan a la fosa" (30:4). ¿En qué tiempo sucederá esto?: "Por la tarde, visita de lágrimas y, por la mañana, gritos de alborozo" (30:6). Por la tarde estaban de luto los discípulos, y por la mañana se alegraron de la resurrección.

El lugar de la resurrección

5. ¿Quieres conocer también el lugar? Es en el Cantar de los Cantares donde dice: "Al nogueral había yo bajado" (Cant 6:11). "En el lugar donde había sido crucificado había un huerto" (Jn 19:41). Y aunque ahora, gracias a la generosidad del emperador, se encuentra magníficamente embellecid012, antes era sólo un huerto del que quedan sus vestigios y restos. "Huerto, cerrado, fuente sellada" (Cant 4:12), precisamente por los judíos, que dijeron: "Recordamos que ese impostor dijo cuando aún vivía: "A los tres días resucitaré." Manda, pues, que quede asegurado el sepulcro..." (Mt 27:63-64). Y poco después: "Ellos fueron y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia" (27:66). A ellos se les dice hermosamente: "Lo(s) juzgarás en el descanso" Job 7:18 LXX). Pero ¿quién es la "fuente sellada" (Cant 4:12) o la "fuente de los huertos, pozo de aguas vivas" (4:15)? Es el Salvador, del cual está escrito: "En ti está la fuente de la vida" (Sal 36:9).

La resurrección de Cristo como "testimonio"

6. ¿Y qué es lo que sofonías dice a los discípulos acerca de la persona de Cristo? "Dispónte, levántate de mañana, pues su racimo se ha podrido" (Sof 3:7 LXX). Se trata del de los judíos, en los que no queda uva ni racimo de salvación, pues se ha arrancado su viña. Mira cómo habla a los discípulos: "Prepárate, levántate temprano. Espera de mañana la resurrección." Y después, según lo que sigue y el tenor mismo de la Escritura, dice: "Por eso, esperadme — dice el Señor — hasta el día de mi resurrección como testimonio" (Sof 3:8 LXX). Ves también que el profeta previó el lugar del testimonio, que había de llamarse "martyrion"13. Pues ¿por qué razón este lugar del Gólgota y de la resurrección no se llama "iglesia" como los demás, sino "Martyrion"? Es tal vez a causa de lo que dijo el profeta: "el día de mi resurrección como testimonio."

También los hijos de Dios dispersos aceptarán la resurrección y sus señales

7. ¿Quién es el que resucita y cuáles son sus signos? Lo dice con evidencia continuando el mismo texto profético? "Convertiré entonces la lengua de los pueblos" (Sof 3:9) como quiera que después de la resurrección tras el envío del Espíritu Santo, se dio el don de lenguas (Hech 2:4), "para que invoquen todos el nombre de Yahvé y le sirvan bajo un mismo yugo" (Sof 3:9). ¿Y qué otro símbolo se añade, en el mismo profeta, de que servirán al Señor "bajo un mismo yugo?" "Desde allende los ríos de Etiopía, mis suplicantes, mi Dispersión, me traerán mi ofrenda" (3:10). Ves que eso está escrito en los Hechos cuando el eunuco etíope llega desde los confines de los ríos de Etiopía (Hech 8:27). Las Escrituras señalan, por tanto, el momento y las circunstancias de tiempo y lugar, además de los signos que siguieron a la resurrección. Ten, pues, una fe firme en la resurrección y que nadie te aparte de confesar a Cristo resucitado de entre los muertos.

Valor profético de Sal 88

8. Recibe también otro testimonio del salmo 88, cuando es Cristo el que proféticamente dicen: "Yahvé Dios de mi salvación, ante ti estoy clamando día y noche" (Sal 88:2) y, poco después: "Soy como un hombre acabado: relegado entre los muertos" (88:5-6). No dice "soy un hombre acabado," sino "como un hombre acabado": no ha sido crucificado porque le falten fuerzas, sino voluntariamente. Ni tampoco le llegó la muerte por una debilidad involuntaria. "Me has echado en lo profundo de la fosa" (v. 7). Y, ¿cuál fue la señal de esto?: "Has alejado de mí a mis conocidos"9. De hecho, huyeron sus discípulos (Mt 26:56). "¿Acaso para los muertos haces maravillas?" (Sal 88:11). Y, poco después: "Mas yo grito hacia ti, Yahvé, de madrugada va a tu encuentro mi oración" (v. 14). ¿Es que no ves cómo también se aclaran las circunstancias de tiempo tanto de la pasión como de la resurrección?

El lugar te la resurrección, en la parte exterior de la ciudad

9. ¿Pero desde qué lugar resucitó El Salvador? Dice en el Cantar de los Cantares: "Levántate, amada mía, hermosa mía y vente" (Cant 2:10). Y en lo que sigue: "En la grieta de la roca" (2:14). Habla de la grieta de la roca, la entrada que entonces había antes de la puerta del sepulcro del Salvador15 y que estaba excavada en la misma roca, como suele hacerse en las entradas de los sepulcros. Ya no se puede ver actualmente porque, al colocar toda la ornamentación actual, se suprimió aquel abrigo. Anteriormente a la actual estructura del monumento, de magnificiencia regia, había una cavidad antes de la roca. Pero ¿dónde está la roca en la que se encontraba esa cavidad? ¿Está tal vez en medio de la ciudad o próxima a las murallas y a los extremos? ¿O en las antiguas murallas o en los antemurales? Pues dice en el Cantar de los Cantares: "En la cavidad de la roca junto al muro exterior" (Cant 2:14 LXX).

Tuvo lugar en el tiempo de la Pascua

10. ¿En qué época resucitó el Salvador? ¿En la estación de verano o en otra? También en el Cantar de los cantares, muy próximo a lo que se acaba de citar, dice: "Porque, mira, ha pasado ya el invierno, han cesado las lluvias y se han ido. Aparecen las flores en la tierra, el tiempo de la poda ha llegado" (Cant 2:11-12a LXX). ¿Es que la tierra está ahora llena de flores y se podan las viñas? Te das cuenta de cómo dijo que el invierno había pasado. Pues cuando llega el mes Xántico16, inmediatamente viene la primavera. Pero en esta época cae el primer mes del calendario hebreo y en él se celebra la fiesta de la Pascua, que antes era en imagen y en figura, y ahora es la verdadera. Esta es la época de la creación, pues es entonces cuando dijo Dios: "produzca la tierra vegetación: hierbas que den semillas y árboles frutales que den fruto, de su especie, con su semilla dentro, sobre la tierra" (Gén I, I I). Y ahora, como ves, germina ya toda clase de hierba. Y del mismo modo que cuando entonces hizo Dios el sol y la luna, distribuyó entre ambos el curso de los días y las noches, así pocos días antes era el tiempo del equinoccio. Y entonces dijo Dios: "hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra" (Gén 1:26). Y realmente lo que recibió fue a imagen y semejanza de Dios, pero lo oscureció y entenebreció por la desobediencia. Pero en el mismo momento en que sufrió esta pérdida, tuvo también lugar la reparación. Después de ser creado el hombre, fue expulsado del paraíso por su desobediencia, pero en el mismo momento el que creyó fue introducido en él por la obediencia17. La salvación fue a la vez que la caída. Cuando "aparecen las flores... y el tiempo de la poda ha llegado" (cf. Cant 2:12 LXX).

Sepultado después de muerto, se aparece Jesús a los discípulos

11. El lugar de la sepultura era un huerto, y había plantada una vid. El había dicho: "Yo soy la vid" Jn 15:1. Está colocada en la tierra para que quedase erradicada la maldición que se introdujo por causa de Adán. La tierra estaba condenada a producir espinas y abrojos. Pero de la tierra se alzó la vid verdadera para que se cumpliese lo dicho: "La verdad brotará de la tierra, y de los cielos se asomará la justicia (Sal 85:12). ¿Y que habrá de decir el que está sepultado en el huerto?: "He tomado mi mirra con mi bálsamo" (Cant 5:1). Y también: "Mirra y áloe, con los mejores bálsamos" (4:14). Pero estos son los símbolos de la sepultura, y en los Evangelios se dice: "Fueron (las mujeres) al sepulcro llevando los aromas que habían preparado" (Lc 24:1). "Fue también Nicodemo... con una mezcla de mirra y áloe" 19:39). Y también se dicen a continuación: "He comido mi pan con mi miel" (Cant 5:1 LXX). Lo amargo, antes de la pasión, y lo dulce después de la resurrección. Después, vuelto a la vida, entró por unas puertas que estaban cerradas (Juan 20:19). Pero se resistían a creer, pues creían ver un espíritu (Lc 24:37). Pero él les dijo: "Palpadme y ved" (Lc 24:39; cf. 37-41). "Meted los dedos en el agujero de los clavos" como exigía Tomás (Jn 20:24-29). Y "como ellos no acabasen de creerlo a causa de la alegría y estuviesen asombrados, les dijo: "¿Tenéis aquí algo de comer?" Ellos le ofrecieron parte de un pez asado" (Lc 24:41-42). Ahí se ve cómo se ha cumplido lo que se ha dicho: "He comido mi pan con mi miel."

Las mujeres, rápidas al sepulcro

12. Pero antes de entrar por las puertas cerradas, lo estaban buscando a él, esposo y médico de las almas, aquellas mujeres buenísimas y dotadas de una fortaleza viril. Llegaron aquellas bienaventuradas al sepulcro y buscaban al que ya había resucitado (cf. Mt 28,1-6). Las lágrimas les brotaban de los ojos cuando en realidad era ya momento de alegrarse y de cantar a coro por el resucitado. Vino María buscándolo, como está en el Evangelio (Jn 20:1 ss) y no lo encontró; lo oyó después de boca de los ángeles y finalmente vio a Cristo (20:11-18) . ¿Acaso no constaban ya estas cosas por escrito? Pues se dice en el Cantar de los Cantares: "En mi lecho he buscado al amor de mi alma." Pero ¿en qué momento?: "En mi lecho, por las noches, he buscado al amor de mi alma." María, dice, llegó "cuando todavía estaba oscuro" (Jn 20:1). "En mi lecho, por las noches, he buscado al amor de mi alma. Lo busqué y no lo hallé" (Cant 3:1). Y en los evangelios es también María la que dice: "Se han llevado a mi Señor, y no se dónde lo han puesto" (Jn 20:13). Pero los ángeles presentes deshicieron esta ignorancia diciendo: "¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?" (Lc 24:5). No resucitó solo, sino llevando consigo a otros muertos. Pero ella no lo sabía. En referencia a ella cuando se dirige a los ángeles, dice el Cantar de los Cantares: "Habéis visto al amor de mi alma?" Apenas habíamos pasado — es decir, a los dos ángeles —, cuando encontré al amor de mi alma. Lo aprehendí y no lo soltaré" (3:3-4).

Aparición a las mujeres

13. Después de la visión de los ángeles fue Jesús el que se anunció a sí mismo. Dice el Evangelio: "En esto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: ¡Dios os guarde!. Y ellas, acercándose, se asieron a sus pies" (Mt 28:9). Lo asieron para que se cumpliese aquello: "Lo aprehendí y no lo soltaré" (Cant 3:4). La mujer era de cuerpo débil, pero de ánimo viril. Las aguas no apagaron el amor ni lo anegaron los ríos (cf. Cant 8:7). Al que se buscaba estaba muerto, pero no se había apagado la esperanza de la resurrección. Y el ángel les dijo de nuevo: "Vosotras no temáis" (Mt 28:5). No digo que no temáis a los soldados, sino que no estéis temerosas. Sientan ellos temor, para que, instruidos por la experiencia, den testimonio y digan: "Verdaderamente éste era Hijo de Dios" (Mt 27:54). Pero vosotros no debéis temer, pues "el amor perfecto expulsa el temor" (I Jn 4:18) . "Y ahora id enseguida a decir a sus discípulos," etc. (Mt 28:7). "Ellas partieron a toda prisa del sepulcro, con miedo y gran gozo" (28:8). ¿También esto está escrito? Dice, en efecto, el salmo segundo, enunciando la pasión de Cristo: "Servid a Yahvé con temor y regocijaos en estremecimiento ante él" (Sal 2:11 LXX). "Regocijaos," por el Señor que ha resucitado, pero "en estremecimiento" por causa del terremoto y del ángel que apareció con el fulgor de un relámpago.

Jesús resucita, aunque el sepulcro estaba sellado y vigilado

14. Los príncipes de los sacerdotes y los fariseos sellaron el sepulcro tras advertírselo a Pilato, pero las mujeres vieron al Resucitado. E Isaías, que conocía, por una parte, la futilidad de los sumos sacerdotes y, de otro lado, la fortaleza de fe de las mujeres, dice: "Mujeres, que venís de la visión, daos prisa, pues no hay un pueblo que tenga inteligencia" (Is 27:11 LXX). Los sumos sacerdotes están desprovistos de inteligencia, y las mujeres están mirando con sus mismos ojos19. Y cuando fueron a aquellos los soldados comunicándoles todo lo que había sucedido (Mt 28:11), les advirtieron: "Decid: "Sus discípulos vinieron de noche y lo robaron mientras nosotros dormíamos" (28:13). Correctamente lo predijo esto también Isaías hablando como por ellos: "Habladnos cosas halagüeñas, contemplad ilusiones" (Is 30:11). Pero él ha resucitado y se ha alzado, mas ellos con donativos en dinero sobornan a los soldados (28:15). Pero los soldados no necesitan convencer ahora a los actuales emperadores. Pues los soldados de entonces traicionaron a la verdad con dinero, pero los actuales emperadores edificaron esta santa Iglesia de la Resurrección de Dios Salvador, en la cual estamos y a la que embellecieron con plata y oro, ornamentándola basándose en altares también con oro, plata y piedras preciosas. "Y si la cosa llega a oídos del procurador, nosotros le convenceremos y os evitaremos complicación" (Mt 28:14). A él le persuadieron, pero no al mundo entero. ¿Y cómo es que, al salir Pedro de la cárcel, fueron condenados sus guardianes (Hech 12:19), mientras que no sufrieron castigo los que custodiaban a Jesús? En realidad, la pena a aquellos les fue impuesta por Herodes, pues no tenían excusa por ignorancia, pero estos otros, que supieron la verdad y la ocultaron por dinero, fueron respetados por los sumos sacerdotes (cf. Mt 28:15). Unos pocos judíos creyeron entonces la fábula, pero en la verdad creyó el orbe entero. Los que ocultaron la verdad quedaron sepultados en el olvido, pero los que la acogieron aparecieron a la luz pública movidos por la fuerza del Salvador. Este no sólo se alzó de entre los muertos, sino que llevó consigo también a otros muertos, de cuya persona dice claramente el profeta Oseas: "Dentro de dos días nos dará la vida, al tercer día nos hará resurgir y en su presencia viviremos" (Os 6:2)20.

Los apóstoles, testigos de la resurrección, son también hebreos

15. Al no convencer las Sagradas Escrituras a los judíos, que no obedecen, y al contradecir ellos mismos la resurrección de Jesús, lo mejor sería hablarles así: ¿Por qué, mientras afirmáis que Eliseo y Elías han resucitado a muertos (cf. 2 Re 4:20 se; 1 Re 17:17-24) os obcecáis en contra de la resurrección de nuestro Salvador? ¿O es que a los que actualmente vivimos no nos valen los testigos de entonces? Buscad, pues, vosotros testigos de aquella época21. Si lo de aquella época está escrito, también esto está escrito. ¿Por qué aceptáis una de las cosas y rechazáis la otra? los hebreos pusieron por escrito aquellos hechos anteriores. Pero todos los apóstoles fueron también hebreos. ¿Por qué, si son judíos, no les creéis? Mateo, al escribir su evangelio, lo hizo en lengua hebrea22. Pablo, el predicador era "hebreo e hijo de hebreos" (Flp 3:5). Y los doce apóstoles eran todos hebreos. Posteriormente, los quince obispos de Jerusalén han sido, en sucesión ininterrumpida, también todos hebreos. ¿Por qué razón, pues, mientras admitís lo vuestro, creéis que se ha de rechazar lo nuestro, que ha sido puesto por escrito por hebreos de vuestra raza?

La resurrección de Jesús es mayor milagro que las obradas por Ellas y Eliseo

16. Pero es imposible, dirá alguno, resucitar muertos. Pero Eliseo obró una y otra vez resurrecciones, tanto estando en vida (2 Re 4:20 ss) como después de su muerte (2 Re 13:21). Si creemos que un cadáver arrojado al suelo resucitó al contacto con Eliseo, que yacía allí muerto ¿no resucitó Cristo de entre los muertos? Además, resucitó aquel que estaba muerto y tocó a Eliseo, pero el que lo hizo alzarse permaneció, sin embargo, muerto, como ya estaba antes. Pero el muerto del que nosotros hablamos resucitó y resucitaron otros muchos muertos que a él ni siquiera le habían tocado: "Muchos cuerpos de santos difuntos resucitaron. Y, saliendo de los sepulcros después de la resurrección de él, entraron en la Ciudad Santa — claramente se trata de la ciudad en la que estamos23 — y se aparecieron a muchos" (Mt 27:52-53). Eliseo hizo ciertamente resucitar a un muerto, pero no consiguió dominar el orbe; Elías resucitó a un muerto, pero los demonios no se sometieron en nombre de Elías. Sin embargo, no hacemos de menos a los profetas, sino que celebramos con mayor magnificencia a quien es Señor de ellos. En realidad, no ensalzamos lo nuestro empequeñeciendo aquello, pues también aquello es nuestro. Más bien conciliamos la fe en lo nuestro con las cosas de ellos24.

Jonás, imagen de la muerte y resurrección de Jesús

17. Pero dicen insistentemente: Es un muerto recientemente difunto que ha sido resucitado por un vivo, pero mostradnos que es posible que resucite un muerto de tres días y que sea llamado de nuevo a la vida un hombre que esté ya tres días sepultado. Pero, si buscamos una tal prueba, nos la suministra el Señor Jesús en los evangelios al decir: "Porque de la misma manera que Jonás estuvo en el vientre del cetáceo tres días y tres noches, así también el Hijo del hombre estará en el seno de la tierra tres días y tres noches" (Mt 12:40; cf.Jon 2:1). Y cuando indagamos con cuidado la historia de Jonás, es grande la semejanza con lo nuestro. Jesús fue enviado a predicar la conversión: también Jonás (1:2 es) fue enviado (a lo mismo). Pero éste, al no saber el futuro, huye: aquél, en cambio, accedió a anunciar la penitencia de salvación. Jonás dormía en la nave, y lo hacía profundamente (1:5) mientras el mar estaba encrespado por la tempestad: también, cuando Jesús se encontraba durmiendo, se encrespó el mar por determinados designios (Mt 8:24-25), para que después se reconociese el poder del que estaba durmiendo (8:27). Aquellos decían: "¿Qué haces aquí dormido? ¡Levántate e invoca a tu Dios! Quizás Dios se preocupe de nosotros y no perezcamos" (Jon 1:6). Y aquí dicen al Señor: "¡Señor, sálvanos!" (Mt 8:25). Allí decían: "¡Invoca a tu Dios!" Y aquí; "¡sálvanos!" Aquél dice: "Agarradme y tiradme al mar, y el mar se os calmará" (Jn 1:12). Este, "increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza" (Mt 8:26). Aquél fue a parar al vientre de la ballena (Jon 2:1), pero éste descendió por su propia voluntad al lugar donde la muerte tragaba a los hombres. Descendió voluntariamente para que la muerte vomitase a aquellos que se había tragado, según aquello que está escrito: "De la garra del sheol los libraré, de la muerte los rescataré" (Os 13:14).

18. Llegados a esta parte del discurso, consideremos si es más difícil que un hombre sepultado salga del suelo. ¿O acaso no se deshace y se corrompe un hombre en el vientre de un cetáceo, tragado en las vísceras cálidas de un ser vivo? ¿Quién ignora que es tanto el calor que hay en el vientre que deshace incluso los huesos que se devoran? Y Jonás, tras habitar tres días y otras tantas noches en el vientre de la ballena, ¿no estaría corrompido y deshecho? Siendo idéntica la naturaleza de todos los hombres, y no pudiendo vivir sin respirar el aire, ¿cómo pudo vivir tres días sin él? Responden los judíos y dicen: Juntamente con Jonás, cuando se agitaba en el sheol, descendió el poder de Dios. Dios daba así vida a su siervo otorgándole su poder. ¿Y no podía Dios darse ese poder a sí mismo? Si aquello era creíble, también esto lo es; y si esto no se puede creer, tampoco aquello. A mí ambas cosas me parecen igualmente creíbles. Creo que Jonás fue protegido, pues "para Dios todo es posible" (Mt 19:26). También creo que Cristo resucitó de entre los muertos. Tengo múltiples testimonios de esta realidad, tanto de las Sagradas Escrituras como del mismo Resucitado, todos válidos hasta el día de hoy: el que descendió a los infiernos solo volvió acompañado de muchos25, pues descendió a la muerte y muchos cuerpos de los santos que habían muerto fueron resucitados por él (Mt 27:52).

En el abismo, la victoria sobre la muerte

19. La muerte quedó aterrorizada al ver que descendía al infierno alguien distinto que no estaba sujeto por las cadenas de este lugar (cf. Hech 2:24). ¿Por qué razón, guardianes del infierno, os llenasteis de pavor al verlo? (cf. Job 38:17 LXX). ¿Os invadió un temor descarado? Huyó la muerte y esa fuga delataba su temor. Acudieron los santos profetas. Moisés el legislador, Abraham, Isaac y Jacob, David y Samuel, Isaías y Juan Bautista, que dice y testifica: "¿Eres tu el que ha de venir, o debemos esperar a otro?" (Mt 11:3). Han sido redimidos todos los santos que la muerte se había tragado. Lo que debía ser es que el Rey que había sido predicado fuese en realidad el libertador de los mejores augurios. Por eso ha dicho alguno entre los justos: "¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?" (1 Cor 15:55). Es el autor de la victoria el que nos ha liberado26.

Más datos sobre Jonás como imagen de Cristo muerto y resucitado

20. Jonás fue figura de este nuestro Salvador orando desde el vientre del cetáceo diciendo: "Desde mi angustia clamé a Yahvé y él me respondió: desde el seno del sheol grité, y tu oíste mi voz" (Jan 2:3). Estaba en el interior de la ballena, pero dice que estaba en el infierno: era figura de Cristo, que en su momento habría de descender a los infiernos27. Y poco después, hablando proféticamente con toda claridad acerca de la persona de Cristo, dice; "A las raíces de los montes descendí" (2:7). ¿De qué montes hablas si estás en el vientre de la ballena? Es que sé -dice- que soy imagen de aquél que será colocado en el sepulcro excavado en piedra. Cuando Jonás se encontraba en el mar, dice: "Descendí a la tierra" (2:7 LXX), siendo así imagen de Cristo, que descendió hasta las entrañas de la tierra (Mt 12:39-40)28. Previó también el fraude de los judíos induciendo a los soldados a mentir y diciéndoles: "Decid que lo robaron" (cf. Mt 28:13). Lo previó diciendo: "Observando cosas vanas y falsas, abandonan la misericordia para con ellos" (Jan 2:9, mejor LXX). De hecho, vino quien se compadecía de ellos, y fue crucificado y resucitó tras haber dado el don de su preciosa sangre en favor de judíos y gentiles. Ellos, sin embargo, dicen: "Decid que lo robaron," haciendo así observancia de cosas vanas y de falsedades. De su resurrección dice también Isaías: "El que sacó de entre los muertos al gran pastor de las ovejas, en la sangre de una alianza eterna" (Is 63:11)29. Añadió lo de "grande" para que no fuese contado entre los pastores de la categoría de los anteriores.

Las apariciones del Resucitado

21. Con todos estos datos proféticos, despiértese en nosotros la fe. Caigan los que caen por infidelidad según su capricho. Tú, en cambio, te has mantenido firme sobre la roca de la fe en la resurrección: que ningún hereje te arrastre nunca a infamar la resurrección. Pues, hasta el día de hoy, los maniqueos dicen que la resurrección del Salvador fue simulada y no verdadera. Tenemos, además, a Pablo, que escribe30: "Nacido del linaje de David según la carne" (Rm 1:3); y continúa: "...por su resurrección de entre los muertos" (1:4)31. Y, por otra parte, dirige contra ellos sus palabras diciendo: "No digas en tu corazón "¿quién subirá al cielo?" es decir: para hacer bajar a Cristo; o bien: "¿quien bajará al abismo?" es decir: para hacer subir a Cristo de entre los muertos" (Rm 10:6-7). Igualmente, en otro lugar, previniéndonos, escribe: "Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos" (2 Tim 2:8). Y también: "Y si no resucitó Cristo, vacía es nuestra predicación, vacía también vuestra fe. Y somos convictos de falsos testigos de Dios porque hemos atestiguado contra Dios que resucitó a Cristo, a quien no resucitó" (1 Cor 15:14-15). Y, en lo que sigue dice: "¡Pero no! Cristo resucitó de entre los muertos como primicias de los que durmieron" (15:20). "Se apareció a Cefas y luego a los Doce" (15:5). Si no aceptas la fe de uno sólo, tienes ahí doce testigos. "Después se aparecidas a más de quinientos hermanos a la vez" (15:6). Si a aquellos doce tampoco les creían, que hagan caso a estos quinientos. "Luego se apareció a Santiago" (15:7), su hermano33, primer obispo de esta parroquia34. Si este obispo tan importante vio a Jesucristo resucitado, no reniegues de la fe tú que eres discípulo suyo. Pero si dices que Santiago dio testimonio por ser hermano suyo, "en último término se me apareció también a mí" (15:8), Pablo, su enemigo. ¿Cómo poner en duda el testimonio de uno que ha sido su enemigo y ahora lo anuncia? Antes fui perseguidor (cf. I Tim 1:13) y ahora anuncio la resurrección.

Personas y objetos materiales, testigos de la resurrección

22. Muchos son los testigos de la resurrección del Salvador. Era la noche y había luna llena, la decimosexta noche35. La roca del sepulcro que acogió a Cristo y la piedra que resistió en su cara a los judíos: esa piedra vio al Señor, la piedra que fue removida de su sitio (Mt 28:2), ella da testimonio de la resurrección estando allí tirada hasta el día de hoy. Los ángeles de Dios, allí presentes, dieron testimonio de la resurrección del Unigénito (Lc 24:4 ss). Pedro y Juan, Tomás y todos los demás apóstoles, algunos de los cuales corrieron hasta el sepulcro (Jn 20:4) y vieron los lienzos de la sepultura en los que había estado envuelto y que habían quedado allí después de la resurrección (20:6-7). Otros tocaron sus manos y sus pies y contemplaron las señales de los clavos (20:27). Y todos recibieron a la vez el soplo del Salvador y la potestad de perdonar los pecados en virtud del Espíritu Santo (20:22-23). Las mujeres que se asieron a sus pies observaron la magnitud del terremoto y el fulgor del ángel que allí estaba (28:2-5), así como los lienzos que le envolvían y que, al resucitar, abandonó allí. Son testigos también los soldados y el dinero que se les dio (Mt 28:15), el lugar, que todavía puede verse, y el santo edificio de esta Iglesia, edificada, por amor a Cristo, por el emperador Constantino, de feliz memoria, y que, como ves, está tan embellecida.

Otros testimonios de la resurrección y la ascensión

23. También la que fue resucitada en su nombre, Tabita, es testigo de la resurrección (cf. Hech 9:40). Pues, ¿quién dejará de creer en la resurrección de Cristo, cuando su mismo nombre hizo resucitar a muertos? También el mar, como ya oíste36, es testigo de la resurrección de Jesús. Testigos son la captura de los peces, las brasas encendidas y las viandas preparadas (Jn 21:6-9). También da testimonio Pedro, que antes le había negado tres veces, pero después le confesó otras tres veces, recibiendo el encargo de apacentar las ovejas espirituales (21:15-17). Hasta el día de hoy existe el Monte de los Olivos, que muestra a los ojos de los fieles quién es el que ascendió sobre la nube y que es la puerta de la ascensión a los cielos. En Belén había descendido de los cielos, pero ascendió a los cielos desde el monte de los Olivos. Desde allí vino hasta los hombres para entablar su combate y es aquí donde es coronado tras su lucha. Tienes, pues, numerosos testigos, tienes este mismo lugar de la resurrección y tienes el lugar de la ascensión, situado, desde nuestra posición, al Oriente. Tienes como testigos a los ángeles que allí testificaron y a la nube que se elevó. Y asimismo a los discípulos que desde allí bajaron (cf. Hech 1:9-12).

La ascensión37

24. El ordenamiento de la doctrina de la fe ya nos advertía de que habláramos también sobre la ascensión, pero la gracia de Dios dispuso las cosas de manera que ayer, que era domingo, oyeses, en la medida de nuestras fuerzas, hablar de esto. Fue porque, por gracia de Dios, las lecturas de la reunión litúrgica contenían lo referente a la ascensión de nuestro Salvador a los cielos. Lo que dijimos fue de cara a todas las personas y por causa de la multitud de fieles reunidos. Pero, sobre todo, ayer hablamos de esto pensando en ti. Queremos ver ahora si atendiste a lo que se dijo. Pues sabes que la fe enseña que creas en aquel "que resucitó al tercer día, y ascendió a los cielos y está sentado a la derecha del Padre." Creo que recordarás lo que expusimos, aunque, sin demasiada insistencia, te haré memoria de lo que dijimos. Acuérdate de que en los Salmos está escrito claramente; "Sube Dios entre aclamaciones" (Sal 47:6). Las Potestades divinas clamaban unas a otras: "Puertas, levantad vuestros dinteles" (Sal 24:7), etc. Téngase en la mente el otro salmo: "Tú has subido a la altura, conduciendo cautivos" (Sal 68:19)33. Y acuérdate del profeta, que dice: "El que edifica en los cielos sus aletas moradas" (Am 9:6). Y todas las demás cosas que ayer se dijeron a causa de las contradicciones de los judíos.

Argumentos a favor de la posibilidad de la Ascensión

25. Pues cuando se han opuesto, juzgándola imposible, a la ascensión del Salvador, acuérdate de lo que se dice de la traslación de Habacuc (Dan 14:33-39). Pues si Habacuc fue transportado por el ángel cogiéndolo por los pelos de la cabeza, mucho más el Señor de los profetas y de los ángeles, subiendo en una nube desde el Monte de los Olivos, pudo preparar su ida a los cielos y por su propio poder. Retén también en tu mente otras cosas semejantes, teniendo en cuenta que la grandeza es del Señor, que hace tales maravillas: aquellos eran llevados y éste es el que "todo lo sostiene" (cf. Hebr 1:3). Recuerdas que Henoc fue trasladado (Gén 5:24), pera Jesús ascendió. Recuerda las cosas que ayer se dijeron de Elías: que Elías fue tomado en un carro de fuego (2 Re 2:11), pero el carro de Cristo fueron "los carros de Dios, por millares de miríadas"; y que Elías fue tomado al Este del Jordán (2:11-15) mientras que Cristo ascendió al Este del torrente Cedrón; que aquél ascendió "como hacia el cielo" (2 Re 2:11 LXX) pero Jesús lo hizo "al cielo"; y que el primero había dicho a su discípulo que le daría dos partes de su espíritu39, pero Cristo ha concedido a sus discípulos una participación tan grande en la gracia del Espíritu Santo que no lo posean sólo para ellos, sino que también por la imposición de las manos lo otorguen a los que creen en él (Hech 8:14-17).

La gloria supereminente de Cristo

26. Cuando hayas luchado contra los judíos y los hayas vencido con estas comparaciones, acércate entonces a la supereminente gloria del Salvador: mientras ellos son siervos, él es Hijo de Dios. Verás cuánto sobresale él al pensar que el Siervo de Cristo40 fue llevado hasta el tercer cielo. Pues si Elías llegó hasta el primer cielo y Pablo hasta el tercero (2 Cor 12:2)41, es evidente que este último consiguió una mayor dignidad. No te avergüences de tus apóstoles. No son menos dignos que Moisés ni inferiores a los profetas, sino que son buenos con los buenos y mejores que los buenos. Pues Elías fue verdaderamente tomado al cielo, pero Pedro tiene las llaves del reino de los cielos después de oír aquello: "Todo lo que desatares sobre la tierra, quedará desatado en los cielos" (Mt 16:19). Elías fue llevado al cielo, pero Pablo al cielo y al paraíso (era bueno que los discípulos de Jesús recibiesen una gracia más abundante): "Oyó palabras inefables que el hombre no puede pronunciar (2 Cor 12:4). Pero Pablo descendió de nuevo, y no porque fuese indigno de habitar en el tercer cielo, sino — tras recibir unos dones que superan la condición humana — abandonando aquel honor y tras anunciar a Cristo, para sufrir la muerte por él y conseguir la corona del martirio. El resto de esta argumentación, que ayer sostuve en la asamblea dominical, lo he pasado ahora por alto, pues para unos oyentes con inteligencia basta esta sola mención.

El Hijo está sentado desde la eternidad junto al Padre

27. Acuérdate también de las cosas que muchas veces he dicho sobre el Hijo sentado a la derecha del Padre. Es lo que se contiene en la secuencia de las afirmaciones de la fe: "ascendió a los cielos y está sentado a la derecha del Padre." No nos preguntemos tanto por la "razón" de este estar sentado, pues supera nuestra inteligencia. Ni nos apoyemos en aquellos que perversamente sostienen que, después de la cruz, la resurrección y la vuelta a los cielos, entonces comenzó el Hijo a estar sentado a la derecha del Padre. Pues "sentarse" no fue para él una adquisición, sino que está sentado junto al Padre por aquello que es42. El profeta Isaías, al contemplar este trono antes de la venida en carne del Salvador, afirma: "Vi al Señor sentado en un trono excelso y elevado," etc. (6:1). Pues al Padre "nadie lo ha visto jamás" (Jn 1:18; cf. I Tim 6:16)43. A quien el profeta vio entonces era el Hijo. Y el salmista dice: "Desde el principio tu trono está fijado, desde siempre existes tú" (Sal 93:2)44. Como hay muchos testimonios de todo esto (el trono es evidentemente eterno) baste, por lo avanzado de la hora, con lo dicho.

Importancia de Sal 110:1: "Dijo el Señor a mi Señor...." Otros testimonios

28. Intentaremos resumiros algunas de las cosas dichas sobre este tema de que el Hijo está sentado a la derecha del Padre. El Salmo 110 dice abiertamente: "Dice el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos como escabel de tus pies" (110:1). Cuando el Salvador confirma esto en los evangelios, señala que David no dijo estas cosas por sí mismo, sino que lo dijo por inspiración del Espíritu de Dios. Lo dice (Jesús) con estas palabras: "Pues ¿cómo David, movido por el Espíritu, le llama Señor, cuando dice: "Dijo el Señor a mi Señor, siéntate a mi diestra..." (Mt 22:43-44). Y en los Hechos de los Apóstoles, el día de Pentecostés, estando en pie Pedro con los once, y hablando a los israelitas, recuerda con las mismas palabras este testimonio del salmo 110 (Hech 2:34).

29. Hay que traer también a la memoria algunos otros testimonios semejantes sobre el estar sentado el Hijo a la derecha del Padre. En el evangelio según San Mateo está escrito: "Os declaro que a partir de ahora veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder..." (Mt 26:64). El apóstol Pedro escribe cosas acordes con esto, al mencionar: "...por medio de la Resurrección de Jesucristo, que, habiendo ido al cielo, está a la diestra de Dios..." (1 Pe 3:21,22). Y el apóstol Pablo escribe a los Romanos diciendo: "Cristo Jesús, el que murió; más aún el que resucitó, el que está a la derecha de Dios..." (Rm 8:34). Y, escribiendo a los Efesios, se expresa de este modo: "...conforme a la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su diestra en los cielos" (Ef 1:19-20), además de lo que sigue. A los Colosenses les instruía de este modo: "Así pues, si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios." Y en la epístola a los Hebreos dice: "Después de llevar a cabo la purificación de los pecados, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas" (Hebr 1:3). Y por otra parte: "¿A qué ángel dijo alguna vez: "Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por escabel de tus pies" (1,13; cf. Sal 110:1). Además: "El, por el contrario, habiendo ofrecido por los pecados un sólo sacrificio, se sentó a la diestra de Dios para siempre45, esperando desde entonces hasta que sus enemigos sean puestos por escabel de sus pies" (Hebr 10:12-13)46. Y de nuevo: "Fijos los ojos en Jesús, el que inicia y consuma la fe, el cual, en lugar del gozo que se le proponía, soportó la cruz sin miedo a la ignominia, y está sentado a la diestra del trono de Dios" (12:2).

Conclusión: esperamos a Cristo

30. Y aunque hay otros muchísimos testimonios acerca de que el Unigénito está sentado a la derecha de Dios, estos nos son suficientes en este momento. Pero repetimos de nuevo la advertencias47 de que no ha conseguido esta prerrogativa de "estar sentado" tras su venida en la carne, sino que antes de todos los siglos el Hijo unigénito de Dios, nuestro Señor Jesucristo, posee desde la eternidad este trono a la derecha del Padre. Y el mismo Dios de todas las cosas, Padre de Cristo, y nuestro Señor Jesucristo, que descendió y ascendió (cf. Ef4:10)48 y está sentado junto al Padre, guarden vuestras almas; conserven inconmovible e inmutable vuestra esperanza en aquel que resucitó; que os levanten de vuestros pecados ya muertos hasta su don celestial; os hagan dignos de que seáis "arrebatados en nubes... al encuentro del Señor en los aires" (cf. I Tes 4:17) en el tiempo oportuno. Y mientras llega el tiempo de su segunda y gloriosa venida, inscriba los nombres de todos vosotros en el libro de los vivos sin que nunca borre después lo escrito una vez (son borrados los nombres de muchos que caen) (cf. Apoc 3:5 con Sal 69:29). Os conceda a todos vosotros creer en el que resucitó, y esperar al que bajó y de nuevo volverá sentado en lo alto (pero no vendrá de la tierra: protégete a ti mismo, oh hombre, de los impostores que habrán de sobrevenir). El está aquí junto a nosotros, fortaleciendo las actitudes de cada uno y la firmeza de su fe. Pues no debes pensar que lo que ahora no está presente en carne está por ello ausente en espíritu (cf. Col 2:5). Está aquí en medio oyendo lo que se dice de él y viendo lo que piensas en tu interior, escrutando corazones y entrañas (cf. Sal 7:11,20: Apoc 2:23). Los que ahora estén preparados acérquense al bautismo, y todos vosotros presentaos al Padre en el Espíritu Santo y decid: "Aquí estamos yo y los hijos que Dios me ha dado" (Is 8:18; cf. Hebr 2:13). A él sea la gloria por los siglos. Amén.

1. El tema de la catequesis es la resurrección de Jesucristo. Sólo al final, muy brevemente, se tocan la ascensión y el "está sentado a la derecha del Padre." En general, la presente catequesis tiene un marcadísimo carácter apologético frente a los judíos, pero también frente a maniqueos y otros. De ahí se explica la insistencia en numerosos detalles relativos a personas, lugares, momentos y otras circunstancias. Para un lector actual es muy importante atender a la concepción cristiana del hombre que explícita o implícitamente se deriva de las palabras de Cirilo. Diversas cuestiones se irán comentando en las notas al texto. PG 33,823 VII, de cuenta de los códices utilizados.

2. Is 66:10 y su contexto se refieren primariamente a Jerusalén, dentro de un tono apocalíptico que sugiere claras actitudes de alegría y esperanza. Naturalmente, todo esto tiene mucho más sentido desde la realidad de la resurrección de Jesucristo.

3. El fuerte carácter apologético de la catequesis, señalado en la nota I, es también una defensa de carácter bastante positivo: se intenta defender, muy especialmente frente a los judíos, la realidad de Jesucristo resucitado, pero la impresión que el lector recibe no es simplemente la de que se está a la defensiva como quien está asediado por multitud de razonamientos en contra. Más bien se trata, en conjunto, de un imponente muestrario de textos bíblicos. El objetivo no es un cosido artificioso de unos textos con otros, sino hacer ver que múltiples estratos de la Escritura apuntan hacia la resurrección de Cristo, incluso en detalles nimios. Es algo parecido a lo que, por ejemplo, pretende el evangelio de Mateo cuando tantas veces señala aquello de "para que se cumpliese lo dicho por la Escritura" (o se dice lo mismo con otras expresiones semejantes). En último término, subyace aquí también la idea general -en este caso moviéndose, sin embargo, en el ámbito de la resurrección- de que la EscrItura encuentra su cumplimiento y su plenitud en Cristo, en quien todas las afirmaciones bíblicas se llenan de sentido.

4. Cat. 13, núm. 34.

5. La versión de los LXX favorece una interpretación más centrada en el hecho de la sepultura de Jesús.

6. Posible alusión a Col 1:20: "...pacificando, mediante la sangre de su cruz, lo que hay en la tierra y en los cielos."

7. Núm 24:9 pertenece al oráculo de Balaam, llamado por el Rey Balaq, de Moab, para maldecir a los israelitas que pasan por su territorio. La interpretación del versículo (sorprendentemente de redacción muy semejante a Gén 49:9 aunque es dificil identificar con seguridad una fuente redaccional común) la realiza Cirilo en referencia clara a la resurrección: "levantar," "alzarse."

8. Es decir, refiriendo Is 51:1 a la roca en que estaba excavado el sepulcro de Jesús (Mt 27:60).

9. Alusión a Jn 19:15, cuando en la acusación contra Jesús la gente grita: "No tenemos más rey que el César." Las palabras de Sal 16:4 las interpreta Cirilo como pronunciadas por Cristo -es muy frecuente en la tradición patrística entender numerosos salmos como dichos en primer lugar por Cristo, con lo que frecuentemente adquieren un sentido profético más acentuado. Así, en este caso, al señalar los acusadores de Jesús que su rey es el César romano -cuando, en realidad, odiaban la ocupación imperial- están renegando de Jesús. Es esto lo que proféticamente habría quedado dicho en Sal 16:4.

10. La Biblia de Jerusalén comenta: "El salmista ha elegido a Yahvé. El realismo de su fe y las exigencias de su vida mística piden una intimidad indisoluble con él: necesita, pues, escapar a la muerte que le separaría de él. Sal 6:6, cf. Sal, 49:16 ss. Esperanza imprecisa aún, que preludia la fe en la resurrección...." En cuanto a Sal 16:9-10, citado en el texto, es conveniente señalar, con respecto a su interpretación profética y cristológica, la mención que de él se hace en Hech 2:25-28 dentro del primer anuncio de la resurrección que recogen los Hechos, el día de Pentecostés. Con ello, la interpretación dada del salmo viene avalada por el mismo Nuevo Testamento.

11. O "la fosa" en el texto original del salmo.

12. Cirilo tiene presente aquí la basílica de la Resurrección, que con el aspecto con que podia contemplarse en la época de las catequesis provenía del emperador Constantino, que había muerto unos diez años antes.

13. "Martyrion" o "Martyrium" es, en las antiguas catacumbas romanas, el lugar que contenía los restos de los mártires allí enterrados. El juego de palabras que hace Cirilo se explica por el sentido de mártir y martirio, que etimológicamente significan "testigo" y "testimonio." El nombre se aplica aquí también al sepulcro de Jesús.

14. Cirilo añade aquí entre paréntesis: "pues el que entonces hablaba es el que más tarde estuvo presente." PG 33,831, nota 87, remite a Is 52:6: "Por eso mi pueblo conocerá mi nombre en aquel día y comprenderá que yo soy el que decia: "Aquí estoy"." Sobre esta interpretación cristocéntrica de los salmos y otros textos veterotestamentarios, cf. la anterior nota 9.

15. Puesto que antes de entrar al lugar propiamente de la sepultura, existía una antecámara o vestíbulo.

16. Marzo.

17. Cf. la comparación entre la desobediencia y la obediencia del primero y del último Adán en cat. 15, núm. 31.

18. Se refiere de nuevo al Cantar de los Cantares.

19. La frase parece estar tomada de la ya mencionada homilía de Cirilo Sobre el paralítico.

20. Probablemente el texto más claro del Nuevo Testamento sobre que Jesús, en su resurrección, "arrastró," es decir, hizo vivir la resurrección a otros muchos con ella, es Ef 4:7-11, especialmente por la utilización que se hace de Sal 68:19:

7"A cada uno de nosotros le ha sido concedido el favor divino a la medida de los dones de Cristo

8Por eso dice: "Subiendo a la altura, llevó cautivos y dio dones a los hombres" (Sal 68:19).

9¿Qué quiere decir "subió" sino que también bajó a las regiones inferiores de la tierra?

10Este que bajó es el mismo que subió por encima de todos los cielos, para llenarlo todo.

11 El mismo ‘dió’ a unos el ser apóstoles; a otros profetas; a otros, evangelizadores; a otros, pastores y maestros...."

El descenso "a las regiones inferiores de la tierra" es el descenso a los infiernos del que ya se ha hablado. Pero aquí interesa la idea de la "subida" (vv. 9 y 10) argumentada mediante la cita de Sal 68:19, cuyo contexto histórico es otro, pero que aquí se aplica a la victoria de Cristo en: "Subiendo a la altura, llevó cautivos." Es la idea que litúrgicamente se expresa como que "en la muerte de Cristo nuestra muerte ha sido vencida y en su resurrección hemos resucitado todos" (Prefacio Pascual, Il). Al vencer la muerte y alzarse de nuevo hasta el Padre, Cristo ha llevado libres consigo a todos los cautivos del pecado y de la muerte haciendo de ellos hombres nuevos. Es el efecto de la "justificación" del pecador (cf. Rom 4:25, que describe a Cristo como "quien fue entregado por nuestros pecados (Is 53:6), y fue resucitado para nuestra justificación." Las ideas paulinas sobre "fe," "resurrección," "justificación" son plenamente pertinentes en todo este contexto para completar concepciones a veces simplemente apologéticas de la resurrección. Debe tenerse además en cuenta que la resurrección deJesús no es sólo su recuperación como "redivivo." Se trata de un Jesús que posee un nuevo principio vital y al cual todos los cristianos están llamados a ser asociados: "...Sabiendo que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más, y que la muerte no tiene ya señorío sobre él" (Rm 6:9). El componente ético que de aquí resulta para el cristiano en la vida ordinaria es, mucho más que una consecuencia lógica, una liberación del pecado y unas actitudes éticas posibilitadas por la acción de Jesucristo resucitado en el hombre (6:11; para las explicaciones detalladas de Pablo, cf. I Cor 15).

21. La argumentación es: A nosotros nos valen los testigos de la resurrección de Jesús si a vosotros os valen los testimonios de las resurrecciones que se operaron por medio de Elías y Eliseo.

22. El original del evangelio de Mateo fue escrito en realidad en arameo. Pero ésta era la lengua usualmente hablada y utilizada en tiempos de Jesús.

23. Esta observación añadida por Cirilo da a entender que se trataba de la entrada en la ciudad de Jerusalén, aunque no, como otros han interpretado a veces, de la entrada en la Jerusalén celeste tras una resurrección definitiva.

24. Cuando la catequesis afirma que Eliseo "no consiguió dominar el orbe" o que "los demonios no se sometieron en nombre de Elías" pese a los hechos de resurrección narrados, se está implícitamente diciendo algo esencial: la resurrección de Cristo no es sólo, como ya se ha indicado, "volver a vivir." Cf. la anterior nota 20. En este sentido, la resurrección de Jesús es cualitativamente diferente de lo que son las resurrecciones de la hija de Jairo (Mt 9:18-19, 23-26 par), del hijo de la viuda de Naim (Lc 7:11-17) o de Lázaro (Jn 11:1-44), puesto que la resurrección de Cristo es definitiva y marca el comienzo de una nueva humanidad.

25. Vid. la anterior nota 20 en lo relativo a Ef 4:7-11.

26. I Pe 3:18-22 es tal vez el texto que expresa de manera más bella que el rescate de Cristo tiene como destinatarios a los hombres de todas las épocas: "En el espíritu fue también a predicar a los espíritus encarcelados, en otro tiempo incrédulos, cuando les esperaba la paciencia de Dios" (19-20a). Los vv. 20b-21 utilizan el arca de Noé como imagen del bautismo, en el que el hombre se salva de ser engullido por las aguas de la muerte. El tema del "descenso a los infiernos" sigue así, vivo en el pensamiento de Cirilo.

27. Como añadidura a lo dicho sobre el descenso a los infiernos, cf H.U von BALTHASAR El misterio pascual en: Mysterium Salutis (eds. J. FEINER y M. LÖHRER), t. III, Madrid 2ª, 1980, 738-760 ("Entre los muertos (Sábado Santo)").

28. Cf. las notas de la Biblia de Jerusalén a estos versículos.

29. La cita se transcribe según los Setenta, pero según también el estado de algunos códices de la catequesis (cf PG 33,849, nota 3). Por otra parte, la concordancia es así perfecta con el texto aludido a continuación, Hebr 13:20: "...el Dios de la paz que suscitó de entre los muertos a nuestro Señor Jesús, el gran Pastor de las ovejas en virtud de la sangre de una Alianza eterna."

30. Aceca del Hijo de Dios.

31. Rom 1:3-4 es importante para una comprensión en síntesis de la realidad de Jesucristo. Habla Pablo, al comienzo de la epístola, del Evangelio "3 acerca de su Hijo, nacido del linaje de David según la carne, 4 constituido Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por su resurrección de entre los muertos." En el contexto de la catequesis interesa subrayar aquí que la vida y la actividad ministerial de Jesús son un camino o proceso en el que él alcanza la plena manifestación de su poder como Hijo de Dios cuando llega a la Resurrección ("constituido Hijo de Dios con poder") en la unión con "el Espiritu de santidad," en la unidad con el cual y con el Padre tiene sentido toda su existencia, que sólo en cuanto a la debilidad creatural puede ser entendida en su humanidad ("nacido del linaje de David, según la carne"). Naturalmente esto no obsta a que el Hijo de Dios ha tenido siempre la misma dignidad por generación eterna del Padre.

32. En los momentos decisivos en que se habla de que, después de su resurrección "se apareció" Jesús a los apóstoles o a otros el verbo es "ophthe" que, por ser aoristo pasivo, se debe traducir por "fue hecho ver" y, en este caso, "se hizo ver" o "se dejó ver." Esta ligera apreciación lingüística hace ver algo importante: la iniciativa de dejarse encontrar y, en definitiva de "aparecerse" corresponde exclusivamente al Resucitado. H.U. von BALTHASAR, utilizando palabras de H. SCHLIER (que aquí se transcribirán entre comillas) lo expresó perfectamente: "Unánimemente se habla de encuentros con el Cristo vivo. "El encuentro que viven los testigos procede de él. Ese encuentro -palabra y signo, saludo y bendición, llamada, interpelación y enseñanza, consuelo e instrucción y misión, fundación de una comunidad nueva- es puro don" (hasta aquí Schlier). Como en los encuentros humanos, entran en éste también en juego los sentidos de quienes lo viven: ven y oyen, tocan e incluso degustan... Pero el acento no recae en las experiencias sensibles, sino únicamente en el objeto. Y éste, el Cristo vivo, se muestra por sí desde sí. Este es el significado del "ophthe" que aparece en textos decisivos (I Cor 15:3 ss: cuatro veces; Lc 24:34 en el encuentro con Simón; Hech 13:31; a propósito de las apariciones a Pablo, Hech 9:17, 16:9, 21:16)" (H.U. von BALTHASAR. op. cit., en nota 27, 780).

33. Primo, pariente, próximo...

34. Naturalmente "parroquia" se refiere aquí a la sede episcopal de Jerusalén. La palabra ha pasado por sentidos de mayor o menor amplitud a lo largo de la historia de la Iglesia, especialmente en la época antigua.

35. Del mes de Nisán.

36. En esta misma catequesis, a propósito de Jonás, núms. 17-18.

37. Al comienzo del presente párrafo se menciona que la catequesis fue pronunciada el día siguiente a un domingo, en el que las lecturas reflejaron la Ascensión. Se da esto como razón de que la Ascensión sólo se mencione brevemente cuando la catequesis entra en su sección final.

38. Cf. Ef 4:8. Sobre algunas implicaciones de estos pasajes cf., anteriormente, la nota 20.

39. Según la petición de 2 Re 2:9.

40. Se refiere a San Pablo. La comparación fisica de las "alturas" de los cielos sólo se entiende desde una imagen antigua del firmamento.

41. 2 Cor 12:2 "Sé de un hombre en Cristo, el cual hace catorce años -si en el cuerpo o fuera del cuerpo no lo sé, Dios lo sabe- fue arrebatado hasta el tercer cielo...." La expresión hasta el tercer cielo significa simplemente "hasta lo más alto de los cielos" y da fe de experiencias espirituales de Pablo. Es evidente que la ascensión de Jesús debe entenderse desde otras categorías: es la vuelta al Padre, de quien Jesús nunca había dejado de estar viviendo. Recuérdese la trascendencia de la expresión Abba. Pero Jesús ha vivido en la tierra "en estado de humillación," mientras ahora — y son expresiones de la antigua teología — entra "en estado de exaltación." La descripción de los momentos descendente (la kenosis) y ascendente, (ascensión, exaltación, glorificación) en la persona de Jesucristo alcanza en el Nuevo Testamento uno de los momentos más brillantes en Flp 2:5-11. Cf. ibid. los vv. 9-11 en cuanto a la glorificación de Cristo.

42. De nuevo se defiende Cirilo frente a una concepción "evolutiva" de la persona de Jesucristo. Cf. la nota 31.

43. La afirmación, completa, de Jn 1:18: "A Dios nadie lo ha visto jamás; el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado." Colocado este versículo, además, al final del "prólogo" del cuarto evangelio, hace ver perfectamente que el cristianismo es una concepción de Dios esencialmente cristocéntrica. El cristiano encuentra a Dios a través de Jesucristo, aunque eso no excluya otras posibilidades, a distintos niveles, de encontrar a Dios.

44. Todo el salmo puede entenderse también en sentido cristológico.

45. La expresión es equivalente al ya comentado "ephápax" (por ej. en 10,10 y, antes, en 7:27, en el contexto del valor definitivo del sacrificio de Cristo: "esto lo realizó de una vez para siempre, ofreciéndose a si mismo"). El sacrificio y la muerte de Cristo, la resurrección y la glorificación junto al Padre tras la ascensión son realidades que han sucedido "de una vez por todas" porque es definitiva la victoria de Cristo sobre la muerte.

46. Se alude una vez más a Sal 110:1, insistiendo de nuevo en su interpretación cristológica.

47. Cf. supra, núm. 27.

48. Para detalles, cf. supra, nota 20.

 

XV. La Segunda Venida de Cristo.

Pronunciada en Jerusalén, sobre lo de "Y ha de venir en gloria a juzgar a vivos y muertos: su reino no tendrá fin." Y sobre el Anticristo. La lectura es de Dan 7:9 ss: "Mientras yo contemplaba: Se aderezaron unos tronos y un Anciano se sentó..." Y más abajo: "Yo seguía contemplando en las visiones de la noche: Y he aquí que en las nubes del cielo venía como un Hijo de hombre..." (Dan 7:13) además de lo que sigue1.

Las dos venidas de Cristo2

1. Anunciamos la venida de Cristo, pero no una sola, sino también una segunda, mucho más magnífica que la anterior. La primera llevaba consigo un significado de sufrimiento, esta otra, en cambio, llevará la diadema del reino divino. Pues casi todas las cosas son dobles en nuestro Señor Jesucristo. Doble es su nacimiento: uno, de Dios, desde toda la eternidad; otro, de la Virgen, en la plenitud de los tiempos. Es doble también su descenso: el primero, silencioso, como la lluvia sobre el vellón (Sal 72:6); el otro, manifiesto, todavía futuro.

En la primera venida fue envuelto con fajas en el pesebre (Lc 2:7); en la segunda se revestirá de luz como vestidura (cf. Sal 104:2a). En la primera "soportó la cruz, sin miedo a la ignominia" (Hebr 12:2), en la otra vendrá glorificado y escoltado por un ejército de ángeles (cf. Mt 25:31).

No pensamos, pues, tan sólo en la venida pasada; esperamos también la segunda. Y, habiendo proclamado en la primera: "bendito el que viene en nombre del Señor" (Mt 21:9), diremos eso mismo en la segunda (cf. Mt 23:39); y, saliendo al encuentro del Señor con los ángeles, aclamaremos adorándolo: "Bendito el que viene en nombre del Señor." El Salvador vendrá, no para ser de nuevo juzgado, sino para llamar a su tribunal a aquellos por quienes fue llevado a juicio. Aquel que antes, mientras era juzgado, guardó silencio (Mt 27:12) refrescará la memoria de los malhechores que osaron insultarle cuando estaba en la cruz y les dirá: "Esto hiciste y yo callé" (Sal 50:21) 3.

Entonces, por razones de su clemente providencia, vino a enseñar a los hombres con suave persuasión; en esa otra ocasión, futura, lo quieran o no, los hombres tendrán que someterse necesariamente a su reinado.

2. De ambas venidas habla el profeta Malaquías "De pronto entrará en el santuario el Señor a quien vosotros buscáis" (Mal 3:1). He ahí la primera venida. Respecto a la otra, dice así: El mensajero de la alianza que vosotros deseáis: miradlo entrar — dice el Señor de los ejércitos — . ¿Quién podrá resistir el día de su venida? ¿Quién quedará en pie cuando aparezca? Será un fuego de fundidor, una lejía de lavandero: se sentará para fundir y purgar" (3:1-3).

Y en las líneas que siguen dice el Salvador mismo: "Yo me acercaré a vosotros para el juicio, y seré un testigo expeditivo contra los hechiceros y contra los adúlteros, contra los que juran con mentira," etc. (3:5). Por eso, queriendo hacernos más cautos, dice Pablo: "Si uno construye sobre este cimiento con oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, paja, la obra de cada uno quedará al descubierto; la manifestará el Día, que ha de revelarse por el fuego" (I Cor 3:12-13)4.

Escribiendo a Tito, también Pablo habla de esas dos venidas en estos términos: "Ha aparecido la gracia de Dios que trae la salvación para todos los hombres; enseñándonos a renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos, y a llevar ya desde ahora una vida sobria, honrada y religiosa, aguardando la dicha que esperamos: la aparición gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo" (Tit 2:11-13). Ahí expresa su primera venida, dando gracias por ella; pero también la segunda, la que esperamos.

Por esta razón, en nuestra profesión de fe, tal como la hemos recibido por tradición, decimos que creemos en aquel "que subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin."

La actual condición del mundo pasará

3. Vendrá, pues, desde los cielos, nuestro Señor Jesucristo. Vendrá ciertamente hacia el fin de este mundo, en el último día, con gloria. Se realizará entonces la consumación de este mundo, y este mundo, que fue creado al principio, sera otra vez renovado. Pues ya que la corrupción, el hurto, el adulterio y toda clase de pecados se han derramado sobre la tierra y una y otra vez se derrama sangre (vid. Os 4:1-2). desaparecerá este mundo presentes con el fin de que esta morada no se llene de iniquidad y para suscitar otro más hermoso. ¿Quiéres ver una demostración de esto desde la Sagrada Escritura? Oye al profeta Isaías: "Se enrollan como un libro los cielos, y todo su ejército palidece como palidece el sarmiento de la cepa, como una hoja mustia de higuera" (Is 33:4). Y el Evangelio dice; "El sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo" (Mt 24:29). No estemos, por tanto, apesadumbrados como si sólo nosotros tuviésemos que morir, pues también mueren las estrellas, aunque quizá resurjan de nuevo. El Señor hará que los cielos se plieguen y no para hacerlos perecer sino para hacer otros más hermosos. Escucha al profeta David cuando dice: "Desde antiguo, fundaste tú la tierra, y los cielos son obra de tus manos; ellos perecen, mas tú quedas" (Sal 102:26-27). Pero dirá alguno: abiertamente declara que perecerán. Escucha cómo dice "perecerán," pues desde lo que dice a continuación queda claro: "Todos ellos como la ropa se desgastan, como un vestido los mudas tú, y se mudan" (102:27). De modo semejante a como se dice que el hombre perece, según aquello: "El justo perece, y no hay quien haga caso" (Is 57:1), aunque se esté esperando la resurrección. Así, esperamos también como una resurrección de los cielos. "El sol se cambiará en tinieblas y la luna en sangre" (J13:4; Hech 2:20; cf. Mt 24:29). Sépanlo los que se han convertido de los maniqueos y no hagan dioses a los astros ni tampoco piensen impíamente que Cristo habrá de perder su luz algún día. Escucha de nuevo al Señor, que dice: "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" (Mt 24:35), pues las criaturas no son del mismo valor ni tienen el mismo destino que las palabras del Señor.

Hablaremos de lo que ha de venir y de sus signos

4. Pasarán, por tanto, las cosas visibles y llegarán las que se esperan mejores que éstas, pero que nadie busque con curiosidad cuál será el momento. Pues dice: "No os toca a vosotros conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre con su autoridad" (Hech 1:7). Ni te atrevas a determinar cuándo sucederán estas cosas ni te quedes perezosamente adormecido. Pues también dice: "Estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre" (Mt 24:44; cf. 42). Pero ya que era conveniente que conociésemos las señales de la consumación y puesto que es a Cristo a quien esperamos y para que no muriésemos decepcionados y fuésemos llevados a engaño por el Anticristo de la mentira, los apóstoles, impulsados por una moción divina y de acuerdo con los sabios designios de Dios, se acercan al verdadero Maestro y le dicen: "Dinos cuándo sucederá eso, y cuál será la señal de tu venida y del fin del mundo" (Mt 24:3). Esperamos que vengas una segunda vez, pero "Satanás se disfraza de ángel de luz" (2 Cor 11:14). Ponnos, por tanto, a nosotros a buen recaudo, para que no adoremos a otro en tu lugar. Y él, abriendo su boca divina y bienaventurada dice: "Mirad que no os engañe nadie" (Mt 24:4). También vosotros, los que ahora oís, miradlo ahora a él como si lo estuvieseis viendo con los ojos de la mente y escuchadlo como quien os está diciendo las mismas cosas: "mirad que nadie os engañe." Estas palabras os advierten a todos a que dirijáis vuestra mente a lo que se va a decir. Pues no se trata de una historia de cosas pasadas, sino de las que han de suceder, y es una profecía de lo que con certeza sucederá. Y no es que nosotros profeticemos, pues somos indignos de ello, sino que proclamamos en esta asamblea lo que está escrito y explicamos sus señales. Tú verás qué cosas de ésas ya han tenido lugar y cuáles quedan todavía por llegar. De ese modo puedes prevenirte.

Primera señal: los falsos Mesías

5. "Mirad que no os engañe nadie. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: "yo soy el Cristo" y engañarán a muchos" (Mt 24:4-5). Estas cosas se han dado ya en parte. Pues esto ya lo dijo Simón Mago, y Menandro y otros cabezas de herejes6 enemigos de Dios. Pero también otros lo dirán en nuestra época y después de nosotros.

Guerras y desastres naturales

6. Segunda señal: "Oiréis también hablar de guerras y de rumores de guerras" (Mt 24:56). ¿Se trata, o no, de la guerra en la época actual de los persas contra los romanos por Mesopotamia? ¿Se levanta o no, "nación contra nación y reino contra reino" (Mt 24:7)?7. "Habrá grandes terremotos, peste y hambre en diversos lugares" (Lc 21:11). Esto ya ha sucedido. Y, a su vez: "Habrá cosas espantosas y grandes señales del cielo" (iba). "Velad, pues" dice, "porque no sabéis que día vendrá vuestro Señor" (Mt 24:42).

La traición y el odio como señales del fin

7. Pero de la venida del Señor buscamos un signo propio nuestro, de la Iglesia: es decir, propio de la Iglesia, puesto que lo buscamos los que somos de la Iglesia. Pero dice el Salvador: "Muchos se escandalizarán entonces y se traicionarán y odiarán mutuamente" (Mt 24:10). Si llegas a oír que los obispos están contra los obispos, los clérigos contra los clérigos8, y que los pueblos llegan a enfrentarse unos contra otros, no te perturbes: ya lo predijo anteriormente la Escritura. No pongas tu atención en lo que ahora sucede, sino en lo que está escrito. Y aunque yo, que te estoy instruyendo, perezca, eso no quiere decir que tú hayas de ir a la muerte conmigo, sino que es preciso que el oyente llegue a ser mejor que el maestro y que el que llega el último pase a ser el primero (cf. Mt 20:16), siendo así que el Señor recibe también a aquellos que llegan a la hora undécima (Mt 20:6-7). Y si entre los apóstoles se dio la traición, ¿te asombras de que también entre los obispos se dé un odio entre hermanos? Y esta señal no sólo es entre los jefes, sino entre las masas. Pues dice: "Y al crecer cada vez más la iniquidad, la caridad de la mayoría se enfriará" (Mt 24:12). ¿Es que acaso alguno de los presentes se gloriará de que su amistad con el prójimo es sincera y sin simulación? ¿No es muy frecuente que los labios se besen, sonría el rostro y se vea la hilaridad en los ojos, mientras en el interior se maquina el engaño y planea el mal el que habla en son de paz? (cf. Sal 28:3).

Antes del fin, el Evangelio habrá sido predicado a todas las naciones

8. Tienes también esta señal: "Se proclamará esta Buena Nueva del Reino en el mundo entero, para dar testimonio a todas las naciones. Y entonces vendrá el fin" (Mt 24:14). Y casi todo el orbe está ya lleno de la doctrina de Cristo9.

La apostasía y el Anticristo

9. Y, ¿qué sucederá después? Dice en lo que sigue: "Cuando veáis, pues, la abominación de la desolación anunciada por el profeta Daniel10, erigida en el Lugar Santo (el que lea que entienda)" (Mt 24:15). Y, a su vez: "Entonces, si alguno os dice: "Mirad, el Cristo está aquí o allí," no le creáis" (Mt 24:23). El odio fraterno abre paso después al Anticristo. El diablo prepara las divisiones entre los pueblos para, cuando llegue, ser acogido más favorablemente. Que no suceda que nadie de los presentes o cualesquiera siervos11 que estén en cualquier parte se sume al enemigo. Escribiendo el apóstol Pablo acerca de esto, dio un signo claro al decir:

Primero tiene que venir la apostasía y manifestarse el Hombre impío, el Hijo de perdición, el Adversario que se eleva sobre todo, lo que lleva el nombre de Dios o es objeto de culto, hasta el extremo de sentarse él mismo en el Santuario de Dios y proclamar que él mismo es Dios, ¿No os acordáis que ya os dije esto cuando estuve con vosotros? Vosotros sabéis qué es lo que ahora le retiene, para que se manifieste en su momento oportuno. Porque el misterio de la impiedad ya está actuando. Tan sólo con que sea quitado de en medio el que ahora le retiene, entonces se manifestará el Impío, a quien el Señor destruirá con el soplo de su boca, y aniquilará con la Manifestación de su Venida.

La venida del Impío estará señalada por el influjo de Satanás, con toda clase de milagros, señales, prodigios engañosos, y todo tipo de maldades, que seducirán a los que se han de condenar (2 Tes 2:3b- 1 Da)12.

Hasta aquí Pablo. Ciertamente, ahora se da la defección, pues los hombres se han apartado de la recta fe: unos afirman que el Hijo es Padre y otros que ha sido llevado a la existencia desde la nada. Y en otras épocas los herejes eran claramente perceptibles, pero ahora está la Iglesia llena de herejes ocultos. Los hombres se han apartado de la verdad y sienten el afán de novedades (cf. 2 Tim 4:3-4):

¿Se trata de palabras artificiosamente compuestas para persuadir? Todos escuchan dulcemente: ¿son acaso palabras para la conversión del espíritu? Todos de hecho se apartan. Muchos se han apartado de las rectas doctrinas y son más propensos a elegir el mal que a aplicarse al bien. Se trata, por consiguiente, de la apostasía, y ya hay que esperar al enemigo. En parte ya comenzó a enviar sus precursores para venir él luego dispuesto a recoger el botín. Cuida, pues, de ti mismo, oh hombre, y pon a seguro tu alma. Te conjura a ti ahora la Iglesia (2 Tim 4:1) en presencia del Dios vivo (cf. 1 Tim 6:13) y te anuncia con antelación, antes de que suceda, lo que se refiere al Anticristo. No sabemos si estas cosas han de suceder en tu tiempo o han de ser posteriores a ti, pero lo mejor es que, sabiéndolas, te prevengas.

No dejarse engañar

10. Pero Cristo, el Hijo unigénito de Dios, no vendrá ya de la tierra. Si viniere alguien diciendo que ha aparecido en el desierto, no salgas (cf. Mt 24:26). Y si dicen: "Mirad, el Cristo está aquí o allí," no lo creas (cf. Mt 24:23). No mires después a la tierra y a las profundidades, pues el Señor descenderá desde los cielos (cf. Hech 1:11) y no él solo, como antes, sino con una gran compañía, rodeado de una muchedumbre de innumerables ángeles (cf. Jud. 14). Tampoco de modo imperceptible como el rocío sobre el retoño (Sal 72:ó), sino resplandeciente como un relámpago. Pues él mismo dijo: "Como el relámpago sale por oriente y brilla hasta occidente, así será la venida del Hijo del Hombre" (Mt 24:27). Y además: "Verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo con gran poder y gloría 13. El enviará a sus ángeles con sonora trompeta" (Mt 24:30-31), etc.

El Anticristo, producto del diablo

11. Pero ya anteriormente, cuando estaba previsto que se encarnase y cuando se esperaba que Dios naciese de la Virgen, el diablo había retorcido previamente la realidad falseándola y sembrando astutamente, entre los adoradores de ídolos como falsos dioses, fábulas sobre paternidades y engendramientos. De este modo, si la falsedad ganaba terreno, la razón, según él (el diablo) pensaba, no encontraría la fe. Pues bien, cuando el verdadero Cristo venga por segunda vez, el enemigo14, aprovechándose de la expectación de los sencillos, sobre todo de los circuncisos, hará surgir un gran hombre, muy experto en las artes perversas de las hechicerías y los encantamientos15 y que usurpará la autoridad del Imperio romano dándose a sí mismo falsamente el nombre de Cristo. De ese modo engañará, mediante este nombre de Cristo, a los judíos que esperan al Ungido (es decir, Mesías y Cristo)16. También arrastrará a los gentiles con sus prodigios de magia y con sus engaños.

La llegada del Anticristo

12. El Anticristo mencionado llegará cuando se hayan completado los días del imperio Romano17 y esté ya muy próximo el fin del mundo. Diez reyes de los Romanos se levantarán a la vez en lugares quizá diversos, pero reinando todos a la vez. Después de estos, el undécimo será el Anticristo18, que usurpará el poderío romano apoyándose en las artes de la magia. Humillará a los tres que reinaron antes de él (cf. Dan. 7:24), pero a los siete restantes los tendrá sujetos a su dominio. En un principio simulará, como si fuese instruido y prudente, clemencia, moderación y humanidad, pero engañará a los judíos a través de señales y prodigios falsos provenientes de engaños mediante la magia como si él hubiese sido esperado como el Cristo. Después se caracterizará por la crueldad y el crimen, de manera que superará en maldad a todos los injustos e impíos que le precedieron. Dirigirá su ánimo sanguinario, de inflexible dureza, inmisericorde y cambiante, contra todos, pero especialmente contra nosotros los cristianos. Pero después de tres años y tres meses en que habrá realizado sus planes, será quitado de en medio por la segunda venida gloriosa, desde los cielos, del Hijo unigénito de Dios, nuestro Señor y Salvador Jesús, el Cristo verdadero, el cual, haciendo perecer con el aliento de su boca al Anticristo, lo entregará al fuego eterno.

Más detalles sobre la llegada del Anticristo

13. Pero esto lo enseñamos, no imaginándonoslo, sino desde las Escrituras que la Iglesia lee, y sobre todo basándonos en la profecía de Daniel que hemos leído antes, tal como el arcángel Gabriel la interpretó con estas palabras: "La cuarta bestia será un cuarto reino que habrá en la tierra, diferente de todos los reinos." Los autores eclesiásticos nos han transmitido que se trata del Imperio romano. Pues el primero de los reinos ilustres fue el imperio de los asirios; el siguiente, el de los medos y los persas; el tercero, después de éstos, el imperio de los macedonios; el cuarto es el actual de los romanos. En lo que sigue, Gabriel hace esta interpretación: "Y los diez cuernos: de este reino saldrán diez reyes, y saldrá después de ellos otro que superará a todos los anteriores a él en males (Dan 7:24 LXX). No sólo se refiere a aquellos diez, sino a todos los que le precedieron. "Y derribará a tres reyes" (ibid.): de aquellos diez de antes, como es evidente. Pero si humilla, de aquellos diez, a tres, él reinará como el octavo. Y dice: "proferirá palabras contra el Altísimo" (Dan 7:25): será un hombre blasfemo, que no hará caso de las leyes, y que no habrá recibido de sus padres el reino, sino que se habrá adueñado del poder con las artes de la magia.

Utilizará a Satanás como instrumento de mentira

14. Pero, ¿quién es éste o quién es el que realiza sus obras? Haznos de intérprete, Pablo. Su llegada, afirma, "estará señalada por el influjo de Satanás, con toda clase de milagros, señales, prodigios engañosos" (2 Tes 2:9). Con esto se refiere a que utilizará a Satanás como instrumento que actuará personalmente y por sí mismo. Pues, sabedor de que no habrá demora en su juicio, ya no presentará batalla por medio de sus ministros, como de costumbre, sino más abiertamente por sí mismo: "con todas las señales y prodigios engañosos." Pues el que es "padre de la mentira" (Jn 8:44) hará ostentación de las obras de mentira mediante apariencias fingidas, de manera que las muchedumbres crean que ven que un muerto ha resucitado sin que sea verdad, o a los cojos andar y a los ciegos recibir la vista, cuando en realidad no se da ninguna de estas curaciones.

Dominará sobre el Templo

15. Y dice a su vez: "El Adversario que se eleva sobre todo lo que lleva el nombre de Dios o es objeto de culto (2 Tes 2:4; cf. Dan 11:36 y, de nuevo, Apoc 13:1-8)19, hasta el extremo de sentarse él mismo en el Santuario de Dios" (2 Tes, ibid.). Pero ¿de qué templo se trata, puesto que aquél de los judíos ya fue destruido? ¡Desde luego no se refiere a este templo en el que estamos! ¿Por qué decimos todo esto? No se trata en realidad de que experimentemos complacencia en nosotros mismos. Pero si él20 ha de venir a los judíos como si fuera el Mesías y quiere ser adorado por los judíos para engañarlos más, hará gala de un grandísimo interés por el templo. Irá extendiendo la impresión de que es del linaje de David, el cual preparó el templo que Salomón había de construir. Pero entonces vendrá el Anticristo, y en el templo de los judíos no quedará piedra sobre piedra según el anuncio del Salvador (Mt 24:2)21, cuando hayan caído por hacerse viejos o al echarlos a tierra con el pretexto de nuevas construcciones, o al ser removidas todas las piedras por cualquier otra causa — y no me refiero a las piedras de fuera, sino a las de la estancia interior, donde estaban los querubines —, entonces vendrá aquel "con todas las señales y los portentos de la mentira." Se pondrá en contra de todos los ídolos y, en los comienzos simulará humanidad, pero después dará muestras de fiereza sobre todo contra los santos de Dios. Pues dice: "Yo contemplaba cómo este cuerno hacía la guerra a los santos" (Dan 7:21). Y también en otro lugar: "Será aquel un tiempo de angustia como no habrá habido hasta entonces otro desde que existen las naciones" (Dan 12:1). Es una fiera terrible, un gran dragón para los hombres invencible, dispuesto a devorarlos. De él podemos decir muchas cosas basándonos en las Escrituras, aunque, ajustándonos a lo dicho, tendremos bastante de momento.

La persecución tendrá una duración y un límite

16. Por ello, conociendo el Señor la fuerza de este adversario, concedió la venia a los piadosos diciendo: "Entonces, los que estén en Judea, huyan a los montes" (Mt 24:16). Pero si alguien se cree de una enorme fortaleza, como para luchar contra Satanás, manténgase firme (pues yo no desespero del vigor de la Iglesia) y diga: "¿Quién nos separará del amor de Cristo?.." (Rm 8:35 ss.). Pero los que somos miedosos, pongámonos a seguro y, llenos de confianza, dispongámonos a la lucha. "Porque habrá entonces una gran tribulación, cual no la hubo desde el principio del mundo hasta el presente ni volverá a haberla" (Mt 24:21; Cf. Dan 12:1). Pero gracias sean dadas a Dios, que ha limitado a pocos días la magnitud de esa aflicción. Dice, en efecto: "En atención a los elegidos se abreviarán aquellos días" (Mt 24:22). Entretanto reinará el Anticristo tres años y medio. Y esto no lo decimos tomándolo de los apócrifos, sino de Daniel. Pues dice: "Y los santos serán entregados en sus manos por un tiempo y tiempos y medio tiempo" (Dan 7:25; Apoc 12:14-22). Y un "tiempo" es un año, en el cual su venida se acercará sensiblemente. Pero "tiempos" son los dos años restantes de la impiedad. Todos ellos, reunidos, son tres años y el "medio tiempo" son seis meses23. A su vez dice Daniel esto mismo en otro lugar: "Oí... jurar... por aquel que vive eternamente: "Un tiempo, tiempos y medio tiempo" (Dan 12:7)24. Quizá también algunos25 han interpretado en este sentido lo que sigue: "Mil doscientos noventa días." Y también esto: "Dichoso aquel que sepa esperar y alcance mil trescientos treinta y cinco días" (Dan 12:11-12). Por eso conviene ocultarse y huir, pues tal vez no terminaremos las ciudades de Israel hasta que venga el Hijo del hombre (cf. Mt 10:23).

Dios permitirá la persecución final

17. ¿Quién será el bienaventurado que entonces sufrirá piadosamente el martirio por Cristo? Pues yo diría que los mártires de esa época estarán por encima de todos los mártires. Porque los mártires de tiempos anteriores sólo han luchado con hombres. Pero quienes vivan en la época del Anticristo saldrán a la lucha con el mismo Satanás en persona. Los reyes que entonces fueron perseguidores, entregaban a la muerte, pero no simulaban que ellos resucitasen a los muertos ni hacían ostentación de señales y prodigios aparentes. Pero éste (el Anticristo) provocará a la vez el terror y el engaño "capaces de engañar, si fuera posible, a los mismos elegidos" (Mt 24:24). Que a nadie de los que entonces vivan le venga a la mente este pensamiento: ¿Es que Cristo hizo algo más que éste? ¿Con qué poder hace (el Anticristo) estas cosas? Ciertamente, si Dios no hubiera querido, no lo habría permitido. El Apóstol te previene y avisa: "Por eso Dios les envía un poder seductor que les hace creer en la mentira" (2 Tes 2:1 1) (nótese que pone "envía" en lugar de "permite"), no para que encuentren excusa, sino "para que sean condenados" (2:12). ¿Cómo es que es así? "Todos cuantos no creyeron en la verdad," esto es, en el Cristo verdadero, sino que "prefirieron la iniquidad," es decir, el Anticristo. Estas cosas, sin embargo, las permite Dios, tanto en las persecuciones que aparecen en las diversas épocas como en aquel tiempo venidero. Y no porque no las pueda impedir, sino queriendo coronar — según su costumbre, a través del sufrimiento — a sus propios combatientes, del mismo modo que a sus profetas y apóstoles. De este modo, tras el esfuerzo de un breve tiempo, poseerán como herencia eterna el reino de los cielos. Como dice Daniel: "En aquel tiempo se salvará tu pueblo, todos los que se encuentren inscritos en el Libro" (Dan 12:1)25. Está claro que se refiere al Libro de la vida. "Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra, se despertarán, unos para la vida eterna, otros para el oprobio, para el horror eterno. Los doctos brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a la multitud la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad" (12:2-3).

Ultimas advertencias sobre el Anticristo

18. Protégete, pues, hombre, a ti mismo. Sabes ya los signos del Anticristo. No los recuerdes sólo para ti, sino comunícalos también, sin envidia, a todos (cf.Sab 7:13). Si tienes un hijo según la carne, instrúyelo ya y adviértele. Y si engendraste a alguien por la catequesis27, haz que sea cauto y que no tome a un falso Mesías por verdadero. "Porque el misterio de la impiedad ya está actuando" (2 Tes 2:7). Me aterrorizan las guerras entre las naciones, me aterrorizan las escisiones de las Iglesias, me aterroriza el odio mutuo entre hermanos. Y estas cosas se mencionan, pero que no se hagan realidad en nuestros tiempos, aunque, entre tanto, seamos cautos. Y con todo esto es suficiente acerca del Anticristo.

La espera de la venida definitiva del Señor

19. Pero levantemos la vista y esperemos al Señor, que ha de venir en las nubes desde los cielos. Entonces sonarán las trompetas de los ángeles. Los que hayan muerto en Cristo resucitarán primero, los piadosos que estén con vida serán tomados en las nubes y recibirán el premio a sus trabajos. Así serán también honrados en lo humano, ya que lucharon por encima de las fuerzas humanas. Como dice el apóstol Pablo, al escribir: "El Señor mismo, a la orden dada por la voz de un arcángel y por la trompeta de Dios, bajará del cielo, y los que murieron en Cristo resucitarán en primer lugar. Después nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos arrebatados en nubes, junto con ellos, al encuentro del Señor en los aires. Y así estaremos siempre con el Señor" (I Tes 4:16-17).

Señales de la venidas28

20. El Eclesiastés contempla esta venida del Señor y la consumación del mundo diciendo: "Alégrate, mozo, en tu juventud" (Ecl 1 1:9). Y en lo que sigue: "Aparta el mal humor de tu pecho y aleja el sufrimiento de tu carne" (11:10). "Acuérdate de tu Creador en tus días mozos, mientras no vengan los días malos... mientras no se nublen el sol y la luz, la luna y las estrellas, y retornen las nubes tras la lluvia" (12:1-2): mientras no se eche a perder el cordón de plata (se refiere al conjunto de los astros, cuyo aspecto es semejante a la plata) y se deshaga la flor de oro (con ello se hace referencia al sol por su aspecto áureo; las plantas son conocidas por sus flores, de las que salen radialmente sus pétalos). A la voz de las aves se levantarán y echarán la vista desde lo alto; se verá el pánico por los caminos. ¿Qué es lo que verán? Y entonces "verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo" (Mt 24:30). "Y se lamentará el país, cada familia aparte" (Zac 12:12). ¿Y qué es lo que sucederá con la venida del Señor?: "Florecerá el almendro, estará grávida la langosta y perderá su sabor la alcaparra" (Ecl 12:15). Pero, como dicen los intérpretes, un almendro que florece señala que el invierno ya ha pasado. Lo que sucederá es que en aquel tiempo, tras el invierno, florecerán nuestros cuerpos como flor celestial. "Estará grávida la langosta" (revistiéndose de plumas) "y perderá su sabor la alcaparra" (es decir, los inicuos, semejantes a las espinas, serán dispersados).

Todo está predicho en la Escritura

21. Ves cómo todo anuncia la venida del Señor y te das cuenta de cómo han conocido el sonido del pájaro. Veremos qué voz: "El Señor mismo, a la orden dada por la voz de un arcángel y por la trompeta de Dios, bajará del cielo" (1 Tes 4:16). El ángel lo proclamará y dirá a todos: "¡Salid al encuentro del Señor!"29. Y el descenso del Señor causará terror, David dice: "Viene nuestro Dios y no se callará. Delante de él, un fuego que devora, en torno a él, violenta tempestad," etc. (Sal 50:3). Viene hasta el Padre, según lo que se ha leído de la Escritura, el Hijo del hombre entre las nubes del cielo (cf. Mt 24:30; Dan 7:13), mientras un río de fuego, por el que los hombres son probados, fluye ante él (cf. Dan 7:10). Si alguien tiene obras de oro, cobrará mayor brillo, pero si son como la paja y desprovistas de fuerza, serán abrasadas por el fuego (cf. 1 Cor 3:12-15)30. Y el Padre se sentará, "su vestidura, blanca como la nieve; los cabellos de su cabeza, puros como la lana" (Dan 7:9). Estas cosas están dichas al modo humano. ¿Por qué razón? Porque es rey de aquellos que no se han manchado con el pecado. Pues dice: "Así fueren vuestros pecados como la grana, cual la nieve blanquearán" (Is 1:18), lo cual es como un signo de los pecados perdonados como si no hubiesen sido cometidos. Vendrá el Señor desde los cielos en las nubes, él, que ascendió entre las nubes (cf. Hech 1:9-10) y el mismo que dijo: "Verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria" (Mt 24:30).

La última venida y la aparición de la cruz

22. Pero ¿cuál es la señal de su venida, no sea que alguna potestad contraria se atreva a imitarlo? "Entonces -dice- aparecerá en el cielo la señal del Hijo del hombre" (Mt 24:30). Pero el signo verdadero y propio de Cristo es la cruz. El signo de una cruz luminosa precede al rey, mostrando al que anteriormente fue crucificado, para que, viéndolo quienes lo atormentaron y los judíos que con sus insidias lo acosaron, se lamenten unos contra otros (cf. Zac 12:10,12) diciendo: éste es el que fue abofeteado, aquel en cuyo rostro escupieron y a quien encadenaron, el que fue despreciado al ser crucificado. Dirán: "¿A dónde huiremos del rostro de tu cólera?" Pero, rodeados por los ejércitos angélicos, nunca podrán escapar. El signo de la cruz será el terror de los enemigos. Pero será la alegría para los amigos que en él creyeron, o bien lo anunciaron o padecieron por él. ¿Quién tendrá la dicha de ser contado entonces entre los amigos de Cristo? No despreciará a sus propios siervos un rey tan glorioso, que está acompañado por una corte de ángeles y estará sentado en el trono junto al Padre. Y para que los elegidos no sean confundidos con los enemigos, "enviará a sus ángeles con sonora trompeta y reunirán de los cuatro vientos a sus elegidos" (Mt 24:31). Si no abandonó a Lot.31, que era uno solo, ¿cómo abandonará a numerosos justos? "Venid, benditos de mi Padre" (Mt 25:312), dirá a aquellos que entonces serán transportados en carros de nubes y serán reunidos por los ángeles.

Será una liberación que no abandonará a nadie

23. Pero dirá alguno de los que están aquí: "No estoy preparado o quizá en aquel tiempo me encuentre enfermo en el lecho" o, tal vez, "yo, mujer seré cogida en la cama." "¿Seremos, pues, desechados?32. Ten confianza, pues el juez no tiene acepción de personas. No juzgará según la gloria humana y "no juzgará por las apariencias" (Is 11:3). No prefiere los eruditos a los incultos ni los ricos a los pobres. Aunque estés en el campo (cf. Mt 24:40), te tomarán los ángeles. No pienses que acogerá a los terratenientes y te dejará a ti, que eres labrador. Incluso aunque seas siervo o pobre, no sientas preocupación. El que tomó "condición de siervo" (Flp 2:7) no despreciará a los siervos. Aunque estés enfermo en el lecho, está escrito: "Estarán dos en un mismo lecho: uno será tomado y el otro dejado" (Lc 17:34). Aunque, forzado por la necesidad, te encuentres postrado en cama, seas hombre o mujer, y aunque tengas hijos o estés sentado junto a la muela (cf. 17:35) no pasará de largo junto a ti el que "abre a los cautivos la puerta de la dicha" (Sal 68:7). El que llevó a José desde la servidumbre y la cárcel al reino33, te conducirá también a ti, rescatado de tus aflicciones, al reino de los cielos. Sólo tienes que confiar, actuar y luchar con ardor34. Nada habrá sido para ti en vano. Se ha tenido en cuenta toda tu oración y tu recitación de los salmos, todas tus limosnas y todo tu ayuno, la pureza y la castidad de tu amor conyugal o la continencia que has asumido por Dios. En estos balances ocupan el primer lugar la virginidad y la integridades y resplandecerá, en ese caso, como ángel. Pero del mismo modo que las cosas alegres las oíste con gozo, oye también pacientemente lo contrario. Pues también se han tenido en cuenta tus robos y tu vida libertina. Se te han contado el juramento en falso, la blasfemia, el uso de los filtros mágicos, el hurto, el homicidio. Todas estas cosas te serán tenidas en cuenta si las vuelves a cometer tras el bautismo. Pues se borran las que se cometieron antes de él.

La muchedumbre de los testigos en el momento final

24. Dice: "Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles" (Mt 25:31). Date cuenta, oh hombre, de cómo entras en un juicio con muchísimos testigos. Se encontrará entonces presente todo el género humano. Piensa, por ejemplo, cuán numerosa es la nación romana. Piensa también en la muchedumbre de los pueblos bárbaros y en la que había hace cien años. Calcula cuántos habrán muerto desde hace mil años. Estoy pensando en mi interior en los que han existido desde Adán hasta el presente. Es una multitud ingente: sin embargo, es todavía pequeña en comparación con los ángeles. Estos son aquellas noventa y nueve ovejas (Lc 15:4), unidas al resto del género humano. Pues el número de habitantes se ha de calcular según las dimensiones de los distintos lugares. Toda la tierra no es más que como un punto en medio del cielo, y el cielo que la rodea contiene una muchedumbre de habitantes de acuerdo con sus dimensiones. Y los cielos de los cielos abarcan un número superior a todo cálculo. Está escrito: "Miles de millares le servían, miríadas de miríadas estaban en pie delante de él" (Dan 7:10; cf. Apoc 5:11)36. Y no porque la muchedumbre esté limitada a ese número, sino porque el profeta no ha sido capaz de expresar una multitud más amplia. Estará presente, pues, entonces Dios, padre de todos, con quien estará sentado Jesucristo, y a la vez estará presente el Espíritu Santo. A todos, con lo que hicimos, nos convocará la trompeta angélica. Por todo esto, ¿no conviene que actuemos ya con solicitud y con temor? Y no creas, oh hombre, que — incluso sin contar con el suplicio — es pequeño castigo el ser condenado ante tantos testigos. ¿Acaso no preferimos morir mil veces antes que ser condenados por los amigos?

El juicio final

25. Sintamos, pues, pavor, hermanos, de modo que no nos condene Dios, el cual, para condenar, no tiene necesidad de pesquisas ni listas de agravios. No digas: era de noche cuando me di al libertinaje o cuando practiqué la magia o cuando hice cualquier otra cosa, y no había allí hombre alguno. Por tu conciencia serás juzgado entre "juicios contrapuestos de condenación o alabanza... en el día en que Dios juzgará las acciones secretas de los hombres" (Ro." 2:15- 16). El terrible rostro del juez te forzará a decir la verdad o, más bien, te declarará convicto aunque no la confieses: pues serás resucitado teniendo a tu alrededor tus pecados o tus obras justas. Y esto lo declarará el juez mismos37 (Cristo es el que juzga: "Porque el Padre no juzga a nadie; sino que todo juicio lo ha entregado al Hijo" (Jn 5:22), no privándose de una potestad, sino juzgando a través del Hijo. Pues el Hijo juzga por voluntad del Padre, ya que no es uno el deseo del Padre y otro el del Hijo, sino que son uno e idéntico en ambos) ¿Qué dice, pues, el juez de si también tendrán, o no, que comparecer tus obras? "Serán congregadas delante de él todas las naciones" (Mt 25:32). Pues conviene que ante Cristo "toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos" (Flp 2:10; cf. Rom 14:11)38, "Separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos" (Mt 25:32). ¿Cómo hace el pastor la separación? ¿Acaso buscando en el libro quién es oveja y quién cabrito? ¿O no juzga, más bien, por lo que ve? ¿No señala la lana quién es la oveja y, en cambio, una piel áspera delata al cabrito? Así también tú, si has sido purificado de tus pecados, tus acciones serán después como pura lana (cf. Is 1:18); tu vestido permanecerá impoluto y siempre dirás: "Me he quitado mi túnica ¿cómo ponérmela de nuevo?" (Cant 5:3). Por tu vestido serás reconocido como oveja. Pero si se te encuentra velludo, a ejemplo de Esaú, que, con pelo áspero y de pensamiento retorcido, perdió por un alimento los derechos de primogénito y vendió su prerrogativa (Gén 25:29-34; cf. Hebr 12:16), serás colocado a la izquierda (cf. Mt 25:33). Pero lejos de ninguno de los presentes apartarse de la gracia o que por sus malas acciones sea puesto a la parte izquierda, con los pecadores.

26. Es un juicio tremendo y hay verdaderamente lugar para el temor por las cosas que se anuncian como que han de seguir. Lo que se presenta es el reino de los cielos, pero está preparado un fuego eterno (Mt 25:41). Alguno dirá: "¿Cómo escaparemos del fuego? ¿Cómo entraremos en el Reino?" Responde: "Tuve hambre, y me disteis de comer" (Mt 25:35). Aprended el camino, pues no se trata ahora de una alegría, sino de que llevemos a la práctica lo que se dice. "Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo y me vestisteis; enfermo y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme" (35-36). Si esto haces, reinarás, pero, si lo pasas por alto, serás condenado. Comienza, pues, ahora ya a realizar estas cosas y persevera en la fe, no sea que, a ejemplo de las vírgenes necias, seas excluido por falta de aceite (25:10-12). No te confíes simplemente porque tienes la lámpara, sino tenla también encendida (Mt 5:16). Brille la luz tuya de las buenas obras ante los hombres, de modo que no sea blasfemado Cristo a causa tuya (cf. Rm 2:24). Vístete el vestido de la incorrupción39, brillando por tus buenas obras (cf. 1 Tim 2:10) y administra debidamente cualquier cosa que hubieres recibido del Señor para administrar (cf. Mt 25:14-30). ¿Se te ha confiado dinero? Adminístralo bien. ¿Se te ha otorgado una palabra de ciencia? Repártela cuidadosamente. ¿Eres capaz de llevar las almas de los oyentes a la fe? (cf. Hech 2:42). Hazlo diligentemente. Muchas son las posibilidades de administrar bien. Tanto como para que ninguno de nosotros sea arrojado a la condenación, sino que corramos con confianza al encuentro de Cristo, rey eterno, que reina por los siglos. Pues reina por los siglos el que juzga a los vivos y a los muertos después de que murió por los vivos y por los muertos. Y, como dice Pablo: "Porque Cristo murió y volvió a la vida para eso, para ser Señor de muertos y vivos" (Rm 14:9).

Su reino no tendrá fin

27. Y si oyes a alguien que el reino de Cristo habrá de tener un final, lanza una maldición contra esta herejía. Pues se trata de la segunda cabeza del dragón (cf. Apoc 12:3), que recientemente se desarrolló en Galacia. Hubo quien se abrevió a decirte que, tras el fin del mundo, el que habría de reinar no sería Cristo, pero tampoco se atrevía a declarar que el Verbo habría salido del Padre41 y que a él habría de volver de nuevo, vomitando así (el mencionado) tales blasfemias para su propia perdición. Pues no oyó al Señor que dice: "El Hijo se queda para siempre" (Jn 8:35).42. No oyó a Gabriel, que dice: "Reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin" (Lc 1:33). Observa lo que se dice: Ahora los herejes enseñan en contra de Cristo, mientras que el arcángel Gabriel enseñó la permanencia perpetua del Salvador. ¿A quién, pues, debes mostrar más fe? ¿No es a Gabriel? Escucha este testimonio de Daniel.

"Yo seguía contemplando en las visiones de la noche: Y he aquí que en las nubes del cielo venía como un Hijo de hombre. Se dirigió hacia el Anciano y fue llevado a su presencia. A él se le dio imperio, honor y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás" (Dn 7:13-14).

Esto es lo que debes aceptar y creer. Arroja lejos de ti lo herético. Pues has oído cosas muy claras acerca de que nunca tendrá fin el reino de Cristo.

Todo, en el Antiguo Testamento, apuntaba al Reino del Hijo

28. Tienes también algo semejante en la interpretación de la piedra que se ha separado del monte sin la intervención de mano alguna (Dan 2:34), que es Cristo según la carne: "Y este reino no pasará a otro pueblo" (8:44). Y David, en una ocasión, dice: "Tu trono, oh Dios, permanece para siempre" (Sal 45:7 LXX)43. Y, en otro lugar: "Desde antiguo fundaste tú la tierra... ellos perecen, más tú quedas... Pero tú siempre el mismo, no tienen fin tus años" (Sal 102:26-28). Todo lo cual lo interpretó Pablo aplicándolo al Hijo (cf. Hebr 1:8-10)44.

Todos sus enemigos serán puestos a sus pies

29. ¿Quieres saber cómo llegaron a semejante demencia quienes enseñan lo contrario a esto? Torcidamente leyeron lo que el Apóstol rectamente dejó escrito: "Porque debe él reinar hasta que ponga a todos sus enemigos bajo sus pies" (I Cor 15:25; cf. Sal 110:1), a lo que dicen: cuando sus enemigos hayan sido puestos bajo sus pies, ya no reinará más. Esto lo afirman de modo perverso y necio. Pues el que ya es rey antes de haber derrotado a sus enemigos ¿no lo será mucho más después de haberlos vencido?45.

Para integrarse todo con Cristo en el plan del Padre

30. Está escrito aquello de: "Cuando hayan sido sometidas a él todas las cosas, entonces también el Hijo se someterá a Aquel que todo se lo sometió" (I Cor 15:28). Se han atrevido a decir también que esto significa que el Hijo ha decidido marcharse al Padre, pero (decís que) vosotros, los más impíos de todos, ¿permaneceréis como obras de Cristo eternamente, pero él, por quien vosotros fuisteis hechos junto con todo lo demás, desaparecerá totalmente? Esto es sin duda blasfemo. ¿Cómo le serán sometidas todas las cosas, destruidas o todavía íntegras? ¿O se dará el caso de que se conserven las cosas sometidas al Hijo, pero perecerá el Hijo, que se debe al Padre? Realmente aquel se someterá a éste46, no como si entonces empezase a ceder ante el Padre — pues desde la eternidad hace "siempre lo que le agrada a él" (Jn 8:29) — sino porque también entonces obedecerá. No será esto prestando una obediencia forzada, sino con la espontánea voluntad de someterse. Pues no es un criado, que se somete por la fuerza, sino que es Hijo que realiza las cosas porque así lo siente y por amor.

Vencidos los enemigos, no acabará el Reino de Cristo

31. Pero preguntémosles el alcance que tiene el "hasta cuando" y el "hasta que." Utilizando estas expresiones47, intentará como desde muy cerca, destruir el error. Al decir aquello de "hasta que ponga a sus enemigos bajo sus pies" se atrevieron a decir que ello significa su fin, que el reino eterno de Cristo tiene en realidad límites y no temieron poner con sus palabras limitaciones a su infinita potestad. Algo del mismo estilo se puede leer en el Apóstol: "Pero reinó la muerte desde Adán hasta Moisés" (Rm 5:14). ¿Acaso los hombres morían hasta entonces y nadie murió ya después de Moisés? ¿No hubo ya muerte después de la Ley? Ves que la palabra "hasta" no significa que el tiempo se acabe. Lo que Pablo quiere indicar es que, aunque Moisés fue un hombre justo y admirable, no obstante, la sentencia de muerte pronunciada contra Adán le alcanzó a él y a quienes le siguieron. Ello sucedió aunque no pecasen de un modo semejante a Adán al incumplir la prohibición de comer del árbol.

"Hasta" (1 Con 15:25) no significa que el Reino de Cristo tenga un final

32. Oye, además, otra frase semejante: "Hasta el día de hoy, siempre que se lee a Moisés, un velo está puesto sobre sus corazones" (2 Cor 3:15). ¿Es que acaso el "hasta el día de hoy" se extenderá sólo hasta Pablo, y no más bien hasta el momento actual y hasta la consumación última? Pero Pablo dice a los Corintios: "Hasta vosotros hemos llegado con el Evangelio de Cristo"... y "esperamos, mediante el progreso de vuestra fe... extendiendo el Evangelio más allá de vosotros" (2 Cor 10:14-16). Claramente ves que el hasta no designa un tope, sino que se refiere a algo que después continúa. ¿Cómo debes entender, pues, aquello de "hasta que ponga a los enemigos"? En el mismo sentido como se expresa el mismo Pablo en otro lugar: "Exhortaos mutuamente cada día mientras dure este hoy" (Hebr 3:13), es decir, siempre y continuamente. Pues, así como no se debe hablar de un comienzo de los días de Cristo (cf. Hebr 7:3) no soportes tampoco que se hable del fin de su reino. Pues "reino eterno es su reino" (Dan 3:100 LXX)49, como está escrito.

Conclusión

33. Y otras muchas cosas podrían decirse, basándose en la Sagrada Escritura, sobre el reino de Cristo que nunca por los siglos tendrá fin. Sobre ello tengo suficientes testimonios, pero, por lo avanzado del día, me doy por contento con lo dicho. Pero tú, que estás escuchando, adora sólo a aquel rey y evita todo error herético. Si la gracia de Dios lo permite, todo lo demás que atañe a la fe se os explicará en su momento. Y el Dios de todas las cosas os guarde, acordándoos de las señales de la consumación del mundo y sin dejaros vencer por el Anticristo. Oíste los signos del que ha de venir en su plenitud. Oíste las pruebas del verdadero Mesías, que ha de venir manifiestamente de los cielos. Huye del Mentiroso, espera al que es el Verdadero. Has sido instruido en el camino en el que, al ser juzgado, serás encontrado a su derecha (cf. Mt 25:34). "Guarda el depósito" (I Tim 6:20)50 acerca de Cristo, realizando con decoro buenas obras, para que obtengas el Reino de los cielos, manteniéndote en pie con confianza ante el juez. Por quien y con quien sea gloria a Dios con el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén,

1. El argumento de la catequesis es, pues, evidente; los cristianos esperan una segunda y definitiva venida de Cristo. Esta venida última es para el cristiano un motivo de seguridad y esperanza. El tema queda, sin embargo, siempre descentrado cuando, al interpretar de un modo inadecuadamente literal el lenguaje apocalíptico acerca de las señales precursoras del fin del mundo, se intenta -como ha sucedido a veces- explicar que en cualquier presente de la Iglesia y de la humanidad se están dando esas señales precursoras. Igualmente se hace más que problemática la identificación del "Anticristo" con el Imperio romano, y en general toda excesiva concreción de las circunstancias del fin de la historia. El deseo y la esperanza de que el Señor venga (cf. Apoc 22:20), sentimiento esencial del cristiano, no pueden convertirse en un examen de la página de sucesos más atento a comprobar lo mal que los hombres hacen las cosas que al anhelo de una renovación última en Cristo de todo lo creado.

2. Por razones de oportunidad se utiliza, en este párrafo 1, y en parte del 2 y el 3 la traducción que aparece en la edición española de la Liturgia de las horas, t. I, Madrid, Coeditores Litúrgicos, 1984, pp. 132-134 (Domingo I de Adviento). Se le han añadido sin embargo, las citas bíblicas.

3. Más exacto parecería traducir con interrogante: "Esto has hecho tú ¿y he de callarme?"

4. El contexto de este pasaje se extiende hasta I Cor 3:15; "139b Y la calidad de la obra de cada uno la probará el fuego. 14Aquel, cuya obra, construida sobre el cimiento, resista, recibirá la recompensa. 15Mas aquel cuya obra quede abrasada sufrirá el daño. El no obstante, quedará a salvo, pero como quien pasa a través del fuego." Aunque no se refiere directamente al purgatorio, todo el pasaje de I Cor y los párrafos de la catequesis de Cirilo en los que estamos se mueven dentro del ámbito judicial, y en I Cor 3:15 se ha querido ver con frecuencia una alusión al tema del purgatorio.

5. "Este mundo presente" (ho kósmos houtos) parece hacer referencia al mundo en su actual situación, pero excluye una "desaparición" total del mundo y del universo, Cf. PG 33,874, nota 8, que de manera imprecisa relaciona la cuestión con el teólogo Orígenes.

6. Todo el episodio de Simón Mago, la admiración que despertaba su posterior conversión inicial y su actua- ción ambigua están descritos en Hech. 8:9-25. Por otra parte, históricamente son más importantes otras pretensiones nacionalistas o mesiánicas de otros personajes judíos. Hech 5:36-37 menciona los casos de Teudas y Judas el Galileo, citados también por el historiador Flavio Josefo. Ambos parecen haber actuado en los comienzos del siglo 1. Más importante es la rebelión encabezada por BarKoshebá, entre los años 132-135, que también adquirió tintes pretendidamente mesiánicos.

7. De acuerdo con lo dicho en la nota 1, y a la vista de la experiencia histórica, el cristiano actual sería muy cauto a la hora de identificar ninguna guerra con la guerra del final de la historia humana.

8. Dentro de lo compleja que ha sido siempre la historia doctrinal de la Iglesia, ya en la época de Cirilo existía una experiencia abundante de dicha complejidad. Las luchas hablan llegado a su punto culminante en la controversia arriana. Puesto que en el arrianismo es la interpretación de la realidad de la persona de Cristo lo que estuvo en juego, es posible que, teológicamente, nunca haya existido un momento de mayor gravedad en la Iglesia, quizá ni siquiera en las escisiones posteriores de Oriente y de Occidente.

9. En la práctica, la predicación del Evangelio a todas las naciones es, como señal del fin de los tiempos, mucho más dificil de concretar de lo que puede parecer a primera vista. Es evidente que el "universo mundo," la oikouméne que Cirilo contempla y que en la época del Imperio romano se admite como tal, es mucho más limitada que lo que han dado a conocer los descubrimientos geográficos de la historia posterior. Por otra parte, los cambios de época en la civilización siempre dejan el mundo como por "explorar" y cambiar de nuevo. Por eso es necesario, una y otra vez, en distintas épocas de la historia, proceder siempre a una nueva evangelización.

10. Cf. Dan 11:31: "De su parte surgirán fuerzas armadas, profanarán el santuario-ciudadela, abolirán el sacrificio perpetuo y pondrán allí la abominación de la desolación." Cf. 12:11. Vid. supra, cat. 4, núm. 15. Debe tenerse en cuenta que lo que es en Mateo el discurso escatológico de Jesús combina literariamente el anuncio de la ruina de Jerusalén -que, por obra del ejército romano, tuvo lugar el año 70- con el anuncio del fin de la historia humana. La Biblia de Jerusalén lo explica perfectamente en una nota general al comienzo de Mt 24.

11. Siervos del Señor.

12. Ante la dificultad, por espacio, de reseñar aquí todos los elementos que subyacen a este denso y dificil pasaje de 2 Tes, hay que remitirse de nuevo a las excelentes notas al pie de página de la Biblia deJerusalén, especialmente a 2 Tes 2:4 de la que, al menos, merece la pena destacarse que este versículo describe al "Impío" y al "Adversario" como "el adversario de Dios, decrito aquí en términos inspirados en Dn 11:36 (donde se trata de Antioco Epifanes). En la tradición cristiana, influida por Daniel, este adversario recibirá el nombre de Anticristo, cf, I Jn 2:18; 4:3; 2 Jn 7." Todo este lenguaje, apocalíptico y misterioso, aparece con toda su fuerza en pasajes posteriores del Nuevo Testamento, como Apoc 13 (también inspirado en Dn 7) y 17:10-14. Este pasaje, unos doscientos cincuenta años anterior, como todo el Apocalipsis, a las catequesis de Cirilo, expresa, en toda su crudeza, la oposición entre la Iglesia y el mundo del Imperio romano del siglo I. Los "diez reyes" mencionados en 17:12 son interpretados posteriormente por Cirilo con una presunta y excesiva precisión. Sin embargo, de todo esto hay algo cierto y esencial, la oposición que para el cristiano siempre existirá entre la Iglesia y el espíritu del mundo, el cual también, como "la abominación de la desolación," siempre tenderá a introducirse en aquélla.

13. El estilo apocalíptico parece estar inspirado en Dn 7:13-14:

"13 Yo seguía contemplando en las visiones de la noche:

y he aquí que en las nubes del cielo venía

como un Hijo de hombre.

Se dirigió hacia el Anciano

y fue llevado a su presencia.

14 A él se le dio imperio, honor y reino

y todos los pueblos, nacionesy lenguas le sirvieron.

Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasará,

y su reino no será destruido jamás."

El velado lenguaje de Daniel da a entender en la expresión "Hijo de hombre" -más allá de su sentido literalmente primario: simplemente "hombre- una concepción supereminente de éste y que se ha de manifestar en los últimos tiempos. Es decir, es la imagen del hombre que se ha de manifestar en la parusia de Cristo, en el instante de su última venida. Sin embargo, desde Jesucristo, y de un modo análogo a como ocurría por otra parte con los cantos del Siervo de Isaías, se manifiesta la que habrá de ser la realidad de la última condición humana, escatológica. Pero ello se cumple en primer lugar en Jesús, a quien se le ha de dar "imperio, honor y reino, y todos los pueblos naciones y lenguas" le habrán de servir.

14. De nuevo, el diablo.

15. Sobre esto irá dando la catequesis detalles en los núm. 12 y 14.

16. Recuérdese una vez más que "Mesías" y "Cristo" significan "Ungido."

17. La insistencia en afirmar que el fin del mundo vendrá tras la caída del Imperio, históricamente errónea, puede interpretarse a través de lo dicho anteriormente en nota 12. Tal vez el afán de precisión se debe a una cierta admiración por muchos de los Padres de la solidez de la civilización romana. Esto es más comprensible a partir del cese de las persecuciones en el segundo decenio del siglo IV. Muy a gusto en la cultura y en la civilización clásicas parecieron encontrarse a menudo hombres de la talla de Basilio el Grande, Gregorio Nacianceno y Gregorio Niseno, en Oriente y, en Occidete, Ambrosio y Agustín.

18. El texto se mantiene todavía en una interpretación literal de Apoc 17:12 (y su contexto): "Los diez cuernos que has visto son diez reyes (cf Dan 7:24 ss.) que no han recibido aún el reino; pero recibirán con la Bestia la potestad real, sólo por una hora." En Apoc 17:9-10, se decia mencionando las siete cabezas de la Bestia: "Son también siete reyes: cinco han caído, uno es y el otro no ha llegado aún." A 17:9 comenta la Biblia de Jerusalén: "Siete emperadores romanos, el sexto de los cuales reina actualmente. Siete es una cifra simbólica de totalidad. Juan no se pronuncia sobre el número y la cronología de los emperadores." Lo único que es cierto es que Cristo -en el ambiente creado por la catequesis- es, por su venida definitiva, que espera el fiel, la única esperanza segura en medio de la hostilidad del mundo pagano en la época de las persecuciones. Toda esa temática es básica en la interpretación del Apocalipsis.

19. "...sobre todo lo que lleva el nombre de Dios o es objeto de culto." Cirilo añade aquí entre paréntesis, como en nota: "comoquiera que habrá de odiar incluso a los ídolos."

20. El Anticristo.

21. Algunos Padres (cf. PG 33,889-890, nota 3) interpretaron la palabra de Jesús en Mt 24:2 sobre la futura ruina total del templo como si sólo fuese a cumplirse plenamente en el fin del mundo. Así se entenderían las presentes afirmaciones de la catequesis Históricamente, tras la destrucción del año 70, se produjo un nuevo expolio de las ruinas en la época de Juliano el Apóstata.

22. Es muy interesante el contexto, ya mencionado, de Apoc 12:14, que abarca todo el cap. 12, sobre la Mujer, figura de la Iglesia (y de María) y el Dragón. Todo el capitulo expresa la dificil situación de la primitiva Iglesia en medio del Imperio. A Apoc 12:15 ("Entonces el Dragón vomitó de sus fauces como un río de agua, detrás de la Mujer, para arrastrarla con su corriente") comenta la Biblia de Jerusalén: "Satanás va a lanzar el Imperio romano, como un río, cf Is 8:7-8, para amargar a la Iglesia, cf. Apoc 13."

23. Sobre los "tiempos" como años, cf, Dan 4:13; Apoc 11:2-3. Cf. los "tres años y seis meses" en que se cifra la duración de la sequía en tiempos de Elías (Lc 4:25 en referencia a I Re). Es como una especie de duración estándar que se atribuye a los tiempos de dificultad o de persecución.

24. El ambiente de persecución queda reflejado en el resto del versículo: "...y todas estas cosas se cumplirán cuando termine el quebrantamiento de la fuerza del Pueblo santo." Dan 12:7 es en gran parte retomado y aplicado a la Iglesia por Apoc 10:5-7.

25. Expresamente puede hablarse de Hipólito, Jerónimo y Teodoreto (cf. PG 33,894, nota 5).

26. Se vuelve a sugerir la idea de una elección. Cf., aunque en medio de abundantes expresiones figuradas, Ex 32:32-33, Sal 69:29; Lc 10:20 Apoc 20:12. Aparte observaciones hechas anteriormente, es interesante recordar que el Vaticano II favoreció la idea de que la Iglesia es pueblo elegido de Dios. Señaló el concilio que "la Iglesia es en Cristo como un sacramento o señal e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano" (Const. sobre la Iglesia, núm. 1). En este mismo documento, el cap. II, Sobre el pueblo de Dios, especialmente el núm. 9 ("Nuevo pacto y nuevo pueblo") también favorece esta idea.

27. Nueva alusión clara a que, entre los oyentes, no sólo se encuentran catecúmenos, sino también bautizados que pueden estar ejerciendo el oficio de catequistas.

28. Cirilo realiza aquí una combinación de algunos fragmentos de un poema del Eclesiastés con su propia capacidad literaria y otros versiculos de Mt y Zac para exponer las señales cósmicas de la venida del Señor. En todo esto, el hecho seguro que el cristiano aguarda es la consumación final de la historia. Las circunstancias cósmicas externas pueden ser unas u otras y, lógicamente, no pertenecen a la sustancia del mensaje. Todas las explicaciones entre paréntesis se encuentran de ese modo en el texto de la catequesis.

29. Posiblemente hay aquí, de la parábola de las diez vírgenes, una alusión a Mt 25:6: "¡Ya está aquí el novio! ¡Salid a su encuentro!"

30. Cf. anteriormente, núm. 2, nota 4.

31. El sobrino de Abraham. Tras la destrucción de Sodoma y Gomorra, ciudades en las que Lot ha pasado por momentos dificiles (cf, por ejemplo, Gén 19:4 ss.) el v. 29 menciona que Dios "puso a Lot a salvo de la catástrofe, cuando arrasó las ciudades en que Lot habitaba"

32. En estas frases, probable alusión a Lc 17:34-35.

33. La acción de Dios en José ha sido evocada en la cat. 8, núm. 4.

34. Quedarse sólo en la literalidad de las imágenes empleadas por los evangelios para describir el día final seria empobrecer el mensaje cristiano acerca de la consumación definitiva. No se trata, en efecto, de ofrecer ninguna especie de reportaje anticipado acerca de cómo se habrán de desarrollar los acontecimientos del final de la historia humana, sino de expresar un motivo de esperanza cierta en la liberación definitiva.. Por eso, en el Nuevo Testamento se emplea a menudo la palabra redención (etimológica y semánticamente "rescate") para expresar la actuación de Dios con los justos al final de la historia humana. Cf., especialmente, Rom 8:18-25. Vid. Ef 4:30.

35 "Integridad" es, en el lenguaje ascético clásico, sinónimo de virginidad.

36. Apoc 5:11, inspirado en Daniel, se enmarca dentro de la gran liturgia en torno al Cordero degollado y triunfante, al que han sido entregados los destinos del mundo y al que se asociarán "los que vienen de la gran tribulación" y "han lavado sus túnicas y las han blanqueado con la sangre del Cordero" (7:14). Sobre todo esto, en el lenguaje que le es característico, cf Apoc 4-16. La descripción de la Jerusalén celeste, en Apoc 21-22.

37. Rompiendo un poco el hilo de la redacción, el texto de la catequesis añade en este momento, entre paréntesis y como si fuese una nota el texto que sigue.

38. Flp 2:10, en el contexto de 2:6-11, quizá tiene inmediatamente un origen litúrgico, aunque con raíz bíblica en Is 45:23.

39. Es una exhortación frecuente a los catecúmenos. Cf. PG 33,907, nota 1, que remite a las Constituciones apostólicas, a Gregorio Nacianceno y a Juan Crisóstomo.

40. Es tal vez una referencia al obispo Marcelo de Ancira, que participó en Nicea y murió a edad muy avanzada hacia el año 374. Diversos escritores eclesiásticos, sínodos y obispos lo acusaron o exculparon de subordinacionismo, sin que en Marcelo o en sus discípulos aparezcan con claridad las distinciones de personas en Dios en el sentido que después ha llegado a ser clásico. Lo de "su Reino no tendrá fin" fue añadido precisamente, en contra de los discípulos de Marcelo, en el Símbolo nicenoconstantinopolitano del 381. Cf los párrafos 29-32, con sus notas.

41. El Hijo, engendrado por el Padre antes de todos los siglos. El recto equilibrio conceptual a la hora de exponer lo que puede decirse sobre la vida intratrinitaria de Dios fue una de las máximas preocupaciones teológicas de la Iglesia del siglo IV, especialmente entre los Padres de habla griega.

42. La cita de Juan es muy interesante en su contexto, que abarca al menos 8:31-36, en que Jesús, en su discusión con los judíos -aunque aquí parece hablar propiamente "a los judíos que hablan creído en él" (8:31)- vincula su propia persona (en relación con el Padre) con su misión liberadora (31b-32).

43. Esta versión de los LXX, que también es acorde con el texto hebreo, refuerza la interpretación mesiánica del salmo ya aludida.

44. No es ninguna dificultad el hecho de que otra vez, como ha sido frecuente en la tradición eclesiástica, se atribuya a Pablo la autoría de Hebr. En cuanto al contenido, es importante la concentración cristocéntrica que, en su interpretación, realiza Hebr 1 5-14 refiriéndose a Sal 2:7; 2 Sam 7:14; Dt 32:43; Sal 97:7, 104:4; 45:7-8; 102:26-28 y 110,1. Con ello una vez más se afirma, adecuadamente, que la palabra de la Escritura en el Antiguo Testamento apunta en último término hacia Jesucristo, el Primogénito enviado al mundo (cf. Hebr 1:6 y Col 1:15 ss.)

45. En realidad, la resurrección, ascensión y parusia de Cristo (con el envio constante a la Iglesia, entre ascensión y parusía, del Espiritu) hacen entender de un modo nuevo la historia humana, cuyo sentido es: Cristo, Hijo de Dios, pero que ha estado en el origen de toda la creación (en el fondo, Jn 1:1-3 y Col 1:15-20 son complementarios) se ha sentado tras su muerte, resurrección y ascensión, en el trono junto al Padre. Lo que resta, "cuando hayan sido sometidas a él todas las cosas" (I Cor 15:28), es que también el Hijo se someta "a Aquel que todo se lo sometió" (cf. ibid.). El objetivo de la historia es, pues, Cristo y, por Cristo, al Padre. Vid. todo lo que es I Cor 15:23-28. Pero de todo esto se ha de hablar posteriormente. Cirilo aborda la cuestión ya en el próximo párrafo 30.

46. "Se someterá" es traducción exacta de "hypotaguésetai." Cuando, en la frase anterior, se ha traducido "el Hijo, que se debe al Padre" una traducción más literal seria "el Hijo, sometido al Padre" o, mejor, "colocado bajo el Padre" ("hypotassómenos to Patri"). No debe ser esto expresión de lo que en ocasiones se ha llamado "subordinacionismo" como si el Hijo fuese un ser inferior al Padre, sino que indica que el Hijo sólo se integra "en su puesto" dentro de los designios divinos.

47. Tomadas, según se ha visto, de I Cor 15:25 y Sal 110:1.

48. El "Nacido del Padre antes de todos los siglos"

49. Según la distribución de otras versiones, Dan 3:33, en cualquier caso, parece que tras el Cántico de los tres jóvenes.

50. La idea de "depósito" es característica de las epístolas de Pablo a Timoteo y Tito. La exhortación a "guardar el depósito" expresada con unas y otras palabras (ch I Tim 1:4-6; 2 Tim 1:12-14; 2:2; 3:14; Tít. 2:1) y que es en principio de origen jurídico (puesto que el "depositario" es simplemente quien guarda y hace llegar integro a sus destinatarios lo que se le ha confiado la hace Pablo precisamente cuando siente interés de que se mantenga la obra que ha realizado a través de su predicación. Cuando Cirilo de Jerusalén cita I Tim 6:20 en un sentido semejante, manifiesta la preocupación que siempre han expresado la Iglesia y la tradición cristiana de que el cristianismo se mantenga integro y sin adulteraciones. Es el motivo por el que uno de los criterios más importantes para una renovación cristiana y eclesial es siempre la vuelta a las fuentes.

 

XVI. El Espíritu Santo (I).

Pronunciada en Jerusalén sobre: "Y en el Espiritu Santo, Paráclito, que habló por los profetas." La lectura se toma de I Cor 12:1-4: "En cuanto a los dones espirituales no quiero, hermanos, que estéis en la ignorancia...." Y, más adelante: "Hay diversidad de carismas, pero el Espiritu es el mismo" (12:4), etc. 1.

Introducción

1. Verdaderamente necesitamos de la gracia espiritual para hablar del Espíritu Santo, aunque nunca estaremos a la altura de la cuestión, pues es imposible. Intentaremos, sin embargo, exponer con naturalidad lo que sacamos de ello en la Sagrada Escritura. En los Evangelios se habla de un gran temor cuando Cristo dice abiertamente: "Al que diga una palabra contra el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este mundo ni en el otro" (Mt 12:32)2. Y hay que temer seriamente que alguien, al hablar por ignorancia o por una mala entendida piedad, se gane la condenación. Cristo, juez de vivos y muertos, anunció que un hombre tal no obtendrá el perdón. Y si alguien le ofende, ¿qué esperanza le queda?

Hablaremos de lo que sobre el Espíritu Santo se dice en la Escritura

2. Es necesario el don de la gracia de Jesucristo, tanto para que nosotros hablemos adecuadamente como para que vosotros oigáis con inteligencia. Pues la inteligencia penetrante no es necesaria sólo para los que hablan, sino también para los que oyen, de modo que no suceda que éstos oigan una cosa y torcidamente entiendan otra. Hablaremos, pues, nosotros del Espíritu Santo sólo lo que está escrito y, si algo no está escrito, que la curiosidad no nos ponga nerviosos. Es el mismo Espíritu Santo el que habló por las Escrituras: él dijo de sí mismo lo que quiso o lo que pudiéramos nosotros entender. Así pues, digamos las cosas que fueron dichas por él, pues con lo que él no dijo no nos atreveremos.

Presente ya desde antiguo, es igual en dignidad al Padre y al Hijo

3. Hay un solo Espíritu Santo Paráclito. Y del mismo modo que hay un solo Dios Padre, y no hay un segundo Padre, y sólo un Hijo unigénito, que no tiene ningún otro hermano, así existe un solo Espíritu Santo, y no existe otro Espíritu Santo que sea igual en honor a él3. Es, por tanto, el Espíritu Santo, la máxima potestad, realidad divina e inefable. Pues vive y es racional, santificador de todas las cosas que Dios ha hecho por Cristo. El ilumina las almas de los justos. El está también en los profetas y también está, en la nueva Alianza, en los Apóstoles. Odieseles a quienes tienen el atrevimiento de aislar la acción del Espíritu Santo. Pues hay un solo Dios Padre, Señor de la antigua y de la nueva Alianza. Y un solo Señor, Jesucristo, que profetizó en la antigua y ha venido en la nueva. Y un sólo Espíritu Santo que anunció por los profetas a Cristo y que, después que Cristo llegó, lo mostró4.

Ni se habla de tres dioses ni deben separarse Padre, Hijo y Espíritu Santo

4. Por tanto, nadie separe la antigua de la nueva Alianza: que nadie diga que uno es allí el Espíritu, mientras que aquí lo es otro diferente5, pues ofende así al mismo Espíritu Santo, a quien se tributa honor juntamente con el Padre y el Hijo y que queda, en el bautismo, incluido dentro de la Santa Trinidad. Pues el mismo Hijo unigénito de Dios dijo claramente a los apóstoles: "Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (Mt 28:19)6. Nuestra esperanza está puesta en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. No anunciamos tres dioses. Callen, pues, los marcionitas7, porque, juntamente con el Espíritu Santo, por medio de un único Hijo, predicamos un único Dios. La fe es indivisa y la piedad es inseparable8. Ni separamos la Santísima Trinidad, como hacen algunos, ni hacemos, como Sabelio, una confusión9. Sino que reconocemos piadosamente a un Padre único, que nos envió un Salvador, el Hijo, Reconocemos a un Hijo, único, que prometió que enviaría desde el Padre al Paráclito (cf. Jn 15:26). Reconocemos al Espíritu Santo, que habló por los profetas y en Pentecostés descendió sobre los apóstoles en una especie de lenguas de fuego (Hech 2:3), en Jerusalén, en la iglesia de los apóstoles, la de arriba10. Aquí tenemos toda clase de prerrogativas. Aquí Cristo y el Espíritu Santo descendieron de los cielos. Y era muy conveniente que, del mismo modo que las cosas que se refieren a Cristo y al lugar del Gólgota las decimos en el mismo Gólgota, así también hablásemos del Espíritu Santo en la iglesia de arriba. Pero puesto que el que allí descendió participa de la gloria del que aquí fue crucificado, por eso es en este lugar donde hablaremos del que allí bajó. El culto piadoso no admite separación.

Expondremos las herejías

5. El propósito es, pues, decir algunas cosas sobre el Espíritu Santo. No, desde luego, exponer detalladamente su persona11, pues es cosa imposible, sino señalar, acerca de él, diversas aberraciones de algunos para que no seamos, ignorándolas, arrastrados por ellas. También queremos delimitar los caminos del error para que avancemos por un camino real. Y si examinamos con cautela algo de lo que ha sido dicho por los herejes, caiga de nuevo sobre sus cabezas, pero permanezcamos inmunes, tanto nosotros los que hablamos como vosotros que escucháis.

6. Pues los más impíos herejes en todas las materias afilaron también su lengua en contra del Espíritu Santo atreviéndose a decir cosas infames, como escribió Ireneo en sus libros Contra las herejías12. Algunos no temieron decir que ellos mismos eran el Espíritu Santo. El primero de los cuales es Simón, al que los Hechos de los Apóstoles llaman "Mago." Una vez expulsado, no dudó en enseñar tales cosas13. Los llamados "gnósticos" son también impíos y han dicho otras cosas en contra del Espíritu, y asimismo han hablado perversamente los valentinianos14. Pero el criminal Manes se atrevió a decir de sí mismo que era el Paráclito enviado por Cristo. Según los profetas o el Nuevo Testamento, ha habido quienes se imaginaban que unos y otros eran el Espíritu Santo. Su error — o más bien su blasfemia — son muy grandes. A tales hombres, por tanto, ódialos y huye de los que blasfeman contra el Espíritu Santo, para los cuales no hay remisión. ¿Cómo te vas a unir a los que carecen de toda esperanza, tú que ahora has de ser bautizado también en el Espíritu Santo? Si al que se une a un ladrón y realiza correrías con él se le somete a suplicio, ¿qué esperanza habrá de tener quien se enfrenta al Espíritu Santo?

Contra los marcionitas y los gnósticos

7. Odiese también a los marcionistas, que separaron del Nuevo Testamento las palabras del Antiguo. El primero de ellos fue Marción15, hombre alejadísimo de Dios, que afirmó la existencia de tres dioses. Al ver insertados en el Nuevo Testamento los testimonios de los profetas acerca de Cristo, los suprimió para privar al Rey de estos testimonios16. Odiese a los que ya mencionados gnósticos, como a ellos les gusta llamarse, pero que están llenos de ignorancia17. Hicieron sobre el Espíritu Santo afirmaciones que yo no tendría ahora el atrevimiento de recordar.

Contra los montanistas

8. Odiese a los de la Frigia inferior y a Montano y sus dos profetisas, Maximila y Priscila 18. Pues Montano, fuera de sí y delirante — y no hubiera dicho lo que dijo si no hubiese estado loco —, se abrevió a proclamarse a sí mismo como el Espíritu Santo. Hombre muy abyecto, baste decir, por respeto a las mujeres que aquí están, que estaba cubierto de toda impureza y lascivia. Habiendo ocupado Pepusa, un lugar muy pequeño de Frigia al que dio el falso nombre de Jerusalén, degollaba a los hijos pequeños de algunas mujeres despedazándolos en banquetes criminales. Por este motivo hasta tiempos recientes, en que la persecución se ha ido calmando, estábamos nosotros bajo sospecha de estos crímenes. La razón es que los montanistas, aunque falsamente, eran llamados con nuestro mismo nombre de cristianos. Como digo, se atrevió a llamarse a sí mismo Espíritu Santo, a pesar de rebosar impiedad y crueldad y estar sujeto a una imperdonable condena.

Contra los maniqueos19

9. A éste hay que añadir, como anteriormente se dijo, al muy impío Manes, el cual acumuló los vicios de todas las herejías. Siendo él mismo el más profundo abismo de perdición y reuniendo en sí los delirios de todos los herejes juntos, elaboró y propagó el más reciente de los errores. Se abrevió a decir también que él era el Paráclito que Cristo había prometido que enviaría. Y puesto que el Salvador, prometiéndolo, decía a los apóstoles: "Por vuestra parte permaneced en la ciudad hasta que seáis revestidos de poder desde lo alto" (Lc 24:49). ¿Qué, pues? ¿Acaso, cuando ya habían muerto hacía doscientos años, estaban esperando a Manes los apóstoles para ser revestidos de poder? ¿Quién tendrá la osadía de decir que no se llenaron ya del Espíritu Santo? Pues está escrito: "Entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo?" (Hech 8:17). ¿Es que no sucedió esto antes de Manes, y muchos años antes de él, cuando el Espíritu Santo descendió el día de Pentecostés?

El poder del Espíritu no se compra por dinero.

De nuevo, el caso de Simón

10. ¿Por qué se condenó a Simón Mago? ¿No fue porque, acercándose a los apóstoles, les dijo: "Dadme a mí también este poder para que reciba el Espíritu Santo aquel a quien yo imponga las manos" (Hech 8:19). Pues no dijo: "Dadme a mí también una participación en el Espíritu Santo," sino poder, de modo que pudiese vender a otros algo que no se puede comprar y que él mismo no había conseguido20. Ofreció dinero (8:18) a unos hombres que tenían el propósito de no poseer nada21, a pesar de haber visto a quienes ofrecían las ganancias de las cosas vendidas poniéndolas a los pies de los apóstoles (cf. Hech 4:34-35). Y no pensaba que quienes pisaban con sus pies las riquezas entregadas para alimentar a los pobres nunca pondrían un precio al poder del Espíritu Santo. ¿Y qué es lo que dijeron a Simón?: "Vaya tu dinero a la perdición y tú con él; pues has pensado que el don de Dios se compra con dinero" (8:20). — "Eres otro Judas, que esperaste vender la gracia del Espíritu." Si, por tanto, Simón, que quería conseguir el poder (del Espíritu) es entregado a la perdición, ¿de cuánta impiedad no será reo Manes, que se jactó de ser él mismo el Espíritu Santo? Odiemos a los hombres dignos de odio. A los que Dios deja a un lado, dejémoslos. Con toda confianza, digamos también nosotros acerca de los herejes: "¿No odio, Yahvé, a quienes te odian? ¿No me asquean los que se alzan contra ti?" (Sal 139:21). Pues existe una enemistad laudable, según está escrito: "Enemistad pondré entre ti y la mujer, y ente tu linaje y su linaje" (Gén 2:15). En realidad, la amistad con la serpiente produce la enemistad con Dios y la muerte.

La promesa del Espíritu de vida

11. Sea suficiente lo dicho acerca de estos expulsados. Pero ahora volvamos a la Sagrada Escritura, y bebamos agua de nuestras vasijas y de la fuente de nuestros pozos (cf. Prov 5:15). Bebamos del agua viva "que brota para vida eterna" (Jn 4:14). "Esto lo decía refiriéndose al Espíritu que iban a recibir los que creyeran en él" (7:39). Observa lo que dice: "El que crea en mí (no de un modo simplista y lánguido, sino), como dice la Escritura (con lo que te está remitiendo al Antiguo Testamento): "De su seno correrán ríos de agua viva" (7:38)22. No se trata de ríos perceptibles por los sentidos y que irrigan, en un sentido simple y vulgar, la tierra que contiene espinas y leños, sino de los que infunden luz a las almas: "Sino que el agua que yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que brota para vida eterna" (4:14). Es otra clase de agua, que vive y que brota: brota sobre los que son dignos de ella.

El Espíritu reparte sus dones entre todos

12. ¿Y por qué ha dado el nombre de agua a la gracia del Espíritu? Porque todas las cosas constan de agua, ya que el agua es la que hace las plantas y los animales; porque desde los cielos desciende el agua de las tormentas. Siempre cae del mismo modo y de la misma forma, aunque son multiformes los efectos que produce: una única fuente riega todo el huerto. Y una única e idéntica tormenta desciende sobre toda la tierra, pero se vuelve blanca en el lirio, roja en la rosa, de color púrpura en las violetas y en los jacintos, y diversa y variada en los distintos géneros de cosas. De una forma existe en la palma y de otra en la vid, pero está toda ella en todas las cosas, pues (el agua) es siempre la misma y sin variación. Y, aunque se mude en tormenta, no cambia su forma de ser, sino que se acomoda a la forma de sus recipientes convirtiéndose en lo que es necesario para cada uno de ellos. Así el Espíritu Santo, siendo uno y de un modo único, y también indivisible, distribuye la gracia "a cada uno en particular según su voluntad" (cf. 1 Cor 12:11). Y del mismo modo que un árbol seco produce brotes al recibir agua, así también el alma pecadora, cuando por la conversión ha sido agraciada por el don del Espíritu Santo, produce los racimos del Espíritu Santo. Y aunque él es uno y único, obra sin embargo, por voluntad de Dios y en nombre de Cristo, efectos múltiples: se sirve de la lengua de uno para la sabiduría e ilustra la mente de otro con el don de profecía; a éste le concede el poder de expulsar demonios y a aquel el don de interpretar la Sagrada Escritura; de alguno fortalece la temperancia23 y a otro le enseña lo referente a la misericordia24; a otros les enseña a ayunar o a soportar los ejercicios de la vida ascética; a otros, a despreciar las cosas del cuerpo, y hay a quien prepara para el martirio. El es diverso en cada uno, pero nunca es distinto de sí mismo. Como está escrito: "A cada uno se le otorga la manifestación del Espíritu para provecho común. Porque a uno se le da por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro, fe, en el mismo Espíritu; a otro, carismas de curaciones, en el único Espíritu; a otro, poder de milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversidad de lenguas; a otro, don de interpretarlas. Pero todas estas cosas las obra un mismo y único Espíritu, distribuyéndolas a cada uno en particular según su voluntad" (I Cor 12:7-11).25

Diversos sentidos de la palabra "espíritu

13. Pero puesto que acerca del Espíritu Santo, con un nombre único y común, se han dicho muchas cosas diversas en la Sagrada Escritura y puede temerse que alguien las confunda por ignorancia por no saber a qué espíritu se refiere lo que allí está escrito, es preciso señalar ciertas características seguras del Espíritu al que la Escritura llama Santo. Pues así como Aarón es llamado "cristo"26 y también David, Saúl y otros son llamados "cristos," y sin embargo es único el verdadero Cristo, así también, una vez que se atribuye la denominación de "espíritu" a diversas realidades, es estupendo ver a quién se llama, por algún motivo peculiar, Espíritu Santo. Pues son muchas las cosas que se llaman "espíritu," pues un ángel es llamado "espíritu," se llama "espíritu" a nuestra alma y al viento que sopla se le llama "espíritu"27. También una gran virtud es llamada "espíritu" y es denominada "espíritu" una acción impura. Incluso el Demonio, el Adversario, es llamado "espíritu." Cuídate, pues, cuando oigas estas cosas, de que, por la semejanza de la denominación, no confundas una cosa con otra. Pues de nuestra alma dice la Escritura: "Su soplo exhala, a su barro retorna," y del alma dice a su vez: "Que modela el espíritu del hombre en su interior" (Zac 12:1)28. Y de los ángeles dice en los Salmos: "Que hace a sus ángeles espíritus y llama de fuego a sus servidores"29. Y del viento dice: "Tal el viento del Este que destroza los navíos de Tarsis" (Sal 48:8). Y además: "Como el árbol es agitado por el viento en el bosque." Y: "Fuego y granizo, nieve y bruma, viento tempestuoso, ejecutor de su palabra" (Sal 148:8). Y de la buena doctrina dice el Señor mismo: "Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida" Un 6:63), es decir, son espirituales30. Pero el Espíritu Santo no es algo que se exhala hablando con la lengua, sino alguien vivo31, que nos concede hablar con sabiduría, siendo él mismo el que se expresa y habla.

El Espíritu Santo sugiere, habla y enseña

14. ¿Quieres darte cuenta de cómo crea palabras y habla? Felipe, por revelación de un ángel, bajó por el camino que llevaba hasta Gaza, cuando llegaba el eunuco. Y dijo el Espíritu a Felipe: "Acércate y ponte junto a ese carro" (Hech 8:29). ¿Ves cómo el Espíritu habla al que le oye? Y Ezequiel dice así: "El espíritu de Yahvé irrumpió en mí y me dijo: "Di: Así dice Yahvé"" (Ez 11:5). Por otra parte, "dijo el Espíritu Santo" a los apóstoles, que estaban en Antioquía: "Separadme ya a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los he llamado" (Hech 13:2). Ves al Espíritu que está vivo, que segrega y que llama, y que envía con poder. Y Pablo dice: "Solamente sé que en cada ciudad el Espíritu Santo me testifica que me aguardan prisiones y tribulaciones" (20:23). El es el que santifica a la Iglesia, su auxiliador y su maestro, el Espíritu Santo maestro, del que dijo el Salvador: "Os lo enseñará todo," y no dijo sólo "os lo enseñará," sino también "os recordará todo lo que yo os he dicho" (Jn 14:26). Pues no son unas las enseñanzas de Cristo y otras las del Espíritu Santo, sino claramente las mismas. De las cosas que habían de suceder dio Pablo testimonio con anterioridad, para que, mediante un conocimiento previo, el ánimo se sintiese más firme. Y estas cosas se os han dicho por aquella sentencia: "Las palabras que os he dicho son espíritu" (Jn 6:63), de modo que no pienses que éste (el Espíritu) es sólo algo que nosotros decimos, sino doctrina sólida.

El diablo, espíritu del mal y de pecado

15. Con la palabra "espíritu" se denomina también al pecado, como ya dijimos, pero por otra razón contraria, o sea, según dicen: "con un espíritu de fornicación se extraviaron" (Os 4:12 LXX). También se le llama espíritu, espíritu inmundo, al demonio, pero con ese adjetivo de "inmundo." Pues a cada espíritu se le da un añadido, que designa una característica propia. Si se dice "espíritu" al alma humana, se le añade "del hombre" (I Cor 2:11). Si se dice acerca del viento32, se habla de "viento de borrasca" (Sal 107:25). Cuando designa al pecado, dice "espíritu de fornicación." Si se refiere al demonio, le llama "espíritu inmundo," para que sepamos de qué se habla particularmente en ese caso y no creas que se está hablando del Espíritu Santo. ¡Ni hablar! Pues este nombre de "espíritu" es nombre general y común, y lo que no tiene un cuerpo espeso y denso es llamado, de un modo genérico, espíritu. Pero puesto que los demonios no poseen tales son llamados "espíritus." Pero hay espíritus muy diversos. Pues el demonio impuro, cuando se introduce en el alma del hombre (y Dios libre de este mal a todas las almas tanto de los que están aquí como de los ausentes), llega como un lobo tragando sangre y dispuesto a devorar lanzándose contra la oveja. Es una llegada muy cruel, y muy grave para el que la sufre. La mente se oscurece con una densa niebla. Es un ataque injusto de alguien que invade una propiedad ajena, pues se esfuerza en abusar, haciendo violencia (Mc 9:17-18), de un cuerpo ajeno sirviéndose de él como si fuese propio. Hace caer a quien se mantiene en pie, emparentado como está con aquel que cayó del cielo (cf. Lc 10:18); enreda la lengua y retuerce los labios; en lugar de palabras, arroja espuma. El hombre se sume en tinieblas y, cuando el ojo está abierto, el alma no ve nada a través de él. Lleno de miseria, el hombre se convulsiona lleno de temor ante la muerte. Realmente los demonios son enemigos de los hombres y los maltratan suciamente y sin misericordia.

La fuerza y la iluminación otorgadas por el Espiritu Santo

16. No es tal el Espíritu Santo. ¡Lejos de vosotros este pensamiento! Pues, al contrario, aquí estamos en el terreno del bien y de la salvación. En primer lugar, su venida tiene lugar en la mansedumbre y con suavidad, y se le percibe con esa suavidad y con fragancia, pues su yugo es muy ligero. Avisan de su llegada los rayos brillantes de luz y de ciencia. Viene con los sentimientos de una auténtico protector. Viene a salvar, sanar, enseñar, advertir, fortalecer, consolar y a iluminar la mente: en primer lugar, la de aquel que le acoge y, después, sus obras y las de los demás. Y del mismo modo que quien estaba en tinieblas anteriormente, al mirar luego al sol, de repente recibe la luz en su ojo corporal y distingue lo que antes no veía con claridad, así es aquel que ha sido considerado digno del don del Espíritu Santo: se ilumina su ánimo y, colocándose más allá de lo humano, ve ahora lo que ignoraba. Postrado su cuerpo en tierra, su alma contempla los cielos como en un espejo. Como Isaías, ve "al Señor sentado en un trono excelso y elevado" (Is 6:1). Contempla, como Ezequiel, al que "estaba sobre la cabeza de los querubines" (Ez 10:1). Ve, como Daniel, a "miles de millares" y "miríadas de miríadas" (Dan 7:10). Siendo como hombre poca cosa, ve el principio y el fin del mundo, y discierne el transcurso de los tiempos y la sucesión de los reyes. Y no es que esto lo haya aprendido, pero es un verdadero proveedor de luz. Un hombre puede ser encerrado entre paredes, pero la fuerza de su conocimiento se extiende ampliamente hasta contemplar incluso lo que otros hacen.

El poder que da el Espíritu de discernir lo oculto

17. Pedro no estaba presente cuando Ananías y Safira vendieron sus posesiones. Pero estaba presente por el Espíritu, y dijo: "¿Cómo es que Satanás llenó tu corazón para mentir al Espíritu Santo?" (Hech 5:3). No era acusador ni tampoco testigo. ¿De dónde había llegado a conocer el hecho? "¿Es que mientras lo tenías no era tuyo, y una vez vendido no podías disponer del precio? ¿Por qué determinaste en tu corazón hacer esto?" (Hech 5:4). Un hombre iletrado, Pedro, supo por la gracia del Espíritu lo que ni siquiera los mismos sabios de los griegos habían llegado a conocer. Un ejemplo semejante tienes también en Eliseo. cuando había curado gratis la lepra de Naamán, Guejazí33 se cobró una paga, cobrándose el valor de un trabajo de otro, y colocó el dinero recibido de Naamán en un lugar oscuro (cf. 2 Re 5:20 ss). Pero las tinieblas no son oscuras para los santos (cf. Sal 139:12)34. Pues, después de vuelto, le pregunta Eliseo (así como Pedro: "Dime, ¿habéis vendido en tanto el campo?" (Hech 5:8): "¿De dónde vienes, Guejazí?" (2 Re 5:25). Y no lo decía porque no lo supiese, sino deplorándolo. Has venido de las tinieblas y te irás en tinieblas. Has vendido la curación de un leproso y la herencia de la lepra te acompañará (cf. 2 Re 5:27). Yo he cumplido — dice el mandato de quien me dijo: "Gratis lo recibisteis; dadlo gratis" (Mt 10:8). Pero tú has vendido la gracia; recibe el salario de tu venta. ¿Y qué le dice Eliseo?: "¿No iba contigo mi corazón...?" (2 Re 5:26). Yo estaba limitado por mi propio cuerpo, pero el espíritu que Dios me dio veía incluso las cosas lejanas y me mostraba con claridad las cosas que sucedían en otras partes. Ves de qué modo no sólo suprime la ignorancia, sino que incluso da conocimiento infuso, y ves cómo el Espíritu Santo ilumina las almas.

También a los profetas iluminaba el Espíritu Santo

18. Hace casi mil años que vivió Isaías. Contempló a Sión como una pobre tienda de campaña. Sin embargo, la ciudad todavía estaba en pie embellecida por gran cantidad de plazas públicas y revestida de su dignidad. Está dicho, no obstante: "Sión será un campo que se ara" (Miq 3:12), preanunciando lo que se ha realizado en nuestros días. Observa la exactitud de la profecía, pues dice: "Ha quedado la hija de Sión como cobertizo en viña, como albergue en pepinar, como ciudad sitiada" (Is 1:8). Y realmente está este lugar ahora lleno de pepinares. ¿Acaso no ves cómo el Espíritu Santo ilumina a los santos?35. Que la semejanza de la denominación no te arrastre a otras cosas. Mantén en cambio, lo que es exactamente la verdad.

El Espíritu, que sugiere la castidad y la pobreza voluntarias, protege al hombre y le da sus dones

19. Si en alguna ocasión, cuando estés descansando, te vienen pensamientos acerca de la castidad o la virginidad, es él quien te esta instruyendo. ¿No sucede con frecuencia que una joven, ya dispuesta para la consumación del matrimonio, no accede porque él36 le sugiere la virginidad? ¿Es que no ocurre con mucha frecuencia que un hombre conspicuo en la vida pública desprecia las riquezas y la dignidad instruido por el Espíritu Santo? ¿O que muchas veces un joven, viendo una figura grácil cierra los ojos para no ver y escapar de la deshonra? ¿Por qué crees que eso sucede? El Espíritu Santo ha instruido la mente del hombre, siendo tantos en el mundo los deseos de la avaricia, hay cristianos que siguen la pobreza voluntaria. ¿Por qué razón? Por el mandato interior del Espíritu Santo. Es una realidad preciosa el Espíritu santo y bueno. Debidamente somos bautizados en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo. Con su cuerpo lucha el hombre con muchos y fieros demonios37. Y a menudo es contenido y dominado por las palabras de súplica un demonio al que muchos no podían retener con cadenas de hierro. Un simple soplo del exorcista se convierte en fuego contra el enemigo invisible. Tenemos, por tanto, de parte de Dios un auxiliador y protector, gran maestro de la Iglesia y gran luchador en favor nuestro. No sintamos temor ante los demonios ni ante el diablo, pues es más grande el que lucha por nosotros: simplemente abrámosle las puertas, pues "va por todas partes buscando a los dignos" (cf. Sab 6:16)38 y buscando a quién regalar con sus dones.

La fortaleza del Espíritu Santo en las dificultades

20. Pero se le llama Paráclito porque consuela, fortalece con sus exhortaciones y nos ayuda en nuestra debilidad39, "pues nosotros no sabemos cómo pedir para orar como conviene; mas el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables" (Rm 8:26), es decir, ante Dios, como se ve por el asunto mismo. A menudo alguien, víctima de injurias por causa de Cristo, padece injustamente el desprecio. Amenazan el martirio y los tormentos por doquier: el fuego y la espada, las bestias y el precipicio. Pero el Espíritu Santo sugiere: "Espera en Yahvé" (Sal 27:14), hombre. Es poca cosa lo que te sucede, pero es grande lo que se te dará. Tras padecer un tiempo breve, estarás eternamente en compañía de los ángeles. "Los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria que se ha de manifestar en nosotros" (Rm 8:18). El Espíritu describe al hombre el reino de los cielos, le muestra el paraíso de las delicias, y los mártires, presentes a la vista de sus jueces pero ya en el paraíso en cuanto a su energía y su poder, pueden así despreciar la dureza de lo que ven.

El Espiritu permite dar testimonio en favor de Jesús

21. ¿Quiéres saber cómo con la fuerza del Espíritu Santo dieron los mártires su testimonio? El Salvador dice a los discípulos: "Cuando os lleven a las sinagogas, ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis de cómo o con qué os defenderéis, o qué diréis, porque el Espíritu Santo os enseñará en aquel mismo momento lo que conviene decir" (Lc 12:1-12). Pues es imposible padecer el martirio por dar testimonio de Cristo si no se sufre con la fuerza del Espíritu Santo. Pues si "nadie puede decir "Jesús es Señor!" sino con el Espíritu Santo" (1 Cor 12:3), ¿quién dará la vida par Jesús si no es en el Espíritu Santo?

Ilumina a todos los cristianos de cualquier condición y de cualquier pueblo

22. Grande, omnipotente en sus dones y admirable es el Espíritu Santo. Piensa cuántos estáis sentados aquí, cuántas almas somos. El Espíritu actúa de modo adecuado a cada uno. Está en medio de todos y ve la situación de cada uno. Ve también el pensamiento y la conciencia, y también lo que hablamos y a lo que damos vueltas en nuestra mente. Grande es esto que acabo de decir y, sin embargo, es todavía poco. Quisiera que consideraras, iluminando él tu mente, cuántos son los cristianos de toda esta parroquia y cuántos los de toda la provincia de Palestina. Amplía también tu mente desde esta provincia a todo el Imperio de los romanos y vuelve desde él tu mirada al mundo entero: los pueblos de los persas y las naciones de la India, los godos y los sauromatas, los galos y los hispanos, los moros, los africanos, los etíopes y otros de los que ni los nombres conocemos: son muchos, en efecto, los pueblos cuyos nombres no han llegado siquiera a nuestro conocimiento. Mira a los obispos de cualesquiera pueblos, a los presbíteros, los diáconos, los monjes, las vírgenes y los laicos, y observa quién es el que los rige, preside y les concede sus dones. Cómo, en todo el mundo, a uno le regala el pudor, a aquél la virginidad perpetua, a éste el afán de dar limosna, a otro el interés por la pobreza y a otro, en fin, la capacidad de poner en fuga a los espíritus enemigos. Y así como la luz, con un solo rayo, todo lo ilumina, así también el Espíritu ilumina a los que tienen ojos. Por tanto, si alguno se queja de que no se le da la gracia, no acuse al Espíritu, sino a su propia incredulidad.

Angeles, potestades y todas las criaturas necesitan del Espíritu

23. Ves el poder que ejerce en el mundo entero. Que no se quede tu mente a ras del suelo, sino asciende a lo alto: sube en tus pensamientos hasta el primer cielo y contempla los muchísimos miles de ángeles que allí están. Si puedes, sube con el pensamiento a mayor altura: contempla los arcángeles y contempla a los espíritus, mira las virtudes, los principados, las potestades, los tronos y las dominaciones40. Dios ha dado al Paráclito como prefecto, maestro y santificador de todos ellos. Necesitan de él Elías, Eliseo e Isaías entre los hombres. Y entre los ángeles, Miguel y Gabriel. Ninguna de las cosas creadas le iguala en honor. Pues todas las clases de ángeles y todos los ejércitos juntos carecen de paridad e igualdad con el Espíritu Santo. A todos ellos los cubre y oscurece la potestad sumamente buena del Paráclito. Si alguno de ellos es enviado a realizar un ministerio41, escruta incluso las profundidades de Dios, como dice el Apóstol: "El Espíritu todo lo sondea, hasta las profundidades de Dios. En efecto, ¿qué hombre conoce lo íntimo del hombre sino el espíritu del hombre que está en él? Del mismo modo, nadie conoce lo íntimo de Dios, sino el Espíritu de Dios" (I Cor 2:10-11)

En unión con el Padre y el Hijo, el Espiritu Santo reparte sus dones

24. El, en los profetas, anunció a Cristo; él actuó en los apóstoles; él, hasta el día de hoy, sella las almas en el bautismo. El Padre se da al Hijo, y el Hijo comunica de sí mismo al Espíritu Santo42. Es el mismo Jesús, no yo, quien lo dice: "Todo me ha sido entregado por mi Padre" (Mt 11:27). Y del Espíritu Santo dice: "Cuando venga él, el Espíritu de la verdad,... El me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros" (Jn 16:13-14). El Padre, a través del Hijo y juntamente con el Espíritu, lo da todo. No son unos los dones del Padre, otros los del Hijo y otros los del Espíritu Santo. Pues una es la salvación, una la potestad y una la fe, único es Dios Padre, único es su Hijo y único es el Espíritu Santo Paráclito. Y bástenos saber estas cosas. No indagues afanosamente la naturaleza o la sustancia. Pues, si es algo que se hubiese escrito, lo diríamos. Pero no nos atrevamos con lo que no ha sido escrito. Para nuestra salvación nos basta saber que existen el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Sobre los setenta ancianos que ayudaron a Moisés

25. Este Espíritu descendió, en tiempo de Moisés, sobre los setenta ancianos. (Pero que la amplitud del discurso, carísimos, no os cause tedio. El mismo del que hablamos nos dé fuerza a cada uno de nosotros, a los que hablamos y a los que oís.) Este Espíritu, como decía, descendió sobre aquellos setenta ancianos que estaban bajo Moisés. Pero esto te lo digo para probar que todo lo conoce y todo lo obra como quiere. Fueron seleccionados setenta ancianos. "Bajó Yahvé en la nube y le habló. Luego tomó algo del espíritu que había en él y se lo dio a los setenta ancianos" (Núm 11:25). Y no fue dividiendo al Espíritu, sino que cada uno recibió algo de su gracia, distribuida según su capacidad y su potestad. Los presentes eran de hecho sesenta y ocho, y profetizaron, pero no estaban Eldad y Medad. Pero para que quedase claro que no era Moisés el que concedía nada, sino que era el Espíritu el que obraba, también profetizaron Eldad y Medad, que habían sido llamados, pero no habían acudido (cf. Núm 11:26-30).

El mismo signo de la imposición de las manos para la antigua y la nueva Alianza

26. Se asombró de ello Josué, hijo de Nun, sucesor de Moisés, y acercándose a Moisés le dice: "¿Has oído que Eldad y Medad están profetizando?" Fueron llamados y no vinieron. "Mi señor Moisés, prohíbeselo" (11:28). Pero él le dijo: No se lo puedo prohibir, pues es una gracia celestial. No se lo impediré, pues también yo tengo esa gracia. No creo que tú hayas dicho esto movido por la envidia. No te consumas de celo por mí porque ellos hayan profetizado mientras tú todavía no profetizas. Aguarda un tiempo: "¡Quién me diera que todo el pueblo de Yahvé profetizara porque Yahvé les diera su espíritu!" (11:29). Proféticamene añadió lo de "porque les diera su espíritu." Pues ciertamente tampoco lo ha dado ahora, y tú no lo tienes todavía. Entonces, ¿no lo tuvieron Abraham, Isaac, Jacob y José? ¿Es que acaso no lo tuvieron los que vivieron antes de él? Sin embargo, es muy claro aquello de "cuando Dios les diera su espíritu," que es como si dijera: a todos. Y, no obstante, el don de la gracia es ahora privado y restringido, mientras que entonces se había derramado y abundaba. En realidad, se quería decir lo que nos habría de suceder en Pentecostés, pues también él descendió entre nosotros. Pero también anteriormente había descendido sobre muchos. Pues está escrito: "Josué, hijo de Nun, estaba lleno del espíritu de sabiduría, porque Moisés le había impuesto las manos" (Dt 34:9). Ves el mismo signo en todas partes, en la antigua y en la nueva Alianza. En tiempo de Moisés se concedía el espíritu por la imposición de manos. A ti, que serás bautizado, ha de venir la gracia. No te digo de qué modo ni te anticipo el momento43,

Presencia del Espíritu en personajes de la antigua Alianza

27. El vino también a todos los justos y profetas. Me refiero a Enós, Henoc, Noé y los demás, Abraham, Isaac y Jacob. Que también José tuvo el espíritu de Dios (cf. Gén 41:38), es algo que ya había descubierto el mismo Faraón. Ya oíste acerca de Moisés y de las cosas admirables que hizo por el Espíritu. También lo tuvieron el fortísimo Job y todos los santos, aunque no mencionemos ahora los nombres de todos. El fue el que, en la construcción del Tabernáculo llenó de sabiduría a Besalel y a sus hábiles compañeros (Ex 31:1-6).

28. En la fuerza de este Espíritu, según lo que tenemos en el libro de los Jueces, fue juez Otoniel (Juec 3:10), se vio fortalecido Gedeón (6:34) yJefté consiguió la victoria (11:29). Débora, mujer, entabló batalla (4-5) y Sansón, cuando todavía obraba con justicia y no contristaba al Espíritu, realizó cosas superiores a las fuerzas humanas44. En los libros de los Reyes encontramos claramente, acerca de Samuel y David45, cómo profetizaban en el Espíritu Santo y eran jefes de profetas. Y a Samuel se le llamaba "vidente" (I Sam 9:9-11). Pero David dice elocuentemente: "El espíritu de Yahvé habla por mí" (2 Sam 23:2). Y, en los Salmos: "No retires de mí tu santo espíritu" (51:13). Y a su vez: "Tu espíritu que es bueno me guie por una tierra llana" (143:10). Y, como tenemos en las Crónicas, con el Espíritu Santo fueron agraciados Azarías, bajo el rey Asá, y, bajo Josafat, Yajaziel (2 Cró 15:1; 20:14). Y también Zacarías, que fue lapidado (2 Cró 24:20-21; cf. Mt 23:35 ss). Y Esdras dice: "Tu Espíritu bueno les diste para instruirles" (Neh 9:20)46. Acerca de Elías, el que fue tomado, y de Eliseo, ambos portadores del Espíritu y realizadores de cosas admirables, es cosa clara -aunque ahora lo pasemos por alto- que estuvieron llenos del Espíritu Santo.

Y en otros profetas

29. Y si alguien recorre los libros tanto de los doce47 como de los demás profetas, encontrará muchísimos testimonios acerca del Espíritu Santo. Miqueas dice: "Yo, en cambio, estoy lleno de fuerza por el espíritu de Yahvé" (Miq 3:8). Y Joel: "Sucederá después de esto que yo derramaré mi Espíritu en toda carne" (3:1). Y Ageo dice: "... según la palabra que pacté con vosotros a vuestra salida de Egipto, y en medio de vosotros se mantiene mi Espíritu: no temáis" (2:5). De modo semejante, Zacarías: "No obstante, acoged mis palabras y mis mandatos, que yo prescribo en mi Espíritu a mis siervos los profetas" (Zac 1:6 LXX). Y así, otras cosas.

En Isaías y Ezequiel

30. También Isaías, el predicador elocuentísimo: "Reposará sobre él el Espíritu de Yahvé: espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor de Yahvé. Y le inspirará en el temor de Yahvé" (11:2-3). Con ello quiere decir que él (el Espíritu) es uno e indivisible, pero son diversos los efectos que produce. Y también: "He aquí mi siervo a quien yo sostengo, mi elegido en quien se complace mi alma. He puesto mi espíritu sobre él (Is 42:1). Y también aquello: "Derramaré mi espíritu sobre tu linaje (44:3). Y además: "Ahora el señor Yahvé me envía con su espíritu" (48:16). O bien: "En cuanto a mí, esta es la alianza con ellos, dice Yahvé. Mi espíritu que ha venido sobre ti..." (59:21)49. Y, a su vez: "El espíritu del Señor Yahvé está sobre mí, por cuanto que me ha ungido Yahvé..." (61,1)49. Y también, hablando en contra de los judíos: "Mas ellos se rebelaron y contristaron a su Espíritu Santo" (Is 63:10) y: "¿Dónde está el que puso en él su Espíritu Santo?" (63:11).

También tienes en Ezequiel — si no estás ya cansado de escuchar — lo que ya se ha recordado: "El espíritu de Yahvé irrumpió en mí y me dijo: "Di: Así dice Yahvé"" (Ez 11:5). Pero el "irrumpió sobre mí" se ha de entender correctamente, como queriendo designar la caridad y la clemencia. De modo semejante a como Jacob, una vez que encontró a José, "se echó a su cuello" (Gén 46:29) y como, en los evangelios, aquel padre amantísimo, al ver a su hijo de vuelta, "conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente" (Lc 15:20). Y, también en Ezequiel: "El espíritu me elevó y me llevó a Caldea, donde los desterrados, en visión, en el espíritu de Dios" (Ez 11:24). Y otras cosas ya las oíste antes, cuando hablamos del bautismo50: "Os rociaré con agua pura... y os daré un corazón nuevo, infundiré en vosotros un espíritu nuevo" (36:25-26). Y, poco después: "La mano de Yahvé fue sobre mí y, por su espíritu, Yahvé me sacó" (37:1).

En Daniel

31. El infundió la sabiduría en el alma de Daniel, de modo que un joven fuese juez de ancianos. La casta Susana había sido condenada como impúdica. Nadie la defendía. ¿Quién la habría arrebatado de la mano de los jefes? Era llevada a la muerte y ya estaba en manos de los verdugos (Dan 13:41-45). Pero se presentó su auxiliador, el Paráclito, el Espíritu que santifica a toda criatura inteligente. "Manténte ahí," le dijo a Daniel. "Tú, que eres joven, arguye a los viejos manchados por la corrupción de pecados de jóvenes. Pues está escrito: "Suscitó el santo espíritu de un jovencito" (13:45). Y, resumiendo brevemente, por la sentencia de Daniel se salvó aquella muchacha pura. Este caso lo hemos resumido, pues no hay tiempo de exponerlo todo. Incluso Nabucodonosor reconoció que en Daniel estaba el Espíritu Santo, pues se refirió a él como "Daniel..., en quien reside el espíritu de los dioses santos" (Dan 4:6)51. Dijo una cosa verdadera y otra falsa. Que tenía el Espíritu Santo era verdad, pero no que era "jefe de los magos." Pues no era mago, sino conocedor de las cosas por el Espíritu. De hecho, antes (Dan 2:31ss.) había explicado la visión de la imagen que había visto y que no entendía. "Explícame, dice, la visión, que yo, que la vi, no la entiendo." Ves ahí la potencia del Espíritu Santo, porque quienes vieron no entienden, y los que no vieron conocieron e interpretaron.

En la siguiente catequesis se hablará del Espíritu Santo en el Nuevo Testamento

32. Estaríamos inclinados a recoger muchos testimonios del Antiguo Testamento y a explicar con más claridad lo que atañe al Espíritu Santo. Pero queda poco tiempo y es aconsejable que no tengáis tanto que escuchar. Por lo cual, contentos con lo mencionado de la antigua Alianza, volveremos, si Dios lo permite, en la catequesis siguiente a lo que falta del Nuevo. El Dios de la paz, os regale a todos con los bienes espirituales y celestiales por medio de Nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu (cf. Rom 15:30). A él sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén52.

1. La presente catequesis y la siguiente, que se tuvieron durante la Semana Santa o alrededor de ella, son un excelente testimonio del progreso de la conciencia teológica de la Iglesia sobre el Espiritu Santo, al que en todo momento, aún distinguiéndolo claramente, se le equipara en dignidad con el Padre y el Hijo. La catequesis suministra amplia información sobre opiniones y corrientes heréticas en torno al Espiritu Santo, pero expone también positivamente la enseñanza de la Escritura sobre él. En este aspecto, la catequesis está dedicada más que nada al Antiguo Testamento, mientras que la XVII expone principalmente la doctrina neotestamentaria.

2. Se reproduce la cita de Mt 12:32 tal como la trae el texto de Cirilo. Pero el texto completo del versículo es: "Y al que diga una palabra contra el Hijo del hombre, se le perdonará; pero al que la diga contra el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este mundo ni en el otro." Al interpretar el versículo, no debe partirse de si es que acaso hay o no hay pecados que no pueden perdonarse, sino desde el problema de una posible cerrazón existencial del hombre. En este momento -y se expondrá a lo largo de esta catequesis y de la siguiente- se está partiendo de que el acceso del hombre a Jesucristo (y por él al Padre) no se hace con los ojos de la carne ni con la inteligencia sino en virtud de la acción del Espíritu, que en el plan de la salvación -independientemente de que el hombre sea o no sea consciente de ello- es el que hace mediante la gracia que el hombre acceda a Dios y a la salvación que él le ofrece. El que "blasfema contra el Espíritu" cerrándose así a la acción de Dios en él -que uno sea reflexivamente consciente o no de la obra de Dios en él es cuestión secundaria-, se cierra así el camino de la salvación hacia su existencia. Se trata de algo que debe tenerse en cuenta al menos como advertencia..

3. En un lenguaje algo amplio, es una confesión clara de la fe trinitaria. En cuanto al Padre y al Hijo, la frase recuerda I Cor 8:6: "Para nosotros no hay más que un solo Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas y por el cual somos; y un solo Señor, Jesucristo, por quien son todas las cosas y por el cual somos nosotros." Las catequesis XVI y XVII pretenden hablar del Espiritu Santo de modo que en los oyentes quede equiparado, en su dignidad, al Padre y al Hijo. Se expresa así la madurez de la conciencia dogmática de la Iglesia.

4. Mt 3:16 (Mc 1:10; Lc 3:22) muestran esta unión de Jesús con el Espiritu, del mismo modo que también aparece unido al Padre. Es a partir de ahí como Jesús comenzará su actividad pública.

5. Según parece, en algunos momentos históricos hablaron algunos, para el Antiguo y el Nuevo Testamento, de varios "Padres," varios "Cristos" y varios "Espiritus," aunque son cosas demasiado alejadas de nuestra mentalidad. Ver distintos testimonios acerca de los marcionitas, maniqueos, gnósticos, etc. en PG 33,921-922, nota 3.

6. Estas palabras de Mt 28:19 reflejan probablemente, escritas decenios después del Jesús terreno, una fórmula del bautismo expresamente trinitaria y que quizá no puede entenderse como locución literal de Jesús. Pero ello no es un inconveniente si se tiene en cuenta tanto 1) el valor de todos los textos de la Escritura, la cual tiene valor de Palabra divina sin que necesariamente tenga que levantar acta de exactitudes históricas, como 2) la rectitud del empleo de una fórmula trinitaria en la acción de bautizar.

7. Marción (ca. 85-ca. 160) había defendido una oposición total entre un Dios del Antiguo Testamento, rígido, legalista y justiciero, y el Dios del Nuevo Testamento, reflejado sólo en la teología de Pablo y en lo que de ésta se encuentra en Lucas. Marción era un talento organizador y su predicación ofrecía un riguroso sentido de la moralidad, caracteristicas ambas que, junto con su fuerte personalidad, le proporcionaron numerosos seguidores. Fue excomulgado, al llegarse a la convicción de la falta de relación de sus enseñanzas con la fe apostólica, en Roma el año 144.

8. La fe y la piedad que se dirigen al Padre, al Hijo y al Espiritu Santo, puesto que los tres no deben separarse, se dirigen a un Dios único.

9. Sabelio es el último y más importante defensor de lo que desde el s. xix se ha llamado "modalismo," según el cual no habría en el único Dios más que una hypóstasis, en realidad el Padre, y de la que el Hijo y el Espiritu Santo no serian más que otros modos de manifestarse.

10. El edificio se encontraba sobre el monte Sión y seria la más antigua de las iglesias cristianas de la ciudad de Jerusalén. Cirilo explica a continuación cómo se podia haber pensado en esa iglesia para hacer allí las catequesis sobre el Espíritu Santo, pero se ha mantenido la unidad de lugar.

11. Traducimos por "persona," clásica en la tradición occidental, la expresión "hipóstasis," característicamente griega, aunque ésta refleja más exactamente lo que se quiere decir y es la empleada por los documentos de los concilios ecuménicos que abordaron las cuestiones cristológicas y trinitarias.

12. Ireneo de Lyón, nacido posiblemente en Asia Menor alrededor del año 140 y muerto como obispo de Lyón hacia el año 202, es Padre de la Iglesia y el teólogo más importante del siglo II. Sus obras, la célebre Contra las herejías y la Demostración de la predicación apostólica, tienen un fuerte carácter polémico y apologético. Sin embargo, esto no obsta a que en Ireneo pueda observarse una espléndida síntesis de las verdades de la fe en cuanto a la doctrina trinitaria, cristología, antropología teológica, escatología y eclesiología.

13. Es algo exagerada la descripción que la catequesis hace de Simón. Sobre la historia y los problemas de este personaje, cf Hech 8:9-24.

14. Las enseñanzas del gnóstico Valentín (s. ll) han sido muy estudiadas por Antonio Orbe. Dentro de la complejidad del tema puede orientar, entre otras obras de este último, su Introducción a la teología de los siglos II y lll, Salamanca 1988.

15. Vid. nota 7. La atribución a Marción de la afirmación de tres dioses puede resultar exagerada por la polémica, pero se refiere al Padre, al diablo (como principio del mal) y al Dios de los judíos. Naturalmente sólo el primero le interesa a Marción.

16. En su afán por desvincular el Nuevo Testamento del Antiguo, Marción procuró editar el primero sin las citas del segundo. Se pretende así conseguir que Cristo sea una novedad absoluta frente a la antigua Alianza.

17. Cf la obra de A. Orbe citada en nota 14.

18. De origen frigio, en el NO. de Asia Menor, Montano es el promotor, en el siglos II, de lo que se llamó montanismo, secta que valoraba en la Iglesia a los profetas por encima de los obispos. Además del mismo Montano, antiguo sacerdote de Cibeles convertido al cristianismo, se sintieron poseídas del mismo don profético que él sus dos seguidoras Maximila y Priscila. La secta también se caracterizaba por su moral muy austera. La hicieron desaparecer las duras leyes civiles que se dictaron contra ella a partir del s. v. Un célebre montanista fue Tertuliano, autor de importantes obras teológicas católicas antes de su paso a la secta.

19. Vid. anteriormente, núm. 6 y, más arriba, cat. IV, nota 34.

20. Vid. Procatequesis, núms. 2 y 4.

21. Del nombre de Simón Mago viene "simonía," que es el nombre que en la historia de la Iglesia se ha dado a los intentos de obtener poder eclesiástico mediante la oferta de dinero u otros beneficios.

22. "Como dice la Escritura: de su seno correrán ríos de agua viva." La afirmación de que de él brotarán ríos de agua viva se puede aplicar al que crea enJesús, pero quizá sobre todo al mismo Jesús: es de su seno del que brotarán los ríos de agua viva, afirmación que se hace en referencia a la Escritura, es decir, al Antiguo Testamento. La Biblia de Jerusalén lo explica así: "Promesa que se ha de vincular a la liturgia de la fiesta de las Tiendas, que comprendía oraciones para pedir la lluvia, ritos conmemorativos del milagro del agua, Ex 17:1-7; cf. 1 Cor 10:4, y lecturas de profecías que anunciaban la fuente que debía regenerar a Sión, Zac 14:8; Ez 47:1 s; cf. Jn 4:1 ss.."

23. El don de la castidad

24. También puede entenderse aquí la limosna.

25. Cf. lo anteriormente dicho en cat. 14, nota 20.

26. En el original griego se entiende mucho mejor la explicación de Cirilo, pues a Aarón y los otros los califica de christós -que es la palabra griega para decir "ungido"-, de donde puede salir la posible confusión con el nombre de Cristo, el Salvador, el ungido por antonomasia.

27. Curiosamente, en hebreo (ruah) y en griego (pueuma) la misma palabra se emplea para indicar "viento" y "espiritu" (o "Espíritu"). En español, "espíritu" está en el mismo grupo que respirar, inspirar, expirar que tienen relación con la acción del aire. A este respecto son dignas de tenerse en cuenta las afirmaciones de Gén 2:7, donde la acción de Dios al crear al hombre se completa con el hecho de que "insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente." Por otra parte, y de modo general -sobre ello habrá que volver-, en la Escritura se entiende con frecuencia la acción del Espiritu como la de quien completa la obra creadora. Sobre ello, se volverá más adelante.

28. Zac 12:1b describe a Dios como "el que despliega los cielos, funda la tierra y forma el espiritu del hombre en su interior." Cf. Is 42:5.

29. El texto de los LXX favorece esta traducción, que también puede hacerse (siguiendo a la Biblia de Jerusalén) de este modo: "Tomas por mensajeros a los vientos, a las llamas del fuego por ministros." La primera traducción responde más al ámbito cultural griego.

30. La misma explicación de Cirilo, "es decir, son espirituales," de las palabras de Jn 6:63 hace ver que "las palabras que os he dicho son espíritu y son vida" puede entenderse en referencia al Espíritu Santo o quizá simplemente entendiendo que las palabras de Jesús son aliento vital para el que las acepta.

31 Cf. cat. 17, núms. 27,28, etc.

32. Sobre la identidad de las palabras "viento" y "espíritu" en hebreo y griego, cf. la nota 27. El original griego habla aquí de "pneuma" de borrasca: espíritu, viento, soplo... De ahí el posible juego de palabras.

33. El criado de Eliseo.

34. El Sal 139 ensalza el hecho de que a Dios nada se le oculta del interior del hombre. Siempre han sido muy citados, por ejemplo, los vv. 7-8: "¿A dónde iré yo lejos de tu espiritu, a dónde de tu rostro podré huir? Si hasta los cielos subo, allí estás tú, si en el sheol me acuesto, allí me encuentras." El conocimiento de los hombres — en este caso del ocultamiento que hacen — — que se atribuye a Pedro y Eliseo en los casos del criado de este último y del engaño practicado por Ananías y Safira es como una gracia de estado que el Espiritu Santo concede a la mente profética de Pedro y Eliseo. En éstos se da una situación semejante a aquella en que puede encontrarse a veces un catequista en relación con su catecúmeno. En parte, se trata de casos de discernimiento de espiritus o de valoración, desde el punto de vista de la fe, de situaciones reales.

35. En este caso, a los profetas escritores.

36. Se refiere a que el Espíritu Santo le sugiere la virginidad. Lo que el párrafo menciona es el matrimonio rato que no llega a consumarse y por tanto, puede no ser definitivo. Se ha preferido una traducción menos literal, aunque la estimamos más comprensible. Al pie de la letra, sería: "¿Acaso muchas veces no sucede que una muchacha huye cuando ya está dispuesta para los tálamos nupciales...?"

37. Se piensa en la tarea que realiza el que practica un exorcismo.

38. Sab 6:16 cuadra bien en el contexto de la acción interior del Espíritu Santo, si bien en el texto bíblico se refiere a la sabiduría: "Ella misma va por todas partes buscando a los que son dignos de ella; se les muestra benévola en los caminos y les sale al encuentro en todos sus pensamientos."

39. La semántica, el significado de "Paráclito" nos remite a "parákalein," llamar junto a, "ad-vocare’’ Paráclito significa, pues, el "llamado junto a," como abogado (ad-vocatus) para que ayude, etc. Es el sentido de la misión del Espíritu Santo junto al que cree en Jesucristo.

40. Vid. más arriba, cat. 15, notas 13,45,46.

41. Cf. Hebr 1:14: "¿Es que no son todos ellos espíritus servidores con la misión de asistir a los que han de heredar la salvación?"

42. Esa afirmación representa de algún modo la vida interna de Dios: el Padre engendra al Hijo (y el Hijo procede así del Padre). El Espiritu procede del amor entre el Padre y el Hijo. La tradición teológica de la Iglesia de Occidente ha señalado, especialmente a partir del influjo de la teología carolingia, que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo. De este modo se añadió al Credo de la Iglesia latina la célebre expresión Filioque ("y del Hijo"). Este añadido, más que en una justificación teológica directa, tiene su origen en el interés por señalar, en contra de la concepción arriana, la igualdad del Padre y el Hijo en cuanto a su dignidad, y así, en este caso, se afirma que el Espíritu Santo proviene de ambos (los teólogos han llamado "procesiones" al hecho de que el Hijo procede del Padre, y el Espiritu Santo del Padre y del Hijo). La tradición oriental, por su parte, ha preferido expresarse diciendo que el Espíritu Santo proviene del Padre a través del Hijo. Esto, dejando de lado la polémica antiarriana -que ya no debería ser necesaria- es quizá incluso más exacto. Se expresa así más adecuadamente que el Hijo es mediador también del Espiritu Santo y, a la vez, que es el Espíritu Santo el que nos lleva a Jesucristo (cf. I Cor 12:3) y, a través de él, al Padre. En último término es una concepción incluso más cristocéntrica y expresa asimismo con mayor claridad que el Padre está en el comienzo de todo. Cirilo de Jerusalén entra, como es lógico, dentro de la concepción teológica trinitaria oriental. Una aceptable exposición práctica de la relación entre Padre, Hijo y Espiritu Santo se da, tomando como base diversos datos bíblicos, en cat. XVII, núm. 19.

43. Los sacramentos de la iniciación cristiana, con los que culminará la presente catequización, serán el objeto de las catequesis 19-23.

44. La historia de Sansón, en Juec 13-16.

45. En la denominación cristiana antigua, los libros I y 2 Sam son denominados I y 2 Re, mientras que nuestros I y 2 Re son allí 3 y 4 Re.

46. También en la denominación antigua Neh es llamado 2 Esd.

47. Los llamados "profetas menores," desde Oseas a Malaquías.

48. Is 59:21, tal como lo transcribe Cirilo. Pero el texto bíblico prolonga la frase: "... Mi espiritu que ha venido sobre ti y mis palabras que he puesto en tus labios no caerán de tu boca ni de la boca de tu descendencia ni de la boca de la descendencia de tu descendencia, dice Yahvé desde ahora y para siempre."

49. En Lc 4:18-19 se aplico Jesús a si mismo el versículo completo 61,1.

50. Vid. caí. 3, núm. 15.

51. En la manera de expresarse, Nabucodonosor habla como el pagano que todavía es. Nabucodonosor, dando además a Daniel el nombre de Beltsassar (Dan 4:5), se dirige a él como "jefe de los magos."

52. Sobre un posible añadido a esta catequesis, según códices, puede verse PG 33,963-966. Pero no hemos creído necesario reproducir aquí este texto.

 

XVII. El Espíritu Santo (II).

Pronunciada en Jerusalén, termina lo que quedaba acerca del Espíritu Santo. La lectura se toma de la Primera epístola a los Corintios: "Porque a uno se le da por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro palabra de ciencia..." (I Cor 12:8 ss.).1

Nos detendremos en puntos fundamentales del Nuevo Testamento

1. En la catequesis precedente ofrecimos, en cuanto lo permitieron nuestras fuerzas, una pequeña parte de los testimonios referentes al Espíritu Santo. En la presente, en cuanto se nos permita, tocaremos, si Dios quiere, lo que nos queda, es decir, lo referente al Nuevo Testamento. Ya entonces, para no excedernos en el hablar, pusimos límites a nuestra tarea — pues nunca se acabaría de hablar del Espíritu Santo — y ahora daremos cuenta de una pequeña parte de lo que resta. No pretendemos ingenuamente cubrir lo poco que diremos con la multitud de lo que puede extraerse de la Escritura. Tampoco utilizaremos hoy razonamientos e invenciones humanas — no debe hacerse —, sino que nos bastará traer a la memoria las sentencias de la Sagrada Escritura. Es el procedimiento más seguro según el bienaventurado apóstol Pablo, que dice "... de las cuales también hablamos2, no con palabras aprendidas de sabiduría humana, sino aprendidas del Espíritu, expresando realidades espirituales en términos espirituales" (1 Cor 2:13). Hacemos cosas semejantes a los viandantes y navegantes, los cuales, teniendo en mente la meta de un larguísimo camino, se apresuran adrede, pero acostumbran, por la limitación humana, a detenerse en las distintas ciudades y puertos.

Un solo Dios Padre, un solo Hijo, un solo Espíritu Santo

2. Pues aunque se han dado divisiones a la hora de disputar acerca del Espíritu Santo, él permanece no obstante indiviso, puesto que es único y el mismo. Igualmente cuando hablábamos del Padre, mencionábamos, por un lado, el sumo y único poder de su persona, y por otro, cómo se llamaba "Padre" y "Todopoderoso" y, además, creador de todas las cosas3 pero esta distribución de las catequesis no significaba una división de la fe. Era único tambien el propósito de la piedad y de nuestra religiosidad cuando hablábamos del Hijo unigénito de Dios, cuando enseñábamos tanto lo que se refiere a su divinidad como lo que atañe a su humanidad. De este modo cuando distribuíamos en cuestiones diversas lo que había que decir acerca de nuestro Señor Jesucristo, predicábamos una fe indivisa en él. Así, pues, también ahora, aun habiendo dividido las catequesis acerca del Espíritu Santo, es una fe indivisa en él la que anunciamos. Pues el Espíritu Santo es uno y el mismo, pues "todas estas cosas las obra un mismo y único Espíritu distribuyéndolas a cada uno en particular según su voluntad" (1 Cor 12:11), pero él permanece sin división. Pues no hay otro Paráclito que no sea el Espíritu Santo, pero es único e idéntico aunque con diversas denominaciones: vivo y subsistente4, que habla y actúa. Es santificador de todas las criaturas dotadas de razón que Dios ha hecho por medio de Cristo, los ángeles y los hombres.

Diversas denominaciones, pero un solo Espíritu

3. Pero que no crean algunos, por su ignorancia y por la diversidad de denominaciones del Espíritu Santo, que se trata de espíritus diversos, y no de uno único e idéntico, el único que existe. Por ello, la Iglesia Católica, que vela por tu seguridad, transmitió en la confesión de fe que creyésemos "en un único Espíritu Santo Paráclito, que habló por los profetas": para que pudieses darte cuenta de que ciertamente las denominaciones pueden ser muchas, pero Espíritu Santo sólo hay uno. De aquellas muchas denominaciones os hablaremos ahora de algunas.

La relación del Espíritu Santo al Hijo y al Padre

4. Se llama Espiritu según lo que hemos leído: "Porque a uno se le da por el Espíritu palabra de sabiduría" (1 Cor 12:8). Y se le llama Espiritu de Verdad, según lo que dice el Salvador: "Cuando venga él, el Espíritu de la verdad..." (Jn 16:13). También se le llama Paráclito, como también dijo: "... porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito" (16:7). Y que se trata de una única y misma realidad, a la que se denomina con nombres diversos, se explica claramente por lo que inmediatamente diré. Pues ya se dijo que el Espíritu Santo y el Paráclito son el mismo. Pero está igualmente dicho que son lo mismo el Paráclito y el Espíritu de la verdad: "(Y yo pediré al Padre) y os dará otro Paráclito, para que esté con vosotros para siempre, el Espíritu de la verdad" (14:16-17). Y también, "cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré de junto al Padre, el Espíritu de la verdad" (15:26). Se le llama Espíritu de Dios, como está escrito: "He visto al Espíritu que bajaba... sobre él" (Jn 1:32), y, a su vez: "Todos los que son guiados por el espíritu de Dios son hijos de Dios" (Rm 8:14). También se le denomina Espiritu del Padre, como dijo el Salvador: "No seréis vosotros los que hablaréis, sino el Espíritu de vuestro Padre el que hablará por vosotros" (Mt 10:20). Y también Pablo: "Doblo mis rodillas ante el Padre" (Ef 3:14) y, más abajo: "... para que os conceda... que seáis fortalecidos por la acción de su Espíritu" (3:16). Se le llama también Espiritu del Señor, como dice Pedro: "¿Cómo os habéis puesto de acuerdo para poner a prueba el Espíritu del Señor?" (Hech 5:9). Igualmente se le llama Espiritu de Dios y de Cristo, como Pablo escribe: "Más vosotros no estáis en la carne, sino en el Espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no le pertenece" (Ro 8:9). Se le llama asimismo Espiritu del Hijo de Dios, como está dicho: "La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo" (Gál 4:6). Y se le menciona también como Espiritu de Cristo, como ha quedado escrito: "... procurando descubrir a qué tiempo y a qué circunstancias se refería el Espíritu de Cristo" (I Pe 1:11). Y también: "... gracias a vuestras oraciones y a la ayuda prestada por el Espíritu de Jesucristo" (Flp 1:19).

Más denominaciones del Espíritu Santo

5. Además encontrarás otras muchas denominaciones del Espíritu Santo. Pues se le llama Espíritu de santificación, como está escrito: "Según el Espíritu de santidad" (Rm 1:4)5. También se le llama Espíritu de adopción, como dice Pablo: "Pues no recibisteis un espíritu de esclavos para recaer en el temor, antes bien, recibisteis un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace exclamar: "¡Abbá, Padre!" (Rm 8:15). Igualmente se le llama Espiritu de revelación, según está escrito: "... os conceda (el Dios de nuestro SeñorJesucristo) espíritu de sabiduría y de revelación para conocerle perfectamente" (Ef 1:17). También se le menciona como Espiritu de la Promesa, como se dice en el mismo lugar: "En él también vosotros, tras haber... creído también en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la Promesa" (1:13). Se le llama también Espíritu de gracia, cuando a su vez, dice: "el que... ultrajó al Espíritu de la gracia" (Hebr 10:29). Y también se le denomina con otras muchas denominaciones del mismo modo. Oíste claramente también en la catequesis precedente que a él en los Salmos se le llama a veces "bueno" y, a veces, "generoso" (51,14). Y en Isaías se le ha llamado "espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor del Señor" (Is 11:2). De todo lo cual se deduce, tanto de lo anterior como de lo que hemos dicho ahora, que realmente son distintas las denominaciones, pero el Espíritu Santo es uno y el mismo, vivo y subsistente, siempre presente juntamente con el Padre y el Hijo. No es proferido mediante palabras por la boca o los labios del Padre o del Hijo, ni mediante ninguna expiración ni tampoco es echado al aire, sino que subsiste en sí mismo6, hablando y actuando él mismo, dispensador y santificador. No es dispensación con desgarro, sino en la concordia, y es la única que da la salvación, la cual procede — como ya dijimos —, del Padre, el Hijo y Espíritu Santo. Quiero que recordéis lo que hace poco dijimos7 y que claramente os deis cuenta de que no se trata, en la Ley y los Profetas, de un Espíritu y de otro distinto en los Evangelios y en los Apóstoles. Sólo hay un único e idéntico Espíritu Santo, que inspiró las Sagradas Escrituras tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.

El Espíritu Santo hizo posible la concepción virginal de María

6. Este es el Espíritu Santo que vino a Santa María Virgen. Pues como se trataba de engendrar a Cristo, el Unigénito, la fuerza del Altísimo la cubrió con su sombra y el Espíritu Santo, acercándose hasta ella (cf. Lc 1:35), la santificó para esto, para que pudiese tener en su interior a aquel por quien todo fue hecho. No tengo necesidad de muchas palabras para que entiendas que esta gestación estuvo libre de toda mancha y contaminación, pues ya lo aprendiste (cf. cat. 12, núm. 25). Gabriel es quien a ella le dijo: soy mensajero y pregonero de lo que ha de suceder, pero yo no participo en la operación. Pues aunque sea arcángel, soy conocedor de mi orden y de mi oficio. Yo te anuncio la alegría, pero no es por gracia mía por lo que darás a luz: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios" (Lc 1:35).

El Espiritu Santo en Isabel, Zacarías y Simeón

7. Este Espíritu Santo mostró su eficacia en Isabel. Pues no sólo actuó con las vírgenes, sino también entre cónyuges con tal que se trate de un matrimonio legítimo. "E Isabel quedó llena de Espíritu Santo" (Lc 1:41) y profetizó. Y la preclara sierva dijo de su Señor: "¿De dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?" (1:43). Pues Isabel la llamó bienaventurada (1:45). Lleno del mismo Espíritu, también Zacarías, padre de Juan, profetizó diciendo cuántos bienes causaría este Unigénito, añadiendo además que Juan sería, por su bautismo, precursor suyo. También Simeón el justo fue advertido por el Espíritu Santo de que no vería la muerte antes de contemplar al Mesías del Señor y, recibiéndolo en sus brazos, dio testimonio públicamente en el Templo en lo que a él le tocaba (cf. Lc 2:25-35).

Juan Bautista y el Espíritu Santo

8. Juan, por su parte, que había sido lleno por el Espíritu Santo desde el seno de su madre (Lc 1:5), fue santificado en orden a bautizar al Señor, no porque él comunicase el Espíritu sino porque anunciaba al que sí lo comunicaba. Pues dice: "Yo os bautizo con agua para conversión; pero el que viene detrás de mí... él os bautizará en Espíritu Santo y fuego" (Mt 3:11). "En fuego," ¿por qué? Porque en lenguas de fuego tuvo lugar el descenso del Espíritu Santo. Acerca de lo cual dice el Señor con alegría: "He venido a arrojar un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera encendido!"

El Espíritu Santo en el bautismo de Jesús

9. Este Espíritu Santo descendió al ser bautizado el Señor (Mt 3:16) para que no quedase oculta la dignidad del que se bautizaba, según lo que dice Juan: "El que me envió a bautizar con agua, me dijo: Aquel sobre quién veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo (Jn 1:33). Pero mira lo que dice el evangelio: "Se abrieron los cielos." Abiertos por la dignidad del que descendió. Dice: "Se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba en forma de paloma y venía sobre él." (Mt 3:16). Se trataba de un descenso por su propia iniciativa8. Pues era conveniente, como algunos han interpretado, que las primicias y los dones del Espíritu Santo, que se otorgan a los bautizados, se mostrasen en primer lugar en la humanidad del Salvador, que es quién tal gracia confiere9.. Descendió en forma de paloma — como dicen algunos, pura, inocente y sencilla —, cooperando con sus oraciones en favor de los nuevos hijos y del perdón de sus pecados, mostrando así la imagen y el ejemplo10. De este modo se había predicho, en forma misteriosa, que el Mesías habría de manifestarse de esa manera. Pues en el Cantar de los Cantares se exclama acerca del Esposo: "Sus ojos como palomas junto a arroyos de agua" (Cant 5:12)11.

El Arca de Noé, la paloma, el bautismo, el Espíritu Santo12

10. Según algunos, una imagen de esa paloma venía ofrecida en parte por aquella de la que se cuenta en la historia de Noé (Gén 8:8 ss.). Pues en aquellos tiempos llegó a los hombres, a través de la madera y el agua, la salvación y el comienzo de la nueva humanidad. La paloma volvió a Noé al atardecer, llevando un ramo de olivo (Gén 8:11). Así, dicen, fue el Espíritu Santo quien descendio en realidad junto a Noé, el cabeza de esa nueva humanidad. El (el Espíritu Santo) es el que hizo una unidad de las voluntades y el genio de los linajes diversos. De esta diversidad de intereses eran imagen las distintas naturalezas de los animales encerrados en el arca. Y después que él (Cristo) llegó, los lobos espirituales pastan juntamente con las ovejas, porque la Iglesia apacienta al ternero y al toro junto al león (Is 11:6; 65:25). Hoy día vemos que los príncipes del mundo son guiados y enseñados por los hombres de la Iglesia. Por tanto descendió, como algunos interpretan, una paloma inteligible en el momento del bautismo. Así mostraba que era el mismo el que por el leño de la cruz otorga la salvación a los que creen y el que, al atardecer13, habría de traer la salvación mediante su muerte.

El mismo Jesús habla del Espíritu Santo y lo promete a los Apóstoles14

11. Y de estas cosas hay que hablar también bajo otro aspecto. Es necesario oír las palabras del Salvador sobre el Espíritu Santo. Pues dice: "El que no nazca de agua y de Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios" (Jn 3:5). Y sobre que esta gracia viene del Padre dice: ¡Cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!" (Jn 11:13). Y también señala que Dios ha de ser adorado en Espíritu: "Pero llega la hora, y ya estamos en ella, en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren. Dios es espíritu, y los que lo adoran, deben adorar en espíritu y verdad" (Jn 4:23-24). Y también: "Pero si por el Espíritu de Dios expulso yo los demonios..." (Mt 12:28), y poco después, en lo que se sigue: "Por eso os digo: todo pecado y blasfemia se perdonará a los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu Santo no será perdonada. Y al que diga una palabra contra el Hijo del hombre, se le perdonará; pero al que la diga contra el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este siglo ni en el otro" (12:31-32). Y asimismo dice: "Y yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito, para que esté con vosotros para siempre, el Espíritu de la verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no le ve ni le conoce. Pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros y en vosotros está" (Jn 14:16-17). Y también dice: "Os he dicho estas cosas estando entre vosotros. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo eseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho" (14:25-26). Y dice: "Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré de junto al Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí" (15:26). También: "Si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito... y cuando él venga, convencerá al mundo en lo referente al pecado, en lo referente a la justicia y en lo referente al juicio" (16:7-8). Y a su vez, en lo que sigue: "Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir. El me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros" (16:12-15). He leído expresiones del mismo Unigénito, de modo que ya no prestes atención a palabras humanas.

El don parcial del Espíritu Santo, ya el mismo día de la resurrección

12. Otorgó el don del Espíritu Santo a los apóstoles. Pues está escrito: "Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: "Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidas"" (Jn 20:22-23). Esta es la segunda vez que se insufló el Espíritu, puesto que la primera (Gén 2:7)15 había quedado oscurecido por los pecados voluntarios. Ahora se cumplió lo que está escrito: "Ascendió soplándote a la cara, librándote de la aflicción" (Nah 2:2 LXX) . ¿De dónde "ascendió"? De los infiernos16. El evangelio narra, en efecto, que, después de su resurrección, sopló Jesús sobre ellos (Jn 20:22). Realmente les da su gracia en este momento, pero la otorgará después con mayor abundancia. Es como si les dijera: estoy en condiciones de dárosla ahora, pero el recipiente no puede recogerla. Recibid por ahora la gracia que podáis, pero esperad una más amplia. "Por vuestra parte permaneced en la ciudad hasta que seáis revestidos del poder de lo alto" (Lc 24:39). Ahora "recibidla" en parte; más tarde, íntegramente, y seréis completamente portadores de ella. Pues el que "recibe," a menudo sólo tiene en parte lo que se le concede. Pero el que se reviste, se cubre completamente con la estola. No temáis — dice — las armas del diablo y sus dardos, pues seréis portadores de la fuerza del Espíritu Santo. Acordaos de lo que anteriormente decíamos, que no es el Espíritu Santo el que se divide, sino la gracia que él confiere.

La venida del Espíritu en Pentecostés

13. Ascendió, pues, Jesús a los cielos y cumplió su promesa. Pues les había dicho: "Yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito" (Jn 14:16). Estaban sentados a la espera de la venida del Espíritu Santo. "Al llegar el día de Pentecostés" (Hech 2:2), aquí, en esta ciudad de Jerusalén — en realidad, es algo que nos afecta, pues no hablamos de lo que a otros les sucedió, sino de los dones que se nos han concedido a nosotros —, cuando era, digo, Pentecostés, estaban sentados y llegó del cielo el Paráclito: custodio y santificador de la Iglesia, rector de las almas, guía de los arrojados a las olas y a la tempestad, luz de los perdidos, árbitro de los que combaten y corona de los vencedores.

La venida del Espíritu penetra en el interior del alma

14. Y descendió para revestir de su poder y bautizar a los apóstoles. Dice el Señor: "Vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo dentro de pocos días" (Hech 1:5). No es que la gracia se haya dividido o se dé sólo en parte, sino que es una fuerza íntegra y que se ha derramado totalmente. Pues así como el que es bautizado por inmersión queda rodeado de agua por todas partes, así los bautizados en el Espíritu se encuentran totalmente envueltos de él. Por otra parte, el agua se derrama de modo externo al cuerpo, pero el Espíritu penetra y bautiza al alma escondida sin que nada se le oculte. ¿De qué te asombras? Toma el ejemplo de la materia, débil y humilde, pero que puede ser útil a los más sencillos. El fuego, al penetrar en el interior del hierro, todo lo convierte en fuego y hace que hierva el metal frío, comenzando así a brillar lo que era negro y oscuro. Pues bien, si el fuego, una realidad material, al introducirse en el interior del hierro, actúa ahí sin encontrar obstáculos, ¿por qué te asombras de que el Espíritu Santo penetre en el interior del alma?

El acontecimiento de Pentecostés en Hech 2

15. Y para que no se ignorase la grandeza de la gracia que venía, sonó como una trompeta celeste: "De repente vino del cielo un ruido como de una ráfaga de viento impetuoso" (Hech 2:2), que daba así una señal de la venida de aquel que concede a los hombres "obtener con violencia el Reino de Dios" (cf. Mt 11:12). Y hacía que los ojos viesen unas lenguas de fuego y que los oídos oyesen el sonido. Y "llenó toda la casa en la que se encontraban" (Hech 2:2). Aquella casa se convirtió en el receptáculo de una onda inteligible. Los discípulos estaban sentados en el interior y se llenó toda la casa. Fueron bautizados, "sumergidos"17 del todo. de acuerdo con la promesa (cf. Hech 1:5). Se revistieron en el alma y en el cuerpo de un vestidura divina y saludable. "Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo" (2:3). Recibieron un fuego que no abrasaba, sino que era saludable y que, destruyendo las espinas de los pecados, devolvió al alma su brillo y su esplendor. Este es el que pronto habrá de venir a vosotros. Y mientras corta y retira vuestros pecados, que son como espinas, hará resplandecer en mayor medida el fondo de vuestra alma y os dará la gracia, como entonces la dio a los apóstoles. Se posó sobre ellos bajo la apariencia de unas lenguas de fuego, como queriendo redimir sus cabezas con diademas espirituales en forma de lenguas de fuego. En anterior ocasión, una espada de fuego impedía la entrada al paraíso (Gn 3:24). Ahora, una lengua de fuego que procuraba la salvación devolvió aquella gracia.

El don de lenguas

16. "Y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse" (Hech 2:4). El galileo Pedro y Andrés hablan la lengua de los persas o los medos. Juan y los demás apóstoles hablaban en cualquier lengua a gentes que provenían de pueblos diversos. Pues no es ahora cuando ha comenzado a reunirse de todas partes una multitud de gente extranjera, sino que ello sucedió ya desde aquella época. ¿Dónde se encontrará un maestro tan grande que sólo con el ejemplo enseñe a sus oyentes sin haber éstos aprendido previamente su lengua? Muchos años se emplean, mediante la gramática y las demás artes, para sólo aprender a hablar correctamente en griego. Y no todos, sin embargo, lo hablan del mismo modo. Tal vez un rhétor18 consigue hablar hermosamente, pero quizá no un gramático. Y un experto en gramática desconoce tal vez las materias filosóficas. Pero el Espíritu Santo enseñó a la vez muchas lenguas que aquellos hombres no habían aprendido nunca. Esto es realmente una gran sabiduría y una fuerza de Dios. ¿Puede acaso compararse una incultura de tantos años por parte de aquellos con la energía múltiple e inaudita de las lenguas?

El asombro de los creyentes

17. Se produjo estupor en la multitud de los que estaban escuchando (Hech 2:6), una confusión diferente a la confusión que provenía del mal y que se había producido en Babel (cf. Gén. 11:7-9). Pues en aquella se produjo, con la confusión de lenguas, una división de espíritus y voluntades cuando se concibió un proyecto opuesto a Dios19. Pero aquí los pensamientos de la mente fueron reparados y llamados a la unidad, pues eran intereses piadosos los que estaban de por medio. Por los mismos medios por los que se produjo la caída, se produjo también la conversión. De ahí que se admirasen diciendo: "¿Cómo cada uno de nosotros les oímos?" (Hech 2:8). No tiene nada de extraño que lo ignoréis, pues también Nicodemo desconocía la llegada del Espíritu, y a él le fue dicho: "El Espíritu sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va" (Jn 3:8). Y si alguna vez oigo su voz, desconozco de dónde viene. ¿Cómo podré explicar su persona?

El Espiritu Santo es como el vino nuevo de la nueva Alianza

18. "Otros en cambio decían riéndose: "¡Están llenos de mosto!" (Hech 2:13)." Decían la verdad pero en plan de burla. Pues se trataba de un vino verdaderamente nuevo: la gracia de la nueva Alianza. Este era un vino realmente nuevo20, de una viña inteligible, que a menudo, según los profetas, ya había dado fruto y que germinó en el Nuevo Testamento. Pues del mismo modo que, tomando un ejemplo gráfico, la viña permanece siempre la misma, pero según el cambio de las estaciones produce siempre frutos nuevos, así, aún permaneciendo siempre el Espíritu como él es, del mismo modo que manifestó a menudo su fuerza en los profetas, decidió ahora algo nuevo y admirable. Ya anteriormente llegó la gracia a los Padres, pero ahora lo hace en mayor medida. Pues ellos recibían realmente una participación en el Espíritu Santo. Pero en esta ocasión21 fueron bautizados (en él) íntegra y plenamente.

Se cumplen la promesa del Espíritu por Jesús y la profecía de Joel

19. Mas Pedro, que tenía el Espíritu Santo, era plenamente consciente de lo que tenía y dijo: "Judíos y habitantes todos de Jerusalén," que predicáis a Joel pero desconocéis las Escrituras, "no están estos borrachos, como vosotros suponéis" (Hech 2:14-15). Pues están ebrios, pero no como vosotros pensáis, sino según lo que está escrito: "Se sacian de la grasa de tu Casa, en el torrente de tus delicias los abrevas" (Sal 36:9). Están ebrios con sobria ebriedad, la que destruye el pecado y da vida al corazón, completamente distinta a la borrachera del cuerpo. Pues ésta provoca que olvidemos las cosas que sabemos, pero aquella otra otorga incluso el conocimiento de las cosas desconocidas. Están ebrios de vino de la vid inteligible, él que dice: "Yo soy la vid; vosotros los sarmientos" (Jn 15:5). Y si a mí no me creéis, entended por la misma circunstancia de tiempo lo que digo. "Pues es la hora tercia del día" (Hech 2:15). El (Cristo) había sido crucificado a la hora tercia, como dice Marcos (15:25). Ahora también22 envió la gracia. Pues no son distintas aquella gracia y ésta, sino que el que había sido crucificado y se había comprometido, cumplió así su palabra. Si optáis por aceptar este testimonio, oíd lo que dice: "Es lo que dijo el profeta: Sucederá en los últimos días, dice Dios: Derramaré mi Espíritu..." (Hech 2:16-17; cf.Joel 3:1-5). Pero derramaré quiere decir una donación copiosa, pues Dios "da el Espíritu sin medida. El Padre ama al Hijo y ha puesto todo en su mano" (Jn 3:34-35). Y le dio la potestad de conceder la gracia del Espíritu Santísimo a quienes desee. "Derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas" (Hech 2:17)... "y yo sobre mis siervos y sobre mis siervas derramaré mi Espíritu" (2:18; cf.Joel 3:1-2). El Espíritu Santo no hace acepción de personas, pues no busca dignidades sino la piedad del alma. Ni los ricos se endurezcan ni pierdan el ánimo los pobres, sino que simplemente se prepare cada uno para recibir la gracia celestial.

Ante la multitud de datos, reduciremos nuestras pretensiones

20. Son muchas las cosas que hemos tratado hoy y quizá estén fatigados los oídos. Pero quedan todavía muchas cosas y para concluir la enseñanza sobre el Espíritu Santo serían necesarias una tercera e incluso más catequesis Pero concédasenos la venia de todo ello, pues se nos echa ya encima la fiesta de la Pascua. Por consiguiente, hoy todavía hablaremos de ello, pero no podremos mencionar todo lo que hay en el Nuevo Testamento. Y es que nos quedan muchos datos de los Hechos de los Apóstoles, según los cuales la gracia del Espíritu Santo actuó eficazmente en Pedro y también en todos los demás apóstoles. Hay otras muchas cosas en las epístolas católicas y en las catorce epístolas de Pablo, de las que ahora intentaremos deshojar algunas pocas, como tomándolas de un prado inmenso, con la finalidad de traerlas a la memoria.

La fuerza de las palabras de Pedro. Curación del paralítico. Ananías y Safira

21. Pues en la fuerza del Espíritu Santo, por voluntad del Padre y del Hijo, "Pedro, presentándose con los Once, levantó su voz" (según aquello: "Clama con voz poderosa, alegre mensajero para Jerusalén," Is 40:9) y en la red espiritual de sus palabras captó "unas tres mil almas" (Hech 2:41). En todos los apóstoles actuaba una gracia tan intensa que muchísimos de los judíos — que habían crucificado al Mesías — creían y se hacían bautizar en nombre de Cristo, y perseveraban en la enseñanza de los apóstoles y en las oraciones (cf. Hech 2:42). Y en una ocasión en que, por la misma fuerza del Espíritu Santo, Pedro y Juan, a la hora nona, habían subido al templo a orar, sanaron a uno que estaba en la Puerta Hermosa, cojo desde el seno de su madre, hacía cuarenta años (3:110). Así se cumplía lo dicho: "Entonces saltará el cojo como un ciervo" (Is 35:ó). Con la red espiritual de su enseñanza creyeron aquel día cinco mil (Hech 4:4) y declararon convictos de error a los jefes del pueblo y a los sumos sacerdotes. Y ello, no en virtud de su propia sabiduría, pues eran iletrados e ignorantes, sino por la eficacia del Espíritu. Pues está escrito: "Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo..." (Hech 4:8 ss.). Y fue tanta la gracia del Espíritu Santo que se obró por los doce apóstoles en los que habían creído, que éstos eran un solo corazón y una sola alma, pero era común el uso de sus bienes. Pues los que poseían entregaban religiosamente el valor de sus posesiones y ninguno entre ellos pasaba necesidad. Ananías y Safira, que intentaron engañar al Espíritu Santo, hubieron de soportar un castigo adecuado (5: 1-11).

El vigor del Espíritu Santo

22. "Por mano de los apóstoles se realizaban muchas señales y prodigios en el pueblo" (5:12). Y tanta gracia del Espíritu había sido derramada sobre los apóstoles que, aunque eran sencillos, producían temor (pues había quienes no se atrevían a unirse a ellos, aunque el pueblo los alababa). Pero se les añadían "muchedumbres de hombres y mujeres que creían"... "hasta tal punto que incluso sacaban los enfermos a las plazas y los colocaban en lechos y camillas, para que, al pasar Pedro, siquiera su sombra cubriese a alguno de ellos. También acudía la multitud de las ciudades vecinas a Jerusalén trayendo enfermos y atormentados por espíritus inmundos; y todos eran curados" (5:15-16; cf. 5:13) por la fuerza del Espíritu Santo.

Prendimiento y liberación de los apóstoles

23. En otra ocasión los doce apóstoles, arrojados — por anunciar a Cristo — a la cárcel por los príncipes de los sacerdotes, fueron sacados de allí de noche por el Angel23 en contra de lo que se hubiera podido esperar. Y llevados desde el templo al tribunal hasta ellos24, les reprendieron hablándoles valientemente de Cristo. Y cuando añadieron que "Dios dio también el Espíritu Santo a los que le obedecen" (Hech 5:32) y les azotaron con cuerdas, marcharon alegres y no cesaban de enseñar y anunciar la buena noticia de Cristo Jesús (cf. 5:40-42).

La fuerza del Espíritu Santo en el diácono Esteban

24. Pero la gracia del Espíritu Santo no fue eficaz sólo en los doce apóstoles, sino también en los hijos primogénitos de esta Iglesia a veces estéril. Me refiero a los siete diáconos. Estos fueron elegidos, como dice la Escritura, "llenos de Espíritu y de sabiduría" (Hech 6:3). Uno de ellos, Esteban, llamado así dignamente por la corona25, primicia de los mártires, "hombre lleno de fe y de Espíritu Santo" (6:5), "realizaba entre el pueblo grandes prodigios y señales" (6:8). Con él entablaban discusiones algunos, "pero no podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba" (6:10). Atacado con calumnias y llevado a juicio, brillaba con fulgores angélicos. Pues "fijando en él la mirada todos los que estaban sentados en el Sanedrín, vieron su rostro como el rostro de un ángel." Y después de haber refutado, con una sabia apología de sí mismo, a los judíos, de dura cerviz e incircuncisos de corazón y de oídos, y que siempre se resisten al Espíritu Santo (Hech 7:51), "vio la gloria de Dios y al Hijo del hombre que estaba en pie a la diestra de Dios." Pero no lo vio por su propio poder, sino que, como dice la Sagrada Escritura, "lleno del Espíritu Santo, miró fijamente al cielo y vio la gloria de Dios y a Jesús que estaba en pie a la diestra de Dios" (7:55).

En el diácono Felipe. Conversión del eunuco etíope

25. En la misma fuerza del Espíritu Santo, también Felipe, en el nombre de Cristo, expulsaba en alguna ocasión, en una ciudad de Samaria, espíritus inmundos que daban fuertes gritos. Y curó a paralíticos y cojos, y convirtió a Cristo a una gran multitud de aquellos que habían creído (Hech 8:4-8). Habiendo bajado a ellos Pedro y Juan, les hicieron, por la imposición de las manos, partícipes del Espíritu Santo (8:14-17). De lo cual fue merecidamente privado sólo Simón Mago (18-24). En otro momento, llamado por el Angel del Señor a ponerse en camino a causa de aquel piadosísimo eunuco etíope (8:26 ss.), oyó claramente al mismo Espíritu Santo: "Acércate y ponte junto a ese carro" (8:29). Instruyó al etíope y lo bautizó, y envió así hasta Etiopía el mensaje de Cristo, según lo que estaba escrito: "Tienda hacia Dios sus manos Etiopía" (Sal 68:32). Y, arrebatado por un ángel26, anunciaba el evangelio a todas las demás ciudades.

En el apóstol Pablo

26. Del mismo Espíritu Santo estuvo lleno también Pablo, después que fue llamado por Nuestro Señor Jesucristo. Como piadoso testigo de esto tenemos al piadoso Ananías, que se encontraba en Damasco y le dijo a Pablo: "Saúl, hermano, me ha enviado a ti el Señor Jesús, el que se te apareció en el camino por donde venías, para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo" (Hech 9:17). Y él, que actuó rápidamente, devolvió a los ojos cegados de Pablo el uso de la luz, imprimiendo un sello27 en su alma. Lo convirtió así en vaso de elección (cf. Hech 9:15), para que llevase ante los reyes y los hijos de Israel el nombre del Señor que se le había aparecido. Al que antes había sido perseguidor lo convirtió en heraldo y en siervo bueno, que llevó el evangelio desde Jerusalén hasta Iliria; llenó a la Roma imperial con sus enseñanzas y extendió hasta España su voluntad diligente de anunciar el Kerigma28. Abordó, además, mil tareas y realizó signos y prodigios. Pero de momento baste con lo dicho.

El Espiritu Santo ilumina a Pedro

27. En la fuerza, por consiguiente, del mismo Espíritu Pedro en Lidda (actual Dióspolis), devolvió la salud en nombre de Cristo al paralítico Eneas (9:32-35). Y en Joppe levantó de entre los muertos a Tabita (9:36-37), que se dedicaba a hacer buenas obras. Y estando en la parte más alta de la casa, en un éxtasis, vio el cielo abierto y que bajaba como un gran lienzo, en el que había numerosas figuras y animales, de modo que no se pudiera decir que nadie, aunque fuese griego, fuera vulgar o inmundo (10:14-16). Llamado por Cornelio, oyó (Pedro) claramente del mismo Espíritu Santo: "Ahí tienes unos hombres que te buscan. Baja, pues, al momento y vete con ellos sin vacilar, pues yo les he enviado" (10:19-20). Y para explicar con más claridad que también los que creen de entre los gentiles son hechos partícipes de la gracia del Espíritu Santo, al llegar Pedro a Cesarea y enseñar lo que se refiere a Cristo, dice la Escritura acerca de Cornelio y de los que estaban presentes: "Estaba Pedro diciendo estas cosas cuando el Espíritu Santo cayó sobre todos los que escuchaban la Palabra" (10:44), de tal manera que los que habían venido con Pedro de entre los circuncisos se asombraban y, estupefactos, decían: "Que el don del Espíritu Santo había sido derramado también sobre los gentiles" (v. 45)29.

La comunidad de Antioquía y la primera misión de Bernabé y Pablo

28. Y en Antioquía de Siria, ciudad nobilísima, se desarrolló admirablemente el anuncio de Cristo y desde el lugar en que estamos fue enviado a Antioquía, como colaborador de aquella buena obra, Bernabé, "un hombre bueno, lleno de Espíritu Santo y de fe" (Hech 11:24). Al ver una gran mies de creyentes en Cristo, llevó como ayudante a Pablo desde Tarso a Antioquía. Y como hubiesen reunido una gran multitud en la asamblea, todos instruidos en sus mandatos y congregados allí, sucedió que "en Antioquía fue donde, por primera vez, los discípulos recibieron el nombre de cristianos (11:26). En Antioquía derramó Dios de modo muy abundante el Espíritu. Había allí profetas y doctores (13:1), con los cuales también estaba Agabo (12:28). "Mientras estaban celebrando el culto del Señor y ayunando, dijo el Espíritu Santo: "Separadme ya a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los he llamado" (13:2). Entonces, tras haberles impuesto las manos, fueron enviados por el Espíritu Santo (cf. 13:3). Está, pues, claro que el Espíritu que habla y envía, está vivo, tiene subsistencia propia y, como dijimos, actúa con eficacla.

La controversia de Antioquía y el llamado "concilio" de Jerusalén

29. El mismo Espíritu Santo, que, en consenso con el Padre y el Hijo, inspiró en la Iglesia el Nuevo Testamento, nos liberó de las dificiles cargas de la Ley, quiero decir las que se refieren a lo puro e impuro y a los alimentos. Nos liberó de los sábados, de los novilunios y de la circuncisión, las aspersiones y los sacrificios (cf. Rom 8:2; Hech 15:10; Hebr 9:10), las cuales cosas, dadas por un tiempo, eran "una sombra de los bienes futuros" (Hebr 10:1). Pero cuando ha llegado la verdad, adecuadamente han sido suprimidas. Al suscitarse la controversia en Antioquía por parte de quienes decían que era necesario circuncidarse y observar las normas de Moisés, fueron enviados Pablo y Bernabé. Los apóstoles, que se encontraban entonces en Jerusalén, con todo el bagaje de la ley y de las figuras, liberaron a todo el orbe mediante una carta que escribieron. Pero no se atribuyeron a sí mismos la autoridad de un asunto de tanta envergadura, sino que en la epístola declaran: "Nos ha parecido30 al Espíritu Santo y a nosotros no imponernos más cargas que estas indispensables: abstenerse de lo sacrificado a los ídolos, de la sangre, de los animales estrangulados y de la impureza (Hech 15:28-29). Mediante lo que escribieron dieron a entender abiertamente que, aunque aquello lo habían escrito los apóstoles, que eran hombres, aquello era, sin embargo, un mandato del Espíritu Santo y afectaba al mundo entero. Por todo el mundo, tomándolo consigo, lo llevaron Pablo y Bernabé.

La fuerza del Espíritu en los viajes misioneros de Pablo

30. Llegados a este punto de mis palabras, ruego de vuestro amor que me concedáis la venia. Se lo suplico también al Espíritu Santo que habitaba en Pablo, si no me es posible que lo logre todo, tanto por mi debilidad como por la propia fatiga de vosotros que estáis oyendo. Pues, ¿cuándo he explicado dignamente sus hazañas admirables en nombre de Cristo y por obra del Espíritu Santo? Lo sucedido en Chipre con el mago Elimas (Hech 13:5-12) o la curación del tullido en Listra (14:8-10), y lo de Cilicia (15:41), Frigia y Galacia (16:6), Misia (16:8) y Macedonia (16:99 ss.). O también lo de la ciudad de Filipos (16:12 ss.). Me refiero a su predicacción y a la expulsión, en nombre de Cristo, de un espíritu de adivinación (16:16-18). También, tras el terremoto, la salvación que se dio por el bautismo al guardián de la cárcel con toda su casa (16:25-34). Igualmente, lo sucedido en Tesalónica (17:1 ss.) o su discurso entre los atenienses en el Areópago (17:22 ss.). O sus trabajos de enseñanza en la ciudad de Corinto y en toda Acaya (18:1 ss.). ¿Cómo habré de continuar diciendo todo lo que, por medio de Pablo, hizo el Espíritu Santo en Efeso? A él (el Espíritu Santo) lo conocieron, por la enseñanza de Pablo, quienes anteriormente no lo conocían. Pues después de que Pablo les impuso las manos y vino sobre ellos el Espíritu Santo, "se pusieron a hablar en lenguas y a profetizar" (Hech 19:6). Y tanta era la gracia del Espíritu sobre él que no sólo el contacto con él producía la salvación, sino que también los pañuelos y los mandiles que se habían separado de él curaban las enfermedades y se retiraban los malos espíritus (Hech 19:12). Además, los que se habían dedicado a las artes esotéricas "reunieron los libros y los quemaron delante de todos" (19:19).

31. Paso por encima de lo realizado también en Tróade, en Eutico, que, vencido por el sueño, "se cayó del piso tercero abajo" y "lo encontraron ya cadáver" (Hech 20:9), pero fue devuelto sano y salvo por Pablo (cf. 20:10). Paso por alto la profecía que expuso ante los presbíteros de Efeso convocados en Mileto, a los que explicó ampliamente: "Solamente sé que en cada ciudad el Espíritu Santo me testifica que...," etc. (20:23 ss.). Por las palabras "en cada ciudad" hacía Pablo referencia a las cosas admirables que había hecho en cada lugar y que provenían de la acción del Espíritu Santo: por voluntad de Dios y en nombre de Cristo que hablaba en él. Por la fuerza de este Espíritu Santo, Pablo también venía decidido a esta santa ciudad de Jerusalén, aunque Agabo profetizaba por el Espíritu las cosas que le habían de suceder (cf. Hech 21:10). Pero él exponía entre los pueblos su doctrina con la confianza de Cristo. Trasladado a Cesarea (23:23 ss.), sentado en medio de los jueces, ante Félix (24:10 ss.) o bien ante el procurador Festo o ante el rey Agripa, Pablo, por el Espíritu Santo y con la sabiduría de la gracia vencedora, consiguió que el mismo rey de los judíos, Agripa, dijese: "Por poco, con tus argumentos, haces de mí un cristiano" (26:28). El mismo Espíritu Santo concedió a Pablo que en la isla de Mileto no resultase herido en absoluto al ser mordido por una víbora y que realizase diversas curaciones con enfermos (Hech 28:1-9). El mismo Espíritu Santo condujo al antiguo perseguidor como heraldo a la Roma regia. Persuadió a muchos de los judíos que allí vivían a que creyesen en Cristo y a quienes contradecían les hablaba claramente: "Con razón habló el Espíritu Santo a vuestros padres por medio del profeta Isaías..., etc." (28:25)31.

Pablo mismo estaba lleno del Espíritu Santo

Pero que Pablo estaba lleno del Espíritu Santo, y también los demás apóstoles semejantes a él y a los que después de ellos creen en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo32, escucháselo claramente a él mismo que en sus cartas escribe: "Mi palabra y mi predicación no tuvieron nada de los persuasivos discursos de la sabiduría," sino que fueron una demostración del Espíritu y del poder" (1 Cor 2:4). Y también: "... y el que nos marcó con su sello y nos dio en arras el Espíritu en nuestros corazones" (2 Cor 1:22). Y: "Aquel que resucitó a Cristo de entre los muertos dará también la vida a nuestros cuerpos mortales" (Rm 8:3). Y a su vez, escribiendo a Timoteo, le dice que ha conservado el depósito de la fe (cf. 2 Tim 4:6-8) "por el Espíritu Santo que nos ha sido dado" (Rm 5:5).

El Espiritu Santo tiene su propia actuación

33. Y que el Espíritu Santo tiene su propia subsistencia, vive, habla y anuncia lo que ha de suceder es algo que muchas veces ya hemos dicho en las cosas tratadas anteriormente. De modo penetrante escribe Pablo a Timoteo: "El Espíritu dice claramente que en los últimos tiempos algunos apostatarán de la fe" (1 Tim 4:1). Esto lo vemos no sólo en los tiempos antiguos, sino en la escisiones de nuestra época, puesto que los herejes enseñan diversos errores que adoptan formas diferentes. Y dice él también: "... que en generaciones pasadas no fue dado a conocer a los hombres, como ha sido ahora revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu" (Ef 3:5). Y a su vez: "Por eso, como dice el Espíritu Santo" (Hebr 3:7), y: "también el Espíritu Santo nos da testimonio de ello" (Hebr 10:15). También aclama a los soldados de la justicia diciendo: "Tomad, también, el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios; siempre en oración y súplica" (Ef 6:17-18). Y de nuevo: "No os embriaguéis de vino, que es causa de libertinaje; llenaos más bien del Espíritu. Recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados" (5:18-19). Y, por último: "La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros."

Se debe aceptar, pues, al Espiritu Santo

34. Por todo lo cual y por otras muchas cosas que no se han mencionado se recomienda vivamente que los hombres acepten la fuerza personal, santificadora y eficazmente activa del Espíritu Santo. Pues me faltaría tiempo para hablar, si quisiera continuar, de lo que queda por decir acerca del Espíritu Santo en las catorce epístolas de San Pablo, en las que él enseñó diversa, íntegra y piadosamente. Pero que se nos conceda el don de la fuerza del Espíritu Santo mismo para que se nos dispensen las cosas que hemos pasado por alto por escasez de tiempo y a vosotros, que estáis escuchando, se os conceda un conocimiento más completo de lo que falta. Quienes entre vosotros sean estudiosos, aprendan estas cosas mediante una más frecuente lectura de la Sagrada Escritura, aunque de las presentes catequesis y de lo que anteriormente tratamos han sacado una fe más firme "en un solo Dios Padre todopoderoso y en nuestro SeñorJesucristo, su Hijo unigénito; y en el Espíritu Santo Paráclito." Pero este término y la denominación "Espíritu" se adoptan muy frecuentemente en la Escritura — pues del Padre se dice: "Dios es espíritu," como está escrito en el evangelio de Juan (4:24) — y también sobre el Hijo: "El Espíritu ante nuestro rostro, Cristo el Señor," como dice el profeta Jeremías (Lm 4:20)33. Y acerca del Espíritu Santo: "Pero el Paráclito el Espíritu Santo" (Jn 14:26), como se ha dicho. Por tanto, lo que se ha percibido piadosamente en la fe arrincone también el error de Sabelio34. Pero volvamos ahora a lo que urge y a vosotros os es útil.

El sellará tu alma

Ten cuidado de que no te suceda que, a ejemplo de Simón, te acerques al bautismo con simulación, pero tu corazón no esté buscando la verdad. Nosotros debemos advertírtelo y tú debes precaverte. Dichoso tú, si te mantienes en la fe. Pero si por infidelidad caes, rechaza ya desde este día la infidelidad y revístete de firmes convicciones. Pues cuando se acerque el tiempo del bautismo y vayas a los obispos o a los presbíteros o a los diáconos (en todos los lugares se concede la gracia, tanto en los pueblos como en las ciudades, tanto por medio de incultos como de eruditos, por siervos y por libres, como quiera que no es gracia que viene de los hombres, sino que es un don concedido por Dios por medio de los hombres), tú acércate al que bautiza, pero no detengas tu mente en el aspecto del hombre al que ves, sino acuérdate del Espíritu Santo del que ahora hablamos. Pues él está dispuesto a sellar tu alma y te regalará una señal celestial y divina ante la que tiemblan los demonios, según está también escrito: "En él también vosotros, tras haber... creído también en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la Promesa" (Ef 1:13).

Acercarse con sinceridad para recibir la fuerza del Espíritu

36. Pero él prueba al alma y no arroja las piedras preciosas a los cerdos (Mt 7:6). Si te acercas con fingimientos, los hombres ciertamente te bautizarán, pero no te bautizará el Espíritu. Pero si te acercas desde la fe, los hombres harán lo que corresponde a lo que se ve con los ojos y el Espíritu Santo concederá lo que no es exteriormente visible. En el espacio de una hora te acercas al examen o a la selección de un importante ejército. Pero si ese tiempo no lo aprovechas, te sobrevendrá un mal incorregible. Sin embargo, si te haces digno de la gracia, tu alma se iluminará y recibirás una luz que no tenías. Cogerás armas terribles para los demonios, de modo que, si no las pierdes, tendrás una señal en el alma y no se te acercará el demonio. Saldrá huyendo de horror, puesto que los demonios se arrojan con el Espíritu de Dios (Mt 12:28).

37. Si crees, no sólo recibirás el perdón de los pecados, sino que también realizarás cosas superiores a las fuerzas humanas. Y ojalá seas digno también del don de profecía. En tanto recibirás la gracia en cuanto la puedas recibir y no en la medida en que yo digo. Pues puede ser que yo diga cosas pequeñas, pero tú las recibas mayores, pues grande es la fe para obtener cosas. Pero el Paráclito será para ti principalmente guardián y defensor. El Paráclito se preocupará de ti como de su propio soldado, de tus entradas y salidas (cf. Sal 121:8) y de los que te acechan. Y te ha de dar los dones de toda clase de gracias, si no le contristas por el pecado. Pues está escrito: "No entristezcáis al Espíritu Santo de Dios, con el que fuisteis sellados para el día de la redención" (Ef 4:30). ¿Y qué es, pues, queridos, cuidar la gracia? Estad preparados para acogerla y, una vez recibida, no la echéis a perder.

38. Y el mismo Dios de todas las cosas, que habló en el Espíritu Santo por los profetas; que lo envió a los apóstoles el día de Pentecostés en este lugar donde estamos, que os lo envíe también a vosotros y que asimismo por él nos proteja a nosotros, otorgándonos su bien a todos. De este modo, en todo tiempo produciremos los frutos del Espíritu Santo: amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí (Gál 5:22-23), en Cristo Jesús Señor nuestro. Por el cual y con el cual, juntamente con el Espíritu Santo, sea gloria al Padre ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

1. La presente catequesis presenta un acopio de datos acerca del Espiritu Santo en el Nuevo Testamento, como ya se indicó, pero el desarrollo se realiza especialmente exponiendo la acción del Espiritu en los distintos personajes de los evangelios y en los Hechos de los Apóstoles.

2. Se refiere según las palabras de I Cor 2:12, a "las gracias que Dios nos ha otorgado."

3. Sobre estos asuntos, cf. las cat. 6, 7, 8 y 9.

4. Subsistente: la expresión se refiere a que el Espíritu Santo posee las características de la subsistencia e Hipóstasis (ambas palabras significan lo mismo, con la diferencia de que la primera proviene del latín (subsistere y sub-stare) y la segunda del griego (hypó-stánai). Expresado con palabras sencillas, es como si dijéramos que el Espiritu Santo tiene consistencia propia, como también la tienen el Padre y el Hijo, pero es la propia sub-sistencia de cada uno lo que permite distinguirlos y reconocerles a cada uno personalidad propia ("tres personas distintas" aunque relacionadas entre sí). El lenguaje teológico de nuestro siglo (especialmente en K. Rahner) ha venido hablando con frecuencia de relaciones subsistentes al referirse a las personas en Dios. Es interesante, al hablar de personas en el Padre, Hijo y Espiritu Santo, que se hable necesariamente de relación y no de individualidad o aislamiento. Según esto, el concepto de persona humana debe también incluir esta afirmación: la persona no es tal más que en relación necesaria al otro. De este modo, el individuo no encuentra su verdadera realización más que cuando consigue salir de su individualidad aislada para entrar en la persona del otro. En realidad, la persona de Jesucristo no se entiende más que en relación al Padre y al Espíritu Santo. Los términos que se explican en el párrafo 4 son bastante elocuentes al respecto. Sobre todo esto, cf. también cat. Xl, nota 12.

5. La afirmación, en el contexto de Rom 1:3-4, se refiere en sentido propio a Jesucristo: "... su Hijo, nacido del linaje de David según la carne, constituido Hijo de Dios con poder, según el Espiritu de santidad, por su resurrección de entre los muertos." El texto, ya mencionado anteriormente, expresa en un contexto todavía más amplio, Rom 1:1-7, la íntima unión del Hijo con el Padre y el Espiritu (cf. además lo dicho en la nota 4). Todo, en el marco de la salvación por la resurrección y del señorio de Cristo (1:4).

6. Literalmente: "es subsistente." Vid. nota 4.

7. Cf. cat. 16, núms. 3 y 6.

8. Cf. cat. 21, núm. 1.

9. El planteamiento es claramente cristocéntrico: lo que se ha de realizar en los cristianos se hace patente en primer lugar en Jesús, puesto que el camino del cristiano es el que, como primero de todos, ha recorrido Jesús. Si el Espíritu Santo ha de descender sobre cada uno, es porque en primer lugar ha descendido sobre Jesús (en su bautismo y, antes, sobre María en su concepción).

10. Jesús, manifestado en el bautismo, es la imagen y el ejemplo de lo que será la trayectoria del cristiano.

11. Es decir, las palabras citadas del Cantar de los Cantares serían profecía de la manifestación del Espiritu Santo en el bautismo.

12. El arca de Noé, el agua, la paloma han sido siempre imagen del bautismo. La primera expresión literaria de esto, ya en I Pe 3:20-21: "...en los días en que Noé construía el Arca,... fueron salvados a través del agua; a ésta corresponde ahora el bautismo que os salva."

13. "Al atardecer," como la paloma de Noé junto a la madera del arca. Era ya por la tarde cuando muere Jesús.

14. De hecho, en el Nuevo Testamento, el orden de los acontecimientos es el siguiente: actividad y predicación de Jesús, promesa del Esplritu Santo (a ello se refiere especialmente el presente párrafo 11), su muerte, resurrección en Pentecostés, cuando tiene lugar el cumplimiento de la promesa del Espiritu. Jn 20:22, sin embargo, tal como señala el comienzo del párr. 12, indica que el mismo día de la Resurrección ya recibieron los apóstoles una comunicación del Espiritu Santo.

15. En la creación, un soplo o hálito de vida.

16. Recuérdese lo dicho anteriormente sobre el "descenso a los infiernos" tras la muerte y sepultura de Jesús.

17. Ya se explicó que "bautismo," "bautizado," tienen que ver, etimológicamente, con "inmersión" y "sumergidos." En las presentes expresiones de Cirilo hay como una referencia a una "inmersión" en el Espiritu.

18. Maestro de retórica u oratoria.

19. Todo el episodio de la torre de Babel, en Gén 11:1-9.

20. El mismo Jesús emplea la imagen del "vino nuevo," por ej., en Mt 9:17.

21. En el acontecimiento de Pentecostés narrado en Hech 2.

22. El día de Pentecostés. Es decir, Jesús fue crucificado a la hora tercia y la venida del Espíritu Santo en Pentecostés tuvo lugar también a la hora tercia.

23. El texto de Hech 5:19 dice: "el Angel del Señor." La expresión equivale generalmente, en el Antiguo Testamento, a Dios mismo. Todo el episodio, a partir de 5:17.

24. Los príncipes de los sacerdotes.

25. "Stéphanos" significa en griego corona. Cirilo piensa quizá en la corona del martirio. Es el primer mártir cristiano conocido.

26. Hech 8:39 dice: "El Espiritu del Señor arrebató a Felipe." Aunque en una de las variantes textuales se encuentra: "El Espiritu Santo cayó sobre el eunuco, y el Angel del Señor arrebató a Felipe."

27. De nuevo "sfragis," sello, con el mismo sentido del "carácter" sacramental que ya anteriormente se expuso.

28. La afirmación de Cirilo de que Pablo estuvo en España es clara pero poco concreta. Sobre el interés manifestado por Pablo en llegar hasta España, cf. Rom 15:24. En general, no cabe la menor duda de la fuerza del Espiritu Santo en la itinerante actividad misionera de Pablo, que es entre los apóstoles aunque no pertenece al grupo originario de "los Doce" quien quizá más hizo por la universalización del cristianismo.

29. El relato de Hech 10 hace ver que dentro del lienzo "había toda suerte de cuadrúpedos, reptiles de la tierra y aves del cielo" (v.12). A Pedro se le invita a comer de estos animales con el argumento de que "lo que Dios ha purificado no lo llames tú profano" (v.15). Con ello, además de que se anula la distinción entre alimentos puros e impuros, se afirma también simbólicamente que no existen hombres puros e impuros. Asi cualquier hombre, aunque fuese "gentil," podia recibir el anuncio del Evangelio. Este es el sentido de las palabras de la catequesis de Cirilo en el presente párrafo. Pablo fue especialmente el apóstol de los gentiles, pero Pedro llegó, mediante esta visión, al conocimiento de que la salvación en Jesucristo estaba destinada a los hombres de cualquier pueblo. El final del episodio es el bautismo de los primeros gentiles, cuya necesidad queda evidenciada por el descenso del Espiritu sobre los presentes (vv. 44-48). Todo el significativo episodio ocupa integro el capitulo 10 de los Hechos y se presenta como una prueba de que el Espiritu Santo amplió el horizonte de la misión cristiana.

30. "Nos ha parecido" se ajusta más tanto al NT griego como a la versión de la Vulgata. El episodio al que se refiere el presente párrafo fue extremadamente importante (completa, por otra parte, el sentido, el bautismo del centurión romano Cornelio y de los primeros gentiles) pues se trataba de dilucidar si era necesaria la incorporación previa a la ley judía de quienes querían hacerse cristianos. La respuesta de los apóstoles en la asamblea de Jerusalén fue negativa. Aparte de lo que esto pudo suponer de aprobación del camino de Pablo y de sus concepciones teológicas (cf. Gál 2:1-10), supuso la desconexión jurídica definitiva del cristianismo de todo el mundo del judaísmo. Eso liberó a la nueva fe de todo aspecto de reclusión en un gheto y permitió al cristianismo adoptar aires de auténtica universalidad.

31. Salvo dos versículos más de epílogo, el libro de los Hechos se cierra, de modo bastante sentencioso, con la cita que Pablo hace de Is 6:9-11, precedida de Hech 28:24-25 (los hechos referidos tienen lugar en Roma): "Unos creían por sus palabras y otros en cambio permanecía incrédulos. Cuando en desacuerdo entre sí mismos ya se marchaban, Pablo dijo esta sola cosa: "Ve a encontrar a este pueblo y dile: Escucharéis bien, pero no entenderéis miraréis bien, pero no veréis.."" Todo el conjunto está formado por Hech 28:24-28. Este último versiculo recoge también una frase bastante lapidaria de Pablo: "Sabed pues, que esta salvación de Dios ha sido enviada a los gentiles, ellos si que la oirán." Con todo ello, el drama de Pablo es el mismo drama de Jesús, tan perfectamente descrito en Mateo y, en otra perspectiva, en Juan: el rechazo por el pueblo que tan ansiosamente había esperado durante siglos. Pero también este desarrollo dramático de los acontecimientos contribuyó a la universalización del cristianismo.

32. Algunos códices añaden aquí "consustancial," quedando la frase "y el Espiritu Santo consustancial," pero es muy dudoso que esté empleada aquí la palabra en la alocución original de Cirilo, puesto que no aparece en la mayoría de los códices. Es, con bastante probabilidad, una añadidura posterior, aunque se trate de una precisión correcta.

33. Es una interpretación cristológica de un texto cuya literalidad la permite. La Biblia de Jerusalén, cuya versión no se ha adoptado aquí para respetar más el discurso de Cirilo, traduce: "Nuestro aliento vital, el ungido de Yahvé."

34. Es decir, puesto que el Padre, el Hijo y el Espiritu Santo tienen personalidad propia y distinta, no hay lugar para afirmar que los tres son simplemente modos distintos de presentarse el Dios único.

 

XVIII. La Resurrección Universal la Iglesia Católica la Vida Eterna.

Pronunciada en Jerusalén, sobre aquello de: "Y en la Iglesia, una, santa y católica." Y sobre la "resurreción de la carne." Y "la vida eterna." La lectura es de Ezequiel: "La mano de Yahvé fue sobre mi y, por su espíritu, Yahvé me sacó y me puso en medio de la vega, la cual estaba llena de huesos..." (Ez 37:1 ss.)1.

La resurrección de los muertos, fuente de esperanza

1. La raíz de toda operación es la esperanza de la resurrección. Pues la esperanza del premio da al alma fuerzas para emprender buenas obras. Pues el obrero se encuentra dispuesto a soportar los trabajos si divisa el premio de sus fatigas, pero se derrumban el ánimo y el cuerpo de los que no avizoran recompensa alguna. Un soldado que espera la recompensa del combate está pronto para la lucha, pero nadie milita a favor de un rey que, falto de juicio, no recompensa el mérito de los esfuerzos, ni está dispuesto a afrontar la muerte por ese mismo rey. Así también, toda alma que cree en la resurrección se modera y se atempera a sí misma. Pero la que no cree en la resurrección, se entrega a su propia perdición2. Quien cree que el cuerpo pervivirá con la resurrección, cuida aquello que le sirve de estola y de vestido, y no lo contamina con el libertinaje. Pero el que no cree en la resurrección, se entrega a la fornicación usando del propio cuerpo como si fuese ajeno. Es, desde luego, una importante doctrina y enseñanza de la Iglesia la fe acerca de la gran resurrección de los muertos. Se trata de algo completamente esencial, cuya verdad, aunque choca realmente con la contradicción de muchos, puede ser plenamente comprobada. Están en contra de ella los griegos, no la creen los samaritanos y la deshacen los herejes. Se la contradice de múltiples maneras, pero es una verdad simple y sencilla.

Objeciones en contra de la resurrección de los muertos

2. Esto es lo que oponen tanto los griegos como los samaritanos: una vez que el hombre ha perecido y ha muerto, se pudre y lo devoran los gusanos. También mueren los mismos gusanos. Y después de suceder todo esto al cuerpo, putrefacción y muerte, ¿cómo, pues, resucita? Los peces devoran a los que han sufrido un naufragio y ellos, a su vez, son devorados por otros. De quienes luchan con las fieras se comen, destrozándolos, incluso los huesos. Los buitres y los cuervos están volando por todas partes comiéndose las carnes de los cadáveres arrojados al suelo. ¿Cómo podrán reunirse esos cuerpos? Pues es posible que, de las aves que los devoraron, una haya muerto en la India, otra en Persia, otra en los países bárbaros. Los cadáveres de otros que ardieron en las llamas, reducidos a cenizas fueron dispersados por las tormentas o el viento. ¿Cómo podrá reunirse su cuerpo?

A Dios todo le es posible

3. Para ti, desde luego, hombrecillo pequeño y débil, los países bárbaros están lejos de la India e Hispania lo está de Persia. Pero para Dios, que tiene el mundo entero en un puño, todo está próximo. No pienses que Dios es tan débil como tú y, por tanto, incapaz, sino piensa más bien en tu propia potencia. Además, el sol, siendo una obra pequeña de Dios, llena toda la tierra con el calor de sus rayos. También el aire, hecho por Dios, rodea todo lo que hay en el mundo. Pero Dios, que es el creador del sol y del aire, ¿estará acaso lejos del mundo? Supón que se encuentran mezclados granos diversos de semillas — te propongo ejemplos débiles a ti, que eres débil en la fe — y supon que todos los tienes en un puño. A ti, que eres hombre, ¿te es cosa dificil, o más bien fácil, distinguir lo que tienes en el puño y poner cada una de las semillas con las de su clase? Es decir, si tú puedes discernir lo que tienes en tu mano, ¿no podrá Dios discernir y restituir a su lugar lo que tiene en la suya? Considera lo que digo y si tal vez no será impío negarlo.

En la resurrección de los muertos, Dios hará justicia

4. Considera también lo que se refiere a la justicia y reflexiona sobre ti mismo. Tienes diversos siervos, de los que unos son buenos y otros malvados. A los buenos los aprecias y a los malos los castigas. Incluso si eres juez, alabas a los buenos y a los malvados los castigas. Si tú, que eres hombre mortal, tienes una noción de lo que es justo, Dios, rey eterno de todas las cosas, ¿no pagará a cada uno según justicia? Y es una impiedad negar esto, pues mira lo que digo: muchos homicidas murieron en la cama sin haber sido castigados. ¿Dónde está, pues, la justicia de Dios? Y a menudo un homicida es reo de cincuenta homicidios, pero ha lavado sus crímenes con una única pena capital. ¿Cómo pagará, pues, los restantes cuarenta y nueve asesinatos? Y argüyes a Dios de injusticia si no existen, después de esta vida, el juicio y la retribución. Pero no debes extrañarte del retraso del juicio. Quien lucha en un certamen, una vez que éste ha concluido, recibe la corona o queda marcado por la vergüenza, pero el árbitro del certamen nunca corona a los que intervienen mientras están combatiendo, sino que aguarda a ver el final de todos los combatientes. Después, examinando el resultado, distribuye los premios de la victoria y las coronas. Así también Dios, mientras dura todavía el combate en este mundo, ayuda parcialmente a los sujetos, pero después les otorga los premios de modo completo y pleno.

Otros indicios de la resurrección

5. Pero si, a tu parecer, la resurrección de los muertos no existe, ¿qué haces condenando a los que excavan en los sepulcros? Pues si el cuerpo perece irremisiblemente y no existe esperanza ninguna de resurrección, ¿por qué se castiga a los profanadores de tumbas? Te das cuenta, aunque lo niegues con los labios, de que permanece en ti una conciencia indeleble de la resurrección.

Cambios que se observan en seres inferiores hacen creíble la resurrección

6. Pero, por lo demás, un árbol cortado vuelve a brotar ¿No lo hará también un hombre que ha perdido su vida? Incluso lo que se ha cortado al segarlo se queda en las eras para que lo recojan. ¿Y no se quedará en la era el hombre que ha sido segado en este mundo?3. También los sarmientos de la vid y las ramas de otros árboles, cuando se cortan completamente y se trasplantan, cobran vida y reportan fruto. Y el hombre, por el cual son aquellas cosas, ¿no resurgirá aunque haya ido a parar a la tierra? Y si comparamos distintos trabajos o dificultades ¿qué es más, dar forma desde sus inicios a una estatua que antes no existía o restituírsela a una que la había perdido? El Dios que nos hizo de la nada, una vez que ya tuvimos existencia pero luego la perdimos, ¿no podrá de nuevo despertarnos a la vida? Pero tú no crees, por ser griego lo que está escrito acerca de la resurrección. Considera en cambio estas cosas desde la perspectiva de lo que ya existe y entiéndelo en tu interior desde lo que puede verse hasta el día de hoy. Si se desea, se siembra trigo o cualquier clase de semilla. Cuando la semilla cae, muere y se pudre: ya no sirve para alimento. Pero lo que se ha podrido brota de ahí como hierba y lo que al caer era pequeño se levanta ahora hermosísimo4. Pero el trigo fue credo por causa nuestra, pues el trigo y otras semillas se hicieron no por sí mismos sino para nuestro uso. Y si las cosas que fueron hechas para nosotros reviven después de muertas, nosotros, por quien esas cosas se hicieron, ¿no resucitaremos después de muertos?

7. Es, como ves, tiempo de invierno. Los árboles están como muertos. ¿Dónde están las hojas de la higuera? ¿Dónde están las uvas de la vid? Pero estas cosas que están muertas en invierno, incluso entonces tienen su fuerza y, cuando llegue el momento, se les devolverá, como despertadas de la muerte, la fuerza de la vida. Dios, percibiendo tu infidelidad, te ha mostrado todos los años en estos claros indicios la resurrección para que, viendo lo que sucede en los seres inanimados, creyeses con respecto a los seres dotados de razón. Aparte de esto, moscas y abejas, ahogadas muchas veces en el agua, reviven después de un rato y ciertas especies de sapos permanecen inmóviles en invierno, pero más tarde, en verano, se despiertan. A ti, que piensas cosas pequeñas y de poco valor, se te presentan estos ejemplos. Ahora bien, el que, más allá de lo natural, da vida a seres desprovistos de razón y despreciables, ¿no nos dará lo mismo a nosotros, por quienes hizo todos estos seres?

El supuesto ejemplo del ave Fénix

8. Pero los griegos todavía buscan una resurrección de los muertos más clara y argumentan que, aunque es cierto que reviven los seres mencionados, es porque en realidad no habían sufrido plenamente la putrefacción y desean ver abiertamente un animal que se haya podrido completamente y haya resucitado. Dios ya conocía esta obstinación de los hombres para no creer y dispuso para esto el ave que llaman Fénix. Esta, como escribe Clemente5 y otros muchos saben, es única en su género, llega al país de los egipcios cada cuatrocientos años y es un ejemplo de resurrección. Y no lo hace en lugares desiertos, de modo que aquello quedara como algo misterioso, sino en una ciudad famosa, haciéndose visible de manera que pueda ser tocada con las manos, pues de otro modo nadie lo creerías. Pues, después de haberse construido el nido con incienso, mirra y otros aromas, introduciéndose en él una vez agotado su cupo de años, muere a la vista de todos y se corrompe. Pero más tarde, de la carne podrida del ave muerta brota un gusano y éste, al crecer, se transforma en ave7. Después, a esta Fénix le crecen las plumas. Una vez rehecha esta Fénix como era anteriormente, va volando por los aires tal como era antes de morir, mostrando a los hombres con toda evidencia la resurrección de los muertos. El ave Fénix es ciertamente admirable, pero, como ave, está desprovista de razón y nunca ha cantado salmos a Dios. Nunca ha sabido quién es el Hijo Unigénito de Dios. Pero si a un animal irracional, que desconoce a su propio creador, le fue concedida la resurrección, ¿no se nos otorgará a nosotros, que glorificamos a Dios y guardamos sus preceptos?

El que creó al hombre desde una realidad humilde puede también devolverlo a la vida

9. Pero puesto que el signo del ave Fénix, aún buscándolo mucho, es raro y siguen sin darle crédito, recibe otra prueba basada en las cosas que ves todos los días. Hace cien o doscientos años, ¿dónde estábamos todos nosotros, tanto los que hablamos como los que escucháis? ¿Acaso desconocemos cómo se formaron nuestros cuerpos? ¿Es que no sabes cómo somos engendrados de una materia débil, informe y simple? El hombre vivo se forma de una única especie y de un principio débil. Y eso que no tiene fuerzas y es débil se transforma en carne compacta y en la fortaleza de los nervios. Y también en la claridad de los ojos, en la capacidad de la nariz para oler, en la capacidad auditiva de los oídos, la lengua que habla, el corazón que se mueve, la habilidad de las manos para trabajar, la agilidad de los pies y toda la variedad de los miembros de diverso género. Y lo que es tan poca cosa y débil se convierte en constructor de naves, albañil, arquitecto y operario de cualquier arte, soldado, príncipe, legislador o rey. El Dios que nos hizo de unos comienzos humildes, ¿no podrá levantarnos una vez que hayamos caído? El que dio cuerpo a una realidad tan vil, ¿no podrá despertar de nuevo a un cuerpo muerto? El que hizo lo que no existía, ¿no despertará a lo que existe, aunque haya perecido?

La semejanza con las fases de la luna8

10. Una razón manifiesta de la resurrección de los muertos, y que está atestiguada todos los meses, tómala también del cielo y de los astros. De hecho, la luna, que llega a faltar completamente, de manera que nada se ve ya de ella, aparece nueva otra vez y queda restaurada en sus antiguas dimensiones. Y para una demostración perfecta de este mismo asunto, la luna se derrite con el paso de los años en sangre, pero después recupera su aspecto luminoso. Dios es quien, en su providencia, prepara estas cosas para que también tú, que eres hombre y tienes sangre en tu interior, no niegues tu fe a la resurrección de los muertos. Así lo que ves en la luna, crees que también sucederá en ti. Sírvete, pues, de estas palabras en contra de los griegos. Pues contra los que no aceptan las Escrituras debes luchar con armas no tomadas de la Escritura, es decir, sólo con razonamientos y demostraciones. Pues a éstos no se les ha descubierto quién es Moisés ni quién es Isaías, y desconocen los Evangelios y a Pablo.

Frente a los samaritanos: el Dios de Abraham, Isaac y Jacob no es un Dios de muertos, sino de vivos

11. Pasa ahora, te lo ruego, a los Samaritanos, que, puesto que sólo admiten la Ley, no aceptan a los profetas, la lectura de la que hemos partido, de Ezequiel, puede resultar ineficaz, pues, como dije, en ellos no hay lugar para los profetas. ¿De dónde buscaremos, pues, la fe para los samaritanos? Vayamos a los libros de la Ley. Dice, pues, Dios a Moisés: "Yo soy... el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob" (Ex 3:6), que sin duda viven y existen9. Pues si Abraham murió, y también Isaac y Jacob, se trata de un Dios de quienes no existen. ¿Y desde cuándo se dice que un rey es rey de unos soldados que no tiene? ¿Y quién es el que muestra riquezas que no posee? Es necesario, pues, que existan Abraham, Isaac y Jacob para que el Dios de las cosas que existen sea dios. Pues no dijo: era Dios de ellos, sino soy. Y que existe un juicio lo dice Abraham refiriéndose al Señor: "El juez de toda la tierra ¿va a fallar una injusticia?" (Gén 18:25).

Los signos del poder de Dios en Aarón, Moisés y la mujer de Lot

12. Pero contra esto dicen también los insensatos de Samaria: nada impide que continúen vivas las almas de Abraham, Isaac y Jacob, pero los muertos no pueden resucitar. Es como si dijera: fue posible que la vara del justo Moisés se convirtiera en una serpiente (Ex 4:3), pero los cuerpos de los justos no podrán vivir y resucitar. Y aquello se hizo fuera de las leyes de la naturaleza. ¿No podrá hacerse esto, que es tan acorde con la naturaleza? También la vara de Aarón, cortada y seca, floreció sin el contacto con las aguas (Núm 17:23) y, aunque estaba a cubierto (17:22), produjo las yemas que suelen brotar en los campos y, en un lugar árido como estaba, produjo en el espacio de una noche los frutos que árboles regados con frecuencia producen después de muchos años. Con la vara de Aarón fue como si resucitara de entre los muertos. ¿No resucitará, pues, el mismo Aarón? Para conservarle el sumo sacerdocio, Dios realizó el milagro en su vara. ¿No otorgará, pues, la resurrección al mismo Aarón? También, por procedimientos no naturales, fue convertida la mujer en sal y en sal fue transformada su carne (Gén 19:26). ¿Acaso no podrá convertirse la carne simplemente en carne? Y si la mujer de Lot fue convertida en estatua de sal, ¿no resucitará la esposa de Abraham? ¿En virtud de qué se hizo como nieve, durante el tiempo de una hora, la mano de Moisés, siendo establecida después en su estado anterior? (cf. Ex 4:ó-7)? Sin duda por el poder de Dios. ¿Y es que este poder, eficaz en otro tiempo, ha perdido ya su fuerza y su eficacia?

La resurrección es posible como fue posible la creación

13. ¿De qué material fue hecho el hombre en sus comienzos, oh Samaritanos, los más necios de todos los hombres? Acercaos al primer libro de la Escritura, que también vosotros lo habéis recibido: "Entonces Yahvé Dios formó al hombre con polvo del suelo" (Gén 2:7). El polvo se transforma en carne, ¿y la carne no volverá otra vez a ser carne? ¿Se os ha de explicar de dónde provienen los cielos, la tierra y los mares? ¿De dónde el sol, la luna y los astros? ¿Cómo de las aguas provienen las aves y los peces? ¿Y el modo como provienen de la tierra todos los animales? Tantísimos miles de seres han sido llevados de la nada a la existencia. Y nosotros, los hombres, que llevamos impresa la imagen, ¿no resucitaremos? Verdaderamente todo este asunto rebosa incredulidad. Y hay muchos motivos para condenar a los que rehusan la fe, puesto que Abraham dice de Dios que él es "juez de toda la tierra" (Gén 18:25). Y es grave que no crean precisamente los que aprenden la ley, pues allí está escrito que el hombre ha sido formado de la tierra (Gén 2:7; 3:19): son los que allí leen quienes rehúsan creer.

No hay argumentos bíblicos en contra de la resurrección

14. Y estas cosas las decimos frente a los que se han de contar entre los infieles. Pero para los que creemos es oportuno referirse a los profetas. Algunos, sin embargo, que se sirven de los profetas, no creen en lo que éstos han escrito y aducen aquello de "no se levantarán en el Juicio los impíos" (Sal 1:5)10. O también aquello otro: "El que baja al sheol no sube más" (Job 7:9). 0 incluso: "No alaban los muertos a Yahvé" (Sal 115:17). Con ello utilizan mal lo que ha sido correctamente escrito. Sin detenernos demasiado y en la medida en que podamos, será bueno hacerles frente ahora. Pues si se dice que "los impíos no se levantarán en el Juicio," con esto se quiere decir, no que habrán de resucitar "en el juicio," sino que lo harán en condenación. Dios, en efecto, no necesita hacer muchas indagaciones, sino que, a la vez que resuciten los impíos, seguirán a continuación sus castigos. Y si se dice "no alaban los muertos a Yahvé," con esto se quiere decir que en esta vida se crea un espacio de penitencia y perdón. Una vez sobrevenida la muerte, a los que hayan muerto en pecado, ya no se les permitirá que alaben, sino simplemente lamentarse. Pues la alabanza es propia de quienes dan gracias, pero los lamentos de quienes sufren azotes. Por consiguiente, los justos alabarán, pero los que hayan muerto en sus pecados ya no tendrán tiempo para glorificar a Dios.

Job y los profetas también la mencionan

15. En cuanto al contexto de las palabras "el que baja al sheol no sube más" (Job 7:9), observa lo que va a continuación, pues se dice: "No regresa otra vez a su casa, no vuelve a verle su lugar" (7:10). Pues como el mundo entero ha de perecer, también toda casa ha de ser destruida. ¿Cómo habrá de volver a su casa si toda la tierra ha de ser hecha nueva? Sería bueno que oigan a Job cuando dice: "Una esperanza guarda el árbol: si es cortado, aún puede retoñar, y no dejará de echar renuevos. Incluso con raíces en tierra envejecidas, con un tronco que se muere en el polvo, en cuanto siente el agua, reflorece y echa ramaje como una planta joven. Pero el hombre que muere queda inerte, cuando un humano expira, ¿dónde está?" (14:7-10). Es como si estuviera sonrojando a alguien e increpándole, pues así se ha de interpretar el interrogante "¿dónde está?" Pues dice que, puesto que el árbol perece y resucita, ¿acaso el hombre, por quien se hicieron los árboles, no resucitará? Y para que no creas que violento el texto, lee lo que sigue, donde con interrogantes se pregunta: "Muerto el hombre, ¿puede revivir?" (Job 14:14) y dice: "Aunque haya muerto el hombre, vivirá" (14:14 LXX), e inmediatamente añade: "Todos los días de mi milicia esperaría, hasta que llegara mi relevo" y, a su vez, en otro lugar: "que ha de alzar sobre la tierra mi piel, que estas fatigas soporta" (Job 19:25-26)11. Y el profeta Isaías dice: "Revivirán tus muertos, tus cadáveres resurgirán" (Is 26:19). Y muy claramente el profeta que ahora hemos mencionado, Ezequiel, dice: "He aquí que yo abro vuestras tumbas; os haré salir de vuestras tumbas" (Ez 27:12). Y Daniel dice: Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán, unos para la vida eterna, otros para el oprobio, para el horror eterno" (Dan 12:2).

Resurrecciones de muertos en el Nuevo Testamento, en Elías y Eliseo

16. Otros mucho pasajes de la Escritura dan también testimonio de la resurrección de los muertos. Hay otras muchas sentencias y dichos acerca de este asunto. Pero ahora, como para refrescar la memoria, mencionamos sólo de pasada la resurrección de Lázaro cuatro días después de muerto (Jn 11:39-44). También de pasada, por la escasez de tiempo, el hijo resucitado de la viuda (Lc 7:11-16). Y, sin insistir, recuérdese igualmente a la hija del jefe de la sinagoga (Mt 9:25). Recuérdese también que las losas se abrieron y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron (Mt 27:51-53) al abrirse los sepulcros12. Pero tráigase a la memoria, en primer lugar, que Cristo resucitó de entre los muertos. He pasado por alto a Elías y al hijo de la viuda que él resucitó (I Re 17:19 ss), y a Eliseo, que en varias ocasiones hizo milagros semejantes (2 Re 4:8 ss. 38 ss.), tanto vivo como después de muerto. Estando en vida, obró la resurrección por su propio espíritu, de modo que no sólo se honrase a las almas de los justos, sino que se tuviese fe en que en los cuerpos de los justos existe una fuerza profunda. Con ocasión de que colocaron un cadáver en la tumba de Eliseo, el muerto, al contacto con el cuerpo muerto del profeta, cobró vida (2 Re 13:21). El cuerpo muerto del profeta hizo lo que parecía propio de su alma y lo que yacía muerto dio vida a un muerto: lo que estaba otorgando la vida, eso mismo permaneció, igualmente que antes, entre los muertos. ¿Por qué razón?: para que, en caso de que Eliseo hubiese resucitado, el hecho no se le atribuyese sólo a su alma y para mostrar que, incluso estando el alma ausente, existía cierta fuerza y poder en el cuerpo de los santos por el alma justa que tantos años había habitado en él y de él se había servido13. Y no neguemos nuestra fe a este hecho como si no hubiese existido, pues si los pañuelos y los mandiles, que son algo exterior a la persona, aplicados a los cuerpos de los enfermos, daban fuerzas a los débiles (Hech 19:12), ¿cuánto más no resucitaría a un muerto el cuerpo del profeta?

Resurrecciones en el NT. Resurrección al final de los tiempos

17. Sobre esto habría que decir otras muchas cosas si estudiásemos lo asombroso de estos hechos según cada uno de sus detalles, pero estáis soportando el esfuerzo del ayuno de la preparación de la Pascua y de la Vigilia14. Por tanto, sólo se dirán algunas cosas por encima, pues, arrojando unas pocas semillas y recibiéndolas vosotros como buena tierra que sois, reportaréis fruto ampliándolo por vuestra cuenta. Hágase memoria de que también los apóstoles resucitaron muertos: Pedro, en Joppe, a Tabita (Hech 9:36-42); Pablo, en Tróade, a Eutico (20:7-12), y también los demás apóstoles, aunque no está consignado por escrito lo que cada uno de ellos hizo prodigiosamente. Acordaos de todo lo que se ha dicho en la Primera epístola a los Corintios y que Pablo escribió contra los que decían: "¿Cómo resucitan los muertos? ¿Con qué cuerpo vuelven a la vida?" (15:35). Y de lo que dice: "Si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó" (15:16). Y de que llama necios (15:36) a los que no lo creen y de todo lo que en ese lugar15 se expone acerca de la resurrección de los muertos y de lo que escribió de ese tenor a los tesalonicenses: "Hermanos, no queremos que estéis en la ignorancia respecto de los muertos, para que nos os entristezcáis como los demás, que no tienen esperanza" (I Tes 4:13), y todo lo que sigue pero, sobre todo, aquello de "los que murieron en Cristo resucitarán en primer lugar" (4:16).

La grandeza final del estado de resucitados

18. Observad principalmente lo que Pablo dice como señalando con el dedo: "Es necesario que este ser corruptible se revista de incorruptibilidad; y que este ser mortal se revista de inmortalidad" (I Cor 15:53). Pues este mismo cuerpo resucitará, no como es, débil, sino perdurable, aunque será el mismo cuerpo. Pero se transformará revestido de incorruptibilidad: como el hierro introducido en el fuego se convierte en fuego o, más bien, como es conocido por quien lo mueve, Dios. Por consiguiente, resucitará este mismo cuerpo, pero no se quedará como ahora, sino que perdurará eternamente. Ya no necesitará para vivir de los alimentos de que nosotros nos servimos, ni de escaleras para subir, pues se hará "espiritual" (1 Cor 15:44)16, algo admirable y cuya dignidad no somos capaces de explicar suficientemente. "Entonces los justos, dice, brillarán como el sol y la luna y como el fulgor del firmamento" (cf. Dn 12:3 y Mt 13:43). Dios, que conoce previamente la dificultad de los hombres para creer, ya había concedido a pequeñísimos gusanos que en verano despidiesen de su cuerpo rayos luminosos, de manera que por lo que se ve se creyese en lo que se espera. Y desde luego, el que concedió una parte, también podía otorgar el todo. Y el que hizo que un gusano resplandeciese de luz, mucho más hará que resplandezca el hombre justo.

También el cuerpo participará de la gloria o del castigo

Resucitaremos, pues, teniendo todos cuerpos eternos, pero no todos semejantes: si alguien es justo, recibirá un cuerpo celeste para que pueda tratar libremente con los ángeles; pero si alguien es pecador, recibirá un cuerpo eterno capaz de sufrir el castigo de sus pecados de modo que, ardiendo en el fuego eterno, nunca se consuma. Y ambas cosas están bien hechas por Dios. Pues nada hacemos nosotros sin el cuerpo. Blasfemamos por la boca, y por la boca rezamos; fornicamos mediante el cuerpo, y también mediante el cuerpo guardamos la pureza; robamos con la mano, y con la mano damos limosna. E igualmente todo lo demás. Si el cuerpo ha servido para todo, también ha de ser partícipe de la suerte que nos ha de corresponder en el futuro.

Usar rectamente el cuerpo

20. Mortifiquemos, por tanto, hermanos, los cuerpos y no abusemos de ellos como si fuesen de otros. Ni digamos, de acuerdo con los herejes, que este vestido del cuerpo es ajeno, sino respetémoslo como propio, pues deberemos dar cuentas a Dios de todas las cosas que hagamos con el cuerpo. No digas: "Nadie me ve" (Eclo 23:26) ni pienses que no hay testigo alguno de lo que haces. En efecto, la mayor parte de las veces no hay ningún hombre que lo atestigüe. Pero hay un testigo que nos formó y que no yerra, y permanece fiel en el cielo (cf. Sal 89:38) viendo lo que se hace. También permanecen en el cuerpo las manchas de los pecados. Y así como, cuando ha habido una llaga en el cuerpo, queda una cicatriz aunque se haya aplicado alguna medicina, del mismo modo el pecado deja señal en el alma y en el cuerpo y las huellas de las cicatrices permanecen en ambos. Sólo quedan suprimidas por los que reciben el lavatorio17. Por el bautismo sana Dios, además, las heridas del alma y del cuerpo, pero protejámonos a nosotros mismos de un modo general contra lo que nos sobrevenga en el futuro y guardemos limpio este vestido del cuerpo y no perdamos la salvación del cielo por la más mínima fornicación y lascivia o por cualquier otro pecado. Acerquémonos en cambio a la herencia del reino eterno de Dios, del cual ese Dios os haga a todos dignos por su gracia.

Quede bien grabada la resurrección de los muertos

21. Sea suficiente lo dicho para demostrar la resurrección de los muertos. Y la profesión de fe, que otra vez os hemos repetido, hacedla vosotros con toda diligencia y con las mismas palabras, de modo que se os grabe en la memoria18.

Hablaremos de la Iglesia, una, santa y católica

22. La Profesión de fe también contiene esto: "Y en un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Y en la Iglesia, una, santa y católica. Y en la resurrección de la carne. Y en la vida eterna>> Acerca del bautismo y la penitencia ya hablamos en anteriores catequesis. Lo que ahora acabamos de decir sobre la resurrección de los muertos es por aquello de "y en la resurrección de la carne." Hablaremos, pues, de lo que nos queda, sobre lo de "Y en la Iglesia, una, santa y católica," en lo cual, aunque se pueden decir muchas cosas, seremos breves.

La Iglesia es católica, Universal, en todo

23. Se le llama "católica" porque está difundida por todo el orbe desde unos confines a otros de la tierra y puesto que enseña de modo completo, y sin que falte nada, todos los dogmas que los hombres deben conocer sobre las cosas visibles e invisibles, celestiales y terrenas. Y también porque ha sometido al culto recto a toda clase de hombres, príncipes y hombres comunes, doctos e inexpertos. Y finalmente porque sana y cura toda clase de pecados que se cometen con el alma y el cuerpo. Ella (la Iglesia) posee todo género de virtud, cualquiera que sea su nombre, en hechos y en palabras y en dones espirituales de cualquier especie.

"Iglesia" es "asamblea"

24. "Iglesia" es una denominación muy adecuada porque convoca a todos y los reúne conjuntamente19, como dice el Señor en el Levítico: "Congrega a toda la comunidad a la entrada de la Tienda del Encuentro" (Lev 8:3). Es digno de notarse que esta palabra "ekklesíason"20 se emplea en las Escrituras por primera vez en este lugar, cuando el Señor concede a Aarón el sumo sacerdocio. Y en el Deuteronomio dice Dios a Moisés: "Reúne al pueblo para que yo les haga oír mis palabras a fin de que aprendan a temerme" (Dt 9:10). Y cuando habla de las tablas21: "... en las que estaban todas las palabras que Yahvé os había dicho de en medio del fuego, en la montaña, el día de la Asamblea" (Dt 9:10), como si así lo dijese con más claridad. En el día en que, llamados por Dios, fuisteis congregados. También el Salmista dice: "Te daré gracias en la gran asamblea, te alabaré entre un pueblo copioso" (Sal 35:18).

La verdadera Iglesia-asamblea ha pasado a ser la de los gentiles

25. Ya antes había cantado el salmista: "En las asambleas22 bendecid a Dios, al Señor desde las fuentes de Israel (Sal 68:27 LXX). Pero, si tenía que ser así, por causa de las insidias tramadas contra el Salvador quedaron los judíos privados de la gracia y Dios edificó una segunda Iglesia, formada partiendo de los gentiles, nuestra santa Iglesia de los cristianos, acerca de la cual dijo a Pedro: "Y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella" (Mt 16:8). De ambas Iglesias decía David en abierta profecía: de la primera, que fue rechazada ("Odio la asamblea de malhechores," Sal 26:5). De la segunda dice, en el mismo salmo, que fue construida: "Amo, Yahvé, la belleza de tu casa" (26:8) y, un poco después, en el mismo salmo: "A ti, Yahvé, bendeciré en las asambleas" (26:12). Fue rechazada, pues, la que estaba en la tierra de los judíos. Pero por todo el mundo se multiplican las Iglesias de Cristo, de las cuales está escrito en los Salmos: "¡Cantad a Yahvé un cantar nuevo: su alabanza en la asamblea de sus amigos!" (Sal 149:1). De acuerdo con lo cual dijo el profeta a los judíos: "No tengo ninguna complacencia en vosotros, dice Yahvé Sebaot" (Mal 1:10). E inmediatamente añade: "Pues desde el sol levante hasta el poniente, grande es mi nombre entre las naciones" (1:11). Y de esta misma santa Iglesia católica escribe Pablo a Timoteo: "... para que sepas cómo hay que portarse en la casa de Dios vivo, columna y fundamento de la verdad" (I Tim 3:15).

Distinguir duramente la Iglesia católica

26. Pero el nombre de "Iglesia" se acomoda a realidades diversas, de modo que también de la multitud que se encontraba en el teatro de los efesios está escrito: "Dicho esto, disolvió la asamblea" (Hech 19:40). También alguien dijo intencionadamente que la "asamblea de malhechores" (Sal 26:5) es el conjunto de los herejes: me refiero a los marcionitas, maniqueos y a los restantes. Por tanto, la fe te muestra muy cautamente que esto es lo que has de sostener: "Y en la Iglesia, una santa, católica," para que, huyendo de esos grupos abominables, te adhieras siempre a la santa Iglesia católica, en la cual volviste a nacer. Y si alguna vez viajas por ciudades diversas, no preguntes simplemente dónde está el "Kyriakón"23, pues también las restantes sectas y herejías de los impíos se esfuerzan en hacer presentables sus madrigueras con el nombre de "Kyriakón," ni simplemente dónde está la iglesia, sino dónde hay una iglesia católica, pues éste es el nombre propio de esta santa Iglesia, madre de todos nosotros. Ella es ciertamente la esposa de nuestro Señor Jesucristo, Hijo Unigénito de Dios (pues está escrito: "como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella," etc., Ef 5:25 ss) y ofrece una imagen y una imitación de "la Jerusalén de arriba," que "es libre; ésa es nuestra madre" (Gál 4:26). Habiendo sido ella anteriormente estéril, ahora es madre de una numerosa prole (cf. Gál 4:27 e Is 54:1).

Extendida sin fronteras por la paciencia de los mártires

27. Repudiada la primera24, en la segunda, es decir, en la Iglesia católica, como dice Pablo, los puso Dios a algunos como apóstoles; en segundo lugar como profetas; en tercer lugar como maestros; luego los milagros; luego el don de las curaciones, de asistencia, de gobierno, diversidad de lenguas" (I Cor 12:28) y toda clase de cualquier virtud. Me refiero a la sabiduría y a la inteligencia, la templanza y la justicia, la misericordia y la humanidad, y la paciencia invencible en las persecuciones. Fue ésta, "mediante las armas de la justicia, las de la derecha y las de la izquierda, en gloria e ignominia" (2 Cor 6:7-8), la que redimió, en primer lugar, a los santos mártires en sus persecuciones y angustias con coronas diversas, unidas entre sí por las numerosas flores del sufrimiento. Ahora, en tiempos de paz, ese sufrimiento recibe, por gracia de Dios y de mano de reyes y hombres conspicuos por la grandeza de su dignidad, los honores que le deben incluso los hombres de cualquier linaje y apariencia. Y mientras tiene fronteras determinadas el poder de los soberanos de pueblos distribuidos por lugares diversos, sólo la santa Iglesia católica posee una potestad sin fronteras en todo el mundo. Pues, como está escrito, Dios puso en su término la paz (Sal 147:14). Pero si sobre este asunto quisiera decirlo todo, necesitaría un discurso de muchas horas.

"Y en la vida eterna"

28. Instruidos en esta santa Iglesia católica por preceptos y costumbres preclaras, poseeremos el Reino de los cielos y obtendremos en herencia vida eterna. Por lo cual soportamos todas las cosas para que el Señor nos la conceda. Pues la meta que nos hemos fijado no consiste en cosas limitadas, sino en la consecución de la vida eterna, y ésta es nuestra lucha. Por eso se nos enseña en la confesión de fe que, después de en la resurrección de la carne, es decir, de los muertos, creamos también en la vida eterna, por la cual los cristianos estamos luchando.

29. Así pues, el Padre es real y verdaderamente vida, y por el Hijo derrama a todos, como de una fuente, y en el Espíritu Santo, los dones celestiales. Por su benignidad nos han sido prometidos también a los hombres de modo veraz los dones de la vida eterna. Y a esto no se le puede negar, como si fuese cosa imposible, la fe: debemos creer, no mirando a nuestra debilidad, sino en atención a su poder: "Para Dios todo es posible" (Mt 19:26). Que ello es posible y que esperamos la vida eterna lo dice Daniel: "Los que enseñaron a la multitud la justicia (brillarán) como las estrellas, por toda la eternidad" (Dan 12:3). Y Pablo dice: "Y así estaremos siempre con el Señor" (1 Tes 4:17). Este "estar siempre con el Señor" designa a la vida eterna. Muy claramente lo dice también el Salvador en los evangelios: "E irán éstos a un castigo eterno, y los justos a una vida eterna" (Mt 25:46).

Conseguir la vida eterna obrando el bien

30. Son muchas las pruebas que pueden darse acerca de la vida eterna. Y a quienes deseamos obtenerla, la Sagrada Escritura nos señala los modos de adquirirla. De ellos aduciremos ahora unos testimonios, pocos a causa de lo ya prolijo de mis palabras, dejando a los estudiosos el resto de lo que se pueda investigar. Pues algunas veces dicen que se obtiene por la fe, pues está escrito: "El que cree en el Hijo tiene vida eterna" (Jn 3:36). Y este mismo25 dice: "En verdad, en verdad os digo: el que escucha mi Palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna" (5:24), además de lo que sigue. Pero otras veces dicen que se obtiene por la predicación del Evangelio, pues dice: "El segador recibe el salario, y recoge fruto para vida eterna, de modo que el sembrador se alegra igual que el segador" (4:36). También a veces se dice que por el martirio y la confesión de Cristo. Dice, en efecto: "El que odia su vida en este mundo la guardará para la vida eterna" (12:25). E igualmente poniendo a Cristo antes que el dinero y el parentesco de cualquier clase: "Todo el que haya dejado casas, hermanos, hermanas... heredará vida eterna" (Mt 19:29). Y por la observancia de los mandamientos: "No matarás, no cometerás adulterio,..." (19:18), como respondió a aquel hombre que se acercó y dijo: "Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir vida eterna?" (19:16). Pero, además, apartándose de las malas obras y dedicándose al servicio de Dios, pues dice Pablo: "Al presente, libres del pecado y esclavos de Dios, fructificáis para la santidad; y el fin, la vida eterna" (Rm 6:22).

31. Hay otras formas de conseguir la vida eterna, pero las he pasado por alto para no ser tan abundoso. Puesto que Dios ama a los hombres tan intensamente, no ha abierto una sino múltiples puertas a la entrada a la vida eterna para que todos, en cuanto esté de su parte, disfruten de ella sin impedimento alguno. Entretanto hemos dicho brevemente estas cosas acerca de la vida eterna. Son lo que en último término hay que enseñar acerca de la fe y son su final. Ojalá la consigamos por gracia de Dios todos nosotros, los que os instruimos y los que escucháis.

Habrá una preparación de las ceremonias de la Pascua

32. Por lo demás, amados hermanos, hablar de estos mandatos os exhorta a todos vosotros a disponer el alma para la recepción de los dones celestiales. Acerca de la fe santa y apostólica os hemos hablado, cuanto nos ha sido permitido y por la gracia de Dios, en estos pasados días de Cuaresma. No es que sólo se hayan podido decir estas cosas, pues hemos pasado por alto otras muchas que tal vez por mejores maestros serían pensadas de modo más sublime. Pero puesto que ya está ahí el día de Pascua, en que vuestra caridad será iluminada en Cristo por el lavado de la regeneración, seréis instruidos, si Dios quiere, en las cosas que conviene26: con cuánta piedad y en qué orden conviene entrar una vez que os llamen, por qué razón se celebra cada uno de los santos misterios del bautismo y con cuánta reverencia y orden se debe ir desde (el lugar del) bautismo hasta el altar santo de Dios para gozar de los misterios espirituales y celestiales que allí se distribuyen27, de modo que, por la iluminación previa de vuestra alma por esta palabra de doctrina, conozcáis por cada uno de esos detalles la grandeza de los dones que Dios os ha concedido.

Habrá catequesis mistagógicas en la semana de Pascua

33. Pero después del día santo y saludable de Pascua, comenzando desde el segundo día después del sábado28, entraréis, inmediatamente después de la asamblea litúrgica, en el lugar santo de la resurrección para oír, si Dios quiere, otras catequesis29, en las que seréis instruidos también en las razones y en las causas de cada una de las cosas llevadas a cabo. Recibiréis también las razones tanto desde el Antiguo como desde el Nuevo Testamento: en primer lugar, acerca de lo que se ha dicho inmediatamente antes del bautismo, pero, además, cómo habéis sido purificados de los pecados por el Señor mediante el lavatorio de agua con la palabra30 y de qué modo, corno los sacerdotes, habéis sido hechos partícipes del nombre de "Cristo"31. O también cómo se os ha dado la señal de la comunicación del Espíritu Santo32. Y también acerca de los misterios de la nueva Alianza, que tomaron aquí33 su inicio: qué es lo que la Sagrada Escritura nos ha transmitido acerca de ellos y en qué consisten su fuerza y su poder34. Y de qué modo hay que acercarse a ellos y cuándo y cómo se han de celebrar. Y como última cosa de todas, por qué debéis en el tiempo posterior vivir y manteneros, tanto en palabras como en obras, de un modo digno de la gracia recibida, para que todos vosotros podáis gozar de la vida eterna35. y estas cosas, si es voluntad de Dios, os las explicaremos nosotros.

La alegría de la Iglesia porque va a crecer el número de sus hijos

34. "Por lo demás, hermanos míos, alegraos en el Señor; os lo repito, estad alegres" (cf. Flp 3:1; 4:4), pues "se acerca vuestra liberación" (Lc 21:28) y el celeste ejército de los ángeles espera vuestra salvación. Y ya se oye "la voz del que clama en el desierto: "Preparad el camino del Señor" (Mt 3:3). Pero el profeta clama: "Sedientos, venid al agua" (Is 55:1), e inmediatamente, en lo que sigue: "Hacedme caso y comed cosa buena, y disfrutaréis con algo sustancioso" (55:2). Y no mucho después oiréis aquel extraordinario pasaje: "Resplandece, resplandece, Jerusalén, que ha llegado tu luz" (Is 60:1 LXX). De esta Jerusalén dijo el profeta: "Tras de lo cual se te llamará Ciudad de Justicia, metrópoli fiel de Sión" (1:26 LXX) a causa de la Ley que partió de Sión y de la palabra del Señor que se originó de Jerusalén (cf. 2:3). Desde aquí regó como lluvia el orbe entero. A ella también le dice el profeta acerca de vosotros: "Alza en torno los ojos y mira: todos ellos se han reunido y han venido a ti" (49:18). Y ella responde diciendo: "¿Quiénes son estos que como nube vuelan, como palomas a sus palomares?" (40:8): nubes por lo espiritual y palomas por la sencillez. Y a su vez: "¿Quién oyó tal? ¿Quién vio cosa semejante? ¿Es dado a luz un país en un sólo día? ¿O nace un pueblo todo de una vez? Pues bien: Tuvo dolores y dio a luz Sión a sus hijos" (66:8). Todas las cosas serán llenas de un gozo inefable por el Señor, que dice: "Convertiré a Jerusalén en exultación y a mi pueblo en alegría."

De Dios os dé alegría, os bendiga y os ayude

35. Sea permitido decir también de vosotros ahora: "¡Aclamad, cielos, y exulta, tierra!.., pues Yahvé ha consolado a su pueblo y de sus pobres se ha compadecido" (Is 49:13). Es por la bondad de Dios, que os dice: "He disipado como una nube tus rebeldías, como un nublado tus pecados" (44:22). Y vosotros, honrados con el nombre de fieles y de quienes está dicho: "a los que me sirven se les impondrá un nombre nuevo, que será bendecido sobre la tierra" (65:15-16), diréis con alegría: "Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo... En él tenemos por medio de su sangre la redención, el perdón de los delitos, según las riquezas de su gracia que ha prodigado sobre nosotros" (Ef 1:3-8), etc. Y también: "Pero Dios, rico en misericordia, por el grande amor con que nos amó, estando muertos a causa de nuestros delitos, nos vivificó juntamente con Cristo..." (2:4-5). Y del mismo modo alabad de nuevo al Señor, autor de los bienes, diciendo: "Cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador y su amor a los hombres, él nos salvó, no por obras de justicia que hubiésemos hecho nosotros, sino según su misericordia, por medio del baño de regeneración y de renovación del Espíritu Santo, que derramó sobre nosotros con largueza por medio de Jesucristo nuestro Salvador, para que, justificados por su gracia, fuésemos constituidos, en esperanza, herederos de vida eterna" (Tit 3:4-7). "El Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os conceda espíritu de sabiduría y de revelación para conocerle perfectamente, iluminando los ojos de nuestro corazón" (Ef 1:17-18) y os guarde en todo tiempo en buenas obras, palabras y pensamientos. A él sean la gloria, el honor y el poder por medio de nuestro Señor Jesucristo, con el Espíritu Santo, ahora y siempre y por los infinitos siglos de los siglos. Amén.

1. Se trata de la última de las catequesis antes del bautismo. Al final se prometen las catequesis mistagógicas. El orden resurrección-lglesia católica es inverso a cómo ambas realidades se encuentran en el Símbolo. Pero no parece que el asunto tenga mayor importancia (cf. PG 33, 1.013-1.014). Vid. más abajo la nota 3.

2. Se refiere a que carece de un estímulo para obrar el bien.

3. Cf. Mt 3:12: "En su mano tiene el bieldo y va a limpiar su era: recogerá su trigo en el granero, pero la paja la quemará con fuego que no se apaga." La expresión de Cirilo tiene, en cuanto a los términos empleados, cierto parecido con esta de Mt, pero el evangelista más bien se refiere a la acción de Jesús, en su primera venida, con respecto a los hombres. En general, es bueno tener presente, con respecto a los presentes párrafos, que, en un primer momento, más que aportar el testimonio bíblico de la resurrección, la catequesis pretende oponerse a la actitud en contra de griegos y samaritanos defendiendo su posibilidad. Es sobre todo entre los párrafos 14 y 21 cuando se ofrecerá una visión más específicamente bíblica de esta esperanza fundamental del cristiano.

4. También aquí los términos son semejantes a la comparación que Jesús establece con el grano de trigo en Jn 12:24.

5. Clemente Romano, Epístola I a los Corintios, cap. 25 Madrid 1950 (BAC 65), pp. 249-250.

6. La ciudad se refiere a la antigua Heliópolis. Pero, por supuesto, aunque se haga la cita de autoridad de Clemente, todo lo referente al ave Fénix, que ardía y más tarde resurgía de sus propias cenizas, es algo puramente mitológico. En ocasiones, el ave Fénix fue utilizada por los antiguos cristianos como símbolo -pero sólo símbolo- de la resurrección.

7. También en esta ocasión, entre paréntesis y como en nota, añade Cirilo: "No dejes de dar crédito a este asunto, pues sabes igualmente que también la prole de las abejas se forma a partir de unos gusanos y has visto que de los huevos muy blandos de las aves salen las plumas, los huesos y los nervios."

8. Intenta la catequesis establecer un paralelismo entre las fases de la luna y la resurrección. Más que de argumentaciones habría que hablar aquí de ejemplos que facilitan la aceptación de la idea de resurrección. Al final del párrafo, señala Cirilo que lo que intenta, frente a los griegos, es no tomar argumentos sacados de la Escritura, sino que puedan ser comprendidos desde la razón. A partir del párrafo 11 al dirigirse a los Samaritanos, utilizará pasajes del Pentateuco, lo que ellos admiten de la Escritura. Los samaritanos posteriores admitieron también el libro de Josué.

9. El argumento de que los patriarcas están vivos es empleado por el mismo Jesús en favor de la resurrección: "Y en cuanto a la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído aquellas palabras de Dios cuando os dice: `Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob?" No es un Dios de muertos, sino de vivos" (Mt 22:31-32). La afirmación de que los padres en la fe están vivos es al menos un marco de referencia desde el cual se puede entender la afirmación cristiana de la resurrección de los muertos.

10. "Se levantarán." El texto griego de los LXX, el empleado por Cirilo, admite también la traducción "resucitarán" (anastésontai) aunque más bien debería traducirse por "se alzarán" o "se mantendrán en pie."

11. Más explícito todavía -es uno de los textos del AT que clásicamente se aducen sobre la resurrección o, al menos, sobre la vida más allá de la muerte- es el texto hebreo de estos mismos versículos: "Yo sé que mi Defensor está vivo y que él, el último, se levantará sobre el polvo. Tras mi despertar me alzará junto a él, y con mi propia carne veré a Dios." Y continúa el v. 27: "Yo, sí, yo mismo le veré, mis ojos le mirarán, no ningún otro."

12. Todos los casos de resurrección mencionados son cualitativamente distintos de la resurrección de Jesús, puesto que "Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más... la muerte no tiene ya señorío sobre él" (Rm 6:9) y, por tanto, son también distintos de la resurrección de todos los hombres al fin de los tiempos. Pero son muy útiles para hacer ver la capacidad de Dios para resucitar a los muertos.

13. Conviene recordar, de todos modos que cuando un santo realiza un milagro o éste se obtiene por su intercesión, no es en realidad el santo el que hace el milagro, sino el poder de Dios que de él se sirve como simple instrumento.

14. Se alude al ayuno, con frecuencia de varios dias, de los dias de Semana Santa y de preparación de la Vigilia Pascual.

15. 1 Cor 15 es el pasaje más amplio en toda la Biblia sobre la resurrección de los muertos.

16. I Cor 15:42-47: "Así también en la resurrección de los muertos: se siembra corrupción, resucita incorrupción; 43 se siembra vileza, resucita gloria, se siembra debilidad, resucita fortaleza; 44 se siembra un cuerpo natural, resucita un cuerpo espiritual. Pues si hay un cuerpo natural, hay también un cuerpo espiritual. 45. En efecto, así es como dice la Escritura: Fue hecho el primer hombre, Adán, alma viviente (Gén. 2:7); el último Adán, espíritu que da vida. 46. Mas no es lo espiritual lo que primero aparece, sino lo natural; luego, lo espiritual. 47. El primer hombre, salido de la tierra, es terreno, el segundo viene del cielo...." El pasaje hace ver, en primer lugar, lo que se señaló en la nota 12 de que la resurrección final de los muertos es algo muy diferente de las resurrecciones operadas por Jesús en los evangelios o de los milagros de resurrección que se realizan en algunos pasajes del libro de los Hechos. En todos estos casos se trata de un restablecimiento del tipo de vida que los hombres llevaban. Según los versículos citados de I Cor 15, se habrá restablecido la vida, en dichos milagros, pero en "corrupción" (corruptibilidad), "vileza," "debilidad" y "cuerpo natural," mientras que la resurrección prometida al final de la historia es una resurrección prometida en incorrupción," "gloria," "fortaleza," "cuerpo espiritual." Con respecto a la antítesis "cuerpo natural" — "cuerpo espiritual," las expresiones originales griegas soma psychikón-soma pneumatikón se refieren respectivamente al ser humano (que es propiamente como debe entenderse aquí la palabra "soma") con su vida natural, la que le aporta la psyché y, en la resurrección, al ser humano, al hombre, penetrado por el Pneuma, el Espiritu de Dios. Es decir, más allá de lo que habian sido sus propias fuerzas vitales que por otra parte, también eran don de Dios al crearlo, el hombre resucitado del final de los tiempos es alguien vivificado en su realidad por el Espiritu de Dios. Es el sentido que tiene la expresión "cuerpo espiritual" de 1 Cor 15:44.

17. El lavatorio o lavado de la purificación, el bautismo. Cf. catequesis 1,19 y 20.

18. Parece exhortar a una constante profesión de fe mediante la recitación repetida del Símbolo.

19. "Ekklesía," de "ek-kalein," llamar de o convocar, significa asamblea convocada o incluso convocatoria (desde el punto de vista semántico).

20. Un adjetivo derivado de ekklesia, empleado aquí por Cirilo, que lo toma de Lev 8:3 LXX para designar la comunidad o la asamblea.

21. Las tablas de la Ley.

22. Cirilo dice "en la Iglesia," adaptándolo al tema que en estos momentos desarrolla.

23 Expresión griega, derivada de Kyrios, Señor, para denominar un edificio eclesiástico 0 algún conjunto de ellos.

24. La imagen del "repudio" está tomada de la orden que Abraham recibe de Dios para abandonar a su esclava Agar. En Agar y en la verdadera esposa de Abraham, Sara, ve Pablo, en Gál 4:21-31, la imagen de las alianzas, históricamente sucesivas, con Israel y la Iglesia. A todo esto se está refiriendo la catequesis de Cirilo con la finalidad de que los oyentes distingan las características ("notas") de la Iglesia: una, santa, católica, apostólica.

26. Se refiere a las normas prácticas sobre cómo actuar en la celebración de la Pascua, que va a incluir bautismo, confirmación y eucaristia, y acerca de las actitudes que deben adoptarse en dicha celebración.

27. La distribución de la Eucaristía en la Comunión.

28. Es decir, en nuestra distribución de la semana, el lunes de Pascua.

29. Son las catequesis mistagógicas, aquí recogidas entre la XIX y la XXIII.

30. Es tal vez cita de Ef 5:26, que conviene comenzar en el versículo anterior: "... como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a si mismo por ella, para santificarla mediante el baño del agua, en virtud de la palabra...." Tanto Ef 5:26 como el texto de Cirilo al que todo esto hace referencia parecen ser mención de que en el bautismo, como en todos los sacramentos, hay un doble elemento: la acción realizada (en el bautismo, el lavado con agua) y las palabras empleadas como fórmula bautismal ("Yo te bautizo..."). Pero quizá las palabras de Cirilo hacen alusión a la doble realidad de que los sacramentos, en este caso el bautismo, no son sin más realidades que deben administrarse sin un trabajo previo de impartir la Palabra de la evangelización. De hecho, la Biblia de Jerusalén comenta a Ef 5:26: "El bautismo exige, para su plenitud, el acompañamiento de la proclamación de la Palabra, concretada en la evangelización del ministro y la profesión de fe del bautizado...." En el caso del bautismo de niños, los padres y padrinos, que le "prestan" al párvulo la fe en nombre de la Iglesia, deben recibir antes de modo adecuado el Evangelio.

31. Puesto que "Cristo," como tantas veces se ha señalado, significa "ungido."

32. En la caT. XXI. Se trata de la Confirmación.

33. En Jerusalén, porque aquí comenzó en la última Cena la celebración de la Eucaristía.

34. A la Eucaristía se dedicarán la cuarta y quinta catequesis mistagógicas.

35. Parece prometerse aquí una sexta catequesis mistagógica que desde luego no se encuentra entre las que nos han quedado de hecho. PG 33,1.055, nota 2, expone la siguiente suposición: o bien no pudo pronunciarla Cirilo o, más probable según el editor de las catequesis publicadas en PG las cinco catequesis mistagógicas fueron pronunciadas de lunes a viernes, mientras que el sábado se habría celebrado ya la Eucaristía del domingo in albis, en la que los recién bautizados dejaban ya sus vestiduras blancas. Seria más que probable que, por tratarse de una homilía dominical, habría tenido que variarse el tema previsto. Abundantes consejos morales se hallan, en todo caso, en la última de las catequesis mistagógicas.

XIX. (Mistagógica I). El Sentido de los Ritos Bautismales Realizados (I).

A los recién iluminados. La lectura se toma de la primera epístola de Pedro: "Sed sobrios y velad" (I Re 5:8), etc., hasta el fin de la carta.

Introducción.

1. Ya hace tiempo que deseaba, hermanos e hijos queridísimos de la Iglesia, tratar de estos misterios espirituales y celestiales. Pero, consciente de que la fe es mayor por lo que se ve que por lo que se oye, he esperado a este momento para, encontrándoos más preparados desde lo que ya habéis experimentado, poder conduciros con más facilidad a este prado del paraíso lleno de luz y fragancia. Ya habéis sido hechos capaces de estos misterios divinos una vez que habéis sido considerados dignos del lavatorio divino vivificante. Por tanto, cuando se os ha de servir la mesa en que habéis de recibir dones más perfectos, podéis estar ciertos de que os instruiremos en todo esto con mayor cuidado para que conozcáis la fuerza y la eficacia que se han operado en vosotros en la vigilia del bautismo.

El paso del Mar Rojo como figura de la liberación cristiana

2. En primer lugar, entrasteis en el atrio que está antes del baptisterio y escuchasteis vueltos de pie hacia Occidente. Se os ordenó extender la mano y renunciasteis a Satanás como si estuviese presente. Debéis saber que la figura de este asunto ya está contenida en la historia antigua: cuando Faraón, durísimo y cruel tirano, oprimía al libre y generoso pueblo de los hebreos, Dios delegó en Moisés para que los sacase de la cruel servidumbre de los egipcios. Y se untaban las jambas de la puerta con la sangre del cordero para que el exterminador pasase por alto las casas marcadas por la señal. De modo totalmente milagroso, el pueblo hebreo fue así proclamado libre. Y cuando el enemigo persiguió a los liberados, uniéndose los dos brazos del mar sobre él, según lo que se cuenta en aquel relato asombroso, rápidamente se hundió su poderío en las aguas del Mar Rojo1.

El diablo ha sido vencido como lo fue el Faraón

3. Pero debo pasar de lo viejo a lo nuevo, de la figura a la verdadera realidad. En aquel entonces Moisés es enviado por Dios a Egipto, mientras que ahora es Cristo enviado al mundo. Aquel, para sacar de Egipto al pueblo oprimido; Cristo, para liberar a los que están oprimidos en el mundo bajo el peso del pecado. Entonces fue la sangre del cordero la que alejó al exterminador, pero ahora lo ha sido la sangre de Jesucristo, el cordero inmaculado. Ha sido esta sangre la que ha expulsado a los demonios. Aquel tirano persiguió a aquel pueblo hasta el mar. También a ti, con la misma audacia, te perseguía sin pudor el príncipe de los demonios hasta las fuentes de la salvación. Aquel quedó sumergido en el mar, y éste desaparece en el agua saludable.

La renuncia a Satanás en el rito bautismal

4. Pero oíste que se te mandaba que extendieses la mano como hacia alguien que estuviese presente y dijeras: Renuncio a ti, Satanás. Y quiero explicar por qué estuvisteis vueltos hacia Occidente, pues es necesario que lo haga. La razón es que el Occidente es el lugar hacia donde se perciben las tinieblas: su poder está en las tinieblas, siendo él mismo la oscuridad. Por eso, para mantener la razón de lo que se dice en el Símbolo, mirando hacia el oeste, renunciáis al príncipe de las tinieblas y de las sombras. ¿Qué es lo que dijo cada uno de vosotros mientras estaba de pie?: "Renuncio a ti, Satanás, a ti que eres tirano maligno y muy cruel. Ya no temo -dijiste- tu fuerza: Cristo la deshace haciéndome partícipe de su sangre y de su carne para, por ellas, destruir la muerte con su muerte para que no esté sometido eternamente a esclavitud"2. "Renuncio a ti, serpiente astuta y sutilísima. Renuncio a ti que eres el traidor y que, simulando amistad, pergeñaste toda iniquidad proponiendo la caída a nuestros primeros padres. Renuncio a ti, Satanás, autor e instrumento de toda maldad."

Renuncia a las obras de Satanás

5. Después, en la segunda fórmula, se te enseña a proclamar: ...y a todas tus obras. Se refiere a las obras de Satanas, a todo lo que es pecado y a lo que es necesario renunciar del mismo modo que, si alguien escapa del tirano, también rechaza completamente sus armas. Pues toda clase de pecado se cuenta entre las obras del diablo. Debes saber, sin embargo, que lo que dices, especialmente en la hora del temor, está consignado por escrito en los libros de Dios. Y si alguna vez admites alguna cosa contraria a ellos, serás juzgado como quien ha roto la alianza. Renuncias, por tanto, a las obras de Satanás, es decir, a todas las acciones y pensamientos que se apartan de la razón.

Y a todas sus pompas. Especialmente se mencionan los espectáculos

6. Después dices: ...y a toda su pompa. Son pompa del diablo las locuras de los teatros, las carreras de caballos en los hipódromos, la caza en el circo y otras vanidades por el estilo, de las que el santo, pidiendo ser liberado, exclama a Dios: "Aparta mis ojos de mirar vanidades" (Sal 118[119]:37)3. Que estas vanidades no te llenen de preocupaciones en tu corazón cuando observes la petulancia de los comediantes, llena de chismorreos e indecencia, o cuando ves bailes llenos del furor y demencia de hombres afeminados, ni tampoco lo que se ve por parte de quienes, en las cacerías circenses, se exponen a las fieras acariciando su desgraciado vientre, pues se convierten ellos mismos en alimento de fieras inmisericordes. Para decirlo más exactamente, por el vientre, al que reconocieron como único Dios (cf. Flp 3:19), arrojan su vida a un precipicio con tales certámenes fuera de lo común. Apártate también de las carreras de caballos, absolutamente demenciales y que son espectáculo para espíritus indolentes. Todo esto son pompas del diablo.

Lo sacrificado a los ídolos

7. Como pompa del diablo debe contarse también lo que suele utilizarse en las fiestas de los ídolos, las carnes, los panes y otras cosas tales que se han contaminado por la invocación de los demonios impuros. Pues el pan y el vino de la Eucaristía eran simple pan y vino antes de la invocación de la santa y adorable Trinidad, pero, una vez hecha la invocación, se convierten el pan en el cuerpo y el vino en la sangre de Cristo; de igual modo tales alimentos, pertenecientes a la pompa de Satanás, siendo por naturaleza simples y comunes, por la invocación de los demonios quedan profanados y contaminados4.

No dar culto a Satanás

8. Después dices: ... y a todo tu culto. Culto al diablo son las súplicas en los templos de los ídolos, las cuales se hacen en honor de imágenes inanimadas: encender lámparas y ofrecer perfumes a las fuentes o a los ríos; así como algunos, equivocados por sus sueños o engañados por los demonios, se acercaron hasta aquellas aguas, creyendo que encontrarían medicina para sus enfermedades corporales. Y así otras cosas semejantes. No te mezcles con tales cosas. Los augurios, la adivinación, los presagios, los amuletos, las inscripciones en placas, las artes de la magia y otras parecidas y cualquier cosa semejante a ellas, todo es culto del diablo. Huye, por tanto, de todo ello. Pues si sucumbes a estas cosas tras la renuncia a Satanás y después de haberte agregado a Cristo, experimentarás un tirano más cruel. Este trataba contigo familiarmente en otro tiempo y te reducía a dura esclavitud. Ahora la habrás tú aumentado más y, si quedas privado de Cristo, experimentarás la sujeción de aquél5. ¿Acaso no has oído lo que nos anuncia la vieja historia de Lot y sus hijas? (Gén. 19:15 ss). ¿No fue guardado incólume con sus hijas cuando subía al monte mientras su mujer quedó convertida en estatua de sal como monumento perenne que recordase unos afectos torcidos y una conversión tardía? Pon atención a ti mismo y no mires hacia atrás con la mano del arado (cf. Lc 9:62) y volviéndote al sabor amargo de las cosas de esta vida. Escápate, en cambio, hasta el monte (cf. Gén 19:17) que es Jesucristo, piedra no tallada con las manos y que llenó el mundo entero (cf. Dan 2:35-45).

Se ha hecho profesión de fe volviéndose a la región de la luz

9. Así, pues, cuando renuncias a Satanás, anulando completamente cualquier pacto con él y las antiguas alianzas con el infierno, se te abre el paraíso que Dios plantó al Oriente (Gén 2:8), del que fue expulsado nuestro primer padre al violar el mandato de Dios (Gén 3:23). Símbolo de esta realidad es cuando te volviste del Occidente al Oriente, que es la región de la luz. Entonces se te mandó que dijeras: "Creo en el Padre, y en el Hijo y en el Espíritu Santo, y en un único bautismo de conversión." De todo lo cual, en cuanto nos lo concedió la gracia de Dios, ya te hemos hablado extensamente.

Memoria de la vestidura blanca

10. Por consiguiente, mantén la vigilancia fortalecido con estas palabras. Como se ha leído, "vuestro adversario, el Diablo, ronda como león rugiente, buscando a quién devorar" (I Pe 5:8)6. En épocas anteriores os podía encerrar la muerte en sus dominios, pero en el santo lavatorio de la regeneración enjugó Dios "las lágrimas de todos los rostros" (Is 25:8). Una vez despojado el hombre viejo, ya no harás más luto, sino que celebrarás la fiesta revestido con la túnica de la salvación de Jesucristo (cf. Rom 13:14)7.

11. Y esto es lo que se hizo en el atrio exterior; pero, si Dios quiere, cuando en las siguientes catequesis mistagógicas entremos en el Santo de los santos, conoceremos el significado de lo que allí se hace. A Dios Padre sea la gloria, el poder y el esplendor con el Hijo y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.

1. Todo el relato del paso del Mar Rojo, en Ex 14:15 ss. Para el paso "a pie enjuto" de los israelitas y el hundimiento de los perseguidores, cf. 14:22-31. El paso a través del Mar Rojo por Israel es quizá el momento central de la liberación narrada en el Exodo y que, en la redacción final del segundo de los libros de la Biblia, va seguido de un salmo triunfal de alabanza, Ex 15:1 ss. Tanto la proclamación del paso del Mar Rojo como el himno de acción de gracias ("Cántico de Moisés") fueron pronto incorporados a la liturgia cristiana de la Vigilia Pascual, al entender, como expone la catequesis, que el paso del Mar Rojo tenía un valor de "figura" -tipos es la expresión de Cirilo- de la liberación de los bautizados en Cristo. Con ello se afirma, como se continúa explicando en los párrafos sucesivos, que todas las realidades de la liberación de Israel son "figura" o typos de la liberación cristiana; especialmente en este caso imagen del bautismo. Cf. 1 Cor 10:1-6. Además, la sangre del cordero utilizada para señalar las puertas (cf. Ex 12:21-23), es figura de la sangre de Cristo como verdadero cordero pascual (cf. I Pe 1:20). Cf. también Apoc 5:9-12; 7:14.

2. Cf. Hb 2:14-15, que expresa que el máximo temor del hombre es la muerte. Miedo a morir es no sólo temor a la muerte fisica, sino a todas aquellas cosas que matan al hombre al no ser existencialmente capaz de aceptarlas: el fracaso, la enfermedad, la pérdida de capacidad economica, riesgos de diversos tipos, etc. La afirmación del texto citado de Hb es que la fuerza del "señor de la muerte," el Diablo, capaz de espolear lo que destruye al hombre, ha quedado destruida en la muerte de Cristo.

3. Se hace mención aquí y en los próximos párrafos del apartamiento que los primitivos cristianos practicaban con respecto a los espectáculos públicos y otras "vanidades" del mundo. El asunto aparece mencionado, por ejemplo, en Hipólito (La tradición apostólica, núm. 16, con respecto a las profesiones relacionadas con los espectáculos) o Clemente de Alejandría (El pedagogo, L. lll, c. IV: "qué consagrar el tiempo").

4. Lo más oportuno, para valorar este párrafo, es recordar la enseñanza de Pablo en 1 Cor 8-10 acerca de la conducta del cristiano con respecto a las carnes sacrificadas a los ídolos. En sí misma, esta carne que, una vez sacrificada, se podía encontrar en los mercados, no es más que un alimento normal que no hay dificultad, desde el punto de vista moral, en que se consuma. Pero, a la vista de que "la ciencia hincha, el amor, en cambio, edifica" (I Cor 8:1), Pablo explica que el cristiano que se sienta "fuerte" como para comer de lo sacrificado a los ídolos no debe escandalizar a los "débiles" (8:7-13) que piensen que espiritualmente se contaminan al tomar de tales alimentos. En evitar el escándalo insiste Pablo en 10:23 ss. El tema reaparece también en Rom 14:1-15:13. En cualquier caso, lo que siempre queda prohibido al cristiano es la participación en el culto a los ídolos, culto con el que se rompe al abrazar la fe en Cristo.

5. Todo esto recuerda las advertencias de Hebr 6:4 ss.

6. Por mayor fidelidad al texto bíblico, se transcribe "vuestro adversario," no "nuestro," que es como figura en el texto original de las catequesis. Por lo demás, esta catequesis ha señalado con fuerza el poder del Diablo, del que han sido liberados los recién bautizados; por tal motivo, se encarece la necesidad de la vigilancia.

7. Para una descripción más completa de la novedad de vida, cf. Rom 13:11-14. La alusión a la "túnica" en las últimas palabras del párrafo es probablemente una mención de la vestidura blanca que se imponia en el bautismo y que los recién bautizados llevaban puesta en los días siguientes. Se trataba, en cualquier caso, de resaltar la diferencia entre el hombre viejo y el hombre nuevo.

 

XX. (Mistagógica II). El Sentido de los Ritos Bautismales Realizados (II).

Acerca del bautismo. La lectura es de la Carta a los Romanos desde: "¿O ignoráis que los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús hemos sido bautizados en su muerte? hasta las palabras: "Pues no estáis ya bajo la Ley, sino bajo la gracia" (Ro 6:3-14)1.

1. Las mistagógicas que se tienen todos los días, es decir, estas enseñanzas que explican los misterios, nos son útiles, pues siempre explican nuevas doctrinas y nuevas cosas. Pero os son útiles sobre todo a vosotros, que habéis sido cambiados de lo viejo a lo nuevo. En esa línea os expondré ciertas cosas que se derivan de la mistagogia de ayer, para que aprendáis qué simboliza lo que realizasteis en el interior del edificio.

La túnica y el hombre viejo

2. Inmediatamente después de que entrasteis, os despojasteis de la túnica: ésta era imagen del hombre viejo, del que os habéis despojado con sus obras (cf. Col 2:12 ss; 3:1 ss. 9ss.; cf. Ef 2:1-10). Al despojaros, os quedasteis desnudos, imitando también en esto a Cristo desnudo en la cruz, el cual con esta desnudez, "una vez despojados los Principados y las Potestades, los exhibió públicamente, incorporándolos a su cortejo triunfal" (Col 2:15). Y puesto que habitaban en vuestros miembros las potestades adversas, ya no os es lícito seguir llevando aquella vieja túnica: y no me refiero a la que se percibe con los sentidos, sino al "hombre viejo que se corrompe siguiendo la seducción de las concupiscencias" (Ef 4:22). Y que nunca suceda que el alma se revista de nuevo de la vestimenta de que una vez se despojó, sino que diga como aquella esposa de Cristo de la que se habla en el Cantar de los Cantares: " — Me he quitado mi túnica, ¿cómo ponérmela de nuevo?" (Cant 5:3). ¡Oh realidad admirable! Desnudos estuvisteis ante los ojos de todos, pero no sentíais vergüenza. Llevabais realmente la imagen del primer padre Adán, que estaba desnudo en el paraíso y no se avergonzaba.

La unción probautismal

3. Y después, así despojados, fuisteis ungidos con el óleo exorcizado desde los pelos de la cabeza hasta los pies y fuisteis hechos partícipes del buen olivo que es Jesucristo. Sacados del olivo silvestre, habeis sido injertados en un buen olivo y hechos partícipes de la riqueza del verdadero olivo (Rm 11:17-24)2, Por consiguiente, el óleo exorcizado era símbolo de la comunicación de la abundancia de Cristo y hace huir rápidamente a todo vestigio de poder adverso. Pues así como la insuflación de los santos3 y la invocación del nombre de Dios abrasan a los demonios, al modo de fortísima llama, y los ponen en fuga, así también ese aceite exorcizado por la invocación de Dios y por la oración adquiere tanta fuerza que no sólo purga, quemándolos, los vestigios de los pecados, sino que incluso hace huir a todas las potencias invisibles del Maligno.

Las entradas y salidas del agua, señal y realización de muerte y de vida

4. Después fuisteis conducidos hasta la santa piscina del divino bautismo, como fue llevado Cristo de la cruz al sepulcro. Y se os preguntó uno por uno si creíais en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Pronunciasteis la confesión que os lleva a la salvación4, y fuisteis sumergidos por tres veces en el agua, levantándoos también tres veces. También en esto significasteis en imagen y simbólicamente la sepultura de Cristo por tres días. Pues, así como nuestro salvador pasó tres días y tres noches en el seno de la tierra (cf. Mt 12:40 par), también vosotros imitasteis el primer día que Cristo pasó en el sepulcro al levantaros del agua por primera vez y, con la inmersión, la primera noche. Pues del mismo modo que el que está en la noche ya no ve, y el que se mueve en el día camina en la luz, vosotros, al sumergiros, como en la noche, dejasteis de ver, pero, al salir, fuisteis puestos como en el día. En el mismo momento habéis muerto y habéis nacido, y aquella agua llegó a ser para vosotros sepulcro y madre. Lo que Salomón dijo a propósito de otras cosas os cuadra a vosotros perfectamente; decía él: "Hay tiempo para nacer, y tiempo para morir" (Ecl 3:2). Pero para vosotros es a la inversa: tiempo de morir y tiempo de nacer. Y un tiempo único ha logrado ambas cosas, pues con vuestra muerte ha coincidido vuestro nacimiento.

En qué sentido hemos pasado por la muerte, sepultura y resurrección de Cristo

5.¡Oh nueva e inaudita realidad! No hemos muerto ni hemos sido sepultados de modo verdadero, ni resucitamos después de que hubiésemos sido verdaderamente crucificados, pero sí se ha realizado en imagen una imitación de aquellas cosas, y es de aquí de donde ha brotado la salvación5. Cristo fue verdaderamente crucificado, verdaderamente fue sepultado y verdaderamente resucitó, y todo ello nos ha sido regalado a nosotros por gracia para que, hechos partícipes de sus sufrimientos, obtengamos en verdad la salvación. ¡Oh amor exuberante hacia los hombres! Cristo recibió los clavos en sus pies y manos incontaminados, soportando así el dolor; y ahora, por la comunicación en sus dolores, se me agracia a mí sin haber pasado por dolores ni trabajos.

El bautismo nos concede el perdón de los pecados, la adopción y la participación en los sufrimientos de Cristo

6. Nadie piense, pues, que el bautismo consiste sólo en la gracia del perdón de los pecados y de la adopción, como era el bautismo de Juan, que confería sólo el perdón de los pecados. Nosotros, por el contrario, sabemos bien que es para el perdón de los pecados, pero también otorga el don del Espíritu Santo y es realización7 y expresión de los sufrimientos de Cristo. De aquí que Pablo dijera: "¿O es que ignoráis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte? Fuimos, pues, con él sepultados por el bautismo en la muerte" (Rm 6:3-4). Esto se lo decía a quienes estaban convencidos de que el bautismo otorgaba ciertamente el perdón de los pecados y la adopción, pero sin que ellos hubiesen participado, en cierta identificación con él, en los verdaderos sufrimientos de Cristo.

Partícipes de la muerte y resurrección de Cristo

7. Para que aprendiéramos, por tanto, que todo lo que Cristo soportó fue por nosotros y por nuestra salvación — y, desde luego, no lo sufrió sólo en apariencia — y que, además, somos hechos partícipes de sus sufrimientos, Pablo exclamaba con viveza y con fuerza: "Porque si hemos sido injertados en él por la semejanza a su muerte, seremos también partícipes de la resurrección" (Rm 6:5). Hermosamente dice "injertados." Pues realmente aquí se ha plantado la vid verdadera8 y nosotros, por la comunión del bautismo en la muerte, hemos sido injertados en él. Pues en Cristo se dio verdaderamente la muerte; en él realmente el alma se separó del cuerpo, verdadera fue también la sepultura y en una sábana limpia fue envuelto su santo cuerpo (Mt 27:59). Todo esto aconteció en él de modo real. En vosotros se da una semejanza de su muerte y de sus padecimientos, aunque en la salvación no hay semejanza sino realidad.

8. Cuando ya os hemos instruido suficientemente acerca de todo esto, os ruego que os esforcéis en retenerlo en la memoria con el fin de que yo, aunque indigno, pueda decir de vosotros: "Os alabo porque en todas las cosas os acordáis de mí y conserváis las tradiciones tal como os las he transmitido" (I Cor 11:2). Poderoso es Dios que os presenta aquí "como muertos retornados a la vida" (cf. Rom 6:13) para concederos que andéis en novedad de vida (cf. Rom 6:4). A él sea la gloria y el poder ahora y por los siglos. Amén.

1. En la catequesis anterior se han recordado la renuncia a Satanás y la profesión de fe, ritos realizados en el atrio exterior del templo. En la segunda catequesis mistagógica se recuerda el desvestirse la túnica y su significado, la unción prebautismal, el interrogatorio acerca de la fe y la triple inmersión y emersión en la piscina bautismal. Se explica con detalle el significado de todos estos ritos.

2. La alusión de Cirilo a la alegoría paulina del olivo y el acebuche no expresa toda la riqueza del pensamiento de Rom 11:16-24, que está en el contexto de Rom 9-11. El tema de estos capítulos de la carta es la "elección," en primer lugar, de Israel en el plan de conjunto de la Historia de la salvación y, en un segundo momento, tras el rechazo de Israel, la elección de los cristianos en la Iglesia. Aunque esta segunda elección, la de los gentiles, no anula la elección primera del pueblo judío — Pablo señala que los israelitas son "la adopción filial, la gloria, las alianzas, la legislación, el culto, las promesas y los patriarcas" y de ellos "también procede Cristo según la carne" (Ro 9:4-5) —, también los gentiles son llamados a participar de la riqueza abundante que es Cristo. En la mentalidad de la acción catequética de la Iglesia antigua se incluye la idea de que el catecúmeno y el cristiano han sido llamados y elegidos para ser un signo ante el mundo de la vida que Dios da. A los recién bautizados se les recuerda ahora esta realidad.

3. Soplo dentro del rito bautismal para ahuyentar al diablo. "Los santos" se refiere probablemente, siguiendo el uso atestiguado ya desde las cartas de Pablo, a los cristianos bautizados.

4. "Confesión salvadora" responde tal vez a lo expresado en Rom 10:9-10: "Porque, si confiesas con tu boca que Jesús es Señor y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo. Pues con el corazón se cree para conseguir la justicia, y con la boca se confiesa para conseguir la salvación." "Justificación" y "confesión" parecen, pues, aspectos diferentes del proceso de rescate ("redención") del hombre. La confesión de fe da una especial firmeza a la salvación inicialmente obtenida por la justificación por la que ya el hombre era liberado de modo fundamental del pecado y hecho hijo de Dios por adopción.

5. Cf. catequesis 21, núm. 2.

6. Se expuso en cat. 4, núms. 10-12.

7. Typos/Antitypos: Se traduce por "realización" la expresión original antitypos, que es prácticamente, incluso en el lenguaje de Cirilo, un término técnico. En la cat. XIX, núm. 2, se decía que los acontecimientos en torno a la liberación de Israel de la esclavitud de Egipto eran figura o imagen, typos de lo que habría de ser la liberación definitiva en Cristo. Antitypos del presente párrafo es más bien "contrafigura," es decir, una imagen -en cuanto en este caso, el bautismo es signo visible y "visibilizante"- que al mismo tiempo realiza efectivamente, para quien recibe el bautismo, la muerte y resurrección de Cristo. Con ello se está en el concepto de lo que es un sacramento.

8. El "aquí" se refiere al lugar del sepulcro de Jesús, en Jerusalén, donde se están impartiendo las catequesis. La imagen del injerto, por otra parte, se une aquí a la alusión a la alegoría de la vid y los sarmientos, en la que Jesús, según Jn 15:1, se entiende a sí mismo como "la vid verdadera."

 

XXI. (Mistagógica III). La Unción con el Crisma.

La unción con el crisma. La lectura es de la Primera carta de Juan, desde las palabras "En cuanto a vosotros, estáis ungidos por el Santo y lo sabéis todo" (I Jn 2:20)1 hasta "tengamos plena confianza y no quedemos avergonzados lejos de él en su Venida" (2:28).

Bautismo y don del Espíritu

1. Bautizados en Cristo y revestidos de Cristo (cf. Gál 3:27), habéis sido hechos semejantes a la imagen del Hijo de Dios (cf. Rom 8:29). El Dios que nos predestinó de antemano para la adopción (cf. Ef 1:5) nos hizo conformes al cuerpo glorioso de Cristo2. Habiendo venido a ser partícipes de Cristo (cf. Hebr 3:14), sois llamados, no de modo inmerecido, "Cristos"3 De vosotros dijo Dios: "No toquéis a mis ungidos" (Sal 105:15). Fuisteis hechos "Cristos" al recibir la imagen4 del Espíritu Santo y todas las cosas de cara a vosotros se han realizado en imagen, puesto que verdaderamente sois imágenes de Cristo. Y él verdaderamente, una vez bautizado en el Jordán y después de comunicar la fragancia de los efluvios de su divinidad a las aguas, salió de éstas y el Espíritu Santo descendió a él en forma visible posándose sobre él como alguien que le era semejante. De modo también semejante, después de que subisteis de las sagradas aguas de la piscina, se os ha dado el crisma, imagen realizada de aquel con el que fue ungido Cristo: En realidad es el Espíritu Santo. Sobre él dijo también el bienaventurado Isaías en su profecía, y refiriéndose a la persona del Señor: "El Espíritu del Señor Yahvé está sobre mí, por cuanto me ha ungido Yahvé. A anunciar la buena nueva a los pobres me ha enviado..."5.

A semejanza de Cristo

2. Cristo no fue ungido con óleo o ungüento corporal, sino que el Padre, al constituirlo en Salvador del universo entero, lo ungió con el Espíritu Santo. Como dice Pedro: "Dios a Jesús de Nazaret lo ungió con el Espíritu Santo" (Hech 10:38); y el profeta David clamaba diciendo: "Tu trono es de Dios para siempre jamás; un cetro de equidad, el cetro de tu reino; tú amas la justicia y odias la impiedad. Por eso Dios, tu Dios, te ha ungido con óleo de alegría más que a tus compañeros" (Sal 45:7-8). Y del mismo modo que Cristo verdaderamente fue crucificado, fue sepultado y resucitó, a vosotros se os concede en el bautismo, y por don divino, ser crucificados con él, ser sepultados y resucitar. E igualmente sucede acerca de la crismación: él fue ungido con el óleo inteligible de la alegría, esto es, con el Espíritu Santo6. Se llama óleo de la alegría porque causa una alegría espiritual; y vosotros habéis sido ungidos con ungüento al ser hechos partícipes de la misma suerte de Cristo.

La eficacia de la crismación

3. Pero date cuenta de que no se trata de un ungüento pobre y vil. Pues así como el pan de la Eucaristía, tras la invocación del Espíritu Santo, no es pan común sino el cuerpo de Cristo, así también este santo ungüento, después de la invocación, ya no es un simple ungüento ni, por decirlo así, un ungüento común; se da en él a Cristo y al Espíritu Santo, es presencia de su divinidad y realidad efectiva7. Y mientras se unge el cuerpo con ungüento visible, queda santificada el alma por el Espíritu Santo que da la vida.

Las diversas unciones y su finalidad

4. Fuisteis ungidos en primer lugar en la frente, para ser liberados de la vergüenza que el primer hombre que pecó exhibía por todas partes8 y para que, a cara descubierta, contempléis la gloria del Señor como en un espejo (cf. 2 Cor 3:18)9. Después, en los oídos, para que pudieseis oír los divinos misterios, de los que Isaías decía: "Mañana tras mañana despierta mi oído, para escuchar como los discípulos" (Is 50:4); y el Señor Jesús, en el Evangelio: "El que tenga oídos, que oiga" (Mt 11:15). Luego fuisteis ungidos en la nariz, para que, al recibir el divino ungüento, dijeseis: "Somos para Dios el buen olor de Cristo entre los que se salvan" (2 Cor 2:15). También fuisteis ungidos en el pecho, para que, "revestidos de la justicia como coraza," pudieseis "resistir a las asechanzas del Diablo" (Ef 6:14-11). Pues, al modo como Cristo, tras el bautismo y la venida a él del Espíritu Santo, derrotó al Adversario (cf. Mt 4:1 ss. par), también vosotros, después del sagrado bautismo y el místico ungüento, revestidos de la armadura del Espíritu Santo, podáis resistir contra toda potestad adversa (cf. Ef 6:10-18), a la cual podáis vencer diciendo: "Todo lo puedo en Aquel que me conforta" Cristo (Flp 4:13).

Habéis recibido el nombre de cristianos

5. Considerados dignos de esta santa unción, sois llamados cristianos, realizando la verdad de este nombre por medio del nuevo nacimiento. Pues, antes de seros conferida esta gracia, propiamente no erais dignos de este nombre, sino que luchabais para ser cristianos.

La descendencia de Cristo también es ungida

6. Pero debéis saber que la figura de este crisma (o unción) se encuentra ya en la Escritura de la antigua Alianza. Pues, cuando Moisés comunicó a su hermano el designio de Dios de hacerlo sumo sacerdote, lo ungió tras haberlo lavado con agua (Lev 8:1 ss.) y fue llamado "Cristo"10 por un crisma o unción que eran figura. También cuando el sacerdote promovió rey a Salomón, lo ungió después de haberlo lavado en el Guijón (1 Re 1:39-45). Y esto les sucedía en figura; pero a vosotros, no en figura, sino en verdad, si es que realmente habéis sido ungidos por el Espíritu Santo. Cristo es el principio de vuestra salvación: él es las primicias (1 Cor 15:23), pero vosotros la siega: no hay duda de que también a la cosecha se le transmite la santidad.

7. Guardad incontaminado este crisma. Os instruirá acerca de todo si permanece en vosotros, como ya anteriormente oísteis al bienaventurado Juan hablando de estas cosas (cf. 1 Jn 2:27) y haciendo diversos razonamientos sobre esta cuestión11. Pues éste es un crisma santo, salvaguardia espiritual del cuerpo y saludable custodia del alma. Ya desde los tiempos antiguos, el bienaventurado Isaías profetizaba diciendo: "Sucederá en días futuros que el monte de la Casa de Yahvé será asentado en la cima de los montes y se alzará por encima de las colinas. Confluirán a él todas las naciones..." (Is 2:2). Llama "monte" a la Iglesia, al decir que "será asentado en la cima de los montes" y que participarán en un "convite de buenos vinos" (Is 25:6), ungidos con aceite12. y, para confirmarte más en todo esto, escucha lo que dice de este místico ungüento: "Transmite todo esto a los pueblos: el proyecto que Dios tiene sobre todas las naciones" (Is 25:7 LXX) 13 Ungidos, pues, con este santo ungüento, guardadlo en vosotros inmaculado e irreprensible, sacando provecho por medio de buenas obras y agradando al autor de vuestra salvación, Cristo Jesús, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

1. Se ha preferido "lo sabéis todo" a "todos lo sabéis," en parte porque, según códices, es una lectura posible y porque se respeta así la versión utilizada por Cirilo.

2. Quizá anticipa algo Cirilo las expresiones de Flp 3:20-21: "Pero nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde esperamos como Salvador al Señor Jesucristo, el cual transfigurará este miserable cuerpo nuestro en un cuerpo glorioso como el suyo, en virtud del poder que tiene de someter a sí todas las cosas."

3. Cf. una afirmación semejante en cat. 18, núm. 33; cf. una explicación en el núm. 6 de esta catequesis. La unción del Espíritu, que en nosotros, como sacramento separado, costituye la Confirmación, se denomina en griego chrisma, "acción de ungir" o "crismación." El nombre "Cristo," del adjetivo verbal christós, significa, pues, Ungido. De ahí que "cristiano" sea el que participa de la misma unción de Cristo, al que Hech 10:38, utilizando Is 61:I, califica como aquel a quien Dios "ungió con el Espiritu Santo y con poder."

4. Original, "antitypo." Cf. la nota 7 de la anterior catequesis.

5. Is 61,1 ss se refiere, de modo directo, con gran probabilidad, a la misión del profeta, sea quien sea el autor, pues este párrafo pertenece ya al Tritoisaias. El presente pasaje es un eco de los cantos del Siervo (ver especialmente Is 42:1 ss. 7 ss.; 49,1 ss. 8 ss.; 50:4 ss.) y alcanza su plenitud de sentido aplicado a Jesús, en quien se cumple de modo eminente la misión profético-mesiánica: vid. especialmente la aplicación que Jesús hace del texto de Isaías a sí mismo según Lc 4:16-21.

6. Hech 10:38, sobre todo en su contexto, tiene un fuerte sabor kerigmático. El discurso de Pedro ante el centurión romano Cornelio, gentil sobre el que desciende el Espiritu Santo y es hecho luego bautizar (Hech 10:44-48), es en la práctica una descripción del ser y de la misión de Jesús: "... cómo Dios a Jesús de Nazaret le ungió con el Espiritu Santo y con poder, y cómo él pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el Diablo, porque Dios estaba con él." La unción con el Espiritu Santo que el Padre concede al cristiano a semejanza de Cristo -el Espíritu Santo desciende sobre Jesús también tras su bautismo en el Jordán, según los Sinópticos- le hace también al seguidor de Cristo "activo." En la medida en que el cristiano posee la unción del Espíritu Santo -de ello es sacramento específico la Confirmación- puede también él participar en "hacer el bien" y "curar a los oprimidos por el Diablo."

7. "Realidad efectiva" (energetikón ginómenon, efficiens factum en la excelente versión latina) es expresión de la concepción de lo que es un sacramento según lo comentado en cat. XX, nota 7.

8. La edición de Migne, op. cit., 1.091, hace aquí mención de Gén 3:7-8 como expresión de la vergüenza por el pecado cometido.

9. Cirilo hace alusión a la expresión mencionada de Pablo, que se encuentra en el importante contexto de 2 Cor 3:4-18 sobre la diferencia entre el ministerio de la antigua Ley y de la nueva Alianza.

10. Es decir, "ungido." Cf. Lev 4:5: "El sacerdote ungió...." Lo que se intenta exponer aquí (como, en general, al explicar el nombre de "Cristo," versión griega del hebreo "Mesías," ungido) es que si Cristo es el ungido de Dios, también el cristiano, ungido a su vez como Jesús, el Cristo, participa así de la unción del Espiritu.

11. Cf. supra, cat. 17, núm. 37, sobre la acción interior del Espíritu Santo.

12. Cf. supra, núm. 2.

13. En el contexto de 25:7 LXX, el proyecto de Dios es derramar su unción sobre todas las naciones. Esto recuerda, por otra parte, Hech 2:16 ss.

XXII. (Mistagógica IV). El Cuerpo y la Sangre del Señor.

Sobre el cuerpo y la sangre del Señor. La lectura es de la Primera carta de Pablo a los Corintios: " Yo recibí del Señor lo que os he transmitidos (I Cor11:23), etc.1.

Institución de la Eucaristía

1. Incluso esta sola enseñanza de Pablo sería suficiente para daros una fe cierta en los divinos misterios. De ellos habéis sido considerados dignos y hechos partícipes del cuerpo y de la sangre del Señor. De él se dice que "la noche en que fue entregado" (I Cor 11:23), nuestro Señor Jesucristo "tomó pan, y después de dar gracias, lo partió" (1 Cor 11:23-24) "y, dándoselo a sus discípulos, dijo: "tomad, comed, éste es mi cuerpo." Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio diciendo: "Bebed de ella todos, porque ésta es mi sangre"" (Mt 26:26-28). Así pues, si es él el que ha exclamado y ha dicho acerca del pan: "Este es mi cuerpo," ¿quién se atreverá después a dudar? Y si él es el que ha afirmado y dicho: "Esta es mi sangre," ¿quién podrá dudar jamás diciendo que no se trata de su sangre?

Fe en el cuerpo y la sangre del Señor

2. En una ocasión, en Canan de Galilea, cambió el agua en vino (Jn 2:1-10), que es afin a la sangre. ¿Y ahora creeremos que no es digno de fe al cambiar el vino en sangre? Invitado a unas bodas humanas, realizó aquel prodigio admirable. ¿No confesaremos mucho más que a los hijos del tálamo nupcial les dio para su disfrute su propio cuerpo y sangre? 2.

Apariencias de pan y vino, pero realidad del cuerpo y sangre de Cristo

3. Por ello, tomémoslo, con convicción plena, como el cuerpo y la sangre de Cristo. Pues en la figura de pan se te da el cuerpo, y en la figura de vino se te da la sangre, para que, al tomar el cuerpo y la sangre de Cristo, te hagas partícipe de su mismo cuerpo y de su misma sangre. Así nos convertimos en portadores de Cristo, distribuyendo en nuestros miembros su cuerpo y su sangre. Así, según el bienaventurado Pedro, nos hacemos "partícipes de la naturaleza divina" (2 Pe 1:4).

El "escándalo" del Pan de vida

4. En cierta ocasión, discutiendo Jesús con los judíos, decía: "Si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6:53). Pero como aquellos no entendiesen en sentido espiritual lo que se estaba diciendo, se retiraron ofendidos (cf. 6:60) creyendo que les invitaba a comer carnes3.

La Eucaristía, pan de la nueva Alianza para salud del hombre

5. Existían también, en la antigua Alianza, los panes de la proposición; pero, puesto que se referían a una alianza caduca, tuvieron un final. Pero, en la nueva Alianza, el pan es celestial y la bebida saludable, y santifican el alma y el cuerpo. Pues, como el pan le va bien al cuerpo, así también el Verbo4 le va bien al alma.

La certeza del don del cuerpo y la sangre de Cristo

6. Por lo cual no debes considerar el pan y el vino (de la Eucaristía) como elementos sin mayor significación. Pues, según la afirmación del Señor, son el cuerpo y la sangre de Cristo. Aunque ya te lo sugieren los sentidos, la fe te otorga certidumbre y firmeza. No calibres las cosas por el placer, sino estáte seguro por la fe, más allá de toda duda, de que has sido agraciado con el don del cuerpo y de la sangre de Cristo.

La mesa que ha preparado el Señor

7. La fuerza de todo esto te la explica el profeta David cuando exclama: "Tú preparas una mesa ante mí, frente a mis enemigos" (Sal 22:23). Lo cual quiere decir: antes de tu venida, los demonios habían preparado a los hombres una mesa contaminada, sucísima, que rezuma el poder del diablo. Pero, una vez que llegaste, Señor, "has preparado una mesa ante mí." Y cuando el hombre dice a Dios: "has preparado ante mí una mesa," ¿qué otra cosa significa que la mística e inteligible mesa que Dios nos ha preparado "frente a los enemigos," los contrarios, es decir, frente a los demonios? Y así es, en efecto, pues aquella mesa mantenía la comunión con los demonios, pero ésta la mantiene con Dios. "Unges con óleo mi cabeza"5. Con óleo ungió tu cabeza en la frente mediante el sello6 que tienes de Dios, para que Dios te santifique y te hagas imagen de lo que el sello expresa7. "Mi copa rebosa." Se trata del cáliz que Jesús tomó en las manos y, dando gracias, dijo: "Esa es mi sangre..., que es derramada por los muchos para perdón de los pecados" (Mt 26:28).

Las nuevas vestiduras de la justicia

8. Por ello Salomón, en el Eclesiastés, queriendo señalar esta gracia dijo: "Ven, come con alegría tu pan" (Ecl 9:7). Se refiere el pan espiritual; dice "ven," porque llama a la salvación y da la felicidad. "Y bebe de buen grado tu vino" (ibid.), que se refiere al vino espiritual. "Y no falte ungüento sobre tu cabeza" (Ecl 9:8b): ¿Ves cómo también se designa así al crisma espiritual? "En toda sazón sean tus ropas blancas, ... que Dios está ya contento con tus obras" (ibid., 8a y 7b). Pues, antes de que tuvieses acceso a la gracia, tus obras eran "vanidad de vanidades" (Ecl 1:2)8. Pero, una vez que te despojaste de tus viejas vestiduras y te pusiste las que están espiritualmente limpias, debes estar siempre vestido con éstas. No te decimos que es necesario que siempre vayas vestido de blanco, sino que te revistas de lo que es blanco, puro y espiritual y que digas, de acuerdo con el bienaventurado Isaías: "Con gozo me gozaré en Yahvé, exulta mi alma en mi Dios, porque me ha revestido de ropas de salvación, en manto de justicia me ha envuelto..." (Is 61:10).

Compendio sobre el cuerpo y la sangre de Cristo

9. Puedes quedarte con la idea y tener la fe certísima en que lo que se ve como pan no es pan, aunque tenga ese sabor, sino el cuerpo de Cristo, y que lo que se ve como vino no es vino, aunque a eso sepa, sino la sangre de Cristo. Y no olvides lo dicho antiguamente por David en los Salmos: "... para sacar de la tierra el pan, y el vino que recrea el corazón del hombre, para que lustre su rostro con aceite y el pan conforte el corazón del hombre" (Sal 104:14-15). Conforta tu corazón tomando aquel pan como espiritual y pon alegre el rostro de tu alma. Cubriéndolo con la pureza de tu conciencia y reflejando "como en un espejo la gloria del Señor," camines "cada vez con mayor gloria" (2 Cor 3:18) en Cristo Jesús, Señor nuestro, a quien sean el honor, el poder y la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

1. El tema es, pues, la Eucaristía, el tercero de los sacramentos que se reciben en la iniciación cristiana.

2. La expresión "los hijos del tálamo nupcial" — la traducción podría ser, en rigor, también "los siervos" — seria una reminiscencia, por ejemplo, de Mt 9:15: "¿Pueden acaso los invitados a la boda ponerse tristes mientras el novio está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el novio, entonces ayunarán." Es precisamente en ausencia del novio o del "Esposo," como con tanta poesía ha expresado el Cantar de los Cantares, cuando sus amigos y sus invitados, al "ayunar" por la ausencia, se alimentan, sin embargo, del cuerpo y de la sangre de Cristo, anunciando "la muerte del Señor, hasta que venga" (I Cor 11:26). Es decir, el cuerpo y la sangre de Jesús son el alimento del cristiano mientras está a la espera de la venida definitiva del Señor.

3. Cf. Jn 6:61-67. La confesión de Pedro ante el rechazo que de Jesús hacen "los judíos" (Jn 6:67 ss.) ocupa en el evangelio de Juan un lugar semejante al de la confesión, también de Pedro y en nombre de los demás apóstoles, en Mt 16:16 par. Es decir, en la medida en que Jesús va desvelando el misterio de su persona y de su misión (destinado a la cruz en los Sinópticos, Mt 16:21 ss. par; entregado a los hombres como verdadero pan de vida según Jn 6:26-66), solamente lo aceptan aquellos que han venido siendo preparados por el mismo contacto con él. En cuanto a la Eucaristía puede, por tanto, decirse que sólo pueden aceptarla como presencia viva de la Pascua de Jesucristo salvador quienes han sido previamente instruidos y dispuestos por la Palabra de la predicación y el contacto con el Dios de Jesús. Por eso, tras la iniciación cristiana, es buen momento para una catequesis que "conduzca al misterio" (catequesis "mistagógica") de la Eucaristía. El tema de la Eucaristía, por la posibilidad del escándalo semejante al de los judíos en Jn 6, entraba dentro del llamado "secreto" o "disciplina del arcano" en la Iglesia antigua.

4. "El Verbo" o "la Palabra," refiriéndose a la Palabra que es Cristo.

5. Sal 23:5 del que ya se ha citado la primera mitad, dice completo: "Tú preparas una mesa ante mi, frente a mis enemigos; unges con óleo mi cabeza, rebosante está mi copa."

6. Cf. de nuevo lo dicho ya en varios momentos sobre el "sello," "carácter," etc. (vid. supra, Procatequesis, nota 36).

7. Cf., hablando de la diadema del sacerdote, Ex 28:36: "Harás además, una lámina de oro puro y en ella grabarás como se graban los sellos: "Consagrado a Yahvé"."

8. De modo genérico, ante el comienzo del Eclesiastés (o Cohélet, "el de la asamblea," de qahal, asamblea; por tanto, también "predicador"; "ecclesia" en griego es asamblea y "eclesiastés" seria "el encargado de la asamblea" en cuanto "predicador") la Biblia deJerusalén señala acertadamente acerca de 1,2: "a) el determinismo del cosmos, marco monótono de la vida humana, provoca hastío en el Eclesiastés, al contrario de la admiración y adoración que expresan Jb 38-40 o el Sal 104." Y más específicamente sobre la célebre expresión "vanidad de vanidades," citada aquí por Cirilo: "b) El término... significaba en primer lugar "vaho," "aliento," y forma parte del repertorio de imágenes (el agua, la sombra, el humo, etc.) que en la poesía hebrea describen la fragilidad humana. Pero la palabra ha perdido su sentido concreto y para Qo únicamente evoca lo ilusorio de las cosas y, en consecuencia, la decepción que éstas le reservan al hombre." Todo esto, de cara a la situación de los recién bautizados, hace comprender la "vanidad de vanidades" que en definitiva son las obras del hombre anterior al bautismo.

 

XXIII. (Mistagógica V). La Celebración de la Eucaristía.

De la Primera carta de Pedro: Rechazad, por tanto, toda malicia y todo engaño, hipocresías, envidias," etc. (I Pe 2:1 ss.).

Transición1

1. En las asambleas anteriores oísteis hablar abundantemente, por don de Dios, tanto del bautismo como de la crismación y de la toma del cuerpo y de la sangre de Cristo. Pero debemos pasar ahora a lo que sigue, con lo cual pondremos fin al edificio de vuestra enseñanza espiritual.

El lavatorio de las manos, signo de la inmunidad del pecado

2. Habéis visto cómo el diácono alcanzaba el agua, para lavarse las manos, al sacerdote y a los presbíteros que estaban alrededor del altar. Pero en modo alguno lo hacía para limpiar la suciedad corporal. Digo que no era ése el motivo, pues al comienzo tampoco vinimos a la Iglesia porque llevásemos manchas en el cuerpo. Sin embargo, esta ablución de las manos es símbolo de que debéis estar limpios de todos los pecados y prevaricaciones. Y al ser las manos símbolo de la acción, al lavarlas, significamos la pureza de las obras y el hecho de que estén libres de toda reprensión. ¿No has oído al bienaventurado David aclarándonos este misterio y diciendo: "Mis manos lavo en la inocencia y ando en torno a tu altar, Señor" (Sal 26:6)? Por consiguiente, lavarse las manos es un signo de la inmunidad del pecado.

El beso de la paz2

3. Después, el diácono exclama: "Hablaos, y besémonos mutuamente." Y no pienses que este ósculo es de la misma clase que los que se dan los amigos mutuos en la plaza pública. Este beso no es de esa clase. Pues reconcilia y une unas almas con otras, y les garantiza el total olvido de las injurias. Es signo, por consiguiente, de que las almas se funden unas con otras y de que deponen cualquier recuerdo de las ofensas. Por eso decía Cristo: "Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda" (Mt 5:23-24). Por tanto, el ósculo es reconciliación y, por ello, es santo, como dice en alguna parte el bienaventurado Pablo: "Saludaos los unos a los otros con el beso santo" (I Cor 16:20); y Pedro: "Saludaos unos a otros con el beso de amor" (I Pe 5:14).

Invocaciones iniciales al comienzo de la anáfora

4. Después exclama el sacerdote: "Arriba los corazones." Pues verdaderamente, en este momento trascendental, conviene elevar los corazones hacia Dios y no dirigirlos hacia la tierra y los negocios terrenos. Es, por tanto, lo mismo que si el sacerdote mandara que todos dejasen en ese momento a un lado las preocupaciones de esta vida y los cuidados de este mundo, y que elevasen el corazón al cielo hacia el Dios misericordioso. Luego respondéis: "Lo tenemos (levantado) hacia el Señor," con lo que asentís a la indicación por la confesión que pronunciáis. Que ninguno que esté allí, cuando dice: "Lo tenemos hacia el Señor," tenga en su interior su mente llena de las preocupaciones de esta vida. Pues debemos hacer memoria de Dios en todo tiempo. Pero si, por la debilidad humana, se hiciere imposible, al menos en aquel momento hay que esforzarse lo más que se pueda.

Es justo, por nuestra parte, dar gracias al Señor

5. Después de esto dice el sacerdote: "Demos gracias al Señor." Pues debemos estar verdaderamente agradecidos de que cuando éramos indignos, nos llamó a tan inmensa gracia, y de que, cuando éramos enemigos, nos reconcilió (cf. Rom 5:10) y nos concedió el Espíritu de adopción (Rm 8:15). Vuestra respuesta es: "Es digno y justo"3. Pues, cuando damos gracias, hacemos algo digno y justo, aunque él, sin seguir estrictamente lo justo, sino yendo más allá de ello, nos hizo bien y nos hizo dignos de tan grandes bienes.

El comienzo de la anáfora y el "Santo"

6. Hacemos mención, después, del cielo, de la tierra y del mar; del sol y de la luna, de los astros y de toda criatura, dotada de razón o sin ella, visible o invisible; de los ángeles, de los arcángeles, de las virtudes, dominaciones, principados, potestades y tronos; de los querubines dotados de muchos rostros4; todos diciendo aquello de David: "Cantad conmigo al Señor" (Sal 34:4). Hacemos también mención de los serafines que, en el Espíritu Santo, vio Isaías alrededor del trono de Dios y que cubrían con dos alas su rostro, con dos alas los pies, y con dos volaban diciendo: "Santo, santo, santo es el Señor de los ejércitos" (Is 6:2-3). Recitemos, por tanto, esta teología5, para que, en la entonación comunitaria de las alabanzas, nos unamos a los ejércitos que están por encima del universo.

La epíclesis o invocación del descenso del Espíritu Santo sobre los dones del altar

7. A continuación, después de santificarnos a nosotros mismos mediante estas alabanzas espirituales6, suplicamos al Dios misericordioso que envíe al Espíritu Santo sobre los dones presentados7, para que convierta el pan en cuerpo de Cristo y el vino en la sangre de Cristo. Pues habrá quedado santificado y cambiado lo que haya sido alcanzado por el Espíritu Santo.

Oramos por todos los que lo necesitan

8. Pero después que ha sido realizado el sacrificio espiritual, culto incruento sobre aquella hostia de propiciación, rogamos a Dios por la paz de todas las Iglesias, por el buen gobierno del mundo, por las autoridades, por los soldados, por los amigos, por aquellos que están sujetos a enfermedades, por los que son presa de la aflicción y, en general, oramos y ofrecemos esta víctima por todos los que tienen alguna necesidad.

También por los difuntos

9. Recordamos también a todos los que ya durmieron: en primer lugar, los patriarcas, los profetas, los apóstoles, los mártires, para que, por sus preces y su intercesión, Dios acoja nuestra oración. Después, también por los santos padres y obispos difuntos y, en general, por todos cuya vida transcurrió entre nosotros, creyendo que ello será de la mayor ayuda para aquellos por quienes se reza.

Utilidad de la oración por los difuntos

10. Quiero aclararos esto con un ejemplo, puesto que a muchos les he oído decir: ¿de qué le sirve a un alma salir de este mundo con o sin pecados si después se hace mención de ella en la oración? Supongamos, por ejemplo, que un rey envía al destierro a quienes le han ofendido, pero después sus parientes, afligidos por la pena, le ofrecen una corona: ¿Acaso no se lo agradecerá con una rebaja de los castigos? Del mismo modo, también nosotros presentamos súplicas a Dios por los difuntos, aunque sean pecadores. Y no ofrecemos una corona, sino que ofrecemos a Cristo muerto por nuestros pecados, pretendiendo que el Dios misericordioso se compadezca y sea propicio tanto con ellos como con nosotros.

El Padre nuestro, entre la plegaria eucarística y la comunión

11. Y, después de todo esto, recitamos aquella oración que el Salvador entregó a sus mismos discípulos, llamando con conciencia pura Padre a Dios y diciendo: "Padre nuestro que estás en los cielos" (Mt 6:9)8. ¡Oh gran misericordia de Dios para con los hombres! juntamente con su amor. Hasta tal punto se compadeció de quienes se apartaron de él y se afirmaron en los mayores males que les concedió el olvido de las injurias y la participación en la gracia de modo que le llamasen Padre: "Padre nuestro que estás en los cielos." Pues del cielo habían de ser quienes llevaran la imagen del cielo9, en quienes Dios habita y con quienes él camina10.

12. "Santificado sea tu nombre." Por su naturaleza el nombre de Dios es santo, digámoslo nosotros o no lo digamos. Pero ya que, por medio de quienes pecan, se le profana en ocasiones, según aquello de que "el nombre de Dios, por vuestra causa, es blasfemado entre las naciones" (Is 52:5, tal como aparece citado en Rom 2:24), oramos para que en nosotros sea santificado el nombre de Dios. Y no es que comience a ser santo porque anteriormente no lo fuese, sino que en nosotros se hace santo cuando nos santificamos nosotros mismos y hacemos cosas dignas de la santidad.

13. "Venga tu Reino" (Mt 6:10). Es propio del alma pura decir con confianza: "Venga tu Reino." Pues quien haya oído a Pablo, que dice: "No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal" (Ro 6:12), y sea consciente de su pureza en obras, pensamientos y palabras, clamará a Dios: "Venga tu Reino."

14. "Hágase tu Voluntad en la tierra como en el cielo." Los bienaventurados ángeles de Dios hacen la voluntad de éste, como decía David en los Salmos: "Bendecid a Yahvé, ángeles suyos, héroes potentes, ejecutores de sus órdenes, en cuanto oís la voz de su palabra" (Sal 103:20)11. Tu oración, por consiguiente, tiene esta fuerza y esta significación, como si dijeras: "Como se hace tu voluntad en los ángeles, así se haga, Señor, en la tierra sobre mí."

15. "Danos hoy nuestro pan necesario" (Mt 6:11)12, El pan ordinario no es sustancial. Pero este pan, que es santo, es sustancial, como si dijeras que está dirigido a la sustancia del alma. Este pan no va a parar al vientre ni entra en la defecación, sino que se reparte entre todo tu ser para utilidad del cuerpo y del alma. El "hoy" se dice por "todos los días." Como también Pablo decía: "Cada día mientras dure este hoy" (Hebr 3:13)13.

16. "Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores" (Mt 6:12). Tenemos realmente muchos pecados, puesto que causamos ofensas con la palabra y el pensamiento y realizamos muchas cosas, merecedoras de condenación. Y "si decimos: "No tenemos pecado," nos engañamos y la verdad no está en nosotros," como dice Juan (1 Jn 1:8). Hacemos, pues, un pacto con Dios, orando para que nos perdone los pecados, como también nosotros perdonamos sus deudas a nuestros prójimos. Sopesando, por tanto, lo que recibimos a cambio, no titubeemos ni dudemos en perdonar las mutuas ofensas. Las ofensas que se nos hacen son pequeñas, ligeras y fáciles de olvidar. Pero las que cometemos contra Dios son grandes y sólo pueden borrarse con la ayuda de su sola benignidad. Guárdate, pues, de que, por cosas pequeñas y por naderías dirigidas a ti, te excluyas a ti mismo del perdón de los pecados ante Dios.

17. "Y no nos dejes caer en la tentación (Mt 6:13), Señor." ¿Acaso el Señor nos enseña a pedir que no seamos tentados en absoluto? ¿Y cómo es que en otro lugar se dice: "Quien no ha pasado pruebas poco sabe" (Eclo 34:10)14, y también: "Considerad como un gran gozo, hermanos míos, el estar rodeados por toda clase de pruebas." Pero entrar en tentación, ¿acaso no significa hundirse en ella? Pues la tentación es algo semejante a un torrente difícil de atravesar. Pero, aquellos a quienes no se los traga la tentación, la atraviesan como hábiles nadadores sin ser arrastrados por nada. Pero los que no son así, se hunden nada más entrar. Así fue, por poner un ejemplo, Judas. Al entrar en la tentación de la avaricia, no nadó sino que se hundió, y se ahogó en cuerpo y en espíritu. Pedro entró en la tentación de la negación, pero, a pesar de haber entrado, no se hundió, sino que, llorando intensamente, fue liberado de la tentación. Oye también, por su parte, al coro de los santos incólumes, que prorrumpe en acción de gracias al ser liberado de la tentación:

"Tú nos probaste, oh Dios,

nos purgaste, cual se purga la plata;

nos prendiste en la red,

pusiste una correa a nuestros lomos,

dejaste que un cualquiera a nuestra cabeza cabalgara,

por el fuego y el agua atravesamos;

mas luego nos sacaste para cobrar aliento" (Sal 66:10-12).

¿No ves la alegría confiada de quienes han pasado sin haberse hundido? "Mas luego, se añade, nos sacaste para cobrar aliento." Que ellos llegaran a cobrar aliento significa que fueron liberados de la tentación15.

18. "Mas líbranos del maligno." Si el "no nos dejes caer en la tentación" quisiese decir no ser tentado en modo alguno, no habría añadido "mas líbranos del maligno16. El maligno es el diablo como adversario del que pedimos ser liberados. Y después, acabada la oración, dices: "Amén." Por este "Amén," que significa "así sea," refrendas y confirmas lo que se contiene en esta oración que Dios nos ha entregado.

"Las cosas santas a los santos." Invitación a la comunión

19. Después de todo esto dice el sacerdote: "Las cosas santas a los santos"17. Santas son las cosas que están sobre el altar, puesto que sobre ellas ha venido el Espíritu Santo. Santos sois también vosotros, enriquecidos por el don del Espíritu Santo. Y las cosas santas son buenas para los santos. Vosotros, además, añadís: "Sólo hay un santo y un solo Señor Jesucristo." Pues realmente sólo uno es santo, santo por naturaleza; pero también nosotros somos santos, pero no por naturaleza, sino por participación y por la práctica de las obras y el deseo.

La comunión del cuerpo y la sangre del Señor

20. Oíste después la voz del salmista que os invitaba, por medio de cierta divina melodía, a la comunión de los santos misterios y decía: "Gustad y ved qué bueno es el Señor" (Sal 34:9)18. Pero no juzguéis ni apreciéis esto como una comida humana: quiero decir, no así, sino desde la fe y libres de toda duda. Pues a los que los saborean no se les manda degustar pan y vino, sino lo que éstos representan en imagen, pero de modo real: el cuerpo y la sangre del Señor.

La comunión del cuerpo de Cristo

21. No te acerques, pues, con las palmas de las manos extendidas ni con los dedos separados, sino que, poniendo la mano izquierda bajo la derecha a modo de trono que ha de recibir al Rey, recibe en la concavidad de la mano el cuerpo de Cristo diciendo: "Amén." Súmelo a continuación con ojos de santidad cuidando de que nada se te pierda de él. Pues todo lo que se te caiga considéralo como quitado a tus propios miembros. Pues, dime, si alguien te hubiese dado limaduras de oro, ¿no las cogerías con sumo cuidado y diligencia, con cuidado de que nada se te perdiese y resultases perjudicado? ¿No procurarás con mucho más cuidado y vigilancia que no se te caiga ni siquiera una miga, que es mucho más valiosa que el oro y que las piedras preciosas?

La comunión de la sangre de Cristo

22. Y después de la comunión del cuerpo de Cristo, acércate también al cáliz de la sangre: sin extender las manos, sino inclinándote hacia adelante, expresando así adoración y veneración, mientras dices "Amén," serás santificado al tomar también de la sangre de Cristo. Y cuando todavía tienes húmedos los labios, tocándolos con las manos, santifica tus ojos y tu frente y los demás sentidos. Por último, en oración expectante, da gracias a Dios, que te ha concedido hacerte partícipe de tan grandes misterios.

23. Guardad íntegras estas tradiciones, y guardaos a vosotros mismos sin mancha. No os apartéis de la comunión ni mancilléis con vuestros pecados estos sagrados y espirituales misterios. "Que él, el Dios de la paz, os santifique plenamente, y que todo vuestro ser, el espíritu, el alma y el cuerpo, se conserve sin mancha hasta la Venida de nuestro Señor Jesucristo" (1 Tes 5:23), a quien sea la gloria, el honor y el imperio con el Padre y el Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

1. La catequesis expone los diferentes ritos de la celebración de la Eucaristía, después de terminada la liturgia de la Palabra. Se observa la continuidad ininterrumpida en lo esencial y en bastantes detalles de los ritos si se compara este texto de Cirilo con tradiciones más antiguas, empezando por la misma relación de I Cor 11:17 ss., espec. 23 ss, y continuando por los testimonios, entre otros muchos, de la Didaché, Justino, Hipólito de Roma, las Constituciones Apostólicas, además de los numerosisimos formularios de las diversas Iglesias.

2. En la liturgia de la Eucaristía aquí descrita, el abrazo de paz se tiene antes de entrar en la proclamación de la anáfora. La oportuna mencion expresa de Mt 5:23-24 confirma el sentido de esta colocación del abrazo de paz: el mutuo beso de paz expresa la reconciliación entre los presentes en la celebración de la Eucaristía antes de la común acción de gracias que es la plegaria eucarística.

3. Es el sentido directo de las expresiones del texto original.

4. Cf Ez 10:21.

5. "Teología" está aquí empleada, no en el sentido actualmente corriente de "conocimiento de Dios," sino en el sentido cultual de alabanza o celebración de Dios. La frase podría traducirse: "Recitemos, por tanto, esta liturgia divina."

6. Vid. la insistencia de esta idea infra., núm. 19.

7. "Suplicamos al Dios misericordioso...," etc. (en el original, philanthropon) es fórmula griega muy corriente para la epíclesis Cf. en la edición mencionada de MIGUE PG 33,1.115, nota 1.

8. El Padre nuestro, completo en Mt 6:9-13. Como en casi toda esta versión, también aquí se utilizará la de la Biblia de Jerusalén, no la versión litúrgica oficial española actual. Con respecto a la versión "cotidiano," O "de cada día," aplicado al pan según Mt 6:11, véase más abajo el núm. 15.

9. Cf. I Cor 15:49: "Y del mismo modo que hemos llevado la imagen del hombre terreno, llevaremos también la imagen del celeste," lo cual queda expuesto en I Cor al hablar del modo de la resurrección.

10. Cf. 2 Cor 6:16, que cita a Ez 37:27: "Porque nosotros somos santuario de Dios vivo, como dijo Dios: "Habitaré en medio de ellos y andaré entre ellos; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo"."

11. El texto original de la catequesis señala, de modo más expreso "haciendo sus voluntades" o "sus deseos," pero la traducción ofrecida responde mejor al sentido bíblico original y a la versión de los LXX.

12. Esta traducción es discutible, pero Mt 6:11, cuya traducción siempre causó problemas, admite diversas interpretaciones. El texto griego de Mt llama a este pan epiousios, que puede traducirse por "cotidiano," pero también por "sustancial" (en cuanto derivado de ousía y de épeinai). Es sobre este sentido sobre el que Cirilo basa su explicación. La traduccian "necesario" puede mediar entre los sentidos de cotidianeidad y de necesidad sustancial.

13. El "hoy" de cada día en que Dios constantemente está llamando al hombre. En otro orden de cosas, la catequesis participa de la opinión extendida comúnmente entonces, de que Pablo es el autor de la carta a los Hebreos.

14. Cf. también Rom 5:3-4.

15. La idea que subyace a todo el párrafo es la, a pesar de todo, fragilidad del discípulo, que siempre puede decir no a su Señor. El ejemplo de Pedro es aducido por Cirilo para expresar que la caída en el pecado siempre puede encontrar solución en la misericordia de Dios.

16. La expresión ponerou puede referirse al mal en general o al "maligno," refiriéndose en este caso al diablo. Cirilo se inclina por esta segunda interpretación.

17. Según recuerda PG 33,1.123, nota 1, esta expresión, como invitación a la comunión, se encuentra en todas las liturgias griegas, en la liturgia mozárabe y en diversas liturgias latinas.

18. El Sal 34 es empleado frecuentemente en diversas liturgias antiguas como canto de comunión, a la que se aplica especialmente el mencionado versículo 9.

 

San Gregorio Nacianceno.

Nació el año 329-330 cerca de Nacianzo, en la Capadocia (Asia menor). Durante su juventud frecuentó la escuela de Cesarea de Capadocia, y más tarde la escuela cristiana de Cesarea de Palestina, donde aprendió Retórica, y la de Alejandría. Por fin pasó a Atenas y se dedicó a la Filosofía, con maestros cristianos y paganos. Allí comenzó su amistad con San Basilio el Grande, que iba a durar toda la vida.

Cuando Basilio marchó a Capadocia para consagrarse a Dios, Gregorio permaneció en Atenas. No obstante, casi en secreto, un día abandonó la ciudad y regresó a Nacianzo. Allí recibió el Bautismo y se dedicó a la vida monástica junto a Basilio. En la Navidad del 361 fue ordenado sacerdote, y en el año 372 fue consagrado obispo de Sásima por San Basilio, entonces metropolita de Capadocia, aunque nunca llegó a tomar posesión de su sede, pues fue puesto al frente de la Iglesia en su ciudad natal.

A la muerte del emperador arriano Valente, los católicos de Constantinopla le pidieron que se hiciera cargo de la reorganización eclesiástica de la capital. En mayo de 381 se celebró el I Concilio de Constantinopla, en el que — además de condenar el arrianismo — se nombró a Gregorio Arzobispo de la ciudad. Pero disgustado por algunas disensiones, renunció a la sede y regresó a Nacianzo, hasta el nombramiento del nuevo Obispo de esta ciudad, en el año 384. Entonces, cumplida su misión, Gregorio se retiró a la finca donde había nacido, para dedicarse a la contemplación y a escribir libros, hasta que le sobrevino la muerte en el año 390.

La obra literaria de San Gregorio, no muy abundante, se puede clasificar en discursos, poemas y cartas. No compuso ningún comentario biblico, ni ningún tratado dogmático científico. Pero tanto en prosa como en verso, brilla por encima de sus contemporáneos por la perfección de su estilo.

Loarte

 

Tres luces que son una Luz (Poemas dogmáticos, 1, 2, 3).

Bien sé que, al hablar de Dios a los que le buscan, es como si quisiéramos atravesar el mar con pequeñas naves, o nos lanzáramos hacia el cielo constelado de estrellas, sostenidos por débiles alas. Porque queremos hablar de ese Dios que ni siquiera los habitantes del Cielo son capaces de honrar como conviene.

Sin embargo, Tú, Espíritu de Dios, trompeta anunciadora de la verdad, estimula mi mente y mi lengua para que todos puedan gozar con su corazón inmerso en la plenitud de Dios.

Hay un solo Dios, sin principio ni causa, no circunscrito por ninguna cosa preexistente o futura, infinito, que abraza el tiempo, grande Padre del grande y santo Hijo unigénito. Es Espíritu purísimo, que no ha sufrido en el Hijo nada de cuanto el Hijo ha sufrido en la carne (...).

Unico Dios, distinto en la Persona pero no en la divinidad, es el Verbo divino. Él es la imagen viva del Padre, Hijo único de Aquél que no tiene principio, solo que procede del solo, igual hasta el punto de que mientras sólo Aquél es plenamente Padre, el Hijo es también creador y gobernador del mundo, fuerza e inteligencia del Padre.

Cantemos en primer lugar al Hijo, adorando la sangre que fue expiación de nuestros pecados. En efecto, sin perder nada de su divinidad, me salvó inclinándose, como médico, sobre mis heridas purulentas. Era mortal, pero era Dios; descendiente de David, pero creador de Adán; revestido de cuerpo, pero no partícipe de la carne. Tuvo madre, pero madre virgen; estuvo circunscrito, pero permaneció siempre inmenso. Fue víctima, pero también pontífice; sacerdote, y sin embargo era Dios. Ofreció a Dios su sangre y purificó el mundo entero. Fue alzado en la cruz, pero los clavos derrotaron al pecado. Se confundió entre los muertos, pero resucitó de la muerte y trajo a la vida a muchos que habían muerto antes que Él: en éstos se hallaba la pobreza del hombre, en Él la riqueza del Espíritu

Alma, ¿por qué tardas? Canta también la gloria del Espíritu; no separes en tu discurso lo que la naturaleza no ha dividido. Temblemos ante el poderoso Espíritu, como delante de Dios; gracias a Él he conocido a Dios. Él, que me diviniza, es evidentemente Dios: es omnipotente, autor de dones diversos, el que suscita himnos en el coro de los santos, el que da la vida a los habitantes del cielo y de la tierra, el que reina en los cielos. Es fuerza divina que procede del Padre, no sujeto a ningún poder. No es hijo: uno solo, en efecto, es el Hijo santo del único Bien. Y no se encuentra fuera de la divinidad indivisible, sino que es igual en honor (...).

[Ésta es la] Trinidad increada, que está fuera del tiempo, santa, libre, igualmente digna de adoración: ¡único Dios que gobierna el mundo con triple esplendor! Mediante el Bautismo, soy regenerado como hombre nuevo por los Tres; y, destruida la muerte, avanzo en la luz, resucitado a una vida nueva. Si Dios me ha purificado, yo debo adorarlo en la plenitud de su Todo.

Dios y Hombre verdadero (Discurso 29, 19-20).

Fue envuelto en pañales, pero, al resucitar, arrojó las vendas de la sepultura.

Fue reclinado en un pesebre, mas después fue celebrado por los ángeles (cfr. Lc 2:7), señalado por la estrella y adorado por los magos (cfr. Mt 2:2).

¿Por qué te maravillas de lo que has visto con los ojos, mientras no observas lo que es percibido con la mente y con el corazón?

Fue obligado a huir a Egipto; pero convierte en fuga el andar errante de los egipcios.

No tenía ni aspecto, ni belleza humana (cfr. Is 53:2) entre los judíos; pero, según David, era hermoso de rostro por encima de los hijos de los hombres (cfr. Sal 44:3); y también en la cima del monte, a manera de fulgor, resplandece y llega a ser más luminoso que el sol (cfr. Mt 17:2), vislumbrándose así el esplendor futuro.

Fue bautizado (cfr. Mt 3:16) como hombre, pero carga sobre sí los pecados como Dios; no porque tuviese necesidad de purificación, sino para que las mismas aguas produjesen la santidad.

Fue tentado como hombre, pero consiguió la victoria como Dios. Nos manda tener confianza en Él como en Aquél que ha vencido al mundo.

Sufrió hambre (cfr. Mt 4:1-2), pero sació a muchos miles de personas (cfr. Mt 14:21) y Él mismo se ha convertido en pan que da la vida y el Cielo (cfr. Jn 6:41). Padeció sed (cfr. Jn 19:28), pero exclamó: si alguno tiene sed, venga a mí y beba (Jn 7:37): y también prometió hacer manar, para aquellos que tienen fe, fuentes de agua viva.

Experimentó la fatiga (cfr. Jn 4:6), pero se hace reposo de los que están cansados y oprimidos (cfr. Mt 11:28).

Se sintió extenuado por el sueño (cfr. Mt 8:24), pero camina ligero sobre el mar, increpa a los vientos y salva a Pedro que estaba a punto de ser sumergido por las olas (cfr. Mt 14:25).

Paga los impuestos con un pez (cfr. Mt 17:23), pero es el Rey de los recaudadores. Es llamado samaritano y poseído del demonio (cfr. Jn 8:48), pero lleva la salvación a aquél que, bajando de Jerusalén, fue asaltado por unos ladrones. Es reconocido por los demonios (cfr. Mc 1 24; Lc 4:34), pero expulsa a los demonios y empuja a legiones de espíritus malignos a arrojarse al mar (cfr. Mc 5:7), y ve al príncipe de los demonios, casi como un relámpago, precipitarse desde el cielo (cfr. Lc 8:18).

Es agredido con piedras, pero no es apresado (cfr. Jn 8:59).

Ruega, pero acoge a los demás que piden. Llora, pero enjuga las lágrimas. Pregunta dónde ha sido sepultado Lázaro, pues efectivamente era hombre; pero resucita a Lázaro de la muerte a la vida, porque en efecto era Dios.

Es vendido, y a poco precio: por treinta siclos de plata (cfr. Mt 16:15); pero mientras tanto redimía el mundo a gran precio: con su sangre (cfr. 1 Pe 1:19; 1 Cor 6:20). Es conducido a la muerte como una oveja (cfr. Is 53:7), pero Él apacienta a Israel y ahora también al mundo entero.

Está mudo como un cordero (cfr. Sal 57:71), pero Él es el mismo Verbo, anunciado en el desierto por la voz de aquél que gritaba (cfr. Jn 1:23). Fue abatido y herido por la angustia (cfr. Is 53:4-5), pero vence toda enfermedad y sufrimiento (cfr. Mt 9:35).

Es quitado del leño en donde fue suspendido, pero nos restituyó a la vida con el leño, y da la salvación también al ladrón (que pende del leño) y oscurece todo lo que se descubre.

Se le da a beber vinagre y se le nutre con hiel (cfr. Lc 23:33 Mt 27 34), pero ¿a quién? A Aquél que transformó el agua en vino (Jn 2 7). Saboreó aquel gusto amargo, Aquél que era la misma dulzura y todo lo apetecible (cfr. Cant 16).

Confía a Dios su alma, pero conserva la facultad de tomarla de nuevo (cfr. Jn 10:18). El velo se rasga (y las potencias superiores se manifiestan) y las piedras se despedazan, pero los muertos resucitan (cfr. Mt 17:51).

Él muere, pero devuelve la vida y derrota a la muerte con su muerte.

Es honrado con la sepultura, pero resucita de la tumba.

Desciende a los infiernos, pero acompaña las almas a lo alto, y sube al cielo, y vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos y a examinar las palabras de los hombres.

Virtudes cristianas (Discurso 14, 2-5).

Hermosas son las tres virtudes de fe, esperanza y caridad (cfr. 1 Cor 13:13). En fe ciertamente es testigo Abraham, que por ella fue alabado como justo (cfr. Gn 15:6). En la esperanza, Enós, el primero que por la esperanza fue llevado a invocar el nombre del Señor (cfr. Gn 4:26); y con él, todos los justos que por la esperanza sufren penas. Testigo de la caridad es el bienaventurado Apóstol, que por causa de Israel no dudó en aceptar para sí más graves daños (cfr. Rm 9:3).

Hermosa es la hospitalidad. Entre los justos lo testifica Lot, cuando habitaba en Sodoma (cfr. Gn 19:3) ajeno a los vicios de sus moradores; y entre los pecadores, Rahab, la ramera (cfr. Jos 2:1 ss), que brindó hospedaje a los exploradores sin intención de pecado, y con su diligente protección a los huéspedes se ganó la alabanza y la salvación. Hermoso es el amor fraterno, y de él tenemos por testigo a Jesús mismo, que no sólo consintió ser llamado hermano nuestro, sino que también sobrellevó el suplicio por nuestra eterna salud. Hermosa es la benevolencia hacia los hombres, y de nuevo Jesús lo atestigua, pues no sólo creó al hombre para que practicara buenas obras (cfr. Ef 2:10), uniendo su imagen a la carne para guiarnos a las más altas virtudes y procurarnos los supremos bienes, sino que por nosotros se hizo hombre.

Hermosa es la longanimidad, como Él mismo testifica, pues no sólo rehusó el auxilio de legiones de ángeles contra sus violentos ofensores (cfr. Mt 26:53), o reprendió a Pedro por empuñar la espada (cfr. Mt 26:52), sino que incluso restituyó la oreja al herido (cfr. Lc 22:51). La misma virtud manifestó después Esteban, imitando como discípulo a Cristo, cuando elevó sus plegarias por quienes le apedreaban (cfr. Hech. 7:59). Hermosa es la mansedumbre, y son testigos Moisés (cfr. Num 12:3) y David (cfr. Sal 131:1), a quienes, por encima de todos en esta virtud, tributa alabanza la Escritura; y especialmente el Maestro de todos ellos, que no disputa ni grita, ni vocifera en las plazas (cfr. Is 42:2; 53:7), ni resiste a sus verdugos (..)

Hermoso es castigar el cuerpo. De ello te persuada Pablo, que sin cesar lucha y se sujeta con violencia (cfr. 1 Cor 9:27), e inspira santo terror, con el ejemplo de Israel, a cuantos confían en sí mismos y condescienden con su cuerpo. Que te persuada el mismo Jesús, con su ayuno, su sometimiento a la tentación y su victoria sobre el tentador (cfr. Mt 4:1 ss).

Hermoso es orar y velar. De esta virtud te vuelve a dar fe Jesús, que vela y suplica antes de la Pasión (cfr. Mt 26:36). Hermosa es la castidad y la virginidad. Da crédito a Pablo, cuando determina normas sobre estas virtudes, solucionando con plena equidad la controversia sobre virginidad y matrimonio (cfr. 1 Cor 7:25). Cree también a Jesús mismo, que nace de una Virgen, para adornar de honor la generación y anteponer en honra la virginidad. Hermosa es la templanza. Que te mueva la autoridad de David el cual, cuando le consiguieron agua abundante del pozo de Belén, de ningún modo bebió (cfr. 2 Sam 23:15 ss), sino que la derramó en libación a Dios, no aceptando apagar su sed a costa de la sangre de sus capitanes.

Hermosos son el recogimiento y la paz. Así me lo enseñan el Monte Carmelo, con Elías (cfr. 1 Re 18:42), el desierto de Juan Bautista (cfr. Lc 1:80), y por fin aquel monte (cfr. Mt 14:23) al que frecuentemente Jesús se retiraba, y donde sabemos que prolongaba su recogimiento. Hermosa es la parquedad en los recursos. Me ofrecen ejemplo Elías (cfr. 1 Re 17:9) sustentado en casa de la viuda; Juan, vestido con pieles de camello (cfr. Mt 3:4); y Pedro, que se nutría de la comida más pobre.

Hermosa es la humildad, de la que por doquier abundan los ejemplos. Por encima de todos, el Salvador y Señor, que no sólo se abajó hasta la condición de siervo (cfr. Fil 2:6), y expuso su rostro al escarnio de salivazos e injurias, hasta el extremo de ser contado entre los malhechores (cfr. Is 50:6; 53:12) mientras purificaba al mundo de las manchas del pecado, sino que también, con quehacer de esclavo, quiso lavar los pies de sus discípulos (cfr. Jn 13:5).

Hermosa es la pobreza y el desprendimiento de las riquezas. Testigo es Zaqueo, al regalar casi toda su hacienda cuando en su casa entró Cristo (cfr. Lc 19:8) (...). Y para resumir aún más mi enseñanza, si hermosa es la contemplación, hermosa igualmente es la acción. Mientras que una se eleva de este mundo para penetrar en el Santo de los Santos, reconduciendo nuestra mente a su genuina vida, la otra acoge a Cristo y, en su servicio, le muestra por las obras la intensidad del amor.

Cada una de estas virtudes constituye la misma vía para la salvación que conduce a alguna de las felices y eternas mansiones: ciertamente cuantos son los modos de vida virtuosa, tantas moradas hay junto a Dios (cfr. Jn 14:2), las cuales se distinguen unas de otras y se distribuyen a cada uno según el propio mérito y dignidad. Por consiguiente, que éste cultive una virtud, ése otra, aquél varias, y otro, si puede, todas ellas; en cualquier caso, obre de tal modo que progrese, y procure con esfuerzo avanzar más, perseverando en pos de las huellas de Aquél que, al mostrarnos el verdadero camino, dirige nuestros pasos y, haciéndonos pasar por una puerta estrecha, nos lleva a la amplitud de la bienaventuranza celestial.

Por lo que respecta a la caridad, que según Pablo, y también por la autoridad del mismo Cristo, ha de ser tenida como compendio y fin de la Ley y los Profetas, siendo el primero y mayor de los mandamientos (cfr. Mt 22:36 ss). encuentro que su principal ejercicio radica en acoger a los necesitados con amor benevolente, de modo que nos conmuevan y duelan las desgracias del prójimo. Pues no hay ningún otro culto tan grato a Dios como la misericordia; y por cierto, no hay perfección alguna que convenga mas propiamente a Dios, ya que la misericordia y la verdad le preceden como heraldos (cfr. Sal 88:15), y prefiere la ofrenda de la misericordia a la de la simple justicia (cfr. Os 12:6). Por tanto, no hay otra virtud mejor para el hombre que aquella benignidad que será pagada por la benignidad de Quien recompensa con justicia y establece con abundante medida su misericordia (cfr. Is 28:17).

Reconocer los dones de Dios (Discurso 14, 23-25).

Reconoce de dónde te viene la existencia, la respiración, la inteligencia, la sabiduría y — lo que es más importante — el conocimiento de Dios, la esperanza del reino de los cielos, el honor que compartes con los ángeles, la contemplación de la gloria que esperas, ahora como en un espejo y de modo confuso, pero a su tiempo del modo más pleno y puro. Reconoce, además, que te has convertido en hijo de Dios, coheredero con Cristo y, por usar una imagen atrevida, ¡eres el mismo Dios! ¿De dónde te vienen tantas y tales prerrogativas?

Si, además, queremos hablar de los dones más humildes y comunes, dime, ¿quién te permite ver la belleza del cielo, el curso del sol, los ciclos de la luz, las miríadas de estrellas y toda esa armonía y orden que siempre se renueva maravillosamente en el mundo, haciendo alegre la creación como el sonido de una cetra?

¿Quién te concede la lluvia, la fertilidad de los campos, el alimento, el gozo del arte, el lugar donde habitas, las leyes, el estado y, añadamos, la vida de cada día, la amistad y el placer de tu parentela?

¿Quién te ha colocado como señor y rey de todo lo que hay sobre la tierra? Y, para detenerme en cosas más importantes, te pregunto aun: ¿quién te regaló esas características tuyas que te aseguran la plena soberanía sobre los seres vivientes? Fue Dios. ¿Y qué te pide Él, a cambio de todo esto? El amor. Te pide constantemente, primero y sobre todo, amor a Él y al prójimo. El amor a los demás lo exige lo mismo que el primero. ¿Vamos a ser tacaños para ofrecer este don a Dios, después de los numerosos beneficios que de El hemos recibido y que nos ha prometido? ¿Nos atreveremos a ser tan desvergonzados? Él, que es Dios y Señor, se hace llamar Padre nuestro; ¿y nosotros vamos a renegar de nuestros hermanos?

Estemos atentos, queridos amigos, para no convertirnos en malos administradores de lo que se nos ha regalado. Mereceríamos en ese caso la advertencia de Pedro: avergonzaos quienes os quedáis con las cosas de los otros; imitad más bien la bondad divina, y así nadie será pobre.

No nos fatiguemos acumulando o conservando riquezas, mientras los demás sufren hambre, si no queremos merecer las recriminaciones duras y cortantes que ya hizo antes el profeta Amós, cuando decía: ¡Ah vosotros! que decís: ¿cuándo habrá pasado la luna nueva y podremos vender el trigo; cuándo habrá pasado el sábado, para poder abrir nuestros almacenes? (cfr Am 8:5).

Comportémonos de acuerdo con aquella suprema y primordial ley de Dios, que hace bajar la lluvia sobre justos y pecadores, y hace surgir el sol igualmente para todos; que ofrece a todos los animales de la tierra el campo abierto, las fuentes, los ríos, los bosques; que da el aire a las aves y el agua a los animales acuáticos; que a todos reparte con gran liberalidad los bienes de la vida, sin restricciones ni condiciones, sin ningún límite.

Homilías Sobre la Natividad (1).

Introducción.

Fecha de las homilías 38-40. En la extensa producción homilética de Gregorio Nacianceno, las homilías 38, 39 y 40 se destacan como una unidad de alto nivel teológico, espiritual y estilístico, que puede bien colocarse a la par con el conjunto, quizá más conocido, pero no de mayor relieve, constituido por las cinco "Orationes Theologicas" (nn. 27-31). La concatenación de las tres homilías y su estrecha relación se ponen de manifiesto desde diversos aspectos. Ante todo, desde el punto de vista de la cronología: ya se establezcan sus fechas entre el año 379 y 380 (o sea, desde la Navidad del año 379 a la Epifanía del año 380), o entre el 380 y 381, como lo vamos a ver enseguida, resulta evidente que estos sermones forman un todo único, desarrollados a lo largo de una serie de celebraciones litúrgicas homogéneas y coordinadas unas con otras, esto es, en las diversas festividades en torno al Nacimiento de Cristo. Desde el punto de vista de su estructura externa, la Homilía 38 se anticipa a la Homilía 39 — en el contenido del capítulo 3 — y la Homilía 39 evoca la precedente — en el capitulo I —, mientras que, por otra parte, la Homilía 40 viene a ser como una continuación de la 39, habiendo sido pronunciada el siguiente día como se puede leer al comienzo de la misma. La Homilía 38 fue predicada con ocasión de la Navidad, cuando se estaba celebrando, como lo hace observar el propio Gregorio, el Nacimiento de Cristo juntamente con la Adoración de los Magos, según la costumbre antigua del oriente cristiano; la Homilía 39 fue predicada el 6 de enero, en la fiesta de los "Santa Lumina"; en esta solemnidad se celebraba, también, el bautismo de Cristo, y era lógico, por ello, pasar de su celebración a la del bautismo de todos los cristianos. He aquí, por tanto, el motivo de fondo para la Homilía 40. Gregorio, comenzó, por tanto, celebrando el bautismo del Salvador (Hom. 39), y hubiese tenido que continuar dedicando su atención al sacramento de nuestra regeneración; pero al no poder disponer de tiempo para concluir su Homilía el mismo día 6 de enero, ya que "la saciedad es enemiga de la oratoria" (Hom. 40), continuó, al día siguiente, con una Homilía aparentemente distinta, pero que, en substancia, era continuación de la anterior. La Homilía 40 viene a ser tan larga (es, por su extensión, el segundo sermón de Gregorio, después del cuarto, y el llamado "Invectiva contra Juliano el Apóstata") porque el obispo trata no sólo de la celebración del bautismo, sino que aborda, también, un problema pastoral de gran importancia en su tiempo, el de retrasar el bautismo hasta la vejez, y, quizá, hasta el momento de la muerte. La larga disertación de Gregorio Nacianceno contra esta mala costumbre (que, por lo común, era normal en aquellos tiempos: Emperadores, como Constantino y Constancio II fueron bautizados antes de morir) constituye una toma de posición bastante significativa y, también, va "contra corriente." Desde este punto de vista, la "Homilía 40" adquiere un relieve bastante destacado para la vida del cristiano en la Iglesia, en cuanto Gregorio Nacianceno exige de él una adhesión completa a la fe de todos los aspectos de su vida: el bautismo, en realidad, no es únicamente el medio para recibir la iluminación de la fe y para llegar a ser cristianos en el fuero externo, sino que es, también, un medio mediante el cual el cristiano debe comprometerse para ser tal siempre y en todas partes. El bautismo, por tanto, debe ser despojado de toda mera manifestación exterior y reconducido a su valor esencial; el bautismo forma al cristiano en toda su actividad y en toda su condición de vida: en la vida pública y en la vida privada, como ciudadano y como casado; deja estampado su sello totalmente característico también en los niños, en cuanto éstos alcanzan la posibilidad de comprender las palabras que expresan el misterio cristiano. Y es precisamente esta exigencia de una correspondencia perfecta entre la vida y la fe la que hace de esta Homilía una de las más significativas de Gregorio Nacianceno. Las fechas de la composición de estas tres Homilías no son seguras, aunque los motivos que las han inspirado resultan evidentes: algunos estudiosos se inclinan por pensar que deben ser situadas entre la Navidad del año 379 y la Epifanía del año 380; pero según otros, los temas expuestos vendrían a tener mucha mayor resonancia si fuesen situados en el año siguiente, cuando Gregorio había sido ya consagrado oficialmente como obispo de Constantinopla. Su enseñanza, tanto desde el punto de vista teológico, como ético y filosófico, caracteriza las Homilías 38, 39 y 40 entre las más significativas de Gregorio Nacianceno.

Teología trinitaria

La Teología trinitaria constituye el núcleo de la reflexión dogmática de Gregorio Nacianceno, y es objeto de importantes formulaciones también en las Homilías recogidas en este volumen, aunque se debe reconocer que el problema teológico no viene desarrollado aquí con la misma amplitud y competencia que caracteriza, por ejemplo, los "Discursos Teológicos," del mismo Gregorio. Es tradicional, y repetida también en otras obras de nuestro escritor, la afirmación de que la naturaleza divina no puede extenderse más allá de las tres personas divinas, ya que, de otro modo, se incurriría en el politeísmo de los paganos; ni, por otra parte, puede quedar reducida al Padre, únicamente, si se quiere evitar caer en el judaísmo. La fe cristiana, hace notar Gregorio, juntamente con otros escritores fieles al Concilio de Nicea (Ambrosio, Hilario de Poitiers, etc...) consiste en mantenerse en el justo medio entre las dos herejías extremas. Cuando él quiere precisar que son las personas quienes poseen la naturaleza divina, Gregorio utiliza la palabra "monarquía" para condenar a aquellos que limitan únicamente al Padre dicha prerrogativa: tal palabra era utilizada específicamente por los escritores nicenos para condenar a los modelistas del siglo IV, como Marcelo de Ancira, los cuales, en su oposición al arrianismo, trasladaban al defecto opuesto (y análogo) la reacción contra el postulado arriano que separaba la persona de Hijo de la del Padre, único poseedor — según el arrianismo — de la naturaleza divina; "conjuntando," de forma inaceptable, desde el punto de vista ortodoxo, al Hijo con el Padre, precisamente porque siendo participe de su misma naturaleza, los "modelistas" lo unión al error de hacer del Hijo un simple "modo de ser" del Padre, destinado a "confundirse de nuevo" con El, al final de los tiempos. El error que se encuentra en la base de las dos herejías contrapuestas (arrianismo y modalismo) es evidente: consiste en negar al Hijo la naturaleza divina y la subsistencia personal. La confesión de la fe trinitaria se encuentra repetida, con especial solemnidad, al final de la Homilía 40 (caps. 41-43), ya que su aceptación constituye la "conditio sine qua non" para ser admitidos al bautismo, y Gregorio se siente responsable de ella. La naturaleza divina tiene la característica de ser "unitaria," pero en tres personas, mientras la tres vienen a ser comprendidas, a su vez, de manera conjunta (40:41): es un recurso retórico que, en el sutil juego de antítesis, viene utilizado al servicio de la teología, así como también en la Homilía 39:11: "la naturaleza divina se encuentra dividida indisolublemente, por decirlo así, y se conjunta de manera diferente." La naturaleza divina es siempre igual a si misma, de tal modo que no admite diferencias internas, como pensaban los arrianos, que negaban la divinidad del Hijo y la del Espíritu Santo, o los macedonianos que la negaban únicamente al Espíritu. No hay una substancia mayor o una menor en el seno de la Trinidad. Gregorio habla de una naturaleza conjunta de tres seres infinitos; pero esta terminología se nos presenta con un vago sabor consubstancialista, en cuanto no se distingue suficientemente la substancia común, que constituye la Unidad en la Trinidad, de las características especificas de cada una de las tres personas *, con lo que se puede presentar la naturaleza divina como si fuese casi el resultado de la unión de las Tres. De cualquier manera que sea, la convicción trinitaria es perfecta, en cuanto que no existen diferencias entre las personas y cada una de ellas es Dios; cada persona debe ser concebida conjuntamente con las otras, ya porque es consubstancial (homoousios), ya porque las tres, todas juntas, constituyen una monarquía: la palabra, que como ya se ha indicado anteriormente, caracterizaba con frecuencia el "sabelianismo," viene aquí recuperada porque se utiliza juntamente con el homoousios, y, por tanto, se evita toda deformación de signo modelista. Cada una de las tres hace que se presente inmediatamente en nuestro pensamiento toda la naturaleza divina detrás de ellas. Inmediatamente después (cap. 42), la doctrina trinitaria se formula en polémica con los arrianos, que siguen constituyendo, por lo demás, el peligro mayor. Les reprocha a los arrianos la destrucción de la naturaleza divina como consecuencia de separar al Hijo del Padre o al Espíritu Santo del Hijo; estos herejes, de hecho, aun considerando al Hijo como una criatura, lo insertan en la Divinidad. El Hijo, según la fórmula "homeana" ** de los Sínodos de Rímini y Seleucia (359) "no es creatura como todas las otras creaturas," lo cual no impedía que los fieles a la fe de Nicea hiciesen notar cuánto se apartaba de aquélla esta posición: aunque no fuese como las otras creaturas, permanecía siempre, sin embargo, como una creatura. Pero no sólo eso, sino que como han separado al Hijo del Padre, así también los arrianos han separado al Espíritu del Hijo, lo que equivale a afirmar — teniendo en cuenta los presupuestos antes enunciados que el Hijo es una creatura — que ellos dividen una creatura (420A). En todo caso, tendríamos una creatura unida con Dios y el Bautismo cristiano perdería todas sus prerrogativas, porque ya no podría santificar o regenerar a quien vendría a ser bautizado en el nombre de una creatura, que es tan sierva de Dios como el propio hombre. Aquí también se recoge una fórmula de fe, sugerida por la circunstancia de bautismo con el cual, en el cristianismo antiguo, se relacionaba, con frecuencia: el catecúmeno que iba a recibir el bautismo pronunciaba su confesión de fe delante de la comunidad cristiana. Es más solemne y más grandiosa, en su amplia cadencia, la fórmula que Gregorio formula en 40,45. Se resumen, en pocas frases, la doctrina trinitaria, la creación del mundo por obra del poder de Dios, su Providencia. Además, se proclama la no existencia del mal: una afirmación que puede parecer chocante en este contexto, pero que quizá se hallaba sugerida por la oportunidad de salir al paso de las insidiosas proposiciones de los maniqueos, que debían manifestarse bastante activos en el ambiente de Constantinopla. Se reafirma, después, la doctrina de la encarnación del Hijo, de su completa humanidad y divinidad: Gregorio insiste en la totalidad de la redención realizada por Cristo, en actitud polémica también en lo referente a este punto (con toda seguridad, se dirige contra la herejía de Apolinar de Laodicea). Se confiesa, a continuación, con mucha rapidez y brevedad, la crucifixión, la muerte, la resurrección y la ascensión de Cristo. Hay, también, otra sección (precisamente, la 39:12), que resulta de especial interés en cuanto que hace referencia a la confesión de la fe trinitaria de nuestro escritor. En este texto, Gregorio enlaza su doctrina de las tres hipóstasis con ciertas fórmulas paulinas que ya antes de él habían sido aplicadas a la teología. Las fórmulas se derivan de 1 Cor. 8:6 y de Rom. 11:36, oportunamente adaptadas. Las modificaciones aportadas por Gregorio consisten, en el primer caso, en añadir junto al Padre y a Cristo, también, al Espíritu Santo, atribuyendo a éste último, asimismo, la proposición especifica: "... para nosotros no hay más que un solo Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas y para el cual somos; y un solo Señor, Jesucristo, por quien son todas las cosas...," dice S. Pablo; y Gregorio añade: "... y un sólo Espíritu, en el cual son todas las cosas." La adición presenta una evidente funcionalidad: la de completar la doctrina trinitaria, a cuya formulación fueron dirigidos todos los esfuerzos de la Teología de los Capadocios, al incluir en ella con pleno derecho al Espíritu Santo. El indicado paralelismo lo recoge probablemente Gregorio de la doctrina trinitaria de San Basilio, el cual había utilizado las tres proposiciones doctrinales para atribuirlas cada una de ellas a las tres personas, subrayando que la fórmula pone de manifiesto la diversidad de las causas, de las cuales proceden todas las cosas y las reconduce todas al mismo Dios, pero que tales causas son intercambiables entre las Personas1. Basilio había desarrollado, asimismo, su doctrina de las tres causas en polémica abierta contra los pneumatómacos (el mismo punto de vista, como se ha indicado, vuelve de nuevo en este texto de Gregorio), los cuales atribuían al Padre el titulo de causa eficiente, al Hijo únicamente la función de causa material y al Espíritu la función del espacio o del tiempo2. Resulta claro, aunque la deducción que se desprende de las proposiciones es formalmente comparable a la de la tradición platónica, que en su núcleo esencial se aparta netamente de aquélla, porque en la tradición platónica la consecuencia indicaba una pluralidad de causas diversas y de diferente valor, y en Gregorio el resultado derivado venía referido a la Trinidad divina. Es análoga la utilización, en este texto, de la fórmula de Rom. 11:35: "... porque de El, por El y para El son todas las cosas." En San Pablo la fórmula estaba referida a Dios en cuanto tal, y no tenía ningún significado trinitario, pero una tendencia a interpretar la fórmula en este sentido aparece ya visible en Origenes3 y hemos llegado a saber aún por el propio Basilio4 que esa interpretación era utilizada por los propios herejes con el fin de rebajar la dignidad del Hijo y del Espíritu Santo, por lo cual él proponía una fórmula diferente en la doxología: "Gloria a Dios Padre juntamente con el Hijo en el Espíritu Santo." En el resto del capitulo se expone la doctrina trinitaria especifica de Gregorio y de Basilio: el Padre es sin principio, mientras que el Hijo no es principio, porque procede del Padre; pero El es, también, sin principio, si se entiende el principio como un comienzo en el tiempo, según la falsa doctrina de los arrianos: no puede hallarse sometido al tiempo Aquél que es Creador del mundo, y, por tanto, también del tiempo.

Gregorio, respecto del Espíritu Santo, vuelve a proponer el origen del Padre, pero un origen que no es el del ser del Hijo, ni el de haber sido engendrado; el origen del Espíritu Santo es el de "proceder" del Padre. El orador es muy consciente de la novedad de la terminología, que él deduce de Jn. 15:26, dando una significación profunda a la expresión evangélica, en el sentido de que ella expresa "el modo de ser" del Espíritu. En esta profundización del problema sobre el origen del Espíritu del Padre consiste la mayor contribución de Gregorio a la pneumatologia; una contribución que fue aceptada pocos meses después en la formulación del credo por parte del Concilio de Constantinopla (El I de Constantinopla (381), II C. Ecuménico. Nota del Editor). Es cierto que, cuando pronunció su Homilía el orador, era muy consciente de la novedad de su afirmación y del hecho de que era algo insólito la expresión utilizada por él para expresar el modo de ser del Espíritu Santo en su procedencia del Padre. Las propiedades de las personas permanecen intactas; pero se trata, subraya Gregorio, de propiedades y no de naturalezas; de otro modo se incurriría en el triteísmo. Gregorio no se expresa abiertamente en este sentido, pero sabemos que, precisamente, la incapacidad, en ciertos ambientes eclesiásticos, para distinguir entre substancia e hipóstasis le valió a Gregorio de Nisa, en aquellos años, la acusación de triteismo5. Si se comete el error de confundir propiedades y naturaleza (o substancia), se incurre también en el error de considerar que Adán y Set son de dos naturalezas diferentes, en cuanto que Adán fue plasmado por las manos de Dios, mientras que Set fue engendrado por Adán y Eva. Así, pues, aunque son diversos los modos por los cuales el Hijo y el Espíritu Santo existen, sin embargo, su naturaleza es una sola. Esta misma doctrina viene presentada por Gregorio, también, en el quinto "Discurso Teológico" (sea que haya sido redactado antes, sea que lo haya sido en fecha posterior a aquella que consideramos ahora) (cf. 31:11).

La acusación de triteismo, que no viene explícitamente mencionada en la Homilía 39, aparece, sin embargo, en la Homilía 40 (cap. 43), en un contexto de teología trinitaria, al que acabamos de aludir brevemente un poco más arriba. Al comienzo del pasaje en cuestión, Gregorio admite tranquilamente que el Padre sea "mayor," en cuanto es el origen de la existencia y del ser igual de las otras Personas. En tal caso, el ser "mayor" (un concepto derivado de Jn 14:28, sobre el cual se basaban los arrianos para sostener su herejía) no tiene otra significación que la de ser el origen de las Personas, las cuales, sin embargo, son iguales al Padre. Del mismo modo, debe ser entendido el hecho (admitido comúnmente por todos, incluso por los arrianos), sobre el cual nos hemos basado, esto es, el de ser el Padre principio: el Padre es principio de seres que no son inferiores a El; la preferencia concedida al Padre, en tal supuesto, redundaría en una ofensa (nótese con cuánta habilidad retórica Gregorio continúa razonando por medio de antítesis y de conceptos que seguidamente rectifican lo que en un primer momento se había admitido). No es posible superioridad alguna de naturaleza entre seres consubstanciales. He aquí, por consiguiente, la acusación de triteismo de parte de quienes no podían percibir la distinción entre naturaleza y persona, entre sustancia e hipóstasis. A esta acusación no replica Gregorio de manera profunda (de esta tarea se encargará Gregorio de Nisa, especialmente en sus obras breves dedicadas A Eustacio y A Ablabio); su objeción consiste sustancialmente, en que discutir el dogma no es labor propia del pueblo cristiano, sino una prerrogativa reservada a él, como obispo. El cristiano ha de profesar la fe de la manera que la formula el que está en posición de elaborarla. Puede parecer tal vez algo brusca y dura dicha contestación, pero si se tiene en cuenta la situación a que la Iglesia había llegado durante el siglo IV, cuando prácticamente todo cristiano se había creído autorizado a discutir de teología; cuando no sólo los obispos podían condenar nuevas fórmulas o adherirse a otras, sino que hasta algunas comunidades cristianas podían elegir (desde luego no tras un razonamiento meditado) a un Paulino o a un Melecio y provocar de tal manera el cisma de Antioquía; si se tienen en cuenta, como decíamos, todos esos factores, una llamada a la mesura y al orden como la que se lee en la Homilía 40 (y que resuena más veces en las homilías de Gregorio; véanse por ejemplo las Homilías 27 y 32), no puede dejar de ser oportuna.

El hombre y el pecado original

Se expone rápidamente la antropología en la Homilía 38,11, con la distinción tradicional entre entendimiento y sensación, considerados ambos por Gregorio como sustancias reales. Realizase la unión de éstos en el hombre, compuesto de dos sustancias, materia y entendimiento: éste estaba contenido en el soplo divino que fue insuflado en el hombre al principio. En efecto, Dios es viviente y racional, y en el hombre (mejor dicho, en el compuesto material) Dios puso su soplo, es decir la vida y la racionalidad, un alma (con el significado de "vitalidad" que el término griego entraña) dotada de razón. El hombre creado de tal forma es definitivo, como ya habían propuesto Platón y Filón de Alejandría, "microcosmo"; condición fundamental suya es la de ocupar una posición intermedia entre la naturaleza divina y la naturaleza material. Condición esta que debía ser ya la del primer hombre, pues Gregorio afirma de manera explícita que éste fue creado por Dios "espíritu y carne al mismo tiempo: espíritu por la gracia que recibió, carne por causa de su soberbia; espíritu para que, mientras subsistiese, glorificara a su bienhechor; carne para que sufriera y, sufriendo recordara lo que era y se educara así cuando se jactase de su grandeza; un ser animado al que se le gobernaba en la tierra, al que se le transportaba después a otro lugar, y que — el colmo del misterio cristiano — había de hacerse divino por su misma tensión hacia Dios." Por lo tanto, la condición del primer hombre no difiere de la del hombre después de la cuida. Además, se le dotó de libre albedrío (38,12) (y también esto se armoniza con lo que estamos diciendo), para que el bien no redundase tan sólo en mérito de Aquel que había otorgado al primer hombre las semillas del mismo bien, es decir, la inclinación a la virtud, sino también en el de aquel que tuviera la capacidad de realizar y llevar a cabo las inclinaciones mismas, felizmente. De esta descripción se infiere que la condición de Adán era en todo y por todo semejante a la nuestra; es más, estaba caracterizado por una sencillez e inmadurez (valga la palabra) de mente que lo hicieron accesible a la tentación del diablo. En este concepto de Gregorio se prolonga una antigua convicción cristiana: que Adán en el paraíso tenía la misma formación intelectual que un niño. El estado de infantilismo de Adán lo describe Gregorio en el capitulo 12.

El primer hombre tiene pensamientos "sencillos," totalmente inspirados por el amor de Dios; especialmente, el conocimiento del bien y del mal (en el que consistía, como en seguida se verá, el proyecto divino violado por el pecado original) no le estaba destinado mientras se hallara en la condición edénica, pero habría de ser alcanzado "a su tiempo." No era Adán hombre maduro, sino en camino de madurar. De ello se infiere, por consiguiente, su condición infantil, no por lo que respecta a su desarrollo intelectual, pues tener pensamientos de Dios no es desde luego índice de insuficiencia intelectual, sino en relación a lo que será después la vida humana, en la que las condiciones sociales serán totalmente distintas (y no se puede dejar de ver en ello una "caída" de la condición original, en la que sólo se tenían pensamientos divinos). Teófilo de Antioquía había ya representado a Adán como infante6, e Ireneo7 había desarrollado el mismo concepto, en el sentido que Dios había asegurado a Adán la perfección, pero sólo para un momento posterior, ya que, en el estado edénico en que entonces se encontraba, no habría podido recibirla dentro de sí, pues era infante. Naturalmente, la problemática cultural del cristianismo del siglo segundo (este concepto lo hallamos también en Clemente de Alejandria8) no es igual a la del siglo cuarta: en aquel entonces los escritores cristianos tenían defender el relato bíblico de las interpretaciones malévolas de los gnósticos, que se preguntaban cómo era posible que Dios hubiera creado al hombre tan imperfecto, hasta el punto de pecar inmediatamente, y habían de ofrecer por tanto una interpretación positiva de la "sencillez" y "puerilidad" de Adán. Para Gregorio, este concepto no tiene gran relieve; él prefiere insistir en el hecho que Adán, por muy "sencillo" que fuera, había sido dotado de libre albedrío, instrumento mediante el cual podía granjearse méritos actuando rectamente. Por consiguiente, Gregorio pone bien de relieve la afirmación de que el hombre había sido creado por Dios dotado de libre albedrío: hecho este fundamental en toda interpretación del pecado original, la más intrincada cuestión tratada en el mismo capitulo 12. Peca el hombre por culpa del diablo: esta es la primera causa del pecado, como se puede leer además en el discurso 36,5 y en Cármina I, 1, 7, 64-66. La envidia diabólica se realiza a través de la ofensa que la mujer hace al hombre, evidentemente, aconsejándole que pruebe el fruto prohibido: Gregorio condena a la mujer por su debilidad, pero la culpa del pecado es de ambos. Mas, ¿en qué consiste este pecado?

El problema es bastante intrincado, ya que se ha sostenido a menudo que Gregorio no consideraba a la humanidad culpable de manera solidaria del pecado del primer hombre, sino que solamente soportaba las consecuencias; y tampoco se ignora la tentativa hecha ya en la antigüedad por los pelagianos y por Agustín, de hacer suya la interpretación del Nacianceno para sostener su propio concepto de la solidaridad del hombre en el pecado de Adán. Un relato análogo al que se lee en la Homilía 38, que hemos examinado hasta ahora, se encuentra en uno de los Cármina Arcana (I, 1, 8, 107 ss.): "Dios solamente prohibió al hombre que tocara el árbol más perfecto, aquel que poseía la perfecta distinción del bien y del mal. En efecto, la perfección es cosa óptima para quienes ya son adultos, pero no es adecuada para quienes están empezando, pues es pesada de soportar, así como un manjar más perfecto lo es para los infantes. Pero, como prestando fe a los engaños del envidioso homicida y a la insensatez de las palabras de la mujer, probó antes de tiempo el fruto de dulce sabor, y revistió su carne pesada con túnicas de piel (pues Cristo hirió con la muerte al pecado), hecho ya súbdito de la muerte, desterrado del paraíso, fue a la tierra de la que había nacido y afrontó una vida llena de aflicciones. . . ." Otros relatos de la caída de los protoparientes no afrontan el problema del pecado original; se lee por ejemplo en 1, 2, 10, 120 ss.: "Dios añade la ley para que sirva de ayuda a su criatura, y me creó libre artífice del bien para que yo pudiera conseguir la corona de la batalla y de la lucha: pues es mejor vivir así que libre de todo vínculo..." (es el mismo razonamiento de la Homilía 38,12); Adán, dícese en el mismo poema (474 ss.) "tan sólo se alimentaba con los frutos de la tierra, sin limitación alguna... Pero esta ley, al no ser aceptada, me privó de todo y me entregó a las fatigas de mi madre, la tierra...." Pero también en otras páginas se enfrenta Gregorio con el problema del pecado de los progenitores y de su significado para los que vinieron después. En II, 2, 1, 345 ss. se lamenta: "¿Tal vez no es suficiente que haya acarreado un yugo tan pesado a los hombres el primer pecado del progenitor y el árbol homicida, junto con la perversidad de la serpiente, la insensatez de la mujer y el desgraciado gusto del conocimiento, mortal para nosotros? Todo esto hízome mortal y me obligó a volver a la tierra de la que fui creado; hizo mi vida infeliz; me obligó a vivir entre dolores y aflicciones, doblegándome hacia el amplio dorso de la tierra...." Por consiguiente, lo que ha cambiado después del pecado es la condición del hombre, y más específicamente la del hombre Gregorio, que siente sobre sí la culpa de su progenitor, pues se atribuye a sí mismo las vicisitudes del mismo Adán. La afirmación de Il, 1, 45, 53 es explícita: "Yo mismo, con mi mano, he sembrado la triste corrupción"; 98 ss.: "El espíritu del hombre no cesa de llorar sobre su dolorosa esclavitud, sobre el error del primer padre, sobre la seducción culpable de nuestra madre, que se volvió madre de nuestra concupiscencia, sobre la pérfida mentira de la sinuosa serpiente, sedienta de nuestra sangre, que gozaba con el pecado de los hombres sobre el madero, sobre el árbol cayo fruto es dañino para los mortales, sobre la garganta culpable que abrió de par en par la puerta de la muerte, sobre la vergonzosa desnudez y sobre la exclusión de la gloria del paraíso y del árbol de la vida...."

Consecuencia de ello es que Gregorio se identifica con el progenitor: entonces se mostraron mi desnudez y mí vergüenza, y yo tomé conciencia de mi desnudez y la cubrí con una túnica de piel; entonces fui separado del paraíso y devuelto a la tierra de la que había sido sacado... yo fui condenado a una tristeza sin fin a causa de mi vergonzoso placer y a luchar contra aquél que por mi desgracia encontré y que me sedujo por medio de la gula. ¡Tal es la recompensa de mi pecado!" (discurso 19,4). No hay duda de que Gregorio considera suyo el pecado de los progenitores, pero no en el sentido que se ha hecho usual en Occidente a partir del siglo V: como hombre que es, siéntese Gregorio culpable del pecado de Adán, y como hombre paga sus consecuencias. ¿Por qué el pecado original se ha propagado de Adán a toda la humanidad? ¿Por necesidad debida a la derivación de la carne y del alma del hombre de las de los protoparientes, o acaso porque Gregorio, como hombre, se sentía corresponsable del pecado de Adán y restituido, tras ese pecado, a su misma condición corrupta y pecadora? Por supuesto, Gregorio vuelve a atribuir al primer pecado la cadena de nuestros pecados, cadena que nos ha atado de manera indisoluble y en la que nos hallamos antes del bautismo. La teoría de la transmisión hereditaria del pecado de Adán a nuestros tiempos nada añade al peso que Gregorio sentía sobre si aún sólo por causa del pecado del primer hombre. Y de todas formas no se puede aceptar la opinión de quienes creen que Gregorio admitía sólo una herencia de pena y no una corresponsabilidad real en la primera culpa: "la debilidad de mi progenitor" — dice él — (38,11) "fue mi propia debilidad." Pero, ¿en qué consistió, realmente, este pecado? Para conocer el pensamiento de Gregorio a este respecto, hemos de referirnos de manera casi exclusiva al pasaje objeto de nuestro presente examen (38,12), puesto que las alusiones y referencias que hallamos en otras páginas son muy rápidas y breves. Desde luego no podremos conformarnos con lo que nuestro autor repite más de una vez: que se trataba de un pecado de gula. Comer el fruto prohibido fue sólo la consecuencia material, concreta, de la transgresión de las leyes de Dios. Como comentábamos antes, la envidia del demonio fue la causa inicial del pecado, causa de la prohibición de aprovechar el árbol de la ciencia del bien y del mal, ya que esta ciencia o conocimiento aún no era apta para quien, como Adán, no podía poseerla de manera adecuada. Desde luego, Dios no habla establecido semejante prohibición por envidia del hombre o por no querer que éste también se hiciera divino gracias a esa misma ciencia: ¡todo lo contrario! Bien deseaba Dios la "divinización" del hombre, mas no de manera prematura: la ciencia "habla de alcanzarla el hombre en el tiempo oportuno." Existe, por lo tanto, un aspecto exterior, más vulgar (con perdón de la palabra), del pecado de los protoparientes: haber probado el fruto prohibido; y existe, también, al mismo tiempo, un significado más intimo: la transgresión fue un acto de desobediencia inspirada por la envidia diabólica, pues con esa desobediencia nuestros progenitores adquirieron una ciencia que aún no les correspondía.

De todas formas, las consecuencias de la desobediencia fueron las que la tradición cristiana ha venido enseñando: la pérdida del árbol de la vida, del paraíso y de Dios, y el comienzo de una larga degradación, cada vez más grave e irremediable, hasta el punto que, para salvar a la humanidad, Dios tuvo que enviar a su Hijo unigénito (38,13). El contexto de la Homilía 38 y de la doctrina cristiana misma sugieren a Gregorio, en este pasaje, la oportunidad de introducir la cuestión sobre la encarnación de Cristo, que se desarrolla de manera narrativa y popular en los capítulos 15-16, mientras en el capitulo 13 se hacen alusiones al problema que en época de Gregorio considerábase más importante y grave: el de las dos naturalezas de Cristo. La actitud de Gregorio Nacianceno a lo largo de estos tres discursos es bastante clara y precisa, aunque el escritor no desarrolla el problema con un tratamiento autónomo. Resulta fundamental la afirmación de 38,13: Cristo "se unió a un alma dotada de razón a causa de mi alma, purificando la sustancia semejante con la semejante," y algo después: "por medio del alma racional, que ejerció la misión de intermediaria entre la naturaleza divina y la pesadez de la carne humana." Resulta evidente que estas declaraciones son formuladas con carácter polémico contra Apolinar de Laodicea, quien sostenía que el Logos encarnado había asumido la carne y el alma humana pero no el entendimiento, ya que el Logos constituía el entendimiento mismo del Hijo hecho carne. Las réplicas de Gregorio Nacianceno a la herejía apolinarista son bastante breves y fragmentadas en el curso de las Homilías, mientras posteriormente se recogen y disponen de manera sistemática en las famosas Epístolas Teológicas (101, 102 y 202), en pocos años posteriores a aquellas. Como es sabido, Gregorio rechaza la doctrina apolinarista recurriendo sobre todo a la soteriología cristiana, inventando la famosa fórmula que "nada puede haber sido salvado si no ha sido asumido por Cristo" (Epist. 101, 32), queriendo con ello decir que si el entendimiento humano no fue asumido por Cristo, no puede salvarse el hombre en la totalidad de su ser. Es necesario, por consiguiente, que Cristo tuviera una naturaleza humana completa, perfecta, en cuerpo, alma y entendimiento (resulta evidente, por estas distinciones, que el cristianismo antiguo y especialmente el ambiente de los Capadocios recuperaba la distinción de la filosofía griega entre "alma" o fuerza vital y "entendimiento"). Es precisamente sobre el concepto de totalidad del hombre — y por consiguiente del hombre asumido por Cristo en la encarnación — sobre el que Gregorio vuelve a tratar con palabra esclarecida en la Homilía pronunciada unos días después de la Homilía 38, es decir en la 40. En un pasaje de ésta (40, 45) se insiste precisamente en la condición completa de Cristo, considerándole "hombre completo y al mismo tiempo Dios," y sobre el término "completo" — que llega a ser palabra clave de la cuestión — se vuelve a insistir a lo largo de todo el pasaje. También en otro lugar, en una Homilía pronunciada por aquellos días, precisamente en la Homilía 37, 2, se vuelve a tratar dicho tema de manera muy clara y precisa.

En Cristo, hay dos naturalezas juntas: la humana y la divina. Sobre este concepto de "duplicidad" de Cristo, es decir, de la presencia en El de ambas naturalezas, Gregorio vuelve a insistir más de una vez en la misma Homilía 38, y más especialmente en el capítulo 15: Cristo es "dúplice"; en el capitulo 13, pág. 325 háblase, más genéricamente, de una "comunión" de Dios con el hombre, la segunda después de la creación, es decir después de la insuflación del aliento de Dios en el cuerpo humano; insuflación que hizo del hombre un "alma viva," según el relato del Génesis. Trátase ampliamente de la "duplicidad" de Cristo en la Homilía 38 (capitales 15 — 16), pero con un tono eminentemente homilético y no ya a nivel de riguroso razonamiento teológico: atribúyense las funciones más humildes a la constitución corpórea de Cristo, mientras aquellas que sobrepasan la naturaleza humana son efecto de la naturaleza divina. Se trata de una manera algo mecánica y simplista de concebir la duplicidad de la naturaleza de Cristo, y, sobre todo, incapaz de hacer frente a las objeciones del apolinarismo; era, sin embargo, una manera usual en la doctrina de los nicenos, practicada ampliamente por Atanasio y detectable en el mismo Nacianceno (cf. Homilía 29, 18 y 20; 30, 1) y, en Occidente, en Ambrosio9 e Hilario de Poitiers10. Hay otro punto interesante en la Homilía 38 (capitulo 13), que ya hemos encontrado. Vimos que el alma hace de mediadora entre la corporeidad y la naturaleza divina. Es ésta una doctrina típica de Gregorio Nacianceno, que ya había presentado veinte años antes en uno de sus primeros ensayos literarios y teológicos (Orat. 2, 23): "He aquí lo que significa esta divinidad que se ha humillado; he aquí lo que significa la asunción de la carne; he aquí lo que significa esta inaudita mezcla de Dios con el hombre, en la que la duplicidad ha dado como resultado la unidad y donde la unidad ha introducido la duplicidad. He aquí la razón por la que Dios se ha fundido con la carne a través de la mediación del alma y dos realidades separadas se han unido mediante su vinculación a través de este intermediario. Por causa de todos, y sobre todo, por causa de nuestro único progenitor, todo se ha dirigido hacia la unidad: el alma por causa de aquel que había desobedecido, la carne a causa de la que había prestado su ayuda y tomado parte en su condena...." Con el mismo ímpetu oratorio y conmovida participación en el misterio de la encarnación, Gregorio exclama en el discurso sobre la Natividad: "Oh unión inaudita, oh mezcla inconcebible!" (38, 13), refiriéndose en efecto a la presencia de Dios y del hombre en el Cristo encarnado. Los términos que aquí se utilizan son de origen estoico: Krasis y mixis. Indican la unión de dos sustancias que pueden volver a separarse y que, sobre todo, mantienen cada una sus características propias, aun después de realizarse su unión. Resulta, por tanto, evidente que también esta terminología ha de referirse al concepto que ya encontramos anteriormente, el de la "duplicidad" de Cristo y de la funcionalidad autónoma de sus dos naturalezas. Se ha observado, a este respecto, que Gregorio recupera el concepto origenista del alma mediadora entre Dios y la carne. Se lee, efectivamente, en Origenes11 que, en el momento de la encarnación del Hijo de Dios, querida por el Padre para salvar a las almas, que se habían separado de El, en virtud de la falta de amor que en ellas se había verificado, como efecto del libre albedrío (razón por la que algunas de ellas habían permanecido al lado de Dios, y otras, en cambio, habían descendido en los cuerpos humanos), para salvar, decíamos, las almas que habían sido unidas al cuerpo, el Hijo de Dios creó para sí un alma singular. Esta alma permanecía, por un lado, inseparablemente unida a la gloria y a la luz de Dios, y, por el otro, podía tener contacto con la carne, ya que el alma, al ser, por naturaleza propia, un ser intermedio, puede por un lado, asumir una sustancia corpórea y, al mismo tiempo, acoger en sí al Hijo de Dios en su totalidad.

La salvación del hombre

De todo ello se infiere, por lo tanto, que el interés tan especial que Gregorio sentía por el gran milagro de la salvación de la humanidad, garantizada por la encarnación, ocupa un lugar central en la interpretación de la venida del Hijo de Dios a la tierra, ya que es justamente la salvación de la humanidad la que manifiesta de manera plena la misericordia de Dios. Incluso antes de la encarnación, señala Gregorio (38, 13), Dios había procurado con todos los medios corregir a la humanidad que tras el pecado original se precipitaba cada vez más abajo, hasta que, al ver que ninguna corrección obtenía el resultado deseado, mandó por fin a su mismo Hijo. A partir de aquí, la Homilía presenta carácter retórico y no puede ser considerada como una auténtica enseñanza del Obispo a sus discípulos, hasta el punto de que pueda llegarse a creer que la encarnación venga a ser la cumbre de una escala, el máximo intento de Dios para salvarnos. No, la encarnación fue la única salvación, y ninguna señal o prodigio del cielo hubiera podido salvarnos. "El Logos del Padre se mueve hacia su imagen y lleva a cuestas la carne por causa de mi carne y se une a un alma dotada de razón por causa de mi alma, purificando la sustancia similar con su semejante." Existen algunos pasajes del mismo Gregorio Nacianceno que manifiestan su interés por la salvación de la humanidad, salvación que él considera el fruto principal de la encarnación (y esta doctrina, según algunos investigadores, todavía no estaba considerada como dogma en tiempos de Gregorio).

Bastará con citar un pasaje del Cuarto discurso teológico (30, 6): "En cuanto asumió la forma de esclavo, El descendió al nivel de sus hermanos de esclavitud y de sus esclavos; tomó una forma que le era ajena y me llevó entero en si mismo, junto con lo que es mío, para consumir en sí todo lo malo, como el fuego consume la cera o el sol la niebla, y para que yo, gracias a esta mezcla, participara de lo suyo. Por ello, en sus acciones El enaltece la obediencia y la experiencia mediante sus sufrimientos... Y del mismo modo oportuno es suponer que El quisiera cerciorarse de lo que es la obediencia para nosotros y que todo lo midiera según sus sufrimientos, como invención de su amor..." y otro de la epístola 101 a Cledonio (101, 50-51): "Y sin embargo, vamos a ver qué motivo presentan los apolinaristas acerca del hecho que el Hijo se hiciera hombre, o más bien se hiciera carne, como suelen decir ellos. Si hubiera sido para contener a Dios dentro de unos límites para que pudiera tener relaciones con los hombres gracias a la carne, como bajo un velo, el disfraz de los apolinarista es ingenioso, e ingenioso a las vez su intento... De haber sido, en cambio, para abolir la condena del pecado, santificando al semejante con el semejante, de manera que hubiera necesitado una carne por causa de la condena de la carne y un alma por causa de la condena del alma, igualmente entonces necesitó un entendimiento por causa de la condena del entendimiento, el cual, en Adán, no se había limitado a pecar, sino que había presentado también los primeros síntomas del mal, como suelen decir los médicos a propósito de sus enfermos." Es decir, en Adán ya estaba presente el pecado de toda la humanidad, pecado que sucesivamente cada uno ha ido desarrollando según su propio libre albedrío, pero la disposición originaria de la naturaleza de Adán se había vuelto pecaminosa, y de ella derivó nuestra disposición pecaminosa, como señalábamos antes a propósito del "pecado original." Gregorio se figura el triunfo de Cristo sobre el mal como una auténtica lucha de Cristo contra el demonio.

En la Homilía 39, 13, después de reiterar brevemente cuanto ya había dicho en la Homilía 38, Gregorio Nacianceno concluye con estas palabras: "Como quien había maquinado el mal y nos había atraído al engaño con la esperanza de la inmortalidad se creía invencible, he aquí que es engañado por el velo de la carne, para que al toparse con Adán se enfrentara con Dios y, de esta manera, el nuevo Adán pudiera salvar al antiguo Adán y se aboliera la condena de la carne, pues la muerte fue aniquilada por la carne." Dos cosas hay pues que señalar en esta imagen: el enfrentamiento, la lucha de Cristo con el demonio, de la que no podía no resultar vencedor el Hijo de Dios, y el engaño perpetrado por ello en perjuicio del Enemigo. Se pueden leer, a este propósito, otros pasajes más en los que Gregorio vuelve a este concepto de la lucha entre Cristo y el demonio: Cármina 1, 2, 1, 162 ss.: "Dios, como quería reconstruir al hombre, vino como Dios en la naturaleza humana, para que, luchando e hiriendo de muerte al homicida y venciendo con el gusto de la hiel el fruto prohibido, con las heridas de los clavos las manos que habían cometido el acto nefasto, con la cruz el árbol del paraíso terrenal y con su sublimidad la tierra, pudiera restituir a Adán redivivo a su vida y a su gloria..." Puede parecer insólita la idea de Cristo que engaña al demonio, pero lo cierto es que obedece a un concepto legalista propio que Gregorio expone en más de una ocasión (en el discurso 45, 22 y en Cármina 1, 1, 10, 65-72). Pregúntase Gregorio por qué motivo se derramó la sangre del Hijo de Dios y, sobre todo, a quién se ofreció el sacrificio de Cristo. El sacrificio, explica, siempre constituye un acto que redunda en honor de una persona, y resulta inconcebible que el sacrificio de Cristo haya redundado en honor del Maligno. ¡Menuda vergüenza seria que el demonio tuviera que obtener del mismo Dios la moneda para el rescate del hombre y, como si eso fuera poco, al mismo Hijo de Dios como moneda! El hombre sin embargo, hallábase en poder del demonio. Otro absurdo, observa Gregorio: ¿cómo era posible que el Padre se complaciera de la sangre de su Hijo, El que llegó a rechazar el sacrificio de Isaac? No, pues, Cristo ofrecido en sacrificio para aplacar al Padre, con la consecuencia de que tal sacrificio habría otorgado inconmensurable honor a aquel que nos tenía atados y que había llegado a ser dueño nuestro; no, "el Padre recibió la moneda del rescate sin haberlo solicitado y sin necesitarlo, sólo como efecto de la economía de salvación... Cristo cumplió todas estas cosas tan sólo para rendir honor al Padre, mostrándose obediente en todo..." (discurso 45, 22). En cuanto a cómo se sacrificó, ya lo hemos visto: engañando al demonio con la sustitución por la que nuestro dueño creyó — mediante la encarnación y la muerte en la cruz — tenernos en su poder, mientras se encontró ante Aquel que era inmensamente más fuerte y que lo venció. El engaño al demonio no fue por consiguiente más que el cumplimiento del sacrificio voluntario del Hijo de Dios, sacrificio ofrecido en honor del Padre, y no porque éste lo exigiera para liberarnos, pues nosotros nos habíamos convertido en posesión del demonio, y no del Padre. Con esta solución que aquí propone, Gregorio trata de resolver un antiguo problema. En primer lugar, preguntábase por qué tenía que ser necesario un sacrificio para aplacar la ira de Dios (que se lee, por ejemplo, en Rom. 5:9-11). Por consiguiente Gregorio sustituye la ira de Dios, que parece inconcebible bajo un punto de vista moral, con el honor tributado a Dios mediante el sacrificio de su Hijo; y, asimismo, sustituye el precio del rescate del hombre, que había de ser necesariamente pagado a Dios (cosa ésta igualmente improbable, pues era el demonio quien se había hecho dueño del hombre) con el sacrificio ofrecido voluntariamente. Según nuestro escritor, el problema había de ser afrontado con decisión y resuelto, pues la teología griega de carácter más popular enseñaba que la muerte de Cristo en la cruz había sido necesaria, y la explicaba recurriendo una vez más al viejo argumento que sólo la muerte del Dios humanado podía constituir un rescate adecuado para la humanidad. "Uno sólo era el objetivo fundamental de todas las acciones de Cristo: mi perfección y mi resurrección y la vuelta al estado originario de Adán" (Orat. 38, 16). La salvación del hombre consiste pues en la reintegración del hombre en su condición primitiva (Orat. 44, 2 y 4; 45, 12 y 22; Epist. 101, 15; Carm. I, 2, 1, 162-166).

Purificación del hombre

Después de lo que hemos observado acerca de la encarnación de Cristo y de la salvación de la humanidad, salvación procurada por la pasión del Hijo de Dios, no resulta difícil comprender la relación de la Homilía con las dos que la preceden bajo un punto de vista teológico teórico. El vínculo que une la Homilía 40 a la 39 es también, hay que reconocerlo, externo, como antes señalábamos, ya que se tuvo que interrumpir un conjunto unitario de consideraciones debido a que ya se había hecho muy tarde, y Gregorio tuvo que reanudar al día siguiente al 6 de enero de 381, la Homilía que había dejado interrumpida el día anterior. Pero, como es natural, no se trata tan sólo de un vinculo exterior. Produce el bautismo una eficacia especifica en el hombre, pues al hacer cristiano lo que antes era pagano lo inserta de manera indisoluble en el ámbito de la acción salvífica de Cristo. De aquí surge la larga exhortación, en la que no faltan aspectos histórico-sociales, concretos e interesantes, incluso bajo un punto de vista no estrictamente teológico, para no retrasar el bautismo hasta los últimos años de vida, y apresurarse a entrar lo antes posible en comunión con la salvación que Cristo ha traído a la humanidad. Gregorio, que escribe en el siglo V, conoce muy bien la riquísima y variada simbología bautismal, que expone con la riqueza arrolladora de terminología propia de su arte en los capítulos 3 y 4 de la Homilía 40. Pero la relación directa con la encarnación de Cristo se percibe, sobre todo, con referencia al principio de la Homilía 39, destinada a celebrar el Bautismo del mismo Cristo (capítulo 2). Efectivamente, el Bautismo de Cristo, en el Jordán, marca el comienzo de su obra salvífica. Todo esto, en nuestra opinión, está bastante claro, pues es tradicional; también el gran amigo y maestro de Gregorio, Basilio, había expuesto sumariamente, la síntesis precisa, el significado del Bautismo en la salvación del cristiano12. Hay, sin embargo, un aspecto fundamental de la doctrina bautismal de Gregorio que nos parece típico de él y que es oportuno señalar. Es conocida la simbología del cristianismo primitivo, que relacionaba, sin prescindir de un cierto gusto por los juegos de palabras, típicos del símbolo, el bautismo con la iluminación, razón por la que bautismos venía a ser equivalente a photismos, así en la forma exterior de la palabra como en su concepto: el Bautismo, sin dejar de ser un acto de purificación que se basta completamente a sí mismo, pues limpia el alma de los pecados, también puede considerarse bajo otra faceta, la de la iluminación, pues nos otorga el conocimiento de Dios. Ahora bien, esta simbología que, a finales del siglo IV, ya se había vuelto estereotípica y rutinaria, recibe de Gregorio nueva vida y nueva funcionalidad. El la renueva fundiendo en un unicum la purificación del bautismo, la iluminación ocasionada por este sacramento, y la luz que Dios nos otorga y que a El nos acerca.

La naturaleza divina se caracteriza, en la obra de Gregorio Nacianceno, por el término "luz" más que por cualquier otro. La "terminología de la luz" fue para nuestro escritor uno de los elementos más significativos de su especulación, que le acompañó durante toda su vida y a lo largo de toda la trayectoria de su actividad literaria. Aparece ya en los primeros tiempos de su carrera, el año 363, cuando compone la Homilía 2: Dios, escribe (capitulo 5), es el único ser sumamente resplandeciente y luminosísimo, que aventaja en pureza a toda naturaleza corpórea (hombre) e incorpórea (ángel). Además de sencillas afirmaciones que definen a la divinidad como un ser luminosísimo (afirmaciones que, sin embargo, asumen frecuentemente una importancia especial, pues nuestro escritor llega a atribuir el término "luz" a cada una de las tres personas divinas), hallamos una insistencia frecuente sobre la caracterización luminosa de Dios: "La Trinidad resplandeciente y radiante en toda su naturaleza divina..."; el misterio de la festividad de los Sancta Lumina es sublime y divino y próximo al esplendor de lo alto (39, 1). Léase sobre todo el pasaje de la Homilía dedicada al Bautismo (y justamente esta intima relación entre Bautismo e iluminación ha sido el punto de partida de estas observaciones nuestras): "Dios es luz suprema e inaccesible e inefable, no comprensible con la mente ni expresable con la palabra... Sólo El se contempla y se entiende, mientras sólo en cantidad mínima se derrama en los seres exteriores. Pero cuando hablo de "luz," hablo de aquella que se contempla en el Padre, en el Hijo, en el Espíritu Santo, personas cuya riqueza consiste en la naturaleza conjunta y en el unido relumbrar de su esplendor" (capítulo 5).

Y también, en el mismo contexto: "también era luz el mandato primigenio dado al primer hombre... Luz prefiguradora y proporcionada a quienes la acogían fue, también, la Ley escrita, que anunciaba de manera misteriosa a Moisés en el fuego, cuando ardía la zarza pero no la consumía... también fue luz la que guió a Israel en la columna de fuego y mitigó el desierto; luz la que arrebató a Elías en el carro de fuego sin que las llamas abrasaran a aquel que fue arrebatado; luz la que alumbró a los pastores, cuando la luz que está fuera del tiempo se unió con la que está en él; luz la belleza de la estrella que se adelantó a los Magos hasta Belén para ser su guía y para otorgar la luz que está por encima de nosotros y que vino para estar con nosotros; luz la naturaleza divina que se mostró en el monte a los discípulos, un poco más fuerte que la vista de ellos; luz la aparición que rodeó a Pablo; luz también el esplendor que viene de lo alto para quienes se han purificado aquí en la Tierra, cuando los justos resplandecerán como el sol...; luz finalmente, de manera especial, la iluminación del bautismo" (capitulo 6). "Dios era luz inaccesible, que no admite sucesión y no tuvo principio ni tendrá fin, luz sin mesura, siempre resplandeciente, radiante de manera triforme, que pocos pueden contemplar como él es efectivamente, o, mejor dicho, ni siquiera ellos lo pueden" (discurso 44, 3).

Segunda luz después de Dios son los ángeles, rayo de luz que desciende de la luz perfecta (discurso 6, 12), "rayo de la primera luz" (discurso 44, 3). Ellos pueden gozar más y de manera más perfecta de la luz divina (38, 4), de la que reciben la luz perfecta (28, 31). Igualmente, quienes sean como los ángeles, según el texto evangélico (cf Lc 20:36), es decir los bienaventurados, vivirán con Dios y gozarán de su luz perfecta: así el hermano Cesario, en el paraíso, podrá gozar con la luz que emana de Dios; así aquellos que recibieron de Dios su justa recompensa y purificaron su mente gozan de la luz de Dios (40, 45). Dios es, por consiguiente, la luz primera; el ángel, la segunda; el hombre, la tercera, según una jerarquía trazada precisamente en la Homilía 40, 5. Pero la luz divina, aun siendo inaccesible en su esencia, no permanece del todo ajena al hombre. Remontándose a una larga tradición de la escuela platónica, tradición que tenía su primer origen en un famoso pasaje de la República (500c ss.), Gregorio establece una comparación entre el sol y Dios, acentuándola místicamente, en conformidad con sus tendencias especulativas: "Lo que es el sol para las cosas sensibles, lo es Dios para las inteligibles" (discurso 21, 1; cf. también 28, 30; 40, 5 y 37); "Dios crea el sol para las cosas de aquí abajo, así como El mismo es luz para los seres eternos" (44, 3,. Y, de todas formas, no es la iluminación cosa fácilmente asequible, no acaece así como así, sin preparación alguna: "Así como el sol revela la flaqueza del ojo humano, que no puede fijar su mirada en esa fuente vivísima de luz, revela Dios la debilidad del alma" (9, 2); "uno sólo es el sol; pero éste, mientras ilumina la vista sana, ofusca la débil" (17, 7; cf 20, 10). Por tanto, de la misma manera que el sol visible pone al descubierto la debilidad de nuestra vista, el sol invisible da a entender a nuestra alma la incapacidad de ésta para mirarlo; para mirarlo es necesaria pues la parificación. Purificación e iluminación se corresponden ambas, física y místicamente, al mismo tiempo. Efectivamente, la luz exige la pureza 2, 5), y Dios es la pureza (30, 20).

Sólo por medio de la purificación es posible conocer a Dios, porque el entendimiento humano sólo se acerca al ser purísimo si él también es puro. También este concepto arranca de una famosa afirmación platónica (Fedón 67 b: "a quien no es puro no le es licito tocar lo que es puro") y, en general, de toda la primera parte del Fedón; el conocimiento de Dios en la tierra significa contemplación de la luz divina, que, sin embargo, se realiza sólo parcialmente en beneficio de quien se ha purificado: nosotros recibimos, de la luz de allá arriba, tan sólo un escaso arroyuelo, lo que se nos manifiesta en un espejo y en enigma. Ojalá podamos después hallar la fuente de la belleza, contemplando con mente pura la verdad pura y encontrando, como recompensa de nuestras fatigas de aquí abajo alrededor de lo bello, la más perfecta participación, allá arriba, de lo bello y su contemplación" (7, 17). Esta exigencia se encuentra con frecuencia también en los discursos teológicos: "no es seguro, para el ser impuro, tocar lo que es puro, así como no es seguro, para una vista enferma, tocar el rayo del sol" (27, 3), etc. Si se quiere hablar de Dios es fundamental antes y más que ninguna otra cosa la exigencia de purificación (cf. 39, 10; 27, 3; 29, 11). ¿Qué es la purificación? Nos lo explica precisamente un pasaje de fundamental importancia de la Homilía 39 (capitulo 8): "donde existe el temor de Dios, allí está la observancia de los mandamientos; donde existe la observancia de los mandamientos, está la purificación de la carne de esta nube que oscurece el alma y le impide ver en su pureza el rayo de luz divina; donde existe la purificación está la iluminación, y la iluminación es la satisfacción del deseo, por lo menos para quienes deseen las cosas más grandes o incluso la más grande y superior a la grande."

Resulta evidente, por lo tanto, la sucesión: purificación de los pecados y consiguiente posibilidad de ser iluminado. Pero a la iluminación se le llama photismos, y photismos es el bautismo, según la simbología cristiana. La idea de Gregorio Nacianceno es, pues, clara, aunque, al mismo tiempo, va sin cesar de uno al otro concepto, unidos entre sí: purificación y bautismo son la misma cosa, y ambos resultan indispensables para quien quiera llegar al conocimiento de Dios. Cuando la mente humana se haya purificado, entonces recibirá la iluminación de Dios, como se lee en un pasaje anteriormente indicado (40, 5). "Cristo es luz, pues es esplendor de las almas que se purifican en el pensamiento y en la vida. Pues, si la ignorancia y el pecado son tinieblas, el conocimiento es luz, y es luz la vida divina" (30, 20); "quienes fueron juzgados dignos de contemplar la secreta belleza de las Escrituras fueron iluminados por la luz del conocimiento" (31, 21). Insuficiente y limitada, naturalmente, debido a nuestra debilidad y parvedad, es la iluminación de la que podemos gozar en la tierra (8, 19; 32, 23; 28, 3-4; 29, 11, etc.), y sin embargo no deja de ser la luz lo que nos permite unirnos a la luz inaccesible (32, 15).

Al llegar a este punto, el conocimiento de Dios en la oratoria del Nacianceno asume un marcado matiz místico, al subrayar el contacto entre Dios y el hombre como último objetivo de nuestra vida: "apresando la luz más clara con la menos clara, hasta que lleguemos a la fuente de los rayos que llegan aquí abajo y obtengamos la perfección, una vez que el espejo se haya disuelto en la realidad" (20, 1). La identificación de la luz menor con la mayor, donde la luz menor se pierde y se disuelve, es un aspecto místico de la doctrina — también de origen platónico, presente tanto en Gregorio Nacianceno como en Gregorio de Nisa — de la "asimilación a Dios." Aquel que llega al conocimiento de Dios, que es la luz, hácese él también luminoso (28, 17), o, lo que es lo mismo, "de forma divina" (28, 17 y 21, 1). Esta identidad con Dios del alma purificada en una unión mística, es asimismo afirmada con gran claridad en 38,7; para que, purificándonos, Dios nos haga divinos... Dios, que se unió a los dioses y se dejó conocer por ellos. Es verdad que es una tensión mística la que Gregorio traza rápidamente, sin la sistematización de concepto que hallamos en Gregorio Niseno. Pero la idea de que el conocimiento místico es algo que se obtiene limitadamente y que no satisface plenamente al alma, que nuevamente se lanza a comprender a Dios, también está presente en Gregorio Nacianceno: "Apresemos a Dios, apresemos la primera y purísima luz," exhorta en 40,37. Sólo en la vida del más allá, que representa el complemento definitivo de la purificación humana, la luz de la Trinidad se gozará en todo su esplendor: "bien sé que mejores y mucho más preciosas que las cosas que se ven son las que ahora están presentes a ti — dice Gregorio a su difunta hermana Gorgonia —, el esplendor de la Trinidad suprema, esplendor más puro y más perfecto, que ya no pasa desapercibido a la mente, encadenada y distraída aquí por las sensaciones: la contemplamos y la poseemos con toda nuestra mente, y brilla para nuestras almas con toda la luz de la divinidad. Que puedas tú gozar de todos los bienes de los que, cuando todavía vivías en la tierra, gozabas tan sólo de un riachuelo..." (8, 23)

El pensamiento neoplatónico

Para concluir, resulta oportuno aludir rápidamente a otra componente esencial de las homilías de Gregorio Nacianceno, y particularmente de las que nos ocupan, y trátase precisamente de la filosofía platónica con la que se ha alimentado nuestro escritor no menos que los demás Capadocios. Verdad es que, cuando nos referimos a la filosofía platónica — es decir, esencialmente, pagana — podriamos ser objeto de observaciones, ya que en la obra del Nacianceno se hallan más de una vez declaraciones polémicas contra la cultura y la filosofía. ¿Cómo es posible, por consiguiente, que un escritor cristiano pueda, para el núcleo esencial de su pensamiento, alimentarse con doctrinas no cristianas, además de recurrir lógicamente a la tradición y la doctrina de la Iglesia? Es fácil, sin embargo, demostrar que, bajo un punto de vista práctico, no es posible separar definitiva y terminantemente el pensamiento griego y la meditación y espiritualidad cristiana, sin por ello seguir la interpretación de la critica de antaño (totalmente superada en la actualidad), interpretación que sostenía la tesis de que nuestro escritor se servia tout court de pensamientos y conceptos platónicos para exponer su pensamiento de cristiano, sino en el sentido de que la filosofía platónica le sugiere motivos y demostraciones, conceptos e ideas que, sometidos a la reelaboración del escritor cristiano, se hacen pura doctrina cristiana, pura doctrina ortodoxa, fuente de espiritualidad ininterrumpida para quien se sirve de ella y la medita. Puede hablarse por tanto de "platonismo cristiano," en el sentido de que la filosofía platónica constituye un ingrediente de esa mezcla que, en su resultado, es perfectamente cristiana. Además, es de sobra conocido que los escritores cristianos se habían educado en las escuelas paganas, en las que se enseñaba retórica, poesía y filosofía griega. También se sabe que los Capadocios, más que todos los demás cristianos, (con la única excepción de Orígenes), gozaron de una educación refinada; Basilio y Gregorio Nacianceno creyeron renunciar a ella cuando se retiraron de la enseñanza de la retórica y abandonaron la universidad de Atenas para refugiarse en el refugio de su soledad en el Ponto, pero su formación juvenil literaria y filosófica permaneció hasta el final de su vida.

Lo mismo dígase del amigo de ellos Gregorio de Nisa, cuya formación filosófica (y más específicamente platónica y neoplatónica) todos conocen. Así, por lo que a Gregorio Nacianceno se refiere, señalábamos antes el significado que representó para su espiritualidad y su doctrina de la "luz y purificación" la doctrina del Fedón y de la República de Platón. Doctrinas platónicas se hallan con frecuencia, es más, constituyen el armazón de toda la teología y cosmología expuesta en el discurso 38 (cap. 7 y siguientes): Dios que siempre es, que encierra en si "el mar del ser," pues en El no existen antes y después, que son secciones del tiempo, sino la eternidad exclusivamente. De hecho la eternidad caracteriza la sustancia que permanece firme e inmóvil en sí misma, mientras el tiempo se puede concebir tan sólo a través de la variación. Esta había sido la doctrina de Platón,13 doctrina recogida y reelaborada por Plotino14. De hecho, según Plotino, no se puede concebir, en el mundo inteligible, algo que se añada sucesivamente a lo que ya existía anteriormente. Seguí Plotino15, el tiempo era la indicación de los procesos vitales del alma cósmica; una hipóstasis semejante no existe en el pensamiento de Gregorio, que se limita a contraponer, según los cánones platónicos, el mundo sensible al mundo inteligible, reuniendo, sobre todo en este último a la verdadera realidad; mas como Plotino había concebido el alma cósmica como la forma más esencial de la vida, el movimiento del alma cósmica puede constituir, de alguna manera, la justificación de la existencia del movimiento en la realidad animada de este mundo, sin que haya que postular, como hipóstasis realmente existente, el alma del mundo.

Otra doctrina platónica16 que se encuentra otras veces en Gregorio, es la de la absoluta incomprensibilidad de la inefabilidad de Dios: al Ser supremo se le considera ora como totalmente incomprensible, ora como un oscurecimiento conocido en sus manifestaciones (pero desde luego no en su naturaleza, ni en su cualidad) gracias a la fuerza de nuestro entendimiento. La naturaleza de Dios es simple, no compuesta; sólo ella puede contemplarse a sí misma, pero a pesar de ello no se ha conformado con gozar con su propia contemplación. De hecho, Dios es el summun bonum y el bien es diffusivum sui: Dios no podría limitarse a gozar con su propia existencia, y he aquí que se ha "derramado" al exterior por medio de la creación: antes ha creado el "mundo inteligible," es decir el mundo de las criaturas puramente intelectuales, el mundo de los ángeles; después ha creado el mundo material y ha creado el hombre, formado por ambas sustancias. Efectivamente, el hombre encierra en si tanto la sustancia material como la sustancia intelectual: constituye por consiguiente un microcosmos; es un mundo que encierra en sí los dos aspectos de la sustancia creada. Esta también es otra reinterpretación cristiana de la doctrina pagana del hombre microcosmos. La traducción ha sido realizada sobre los textos recogido en el volumen XXXVI de la Patrología Griega de J. B. Migne (coll. 311-425).

* En el lenguaje técnico de la Teología, se han designado esas caracteristicas especificas de las Personas divinas, con los términos de "nociones" y "propiedades." (Nota del Editor)

** Hace alusión el texto a estos Sínodos que desvirtuaron la fe de Nicea sobre la "consubstancialidad" del Hijo con el Padre, al aceptar que la palabra "homoiousios" (semejante en esencia) podia ser aceptada como expresión de la Fe ortodoxa; por eso se llama fórmula "homeana," de "semejanza," en vez de "consubstancialidad" (Homoousios). (Nota del Editor)

*** La herejía llamada "Apolinarismo," de Apolinar, Obispo de Laodicea (310-390), negaba que Jesucristo tuviese alma humana superior (según la división tripartita de origen platónico: cuerpo, alma y espíritu), es decir, sólo admitía en la humanidad de Cristo: un cuerpo material y un alma sensitiva. (Nota del Editor)

**** Los llamados "Padres-Capadocios" pertenecientes a la Escuela de Capadocia, son: S. Basilio Magno (330-379); su amigo Gregorio Nacianceno (330-390); y su hermano, Gregorio de Nisa (335-385). (Notas del Editor)

***** Los pneumatómacos o macedonianos (nombre éste último recibido de Macedonio, que fue Obispo de Constantinopla, pero depuesto el año 360, principal mantenedor de esta herejía) negaban la divinidad del Espiritu Santo, por eso fueron designados por S. Atanasio "pneumatómacos," o sea guerreadores o enemigos del Espiritu Santo. (Nota del Editor)

1 Cf. "De Spiritu Sancto," 4, 7 ss.

2 Cf. "De Spiritu Sancto," 2, 4-5.

3 Cf. Comm. in Epist. ad Roman.," P.G. XIV, 1.202.

4 Cf. "De Spiritu Sancto," 1, 3.

5 Contra tales acusaciones, Gregorio de Nisa se defendió en algunas de sus

obras teológicas menores, como en la de "Ad Eustathium de Sancta Trinitate" y

en la de "Ad Ablabium quod non sunt tres dii."

6 Cf. "Ad Autol." II,25.

7 Cf. "Adv. Hear.," IV,62.

8 Cf. "Protr.," lll, 1; Strom., Vl, 96,1.

9 Cf. "De fide," lll, 65; V,16,193.

10 Cf. "De Trinitate," IX,75.

11 Cf. "De principiis," II,6,3.

12 Cf. "De Spiritu Sancto," 15, 35.

13 Cf. "Tim.," 37 d

14 Cf. "Enn.," III,7,1; 7,84 3-4

15 Cf. "Enn.," III,7,11.

16 Cf. "Tim.," 28c.

Homilía 38.

1. Cristo ha nacido: ¡Glorificadlo! Cristo ha descendido del cielo: ¡Salid a su encuentro! Cristo está en la tierra: ¡Exaltadlo! "Cantad al Señor toda la tierra"1, porque para traer a unidad estas dos cosas, "alégrese el cielo, goce la tierra"2, quien era celeste se hizo terreno. Cristo se ha encarnado: ¡Regocijaos con temor y alegría! Con temor por vuestra culpa, con alegría por la esperanza vuestra. Cristo ha nacido de la Virgen: mujeres, sed vírgenes para que lleguéis a ser madres de Cristo. ¿Quién no se prosterna ante quien es desde el principio? ¿Quién no glorifica al que es el final?

2. De nuevo la tiniebla se disuelve, de nuevo se anuncia la luz, de nuevo es Egipto castigado con la oscuridad3, de nuevo Israel alumbrado con columna de fuego4. El pueblo que permanece en la oscuridad de la ignorancias vea la gran luz del conocimiento. "Han pasado las cosas antiguas, todo cuanto existe ha sido recreado"6. La letra cede, el espíritu es superior, las sombras declinan, amanece la verdad. Se adivina a Melchisedec7: el que no tiene madre aparece sin padre. Primero sin madre, luego sin padre. Las leyes de la naturaleza tocan a su fin. Debe cumplirse el mundo superior. Cristo lo ordena, no nos opongamos. "Pueblos todos, batid palmas"8, porque "nos ha nacido un niño, un hijo se nos ha dado, lleva el poder sobre sus hombros" — en efecto, fue alzado juntamente con su cruz — es llamado "ángel del gran consejo"9 — esto es, del consejo del Padre — . Grite Juan: "preparad el camino del Señor"10. Yo pregonaré el significado de este día: se encarnó quien era incorpóreo, el Logos toma cuerpo, el invisible es visto, se hace tangible el intangible, comienza quien está fuera del tiempo. El Hijo de Dios se convierte en Hijo del Hombre. "Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos"." Que se escandalicen los judíos, búrlense los griegos, hablen sin mesura los herejes. Creerán cuando vean que desciende del cielo, y si ni siquiera creen entonces, creerán cuando lo contemplen descendiendo del cielo sentado como juez.

3. Pero tales acontecimientos sucederán más tarde. Ahora es la fiesta de la Teofanía o Natividad, que ambas denominaciones indistintamente se utilizan para designar un mismo acontecimientos. Dios se mostró a los hombres por medio de su Natividad. Por una parte es y es siempre y proviene del que es siempre, por encima de toda causa y razón — no había, en efecto, razón alguna superior al Logos13 — . Por otra, nace por nosotros para que quien nos dio el ser nos conceda también el ser rectos o mejor, para que quienes por el mal nos hemos apartado de la vida recta, seamos por El a Si mismo conducidos mediante su Encarnación. Por consiguiente, por un lado recibe el nombre de Teofanía porque se muestra y, por otro, el de Natividad, porque nace.

4. Esto es nuestra fiesta, esto celebramos hoy: la venida de Dios a los hombres para que nosotros nos acerquemos a Dios o más propiamente, para que volvamos a El, para que despojados del hombre viejo nos revistamos del nuevo14 y muertos en Adán, vivamos en Cristo15. Con Cristo, también nosotros nacemos, somos también crucificados, con El somos sepultados y resucitamos con El. Es menester que yo siga el camino inverso, lleno de hermosura: porque como de las dotes más altas proviene el dolor, del dolor dimanarán las dotes más altas. "Allí donde abundó el pecado sobreabundó la gracia"16 y si gustar el árbol17 fue nuestra condenación ¿cuánto más no habrá de justificarnos la pasión de Cristo? Celebramos, en suma, la fiesta. No una fiesta pública, sino divina, no mundana, sino por encima del mundo. No las cosas de nuestra enfermedad, sino las de nuestra curación, no las de nuestra creación, sino las de nuestra restauración.

5. ¿Cómo es esto? No enguirnaldaremos los zaguanes, ni organizaremos danzas, ni adornaremos las calles, ni ofreceremos placer a los ojos, ni nos deleitaremos con cantos, ni afeminaremos nuestro olfato, ni prostituiremos nuestro gusto, ni agradaremos al tacto: todas estas cosas son caminos fáciles para el alma y veredas que conducen al pecado. No nos daremos a la molicie con vestidos delicados y sedosos, tanto más caros cuanto más inútiles, ni con el brillo de las piedras preciosas o el oro, ni con artificios y colores que falsean la belleza natural y han sido diseñados contra la imagen de Dios. No con orgías y borracheras a las que, a ciencia cierta, se añaden el libertinaje y la insolencia, pues de sórdidos maestros proceden enseñanzas sórdidas o, dicho de otra forma, malas semillas dan frutos perversos. No construyamos altos lechos que den cobijo en nuestro vientre a la molicie. No estimemos con exceso los aromas del vino, los encantos del arte culinario y los ungüentos costosos. Que la tierra y el mar no nos brinden estiércol caro — por tal tengo yo el lujo — 19. No rivalicemos unos contra otros por ver quien aventaja a los demás en destemplanza, entendiendo que yo juzgo intemperancia cuanto sea inútil y falto de provecho. Y todo ello mientras otros, formados del mismo barro nuestro20 y con nuestra misma composición, pasan hambre y fatiga a causa de su pobreza.

6. Nosotros, sin embargo, dejamos todas estas cosas a los griegos, al lujo y las fiestas helenas. Ellos dan el nombre de Dios a seres que se regocijan con el olor de los sacrificios21 y por tanto, en buena lógica, adoran lo divino con el vientre. ¡Desatinados escultores, sacerdotes y adoradores de horribles divinidades!22 Nosotros por el contrario, como adoramos al Logos, cuando debemos gozar lo hacemos con la palabra y con la ley divina23 y, muy particularmente, con las explicaciones correspondientes a la fiesta de hoy, de suerte que en manera alguna queden nuestras delicias lejos de Aquél por quien fuimos llamados. O, puesto que soy yo quien invita hoy, ¿preferís acaso, nobles invitados, que pronuncie sobre este asunto un discurso tan prolijo y solemne como fuere posible, a fin de que lleguéis a conocer cómo puede el extraño hospedar a los nativos, el campesino a los ciudadanos, quien es frugal a los espléndidos y el pobre que carece de hogar a quienes nadan en la abundancia?24. Comenzaré al punto. Purificadme entre tanto vosotros la mente, el oído, el pensamiento. Vosotros, cuantos gozáis con tales cosas. Pues cuando de Dios se habla, divino es también el discurso25. Así, os marcharéis de aquí regocijados con cosas que no son vanidades. Será mi discurso, a la par completo y brevísimo, para que no resulte molesto por breve ni se os haga pesado por demasiado extenso.

7. Dios siempre ha sido, siempre es y siempre será o más exactamente, siempre es. Porque "fue" y "será" significan fragmentos de tiempo, propios sólo de nuestra naturaleza fluyente, en tanto que Dios siempre es26 y, precisamente, El mismo se otorga este nombre cuando contesta a Moisés en el monte27. Pues todo cuanto existe lo abarca El, que no tuvo principio ni tendrá final, como un mar ilimitado e infinito que excede todo pensamiento sobre el tiempo y la naturaleza, por grande que sea. En nuestro entendimiento nos representamos a Dios, bastante oscura y limitadamente, no concibiendo los atributos que le son propios, sino valiéndonos de los seres que hacen referencia a El. Mas si la imagen de algo se alcanza a partir de otra cosa, se llega solamente a una figura de la verdades que escapa antes de poder retenerla, huye antes de que la comprendamos. Tal figura de Dios ilumina lo mejor de nosotros mismos — con tal de que lo hayamos purificado —, al modo como un fugaz relámpago da luz a los ojos. Sucede esto, según mi parecer para que, por una parte, por aquello por lo cual El puede ser comprendido por nosotros, nos atraiga a Si, pues nadie espera ni pretende conseguir lo que no le es dado conocer en modo alguno. Por otra, por cuanto nos es inasequible, se constituye en objeto de nuestra admiración, para que siendo admirado, sea deseado; deseándolo, nos purifique y purificados, nos haga divinos a fin de tener relación con quienes han sido hechos semejantes a El. Mi discurso aventura algo inusitado: que Dios se une y se da a conocer a dioses29 y, quizás, se une en la misma proporción en que conoce a los que ya son por El conocidos. Dios es inabarcable y difícil su contemplación. Únicamente podemos percibir su infinitud. Mas como tal vez crea alguno que Dios, por tener una naturaleza simple, es o absolutamente inasequible o comprensible por entero, nos detendremos a analizar qué es Este que tiene una naturaleza simple. Porque, a todas luces, su simplicidad no es su naturaleza al igual que tampoco en las cosas compuestas la naturaleza se reduce a la composición.

8. Bajo dos aspectos puede considerarse la infinitud: según se atienda al principio o al fin — pues por encima de ambas cosas y no entre ellas está lo infinito — . Por una parte, cuando la mente, colocada en el fondo de un abismo, mira hacia arriba y no encuentra asidero ni le sirven como referencia las imágenes que concibe sobre Dios, designa como infinito o inexpugnable a lo que no tiene principio. Por otra, cuando atendemos a lo que está debajo de nosotros y nos sucede, hablamos de lo inmortal e imperecedero. Mas cuando se dan ambas condiciones, hay que hablar de eternidad. Pues la eternidad no es tiempo ni una parte de tiempo, ya que no es mensurable. Sino lo que para nosotros es tiempo medido por el movimiento del sol, eso es la eternidad para los seres eternos. La eternidad es como un movimiento y un intervalo de tiempo que se prolonga tanto cuanto lo subsistente. Por ahora, es esto todo lo que quiero exponer acerca de la naturaleza divina. No es éste el momento para hablar de ella, pues lo que nos hemos propuesto no es tratar de la naturaleza divina, sino de su economía. Cuando hablo de Dios, hablo del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. La divinidad no puede predicarse de más realidades, pues de lo contrario admitiríamos la pluralidad de dioses. Pero tampoco hablamos como si una de estas tres Personas fuera inferior a las otras. En uno u otro caso, actuaríamos o como judíos, que creen en una sola Persona divina, o como griegos, que creen en multitud de divinidades. Aunque estas dos opiniones sean entre sí contrarias, en ambas encontramos por igual el error30. Pues el Santo de los santos, que se cubre con las alas de los serafines, es glorificado por su triple santidad31, reunida en una sola potestad y naturaleza divina. Otro antes que yo interpretó esto también así, de manera perfecta y magnifica32.

9. Mas como no le bastaba a la bondad divina con moverse solamente en la contemplación de Sí misma, sino que era necesario que su bien se difundiese y divulgase para que fueran muchos los que recibieran su beneficio — en esto consiste el culmen de la bondad —, piensa primero en potencias angélicas y celestes. Este pensamiento debía ser cumplido por el Verbo y consumado por el Espíritu. Así fueron creados segundos esplendores, ministros del primero, ya fueran espíritus inteligentes, ya un fuego inmaterial e incorpóreo, ya otra naturaleza que, en cualquier caso, conviene concebir como cercana a éstas que acabamos de enunciar. Quiero decir que son inmóviles para el mal y sólo tienen movimiento para el bien, pues permanecen junto a Dios y brillan por su primer resplandor, mientras que el resto, que viene después, brilla por un segundo resplandor. El caso de Lucifer, no obstante, me mueve a sospechar y a decir que no son inmóviles para el mal33, sino de difícil movimiento, pues Lucifer34 se convirtió en tenebroso por su soberbia y por ello recibió ese nombre y otro tanto las potencias rebeldes que están bajo su poder y son origen del mal, pues huyendo del bien nos atrajeron al mal a nosotros.

10. Por todos estos motivos, Dios construyó el mundo inteligible35, al menos a lo que yo puedo juzgar sobre él, meditando con pequeño discurso cosas grandes. Después de que el principio fue bellamente dispuesto por Dios, concibió el segundo mundo, material y visible. Está compuesto por la combinación y reunión de cielo y tierra y de las cosas que se hallan en medio de ambos. Es digno de loa por el buen ingenio de cada una de sus partes, pero más digno de alabanza es por la armonía y acuerdo de todas ellas, ya que cada una guarda proporción con otra y todas con el conjunto para la formación de un único mundo. Dios muestra así que es capaz no sólo de crear una naturaleza semejante a El, sino también una que le es completamente extraña36. Pues son propias de la divinidad las naturalezas inteligentes y que sólo son concebidas por la mente, pero le son ajenas todas las cosas que están sometidas a la percepción sensible y aún caen más lejos de ella cuantas carecen de alma y movimiento. Mas de todo esto, ¿qué es lo que realmente nos interesa a nosotros? dirá al punto alguno de los amantes de la fiesta y de los más apasionados. "¡Fustiga al caballo hacia la meta! Reflexiona sobre lo que mira a la fiesta y sobre lo que hoy nos ha congregado." Precisamente es esto lo que, movido por mi deseo y por el argumento, pretendo hacer. Pero convenía tratarlo desde su origen.

11. Porque, ciertamente, la mente y la percepción sensible, tan distinta la una de la otra, constreñidas en sus propios límites, llevaban ya en sí la magnificencia del Logos creador, ensalzadoras silenciosas y sonoros mensajeros de su grandeza. Aún no había mezcla de una y otra, ni unión de contrarios. Ambas, mezcla y unión, habrían sido signo de una sabiduría grandísima y de la excelencia de las naturalezas, pero no hubiera sido fácil reconocer toda la riqueza de la bondad de Dios. Sin embargo, deseoso el Logos artífice de mostrar un ser viviente formado de ambas cosas, es decir, de una naturaleza visible y otra invisible, crea al hombre, toma el cuerpo de una materia ya creada y le introduce su propio espíritu — lo que la Escritura llama "alma inteligente" "e imagen de Dios"37. Era como un segundo mundo, un mundo grande en uno pequeño38, que Dios colocó sobre la tierra como otro ángel, un adorador de naturaleza mixta, espectador de la creación visible que intuía las cosas inteligibles, rey de todas las cosas que se hallan sobre la tierra, aunque sometido al reino supremo. Terrestre y celeste, efímero e inmortal, visible e inteligente, entre la grandeza y la humildad. Es espíritu y carne: espíritu por la gracia, carne por la soberbia39. Por un lado espíritu, para que mientras viva glorifique a su Hacedor; por otro, carne, para que sufra y sufriendo recuerde que fue castigado por vanagloriarse de su grandeza. Este viviente, después de ser gobernado aquí en la tierra, es conducido a otro lugar y, lo que constituye el punto final del misterio cristiano, llega a ser divino por su inclinación a Dios. A esta conclusión me lleva el mínimo resplandor que de la verdad poseemos aquí en la tierra para ver y gozar el resplandor divino, digno de Aquél que nos ató y nos desatará para unirnos a El de nuevo de forma sublime.

12. Dios puso al hombre en el Paraíso40, cualquiera que éste fuera, considerándolo digno de libre arbitrio para que el bien perteneciera a quien lo elige tanto como a Quien había sembrado en él la capacidad de hacerlo. Lo hace hortelano de árboles inmortales — quizá los pensamientos divinos, los más simples y más perfectos41 — . Estaba desnudo por su sencillez y su forma de vida sin artificio, lejos de todo encubrimiento y recelo. Pues era conveniente que fuera así quien había sido creado al principio42. Le es dada la ley, que es el objeto sobre el que ejercer su libertad. Consistía en la orden de comer de algunos árboles y abstenerse de otros. En concreto, debía abstenerse del árbol de la ciencia43, no porque desde el principio éste hubiera estado mal plantado, ni que se les prohibiera por envidia — no desaten aquí sus lenguas los enemigos de Dios, imitando a la serpiente44 —, sino porque comer de él era bueno sólo en el momento oportuno, porque, creo, este árbol representaba la contemplación de Dios, cuya posesión era segura sólo para quienes fueran de disposición perfecta. No era bueno, por el contrario, para los demasiado simples ni para los en exceso deseosos, al igual que no es conveniente una comida completa para quienes son todavía pequeños y sólo necesitan leche45. Mas enseguida, por envidia del diablo, mediante la ofensa de la mujer, a la que se tentó por más débil y se empleó para tentar por más persuasiva — ¡ay de mi debilidad, que mía es la debilidad de mi progenitor! —, el hombre se olvidó del mandato establecido por Dios y se dejó tentar por la amarga comida y consiguientemente, a causa de su maldad, fue expulsado al mismo tiempo del árbol de la vida, del Paraíso y de Dios. Se vistió con túnicas de piel, que significan quizás una carne más grosera, tosca y mortal46. Conoce al punto la vergüenza y se esconde de Dios. De todo ello, no obstante, se saca algún provecho: la muerte que, poniendo fin al pecado, evita que sea inmortal el mal. El suplicio, pues, adquiere razón de benevolencia. Estoy persuadido de que Dios castiga así47.

13. De muchas formas fue el hombre amonestado a causa de la muchedumbre de pecados que, por diversos motivos y circunstancias, tomaron raíz del mal. Fue advertido por la palabra de Dios, por los profetas, con beneficios, con amenazas, con desgracias, inundaciones, incendios, guerras, victorias, derrotas, con señales procedentes del cielo, con señales procedentes del aire, de la tierra, del mar, de los hombres, de las guerras, con inesperadas mudanzas de pueblos. Lo que por medio de todo esto se pretendía era destruir el mal. Finalmente, tuvo el hombre necesidad de un remedio más eficaz, pues sus enfermedades se hicieron más graves, esto es, homicidios, adulterios, perjurios e idolatría, que es el primero y el peor de todos los males pues traslada a las criaturas la adoración debida al Creador48. Como tales cosas requerían un remedio mayor, mayor lo recibieron. Tal remedio fue el mismo Hijo de Dios, que es eterno, invisible, insondable, incorpóreo, principio que proviene del principio, luz que de la luz proviene, fuente de la vida y de la inmortalidad, expresión del prototipo de belleza, sello inmóvil, imagen inmutable, fin y palabra del Padre49. Este se inclina a quien es imagen suya50, toma sobre Sí carne a causa de mi carne, a causa de mi alma se une a un alma inteligente, para purificar lo semejante por medio de lo semejante51. Se hizo hombre en todos los aspectos, menos en el pecado52. Nació de la Virgen, purificada primero en alma y cuerpo53 por el Espíritu — pues era necesario que fuera honrada la generación humana y aún más la virginidad54. Siendo Dios se presentó con una naturaleza humana, un solo ser formado de dos naturalezas contrarias, carne y espíritu, de las que una era divina y la otra estaba divinizada. ¡Oh, inaudita mezcla! ¡ Oh, extraña unión!

El que es, nace; se hace creado quien no lo es; el infinito se hace extenso merced al alma racional que hace de mediadora entre la divinidad y la gravedad de la carne. El que enriquece mendiga. Se empobrece tomando mi carne para que yo me enriquezca con su naturaleza divina. Se vacía55 quien está repleto de todas las cosas, pues, verdaderamente, durante un breve tiempo se vació de su gloria para que yo participara de su plenitud. ¿Cuál es la riqueza de su bondad? ¿Qué misterio es éste que me rodea? Yo participé de la imagen de Dios y no la guardé. El participó de mi carne para salvar la imagen y hacer inmortal la carne. El tomó parte de una segunda unión con el hombre, más extraordinaria que la primera por cuanto entonces me hizo participar de una naturaleza mejor y ahora es El quien toma parte en una naturaleza inferior. Esto es con mucho más divino que lo primero. Esto, para quienes son sensatos, es mucho más sublime.

14. A propósito de todo ello ¿qué nos dicen los calumniadores, los calculadores rigurosos de la naturaleza divina, los que critican las cosas laudables, los que están ciegos para la luz, los ignorantes cuando de la Sabiduría se trata, por quienes murió Cristo inútilmente, criaturas ingratas, reproducciones del diablo? ¿Acaso reprochas a Dios todo este beneficio? ¿Es acaso insignificante porque se humilló por ti? ¿Porque el buen pastor que da su vida por el rebaño, por montes y colinas, sobre los que tú sacrificaste, va en busca de la que se ha extraviado56 y cuando la halla la pone sobre sus hombros, sobre los que cargó también su cruz, y cogiéndola la lleva a la vida suprema y llevándola la cuenta entre las que no habían huido? ¿Porque encendió la lámpara, esto es, su carne, limpió su casa purificando de pecado al mundo y buscó el dracma, esto es, la imagen regia enterrada bajo las pasiones y después de haberlo encontrado llama a todas las amigas para hacerlas partícipes de su alegría (Lc 15:8) 57, esto es, convoca a cuantos habían sido también hechos conocedores de su salvación? ¿Porque la luz más brillante sigue a aquella que le precede y el Verbo a la voz58 y el esposo al desposado que dispone para el Señor un pueblo elegido purificando primero con agua a quienes más tarde habrían de ser purificados por el Espíritu? ¿Reprochas esto a Dios? ¿Supones que es inferior por estos motivos? ¿Porque se ciñe una toalla y lava los pies de sus discipulos59 y pone de manifiesto que el mejor camino para la exaltación es la humildad? ¿Porque se humilla para levantar al alma arrojada al suelo por el pecado? ¿Por qué no criticas también el hecho de que coma con publicanos60 y les adoctrine en su casa con miras a sacar algún provecho? ¿Cuál, en concreto? La salvación de los pecadores. Tal vez alguno acusará también al médico que se inclina ante los enfermos y soporta el hedor para devolver la salud a los contagiados, o acusará quizás a quien, llevado por un sentimiento de amor hacia los hombres, se arroja a un pozo para salvar a las bestias que han caído en su interior, tal y como la Ley prescribe61.

15. Fue enviado como hombre ciertamente, pues doble era su naturaleza: se cansó62, tuvo hambre63, sed64, se angustió65, lloró66, tal y como corresponde al cuerpo. Mas si también fue enviado como Dios ¿qué significa todo esto? Piensa que esta misión es deseo del Padre. Cristo devuelve al Padre todas sus cosas, sea porque honra al principio que está fuera del tiempo, sea por no parecer enemigo de Dios. De la misma forma que se dice67 que fue entregado, se dice también que El mismo se entregó. Se dice que por el Padre fue resucitado68s y ascendido al cielo y, a su vez, que El mismo resucitó y subió al cielo69. Las primeras expresiones significan la Voluntad del Padre. Las segundas, la potestad de Cristo. Tú sólo hablas de las cosas inferiores y cuando refieres que El padeció, callas que lo hizo voluntariamente. Y, en verdad, ¡cuánto sufre ahora también el Verbo! Algunos, ciertamente, lo honran como Dios, pero lo reasumen70 en la divinidad. Otros, atendiendo a su carne, lo deshonran y lo separan del Padre71. ¡Contra quiénes se irrita más? O, por mejor decir, ¿a quiénes perdona más? ¿a quienes unen mal o a quienes separan? En efecto, sería necesario que aquellos lo separaran y éstos lo unieran. Aquellos en lo que toca al número. Estos por cuanto a la naturaleza divina. ¿Te escandaliza su carne? Lo mismo sucedió también a los judíos. ¿También tú le darás acaso el nombre de samaritano? No hablaré sobre lo que sigue72. ¿Dudas de su naturaleza divina? ¡Ni siquiera los mismos demonios ponen esto en duda! ¡Oh, más incrédulo que los demonios, más insensato que los judíos! Estos advirtieron que el título del Hijo era un nombre de igual dignidad. Aquellos respetaban como Dios a quien los expulsaba y las mismas cosas que padecían los forzaba a creer73. Pero tú no admites la igualdad, no confiesas la naturaleza divina. Mejor te sería estar circunciso y endemoniado — por decir algo en extremo ridículo —, que incircunciso y con buena salud estar poseído por el demonio y sin Dios.

16. Y al poco podrás ver también que Jesús se purifica en el río Jordán74 por mi expiación. O, para ser exactos, santifica las aguas con su purificación, que no estaba necesitado de purificación quien quita el pecado del mundo. Verás que se abren los cielos75 y que el Espíritu, que es de su misma naturaleza, da testimonio de El76. Lo verás tentado y victorioso, servido por los ángeles77, curando toda enfermedad y debilidad78, devolviendo la vida a los muertos79 — ¡ojalá hiciera otro tanto contigo, que estás muerto por tu falsa creencia! — . Lo verás expulsando a los demonios, a unos El en persona80, a otros por medio de sus discípulos81. Alimenta con unos pocos panes a una muchedumbre82. Anda sobre el mar83. Es traicionado84 y crucificado85, crucificado El y con El crucificada mi culpa. Conducido como cordero86, como sacerdote ofrece el sacrificio87. Sepultado como hombre, como Dios resucitado, sube después al cielo y tornará con toda su gloria. ¡Cuántas fiestas necesitaría para celebrar cada uno de los misterios de Cristo! Punto fundamental de todas ellas será uno solo: mi perfección y restauración y el regreso a la primitiva condición de Adán.

17. Ahora ten noticia de su concepción y salta de gozo, si no como Juan, en el vientre materno88, sí como David, al detenerse el arca89. Aprecia el censo91 en virtud del cual serás registrado en el cielo. Honra la generación91 merced a la cual serás librado de los vínculos de la generación. Venera a la pequeña Belén, que te condujo al Paraíso. Adora el pesebre92 gracias al cual tú, que estabas desprovisto de cordura, fuiste nutrido del Logos. Conoce, como el buey, a quien te posee. A esto exhorta Isaías93. Conoce, como el asno, el pesebre de tu Señor. Ya seas uno de los puros, sujeto a la Ley, de los que meditan la palabra y son aptos para los sacrificios, que pertenecen al linaje de los gentiles. Corre junto con la estrella94, junto con los Magos95 obsequia oro, incienso y mirra a quien es rey y Dios y ha muerto por ti. Glorifícalo con los pastores96, con los ángeles cántale himnos97, forma coros con los arcángeles: sea común la fiesta a los cielos y a las potencias terrenales. Estoy convencido de que aquellos, juntamente con nosotros, exaltan y celebran esta fiesta, porque aman a los hombres y aman a Dios, según los presenta David cuando, después de la Pasión, ascienden con Cristo, le salen al encuentro y unos a otros se ordenan que abran las puertas98.

18. Algo nos resulta odioso al hablar del nacimiento de Cristo y es la matanza de los inocentes llevada a cabo por Herodes99. Mas si bien se considera, debe respetarse el sacrificio de los niños contemporáneos de Cristo, sacrificados antes de la nueva víctima. Si Cristo huye a Egipto100, huye con El de buen grado, que bello es huir con Cristo cuando El es perseguido. Si se demora en Egipto, llámalo, aunque allí debidamente se le adora101. Como discípulo sin tacha de Cristo, recorre cada una de sus edades y virtudes. Purifícate102, circuncídate103, despójate del velo de tu nacimiento. Después enseña en el Templo104 y expulsa de él a los sacrílegos, a los que trafican con las cosas de Dios105. Si es necesario ser lapidado para sufrir, ten por seguro que pasarás inadvertido a quienes quieran apedrearte y, como el mismo Dios, huirás por medio de ellos106. Si te acercares a Herodes, no le contestes107. Tu silencio será más respetado que el largo discurrir de otros. Si eres flagelado108, exige las cosas que vienen después. Prueba la hiel109, por ver qué gusto tiene. Bebe vinagre110. Reclama los salivazos111. Recibe las bofetadas y los golpes112. Corónate de espinas113, sea, con la aspereza de la vida de Dios. Arrópate con el manto escarlata114. Ase la caña115, que se arrodillen ante ti quienes se mofan de la verdad116. Finalmente hazte crucificar con El crucificado117, muere con El118. De buena gana hazte sepultar con El119 para que también resucites con El120 y seas glorificado y con El reines, viendo así a Dios tal y como El es y, siendo visto tú por El, por el Dios que es adorado y glorificado en la Trinidad, a quien ahora nosotros suplicamos que nos ilumine. A éste en cuanto es accesible a nosotros los encadenados a la carne, a Cristo Jesús, Señor nuestro, a quien la gloria es por los siglos de los siglos. Amén.

1 Sal. 95:1.

2 Sal. 95:11.

3 Cf. Ex. 10:21.

4 Cf. Ex. 13:21.

5 Cf. 1s. 9:2.

6 2 Cor. 5:17.

7 Según una simbología bastante difundida en el cristianismo antiguo,

habiendo sido definido Melchisedec, rey de Salem, "Sacerdote del Altísimo" (cf.

Gén. 14:18; Sal. 110:14), fue considerado como una prefiguración de Cristo. En

efecto, es a Cristo a quien se refieren las condiciones de ser sin padre ni madre

que aquí se leen. La definición de "sin padre ni madre" está tomada de Heb. 7:3.

8 Sal. 46:1.

9 Is. 9:5.

10 Mt. 3:3.

11 Heb. 13:8.

12 En tiempos antiguos, anteriores, desde luego, a San Gregorio Nacianceno,

la fiesta de la Natividad era celebrada junto con la de la Epifanía, el 6 de enero.

13 En el texto griego hay un juego de palabras de difícil traducción: "logos"

significa también "explicación," "causa racional" y "Logos," "razón." San

Gregorio emplea aquí las dos acepciones del término.

14 Cf. Ef. 4:22-24.

15 Cf. 1 Cor. 15:22.

16 Rom, 5:20.

17 Cf Gén 3 6.

18 Cf. Rom. 13:13.

19 La violenta condena del lujo es típica de las homilías de San Gregorio, que

había pasado cerca de cinco años en la soledad del desierto junto a Seleucia

antes de ser llamado a Constantinopla. También después de retirarse a su

patria, tras la conclusión, tan triste para él, del Concilio constantinopolitano del

381, pasó los últimos años de su vida entregado a la vida solitaria y a la

mortificación.

20 Cf Gén 2:7.

21 Conforme a una concepción bastante difundida sobre todo en la

apologética cristiana, los ídolos a los cuales la religión pagana ofrecía sus

victimas no eran sólo imágenes vanas, sino que contenían en su interior al

demonio, que se alimentaba de la carne y del humo del animal sacrificado. Por

lo demás, la misma poesía homérica solía representar a los dioses paganos

como seres humanos que se alegraban del olor y de la carne de las

hecatombes.

22 Las divinidades de las religiones paganas y del culto oficial del Estado no

eran para los cristianos otra cosa que demonios que pretendían la adoración de

los hombres para desviarlos del culto verdadero de Dios y para perderlos con la

idolatría.

23 Obsérvese, aquí y en la siguiente homilía (cf. 39, 2), el juego de palabras

entre Logos divino, al que adora San Gregorio, y logos humano, o sea, palabra,

discurso, razonamiento. Ambos conceptos están unidos entre si según San

Gregorio, para quien el verdadero adorador del Logos divino posee también

plenamente el arte del discurso, la retórica.

24 Sobre el discutido significado de estas afirmaciones, en relación con la

cronología de estas homilías, se ha hablado en la introducción.

25 Otro concepto fundamental en el Nacianceno: no es lícito hablar de Dios ni

posible comprenderlo, si no se está purificado de los pecados y de todas las

escorias terrenas.

26 Sobre el significado filosófico de este largo fragmento y sobre el contenido

típico de la filosofía platónica, cf. lo que se ha dicho en la introducción.

27 Cf. Ex. 3:14.

28 Es éste un objeto teológico propio de San Gregorio y de los otros padres

capadocios: Dios no puede ser conocido en su naturaleza, sino sólo en algunos

de sus atributos, a través de aquello que El mismo deja conocer de Sí.

29 Cf. Sal. 82:6. San Gregorio elabora en sentido espiritual un pasaje

escriturístico que, ciertamente, no tenía ese significado. Según el Nacianceno, el

hombre purificado retoma la condición de haber sido hecho a imagen de Dios.

En esta doctrina nuestro autor aparece bastante próximo a su gran amigo,

Gregorio de Nisa.

30 Es frecuente en las homilías del Nacianceno la presentación de la doctrina

ortodoxa, o sea, la de Nicea, como el justo medio entre dos extremos; su

mentalidad y su educación equilibrada se manifiestan también en el discurso

trinitario.

31 Cf. Is. 6:2.

32 La alusión es incierta. Según una glosa que se encuentra en el manuscrito

Coislinianus 51, del siglo Xl, Gregorio se refería aquí a San Atanasio. Es ello

posible, dada la gran autoridad de que aquél gozaba entre los autores

ortodoxos. Sin embargo, dado que esta interpretación del Trisagio como

prefiguración de la Trinidad se encuentra también en San Basilio (cf. Contra

Eunomio, lll, 2) y considerando la autoridad de que también San Basilio gozaba

ante San Gregorio, unida a la relación de amistad y devoción sincera que éste

último abrigaba con respecto aquel, yo estaría más inclinado a pensar que la

alabanza que aquí se encuentra está dirigida a San Basilio y no a San Atanasio.

33 El problema al cual hace aquí referencia San Gregorio, es bastante

delicado: ¿cómo es posible que hayan pecado los ángeles? La cuestión

implicaba, de hecho, toda la doctrina de Orígenes sobre la preexistencia de las

almas, las cuales, en cuanto inteligentes (noes) eran consideradas por el

alejandrino, no distintas, sustancialmente, de los ángeles. La explicación que

aquí aparece presentada es desarrollada con buen sentido, pero sin rigor

filosófico: el ángel no es inmóvil para el mal, sino sólo difícilmente movible hacia

él (se evita, por tanto la dificultad en que había caldo Orígenes, pero,

sustancialmente, se hace del ángel una criatura análoga al hombre). La misma

problemática se repite en Orat., 28, 31; 31, 15; 40, 7; 41, 11 Carm., 1,1,7, 35 ss. y

presenta siempre esta fundamental aporía. El problema era irresoluble según

ha notado Danielou, puesto que estaba determinado por aquella concepción del

pecado según la cual el pecado está ligado a lo sensible. San Gregorio de Nisa

lo resolverá de otro modo: el ángel es mudable en cuanto él mismo es criatura

(cf. J. Danielou, L’etre et le temps chez Gregoire de Nysse, Leiden 1970, p. 115).

34 Cf. Is. 14:2 ss.

35 El "mundo inteligible" es el compuesto por las naturalezas inteligibles,

esto es, privadas de cuerpo y de materia: los ángeles, como antes se ha dicho.

Sin embargo, este término era empleado por los platónicos para designar el

mundo de las ideas.

36 Que la belleza del mundo creado y la armonía de sus partes atestiguan la

presencia de una mente ordenadora y providencial era ya una doctrina propia de

las filosofías platónico-aristotélica y estoica. Cf. cuanto comenta a este propósito

el mismo San Gregorio al inicio del cp. 11.

37 Cf Gén 1 26

33 El hombre es un microcosmo, el "segundo mundo," como había

enseñado ya Filón de Alejandría (Cf. De post. Caini, 16:58; Quis rer. diu. heres,

31, 155; De Abr., 15, 71 etc.) El concepto, que en un último análisis se remonta a

Platón (cf. Tim., 81a; 88d), se encuentra también en San Gregorio Nacianceno

(cf. Oral., 28, 22).

39 Esta expresión resulta poco clara: San Gregorio parece querer decir que la

carne fue dada al hombre para que no se enorgulleciera ni ensoberbeciera por

su particular dignidad, la misma que fue después objeto de la envidia de Lucifer.

Sino que, estando expuesta a las pasiones, pudiera la carne constituir un freno a

la soberbia y un instrumento de educación para poder elevarse a Dios.

40 Cf. Gén. 2:15.

41 Esta interpretación de los árboles del Paraíso ha sido tomada por San

Gregorio, probablemente, de Filón de Alejandría que (De plant., 36-40) habÍa

afrontado en forma semejante el problema de la interpretación alegórica del

Paraíso terrenal.

42 Sobre la condición de Adán en el Paraíso terrenal y sobre su caÍda por obra

del demonio cf. lo que se ha apuntado en la introducción.

43 Cf. Gén. 2:17.

44 Esta afirmación suena a una famosa sentencia de Platón, quien (Fedro

247e) habÍa dicho: "la envidia permanece fuera del coro de los dioses." De

nuevo aludirá otra vez a Platón nuestro autor en Orat., 28, 11. Los enemigos de

Dios que aventuran esta interpretación de atribuir al Creador la responsabilidad

de la culpa del hombre, serían quizá cristianos de inspiración vagamente

gnóstica. Tal vez, San Gregorio se esté dirigiendo polémicamente a los

maniqueos.

45 Cf. 1 Cor 3:2

46 La interpretación de las "túnicas de piel" con que se vistieron Adán y Eva

después del pecado (cf. Gn 3:21) es, como se sabe, de Origenes

(cf. Method., De resurr., 1, 29). San Gregorio de Nisa la recoge con algunas

modificaciones, entendiendo por "túnicas de piel" no el cuerpo en sí, porque

Dios no pudo crear nada malo, sino las condiciones sensibles y corpóreas que

inclinan a la pasión y al pecado (cf. J. Danielou, Platonisme et Théalogie

Mystique, Paris 1954, pp. 56 ss.). San Gregorio Nacianceno, como se ve, está,

por el contrario, menos convencido de esta interpretación.

47 Por consiguiente, la muerte tiene un valor positivo, porque impide al

hombre pecar infinitamente: esta interpretacción de la pedagogía de Dios

respecto a la muerte tal vez fuera recogida por el Nacianceno, de los escritos de

su gran amigo San Gregorio de Nisa. Cf. Orat. catech., 8; De an. et resurr., 125.

El Nacimiento retorna sobre la cuestión en Carm., 1, 1, 7, 82-91.

48 Cf. Rom. 1: 25.

49 Esta serie de términos aplicados al Hijo de Dios tiene como fin

subrayar — en polémica con los arrianos — la plena divinidad y el origen antes del

tiempo.

50 Cf. Gén. 1:26.

51 Sobre la discusión a propósito de la Encarnación de Cristo cf. lo apuntado

en la introducción.

52 Cf. Heb. 4:15.

53 Cf. Lc. 1:27 ss.

54 Estas palabras revelan cual era la actitud del Nacianceno respecto a la

virginidad y el matrimonio: éste era definido contra las condenas y las

acusaciones de los herejes mas, aunque se lo considere bueno, se prefiere la

virginidad como cosa de mayor estima. Por lo que hace el Nacianceno, cf.

Homilía 37.

55 Cf. Flp. 2:7.

56 Cf. Jn. 10:11.

57 Cf. Lc. 15:8.

58 Cf. Lc. 3:4.

59 Cf. Jn. 13:4-5.

60 Cf. Lc. 5:27 ss.

61 CF. Dt. 22:4.

62 Cf. Jn. 4:6.

63 Cf. Mt. 4:2.

64 Cf. Jn. 4:7.

65 Cf. Lc. 22:44 66 Cf Jn. 11:35

67 Cf. Gál. 2:20.

68 Cf. 1 Cor. 15:15

69 Cf. Act. 1:9.

70 Este término, que nos resulta extraño, es un tecnicismo de la herejía

modelista de Marcelo de Ancira (siglo IV), quien al oponerse al arrianismo, cae

en el error opuesto (y esta equivalencia de las dos herejías fue siempre

subrayada, como un topos, por los escritores niceos). Marcelo sostiene que el

Hijo, generado por el Padre con miras a la creación del mundo, será

"reasumido" en el Padre (y perderá, por tanto, la propia hipóstasis y la

subsistencia personal) al fin del mundo; para más detalles y una visión más

profunda, cf. M. Simonetti, La crisi ariana nel quarto secolo, Roma 1975, pp.

66-71.

71 Referencia a los arrianos que, basándose en la humildad que caracterizó

la vida del Hijo encarnado, negaron su naturaleza divina y por ende, lo separaron

del Padre.

72 Cf. Jn. 8:48.

73 Cf. Lc. 4:41.

74 Cf. Mt. 3:13.

75 Cf. Mt. 3:16.

76 Cf. Mt. 3:17.

77 Cf. Mt. 4:6 ss.

78 Cf. Mt. 4:11.

79 Cf. Jn. 11:1 ss.

80 Cf. Lc. 8:27 ss.

81 Cf. Lc. 10:17.

82 Cf. Mt. 14:13 ss.

83 Cf. Mt. 14:26.

84 Cf. Mt. 26:47 ss.

85 Cf. Mt. 27:35

86 Cf. 1s. 57:2.

87 Cf. Heb. 3:1.

88 Cf. Lc. 1:41. 62.

89 Cf. 2 Sam, 6:14.

90 Cf. Lc. 2:1 ss.

91 Cf. Lc. 2:7.

92 Cf. ibid.

93 Cf. Is. 1:3.

94 Cf. Mt. 2:2.

95 Cf. Mt. 2:11.

96 Cf. Lc. 2:20.

97 Cf. Lc. 2:13

98 Cf. Sal. 23:7-9.

99 Cf. Mt. 2:16.

100 Cf. Lc. 2:22.

101 Alusión a la actitud del patriarcado de Alejandría que desde que se

encontraban allí Alejandro y después Atanasio, había sido siempre un acérrimo

enemigo de la herejía arriana y un ferviente defensor de la fe nicena. San

Gregorio se dirige con sentimientos de amistad al obispo de Alejandría, Pedro,

que era hermano de San Atanasio, muerto pocos años antes (en el 373),

aunque entre San Gregorio y Pedro habían tenido lugar disensiones.

102 Cf Lc. 2:22.

103 Cf. Lc. 2:21.

104 Cf. Lc. 2:46.

105 Cf. Mt. 21:12.

106 Cf Jn. 8:59; Lc. 4:30.

107 Cf. Lc. 23:9.

108 Ct. Mt. 27:26.

109 Cf. Mt. 27:34.

110 Cf. Mt. 27:48.

111 Cf. Mt. 27:30.

112 Cf. Mt. 27:29-30.

113 Cf. Mt. 27:29.

114 Cf. ibid.

115 Cf. ibid.

116 Cf. ibid.

117 Cf. Mt. 27:35.

118 Cf Mt. 27:50

119 Cf. Mt. 27:60.

120 Cf Mt. 28:6 ss.

Homilía 39

1. De nuevo mi Jesús, de nuevo el misterio, un misterio que no es falaz ni indecente como lo son los del error y embriaguez de los griegos — de tales motejo yo a sus sacrificios y pienso que lo mismo harán todas las personas cuerdas —, sino que es un misterio sublime y divino, adecuado al supremo resplandor. Pues el sagrado día de la luz que hoy nos ha congregado y de cuya celebración hemos sido considerados dignos tiene por objeto el Bautismo de mi Cristo, luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo1, lleva a cabo mi purificación y presta ayuda a la luz que al principio recibimos de lo alto y que por el pecado oscurecemos y ofuscamos.

2. Escucha, por tanto, la palabra divina que resuena vehemente dentro de mí, iniciado e iniciador de estos misterios, aunque bien pudiera ser que a vosotros os suceda otro tanto. "Yo soy la luz del mundo"2 y, por este motivo, "acércate a El y sé iluminado y tu rostro no se avergonzará"3, porque estará signado con la luz verdadera4. Es tiempo de regeneración: ¡nazcamos de nuevo! Tiempo para nuestra reforma: ¡retomemos el primer Adán!5. No sigamos siendo como ahora somos, ¡seamos como fuimos! "La luz resplandece en las tinieblas"6, es decir, en esta vida, en esta vida carnal. Es perseguida, por las tinieblas, mas no apresada7. Me refiero al poder del enemigo que si, imprudente como era, atacó a quien parecía Adán, enfrentado con Dios fue vencido8 para que nosotros, apartados de las tinieblas, nos acerquemos a la luz y luego lleguemos a ser luz perfecta, o sea, engendrados por la luz perfecta. ¿Advertís la gracia en este día? ¿Veis la eficacia de este misterio? ¿Acaso no sois levantados de la tierra? ¿No fuisteis, por ventura, puestos en el cielo, a la vista de todos, merced a mi voz y a mis consideraciones?9 Y aún más altos seréis colocados cuando el Logos dirija por buen camino mi discurso.

3. ¿Es ésta la purificación conforme a la ley, la que es sombra10, que actúa mediante purificaciones pasajeras y en virtud de las cenizas de una ternera11 purifica a los manchados? ¿O es, tal vez, los misterios de este linaje que celebran los griegos? Celebraciones e iniciaciones que a mí se me antojan simplezas, invenciones sombrías de los demonios, ficción de mentes desgraciadas afianzada por el paso del tiempo y cubiertas de mitos. Adoran todas estas cosas como verdaderas, las encubren como míticas. Sin embargo, si realmente son verdaderas no conviene que se les llame "mitos," ya que no son vergonzosas12. En cambio, si son falsas no son dignas de respeto ni cabe tener sobre una misma cuestión opiniones encontradas, como si estuvieran entreteniéndose con una pandilla de muchachos o en un corro de hombres privados por entero de juicio y no hablando con personas sensatas, adoradores del Logos aunque desprecien el hábil y sucio arte de la persuasión13.

4. Nosotros nada tenemos que ver ni con la estirpe ni con los hurtos de Zeus, el tirano de los cretenses — aunque a los griegos les moleste esta interpretación14. Ni con los estruendos, aplausos y danzas armadas de los Curetes15, destinados a ocultar los sollozos del dios para que pase inadvertido a su padre, odiador de sus hijos. Pues indigno era que quien debía ser devorado como una piedra llorase igual que un niño. No se trata aquí de las mutilaciones de los frigios, de sus flautas16, de los Coribantes17, ni de todo aquello que, estando fuera de sí, hacen los iniciados en los misterios de Rea en honor de la madre de los dioses. A nosotros no nos es raptada ninguna muchacha18, ni tenemos Deméter que ande errante, ni sacamos a relucir Celeos, Tritolemos19, ni dragones, ni, en fin, tantas otras cosas que aquella hace y padece. Me avergüenzo de poner a la luz del día la nocturna celebración de los misterios y de hacer de la vergüenza un misterio20. Eleusis conoce tales cosas y también los iniciados en esos misterios, silenciosos y realmente dignos de silencio. Nada tenemos que ver con Dioniso, ni con el muslo que sufre dolores de parto al alumbrar a un feto no llegado a término21, ni, por ende, con la cabeza que ya antes había parido otro feto22. Ni con un dios afeminado y su coro de borrachos, ejército de disolutos, ni con la necedad de los tebanos que lo veneran23, ni con el rayo adorado de Semele24. Tampoco con los obscenos misterios de Afrodita, engendrada de forma vergonzosa, y según la opinión de sus propios adoradores, también vergonzosamente venerada25. Ni con ciertos Falos e Itífalos, depravados de aspecto y hechos26. Tampoco con los asesinos de extranjeros de Taúride27, ni con la sangre de los adolescentes espartanos desgarrados con látigos, que se derrama sobre los altares. Adolescentes adoradores de una diosa, virgen por más señas28, que sólo se comportaban virilmente ante una cosa: el mal. Pues en unas solas personas se juntaban el honor a la molicie y la veneración del coraje.

5. ¿Dónde dejas el canibalismo de Pélope, gracias al cual se sacian los hambrientos dioses, y su hospitalidad cruel e inhumana?29 ¿Dónde las horribles y sombrias apariciones de Hécate?30 ¿Dónde los oráculos y los vaticinios subterráneos de Trofonio31, las necias parlerías del roble de Dodona32, las astutas mañas del trípode de Delfos33, el agua de la fuente de Castalia, que presagiaba el futuro?34 Ninguno de éstos fue capaz de adivinar su propio porvenir: el silencio35. En nada tenemos los sacrificios de los magos, ni los augurios fundados en el examen de visceras36. En nada la astrología y la genealogia de los caldeos quienes, incapaces de conocerse a sí mismos y de saber qué son y qué serán, vinculan nuestro futuro a los movimientos celestes37. Nuestras fiestas no guardan relación alguna con las orgías de los tracios de las que, según es fama, derivan las prácticas religiosas de los cultos38. Ni con las celebraciones y misterios de Orfeo39, a quien los griegos admiran por su sabiduría, atribuyéndose la invención de la lira con cuyo tañido atraía a sí todas las cosas. Ni con el justo castigo que Mitra impone a los iniciados en sus misterios40. Ni con los descuartizamientos de Osiris o con cualquier otro suplicio venerado por los egipcios41. Ni con los infortunios de Isis42, ni con los machos cabríos adorados por los mendesios43, ni con el pesebre de Apis, el buey cebado por la necedad de los habitantes de Menfis44, ni con las injurias con que se honra al Nilo, el dador de frutos, como le llaman, rico en espigas y que mide la felicidad por cubos de agua45.

6. Y paso por alto el culto tributado a los reptiles y a las bestias salvajes, así como el precio pagado a la obscenidad. Cada uno de éstos tenía ceremonias y fiestas propias, sólo les era común la insensatez. Dado que deseaban ser impíos hasta el extremo y apartarse por completo de Dios, entregándose a la adoración de ídolos producto de su arte, creación de sus manos, nada mejor podían apetecer las personas sensatas sino que aquellos honrasen y venerasen sus cosas tal y como lo hacían, de suerte que, como dice San Pablo46, recibieran por recompensa un premio adaptado al error que adoraban: que a causa de sus divinidades se hicieran tanto más despreciables cuanto más las honraban. Detestables eran por su error. Más aún por la vileza de lo que adoraban y veneraban. De manera que llegaban a ser más necios que los objetos de su adoración, superándolos en necedad tanto cuanto ellos los superaban en vileza.

7. Los hijos de los griegos y sus demonios diviértanse con estas cosas que acarrean su desgracia y, divididos por la diversidad de opiniones e imágenes vergonzosas, dirijan a ellas el honor digno de Dios. Todo esto comenzó a suceder desde el punto en que fuimos expulsados del árbol de la vida47 por haber comido su fruto en momentos que no era oportuno ni conveniente48. Al instante los demonios asaltaron a los hombres incitándoles para que, como débiles que eran, se olvidaran de guiarse por la razón y abrieran las puertas a las pasiones. Pues, envidiosos y enemigos del hombre o, mejor dicho, hechos tales por su maldad, no querían permitir que los hombres, una vez hechos terrenos por su caída desde el cielo a la tierra, alcanzasen los bienes celestes. Ni llevaban tampoco a bien ser desposeídos de su gloria y condición de primeros. Por ello persiguieron a la naturaleza humana, para injuriar en ella a la imagen de Dios. Y como no elegimos observar la ley, fuimos dejados al albedrío de nuestro error; como nos equivocamos, obtuvimos la deshonra conveniente al objeto de nuestra veneración49. No sólo es indigno que habiendo sido creados para las buenas obras, para la alabanza del Creador, para imitar a Dios en la medida en que nos es posible, nos hayamos convertido en instigadores de toda suerte de pasiones que devoran al hombre interior y lo consumen miserablemente, sino que también es igualmente indigno que inventemos dioses patronos de las pasiones, a fin de que la comisión de los pecados no sea considerada una necedad, sino algo divino. Pues algunos pretenden justificarse con el ejemplo de aquellos a quienes adoran.

8. Mas como a nosotros, por beneficio divino, se nos ha concedido huir del error supersticioso y permanecer en la verdad y servir a Dios vivo y verdadero y estar por encima de la creación, sobrepasando a cuanto está sometido al tiempo y al movimiento, conocemos a Dios y meditamos sobre las cosas divinas. Y comenzamos nuestra meditación por donde más conviene hacerlo. El punto de arranque más adecuado nos fue indicado por Salomón al decir50: "principio de la Sabiduría: adquiere la Sabiduría." ¿A qué se refiere con "principio de la Sabiduría"? Al temor51. En efecto, no es menester que quien se inicia en la contemplación desemboque en el temor, aunque una contemplación sin mesura podría empujar hasta el precipicio. Lo que resulta necesario es que mediante el temor, quien contempla se instruya en los principios básicos, se purifique y, por así decirlo, se disponga para elevarse a las alturas. Allí donde existe temor, se da también la observancia de los mandatos; cuando está presente la observancia de los mandatos, se encuentra la purificación de la carne, esto es, de la nube que obnubila al alma y no le permite ver la luz divina en toda su pureza donde hay, en fin, purificación, hay iluminación. Esta constituye la plenitud del deseo para quienes aspiran a las cosas o a la cosa más grande, o a lo que está por encima de lo que es grande52.

9. Por este motivo, en primer lugar cada uno debe purificarse y luego acostumbrarse a ser puro, si no queremos que nos suceda lo mismo que a Israel, que no soportaba la gloria de Moisés53 y, por ende, éste debía usar un velo. O si no queremos exponernos a sentir y decir aquello que Manóaj cuando se le presentó Dios en una visión54: "mujer, vamos a morir porque hemos visto a Dios." O, como Pedro en la barca, tendremos que apartarnos del Señor porque no somos dignos de su presencia55 (mas cuando hablo de Pedro ¿de quién hablo? De aquel que anduvo sobre las aguas)56. O quedaremos ciegos como le sucedió a Saulo, cuando antes de ser purificado de las persecuciones, habló con el perseguido, o sea, con un breve resplandor de la gran luz57. O si no estamos dispuestos a hacer como el centurión que, aunque pretendía una curación, no se abrevió a recibir en su casa al médico58 por un temor digno de alabanza. Diga también alguno de nosotros, todavía no purificado, que es centurión con mando sobre muchos vicios y soldados del César, es decir, del dueño del mundo, de los que andan a ras de tierra: "no soy digno de que entres bajo mi techo"59. Sólo cuando vea a Jesús, cuando, aun siendo pequeño en edad espiritual, se suba como Zaqueo a una higuera60 por la mortificación de estos miembros de barro y la superación del cuerpo de humillación, sólo entonces podrá recibir en su casa al Logos y escuchar de El: "hoy ha venido la salvación a esta casa"61. Reciba entonces la salvación y produzca frutos perfectos, distribuyendo y desprendiéndose por completo de cuanto había adquirido deshonestamente.

10. Ciertamente, el Logos es por su naturaleza terrible para quienes no son dignos de El y por su amor a los hombres, comprensible para cuantos estuvieran bien dispuestos, es decir, los que han arrojado de sus almas al espíritu impuro y material y las han barrido y adornado con el conocimiento62. No han dejado al alma ociosa e inactiva, dando lugar a que con mayor aparato se apoderaran de ella los siete espíritus malignos, iguales en número a los espíritus de la verdad63. Tanto más se desea algo, cuanto más difícil es su consecución. Sino que, para apartar el mal y que obrase el bien, han acogido a Cristo tanto como les ha sido posible, a fin de que las fuerzas del mal no pudiesen dominarlos de nuevo al encontrarlos vacíos, llegando a ser la situación segunda peor que la primera64, porque el asalto ha sido más impetuoso y la vigilancia mayor y más difícil de sorprender. Mas si hemos custodiado nuestra alma con todo esmero65 y hemos dispuesto nuestro corazón para el ascenso66 y limpiado nuestro barbecho para sembrar en el la justicia67y si, según comenta Salomón, David y Jeremías, nos hemos iluminado con la luz del conocimiento, podremos hablar de la Sabiduría de Dios escondida en el misterio68 e iluminar también a los demás. Entre tanto, habremos de purificarnos e iniciarnos en el Logos para procurarnos todo el bien posible, haciéndonos semejantes a Dios y recibiendo al Logos cuando venga a nosotros, a fin de que no sólo lo admitamos en nosotros sino que teniéndolo en abundancia, podamos también mostrarlo a otros.

11. Purificado ya con la palabra nuestro auditorio, ¡ea! meditemos acerca de la fiesta de hoy y celebrémosla con el ánimo de quien ama la fiesta y a Dios. Dado que el punto capital de la fiesta es la conmemoración de Dios, evoquémosle. Pues entiendo que el clamor de quienes celebran la fiesta allá arriba, es decir, en el lugar donde está la morada de los que saltan de júbilo69, ese clamor, digo, no es otra cosa que un himno de gloria a Dios entonado por quienes han sido considerados dignos de habitar tal lugar. Que nadie se sorprenda si mi discurso repite cosas ya dichas: no sólo hablaré sobre las mismas cosas, sino que emplearé idénticas palabras70, mientras mi lengua y mi corazón y mi pensamiento tiemblan al referirme a Dios. Os ruego además, que vosotros por vuestra parte adoptéis una actitud santa y digna de alabanza. Mientras yo esté hablando de Dios, vosotros debéis dejaros iluminar por la luz que es una y tres. Tres, de acuerdo con la diversidad de condiciones, esto es, de personas, o de hipóstasis, si alguno prefiere este término, que no discutiremos sobre palabras cuando todas ellas expresan una misma idea71. Una, conforme a la unidad de sustancia o naturaleza divina. Esta única, se divide de forma indivisa, se une, por así decirlo, separadamente. Porque la naturaleza divina es una en tres y la trinidad constituye una unidad. En las tres se halla la naturaleza divina o, por ser más exacto, las tres constituyen la naturaleza divina. Olvidémonos de cualquier superioridad o insuficiencia72: no hagamos de la unidad una confusión y de la diversidad una división73. Queden lejos de nosotros tanto la confusión de Sabelio, cuanto la división de Arrio, errores ambos opuestos diametralmente entre sí pero merecedores de una condenación semejante. ¿A qué viene reunir equivocadamente a Dios o separarlo mediante una desigualdad?

12. "Para nosotros no hay más que un Dios Padre, de quien todo procede, y un solo Señor, Jesucristo, por quien son todas las cosas"74 y un solo Espiritu Santo en el que todas las cosas están. Los términos "de quien," "por quien," "en el que" no afirman distinción de naturaleza, pues de ser así no podría alterarse el orden ni la disposición de tales partículas. Sino que mediante la definición de la naturaleza de una persona, se obtiene la caracterización del conjunto de la naturaleza, sin que ello implique confusión75. Que las tres personas se unen en una sola naturaleza resulta obvio a quien lea con detenimiento lo escrito por el Apóstol: "De El, por El y para El son todas las cosas, a El la gloria por los siglos. Amén"76. El Padre es padre y no tiene principio, porque no proviene de nadie. El Hijo es hijo y tiene principio, porque proviene del Padre. Mas si por "principio" entiendes algo inserto en el tiempo entonces habrás de negar que El tenga principio, ya que es El quien ha creado el tiempo y, por tanto, no puede someterse a lo temporal. El Espiritu Santo es realmente espíritu y proviene del Padre77, pero no por generación como el Hijo, sino por procesión, si se nos concede inventar esa palabra para expresarnos con alguna claridad75. Ni el haber engendrado supone algo contrario a la condición de no engendrado del Padre, ni contra la condición de engendrado del Hijo supone algo su procedencia de quien no ha sido engendrado. ¡No podría ser de otra manera! Ni el Espiritu Santo se transforma en Padre o Hijo porque proceda de ambos y sea Dios. Aunque los impíos se resistan a creerlo, la peculiaridad de la persona es inmutable. Pues, en efecto, ¿cómo seria peculiaridad si se moviera y transformara? Quienes consideran la peculiaridad de no ser engendrado o la de serlo como reducibles a la naturaleza de dioses que tienen el mismo nombre se verán forzados a reconocer que Adán y Set pertenecen a naturalezas distintas, ya que el primero no nació de carne, sino que fue creado por Dios, y el segundo nació de Adán y Eva79. En resumen, un solo Dios en tres Personas y tres Personas en un solo Dios, tal y como ya hemos dicho.

13. Siendo así las cosas, según las hemos expuesto, era necesario que no fueran los únicos adoradores los seres superiores80, sino que convenía que hubiera también adoradores terrenales, para que todo se llenase de la gloria de Dios, pues suyo era todo. Por tal motivo fue creado el hombre honrado con la mano y la imagen divinas. Ahora bien, cuando el hombre se apartó miserablemente del Dios que lo había creado, no hubiera sido digno de Dios desinteresarse de su criatura. ¿Qué sucedió entonces? ¿Cuál es el gran misterio que nos atañe? Las naturalezas se renuevan y Dios se hace hombre. El que cabalga sobre el cielo más alto hacia el oriente de su propia gloria y esplendor81, es glorificado en el occidente de nuestra simpleza y humildad y el Hijo de Dios acepta ser Hijo del Hombre y ser así llamado. No porque cambiase lo que era, que es inmutable, sino porque adquiría lo que no era, por amor al hombre, a fin de que lo incompresible fuera comprendido. Se nos unió mediante la carne, que actuaba de velo, pues no es propio de la naturaleza creada y corruptible llevar la pureza de la naturaleza divina. Por tanto, se mezcló lo que no podia mezclarse. No sólo Dios con lo que tiene origen, la mente con la carne, lo que está por encima del tiempo con el tiempo, lo que no admite limite con lo mensurable, sino también el nacimiento con la virginidad, la deshonra con lo que excede a todo honor, lo impasible con lo sometido a toda suerte de sentimientos, lo inmortal con lo corruptible. Y el autor del mal que, tras engañarnos con el espejuelo de una naturaleza divina, se creía invencible, es engañado por la apariencia de carne, de manera que, creyendo atacar a Adán, tropezó con quien era Dios al mismo tiempo. Así el nuevo Adán salvaba al antiguo82, así se rompía la atadura de la carne83, así, la carne era condenada a muerte por la carne.

14. Yo, que presido esta celebración, y vosotros y cuanto está en el mundo y por encima del mundo hemos celebrado, según convenía, la Natividad de Cristo. Corrimos con la estrella, adoramos con los Magos84, con los pastores fuimos iluminados, lo glorificamos junto con los ángeles85, como Simeón lo tomamos en brazos, con Ana, aquella anciana y casta mujer86, lo alabamos. Gracias fueron dadas a quien vino a su patria como extranjero87, pues así glorificó a quienes realmente éramos extranjeros. Mas ahora nos hallamos ante una nueva acción de Cristo y ante un nuevo misterio. No puedo sofocar mi entusiasmo. Me siento lleno de Dios. Poco falta para que anuncie el Evangelio como Juan88, que si bien no soy yo el Precursor, vengo también del desierto89. Cristo es iluminado: comportémonos así nosotros. Cristo es bautizado: sumerjámonos también nosotros para que juntamente con El salgamos del agua90. Es bautizado Jesús. ¿Esto sólo? ¿O también es necesario considerar el resto de sus acciones? ¿Quién es el bautizado? ¿Por quién? ¿Cuándo? ¿Siendo puro es bautizado por Juan cuando da inicio a las señales divinas? ¿Qué hemos de aprender? ¿Cómo debemos instruirnos con este acontecimiento? Debemos purificarnos, ser humildes y anunciar su palabra en la madurez de la edad física y espiritual91. Aludo a quienes improvisan la administración del Bautismo, no la preparan, no procuran que, mediante la disposición para recibir la gracia, se logre la seguridad que otorga el Bautismo. Pues si la Gracia, que de Gracia se trata, confiere el perdón de los pecados, urge prevenirse para no recaer en el antiguo vómito. En segundo lugar, me refiero a quienes se alzan contra quienes administran los misterios, en el caso de que se distingan por una especial dignidad. Por fin, aludo en tercer lugar a quienes presumen de su juventud y piensan que toda edad es buena para enseñar o para asumir un cargo presbiteral. Se purifica Jesús: ¿despreciarás tú la purificación? Es purificado por Juan: ¿te rebelarás tú contra quien te enseña el Evangelio? Tenía treinta años, ¿enseñarás a los ancianos tú, que aún eres imberbe? ¿Crees que para enseñar no se requiere el respeto que dispensan la edad y la forma de ser? Entonces acuden al caso de Daniel o al de cualquier otro juez joven, y tales ejemplos corren de boca en boca. En efecto, nunca falta justificación a quien quiere obrar injustamente. Mas la excepción no ha de ser hecha ley en la Iglesia. Una golondrina no hace primavera, ni un solo trazo hace al geómetra, ni una sola travesía al buen marino.

15. Juan bautiza y se le acerca Jesús, quizá para santificar al que bautiza, en cualquier caso, es evidente que para santificar a todo el antiguo Adán92, sumergiéndolo consigo en el agua del Bautismo. Pero antes que a éstos y por su causa, santifica al río Jordán. Como era espíritu y carne, comienza por el espíritu y el agua. Juan se resiste y Jesús le convence. "Soy yo quien tiene necesidad de ser bautizado por ti"93, dice la luz al sol, la voz al Logos94, el amigo al esposo95, el que está por encima de todos los nacidos de mujer96, al Primogénito de toda criatura97, el que saltó de alegría en el vientre de su madre al adorado cuando estaba aún en el seno materno98, el Precursor que precedería99 a quien se muestra y habrá de mostrarse. "Soy yo quien tiene necesidad de ser bautizado por ti"100°. Y añade también: "en favor tuyo." Pues sabía que sería bautizado con el martirio o que, como Pedro, no lavaría sólo sus pies101. Y sigue: "¿y vienes tú a mí?" También esto es profético: sabía que, tras Herodes, enloquecería Pilatos102 y de ese modo Cristo seguiría a aquel que ya antes había sido muerto. ¿Qué contesta Jesús? "Déjame ahora"103, esto se ajusta a lo convenido. Conocía bien que, poco después, El bautizaría al Bautista104. ¿Qué significa el bieldo?105 La purificación. ¿Y el fuego?106 La destrucción de lo mudable y el fervor del Espíritu. ¿Y el hacha?107 Que será arrancada el alma que permanezca estéril tras recibir el estiércol. ¿Qué significa la espada?108 El corte hecho por el Logos, la división establecida entre lo peor y lo mejor, la que separa al creyente del incrédulo, la que enfrenta al hijo, a la hija, a la esposa, con el padre, la madre, la suegra109, la que distingue las cosas nuevas y recientes de las viejas y sombrías. ¿Qué significa la correa de la sandalia, esa que no osas desatar tú110 que bautizas a Jesús, que vienes del desierto y no te alimentas, que eres el nuevo Elías111, incluso superior al profeta112, pues has visto al profetizado, tú, mediador del Antiguo y el Nuevo Testamento?113 ¿Qué significan todas estas cosas? Se trata, tal vez, de explicaciones sobre la venida de Cristo y su Encarnación, explicaciones cuya interpretación no es fácil, ni siquiera en lo fundamental y ello no sólo para cuantos son aún carnales e infantiles en Cristo, sino también para los que, como Juan, están ya en el Espíritu.

16. Sale Jesús del aguar114. Consigo lleva levantado el mundo y ve cómo se abren los cielos que Adán se había cerrado a sí mismo y a cuantos de él descendieran, como había cerrado también el Paraíso con flameante espada115. El Espíritu da testimonio de la naturaleza divina de Jesús: acude a encontrarse con su igual. Y otro tanto la voz del cielo116, pues de allí procedía Aquél de quien se da testimonio. El Espíritu se manifiesta corporalmente en forma de paloma117, honrando así al cuerpo, honrado ya antes por Dios mediante la deificación. Por otra parte, ya desde antiguo la paloma estaba acostumbrada a anunciar el final del diluvio118. Claro que si tú estimas la naturaleza divina atendiendo al peso y al volumen, te ha de parecer insignificante el Espíritu, pues se presenta en forma de paloma. ¡Ah, mezquino para contemplar tales grandezas! Incluso cuentas con la posibilidad de despreciar el reino de los cielos, que es comparado con un grano de mostaza119. Y, por supuesto, advertirás que el enemigo aventaja en grandeza120 a Jesús, porque aquel recibe los nombres de "monte alto"121, "Leviatán"122 y rey de lo que se halla en las aguas123, mientras que Jesús es el cordero124, la perla125, la gota126 y otros nombres semejantes. 17. Es decoroso que en la fiesta del Bautismo del Señor nos aprestemos para sufrir un poco por Aquél que por nosotros asumió una cierta forma127, fue bautizado y crucificado. ¡Ea! Consideremos las diversas maneras en que puede recibirse el Bautismo, para que así nos vayamos de aquí purificados. Bautizó Moisés, pero en el agua128. Y antes aún, en la nube y en el mar129. Como nota San Pablo130, esto era una figura: el mar era figura del agua del Bautismo; la nube, del Espiritu; el maná, del pan de vida; la bebida, de la bebida divina. También Juan bautizó. Mas ya no lo hizo a la manera de los judíos, puesto que no bautizaba sólo con agua, sino además en función del arrepentimiento131. No obstante, no era todavía enteramente espiritual, pues no bautizaba en nombre del Espiritu Santo. Por último, bautiza Jesús y lo hace en el nombre del Espiritu132. Este es el bautismo perfecto. Detengámonos un poco en este punto: ¿cómo es posible que no sea Dios Aquél gracias al cual llegas tú a ser dios?133. Aún conozco un cuarto tipo de bautismo: aquel que se obtiene por el testimonio y la sangre. Cristo también fue bautizado según este cuarto modo, que es mucho más venerable que los anteriores, porque no admite ser mancillado después con mancha alguna134. Por fin diré que hay todavía un quinto bautismo.

Es el de las lágrimas135. Este resulta en extremo penoso, pues riega cada noche con lágrimas el propio lecho y el estrado136. Este es propio de aquel cuyas llagas son fétidas137, que camina llorando y entristecido138 y reproduce el arrepentimiento de Manasés139 y la humillación con que Ninive140 alcanzó el perdón. Es el bautismo perteneciente a quien pronuncia en el templo las palabras del publicano, que es juzgado por contraposición con la arrogancia del fariseo141. El bautismo propio de quien, como la cananea, se ampara en la misericordia y suplica migajas, esto es, el alimento de un perro hambriento142.

18. Por mi parte, yo reconozco que, como hombre que soy, soy un animal voluble y de frágil naturaleza. Acepto el bautismo de buen grado, venero a quien me lo ha concedido y procuro que los demás participen de él, mostrándome misericordioso para poder alcanzar misericordia. Pues me sé rodeado de debilidad y recuerdo que seré medido según midiere143. Mas ¿qué dices, qué dispones tú, nuevo fariseo, puro de nombre, que no de comportamiento, que nos echas a la cara las doctrinas de Novato mas te dejas llevar también por sus debilidades?144 ¿No aceptas el arrepentimiento? ¿No das lugar a los lamentos? ¿No te mueven a llanto las lágrimas ajenas? ¡Que no topes con un juez como tú! ¿No respetas la misericordia de Jesús, que soportó nuestras enfermedades145, cargó con nuestros dolores y vino no por los justos, sino por los pecadores146, para conducirlos a penitencia, que prefirió la misericordia al sacrificio147 y manda perdonar los pecados hasta setenta veces siete148? ¡Bendita arrogancia la tuya si es pureza y no vanidad, que pone preceptos que superan la capacidad humana y aniquila con la desesperación el deseo de enmienda! Son malas por igual una absolución imprudente y una condenación que no admita el arrepentimiento. La primera suelta las riendas por completo. La segunda ahoga con su violencia. Muéstrame tu pureza y aceptaré tu severidad. Mas mucho me temo que, estando tú lleno de heridas, no admitas la posibilidad de curación. ¿No aceptas el arrepentimiento de David, gracias al cual conservó la gracia que le había sido profetizada?149 ¿Rechazas al gran Pedro, que durante la Pasión del Salvador se dejó arrastrar por un sentimiento meramente humano?150 Le perdonó Jesús, sin embargo, y mediante tres preguntas y tres respuestas sanó su triple negación151. ¿No es acaso prueba de que le aceptó el que llegara a la perfección merced a su muerte en el martirio? También esto es propio de tu presunción. ¿Tampoco aceptarás a aquél que en Corinto transgredió la Ley?152 Mas Pablo con la enmienda de su vida ratificó su caridad. Y éste fue el motivo: "para que no se viera consumido por excesiva tristeza"153 si era castigado con excesivo rigor. ¿No toleras el matrimonio de las viudas jóvenes arguyendo que, por su edad, son fáciles de conquistar? Pablo sí osó hacerlo154. Claro que tú, sin duda, eres su maestro, pues has alcanzado el cuarto cielo, has visto otro paraíso y escuchado palabras secretas155 y has rodeado tu evangelio con un gran círculo156.

19. Mas tú podrías decir: "tales cosas no proceden después del Bautismo." ¿En qué te basas? Pruébalo o no lo condenes. Si la cuestión es ambigua sea nuestra guía la misericordia. Según tú dices, Novato "no recibió a quienes habían cometido apostasía en el momento de la persecución"157. ¿Y qué? Actuó ciertamente con rectitud si los tales no se habían arrepentido. Tampoco yo acepto a quienes no se someten o no lo hacen dignamente o no compensan el mal con su enmienda. Cuando los acepto asigno a cada uno de ellos el puesto que le convienen. Mas si Novato no admitió a quienes se consumían en llanto por su pecado, no seré yo quien le imite. ¿Por qué he de tomar como norma la crueldad de quien no condenaba la avaricia, que es una forma de idolatría, y sin embargo castigaba cruelmente la fornicación, como si él no fuera de carne y hueso? ¿Qué decís? ¿Os han convencido nuestras palabras? Poneos entonces junto a nosotros que somos hombres. Exaltemos todos juntos al Señor. Que ninguno de nosotros, por mucha confianza que tenga en sí mismo, ose decir: "nadie me toque, yo soy puro"159, ni "¿quién como yo?" Hacednos partícipes de vuestro esplendor. ¿No os hemos persuadido? Lloraremos, entonces, por vosotros. Quienes lo deseen vengan por nuestro camino, que es el de Cristo. Quienes no, vayan por el suyo. Tal vez en el otro mundo sean bautizados con fuego, padeciendo el último Bautismo, el más penoso y largo, el que devora la materia como pasto y consume la ligereza de todos los males.

20. Honremos hoy nosotros el Bautismo de Cristo y celebrémoslo bien, no deleitándonos con el vientre sino alegrándonos espiritualmente. Mas ¿cómo podremos deleitarnos? "Lavaos, sed puros"160. Si sois de color púrpura por el pecado o de un tono menos sanguinolento, volveos blancos como la nieve161. Mas si sois del color escarlata y casi perfectos en la sangre, alcanzad la blancura de la lana. En cualquier caso, purificaos y aumentad vuestra pureza, porque nada alegra a Dios tanto como la corrección y la salvación del hombre. En favor de él fue dada toda palabra y todo misterio, para que actuara como luz del mundo, como fuerza vivificadora para el resto de los hombres162, para que colocados como luces perfectas junto a la gran luz, seáis iniciados en la luz que proviene del cielo, iluminados de una forma más pura y clara por la Trinidad, de quien recibís ahora el único resplandor de la única naturaleza divina en Cristo Jesús, Señor nuestro, a quien la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.

1 Cf. Jn. 1:9.

2 Jn. 8:12.

3 Sal. 33:6.

4 Cf. Jn. 1:9.

5 Cf. 1 Cor. 15:45.

6 Jn. 1:5.

7 Cf. Jn. 1:5.

8 Aquí se alude a lo que San Gregorio explicará más detenidamente

después (cf. cp. 13), esto es, al encuentro victorioso de Cristo con el demonio.

Este último, engañado por el aspecto humano (de Adán, como se dice aquí y en

el capitulo 13) del Hijo de Dios, cayó sobre El a fin de apoderarse de aquella

presa que, como hombre, consideraba le pertenecía. Mas quedó burlado porque

bajo la envoltura de la carne humana, se escondía la naturaleza divina.

9 Hemos traducido así el término griego (anagoghé), aunque la versión no

sea del todo precisa: en griego indica una interpretación espiritual del hecho

bíblico y San Gregorio añade también al término el significado de "conducir a lo

alto," implícito en el verbo anághein.

10 Alusión a la Ley, considerada comúnmente como "sombra del futuro," de

la nueva ley, desde los tiempos de la apologética.

11 Cf. Heb. 9:13.

12 Alusión a los cultos mistéricos paganos que contaban con una amplia

difusión en la época imperial y constituían para el cristianismo un peligro mayor

aún que el de la religión tradicional.

13 Referencia polémica al arte retórica, tenida en gran consideración en la

época en que escribía San Gre gorio.

14 Una tentativa de interpretación racionalizante de la adolescencia de Zeus,

alimentado y educado en Creta a espaldas de su padre Crono, que quería

devorarlo como al resto de sus hijos por temor a que, como luego sucedió, lo

destituyese. Según San Gregorio, Zeus no habría sido sino un rey de Creta,

divinizado después.

15 Según la tradición, los Curetes eran guerreros que danzaban con sus

armas, a fin de que el fragor de su baile ocultase a los oídos de Crono los

vagidos de Zeus niño.

16 Alusión a los ritos de los sacerdotes frigios que al son de flautas se

mutilaban en honor de Rea (o Cibeles). Este culto orgiástico había tenido origen

en Asia Menor y difundido por el mundo grecoromano, gozaba de muy poca

estima.

17 Los Coribantes eran los sacerdotes de Rea que danzaban y batían palmas

durante las procesiones.

18 Alusión al rapto de Proserpina efectuado por Plutón y a la búsqueda que de

aquélla hizo por todo el mundo su madre Deméter.

19 El rey Celeo, padre de Tritolemo, había acogido y hospedado a Deméter

durante su peregrinaje.

20 Oscuras alusiones a los ritos mistéricos de Eleusis, que representaban el

mito de la peregrinación de Deméter y del descubrimiento de Proserpina. Era

fama que este rito se celebrara en los misterios eleusinos con prácticas

obscenas.

21 Dioniso, concebido por Zeus y Semele, fue extraído del cuerpo de su

madre antes de que se cumpliera el tiempo de su nacimiento y fue escondido

por Zeus en uno de sus muslos, cuando Semele fue asesinada por Era, airada

contra ella por el adulterio de Zeus.

22 Referencia al nacimiento de Atenea de la cabeza de Zeus, para significar

su origen virginal e intelectual.

23 Alusión polémica a Baco y a sus desenfrenados coros. En Tebas se

celebraban fiestas sagradas en honor de Baco, conocidas de todos por la

posesión dionisíaca y la ebriedad de sus participantes.

24 Cf. supra, nota 21.

25 No se sabe exactamente a qué se refiere aquí San Gregorio. Tal vez se

trata sólo de que el hecho de ser Afrodita la diosa del amor le hiciera suponer la

existencia de misterios obscenos.

26 Personajes míticos del séquito de Afrodita y cuyo nombre es de por sí

suficientemente expresivo.

27 Según la leyenda, existía en Taúride, entre los escitas, en la región

correspondiente más o menos a la actual Rusia, un altar consagrado a Artemis,

sobre el cual eran inmolados todos los extranjeros.

28 Alusión al culto a "Artemis Orthia," la "diosa virgen" de que se habla, en

Esparta. En su honor los jóvenes espartanos se flagelaban a veces ante los

ojos de los espectadores que los animaban.

29 La expresión griega que acabamos de traducir es ambigua. El acto de

canibalismo fue preparado para los dioses por Tántalo, quien les ofreció como

comida la carne de su hijo Pélope, iniciando con este atroz delito la serie de

maldiciones que arruinaron a todos sus descendientes.

30 Los misterios de Hécate no son bien conocidos. En cualquier caso, Hécate

era considerada la diosa de la noche y del infierno.

31 El beocio Trofonio, deseoso de gloria, se habría escondido hasta el fin de

sus dias en una gruta subterránea en Lebadea, en Beocia. En aquel mismo

lugar, habría establecido su morada un demonio quien, fingiéndose Trofonio,

ofrecía a quienes lo solicitaban los vaticinios requeridos.

32 En Dodona, célebre ciudad del Epiro, se encontraba un bosque de robles

consagrados a Zeus, de cuya fronda se extraían los vaticinios.

33 El famoso oráculo del Apolo de Delfos, donde había un trípode a cuyo lado

la Pizia, sacerdotisa del Apolo pítico, poseída por el dios, vaticinaba.

34 Una fuente del monte Parnaso consagrada a Apolo y a las musas. Era

designada con frecuencia como la fuente de la poesía y de la inspiración

poética.

35 Alusión al hecho de que en los tiempos de San Gregorio muchos de los

oráculos más famosos se habían reducido al silencio, esto es, no vaticinaban ya

y estaban abandonados, testimonio de la difusión del cristianismo y del

abandono de la religión tradicional.

36 Con el nombre genérico de magos se designaba a los sacerdotes persas

u orientales en general, expertos en la práctica de las predicciones basadas en

el examen de vísceras de victimas sacrificadas al efecto. Esta práctica, con todo,

era típica también de otros sacerdotes paganos.

37 También los caldeos eran sacerdotes orientales, expertos en astrologia.

Recuérdese que el estudio de la astronomía era particularmente cultivado desde

la antigüedad sobre todo por los babilonios, a quienes se consideraba

antepasados de los caldeos.

33 Según la tradición, los tracios habían sido los primeros en enseñar las

prácticas del culto divino.

39 Alusión a los misterios y a las iniciaciones a los ritos de Orfeo, cubiertos

de secreto al igual que los misterios eleusinos.

40 Los iniciados en el culto al dios persa Mitra, equivalente al sol, debían

superar una serie de pruebas y experiencias particularmente arduas. No parece,

sin embargo, que San Gregorio esté bien informado sobre el particular.

41 Osiris, dios de Egipto, había sido despedazado por su enemigo Tifón, dios

de la violencia y de la fuerza irracional.

42 Isis, mujer de Osiris, recorrió todo el mundo buscando los miembros

despedazados de su marido, para recomponerlos y devolverlo a la vida.

43 Los habitantes de la ciudad de Mendes, en el bajo Egipto, veneraban como

dios a un macho cabrio.

44 En Menfis, por el contrario, era objeto de particular devoción el buey Apis.

45 Referencia a los beneficios reportados a Egipto por el Nilo, que con sus

crecidas fertiliza su vega.

46 Cf. Rom. 1:23 ss.

47 Cf Gén 3 22

48 Reaparece la interpretación del árbol de la vida que se encontraba en el

paraíso y de su significado que ya se ha visto en la Homilía 38, cp. 12.

49 Cf. Rom. 1:24-25.

50 Prov. 4:7.

51 Cf. Ecl. 1:16.

52 Sobre el significado y el valor de la purificación, previa a todo conocimiento

de Dios, cf. cuanto se ha dicho en la introducción.

53 Cf. Ex. 34:30 ss.

54 Jue. 13:22.

55 Cf. Lc. 5:8.

56 Cf. Mt. 14:29

57 Cf. Act. 9:4 ss.

58 Cf. Mt. 8:5 ss.

59 Mt. 8:8.

60 Cf. Lc. 19:2 ss.

61 Lc. 19:9.

62 Cf. Mt. 12:44-45.

63 Cf. Is. 11:2-3.

64 Cf. Mt. 12:45

65 Cf Prov. 4:23.

66 Cf. Sal. 80:6.

67 Cf. Jer. 4:3.

68 Cf. 1 Cor. 2:7.

69 Cf. Sal. 86:7.

70 Referencia a cuanto el mismo San Gregorio había dicho ya antes en la

Homilía 38, donde se había apuntado la historia de la Creación del universo, del

hombre, de su caída y de su salvación gracias a la Encarnación del Hijo de

Dios.

71 Sobre estas líneas de teología trinitaria, cf. cuanto se ha dicho en la

introducción.

72 Alusiones a la diversidad de naturalezas entre el Padre y el Hijo sostenida

por la herejía arriana, que consideraba mayor al primero, en cuanto Dios, e

infinitamente inferior al segundo en cuanto criatura.

73 El contexto es, simultáneamente, de polémica contra los arrianos y contra

los modelistas. La confusión de que aquí se habla y la reducción a la que

enseguida se hará referencia, describe el modalismo, que hace del Hijo un

modo de ser del Padre y, por ende, lo reduce, lo resuelve en el Padre; la

diversidad, la división, el truncamiento indican la separación de sustancia o

naturaleza entre el Hijo y el Padre, según la herejía arriana, que considera al Hijo

una criatura y a Dios solamente el Padre.

74 1 Cor. 8:6.

75 Sobre este pasaje, cf. cuanto se ha observado en la introducción.

76 Rom. 11:36.

77 Cf. Jn. 15:26.

78 San Gregorio había sido, en efecto, el primero en formular con esta

terminología la Pneumatología ortodoxa. Frente a San Basilio que se limitaba a

considerar al Espíritu Santo como "par en honor" al Padre y al Hijo, y por

consiguiente Dios, el Nacianceno sostiene que el Espíritu Santo proviene del

Padre, pero no como el Hijo, sino por "procesión." Aunque derivado de Jn. 15:

26, el término es un neologismo de San Gregorio, en la medida en que pretende

indicar "el modo de ser" del Espíritu Santo.

79 El mismo ejemplo es empleado en la Homilía 31:11, para ilustrar los

diversos orígenes del Hijo y del Espíritu Santo, que, aunque proceden ambos del

Padre, no son los dos Hijos. Los pneumatómacos argüían que si el Espíritu

tenía su origen en el Padre, debía ser Hijo y, por consiguiente, había dos Hijos.

80 Esto es, los ángeles; cf. lo dicho por San Gregorio en la Homilía 38, 9.

81 Cf. Sal. 67:34.

82 Cf. 1 Cor. 15:45.

83 Cf. Rom. 5:16-18.

84 Cf. Mt. 2:11.

85 Cf. Lc. 2:9 ss.

86 Cf. Lc. 2:28-38.

87 Cf. Jn. 1:11.

88 Cf. Mt. 3:I ss.

89 También San Gregorio, en efecto, antes de ser llamado a guiar la

comunidad nicena de Constantinopla había pasado casi cinco años en la

meditación y en el silencio del desierto, junto a Seleucia, en Siria.

90 Cf. Mt. 3:16.

91 La contraposición de la "edad física" y la "edad espiritual" representa un

argumento muy difundido en el cristianismo antiguo, según el cual la madurez

espiritual, del hombre interior, no se corresponde necesariamente con la

madurez física, la del hombre exterior. Se solía interpretar con arreglo a esto a

algunos personajes del Antiguo Testamento, como Daniel, citado aquí un poco

más adelante, Jacob u otros que, a pesar de su juventud. mostraban una

madurez intelectual y, sobre todo, espiritual, desproporcionada con su aspecto

físico externo.

92 Cf. 1 Cor. 15:45.

93 Mt. 3:14.

94 Cf. Mt. 3:3.

95 Cf. Mt. 9:15.

96 Cf. Mt. 11:11.

97 Cf. Col. I, 15.

98 Cf. Lc, 1:41.

99 Cf. Lc. 1:17.

100 Mt. 3:14.

101 Cf. Jn. 13:6 ss.

102 Cf. Mt. 27:11.

103 Mt. 3:15.

104 Lo que equivale a decir que también Juan Bautista seria bautizado con el

Bautismo de Cristo, o sea, con el bautismo de sangre del martirio, porque fue

asesinado por Herodes.

105 Cf. Mt. 3:12.

106 Cf. Mt. 3:10.

107 Cf. ibid.

108 Cf. Mt. 10:34.

109 Cf Mt. 10:35.

110 Cf. Mt. 3:11.

111 Cf. Mt. 11:14.

112 Cf. Mt. 11:9.

113 Cf. Lc. 16:16.

114 Cf. Mt. 3:16.

115 Cf. Gén. 3:24.

116 Cf. Mt. 3:17.

117 Cf. Mt. 3:16.

118 Cf. Gén. 8:10.

119 Cf. Mt. 13:31.

120 Cf. Zac. 4:7.

121 Cf. Dan. 2:45.

122 Cf. Job 3:8.

123 Referencia insegura.

124 Cf. Jn. 1:29.

125 Cf Mt. 13:46.

126 Lo que San Gregorio presenta como una cita bíblica no ha sido

identificado hasta ahora. Ni siquiera los editores Maurinos han podido indicar el

pasaje a que hace referencia San Gregorio.

127 O lo que es lo mismo, asumió una forma humana, mientras una forma,

en cuanto limitación, no puede adaptarse a la naturaleza divina del Hijo.

128 Cf. Ex. 17:6.

129 Cf. Ex. 13:21; 14:22.

130 Cf. 1 Cor. 10:1 ss.

131 Cf. Mt. 3:2.

132 Cf. Mt. 28:19.

133 Es la función que tiene el Espíritu Santo en la celebración del Bautismo:

vuelve al hombre perfecto como Dios, según la pneumatologia enseñada sobre

todo por San Basilio (cf. De Spiritu Sancto, 16:38; 26:61), que retama el

Nacianceno también en la Homilía 33, 17 y 34, 12. Y otro tanto San Gregorio de

Nisa en su trabajo Sobre el Espiritu Santo contra los Macedonianos.

134 Se trata del martirio, considerado desde los tiempos más antiguos como

el "bautismo de sangre."

135 Esto es, la penitencia.

136 Cf. Sal. 6:7.

137 Cf. Sal. 37:6.

138 Cf. Sal. 37:7.

139 Cf 2 Cron. 33:13.

140 Cf. Jon. 3:5.

141 Cf. Lc. 18:13.

142 Cf. Mt. 15:22 ss.

143 Cf. Mt. 7:2.

144 Novato, hereje que vivió en Roma durante la segunda mitad del siglo III,

fue condenado por su excesivo rigorismo y se convirtió enseguida en el símbolo

de toda actitud excesivamente severa en la administración de la penitencia.

145 Cf. Is. 53:4.

146 Cf. Lc. 5:32.

147 Cf. Os. 6:6.

148 Cf. Mt. 18:22.

149 Cf. 2 Sam. 12:13.

150 Cf Mt. 26:70

151 Cf. Jn. 21:15.

152 Cf 1 Cor. 5:1 ss.

153 2 Cor. 2:7.

154 Cf 1 Tim. 5:14.

155 Cf. 1 Cor. 7:8.

156 Cf. 2 Cor. 12:1 ss.

157 Durante la persecución de Decio (249-250 d. C.).

158 Parece poder deducirse de este ligero apunte que los penitentes tenían

en la comunidad cristiana gobernada por San Gregorio de Nacianzo un lugar

reservado a ellos. Para más detalles sobre este punto cf. H. Althaus, Die

Hellslebre des Gregors von Nazianz, Münster 1972:p. 196.

159 1s. 65:5.

160 1s. 1:16.

161 Cf. Is. 1:18.

162 Cf. Flp. 2:15.

Homilía 40

Ayer celebramos el espléndido día de la luz. Era conveniente poner de manifiesto que la alegría que nos da nuestra salvación es mucho mayor que la que proporcionan a los que aman la carne las fiestas por un matrimonio, un nacimiento, una onomástica, una mayoría de edad, la inauguración de una casa nueva. Hoy, a su vez, nos entretendremos hablando sobre el Bautismo y sobre el beneficio que nos procura. Nuestro discurso de ayer sobre este punto fue breve, porque apremiaba el tiempo y, además, porque no deseábamos extendernos, ya que la excesiva duración de un discurso es tan dañina para los oyentes como un exceso de comida para el cuerpo. Importa prestar atención a lo que se dice y escuchar la predicación de cosas tan importantes no de pasada, sino con gran empeño, ya que la iluminación consiste también en esto, en advertir la fuerza del misterio.

2. La Escritura conoce tres tipos de nacimientos: el que proviene del cuerpo, el del Bautismo y el de la resurrección. De éstos, el primero está en relación con la noche, con la esclavitud y la pasión; el segundo, propio del día, de la libertad y de la destrucción de las pasiones, aparta, como si de un velo se tratara, todo lo adquirido desde el nacimiento y conduce a la vida suprema. El tercero es mucho más temible y breve. Reúne a todo el género humano en poco tiempo para que se coloque al lado del Creador y rinda cuentas de su servidumbre, de su comportamiento en la tierra, de si se ha dejado llevar sólo por la carne o si se ha alzado junto con el Espíritu y ha agradecido el don de la Creación. Yo creo que Jesucristo enalteció cada uno de estos nacimientos. El primero por aquel soplo primero y vivificante1. El segundo por la Encarnación2 y por el Bautismo3 con el que El mismo fue bautizado. El tercero por la Resurrección4, a la cual El mismo dio comienzo: de la misma forma que fue el primogénito entre muchos hermanos5, así también fue considerado digno de serlo entre los muertos6.

3. No es éste, sin embargo, el momento adecuado para hablar sobre dos de estos tres tipos de nacimiento, el primero y el último. Es menester que meditemos acerca del que está en medio, el que recibe el nombre de Día de la Luz7. El Bautismo es esplendor de las almas, transformación de la vida, pregunta hecha a Dios por nuestra conciencia. El Bautismo es ayuda a nuestra fragilidad. El Bautismo es abandono de la carne, compañía del Espíritu, unión al Logos, restauración de la naturaleza humana, cataclismo del pecado, participación de la luz y destrucción de la tiniebla. El Bautismo es vehículo que conduce a Dios, peregrinación junto a Cristo8, apoyo de la Fe, perfección de la mente, llave del Reino de los cielos, cambio de vida, destrucción de la esclavitud, liberación de las ataduras, mudanza en nuestra composición. En fin, ¿a qué hacer más enumeraciones? El Bautismo9 es el más bello y el mayor de los dones de Dios. A la manera como determinadas cosas, en atención a la amplitud de su significado y a su importancia, pueden ser llamadas "santo entre los santos" o "cantar de los cantares," así también el Bautismo es la más santa entre todas las iluminaciones que existen entre nosotros.

4. Como Cristo, dador de este don, es nombrado con muchos y diferentes apelativos, así también el don por El concedido recibe multitud de denominaciones diversas, ya sea por la alegría que experimentamos cuando se nos concede, pues los que aman algo apasionadamente se recrean en nombrar el objeto de su amor, ya sea porque la variedad de sus beneficios nos mueve a emplear muchos nombres distintos para designarlo. Lo llamamos don, gracia, bautismo, unción, iluminación, vestidura de incorrupción, baño de regeneración, sello, cuanto de precioso hay. Don, porque se otorga a quienes nada habían; gracia, porque se da a los deudores; bautismo, porque el pecado es sumergido en el agua a la par que nosotros; unción, porque es sagrado y real, que tales eran las dignidades que requerían la unción; iluminación, porque es esplendor; vestidura, porque vela nuestra vergüenza; baño, porque purifica; sello porque significa y conserva el poder. Por él los ciegos se alegran junto a nosotros, los ángeles lo glorifican porque su esplendor es semejante al de ellos e imagen de la felicidad de lo alto. Deseamos exaltarlo con himnos, mas no podemos hacerlo con la dignidad requerida.

5. Dios es la luz suprema, inalcanzable e inefable. No se puede comprender con la mente ni expresarse con palabras. Es la luz que ilumina toda naturaleza racional10. Dios es entre las naturalezas inteligentes lo que el sol entre las sensibles. Se nos muestra en proporción a nuestra purificación; lo amamos en proporción a nuestra contemplación; lo comprende nuestra mente en la medida en que lo hayamos amado; El mismo se contempla y se comprende, difundiéndose muy escasamente entre lo que queda fuera de El. Mas cuando hablo de la luz, hablo de la que se contempla en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo, cuya riqueza consiste en su única naturaleza y en el estallido único de su resplandor. La segunda luz es el ángel, que es emanación o participación de la luz primera. Posee su propia luz, por su sumisión y servicio a Dios. No sé si se difunde la luz según el orden de su colocación o si, por el contrario, cada ángel es colocado en un lugar conforme a su luminosidad. Por fin, la tercera luz es el hombre, como resulta evidente también a quienes no son cristianos. Estos llaman luz al hombre11 con arreglo a la fuerza de su razón. Para nosotros, reciben el nombre de luz sobre todo aquellos hombres que más se parecen a Dios y se le acercan más. Y aún cabe hablar de otra luz: la que dispersó las tinieblas primitivas, la luz anterior a la creación visible, el movimiento rotatorio de las estrellas y aquel supremo esplendor que ilumina todo el mundo12.

6. Luz era también la orden primera dada al primer hombre13, ya que "lámpara y luz es la ley"14 y "luz son tus mandatos sobre la tierra"15. Mas después, las tinieblas envidiosas la convirtieron en mal. Para quienes la seguían, luz ejemplar y oportuna era la ley escrita, que esbozaba la verdad y el misterio de la gran luz, si es verdad que el rostro de Moisés fue glorificado por ella16. Por ilustrar más nuestras palabras diremos que luz era lo que apareció a Moisés en llama de fuego, cuando ardía la zarza sin consumirse17 revelando así su naturaleza y su fuerza. Luz lo que guió a Israel en la columna de fuego y mitigó el rigor del desierto18. Luz lo que arrebató a Elías en un carro de fuego, que no abrasaba al raptado19. Luz lo que alumbró a los pastores20 cuando la luz que está fuera del tiempo se mezcló con la que es temporal. Luz la hermosura de la estrella que precedía el camino de Belén20, para conducir a los Magos y revelarles a la luz que estaba sobre nosotros y habitó a nuestro lado. Luz la naturaleza divina mostrada en el monte a los discípulos, que no pudieron resistir su esplendor22. Luz la visión que rodeó a Pablo que por aquel resplandor en sus ojos quedó curado de las tinieblas del alma23. Luz es también el esplendor que, cuando los justos resplandezcan como el sol24 y Dios se siente en medio de dioses25 y reyes para determinar y juzgar quiénes y qué cosas son dignos de la felicidad de lo alto, sobrevendrá desde el cielo a quienes se hayan purificado aquí en la tierra. Además de todo esto y de manera muy particular, luz es la iluminación del Bautismo de que ahora tratamos, que comprende el grande y admirable misterio de nuestra salvación.

7. No cometer pecado es exclusivo de Dios, de la naturaleza primera y sin composición26, pues la simplicidad es pacífica y no conoce sediciones ni revueltas. Me atrevería a decir que es conforme también a la naturaleza angélica, o al menos que le conviene, dada su proximidad a Dios. Por el contrario, propio es el pecar de la humana condición y de su composición terrena, pues la composición es el principio de separación. No estimó conveniente el Señor abandonar sin ayuda a lo que El había creado, ni mirar con desdén cómo corría peligro de apartarse de El27. Así, igual que nos creó antes de que existiéramos, cuando ya nos había dado la existencia nos creó con una forma más divina y sublime que la primera. Ella es, por una parte, señal para quienes comienzan y por otra, para los avanzados en edad y gracia, es enmienda de la imagen que ha cometido un error a causa del mal28. Y ello al objeto de que no llegáramos a ser peores por la desesperación dejándonos caer de nuevo hacia el mal, hasta precipitarnos finalmente por completo fuera del bien arrastrados por la desesperación, despeñándonos en un abismo de males, tal y como se dice en la Escritura. Mas a la manera como quienes recorren un largo camino reposan de la fatiga en alguna posada, así nosotros debemos continuar nuestro peregrinaje frescos y de buena gana. Esto es la fuerza y la gracia que el Bautismo trae consigo, no un diluvio como antaño, sino la purificación de nuestro pecado y la completa purgación de las ataduras y mancillas que, a causa del mal, se nos adhieren.

8. Como quiera que estamos constituidos de dos partes, de alma y cuerpo, de una naturaleza visible y de otra invisible, doble ha de ser también nuestra purificación, esto es, con agua y con Espíritu29. La primera debe recibirse de modo visible y corpóreo, la segunda de modo incorpóreo e invisible. La primera es tipo30 de la segunda, real y purificadora de las entrañas. El Espíritu actúa como remedio del primer nacimiento, sustituye lo antiguo por lo nuevo, lo que ahora somos por semejanza con Dios. Revivifica sin necesidad de fuego y reconstruye sin previa destrucción. Por resumirlo en pocas palabras, diremos que la eficacia del Bautismo consiste en pactar con Dios una segunda vida, una conducta más recta. Ha de temerse mucho y guardar su alma cada uno con sumo cuidado para evitar que nos comportemos como farsantes en este convenio. Pues si Dios confirma su pacto con los hombres ofreciéndose El mismo como prenda ¿cuán grande no sería el delito de ser hallado transgresor del acuerdo que hemos firmado con Dios y responsable de esta falacia, además de culpable del resto de los pecados? Y ello sin una segunda regeneración, reconstrucción o restablecimiento en el antiguo estado, aunque la busquemos con muchos suspiros y lágrimas que sólo con gran dificultad nos lograrán una completa cicatrización. Es verdad que yo creo que la cicatrización tiene lugar y me alegraría muchísimo que consiguiéramos incluso borrar las cicatrices, pues también yo estoy necesitado de misericordia31. Mas lo mejor es no tener que recurrir a una segunda purificación y mantenerse en la primera32. Esta es igual para todos y no resulta penosa. Es igual para esclavos y señores, para pobres y para ricos, para los humildes y para los grandes, para los del noble linaje y para los del común, para los deudores y para los que no lo son33. En esto se asemeja al soplo del aire, a la luz, a las transformaciones de la edad y a la contemplación de la creación, o sea, a todos los grandes deleites que nos son comunes a todos, y, proporcionalmente, también a la Fe

9. Necio es procurarse una curación penosa cuando se dispone de otra fácil y desechando la gracia de la piedad, hacerse deudor de un castigo y buscar una reparación proporcionada al pecado. ¿Cuantas lágrimas será preciso derramar para que igualen a la fuente que es el Bautismo? ¿Quién nos garantiza que el fin de nuestra vida esperará a que estemos curados y que no nos llegará el Juicio cuando seamos aún deudores necesitados del fuego de allá? Tú que eres un buen agricultor, suplicarás al Señor que tenga compasión de la higuera y que no la arranque todavía aunque se le reproche ser estéril, sino que permita abonarla otra vez34, esto es, que acepte las lágrimas, los suspiros, las invocaciones, el dormir sobre el suelo, las vigilias, la consumición del alma y del cuerpo, la enmienda de la confesión y de una vida más honesta. Y aún así seguiremos sin saber si el Señor tendrá compasión del árbol que ociosamente ocupa su lugar y ello cuando otro, necesitado de misericordia, empeora por culpa de la paciencia derrochada con aquél. Seamos sepultados juntamente con Cristo por medio del Bautismo para que también resucitemos con El35. Descendamos con El para que junto a El ascendamos. Subamos con El para que con El seamos glorificados. 10. Si te atacare después del Bautismo aquel que persiguió y tentó a la misma luz36, y sin duda te acosará pues asedió incluso al Logos, a mi Dios, a lo que de la Luz oculta se mostraban, tú cuentas con el remedio para vencerlo. No temas la contienda. Opónle el agua, el Espiritu38que apagará los dardos encendidos del maligno39. Es Espíritu, pero funde los montes. Es agua que apaga el fuego. Si te presenta la pobreza, que hasta eso osó, y pide que las piedras se conviertan en pan poniendo ante tus ojos el hambre40, no ignores lo que se propone. Argúyele con lo que no ha podido aprender. Pon ante él la palabra que da vida, que es el pan bajado del cielo que da la vida al mundo41. Si te tienta con la vanagloria, pues también recurrió a ella conduciéndolo sobre el pináculo del templo y diciéndole "arrójate" para que revelara así su naturaleza divina42, no permitas que el orgullo te haga caer. Si lo consiguiera, no se detendría ahí. Es insaciable, todo lo ambiciona. Halaga con suavidad, mas luego emplea malevolencia. Esa es su forma de combatir. Y el ladrón es también conocedor de la Escritura. De allí saca el "escrito está" acerca del pan. De allí el "escrito está" sobre los ángeles. "Escrito está," dicen, "que encargará a sus ángeles que te alcen sobre sus manos." ¡Oh hábil maestro del mal! ¿Por qué te callaste lo que sigue? Aunque lo silencias me lo sé muy bien: "yo haré que pises sobre el áspid y el basilisco, que pisotees serpientes y escorpiones"44, porque estás defendido por la Trinidad. Si te tentare con la avaricia, ofreciéndote en un momento y de una sola mirada todos los reinos, como si fueran tuyos, pidiéndote que a cambio le adores, despréciale por indigente. Di, confiado en el sello45: "yo soy imagen de Dios, no se me ha dejado al margen de la gloria divina como por tu orgullo sucedió contigo. Yo me he revestido de Cristo46, me he transformado en Cristo por el Bautismo: "adórame." Se alejará, bien lo sé, vencido y avergonzado a causa de estas palabras, propias de Cristo, Luz primera, y de quienes por El están iluminados. Tales cosas concede el Bautismo a quienes lo han comprendido. Este es el banquete oportunamente ofrecido a los hambrientos.

11. Seamos, por tanto, bautizados para obtener la victoria. Tomemos parte en las aguas purificadas, más aptas para limpiar que el hisopo, más puras que la sangre legal, más sagradas que las cenizas de ternera47, purificadoras de lo corrompido con una purgación sólo momentánea y corporal, pero incapaces de la completa aniquilación del pecado. De lo contrario ¿qué razón habría para que fuesen de nuevo purificados quienes habían recibido ya una purificación? Aceptemos hoy ser bautizados para evitar que mañana nos veamos obligados a hacerlo. No aplacemos el beneficio, como si de una injuria se tratara. No aguardemos a ser peores para conseguir mayor perdón48. No hagamos de Cristo objeto de negocios y ganancias. No carguemos más de lo que podemos soportar, no sea que se nos hunda nuestra nave y perdamos toda la gracia, quedando privados de todo por haber deseado más de lo que era decoroso. Corre hacia el don mientras aún seas señor de tus pensamientos, cuando aún no estés enfermo de cuerpo y de mente, mientras no te consideren tal quienes te rodean49. En efecto, mientras tu bien no dependa de otros, tú eres su dueño. Mientras tu lengua no vacile o esté seca o, por no decir más, cuando aún no esté impedida para pronunciar las palabras de este misterio. En tanto que puedas ser fiel, no cuando se sospeche que no lo eres, sino cuando seas conocido como tal. No cuando suscites compasión, sino mientras eres tenido por feliz. Cuando para ti sea evidente el don y no ambiguo. Cuando la gracia llegue hasta tus entrañas, no cuando estén a punto de lavar tu cuerpo con el agua fúnebre. Cuando todavía te rodeen las lágrimas, indicio de tu partida, reprimidas quizá por deferencia hacia ti, mientras tu esposa e hijos tratan de apartar la muerte y buscan tus últimas palabras. Cuando no haya a tu lado un médico inexperto tratando de alargar tus horas sin ser dueño de ellas y con un movimiento de cabeza sopese tu salvación y medite sobre tu enfermedad después de tu muerte o aumente su salario por las salidas o insinúe la ausencia de esperanza. Mientras no disputen a tu cabecera el que bautiza y el que pretende un lucro, intentando el primero darte el viático y el segundo ser designado heredero. Ninguna de tales situaciones es adecuada al momento.

12. ¿Por qué confías como bienhechor en la fiebre y no en Dios? ¿Por qué te guías por la ocasión y no por lo que es razonable? ¿Por qué atiendes al amigo insidioso y no al deseo que salva? ¿Por qué no aprovechas la ocasión propicia en vez de hacer las cosas a la fuerza? ¿Por qué no actúas sin embarazo y dejas este asunto para cuando te resulte arduo? ¿Por qué te es necesario pensar en tu muerte con ocasión de la de otro y no reflexionas sobre ella como si estuviera ya presente? ¿Por qué buscar remedios que no servirán para nada? ¿Por qué esperas al sudor del momento crucial, cuando la muerte es ya inminente? Cúrate antes de que sea necesario, apiádate de ti, único médico de tu enfermedad. Procúrate la medicina que da realmente la salvación. Teme al naufragio mientras navegas con vientos favorables y estarás menos expuesto a naufragar porque el viento te prestará ayuda. Sea el don celebrado, no llorado. Sea cultivado el talento, que no escondido en tierra50. Medie cierto tiempo entre la gracia y la muerte para que no sólo sean borradas las malas palabras, sino que dé tiempo a escribir encima las buenas. Para que no sólo tengas la gracia, sino también la gratificación. Para que no sólo huyas del fuego, sino que te hagas también heredero de la gloria. Al don se debe el cultivarla. Huir del sufrimiento parece grande a los de alma mezquina. Para los de nobles sentimientos, sólo es grande lograr el premio.

13. Conozco tres clases de personas que se salvan: los esclavos, los mercenarios y los hijos. Si eres esclavo teme los golpes. Si mercenario, mira sólo por tu interés. Si, en cambio, eres hijo y superior a otros, respeta a quien es padre. Cultiva el bien porque es bueno obedecer al padre. Aunque nada obtuvieres, ésta será precisamente la recompensa: complacer a tu padre. ¡Ojalá no despreciemos estas cosas! Así como es absurdo preocuparse de la riqueza antes que de la salud, purificar el cuerpo y descuidar la purificación del alma, buscar la libertad de la esclavitud terrenal y no aspirar a la del mundo superior, así también lo es poner empeño por tener una casa suntuosa o por vestirse con lujo y no preocuparse de ser uno mismo. Si el bien fuera venal, no escatimarías riqueza alguna para comprarlo. Mas cuando la misericordia está a tu disposición, desprecias la caridad que tan a mano te queda. Todo momento es apto para tu baño, como también lo es para la muerte. Te grito con Pablo51, es decir, con voz poderosa: "Aquí está, ahora, el momento propicio. Este es el día de la salvación." El no define "ahora" como un momento concreto, sino que lo aplica a todos los momentos. Y luego: "despierta tú que duermes52 y levántate de entre los muertos y te iluminará Cristo," disolviendo la noche del pecado. Porque en la noche mala es la esperanza, como afirma Isalas53 y al rayar el alba es más útil ser apresado.

14. Siembra cuando sea el momento oportuno y cosecha y llena tus graneros cuando llegue el tiempo propicio para ello. Planta en la estación adecuada y vendimia el racimo de uvas cuando esté maduro. Hazte a la mar confiado en la primavera y una vez llegado el invierno y embravecido el mar saca tu nave a tierra. Ten momento para la guerra, para la paz, para el matrimonio, para las cosas fuera del matrimonio, para la amistad, para la discordia si es que te ves movido a ella, y para cualquier otra circunstancia, según recomienda Salomón54. Ha de acatarse su consejo, ya que es útil. Procúrate la salvación y considera cualquier oportunidad como apta para el Bautismo. Si nunca prestas atención al hoy y acechas el mañana, te pasará inadvertido que el maligno, según es en él costumbre, te engaña cada poco tiempo. "Dame a mi el presente y el futuro a Dios. A mí la juventud, a Dios la vejez. A mi los placeres, a él la inutilidad." ¡Cuán grande es el peligro que te rodea! ¡Cuán grandes las desgracias! ¡Mayores de lo que piensas! Fuiste víctima de la guerra, te sepultó un terremoto, te tragó el mar, te devoró una fiera, te consume una enfermedad o, tal vez algo diminuto: se te ha atragantado una migaja de pan. ¡Qué hay más fácil que hacer morir a un hombre, por muy orgulloso que esté de ser imagen de Dios! Tal vez acabó contigo una fiesta inmoderada, o te derribó del viento, o quizás una medicina que en vez de saludable resultó dañina, o un juicio inhumano, o un verdugo inexorable, o, en fin, cualquiera de las cosas que produce una muerte súbita y más poderosa que el socorro con que se acude a remediarla.

15. Mas si te previenes con el sello y aseguras tu futuro con la más sólida y bella de las ayudas, marcado en alma y cuerpo con Espíritu y ungüento al igual que antaño hiciera Israel durante la noche con la sangre que protegía a los primogénitos55, ¿qué podrá sucederte? ¿Qué es lo dispuesto para ti? Escucha los Proverbios56: "si te acostares," dice, "no sentirás temor. Te acostarás y dormirás un dulce sueño." Recibe de David la buena nueva57: "no temerás al terror de la noche, ni a la desgracia y el demonio del mediodía." Para ti que aún estás en la vida, es esto importantísimo a fin de obtener seguridad. Pues difícilmente puede alguien adueñarse de un ganado marcado, en tanto que el que no lo está resulta asequible a los ladrones. Y una vez muerto, tu entierro te será favorable, más brillante que el vestido, más precioso que el oro, mayor que la sepultura, más piadoso que estériles libaciones, más adecuado que las primicias de frutos en sazón que los muertos ofrecen a sus muertos58 haciendo la costumbre ley. Piérdase todo para ti, todo se te arrebate: riquezas, propiedades, tronos, honores, todo cuanto pertenece al tumulto de este mundo. Atiende tú, sin embargo, a que tu vida termine con seguridad sin quedar privado de ninguna de las ayudas dispuestas para nuestra salvación.

16. ¿Temes acaso la gracia y demoras la purificación por no corromperla59, con temor de no disponer de otra? ¿Qué pues? ¿No te inspira mayor temor correr peligro en la persecución y verte privado de lo más importante que posees, que es Cristo? ¿Por tal motivo huyes de ser cristiano? ¡Recházalo! Tal miedo no es propio de una persona sana, es razonamiento de demente. ¡Oh imprudente precaución, si es menester decirlo! ¡Ah, mañas del maligno! ¡Es oscuridad y cómo finge! Si no puede vencer en enfrentamientos abiertos conspira en la oscuridad. Se presenta como consejero, como si fuera bueno, procurando que de ningún modo podamos escapar a su acoso. Esto es, sin duda alguna, lo que trama también en este caso. Pues no pudiendo persuadir manifiestamente a despreciar el Bautismo, desea causar daño mediante una falsa seguridad para que tu propio temor te haga olvidar lo que temes: temeroso de destruir el don, por tal motivo precisamente, te privas de disfrutarlo. Falso es el maligno y jamás dejará de serlo hasta que no compruebe que nos apresuramos hacia el cielo del que él fue arrojado60. Mas tú, varón de Dios, descubre la estrategia del enemigo y entabla combate contra él por defender lo que verdaderamente importa61. Mientras seas catecúmeno, estarás a la puerta de la religión cristiana62. Es preciso que estés dentro, que traspases el umbral, que examines las cosas santas de los santos y que habites con la Trinidad. Grandes son las cosas por las que luchas. Has menester de una gran seguridad. Defiéndete con el escudo de la Fe. Se atemorizará en tu presencia cuando emplees tales armas. Por eso quiere despojarte de la gracia, para una vez desarmado y sin amparo, dominarte con facilidad. Busca adueñarse de cada edad, de cada forma de vida por un medio distinto. Recházalo recurriendo a todos los procedimientos.

17. ¿Eres joven? levántate contra las pasiones con la ayuda de Dios, sé contado entre los de su ejército, compórtate ante Goliat como el más valiente, vence a mil o a diez mil. Disfruta así de la flor de la vida sin permitir que tu juventud se marchite, muerta por tener una fe imperfecta. ¿Eres anciano y estás próximo al fatal desenlace? Respeta tus canas. Muestra la sensatez que se te pide en lugar de la debilidad que ahora exhibes. Ayuda a la escasez de tus días, cree en la purificación de la ancianidad. ¿Por qué estando en lo profundo de la vejez y en los últimos alientos temes las cosas de la juventud? ¿Esperas acaso que tú, más odiado que compadecido, serás bañado una vez muerto? ¿O es que, siendo tú mismo un residuo de vida, amas aún los residuos de los placeres? Es vergonzoso que se haya marchitado tu juventud y, en cambio, demores tu purificación, o lo aparentes al menos, porque no se ha marchitado igualmente el libertinaje. ¿Eres niño? Que no se aproveche el mal de esa circunstancia. Sé consagrado siendo aún feto, dedicado al Espíritu mientras eres diminuto. Tú, temeroso del sello por la debilidad de la naturaleza humana, eres una madre mezquina y con poca fe. Ana, al contrario, antes de que Samuel naciera prometió a Dios que, una vez nacido, lo consagraría al instante y lo criaría con las vestiduras sacerdotales63. Ella no temía la naturaleza humana porque tenía fe en Dios. No necesitas amuletos ni encantamientos. Por ellos entra el maligno en los hombres imprudentes y toma para si la veneración a Dios debida. Entrégate tú en persona a la Trinidad, amuleto poderoso y lleno de hermosura.

18. ¿Qué pues? ¿Eres virgen consagrada? Sella tu virginidad con la purificación. Haz de ella la compañera de tu vida, tu amiga. Que ella te dirija, que disponga ordenadamente tus actos, tus palabras, tu cuerpo entero, cada uno de sus movimientos y sentidos. Hónrala para que te adorne, para que corone tu cabeza con una diadema de gracias64 y te custodie con una corona de alegría. ¿Estás sujeto por el vinculo del matrimonio? Unete al sello: haz que conviva contigo como guardián prudente. ¿Cuántos eunucos y vigilantes calculas que serian necesarios para ofrecerte una protección segura como la que éste te brinda? ¿Estás muy íntimamente unido a la carne? No temas la perfección. Tú eres puro también después del matrimonio. Mío es el riesgo, yo soy el testigo. Si bien la virginidad es un tesoro precioso, no por ello el matrimonio ha de contarse entre las cosas deshonrosas65. Imito a Cristo, esposo purísimo y comensal en unas bodas, que hace milagros en unos esponsales y dignifica a los esposos con su presencia66. Sea el matrimonio puro y sin mezcla de malos deseos. Sólo te pido una cosa: ampárate en la seguridad del don y ofrécele la castidad que es decorosa. De común acuerdo67 fijad un plazo para la oración que es la más valiosa de todas la ocupaciones. No estoy ahora promulgando leyes, sino aconsejando y si deseo ligar algunos de tus derechos, es por tu bien y por vuestra seguridad68. Diré, en fin, que no existe vida ni tarea, para las cuales el Bautismo no sea provechoso en extremo. Si eres libre, recibe un freno. Si esclavo, la equiparación en la estima. Si estás abatido, recibe ánimos. Si despreocupado, la disciplina. Si eres pobre, recibe una riqueza que no se te arrebatará. Si rico, la buena administración de tus posesiones. No conspires hábilmente contra tu propia salvación, no emplees astucias contra ella. Aunque engañáramos a los demás, no podríamos engañarnos a nosotros mismos. Arriesgado es e insensato jugar con la propia salvación.

19. ¿Vives, acaso, de una actividad pública? ¿Te manchas con el cuidado de la cosa pública y corres el riesgo de malbaratar la benevolencia divina? Simple es mi consejo. Si te es posible, evita el foro y toda su bella cohorte, ceñido con alas de águila, o de paloma, por mejor decir. Pues ¿qué tienes que ver tú con el César ni con lo que es el César?69 Huye y no descanses hasta que encuentres un lugar donde no haya pecado, ni exista la culebra que muerde en el camino para impedirte enderezar tus paso hacia Dios. Aparta tu alma del mundo. Abandona Sodoma, huye del incendio. Camina sin volver atrás la vista, no sea que quedes convertido en estatua de sal. Escapa al monte, para no ser arrebatado ni quedar atrás70. Mas si ya estabas entregado a los deberes públicos y estás ligado por ellos, habla de eso contigo mismo. O mejor, seré yo quien hable contigo. Lo óptimo es conservar los bienes propios y la purificación. No obstante, si ello no es posible, vale más contaminarse un poco con los afanes públicos, que verse por completo privado de la gracia. Al igual que, según yo, es mejor recibir reproches del padre o del señor, que ser rechazado por él, y es mejor recibir una iluminación pequeña que permanecer en la más completa oscuridad71. Mas con todo propio es de los prudentes elegir lo mejor y más perfecto del bien y lo más insignificante y llevadero del mal. Por tanto, no te atemorices en exceso ante la purificación. Siempre aquellas ocupaciones nuestras que están rectamente dirigidas son juzgadas por quien es juez y benevolente de todas nuestras cosas. Y a menudo, quien en el desempeño de las tareas públicas se comportó con rectitud, obtuvo más que quien, libre de afanes, no dispuso todo con prudencia. Pues, a mi entender, tiene más valor el que avanza un poco cuando tiene los pies atados, que el que corre sin que nada le agobie, más puro es quien está cubierto de fango que aquél que está limpio porque ha recorrido un camino limpio. Y como prueba de lo dicho aportaré que la prostituta Raab quedó justificada por una sola acción: por su hospitalidad72, aunque el resto de sus cosas no mereciera alabanza. Y aunque el publicano no mereciera ser enaltecido por su comportamiento, fue ensalzado por una sola cosa: su humildad73. Y ello para que tú aprendas que no debes desesperar fácilmente de ti mismo.

20. Mas quizás alguien diga: "¿qué gano yo con recibir el Bautismo con prontitud y con apartarme pronto de los placeres de la vida, cuando aún me sería posible disfrutarlos y postergar la recepción de la gracia? No se beneficiaron más los trabajadores tempranos de la viña, pues les fue dado el mismo salario que los últimos"74. Quien quiera que seas tú que te expresas así, has resuelto todas las dificultades al descubrir cuál era el motivo oculto por el que retrasabas tu purificación. No apruebo yo tu conducta, que es perversa, pero sí la sinceridad de tus palabras. Mas ¡ea! interpretemos esa parábola para que tu ignorancia no te cause daño al leer lo que está escrito. Considera en primer lugar que este pasaje no trata del Bautismo, sino de los que reciben la Fe en diferentes momentos y, por consiguiente, también en momentos diferentes entran en la viña bellísima que es la Iglesia. Pero el trabajo le reclama a cada uno a partir del día y de la hora en que se convierte. Ciertamente, los primeros aportaron un mayor esfuerzo, pero en cuanto a la disposición no superan a los últimos. Es más: quizás a éstos, aunque parezca paradójico, se les deba mayor paga. El único motivo de haber llegado el último al trabajo de la viña es haber sido llamado también el último. Examinemos con detenimiento lo que a unos y a otros distingue. Los que creyeron en primer lugar, no entraron a la viña hasta que no se ajustó el salario. En cambio los otros, sin convenir nada, fueron a trabajar, dando así prueba de una mayor fe. Unos mostraron un talante envidioso y murmurador. Nada de eso puede reprocharse a los otros. Aquellos tuvieron como salario lo entregado, aunque eran perversos y por culpa de la necedad quedaron privados de un mayor premio, como era lógico. Estos, por el contrario, recibieron la gracia como jornal. Observemos qué aconteció a quienes llegaron tarde: es claro, recibieron igual salario. ¿Por qué entonces los tempranos acusan de inicuo a quienes les contrató, reprochándole esa igualdad? Todo ello deja a los primeros desprovistos de la gracia ganada con su sudor, a pesar de que fueron antes a trabajar. Se desprende de todo ello que fue justa la distribución de un paga igual, pues se atenta el salario al esfuerzo de la voluntad.

21. Y aunque la parábola, con arreglo a tu interpretación, ensombreciera la eficacia del Bautismo ¿qué habría de malo en que quienes se entregaron antes a la tarea y sufrieron el calor de la jornada no envidiaran a los últimos, logrando precisamente por esto tener más que ellos, a saber, un mayor amor a los hombres, consiguiendo así que el pago fuera verdaderamente salario y no gracia? Por otro lado, para cobrar el jornal, la parábola exige que los trabajadores entren a la viña y excluye a quienes se dispersan por los caminos, error éste que es, precisamente, el que tú corres el riesgo de cometer. De suerte que, si fuese seguro que tú habrías de obtener el don pensado de ese modo y procurando sustraerte a parte de la labor que se te ha asignado, tal vez seria comprensible que te refugiaras en tales razonamientos y pretendieras sacar alguna ganancia a espaldas de tu Señor. Y ello por no hablar de que una mayor fatiga será considerada siempre una gran merced por todo aquél que no tenga mentalidad de mercader. Mas puesto que estás expuesto a ser definitivamente expulsado de la viña por ese mercantilismo tuyo y a que, mientras corres en búsqueda de lo menor, seas castigado con la privación de lo que es más importante, escucha mis amonestaciones. Deja estar tantas explicaciones equivocadas y tantas objeciones. Acércate al don sin hacer silogismos, no sea que con tantos sofismas acabes por elegir en perjuicio tuyo antes de haber obtenido el cumplimiento de tu esperanza.

22. "¿Qué, pues? ¿No es acaso Dios amador de los hombres? El conoce los pensamientos, sopesa los deseos y toma el deseo del Bautismo mismo." Tus palabras son como un enigma. ¿Crees que Dios, por su bondad, estima igual a quien está iluminado y a quien no lo está? ¿O que piensa que alguien que no cumple aquellas cosas que abren el camino del cielo se afana realmente por alcanzarlo? Me atreveré a decir cuanto pienso al respecto y entiendo que las personas sensatas serán de mi misma opinión. De cuantos obtienen el Bautismo, unos estaban completamente ajenos a Dios y a la salvación y se entregaban a todo linaje de maldades, afanándose en ellas. Otros sólo a medias eran malos y estaban entre la virtud y el pecado. Algunos obraban mal, más no se conformaban con sus obras, sino que las soportaban como soporta la enfermedad quien tiene fiebre. Algunos ya antes de su purificación eran dignos de alabanza. Había quienes, por naturaleza o imponiéndose violencia, se purificaban antes del Bautismo con vistas a recibirlo y, después de lograda la perfección, se mostraban mejores y más seguros, fuera para alcanzar el bien, fuera para conservarlo. De todos éstos, los mejores son los que siendo realmente malos abandonan su pecado, al menos en parte. Quienes se comportan así y se purifican antes del Bautismo, son los más dignos de honra y quienes reciben una mayor recompensa. Pues aunque el Bautismo aniquile los pecados, no destruye las buenas acciones. Así pues, los mejores de todos son los que cultivan la gracia y se pulen lo más posible a sí mismos para alcanzar de este modo la belleza mayor.

23. Por consiguiente, de entre quienes no llegan al Bautismo, algunos son completamente bestiales o animales, según su necedad y su maldad. Estos y el resto de los malvados no tienen el menor respeto por la gracia que han recibido, que es, a mi parecer, una verdadera gracia, en cuanto que si se concede es querida y si no se concede, despreciada. Otros, conocen y honran la gracia que reciben, pero la retrasan, unos por pereza y otros porque son insaciables para los placeres. Algunos hay que ni siquiera están en situación de recibirla, sea porque son aún de tierna edad, sea porque alguna grave e inesperada desgracia les pone en el trance de no poder recibir la gracia ni aunque la desearan. Al igual que hemos encontrado grandes diferencias entre los diversos tipos de hombre que antes hemos examinado, las encontraremos también entre éstos. Los peores de todos son quienes desprecian totalmente el Bautismo. Son peores que los perezosos y los insaciables. Y éstos, a su vez, son peores que quienes no llegan al Bautismo por ignorancia o porque están impedidos, pues el impedimento no es sino un pecado involuntario. Entiendo yo que los primeros deberán rendir cuenta no sólo del resto de sus malas acciones, sino también de su desprecio por el Bautismo, mientras que los segundos, ciertamente habrán de rendir cuenta, pero menos que aquellos, pues su necedad y no su malevolencia es lo que les ha privado de la salvación. Los últimos, por fin, no obtendrán la gloria del cielo, pero tampoco serán castigados por el Juez justo, porque aunque estén sin el sello del Bautismo, ello no les es reprochable, porque más que procurarla, han padecido esta privación. En efecto, no por no ser digno de castigo se merece ya el premio porque, al contrario, el hecho de no merecer premio no significa que se merezca castigo. Considera, además, este otro punto: si tú juzgaras reo de la pena capital a quien ha sido asesino sólo con la intención, pero sin cometer el asesinato, entonces también podría considerarse bautizado a quien ha querido recibir el Bautismo sin llegar a recibirlo. Si no vale el primer caso, tampoco el segundo. O míralo de este otro modo: si para obtener la eficacia del Bautismo basta sólo con desear recibirlo y por tal título pretendes obtener la gloria del cielo, entonces para disfrutar la gloria te será suficiente el desearla. ¿Qué te importa si no la obtienes dado que, en cualquier caso, la has deseado ya?

24. Por consiguiente, después de haber oído esas palabras de "volveos a El y sed iluminados y vuestros rostros no se avergonzarán75" por haberse apartado de la gracia, recibid la iluminación mientras aún sea tiempo a fin de que las tinieblas no os persigan y se apoderen de vosotros76 apartándoos de la iluminación. Después de abandonar la vida viene la noche77, en que nadie puede trabajar. Aquellas palabras de David, éstas de la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo78. Tomad en cuenta los reproches que Salomón dirige con dureza a quienes son perezosos o excesivamente lentos79. "¿Hasta cuándo, perezoso, seguirás acostado?" ¿Cuándo despertarás de tu sueño? Alegas esto y aquello y pones como excusa tus pecados80. Dices: voy a esperar a la fiesta de la luz; me resulta especialmente querida la Pascua; aguardo el día de Pentecostés; es mejor, puesto que se es bautizado con Cristo, resucitar con Cristo el día de la Resurrección o venerar la venida del Espíritu Santo. ¿Y qué? Vendrá de pronto el final, en el día que no supones y a la hora que desconoces. Te sobrevendrá, como un mal compañero de viaje, la escasez de gracia y pasarás hambre entre tanta abundancia de bienes. Te hubiera sido preciso prepararte con la actitud opuesta a gozar de los opuestos beneficios. Procurarte con empeño una cosecha abundante y remediar tu sed en la fuente, como hace la cierva sedienta81 corre con diligencia hacia los manantiales y apacigua con el agua la fatiga de su carrera. Más te vale eso que padecer lo mismo que Ismael, secarse por falta de agua82 o, según el mito, sufrir el castigo de la sed en medio de fontanas83. Es terrible dejar a un lado el comercio y afanarse sólo en el trabajo. Es terrible desdeñar el maná y desear alimentos. Es terrible cambiar de opinión y darse cuenta del daño cuando ya no hay remedio, es decir, después de salir de este mundo, al tiempo del amargo final de todo lo vivido por cada uno, al momento del castigo para los pecadores y del esplendor para quienes se han purificado. Por tanto, no dudéis en acercaros a la gracia, apresuraos para que no se os adelante el ladrón, ni os aventaje el adúltero, ni el insaciable os sobrepase en estima, ni el asesino se apodere del bien por delante de vosotros, ni el publicano, ni el libertino, ni ninguno de los que arrebatan con violencia el reino de los cielos84 y lo saquean. Que el reino de los cielos requiere una violencia voluntaria, aunque sea gobernado con bondad.

25. Si quieres hacerme caso, seas quien fueres, sé lento para el mal y veloz para ganar la salvación, que igualmente perversas son la presteza para obrar el mal y la demora en hacer el bien. Si fueres convocado a un banquete, no te apresures. Si a negar tu fe, apártate. Si por caso algún horrible compañero te dijere85: "ven con nosotros, participa en un derramamiento de sangre, sepultemos injustamente a un hombre inocente," tú no prestes atención. Ganarás dos cosas muy importantes: conocer su pecado y apartarte de su compañía. Pero, en cambio, si fuere el gran David quien te dice86: "vamos, regocijémonos con el Señor"; o si otro profeta87: "venid, subamos al monte del Señor"; o si el mismo Salvador te invitara diciendo88: "venid a mí cuantos estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré" o "levantaos, vayámonos de aquí89," esplendorosamente radiantes, brillantes más que la nieve, más blancos que la leche, resplandecientes más que el zafiro90, entonces no te resistas, no te retrases. Seamos como Pedro y Juan que corren al sepulcro y a la resurrección91. A ejemplo suyo, corramos nosotros al Bautismo, corramos juntos, rivalicemos, disputemos por alcanzar el bien los primeros. No digas: "Me voy y volveré. Mañana recibiré el Bautismo," si puedes recibir hoy el beneficio. "Estén presentes mi madre, mi padre, mis hermanos, mi mujer, mis hijos, mis amigos, todo cuanto me es querido. Sólo entonces me salvaré. Ahora no tengo tiempo para ser iluminado92." Teme, no sea que te resulten compañeros de desgracia aquellos a quienes quisiste tener como camaradas de tu alegría. Si están presentes, acógelos con cariño. Si faltan, no los esperes. Debe darte vergüenza decir: "¿qué ventajas obtendré con el Bautismo? ¿Dónde está la vestidura bautismal con que resplandeceré? ¿Dónde está lo que protege a quienes me bautizan y qué me garantiza que seré bien considerado por ellos?" Sin duda, en tu opinión éstas son cosas indispensables. Por eso mismo será menor la gracia que recibas. No repares en minucias cuando de grandezas se trata, no te permitas nada mezquino. Lo mayor de cuanto se ve es el misterio. Ocúpate de producir fruto para ti mismo. Revístete de Cristo93, aliméntate con una vida honesta. A la manera como yo me complazco en ser tratado con deferencia, Dios, que concede las cosas más grandes, se goza también de eso. Para Dios nada es tan grande que no pueda ser dado a quien es pobre. No menosprecien los pobres tales cosas, pues en ellas no encontrarán qué disputar a los ricos. En todo lo demás hay diferencia entre pobres y ricos, mas en ésta sólo es rico el que está decidido a serlo.

26. Que nadie detenga tu marcha hacia delante, que nadie reprima tu buena voluntad. Mientras el deseo sea vehemente, arrebata lo deseado. Sea endurecido con el frío el hierro aún caliente, no sea que de repente ocurra algo que rompa el deseo. Yo soy Felipe, sé tú Candace. Di: "ahí hay agua, ¿qué impide que yo sea bautizado?"94. Aprovecha el momento oportuno, alégrate por el bien y, dicho esto, sé bautizado y tras bautizado, salvado. Aunque seas etíope de cuerpo, sé de alma blanco. Alcanza la salvación, que para las personas sensatas nada hay más alto ni venerable. No digas: "que me bautice un obispo, que sea metropolitano95, peregrino a Jerusalén96." La gracia no obedece al lugar sino al Espíritu. Ni digas: "que sea de noble cuna, pues seria terrible que mi noble linaje fuera injuriado por quien me bautiza. Que sea presbítero, pero no casado y que su comportamiento sea moderado97 y su vida angélica. Seria espantoso que en el mismo momento de mi purificación recibiera yo una mancha." No atiendas a la probidad del que evangeliza ni a la de quien te bautiza. Otro es el juez de éstos, otro quien examina lo oculto, que si el hombre ve las apariencias, Dios distingue en el corazón98. En lo que atañe a tu purificación, tú fíate de cualquiera, reparando solamente en que quien te bautice sea persona autorizada por la Iglesia99 y no uno de los que públicamente se han apartado de ella y, por ende, han sido por ella condenados. Estando necesitado de curación, no te ocupes en juzgar a los jueces, no te pongas a distinguir sobre los méritos de quienes te purifican, ni a discernir entre tus progenitores. Tal vez haya uno que sea mejor o más miserable que otro. En cualquier caso, son superiores a ti. Reflexiona como sigue: si un anillo de hierro y otro de oro tienen grabada la misma imagen, una vez que hayan imprimido su efigie en la cara ¿quién distinguirá qué imagen pertenece a cada uno de ellos? Por muy sabio que seas ¿reconoces en la cera la materia de la imagen acuñada? Dime cuál es la marca producida por el anillo de hierro y cual por el de oro. Una sola es la efigie, pues la diferencia estribaba en la materia, no en la imagen impresa. Esto ha de servirte de ejemplo por lo que respecta a cada uno de los que bautizan. Aunque uno sea superior por su modo de vida, la eficacia del Bautismo es siempre la misma. Cualquiera que esté constituido en la misma Fe, ha de ser considerado por ti como poseedor de la misma perfección.

27. Aunque seas rico, no desprecies recibir el Bautismo junto con alguien que sea pobre, ni porque tengas linaje noble desdeñes ser bautizado junto a uno de humilde cuna, no porque seas señor creas que es indigno acercarse a la fuente bautismal con quien ha sido esclavo hasta hace poco. No superarás en humildad a Cristo, por quien eres tú bautizado hoy y que por ti tomó apariencia de esclavo100. A partir de este día tú te has transformado, se han transformado todas las antiguas características de tu temperamento y Cristo se ha sobrepuesto a todos, imponiendo una sola forma. Sabedor de cómo bautizaba Juan, no te niegues a revelar tus pecados, para que con la vergüenza de esta vida, evites la de la venidera, que esto forma parte del castigo en la vida futura. Mostrarás que realmente odias al pecado cuando lo reveles y aparecerá claro que has triunfado sobre él, pues lo consideras digno de violencia. No desprecies someterte al exorcismo, ni renuncies a él por su larga duración. El es prueba de legitimidad en la gracia. ¿Te fatigarás tanto como la reina de los etíopes que vino desde los confines de la tierra para oir la sabiduría de Salomón? Y para quienes rectamente lo entienden "aquí hay algo mayor que Salomón101." No retrocedas ante la longitud del camino, ni ante la anchura del mar, ni ante el fuego si es que llegara a darse, ni ante ninguna otra cosa, ante ningún impedimento pequeño o grande, hasta que alcances la gracia. Mas siéndote posible alcanzar lo deseado sin necesidad de fatigas ni trabajos, ¿no sería gran necedad aplazar la posesión del don? "Los sedientos," dice la Escritura, "acudid al agua," es Isaías quien te exhorta102 "y los que no tenéis dinero, venid, venid, comprad y bebed vino" de balde. ¡Oh, premura de la bondad! ¡Oh, magnifica disposición de quien contrata! Este bien sólo te cuesta el quererlo. El acepta este deseo en lugar de una gran fortuna. Está sediento de ser deseado con ansia, da de beber a quienes lo quieren. Dispensa favores reclamando favor para sí mismo. Es un bienhechor servicial. Da más de lo que cualquiera seria capaz de coger. Sólo se nos reprocha la mezquindad de pedir cosas pequeñas e indignas de quien nos las da. Bienaventurado aquél a quien Cristo pide de beber, como hizo con aquella samaritana, a la que dio "una fuente de agua que salta hasta la vida eterna103." "Bienaventurado el que siembra al lado de las aguas104," al lado de todas las almas, que mañana serán labradas y regadas, pero que hoy son pisadas por el asno y el buey, improductivas, secas y atormentadas por el desprecio. Bienaventurado quien, aunque sea torrente de juncos, bebe en la casa del Señor105. Así pasa de ser portador de juncos a portador de trigo, cultiva alimentos aptos para el hombre, en vez de frutos amargos e inútiles. A procurar esto ha de enderezarse toda nuestra diligencia, impidiendo que nos apartemos de esta gracia común.

28. "De acuerdo," dirá alguno, "con que todas estas cosas se apliquen a quienes desean el Bautismo. Mas ¿qué pensar de quienes son aún niños e incapaces para apreciar el castigo y la gracia? ¿Habremos de bautizarlos también?" Sin lugar a dudas, si es que nos apremia algún peligro. Mejor es ser santificado sin percibirlo, que morir sin el sello de la perfección. Hallamos un claro modelo en la circuncisión, practicada a los ocho dias106. Era un símbolo del sello, que se practicaba a quienes no tenían aún uso de razón. Otro tanto sucedía con las señales puestas en los dinteles107, que protegieron a los primogénitos mediante cosas carentes de conocimiento. Por lo demás, entiendo que cumplida la edad de tres años poco más o menos, tan pronto como sea capaz de escuchar algún contenido del misterio y de dar alguna respuesta y cuando pueda uno figurarse algo, aunque no lo entienda perfectamente, ha de procederse a santificar los cuerpos y almas con el gran misterio de la perfección. En efecto, aunque comienzan a rendir cuentas de su vida sólo cuando su razón esté completa y hayan entendido el misterio, pues la ignorancia propia de la edad les disculpa de pecado, no obstante, bajo todos los puntos de vista, es más ventajoso protegerse con el Bautismo. Y ello a causa de los repentinos ataques de los peligros, que caen sobre nosotros con mayor ímpetu que cualquier socorro108.

29. Mas arguyes: "Cristo, siendo Dios, fue bautizado a los treinta años109. ¿Exigirás tú que el Bautismo se reciba antes de esa edad?" Al decir que era Dios, tú mismo has resuelto la cuestión. El era la pureza misma, y no necesitaba de purificación, pero se purificó por ti, al igual que se encarnó por ti aunque era incorpóreo. No corrió ningún peligro que hiciera imprudente retrasar su bautismo, pues como sucedió con su nacimiento, él era el administrador de su propia pasión. En cambio tú estuviste sometido a un peligro no pequeño por el mero hecho de nacer de la sola corrupción, sin estar recubierto de incorruptibilidad. Repara en esto: a El le convenía aquel momento para su bautismo, cosa que no puede decirse de ti. El se manifestó a la edad de treinta años y no antes, para no parecer ostentoso, sentimiento éste propio de las personas ineptas, y porque a esa edad estaba en posesión de una perfecta prueba de virtud y convenía que lo manifestara. Era necesario que se sometiera a la pasión salvadora del mundo y que a tal pasión concurriesen cuantas cosas son propias de ella: la manifestación que se dio en su bautismo, el testimonio del cielo, el anuncio, la reunión de multitudes, los milagros. Era preciso que todas estas cosas formaran un todo, sin división ni separación de intervalos. A partir del bautismo y de la manifestación se desató el terremoto de cuantas cosas ocurrieron, que terremoto es llamado por la Escritura ese momento110. A partir de la multitud se desencadenó la ostentación de signos y prodigios que conducían al Evangelio. Mas de los milagros se siguió la envidia, de la envidia el odio, del odio la maquinación y la traición, de esto, por fin, la cruz y cuanto nos ha salvado. En la medida en que nos resultan comprensibles, así fueron las cosas referentes a Cristo. No excluyo, con todo, que pueda encontrarse alguna otra explicación, más secreta que ésta.

30. ¿Qué necesidad tienes tú de decidir mal por seguir ejemplos que te exceden, cuando conocemos muchas otras cosas de aquel tiempo, cuya narración nos las presenta como realizadas en el tiempo y de manera diferente a como ahora las hacemos? Te pondré algunos ejemplos. El ayunó inmediatamente antes de la tentación111, nosotros antes de la Pascua. El ayuno, ciertamente, es idéntico, pero no es pequeña la diferencia entre ambos momentos. El opone a las tentaciones los ayunos, mientras que para nosotros ayunar equivale a morir juntamente con Cristo y nos sirve como purificación que precede a la fiesta. El, como era Dios, ayunó cuarenta días, mientras nosotros ayunamos con arreglo a nuestra limitación, bien que el celo estimule a algunos a lanzarse por encima de sus propias fuerzas112. Junto a eso, El enseñó a sus discípulos el misterio de la Pascua en el cenáculo, después de la cena, el día inmediatamente anterior a la Pasión113. A nosotros, en cambio, nos enseña eso mismo en las casas de oración, antes de la cena y cuando ya ha resucitado. El resucitó a los tres días, nosotros al cabo de mucho tiempo. No es que nuestras cosas sean distintas de las que El hizo, ni que estemos sometidos al tiempo, sino que lo que se nos ha transmitido es como una reproducción que dista mucho de ser igual al original. ¿Qué tiene de extraño que recibiendo el Bautismo por nosotros, respecto al momento en que lo hizo difiera del modo en que lo recibimos nosotros? Lo que propones me parece grande y admirable, pero va en detrimento de tu propia salvación.

31. Si en algo tenéis mi doctrina, permitid que os exhorte a esto, a que os superéis a vosotros mismos por buscar el bien. Comenzad un doble certamen, uno que os purifique antes del Bautismo y otro que conserve el Bautismo. En efecto, os halláis ante una doble dificultad: adquirir un bien que no poseéis y conservarlo una vez que lo hayáis adquirido. Pues a menudo la negligencia destruye lo adquirido con esfuerzo o al contrario, la diligencia logra recuperar lo que había destruido la pereza. Buenos son para alcanzar lo que deseas las vigilias, los ayunos, dormir en el suelo, las oraciones, las lágrimas, la lamentación por los necesitados y compartir algo con ellos. Que todo ello sirva como expresión de agradecimiento por lo que has recibido y también para su salvaguardia. Cuentas con un beneficio que te permitirá recordar muchos mandatos. No lo descuides ¿Se te acerca un menesteroso? Recuerda cuánto has mendigado tú y cuánto te has enriquecido. ¿Se te acerca tal vez alguno necesitado de pan o de bebida, un Lázaro114, quizás, o cualquier otro que esté echado ante tu puerta? Respeta la mística mesa a la que te has acercado, el pan en que tomaste parte, la bebida de que has participado una vez llegado a perfección con los sufrimientos de Cristo. ¿Te ha llegado de improviso un extraño, un extranjero sin casa? Acoge en él a quien por ti peregrinó en su propia heredad115, a quien, merced a la gracia, se ha establecido en ti y te transporta a la morada celestial. Sé Zaqueo, aquél que hasta ayer era publicano y hoy se ha hecho generoso116. Cosecha todos los frutos que vienen con el advenimiento de Cristo a fin de que, después de verle, parezcas grande, aunque seas pequeño en lo referente a la edad corporal117. ¿Yace ante tu casa un enfermo, un herido, quizás? Honra la salud que Cristo te ha concedido, las heridas de que El te restableció. "Si vieres a alguien desnudo, vístele"118, dando así honor a tu vestido de inmortalidad, que es Cristo, pues "cuantos en Cristo habéis sido bautizados, os habéis revestido de Cristo119." Si encuentras a un deudor postrado ante ti, rompe todo contrato, justo o injusto120. Ten memoria de los diez mil talentos que Cristo te condonó121. No quieras ser recaudador cruel de una deuda insignificante. ¿Con quién todas estas cosas? Con quienes contigo son siervos, pues si del Señor has recibido más que ellos, ten presente que habrás de rendir cuentas de la benevolencia de Aquél cuya misericordia no imitaste aunque te dio ejemplo de ella.

32. Baña tu imagen122 y no sólo tu cuerpo. Que junto a la absolución de los pecados quieras también adoptar la reforma de tu vida. Que no sólo se limpie el fango que te cubre, sino que además quede purificada la fuente de que brota. No se grabe en tu alma solamente el deseo de cobrar algo de honra, sino también el de perder con honra algo o, lo que es más fácil, el de desprenderte de lo injustamente adquirido. ¿Qué provecho lograrías si se te perdonase el pecado, mas no quedara reparado el daño que causaste a quien padeció tu injusticia? ¿No son acaso dos tus faltas, adquirir injustamente y conservar lo adquirido? Has sido absuelto de lo primero, pero sigues siendo injusto por lo que hace a lo segundo. Dado que aún sigues en posesión de lo ajeno, tu pecado no ha sido destruido, sino sólo temporalmente suspendido. Osaste cometer uno antes del Bautismo. Permanece el otro tras haber sido bautizado, que el baño perdona lo cometido antes de su recepción, no lo que al presente se comete. Se requiere que la purificación no sea una argucia tramada astutamente, sino un sello. Debes brillar de verdad, no sólo en apariencia. No te ha de servir la gracia como velo de tus pecados, sino para liberarte de ellos. "Bienaventurados aquellos cuyas injusticias han sido perdonadas," o sea, quienes han obtenido una completa purificación, "y aquellos cuyos pecados han quedado ocultos123," que son quienes aún no están purificados anteriormente. "Bienaventurado el hombre al que el Señor no le imputa su pecador124." Esta es la tercera clase de pecadores: aquellos cuyas acciones no son loables, pero tienen una forma de pensar irreprensible.

33. ¿Qué digo? ¿Cuál es mi discurso? Ayer eras la cananea125 cuya alma estaba encorvada a causa del pecado126. Hoy has sido erigido por el Logos. No vuelvas a encorvarte hasta caer por tierra, oprimido por el maligno con un collar de madera, no sea que resulte imposible levantarte de tu postración. Ayer desfallecías a causa de un flujo de sangre127, pues de ti manaba el rojo pecado. Hoy, secado ya el flujo, floreces. Tocaste la orla del manto de Cristo y detuviste el flujo. Conserva tu pureza, no sea que recaigas en la hemorragia al querer apoderarte de Cristo por la fuerza para robar tu salvación. Por mucha que sea su benevolencia, Cristo no quiere ser robado en exceso. Ayer yacías acostado en un lecho, abandonado y quebrantado, sin que nadie te echase a la piscina cuando se agitaban las aguas128. Hoy te has encontrado con el hombre que es Dios o, mejor dicho, con quien es Dios y hombre. Te levantó del camastro, incluso has cargado al hombro tu yacija y has esculpido en una columna el beneficio recibido. No te acuestes de nuevo en tu camastro volviendo a pecar, no regreses al miserable descanso del cuerpo entregado a los placeres. Tal como estás, camina recordando el precepto de "estás curado. Anda y no peques más para que no te suceda algo peor129," es decir, para que no seas peor después de haber recibido el beneficio. "Lázaro, sal fuera130." Estando en el sepulcro escuchaste esa potente voz, ¿qué voz más poderosa que la del Logos? y saliste. Aunque no eras un cadáver de cuatro días131 sino de muchos, resucitaste con quien lo hizo al tercer día y te viste libre de las ataduras fúnebres. No quieras morir de nuevo y permanecer junto a quienes habitan los sepulcros132. No te ates con las vendas de tus pecados, pues no tienes garantizado que vayas a resucitar otra vez de entre los muertos antes de que llegue el momento de la última y común resurrección, cuando El reclame a todas las criaturas no para curarlas, sino para juzgarlas y para que rindan cuentas de si han administrado bien o mal sus tesoros133.

34. Si antes estabas cubierto de lepra, o sea, de un mal que te deformaba, y te has apartado de esa materia miserable y has recuperado una imagen sana, muéstrame la purificación a mí, que soy tu sacerdote, a fin de que advierta cuánto más honrosa es ésta que la prescrita en la ley134. No seas uno de los nueve ingratos. Imita al décimo que, aun siendo samaritano, era el más noble de todos. Robustécete para que no se renueve tu enfermedad y se haga difícil curar la deformidad de tu cuerpo. Aún hace poco que la mezquindad y la tacañería secaban tu mano (Lc 6:6) 135. Extiéndala hoy la generosidad y la misericordia. Buena medicina es para una mano enferma distribuir lo que se posee, repartir a los menesterosos, prodigar el agua de que tenemos abundancia, sin miedo a llegar hasta el fondo. Quizás éste te proporcionaría alimento, como le ocurrió a la de Sarepta, sobre todo si por casualidad aconteciere el caso de tener que alimentar a Elías136. Buena medicina es estimar como un bello estado la pobreza padecida por Dios, que por nosotros se hizo pobre. Si fueres sordo o mudo137, que sople en tus oídos el Logos, y, todavía mejor, si puedes quedarte con El después de que te haya soplado. No cierres tus oídos a las enseñanzas y amonestaciones del Señor, como una serpiente a los encantamientos. Si eres ciego138 y estás falto de luz, esclarece tus ojos para no dormirte en la muerte139. Contempla la luz en la luz del Señor140, ve al Hijo en el Espíritu de Dios, contempla la triple e indivisible Luz. Si por entero acoges al Logos, reunirás en tu alma todos los cuidados de Cristo, los mismos con los que El fue curando una a una todas las enfermedades. Mira que no ignores la medida de la gracia. Mira que el adversario no siembre en torno tuyo la cizaña mientras duermes descuidado141. Mira que no te conviertas en digno de lástima por el pecado, al haber sentido el maligno envidia de tu pureza. Mira de no alegrarte excesivamente por el bien para que no te ensalces sin modestia y caigas en la presunción. Mira por trabajar siempre con todo empeño por tu purificación, colocando en tu corazón las gradas142, y por conservar con sumo cuidado la remisión que conforme al don obtuviste. Así, tu perdón será obra de Dios y conservarte en ese estado, obra tuya.

35. ¿Cómo será esto? Recuerda la parábola143 y te ayudarás de la forma mejor y más perfecta. Expulsado por el Bautismo, salió de ti el espíritu impuro y material. No soporta la persecución, no se aviene a permanecer sin hogar y sin techo. Camina por lugares áridos, carentes de la divina irrigación, y no quiere continuar en ellos. Vaga en busca de descanso sin encontrarlo. En su camino da con almas bautizadas cuya maldad fue sepultada por el baño. Se atemoriza ante el agua, se ahoga en la purificación como legión en el mar144. Vuelve otra vez a la casa de la que salió. Es un espíritu desvergonzado y pendenciero. Ataca de nuevo, lo intenta una vez más. Si ve que Cristo vive allí, que el espacio que él abandonó lo habita Cristo, se retira fracasado y su perpetuo vagar suscita lástima. Mas si halla en ti un lugar barrido y aderezado, mas vacío y estéril, dispuesto para recoger a uno u a otro inquilino, se arroja sobre él, se establece en su interior con mayor aparato y llega a ser esta situación peor que la primera. Y aún más grave, porque al principio habrá esperanza de corrección y seguridad y, sin embargo, ahora la maldad es evidente y en ausencia del bien se presenta la perversión de suerte que posee aquel lugar con toda seguridad.

36. Volveré a recordarte las iluminaciones valiéndome de lo que recogen los oráculos divinos. A mi también me agrada recordar tales cosas, pues ¿qué más dulce que la luz, para quienes la han gustado? Te iluminaré con las divinas palabras. "Ha amanecido la luz para el justo" y "la alegria145" es su compañera. "La luz permanecerá para siempre con los justos146." Se le dice a Dios: "desde los montes eternos iluminarás de forma admirable147." Se trata, a mi entender, de las potencias angélicas que con nosotros colaboran para nuestra mejora. "El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré148?" Has oído a David suplicar que le fueran enviadas la luz y la verdad149. Se alegra porque las ha obtenido ya. Cuando dice que le ha sellado la luz de Dios150 se ha de interpretar que la luz se ha revelado y que ha conocido signos que se le ha concedido la iluminación. De una sola luz debemos huir: de aquélla que es producto del fuego cruel. No caminemos en la luz de nuestro fuego y con la llama que nos consume. Conozco un fuego purificador. Es aquél que Cristo, llamado también místicamente fuego, vino a traer a la tierra. Es un fuego destructor de lo material, de la naturaleza perversa. El quiere que se extienda con la máxima rapidez posible, desea la veloz difusión del beneficio, porque las brasas de este fuego son nuestro socorro. Conozco, en cambio un fuego que no purifica, que reprende. Es ya el de Sodoma151 que llovió sobre los pecadores mezclados con azufre y pez152, ya el fuego preparado para el diablo y sus ángeles153, ya el que rodea el rostro del Señor y abrasa en torno suyo a todos sus adversarios154. Este es el más terrible de todos y unido al gusano infatigable155, jamás se apaga, es eterno para los perversos. Todo ello es propio del poder destructor divino, a no ser que se entienda que Dios prefiere una actitud más benevolente y conforme con su dignidad156.

37. Además de dos clases de fuego, conozco también dos géneros de luz. Es la primera la que procede del principio conductor que endereza nuestros pasos hacia Dios. La otra es engañosa, imprudente y enemiga de la luz verdadera. Finge ser ésta para apropiarse de su resplandor, pero aunque aparente ser luz de mediodía y más brillante que la luz, es tenebrosa hasta el extremo. A mi entender, por esto se dice que algunos huirán en la oscuridad del mediodia157. Ciertamente es noche, mas quienes están corrompidos por el lujo la consideran como luz. ¿Qué dice David? "La noche me rodeaba y, mísero de mi, no lo sabía, pensaba que el lujo era luz158." Lo mismo les sucede a quienes se entregan a la molicie. En cambio nosotros estamos iluminados por la luz del conocimiento. Esto es "sembrar la justicia159" y recolectar el fruto de la vida, pues la acción nos procura la contemplación. Así aprenderemos todas las cosas y también a distinguir cuál es la verdadera luz y cuál la falsa y cuando tropecemos con ésta no creeremos que se trate de aquélla. Seamos luz, que los discípulos oyeron cómo les decía la gran luz: "vosotros sois la gran luz del mundo160." Seamos luminarias del mundo llevando en nosotros al Logos de vida, la fuerza que a todos vivifica. Apoderémonos de la naturaleza divina, de la más primitiva y pura luz. Vayamos a su esplendor sin que nuestros pies tropiecen en los montes oscuros y enemigos. Mientras luzca el día "caminemos con decoro propio del día, no en festines y borracheras, no en amancebamientos y libertinajes161," pues los robos pertenecen a la noche.

38. Hermanos, purifiquemos todo nuestro cuerpo, santifiquemos nuestros sentidos todos. Nada haya en nosotros de imperfecto, nada de nuestro primer nacimiento. Que nada quede privado de la luz. Iluminemos nuestros ojos para ver rectamente, sin admitir en nuestro interior ninguna imagen disoluta procedente de una contemplación curiosa e indiscreta. Bien que no rindiéramos culto al placer, mancillaríamos nuestro alma. Haya en nosotros viga o paja162, hemos de purificarnos para poder ver también las cosas de los demás. Iluminemos nuestro oído y nuestra lengua para que escuchemos lo que dice el Señor Dios163 y se nos haga audible su misericordia matutina164 y captemos el júbilo y la alegría que invaden los oídos divinos. No seamos espada punzante165 ni afilada daga166, no acojamos bajo nuestra lengua a la fatiga y al trabajo167. Respetando las lenguas de fuego168, hablemos de la sabiduría de Dios oculta en el misterio169. Guardemos nuestro olfato para no acabar afeminados y cubiertos de polvo en vez de sumergidos en aromas agradables. Aspiremos el ungüento que se ha derramado en nosotros170 para apropiarnos espiritualmente de él y transformarnos en él hasta el punto que de nosotros exhale el mismo perfumado olor. Purifiquemos el tacto, el gusto, el paladar. Nada suave toquemos, nada nos alegre por su tersura. Acariciemos al único digno de ser acariciado, al Logos que por nosotros se encarnó, haciéndonos en esto imitadores de Tomás171. Evitemos ser tentados por infusiones y golosinas que son hermanas de las tentaciones más cruentas. Gustemos sólo y probemos al buen Señor172, cuyo gusto es el más dulce y perdurable. No atendamos a refrescar por breve plazo el cruel conducto que nos da placer, pero descuida lo que se le da y no lo retiene. Alegrémonos, en cambio, con estos discursos, más dulces que la miel173.

39. Además de cuanto queda dicho, bueno es que purificando nuestra cabeza en la medida en que puede ser purificada la que es taller de las sensaciones, alcancemos a Cristo cabeza, a partir del cual se entrama y ordena todo el cuerpo174, y que disminuyamos el pecado que pretende alzarse sobre nosotros y hacerse con lo mejor de nosotros mismos. Es menester santificar y purificar al hombre que somos para que sea capaz de levantar la Cruz de Cristo, cosa que no resulta fácil para todos. Bueno es que pies y manos lleguen a la perfección. Las manos para que se alcen santas en todos los lugares y se aferren a las enseñanzas de Cristo, para que no se irrite el Señor175 y para que merced a nuestras obras se haga creíble la palabra de Dios, como aquélla que fue puesta en manos del profeta176. Los pies, para que no se apresuren a verter sangre177 y a hacer el mal, sino que estén prontos para el Evangelio y para el galardón de la vocación suprema178, para que reciban a Cristo, que lava y purifica los pies179. Si existe una purificación del vientre, capaz de contener y digerir los alimentos que provienen del Logos, bueno es también que no llegue el vientre a hacerse dios por el lujo y los alimentos que lo dejan inactivo, sino que se purifique cuanto pueda, que se haga pequeño para acoger en su interior al Logos y padecer con justicia por el error de Israel. Imagino también que el corazón y cuanto está en el interior del hombre es digno de honra. A ello me persuade David, que quería crear dentro de sí un corazón puro y que un espíritu recto renovara sus entrañas180. Con ello, según mi parecer, se refería a lo intelectual, a los movimientos del alma o pensamientos.

40. ¿Qué decir de los lomos y de los riñones181? No olvidemos tales partes. También ellas han de someterse a la purificación. Tengamos los lomos ceñidos y sujetos por la continencia, con arreglo a lo que la Ley prescribía a Israel para celebrar la Pascua182. Sin educarse en tales cosas, nadie puede huir limpiamente de Egipto ni escapar al exterminio. Sométanse los riñones a una hermosa transformación, trasladando a Dios todo su deseo, para poder decir: "Señor, en ti todo mi deseo183" y "no ambicioné el día del hombre184." Es preciso ser hombre de deseos del Espiritu185. Si consiguiéramos esto, parecería la serpiente, cuya fuerza, en gran parte reside en los ojos y en los lomos, puesto que ella morirá junto a su poderío sobre tales lugares. No te asombres si rindo veneración extraordinaria a nuestras partes indignas186, matando y reprendiendo con mi palabra levantada contra la materia. Entreguemos a Dios todos nuestros miembros sobre la tierra, consagrémosle todos, no sólo un lóbulo del hígado, o los riñones, o la grasa de una u otra parte de nuestro cuerpo. ¿Por qué despreciar el resto de nuestro cuerpo? Ofrezcámonos enteros como oblaciones racionales y víctimas perfectas. No hagamos una ofrenda sacerdotal reducida a nuestro brazo o a nuestro pecho. Sería poco. Si nos damos enteros, enteros nos recibiremos, que recibir es entregarse a Dios y celebrar la ceremonia de nuestra salvación.

41. Sobre todo esto, antes de ello, conserva el depósito187 por el que vivo y soy ciudadano, aquél que deseo tomar como compañero, por el que soporto toda clase de sufrimientos y desprecio todo placer. Consiste en la confesión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Esto es lo que hoy te confío, con esto te bautizo y te ensalzo. Te lo entrego como compañero para toda la vida y como patrono. Que hay una sola naturaleza divina y una única potencia, que se halla unitariamente en las tres personas y las abarca de forma separada. No hay desigualdad en cuanto a sus esencias o naturalezas, no hay aumento ni disminución por sobreabundancia o ausencia. Por todas las partes es igual y lo mismo188, como una es la hermosura y grandeza de los cielos. Es una naturaleza unida e infinita para tres seres infinitos. Considerados separadamente, como Padre e Hijo, como Hijo y Espíritu Santo, en cuanto que cada uno mantiene su peculiaridad189, cada uno de ellos es Dios. Los tres, considerados cada uno con el otro, son Dios. Son tres por su igualdad en la sustancia, son Dios por su única soberanía. No alcanzo a concebir la unidad y estoy iluminado por la Trinidad. No alcanzo a distinguir la Trinidad y me veo transportado a la unidad. Cuando contemplo a uno de los tres, pienso que se trata de la totalidad y colmo mi vista, pero se me escapa lo que es más importante. No puedo abarcar la grandeza de uno, ¿por qué debo dar más al resto? Cuando reúno a los tres en mi mente veo un solo esplendor y no puedo calcular ni distinguir a la luz que se hace única.

42. ¿No quieres hablar de sufrimiento por que no sufra Dios, ajeno a todo sufrimiento? Pues yo me niego a hablar de creación190 para no destruir a Dios con esa violenta e injusta división que separa al Hijo del Padre o al Hijo de la naturaleza del Espíritu Santo191. No sólo es absurdo que quienes son calculadores192 de la naturaleza divina unan a Dios una criatura, sino también que dividan a esa misma criatura. Y así como el Hijo es separado del Padre por los abyectos y terrenos, así, a su vez, algunos separan del Hijo la naturaleza del Espíritu Santo, de suerte que Dios mismo y la creación entera padecen violencia a manos de esta nueva teología193. Nada, oh, hombres, hay en la Trinidad que sea servil, creado o accidental194. Eso es lo que aprendí de un sabio195. "Y si agradare aún a los hombres no sería siervo de Cristo" dice el apóstol divino196. Si adorase a una criatura o en su nombre fuere bautizado, no llegaría a ser divino ni a transformar mi primera generación. ¿Qué podría reprochar entonces a los adoradores de Astarté o de Camos, ídolo de los sidonios?197 ¿Qué a quienes veneran la imagen de una estrella, ser ciertamente superior a las imágenes fabricadas por quienes adoran ídolos198, mas con todo algo creado y hecho? ¿Qué puedo reprocharles si yo o no adoro a dos de los seres en cuyo nombre he sido bautizado, o adoro a quienes son siervos como yo soy?199 Ciertamente son siervos, aunque superiores a mí en honor. Pero ello nada obsta, porque también entre los esclavos existe diversidad de categorías.

43. Quiero decir que el Padre es mayor en cuanto de El procede el ser igual y el existir de los seres iguales a El. Todos me concederán esto. Temo la palabra "principio," no sea que haga al Padre principio de lo que le es inferiore200. En tal caso, queriendo honrarlo, le ofendería, pues no hay gloria para aquél de quien deriva la humillación de quienes proceden de él. Miro además con desconfianza tu deseo insaciable no sea que, amparado en la palabra "mayor," dividas en dos la naturaleza y emplees esa palabra para todo. El término "mayor" no hace referencia a la naturaleza, sino a la causalidad. Entre seres de igual naturaleza nada significa "mayor" o "menor." Aunque quisiera honrar al Hijo, en cuanto Hijo, más que al Espíritu Santo, no me lo permitiría el Bautismo, que me hace perfecto merced al Espíritu. ¿Temes, acaso, ser tachado de triteísta? Mantén lo bueno, o sea, la unidad entre los tres. Pásame a mi la lucha. Permíteme ser constructor de la nave de que haces uso. Y si ya tienes un constructor para tu nave, permíteme que construya tu casa, aunque tú luego la habites con tranquilidad y sin haber experimentado fatiga alguna. Navegarás bien o bien habitarás la casa si yo te la preparo, aunque no hayas trabajado en ello con empeño. ¿Ves cuánta es mi benevolencia? ¿Ves cuánta la bondad del Espíritu? Sea mía la batalla y la victoria tuya. Saldré yo a la palestra, mientras tú vives en paz encomendando al que combate por ti, echándome una mano con tu fe. Tres piedras tengo para lanzarlas con honda contra el invasor201. Tres veces soplaré en el hijo de la viuda de Sarepta para devolver la vida a los muertos202. Tres veces lloverá sobre los leños203 con que consagré el sacrificio. Con agua encenderé fuego204, cosa realmente sorprendente. Haciendo uso de la fuerza del misterio, derribaré a los profetas de la vergüenza.

44. ¿A qué prolongar más mi homilía? Es éste momento de enseñar, no de rebatir. En presencia de Dios y de los ángeles elegidos doy testimonio de que serás bautizado en esta Fe205. Si crees algo distinto de lo que enseña mi predicación206, ven y corrígete. No en vano escribo lo ya escrito, enseño lo que he aprendido, lo que me fue entregado en mi juventud y he mantenido hasta las canas. Míos son el peligro y el honor. Yo soy el administrador de tu alma, quien te ha hecho perfecto mediante el Bautismo. Si realmente eres así y has sido sellado con tan hermosas palabras, custodia lo que está escrito y, en medio de lo mudable, permanece inmutable para aquello que requiere inmutabilidad. Aprende lo bueno de Pilato. El había escrito injustamente, tú con justicia. Di a quienes pretenden disuadirte: "lo escrito, escrito está"207. Digno es de reproche que cuando lo decoroso es pasar fácilmente del mal al bien y con dificultad del bien al mal, nos prestemos a abandonar el bien y opongamos resistencia a dejar el mal. Si eres bautizado con arreglo a mi enseñanza, "no cerraré mis labios"208, prestaré mis manos al Espíritu. Apresurémonos hacia la salvación, levantémonos en busca del Bautismo. Palpita en él el Espíritu de perfección. Ya está el don preparado y dispuesto. Si aún renqueas y te niegas a acoger perfectamente a Dios, busca tu bautismo y a quien te quiera bautizar. Yo no tengo tiempo para dividir la divinidad, ni para hacer de ti un muerto en el mismo instante de tu generación. Tal serás si haces naufragar al momento tu salvación, privándote de gracia y de la esperanza de gracia. Pues si suprimes de la Trinidad algo de naturaleza divina, habrás destruido todo y, en lo que a ti se refiere, tu propia perfección.

45. Mas aún no posee tu alma señal alguna de palabra, buena ni mala. ¿Será acaso necesario que, al objeto de que alcances la salvación, grabe yo y modele hoy en ti la doctrina? Entremos al interior de la nube209. Dame las tablas de tu corazón210. Soy para ti Moisés, aunque parezca osado decirlo. Con el dedo de Dios escribiré un nuevo decálogo211 Escribiré para ti un compendio de la doctrina salvadora. Si eres una fiera herética o salvaje, quédate abajo o te expondrás a ser lapidado por la palabra de la verdad212. Te bautizaré enseñándote en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Uno es el nombre común a los tres: Dios. Aprenderás a repudiar con palabras y gestos toda falta de fe en Dios, para que de ese modo puedas unirte a la naturaleza divina. Cree que todo el mundo, lo visible y lo invisible213, ha sido creado por Dios de la nada y que es gobernado por la Providencia del Creador y que será transformado en una más favorable condición. Cree que no existe una sustancia del mal, ni un reino del mal, que el mal no tiene principio, ni existe por si mismo o por Dios, sino que es obra nuestra y del maligno, que entra en nosotros por descuido nuestro, pero no por obra del Creador214. Cree que el Hijo de Dios, el Logos anterior al tiempo, que procede del Padre fuera del tiempo y del cuerpo, al final de los tiempos nació por ti como hijo del hombre. Que proviene de la Virgen María de forma misteriosa y sin mancilla, pues no es posible que haya mancha alguna en donde habita Dios y en el cauce a través del cual actúa la salvación. Es hombre perfecto y perfecto Dios aquél que sufrió por ti para ganarte una perfecta salvación, para disolver toda condena de pecado. Impasible en su naturaleza divina, padeció en la humanidad adquirida. Por ti se hizo hombre tanto cuanto tú por El llegarás a ser Dios. Por las injusticias es conducido a la muerte, crucificado y sepultado, tanto cuanto es capaz de gustar la muerte. Resucitó al tercer día, subió a los cielos para llevarte con El a ti que permaneces en la tierra. Retornará con una venida gloriosa para juzgar a vivos y muertos. Entonces no será carne ni incorpóreo, sino, según dijo con palabras cuyo sentido El conoce, tendrá un cuerpo divinizado, para que puedan mirarle quienes le traspasaron y permanezca Dios sin el espesor de la carne. Admite, además de lo anterior, la resurrección, el juicio y la retribución, acorde con las justas balanzas de Dios. Esta recompensa es luz para quienes han purificado su mente, es decir, Dios verá y conocerá la medida de su pureza y les retribuirá con lo que llamamos Reino de los cielos. Habrá oscuridad, en cambio, para aquellos cuyo principio conductor esté ciego, para quienes sean extraños a Dios, y ello estará en proporción con su ceguera en la tierra. El décimo punto es: sobre la base de estas doctrinas, haz el bien, porque "la fe sin obras está muerta"215, al igual que los hechos sin fe. He ahí lo que del misterio puede darse a conocer, lo que no es misterio para los oídos de muchos216. El resto lo aprenderás cuando estés dentro, pues te lo concederá la Trinidad y tú lo ocultarás dentro de ti, velado por el sello.

46. Pero he de anunciarte algo. El estado al que llegarás después del Bautismo y antes del gran estrado, es una prefiguración de la gloria futura217. La salmodia que te recibirá es preludio del himno del cielo. Las lámparas que encenderás simbolizan el misterio de la iluminación celeste con que iremos al encuentro del Esposo, como almas luminosas y vírgenes, con las radiantes lámparas de la Fe. Almas que no se queden dormidas por pereza218, haciendo que les pase inadvertida la inesperada presencia de aquél al que aguardaban. Almas que no estén carentes de alimento o aceite, desprovistas de obras buenas, para que no se vean expulsadas de la cámara nupcial219. Veo su sufrimiento digno de lástima. Llegó aquél cuya venida era a voces reclamada. A su encuentro saldrán unas, prudentes, con lámparas encendidas y con suficiente provisión de aceite para ellas. Otras, en cambio, se agitarán pidiendo aceite en momento inoportuno a aquellas que lo tienen. Llegará rápido el Esposo. Unas entrarán con El y las otras encontrarán las puertas cerradas porque mientras se preparaban, habrán desperdiciado el tiempo conveniente. Muchos llorarán, porque comprenderán demasiado tarde el daño que les ha causado su negligencia. No podrán entrar en la cámara nupcial por mucho que supliquen, pues se la cerraron con su necedad. Habrán imitado en cierto modo a quienes despreciaron el banquete que el buen padre preparaba para el buen hijo que iba a casarse220. Uno, porque había tomado mujer. Otro, porque había comprado un campo. Otro, porque había adquirido una yunta de bueyes. Poco provecho les hicieron sus compras, que por cosa de poca importancia se vieron privados de lo que mucho valía. Ninguno haya tan orgulloso y descuidado que lleve un vestido sucio, impropio de un convite nupcial. Aunque en la tierra se considere a si mismo digno del esplendor del cielo y entre, inconsciente, en el banquete, engañándose con vanas esperanzas, ninguno de éstos tiene un lugar en el cielo. ¿Y después? Cuando estemos dentro sólo el Esposo sabe qué enseñará y qué será de las almas que con El entraron. Yo pienso que estará con ellas, enseñándoles lo más perfecto y puro. De eso también podremos tener parte nosotros, maestros y discípulos de cosas tales, en Cristo mismo Señor nuestro, a quien la gloria y el poder por los siglos. Amén.

1 Esto es, cuando Dios sopló en el compuesto terreno que constituía el

cuerpo humano su propio hálito, para hacer del hombre un ser viviente. Cf.

Gén. 2:7.

2 Cf. Lc. 2:7.

3 Cf. Lc. 3:21.

4 Cf. Lc. 24:1 ss.

5 Cf. Rom. 8:29

6 Cf. Col. 1:18

7 En la fiesta de las Luces, como ya se ha dicho en la introducción, se

celebraban simultáneamente la Epifanía (cf. Homilía 39) y el Bautismo de

Cristo, al cual está dedicada esta Homilía.

8 En cuanto el Bautismo nos arranca al dominio del adversario y nos

introduce en el Reino de Dios.

9 En todo este pasaje San Gregorio ha empleado el término "iluminación"

que designaba normalmente al bautismo, según una sinología difundida

entre el cristianismo antiguo.

10 La terminología de la luz tiene aquí una eficacísima aplicación.

11 En la lengua homérica, que San Gregorio había estudiado como todos

los griegos cultos de su tiempo, y en la lengua poética de carácter más

elevado, el término phós, photós (gen.) designaba al hombre. Era habitual

relacionarlo con el término phôs, phôtós que significaba luz. Esta derivación

seudoetimológica se lee también en Clemente de Alejandría, Paedag., 1, 6,

28, 2.

12 Cf. Gén. 1:17.

13 Cf Gén 2 16 17.

14 Cf. Sal. 118:105.

15 Cf. Prov. 6:23.

16 Cf. Ex. 34:29.

17 Cf. Ex. 3:2.

18 Cf. Ex. 13:21.

19 Cf. 2 Re. 2:11.

20 Cf. Lc. 2:9.

21 Cf. Mt. 2:9.

22 Cf. Mt. 17:1 ss.

23 Cf. Act. 9:3.

24 Cf. Sab. 3:7.

25 Cf. Sal 82:1 y 6

26 Según la enseñanza del neoplatonismo, (asumida aquí por San

Gregorio y que puede encontrarse igualmente en San Gregorio de Nisa, cf.

El alma y la resurrección, la naturaleza divina es simple, o sea, no

compuesta de partes, que implicarían la necesidad de postular en Dios la

existencia de algo distinto a Dios mismo.

27 Se hace referencia de nuevo a la interpretación de la historia de la

humanidad y de su calda, dominadas por la visión providencial de Dios.

28 El Bautismo, en efecto, es purificación de los pecados cometidos.

Recuérdese que todavía en tiempos de San Gregorio era costumbre,

costumbre que el propio San Gregorio intenta limitar, bautizarse sólo a edad

adulta e incluso avanzada. En cambio, para quienes están al comienzo de

su vida, y, por consiguiente, probablemente no han cometido pecado, el

Bautismo es un "sellos," signo de pertenencia a Cristo.

29 Cf. Jn. 3:5.

30 Término técnico de la exégesis cristiana antigua. El

Typos era un acontecimiento, un hecho, una cosa concreta que

"prefiguraba" otro acontecimiento, otro hecho, otra cosa, igualmente

concretos, pero dotados de un significado más profundo y mayor. El paso de

los hebreos a través del mar Rojo era tipo del Bautismo. La piedra que

suministraba milagrosamente a los hebreos el agua en el desierto, era tipo

de Cristo (cf. I Cor. 10:1-4). Así, el agua del Bautismo tiene un significado

típico por cuanto es, como el agua del mar Rojo, prefiguración de la

purificación espiritual del cristiano.

31 Referencia a la penitencia que San Gregorio concede a quien se

arrepiente y que espera obtener él mismo, en cuanto pecador. Cf. lo leído en

la Homilía 39, cp. 16-19.

32 Mejor gozar de la purificación del Bautismo, que es más asequible,

que no de la penitencia, más penosa.

33 De esta referencia a la realidad social de Constantinopla extraemos

una noticia sobre el empobrecimiento de las clases más débiles, en época

de graves desequilibrios sociales.

34 Cf. Lc. 13:8.

35 Cf. Rom. 6:4.

36 Cf. Mt. 4:2 ss.

37 Esto es, a través de la carne humana. De nuevo otra referencia al

"engaño" de Cristo, que se escondió bajo la envoltura de la carne humana

para desconcertar al demonio que quería apoderarse de él. Cf. Homilía, 39, 1

y 14.

38 El Espíritu, que está presente en el Bautismo. Cf. Jn. 3:5.

39 Cf. Ef. 6:16

40 Cf. Mt. 4:3.

41 Cf. Jn. 6:33.

42 Cf. Mt. 4:6.

43 Cf. Sal. 90:11.

44 Cf. Sal. 91:13.

45 Sobre este término empleado para designar el Bautismo, cf nota 28.

46 Cf. Gál. 3. 27.

47 Esto es, los ritos de purificación minuciosamente prescritos por la Ley.

Cf. Heb. 9:13.

48 O sea, esperar a los últimos años de la vida antes de recibir el

Bautismo, significa gravarse todavía más con los pecados y tener necesidad

de una mayor gracia por parte de Dios.

49 Era costumbre postergar el Bautismo hasta los últimos momentos de

la vida, permaneciendo hasta entonces como simple catecúmeno,

precisamente por una equivocada interpretación del significado del Bautismo

como purificación de todas las culpas cometidas en el pasado.

50 Cf Mt. 25:14-30.

51 Cf. 2 Cor. 6:2.

52 Ef. 5:14.

53 Cf. Is. 38:13.

54 Cf. Ecl. 3:1 ss.

55 Cf. Ex. 12:22 ss.

56 Prov. 3:24.

57 Sal. 90:5.

58 Cf. Mt. 8:22.

59 El retraso en recibir el Bautismo puede ser debido al temor a perder la

gracia que el Bautismo confiere, al volver a pecar de nuevo.

60 Cf. Lc. 10:18.

61 El texto está corrompido. Lo hemos traducido siguiendo una conjetura

de los editores Maurinos.

62 La condición de catecúmeno era la correspondiente al cristiano que

estaba a la espera del Bautismo. En época paleocristiana el catecumenado

tenía la función precisa de preparar para el Bautismo al recién convertido. En

el siglo IV, cuando la población era ya cristiana, al menos de nombre, la

condición de catecúmeno era aquélla en que se encontraba quien esperaba

el Bautismo. Pero las situaciones eran intrínsecamente distintas, pues la

espera del catecúmeno en el siglo IV no era aquélla tan exigente de la

época preconstantiniana.

63 Cf. I Sam. 1:11 ss.

64 Cf. Ecl. 32:2.

65 En la actitud común del cristianismo en la edad antigua, al menos del

ortodoxo, que evitaba los excesos rigoristas de ciertas sectas heréticas.

Como puede verse, acentuaba la actitud tomada por San Pablo en I Cor. 7.

66 Cf. Jn. 2:1 ss.

67 Cf. 1 Cor. 7:5

68 Si hemos entendido bien este pasaje, esto significa que, dado el

carácter de la cuestión afrontada (las relaciones matrimoniales) el escritor

se desenvuelve entre alusiones, San Gregorio admite revocar algunos de los

derechos de los esposos, aconsejándoles la continencia y se excusa

poniendo por delante que lo hace por su propio bien.

69 Cf. Lc. 20:20 ss.

70 Cf. Gén. 19:18-26.

71 Todavía en el s. IV la vida política se desarrollaba reclamando la

corresponsabilidad de cristianos y paganos juntos y ciertas funciones

oficiales (por ejemplo las de la religión y el culto) eran todavía paganas. El

cristiano debía preguntarse cómo conjugar simultáneamente las leyes del

Estado y las de su fe. La respuesta había sido absoluta (y dramática), en la

época preconstantiniana: Tertuliano había excluido cualquier participación

del cristiano en la vida pública, en sus obligaciones y prácticas idolátricas.

Mas lo que era admisible en las reducidas comunidades cristianas de los

siglos segundo y tercero, resultaba impracticable en el siglo IV, cuando la

participación del cristiano en la vida política, comenzando por el emperador,

era una cosa normal.

72 Cf Jos. 2:1 ss; 6:17 ss.

73 Cf. Lc. 18:9-14.

74 Cf. Mt. 20:1 ss.

75 Cf. Sal. 33:6.

76 Cf Jn. 12:35

77 Jn. 9:4.

78 Cf. Jn. 1:9.

79 Cf. Prov. 6:10.

80 Cf. Sal. 140:4.

81 Cf. Sal. 41:2.

82 Cf Gén 21 15 19

83 Alusión al mito de Tántalo que fue castigado por haber ofrecido a los

dioses un banquete en que se sirvió la carne de su propio hijo, Pélope, con

la condena a permanecer sumergido en el agua del Tártaro, rodeado de

suculentas viandas y de bebidas restauradoras, pero sin poder probarlas.

84 Cf. Mt. 11I, 12.

85 Prov. 1:11.

86 Sal. 94:1.

87 Miq 4:2

88 Mt. 11:28.

89 Jn. 14:31.

90 Cf. Lam. 4:7.

91 Cf. Jn. 20:3.

92 Nótese la vivacidad de estas referencias concretas que nos

representan una sociedad sólo superficialmente cristianizada, que en las

ceremonias más significativas y esenciales del cristianismo veía sólo un

medio para explayar su propio lujo.

93 Cf Gál 3 27

94 Act. 8:36.

95 Observa Bernardi, op. cit., p. 214, que en aquella época Constantinopla

dependía aún del metropolitano de Heraclea. Esta afirmación manifiesta la

vacuidad de las excusas aducidas por tales personas, pues era poco

probable que el obispo metropolitano de Nicea se desplazase expresamente

para administrar un bautismo.

96 O sea, un obispo que había ido en peregrinación a los lugares santos y

había adquirido así un titulo de mérito. La peregrinatio ad loca sancta era

una costumbre de gran significado espiritual para los cristianos, a partir del

siglo IV.

97 Con este término, que originariamente (s. II) designaba la secta

instituida por el hereje Taciano, se aludía generalmente a quienes llevaban

una vida de rigurosa abstinencia, más dura de lo prescrito por las normas de

la propia Iglesia.

98 Cf 1 Sam. 16:7.

99 Por consiguiente, no es válido el bautismo administrado por un hereje.

Es ésta una precaución que era necesario seguir con cuidado en la época

en que San Gregorio regía la iglesia de Constantinopla.

100 Cf. Flp. 2:7.

101 Cf. Mt 12:42.

102 Cf. Is. 55:1.

103 Cf. Jn. 4:7.

104 Cf. Is, 32:20.

105 Cf. Joel 4:18.

106 Cf. Gén. 17:12

107 Cf. Ex. 12:22.

108 El hecho de que San Gregorio aconseje esperar tres años antes de

administrar el bautismo a los niños, que en cualquier caso, pueden ser

bautizados antes si hay necesidad de ello, no significa que crea que no

existe, de hecho, el pecado original. Lo que San Gregorio mantiene es que

antes de esa edad el niño sustancialmente no es capaz de pecar, aunque

por efecto del pecado de Adán, tenga la inclinación al pecado.

109 Cf. Lc. 3:23.

110 Cf. Mt. 21:10.

111 Cf. Mt. 4:2.

112 Un reproche contra quienes, a la manera de los "encratitas" a que se

ha hecho referencia antes (cf. 26), se imponían normas rigurosas de vida que

no secundaban, e incluso tal vez se oponían soberbiamente, a los preceptos

y costumbres de la Iglesia.

113 Cf. Lc. 22:17 ss.

114 Cf. Lc. 16:20 ss.

115 Cf. Jn. 1:11.

116 Cf. Lc. 19:2 ss.

117 Otra alusión al concepto de aetas spiritalis. Zaqueo era de cuerpo

menudo, aunque en rigor no se pueda hablar de edad por la baja estatura de

Zaqueo, pero fue espiritualmente grande. En cualquier caso, el texto griego

habla expresamente de la "edad."

118 Is. 58:7.

119 Gál. 3:27.

120 Cf Mt. 18:26.

121 Cf. Mt. 18:23 ss.

122 Esto es, del alma, hecha a imagen y semejanza de Dios (cf. Gén. 1:

26).

123 Sal. 31:1.

124 Sal. 31:2.

125 Cf Mt. 15:22

126 Cf. Lc. 13:11.

127 Cf Lc. 8:43 ss.

128 Cf Jn. 5:7

129 Jn. 5:14.

130 Jn 11:43

131 Cf. Jn. 11:39.

132 Cf. Sal 67:7

133 Cf. Mt. 25:14-30.

134 Cf. Lc. 17:12 ss.

135 Cf. Lc. 6:6.

136 Cf. I Re. 17:9.

137 Cf. Mc. 7:32.

138 Cf. Lc. 18:35.

139 Cf. Sal. 12:4.

140 Cf. Sal. 35:10.

141 Cf. Mt. 13:25.

142 Cf Sal. 83:6.

143 Cf. Lc. 11:24 ss.

144 Cf Mc. 5:9 ss.

145 Sal. 96:11.

146 Is. 60:19.

147 Sal. 75:5.

148 Sal. 26:1.

149 Cf. Sal. 42:3.

150 Cf. Sal. 4:7.

151 Cf. Gén. 19:24.

152 Cf. Sal. 10:7.

153 Cf. Mt. 25:41.

154 Cf. Sal. 96:3.

155 Cf. Mc. 9:48.

156 San Gregorio se pregunta si no será un pensamiento más lógico y

consonante con la bondad y generosidad de Dios creer que el castigo del

infierno no tenga como fin la destrucción del hombre pecador, sino purificarlo

y cancelar las culpas por él cometidas. Las penas del infierno, por

consiguiente, no serían eternas ni definitivas, sino que tendrían como fin

mejorar al hombre. En último término, este pensamiento se remonta a la

doctrina de Orígenes, ampliamente profundizada por San Gregorio de Nisa

en su diálogo El alma y la resurrección.

157 Cf. Is. 5:20.

158 Sal. 138:11 ss.

159 Os 10:12.

160 Mt. 5:14.

161 Rom. 13:13.

162 Cf. Mt. 7:2-5.

163 Cf. Sal. 84:9.

164 Cf. Sal. 142:8.

165 Cf. Sal. 56:5.

166 Cf. Sal. 51:4.

167 Cf. Sal. 10:7.

168 Cf. Act. 2:3.

169 Cf.1 Cor 2:7.

170 Cf. Cant. 1:3.

171 Cf. Jn. 20:27.

172 Cf. Sal. 33:9.

173 Cf. Sal. 18:11.

174 Cf. Col. 2:19.

175 Cf. Sal. 2:12.

176 Cf. Jer. 50:1.

177 Cf. Sal. 13:3.

178 Cf Flp. 3:14.

179 Cf.Jn. 13:5 ss.

180 Cf Sal. 50:12.

181 Cf. Ef.ó, 14.

182 Cf.Ex. 12:11.

183 Sal. 38:10.

184 Jer. 17:16.

185 Cf. Dan. 9:23.

186 Cf 1 Cor. 12:23.

187 Cf. 2 Tim. 1:14.

188 A partir de este punto, en la exposición del símbolo de la Fe que

ocupa todo el capitulo 41 y el siguiente, San Gregorio retoma la polémica

contra los arrianos.

189 Término técnico (idiótes), que indica en qué una hipóstasis se

distingue de la otra, aunque las tres sean Dios. La polémica está dirigida no

sólo contra los arrianos, sino también contra los pneumatómacos quienes,

aunque reconocían la naturaleza divina del Hijo, negaban al Espíritu Santo

esa prerrogativa.

190 Los arrianos se escandalizaban al oir hablar de generación del Hijo,

porque el término implicaba, según ellos, una pasión por parte del Padre.

Mas, objeta San Gregorio, aún es más grave hablar de creación del Hijo,

cosa que le rebajaría a la categoría de simple criatura.

191 En efecto, según los arrianos el Hijo era una criatura, aunque distinta

de los demás. Lo mismo sostenían los pneumatómacos. En cambio, para

ambos, el Espíritu era poco más que una criatura angélica, de dignidad

infinitamente inferior a la del Hijo.

192 O sea, distinguiendo la suprema naturaleza del Padre, único Dios, de

las del Hijo y el Espíritu Santo, creaturas ambos, pero de diferente dignidad.

193 La teología nueva es la de los arrianos, naturalmente. El término

"nuevo," que los Capadocios aplican con frecuencia a los arrianos, connota

que los herejes se han apartado de la enseñanza tradicional de la Iglesia.

194 Siervas de Dios son, lógicamente, todas las criaturas y tales serian el

Hijo y el Espíritu Santo si hubieran sido creados. Es ésta una

argumentación habitual en San Gregorio.

195 No sabemos a quién se refiere San Gregorio con esta alusión. Según

un escolio, que no sabemos en qué se apoya, nuestro escritor se estaría

refiriendo a San Gregorio Taumaturgo.

196 Gál 1:10

197 Astarté era una divinidad adorada por los fenicios. Camos un ídolo de

los moabitas (cf. núm. 21:29) al que Salomón edificó un templo (cf. I Re. 11:

7).

198 Alusión a la teología solar, ampliamente difundida en la última edad

imperial. El culto al sol, nota San Gregorio, es más noble que el culto al

resto de los ídolos, pero sigue siendo el culto a una criatura. Los arrianos se

colocan al mismo nivel que los paganos.

199 En cuanto creaturas, el Hijo y el Espíritu Santo serian tan siervos de

Dios como los hombres.

200 Sobre este fragmento de teología trinitaria, cf. la introducción.

201 Cf. 1 Sam. 17:40.

202 Cf. 1 Re. 17:21.

203 Cf 1 Re. 18. 34.

204 O sea, el fuego del Espíritu Santo que se nos entrega en el Bautismo,

con el agua que es instrumento de ese sacramento.

205 En tono solemne, San Gregorio garantiza la perfecta ortodoxia de la

profesión de Fe que deberá pronunciar el bautizado.

206 Esto es, si ha sido instruido de manera distinta a como requiere la

ortodoxia nicena.

207 Jn 19:22.

208 Sal. 39:10.

209 Cf. Ex. 33:9 ss.

210 Cf Cf. Ex. 31:18.

211 Cf. ibid.

212 Cf. Ex. 19:13.

213 El mundo invisible es aquél que en la Homilía 38 (cap. 8), ha sido

llamado "mundo intelectual," el de los ángeles, que son sustancias

intelectuales e invisibles, pero también creadas.

214 Una afirmación dirigida, sobre todo, contra los maniqueos, que creían

en la existencia de dos principios originantes contrapuestos, uno para el

bien y el otro para el mal. El mal, sin embargo, no tiene subsistencia, según

enseñaba el neoplatonismo y como se lee a menudo en las obras de San

Gregorio de Nisa (cf. Gran homilía catequética, cp. 7; El alma y la

resurrección.)

215 Sant. 2:20.

216 Estas palabras de San Gregorio han hecho pensar en la existencia de

un misterio cristiano, más escondido e importante, en la enseñanza de

nuestro escritor. En realidad el Nacianceno quiere decir simplemente que la

fórmula de Fe expuesta hasta ese momento, indica sólo sumariamente lo

capital de la doctrina cristiana, lo necesario para que sea conocida por los

extraños. Otras doctrinas igualmente importantes están contenidas en la

doctrina de la Iglesia.

217 Como ha notado Bernardi op. cit., pp. 215-216, Gregorio describe aquí

la procesión de los recién bautizados. A la salida del baptisterio entrarán en

la Iglesia, que les había estado prohibida hasta ese momento, y se

detendrán ante el tabernáculo, ante el estrado en que están el obispo y el

clero, a una y otra parte. En el medio se encuentra el altar para el sacrificio.

Durante la entrada de los bautizados en la iglesia, el clero y los demás fieles

entonarán las salmodias, prefiguración de los dulcísimos cantos del cielo,

mientras la procesión se detendrá llevando en las manos las lámparas

encendidas, símbolo de la Fe.

218 Cf. Mt. 25. 1 ss.

219 Cf. Mt. 22:11-14.

220 Cf. de nuevo Lc. 14:15 ss. Todo este pasaje evoca los textos de San

Mateo y San Lucas, entretejiéndolos entre si.

 

San Gregorio de Nisa.

La fecha del nacimiento de San Gregorio de Nisa no se puede afirmar con precisión, pero debió ocurrir entre los años 331 a 335. Por línea paterna descendía de una familia de antigua raigambre cristiana, originaria del Ponto, que había sufrido persecución por confesar la fe; y por línea materna, de una familia de Capadocia que destacaba en la vida militar y civil. Tres de sus hermanos — Macrina, Basilio (llamado el Grande) y Pedro — son venerados como Santos por la Iglesia.

La educación de Gregorio corrió a cargo de su hermano mayor, Basilio. Fue profesor de Retórica, pero animado por sus amigos, en especial por el que luego sería San Gregorio Nacianceno, se retiró al monasterio de Iris, en el Ponto, para dedicarse a prácticas ascéticas y al estudio de la Teología. Su hermano Basilio, metropolita de Cesarea, le consagró obispo en el año 371, para ocupar la sede de Nisa. Por su fidelidad al Concilio de Nicea, fue depuesto por un sínodo de obispos arrianos, celebrado en su ausencia con la ayuda del gobernador del Ponto. Muerto el Emperador Valente, que era arriano, San Gregorio volvió a su sede, y en el año 381 tomó parte muy activa — con San Gregorio Nacianceno — en el Concilio I de Constantinopla, que resolvió definitivamente la cuestión arriana, reafirmando la fe de Nicea y exponiendo la divinidad y consustancialidad del Espíritu Santo. En sus últimos años, se le nombró Arzobispo de Sebaste y redactó los escritos más memorables de su doctrina espiritual, hasta su fallecimiento en el 394.

Su producción literaria no comienza antes del 370, en plena madurez. Tiene escritos de carácter teológico, exegético, homilético y ascético.

Su obra titulada La creación del hombre pertenece al género exegético, y la escribió a instancias de su hermano Pedro, obispo de Sebaste, con el fin de completar las homilías de San Basilio sobre los seis días de la creación, que narra el Génesis. El texto que se recoge es un comentario a la creación del hombre, hecho por Dios a su imagen y semejanza, lo que constituye su mayor dignidad y su máxima excelencia sobre las demás criaturas terrenas.

La profundidad de las obras de San Gregorio de Nisa, que escribió también libros de teología mística, le han valido el sobrenombre de el teólogo, con que es conocido especialmente entre los griegos.

Loarte

El hombre, señor de la creación (La creación del hombre, Il-IV).

Todavía no se hallaba en este hermoso domicilio del universo la criatura grande y excelente que llamamos hombre. Realmente no era conveniente que apareciera el soberano antes que los súbditos sobre quienes tenía que mandar. Preparado primeramente el imperio, era lógico que se proclamare luego el emperador; es decir, después que el Hacedor de todas las cosas le hubo dispuesto la creación entera a modo de regio palacio.

Ese palacio es la tierra, las islas, el mar y, finalmente, el cielo, tendido sobre todo como una bóveda. Y en este palacio se reunieron riquezas de todo linaje; riquezas llamo a la creación entera, cuantas plantas y árboles hay en ella, y cuanto en ella siente, respira y está animado. Y si entre las riquezas hay que contar otras cosas que, por su elegancia o la belleza de su color, tienen los hombres por preciosas — por ejemplo, el oro, la plata y las piedras preciosas, que codician los hombres —, también éstas, en abundancia, las escondió Dios, como regios tesoros, en las profundidades de la tierra.

Después hizo aparecer al hombre en el mundo para que fuera, de una parte, espectador de sus maravillas, y de otra, amo y señor; y por la hermosura y grandeza de lo que contemplaba, rastreara el poder inefable de quien lo hiciera todo, que ningún discurso alcanza. He aquí la causa por la que el hombre fue introducido el último en el mundo, después de creado todo lo demás; no es que fuera echado al último lugar como despreciable, sino que, apenas nacido, recaía sobre él la realeza de la creación que había de estarle sujeta.

Un excelente anfitrión no introduce a su convidado en casa antes de que esté dispuesta la comida. Primero se prepara todo dignamente, se adorna espléndidamente la casa, el comedor, la mesa; una vez que todo está a punto, se introduce al convidado dentro del hogar. Así el Señor, nuestro anfitrión opulento y espléndido, después que hubo adornado elegantemente su casa y preparado un gran convite en el que no había de fallar deleite alguno, introdujo finalmente al hombre, al que le tocaba no adquirir lo que faltaba, sino gozar de lo que allí había. De ahí que hiciera Dios que el hombre, por su constitución misma, constara de dos elementos, mezclando lo espiritual con lo terreno. De este modo habría de resultarle connatural y propio el doble goce: de Dios, por la parte más divina de su naturaleza; de los bienes de la tierra, por la sensación, que es también terrena.

Tampoco hay que pasar por alto que la creación es, por decirlo así, improvisada por el divino poder: los cimientos del mundo y todo el universo aparecen sin más arte, al mandato de Dios. Pero la creación del hombre va precedida de un consejo; el artífice, por la pintura de su Verbo, delinea de antemano su obra futura; y nos dice cómo ha de ser y de qué original ha de copiar la imagen, para qué fin será creado, qué hará en cuanto nazca y sobre quiénes imperará. Todo lo discute de antemano el Verbo, a fin de que el hombre reciba una dignidad más antigua que su mismo nacimiento, y, antes de recibir el ser, posea la soberanía sobre los demás seres creados. Por eso cuenta la Escritura que dijo Dios: hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza, e impere sobre los peces del mar, sobre las bestias de la tierra, y sobre las aves del cielo, y sobre la tierra entera (Gn 1:26).

¡Oh maravilla! Es creado el sol, y no precede consejo alguno. Lo mismo el cielo, que no tiene igual por su belleza en la creación. Toda esa maravilla surge al imperio de una sola palabra, sin que la Escritura nos diga de dónde, ni cómo, ni cosa otra alguna. Y así, sucede con todas y cada una de las demás criaturas: los astros, el aire que nos separa de ellos, el mar, la tierra, los animales, las plantas, todo se produce por la simple palabra de Dios. Sólo para la formación del hombre se prepara el Hacedor del universo con una deliberación, y dispone previamente la materia de la obra, y determina el ejemplar de belleza a que ha de asemejarse, y, señalado el fin para el que ha de nacer, le fabrica una naturaleza correspondiente y propia para las operaciones que ha de ejecutar y acomodada al fin que se le propone.

A la manera que, en las cosas humanas, los artífices dan a los instrumentos que fabrican aquella forma que parece ser la más idónea al uso a que se destinan, así el Artífice sumo fabricó nuestra naturaleza como una especie de instrumento, apto para el ejercicio de la realeza; y para que el hombre fuera completamente idóneo para ello, le dotó no sólo de excelencias en cuanto al alma, sino en la misma figura del cuerpo. Y es así que el alma pone de manifiesto su excelsa dignidad regia, muy ajena a la bajeza privada, por el hecho de no reconocer a nadie por señor y hacerlo todo por su propio arbitrio. Ella, por su propio querer, como dueña de sí, se gobierna a sí misma. .¿Y de quién otro, fuera del rey, es propio semejante atributo?

Según la costumbre humana, los que labran las imágenes de los emperadores tratan primeramente de reproducir su figura y, revistiéndola de púrpura, expresan juntamente la dignidad imperial. Es ya uso y costumbre que a la estatua del emperador se le llame emperador; así, la naturaleza humana, creada para ser señora de todas las otras criaturas, por la semejanza que en sí lleva del Rey del universo, fue levantada como una estatua viviente y participa de la dignidad y del nombre del original primero. No se viste de púrpura, ni ostenta su dignidad por el cetro y la diadema, pues tampoco el original lleva esos signos. En vez de púrpura se reviste de virtud, que es la más regia de las vestiduras; en lugar de cetro se apoya y estriba sobre la bienaventuranza de la inmortalidad; y en el puesto de la diadema se ciñe la corona de la justicia; de suerte que, reproduciendo puntualmente la belleza del original, el alma ostenta en todo la dignidad regia.

¿Qué significa ser cristiano? (Epístola a Armonium, 4-11).

¿Qué significa ser cristiano? Seguro que la consideración de este asunto nos deparará mucho provecho.

En efecto, si captamos con precisión lo que se significa con este nombre — cristiano —, recibiremos gran ayuda para vivir virtuosamente. Pues nos esforzaremos, mediante una conducta más elevada, en ser realmente lo que nos llamamos.

Así le sucede, por ejemplo, al que se llama médico, orador o geómetra: no deja que se le prive de este titulo a causa de su incompetencia, como le ocurriría si en el ejercicio de su profesión se le encontrara sin la experiencia debida. Por el contrario, como no quiere que su nombre se le aplique falsamente, se esfuerza por hacerlo verdadero en su trabajo. Lo mismo debe apreciarse en nosotros. Si buscamos el verdadero sentido de ser cristiano no querremos apartarnos de lo que significa el nombre que llevamos, para que no se emplee contra nosotros la anécdota de la mona, tan divulgada entre los paganos.

Cuentan que en la ciudad de Alejandría un titiritero había domesticado a una mona para que danzase. Aprovechando su facilidad para adoptar los pasos de la danza, le puso una máscara de danzante y la cubrió con un vestido apropiado. Le puso unos músicos y se hizo famoso con el simio, que se contoneaba con el ritmo de la melodía. El animal, gracias al disfraz, ocultaba su naturaleza en todo lo que hacía. El público estaba sorprendido por la novedad del espectáculo; pero había un niño mas astuto, que mostró a los espectadores boquiabiertos que la mona no era más que una mona.

Mientras los demás aclamaban y aplaudían la agilidad del simio, que se movía conforme al canto y la melodía, el chico arrojó sobre la orquesta golosinas que excitan la glotonería de estos animales. Cuando la mona vio las almendras esparcidas delante del coro, sin pensarlo más, olvidada enteramente de la música, de los aplausos y de los adornos de la vestimenta, corrió hacia ellas. Cogió con las manos todas las que encontró y, para que la máscara no estorbase a la boca, se quitó con las uñas apresuradamente la engañosa apariencia que la revestía. De este modo, en vez de admiración y elogios, provocó la risa del público, puesto que, bajo los restos del disfraz, aparecía risible y ridícula.

La falsa apariencia no le fue suficiente a la mona para que la considerasen un ser humano, pues su verdadera naturaleza se descubrió en su glotonería por las chucherías. Así, también serán descubiertos por las golosinas del diablo aquellos que no conformen realmente su naturaleza a la fe cristiana y sean una cosa distinta de lo que profesan.

En efecto, la vanagloria, la ambición, el afán de riquezas y de placer, y todas las demás cosas que constituyen la perversa mercancía del diablo son presentados como chucherías a la avidez de los hombres, en lugar de higos, almendras o cualquiera de esas cosas. Esto es precisamente lo que lleva a descubrir con facilidad a las almas simiescas: quienes simulan el cristianismo con fingimiento hipócrita, se quitan la máscara de la templanza, de la mansedumbre o de cualquier otra virtud en el tiempo de la prueba.

Es necesario conocer la tarea que lleva consigo llamarse cristiano. Sólo así llegaremos a ser de verdad lo que el nombre exige, para que no suceda que, si nos revestimos con el mero ropaje del nombre, aparezcamos ante Aquél que ve en lo escondido como algo distinto de lo que aparentamos ser en lo exterior.

La Meta Divina y la Vida Conforme a la Verdad (1).

Primera Parte: la Meta Divina.

Si alguien aleja un poco del cuerpo la facultad de conocer, si se libera de la servidumbre de sus impresiones irracionales, y mira su alma desde arriba por medio de una reflexión sincera y pura, ése verá claramente en su misma naturaleza la caridad de Dios para con nosotros, y la voluntad del Creador hacia nosotros. En efecto, por medio de esta reflexión encontrará que existe en el hombre el impulso connatural e innato de un deseo que lo lleva hacia lo bello y lo excelente; y que existe en su naturaleza el amor impasible y feliz de esta "Imagen" inteligible y bienaventurada cuya imitación es el hombre.

Pero si el alma está despreocupada y no se mantiene en guardia contra sus distracciones, una carrera errante, de una a otra de las cosas visibles y efímeras va a seducirla y a encantarla. Con una pasión descabellada y un amargo placer la arrastrará hacia un mal temible, que nace de las voluptuosidades de la vida, y que engendra la muerte para cualquiera que se prenda de ellas.

Ahora bien, la gracia de nuestro Salvador concede, a aquellos que la reciben con un ardiente deseo, un remedio salvífico para sus almas: el conocimiento de la verdad. Por ella, la carrera errante que encantaba al hombre termina; el sentido menospreciable de la carne se apaga; el alma es conducida hacia lo divino y hacia su propia salvación por medio de la luz de la verdad: recibe la revelación del conocimiento.

Con magnanimidad, ustedes se decidieron a recibir este conocimiento. Con generosidad, ustedes dan riendas sueltas al amor de Dios, según la misma naturaleza que Dios quiso atribuir al alma. En sus actos ustedes cumplen en común lo que es propio a la "vida apostólica." Desean de nosotros una palabra que les guíe y les conduzca sin rodeos en el viaje de la vida, mostrándoles con precisión cuál es la meta de esta vida para aquellos que participan de ella — cuál es la voluntad de Dios, buena, favorable y perfecta -; cuál es el camino hacia esta meta, y cómo deben comportarse los unos hacia los otros que la recorren — cómo los superiores deben dirigir el "coro filosófico" -; y que trabajos deben asumir aquellos que quieren alcanzar la cumbre de la virtud y preparar dignamente su alma para la venida del Espíritu.

Puesto que ustedes nos reclaman esta palabra, y la quieren no sólo oral sino por escrito, a fin de guardar estas líneas como una bodega de la memoria y poder sacar de ella con oportunidad lo que les será útil, trataremos de responder a sus deseos dejándonos llevar por la gracia del Espíritu.

El principio de la vida cristiana: fe y bautismo

Sabemos muy bien que entre ustedes la regla de la piedad está establecida en la recta doctrina. Ustedes creen firmemente que hay una sola Deidad en bienaventurada y eterna Trinidad. Esta Deidad no sufre absolutamente ningún cambio, sino que debe ser pensada y adorada en una sola esencia, una sola gloria y una voluntad idéntica en sus tres hipóstasis. Hemos recibido esta confesión de muchos testigos, y la proclamamos nosotros también, para gloria del Espíritu que nos lavó en la fuente del sacramento.

Sabemos que esta profesión de fe, piadosa y sin error, firmemente establecida en el fondo del alma, la tenemos en común con ustedes; y conocemos el impulso de ustedes y la ascensión de sus actos hacia el bien y la beatitud; por eso nos limitaremos a escribirles algunos breves principios de instrucción. Los elegimos entre los escritos que nos dio el Espíritu, y en muchos lugares mencionamos las mismas palabras de la Escritura, para apoyar lo que decimos sobre su autoridad y para manifestar que le estamos subordinado. Así no tendremos la impresión de abandonar la gracia de arriba para producir nosotros mismos las elucubraciones ilegítimas de un pensamiento bajo y sin valor, ni de forzar con las filosofías del exterior nuestros ejemplos de piedad, para introducirlos subrepticiamente en la Escritura después de haberlos hecho brotar de una vana presunción.

Pues, aquel que quiere conducir hacia Dios su alma y su cuerpo siguiendo la ley de la piedad y devolverle "el culto incruento y puro," estableciendo como guía de su vida esta fe piadosa que las palabras de los santos nos hacen entender a través de toda la Escritura, aquél debe ofrecer a la carrera de la virtud un alma dócil y bien dispuesta: que se aparte con toda pureza de las trabas de esta vida, y de todas las servidumbres con relación a las cosas bajas y vanas. En resumen, que pertenezca todo entero, por su fe y su vida, a Dios sólo.

El sabe perfectamente que allí donde está la fe piadosa y una vida irreprochable, allí también está el poder de Cristo; y que allí donde está el poder de Cristo, allí también está la derrota de todo mal, y de la muerte que nos roba la vida.

Porque los vicios no tienen en sí un poder suficientemente grande como para poner obstáculo al poder soberano; sino que se desarrollan naturalmente en la desobediencia a los mandamientos. Es lo que experimentó en otros tiempos el primer hombre, y lo que experimentan ahora todos aquellos que imitan su desobediencia con una elección deliberada.

Al contrario, aquellos que se acercan al Espíritu con una disposición recta, y guardan la fe con una certeza plena, son purificados por el mismo poder del Espíritu, no permaneciendo en su conciencia ninguna mancha. Lo afirma el Apóstol: nuestro evangelio no les fue manifestado sólo con palabras, sino también con el poder y en el Espíritu Santo, y con plena certeza (1 Ts 1:5), como ustedes bien lo saben. Y también: que el espíritu de ustedes, su alma y cuerpo, sean guardados irreprochables para el advenimiento de nuestro Señor Jesucristo (1 Ts 5:23), quien por el bautismo ha conseguido la prenda de la resurrección a aquellos que él hace dignos, a fin de que el talento confiado a cada uno le obtenga por su labor la riqueza invisible.

"La edad perfecta" del cristiano es la obra del Espíritu y del alma que se hizo libre

Porque, hermanos míos, el santo bautismo es grande: suficientemente grande para procurar a aquellos que lo reciben con temor la posesión de las realidades inteligibles. El Espíritu es rico y no es envidioso de sus dones: se vierte siempre como un torrente en aquellos que reciben la gracia; y los Apóstoles colmados de esta gracia, han manifestado a las Iglesias de Cristo los frutos de su plenitud. En aquellos que reciben ese don con toda rectitud, el Espíritu permanece; según la medida de la fe de cada uno, él es su huésped; él opera con ellos y construye en cada uno el bien, según la proporción del celo del alma en las obras de la fe.

El Señor lo dijo a propósito de la mina: la gracia del Espíritu Santo se da a cada uno en vista a su trabajo, es decir, para el progreso y crecimiento de aquel que lo recibe. Porque es necesario que el alma regenerada sea alimentada por el poder de Dios hasta la medida de la edad del conocimiento en el Espíritu; está, pues, irrigada con generosidad por la savia de la virtud y el enriquecimiento de la gracia (ver Lc 19:23 ss).

El alma que ha sido regenerada por la potencia de Dios debe nutrirse del Espíritu hasta el límite de la edad intelectual, irrigada continuamente por el sudor de la virtud y por la abundancia de la gracia.

El cuerpo del niño recién nacido no permanece mucho tiempo en la edad más tierna, sino que es fortificado por los alimentos corporales, crece según la ley de la naturaleza, hasta la medida que le es dada. Algo parecido se produce en el alma que recién renació: su participación en el Espíritu anula la enfermedad que había entrado con la desobediencia, y renueva la belleza primitiva de la naturaleza. El alma así renacida no permanece siempre niña, incapaz, inmóvil, dormida en el estado en el cual estaba en su nacimiento; sino que se nutre con los alimentos que le son propios, y hace crecer su estatura por medio de diversos ejercicios y virtudes, según las exigencias de su naturaleza. Por el poder del Espíritu y mediante su propia virtud, se volverá inexpugnable para los ladrones invisibles que lanzan contra las almas sus innumerables invenciones.

Es necesario pues, progresar siempre hacia el "hombre perfecto," según estas palabras del Apóstol: Hasta que alcancemos todos la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al "hombre perfecto," a la medida de la edad de la plenitud de Cristo; a fin de que no seamos más niños, sacudidos y llevados por cualquier viento de doctrina según los artífices del error; sino viviendo según la verdad, crezcamos en todas las cosas hacia Aquel que es la cabeza, Cristo (Ef 4:13-15). Y en otro lugar el mismo Apóstol dice: No se conformen al mundo presente, sino transfórmense renovando su mente, a fin de discernir cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto (Rm 12:2).

La "voluntad perfecta" de Dios.

Lo que el Apóstol entiende por "la voluntad perfecta" es que el alma tome la forma de la piedad, en la medida que la gracia del Espíritu la hace florecer hasta la belleza suprema, trabajando con el hombre que sufre en su transformación.

El crecimiento del cuerpo no depende de nosotros, porque no es según el juicio del hombre ni según su agrado que la naturaleza mide su estatura: ella sigue su propia tendencia y necesidad. Por el contrario, en el orden del nuevo nacimiento, la medida y la belleza del alma — dadas por la gracia del Espíritu, que pasa por el celo de aquel que la recibe — crecen según nuestra disposición. Mientras más extiendas tu combate en favor de la piedad, también más se extenderá la estatura de tu alma, por medio de estas luchas y estos trabajos a los cuales nuestro Señor nos invita diciendo: Luchen por entrar por la puerta estrecha (Lc 13:24; ver Mt 7:13), y también: ¡Háganse violencia! Son los violentos quienes arrebatan el reino de los cielos (ver Mt 11:12). Y también: Aquel que persevere hasta el fin, ése se salvará (Mt 10:22). Y: Por su perseverancia tomarán posesión de sus almas (Mc 13:12). A su vez dice el Apóstol: Por la paciencia, corramos la carrera que se nos propone (Hb 12:1), y también: Corran de manera que ganen el premio (1 Co 9:24), y de nuevo: Como servidores de Dios por medio de una paciencia incansable (2 Co 6:4)

Nos invita pues a correr, y a dirigir todo nuestro esfuerzo a estos combates, puesto que el don de la gracia está proporcionado a los esfuerzos de aquel que la recibe.

Porque es la gracia del Espíritu la que concede la vida eterna y la alegría inefable en los cielos; y es el amor el que por la fe acompañada de las obras, gana el premio, atrae los dones y hace gozar de la gracia. La gracia del Espíritu Santo y la obra buena concurrente al mismo fin colman con esta vida bienaventurada el alma en la que ellas se reúnen.

Al contrario, separadas, no procurarían al alma ningún beneficio. Porque la gracia de Dios es de tal naturaleza que no puede visitar a las almas que rehúsan la salvación; y el poder de la virtud humana no basta por sí solo para elevar hasta la forma de la vida celestial a las almas que no participan de la gracia. Si el Señor no edifica la casa ni guarda la ciudad, dice la Escritura, en vano vigila el guardián y trabaja el que construye (Sal 126:1). Y también: No son sus espadas las que conquistaron la tierra, no son sus brazos los que los salvaron — aun si los brazos y las espadas han servido en el combate — sino tu mano y tu brazo (oh Señor), y la luz de tu rostro (Sal 43:4).

¿Qué quiere decir esto? Que desde arriba el Señor lucha con los que luchan — y que la corona no depende solamente del trabajo de los hombres ni tampoco de sus esfuerzos -. Las esperanzas descansan finalmente sobre la voluntad de Dios.

Es necesario, pues, saber en primer lugar cuál es la voluntad de Dios; mirarla dirigiendo hacia ella todos nuestros esfuerzos; y, tendidos hacia la vida bienaventurada por el deseo, disponer en vista a esta vida nuestra propia existencia.

La "voluntad perfecta" de Dios consiste en purificar el alma de toda mancha por la gracia, elevarla por encima de los placeres del cuerpo, y que se ofrezca a Dios, pura, tendida por el deseo, y hecha capaz de ver la luz inteligible e inefable.

Entonces el Señor declara al hombre "bienaventurado": Bienaventurados los corazones puros, porque verán a Dios (Mt 5:8). Y en otra parte ordena: Sean perfectos como su Padre del cielo es perfecto (Mt 5:48).

El Apóstol exhorta a correr hacia esta perfección cuando dice: Para llevar a todos los hombres hasta la perfección en Cristo, me fatigo luchando (Col 1:28).

La libertad del alma librada de la vergüenza.

Para los que desean una vida auténticamente filosófica, David, hablando en el Espíritu, enseña el camino de la verdadera filosofía -el camino que deben tomar para llegar a la meta perfecta-, los bienes que deben pedir a Aquel que da: Que mi corazón, dice, se vuelva inmaculado en tu justicia, a fin de que no pase vergüenza (Sal 118:80). Diciendo esto, invita a aquellos que por sus malas acciones se han cubierto de vergüenza, a temer esta vergüenza y a desembarazarse de ella como de un vestido manchado, un vestido de infamia.

Dice también: No tendré vergüenza si escudriño todos tus mandamientos (Sal 118:6). Observa cómo el Espíritu pone en el cumplimiento de los mandamientos la "libertad" del alma.

David dice también: Construye en mí, oh Dios, un corazón puro; establece en mi seno un espíritu nuevo y recto; afiánzame con el Espíritu soberano (Sal 50:12).

En otra parte pregunta: ¿Quién subirá a la montaña del Señor? (Sal 23:3). Entonces responde: El hombre de manos inocentes, y puro corazón (Sal 23:4).

He aquí quien subirá a la montaña del Señor: aquel que es puro en todas las cosas, quien por el pensamiento, el conocimiento o los actos, no manchó su alma hasta el fondo obstinándose en el mal; aquel que habiendo recibido el "Espíritu soberano," reconstruyó con obras y con buenos pensamientos su corazón, que había sido destruido por el mal.

El alma se vuelve la esposa de Cristo, se asimila a El

El Santo Apóstol, hablando a los que decidieron vivir en la virginidad, describe cual debe ser este género de vida: La virgen, dice, piensa en las cosas del Señor, cómo ser santa en el cuerpo y en el espíritu (1 Co 7:34), queriendo significar con esto cómo purificarse en cuanto al alma y a la carne. Y exhorta a huir de todo pecado -visible o escondido- es decir, a abstenerse enteramente de las faltas que se cometen con las acciones y de las que se cumplen en el pensamiento. Porque la meta para el alma honrada con la virginidad consiste en acercarse a Dios y hacerse la esposa de Cristo.

Aquel que desea unirse con alguien debe, por supuesto, adoptar su manera de ser, imitándolo. Es pues una necesidad para el alma que desea convertirse en esposa de Cristo, hacerse conforme a la belleza de Cristo, por medio de la virtud, según el poder del Espíritu. Porque no es posible que se una a la luz aquel que no brilla con el reflejo de esta luz. Y he aprendido del Apóstol Juan: Cualquiera que tiene esta esperanza se santifica, como Cristo mismo es santo (1 Jn 3:3). El Apóstol Pablo escribe también: Sean mis imitadores como yo lo soy de Cristo (1 Co 11:1).

El alma que quiere levantar vuelo hacia lo divino y adherirse fuertemente a Cristo, debe pues alejar de sí toda falta; las que se cumplen visiblemente con las acciones: quiero decir, el robo, la rapiña, el adulterio, la avaricia, la fornicación, el vicio de la lengua, en resumen, todos los géneros de faltas visibles; y también los males que se introducen subrepticiamente en las almas, y que permaneciendo escondidos para la gente del exterior, devoran al hombre de una manera cruel: es decir, la envidia, la incredulidad, la malignidad, el fraude, el deseo de lo que no conviene, el odio, el fingimiento, la vanagloria, y todo el enjambre engañador de estos vicios que la Escritura odia, que rechaza con disgusto al igual que los pecados visibles, como si fueran de la misma ralea y generados del mismo mal.

Porque ¿de quién el Señor dispersará los huesos? ¿No es acaso de aquellos que quieren agradar a los hombres? ¿A quién el Señor rechazará como maldito y asesino? ¿No es acaso al hombre engañador y pérfido? ¡El hombre de sangre y de fraude, el Señor lo maldice! (Sal 5:7). ¿Y David no condena abiertamente a aquellos que dicen "Paz" a su prójimo pero cuyo corazón está lleno de maldad (Sal 27:3).

La regla de la verdad: "Aquel que ve en lo secreto"

Dios llama, pues, "obra de pecado" al movimiento del corazón que se produjo en secreto (Sal 57:3). En consecuencia, exhorta a no buscar alabanzas de los hombres, y a no enrojecerse por sus menosprecios. Porque la Escritura declara privados de recompensa en el cielo a aquellos que socorren al pobre con ostentación, y que se glorifican de sus limosnas en la tierra. Si, en efecto, buscas agradar a los hombres, y das para ser alabado, el salario de tu buena acción te está pagado por las alabanzas humanas en vista de las cuales has mostrado beneficencia. No busques, pues, más recompensa en el cielo, tú que colocas tus trabajos aquí abajo; y no esperes honores cerca de Dios, tú que los has recibido de los hombres.

¿Deseas una gloria inmortal? Muestra tu vida en lo secreto, a Aquel que es suficientemente poderoso para procurar la gloria que deseas. ¿Temes una vergüenza eterna? Teme a Aquel que desvelará tu vergüenza en el día del juicio.

¿Pero cómo entonces el Señor dijo: que la luz de ustedes brille delante de los hombres, para que vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre de ustedes que está en los cielos (Mt 5:16)? Es que anima al hombre que cumple los mandamientos de Dios para hacer todas sus acciones mirando hacia Dios -a agradar a Dios solo, sin correr detrás de cualquier gloria que viene de los hombres-; a huir más bien de sus elogios, así como de la ostentación; a hacerse conocer por todos por su vida y sus obras, de tal manera que los espectadores -no dijo: "admiraran la demostración"-, sino glorifiquen al Padre de ustedes que está en los cielos (ibíd.).

Lo que ordena aquí es referir toda la gloria al Padre, y cumplir toda acción en vistas a la voluntad del Padre. Y así estará cerca del Padre, en quien se encuentra la recompensa de las obras de virtud.

El Señor te invita a huir del elogio que viene de los hombres y de la tierra y de desviarte de él. Porque no solamente aquel que lo busca y lo atrae se priva de la gloria de la vida eterna, sino que puede desde ahora esperar el castigo. Pobres de ustedes, dice el Señor, cuando los hombres hablen bien de ustedes (ver Lc 6:26).

Huye, entonces, de todo honor humano, cuyo fin es la vergüenza y la confusión eternas, y tiende hacia las alabanzas de arriba, de las cuales David canta: Mi alabanza está cerca de ti (Sal 21:26), y: Mi alma se gloría en el Señor (Sal 33:3).

Aun cuando se trate simplemente del comer, el bienaventurado Apóstol recomienda no tomar de cualquier manera la comida que se encuentra preparada, sino dar gloria en primer lugar a Aquel que da los medios para sostener la vida. Es, pues, en todas las cosas que ordena menospreciar la gloria de los hombres y buscar sólo la gloria de Dios.

Quien busca las alabanzas no tiene fe

Aquel que busca la gloria de Dios, el mismo Señor lo llama "fiel"; mientras que junta con los "infieles" a aquel que ambiciona los honores de aquí abajo. ¿Cómo podrían creer — dice — ustedes que reciben gloria los unos de los otros, y no buscan la gloria que viene sólo de Dios? (Jn 5:44).

¡Y el odio! Aprende del Apóstol Juan lo que es: Aquel que odia a su hermano es un homicida — dice — y ustedes saben que ningún homicida tiene la vida eterna (1 Jn 3:15). Rechaza pues de la vida eterna a aquel que tiene odio contra su hermano como si fuera un homicida; o más bien dice abiertamente que el odio es un homicidio. Porque aquel que suprime y destruye el amor del prójimo, y que en lugar de amigo se vuelve enemigo, puede ser considerado verdaderamente como quien entretiene contra su prójimo el odio escondido que alimentan los homicidas hacia las víctimas que se proponen derribar.

Que no hay ninguna diferencia entre las faltas escondidas en el interior y las que se ven y aparecen, el Apóstol lo muestra con sagacidad reuniéndolas y colocándolas sobre el mismo plano: Como no juzgaron bueno guardar el conocimiento de Dios, Dios los abandonó a sus inteligencias depravadas, de tal manera que hacen lo que no hay que hacer, llenos de iniquidad, de malicias, de fornicación, de avaricia, de maldad, llenos de envidia, de homicidios, de querellas, de fraude, de maleficencia; maldicientes, detractores, detestables para Dios, despreciativos, orgullosos, altaneros, inventores de calamidades, desobedientes a sus padres, insensatos, desordenados, sin afectos, sin lealtad, sin misericordia. Ellos no conocen la justicia de Dios -y sabiendo que aquellos que hacen estas cosas son dignos de muerte- no solamente las hacen, sino que aprueban a los que las hacen (Rm 1:28-32).

¿Ves cómo flagela la maldad, el orgullo, el engaño y los demás vicios escondidos, al mismo tiempo que el asesinato, la avaricia y todos los crímenes de esta naturaleza? En cuanto el mismo Señor, proclama: lo que está elevado entre los hombres es abominación delante de Dios (ver Lc 16:5b); y: Aquel que se eleva será abajado, aquel que se abaja, será elevado (Lc 14:11). La Sabiduría dice también: Un corazón que se eleva es impuro delante de Dios (Pr 16:5).

La "ley del pecado"

También en otros libros de las Escrituras se podrían encontrar muchos otros textos que condenan las faltas escondidas en las almas. Estos vicios son malos y difíciles para sanar: se fortifican en la profundidad del alma, hasta el punto que no es posible extirparlos y arrancarlos por la sola fuerza y celo del hombre. Se lo alcanza sólo atrayendo por la oración el poder del Espíritu, para combatir juntos; entonces uno se hace dueño de este mal, que es un tirano interior. El Espíritu nos lo enseña por medio de la voz de David: Purifícame de mis pecados ocultos; preserva a tu servidor de los vicios que están en él como extranjeros (Sal 18:13-14).

Es necesario, pues, vigilar de cerca, volviéndose con frecuencia hacia el alma como el jefe de guerra que grita y manda: Hombre, guarda tu corazón con toda vigilancia, porque de él procede la vida (Pr 4:23). Ahora bien, la guarda del alma es el juicio de la piedad, fortificado por el temor de Dios, la gracia del Espíritu y las obras de la virtud. Aquel que arma su alma con ellos desvía con facilidad los asaltos del tirano, quiero decir, el fraude y la codicia, el orgullo y la cólera, la envidia y todos los movimientos perversos del mal que se forman en el interior del hombre.

Nadie puede servir a dos maestros

El cultivador de la virtud debe ser, pues, un hombre franco y firme, sabiendo cultivar los únicos frutos de la piedad; que no extravíe nunca su vida sobre los caminos del mal; que nunca aleje de la fe el juicio de la piedad, sino que sea alguien simple y derecho.

Que ignore los sentimientos extraños a su propio camino. Porque el camino abrazado por el hombre solo y aquel que pasa por la unión con una mujer no podrían conseguir el mismo salario de vida.

El bienaventurado Moisés dijo: No engancharás juntos en tu arado animales de distintas especies tales como un buey y un asno; sino que trillarás tu grano poniendo bajo el yugo a los animales de una misma especie. No tejerás lino con lana ni lana con lino en un mismo vestido. En el suelo de la tierra no sembrarás dos semillas distintas, la una sobre la otra ni el mismo año. No aparearás dos animales de especies distintas, sino que juntarás aquellos de la misma especie (ver Dt 22:10 y Lv 19:19).

¿Qué quieren decir estos enigmas para el santo? Que no se debe sembrar en la misma alma el vicio y la virtud, compartir su vida entre contrarios, cultivando al mismo tiempo las espinas y el trigo. La esposa de Cristo no debe cometer el adulterio con los enemigos de Cristo: no puede engendrar por una parte la luz y por otra las tinieblas.

Porque estas cosas no están hechas para caminar juntas, ni tampoco las partes de la virtud con las del vicio. ¿Qué tipo de amistad podría establecerse entre la moderación y la intemperancia? ¿Qué acuerdo entre la justicia y la injusticia? ¿Qué sociedad entre la luz y las tinieblas? ¿No sucederá de manera infalible que el uno perderá el terreno en favor del otro y no deseará permanecer frente al asaltante?

Es necesario que el sabio agricultor desparrame, como de una fuente buena para beber, las aguas puras de la vida, sin mezcla de ningún lodazal; porque debe conocer sólo las únicas cosechas de Dios, y trabajar en ellas con perseverancia durante toda su vida. Entonces, incluso si un pensamiento extraño aparece bajo la cobertura de los frutos de la virtud, Aquel que lo ve todo mirará tus trabajos; y con prontitud, por medio de su propio poder, cortará esta raíz de malos pensamientos, falsa y escondida, antes de que brote. Porque si alguien persevera en los trabajos de la virtud, la gracia del Espíritu lo acompaña destruyendo cuanto antes las semillas del vicio. Y es imposible que aquel que se adhiera siempre a Dios pierda la esperanza o sea dejado sin defensa.

La oración obtiene todo

Has leído en el Evangelio la historia de esta viuda que expone a un juez inicuo una gran injusticia. Mucho tiempo y perseverancia en su requerimiento triunfan de las costumbres del juez y la lleva a sacar venganza del injusto agresor. Pues bien, tú también no te desanimes cuando reces. Porque si la audacia de esta mujer llegó a quebrar la arbitrariedad de un juez sin piedad, ¿cómo podría ser posible desesperar de la solicitud de Dios, de quien sabemos que la misericordia previene a menudo a aquellos que lo invocan? Por otra parte, el mismo Señor espera la perseverancia de nuestras oraciones en esta parábola. El nos exhorta a insistir: Vean, explica, lo que dice el juez inicuo. ¿Y Dios no hará justicia a los que gritan a él día y noche? Yo les digo: les hará justicia y pronto (Lc 18:6-8).

Los dones del Espíritu

El Apóstol, sabiendo que muchos esfuerzos y combates esperan a los discípulos de la piedad en sus progresos hacia la perfección, proponiendo a todos la meta verdadera, escribe: ...corrigiendo a todos los hombres e instruyéndolos con toda sabiduría, a fin de que cada uno llegue a la perfección en Cristo. Por eso me fatigo luchando (Col 1:28-29). Además, pide que aquellos que por el bautismo se hicieron dignos de recibir el sello del Espíritu, adquieran el crecimiento de "la edad del conocimiento" (edad espiritual) bajo la conducción del Espíritu: Habiendo tenido noticia de la fe de ustedes, y de la caridad que tienen para con todos los santos, no ceso de orar por ustedes y de pedir que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, les de el Espíritu de sabiduría y de revelación en su conocimiento: que los ojos de su corazón sean iluminados para que sepan cuál es la esperanza de su llamado y la riqueza de la gloria de su herencia entre los santos, y cuál es la grandeza supereminente de su poder, a favor nuestro, para nosotros los creyentes (Ef 1:16-19).

Después habla del modo de participación del Espíritu: según la operación de su potencia, que él obró en Cristo resucitándolo de entre los muertos (ibíd., 1:19). Se expresa claramente sobre la participación con el Espíritu y sobre la acción de éste en favor de aquellos que lo reciben: ... para que ustedes también reciban de la misma manera su plenitud.

Un poco más lejos en la misma epístola, implora para ellos algo mejor, pidiendo que baje sobre ellos el perfecto poder del Espíritu: Por eso doblo las rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien toma su nombre toda familia en los cielos y en la tierra, para que según la riqueza de su gloria, les conceda ser poderosamente fortalecidos en el hombre interior por su Espíritu; que Cristo habite por la fe en sus corazones, que arraigados y fundados en la caridad, puedan comprender, en unión con todos los santos, cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, y conocer la caridad de Cristo, que supera toda ciencia, para que sean llenos de toda plenitud de Dios (Ef 3:14-19).

El camino supereminente

Ya en otra epístola habla a sus discípulos de las mismas realidades, revelándoles el tesoro del Espíritu, y exhortándolos a participar de él: Aspiren a los mejores dones. Pero quiero mostrarles un camino mejor. Si yo hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, soy como un bronce que suena o un címbalos que retiñe. Y si tuviera el don de profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, y tuviera una fe que trasladara montañas, si no tengo caridad, no soy nada. Y si repartiera todos mis bienes y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo caridad, para nada me aprovecha (1 Co 13:1-3).

¿Pero, qué es pues la superioridad de la caridad y cuáles son sus frutos? ¿De qué males aleja a aquel que la posee, y qué bienes procura? El Apóstol lo muestra con sabiduría con estas palabras: La caridad es longánima, es benigna, no es envidiosa, no es jactanciosa, no se hincha; no es descortés, no busca lo suyo, no se irrita, no piensa mal; no se alegra de la injusticia, se complace en la verdad; todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera. La caridad jamás terminar (1 Co 13:4-8).

Esto es hablar con una perfecta sabiduría y exactitud. La caridad jamás terminará. ¿Qué significa esto? Si alguien consigue estos carismas que el Espíritu concede -quiero decir las lenguas de los ángeles, la profecía, la ciencia, el don de sanación- pero no está aun plenamente liberado, por la caridad del Espíritu, de las pasiones que lo perturban desde el interior, y no recibió aun en su alma el perfecto remedio de la salvación, ése permanece en el temor de una caída, porque no tiene la caridad que funda y confirma en la estabilidad de la virtud.

No te quedes pues en los dones. ¡Y no pienses que con la gracia rica y generosa del Espíritu, nada te falta para la perfección! sino que cuando afluyan hacia ti esta profusión de dones, entonces hazte pobre de espíritu. Acurrucado bajo el temor de Dios y contando solo con la caridad como fundamento del tesoro de la gracia para el alma, sigue combatiendo toda impresión descabellada antes de haber alcanzado la cumbre de la meta de la piedad: el mismo Apóstol te precedió, y trae allí a sus discípulos por su oración y por su doctrina, mostrincircuncisión, lo que vale es ser una nueva criatura. Y a todos los que siguen esta norma, paz y misericordia, así como al Israel de Dios (Ga 6:15-16).

La nueva criatura

Dice también: Si alguien es de Cristo, se ha hecho criatura nueva, y lo viejo pasó (2 Co 5:17). Ser "nueva criatura" es la regla apostólica: regla que el Apóstol en otra epístola expresa con penetración:... a fin de presentársela a sí gloriosa, sin mancha o arruga o cosa semejante, sino santa e inmaculada (Ef 5:27).

Llama pues "nueva creación" la inhabitación del Espíritu Santo en el alma pura y sin mancha, alejada de toda malicia, perversidad o torpeza. Cuando el alma, en efecto, haya alcanzado el odio al pecado, y se haya entregado a Dios según sus fuerzas por medio del gobierno de la virtud, cuando reciba la gracia del Espíritu y se encuentre transformada por la divina gracia, será enteramente nueva y recreada. La advertencia: Purifíquense de la vieja levadura para transformarse en una masa nueva (1 Co 5:7) expresa la misma enseñanza. Así también: Celebremos este banquete, no con la vieja levadura, sino con los ázimos de pureza y de verdad (1 Co 5:8).

Puesto que el enemigo tiende sus trampas al alma por todos lados lanzando hacia ella su maleficencia, y que las fuerzas humanas son por sí mismas inferiores en semejante combate, el Apóstol nos ordena armar nuestro miembros con las armas celestiales: nos invita a revestirnos con la coraza de la justicia, a calzar nuestros pies con la preparación de la paz, a ceñirnos con la verdad, tomando por encima de todo eso el escudo de la fe con que poder apagar los encendidos dardos del maligno (ver Ef 6:14-16). Los dardos encendidos son las pasiones no reprimidas. Nos exhorta también a tomar el casco de la salvación y la espada santa del Espíritu. Por la espada santa se entiende la Palabra poderosa de Dios. El alma debe armar su mano derecha con ella para rechazar las maquinaciones del enemigo.

Pero, ¿cómo podemos tomar estas armas? Apréndelo del mismo Apóstol: Por la oración continua y la súplica -dice-. Recen en el Espíritu en todo tiempo. Por eso vigilen en todo tiempo y con perseverancia (Ef 6:18). Y ora por todos con estas palabras: Que la gracia de nuestro Señor Jesucristo, y la caridad de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté con todos ustedes (2 Co 13:13). Y también: Que el espíritu de ustedes, alma y cuerpo, se conserve entero, sin mancha para la venida de nuestro Señor Jesucristo (1 Ts 5:23).

El cristiano perfecto: "el mayor mandamiento"

¿Ves cuántos medios de salvación te mostró? Y todos tienden hacia el único camino y la única meta, que es la de ser un cristiano perfecto. Es el fin hacia el cual deben apurarse, por medio de una fe robusta y una esperanza constante, aquellos que están prendados por la verdad y que se adelantan con alegría, con pleno fervor en lo más fuerte de la lucha. Para ellos la carrera de la vida se cumple con facilidad hasta la cumbre de estos mandamientos de donde se desprende toda la Ley y los profetas. ¿Qué mandamientos? Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todo tu pensamiento, y a tu prójimo como a ti mismo (Dt 6:5).

Tal es la meta de la piedad, que el mismo Señor y los Apóstoles por él formados nos han transmitido. ¡Y si con algunas digresiones prolongamos un poco nuestro discurso, preocupados por establecer la verdad más que de economizar las palabras, ¡no se nos censure! Porque una vez conocidas las reglas de la filosofía, conociendo así claramente el trabajo del viaje y el fin de la carrera, todos repudiarán la presunción y la gloria que inspiran los éxitos alcanzados. Para una vida eterna renunciarán a sus almas, como dice la Escritura, y mirarán hacia una sola riqueza: la que Dios propone a los que lo aman, como el premio ganado por su amor a Cristo, porque llama a ello a todos aquellos que se ofrecen con prontitud para sostener la lucha, a todos aquellos para quienes la cruz de Cristo basta como viático en el país de esta vida.

El cristiano perfecto: "que renuncie a sí mismo y cargue con su cruz"

Con alegría y buena esperanza deben, llevando su cruz, seguir al Dios Salvador. Que adopten como ley y como itinerario de su vida la economía divina, como lo dice el mismo Apóstol: Sean mis imitadores como yo lo soy de Cristo (1 Co 11:1). Y también: Por la paciencia corramos el combate que se nos ofrece, puestos los ojos en Jesús, que es el autor y consumador de la fe: el cual, en vez del gozo que se le ofrecía, soportó la cruz, sin hacer caso de la ignominia, y está sentado a la diestra del trono de Dios (Hb 12:1-2).

Es de temer, en efecto, que transportados por los dones del Espíritu, encontremos en nuestros pequeños éxitos de virtud un motivo para enorgullecernos y gloriarnos; entonces caeríamos de nuestro impulso antes de alcanzar el término de nuestra esperanza. Todo el trabajo ya hecho se volvería inútil, y aparecería que somos indignos de la perfección hacia la cual la gracia del Espíritu nos arrastra.

"Tendidos hacia lo que está adelante"

No debemos, pues, bajo ningún pretexto aflojar la intensidad de nuestro esfuerzo, ni dejar el combate que nos espera, ni ocupar nuestro espíritu con lo que está atrás -si algo bueno se hizo-, sino olvidar todo eso y con el ejemplo del Apóstol: tender hacia lo que nos precede (Flp 3:13).

Mientras nuestro corazón se rompe bajo la tensión del esfuerzo, con un deseo insaciable de justicia -porque sólo de ella deben tener hambre y sed aquellos que buscan alcanzar la perfección-, nos volveremos humildes, y compenetrados por el temor de Dios, viendo que estamos lejos de las promesas, y exiliados de la perfecta caridad de Cristo. Porque aquel que ama esta caridad y que mira hacia arriba, hacia la promesa, no se exalta con los éxitos logrados, ni cuando ayuna, ni cuando vigila, ni cuando aplica su celo a otras formas de virtud; sino lleno del deseo de Dios, y mirando con intensidad hacia Aquel que lo llama, considera todo lo que hace por alcanzarlo como poca cosa y como indigno de recompensa. Mientras dura esta vida, se sobrepasa continuamente a sí mismo, acumulando trabajos sobre trabajos y virtudes sobre virtudes, hasta que esté frente a Dios, precioso por sus obras, pero no teniendo conciencia de haberse hecho digno de El.

El amor sin medida

Porque acá reside la cumbre de la "filosofía": que aquel que es grande por las obras se abaje en su corazón y condene su vida con temor de Dios haciendo caer la opinión que tiene de sí mismo.

Así gozará de la promesa en la medida en que creyó y en que amó, no en la medida en que trabajó y se cansó.

Porque los dones son muy grandes para que pueda encontrar trabajos dignos de ellos. Lo que hace falta es una gran fe y una gran esperanza; entonces la recompensa se medirá en base a estas dos virtudes, y no a los ejercicios. El soporte de la fe es la pobreza según el Espíritu, y el amor de Dios sin medida.

Segunda Parte: la Vida Común.

Pienso haber dicho lo suficiente sobre la meta que esperan aquellos que abrazan la vida filosófica. Queda por precisarse cómo deben vivir juntos, qué ejercicios elegir, cómo correr la carrera compitiendo los unos con los otros, hasta que alcancen la ciudad de arriba.

La pobreza perfecta

Es necesario que menospreciando absolutamente los espejismos de esta vida, renunciando a sus padres, renunciando también a todas las glorias de aquí abajo, prendado de la gloria celestial, y unido espiritualmente a sus hermanos según Dios, el monje reniegue aun de su propia alma para ganar la vida eterna. Renegar de su alma, consiste en no buscar de ninguna manera su voluntad propia. Sino más bien que la voluntad del hombre realice "la Palabra de Dios" -esta Palabra que mandó-, y la tenga como el buen piloto que dirige a toda la asamblea de los hermanos, en la unanimidad, hacia el puerto de la voluntad de Dios.

Que no posea nada; que no considere nada como propio, al margen de la comunidad, salvo el vestido que cubre su cuerpo. Porque si no tiene nada, si se encuentra desnudo, despojado de la preocupación de su propia vida, servirá al bien común y ejecutará de buen grado las órdenes de los superiores, en la alegría y la esperanza, como un servidor de Cristo bien dispuesto, que comparte la necesidad común de los hermanos. Esto, el mismo Señor lo quiere y lo ordena, cuando dice: Aquel que quiere ser grande, y ser el primero entre ustedes, ser el último y el servidor de todos (Mc 9:34).

El servicio humilde y gratuito

Este servicio debe ser, pues, gratuito, y no dará ningún honor y gloria al servidor, a fin de que éste no parezca "servir para ser visto y agradar a los hombres," como dice la Escritura (ver Ef 6:6). Al contrario, que sirva como si sirviera al Señor en persona; que camine por el camino angosto, y cargue sobre sí con fervor el yugo del Señor. Si El lo sostiene desde el comienzo hasta el fin, él mismo será llevado hasta el fin con alegría y buena esperanza.

Debe ubicarse más abajo que todos, y servir a sus hermanos como si fuera deudor de un crédito. Que deje caer en su alma las preocupaciones de todos, y que cumpla la caridad en toda su amplitud, porque es debida.

Los superiores son más servidores que todos los demás

Los superiores de este coro espiritual deben considerar la grandeza de este cargo, prever los artífices del mal que construyen trampas a la fe, y correr la carrera de la manera que conviene a su autoridad, sin que nunca el poder les inspire ideas de grandezas. Porque allí reside un peligro; y algunos que parecían ser superiores a los demás y dirigirles hacia la vida celestial, se perdieron en secreto por su orgullo.

Pues es conveniente que aquellos que están establecidos en el cargo de superiores, se sacrifiquen más que los demás, tengan sentimientos aún más humildes que sus subordinados, y presenten a sus hermanos, por sus propias vidas, el mismo tipo de servicio. Que miren a los que les son confiados como depósitos pertenecientes a Dios.

Si actúan así, forjando el coro sagrado por sus cuidados cotidianos, manifestando la doctrina según la necesidad de cada uno para salvar la disposición que distinga a cada uno -y si en lo secreto tienen en el pensamiento un sentimiento humilde, como buenos servidores que vigilan sobre la fe-, ganan para ellos mismos, por medio de una vida tal, una gran recompensa.

Ocúpense, pues, de aquellos que dependen de ustedes, como los buenos pedagogos se ocupan de niños jóvenes confiados por sus padres: estudian el temperamento de los niños, y usan de la vara con unos, de una exhortación con otros, de elogios con los terceros, etc. Y no hacen nada de todo eso por favor o por enemistad, sino que adaptan sus medios a los casos que se presentan y al carácter del niño, para prepararlo con seriedad a la vida.

Ustedes también, dejando toda animosidad contra los hermanos, y toda presunción, ajusten sus palabras a las fuerzas e inteligencias de cada uno. Den a uno muestras de estima, avisen al otro, exhorten tal otro; como un buen médico que procura remedios según la necesidad de cada uno: observa a sus pacientes, y aplica a uno remedios benignos, a otro algunos más violentos; no agobia a ninguno de los que necesitan sus cuidados, sino que adapta su arte a las almas y a los cuerpos. Tú entonces, confórmate a las necesidades de la causa, a fin de educar bien el alma del discípulo que tiene los ojos puestos en ti, y de presentar al Padre la virtud de esta alma toda resplandeciente, como digna heredera de sus dones.

Si se comportan así los unos con los otros -los que están establecidos como superiores, y aquellos que los tienen por maestros-, los unos obedeciendo con alegría a los superiores, los otros conduciendo con felicidad a los hermanos hacia la perfección, honrándose recíprocamente (ver Rm 12:10), entonces vivirán sobre la tierra la vida de los ángeles.

Que ningún humo de orgullo se manifieste entre ustedes; sino que la simplicidad, la armonía, un porte franco, forjen el coro.

Y que cada uno se persuada no solamente de que es inferior al hermano que vive con él, sino aún que es inferior a todo hombre: cuando haya entendido esto, será verdaderamente discípulo de Cristo. Como lo ha dicho el Salvador, el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado (Lc 14:11). Y también: Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos, pues tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos (Mt 20:28 y Mc 23:12). Y el Apóstol: No nos predicamos a nosotros mismos, sino al Señor Jesucristo, siendo para ustedes servidores por amor a Jesús (2 Co 4:5).

Conociendo, pues, los frutos de la humildad y el castigo del orgullo, imiten al Maestro amándose los unos a los otros. Por el bien común, no vacilen más frente a la muerte que frente a cualquier otro sufrimiento; caminen para Dios sobre el camino por donde éste marchó entre nosotros; avancen como un solo cuerpo y una sola alma, hacia la llamada de arriba; amen a Dios y ámense los unos a los otros. Porque la caridad y el temor del Señor, es el más alto cumplimiento de la ley.

El orden de la caridad

Cada uno de ustedes debe establecer el temor y la caridad como un fundamento fuerte y firme en su alma, e irrigarla sin cesar con buenas acciones y con la oración perseverante. Porque la caridad hacia Dios no nace ni se desarrolla naturalmente en nosotros por azar, sino con penas y con grandes cuidados, y con la ayuda de Cristo.

Así dice la Sabiduría: Si la buscas como se busca la plata, cual si excavaras un tesoro, entonces comprenderás el temor de Yahvé y hallarás el conocimiento de Dios (Pr 2:4-5). Ahora bien, encontrando el conocimiento de Dios, tomarás el temor con facilidad, y cumplirás felizmente lo que viene después, quiero decir la caridad para con el prójimo. Porque una vez adquirido con trabajo el amor de Dios, que es el primero y el más grande, el otro que es menor, se agrega al primero con menos dificultad. Pero si el primero falla, el segundo no puede existir auténticamente.

¿Cómo, en efecto, aquel que no ama a Dios con todo su corazón y todo su espíritu, podría darse con sinceridad y asiduamente al amor de sus hermanos, puesto que no cumple para Dios esta caridad a la que uno puede aplicarse solamente para él?

El inventor del pecado encuentra desarmado a este infeliz que no entrega a Dios su alma entera ni comulga con su caridad. Le hace dar un traspié y pronto lo domina por medio de golpes pérfidos: una vez hace parecer pesados los mandamientos de la Escritura e insoportable el servicio de la comunidad; otra vez exalta al hermano llevándolo a la jactancia y al orgullo, a propósito de este servicio que hace a sus co-servidores: lo convence que cumplió ampliamente los mandamientos del Señor, y que es grande en los cielos. Ahora bien, esto no es poca injusticia.

El servidor ferviente y que busca hacer el bien, debe confiar al maestro el juicio a aplicar a su buena voluntad. Que no se haga juez en lugar del maestro, ni tampoco panegirista de su propia vida; porque si es él quien se vuelve juez menospreciando la verdad, no obtendrá recompensa: se recompensó a sí mismo con sus propias alabanzas y con su presunción sustituyó el juicio del superior.

El testimonio del Espíritu

Es el Espíritu de Dios quien debe dar testimonio a nuestro espíritu -lo dice San Pablo- y no nos corresponde a nosotros la evaluación de nuestros actos según nuestro propio juicio. Porque dice: no es el que a sí mismo se recomienda quien está aprobado, sino aquel a quien recomienda el Señor (2 Co 10:12). Ahora bien, cualquiera que no espera con paciencia la recomendación del Señor, sino que se adelanta al juicio de éste, se pierde en las opiniones humanas, organizando con su propia industria su propia gloria entre sus hermanos, y haciendo la obra de un infiel. Porque es infiel aquel que persigue las obras humanas en lugar de las del cielo; el mismo Señor lo dijo: ¿Cómo van a creer ustedes que reciben la gloria unos de otros y no buscan la gloria que procede del único Dios? (Jn 5:44).

¿Con quién podría compararlos? Tal vez con los que purifican el exterior de la copa y del plato, pero el interior está lleno de vicios (ver Mt 23:25). ¡Vigilen en no soportar nada parecido! Ustedes que han dado sus almas "arriba," ustedes que tienen un solo pensamiento: agradar al Señor -y que no quieren perder el recuerdo del cielo, ni recibir los honores de esta vida-, corran pues, escondiendo a la estima de los demás su carrera espiritual. Así el tentador, que sugiere los honores de la tierra, no tendrá la oportunidad de arrancar el espíritu de ustedes de las verdaderas cosas que lo ocupen, y de postrarlo sobre cosas vanas y llenas de mentiras. Si no encuentra ninguna oportunidad para entrar, para seducir a aquellos que por medio del alma viven "arriba," está perdido: yace muerto. Porque es la muerte del diablo probar que su maleficencia es ineficaz y sin resultado.

Los ojos siempre hacia Dios

Si, en cambio, la caridad de Dios está presente en nosotros, el resto vendrá necesariamente con ella: el amor de los hermanos, la dulzura, la sinceridad, la perseverancia y el celo en la oración, en fin, todas las virtudes.

Este tesoro es grande. Por eso para adquirirlo, grandes trabajos son necesarios, trabajos que no apuntan a ser vistos por los hombres, sino para agradar al Señor que ve en lo secreto: a él debemos mirar siempre. ¡Y es necesario explorar el interior de nuestra alma, y meditar los argumentos de la piedad, a fin de que el adversario no encuentre ninguna entrada falsa, ni una plaza libre para sus maquinaciones, que no se ocupe en educar y conducir al "conocimiento del bien y del mal" las partes débiles del alma!

El espíritu dócil a Dios sabe educar estas partes débiles: se asocia toda el alma, la torna hacia el Señor; y con su amor para con Dios, con reflexiones secretas de la virtud, y con la obediencia a los preceptos, él saca el remedio para sanar las partes heridas y apoyarlas sobre las que permanecen sólidas.

Al final, hay una sola guardia del alma, una sola vigilancia, que consiste en acordarse de Dios con un deseo constante y estar siempre ocupados con buenos pensamientos. No nos sustraigamos a este esfuerzo: ni cuando comamos, ni cuando bebamos, ni cuando estemos descansando, ni cuando hagamos una que otra cosa, ni cuando hablemos; a fin de que todo lo que viene de nosotros convenza y termine en la gloria de Dios y no en la nuestra propia, y que nuestra vida no tenga ninguna mancha que venga de la maquinación del Maligno.

Por otra parte, para aquellos que aman a Dios, el trabajo de los mandamientos será fácil y agradable, porque el amor de Dios hace la carrera amable y ligera. Por eso el Maligno lucha también, de todas formas, para ahuyentar de nuestras almas el temor del Señor y disolver la caridad hacia Dios. Rivaliza con ella con placeres prohibidos e incentivos que seducen; y si sorprende al alma desprovista de sus armas espirituales y sin guardia, anula todos nuestros trabajos. Nos hace brillar la gloria de la tierra, dejando a la sombra la del cielo; y en la imaginación de los engañados, hace turbias las cosas que son realmente buenas, para hacer parecer más brillantes las que son buenas sólo en apariencia.

Porque es hábil: si encuentra la guardia adormecida, no atenta, él toma la oportunidad. Entra, salta por encima de los trabajos de la virtud, y siembra por encima del trigo su cizaña: quiero decir el orgullo, el insulto, la vanagloria y el deseo de los honores, la contestación y las otras obras del mal.

Hay que vigilar, pues, acechará por todos los lados la venida del enemigo: entonces, aún si del fondo de su imprudencia tira algún artefacto, éste será rechazado antes de tocar al alma.

El sacrificio aceptado

Acuérdense también de esto y medítenlo: Abel ofreció al Señor un sacrificio de los primogénitos de su rebaño y de su grasa; Caín ofreció frutas de la tierra, pero no de los primeros frutos. Ahora bien, dice la Escritura, que Dios aceptó los sacrificios de Abel pero no los dones de Caín. ¿Qué nos enseña este relato? Que Dios acepta lo que se le presenta con temor y con fe, pero no acepta una ofrenda hecha sin caridad.

Más tarde Abraham recibió la bendición de Melquisedec, solamente después de haber ofrecido al sacerdote de Dios las primicias y las partes principales de todo lo que poseía (ver Hb 7:4; ver Gn 14:18); por las primicias y los mejores frutos hay que entender a la misma alma y el mismo espíritu. La Escritura nos invita, pues, a ofrecer a Dios nuestras alabanzas y nuestras oraciones sin escatimarlas, y a presentar al Señor no cualquier cosa sino lo que hay de principal en el alma: o más bien a elevarla enteramente hacia Dios con toda nuestra caridad y todo nuestro fervor. Así, siempre alimentados por la gracia del Espíritu, y atrayendo hacia nosotros el poder de Cristo, corramos con facilidad la carrera de la salvación. Y esta carrera para la justicia nos parecer liviana y agradable, porque Dios vendrá en nuestro socorro alentando el ardor de nuestros esfuerzos. A través de nosotros cumplir él mismo las obras de la justicia.

La virtudes están relacionadas

Ya se habló bastante sobre la cuestión. En cuanto a las partes de las virtudes, cuáles son las principales para hacer pasar antes de las demás, después las que vienen en segundo lugar y así sucesivamente, no se puede precisar. Porque las virtudes están relacionadas y es entre ellas que elevan hasta el coronamiento a aquel que las cultiva. La sencillez, en efecto, lo entrega a la obediencia, la obediencia a la fe, ésta a la esperanza, y la esperanza a la justicia; la justicia lo lleva al servicio caritativo, y éste servicio a la humildad. La dulzura lo recibe de la humildad y lo lleva a la alegría; la alegría a la caridad, la caridad a la oración. Y así recibiéndolo las unas de las otras y atándoselo las unas y las otras, lo llevan y lo hacen subir hasta la cumbre de su deseo -mientras que, por el contrario, la malicia hace caer a sus adeptos hasta la última perversidad, pasando por todos sus niveles-.

La cumbre de las virtudes: la oración

Sobre todo perseveremos en la oración. Porque ella es el corifeo del coro de las virtudes y es también por medio de ella que pedimos a Dios todas las demás. Aquel que persevera en la oración comulga con Dios: le está unido por una consagración mística, una fuerza espiritual, una disposición que no se puede expresar. Porque, en adelante, tomando al Espíritu como guía y como sostén, arde con la caridad del Señor y hierve de deseos, no pudiendo saciarse con la oración. Más y más se enciende con el amor al bien y reaviva el fervor de su alma según esta palabra de la Escritura: Aquellos que me comen tendrán más hambre, aquellos que me beben tendrán más sed (Sir 24:20). Y también: En mi corazón me has dado la alegría (Sal 4:8). Y el mismo Señor ha dicho: El reino de los cielos está dentro de ustedes (Lc 17:21).

¿Cuál es ese reino dentro de nosotros? ¿Y qué podría ser distinto de esta felicidad que, "desde arriba" nace en las almas por medio del Espíritu? En efecto, no es más que la imagen de las arras, la señal de la felicidad eterna de que gozarán las almas de los santos en la eternidad. El Señor nos consuela, pues, por la fuerza del Espíritu, en todas nuestras tribulaciones: es así que nos salva y que nos hace partícipes de los bienes espirituales y de los carismas del Espíritu. Nos consuela — dice la Escritura — en todas nuestras tribulaciones (2 Co 1:4). Y también: Mi corazón y mi carne se lanzan alegres hacia el Dios viviente (Sal 83:3), y: Es como un festín que mi alma saborea (Sal 62:6). Todo esto nos sugiere en símbolos la alegría y la consolación que vienen del Espíritu.

De tal manera se nos muestra la meta de la piedad; de tal manera se propone a aquellos que abrazan "la vida preciosa a los ojos de Dios." Esta vida se resume en la purificación del alma y en la inhabitación del Espíritu, en la medida que progresan las buenas obras. Que cada uno de ustedes prepare su alma según estos ejemplos: que llegue hasta llenarla del amor de Dios, y que se consagre a la oración y a los ayunos según la voluntad de Dios. Que guarde presente en su memoria las palabras del Apóstol que nos ordena: Oren sin cesar (1 Ts 5:17), y ...perseverando en la oración (Rm 12:12). Y también las del Señor en el Evangelio: ¿Cuánto más Dios hará justicia a sus elegidos que gritan hacia él día y noche? (ver Lc 18:6-7). Porque dice la Escritura que propuso esta parábola para enseñar que hay que orar siempre sin cansarse nunca (Lc 18:1).

Que el celo para la oración nos procura grandes bienes y que el mismo Espíritu habita en las almas, el Apóstol lo demuestra con sagacidad por medio de las exhortaciones que nos dirige: por la oración constante y la súplica, rezando en el Espíritu en todo tiempo; vigilando, vueltos hacia El, con toda perseverancia y oración (Ef 6:18).

Si alguno de los hermanos se da a esta parte de las virtudes -quiero decir la oración- es a un hermoso tesoro que da sus cuidados, y está prendado de la mayor riqueza; con tal que se aplique con una conciencia recta y firme y no flote voluntariamente al capricho de su pensamiento. Lejos de saldar como por necesidad un pago del cual no puede sustraerse, debe rezar como si diera curso libre al amor y al deseo de su alma, y hacer sentir a todos sus hermanos los buenos frutos de su constancia.

La oración de uno es bendición para todos

Todos los demás deberán darle tiempo, y regocijarse con él por su asiduidad en la oración; así tendrán ellos mismos parte en sus buenos frutos, porque se hacen socios de su vida, por el hecho de cooperar con ella. Por otra parte, el Señor dar el medio para rezar a todos aquellos que se lo piden, según esta palabra: "Aquel que da al orante la oración." Hay que pedir, pues.

Sepan también que aquel que persevera en la oración -asunto tan importante- empeña en este combate todos sus esfuerzos y todo su poder. Porque las grandes recompensas exigen grandes trabajos; tanto más que el mal acecha por encima de todas estas gentes: les pone trampas por todos los lados, corre alrededor de ellos, esforzándose en desviar su celo. De allí viene la torpeza, el agobio del cuerpo y del alma, la indolencia, la acedia, la dejadez, la impaciencia, y todos los demás movimientos y obras del vicio. Por ellos, el alma se pierde: tomada poco a poco por todas sus partes, abandona y se reúne con su propio enemigo.

Es necesario, pues, encargar al alma el control de la razón, como un sabio piloto: nunca entregar su pensamiento a las agitaciones del espíritu malo; no dejarse llevar sobre sus aguas; sino mirar derecho hacia el refugio "de arriba," y ofrecer el alma a Dios, quien la confió en depósito y quien la vuelve a pedir. Porque no se trata de arrojarse de rodillas, de mostrarse asiduo y celoso para la Escritura -como aquellos que se dan a la oración- y dejar al mismo tiempo al pensamiento vagar lejos de Dios: ¡no! Se debe rechazar toda distracción del pensamiento, toda reflexión intempestiva, y entregar a la oración el alma entera con el cuerpo.

Los superiores deben colaborar a la resolución de aquel que reza así, y mantener su deseo con todo su celo y todos sus alientos. Y que vigilen con cuidado para purificar su alma.

Porque el fruto de las virtudes de aquellos que rezan así está invisible para el entorno y se vuelve extremadamente útil, no solamente para el hermano que progresa rápidamente, sino también para los demás jóvenes, para los que tienen necesidad de aprender: porque este hermano que corre adelante los arrastra; no les queda más que mirar e imitar.

Ahora bien, el fruto de esta oración pura, es la sencillez, la caridad, el espíritu de humildad, la paciencia, la inocencia, y el resto, que produce desde esta vida, antes de los frutos eternos, el esfuerzo del hermano asiduo en la oración.

Con tales frutos, la oración se hace bella; pero si faltan, ella pierde su esfuerzo. Y lo que es verdad de la oración lo es de toda la vía filosófica: si ella tiene esta fecundidad, es verdaderamente el camino de la justicia y conduce hacia su fin auténtico; pero si permanece sin fecundidad, su nombre se vacía de toda significación, y se asemeja a las vírgenes locas, que se quedaron sin aceite para las bodas cuando había llegado el momento.

Ellas no tenían en el alma la luz que es el fruto de la virtud, ni en el pensamiento la lampara del Espíritu. Por eso la Escritura las llama "locas," y con razón, porque su virtud se apagó antes de la llegada del esposo; por eso las excluyó de la recompensa, es decir de las bodas de arriba. Porque no tenían la fuerza del Espíritu, no les tomó en cuenta el celo de su virginidad; y tuvo totalmente razón. Porque ¿a qué sirve trabajar una viña si no da frutos? Es para tener frutos que el viñador asume su trabajo.

¿Y para qué el ayuno, la oración y las vigilias, si no hay paz, ni alegría, ni caridad, ni los demás frutos de la gracia del Espíritu que el Santo Apóstol enumera (Ga 5:22)? Para ellos, el hermano prendado de la alegría de arriba asume todo su esfuerzo; por ellos atrae desde arriba al Espíritu; y tomando consigo la gracia, lleva frutos y goza con felicidad de la cosecha que la gracia del Espíritu ha cultivado en la humildad de sus sentimientos y en su coraje en el trabajo.

La alegría

Es necesario poner todo su ánimo, toda su caridad, toda su esperanza, en los trabajos de la oración, del ayuno y de los demás ejercicios y, sin embargo, permanecer convencidos de que las flores y los frutos de este trabajo son la obra del Espíritu. Si alguien, en efecto, pone el éxito a su cuenta y atribuye todo a sus esfuerzos, la jactancia y el orgullo crecerán en él en lugar de los buenos frutos. Ahora bien, estas pasiones se propalan como una podredumbre en las almas de aquellos que se dejan llevar por ellas: corrompen y anulan su trabajo.

¿Qué debe, pues, hacer aquel que vive para Dios y para su esperanza? Sostener alegremente los combates de la virtud, pero fundar en Dios solo la libertad del alma, su liberación de las pasiones, su ascensión hacia la cima de las virtudes. Poner en El sólo la esperanza de la perfección, y creer que en Dios está la "filantropía."

El hermano que está en estas disposiciones goza de la gracia de Aquel en quien creyó una vez para siempre. Corre sin fatiga y menosprecia la maleficencia del enemigo; porque le es en adelante extranjero, la gracia de Cristo lo ha liberado de sus pasiones.

Y de las mismas maneras que las pasiones malas, cuando se introducen en la naturaleza de los buenos por su negligencia, los hacen caer, produciendo en ellos, sobre una pendiente fácil y rápida, un tipo de placer natural, y llevando como frutos la codicia, la envidia, la depravación, y las demás partes del mal que es nuestro enemigo, así los servidores de Cristo y de la verdad reciben de la gracia del Espíritu mediante la fe y las obras virtuosas — bienes que están por encima de su naturaleza. Llevan frutos con una inefable alegría, y realizan sin esfuerzo la caridad sin fingimiento y sin retorno, la fe inquebrantable, la paz inviolable, la verdadera bondad, y todas las demás perfecciones. Entonces el alma vuelta mejor que sí misma y más fuerte que la maldad de su enemigo, se presenta al Espíritu adorable y santo como una habitación pura. Recibe de él la inconmovible paz de Cristo, por medio de la cual adhiere al Señor y se une definitivamente con él.

La cumbre de la alegría: participar de la Pasión de Cristo

Cuando el alma recibió la gracia del Espíritu, se unió por medio de ella al Señor, y se hizo un solo espíritu con él, no sólo ejecuta rápidamente las obras de la virtud que se volvió suya -sin tener que luchará contra el enemigo, puesto que en adelante ella es más fuerte que los asaltos de su mal designio- sino, lo que sobrepasa todo lo demás, ella recibe en sí misma los sufrimientos de la Pasión del Salvador: y está colmada de felicidad por ella, más que los aficionados de esta vida de acá abajo que gozan de honores, de glorias y del poder que vienen de los hombres.

Porque, para el cristiano que recibió la gracia y que, por el don del Espíritu y el buen gobierno de su vida, progresa "hacia la medida de la edad del conocimiento," la gloria, la satisfacción, el gozo que sobrepasa toda voluptuosidad, es el ser odiado a causa de Cristo, ser perseguido, aguantar todos los ultrajes y todas las humillaciones por la fe en Dios.

Porque la esperanza de un hombre así en la resurrección y en los bienes futuros es total; pues todos los ultrajes, todos los tormentos, los suplicios, los sufrimientos cualesquiera que sean y hasta la misma cruz, le son bienestar, descanso, y prenda de tesoros celestiales. Felices ustedes, dice el Señor, cuando todos los hombres los maldigan y los persigan, y digan contra ustedes todo el mal posible, mintiendo a causa de mí. Regocíjense y estén alegres, porque la recompensa de ustedes es grande en los cielos (Mt 5:11-12; ver Lc 6:22-23).

Y el Apóstol: Me regocijo en las tribulaciones (Rm 5:3). En otra parte: Con gusto me gloriaré de mis debilidades, para que viva en mí la fuerza de Cristo. Por eso me complazco en mis debilidades, en los ultrajes, en los contratiempos, en los encarcelamientos: porque cuando soy débil entonces soy fuerte (2 Co 12:9-10). Y también: Como servidores de Dios, con inagotable paciencia (2 Co 6:4). La misma gracia del Espíritu Santo, en efecto, tomó posesión del alma toda entera, y llenó su morada con alegría y con fuerza. Por medio de la esperanza de los bienes futuros saca del alma el sentimiento del dolor presente, y le hace dulce los sufrimientos de la Pasión del Señor.

Puesto que es "hacia arriba," con la fuerza del Espíritu que los ayuda, que ustedes edifican el poder y la gloria, condúzcanse como ciudadanos "de arriba." Como fundamentos, lleven con alegría todos sus trabajos y todos sus combates: así serán juzgados dignos de ser morada del Espíritu y los coherederos de Cristo. No se dejen llevar nunca por el relajamiento, ni por la desidia siguiendo la pendiente de la facilidad, porque caerían y se volverían para los demás una ocasión de pecado.

Pero si algunos no han alcanzado todavía la intensidad de la oración más alta, ni la energía y la fuerza que son obligatorias en este asunto, y si se ven atrasados en esta virtud, que cumplan entre otras la obediencia, por el poder de Dios: sirviendo con buen ánimo, trabajando alegremente, ocupándose de lo necesario con gusto.

Pero no sueñen con ser recompensados por la estima y la opinión de los hombres. Y no se entreguen a sus trabajos con indiferencia y negligencia, ni como si sirvieran a cuerpos y almas que les son extranjeros, sino como si sirvieran a los servidores de Cristo, como si socorrieran a "nuestras propias entrañas." Así es como la obra de ustedes aparecerá pura y sin fraude delante del Señor.

Que nadie se borre frente al esfuerzo de las buenas obras, como si fuera incapaz de ejecutar estas acciones que salvan al alma; porque Dios no prescribe a sus servidores cosas imposibles. Nos dio el ejemplo de su caridad y de su bondad divinas, ricas y desparramadas con profusión sobre todos; y da a cada uno, según su voluntad, el hacer el bien que puede. Ninguno de aquellos que quieren firmemente ser salvados fracasan. Quienquiera que sea, dice el Señor, que dé un vaso de agua fresca a uno de los míos por ser mi discípulo, en verdad les digo que no perderá su recompensa (Mt 10:42; ver Mc 9:41).

¿Qué hay más fácil que este mandamiento? Y por un vaso de agua fresca, una recompensa celestial. Fíjense la desmedida de esta "filantropía": Lo que han hecho a uno de estos, dice, me lo han hecho a mí (Mt 25:40). El mandamiento es pequeño, pero el salario de la obediencia es grande: está pagado por Dios con magnificencia.

Seremos juzgados en el amor

El no pide, pues, nada que supera tus fuerzas. Pero, sea que hagas una cosa pequeña, sea que hagas una grande, el salario resulta según tu intención: si actúas en nombre y por el temor de Dios, el don viene a ti resplandeciente e inamisible; si por el contrario, es para la pompa, para la gloria humana, escucha al mismo Señor que afirma: En verdad les digo, que ya han recibido su paga (Mt 6:2).

Para preservarnos de semejante desgracia, advierte a sus discípulos y a nosotros mismos a través de ellos: Cuídense de hacer su limosna, su oración y su ayuno delante de los hombres; porque entonces no tendrán recompensa de su Padre que está en los cielos (Mt 6:1 ss).

La gloria que está cerca del Padre

El ordena evitar, y aun huir de estas alabanzas muertas que vienen de los mortales, y de la gloria efímera que huye de nosotros, y buscar la única gloria cuya belleza es indecible y no tiene fin.

Que podamos, por medio de esta gloria que nos será dada, glorificará también nosotros al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.

 

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CE, 2005